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Marx y Durkheim, ¿Nuestros contemporáneos? (página 2)




Enviado por Bruno Cruz Petit



Partes: 1, 2

La visión antropológica de Marx incluye la
idea hegeliana de alienación: el hombre ha
estado
históricamente sumido en un estado de extrañamiento
y enajenación respecto a su condición
a lo largo de la historia. En Feuerbach este
hecho se debía esencialmente a la proyección en un
mundo religioso falso e irreal. Para Marx, en cambio
la condición humana como situación de servidumbre y
enajenación no es un fenómeno metafísico o
espiritual, sino que se debe a las condiciones sociales de
explotación, es decir, a la realidad de una servidumbre
fundamentada en la explotación del hombre por el
hombre. Por lo tanto, y esta es la famosa conclusión de
las Tesis sobre
Feuerbach,  la superación de este estado sólo
podrá realizarse, no sólo filosofando, sino
cambiando las condiciones reales en las que viven los
hombres.

De Las Tesis al Manifiesto Comunista
(1848), el salto del pensamiento
marxista es muy lógico. En esta obra maestra de la
literatura
revolucionaria Marx perfila el tema central de su teoría
social, que no es otra que el de la lucha de clases. Tema, por
otra parte, recurrente entre los socialistas franceses (como
Saint-Simon,
suegro de Marx y primer analista de la sociedad
industrial) y que encajaba perfectamente con una visión
dialéctica de la historia. En el Manifiesto, la
lucha de clases es el motor de la
historia. Todas las sociedades se
han caracterizado por el antagonismo y la confrontación
entre clases
sociales, entre opresores y oprimidos, de manera
explícita o soterrada. Cuando esta lucha se resuelve a
favor de la clase oprimida
cuyos intereses están ligados al desarrollo
latente de las fuerzas productivas (la burguesía en el
feudalismo, por
ejemplo), se pasa a otra fase en al historia de la
explotación del hombre por el hombre. La nueva sociedad
capitalista, pues, se caracteriza por la oposición entre
burgueses y proletarios, cuyos intereses son, en la economía industrial, estructuralmente
opuestos.

Sin embargo, el capitalismo
ofrece ciertas novedades respecto a las etapas anteriores. En
primer lugar se produce una tendencia hacia la
simplificación y exacerbación de la lucha de
clases. Por una parte el carácter industrial y científico de
la producción hace que la explotación
sea ahora mucho más cruda, basada en el cálculo
racional de la misma, el beneficio sin límites  y llevada hasta los extremos.
Ello implica una proletarización de la sociedad,
desapareciendo las clases intermedias, y al mismo tiempo un
endurecimiento cada vez mayor de las condiciones de vida de los
trabajadores, lo que aunado con el enriquecimiento de unos pocos,
supone una de las contradicciones capitalistas. Además la
burguesía es una clase "sui géneris" que
sólo puede subsistir a condición de desarrollar
incesantemente los medios de
producción, cambios que implican una
aceleración del proceso
histórico hacia la autodestrucción del sistema. En el
capitalismo, pues, las contradicciones propias, a las que hay que
añadir la incapacidad de absorber la propia
producción,  son mucho más agudas que en otras
etapas, debido a su carácter industrial y a la lógica
de la competencia que
rige entre la burguesía. Por esto, esta vez la revolución
no correrá a cargo de una minoría que actúa
en nombre de la mayoría, sino que se realizará por
la clase mayoritaria. El socialismo
culmina entonces un proceso histórico caracterizado por la
servidumbre, y elimina el antagonismo de clases cuando socializa
los medios de producción. El Manifiesto
Comunista también es un teoría política  por
que contiene una visión del Estado como reflejo de la
lucha de clases; en el socialismo tendrá una función
instrumental en manos de la dictadura del
proletariado, que es la fase necesaria para que finalmente
el Estado
pierda su razón de ser o al menos su carácter
antagónico

1.2   En 1848 se producen las primeras
revoluciones con participación importante de comunistas,
pero la mayoría fracasan o son canalizadas para lograr las
aspiraciones de la burguesía liberal. Se inicia así
un segundo periodo en la obra de un Marx exiliado en Londres y
convencido de que el capitalismo aún no está
suficientemente desarrollado para que exista una conciencia
proletaria extendida y fuerte. En este periodo, Marx se concentra
en el estudio del funcionamiento del capitalismo a partir de las
premisas del Manifiesto Comunista. Se vuelca en el
estudio de los economistas clásicos ingleses, de la
historia y perfecciona su visión materialista de la
sociedad.

Fruto de dicho trabajo es
la Contribución a la Crítica
de la Economía
Política 
(1859) y el Capital
(1867). En el Prólogo a la Crítica se encuentra la
famosa  fórmula según la cual "no es la
conciencia de los hombres lo que determina su existencia, por el
contrario es su existencia social lo que determina su
conciencia". Y los hombres entran en relación mutua
(relaciones necesarias e independientes de su voluntad) a
través de la "producción social de su existencia",
es decir, modificando a la naturaleza
mediante su trabajo, tarea que a su vez condiciona su manera de
pensar. "La estructura
económica, se afirma en este prólogo, es el
fundamento real sobre el cual se eleva el edificio
jurídico y político, y al cual corresponden formas
determinadas de la conciencia social". Este punto es un
auténtico impulso a la sociología del conocimiento
del XIX, un ataque a la tradición filosófica
occidental del mismo calado que el de Nietzsche o
Freud, los
otros "filósofos de la sospecha

En estas páginas vemos desarrollada la tesis
según la cual  cada fase de la historia se ha
caracterizado por un modo de producción distinto.
Entendemos por modo de producción, el conjunto de fuerzas
de producción (herramientas,
máquinas, etc.)  y el conjunto de
relaciones de producción (distribución de la propiedad,
leyes sobre
la
organización económica). Cuando avanzan las
primeras debido al progreso técnico, las segundas quedan
obsoletas y se producen choques y revoluciones que reinstauran el
equilibrio en
un nuevo modo de producción.   En contra de lo
que decían los economistas clásicos, Marx no
creía que las leyes que formularon (oferta y demanda)
fueran universales, sino que sólo servían para
entender al capitalismo. Había que estudiar las distintas
etapas de la historia económica (que ordenó en
cuatro: la antigua, la asiática, la feudal y la
capitalista) para entender cada sociedad y el por qué de
los cambios históricos.

En El Capital desarrolla aún más
el análisis socio-económico del
capitalismo. Éste aparece como un sistema articulado
entorno al objetivo de la
ganancia por parte de los burgueses o propietarios de medios de
producción. ¿Cómo se logra la ganancia? A
través del capital, es decir, de la conversión del
trabajo humano en mercancías y de éstas a dinero por
medio del intercambio. Mientras que en una economía de trueque,
el cambio de mercancía a mercancía no admite
excedente y se basa en el valor de uso
de cada una de ellas, en el proceso que lleva a la
obtención de dinero a partir de un dinero inicial y a
través de la mercancía, aparece el beneficio, un
capital final superior al inicial. En un contexto donde todo se
intercambia por su valor, debemos saber cuál es la fuente
del valor de los productos.
Marx no ignora las leyes de la oferta y la
demanda, pero
argumenta que en una situación de demanda normal el valor
de un producto es
igual a la cantidad de trabajo invertido en dicho producto. No es
posible cuantificar el valor de uso (algo subjetivo), sino que el
elemento cuantificable  que determina el valor de cambio de
una mercancía es el número de horas de trabajo que
se ha requerido para producirlo (esta teoría, llamada
teoría del
valor-trabajo fue formulada anteriormente por Smith y
Ricardo). Por lo mismo, se paga el trabajo por
su valor, como si fuera una mercancía más, esto es,
con la remuneración estrictamente necesaria para su
existencia y productividad. Es
decir con lo que el obrero necesita para subsistir, según
la idea de subsistencia de una época determinada,
él y su familia (en este
caso no se ve como problema la dificultad de
cuantificarlo).

Sin embargo, el tiempo que el obrero trabaja las
mercancías por él producidas es mucho mayor que el
que corresponde a su salario. La
plusvalía es la cantidad de valor producida por el obrero
por encima del trabajo cristalizado en su salario (trabajo
necesario), producto de un sobretrabajo que en términos
económicos es el origen del beneficio del empresario. La
tasa de explotación se define por la relación entre
la plusvalía (ganancia) y el capital variable o pago de
los salarios. La
explotación, basada en la propiedad privada y el sistema
industrial y de mercado, adquiere
un carácter básico en el capitalismo; socialmente
implica el tratamiento del trabajo como mercancía, con la
consiguiente  cosificación del trabajador, a quien se
puede comprar o vender en el "mercado de trabajo" por que su
única propiedad es su fuerza de
trabajo. Marx también deduce una ley de
acumulación capitalista en virtud de la cual, el
empresario tiende a mecanizar la producción para aumentar
la productividad del trabajador y el beneficio. Su ganancia
global, pues,  no está en relación con la
plusvalía y la explotación del capital variable
sino en relación con el capital constante. La competencia
y la productividad de las demás empresas le
obligan  a invertir más en maquinaria que en trabajo.
Causada por la competencia y por el deseo del empresario de
reducir el tiempo del trabajo necesario, la modificación
de la composición orgánica del capital es un
proceso que se opone  al hecho de que es la plusvalía
del trabajo el origen de la ganancia. Finalmente, nos enfrentamos
a  un sistema económico dirigido a la ganancia que
intrínsecamente provoca la caída de las tasas de
ganancias. De esta contradicción  y de las 
crisis
periódicas de superproducción, generadas por la
disparidad de distribución de la riqueza, descritas en
Libro II del
El Capital,  Marx  deduce la
autodestrucción del capitalismo. La conclusión es
opuesta a la de los economistas liberales, que creían que
la persecución del propio interés
por parte de los individuos conducía a un orden social
espontáneo ("la mano invisible de Adam Smith).
Por el contrario, para Marx la persecución total del
propio beneficio conduce al caos social. A juicio de mucho
estudioso de la obra de Marx, sus leyes sobre el desarrollo
inexorable del capitalismo son equivocadas y desmentidas por la
realidad. Por el contrario la tesis de la rebelión de las
masas proletarias contenida en El Manifiesto comunista
son más verosímiles (como así ocurrió
en algunos países); pero si así fuera, la
explicación sobre el destino del capitalismo sería
más sociológica que socio-económica,
contradiciendo la tesis del "materialismo
histórico"

1.3    Cuando el movimiento
obrero se extendió por toda Europa, la obra
de Marx empezó a tener un enorme impacto entre todos los
intelectuales.
Engels resumió las tesis del materialismo
histórico en su anti-Düring, compendio que a
su vez ha sido simplificado y distorsionado por muchos, sobretodo
a partir de la instauración de los regímenes
políticos de inspiración marxista. El impacto en el
pensamiento político fue tal que durante la guerra
fría (1945-1989) gran parte de la intelectualidad
mundial se dividió entre marxistas y liberales. Junto a
Freud (que también denunció la parte represiva de
la civilización), el marxismo fue
la base de los movimientos sociales de las revueltas del 68 que
se opusieron a la deshumanización de la sociedad por parte
de la técnica, la máquina y también  el
consumo.
Muchos autores (Adorno,
Marcuse, Fromm) se inspiraron en la idea de alienación
para denunciar a una sociedad que promovía falsos ideales
de felicidad a través de la publicidad,
la  nueva "industria
cultural" y el embrutecimiento laboral. Otros
(Illich, Munford,) estudiaron el impacto negativo de la
técnica en la ecología natural y
humana, y vieron cómo, en la sociedad industrial, los
medios se convierten en fines y el hombre acaba estando al
servicio de
las instituciones
(el trabajo, el coche, la escuela,..) y no
al revés. El mercado destruye las antiguas formas de
convivialidad y convierte las relaciones sociales en
transacciones.

Lo atractivo de su pensamiento, la llamada a la
emancipación del ser humano a partir de bases
científicas, es también fuente de contradicciones
lógicas, como ha señalado Raymond Aron.
Según este autor las tesis históricas y
económicas de El Capital son ambiguas y no
demostrables. Es difícil imputar exclusivamente a la
propiedad privada de los instrumentos de producción el
hecho de que todos los hombres no realicen sus aptitudes. Tampoco
queda claro a partir de las mismas tesis marxistas que el
obrero esté condenado a la pauperización, como
así lo hemos visto en el S. XX, ni que exista una
división tan tajante entre estructura y superestructura
(pues la técnica que está en la base de la sociedad
implica también ciencia y esto
es también algo cultural e intelectual). Max Weber se
encargaría de matizar el determinismo materialista y
pondría de relieve los
aspectos religiosos y culturales que están detrás
de los procesos
sociales.

Aron insiste en que muchas conclusiones erróneas
y desmentidas por la historia del marxismo provienen de su
voluntad de introducir la filosofía y la moral en un
razonamiento que se quiere científico-social. Sin embargo,
otros autores señalan que Marx no tuvo una voluntad
dogmática sino que siempre estuvo en contacto con la
realidad de su tiempo y que no hubiera tenido problemas en
modificar ciertas afirmaciones a la luz de los
acontecimientos. Su espíritu era más empirista que
el de sus seguidores. Al mismo tiempo rescatan la voluntad 
de compromiso ético que toda sociología debe tener
respecto a la realidad de su tiempo, algo que el cientifismo
rechazó y que se ha mantenido en algunas  ramas de la
sociología

2.   Durkheim
analizó la sociedad de su tiempo también desde una
preocupación moral sobre el
"problema social", una de las mayores preocupaciones de un siglo
de revueltas, huelgas, y desórdenes de todo tipo.
Estudió, como su maestro Auguste Comte, el tema del
consenso social, la posibilidad de orden social, o, lo que es lo
mismo,  el mecanismo por el cual un conjunto de individuos
pueden formar una colectividad en el mundo moderno. Quiso hacerlo
con el rigor científico necesario y sus conclusiones
metodológicas han quedado como hitos en la
sociología clásica. En el siguiente apartado
destacaré su visión de la sociedad como un todo
orgánico con sus propias leyes y sus ideas
metodológicas, a mi juicio, las aportaciones más
importantes de este autor.

 2.1. En su libro La división del
trabajo
social
(1893) analiza el ligamen social, aquello que
mantiene unidos a los seres humanos. Lo denomina solidaridad
social, término que puede implicar o no lazos afectivos o
empatía con el prójimo. Y distingue dos formas de
solidaridad social: la solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica.
La primera corresponde a sociedades primitivas,
homogéneas, en las que no existe una
especialización de tareas muy acusada (básicamente
repartidas en función del sexo y la
edad). Los miembros de dicha colectividad se asemejan entre
sí, realizan trabajos no muy distintos, comparten las
mismas creencias y sentimientos, también los mismo
valores. Hay
en ellas una armonía  y orden de acción
reforzada por la preeminencia de normas de
conducta
estrictas y castigos fuertes (derecho penal).
En contraste con éstas, encontramos las sociedades unidas
por la "solidaridad orgánica", cuya cohesión
depende precisamente de lo contrario, de la diferenciación
y complementariedad de tareas. La división del trabajo
social es aquí tan pronunciada que obliga a los individuos
a entenderse entre sí en relaciones de intercambio, pero
también a ser más autónomos y a 
especializarse como trabajadores. El derecho civil o
contractual ocupa un lugar preeminente en estas sociedades donde,
al igual que los organismo vivos, cada quién cumple con su
propia función y es distinto y necesario en el conjunto
del "tejido" social

A partir de esta distinción conceptual e
histórica (pues el paso de un tipo social al otro es el
que señala el nacimiento de la modernidad
Durkheim explica el origen social del individualismo, no como
resultado de la evolución de la subjetividad por sí
misma. El llamado "sociologismo" de Durkheim es justamente esta
reivindicación de la prioridad social sobre la
psicológica o individual,  prioridad en el tiempo
(pues lo segundo aparece posteriormente) y prioridad
lógica. Contra la creencia de los economistas
clásicos y los pensadores ilustrados que explicaban los
fenómenos sociales a partir de los individuales
(entronizando la noción de "interés", o recurriendo
a la idea de "contrato
social"), Durkheim  explica los fenómenos
individuales por el estado de la colectividad.

La siguiente gran pregunta que se formula en esta obra
es cuál ha sido la causa del aumento de la división
social del trabajo. Aquí también hallamos una
respuesta sociológica, coherente con el principio  de
homogeneidad entre causa y efecto. Rechazada la hipótesis de que dicha causa estaría
en la búsqueda de felicidad o en el tedio
(hipótesis individualista o psicológica), Durkheim
encuentra la explicación en el aumento de la población y de los intercambios entre
comunidades, es decir, en el hecho del volumen y de la
"densidad
moral" o choque entre formas de actuar distintas. En virtud de la
idea darwiniana de lucha por la vida, en lugar de que unos
individuos se vean eliminados para que otros vivan, la
diferenciación social va a permitir que un número
elevado de personas sobreviva dejando de competir en las mismas
tareas y encontrando roles distintos que al mismo tiempo
contribuyan al bienestar de todos. De nuevo encontramos
mecanismos sociales de tipo supra individual que están en
el origen de los comportamientos particulares

En este sentido destaca el rol del concepto de la
"conciencia colectiva" como fuente del orden social, fuerza
unificadora que puede tener distintos niveles de extensión
(más en los regímenes sociales de solidaridad
mecánica) pero que no desaparece por
completo en las sociedades diferenciadas. Este será el
tema de fondo de su siguiente libro, El suicidio. Este
clásico del pensamiento es el ejemplo máximo de
estudio sociológico de un fenómeno que ha tenido
infinitud de explicaciones psicológicas puesto que aborda
un tema tan individual como es el de la muerte por
voluntad propia. Durkheim demuestra que también existen
condicionantes sociales a este hecho, como demuestran las
estadísticas, sorprendentemente regulares,
sobre el índice de suicidios en distintas
sociedades.

Si en La división social del trabajo la
sociedad moderna se veía como un avance positivo que
permitía la libertad
individual al generarse nuevas formas de solidaridad, en El
Suicidio

se profundiza en los desajustes que, pese a todo, existen y los
problemas que nacían de un debilitamiento de la conciencia
colectiva y de los vínculos personales directos. Durkheim
concluye, en base a los datos
disponibles, que la tasa de suicidio
aumenta entre la población soltera, los matrimonios sin
hijos y los grupos
protestantes. En estos colectivos se da el suicidio que llama
"egoísta", inversamente proporcional al grado de integración de los grupos de los que el
individuo es
parte. Por el contrario, podemos encontrar un tipo de suicidio
que obedece a razones opuestas, es decir, al exceso de
identificación del individuo con el grupo y a
interiorizar normas que le conducen a quitarse la vida (ofrecerse
en los sacrificios tribales, por ejemplo). Un tercer tipo de
suicidio, el anómico, se produce durante las coyunturas de
crisis económicas pero también en periodos de
enriquecimiento rápido, cuando se debilitan  las
normas de conducta, la estructura moral de la sociedad. Esta
última es la que, en definitiva, pone freno a la
inclinación natural del hombre hacia la posesión
ilimitada de bienes y
disfrutes. Otra fuente de anomia sería la presencia de
objetivos
vitales contradictorios entre sí, socialmente impuestos, como
la autorrealización y el orden económico. Por eso
Durkheim se esfuerza por encontrar una estructura moral, laica y
científica, que mantenga el orden social. La encuentra en
la ética
profesional y la vinculación a grupos, asociaciones y
corporaciones, no tan lejanos como el Estado ni tan
próximos como la familia,
que dan seguridad
emocional y moral a las personas.

2.2 Tanto El Suicidio como La
División social del trabajo
son ejemplos de una
metodología, formulada
explícitamente en las Reglas del Método
sociológico
(1985), que asegura el carácter
científico de la sociología. Por una parte, se
postula la existencia de un objeto de estudio específico,
distinto al de otras ciencias, y
por otra la posibilidad de observar dicho objeto de estudio desde
una posición objetiva y externa. Este objeto de estudio
son los "hechos sociales", fenómenos externos al individuo
y cualitativamente distintos a los psicológicos o
biológicos, que se imponen a éste como hecho moral.
Por eso deben estudiarse como "cosas", olvidando todo prejuicio,
definiéndolos a partir de sus rasgos externos visibles y
comprobables.

La explicación sociológica se caracteriza
por explicar los hechos sociales por medio de otros hechos
sociales. Llamamos función (término de Spencer) al
efecto que tiene un hecho social sobre otro hecho social. Pero si
lo que existe no es una relación causal inequívoca,
sino que un hecho ayuda a explicar a otro por que se da al mismo
tiempo, hablamos de concomitancias o correlaciones (por ejemplo
relación entre delito y edad, o
el extracto social). A partir de dichas correlaciones que nos da
el método comparativo entre datos, puede el
sociólogo aventurarse a formular teorías
explicativas. El mismo Durkheim en todos sus trabajos es muy
ordenado metodológicamente; expone y define su objeto de
estudio, indaga en teorías anteriores sobre lo que va a
estudiar y las rebate, y finalmente propone una teoría a
modo de hipótesis que orienta la indagación, y da
teorías explicativas finales a partir de la información recabada. Dichas
teorías, por más imperfectas que sean o atrevidas
en cuanto a la construcción de los fenómenos (por
ejemplo, la corriente suicidogenia) son  teorías
sociológicas plausibles en cuanto entrañan un
elemento predictivo y dejan la puerta abierta a su
refutación científica.

El sociologismo de Durkheim culmina con una de sus obras
más brillantes, las formas elementales de la vida
religiosa
(1912). En ella encuentra en lo social el origen
de lo religioso.

En este libro partimos de un análisis detallado
del sistema de clanes y del totemismo en ciertas tribus
australianas para terminar con una interpretación sociológica de las
formas del pensamiento humano. La religión proporciona
el primer criterio de clasificación a partir del cual la
gente ordena mentalmente el mundo: la distinción entre los
sagrado y lo profano. En lo sagrado se encuentra el origen del
respeto por lo
colectivo, las prohibiciones básicas que darán
lugar a los primeros regímenes jurídicos;
también condiciona las primeras formas de arte y ciencia
que se conocen. En el totemismo, forma elemental de
religión, lo que se adora en último término
no es el recuerdo a los antepasados ni los animales de los
que depende la supervivencia del grupo, sino una fuerza
anónima e impersonal, que es la sociedad misma
"transfigurada". Gracias a los rituales  se acepta y adora
un orden y experiencia compartida, que engendran
"representaciones colectivas", pertenecientes a todos los
miembros, se internaliza la estructura moral de la sociedad.
Finalmente, todas las categorías  de pensamiento que
conocemos proceden de la religión, es decir de la
sociedad. La sociedad ha suministrado la trama sobre la que
trabaja el pensamiento lógico, los conceptos expresan el
modo en que la sociedad  representa el mundo.

Por medio del estudio de las formas elementales de
religión Durkheim resuelve su preocupación por la
legitimación y creación de una nueva
moral en su mundo, científico e industrial,  en el
que la religión estaba perdiendo fuerza como factor de
cohesión. Si detrás de la religión hay el
culto a la sociedad misma, no existen impedimentos para que se
imponga un nuevo orden  social basado directamente en el
respeto al conjunto de la sociedad. Esto se lograría con
un adecuado proceso de socialización en el que se inculquen las
normas de conducta básicas, basadas en el respeto al
prójimo y la dignidad
humana. Durkheim se convierte así en un ardiente defensor
de la
educación universal, laica y gratuita de la Tercera
República en Francia, a la
que asesora desde  su cátedra de sociología y
pedagogía en la Sorbona. Su ideal
reformista encuentra en la educación otro pilar
fundamental para crear el nuevo orden social con el que
soñó desde joven.  

2.3 El positivismo
durkheimiano ha sido calificado de ingenuo por muchos
críticos, por que no toma en cuenta el papel que tiene la
teoría y la propia situación del investigador en la
construcción de los "hechos sociales". Algunos llegan a
afirmar que no existen fenómenos sociales sino sólo
datos; la mayoría reconoce que sí se producen pero
que no es fácil identificarlos y que no son inmutables en
el tiempo y el espacio. En todo caso la ciencia
social posterior no ha sido tan optimista como Durkheim y Comte a
propósito de la objetividad del quehacer
sociológico. También se le ha reprochado su
sociologismo o determinismo social, reproche justificable si
entendemos que en su momento justificó la especificidad y
autonomía de la sociología como disciplina
válida y merecedora de figurar en el currículum
universitario. Con este autor la sociología se convierte
en una materia
universitaria y accede a un rango que no había tenido
anteriormente

La crítica fácil al positivismo tampoco
nos debe hacer olvidar la aportación enorme que supone el
análisis comparativo de los datos estadísticos en
el
conocimiento sobre la incidencia y  frecuencia de los
fenómenos sociales, indicadora de las costumbres, conflictos y
ánimo de una población en un momento dado. Los
trabajos de Durkheim sobre el trabajo, el suicidio o la
religión nos enseñan el arte de interpretar con
sutileza la realidad, por ejemplo,  cómo desgranar
fenómenos aparentemente semejantes que tienen causas
opuestas. Más allá de los interminables debates
metodológicos, la aspiración científica de
la sociología es hoy por hoy un hecho consolidado.
Durkheim dio el impulso definitivo en este sentido. Es el autor
más citado en toda la primera mitad del siglo XX,
creó una escuela de pensamiento en Francia y es el
referente inmediato, junto con Spencer y Pareto, del funcionalismo y
del estructuralismo. Entendió a las estructuras
sociales como redes de división de
funciones o
tareas, influyendo, (al mismo nivel que Saussure),  a
estructuralistas como Lévi-Strauss y a Robert K. Merton,
cuyo ensayo "Anomia
y estructura
social", es deudor del maestro francés. A
través de su sobrino Marcel Mauss, la antropología francesa le debe la
inspiración para formulaciones claves como la de "holismo"
en Dumont.  Finalmente sus propuestas reformistas
encontraron un eco indudable en el siglo XX, con el surgimiento
de una sociedad civil
fuerte (la ley de asociaciones francesa es hoy un valor
intocable), una importante presencia de las corporaciones
profesionales y la universalización de la educación
como fundamento del orden social.

3.  Podemos ahora responder a la pregunta general
del ensayo y afirmar que Marx y Durkheim son clásicos por
que crearon una manera de pensar nuestro entorno social que
aún es válida en muchos sentidos

Marx nos enseña a valorar la realidad
económica como fundamento de muchos comportamientos
sociales. Después de él, la historia ya no es una
sucesión de personajes, sucesos políticos o
militares, ni tampoco un desarrollo de ideas sin relación
con la actividad material de la población. El comportamiento
productivo de la sociedad adquiere un protagonismo que antes no
había tenido.

Además, destaca el giro total que supone, en la
historia del pensamiento,  la sociología del
conocimiento a la que llegan, por dos caminos distintos, tanto
Marx como Durkheim. Revierten la idea platónica y
racionalista clásica de que la razón y la moral son
anteriores a la existencia social y material de los individuos.
Esta es una revolución total en la que interviene, a su
modo, Nietzsche y Freud, y que revoluciona la mentalidad de todo
el siglo XX (Berger y Lukmann basarán su concepción
social del conocimiento en este nuevo presupuesto).

En su esfuerzo por separar definitivamente  a la
sociología de la teología, la filosofía y la
política (esfuerzo secular que se inicia en Aristóteles, MaquiaveloMontesquieu,
Saint Simon, Comte, por citar sólo algunos autores),
Durkheim acaba por invertir los términos y encuentra en la
sociología la explicación última de la
teología y la filosofía. Concluye que la
noción de divinidad y las categorías del
entendimiento son la proyección de las primeras
estructuras sociales, afirmación categórica en la
que, según algunos críticos, cae en un
pansociologismo similar al de su maestro Comte. Marx es
más ambiguo respecto al carácter de la
relación entre estructura y superestructura (menos en el
prólogo citado en este ensayo); admitió, por
ejemplo, la autonomía de la evolución del arte
clásico en otros fragmentos de su obra. El legado de esta
intuición no por eso es menos importante; historiadores,
sociólogos y antropólogos posteriores, como Arnold,
Hauser, Kahler, Louis Weber,
Halbwachs, Bourdieu, se han sentido atraídos por la
relación entre la estructura socioeconómica y la
cultura.

Durkheim también  convierte lo social en
casi el único protagonista de la historia; pero pone de
relieve, no sólo las relaciones de producción, sino
también las relaciones jurídicas, las normas
éticas y las creencias colectivas que se superponen, en
mayor o menor medida  a las creencias individuales.
Pertenece a una generación posterior a Marx que
reivindica, como lo hizo su maestro Fustel de Coulanges y
también  Weber, el rol de la religión en la
configuración de una civilización, y  de la
"conciencia colectiva" (término que ha pasado a formar
parte del vocabulario de uso común) en el comportamiento
de las sociedades. Mientras que para Marx el capitalismo era
esencialmente antagónico por sus contradicciones
económicas, para Durkheim el problema social era un
problema esencialmente moral derivado de la complejización
de la sociedad. Tampoco proponen soluciones
similares; Marx es un revolucionario, Durkheim un reformista que
cree que existen vías para resolver los problemas
sociales sin destruir el sistema

Y sin embargo, comparten una visión de la
sociedad como elemento dinámico, que tiene una
explicación global. Los dos admiraron a Darwin (Marx le
quiso dedicar El capital, pero este rechazó la
oferta) y entendieron, siguiendo la metáfora organicista
darwiniana, pero también la tradición occidental
aristotélica, que sólo se pueden entender los
fenómenos individuales a partir del todo. Elaboraron leyes
sobre la dinámica social que ahora nos parecen
demasiado ambiciosas, que la realidad se ha encargado de
desmentir (por ejemplo, C. Bouglé, aplicando el
método durkheimiano ha sostenido que las ideas
igualitarias se han desarrollados en grupos muy densos, en
grandes ciudades. La experiencia demuestra que a veces a ocurrido
así, pero no siempre, como en Babilonia o Tebas, o en
ciudades indias y chinas).

La crisis de los "grandes relatos" tal como la han
denunciado los postmodernos ha conllevado una cierta crisis del
alcance de la sociología (de la que su caída en el
mundo académico no es ajena). Parece como si hubiera
cundido cierto pesimismo epistemológico y algunos
investigadores hubieran olvidado que, aunque las teorías
totalizadoras de los fundadores no lo expliquen todo,
sí  las podemos aplicar a ciertos ámbitos
donde siguen vigentes: por ejemplo, existen aún 
conflictos de
intereses entre clases sociales, y aún hay sociedades con
relaciones de solidaridad basadas en la
semejanza. 

Gran parte de la sociología posterior se ha
limitado a formular leyes limitadas en el espacio y el tiempo,
centrada en estudios empíricos (sociología
analítica o positivista) o colaborando con  otras
disciplinas (los nuevos "estudios culturales" dependen mucho de
la sociología) en ámbitos nuevos de interés
como el rol de las mujeres, los conflictos generacionales y la
exclusión, áreas de estudios no ya centradas en la
lucha de clases, sino en los problemas de la sociedad post
industrial. Se ha perdido gran parte del compromiso social que
conllevaba la sociología clásica, cuando la idea de
entender el mundo estaba ligada a la voluntad de mejorarlo.
Aún aceptando la separación entre doctrina y
teoría social, tal como la quisieron Weber, Aron y Freud,
y por la que criticaron ciertas conclusiones de Marx, creo que es
rescatable que el sociólogo ofrezca, separando bien los
términos, una idea de mejora de la realidad que estudia,
puesto que él forma parte de la misma. 

Concientes de los límites de la teoría
social de Durkheim y Marx, podemos reconocer su trascendencia en
las perspectivas de análisis que inauguraron,  la
centralidad de lo social en su pensamiento,  y la fe en el
conocimiento racional, empírico y crítico de
nuestra realidad social.

* Bruno Cruz Petit es Jefe de la Unidad de Investigación en la Universidad
Motolinía del Pedregal

 

 

 

 

 

 

Autor:

Bruno Cruz Petit

No. 18 | Fecha de Publicación: Julio
2005

No. 18 | Fecha de Entrega: Abril 2005

Partes: 1, 2
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