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El existencialismo en Hijos de la ira de Dámaso Alonso (página 2)



Partes: 1, 2

2. – Periodo de cierta apertura económica y política
(1951-1959):

El gobierno se abre
lentamente hacia el exterior en busca del reconocimiento
internacional. Ingresa en la ONU en 1955, se
reconoce el régimen franquista y termina el periodo de
aislamiento.

3.- Periodo de Apertura (1960-1973):

La llegada de inversiones
extranjeras y el turismo facilitan la
modernización industrial y desarrollo
económico. En estos años crece la
oposición al régimen franquista y empiezan a surgir
los nacionalismos. La crisis de
petróleo
de 1973, que frena la expansión económica termina
con el fin de esta etapa.

La situación social del país refleja la evolución de la política
económica de este:

En los años cuarenta la población sufre hambre, miseria, alta
mortalidad, etcétera. En los años cincuenta se
recupera el nivel de vida anterior a la guerra civil,
se suprime el racionamiento. Durante el gobierno de los
tecnócratas, la alta burguesía acrecienta su
poder. En los
años sesenta se producen grandes desplazamientos
migratorios de la población, hay un éxodo rural
hacia las ciudades industrializadas y hacia el extranjero.

1.2 Contexto literario y cultural

La situación cultural de posguerra se caracteriza por
una ruptura con el periodo anterior y una fuerte censura que
empobrece el panorama artístico, sobre todo en las
primeras épocas. Los libros,
periódicos, revistas son controlados por el régimen
y existe gran dificultad para acceder a las obras de filósofos europeos. La poesía
española se caracteriza por su individualismo; es la
poesía de hoy, en la que se observa una continuidad desde
los años 40.

Se trata de poesía que existe porque sí; que se
dirige al sentimiento y de ahí a la razón. Por ello
es de lo más perseguido por la censura del régimen
Franquista, pues directamente va al sentimiento, no hace falta
tener cultura para
llegar a ella.

La situación de la creación poética
española tras la Guerra Civil es sumamente desesperanzada,
puesto que se percibe la falta de un referente común para
las nuevas generaciones o creaciones. Los jóvenes
sólo encuentran literatura del siglo XVI.
Los Poetas Mayores (Machado, Unamuno, Juan Ramón
Jiménez) están desaparecidos, bien por muerte o
exilio. Los Poetas del 27 se dividen: unos luchan a favor de
la
República mientras que otros se alejan de la lucha
social.

Pese a esta circunstancia la poesía de este grupo quiere
olvidar la guerra con la búsqueda de nuevas
fórmulas poéticas para expresar su mundo interior,
relación conflictiva entre el poeta y su entorno y
continuación del proceso de
rehumanización. En 1944 surge una nueva línea
poética, la poesía desarraigada, que arranca con
dos obras concretas: Hijos de la Ira y Sombras del
paraíso. Antes de éstos libros los jóvenes
no tenían nada de referencia. En el ámbito
literario surge la creación de premios literarios como
Nadal (1944), en 1966 se aprueba la Ley de prensa con el que
se inicia un periodo de mayor tolerancia, se
reinicia después de la guerra las actividades de la Real
Academia, después de su disolución durante la
guerra civil.

El siglo XX se abre en España con
la tendencia a eliminar el poderío del realismo
positivista que predominaba durante la segunda mitad del siglo
XIX. Se busca una expresión más íntima y
más artística, la intensidad lírica dentro
de una forma breve y sencilla y con hondura emocional es el
anhelo de las generaciones jóvenes. Dos fenómenos
coincidentes en el tiempo,
impulsan esta transformación del lenguaje
poético; por un lado el desastre de 1898 y la influencia
del modernismo
hispanoamericano. Los dos movimientos, aunque dispares en sus
objetivos
señalados, coinciden en varios aspectos como: la
eliminación de lo vulgar y cotidiano de la poesía
realista, una depuración de los elementos retóricos
y una expresión íntima y sencilla.

1.3 Dámaso y la Generación del 27

La denominación de generación
jamás ha sido discutida, y se propusieron otros nombres
posibles, tales como: Generación de la Dictadura,
Generación Guillén-Lorca (nombres del
mayor y más joven de sus autores, quienes preferían
escribir sus novelas en un
ámbito más "Realtadista", término que se le
aplica a la corriente de pensamiento de
extrema izquierda que surgió por los albores de 1926),
Generación de 1925 (media sistemática de
la fecha de publicación del primer libro de cada
autor), Generación de las Vanguardias,
Generación de la amistad, Generación
de la República, etcétera.

La nómina
habitual del grupo poético del 27 se limita a diez
autores: Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti,
Federico
García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego,
Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre y Emilio
Prados, pero hubo también muchos otros.

En realidad, la llamada generación del 27 fue un grupo
poco homogéneo; habitualmente se les ha solido ordenar por
parejas o tríos. Así, por ejemplo, los poetas del
Neopopularismo o neopopularistas, Rafael Alberti y Federico
García Lorca, dentro de una nómina que fue
particularmente bien nutrida, intentan acercarse a la
poesía de Gil Vicente y del Romancero, o a la
lírica cancioneril, buscando fuentes
populares y en el folklore de la
lírica tradicional; algo de ello hay también en la
aproximación que hizo Gerardo Diego, después de su
etapa Creacionista, a la lírica de Félix Lope de
Vega gracias a la edición
que hizo en ese tiempo José Fernández
Montesinos.

Por otra parte, hay dos catedráticos de
Filología hispánica que comparten intereses comunes
y que incluso fueron amigos y tuvieron trayectorias muy
parecidas, pues no en vano su poética es fundamentalmente
afirmativa y optimista; se trata de Jorge Guillén, cuya
obra poética se recoge bajo el título Aire
nuestro
y está marcada por la poesía pura a lo
Paul Valéry y formada por cinco libros (entre ellos:
Cántico y Clamor) y Pedro Salinas, el gran poeta del
amor del
27.

El grupo surrealista está más nutrido; se
destaca especialmente recibiendo el premio Nobel Vicente
Aleixandre, seguramente el más original, ya que,
según Cernuda, "su verso no se parece a nada", y el que ha
venido a ser el poeta más influyente de la
generación durante la última mitad del siglo XX, el
ya citado Luis Cernuda. Sin embargo, hubo otros poetas del 27 que
notaron el impacto surrealista y que poseen etapas en su
evolución marcadas por esta estética: Rafael Alberti, por ejemplo,
compuso la última sección de Sobre los
ángeles
y Sermones y moradas en
versículo surrealista y Federico García Lorca
asimiló su impacto en Llanto por Ignacio
Sánchez Mejías
, Poeta en Nueva York y
los Sonetos del amor oscuro. Una etapa surrealista
posee, por ejemplo, José María Hinojosa con su
La flor de Californía (con acento en la i) y
Emilio Prados. Son éste último y Manuel
Altolaguirre quienes constituyen el llamado grupo de
Málaga o de los poetas presuntamente menores, constituido
alrededor de la revista
Litoral editada por Altolaguirre y su colección
de libros poéticos.

Dámaso Alonso y Gerardo Diego vienen a ser, por otra
parte, el llamado grupo de los que se quedaron en España,
de mala gana y pasando algunos apuros el primero y más a
gusto el segundo, y más o menos pactaron con el
régimen victorioso en la Guerra Civil (Alonso, que se
consideró a sí mismo dentro de la Generación
del 27 como crítico, pero dentro de la primera
generación de posguerra como poeta) o lo apoyaron
abiertamente (Diego). Este último realizó una larga
trayectoria poética donde combinó a la vez
tradición y vanguardia,
muy variada en su temática (desde el toreo a la música y las
inquietudes religiosas, el paisaje y los contenidos
existenciales); sin embargo, algunos se quedaron ignorados por el
régimen, viviendo en un llamado exilio interior (Juan
Gil-Albert)
o convirtiéndose de hecho en maestro y
guía de toda una nueva generación de poetas
(Vicente Aleixandre).

El acontecimiento que los unió y les dio el nombre fue
el homenaje que el grupo hizo a Luis de Góngora en el
año 1927 en Sevilla, al conmemorarse el tercer centenario
de su muerte. También declaran al poeta: adalid del grupo.
Todo esto fue a petición de Ignacio Sánchez Medina.
Esta generación se caracteriza por: la tradición y
vanguardismo.
Aunque desean encontrar nuevas fórmulas poéticas,
no rompen las tradiciones y sienten admiración por
el lenguaje
poético de Góngora, por autores clásicos y
por las formas populares del Romancero.

A la par que lo tradicional, las corrientes de vanguardia,
sobre todo el surrealismo,
ejercen gran influencia en el grupo del 27. Los escritores
surrealistas exploran el mundo de lo inconsciente y pretenden
alcanzar la belleza absoluta, que está por encima de la
realidad. Su intención estética se basa en que
intentan encontrar la belleza a través de la imagen. Pretenden
eliminar del poema lo que no es belleza y, así, alcanzar
la poesía pura. Quieren representar la realidad sin
describirla; eliminando todo aquello que no es poesía.

Ponen especial interés en
los grandes asuntos (temáticas) del Hombre, como
el amor,
la muerte, el
destino y los temas cargados de raíces populares. Se
preocupan fundamentalmente por la expresión lingüística y buscan un lenguaje
cargado de lirismo (estilo). Con respecto a la
versificación: utilizan estrofas tradicionales (romance,
copla, etcétera) y clásicas (soneto, terceto),
también utilizan el verso libre y buscan el ritmo en la
repetición de palabras, esquemas sintácticos o
paralelismo de ideas.

Esta generación del 27 constituirá la primera
etapa en la poesía de Dámaso. Es el antes que
deberá madurar y evolucionar producto de
los acontecimientos que continuarán. Esta poesía
será de espíritu juvenil fundamentalmente,
combinado con las influencias del medio ambiente
artístico, en especial la de Antonio Machado y la de los
poetas de la Vanguardia. Esta etapa es a la que corresponde su
primera publicación: Poemas puros:
poemillas de ciudad.

1.4 Poesía de Post-guerra

Tras la guerra civil, un grupo de poetas reanuda la actividad
lírica, en la que predominan las preocupaciones
estéticas y los temas amorosos y religiosos. En las
décadas siguientes, algunos poetas continuaron la
tendencia anterior, intimista y de matiz religioso: es la llamada
poesía arraigada. La mayoría de los poetas
pertenecientes a esta tendencia se agrupa en torno a la
revista Escorial y se les conoce también con el nombre de
grupo "Rosales", ya que el mayor representante es Luis Rosales
(1910-1992) con "La casa encendida" y con "Rimas" y "Nuevas
rimas". Los tres ejes temáticos de esta poesía son:
Dios, la familia y
la tierra.

Una fecha clave es 1944. En este año se publican dos
obras de capital
importancia: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra
del paraíso de Vicente Aleixandre. Los dos maestros
reconocidos ejercerán el papel de guía. La
década del cuarenta recibirá directamente los
efectos inmediatos del desastre natural y espiritual de la guerra
(primera etapa de censura). Se desmorona el auge cultural
anterior a la Guerra Civil. El exilio se convertirá en
constante para los poetas obligados a realizar el éxodo,
por lo cual se rompe el público o receptor inmediato de
esos escritores, se destruye el destinatario oficial de las
creaciones poéticas. Estos poetas se sumergen de esta
forma en el pesimismo, la soledad, el silencio producto de sus
pérdidas y el enfrentamiento de una nueva vida en un
país diferente. Por otro lado la censura se dedica a
prohibir este tipo de literatura. España se encierra y
surge lo que se conoce como el «adanismo
cultural».

Las principales tendencias poéticas de la posguerra
española se articulan en torno a cuatro revistas
literarias; con frecuencia se ha querido establecer diferencias
tajantes entre ellas (en especial entre las dos primeras), aunque
la nómina de autores, como veremos, llega a ser muy
similar. Parten, eso sí, de postulados distintos, aunque
la lectura de
sus composiciones pone a cada una en su lugar.
"Gracilaso" (1943) será la primera revista
literaria importante de la posguerra española.

En ella escribirán unos autores siguiendo una
línea clásica (a imitación del
poeta-guerrero, Garcilaso, que da nombre a la
publicación).

Utilizan moldes clásicos para una literatura
clásica, de belleza formal, una poesía "bien hecha"
y que, muy a menudo se desentiende de los problemas del
hombre. Se habla de "poesía arraigada" y se llama
"garcilasistas" a estos autores que opinan que "el mundo
está bien hecho". García Nieto (fundador de la
revista), Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo
y, sobre todos, Luis Rosales, serán los máximos
exponentes de esta poesía. Se ha hablado de "la
poesía de los vencedores". Esta revista tuvo un precedente
en Escorial (1940). El Escorial era un símbolo:
"religioso de oficio y militar de estructura:
sereno, firme, armónico, sin cosa superflua, como un
estado de
piedra". Son reveladoras palabras de su creador, Ridruejo. No
todo es triunfalismo y optimismo. También habrá
dolor y tristeza, aunque expresados con serenidad, con mesura.
Los temas fundamentales son el amor, el paisaje (Castilla y el
tema de España) y el sentimiento religioso (hacia un Dios
que da sentido al mundo).

La revista "Espadaña" nace como respuesta a
Garcilaso. Es una poesía rehumanizada, desarraigada (a
veces con tonos cercanos al tremendismo), donde el hombre (y
sus tristes circunstancias) es el principal tema poético.
También hay poemas religiosos, pero de una religión
difícil y problemática, del hombre que se rebela y
se enfrenta a un Dios que guarda silencio ante los problemas de
la humanidad. Las formas son más libres, menos
clásicas (con honrosísimas excepciones); los poemas
son más broncos; el estilo, más sencillo.
Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, Ángela Figuera,
Leopoldo de Luis, Gabriel Celaya y Blas de Otero son los
principales representantes de esta línea.

La poesía desarraigada parte del convencimiento de que
el mundo "es un caos y una angustia, y la poesía una
frenética búsqueda de ordenación y de ancla"
(Dámaso Alonso, que se autoincluye en el grupo de los
poetas desarraigados; su libro Hijos de la ira impactó en
1944). Es esta una poesía existencial; el hombre
está angustiado por el tiempo y la muerte. Y más en
aquellos años: represión, injusticias, hambre. Todo
ello nos llevará, posteriormente, a la poesía
social.

Garcilasistas y espadañistas estaban más
enfrentados en la teoría
que en la práctica. Si estudiamos la nómina de
autores que publican en ambas revistas, es prácticamente
idéntica. La realidad nunca es tan simple ni tan
fácilmente estructurable como pudiera parecer.
Posteriormente Cántico (1947) es la revista de la
poesía pura. Su nombre, muy significativo, procede de
Guillén. Muy influidos por Cernuda (intimismo;
refinamiento). Pablo García Baena es el principal
representante del grupo Cántico. El amor es el tema
fundamental. Habitualmente se trata de amores prohibidos.
Destaquemos sus dos obras principales, Junio (1957) y Óleo
(1958), donde se plasma su particular lucha entre la sensibilidad
pagana y el espíritu religioso (Tusón). Su
poesía, íntimamente personal, se
encontraba muy alejada de las tendencias sociales de los
años 50.

Como ultima revista se funda en 1945 "Postismo". Su
existencia demuestra que también hay lugar para las
Vanguardias. La revista Postismo da nombre al último de
todos los ismos. Se autodefine como el "surrealismo
ibérico". Carlos Edmundo de Ory es su fundador. Participan
también Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi. Se reivindica
la libertad
creativa, lo lúdico. Sólo se permitió un
número. El movimiento no
se estudiará y valorará en su plenitud hasta los
años 70. Los autores citados encarnan, pues, el primer
surrealismo de posguerra, que se plasma incluso en su propia
indumentaria (chaquetas del revés, guantes que son
calcetines), en su voluntad de desafío y
provocación a cuanto la sociedad del
momento consideraba correcto.

Hasta que hace su aparición el que se ha convertido en
el principal libro de Dámaso Alonso, Hijos de la ira
(1944); en este clima
poético que se desprende de las revistas analizadas hasta
ahora, el título hace alusión a los poemas que
componen la obra, que son, por lo tanto, producto de la angustia
que le provoca la vida. El propio Dámaso confesó
que él siguió a la Generación del 27 como
segundón y que necesitó la sacudida de la Guerra
Civil española para escribir en libertad, encontrar su
propia voz poética, que no se encontraba cómoda con la
poesía deshumanizada anterior.

Este libro es considerado, comúnmente, el punto de
partida de la poesía española actual, a la vez que
la más clara conexión del autor con el existencialismo. A través de sus versos
hallaremos auténtica y radical ruptura con el ambiente
literario. Así, en el aspecto formal, desaparecen las
composiciones regulares de versos endecasílabos: ni
cuartetos encadenados, ni décimas, ni sonetos; se ha
prescindido de la estrofa y los versos se suceden sin respetar
medida ni rima. Pero la innovación introducida por la obra no se
limita a la métrica, sino que también afecta a los
temas, a la actitud del
poeta ante su obra, al léxico utilizado, etc. De este
modo, en el libro penetrarán los problemas que agobian al
hombre y que le hacen ser hijo de su tiempo, de un tiempo que es
simple putrefacción y que por ello provocará la ira
del autor.

1.5 Hombre, poeta y creación

Dámaso Alonso (1898-1990) en sus inicios estudió
en el Colegio de los jesuitas de
Carabanchel, fue poeta, crítico literario y
filólogo español
que perteneció a la generación del 27. Fue
licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras. Antes de la Guerra
Civil española estudió en el Centro de Estudios
Históricos de Madrid y
participando a la vez en las actividades literarias e intelectuales
de la Residencia de Estudiantes donde coincidió con:
Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador
Dalí. Colaboraba en la Revista de Occidente y en la
poética Los Cuatro Vientos. Para reivindicar la
poesía de Góngora preparó todo un aparato
teórico en su edición crítica
de las Soledades (1927), cuya fecha de publicación da
nombre a la generación de 27.

Fue catedrático de la Universidad de
Valencia y posteriormente catedrático de Filología
Románica en la Universidad de Madrid. En 1945
ingresó en la Real Academia Española, de la que
llegó a ser director, y en 1959 en la Academia de la
Historia.
También recibió el Premio Cervantes.
Conocía muy bien el griego, el latín, sabe
árabe, habla perfectamente el inglés
y el alemán, domina las lenguas
romances y sus literaturas y en su gran saber erudito incluye
cualidades de creador literario.

En Dámaso Alonso confluyen sus tres vocaciones:
profesor,
investigador y crítico literario, y la de poeta. Como
poeta, existen dos momentos bien diferenciados, el de la
poesía pura de ecos juanramonianos, aunque también
se interesa por la lírica de Machado; a esta época
pertenecen Poemas puros: poemillas de la ciudad (1920), luego
publica en revistas y periódicos literarios algunas
poesías
y varias narraciones en prosa (bajo la influencia de Freud y James
Joyce ) y un segundo momento de gestación existencialista
en la que estuvo influenciado por la poesía de T.S.
Eliot, esto
debido a sus conocimientos sobre esta poesía y el estudio
que ejerció de la misma al ser profesor en Cambridge,
Oxford y en universidades de Estados Unidos. A
partir de 1939 y conmovido por los acontecimientos que se viven
en España, desgarra el panorama literario con su obra Los
hijos de la ira (1944), a la que siguen entre otras Hombre y Dios
(1955) y Oscura noticia (1959), dos libros poéticos de
ecos existencialistas y donde es visible la influencia de la obra
de Joyce. A esta etapa también pertenece la mayor parte de
su labor didáctica e investigadora, de la que son
exponentes: La poesía de san Juan de la Cruz (1942),
Poesía española: Ensayo de
métodos y
límites
estilísticos (1950), Estudios y ensayos
gongorinos (1955). En estos trabajos centra su esfuerzo por
situar la crítica
literaria en el ámbito de la
lingüística.

Un asunto del que se suele hablar poco es sobre el año
clave para definir el destino de Dámaso Alonso como poeta:
1916. Tenía solo 18 años, muere Rubén
Darío y el adolescente lee por primera vez su obra
poética. Esta será la causa por la cual sus
primeros poemas serán rubenianos.

Dámaso Fundó la colección Biblioteca
Románica Hispánica y fue director de la Revista
de Filología Española
. En su tarea como
académico, centró su esfuerzo en organizar
encuentros periódicos con las academias americanas para un
trabajo
común que evitase o retrasara la temida
fragmentación lingüística de la lengua
española. En sus inicios, Dámaso Alonso se
caracterizó por una poesía que seguía la
corriente de la generación del 27, en que la finalidad
última de los poemas era la perfección formal, sin
importar el contenido social ni humano.

Sin embargo, en esta época fue eclipsado por poetas que
llevaban a cabo este tipo de poesía mejor que él:
Rafael Alberti y Federico García Lorca sobre todo. En el
campo en que se destacó en un principio era en la
crítica, donde llevó a cabo trabajos como La lengua
poética de Góngora, publicado en 1927. Desde ese
momento, y hasta el fin de la guerra, se dedicó casi
exclusivamente a la crítica literaria.

Hijos de la ira (1944) supone la ruptura con todo lo anterior
en su carrera. Es el principio de una poesía existencial,
que le convirtió en el poeta más representativo de
la posguerra. Abandonando cualquier atisbo de pretensión
estética, Hijos de la ira trata de llegar al fondo de la
persona, en un
tono dramático a veces y a veces con un sentido
satírico de la realidad. Según dijo el propio
Alonso: hoy es sólo el hombre lo que me interesa llegar a
él por caminos de belleza o a zarpazos.

Sin embargo, la nueva etapa de la poesía de
Dámaso Alonso no abandona por completo la estética
del poema, sino que la transforma para dotar de mayor sentimiento
a los poemas, en lo que se conoce como tremendismo: el uso de
imágenes desgarradas y desagradables. Hijos
de la ira supone, en definitiva, el amanecer de una nueva
poesía que deja atrás las influencias esteticistas
de la generación del 27 para centrarse en temas más
humanos, tratados con una
forma cuidada para no resultar estética en absoluto: La
poesía de posguerra.

Capítulo II

La ira existencial en
los hijos de Dámaso:
principios fundamentales

(.) Para otros, el mundo nos es un caos y una angustia, y la
poesía una frenética búsqueda de
ordenación y de ancla. Si, otros estamos muy lejos de toda
armonía y toda serenidad. Hemos vuelto los ojos entorno y
nos hemos sentido como una monstruosa, indescifrable apariencia,
rodeada, sitiada por otras apariencias,
tan incomprensibles, tan feroces, quizá tan desgraciadas
como nosotros mismos: "monstruos entre monstruos", o nos hemos
visto cadáveres entre otros millones de cadáveres
vivientes, pudriéndonos todos (.)

(.) el fenómeno se ha producido en todas partes,
allí donde un hombre se sienta solidario del desnorte, de
la desolación universal. Mi voz era solo una entre muchas
de fuera y dentro de España, coincidentes todas en un
inmenso desconsuelo, en una búsqueda frenética de
centro o de amarre. ¡Cuantos poetas españoles han
sentido esta llamada! (.)[1]

Hijos de la ira es subtitulado por el poeta: Diario
íntimo, pues constituye una erupción violenta
contra lo caótico y el oscuro accionar del hombre en el
mundo; es una confesión íntima de la
desesperación ante el panorama de la época
aterradora en que vivía el propio poeta.

En esta obra brotan la muerte sombría, la tristeza, el
deseo de arrojo de la vida, el horror por la bajeza extendida a
toda la humanidad. Presenta un tono de acusación, el
propio Dámaso ha reconocido que "fue un libro de protesta
cuando en España nadie se atrevía a protestar", es
una protesta universal, cósmica, ante los nefastos hechos
contemporáneos protagonizados por la guerra.

2.1 El hombre

En esta obra literaria, Dámaso Alonso analiza al hombre
desde una perspectiva totalmente existencialista. Orientado en el
punto de vista de la posguerra, el hombre es un ser
insignificante cuya vida no tiene ningún sentido, los
muertos son los únicos seres realmente libres, porque ya
no sufren de los tormentos que acechan a los hombres vivos y que
los hacen padecer. Ante el vacío de la vida del hombre,
necesita la creencia en la existencia de un Dios, de algo a lo
que aferrarse, para evitar la soledad que siente, como expresa el
poema "En la sombra".

En "Insomnio", Dámaso Alonso habla de los hombres como
cadáveres vivos cuyas almas se pudren, debido a la rabia
que guardan en su interior. Ante esta situación, pide
explicaciones a Dios preguntando ¿Qué huerto
quieres abonar con nuestra podredumbre". Toda la injusticia
domina al hombre desde la niñez hasta la muerte, destruye
su inocencia ("Injusticia"), y dice que los hombres están
subordinados al "terrible poder", la muerte. Sin embargo menciona
que es un hombre, dulce niebla, centro cálido, es pasajero
bullir de un metal misterioso que irradia la ternura,
señala que el hombre no se rinde ante "la injusticia" de
verse arrojado a la vida, sino que ha de sentirse capaz de
superarlo todo y seguir viviendo.

El hombre en la guerra se ha convertido en un Caín: ha
matado a su hermano y ahora siente remordimientos. En
"Monstruos" poema principal en el que describe al hombre
como un ser despreciable ante los demás de su
condición. Siente miedo de los seres que le acechan:
"¡son monstruos, estoy cercado de monstruos!". Estos seres
interrumpen la tranquilidad convirtiéndola en una
situación desesperante y angustiosa.

En El día de los difuntos "Ay, yo no soy, / yo
no seré / hasta que sea / como vosotros
muertos"[2], el sujeto lírico medita sobre
su propia vida, y sobre la vida y la muerte en general. Se
muestra lleno
de asco ante la estéril injusticia del mundo y la total
desilusión de ser hombre, le hace envidiar la paz gloriosa
de los muertos. Mientras, en el poema "Preparativos de
viaje
" se describen diferentes actitudes de
los moribundos: nerviosismo, angustia, súplica de socorro,
etcétera; como podemos observar en "algunos llaman con
débil voz a sus madres / otros voltean la cabeza a un lado
y otro lado".

En el poema "A pizca" expresa la búsqueda de
la esencia del ser, el poema parte de una situación real,
trata de la guerra civil (1936-1939) mediante el ejemplo de la
muerte de un perro, el sujeto lírico proyecta una mayor
conciencia de
vivir y cierto presentimiento trascendental; también
aquí vuelve a aparecer la angustia existencial.

En el poema "La obsesión" se expresa que la
liberación final del hombre llegará a través
de la locura o la muerte misma: "la gloria, la victoria final /
de una razón humana que se extingue.", demostrando que la
vida no tiene sentido y que en esta vida el hombre está
encarcelado.

En el poema "La vida del hombre" se describe el ansia
de felicidad "la gran rosa del mundo" que constituye el
empeño vital del hombre en todas sus edades, quedando no
obstante fuera de su alcance. El sujeto lírico muestra una
expresión nihilista de lo absurdo de la vida del hombre y
de su soledad radical, sin Dios. El monólogo del hombre se
debe a su soledad absoluta y la ausencia de Dios, que ha
muerto:

"Hombre/ melancólico grito / ¡Oh, solitario y
triste / garlador!: ¿dices algo?, ¿tienes algo /
que decir a los hombres o a los cielos?… hombre/ cárabo
de tu angustia / agüero de tus
días[3]Expresa una alucinante pregunta
sobre el origen del odio y su terrible fecundación en el alma del
hombre. Es evidente el parecido con el poema "La
injusticia
"

El alma del hombre lo compara con una isla por la soledad y se
ve gradualmente conquistada por Dios y termina anhelando una
unión total con Dios. Nos dice que Dios es la esencia y
razón de la existencia humana. La presencia divina
condiciona la vida del hombre igual que los astros que influyen
en su destino, aunque en el poema "La isla" describa la
presencia divina como monstruosa "Y el ser misterioso crece,
crece y sube / como en la pesadilla de la bestia que / nos va a
devorar."

En el poema "De profundis" se muestra el odio hacia
el hombre y su amor hacia Dios, dentro de su odio hacia el hombre
deja claro su repulsa hacia sí mismo "yo soy el excremento
del can sarnoso", esta podredumbre física corresponde
simbólicamente a la náusea
existencial del hombre. La visión global que tiene
Dámaso Alonso de la sociedad de posguerra, se
individualiza. Considera a las personas como seres solitarios que
tratan de refugiarse en su mundo interior ante las atrocidades
que padece, pero que tampoco encuentra consuelo allí, ya
que la angustia existencial, el miedo, la pena y la ira habitan
dentro de cada persona.

Considera a cada individuo como
a un Caín, un traidor rabioso que en un arrebato
mató a su hermano. Estas son las consecuencias de una
guerra civil, en que la gente luchaba pueblos contra pueblos,
familias contra familias y hermanos contra hermanos. En uno de
los poemas, se habla de un soldado victorioso, vencedor en la
guerra de todos sus enemigos, que desfila triunfante mientras
piensa en lo que ha logrado: nada. Ha perdido amigos, recuerdos,
lugares, pero no ha conseguido nada. La alegría de la
victoria no le consuela y se siente vacío por dentro. No
sabe ya que hacer y sus sentimientos le atormentan.

Así surge el vacío existencial antes comentado.
Ante la falta de cosas y motivos a los que aferrarse en la vida,
los individuos se encierran en un mundo interior de mal vivir,
donde les atacan sus temores, mientras esperan la muerte. Se
pudren sus almas (Insomnio). Ante esta situación, muchas
personas recurren a la religión, sin embargo, le echan la
culpa a Dios sobre los problemas de la época.

Según el libro, la sociedad no existe. Es un grupo
heterogéneo de personas aisladas, que tratan de no
coexistir, de no encontrarse, de autorrecluirse. Sin embargo,
para un individuo solo, la sociedad se convierte en una
muchedumbre de monstruos que únicamente puede depararle
males. Los demás son Caínes sin más
sentimiento que la muerte. El hombre para los otros hombres es,
como también dijo Locke: un lobo para el hombre.

2.2 La humanidad

El tópico referido a la podredumbre nos indica el
vínculo de de la humanidad con Dámaso como su
representante simbólico. Con sólo abrir el libro,
Hijos de la ira, nos topamos con el poema
"Insomnio" que introduce el tema. Sí, no cabe
duda; el sujeto lírico es uno de los tantos seres que se
está pudriendo. No es espectador del proceso, como lo era
la decadencia político-social de España, sino
miembro de la humanidad corrompida, donde se ha extinguido el
amor (lazo de unión con Dios) y se ha suplantado por la
injusticia, el orgullo y el odio.

Podemos entonces afirmar que el amor une al hombre con Dios,
que es ante todo el Creador, lograda esta unión, el hombre
se identifica con el proceso creativo y lo continúa. La
ausencia del amor rompe esta relación e inicia el proceso
inverso, o sea, el de progresiva destrucción y
descomposición, cuyo resultado es la podredumbre y la
muerte.

2.3 La Angustia

En los versos de Dámaso Alonso el sujeto lírico
nos revela su interpretación de la vida humana. Es una
serie de imágenes de pura procedencia suprarrealista que
recurre a la presencia del mundo onírico con el fin de
describir el estado
psíquico de la más desesperada angustia
existencial. Aunque no falta en ninguno de sus libros anteriores,
es este tono más sobresaliente en Hijos de la
ira
.

Todos los subtemas que se aprecian constituyen la fuente de la
angustia: Dios, que no se revela y cuyo silencio acaba por crear
la duda de la existencia; el ser cuyo sentido permanece
tercamente incomprensible; y el vivir, que incesantemente nos
empuja a través del tiempo. "Esta angustia de ser que es
nuestra vida", resume el poeta. Otras veces, con el mismo tono
identificador dice directamente al ser humano: ¨ Hombre /
cárabo de su angustia¨[4]

El concepto de
angustia en el libro es algo inherente e inseparable de la vida.
A veces se trata de un estado de depresión
o excitación psíquica, motivada por un hecho real y
físico como es el dolor agudo: "en el tercer espacio
intercostal derecho"[5] o una invasión de
insectos "en aquella noche de agosto de 1932, en aquel desierto
de Chamartín" [6]Otras veces, son
semejantes hechos concretos que causan profundas reflexiones
sobre los temas existenciales en general, como en los poemas
"Destrucción inminente", "Insomnio",
"Elegía a un moscardón azul".

2.4 La soledad

La soledad existencial también se hace persistente en
la obra literaria, en este caso el sujeto lírico nos la
inyecta mediante un grito de aflicción y violencia. La
angustia causada por la soledad existencial alcanza su mayor
expresión en el poema ¨Mujer con
alcuza¨. La imagen básica de (el tren de la vida) y su
desarrollo
temático (la ausencia de otros viajeros, empleados y aun
el conductor) encuentran una técnica impresionante. La
repetida insistencia al aislamiento no deseado, como un
estribillo constante, va aumentando la angustia existencial, como
en una horrenda pesadilla nocturna.

El hombre se siente solo frente al poder divino que se
materializa en la figura de Dios. El Todopoderoso lo abandona en
su mundo caótico, impulsándolo a su futuro
incognoscible.

2.5 La náusea existencial

La expresión más dramática de esta
categoría aparece en "Insomnio". Ningún
suceso especial como la muerte de un moscardón, un dolor
físico o la contemplación de la injusticia o del
odio del mundo, causa este insomnio simbólico. Es la
existencia misma la que lleva en sí la progresiva
putrefacción del alma del sujeto lírico y la de
todos los habitantes de Madrid y el mundo. Es un insomnio
involuntario e inmotivado, relacionado con la presencia de esa
-tristeza original- y –amargura primera- que acabamos de
citar, estampadas fatalmente en la existencia del hombre.

La única solución nos la revela Dámaso "
En el día de los difuntos". El lector solo debe
comparar la visión turbia y agónica de la
existencia humana con esa otra mirada plácida de los
muertos. Muertos diáfanos, nítidos, inmortales,
cristalizadas permanencias de una gloriosa materia
diamantada.

2.6 La injusticia y el odio

Viviendo "estos tristes años de derrumbamiento, de
catastrófico apocalipsis", Dámaso sabe poner el
dedo en la llaga que padece la humanidad. Las dos fuerzas
oscuras, la injusticia y el odio, han llegado a gobernar a
l hombre y sus acciones.

La injusticia es esa "sombra negra, "mancha
lóbrega","reina de las cavernas", "oquedad devorante de
siglos y de mundos", "hosco sol de negruras",[7]
es una fuerza tan
antigua como el hombre. De ella se desprende toda la maldad del
mundo, esencialmente el odio ("sembradora del odio" y "madre del
odio" la llama el poeta). Es la que se manifiesta en
oposición al amor, la inocencia y la felicidad del ser. La
imagen que crea Dámaso relaciona la injusticia con el
origen de la descomposición del ser humano, su veneno
entra en el hombre y siembra en su alma el odio. Engendrado por
la injusticia, el odio termina por extender su influencia
destructora en el mundo. Sus raíces penetran en el alma
humana con fatalidad irremediable.

2.7 Miedo a la muerte

Este principio constituye una gran paradoja del problema
existencial y se desenvuelve en torno a la realidad de la muerte.
El hombre, consciente de lo absurdo de su vida convencido de la
imposibilidad de lograr la felicidad, sumergido en una constante
angustia, ve con envidia el estado de paz de los muertos. El
poema "En el día de los muertos" nos presenta una
comparación bastante clara. La obra objeto de análisis describe la muerte con
imágenes que no dejan lugar a dudas: la muerte es el
estado deseado, es la permanencia tranquila e inmutable, es la
disolución gloriosa en Dios.

Entre la vida absurda e indeseada y el estado envidiable de la
muerte, el hombre siente un miedo invencible al tránsito,
o sea, al momento de morir. De esta forma el instante que promete
traer consigo la solución definitiva a toda la miseria
existencial, es al mismo tiempo el causante de la más
profunda angustia.

El miedo a la muerte está íntimamente
relacionado con la incertidumbre que rodea a lo que tras ella se
oculta. Una de las imágenes más frecuentes en la
poesía de Dámaso, como en otros poetas
contemporáneos, es la de un pozo oscuro y sin fondo. Esta
imagen trata de reproducir gráficamente, en cierto
sentido, el concepto de la nada, que está cargado de la
más alta tensión angustiosa. Contradictoriamente,
tal vez, el hombre se siente más capaz de enfrentarse con
un peligro enorme, pero visible y conocido, que es la idea, al
parecer inofensiva de la nada. Hablando al perro Pizca (en "A
Pizca
"), el sujeto lírico expresa su terror a la
muerte, vista como un hundimiento infinito en el vacío
total. Pero donde más se evidencia la obsesión
afligida del miedo a la muerte es en el poema "Preparativos de
viaje"[8]. Haciendo un recuento de diferentes
actitudes que los hombres adoptan en el momento del
tránsito, el lector se encuentra con un desfile grotesco
de máscaras espantables: la estupefacción, el
nerviosismo, la angustia, la maldición o la débil
súplica de socorro es el panorama agónico que
numéricamente excede los pocos casos en que el hombre
tiene la dicha de pasar de "un sueño rosado, al
sueño largo y frío".

El sujeto lírico refleja la idea inquietante de la
inevitabilidad de la muerte y el carácter angustioso del instante final.
Real y simbólica a la vez, es la visión de los
"ojos abiertos, desmesurados en el espanto último" de los
muertos. Los ojos ofrecen el terrible sentimiento de pánico
que vence al moribundo, y llevan otra vez a la desesperada
interrogación sobre el más allá.

Capítulo III

Análisis de
los poemas seleccionados

3.1 Insomnio

El poema se divide en dos partes. La primera ocupa hasta el
verso 12 (una gran vaca amarilla); parte del comentario de una
noticia periodística, hasta que el sujeto lírico
llega a un estado trágico en que nos devela su angustia.
En la segunda parte del poema nos cuenta las interrogantes que lo
preocupan causándole el desvelo (en este poema como en los
demás de Hijos de la ira el sujeto lírico
coincide o manifiesta una correspondencia con el poeta).

Este poema es uno de los principales dentro de la obra.
Muestra también todos los rasgos de la poesía
tremendista de Dámaso Alonso, a la vez que el cuidado por
una estructura tipográfica del estilo de la
generación del 27, pero sin pretensión
estética. Tampoco tiene la carga grandilocuente de los
demás existencialismos, siendo en gran parte una
reflexión personal.

Desde el punto de vista formal, el poema está escrito
en versículos (modalidad del verso libre). El poeta se
desboca con su empleo. Esta
estructura se aproxima a la prosa de acuerdo con la forma de
expresión de las ideas. No le interesa la forma en que las
dice sino la función
propiamente comunicativa. El versolibrismo le concede libertad a
la poesía, pues al no acogerse a un metro fluyen sin
barreras los pensamientos. En el caso del existencialismo
será más fácil manifestar el caos de la
vida, el conflicto
existencial del sujeto lírico.

El título "Insomnio" anuncia
preocupación, desvelo por algo. Todos los insomnes son
nerviosos, neuróticos pero con el texto
percibimos posteriormente que se trata de un insomne
patológico, cuya enfermedad es provocada por un
acontecimiento trágico que lo hiere a él,
individualmente y en representación de la sociedad.
Seguidamente el primer verso del poema y del libro en general
inicia con una desgarradora noticia que anuncia el clima
tétrico, depresivo y oscuro de la angustia existencial.
Madrid (la capital española) se ha transformado en un
enorme cementerio de más de un millón de
cadáveres de acuerdo con los inventarios. A
partir de esta aseveración o testimonio el sujeto
lírico toma protagonismo y nos habla desde su yo
existencial. Tomando como espacio temporal la noche, nos expresa
su impaciencia, intranquilidad, al agitarse e incorporarse en su
nicho. Su sueño se torna incómodo. Sus
preocupaciones internas no le permiten descansar. Él, como
reflejo de la humanidad, se retira a reposar en su nicho (fosa,
sepultura, hoyo), en los que el tiempo parece no pasar, en que
nada cambia y de donde no hay salida –donde hace 45
años que me pudro
-[9]. Utiliza el
término –nicho– donde tumba o sepulcro
será sinónimo de cuerpo, hogar. Es víctima
de su padecimiento desde su origen hasta los 45 años (edad
que tiene en ese momento). Algo importante en el poema es que no
se habla de personas, sino de cadáveres; de gentes que
aunque estén vivas mueren por dentro, de espectros
saturados por el sufrimiento.

Mientras la angustia no le permite dormir, el sujeto
lírico se distrae con el sonido
estrepitoso del viento (huracán, que puede connotar:
destrucción, caos, o la réplica en
representación de los oprimidos), con los ladridos de los
perros
(desgracia, mal augurio) y con la luz de la luna
que fluye blandamente (desasosiego, melancolía, tristeza),
interiorizándolos para olvidar sus propios problemas: y
paso largas horas oyendo gemir al huracán / , o ladrar los
perros /, o fluir blandamente la luz de la
luna.[10]

En el poema se suceden tres anáforas (Y paso largas
horas
). De esta manera se trata de dar una sensación
del lento paso del tiempo, de estatismo y permanencia. Luego, es
el sujeto lírico quien suma su voz de lamentos a la gran
masa dolida que se representa simbólicamente a
través del huracán. Utilizando un símil
logra manifestar su rabia e inconformidad (animalización):
ladrando como un perro enfurecido.[11]
Seguidamente la comparación se vuelve más
insignificante (cosificación), el sujeto lírico se
iguala a la leche
(producto nutritivo, necesario) de la ubre caliente de una gran
vaca amarilla (color amarillo
que puede simbolizar desprecio). Aquí la leche de la ubre
caliente constituye por su naturalidad un símbolo de vida,
sin embargo, emana de una gran vaca amarilla, sale de algo
totalmente ilusorio, irreal, que no existe. Esta invención
o falacia logra crear un contraste donde prevalece lo
incoherente.

La tercera reiteración constituye el principio de la
segunda parte del poema donde una vez más se repite la
anáfora. "Y paso largas horas preguntándole a
Dios"[12]

En estos versos el sujeto lírico expone sus
cavilaciones a Dios (religiosidad y carácter
bíblico). Implora a un ser superior, que tiene puestas sus
manos en la sombra, totalmente inactivas, y le hace culpable de
la descomposición de su alma así como de la
angustia que tortura a los hombres representados en esa ciudad de
más de un millón de difuntos, Madrid; y en el
mundo, donde se vislumbran mil millones de cadáveres
pudriéndose lentamente (todos los habitantes de la
Tierra).

El adverbio lentamente se utiliza de modo
hábil para crear la sensación tremendista,
entiéndase cruda o realista, de corrupción física. Además,
aparecen otras dos anáforas (por qué),
reforzando la tesis de
arrebato y de furia contra Dios, por la necesidad de saber esta
incógnita: el por qué de tanto odio en la humanidad
y destrucción del ser por el ser.

Los últimos versos del poema son preguntas a Dios que
van adquiriendo un matiz acusativo, sobre la finalidad del
sufrimiento humano. La conversación pasa a una
dimensión más personal (Dime), aunque se
mantiene el tono metafórico. Se cuestiona
irónicamente a Dios sobre el destino que aguarda a los
sufridos "que huerto quieres abonar con nuestra
podredumbre"[13]. Se identifica el sufrimiento de
las personas con el abono usado por el Todopoderoso para erigir
un gran camposanto existencial.

La última pregunta se centra más sobre la
función o finalidad de las angustias humanas: para
fertilizar los grandes rosales del día o las tristes
azucenas letales de sus noches. Con la expresión: "los
grandes rosales del día"
se refiere a los elementos
positivos (la vida, amor, belleza, etcétera) y relevantes
a los ojos de las personas (la esperanza, la luz). Además
se debe apreciar que utiliza los sustantivos "día" y
"rosales" los cuales connotan claridad, brillantez y
vitalidad.

Por el contrario, las azucenas son tristes, letales y
nocturnas. El sujeto lírico la asocia con la tristeza, con
el dolor y la muerte. Todo el poema se centra en la noche, como
tiempo de reflexión personal y de congoja, por tanto,
podemos deducir que las azucenas como flor que experimenta una
corta duración de vida, se identifican con el insomnio que
da título a la composición.

De esta forma, la finalidad de la angustia humana para el
sujeto lírico del poema es: la grandeza de Dios adornada
con las púas del desconsuelo humano o simplemente la
amargura como castigo divino, o bien por ser parte de su propia
naturaleza,
tal vez, por el hecho de ser hijo de la ira.

3.2 En la sombra

En este poema, el sujeto lírico muestra su temor y
respeto hacia
alguien no nombrado durante toda la composición
lírica. Podemos deducir que es Dios, pero no se dirige
hacia el Dios bondadoso sino al estado de aproximación
física a que se somete el hombre con la cercanía
divina, esto es la muerte, el fin de la existencia. El sujeto
lírico nos trasmite una sensación de terror y al
mismo tiempo de necesidad, que refleja perfectamente el
sentimiento existencial, así como el papel que juega ese
ser o símbolo desconocido dentro de este sentimiento
antitético (existencial).

El poema se encuentra construido hábilmente con
adverbios (de lugar, negación, afirmación, de modo)
que crean el clima de estaticidad y nos sitúa en la sombra
como lugar espacial donde se producen los sucesos. El juego con los
colores (negro y
blanco) también resulta interesante. Predomina la
tonalidad oscura pues el negro más que un color es una
sombra, pero aparece una mole blanca, una braza de luz que se
contrapone. Por otro lado, como en "Insomnio", se
aprecian en este poema: el verso libre, el encabalgamiento, y el
ritmo se logra con las repeticiones de estructuras
sintácticas. El lenguaje que se utiliza es aún
más complejo.

El título, "En la sombra", nos ubica al igual
que el poema que le antecede, en la noche como punto temporal,
también el sustantivo sombra puede connotar:
oscuridad, penumbras, pérdida de esperanzas, inseguridad,
desconfianza, miedo.

El primer verso del poema comienza con un adverbio de
afirmación (sí) que marca la seguridad del
sujeto lírico al afirmar que es buscado por alguien
desconocido. Haciendo uso de la segunda persona del singular
manifiesta, en el ambiente nocturno, que siente la presencia de
ese alguien a su lado. Pero la búsqueda se convierte en
acecho, en vigilancia, persecución. Se evidencia por
conocimiento
del sujeto lírico la necesidad que posee este personaje no
nombrado de tocar y de darle alcance. Seguidamente se utiliza un
símil para crear una comparación entre el miedo que
experimenta debido a esta circunstancia en la que se encuentra
expuesto: el pavor ante la acechanza, utiliza también el
sustantivo "sueño" para referirse al miedo frente
a este estado de descanso en el cual el cuerpo no tiene defensas
(el alma se me agita con el terror y el sueño) y una
cabritilla amarrada a una estaca que se expone involuntariamente
a la presencia de una tigre que la agrede. Se usa el diminutivo
cabritilla para acentuar lo inofensivo. Esta presa se
encuentra amarrada (inmóvil, obligada a permanecer
estática, estacionaria) ante la amenaza que
presiente por medio del sonido que anuncia la proximidad sigilosa
(callada, oculta, discreta) de un tigre; y el peligro que
experimenta el intento errado de captura por parte de la bestia
(depredador) que se pierde en lo oscuro de la noche, en la
sombra.

El poema reitera nuevamente la afirmación del sujeto
lírico ante el acosamiento que siente. Expresa que ese
alguien lo descubre, lo observa, que es capaz de escuchar su
respiración alterada o sofocada y caliente.
Utiliza la metáfora "revolver de bestia" para simbolizar
el arma que posee el agresor el cual se hiere con los troncos de
los árboles
tras fallar en su intento letal. Cabe destacar la importancia de
la palabra troncos, la búsqueda (de dios) se produce en un
bosque (la vida). Paradójicamente el sujeto lírico
puede percibir en las tinieblas una figura (la inmensa mole
blanca) sin ojos (ciega por la intención o deseo de
obtener su presa) que se vuelve. Entonces compara esta imagen con
un iceberg que sin ningún tipo de ruido se
voltea en el mar.

Se repite por tercera vez la estructura (Sí: tú
me buscas), luego se expresa que es una búsqueda torpe,
con furia o rabia pero esta vez se trata de encontrar el amor.
Con el empleo repetido del adverbio de negación (no) el
sujeto lírico expresa que no quiere ser náufrago
solo (una soledad que se traduce en la imposibilidad del gozo o
esperanza de la compañía divina, simbolizada en el
gran navío de luz que rasga las penumbras, que pasa y se
aleja sordo, indiferente y con desafecto) ante el encuentro con
la muerte. Le pide a Dios no ser el único náufrago,
podemos interpretar que el naufragio es la muerte que llega
cuando Dios llega a ti. Le pide no ser como aquellos que han
sentido a Dios de tal forma que les convierte en únicos,
por el hecho de haber percibido la gracia de Dios por la
cercanía de la muerte.

Finalmente el sujeto lírico reafirma su miedo
existencial frente al naufragio solitario, un gran temor a ser
ignorado; reconoce de esta manera la necesidad que tiene de estar
cerca de Dios. Para esto compara esta sensación con la de
un náufrago el cual es ignorado por los vientos que lo
mueven y las nebulosas (connota oscuridad, confusión) que
sin poder ver lo observan (son testigos de su suerte).

Es de destacar, el hecho de que podamos interpretar que el
poema trata sobre la búsqueda que Dios ejerce sobre el
sujeto lírico, sin embargo, es completamente al
revés, la angustia existencial del segundo produce esas
dudas de fe que le llevan a llamar a Dios desesperadamente.

3.3 De profundis

En este poema, el sujeto lírico presenta ante Dios sus
flaquezas y le dirige -en los versos finales- una amorosa y
angustiada súplica que constituye una afirmación de
fe y amor hacia Dios. Los extensos versículos adquieren
ese tono de Salmo que justifica el título ("De
profundis
": es el comienzo de uno de los Salmos
penitenciales atribuidos a David). Este título escrito en
latín se puede traducir como: acerca de la
profundidad.

Desde la perspectiva formal hay una correspondencia con
respecto a los otros dos poemas, pero esta vez el lenguaje se
complica, sin embargo, la obra lírica no cuenta con muchas
reiteraciones. Se debe aclarar que el poema se sitúa en
comparación con los restantes en la cumbre del sentimiento
existencial propiamente dicho.

En el poema, el sujeto lírico utiliza la segunda
persona del singular para advertir la necesidad de mantener la
distancia hacia él si alguien va por el camino del
suburbio, por las afueras. Le pide que se aparte para evitar una
infección por pestilencia (fetidez, peste). Señala
que su Dios lo ha seleccionado con el dedo: odre (borracho,
saturado) de putrefacción y que decidió esta
enfermedad para su cuerpo. Compara su alma con una ramera de
solicitaciones pero aclara que no se refiere con esta
expresión a las prostitutas opulentas o lujosas que
adormecen y envuelven de amor, de placer al príncipe
(representación de supremacía, realeza) que habita
en un palacete (mansión, pequeño castillo) sobre el
cabezo (pequeña elevación en el terreno); sino hace
referencia a una loba (depredadora, salvaje) de arrabal (de
barrio) que ha sido abatida, ultrajada por los trajinantes
(arrieros, acarreadores que simbolizan las bajas clases
sociales) por lo que frente al amor solo perdura la amnesia,
no recuerda lo maravilloso de este sentimiento (predominio del
interés) y se dedica a pedir limosnas en la esquina (no
cuenta con otro medio para obtener dinero y
subsistir).

Seguidamente el sujeto lírico nos hace llegar su
retrato físico que resulta repugnante, ínfimo
(pérdida del valor propio)
de acuerdo a sus comparaciones. Dice que es la piltrafa (carne
flaca que es casi pellejo, residuos de carne) que el carnicero
arroja al perro del pordiosero y a la vez el mismo perro lanza al
vertedero. En estos versos cargados de angustia, de desprecio, se
califica como algo inapetecible, que se aborrece, que no tiene
ninguna función sino la de botarse; pero desde esa
pobreza, desde
esa infelicidad, ama a Dios con todo su corazón.

Se dirige al Todopoderoso y le comunica que él como
creador de todo, incluso de la podredumbre, necesita que lo mire,
que le preste atención. Entonces el sujeto lírico
se compara con el orujo exprimido (hollejo que queda, la basura) en el
año de la mala cosecha (el momento de peor suerte en esta
actividad agrícola). Además dice que constituye el
excremento (las heces, los desechos metabólicos) del
perro, pero no de uno cualquiera sino del sarnoso (enfermo), el
más asqueroso, el menos deseado.

El es el zapato sin suela (que no tiene función o
validez, no sirve, que se rechaza) en el carnero del camposanto
(osario, lugar del cementerio donde se entierra los huesos sacados de
las sepulturas temporales). El representa el montoncito de
estiércol a medio hacer, es decir el abono mal formado que
no puede dar vida a las plantas, por lo
que nadie lo compra; es la materia orgánica en la cual
casi ni escarban las gallinas (lo más insignificante). Sin
embargo idolatra a Dios, lo ama con delirio.

El sujeto lírico le pide a Dios que le permita
fermentar (descomponerse) en su amor, podrirse hasta la esencia,
hasta las profundidades y matar sus últimas fuerzas o
alientos para de esa forma poder ser, aunque trivial, mantillo
(abono que resulta de la descomposición o fermentación del estiércol) de sus
huertos.

El amor hacia su dios predomina, el hombre indaga en sus
profundidades y comprendiendo su propia situación que le
causa náusea (odio al mismo hombre), prefiere ser dentro
de lo más vano fructífero para el Señor.

Conclusiones

Este trabajo corrobora la idea de que Hijos de la ira refleja
el tratamiento existencial empleado como respuesta del poeta y
expresión de su sentimiento humano ante la nefasta guerra
civil que azotó a España.

Dámaso Alonso realiza una poesía agria, que se
identifica perfectamente con la situación social de la
época, y espiritual de las personas. Utiliza para ello
metáforas muy acertadas, lo que se denomina tremendismo.
Supone una ruptura total con la suave poesía anterior,
más centrada en las pretensiones estéticas que en
el contenido. Mediante el tremendismo consigue resaltar la
amargura del momento.

La obra es un claro exponente de la angustia que domina al
hombre de nuestro tiempo, que no se siente a gusto en un mundo en
el que reinan la crueldad, el odio y la injusticia. Los poemas
analizados por su parte manifiestan una evolución hasta
llegar al más crudo grado de existencialismo: el
"Insomnio" existencial, la muerte, la angustia, no
permiten dormir; "en la sombra" se mueve todo ese mundo
lleno de caos donde el hombre teme a dios pero lo necesita; en
"De profundis" el ser humano se odia a sí mismo y
ama a Dios pero analiza y comprende lo que vale de acuerdo a la
situación que vive: nada.

El lenguaje –desgarrado-, los majestuosos
versículos —que recuerdan el ritmo de los salmos
bíblicos—, las imágenes con influjos
surrealistas y esa preocupación constante por el
corazón del hombre, sitúan a la poesía de
Dámaso Alonso en una línea "existencial". El libro
de Alonso ejercerá un fuerte influjo en la poesía
española de posguerra y abrirá el camino a una
poesía más dramáticamente humana.

Bibliografía

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    íntimo, Edición Austral, Argentina, 1946.

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    contemporáneos, Editorial Gredos, Madrid, 1969.

  • 3. Andrew P, Debicki: Estudios sobre la poesía
    española contemporánea. La generación de
    1924-1925, Editorial Gredos, S.A, Madrid, 1968.

  • 4. Cano, José Luis: La
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    Labor, S.A, Barcelona, 1986.

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    Historia de la literatura española. Desde 1700 hasta
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    Habana, T II, 1973.

  • 7. Fernández Retamar:
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    Gredos, S. A, Madrid, España, 1968.

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Webgrafía:

  • 1.  Arrufat, Antón: Dámaso
    Alonso: hijo de calma y de ira en
    http://www.palabradelmundo.cult.cu/load.php?cat=texto_critico&item=3.
    11/12/08

  • 2. ——————–: Palabra del
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    de Poetas en Defensa de la Humanidad.mht. 14/12/08.

  • 3. Cerrillo, Pedro C: Insomnio: la
    poesía desarraigada de Dámaso Alonso en
    http://148.206.53.230/revistasuam/signosliterariosylinguisticos/include/getdoc.php?id=24&article=8&mode=pdf.
    11/12/08.

  • 4. Colectivo de autores:
    Dámaso Alonso: Literatura española
    contemporánea siglo XX. Generación del 27.
    Poesía y lírica de posguerra. Biografía
    en http://html.rincondelvago.com/damaso-alonso.html.
    12/11/08

  • 5. ———————-: Poetas de la
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    9/12/08.

  • 6. ———————-:
    Generación Del 98 Y 27 En La literatura
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    http://www.utpl.edu.ec/eva/descargas/material/140/CEDALL25/G322805.pdf
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  • 7. ———————: La
    lírica española posterior a 1939 en
    H:DámasoLírica española posterior a
    1939 – WikiPrincipe.mht. 10/12/08

Anexos

INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un
millón

de cadáveres (según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me

incorporo en este nicho en el que hace

45 años que me pudro,

y paso largas horas oyendo gemir al huracán,

o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz

de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán,

ladrando como un perro enfurecido,

fluyendo como la leche de la ubre caliente

de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios,

preguntándole por qué se pudre lenta-

mente mi alma,

por qué se pudren más de un millón de

cadáveres en esta ciudad de Madrid,

por qué mil millones de cadáveres se pudren

lentamente en el mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra

podredumbre?

¿Témes que se te sequen los grandes rosa-

les de día,

las tristes azucenas letales de tus noches?

EN LA SOMBRA

Sí: tú me buscas.

A veces en la noche yo te siento a mi lado,

que me acechas,

que me quieres palpar,

y el alma se me agita con el terror y el sueño,

como una cabritilla, amarrada a una estaca,

que ha sentido la onda sigilosa del tigre

y el fallido zarpazo que no incendió la carne,

que se extinguió en el aire oscuro.

Sí: tú me buscas.

Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,

tu revolver de bestia que se hiere en los troncos,

siento en la sombra

tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea

igual que un iceberg que sin rumor se invierte en el

agua salobre.

Sí: me buscas.

Torpemente, furiosamente lleno de amor que buscas.

No me digas que no. No, no me digas

que soy náufrago solo

como esos que de súbito han visto las tinieblas

rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,

y el corazón les puja de gozo y de esperanza.

Pero el resuello enorme

pasó, rozó lentísimo, y se alejó
en la noche,

indiferente y sordo.

Dime, di que me buscas.

Tengo miedo de ser náufrago solitario,

miedo de que me ignores

como al náufrago ignoran los vientos que le baten,

las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan

De profundis

Si vais por la carrera del arrabal, apartaos, no
os   /inficione mi pestilencia.El dedo de mi Dios
me ha señalado: odre de
putrefacción    /quiso que fuera este mi
cuerpo,y una ramera de solicitaciones mi alma,no una ramera
fastuosa de las que hacen languidecer    /de amor
al príncipe,sobre el cabezo del valle, en el palacete de
verano, sino una loba del arrabal, acoceada por los
trajinantes,que ya ha olvidado las palabras de amor,y sólo
puede pedir unas monedas de cobre en la
cantonada.Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al
perro    /del mendigo,y el perro del mendigo
arroja al muladar.Pero desde la mina de las maldades, desde el
pozo    /de la miseria,mi corazón se ha
levantado hasta mi Dios,

y le ha dicho: Oh Señor, tú que has
hecho también   /la
podredumbre,mírame,yo soy el orujo exprimido en el
año de la mala    /cosecha,yo soy el
excremento del can sarnoso,el zapato sin suela en el carnero del
camposanto,yo soy el montoncito de estiércol a medio
hacer, que   /nadie compra,y donde casi ni
escarban las gallinas.Pero te amo,pero te amo
frenéticamente.¡Déjame, déjame
fermentar en tu amor,deja que me pudra hasta la
entraña,que se me aniquilen hasta las últimas
briznas    /de mi ser,para que un día sea
mantillo de tus huertos!

 

 

 

Autor:

Arián Laverdeza Reyes

Universidad Oriente – Santiago de Cuba

Monografias.com

[1] Dámaso Alonso: "Poesía
arraigada y poesía desarraigada, en Poetas
Españoles Contemporáneos(3ra,ed), p.349 "

[2] Dámaso Alonso: El día de
los difunto, en Hijos de la ira, p.,48.

[3] En La vida del hombre, en Hijos de la
ira, p. 55

[4] En ¨Hombre¨, Hijos de la Ira,
p.125

[5] Véase el poema "Dolor", Hijos de
la Ira, p,p. 101-103

[6] Véanse: nota preliminar y el poema
"Los insectos", HI, p.p. 115-122

[7] Todas las citas referentes a la
injusticia están tomadas del poema "La injusticia", en
H.I, p.p, 19-21

[8] En Hijos de la ira, p.p, 39-41

[9] Roberto Fernández Retamar:
Insomnio, en Antología de poetas españoles del
siglo XX , p.185

[10] Ibid.

[11] Ibid

[12] Ibid

[13] Ibid, p.186

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