- Las acrobacias
de un concepto paradójico - La identidad y
el mundo de "al lado" - La identidad
es una pluralidad de identidades - La
indigencia: el lugar de la Identidad de la
Autoconciencia
Punto de vista
psicológico-filosófico (y tal vez
informático) sobre el concepto de
identidad.
Convertir la realidad en ficción,
inventar historias, es algo que hacemos todo el tiempo…
tiene que ver con todo aquello que significa ser humano"
(Emma Thompson).
Las acrobacias de
un concepto paradójico
El concepto de identidad es una de las vacas sagrada del
Occidente, es decir, nadie puede prescindir de ella, moverse sin
identidad, se trata, sin embargo, de una vaca sagrada muy
extraña, un animal raro entre los conceptos, por las
siguientes razones.
La primera razón tiene que ver con la naturaleza
misma del concepto de identidad. Pareciera un vocablo perfecto,
acabado, pero a un puntilloso examen resulta un término
discutible. En efecto, identidad refiere una cualidad de
idéntico e idéntico se dice de algo que se
encuentra en posición de "ídem", pronombre latino,
el mismo, lo mismo, esto es, en un estado o
colocación de "igualdad" con
un término de comparación, sin embargo, en el caso
que nos ocupa, las cosas no están según su origen
etimológico.
¿Dónde está entonces lo anómalo en
el asunto del término identidad? En el hecho de que al
hablar de identidad se pierde, o al menos se oculta
momentáneamente, el efecto de la comparación, la
igualdad correspondiente con algo. El vocablo Identidad se
refiere a algo que permanece único, incomparable,
precisamente no igualable y aquí se arraiga la
ironía de la expresión. Esto nos hace pensar que se
trata de un concepto retórico, de una idea de mucha
agudeza mental. Lo cual no significa que dicho concepto forme
parte del "arte del bien
decir" sino, del arte bastante problemático de la
sofistería, pues, el concepto de identidad termina
validándose y justificándose frente a la
"alteridad".
No resulta extraño que así sea. La palabra
identidad surgió en el terreno de la filosofía o, más bien, su
aparición inauguró la metafísica
primero y, posteriormente, la lógica,
un espacio, éste último, donde sobra mucho acierto
abstracto pero escasea mucho sentido común. De
aquí, pues, que sea más seguro encontrar
la definición de identidad en un diccionario de
filosofía que en uno de psicología.
Aristóteles usó este concepto en la
elaboración de uno de los principios
ontológicos y lógicos fundamentales, el "principio
de no-contradicción", que de manera elemental proclama que
no es posible afirmar de un mismo sujeto una determinada
condición y su contrario, A es A y no B, en clara
referencia a Parménides quien señala el carácter de permanencia e inmutabilidad del
ser. Pero esta posición, quitó de en medio la
doctrina de Heráclito para quien la estabilidad es una
ilusión y sólo el cambio es
real.
Platón, por su parte, concebirá la identidad de
manera dialéctica, o sea, en relación con el otro,
sin embargo, manteniendo una relación de oposición
con lo diverso, se inaugura una ruptura entre el sujeto y lo
otro.
A partir de entonces, el concepto de identidad fundará
su propio sentido en la búsqueda de lo otro para
oponérsele. De esta manera, la identidad se erige contra
lo que se separa de nosotros, lo otro, y lo recluye como
peligroso. Detrás de este rebote de la alteridad
está agazapado el miedo a la diversidad y así, con
esta carga de temor, ha querido el Occidente que
tuviéramos identidad. Moviéndose entre los polos de
lo presente y lo ausente, el concepto de identidad será
almacenado en el ámbito de la psicología como la
alteridad rechazada.
Pudiéramos sospechar que la sonada crisis de
identidad, sacada a relucir periódicamente, principie por
la controversia que origina la palabra misma.
La identidad y el
mundo de "al lado"
La palabra identidad alude a una distancia o a una
oscilación entre dos mundos. A un conflicto
entre lo permanente y la ruptura de la mudanza. Identidad
está por experiencia individual en contraste con
la experiencia de lo distinto, lo separado, lo ajeno a nosotros.
A este punto, el concepto de identidad, paradójicamente,
vuelve a recuperar el término de comparación, para
subrayar la desigualdad, revelando la tensión existente
entre la propia intimidad y ese otro "personaje" que no
sólo es el resto del mundo, la gente, el de "al lado",
sino el de "adentro" o, mejor dicho, en plural, los mundos de
adentro, para referirnos a los múltiples personajes
accidentales o circunstanciales que cada uno acarrea consigo
mismo.
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