¿Dónde se cuida mejor a una persona enferma, en una Residencia o en su propio domicilio?
- ¿Es
conveniente que los enfermos sigan en su
domicilio? - ¿Es
conveniente que le lleves a una residencia? - ¿Cómo
escoger una residencia de calidad para la persona con deterioro
cognitivo? - ¿En
qué debes fijarte a la hora de elegir una residencia de
calidad?
Uno de los dilemas más difíciles que nos puede
ocurrir es tener que tomar la decisión sobre la mejor
manera que existe para cuidar a nuestro familiar que padece una
enfermedad crónica o causada por una dolencia
neurodegenerativa como el Alzheimer.
Es relativamente fácil poder opinar
desde el punto de vista profesional, pero cuando te llega el
momento de tener que hacerlo cuando es tu propio padre sobre
quien hay que decidir y están la mitad de tus hermanos a
favor de ingresarle en una residencia y la otra mitad en contra,
la cosa cambia y mucho.
Como enfermero llevo más de veinte años de mi
vida dedicado a cuidar a los demás y muchos de ellos
enfocados hacia el cuidado y atención de las personas con demencia. Por
ese motivo voy a permitirme responder a la pregunta anterior,
dándole primero las gracias a la vida por haberme
permitido poder cuidar ahora a mi padre, y hace años a mi
abuela con la que tuve la enorme suerte de compartir muchos
años de mi juventud en un
pequeño pueblecito hurdano llamado Casares de las
Hurdes.
Entre las preguntas más habituales que nos hacemos
están las siguientes:
– ¿Se le ha consultado a la persona enferma
dónde quiere que se la cuide?
– ¿Existen medios
humanos, materiales y
económicos para cuidarle adecuadamente?
– ¿Quién va a cuidarla?
– ¿Con quién se tiene que quedar?
– ¿Lo debo llevar a un Centro de Día?
– ¿Qué puede pasar si tengo que dejarla en una
Residencia?
– ¿Cómo escoger unos cuidadores a domicilio de
calidad?
– ¿Cómo escoger una residencia de calidad para
la persona con demencia?
En España
generalmente la elección del cuidador recae la mayor parte
de las veces en el familiar más cercano, siendo la esposa
o el esposo, la persona habitual (cuando los tiene),
después generalmente recae sobre la hija, la hermana o los
sobrinos.
Las mujeres, son las más escogidas cuando viven en la
misma casa de la persona enferma, ya que ellas suelen ofrecerse
voluntariamente y asumen el papel del cuidar; posiblemente y sin
miedo a equivocarme puedo decir que son sin duda las mejores para
esa tarea.
En otras ocasiones y cuando los padres viven solos, tienen una
edad avanzada y un precario estado de
salud que le
imposibilita cuidar al cónyuge enfermo con una
atención integral surgen las preguntas siguientes:
– ¿Cómo se puede cuidar de la mejor forma
posible al esposo o esposa enferma de Alzheimer?
– ¿Es mejor llevarlos a casa de uno de sus hijos, o
incluso que permanezca durante unos meses en la casa de uno de
ellos para pasar después a las de otro y así
sucesivamente?
– ¿Debemos contratar a un cuidador familiar?
– ¿Si hay una hija soltera, viuda o divorciada tiene la
obligación de cuidar de sus padres?
La mayor parte de los hijos y parientes desean ayudar a la
persona enferma de una manera sincera, aunque se observa que
suele ser sólo un familiar quien cuida y atiende al
paciente, manteniéndose el resto al margen por medio de
las más variadas disculpas, absteniéndose en muchos
casos de cooperar o colaborar.
De esta manera es la esposa, la hija, la hermana u otro
familiar cercano (femenino principalmente), quien asume el papel
de cuidadora y acepta dicha tarea como una imposición
delegada por el resto de la familia, al
no asumir nadie más ese papel.
Pasando ese familiar, cuidadora o cuidador, a volcarse en los
cuidados y a olvidarse en gran medida de su propia vida, descanso
y placer, apareciendo poco a poco los síntomas de
cansancio y estrés
llegando en numerosas ocasiones a caer enferma por
agotamiento.
¿Es
conveniente que los enfermos sigan en su
domicilio?
Para el autor de este escrito lo mejor sería que la
persona enferma pudiera permanecer en su propia casa (el
porqué de esta elección se expone un poquito
más adelante), con cuidadores familiares o profesionales
entrenados para supervisar los cuidados y atenciones que
necesitamos durante las veinticuatro horas del día.
Esto sería lo ideal, pero como muchos ideales
generalmente queda en una utopía ya que habitualmente no
se tienen las condiciones financieras para ello, o existen
importantes discrepancias y desavenencias entre nuestros hijos,
lo que por desgracia también suelen ser muy
habituales.
El domicilio de la persona enferma es sin lugar a dudas el
mejor lugar para la misma, puesto que reúne todas las
referencias de su vida. Su habitación, su cama, su cuarto
de baño, sus cuadros y espejos, sus puertas y ventanas, su
mesa de comer o trabajar, el sofá donde se sentaba a
descansar, el balcón o ventanas por las que se asomaba a
la calle, en definitiva la casa donde ha vivido siempre y que le
proporciona la mayor tranquilidad y seguridad; porque
queramos o no todo lo anterior es uno de los mejores
tranquilizantes que puede tener.
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