La nueva prensa rosarina en los años veinte, entre la modernidad y el chantaje
La verdad como bandera y el honor como
blasón.
Declaración de principios del
diario LA REACCION
Introducción:
En un nuestro trabajo "De
hoja facciosa a empresa
periodística moderna. La transformación finisecular
del diario LA CAPITAL",
centramos nuestro análisis en las transformaciones
finiseculares del diario La Capital, señalando
que a principios del siglo XX este órgano
periodístico rosarino "comienza (…) a redefinir su
lugar como "prensa seria", y
cuando en 1911 El Municipio deja de salir, acapara y
monopoliza el negocio de los avisos clasificados y asegura su
subsistencia económica. Los adelantos técnicos y
editoriales aplicados significaron para La Capital el
tránsito hacia una posición con la que
ningún otro medio de la ciudad estaba en condiciones de
competir. Las ventajas técnicas
se tradujeron así en una diferenciación absoluta
con el resto, que el diario interpreta como el resultado del
reconocimiento del público, principal sostenedor a la vez
que beneficiario de la empresa.
(…) nuevas expresiones periodísticas harán
su aparición como actores periféricos de este espacio virtual de
posiciones e intercambio de intereses. Son desde un primer
momento partícipes y productores de las nuevas
lógicas. No intentan disputar la hegemonía a La
Capital, sino que reconocen esa cualidad superior del diario
de los Lagos, implícita o explícitamente.
(…) La Capital comparte con estos órganos
secundarios, su participación como miembro de un campo
periodístico. Sin embargo, y a pesar de ciertas semejanzas
en la redefinición de los criterios de legitimación, no pueden ocultarse notables
diferencias entre estos diarios y La Capital. El
carácter de empresa cultural de La
Capital se construye y proyecta sobre un lector potencial
diferente al de los demás diarios locales".
Nos aproximaremos entonces en este trabajo a "los
demás diarios locales" y sus potenciales
lectores.
Del conventillo a la "casita". O de cuando el
proletario desarraigado deviene vecino.
Según los datos del Cuarto
Censo Municipal del año 1926, Rosario alberga en ese
entonces a unos 407.000 habitantes. La ciudad se afirma como gran
urbe en ascenso. El marcado proceso de
urbanización de los suburbios, así como la
importante expansión en la construcción de viviendas da una idea de la
magnitud de las transformaciones que estaban ocurriendo sobre el
tejido social de la ciudad y su hinterland.
A principios de los años veinte, según un
testimonio oral recogido medio siglo después por el
escritor costumbrista Héctor Nicolás
Zinni
"ir (a Fisherton) en el tranvía 14 bis era ir a
la Luna, tomar el 5 (a Alberdi) era una aventura en las pampas,
tomar el 8 era despedirse llorando porque iba al Saladillo, a
otro mundo. Salías vos de la calle Ayolas, que ahora le
han puesto otro nombre y ya se acababa la tierra. Era
navegar… se navegaba por los rieles: yuyos a la izquierda,
yuyos a la derecha. Lo único que había al comenzar
era una quinta donde los muchachos grandes enseñaban a los
más chicos a robar higos. Pero un poco antes vivía
una vieja que no había querido abrir la calle Ocampo.
Después de aquello venía el mar… el mar con
olas".
Este navegar tranviario hacia suburbios cada vez
más lejanos del centro indica una presencia poderosa en la
dilatada geografía urbana: el
barrio. Más allá de las inevitables reminiscencias
tangueras que el término evoca, lo cierto es que las
urbanizaciones que surgen extramuros entre la
improvisación y la orfandad de planeamiento,
hacen de la necesidad virtud. El proletario que abandona el
inquilinato, "la sórdida pieza del convoy", por el lote
comprado a largo plazo donde va edificando en más largo
plazo su vivienda, opera en su identidad
colectiva hondos cambios. Es un obrero en términos de
clase, pero al
mismo tiempo –
propietario o inquilino-, es un vecino. Los años veinte
encuentran a una parte considerable de los sectores subalternos
rosarinos como protagonistas de un cambio
fundamental. Es el que se verifica en ese actor social que
comienza a priorizar lealtades y dedicación a la sociedad de
fomento vecinal (o más frecuentemente al club del barrio)
o a la cooperadora de la escuela fiscal a la
que concurren sus hijos, antes que al ateneo libertario o al
sindicato
clasista al que una generación antes tributaba casi con
exclusividad.
El análisis de esta evolución plebeya está aun subsumida
en la oscuridad subalterna que le impuso la evidente visibilidad
histórica del proceso de consolidación identitario
de los sectores burgueses de la ciudad que a través del
desarrollo de
prácticas específicas y aparatos institucionales
ad hoc, ha dificultado hasta tiempos recientes a los
historiadores poder
acercarse a la dinámica que en la misma dirección de ascenso social ocurría
dentro de los sectores populares.
La consolidación estructural de la
burguesía rosarina de la mano de la inserción del
litoral agrícola-ganadero en el proyecto del
80´, le había permitido a esta impulsar exitosos
procesos de
producción de hegemonía. La
construcción y posterior consolidación de una
prensa "seria" en la ciudad, constituye para los sectores
burgueses, uno de los más significativos logros. Su
éxito
en la consolidación de una palabra legítima,
incontrastable en el ámbito local, permitirá que la
proliferación de experiencias alternativas pudiera
concretarse sin encontronazos de importancia.
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