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Entre el show y la intimidad




Enviado por Ricardo Peter



Partes: 1, 2

    1. Las acrobacias
      de un concepto paradójico
    2. La identidad y
      el mundo de "al lado"
    3. La identidad
      es una pluralidad de identidades
    4. La
      indigencia: el lugar de la Identidad de la
      Autoconciencia

    Punto de vista
    psicológico-filosófico (y tal vez
    informático) sobre el concepto de
    identidad.

    Convertir la realidad en ficción,
    inventar historias, es algo que hacemos todo el tiempo
    tiene que ver con todo aquello que significa ser humano"

    (Emma Thompson).

    Las acrobacias de
    un concepto paradójico

    El concepto de identidad es una de las vacas sagrada del
    Occidente, es decir, nadie puede prescindir de ella, moverse sin
    identidad, se trata, sin embargo, de una vaca sagrada muy
    extraña, un animal raro entre los conceptos, por las
    siguientes razones.

    La primera razón tiene que ver con la naturaleza
    misma del concepto de identidad. Pareciera un vocablo perfecto,
    acabado, pero a un puntilloso examen resulta un término
    discutible. En efecto, identidad refiere una cualidad de
    idéntico e idéntico se dice de algo que se
    encuentra en posición de "ídem", pronombre latino,
    el mismo, lo mismo, esto es, en un estado o
    colocación de "igualdad" con
    un término de comparación, sin embargo, en el caso
    que nos ocupa, las cosas no están según su origen
    etimológico.

    ¿Dónde está entonces lo anómalo en
    el asunto del término identidad? En el hecho de que al
    hablar de identidad se pierde, o al menos se oculta
    momentáneamente, el efecto de la comparación, la
    igualdad correspondiente con algo. El vocablo Identidad se
    refiere a algo que permanece único, incomparable,
    precisamente no igualable y aquí se arraiga la
    ironía de la expresión. Esto nos hace pensar que se
    trata de un concepto retórico, de una idea de mucha
    agudeza mental. Lo cual no significa que dicho concepto forme
    parte del "arte del bien
    decir" sino, del arte bastante problemático de la
    sofistería, pues, el concepto de identidad termina
    validándose y justificándose frente a la
    "alteridad".

    No resulta extraño que así sea. La palabra
    identidad surgió en el terreno de la filosofía o, más bien, su
    aparición inauguró la metafísica
    primero y, posteriormente, la lógica,
    un espacio, éste último, donde sobra mucho acierto
    abstracto pero escasea mucho sentido común. De
    aquí, pues, que sea más seguro encontrar
    la definición de identidad en un diccionario de
    filosofía que en uno de psicología.

    Aristóteles usó este concepto en la
    elaboración de uno de los principios
    ontológicos y lógicos fundamentales, el "principio
    de no-contradicción", que de manera elemental proclama que
    no es posible afirmar de un mismo sujeto una determinada
    condición y su contrario, A es A y no B, en clara
    referencia a Parménides quien señala el carácter de permanencia e inmutabilidad del
    ser. Pero esta posición, quitó de en medio la
    doctrina de Heráclito para quien la estabilidad es una
    ilusión y sólo el cambio es
    real.

    Platón, por su parte, concebirá la identidad de
    manera dialéctica, o sea, en relación con el otro,
    sin embargo, manteniendo una relación de oposición
    con lo diverso, se inaugura una ruptura entre el sujeto y lo
    otro.

    A partir de entonces, el concepto de identidad fundará
    su propio sentido en la búsqueda de lo otro para
    oponérsele. De esta manera, la identidad se erige contra
    lo que se separa de nosotros, lo otro, y lo recluye como
    peligroso. Detrás de este rebote de la alteridad
    está agazapado el miedo a la diversidad y así, con
    esta carga de temor, ha querido el Occidente que
    tuviéramos identidad. Moviéndose entre los polos de
    lo presente y lo ausente, el concepto de identidad será
    almacenado en el ámbito de la psicología como la
    alteridad rechazada.

    Pudiéramos sospechar que la sonada crisis de
    identidad, sacada a relucir periódicamente, principie por
    la controversia que origina la palabra misma.

    La identidad y el
    mundo de "al lado"

    La palabra identidad alude a una distancia o a una
    oscilación entre dos mundos. A un conflicto
    entre lo permanente y la ruptura de la mudanza. Identidad
    está por experiencia individual en contraste con
    la experiencia de lo distinto, lo separado, lo ajeno a nosotros.
    A este punto, el concepto de identidad, paradójicamente,
    vuelve a recuperar el término de comparación, para
    subrayar la desigualdad, revelando la tensión existente
    entre la propia intimidad y ese otro "personaje" que no
    sólo es el resto del mundo, la gente, el de "al lado",
    sino el de "adentro" o, mejor dicho, en plural, los mundos de
    adentro, para referirnos a los múltiples personajes
    accidentales o circunstanciales que cada uno acarrea consigo
    mismo.

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