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Tau CETI, Epsilón Eridani y el Libre Albedrío (página 2)



Partes: 1, 2

A modo de mojones virtuales del espacio, las cefeidas marcan
la impronta de "los arduos corredores" más allá de
nuestro sistema solar.

Una nueva cuenta es el punto de partida de un viaje que se
mide en parsec o la distancia astronómica equivalente a
3,26 años luz.

El salto hacia Tau Ceti y Epsilon Eridani (ya sabemos: las
estrellas más cercanas de nuestra vía
láctea) "apenas" a cinco años luz del planeta azul,
en esta instancia, "convertido" ya, en partícula de arena
de cualquier playa.

Entonces, algo desvía el curso de mi espíritu y
lo sigo a través de otro de los infinitos corredores
metafísicos, veo los Aleph borgesianos, veo el libro
aún vedado de los terribles secretos que guarda la
física
cuántica.

Veo las bolsas de carbón, el espacio de la materia
negra, la densidad inaudita
como parte de los arcanos vedados, veo el Cignus x1, el documento
irrefutable de la existencia física de agujero negro, 100
veces la masa de nuestro Sol ¡Pero de un millonésimo
de su diámetro! (Esto no es ficción; ha sido
científicamente probado)

Un agujero negro del tamaño de un balón
succionando, tragando vorazmente cantidades inconmensurables de
materia; incluso devora la luz misma, como parte de un universo
ontológico, indescifrable y perverso; tal vez un
lúdico ejercicio de Dios para no aburrirse en las edades
infinitas.

El espíritu se desplaza, lo sigo.

Algo me dice que avanza por un corredor metafísico de
otro Universo paralelo sin parcelas de tiempo ni de
espacio.

Veo, siento que nos sentimos arrastrados por
heterogéneas y compactas masas de espíritus
concebidos para matar:

Veo la primera piedra que partiera el cráneo de un
hombre; Veo
flechas, lanzas y espadas de unos hombres, manchadas con la
sangre de
otros hombres.

Veo a Europa en medio
de un incendio gigantesco; Veo a un grupo de
hombres arrastrando en medio de la noche un cilindro oscuro con
la leyenda "Enola Baby", mientras millares de niños
duermen su inocencia en la campiña aromática de
Hiroshima, ajenos a una ambigua angustia que inocula en sus
padres.

Veo a Nueva York, a Londres, a París, a la Roma presuntuosa
de su pasado imperial.

Veo a Sidney y su ancestro de convictos.

Veo la Basílica que fuera el corazón
del Occidente cristiano como cetro de la traición de los
evangelios.

Veo a Buenos Aires y a
Brasilia; a Oslo y Berna; a Pekín y Addis Abeba A todos
los centros urbanos que alguna vez cobijaron los sueños de
los hombres. (Pero también las codicias y el
egoísmo colectivo como "raiz de todos los males").

Veo ruinas, muerte y
desolación en medio de un silencio atronador de voces.

No veo un solo hombre, ni a una sola mujer; tampoco
husmea en mi corazón la inocencia de unos niños, ni
tampoco la perversidad manifiesta de otros.

Veo la desolación de los espíritus-imposible
precisar el número- desconcertados en su angustia
cósmica y colectiva, conscientes de que la muerte-por
orden directa de Dios- se abatirá de manera colectiva
sobre la especie humana.

Siento de pronto que mi espíritu quiere
volver a mí.

Tal vez-pienso- para evitar el enojo anticipado
de la muerte.

Percibo que me habla de un cansancio existencial
en medio de un karma milenario
que no le da tregua.

Una frase se hace molde de letras en mi mente:
"Lo imposible y aún más".

Una voz que no es humana sacude esa parte de la
razón que no es más que una entelequia: "El sol
contiene un volumen, un
millón de veces mayor que nuestro planeta.

Algunas estrellas son un millón de veces
más grandes que nuestro sol.

Cada galaxia contiene más de doscientos
mil millones de estrellas separadas entre sí por
distancias inconmensurables.

Existen más de cien mil millones de
galaxias y el Universo no
detiene su constante creadora y."

Momentos en que el sueño se desborda y
surge un corredor inflamado de oropeles donde cada color son todos
los colores.

El espacio estelar ha desaparecido, libre de la
ebriedad de todas las constelaciones.

Por la calzada yerma de gritos avanza una columna
humana agitando pancartas.

Un hombre esta parado a mi lado.

¿Una manifestación?
¿Quiénes son los que protestan? Lanzo las preguntas
mientras me esfuerzo por leer las leyendas de
los cartelones.

"Son los poetas del mundo, espíritus
sufrientes hecho palabra"

"¿Los poetas?

"Sí, todos los poetas del mundo. Los vivos
y los muertos"

Entre la pequeña multitud, distingo a
Horacio y a Virgilio, a Homero y su
bastón; A Pitágoras. Le digo al extraño que
el griego es un matemático.

"¿Y tú crees que la matemática
no es poesía?
Ved, ése que marcha a su lado es Cantor, El que
perdió la razón a raíz de sus altas
abstracciones matemáticas"

Los rostros de los manifestantes se encienden en
mi memoria: Dante
acompañado de una bella dama. Cervantes, el
gran Lope, Tirso, Calderón; También veo la mujer de la
frase perfecta: Dios no se muda. Todo pasa. Baudelaire,
Rimbaud.

Víctor Hugo, Byron, el hombre que
honraba el vino; el Borges joven de
su época profana;Witman; Vallejo, Octavio Paz,
Neruda, Nicolás Guillén, Ernesto Cardenal; el poeta
de Granada con sus ocho rosas de fuego en
el pecho.

La lista es interminable.

Miro una vez más al extraño que me
acompaña y no puedo evitar estremecerme.

Recién entonces me doy cuenta que levita
en medio de un aura de plata.

Siento que las palabras se atoran en mi
péndulo bucal. Debo esforzarme para hablar.

"No entiendo lo que dicen las pancartas" acoto,
avergonzado.

"¿Cómo crees que Dios se comunica
con el hombre? La palabra es un órgano metafísico.
Pero no cualquier palabra ni tampoco la forma de expresarla.

"Por eso Dios le dio a los poetas, el don de las
metáforas.

"El lenguaje
metafórico es un código
secreto, vedado a los hombres de negocios.
Vedado a los militares, en fin, vedado también a los
vulgares y los necios.

"Pero yo amo la poesía. Sin embargo.

"No entiendes los mensajes escritos. Es que hoy
se han esmerado.

"Dios ha prometido recibirlos y escucharlos. Yo
mismo he intercedido.

"¿Y cuál es el motivo?

"Vienen a pedir una segunda oportunidad para la
humanidad. Saben que tal como están las cosas el camino de
la muerte es irreversible para la especie.

"Alegan de que Dios no debió dejarlos
librados a su suerte;

Que el mal fagocita las aristas perversas en
detrimento del bien y que por esta razón, Dios
debería cambiar los códigos genéticos del
libre albedrío.

"Pero eso es imposible.

"No para Dios, hijo. Nada es imposible para
él. Lo que nunca comprendió el hombre, es que por
respeto a
él, le dio la potestad de la elección de vida para
que él mismo, sin interferencias de ninguna índole,
complete la noción del libre albedrío. Para ello le
ha dado un arma formidable: la conciencia.

De pronto, resuena un formidable trueno. Miro
hacia las alturas con la sensación de que una gigantesca
sierra de cobre,
partiera a dentelladas las incontables pátinas de cobre de
todos los cielos.

Me siento sobre el borde de la cama; no sé
si sueño o soy parte de esa Matrix que ha
invertido la realidad en nuestros hemisferios cerebrales; una
Matrix en la cual el mismísimo Dios es un empleado
jerárquico de la existencia.

A través del mirador virtual, la oscura
noche es un concierto de estrellas.

Mi espíritu-infatigable al fin- bucea
inútilmente en el misterio que jamás nos
será develado.

Miro el cielo.

Tau Ceti y Epsilón Eridani, brillan tan
cerca y tan lejos de nosotros.

Sorpresivamente, mi espíritu me arrastra
hasta los confines del espacio.

Sobre el borde del precipicio de la materia
oscura virgen -como parte infinitesimal de un misterioso orden-,
viajando a novecientos mil kilómetros por hora, Veo,
percibo y siento el Universo que no deja de expandirse.

Desde las aristas lejanas de nuestro sistema
solar -apenas un ignoto rincón de la vía
láctea- me llegan los ancestrales gritos. (El vasto y
áulico grito parido por todos los orgasmos de la
raza).

Un horno nuclear gigantesco asoma por la
innombrable vagina; pronto será una estrella, un nuevo sol
que tornará al infinito en un repetido paisaje
inalcanzable.

Pienso en mi hábitat, el planeta azul del
que me separan ¡Quince mil millones de años luz!

Pienso en Theilard, el jesuita excomulgado
después de haber profetizado el Alfa y el Omega.

Luego-y sin saber por qué-pienso
también en todos y en cada uno de los granos de arena de
todas las playas y desiertos del mundo.

El oráculo-al fin- ha venido a mí,
pero siento una infinita congoja por el hombre.

(*)Paco: la droga de los
pobres. Se "fabrica" con los restos y desechos de la cocaína e
incluso, admite polvo de ladrillo y vidrio molido
(sí, han leído bien)

Partes: 1, 2
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