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Selva Interior, estudio crítico de la poesía en Holguín, Cuba (1862-1930) (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

Finalmente aclaramos que Selva interior no se hubiera escrito sin la ayuda de personas como el escritor e investigador Jorge González Aguilera, quien facilitó un grupo de fichas de localización (1862-1885) en la etapa prehistórica de este trabajo; Ana Guerra, que ayudó en las transcripciones documentales; María Antonia Hung, que confió en nosotros, prestándonos los imprestables libros de Fondos Raros de la Biblioteca Alex Urquiola; los autores de las monografías municipales de Gibara, Sagua de Tánamo, Mayarí, Rafael Freyre y Antilla; los compañeros de Fondos Raros de Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Las Tunas y Banes; Ana Gloria González Ochoa, que nos facilitó su entonces inédita antología de poetas banenses La ensenada; la Dra. Amparo Borrero, quien escribió acerca de la vida literaria de Santiago de Cuba y no tuvo reparos a la hora de permitir el acceso a sus documentos; el poeta Luis Pavón, que nos donó su colección de la Revista Azul, dirigida por su padre Elías Pavón; Maritza, Juventina, Irialis y Julio Sánchez Chang, de la Casa Navarro Luna de Manzanillo, quienes nos acogieron amistosamente y nos iluminaron con Orto y otros libros, los compañeros de Fondos Cubanos de la Biblioteca Nacional José Martí y los del Instituto de Literatura y Lingüística; a todos los familiares de los poetas que colaboraron con los autores de este libro.

I

La poesía en Holguín 1862-1901

I. 1.CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO

En 1752, Holguín fue segregado del territorio de Bayamo y recibió el Título de Ciudad y Jurisdicción. Sin embargo, sus orígenes se remontan siglos atrás cuando comenzó a ser poblado por indígenas taínos y siboneyes. En regiones de la actual provincia como Seboruco de Mayarí y el Chorro de Maíta, en Banes, se han encontrado algunos de los más antiguos asentamientos aborígenes del Caribe.

Fue en otro sitio holguinero, Cayo Bariay, donde se produjo la llegada de los españoles a tierras cubanas, y fue en esta región donde descubrieron el tabaco y una nueva cultura. Con la colonización, en El Yayal, Barajagua, y otros asentamientos, se establecieron españoles, quienes posteriormente, fueron fundando los principales núcleos urbanos de esta región Nororiental: Holguín (1720), Mayarí (1759), Gibara (1817) y Sagua de Tánamo (1879).

El antiguo municipio –cuarto del Departamento Oriental (Ver Anexos 1-4) después de Bayamo, Baracoa y Santiago de Cuba– abarcaba casi todo el territorio de la actual provincia, con la excepción de Moa, Sagua y Mayarí.

Durante el siglo XVIII e inicios del XIX, el desarrollo económico y cultural fue lento por las restricciones comerciales que imponía la Corona, la carencia de puertos y la existencia de una población marcadamente rural, entre otras razones, que provocaron el aislamiento y el atraso. Las expresiones culturales como el teatro y la música, eran escasamente cultivadas y expuestas públicamente en festividades religiosas como el Corpus Cristi u otro acontecimiento muy relevante.

Con el gobierno local del Teniente Gobernador Francisco Zayas y Armijo (1816-1833), se inició la época de despegue del Holguín colonial. En ese período se inauguró el puerto de Gibara (1822), se construyó el Coliseo, nuestro primer teatro (1833), se establecieron de manera permanente los regimientos militares españoles, quienes con sus bandas de música iniciaron las retretas y la vida musical. También el cultivo del teatro y de la poesía de una manera más sistemática. En estos años ya funcionaban algunas escuelas en Holguín y en otros poblados, propagando el amor al conocimiento y a la cultura.

Alrededor de 1847, las familias de mejor posición económica fundaron la Sociedad Filarmónica, en la que se desarrolló la afición a la música, la poesía, el teatro y otras expresiones artísticas. Pronto en Gibara, Mayarí y Sagua de Tánamo fundan otras sociedades de instrucción y recreo, las cuales –a pesar del poco interés y apoyo del gobierno colonial y posteriormente de la seudorrepública– devinieron en focos esenciales de nuestra cultura hasta el triunfo de la Revolución.

La Sociedad Filarmónica organizó funciones teatrales, bailes y veladas en los que intervinieron aficionados locales y figuras de la incipiente cultura cubana, como los poetas Rafael García Copley, Pedro Santacilia y los hermanos Nápoles Fajardo. En esa sociedad daría a conocer su obra el malogrado poeta Arcadio Tamayo Pavón (1840-1860), el primer autor holguinero del que hemos encontrado referencias, pues como se conoce, las voces de esta región más trascendentes en la poesía de mediados del siglo XIX, Adelaida y Margarita del Mármol (1841-1864), desarrollaron toda su producción en Santiago de Cuba.

Al iniciarse la década de 1860, esta región disfrutaba de prosperidad económica y cultural. La población, había aumentado considerablemente en la ciudad, pues de mil habitantes que tenía en 1752, rebasaba –según el censo de 1863- los cinco mil habitantes. No obstante, la población continuaba siendo marcadamente de obreros agrícolas y campesinos.

En lo referido a la poesía, aunque la prensa colonial y los documentos que recogen la historia de esos años son escasos, en ellos se pueden encontrar alrededor de cien poemas de autores locales como Leonela de Feria, Carmen Pardo, Enrique Díaz y Enrique González de Rivera, entre otros. A estos hay que agregar producciones de poetas que de una forma u otra dejaron su huella en la cultura de la región, como Manuel Borges, Pedro Martínez Freyre y los hermanos Nápoles Fajardo.

Un antecedente de la poesía que se hacía en Holguín es el texto Elegía, perteneciente a Arcadio Tamayo y Pavón. Dedicado "a los padres de la difunta niña M.C. y C." y fechado en Cuba (Santiago) el 29 de agosto de 1855, publicado en El Redactor, periódico santiaguero. Poema escrito en seis imperfectas octavas reales, es un canto fúnebre que nos transmite, lejanamente, el aliento de algunas composiciones románticas del pasado siglo, pero que debido a las numerosas incorrecciones le impide ser un texto importante, además de que el mismo tema ya era un inevitable lugar común entre los poetas de la época (recordemos que la voz elegíaca más alta de nuestra poesía fue la santiaguera Luisa Pérez de Zambrana, autora de La vuelta al bosque, donde el tópico es muy parecido al abordado en este texto de Arcadio Tamayo, pero con una dimensión insuperable). Por esa razón sólo citaremos la estrofa II para que el lector pueda corroborar nuestras aseveraciones.

¿Gemir porqué, si el alma candorosa

Ignoraba las penas de esta vida?

Porqué la tierra abandonó gozosa

Por la mansión de paz nunca mentida?

Porqué el Eterno en su bondad grandiosa

Ha hecho que del suelo se despida,

Para volar a la región celeste,

Libre del vicio y de su horrible peste? (1)

El Cucalambé, Manuel y Antonio José Nápoles Fajardo residieron largas temporadas en esta ciudad y aquí escribieron y publicaron numerosos poemas y los dos primeros libros de este género. Signo muy revelador del significado que tuvo para Manuel esta comarca es su poema Saludo a Holguín y el comentario que incluyó sobre el mismo en el periódico La Luz, el 20 de julio de 1862. Antonio José fue el que de forma más prolongada residió aquí y durante 1862-1869 dirigió los primeros periódicos y la publicación de varios libros como Ayes nocturnos, en el que recoge parte de su labor en la poesía y la prosa.

Algunas fuentes consultadas desmienten o ponen en duda esa tercera edición de Rumores… en Holguín. Sin embargo, el 5 de febrero de 1868, el periódico El Oriental insertó el siguiente anuncio:

El Cucalambé

terminada la impresión, tercera edición de los versos del popular poeta de Las Tunas que tanta aceptación han tenido en la isla y la península… envío a otras ciudades. Tomo de 331 páginas, cada uno a un peso.

El Cucalambé –que escribió en Holguín sus poemas Los gallos, Al cerro del Fraile y otros más- ha sido siempre uno de los más populares poetas y también uno de los más publicados pues, en 1879, de la Imprenta La Corina, salió la cuarta edición de Rumores del Hórmigo. Posteriormente, en 1886, Martín Bim publicó en su imprenta gibareña, una colección con sus textos titulada Poesías inéditas del vate cubano Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé). Muestras de ambas ediciones se conservan en la Biblioteca Nacional José Martí.

El estallido de la Revolución, el 10 de octubre de 1868, frenó el desarrollo económico y cultural de esta región, que vio a sus mejores hijos marchar a la manigua durante diez largos y cruentos años.

En la Guerra Grande, la llamada Guerra Chiquita y la del 95, no se dejó de crear poesía, ni aún en los difíciles días del sitio a la ciudad de Holguín. Antonio José Nápoles Fajardo, uno de los refugiados con los españoles en La Periquera, recoge en su obra testimonial El sitio de Holguín, algunas de las que se popularizaron entre los fieles a la Corona y los insurgentes que lucharon por la libertad de Cuba.

En 1863, según consta en los archivos del Museo Provincial, se trasladó a Holguín el educador, poeta y periodista guantanamero Manuel Pablo Borges Navarro, quien llegó a ocupar una plaza en el Colegio Instituto Juan Nepomuceno y posteriormente lo dirigió. Nacido el 9 de septiembre de 1827 en Baracoa, Borges Navarro había sufrido prisión en 1852 por sus ideas liberales y posteriormente regresó a la cárcel por reincidente. Aquí escribió parte de su obra, de escasos méritos literarios y se alistó junto a los insurrectos de 1868, llegando a alcanzar el grado de Capitán. Colaboró en periódicos de Santiago de Cuba, de Holguín y de otras ciudades.

Borges Navarro fue fusilado por las tropas españolas en 1869 y nos dejó composiciones como este encendido soneto patriótico que localizamos en El Cubano Libre el 29 de enero de 1903. (2)

¡Helos allí! Agüero, López, Zayas

Betancourt, Benavides, los Valientes,

Sangrientas, rotas, las excelsas frentes

Que infundieron pavor en recias lides.

¡Helos allí! Triunfantes adalides

con suplicios por carros esplendentes:

Ejemplos son a las cubanas gentes

¡Martirio ilustre! Lágrimas no pides,

que fuera ofrenda digna de tu gloria;

nos pide sangre y correrá a raudales,

y a un día legaremos a la historia

con huesos de quien causa nuestros males,

un pilar erigido a la memoria

de esos héroes queridos e inmortales.

En la poesía de esos años, de marcado aliento ético y libertario, hay que resaltar el Himno de Holguín, del Coronel Pedro Martínez Freyre, estrenado el 17 de mayo de 1870 e incluido por José Martí en 1893 en el libro Los poetas de la Guerra (3), al igual que el poema El combate de Báguanos, de Fernando Figueredo Socarrás, que narra uno de los enfrentamientos de las tropas mambisas con el ejército español en tierras holguineras. (4)

En el período histórico (1880 a 1895) la vida económica y cultural poco a poco vuelve a la normalidad, se fundan importantes instituciones que propagan las manifestaciones del arte, entre ellas el Centro de Artesanos en Holguín y Gibara, las Sociedades El Progreso y La Tertulia, el teatro Unión Club, de Gibara, así como destacadas agrupaciones musicales como las orquestas Avilés, la de José María Ochoa y la de la familia Gómez en Gibara.

En el terreno literario sólo hemos encontrado referencias de la publicación de dos libros de poesía, el ya señalado de poesías inéditas del Cucalambé y Corona fúnebre, dedicada a Faustino Sirvén (Imprenta Roselló, Holguín, 1893). La prensa escrita continuó siendo la vía más expedita para dar a conocer las creaciones literarias.

En 1873, la familia Cuesta había introducido la imprenta en Gibara con la fundación del periódico El Porvenir y en 1881 el joven periodista y escritor mayaricero Luis Lamarque (1859-1938) fundó en el poblado de Santa Isabel de Nipe, el periódico La Crónica de Nipe.

En 1873, Gibara había fundado su ayuntamiento convirtiéndose en municipio, al igual que Mayarí y Sagua de Tánamo (1879). Gibara era por entonces un floreciente puerto comercial muy protegido por los españoles, por lo que recibió el sobrenombre de La Covadonga chiquita. Allí se publicaban otros periódicos como La Opinión Pública y La Constitución Española. La poesía fue el género literario que se cultivó con mayor asiduidad en esa ciudad del siglo XIX, aunque no podemos mencionar a grandes poetas de la región. Nombres como Faustino Ramos Magariño, Angel Rojas, Joaquín Cuesta, etc., de los que no hemos podido precisar muchos datos, aparecían en los periódicos de la época. Los periódicos El Porvenir y La Mujer, acogieron numerosos poemas de autores de la localidad aunque, generalmente, sin valores literarios.La imprenta gibareña en la década del 80 tuvo como administrador a Martín Bim. Posteriormente se creó otro establecimiento donde también aparecieron periódicos de escasa duración.

En Mayarí el primer periódico, La Crónica de Nipe, data de 1881 y tuvo como director a Luis Lamarque. También en esa región se inició la publicación de El Cubano Libre, bajo la dirección de Mariano Corona.

En Holguín se mantenía El Periquero, desde 1869. Luego, en 1887, apareció La Doctrina, órgano del Partido Autonomista, dirigido por José Miró Argenter y Francisco Frexes. Ese mismo año apareció Cuba española, portavoz de los promonárquicos. Casi todos daban cabida a la poesía y, en los ejemplares conservados, encontramos textos de holguineros como Manuel de Jesús Manduley y Tapia, Luis Arias, Agirio Garcés y M. Artigas del Río.

En este período, en que se legalizan los partidos políticos, las luchas entre estos estremecieron a la región. Alegatos, proclamas y discursos, llenaron los periódicos y las más diversas celebraciones. Cobra una gran fuerza la oratoria. José M. Carbonell en su monumental obra Evolución de la cultura cubana, señala entre los maestros de este arte a Rafael Manduley del Río y a Eudaldo Pavón Tamayo, sin embargo, son dignos de mención otros como Alfredo Betancourt Manduley, Calixto Manduley y Francisco Frexes, quienes pronunciaban frecuentemente encendidos discursos patrióticos en esos años y, luego, en el Senado, la Cámara de Representantes y mítines políticos.

Al estallar la Guerra del 95, Holguín fue una de las regiones del país que brindó una mayor contribución a las huestes mambisas. Al finalizar 1898, y con él treinta años de lucha frontal o silenciosa, sólo el municipio cabecera acumulaba en los listados de los héroes y mártires 16 generales, más de mil oficiales y cerca de siete mil soldados.

Al leer Crónicas de la guerra, de José Miró Argenter, o cualquier otro libro de Luis M. Miranda, Gerardo Castellanos, Emeterio Santovenia u otros historiadores, se palpa la importante contribución holguinera a las luchas mambisas.

En el terreno de la historiografía, en este período colonial, resaltan los empeños de Diego de Avila y Delmonte, autor de Memorias del Hato de San Isidoro de Holguín (1865), libro comenzado por su padre (Anexo 1), Fox Mayol, autor de Historia de Holguín (1889), y Herminio Leyva, quien en 1894 publicó Gibara y su jurisdicción.

I.2 . LA POESÍA EN HOLGUÍN 1862-1901

A primera vista, la literatura cubana del siglo XIX aparece dominada por las tertulias de Domingo del Monte –reuniones por las que desfilaron los intelectuales más connotados del momento- que se extendieron hasta 1843 y desde las que se generaron las primeras ideas del criollismo en nuestras letras.

Otras tendencias difundidas entre los creadores de la época fueron el ciboneyismo que tuvo en José Fornaris, Joaquín Lorenzo Luaces y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), a sus más altos exponentes y el romanticismo con sus dos etapas y que contó en un primer momento con José María Heredia, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), José Jacinto Milanés y Gertrudis Gómez de Avellaneda y en un segundo instante a Rafael María de Mendive, Joaquín Lorenzo Luaces, Juan Clemente Zenea y Luisa Pérez de Zambrana como sus más dignos representantes. (5)

Por otra parte, la aparición de la novela (según Max Henríquez Ureña) en pleno romanticismo y el cultivo del teatro, fueron zonas importantes de nuestra literatura decimonónica, desde Cirilo Villaverde, Ramón de Palma y Joaquín Lorenzo Luaces.

También merece destacarse, el cultivo del relato antiesclavista que dio a conocer figuras como Félix Tanco y Bosmeniel y Anselmo Suárez y Romero; la llamada "poesía patriótica" (Pedro Santacilia y todos los románticos) y el desarrollo de un periodismo apologético o crítico, a veces de vasto alcance pero, en la mayoría de los casos, lastrado por las costumbres y banalidades de la época.

Resulta en extremo curioso que la historia de la literatura holguinera comenzara en el siglo XIX con la poesía de Adelaida del Mármol y Ballagas (1838-1857), una jovencita angelical que desarrolló toda su obra en Santiago de Cuba; y decimos que es curioso este nacimiento por el hecho de que los historiadores y poetas locales han asumido como nuestra la poética de Adelaida, y la defienden a sabiendas de que esta niña precoz, abandonó su ciudad de origen junto con su familia, mucho antes de cumplir los diez años de edad y de que "en su obra […] no hay una sola alusión a su Holguín natal". (7)

Conocedora de las formas clásicas, Adelaida recogió sus poemas en Ecos de mi arpa (1857?), libro que aún continúa desaparecido, donde "el ángel de mística pureza", como la calificó su amiga Luisa Pérez de Zambrana, entregó un cuaderno prometedor, teniendo en cuenta la juventud y la época en que vivió la joven, donde debieron estar incluidos sus sonetos, décimas o silvas de ingenua elaboración que fueron diseminados en publicaciones de Santiago y La Habana.

Su poesía se desenvuelve en una atmósfera transparente y cándida; el amor, el hogar, la paz, la naturaleza reinante, el paisaje cubano, las aves silvestres y las flores de su "jardín delicioso", a la justeza del tratamiento a la mujer y, sobre todo, a la amistad sincera, son los temas a los que ella cantaría en sus poemas juveniles, que la definen como una romántica de mediados del siglo XIX. (7)

Obra de diáfana juvenilia la suya, apenas tuvo tiempo para anunciar la madurez biológica y poética, pues acaso un "ángel malo se paró en la puerta de su sonrisa con la espada en la mano" para no permitir el arribo del vocablo preciso, ni de la perfección formal a que todo poeta del XIX aspiraba, dejando entrever descuidos de vate prístino, y dando cuenta de influencias posibles del Fénix de América, la inimitable Sor Juana Inés de la Cruz, y de sus contemporáneos.

Sorprendida por la muerte, como dijera Rimbaud (el enfant terrible, que casualmente nació tres años antes del fallecimiento de la Mármol): "Cuando la infantil frente en su roja tormenta [imploraba] el blanco enjambre de los sueños borrosos"; esta muchacha, perteneciente a la Segunda Generación Romántica, escapó hacia quién sabe qué círculo de la esperanza, cuando el rocío conmovedor de sus diecinueve años parecía anunciar un Te deum por la poesía cubana, dejando un profundo vacío en las letras de una ciudad que jamás llegó a conocerla como poeta.

Después de la muerte de Adelaida, sobre la localidad se dejó sentir un vago silencio lírico. Los escasos textos encontrados, pertenecientes a este período iniciático de las letras holguineras, son completamente prescindibles para este estudio porque ninguno de ellos posee méritos suficientes que nos permitan incluirlos y valorarlos. No obstante, con el arribo de la imprenta (1862) y con la aparición del periódico La Luz, comienza la exigua vida poética de Holguín, signada por inquietudes artísticas y estéticas extemporáneas y marcada por los intereses de los dueños de la prensa epocal y de los responsables de las imprentas (vale acotar que, aunque modestamente y en número reducido, estos establecimientos fueron instalándose progresivamente en distintos locales de la ciudad y en territorios aledaños).

Según el historiador Juan Albanés, también en 1862 se inauguró la primera librería holguinera, nombrada El delirio. Era propiedad de Don Gregorio de la Vega (Marqués de Guisa), uno de los hombres más cultos de aquella época (8). Este acontecimiento permitió el acceso, al menos al sector pudiente de la sociedad, a alguna bibliografía.

Pero, volviendo atrás, aseguramos que uno de los asuntos que mayor polémica ha despertado en Holguín ha sido el de la llegada de la imprenta y la publicación de La Luz. Inicialmente, advertimos (dato que no han manejado los historiadores) que ya el 14 de agosto de 1861 había aparecido un subtítulo: "Le llegó su tiempo", en el periódico El Redactor, de Santiago de Cuba, donde se daba cuenta de que en 1862 se publicaría en Holguín un periódico que llevaría por título La Luz. Su director sería D. Antonio José Nápoles Fajardo. Otro dato de interés es que, mucho antes, en el mismo periódico pero del 8 de diciembre de 1855, en la Sección Local, ya se anunciaba la publicación de un periódico en Holguín que llevaría por título El Noticioso que, al parecer, no llegó a publicarse, pese a que el Gobernador Superior, según nota del mismo periódico, del 18 de diciembre, le había concedido licencia.

I.3. OPINIONES ACERCA DEL CASO IMPRENTA EN HOLGUÍN

Según el historiador Diego de Ávila y Delmonte (1823-1866), en 1865 "existía una imprenta, instalada después de mil sacrificios por su director, el memorable D. Antonio José Nápoles Fajardo, en 29 de marzo de 1862, saliendo al público el periódico que llevó por título La Luz,, adaptado éste tanto por su transmisión al progreso de nueva era y halagüeño porvenir que apareciera a los elementos de cultura y adelantos de esta ciudad, la apertura de un establecimiento de su clase y la publicación del periódico trisemanal, terminó ésta en 18 de septiembre del mismo año.

Sustituyó a dicho periódico el que hoy ve la luz pública con el título de El Oriental, cuya redacción está a cargo del mismo director. (Sic) (9)

Por su parte, Juan Albanés plantea en su Historia breve de la ciudad de Holguín (10) que "unos meses después de fundada la primera administración de correos, Holguín se proveía de su primera imprenta. Fue ese hecho […] el 29 de marzo de 1862, instalándose […] en el local que hoy ocupa el "Garaje Holguín" esto es: en calle "Aguilera", entre "Maceo" y "Libertad". Días después salió […] el periódico trisemanario La Luz bajo la dirección de Don José A. Nápoles Fajardo. […] No faltan historiadores que aseguran que el primer Director de La Luz fue un tal Mirelles, aunque a nuestro modesto criterio y afianzado en datos fidedignos opinamos que fue el antes dicho Nápoles Fajardo […]. La primera edición constó de 100 ejemplares […]. Por desgracia para la historia local no se conserva ningún ejemplar de La Luz. El 18 de septiembre de 1862 se lanzó a la calle el último número de La Luz, pasando Nápoles Fajardo a dirigir el nuevo periódico El Oriental, que se editó hasta octubre de 1868, fecha en que los patriotas holguineros se incautaron de la imprenta y comenzaron a editar […] La estrella de Cuba bajo la dirección de Abraham Portuondo".

El historiador José García Castañeda en su folleto Los periódicos de Holguín (11) plantea que: "Nuestro primer periódico se llamó La Luz y fue editado en el año de 1862. ¿Quién fue el Director […]? D. Diego de Avila […] nos dice que lo fue D. Antonio José Nápoles Fajardo. D. José María Heredia […] nos dice que lo era un Sr. Mirelles, pero que su verdadero director e inspirador lo era D. Manuel Hernández Perdomo, de ideas liberales; por cuyo motivo fue clausurado por el Gobernador Militar de Holguín al poco tiempo de su publicación".

Mariluz Ramírez y Angela Cimarro (12) aceptan el criterio de D. Diego de Avila y Delmonte y afirman que "Al ser ubicada en una casa particular, es lógico pensar que el gobierno de la ciudad no tuvo nada que ver con la introducción [de la imprenta], sino que apareció por los intereses individuales de algunas personas. En [ella] aparece el primer periódico […] que comienza a publicarse en ese año de 1862. Es el trisemanario La Luz del que era director Antonio José Nápoles Fajardo. Este periódico contó solamente con diez ediciones, debido a que se notaron en él ciertas ideas separatistas y esto bastó para que se suspendiera la publicación. En su lugar comenzó a circular El Oriental con el mismo director, pero a diferencia de su antecesor defendía los intereses colonialistas.

El historiador y filólogo tunero Carlos Tamayo Rodríguez, en su folleto Réquiem por una oveja negra (13), nos dice que "Antonio José solicitó dejar su cargo en El Hórmigo el 12 de noviembre de 1861 y la aprobación oficial data del 24 de mayo de 1862. A continuación se pregunta: ¿Abandonó Las Tunas antes de recibir la respuesta del Gobernador?".

"Quienes sostienen el origen tunero de la imprenta de Holguín, no precisan cuándo Antonio José se radicó en esa población; además, se encuentra en el autor Jerez Villarreal un matiz aleatorio en torno a la fecha de aparición de La Luz con la del establecimiento del taller". Punto y seguido, introduce un toque de humor: "No sería nada fácil –dice- en un mismo día, componer letra a letra un periódico e imprimirlo."

Diego de Avila y Delmonte, y más tarde Juan Jerez Villarreal, expresaron que la imprenta se estableció en Holguín el 29 de marzo de 1862". A continuación, Tamayo cita la p.137 del libro Oriente, de Jerez Villarreal, donde se afirma que La Luz salía tres veces a la semana, "dirigido por […] Manuel Hernández Perdomo, siendo clausurado por su radicalismo, el 18 de septiembre del 62. Lo sustituye El Oriental que dura hasta octubre de 1868, bajo la dirección de Don José Nápoles Fajardo.

Posteriormente, en la página 15, después de analizar los criterios de Jerez Villarreal, Juan Albanés Martínez, Mariluz Ramírez y Angela Cimarro, Carlos Tamayo advierte: "Llama la atención que Antonio José permitiera el separatismo [en La Luz]". Se refiere, luego, a que Jerez Villarreal "Argumenta la fuga de La Luz en que lo dirigía Manuel Hernández Perdomo, a quien no le iban a confiar, por separatista, el nuevo periódico españolizante. ¿Así se explicaría ese autor –continúa Tamayo- la presencia de Antonio José al frente de El Oriental? ¿Estaría a la cabeza de los dos periódicos habiendo actuado en el primero como director distraído en el sensible plano de las ideas políticas?", para, acto seguido, concluir: "Antonio era muy útil para las autoridades españolas y lo protegerían en las más disímiles circunstancias…"

I.4. POSIBLES RESPUESTAS AL CASO IMPRENTA

La primera respuesta a todas estas interrogantes nos la da el propio Antonio José Nápoles Fajardo, en su libro publicado póstumamente El sitio de Holguín (La Habana, 1869). Allí dejó escrito que se estableció en Holguín en 1861 (cuartilla 3), por lo que deducimos que su llegada definitiva a esta ciudad se produjo después del 12 de noviembre de ese año, fecha en que solicitó dejar su cargo en El Hórmigo.

En el Museo Provincial localizamos una comunicación de Antonio Nápoles, fechada el 28 de mayo de 1862 al Teniente Gobernador de esta ciudad en el que afirmaba que "habiéndosele otorgado por el Excelentísimo Señor Gobernador Superior de la Isla el competente permiso para publicar un periódico en [Holguín], [había] de establecer una imprenta en la calle del Calvario Número 22" por lo que tenía el honor de comunicárselo para que le otorgara "la respectiva licencia a dichos establecimientos". (14) (Anexo 2)

Después de consultar el único número existente de La Luz, fechado el domingo 20 de julio de 1862 (# 16), y de valorar los criterios de Juan Albanés, [mal interpretados o tergiversados quién sabe con qué intención por José María Heredia Almaguer en su libro de 1926] que se quejaba, en 1947, de que no se conservara ningún ejemplar del periódico, y del resto de los investigadores que coinciden en que era un trisemanario (que salía tres veces a la semana) una hipótesis pudiera ser que el primer número de La Luz, apareció el domingo 15 de junio de 1862, hecho que puede comprobarse, restando los días y guiándonos por el # 16, que corresponde al ejemplar conservado. Esta observación refuta los criterios expresados por Mariluz Ramírez y Angela Cimarro (obviamente no consultaron el ejemplar de La Luz), quienes afirmaron en su artículo que el periódico sólo había contado con diez ediciones.

O sea, si valoramos estos datos, podemos concluir que Antonio José después de solicitar el cese de sus funciones en El Hórmigo, el 12 de noviembre de 1861, se instaló a fines de ese año en Holguín, tal vez sin perder sus habituales contactos con Las Tunas, donde continuaba viviendo su familia, sin tener la aprobación oficial del Gobernador, que data (según Carlos Tamayo) del 24 de mayo de 1862. El 28 de mayo de ese año solicitó establecer la imprenta (que seguramente ya había sido trasladada desde Las Tunas) en esta ciudad, y ya el 15 de junio se publicaba el primer número de La Luz. Pensamos [y es otra hipótesis] que realmente no fue el 2 de marzo –según Diego de Avila y Delmonte– ni el 29 de ese mismo mes –como nos dice Juan Albanés– que Holguín inauguró su primera imprenta, sino el 29 de mayo de 1862, al día siguiente de remitirse la comunicación de Antonio Nápoles al Teniente Gobernador de Holguín. Es muy probable –y es otra hipótesis nuestra- que a partir de una confusión del historiador Diego de Avila (trocó mayo por marzo) la fecha de apertura de la imprenta, a lo largo de la historia holguinera, creó numerosos equívocos que nosotros hemos tratado de disipar en esta investigación, aún sin poseer los datos suficientes.

Si coincidiéramos con Carlos Tamayo en sus sospechas relacionadas con el verdadero director del periódico, como no existen documentos que lo prueben, no nos quedaría otra posibilidad que aceptar que el director de La Luz, -según Diego de Avila y Delmonte- (que vivió por estos años) era Don Manuel Hernández Perdomo (y no el tal Mirelles mencionado por José María Heredia), esto explicaría que cuando fue clausurada La Luz, el 18 de septiembre de 1862, por la supuesta edición de un "suelto" con ideas separatistas y Antonio Nápoles fue citado a comparecer ante el Comandante del Departamento Oriental (como consta en dos cartas localizadas en el Archivo Provincial, fechadas el 1 y el 2 de octubre de ese año, dirigidas a un tal Doctor Costa, Encargado del Despacho del Gobierno Civil del Departamento y donde se refiere que Antonio no se había presentado antes "porque se [hallaba] enfermo según [constaba] justificado, pero que se le [había notificado] la orden de que se [presentara] a esa Comandancia General al efecto en cuanto lo [permitiera] su estado de salud") (Ver Anexos 3 y 4) para explicar lo sucedido pensaríamos que se destituyó de su cargo al Señor Manuel Hernández Perdomo, autor verdadero del "suelto", y se le confió a Antonio Nápoles la dirección de El Oriental. Este periódico comenzó a publicarse en octubre de 1862, conservando al mismo responsable de la edición de La Luz, Señor Severino Alvarez que fue sustituido, aproximadamente en agosto de 1863, fecha en que dejó de aparecer su nombre en el periódico, y se le sustituyó por Manuel Tamayo. (15)

Ciertamente, como afirma Carlos Tamayo, Antonio Nápoles "era muy útil para las autoridades españolas" (en 1868, como el mismo cuenta en El Sitio de Holguín, defendió La Periquera al lado de las tropas coloniales) y, por lo tanto, no podía ser el autor de ningún documento contra España, hecho probado suficientemente porque no se le desposeyó de la imprenta sino que, en su lugar, se le otorgó la dirección del periódico.

Finalmente, es cierto que cuando el sitio de Holguín del 12 de octubre al 7 de diciembre, en noviembre de 1868 fue desvalijada la imprenta, pues así lo reafirma una carta fechada el 22 de febrero de 1869, localizada en el Archivo Provincial, donde se da cuenta de la donación de diez cajas de letras y, al parecer, una de mayor tamaño, como "único resto que le dejaron de su imprenta los insurrectos", (16) (Ver Anexo 5) hecha por Antonio José al Ayuntamiento de Holguín.

Además, en una carta desgarradora, fechada el 14 de noviembre de 1885, de Josefa Roselló y Espinosa, viuda de Antonio Nápoles, dirigida al Gobernador General de la Isla y enviada por éste al Gobernador Civil de la Provincia de Santiago de Cuba, el 20 de noviembre de ese año (Ver Anexo 6) se aclara definitivamente la muerte de Antonio José, en 1869, en Guanabacoa; después de su traslado con la esposa y tres hijos (recuérdese que cuando se publica, en 1869 en La Habana, la obra El sitio de Holguín, ya es un libro póstumo), datos que amplían la mínima biografía del poeta, escrita por Carlos Tamayo y titulada Réquiem por una oveja negra, y que hemos incluido, por su importancia, en este libro; señalando la esperanza de que algún investigador nuestro pueda encontrar, algún día, el acta de defunción de Antonio Nápoles, para concluir esta historia enrevesada y triste de la vida del introductor de la imprenta en Holguín. (17)

I. 5. PUNTO FINAL AL CASO IMPRENTA

Quién sabe por qué motivos –esto lo insinuábamos anteriormente- José María Heredia Almaguer confundió la historia de la imprenta en Holguín haciendo creer a numerosos historiadores que sus datos eran los fidedignos y no los de Diego de Avila y Delmonte que vivió por aquellos años.

En la segunda parte de su edición ampliada de las Memorias sobre el origen del hato de San Isidoro de Holguín, Heredia afirmó en la página 169 que Manuel Hernández Perdomo era uno de "los colaboradores". Seguidamente afirmó que Huerta "hizo que la dirección del periódico pasara al Sr. Antonio José Nápoles Fajardo. […]". En la página 171 vuelve sobre el tema de La Luz y afirma que era intermediario y "dirigido por un Sr. apellidado Mirelles, pero que el verdadero director e inspirador era D. Manuel Hernández Perdomo, de ideas libertarias […]". Finalmente comenta que al ser clausurado La Luz, la imprenta pasó a manos del Sr. Antonio José Nápoles Fajardo.

Nosotros pensamos que es irrebatible el origen tunero de la imprenta holguinera y que Diego de Avila y Delmonte no mintió cuando consideró que fue Antonio José Nápoles Fajardo su introductor. Por esa razón estamos de acuerdo en las fechas que da el historiador en su libro reeditado por Heredia Almaguer y decidimos ignorar toda la polémica que se produjo debido a interpretaciones erradas en algunos casos y a verdaderas transformaciones de la bibliografía como es el caso de las opiniones de Mariluz Ramírez y Angela Cimarro. Es inevitable que mañana surjan nuevos criterios en torno a esta enrevesada historia. Nosotros sólo hemos tratado de descifrarla de acuerdo con nuestras posibilidades. Si hemos equivocado el camino debe decirlo el tiempo.

I.6. LA POESÍA

Cuando revisamos la bibliografía holguinera del siglo XIX, y descubrimos unos pocos volúmenes de creadores de esta región, podemos explicarnos el casi nulo desarrollo de la literatura y la publicación de textos de calidad cuestionable (recordemos también que los autores debían costear sus ediciones y, por lo tanto, no todos los escritores podían dar a conocer sus libros). Vale añadir, que la no conservación de la mayoría de los títulos, supuestamente publicados en Holguín, las aniquilaciones del tiempo, el corso y la piratería de los fanáticos como sombríos profanadores de criptas que han saqueado y mutilado las fuentes locales, no nos han permitido tener una idea más abarcadora del fenómeno que hemos tratado de reconstruir en estas páginas, huérfanas de ciertos datos que pudieran resultar sumamente atractivos. No obstante, como toda historia debe ser escrita para que el futuro se encargue de ir poniendo las cosas en su sitio, aquí está la nuestra, breve pero concebida desde suficiente distancia que excluye cualquier paternalismo o provincianismo que serían fatales, con una visión crítica desapasionada (Martí decía que la crítica entrañaba un acto amoroso) y fiel a lo más significativo de la literatura cubana.

El investigador David Cabrera Araújo, en su trabajo inédito Por las venas del libro holguinero, afirma que el soneto de M. Caballero, titulado En la sentida muerte del patriota D. José de la Luz y Caballero, que apareció en la edición de La Luz, correspondiente al domingo 20 de julio de 1862, es el "primer documento literario que se conserva en Holguín", sin embargo, pudiéramos objetarle al ensayista su aseveración, por el hecho de que en nuestras revisiones bibliográficas y documentales, encontramos datos muy curiosos como los aportados por José Novoa Betancourt, relacionados con una serie de versos anónimos dejados en la iglesia, a fines de 1777, a raíz del descontento que provocó en la población la adopción de algunas medidas sociales por el Teniente Gobernador, Capitán Antonio Panon (18) o una décima singular, escrita por el reo Diego Garayalde Rodríguez, en una carta fechada el 4 de mayo de 1859, solicitando el indulto al Gobernador, que apareció en los archivos del Museo Provincial La Periquera (19). Además, suponiendo que la afirmación de Cabrera Araújo tuviera que ver con documentos impresos, podemos añadir que en ese mismo número de La Luz, junto al soneto de M. Caballero se publicó el Saludo a Holguín del entonces director del periódico tunero El Hórmigo, Manuel Nápoles Fajardo (Sanlope) (20), poema menor que contiene 21 redondillas, y también se incluyen en La Luz, dos décimas firmadas por E. C. Leyva tituladas A tus lágrimas en la I…

Suprimido el periódico La Luz, que había sido una puerta de escape para los poetas locales, se dio paso a El Oriental (que debía ser remitido al gobierno de la localidad, Ver Anexo 13), periódico literario, mercantil, económico y de noticias dirigido por Antonio José Nápoles Fajardo, hermano mayor del Cucalambé y, como él, poeta, aunque de menor importancia, que solía firmar sus trabajos con el seudónimo Bonifacio. (Acerca de la vida y la obra de este poeta, Carlos Tamayo publicó su folleto Réquiem por una oveja negra, publicado por la Editorial Sanlope, de Las Tunas en 1993, donde aparecen algunos datos relacionados con su llegada a Holguín, la introducción de la imprenta en esta localidad, la publicación de La Luz y su papel como nuevo director de El Oriental.)

En 1862, Antonio José publicó Ayes nocturnos; poesías y colección de artículos en prosa, libro que inicia el movimiento editorial holguinero y que no hemos podido localizar. (21)

Después de la desaparición de La Luz, el primer texto localizado es el romance ¿Qué haré?, del poeta habanero Felipe L. de Briñas, que apareció en el # 18 del 5 de noviembre de 1862 en El Oriental. Texto formado por 34 heptasílabos, cuyas rimas fáciles, dan cuenta de una sensible ingenuidad, dejando entrever un contenido de suma vaguedad, donde el tema es la preocupación de un padre pequeñoburgués por la formación de su hijo. Veamos algunos versos de este poema menor:

¿Qué haré? me digo a solas,

¿Qué haré para su bien?

¿Qué suerte habrá en el mundo?

¿Qué senda le abriré?

………………………………………………..

Si quiere ser poeta

Perece de hambre y sed

Que en Cuba los talentos

Se apagan al nacer.

Franceses o italianos

Los genios deben ser

Que en Cuba está de moda

Lo que de estrangis es

……………………………………………..

De siglo de mas densa

Y oscura lobreguez

Que el siglo en que vivimos

De estúpido interés.

A pesar de no ser un texto importante ni mucho menos, citamos este fragmento porque nos resulta muy curioso y porque resume la vida de los poetas cubanos en el siglo XIX. El sujeto lírico (como le llamamos hoy) encarna al padre consejero que desea evitarle un destino amargo a su hijo. Recuérdese que, la mayoría de los poetas cubanos, si no poseían alguna entrada económica fuerte, sencillamente no podían dar a conocer sus libros. El autor del texto critica el complejo de inferioridad latinoamericano de mirar siempre hacia el extranjero y olvidar a los talentos del país. Finalmente, concluye definiendo a su siglo de "oscura lobreguez" y marcado por el "estúpido interés" de los hombres. Este poema, de alguna manera y como se demostrará en este libro, recoge no sólo el olvido al que estaban condenados los poetas cubanos sino los de la región, generalmente desconocidos y sin mayores pretensiones que las de entregar a algún periódico (los más afortunados) sus creaciones. (22)

Posteriormente, localizamos una Réplica, curioso texto, también sin valores literarios, escrito en respuesta a algún periodista que publicó un artículo enjuiciando, al parecer, actitudes propias de la época, en tono de alabanza. Firmado con el seudónimo Bladimiro, y remitido supuestamente desde Baracoa, el poema –del que sólo incluimos unos fragmentos- es el siguiente:

Baracoa: del mes de octubre

Es el día veinte y cinco

Y el año sesenta y dos,

Del décimo nono siglo.

…………………………………………

Apreciable localista

De "El Oriental": ahora mismo,

Que es casi el anochecer,

Un número he recibido

Del periódico en que escribes.

Y más adelante continúa:

En el "Folletín" he visto

El verso en que me mostré

Quejoso, mas no ofendido,

Y tu replica también

Que me que ha gustado infinito

Por cuanto en ella demuestra

La virtud del patriotismo. 23

De 1863, localizamos, entre otros poemas completamente prescindibles, el texto El Parricida, del autor camagüeyano Juan A. Frías, en el # 48 del 14 de enero en El Oriental, del que citamos el siguiente fragmento:

Sentado á la márgen

De un lago profundo

Ceñudo el semblante

Y aspecto feroz,

A Dios insultaba

Un pálido jóven

Con hórrida voz. (Sic)

El anterior texto, cuenta una historia a la usanza de la época, con versos bien medidos y empleando algunos recursos literarios aislados. No obstante, resulta intrascendente en su totalidad, debido al ingenuo tratamiento del tema y al nulo vuelo poético. Llama la atención, además, lo prolongado del discurso y la monotonía del mismo.

A partir de enero de 1863, localizamos también algunos textos firmados con el seudónimo Bonifacio que, como advertimos, pertenecía a Don Antonio José Nápoles Fajardo, director del periódico. Generalmente, esos poemas satíricos, burlescos o laudatorios, no poseían mayores pretensiones que las de hacerse notar, en medio de la sociedad holguinera del diecinueve. Veamos un fragmento de "A las amables srtas. que tomaron parte en el concierto verificado en la noche del 18 del mes actual":

Por Concepción, Amalia y por Elvira

Mi voz recorra osada el firmamento,

Llegue de Dios al soberano asiento

Y consuele a la patria que suspira. 24

Otro poema de 1863 apareció el 27 de noviembre. Es el titulado Ayer y firmado por Carlos Enrique de Alba pero no lo citaremos en estas páginas, por considerarlo completamente menor.

En este año, Diego de Avila y Delmonte publicó Registro o árbol genealógico de la familia González de Rivera (Ver Anexo 7), un libro que pese a no ser de poesía, mencionamos por la importancia que tuvo en relación con algunos datos de interés para la historia local. En una copia mecanografiada que posee la directora del Archivo Provincial de Historia, Lic. Mireya Delfino, localizamos datos relacionados con la ascendencia y descendencia de Diego de Avila. Este libro, ciertamente, no rebasó los límites de lo documental ni llegó a poseer valores literarios suficientes, pero en la actualidad es un texto de necesaria consulta para los interesados en el Holguín de la pasada centuria.

El año 1864, por su parte, tampoco reportó elementos significativos para la poesía de la región. La ausencia de libros publicados y la inexistencia de poemas valiosos, fueron características de la localidad. Tampoco poseemos información acerca de posibles tertulias donde se hablara de literatura. Algún que otro anuncio aparecido en la prensa local daba cuenta de los libros utilizados en las escuelas públicas y de la nueva bibliografía que llegaba a la región.

Una décima jocosa, asonantada y con versos mal medidos, aparecida en la Sección Remitidos, de El Oriental, nos da crédito de la pobreza literaria dominada por la inmediatez, a la vez que refuerza el carácter, también humorístico, de algunos poetas locales. Veamos:

A mi querido amigo el Sr. D. Manuel de la Vega Fernández.

La solución atestigua

Que somos de un parecer

Pues que te gusta comer

Lo que gusta a mi barriga.

Pues cuando tenga una amiga

A quien hacerle el rondon

Me vuelvo muy pregunton

Y le digo sin empacho

"Petra cuando mates un macho

me guardas un CHICHARRON". (Sic) 25

Sólo mencionables, como publicaciones de ese año en El Oriental son la fábula El magnate y el humo, de Manuel de la Vega Fernández, aparecida en el # 101 del 20 de enero, el poema En la muerte del niño Bartolomé Vicenti, de Carmen Pardo de Feria, publicado en el # 105 del 29 de enero; una Letrillita jocopalinódica, aparecida en el # 121 del 6 de marzo y firmada con el seudónimo El localista cesante; dos textos titulados A mi amigo D. Manuel Agudín y Juguete, firmados por Bonifacio y localizados en los números 52 y 106 de los días 2 de octubre y 18 de diciembre, y una glosa escrita en décimas por Juan N. Valdés, que apareció en la sección poética del # 3, correspondiente al 5 de junio de 1864, titulada El lunar de Luisa, de la que hemos seleccionado una estrofa.

De intenso placer colmado

Bendigo al Omnipotente

Porque quiso inteligente

Formarte para dechado.

El mismo quedó extasiado

Al ver tu grata sonrisa

Pues le puso por divisa

En tu hermosísima cara

Para admirarte más rara

Ese lunar bella Luisa.

El año 1865, por su parte, tampoco reportó ganancias poéticas. Continuaron las publicaciones de poemas sin méritos en El Oriental, como es el caso de "Querellas amorosas" de Manuel J. Diana que apareció en el # 151 del 11 de febrero, "Ante el sepulcro de una joven", publicado en el # 54 del 6 de septiembre y el poema Balada, de Antonio Enrique de Zafra, aparecido en el # 56 del 10 de septiembre. Se incluyeron también, obras de poetas cubanos importantes como es el caso de dos décimas improvisadas por el bayamés José Fornaris, al ver representar Las travesuras de Juana, de Amalia Carnet, en el # 56 del 10 de septiembre.

Anotamos como un acontecimiento literario de esta localidad, que escapa del ámbito de la poesía pero que resulta muy importante para la historiografía local porque, además de ser un documento histórico, nos permitió aproximarnos al panorama de la época, la publicación del libro Memorias del Hato de San Isidoro de Holguín, anunciado en el # 186, correspondiente al 24 de marzo de El Oriental. La edición financiada por el propio autor Don Diego Avila y Delmonte (Ver Anexos 15 y 16 y la referencia 25 donde se hace énfasis en la verdadera autoría de este libro) y corregida por Antonio Nápoles, tendría las siguientes características:

Toda la obra se compondrá de 20 á 22 pliegos de impresión; en excelente papel y se emplearan tipos nuevos, que al efecto pedimos en esta fecha a nuestro corresponsal en La Habana y su costo será el de 20 reales fuertes para los suscriptores y 3 pesos para los que no lo sea. (Sic) 26

También se publicó, en 1855, un conjunto de cinco décimas en El Oriental, firmada con el seudónimo Choroli. Llama la atención la perfección métrica del poema. Veamos unos fragmentos.

Los elementos y el hombre

Tierra es el hombre al nacer,

Pero este jamás repara

Que ella misma le prepara

Sus entrañas al no ser.

Su alma creyendo poder,

Pierde tiempo y encorvado,

En un báculo apoyado,

Mira con frente rugosa,

Que se encamina a la fosa

Destino que Dios le ha dado.

Más adelante continúa:

Viento es el hombre al pensar,

Tanto sus ímpetus crecen

Que tempestades ofrecen

Cual las nubes en el mar.

Vuela ciego sin cesar

En alas de su esperanza,

A los peligros se lanza

A impulso de sus pasiones

Y hasta encantadas regiones

Piensa llegar y no alcanza. 27

Recordemos que, a partir de este año, comienzan a producirse una serie de conspiraciones contra el gobierno español que afectaron no sólo a la sociedad holguinera de la época sino al desarrollo del arte y la literatura. A mediados de 1866 tuvo lugar la primera reunión entre conspiradores de la localidad y a ese hecho le precedieron otras de singular relevancia.

De esta época, nos han llegado los textos Jeremíada, publicada bajo el seudónimo Bonifacio (edición de El Oriental del 24 de junio de 1866), el breve texto anónimo A ti (febrero 1 del 1867); A D. Antonio Nápoles en sus días, poema escrito en 21 redondillas (junio 12 del 1867); el romance Un niño, del autor Francisco de Mena (26 de julio de 1867), y A un suspiro, de un poeta que firmó con las iniciales E.S.U. el 5 de febrero de 1868, todos intrascendentes.

En 1868 se inició la Guerra Grande y este acontecimiento puso en crisis a las publicaciones de la región. En octubre se realizó el sitio de Holguín por las fuerzas insurrectas y la ciudad, como era de esperar, se estremeció ante la entrada de sus hombres en la sangrienta contienda. Como ya hemos dicho, en este año dejó de publicarse El Oriental, y "Los patriotas […] se incautaron de la imprenta [comenzando] a editar una hoja suelta denominada "La Estrella de Cuba", bajo la dirección de Abraham Portuondo, motivo que le valió más tarde ser juzgado por un Tribunal Militar Español y [ser] fusilado sin contemplaciones". 28

La Estrella de Cuba fue el segundo periódico independentista que se publicó en el país pero, debido a las convulsas circunstancias, tuvo una existencia efímera.

En enero de 1869, en otro local, Antonio Nápoles Fajardo comenzó a dirigir El Periquero. Sin embargo, su traslado inmediato a La Habana le impidió continuar editando el periódico. En este mismo año arribó Máximo Gómez a la localidad, como parte de la campaña independentista con el objetivo de contrarrestar las consecuencias de la política española en el territorio. 29

Por estos años, las fuerzas del Ejército Libertador aumentaron, guiadas por el General Julio Grave de Peralta. Precisamente, en 1869, al líder holguinero le fueron dedicadas unas décimas anónimas y bastante inmperfectas, rogándole amparase a los civiles cubanos vejados por la riposta del gobierno colonial. A ese texto, pertenece el siguiente fragmento:

IV

Qué tristeza abia de ser

que dolor para nuestra alma

nos ysieron tomar arma

en contra de buestro poder

A los que amamos tan fiel

al incansable Peralta

de su persona tan alta

algun socorro esperamos

y amargos suspiros damos

por que su amparo nos falta. (sic) 30

Al finalizar la Guerra de los Diez Años, quedó devastada toda la zona del oriente y centro del país. La contienda

arrasó con el 69 % de los potreros que existían y con el 83,38 % de estancias y sitios de labor. En 1881 son 454 fincas las que se dedican a la ganadería con sólo 38403 cabezas de ganado, siendo esta cifra inferior a las 54896 de 1867. Se mantenían como barrios ganaderos San Andrés, San Agustín, Tasajera, Martillo y Cabezuela donde se concentran entre 15 y 20 mil cabezas. 31

España permitió la creación de nuevos partidos políticos, surgiendo el Liberal Autonomista y el Unión Constitucional, que representaban "dos tendencias no dispares de la burguesía cubano-española" 32, teniendo en El Periquero y Cuba Española, sus órganos oficiales" 33

Un poeta que vivió por estos años fue Belisario José Alvarez Céspedes quien nació el 2 de julio de 1832 en Holguín y sería el Jefe de la Revolución del 68 en la región. Licenciado en Derecho Civil y Canónico, según refiere Juan R. Albanés, en su artículo publicado el 11 de marzo de 1979 en el periódico ¡Ahora!, Belisario ocupó importantes cargos en la administración municipal del gobierno. Después de la guerra ocupó el cargo de Presidente de lo civil, criminal y contencioso administrativo de la Audiciencia de Puerto Rico.

Autor del libro Las haciendas comuneras (Imprenta de Martín Bim, Gibara, 1901) y de algunos poemas menores, Belisario también ha pasado a la historia local por haber traicionado a las fuerzas mambisas, uniéndose a las filas españolas y atrincherándose en La Periquera con sus hermanos. Según Albanés, murió el 29 de agosto de 1907.

En 1879, pese a la situación de la ciudad, salió publicado por la imprenta La Corina el libro Rumores del Hórmigo, poesías de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, que, según rastreos de Cabrera Araújo, constaba de 335 páginas. Poemario de notables valores para la literatura nacional y que no vamos a esbozar en estas páginas por no pertenecer a un autor holguinero.

En 1880 también se publicó el Reglamento de la Junta protectora del trabajo agrícola e industria de Holguín y Gibara, del que no poseemos ninguna información. Supuestamente, en 1885 se publicó Ordenanzas municipales de Holguín, de Emilio Ortiz Rodríguez, obviamente un texto sin pretensiones literarias que tampoco ha llegado hasta nuestras manos y, según periódicos de la época, se han hecho alusiones a la salida a la luz de la Historia de Holguín, en dos tomos, de Manuel Rodolfo Fox Manduley, impreso en La Fraternidad, en 1889, Parte de un cuento largúísimo que algún día contaré (1893) y Ley de consecuencia, de Emilio Ortiz Domínguez, citado por Cabrera Araújo en Por las venas del libro holguinero.

Respecto a las publicaciones periódicas podemos decir que hasta 1887 continuó apareciendo El Periquero que fue sustituido por Cuba Española en ese mismo año. La Doctrina (órgano oficial de los comités de Holguín y Victoria de Las Tunas) también era una publicación de esta época (1887), periódico liberal autonomista en 1892, dirigido por José Miró Argenter, que sería guiado posteriormente por Francisco Frexes Mercadé, Heliodoro Luque Pupo y D. Juan Pérez.

El Eco de Holguín (1895) le sucedió a La Doctrina como un periódico de intereses generales cuyo impresor, propietario y administrador fue Heliodoro Luque Pupo, hasta 1898 en que fue designado como administrador Angel R. Luque. 34

Paralelamente a La Doctrina presuntamente se publicó (no poseemos datos fidedignos) El Holguinero (órgano del Comité reformista de esta ciudad) que tenía una frecuencia semanal (domingos), su director era Melchor Beceña y su administrador era José María Heredia Almaguer. 35

Otros periódicos citados por García Castañeda son El Ferrocarril de Holguín, el Oriental de Holguín (continuador, al parecer, de El Oriental), Don Circunstancias (1879), El Cayajabo, fundado y dirigido por José María Heredia, La Opinión (órgano del Comité de Veteranos, fundado después de las guerras de independencia) y una hoja suelta que circuló el 21 de diciembre de 1899 36

Por su parte, Juan Albanés en su artículo acerca de José María Heredia Almaguer, publicado en el periódico ¡Ahora!, correspondiente al 20 de mayo de 1979, también cita otros nombres de periódicos como La Federación, La situación, El pueblo, El Liberal, Mercurio y La Justicia, de los que no hemos obtenido ninguna información.

Las investigadoras Mariluz Ramírez y Angela Cimarro citan El Distrito, El Imparcial, Don Claridades, La Tribuna, El Semanario Infantil y El Horizonte, también desaparecidos. 37

Respecto a los textos publicados en la prensa local mencionamos de estos años los poemas Un sueño, que apareció bajo el seudónimo Lúnes, el texto A…, también con seudónimo (Nofobas) todos incluidos en El Periquero, y citaremos solamente un fragmento del último título mencionado, por el hecho de haber sido escrito en octavillas y no por sus valores literarios.

¡Oh! niña hermosa,

luz de mis ojos,

¿Te causa enojos

mi dulce amor?

¿Por qué te ahuyentas

y esquivas tanto

el triste canto

del Trovador? 38

De 1879 data la publicación de La Paciencia, de M. del P., y de Unión y fraternidad, de Julián Pineda, que aparecieron el 8 de junio en El Periquero.

De 1880 sólo localizamos Concierto canino, de Amos de Z. y Aranda, que apareció el 19 de mayo, Un guajiro a una guajira, firmado por S.F. en la edición del 4 de agosto, y A vosotras, once décimas publicadas en el mismo periódico, el 11 de noviembre, firmadas por R. Rivera.

Posteriormente localizamos varios textos, de los que sólo mencionamos A ella, de un autor que sólo firmó J.L. y que apareció en El Periquero el 2 de febrero de 1882, Una mentira verdad y una verdad mentira, firmado por N.N en la edición del mismo periódico, pero del 3 de abril de 1883, y A un amigo, de Manuel de J. Manduley, publicado el 26 de julio de 1883 y del que sólo citaremos dos estrofas por no poseer méritos literarios:

Ven caro amigo ven!…

En esta blanca y perfumada orilla

Donde habita también

La cándida avecilla

Ven conmigo á gozar su áura sencilla.

……………………………………………………………..

¡Oh amigo!….y si algún día

no me ves en la orilla aquí á tu lado,

recuerda la voz mía…

Pues ya yo acabado

Habré mi vida en el sepulcro helado. (sic)

Localizamos también Contraste, poema de Carlos Carrió, y La verdad y la mentira, de Agirio Garcés, en El Periquero del 25 de noviembre de 1883, una Glosa humorística firmada L. Matex en la edición del 13 de julio de 1884, y Pienso en ti, las mejores décimas que han aparecido (a pesar de las rimas fáciles y de la inseguridad expresiva de su autor) de este período, pertenecientes a José J. Romeu y que se publicaron el 27 de septiembre de 1885.

En El Periquero del domingo 1 de septiembre de 1886, localizamos un soneto de M. Artigas del Río, que posee un error métrico en el penúltimo verso, pero contiene dos cuartetos inciales bien medidos. Lo citamos como una simple curiosidad bibliográfica.

A mi amada

Hoy en tu ausencia lamentable y triste

Yazgo gimiendo con el alma herida;

Y en mi acervo dolor, solo consiste

En ver de lejos mi ilusión querida.

No gimas corazón, porque aun existe

La dueña de tu amor, y aún tengo vida,

Para hacerte sentir lo que sentiste

Cuando oyera el "adiós" de mi partida. (39)

Finalmente, quisimos analizar en esta etapa de nuestra investigación –a pesar de ser cronológicamente anterior a muchos textos citados- un curioso soneto sin título, firmado por un tal A. Góngora, poeta al parecer gibareño, pues el texto fue fechado el 23 de septiembre de 1885 en Gibara, aunque se publicó en un suplemento de El Periquero, correspondiente al 27 de septiembre de ese mismo año.

Este poema, dejado ex profeso para el final del primer capítulo por los evidentes valores literarios del mismo, nada tiene que envidiarle a los mejores poemas escritos en nuestro país en los finales del siglo anterior. Llama la atención, sin embargo, que pasara desapercibido para los artistas e intelectuales de la época pero, a la vez, no nos asombra porque muchas grandes obras de la literatura se han perdido, dispersas quién sabe si en publicaciones sin importancia o desconocidas por la desidia de los hombres de la época. Este soneto posee una actualidad increíble no sólo por el tema abordado sino por la manera en que el poeta lo escribió, con una pasión evidente y un talento indiscutible. El sujeto lírico encarna el dolor del ser humano que descubre un buen día que sus creencias, su fe religiosa, nada tiene que ver con el rito católico y que lo más importante, es no perder la idea cristiana. Veamos esta joya de nuestra lírica, olvidada injustamente hasta hoy, que de alguna manera borra la triste imagen de la poesía holguinera del siglo XIX.

No espero ya el terrenal indulto

Del sacerdote en un confesionario.

He olvidado las cuentas del rosario

Que repasé en honor de un dios oculto

En todas las imágenes del Templo

Y en las rodillas frente al pan y el vino.

Ciertamente, la noche y el camino

Del reloj, me cercáron. No contemplo,

Como ayer, las insomnes catedrales,

Ni escucho los discursos del Pontífice

Sobre la Vida Eterna. Aquel exiguo

Sendero hacia las fuentes siderales,

En mí se ha bifurcado, y soy artífice

De un sagrado esplendor, menos antiguo.

II

La poesía en Holguín 1902-1930

II. 1. CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO 1902-1930

Con la instauración de la seudorrepública el 20 de mayo de 1902, se inicia una nueva era en la historia de Cuba. Holguín es una región devastada por la guerra y sería víctima, una y otra vez, de los gobiernos de turno y los politiqueros. En medio del caos imperante, la literatura, pese a contar con un grupo de seguidores, no logra superar un decadente estilo romántico, sobre todo en la poesía, el género de más larga vida y significativos aportes a nuestra historia literaria.

Los periódicos de mayor circulación en la capital eran La Lucha, El Mundo, La Discusión y El Diario de la Marina, y en Santiago de Cuba, El Cubano Libre y La Independencia. En otras provincias también se editaban periódicos pero de menor prestigio y circulación.

Al comenzar el siglo XX, la literatura cubana y en particular la poesía, mostraba un desarrollo y una calidad cuestionables. Como anotó Amparo Barrero Morell:

Y, si esto sucedía en el ámbito nacional, incluida la propia capital de la República Mediatizada qué no decir de las ciudades del interior de la Isla, aisladas de los focos culturales que suelen concentrarse en el ambiente cosmopolita que las rodea y harto limitadas en recursos de toda índole. 40

Quizá el acontecimiento literario más importante ocurrido en Cuba en el inicio del período republicano fue la publicación de la antología Arpas cubanas (1904), preparada por Aniceto Valdivia (Conde Kostia). Este libro, que incluía textos de veintinueve autores, entre los que se encontraban Mercedes Matamoros, Nieves Xenes, Enrique Hernández Miyares, Bonifacio Byrne, Federico Uhrbach, René López y Dulce María Borrero –tal vez los únicos nombres que se han salvado de las constantes demoliciones del tiempo- fue un intento de mostrar la continuidad de nuestra poesía. Arpas… acentuó la imagen de crisis de la lírica cubana de esos años posteriores a las muertes de Casal y Martí, pero favoreció las necesarias decantaciones. No todos los poetas seleccionados tañeron bien las arpas de la poesía, sin embargo, facilitaron que se escuchara mejor la verdadera música.

Hay un hecho muy significativo: el siglo XX comienza con una sensible crisis en todos los aspectos de la sociedad cubana que repercutió, por supuesto, en la creación poética de esos años. La pérdida de valores éticos, ideológicos, etc., formó parte de un sentimiento de frustración que invadió el pensamiento de entonces, lo que trajo como resultado que escasos autores lograran marcar realmente la historia lírica de la Isla. Recordemos que en los últimos años del siglo XIX habían muerto los pilares de la poesía decimonónica, Casal y Martí, y que tal vez un solo nombre merezca destacarse en ese período de excesivo ruido y mínimas melodías como el de Bonifacio Byrne, quien se hizo muy popular con Mi bandera, texto escrito en cuartetos decasilábicos que, en realidad, nos deslumbra por el fervor patriótico de unos versos altamente sonoros y fluidos y no por sus valores literarios.

Uno de los poetas que sí se distingue desde su aparición en el panorama cultural cubano es el ya mencionado Regino Boti (1878-1958), quien alienta la poesía posmodernista con la publicación en 1913 de Arabescos mentales, su libro insignia, que definió el cambio y es sumamente importante para nuestra literatura. En el Panorama histórico de la literatura cubana (tomo I, p. 352), Max Henríquez Ureña escribió que Boti: "representó un ansia renovadora dentro del modernismo […] y que en definitiva se afilió a las corrientes que dieron vida al posmodernismo" 41 y, según Enrique Saínz: "En su momento, la obra de Regino Boti desempeñó el mismo papel que la de Mendive y Zenea, a mediados del siglo XIX y la de Martí y Casal después de la Guerra de los Diez Años." 42

Otro de los autores significativos del período es Agustín Acosta (1886-1979), quien irrumpe en las letras cubanas con Ala (1915), uno de los poemarios renovadores de comienzos del siglo XX. Acosta, sobre todo, fue un conocedor de las formas clásicas y logró momentos importantes en el soneto. A él debemos obras como Dos grandes luces rojas, Sobre la catedral, De paso y Revisión, además de su famoso texto La zafra.

Por esta época Mariano Brull (1891-1956) publicó La casa del silencio (1916), libro donde se evidenció el gusto por lo clásico y la preferencia por el soneto, generalmente de metros alejandrino. Brull anunció la poesía pura, la búsqueda de la síntesis, de la esencia de la Sustancia Poética que ya el Abate Brémond había preconizado. Versos los suyos donde un alto lirismo, asociado a la persecución de la belleza, deja constancia de una personalidad literaria poco común en nuestro ámbito.

Por otra parte, José Manuel Poveda (1888-1926) publica en 1917 sus decisivos Versos precursores, uno de los libros más importantes de nuestra poesía y, a la vez, el único que publicó su autor". Poveda entregó al discurso poético insular, textos de sorprendente belleza y profundidad filosófica como el soneto Retiro y los poemas Serenata, Sinfonía en gris, Miedo, entre otros que consignan la sólida expresión del autor. De él ha expresado el crítico Alberto Rocasolano: "con Poveda la poesía en Cuba se vincula a las aspiraciones teóricas y emprende un viaje que resulta un llamado a la labor consciente del creador".43

En relación con el contexto literario nacional recordemos que en 1916 se había publicado en La Habana el primer número de la revista Social (1916-1933; 1935-[1938]) nueva posibilidad para los jóvenes escritores y artistas de entonces que, a la vez, marcó un punto de giro en la cultura cubana por su proyección hacia otros ámbitos del pensamiento. De novedosa presentación tipográfica, Social, acogió a lo más avanzado del arte y la literatura del momento y a los representantes del llamado Grupo Minorista, entre los que se encontraban numerosos intelectuales que protagonizaron la Protesta de los 13 44 contra las arbitrariedades del gobierno del país.

La década del 20, en sentido general, abrió nuevas preocupaciones para la poesía y el arte cubanos. Es significativa la diversidad de voces, estilos y "corrientes" que aparecieron. Poetas como Manuel Navarro Luna, autor de libros como Ritmos dolientes (1919), Corazón adentro (1922), Refugio (1927) y Surco (1928), y Regino Pedroso, quien publicó su primer título Nosotros en 1933, pero que dio a conocer sus primeros textos en esta década, Rubén Martínez Villena, que no llegó a publicar libro, y José Zacarías Tallet, todos con hondas preocupaciones sociales como Nicolás Guillén, quien publicó en 1930 Motivos de son, y Emilio Ballagas, representantes, junto a Tallet, de la "poesía negrista"; el madrileño Eugenio Florit, autor de 32 poemas breves (1927) y del excelente decimario Trópico (1930), fundador de la llamada "poesía pura", al lado de Mariano Brull que ya había publicado –como habíamos dicho algunas páginas atrás-, en 1916, La casa del silencio y que entregó a la imprenta su esencial Poemas en menguante (1928).45

Sin embargo, como ya habíamos dejado implícito, en Holguín la historia es diferente. En comparación con Manzanillo, donde se nucleó uno de los movimientos culturales más interesantes del país en torno a la Revista Orto (1912-1957), dirigida por Juan Francisco Sariol y en la que participó activamente el poeta Manuel Navarro Luna (1894-1966), en esta ciudad no se propició el auge de la creación de manera tan señalada como en la tierra del autor de Doña Martina. No obstante, existió un grupo de cultores de la poesía y entre los más destacados y que llegaron a ver publicada parte de su obra aparecen varios de los incluidos en este estudio.

También en Holguín, en 1918, apareció la revista literaria e informativa Azul, titulada como el modernista libro de Rubén Darío, publicado treinta años antes. Dirigida por el poeta Elías Pavón Tamayo, Azul llenó un vacío editorial para los creadores locales, que además de ver reflejados sus textos en la publicación, nacida en los talleres de la Imprenta El Arte, de José María Heredia Almaguer, se proyectaron con fuerza hacia otros contextos.

Poetas como Nicasio Vidal Pita (que publicó un soneto y un extenso poema en décimas titulado Pesimismo, bastante decorosos), Antonio Luciano Torres, José Oberto Caissé, el propio Elías Pavón (que daba a conocer su obra bajo el seudónimo de Fray Lucio), Fernando Cuesta Mora, Manuel de Jesús Lastre, Manuel Martínez de las Casas, entre otros, fueron nombres que prestigiaron la revista y que la convirtieron en el documento literario más importante de los tres decenios iniciales del siglo XX en Holguín.

Hay que destacar también que Azul acogió los famosos "poemetos" de una inexistente poetisa que supuestamente se llamaba Alma Rubens y que no era otro que el santiaguero José Manuel Poveda, quien ocultaba su identidad con este seudónimo. Precisamente en el # 31, correspondiente al 6 de octubre de 1918, aparecieron cuatro textos en prosa de la joven afrancesada y extraña como su propio nombre.46 Por otro lado, el primo de José Manuel, Héctor Poveda, entregó a la revista su poema Sombra simbólica, que apareció el 11 de agosto de 1918.

Unos años más tarde, pero en la capital, nació el primer número de la Revista de Avance (1927-1930), exactamente el 15 de marzo de 1927. Con carácter quincenal, era editada por Alejo Carpentier, Martín Casanovas, Francisco Ichaso, Jorge Mañach y Juan Marinello, insignes figuras de la cultura cubana.47 Posteriormente participaron en su publicación José Zacarías Tallet y Félix Lizaso. Esta revista publicó textos de importantes intelectuales del mundo y se convirtió en una verdadera voz múltiple de la vanguardia, acogiendo poemas de los representantes de la llamada "poesía social" y de la "poesía negrista", además de ser "quizás la más refractaria a la influencia norteamericana".48 Defensora a ultranza de nuestra nacionalidad, la Revista de Avance, marcó el fenómeno literario cubano y el pensamiento de la época.

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