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Del sonido al signo




Enviado por Sergio Aschero



Partes: 1, 2, 3

    1. Orígenes
    2. Notación
      neumática
    3. Notación
      cuadrada
    4. Notación
      redonda
    5. Notación
      bizantina
    6. Guido
      D'Arezzo
    7. Evolución
    8. Otras
      grafías

    La semiótica estudia todos
    los sistemas de signos, todos los lenguajes
    "cualquiera que sea la naturaleza de los entes" que
    los emplean, ya sean éstos hombres, animales o autómatas,
    máquinas inteligentes
    creadas por la razón humana.

    La semiótica está
    íntimamente ligada con otra ciencia nueva, la cibernética. Desde las
    posiciones de ésta, tanto el hombre como el animal y el
    autómata pueden considerarse como dispositivos
    cibernéticos, que realizan operaciones sobre distintos
    sistemas de signos y contextos.

    Los signos, las señales… En el lenguaje corriente a menudo
    no los distinguimos los unos de los otros. Pero para la ciencia de los signos es
    imprescindible efectuar la distinción.

    De ahí que sea razonable empezar a
    exponer los principios de la semiótica
    estableciendo la diferencia entre la señal y el
    signo.

    Los fenómenos más diversos del
    mundo que nos circunda nos traen información. Su portador
    material se denomina señal.

    Los impulsos de la corriente eléctrica, las
    letras de un libro, las fotografías de
    los periódicos, las biocorrientes del cerebro, son todas
    señales.

    Una variedad de las señales son los
    signos, que se diferencian de las primeras porque son
    convencionales.

    El humo de la hoguera se convierte en signo
    si convenimos en que significará "todo va bien" o "alarma" o
    "estoy aquí".

    La señal lleva una información.
    Las velas rojas, negras o blancas nos informan de su color, rojo, negro, blanco, y
    nada más.

    Pero cuando Teseo, el célebre
    héroe griego, al partir de viaje, se puso de acuerdo con su
    padre el rey Egeo en que las velas negras en su barco
    significarían desgracia, y las blancas, éxito. Esa
    simplísima señalización ya fue un sistema de signos; el color de
    las velas no sólo informaba de su color, sino además de
    algo que estaba fuera de él: el color era un
    signo.

    Las velas negras significaban para Egeo
    la muerte de su hijo; para los
    marinos de los siglos XVI y XVII, un barco pirata.

    El signo siempre tiene un emisor, un
    remitente del mensaje, y tiene un receptor, el destinatario. La
    señal puede no tenerlos; cuando vemos una espesa humareda
    encima de un árbol hacemos la conjetura de que ocurrió
    un incendio. Pero la señal esa no tiene emisor, pues nadie
    intencionalmente mandó el humo para transmitirnos una
    información.

    La semiótica distingue tres clases de
    señales. La primera comprende las señales –
    índices; las llaman "signos naturales" porque no hubo
    acuerdo previo acerca de ellos, nadie estableció convenio
    alguno sobre lo que significaría uno u otro
    signo.

    Por ejemplo, un ciervo percibe el olor de
    un tigre; ese olor implica para él que el tigre está
    cerca, muy cerca, aunque el ciervo no vea a la fiera.

    Cuando miramos desde la ventana a los
    transeúntes que se arrebujan en sus abrigos, nos enteramos
    de que hace frío en la calle. Se trata de signos naturales,
    de signos – índices.

    En realidad, toda la información que
    obtenemos de los fenómenos de la naturaleza, de los
    animales, la recibimos mediante los signos – índices… Por
    otra parte, no toda.

    Tomemos, como ejemplo, las huellas de los
    animales.

    ¿Señales – índices?
    Parecerían serlo. No nos hemos puesto de acuerdo con el lobo
    o la liebre en que sus huellas significarían que por
    allí ha pasado alguno de ellos. Son señales de origen
    natural.

    Pero las huellas tienen una
    característica peculiar que las distingue de los signos
    naturales. Las huellas, o sea las señales, se parecen a lo
    que representan, se parecen a la zarpa del lobo o a la pata de la
    liebre. Esta señal tiene un significado (contenido) y una
    forma exterior; la particularidad de esta segunda clase de señales (las
    llaman señales -copias) consiste en que el significado
    (contenido) y la forma exterior (expresión) tienen una
    semejanza entre sí. Las huellas de los animales o de los
    hombres son ejemplos de estas señales; otros ejemplos
    más son las fotografías, los moldes, las impresiones,
    etcétera.

    Finalmente, hay otra clase: las
    señales
    de comunicación o los signos
    convencionales que son los signos propiamente dichos.

    A ellos pertenecen la mayoría de las
    señales que emplean los hombres.

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