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El concepto de crisis en la obra de Danilo Cruz Vélez (página 3)



Partes: 1, 2, 3

Esta posición del hombre, en la
mayoría de los casos, sólo se queda en mera
inquietud y en "un anhelo insatisfecho", pues son inquietudes que
nacen en todos los hombres, pero sólo el
filósofo principiante
va más allá, se
moviliza e intenta superar esta aspiración que vive
latente en todo hombre, y decide asumir la posición de no
aceptar ningún conocimiento
meramente dado, que no haya alcanzado por su propio esfuerzo "y
del cual no pueda responder".

El filósofo principiante, al dejar de lado todo saber
ya expuesto, sólo le queda apoyarse en la experiencia que
hace de sí mismo, como un ser que es en el mundo.
Y a partir de allí, en la búsqueda de nuevos
conocimientos que le permitan adentrarse hasta llagar al fin
último de la filosofía. Toma la decisión de no
aceptar nada que no se le dé con una evidencia absoluta en
su propia experiencia.

En esta decisión, el filósofo principiante tiene
que enfrentarse a la experiencia mundana, es decir, a la
exterioridad perceptiva de las cosas y del mundo como la
totalidad de ellas. Esta percepción
externa de las cosas implica una intuición o visión
absoluta de las mismas, pero siempre habrá algún
aspecto de lo observado que escape a nuestra visión, lo
que conlleva a deducir que la experiencia del mundo no es
absoluta.

El mundo nunca se da completamente en la percepción;
sólo se da en partes, es decir, sólo se alcanza a
percibir una parte del mundo y las cosas. Y así, pues, no
puede el filósofo principiante iniciar su camino en el
filosofar, ya que no cuenta con una base sólida sobre la
cual pueda empezar a fundamentar su tesis acerca
del mundo. "El mundo no puede ser el suelo firme que
busca para construir el sistema de un
saber rigurosamente fundado y del cual pueda hacer responsable de
manera absoluta."[86]

Ahora que la tesis de la experiencia absoluta del mundo ha
quedado sin fundamento en el inicio del camino del
filósofo principiante, sólo le queda a éste
recurrir a su existencia en el mundo y reafirmar la tesis "yo
soy" y pasar de la experiencia externa del mundo a la experiencia
interna de sí mismo. A este camino Husserl denominó
Camino psicológico.

En este nuevo camino el yo realiza una retrospección
hacia sí mismo y hacia la existencia de él en un
mundo aparentemente existente, desde una partida del yo
empírico atado al mundo y su paso purificador hasta
convertirse en el yo trascendental; este paso
sólo es posible gracias a la reflexión que realiza
el yo sobre sí mismo y su posición en el
mundo. Este tipo de reflexión la denomina Husserl
Reflexión fenomenológica, en la cual se
pierde todo el interés
por el objeto y se deja en suspenso toda toma de posición,
poniendo al objeto entre paréntesis; entonces todo el
interés se dirige a los fenómenos síquicos,
a los actos, a las vivencias.

Lo anterior es llamado por Husserl "un interés puro
en el ser subjetivo
", este es un interés purificado
de toda tendencia hacia lo objetivo en la
cual prevalece la propensión hacia lo subjetivo. Esta
nueva actitud no es
más que una apertura del campo psicológico, en el
cual se desarrolla toda la subjetividad del yo.

CAPÍTULO 4

Crisis en la
época actual

"La expresión época
actual
no designa

sólo un período de la historia, sino

también realidad en que estamos
ins-

talados" .CRUZ VÉLEZ, Danilo.
Tabula Rasa.

Santafé de Bogotá :Editorial
planeta, 1991.P.233.

La crisis, como
la concibe Danilo Cruz Vélez, puede ser considerada como
un proceso que
genera cambios históricos, bien sean positivos o
negativos, es decir, toda crisis trae consigo transformaciones
que conllevan a la creación de nuevos sistemas
filosóficos, económicos, religiosos,
políticos, culturales o sociales.

En un momento de crisis, el hombre se
encuentra en el vacío, sin orientación alguna;
reflexiona y toma decisiones que lo pueden llevar a su muerte o a su
recuperación total, en la medida en que cree nuevos
planteamientos y formas de ver el mundo, "pues eso es lo que
ocurre en una crisis: caduca el sistema de referencias en todas
las direcciones del mundo en que se mueve el hombre. El hombre
entonces flota en el aire, sin
creencias y sin convicciones"[87]. Esto genera
cambios en la conciencia y
produce nuevas posiciones frente a los hechos…

El primer contacto que Cruz Vélez tuvo con el tema de
la crisis, como él bien lo reconoce, acaeció en sus
primeras lecturas de Oswald Spengler, quien fue el primero en
hablar de la crisis en la Época Moderna. "En dichas
lecturas de la traducción de La decadencia de
Occidente, me salió al paso un problema que me
sirvió de guía en la posteriores reflexiones sobre
el asunto".[88]

Spengler realiza el primer intento de interpretación de la época actual,
interpretando la historia bajo categorías propias de la
vida orgánica. Divide la historia
universal y los hechos que en ella acontecen, en culturas,
las cuales concibe como una especie de organismos
biológicos que nacen, germinan, maduran, se marchitan,
mueren y no reviven nunca.

Una de las culturas que entran bajo su interpretación
es la cultura de
América
y Europa, es decir,
la Cultura Occidental, la cual, considera, se encuentra
atravesando la etapa de la civilización, lo que significa
que, en la época actual, esta cultura ha entrado en su
fase final, la cual implica: su aniquilación, decadencia,
vejez,
agotamiento de sus posibilidades de desarrollo y,
por tanto, su próxima muerte. Esto es atribuido por
Spengler al hecho de que en la actualidad no existen un gran
arte, una gran
literatura, una
gran arquitectura y
grandes sistemas filosóficos.

Danilo Cruz Vélez no comparte con Spengler la pesimista
idea del "envejecimiento y caducidad" de Occidente, al considerar
que Europa, luego de la gran crisis producida por la Primera Guerra
Mundial, jamás volvería a producir nada
nuevo.

Spengler se equivocó en este planteamiento, porque
él "debería haber hablado de la plenitud de la
época moderna, una plenitud a la que impulsó esa
catástrofe."[89] Prueba de ello es el
aparecimiento de poetas, artistas, filósofos, científicos, quienes con
su trabajo
académico e intelectual, propulsado por el dolor e
indignación de las consecuencias de la guerra,
marcaron el pensamiento
europeo.

La realidad histórica y la existencia misma del hombre
han contradicho y derrumbado dicha concepción
spengleriana, restándoles sentido y vigencia a sus ideas
sobre nuestro tiempo. La
crítica
historiográfica ha hecho incuestionable la vulnerabilidad
de su biologismo, pues los hechos mismos han invalidado la
concepción de muerte de la cultura occidental, ya que en
ésta se han producido obras de arte, en la literatura, la
filosofía y las ciencias, tan
importantes como las mejores de las épocas de mayor
grandiosidad de la historia occidental.

Esta plenitud no excluyó la crisis. No hay un
hundimiento de la cultura occidental, sino una plenitud, pero una
plenitud acompañada de la crisis.

Quizá la crisis de la Guerra Mundial
fue un factor decisivo en el surgimiento y afianzamiento de la
Cultura Occidental. Así ha sido a través de la
historia: las crisis han generado, de una u otra forma, nuevos
caminos. Un ejemplo, entre muchos, es la manera cómo la
crisis de la época medieval, su concepción del
mundo y de la vida, es la fuente que genera el nacimiento de la
duda cartesiana, la cual abre paso a la época moderna. "La
duda de Descartes no
fue un invento suyo; fue una necesidad
histórica."[90]

Descartes tan sólo desarrolló y
radicalizó, de una u otra forma, las experiencias y
vivencias del hombre de su mundo y las trasladó a una
dimensión filosófica, convencido de que la
superación de la crisis sólo se podía lograr
filosofando. Así también, la nueva ciencia y la
técnica surgieron de la crisis del saber antiguo y
medieval, ya que en este saber el hombre interactúa con la
naturaleza y
la considera como el ámbito exterior de su existencia. La
vida humana se encuentra insertada en la naturaleza y en su
relación con ella; el hombre siente su opresión e
incitación, actúa en ella y contra ella, se ocupa
permanentemente de ella.

En esta relación hombre-mundo(naturaleza),
también empieza a surgir la incertidumbre e inseguridad
que da como resultado el interés por superar este estado y
genera el nuevo saber, es decir, el nuevo saber brota de la
necesidad de superar la inseguridad producida por la crisis dada
en la relación hombre-naturaleza, lo que lleva a concluir
que los grandes pasos de la humanidad no se producen por
referencias de los participantes en los procesos
históricos, sino por necesidades históricas.

Luego de Descartes, otros pensadores intentan continuar con la
tarea iniciada por éste y toman como base el ego
cogito
cartesiano hasta formar una egología, es
decir, una determinación del ser de los objetos a la
luz de los
actos del ego, tarea que, según Cruz Vélez es
alcanzada por Husserl en la extensión de su
filosofía; y, al llegar la filosofía
moderna a su meta final, a ésta no le queda nada por
hacer, por lo cual entra en un estado de crisis. Nuevamente otra
etapa de la historia de la
filosofía se encuentra en un estado de incertidumbre e
inseguridad.

Pero esta crisis e inseguridad de la egología, no se
debe a dificultades ni a contradicciones, ni a caminos sin salida
en que haya caído. "La crisis se debe a que la
filosofía se ha quedado sin problemas,
porque todos los contenidos en el programa de
Descartes se han resuelto"[91]. Significa esto que
la filosofía moderna, en el sentido que ha sido
considerada dentro del marco conceptual como cartesianismo, lo
que marca una nueva
etapa del filosofar en occidente, como la apertura de un nuevo
horizonte del filosofar; en este sentido, se quedó sin
tarea, según Cruz Vélez.

Con la crisis del cartesianismo y el término de
éste, la época moderna, según las ideas
cruzvelecianas, ha culminado y se inicia una nueva etapa de la
historia: la postmodernidad, en la cual nos encontramos y tiene
su origen en el surgimiento de la técnica; pero
también esta nueva etapa histórica ha entrado en
crisis, lo cual indica que se avecina su fin y el comienzo de una
nueva era histórica.

La filosofía de esta etapa histórica en la cual
nos encontramos, también se encuentra sumergida en un
estado de crisis, lo cual puede apreciarse claramente en el
ámbito universitario y académico, donde se echa de
ver el desarrollo de una producción bibliográfica en materia
filosófica que no es otra cosa que historias de la
filosofía; pero no hay producciones nuevas e innovadoras,
que permitan el desarrollo de una filosofía propiamente
dicha, y, en un intento de hacer algo distinto, se dirigen hacia
diferentes direcciones que desencadenan siempre en ese mismo
ideal de alcanzar y producir nuevos planteamientos y teorías.

El trabajo filosófico continúa su curso, pero
dentro de la crisis e incertidumbre que produce una
situación estéril como la que se encuentra
atravesando. Si bien se reconoce que existe un trabajo muy
valioso, dentro del cual se pueden destacar las ediciones de los
grandes pensadores, comentarios, artículos y diccionarios,
entre otros; aún esto no compensa el grado de esterilidad
de pensamiento que existe.

Otra consecuencia que ha traído consigo este estado
crítico de la filosofía, es el renacimiento
de la filosofía de épocas anteriores, como el
neokantismo, el neovitalismo, el neopositivismo, el neotomismo,
etc. Este estado anacrótico de añoranza hacia lo
pasado, se debe a la necesidad de continuar filosofando, lo que
mantiene abierto el campo donde ha de surgir la filosofía
de la nueva época.

En toda realidad histórica, así como en la
naturaleza, los fenómenos y acontecimientos presentan dos
caras, una que es captada por nuestra mirada y otra que permanece
oculta. Los hechos históricos están allí a
nuestra vista, pero más allá de lo que se muestra
abiertamente ante nosotros, existe en ellos algo escondido que no
se ofrece por sí mismo; y para hacerlo perceptible se
recurre al análisis filosófico.

A través de la filosofía y la reflexión
que se haga por medio de ésta, se puede superar el mundo
de las apariencias y
se logra tener una mejor percepción de los hechos reales y
una verdadera interpretación de los sucesos
históricos.

En el mundo histórico hay fenómenos, entre los
cuales encontramos, la fundación de Estados y religiones, hechos
políticos, guerras,
creaciones artísticas, ciencias, usos y costumbres, etc.,
los cuales se muestran por sí mismos, pero están
paralelos a un contexto oculto, desde donde se originan; y para
salir a la luz, necesita de la ayuda de un intérprete. "De
ahí que sea necesario inventar, en analogía con la
metafísica de los griegos, una
metahistoria".[92]

La metahistoria, puede ser considerada como una
consolidación de la historia con la interpretación
de la filosofía, ya que en ella no sólo se tienen
en cuenta los fenómenos históricos, sino
también los cambios fundamentales de la existencia humana.
Estos cambios no solamente determinan cambios del ser del hombre,
sino también cambios de su actitud frente al mundo, frente
a su relación con los demás y consigo mismo,
cambios éstos que, a su vez, determinan transformaciones
en el mundo cultural creado por él y en las relaciones del
acontecer histórico fenoménico.

En todas y cada una de las grandes etapas de la historia de la
humanidad puede verse con claridad el desarrollo de este gran
paradigma: la
relación hombre – hechos históricos –
mundo
. A esta relación se le ha denominado vagamente,
según apreciación de Cruz Vélez,
filosofía de la historia, la cual cobija las
más disímiles construcciones teóricas, y es,
por lo tanto, poco diciente.

El término metahistoria es mucho más exacto y
abarca toda la realidad del hombre, porque integra las dos
disciplinas que estudian los fundamentos de la naturaleza y de la
historia, las dos grandes regiones en que se divide la realidad:
la Metafísica y la Metahistoria.

Luego de Spengler, se han realizado numerosas interpretaciones
de la época actual, entre las cuales se puede destacar la
hecha por el sociólogo Hans Freyer en sus Pensamientos
sobre la sociedad
industrial (1970)
. Aunque la doctrina expuesta por este
pensador va en contra de las ideas de Spengler, también
opera con una categoría biológica: la
mutación, la cual es considerada como un cambio
repentino producido en la estructura
genética.
Este cambio generalmente se da de manera brusca y de un golpe
inmediato.

Así, Freyer realiza una comparación de la
anterior apreciación con la época actual, en la
cual el principal protagonista es la sociedad industrial y surge,
según él, de una mutación histórica.
Dicho fenómeno sólo ocurre cada cinco mil o diez
mil años, lo que genera efectos de magnitud importante.
Con la mutación se produjo el cambio de la vida
nómada a la vida sedentaria, cuando el hombre hizo un alto
en su vida errabunda y construyó su morada entre cuatro
palos, hecho éste que dio origen al surgimiento de la
propiedad
privada, conllevando a una nueva dimensión del ser del
hombre, en su relación consigo mismo y el mundo.

Nuestro tiempo, según Freyer, también es
originario de una mutación producida en los últimos
años del siglo XVIII y los primeros del XIX, cuando
empezó a dominar el maquinismo en la producción y en el trabajo
humano. En este hecho se encuentra el fenómeno que genera
la fuerza que
produce la transformación radical de la vida del hombre y
engendra la sociedad industrial, base de nuestra
época.

De lo anterior, se pude dilucidar que, muy al contrario de lo
que plantea Spengler, nuestra época no es una época
de decadencia, sino que en ella empieza una nueva etapa
histórica, un período de juventud, en
el cual irrumpe algo completamente nuevo, de nuevas formas de
pensar, de creer, de imaginar y de querer. Esto no necesita
demostración alguna, sólo basta realizar una
retroproyección y observación de la vida humana de nuestra
época y nos encontramos con innumerables y nuevas
creaciones en todos los campos del espíritu, las cuales
han venido a propagar el acervo común de la cultura
occidental.

Cruz Vélez critica el planteamiento de Freyer,
considerándolo como una construcción en el aire, sin ninguna base
en la realidad histórica, al considerar éste que la
época actual es el resultado de una mutación, es
decir, de un cambio repentino; pues si algo ha caracterizado a
los fenómenos históricos es su largo proceso de
asimilación y conformación, lo cual hace necesario
el empleo de un
método que
va más allá de los fenómenos
históricos, hacia su principio, su origen, como lo es la
metahistoria.

4.1. INFLUENCIA DE LA TÉCNICA EN LA CRISIS DE LA
ÉPOCA ACTUAL.

La Época Actual aparece como una prolongación o
proyección de la Época Moderna, pero no de su vejez
y término, como lo concibe Spengler, sino como la etapa de
su plenitud y madurez. Esto implica que si deseamos comprenderla,
debemos observarla brotando de la Época Moderna, "lo cual
exige una caracterización previa de ésta, empleando
el método que impone la metahistoria, es decir, yendo
más allá de los fenómenos históricos:
hacia su principio."[93]

Estos cambios históricos, producidos por distintos
fenómenos, tienen su origen último en un cambio
radical de la relación del hombre con su mundo. Un ejemplo
claro de esto es el paso del hombre del medioevo a la modernidad. En
dicho salto, la relación con el mundo, prevalecientemente
contemplativa, pasiva y respetuosa, del orden natural y del orden
político en que el hombre se encontraba situado, fue
suplida por una relación basada en una clase de
hombre dominado por la voluntad de poder. De
ahí que los primeros que se apropiaron, de manera
consciente, de la actitud correspondiente a dicho cambio, hayan
entrado en el escenario de la historia con la pretensión
de convertirse en los amos y dueños de la naturaleza.

Descartes, quien fue uno de los primeros y más
importantes que optaron por asumir esta actitud, movido por esa
voluntad de poder que se instala en el hombre moderno y que lo
impulsa a convertirse en el fundamento explicativo de todo lo
que hay
y el poseedor de la naturaleza, llega a colocar en
el lugar de Dios al ego cogito, es decir a la
subjetividad humana como fundamento absoluto e inconmovible de la
realidad misma. Esto lo hace mediante una fusión
de la matemática
y la física, ya
que separadas no eran útiles para satisfacer la voluntad
de poder sobre la naturaleza, lo cual sólo era posible
mediante un saber exacto que permitiera someterla a los planes,
al cálculo
y al control del
hombre.

De esta fusión de
la matemática y la física como método para
dominar la naturaleza, iniciada en la Época Moderna,
surgen lentamente las bases para el nacimiento de la Época
Actual. Estas bases están representadas, sin lugar a
dudas, por la técnica, de ahí que la Época
Actual sea considerada como la Época de la Técnica,
ya que en este tiempo la técnica científica alcanza
su plenitud y perfección, logrando su máximo poder
sobre el acontecer histórico y sobre la vida social e
individual del hombre.

La Época de la Técnica se inicia cuando aparece
por primera vez la máquina de vapor, a comienzos del siglo
XIX, haciendo posible la transformación de la
energía térmica en energía dinámica, conforme a las leyes de la
termodinámica establecidas, las cuales
fueron posibles gracias a las teorías sobre el calor de
Bacon, Descartes y Newton.

Con el invento de la máquina de vapor, el progreso
tecnológico empieza su curso y se acelera durante el
transcurso del siglo XIX, cuando dicho sistema comienza a
aplicarse en la animación de: molinos, barcos, locomotoras
y generadores eléctricos, y a finales del siglo alcanza su
poder cuando se inició la fabricación de turbinas
para la industria
eléctrica, lo que produjo un gran cambio en el proceso de
la tecnología. Los momentos culminantes y
decisivos de este proceso son la constitución de la electrotécnica y
de la tecnología química; y su
culminación fue el desarrollo de la técnica
atómica en nuestro siglo.

La creación de la máquina de vapor le permite al
hombre dar un gran salto en el dominio sobre la
naturaleza; deja de emplear sólo sus propias fuerzas en la
realización de las distintas actividades, para hacerlo con
ayuda de energía creada por él mismo, con el
único fin de someter la naturaleza e imponerle su
voluntad; transformándose así la relación
del hombre con la naturaleza misma. Ya ésta no es para el
hombre una de las esferas en que se encuentra inserto y con la
cual tiene que avenirse, sino sobre todo un objeto que debe
someter a su poder. Esto conlleva a que la naturaleza se
encuentre en permanente peligro de perder su figura originaria,
ya que no le permiten ser lo que es; el homo technicus
se lo impide.

El nuevo hombre, al sentirse seguro de su
superioridad y dominio de la naturaleza, se libera a sí
mismo y a la naturaleza de todo fundamento divino.

Ni Bacon ni Descartes se imaginaron jamás hasta
dónde iba alcanzar a llegar el imperio que la
técnica les da a los hombres. Ambos pensaban sólo
en el dominio de la naturaleza, de la res extensa, en lo
que se refiere a los procesos naturales corrientes; pero el
hombre actual ha rebasado la esfera que tenían a la vista
esos dos fundadores de la modernidad.

El hombre ha utilizado la técnica de los transportes y
las comunicaciones
para sobrepasar los obstáculos de la distancia, y ha
logrado desplazarse de un lugar a otro sin importar cuán
lejos se encuentre su destino. Asimismo, ha hecho uso de la
técnica atómica y de la biotécnica para
penetrar en la intimidad del átomo y
la
célula. Y, a través de la técnica
política,
pedagógica y de la propaganda, ha
irrumpido también en la esfera íntima de la res
cogitans
cartesiana, es decir, en la esfera de la persona humana,
para manipularla y dirigirla.

El hombre ha utilizado la técnica para dominar la
naturaleza. "Su apetito de saber y poder no se detiene ante nada,
ni en el macrocosmos ni en el microcosmos. Gracias a su saber
inmenso sobre los dominios de la realidad, puede manipularlo
todo, descomponerlo y recomponerlo a su
amaño."[94]

Los grandes avances de la tecnología le han permitido
al hombre, además de ahorrar tiempo y trabajo, vivir de
manera placentera, al poder dedicarse a actividades que avivan el
espíritu humano, como el estudio, el diálogo,
la lectura, la
música, la
contemplación de las obras de arte, la meditación y
la soledad.

En un principio, todas estas manifestaciones maravillosas del
progreso avivaron solo aclamación, aceptación y
optimismo. Pero, desde hace ya algunas décadas, ha surgido
una corriente contraria de desaliento y pesimismo, debido a que
cada día cobra más fuerza el sentimiento de que el
hombre ha perdido el control de las fuerzas que
desencadenó, "de que como en la leyenda del aprendiz de
brujo comienza a ser dominado por su propia creación, y de
que corre el peligro de convertirse en su
víctima."[95]

Este cambio de actitud ha sido producido por distintos
factores y hechos que han tomado fuerza con el paso del tiempo, y
ahora se hacen mucho más evidentes; entre ellos, podemos
destacar: el deterioro progresivo del hábitat
humano, a causa de la erosión de
los suelos, la
deforestación, la contaminación del aire y el agua
producida por la mala utilización de los recursos de la
industria. De igual manera, la técnica atómica ha
producido grandes cantidades de desechos peligrosamente
dañinos que han causado inevitables contaminaciones de
ríos, extinción de especies zoológicas,
daños irreparables de la biosfera y de
la capa de ozono,
entre otros.

Por otra parte, en el afán de poder y saber, ha
desencadenado una serie de inventos que
están siendo utilizados para su propia destrucción.
Un ejemplo indiscutible de esto es la invención de la
bomba atómica y todos los químicos radioactivos que
producen una gran cantidad de desechos indestructibles que hacen
cada vez más daño a
nuestra madre Tierra.
Estos desechos radioactivos que son abandonados o arrojados a los
mares o en cualquier parte del planeta se teme, además de
que imposibiliten la vida en ciertas zonas, produzcan el
surgimiento de seres anómalos adaptados a estas
sustancias, con transformaciones genéticas peligrosas.
Pero no solamente esto es preocupante, sino también que el
hombre, movido por sus deseos de dominio y poder, manipule o
descomponga los elementos constitutivos de la vida, para armarlos
de nuevo de acuerdo con sus planes, como lo hace con la materia
inorgánica, "lo cual abre la inquietante posibilidad de
que llegue a producir nuevas formas de vida dotadas de cualidades
que necesite para satisfacer su desorbitada voluntad de
poder."[96]*

La tecnología inmersa en la sociedad industrial ha
recortado el ser del hombre, al hipertrofiar sus aptitudes para
la planeación
y el cálculo, conllevándolo a descuidar o a
entorpecer su vida instintiva y emocional, su fantasía
creadora de mitos y su
impulso metafísico. Todo esto ocurre a la vez que la
sociedad creadora de la tecnología actual influye
notablemente sobre la libertad de la
persona humana, lo cual es una acción
deteriorante de la esencia del hombre mismo. La creación e
invención de propagandas, técnicas
psicológicas, pedagógicas y publicitarias le roban
al hombre la iniciativa en la toma de
decisiones acerca la dirección que ha de tomar su vida; le
inhiben la capacidad de elegir, la decisión y la responsabilidad, que son períodos
fundamentales de un acto auténticamente personal.

Esta situación crítica en la que ha caído
el hombre es supremamente peligrosa, y debe ser superada, porque
en ello le va su vida sobre la Tierra como
hombre. La imaginación y la creatividad
del hombre son inagotables, y, seguramente, encontrará una
salida que le permita superar esta difícil crisis. "Pero,
a pesar de esta esperanza, cuando uno se detiene a pensar en el
incierto futuro del hombre actual, incierto y lleno de riesgos
justamente a causa de su virtus, de su capacidad y
eficacia, no
puede menos de recordar las palabras de Nietzsche:
Perecerás por tus
virtudes
".[97]

En los comienzos de la técnica científica y la
sociedad industrial en el siglo XVIII, Rousseau hizo
un llamado acerca de los peligros que se cernían sobre el
ser del hombre, y planteó una vuelta a la naturaleza, a la
vida natural, en la cual no hubiese deterioración de la
vida producida por la acción de las ciencias y de la
civilización, creadas por el propio hombre. Sin embargo,
sus planteamientos fueron escuchados como un eco muerto,
así como se ven las utopías románticas,
ciegas para la realidad histórica, e hicieron caso omiso
de sus advertencias.

En los últimos tiempos —ya cuando la técnica
científica se ha convertido en forma definitiva en el
fundamento de nuestra época y de nuestra vida, y la
sociedad industrial, nacida de ella, es la sociedad en la que
vivimos y somos—, en los campos de la filosofía y la
literatura, se escuchan voces de
condenación hacia la técnica. Pero, al igual que
otros tiempos, esta posición revela una especie de
reacción romántica contra la realidad
histórica.

La técnica se ha convertido en el poder supremo de
nuestro tiempo y continuará siéndolo hasta que se
agoten todas sus posibilidades de desarrollo. La técnica,
como toda época histórica, tuvo su inicio y
seguramente también tendrá su final. Lo que la
diferencia y es de gran preocupación, es que en ella
existe la posibilidad del fin de la historia humana a causa de la
viable autodestrucción del hombre. Pero, si esta probabilidad
no se da, la Época de la Técnica culminará
algún día, y generará una nueva figura de la
historia universal, movilizada por un nuevo principio.

Con la esperanza de recobrar el perdido control de la fuerzas
desatadas por el hombre, desde hace algún tiempo se viene
solicitando una vuelta a los valores
morales en la ciencia y
la tecnología, para ver si a través de la moral se
puede tomar el control y darle una nueva dirección a la
"técnica científica".

Pero en las ciencias exactas este juicio de valor moral no tiene
sentido, desde que Galileo en el siglo XVII, al fundarlas,
desarraigó de ellas toda clase de valoración, con
el fin de forzarlas a centrar su atención de manera exclusiva a las
relaciones numéricas y geométricas, en los
fenómenos de la naturaleza. Esto generó que en la
ciencia natural no predominara la valoración por la
naturaleza, sino su medición, su explotación,
convirtiéndose ésta en su operación
particular.

El caso de la técnica es distinto al de las ciencias
exactas o científicas, puesto que la relación del
técnico con la naturaleza es diferente a la del
científico. Mientras que este último sólo
busca establecer las regularidades que predominan en ella, el
técnico busca transformarla y adecuarla a las necesidades
del ser humano, que tiene que instalarse en medio de ella.

La técnica ha contribuido a la realización de
los valores de
lo agradable, de la comodidad y de la utilidad,
brindándole al hombre muchas facilidades y haciendo de su
mundo "un paraíso de confort"; de igual manera, la
técnica puede realizar valores
estéticos y de conocimiento. Pero de ninguna manera puede
ser portadora de valores morales. "Así, un microscopio, un
avión de combate, una central nuclear o un depósito
de desechos radioactivos no son buenos ni malos desde el punto de
vista moral. El único portador y el único sujeto de
los valores morales es la persona humana."[98]

En un intento de encontrar una conexión válida
entre la técnica y la moral, Cruz Vélez recurre a
la denominación del homo technicus, y, si
éste se concibe como persona humana, entonces sí se
podrá intentar, según él, la
construcción de una "ética de
la técnica".

La técnica ha tenido gran importancia en el proceso de
humanización del hombre —es decir, en la
realización de eso que lo diferencia de los demás
seres de la naturaleza—, desde la época
prehistórica, cuando el hombre empieza a tener conciencia
de sí y a diferenciarse del animal en la guarida y de la
planta en el pantano.

Los griegos, a quienes se debe la invención de la
ética, denominaron con la palabra ethos a la
morada del hombre. En este sentido, plantea Cruz Vélez que
la morada del hombre y la técnica aparecen unidas en la
misma raíz, si se quisiera buscar una ética de la
técnica. Así, si partimos del hecho de que la
técnica es el deber ser, que es en última instancia
la raíz que une estas dos disciplinas, el problema central
de una ética de la técnica sería el de saber
si el homo technicus está haciendo lo que debe
hacer para la realización del ser pleno del hombre, el
cual no se puede alcanzar si el hombre no posee una morada
adecuada en medio de la naturaleza.

De esta manera puede considerarse, que una ética de la
técnica se refiere al modo de proceder del homo
technicus
en medio de su morada, que es la naturaleza y su
relación con ella, de forma que su convivencia con su
medio no afecte de manera alguna a lo que le rodea, y, por lo
tanto, no se afecte a sí mismo y su relación con la
realización plena del ser.

La técnica ha generado crisis, o estados de
transición, en todas las esferas de la vida del hombre; se
ha inmerso en su diario vivir, apoderándose hasta del
proceso de desarrollo de ideas y planteamientos. Tal es el caso
de los intelectuales,
quienes de igual manera se han dejado absorber por este nuevo
factor histórico, y las palabras, las ideas y los ideales,
que constituyen el elemento en que se mueven los intelectuales,
tienden cada vez más a perder su fuerza o poder. Esto
genera que aquello que determina qué es lo real y
qué se debe hacer, es una razón calculadora, con la
cual el hombre tiende a convertirse en un manipulador de máquinas,
lo cual deja de lado a los intelectuales. Así, lo que
antes podría consultársele a un intelectual creador
de ideas y planteamientos, ahora se le deja a una máquina
o al técnico a su servicio, que
determina las probabilidades y arroja resultados, a través
del esbozo de planes de trabajo y fijación de metas.

Es evidente la ausencia de los intelectuales en los diferentes
campos en que antes desempañaban un papel de primer rango;
y sus ideas y razones, que antes eran escuchadas por doquier, hoy
sólo son un eco, unas voces que parecen haberse callado o
esconderse detrás de la manipulación de la sociedad
industrial, que las utiliza a su conveniencia y necesidad.

El intelectual, que desde la época de los griegos se ha
caracterizado por su condición crítica y reflexiva
de la realidad, ejerciendo poderosa influencia en la toma de
decisiones, hoy parece haber perdido fuerza. Todo indica que se
ha dejado absorber por la técnica, lo cual ha
traído como consecuencia la pérdida de todo su
poder social. Esto lo ha generado la pérdida de su
carácter peculiar.

Este carácter particular, que desde siempre lo ha
caracterizado, no es otro que su gran agilidad y movilidad para
adaptarse a los continuos cambios de toda época y realidad
histórica. Pero ahora, más que nunca, parece que ha
perdido su libertad; sus tareas y metas las recibe de las
instituciones
a cuyo servicio está, ya sea del departamento de un
ministerio, de una universidad, de
la sección de planeación de una gran industria o de
la casa editorial, viéndose de tal manera condicionado su
proceder, que ha tenido que adaptarse obligatoriamente a este
nuevo acontecer histórico, del cual hace parte.

Pero los problemas y peligros que parecen acechar al
intelectual, no parecen detenerse allí. Además de
la pérdida de su carácter flotante y la
pérdida de su libertad, se suma otro gran peligro, y es
que el intelectual podría perecer ante las tentaciones de
la sociedad industrial: "el dinero, el
confort, el lujo, la vida placentera y fácil, que
acabarían por destruir la austeridad y el coraje frente a
la adversidad y la pobreza,
virtudes de las cuales los intelectuales han sacado sus mayores
fuerzas".[99]

Partiendo de que todo fenómeno histórico tiene
un comienzo, un desarrollo y un fin, se podría decir que
éste, que es un fenómeno histórico,
también tendrá su fin y llegará un momento
en que todos estos peligros dejen de ser; pero, mientras esto
ocurre, el intelectual debe luchar por reconquistar su
carácter propio, ese carácter particular mediante
el cual logró conquistar su enorme poder social en el
pasado.

Si partimos del planteamiento de que el mundo actual es un
mundo en crisis, pero que, perogrullescamente hablando, lo que
está en crisis en el mundo es precisamente el mundo,
cabría preguntarse de qué forma se logrará
superar este estado sin que se caiga en una
autodestrucción.

Cuado el mundo histórico en que se encuentra ubicado el
hombre entra en estado de crisis, éste no sabe qué
hacer, ni cómo actuar frente la realidad, pero luego
despierta y se pone en búsqueda de una salida de dicho
estado. Así que primeramente inicia recurriendo al
lenguaje, y
cree que a través de él puede visionar una salida
definitiva o alternativa de dicho estado. Pero se da cuenta de
que el problema va más allá de las meras palabras;
es algo mucho más complejo que se ha instalado en la
realidad propia del hombre, en su propio ser.

En épocas anteriores, la mayor ayuda para la
superación de las crisis provino de la filosofía,
pero ahora se cree que la solución sólo puede darla
la ciencia, la técnica o la política. Estas
afirmaciones, desafortunadamente, tienen su propio fundamento, y
es que desde Auguste Comte se viene considerando a la
filosofía como un estadio del espíritu humano, ya
superado por el estadio de las ciencias positivas, que la han
venido reemplazando.

Esta concepción puede ser considerada como uno de los
múltiples rasgos característicos del mundo actual,
donde hasta los propios filósofos hablan y plantean el fin
de la filosofía. Pero, dentro de todas estas afirmaciones,
existe una verdad relevante que preocupa sobremanera, y es que
hasta aquellos poderes dominantes que, según muchos, han
desplazado a la filosofía, en el mundo actual, se han
demostrado impotentes en la superación de la crisis;
incluso, en muchos aspectos estos mismos poderes se han
convertido en potenciadores de la crisis.

Estos poderes, que no son otros que la ciencia y la
política, han puesto al hombre en un estado de
autodestrucción, como ha quedado consignado en
párrafos anteriores del presente trabajo.

 

 

 

Autor:

Lorena Martínez López

(Filósofa egresada de la Universidad del
Atlántico- Docente catedrática Universidad del
Magdalena)

[1] CRUZ VELEZ, Danilo. En: entrevista
con GIL OLIVERA, Numas A. Reportaje a la filosofía Tomo
I. Santa fe de Bogotá: Punto Inicial, 1993 p.18-19.

[2] CRUZ VéLEZ, Danilo. Ponencia "El
mito del rey
filósofo en un mundo en crisis". En: Lecturas
Dominicales. El Tiempo. Bogotá. Nov 9 de 1980. p.7.

[3] Ibíd., p.6.

[4] Ibíd., p.7.

[5] Ibíd., p.8.

[6] Ibíd., p. 7-8.

[7] Ibíd. P. 8.

[8] Ibíd., p 8. Este planteamiento de
Cruz Vélez es referido a la concepción de
Carlos Marx
con respecto a la posición del hombre en el mundo, quien
debe contribuir, según éste, a su
transformación.

[9] Ibíd.. p. 9.

[10] CRUZ VéLEZ, Danilo. En:
entrevista con Rubén Sierra Mejía. Bogotá:
Boletín Cultural y Bibliográfico. Vol. XXIII. No.
4. 1985. p.17.

[11] Ibíd., p.26.

[12] CRUZ VéLEZ, Danilo. El misterio
del lenguaje. Santa fe de Bogotá: Planeta, 1995.
p.23.

[13] SIERRA MEJÍA, Rubén.
¿Quiénes son los filósofos colombianos
más destacados del Siglo XX? Danilo Cruz Vélez,
devoción al pensamiento. Santa fe de Bogotá . El
Tiempo Virtual, 1999

[14] SIERRA MEJÍA, Rubén. La
época de la crisis. Conversaciones con Danilo Cruz
Vélez Santiago de Cali. Editorial Universidad del Valle,
1996. p. 11.

[15] CRUZ VéLEZ, Danilo. Ibíd.,
p 72.

[16] Ibíd., p 38-39.

[17] Ibíd., p. 40.

[18] SIERRA MEJÍA. Op.Cit. p.12.

[19] CRUZ VéLEZ, Danilo. Op. Cit
p.42.

[20] CRUZ VéLEZ Danilo. Nueva imagen del
hombre y la Cultura. Bogotá: Editoriales de la
Universidad Nacional. 1948. p.10.

[21] Ver: Revista
Correo de los Andes No. 27 . Julio-Agosto. 1984. p. 83-86.

[22] CRUZ VéLEZ, Danilo. Op. Cit.
P.46.

[23] CRUZ VéLEZ, Danilo.
Filosofía sin supuestos. Buenos aires:
Editorial Sudamericana, 1970. p. 9.

[24] Ibíd., p. 11.

[25] CRUZ VéLEZ, Danilo. En: La
época de la crisis, de SIERRA MEJÍA,
Rubén. Santiago de Cali. Ediciones Universidad del
Valle. 1996. p. 50.

[26] CRUZ VéLEZ, Danilo. Nueva imagen
del hombre y la cultura. Bogotá. Talleres Editoriales de
la Universidad Nacional. 1948. p. 12.

[27] Ibíd., p. 13.

[28] Ibíd., p. 13.

[29] Ibíd., p. 14.

[30] Ibíd., p. 15.

[31] Ibíd., p. 16.

[32] Ibíd., p. 20. *Aspecto volitivo
del espíritu, frente al aspecto intelectual y
emocional.

[33] CRUZ VéLEZ, Danilo.
Aproximaciones a la filosofía. Bogotá. Instituto
Colombiano de Cultura, 1977. p. 18.

[34] Ibíd., p.18.

[35] Ibíd., p. 21.

[36] Ibíd., p. 22.

[37] Ibíd., p. 22.

[38] Ibíd., p. 27.

[39] Ibíd., p. 28.

[40] Ibíd., p. 33.

[41] Ibíd., p. 38.

[42] Ibíd., p. 38. * El Ser
Supremo.

[43] Ibíd., p. 42.

[44] Ibíd., p. 43.

[45] Ibíd., p. 47.

[46] CRUZ VéLEZ. Nueva imagen del
hombre y la cultura. p. 81.

[47] Ibíd., p. 82.

[48] Ibíd., p. 82.

[49] Ibíd., p. 82-83.

[50] Ibíd., p. 84.

[51] CRUZ VéLEZ. Op. Cit P. 54.

[52] Ibíd., p. 54.

[53] Ibíd., p.55.

[54] Ibíd., p. 70.

[55] Ibíd., p. 77.

[56] Ibíd., p. 81.

[57] Ibíd., p.81.

[58] Ibíd., p. 83.

[59] Ibíd., p.87.

[60] Ibíd., p. 88

[61] Ibíd., p. 88.

[62] Ibíd., p. 90.

[63] Ibíd., p. 91.

[64] 8 Ibíd, p.. 93

[65] Ibíd., p. 93.

[66] CRUZ VéLEZ, Danilo. En : La
época de la crisis, de SIERRA MEJÍA,
Rubén. Santiago de Cali. Editorial Universidad del
Valle. 1996. p. 50.

[67] CRUZ VéLEZ, Danilo.
Filosofía sin supuestos. Buenos Aires. Editorial
sudamericana. 1070. p. 14.

[68] Ibíd., p. 30.

[69] Ibíd., p. 32.

[70] Ibíd., p. 33.

[71] Ibíd., p. 40.

[72] Ibíd., p. 16.

[73] Ibíd., p.21.

[74] Ibíd., p. 21.

[75] Ibíd., p. 22.

[76] Ibíd., p. 23.

[77] Ibíd., p. 25.

[78] Ibíd., p. 25.

[79] Ibíd., p. 26.

[80] Ibíd., p. 26.

[81] Ibíd., p. 27.

[82] Ibíd., p. 27.

[83] Ibíd., p. 27-28.

[84] Ibíd., p. 30.

[85] Ibíd., p. 76.

[86] Ibíd., p. 81.

[87] CRUZ VéLEZ, Danilo. Op. Cit. En:
La época de la crisis pág. 94..

[88] Ibíd., pág. 92.

[89] Ibíd., pág.93.

[90] Ibíd., p. 95.

[91] Ibíd., pág. 117.

[92] CRUZ VéLEZ, Danilo. Tabula rasa.
Santafé de Bogotá. Editorial Planeta, 1991.
Pág. 234.

[93] Ibíd., p{ag. 239.

[94] Ibíd., pág. 253.

[95] Ibíd., pág. 254.

[96] Ibíd., pág. 255.

[97] Este planteamiento parece referirse a
una realidad que Cruz Vélez desconocía en el
momento de escribirlo. Se trata, sin lugar a dudas, del tan
controversial y reciente invento de la
clonación y el descubrimiento del genoma humano,
hechos que seguramente serán utilizados por los
más poderosos con fines de dominio, ambición y
poder.

[98] Ibíd. Pág. 256.

[99] Ibíd., pág 258.

Partes: 1, 2, 3
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