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Historia del vestuario (página 2)




Enviado por Jason C.



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Mesopotamia

Los primeros trajes sirios y fenicios, que
han llegado hasta nosotros a través de las esculturas,
evolucionaron en paralelo con el kalasaris del antiguo Egipto.
Hombres y mujeres llevaban una gran pieza rectangular de tela,
con una profusa ornamentación, que se envolvía
alrededor del cuerpo y se sujetaba al hombro. Esta forma
rectangular básica perduró durante muchos siglos,
aunque existieron algunos modelos que
llevaban aberturas para la cabeza y un brazo. La saya corta
representada en algunas esculturas recuerda a la de los egipcios.
Más al norte se llevaban prendas más complicadas y
ajustadas al cuerpo, y mantos y sayas cortas anudadas a la
cintura. También se utilizaba el cuero en el
traje militar, posiblemente como protección. Los hebreos,
asirios y babilonios vestían una especie de camisa hasta
los pies cubierta por un manto o una prenda exterior semejante al
kalasaris. Estas prendas, de aspecto rígido, estaban
adornadas con flecos y borlas en los bordes y presentaban
esquinas rectangulares o redondeadas. Una prenda exclusiva de
Babilonia (hoy Irak) era el
traje sacerdotal confeccionado con un gran triángulo de
tela que se colocaba de forma que el borde con flecos quedaba en
diagonal a lo largo del cuerpo y recordaba en cierta manera a un
zigurat con rampas en espiral.

 

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Los medas y los persas

Los primeros vestidos conocidos de las zonas
más frías del mundo mediterráneo son los de
los medas (612 a.C.) y persas (539 a.C.). Los persas
llevaban calzones o pantalones con una túnica abierta
sujeta con un cinturón. Estas prendas muy ajustadas, tal
vez debido al pequeño tamaño de las pieles
disponibles, eran llevadas por hombres y mujeres y siguieron
utilizándose incluso después de la invasión
del Imperio persa por los medas. Estos vestían trajes
largos y amplios con mangas de boca ancha. El vestido color
púrpura lo utilizó por primera vez en Persia la
clase
sacerdotal. Los trajes de los sacerdotes también reflejan
la influencia de los pueblos conquistados de Mesopotamia,
especialmente en cuanto al uso de telas rectangulares con borlas
en las esquinas. Los persas también introdujeron en
Occidente el gorro frigio de fieltro, a menudo con orejeras. Este
tipo de prenda estuvo de moda por
última vez en el siglo XVIII durante la Revolución
Francesa con el nombre de "gorro de la libertad".

El estudio de la historia del vestido resulta
de gran interés.
Así, por ejemplo, en el Imperio romano el
color púrpura se convirtió en el distintivo de
senadores y emperadores y más tarde fue exclusivo de los
trajes reales. La tradición de Oriente Próximo de
ocultar la cara de la mujer tras un
velo tiene su origen en una ley asiria del
1200 a.C. El traje tradicional del Imperio otomano y los
vestidos clásicos de los árabes descienden de forma
directa de los estilos del mundo antiguo.

 

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Los griegos y los romanos

El origen del vestido tradicional de griegos y
romanos no está claro. Los primeros habitantes de la parte
occidental de Asia Menor y de
la península griega llevaban una especie de calzas y una
túnica con mangas similar al traje persa, lo que indica su
origen más norteño. En las civilizaciones griega y
romana se desarrolló un traje extremadamente sencillo y
cómodo formado por el quitón, la clámide y
el peplo. El quitón, la prenda base, era corto en el hombre y
hasta los tobillos en la mujer. Estaba
formado por un rectángulo de tela sujeto o cosido en los
hombros y que se ceñía a la cintura con un
cinturón o cíngulo. La clámide era una capa
corta doblada o sujeta en un hombro que a menudo se llevaba como
única prenda; era sustituida en invierno por un manto
más largo, el himatión. La mujer vestía el
peplo, la versión femenina de la clámide, que iba
sujeto a la cintura y tapaba los tobillos. Con el paso de los
años esta prenda se fue haciendo cada vez más
suntuosa en cuanto a tejidos, colores y
adornos.

Los primeros romanos llevaban la túnica,
semejante a una camisa, y la toga, prenda característica
de Roma que se
mantuvo como traje oficial y de ceremonia a lo largo de la
República y hasta finales del Imperio romano de Occidente.
La toga, aunque similar a la clámide o al himatión
griego, era una pieza de lana de forma oval mucho más
amplia que estas, medía aproximadamente tres veces la
altura de la persona, se
doblaba a lo largo y se drapeaba de forma estudiada. En el
Imperio de Occidente esta prenda llegó a quedar finalmente
reducida a una tira de tela, la estola. La túnica (que
sobrevivió bajo diferentes formas y cada vez con
más adornos) y la estola fueron adoptadas por la Iglesia
cristiana. La mujer llevaba una túnica larga que en
principio era de lana y más tarde pasó a ser de
algodón
e incluso de seda, cada vez más sofisticada y recargada, y
sobre ella, la estola drapeada cubriendo cabeza y cuerpo.

En el Imperio romano (excepto en la ciudad de
Roma, donde estaban prohibidas por ley) se adoptó el uso
de las calzas que utilizaron los pueblos conquistados del norte
de Europa para
protegerse del frío y como parte del atuendo militar. En
esta época también se introdujeron los pantalones,
prenda procedente del norte de Europa.

 

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India antigua

La forma de vestir en la India, por su
vinculación desde un principio a las castas, estaba
perfectamente diferenciada. La saya o dhoti y el sari de las
mujeres aparecen en esculturas del siglo II a.C. y se cree que
ambos sexos llevaban prendas sujetas a la cintura y con la parte
superior al descubierto. Los hombres llevaban turbantes y las
mujeres lucían largos pañuelos a la cabeza y
abundantes joyas. Esta forma de vestir permaneció
invariable hasta la conquista
musulmana de India en el siglo XII d.C.

 

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China antigua

La seda, utilizada en China ya en el
siglo XXVII a.C., prácticamente fue un monopolio
nacional durante siglos. Este material, especialmente adecuado
para el clima de Asia
oriental de veranos húmedos, podía forrarse con
pieles en los meses de invierno. Los escritos de Confucio del
siglo VI a.C. incluyen referencias a las normas de vestir
para, por ejemplo, recepciones oficiales o periodos de luto. Las
primeras representaciones de vestidos chinos, de la
dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.), muestran
trajes largos con amplias mangas y ceñidos en la cintura,
así como chaquetas y pantalones para ambos sexos. El
estilo chino de trajes cortesanos llegó pronto a Corea y
Japón,
avalado por el prestigio de esta civilización.

Historia del vestido
occidental

Tradicionalmente la historia medieval comienza
con la caída del Imperio romano de Occidente en el
476 d.C. Sin embargo, la transición de la
época clásica a la medieval en la historia del
vestido se hizo poco a poco. El Imperio bizantino se mantuvo
durante otros 1.000 años con una clase alta que
mantenía la túnica como prenda básica de
vestir. En Occidente, las diferentes invasiones de pueblos del
norte introdujeron los pantalones, las túnicas ajustadas y
las capuchas, pero pasarían 300 años antes de que
surgiese un estilo occidental documentado como resultado de la
fusión
de la forma de vestir romana y las maneras del norte de Europa.
Durante este periodo solo en el Imperio
bizantino existía riqueza y estabilidad política, premisas
indispensables para que se produjera una continuidad de estilo y
un corpus importante de documentación pictórica.

Bizancio

En el Imperio bizantino del siglo VI el
cambio
más notable respecto a la forma de vestir romana fue la
introducción de los bordados, flecos, orlas
y adornos de estilo oriental. Los emperadores romanos se
habían convertido al cristianismo y
en el Este el máximo poder lo
ocupaban la Iglesia y el Estado, por
lo que la indumentaria de la corte se hizo más seria y de
apariencia cada vez más rígida. La creciente
influencia oriental puede apreciarse en los trajes de corte. El
cambio más claro fue la introducción del manto
semicircular sujeto en el hombro derecho y más tarde el
caftán persa y el traje asirio de manga larga. Ambos eran
tal vez formas originales de la indumentaria de la corte rusa,
que sufrió pocos cambios hasta la occidentalización
del país a principios del
siglo XVIII realizada por Pedro I el Grande.

La forma de vestir bizantina es única en
la tradición occidental por haber evolucionado al margen
del atractivo sexual o la utilidad. Los
trajes de corte se confeccionaban según las pautas del
libro de
ceremonias imperial, y todos, desde el emperador hasta al
funcionario de rango más bajo, vestían de acuerdo a
este reglamento.

Principios de la edad
media

Poco se conoce de los efectos que tuvieron
sobre la forma de vestir europea los amplios movimientos tribales
de principios de la edad media.
Las primeras invasiones teutónicas supusieron la
introducción de los pantalones en Roma. Los teutones, a su
vez, adoptaron la forma de vestir romana, lo mismo que los galos
y los bretones, al menos los más ricos. Las últimas
invasiones parece que modificaron profundamente la forma de
vestir de aquella época, pero no se conserva ninguna
evidencia de ello. Los primeros ejemplares de vestido que se
conservan datan de la época en que se sustituyó la
costumbre romana de incinerar a los muertos por la de
enterrarlos, época que además coincidió con
una cierta estabilidad política.

Cuando los carolingios dominaron gran parte de
Europa y Carlomagno fue coronado emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico en el año 800 d.C., parece
que se adoptó una forma de vestir relativamente uniforme
en Europa. La indumentaria del emperador Carlomagno, importada
casi con seguridad de
Constantinopla, era muy semejante a la del emperador bizantino. A
diferencia de aquel, Carlomagno solo lucía esta ropa en
ocasiones oficiales. Su atuendo cotidiano, registrado por sus
contemporáneos, consistía en una bajotúnica,
una sobretúnica, con un ribete de seda de color, y
calzones o pantalones sujetos en la rodilla, así como un
manto semicircular sujeto en el hombro y forrado de piel en
invierno y un bonete de tela.

Las pinturas de la época muestran a
otros monarcas europeos con vestimentas similares. Las damas de
la corte llevaban una túnica larga con la cabeza cubierta
y encima una sobretúnica sujeta por un cinturón.
Esta última a menudo llevaba adornos en el cuello, las
mangas y el bajo. Un manto hasta los pies se sujetaba debajo del
mentón y un velo ocultaba el cabello.

Estas prendas formaban la indumentaria
básica de la aristocracia europea de la edad media e
incluso, aunque con algunos cambios, la de las clases bajas hasta
el renacimiento a
principios del siglo XIV. Carlomagno no utilizaba la capucha,
prenda característica del pueblo, cuyos orígenes
parece que se remontan a la edad del bronce y que se sigue
utilizando hoy día principalmente en ceremonias y en
climatologías adversas. A lo largo de los 300 años
siguientes parece que la moda no cambió mucho, aunque se
aprecia un mayor énfasis en realzar las formas
físicas. La primera Cruzada, iniciada en el año
1095, fue el catalizador que produjo el cambio en la forma de
vestir que marcaría la división entre principios de
la edad media y la época románica.

Finales de la edad
media: época románica y gótica

Con la invasión árabe en España y
el suroeste de Francia, y la
conquista normanda de Sicilia llegaron a Europa abundantes y
diversos materiales
orientales. Pero el gran cataclismo de la moda se produjo en el
siglo XII con las Cruzadas. Los cruzados, hombres y mujeres,

trajeron a su vuelta no solo nuevos tejidos
como sedas, damascos y terciopelos de brillantes colores y
complicadas tramas, sino también nuevos estilos. Las
calzas sustituyeron a los pantalones y las prendas se adornaron
con joyas, bordados y pieles.

Renacimiento

Las prendas típicas del renacimiento se
desarrollaron en Italia, de donde,
a raíz de la invasión de Carlos VIII de Francia en
1494, se extendieron al resto de Europa. No está claro por
qué la moda italiana, bastante más sencilla, se
desarrolló de forma independiente al resto de Europa, pero
parece probable que esto se debiera a su clima más
cálido. La túnica de cuello bajo y la camisa en el
hombre, y las
capas igual de sencillas y también de cuello bajo en la
mujer (denominada capa Julieta) ejercieron un efecto breve pero
intenso en la evolución del vestido europeo en general.
Hacia 1620 había desaparecido la sencillez, y la
línea vertical de las prendas medievales fue sustituida
por la línea horizontal del traje del renacimiento. Al
tiempo que se
producía este rápido cambio de estilo,
irrumpió en Europa la moda del "acuchillado". Esta
tendencia, que probablemente tuvo su origen en el sur de Alemania y que
perduró hasta el siglo XVII, consistía en unas
aberturas semejantes a cuchilladas en el tejido exterior que
dejaban ver una tela distinta por debajo.

Tal vez el desarrollo
más interesante de esta época fuera la
utilización, o al menos la exposición, de las camisas por parte de
hombres y mujeres. Una vez que la camisa quedaba a la vista,
tenía que ser adornada; los ribetes de encajes y volantes
en cuello y mangas se convirtieron en menos de 50 años en
gorgueras historiadas y almidonadas que estuvieron de moda
durante otros 100 años. Estos cuellos, almidonados o no,
evolucionaron hacia la chorrera.

Durante el renacimiento el único cambio
importante en la indumentaria masculina, aparte de una mayor
ornamentación, fue el alargamiento de los calzones, que,
como era normal, iban muy adornados por quedar a la vista. Por
otra parte, la mujer fue luciendo unas prendas cada vez
más restrictivas. A principios del renacimiento
apareció un corsé largo y rígido en forma de
cono, más largo por la parte delantera, que oprimía
la anatomía
de la mujer. Antes se había utilizado el corsé para
realzar la figura pero nunca para distorsionar de tal manera las
formas femeninas, ya que el pecho era obligado a sobresalir por
encima del corsé. A partir de la Revolución
Francesa (1789-1799) la moda varió enormemente pero la
práctica de distorsionar la figura de la mujer
persistió. Aunque la rigidez del corsé se vio algo
aliviada al sustituirse las guías metálicas por
huesos de
ballena, la moda se hizo algo más incómoda por la
costumbre de dar volumen a las
faldas con la adición de armazones que podían ser
desde bolsas de salvado hasta complicadas armaduras
metálicas.

Aunque en el renacimiento las prendas
básicas siguieron siendo las mismas que las de la edad
media, el estilo relativamente natural fue sustituido por formas
complicadas, encajes y forros que proporcionaban un aspecto de
rigidez. Esto era, en parte, consecuencia del extremado
formalismo de las cortes tradicionales de los Habsburgo del Sacro
Imperio Romano, especialmente de la casa de Austria en
España. Los escasos intentos por eliminar esta rigidez en
la moda europea no fueron seguidos por la corte española,
como lo demuestran las enormes faldas armadas de los retratos de
la familia
real del pintor barroco Diego
Velázquez.

El siglo
XVII

En el siglo XVII no tuvieron lugar otros
cambios en la vestimenta femenina que los producidos por los
vaivenes de la moda. Se siguió llevando el corsé en
forma de cono con el talle más alto o más bajo
según la moda. A finales del siglo apareció el
traje suelto o mantua (derivado del nombre de la ciudad del norte
de Italia) anunciando un cambio que se produciría en el
siglo siguiente.

El atuendo masculino sufrió el cambio
más radical de la historia moderna. A principios de siglo
los hombres seguían llevando las prendas de finales de la
edad media (casaca, calzones, calzas y capa) y una capa circular,
aunque durante la primera mitad del siglo se impuso la casaca
como prenda militar o de viaje. La casaca seguía siendo
una capa pero constaba de dos piezas delanteras, dos piezas
traseras y dos piezas para los hombros. Las partes delanteras y
traseras se abotonaban para formar el cuerpo y las piezas de los
hombros formaban las mangas. Este práctico invento dio
lugar más tarde al tradicional traje de montar a caballo.
En el siglo XVIII, después de algunos cambios, pasó
a ser el traje actual y más tarde se convirtió en
el chaleco. Hacia 1680 el atuendo masculino ya tenía la
apariencia actual excepto en el uso de calzones en lugar de
pantalones.

La peluca, excentricidad que alcanzó su
máximo apogeo en el siglo siguiente, fue introducida por
Luis XIII para ocultar su incipiente calvicie (después de
haber puesto de moda su magnífica cabellera rizada) y
figuró durante más de un siglo como prenda
indispensable en el guardarropa de todo caballero. La peluca,
empolvada en blanco o gris, grande y aparatosa o pequeña y
sencilla, sustituyó al pelo natural de los caballeros y
fue utilizada en los actos sociales hasta la llegada de la
Revolución
Francesa, en la corte otros treinta años más y
en los tribunales de justicia de
Gran Bretaña hasta hoy.

El siglo
XVIII

A partir de 1715 surgió el estilo
refinado que se conoce con el nombre de rococó,
caracterizado por una estética artificiosa que en ocasiones
llegaba al exceso y la frivolidad. La corte francesa marcaba la
moda y las tendencias, y numerosos pintores captaron este tipo de
indumentaria, como Jean-Antoine Watteau o Maurice Quentin de la
Tour. En la última década del siglo las tendencias
cambiaron como consecuencia del triunfo de la revolución,
adoptando una nueva estética como símbolo de los
nuevos valores
políticos y sociales.

El periodo
revolicionario

Hasta finales de siglo no comenzó a
variar el aspecto uniforme de los vestidos. En Francia (abocada a
la revolución) la moda se hizo más rígida,
más sofisticada y formalista. En Inglaterra, que
se dirigía hacia un cambio social más ordenado y un
desarrollo industrial explosivo, la moda cambió su
tendencia normal y los dictadores de la moda se decidieron por el
atuendo más práctico de las clases obreras.
Mientras los franceses lucían rígidos brocados, los
ingleses adoptaron los tejidos de lana y algodón.

A raíz de la Revolución Francesa
se produjeron dos cambios radicales en la moda europea;
así, la vestimenta se convirtió en objeto de
propaganda
ideológica de la nueva era. En el hombre se volvieron a
imponer los pantalones después de 600 años; los
revolucionarios adoptaron la vestimenta de las clases bajas en
lugar de las medias y los calzones usados por la nobleza. Este
traje revolucionario, que evolucionaría hasta llegar a ser
el estilo ciudadano durante el siglo XIX, se componía de
una casaca llamada carmagnole, un pantalón largo llamado
sans-culotte, una escarapela tricolor, el gorro frigio y unos
zuecos.

En la mujer hubo una vuelta consciente hacia lo
que se consideraba el estilo griego clásico.
Desaparecieron durante un par de décadas los
corsés, los guardainfantes y las armaduras, que fueron
sustituidos por tejidos ligeros de aspecto natural, cinturas
altas, brazos desnudos y corpiños cortos. Sin embargo, a
causa del caótico clima social que se vivía,
aparecieron durante el periodo del Directorio tendencias
absolutamente radicales o frívolas, como es el caso de los
llamados incroyables, hombres que llevaban cuellos
altísimos, grandes solapas, corbatas muy anchas, chalecos
de colores estridentes y calzones. La exageración
también estuvo presente en la moda femenina: las
merveilleuses se vestían con tejidos finísimos,
casi transparentes. A pesar del miedo a la Revolución que
existía en otros países europeos, la moda francesa
logró imponerse y afianzarse. Sedas, encajes y brocados
desaparecieron del atuendo masculino y, durante un tiempo,
también del femenino.

 

 

El siglo XIX

Durante el siglo XIX la vestimenta varió
sus modos de producción. En su primera mitad
apareció la mecanización en los procesos de
estampación y también se produjeron una serie de
mejoras en las máquinas
de hilatura y tejeduría. En 1851 Isaac Merrit Singer
modernizó las máquinas de coser, y en 1856 William
Henry Perkin obtuvo la anilina, el primer tinte sintético.
Además este siglo fue testigo del nacimiento de la
confección tal y como se entiende hoy en día, a
gran escala, y de la
alta costura, creada por Charles Frederick Worth en 1856,
año en que abrió su maison en París, en la
que presentaba sus colecciones de temporada.

La primera mitad del
siglo

A principios del siglo XIX, durante el Imperio
napoleónico, se produjo una vuelta al formalismo y a lo
recargado, aunque la moda no varió mucho. El vestido
femenino presentaba una cintura excesivamente alta, y
pretendía imitar las formas de la Grecia y la
Roma antiguas. Se trataba de sencillos vestidos realizados en
algodón, muselina, gasa o percal, que no necesitaban
corsés o guardainfantes, y que se acompañaban con
chales o boleros, muchos de ellos de cachemira, un tipo de tejido
importado que supuso una durísima competencia para
las sedas de Lyon. La restauración de la monarquía francesa en 1814 produjo una
reacción en la moda femenina que trajo de nuevo los
corsés, las crinolinas y las armaduras; a partir de la
década de 1820 bajó el talle de la cintura, y
surgieron las mangas de pernil (ahuecadas desde el hombro hasta
el codo y muy estrechas en la muñeca).

En este momento, la moda femenina era dictada
por Francia, mientras que en Inglaterra se decidían las
tendencias masculinas; Inglaterra contaba además con una
maquinaria textil superior, una avanzada industria de
la lana y unos sastres más refinados. En cualquier caso,
sería la burguesía la que marcaría estas
tendencias.

La segunda mitad del
siglo

En la década de 1850 surgieron los
grandes almacenes, donde
se comercializaban productos a
precios
más asequibles; también las revistas de moda
comenzaron a desempeñar un papel importante en el
desarrollo de la vestimenta; por último, la
evolución de los transportes, con el consecuente
crecimiento de las exportaciones,
logró una democratización en el vestir.

A comienzos de la década de 1850
surgió el miriñaque, una enagua con aros
metálicos (lo más habitual eran los hilos de
acero), que
sustituyó a la antigua crinolina, realizada con crin de
caballo. De este modo las faldas se ensancharon enormemente, y
dieron paso, una década después, al polisón.
En este caso se trataba de una prenda también interior que
realzaba el volumen en la parte trasera de la falda, que se
rellenaba con materiales de distintos tipos. La industria de la
ropa interior evolucionó notablemente, llegando a la
creación del brassiére, el prototipo del moderno
sujetador.

El siglo XX

Las guerras y las
revueltas sociales trajeron los últimos cambios radicales
de la historia del vestido europeo. Este siglo fue testigo del
nacimiento y de la caída de la alta costura, de
cómo surgió la confección, del papel
decisivo de los jóvenes en la evolución de la moda,
y de la transformación de esta en un producto
masivo dentro de una sociedad de
masas.

Los primeros 30
años

Con la entrada del nuevo siglo desaparece la
Belle Époque, y con ella, las indumentarias propias del
fin de siglo. En 1902 aparece el trotteur, el nuevo traje de
chaqueta femenino, que descubre por primera vez el pie.
Quizá el mayor cambio fue la eliminación del
corsé en 1906 por los creadores Paul Poiret y Vionnet.
Este fue un hecho significativo que acompañó la
lucha de la mujer contra las limitaciones sociales y políticas.
A partir de aquí comienzan las grandes revoluciones: en
1911 aparecen los primeros trajes de baño y las faldas
pantalón.

A partir de la I Guerra Mundial, y
después de cinco siglos, reapareció la silueta
natural de la mujer con la posibilidad de dejar ver las piernas.
Durante la contienda, la incomodidad de trabajar con traje largo
impuso un cambio y, como suele ocurrir con todos los cambios
repentinos, el ajuste fue brutal, ya que a mediados de 1920 las
faldas habían subido hasta la rodilla.

Existieron sin embargo numerosas voces que
criticaron estos cambios. En 1914 la Liga de Modistas Alemanas y
las damas aristócratas parisinas denunciaron "la
inmoralidad del nuevo traje", molestas por la simplicidad de las
nuevas confecciones. En Estados Unidos,
donde la batalla fue feroz, la ley especificaba: "Se
prohíbe a toda mujer llevar faldas o refajos cuyo borde,
hallándose aquella en pie, se levante más de 15 cm
del suelo.
Serán multadas con 25 dólares las mujeres que, en
sociedad, ofrezcan a los ojos del espectador demasiada parte de
su cuerpo entre cabeza y cintura."

La década de 1920 descubre a una nueva
mujer que trabaja y que se atreve a mostrar las piernas. Las
flappers, las chicas modernas e independientes, acortan las
faldas por encima de la rodilla, se cortan y tiñen el
pelo, llevan trajes y camisas, y descubren los trajes de
baño. Mientras, los hombres se olvidan de la levita y la
sustituyen por una chaqueta más ligera, la americana.

En la década de 1930 la modista francesa
Coco Chanel revolucionó la forma de vestir de la mujer al
incorporar a su guardarropa una prenda que hasta el momento
había sido de exclusivo patrimonio
masculino, los pantalones; a partir de ese momento cualquier
experimento en el vestir ha pasado a ser considerado como
moda.

La capital de la
moda ya no será solo París: Hollywood comienza
también a marcar las tendencias. Surge un nuevo estilo de
mujer, definido por actrices como Greta Garbo o Katharine
Hepburn: las faldas vuelven a alargarse, y triunfan los trajes de
noche con grandes escotes en la espalda. Los hombres, que reciben
también esta influencia a través de actores como
Clark Gable o Cary Grant, usan amplios abrigos y esmoquin.

Las décadas de
1940 y 1950

En 1945 nace en Francia la revista Elle,
dirigida por Françoise Giroud, que recoge todos los
cambios de los últimos años. Christian Dior
presenta dos años después su colección de la
victoria, un intento por recuperar la hegemonía europea
perdida, mientras, en Estados Unidos, Claire McCardell une moda y
confección en sus ready to wear, versión americana
del prêt-à-porter francés. Se trata de un
sistema de
fabricación y venta de moda
realizada en serie y con diversas tallas. Esto supone la plena
incorporación del diseño
industrial al mundo de la moda, alcanzando pues el nivel de
producto de masas.

Dior propone una vuelta a lo superfemenino:
mucho glamour, cinturas de avispa y faldas largas. Sin embargo,
la tendencia americana comienza su gran expansión, ya no
solo desde Hollywood, sino también a través de sus
propios creadores y, sobre todo, de la publicidad. La
alta costura está guiada por Dior, pero poco a poco se van
incorporando otros nombres: Cristóbal Balenciaga y su
línea de saco o Chanel y sus trajes de chaqueta
ribeteados.

La moda femenina viene marcada por actrices
como Audrey Hepburn, Marilyn Monroe o Sofía Loren, sin
olvidar la aparición del biquini a finales de la
década de 1940. Surge en Estados Unidos como
bañador de dos piezas, y se populariza en Europa pocos
años después gracias a actrices de Hollywood como
Brigitte Bardot. Los jóvenes comienzan a vestir con
zamarras de cuero y vaqueros a lo James Dean, o camisetas de
algodón a lo Marlon Brando. Italia entra también en
la industria de la moda, de la mano de Emilio Pucci y su
colección de punto adecuada para cualquier momento.

Las décadas de
1960 y 1970

La llegada de la década de 1960 supone
la casi desaparición de la alta costura ante la avalancha
de ideas nuevas y el triunfo del prêt-à-porter. Es
el momento también del auge de la moda joven y de la
aparición de la minifalda. Creada en 1964 por la
diseñadora y modista británica Mary Quant, supuso
la gran revolución juvenil de la década, que
arranca desde un Londres vanguardista y en ebullición. Los
hombres visten camisetas, vaqueros, pantalones pata de elefante,
cazadoras de piel y trencas, y el traje clásico se
renueva.

A partir de ese momento se impone el estilo
hippie, la antimoda, los vaqueros, la tendencia unisex, la mini y
la maxifalda, la moda espacial, los vestidos metálicos de
Paco Rabanne, el pelo de colores, las camisetas con mensaje. La
moda recoge el momento histórico de ebullición
social que fueron estas dos décadas.

En los últimos años de la
década de 1970, el deporte y la música marcan la
indumentaria. La música disco y el punk rock influyen
fuertemente en la moda y la estética, que se preparan ya
para el cambio de la década de 1980.

Las décadas de
1980 y 1990

El inicio de la década de 1980 supone la
llegada del yuppie, el prototipo del nuevo triunfador, vestido
por Giorgio Armani de día y de Gianni Versace por la
noche, y que tiene su réplica en la mujer ejecutiva.
Resurge la alta costura, de la mano de Christian Lacroix y Karl
Lagerfeld. A partir de este momento la moda se convierte en un
espectáculo, con modistos showmen y top models
según el modelo de la
muñeca Barbie. Volantes, dorados, colorines, lentejuelas.,
la moda pasa a convertirse en look, y aparecen las grandes
cadenas de ropa barata.

Durante la década de 1990 se impone el
estilo juvenil, deportivo e informal. Resurge lo hippie, el
reciclado, lo artesanal, la antimoda., y surge el grunge, el
nuevo estilo/antiestilo, donde los vaqueros se desgarran y la
ostentación se anula.

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