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Prostitución urbana y prostitución infantil en Celaya Guanajuato (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

El tema de los clientes
será abordado de manera detallada en un quinto capitulo en
el que se realiza una caracterización de los clientes
entrevistados y se profundiza en aspectos tales como la
relación con prostitutas y prostitutos, la percepción
acerca de la prostitución y de la prostitución
juvenil en particular; y la construcción de su identidad como
clientes.

Finalmente, en el capítulo sexto, a modo de
conclusión se desarrolla una caracterización de la
prostitución juvenil, analizando y exponiendo sus rasgos
distintivos, también se identifican las principales
variables
asociadas al origen y mantenimiento
de ésta. Informe en
torno a los
grupos de
jóvenes de más alto riesgo con
referencia a la temática en cuestión.

Introducción

Hablar de prostitución es siempre un tema
controvertido y toca inevitablemente las fibras morales de
cualquier persona, y, en
general, es un tema que desata el desprecio, la burla y el
rechazo social hacia las personas que lo ejercen, y,
curiosamente, no así contra quienes la contratan. Es un
hecho que, en México y
en la gran mayoría de los países hispanoamericanos,
las personas que se dedican a éste, "el oficio mas antiguo
del mundo", son consideradas como habitantes de un submundo
social, residentes de la cloacas donde los humanos se transforman
en una especie de fauna nociva y,
como tales, son personas confinadas a los márgenes la
más profunda oscuridad de las ciudades donde la identidad
de los "indecentes" no es reconocible.

Desde la Antigüedad, la prostitución ha sido
una problemática donde han confluido muy diversas y
contrapuestas visiones que ponen en juego las
diferentes miradas que tienen los sujetos sobre su orden social.
Mientras hay quienes la han visto y tematizado desde una
perspectiva naturalista, representándola como un "mal
necesario", hay otras perspectivas como las impulsadas por
algunas corrientes feministas que la han llegado a calificar como
la representación máxima de la condición
subordinada de la mujer. Por su
parte, otras perspectivas, como la marxista han colocado
énfasis analítico en su condición de
transacción económica por lo que han preferido
conceptualizar la prostitución como "comercio
sexual". En forma más reciente, un segmento importante de
las prostitutas y de las mujeres que trabajan con ellas ha
tendido a reformular su mirada respecto a la prostitución
reivindicando su condición de "trabajo
sexual".

La prostitución es definida, en términos
generales, como "… la venta de servicios
sexuales a cambio de
dinero u otro
tipo de retribución. Una persona que ejerce la
prostitución recibe el nombre de prostituta o prostituto.
Para el caso que esa persona sea mujer
también se usa mujer de compañía o
coloquialmente puta, palabra que conlleva una fuerte
connotación despectiva. La versión masculina, puto
u hombre de
compañía equivale de forma más formal a la
palabra 'gigoló' pero se usa más comúnmente
en Europa, pues puto
se usa en varios países de Iberoamérica de forma
homófoba para referirse a cualquier homosexual, no
necesariamente a quien presta sus servicios a cambio de
dinero."
(Wikipedia)

Si fuéramos literales con lo anterior, muchas
relaciones
humanas que se establecen en las sociedades
actuales están prostituidas (como bien lo son ciertos
tipos de matrimonio
heterosexual); pero hoy sólo se le reconoce como
prostituta a aquella persona que, durante un encuentro
específico, intercambia una cantidad de sexo por una
cantidad de dinero (o tarifa). Así, una prostituta o un
prostituto es aquella persona a la que se le contrata en la
calle, telefónicamente, vía Internet o en un antro, se
le lleva a un sitio para tener sexo y se le paga por ello. En la
era de las comunicaciones, las vías y posibilidades de
contratación de este servicio se
han multiplicado.

No nos detendremos aquí a analizar el papel
incluso sagrado que tiene la prostitución en ciertas
culturas o los ritos de iniciación al sexo que, en muchas
sociedades latinas, llevan a cabo los padres con sus hijos
varones en los prostíbulos. Tampoco buscaremos los motivos
por los cuales una persona decide voluntariamente o se ve forzada
a dedicarse a esta actividad, o por qué -a final de
cuentas– hay
quienes la utilizan a pesar de su apreciación de que es
algo intrínseca o socialmente malo (a veces pareciera
demasiado obvio). Esta investigación simplemente busca retratar un
fenómeno social -el de la prostitución-,
situándole para ello en un grupo social
específico (el colectivo de la ciudad de Celaya) y de
cuyas observaciones pudiéramos derivar conclusiones
aplicables a la generalidad.

Por otro lado, se ha debatido desde el campo de loa
investigación respecto a las causas y factores que
determinan el ejercicio de prostitución. La mayor parte de
los autores y autoras, han concordado en señalar como
explicación para su origen, situaciones de pobreza y
marginalidad,
junto con la presencia de la violencia y el
acoso sexual
desde la infancia en la
vida de las y los afectados. También dichos estudios han
afirmado que estas causas son múltiples y demasiado
complejas como para encasillarlas en un sólo esquema
explicativo.

No obstante, creemos que el estudio de la
prostitución implica hacer frente a una cantidad
importante de interrogantes que no se resuelven solamente a
partir de análisis psicosociales y
socioeconómicos. Siendo estas perspectivas relevantes para
comprender la prostitución, nos parece que no abordan
desde una mirada cultural, los diferentes aspectos que se
encuentran involucrados en la problemática.

En particular, pensamos que las formas que adopta la
prostitución tienen directa relación con el
modelo de
sociedad y
cultura en que
esta se inscribe. Hoy la prostitución en México se
encuentra inserta en un contexto de modernización
caracterizado por la centralidad que le da al consumo como
espacio de integración social. Por otro lado, esta
sociedad en proceso de
transformación plantea un modelo de sujeto-protagonista
del consumo: el "joven", valorando la juventud como
un atributo estético y un estilo de vida
que se debe poseer –y muchas veces "consumir"- para cumplir
con los ideales sociales de integración.

En pocas palabras, asistimos a un proceso de
"juvenilización" de la prostitución, tanto desde la
perspectiva de la apropiación de la prostitución
por parte de los sujetos que se prostituyen, como desde la
"demanda"
creciente de los múltiples clientes-consumidores de
prostitución.

En efecto, pensamos que la emergencia de lo juvenil en
la prostitución tiene que ver también con una
sociedad que legitima la prostitución a través de
su lógica
económica. Es así como no es banal que encontremos
que estas formas de prostitución femenina y masculina
encuentren gran visibilidad en las páginas de avisos
económicos, no obstante seguir siendo estigmatizada en el
plano cultural, por un discurso
moralista compartido por importantes e influyentes sectores de la
sociedad. Por un lado, la economía acepta y legitima la
prostitución juvenil, por otro, nuestra "cultura de las
apariencias"
se escandaliza cada vez que la "descubre" en el diario o en las
noticias.

Todos estos cambios acontecidos a la prostitución
reproducen también las características del modelo
de integración predominante. La prostitución tiende
a institucionalizarse y constituirse en un espacio regido por las
leyes del
mercado, operando
a partir de una lógica de oferta y demanda
de servicios sexuales. Un ejemplo significativo lo encontramos en
el considerable aumento de la prostitución juvenil
masculina que descansa en la existencia de una insospechada y
creciente demanda de clientes que en su vida cotidiana se asumen
como heterosexuales.

No obstante, esta lógica económica
fragmenta la prostitución juvenil en dos polos. En efecto,
el contexto histórico actual en el que se inscribe la
prostitución juvenil tiene que ver tanto con la
exclusión como con la integración. Por un lado,
encontramos un eje de la prostitución juvenil que
podríamos caracterizar como integrador a un cierto
mercado global
de la prostitución y por otro encontramos la subsistencia
y reproducción en nuevas formas de un eje
desintegrador que tiende a invisibilizar y legitimar la
prostitución como una alternativa para obtener recursos por
parte de sectores populares crecientemente
pauperizados.

En el primer caso, encontramos la creciente
participación de jóvenes hombres y mujeres de
sectores medios, en una
prostitución que no es tanto para "sobrevivir" como para
"vivir bien", prostitución que se ejerce en función
del acceso a determinados niveles de consumo.

En el otro extremo, como ejemplo paradigmático
encontramos el caso de la prostitución asociada al consumo
de droga, donde
no existe una conciencia de
ejercer prostitución sino una práctica de esta como
producto de la
suma adicción.

Al medio de este modelo encontramos, los otros tipos de
prostitución, la calle; el table, el night club y el
cabaret; y el circuito de los masajes, privados y agencias que
dependiendo del sector social incorporarán en sus
ejercicios mayores o menores grados de integración y
exclusión.

En síntesis,
la diversificación y desterritorialización de las
formas de prostitución configura un escenario ambiguo, de
cambio y continuidad respecto al sentido que los actores
involucrados en la prostitución le dan a su ejercicio y
consumo.

Este cambio de contexto podrá jugar tanto a favor
de la autonomización de los y las sujetas involucrados/as
en forma directa en situaciones de prostitución como jugar
en su contra tendiendo a reproducir y extremar un esquema de
explotación y marginalidad que legitima la
prostitución como estrategia de
supervivencia cotidiana en los y las jóvenes de sectores
populares.

CAPÍTULO I.

Marco de
antecedentes

  • La Prostitución como fenómeno de
    estudio

El presente capítulo intenta servir de marco de
antecedentes para comprender el fenómeno de la
prostitución juvenil.

En primer lugar, presentamos los principales enfoques y
perspectivas sobre la prostitución en general, dando
cuenta de sus principales conceptualizaciones y
tipologías.

En segundo lugar, presentamos una entrada al tema de la
prostitución en México, sintetizando su presencia
histórica y cómo ha sido abordada, primero desde la
perspectiva legal y luego desde la
investigación.

En tercer lugar, abordamos la prostitución
juvenil, sintetizando los primeros antecedentes de esta
problemática en México y exponiendo las principales
investigaciones sobre la prostitución tanto
femenina como masculina.

  • Principales enfoques y
    perspectivas

La mayor parte de los estudios coincide en
señalar que los enfoques más recurrentes en
relación al tema de la prostitución son los
sustentados por el marxismo y el
movimiento
feminista. Estas dos corrientes, han apuntado a la necesidad de
entender la prostitución como un sistema de
explotación sexual, la diferencia sin embargo ha estado puesta
en los énfasis que coloca cada perspectiva: el marxismo en
la lógica económica subyacente a la
prostitución, y el feminismo en
la condición de explotación de la mujer dentro de
esta lógica.

  • a) La Perspectiva Marxista

Para el Marxismo, la prostitución es concebida
como una forma específica de intercambio y
transacción que involucra la esfera de la sexualidad.
Más que hablar de prostitución el marxismo ocupa el
concepto de
comercio sexual siendo este el proceso de
"transacción comercial" por el cual una persona vende su
cuerpo o sus "servicios sexuales" para satisfacer las necesidades
sexuales de otro.

Este es tan sólo un intento por ordenar y
clarificar discursos que
sin embargo han tendido a la complementariedad de argumentos, por
otra parte es conocido el hecho de que una parte importante del
feminismo ha
trabajado en torno a los postulados de Marx con el fin
de explicar la situación y condición de las
mujeres.

Desde esta perspectiva, el término
prostitución sería esquivo y engañoso en
virtud de las connotaciones morales, éticas y sociales que
a él se asocian, encubriría la situación de
explotación y generaría un estigma para quienes la
practican (Skewes, 1995).

En síntesis, para el marxismo, la
prostitución forma parte de la explotación y la
apropiación que el capitalismo
hace de la fuerza de
trabajo de las personas. La mujer y el hombre que
se prostituyen serían entonces víctimas del sistema
de opresión capitalista.

  • b) La Perspectiva Feminista

Por su parte, y sin dejar de lado los aspectos
económicos que la prostitución involucra, las
feministas elaboran un conjunto de enfoques que identifican y
critican la existencia de un "sentido común" que justifica
social y culturalmente la existencia de la
prostitución.

Entre los enfoques planteados por el feminismo podemos
identificar la existencia en primer lugar de una perspectiva
abolicionista.
Esta se refiere a la necesidad de acabar con
la prostitución, sin dar cabida a reglamentaciones o
tolerancias de ningún tipo, lo que supone en primera
instancia el fin de la sociedad patriarcal: "la esclavitud sexual
es uno de los fundamentos de la sociedad patriarcal, por lo que
su desaparición sólo será efectiva cuando
sea abolido el orden social que la produce" (Hall 1988: 22). Este
punto de vista será compartido ampliamente por el
movimiento feminista durante gran parte de los años
setenta y ochenta (Pheterson 1989).

Sin embargo, el abolicionismo deberá hacer frente
a fines de los setenta a un proceso de organización y levantamiento de demandas
sociales por parte de las mujeres que ejercen la
prostitución, especialmente en Estados Unidos y
Europa, como paradojal resultado del trabajo conjunto entre
prostitutas y feministas. Esta perspectiva
contractualista,
considera que la prostitución es un
trabajo como cualquier otro, y que las prostitutas pueden ser
consideradas como trabajadoras sexuales. Lamas señala que
el contractualismo fue tomado por un sector del feminismos
europeo y norteamericano de fines de los setenta y principios de los
ochenta, pero que luego se "desarmó", como producto de la
desvinculación de las feministas debido al ascenso del
puritanismo – recordemos el período Reagan en Estados
Unidos-, el debate sobre
la pornografía que dividió al feminismo
norteamericano, y las crecientes denuncias de tráfico de
mujeres, hecho que desmantela definitivamente la opción
contractualista al interior del feminismo (Lamas 1993:
108).

Esta nueva situación política de la
prostitución, no dejará de introducir divisiones al
interior del feminismo, pues los sectores abolicionistas
plantearán que la aceptación de la
prostitución como un medio válido de trabajo para
las mujeres es la aceptación del orden patriarcal de la
sociedad, por el contrario, las feministas que estaban por apoyar
a las prostitutas en sus demandas de mejoramiento de las
condiciones en que se desarrolla el trabajo
sexual, consideraban que la alianza entre feministas y
prostitutas era una necesidad mutua (Pheterson 1989). Esta misma
polémica ha sido desarrollada por Walkowitz (1990) y Lamas
(1993).

A partir de este conflicto y
más allá del abolicionismo y el contractualismo, se
desarrollará una perspectiva que apunta a mejorar los
aspectos legales y condiciones jurídicas en que se
desarrolla la prostitución tomando siempre en cuenta las
razones e intereses de las propias prostitutas.

  • c) La Perspectiva Legal

Históricamente y desde el punto de vista de la
legislación han existido tres posturas o posicionamientos
respecto a la prostitución. Una posición partidaria
de prohibirla y castigarla, otra de permitirla y regularla y una
última que reconoce su existencia pero plantea una lucha
para que desaparezca (Ballester & Gil, 1996).

Estas posiciones han dado lugar a diversas estrategias desde
las cuales los Estados Nacionales y sus instituciones
enfrentan el tema de la prostitución. Estas estrategias
son adoptadas tanto en forma separada, como en forma conjunta o
complementaria, dando origen a los sistemas
prohibicionistas, reglamentaristas y abolicionistas.

El prohibicionismo se orienta,
básicamente, a sancionar la práctica de la
prostitución como un delito,
penalizando por lo tanto a las mujeres que la ejercen, omitiendo
de paso la responsabilidad que cabe a los otros actores
(clientes, proxenetas, familia, Estado,
etc.)

El regulacionismo, implica que no se
prohíbe la prostitución, sino que se reglamenta y
condiciona, a través del otorgamiento de carnets,
permisos, autorizaciones, licitaciones periódicas, etc. En
el caso de México, el prohibicionismo y el regulacionismo
operan en forma simultánea, por cuanto a las prostitutas
se les persigue, apresa y penaliza por "ofensas a la moral
pública" u otros cargos de ese tipo, en tanto el Código
Sanitario establece normas respecto
de la licitación de las prostitutas en los consultorios de
sanidad municipal, lo que implica una tolerancia y
regulación de la actividad.

El abolicionismo, reconoce la existencia de la
prostitución, entendiendo que constituye un mal social, un
ataque a la dignidad de
las personas y una forma indeseada de explotación, por lo
que no castiga la prostitución pero si cualquier actividad
que la favorezca y toda explotación que se haga de la
misma (Ballester & Gil, 1996)

Las perspectivas anteriores han sido las que han guiado
la mayor parte de los estudios sobre la prostitución
durante los últimos 25 años, sobre estas ideas es
que se han constituido los más importantes cuerpos de
estudios e investigaciones. Estos enfoques han ayudado
también a alimentar el activismo político y las
intervenciones que directa o indirectamente han implementado
diferentes actores interesados en el fenómeno, tanto desde
los puntos de vista epidemiológico, económico,
legal y social.

Sin embargo todas estas perspectivas se oponen hasta hoy
a una corriente contraria que está en la base de la
cultura y estructuras
sociales, y que le otorga a la prostitución un papel
central en regulación de las relaciones entre hombre y
mujer y que por su antigüedad y arraigo en la mayoría
de las culturas, ha pasado a ser un hecho natural.

  • d) La perspectiva
    "naturalista"

De manera opuesta a los postulados del movimiento
feminista y las corrientes marxistas de pensamiento,
existen un conjunto de ideas asentadas en la cultura y el
"sentido común", que representan a la prostitución
desde una perspectiva "naturalista", considerando que esta
siempre ha existido y siempre va a existir, porque es necesaria
para controlar la presión
(sexual) de los machos sin pareja y/o para resguardar a las
"mujeres virtuosas" que están reservadas para el
matrimonio y la procreación.

La visión de la prostitución como
fenómeno natural se basa en postulados ligados a la
cultura y hegemonía genérica masculina, la que
plantea una visión dicotómica de la sexualidad
humana: machos activos, frente a
hembras pasivas (Magán 1994, Trapasso 1996, Vidal et al.
1994). El reduccionismo dicotómico de esta visión,
se basaría en la difundida idea de la existencia de
mujeres "buenas" y mujeres "malas", las unas destinadas a cumplir
con sus roles "naturales" centrados en el ámbito
doméstico y la reproducción biológica, las
otras destinadas a satisfacer las necesidades y fantasías
no cumplidas de los hombres al interior del matrimonio. Lo
doméstico estaría entonces asociado al campo de los
afectos, mientras la prostitución al campo de las pasiones
y el erotismo.

La prostitución, sería entonces parte del
orden social, un "mal necesario", opuesto sin embargo, al
valor de
la familia,
del matrimonio, de la fidelidad, de los hijos, de la sexualidad
normada y controlada. Según las feministas (Hall 1988;
Pheterson 1992; Herrera & Vidal s/f) esta postura
sería sustentada y reproducida por las normas sociales
imperantes, el Estado, sus
leyes y los organismos encargados de "controlar" su
funcionamiento.

En esta misma línea pero presentada como
formalización teórica, se encuentra la perspectiva
que interpreta la prostitución como forma de
relacionamiento social
de antigua data, que ha cambiado su
esencia relacional a partir de la mercantilización e
integración de la prostitución a los circuitos
capitalistas modernos. Principalmente la literatura así como
distintos movimientos
artísticos han encontrado en el ambiente de la
prostitución, en sus formas antiguas, un espacio de
inspiración y relacionamiento social, el ambiente de la
bohemia artística se ha romantizado incluyendo entre sus
escenarios principales a prostíbulos como protagonistas
prostitutas, clientes y proxenetas (hombres y mujeres). Un
ejemplo de ello se encuentra en el trabajo de Maffesoli (1990),
quien intenta mostrar, a través de la prostitución
como "la relación con el otro es el asunto
primordial de toda sociedad" (p.106). Según el autor, "la
circulación del sexo, como la circulación de las
bebidas fermentadas, arraiga el estar juntos en su sustrato
natural" (p.107).

La prostitución se constituiría en la
rememorización del cuerpo colectivo primitivo e
históricamente habría estado cargada de ciertas
virtudes sociales "los prostíbulos tenían una
función de educación
complementaria" (p.111), la prostitución en si misma
cumpliría un verdadero papel civilizatorio. El ritual
social de prostitución, constituiría una suerte de
poligamia funcional, "semejante intercambio es la vez
causa y efecto de lo social, concretiza y sella lazos de
parentesco que reenvían a la noción de familia
ampliada" (p.114).

Este proceso de socialización, como lo llama Maffesoli
(1990), cambiaría a partir del siglo XIX, al volverse
productiva la energía sexual, como toda energía. De
este modo el ingreso de la prostitución al modo de
producción capitalista,
transformaría el sexo en mercancía
privatizándolo y quitándole su sentido
civilizatorio y colectivo.

  • Hacia una definición
    conceptual

Desde una perspectiva sociológica marxista, la
prostitución o comercio sexual es un producto del desarrollo
capitalista, siendo "histórica porque en un lugar de ser
una actividad innata de la sociedad, un mal necesario o la
profesión más antigua, la prostitución
aparece cuando surgen las clases
sociales, la familia monogámica y los valores
mercantiles de las relaciones sociales. Por ello sólo
desaparecerá en el momento en que tales premisas sean
abolidas; mientras tanto, adquiere formas diversas para
subsistir, ora embozada, ora matizada y engalanada, pero sin
diluirse verdaderamente ni bajo el capitalismo ni dentro de los
países de economía estatizada
autodenominados socialistas" (Gomezjara & Barrera 1992:
28).

Desde el feminismo se ha señalado que la
prostitución se puede definir como una forma extrema de
sexismo: "la prostitución es la consecuencia de la
subordinación de las mujeres en el conjunto de las
sociedades y de las relaciones de fuerza entre las
categorías de sexo" (Hall, 1998: 10).

Se ha planteado que la prostitución sólo
puede entenderse mediante el análisis de la
articulación del concepto del patriarcado y la
estratificación de la sociedad en clases sociales. A las
causas anteriores, se debe agregar factores étnicos,
puesto que se ha ido consolidando una demanda creciente por
prostitución "exótica", constituida por mujeres de
otras regiones o de minorías étnicas dentro de un
mismo país, lo que ha generado un fuerte movimiento en la
"trata de blancas" en las últimas
décadas.

De esta manera, la prostitución estaría
basada en tres principios básicos: género,
clase y raza
(etnia), de los
cuales el patriarcado como componente sexual, sería el
más antiguo, el que ha organizado la prostitución
de las mujeres.

Por otro lado, desde una perspectiva institucional, en
1978 las Naciones Unidas
definían la prostitución como una situación
en que "la mujer que se ofrece libremente a cambio de dinero al
primero que llega, sin elección ni placer, en forma
cotidiana cuando no posee ningún otro medio de existencia"
(Citado por Gomezjara, Francisco & Estanislao Barrera.
Sociología de la Prostitución.
p.27). Con el transcurso del tiempo esta
definición ha quedado obsoleta debido a que sólo
relaciona la prostitución con las mujeres y estima que las
causas son únicamente de carácter económico.

En 1988, las O.N. U. ya habían avanzado a un
marco más amplio de definición que pasaba a incluir
a otros actores y segmentos de la población y que buscaba en múltiples
factores las causas que la originan: "Si la prostitución
de las mujeres es un hecho social no hay que tener por ello una
visión economicista y reductora del fenómeno, ya
que todas las mujeres pobres no se prostituyen y, podemos
añadir que tampoco es un fenómeno "sexista" todas
las mujeres no son prostitutas" (UNESCO, 1998: 10).

Aún con diferentes énfasis y enfoques,
parece haber acuerdo en que la prostitución es un
fenómeno que afecta principalmente a las mujeres y que se
encuentra articulado a factores económicos, de clase y
etnia. Son estos factores interrelacionados los que pueden ayudar
a entender las "formas emergentes" de prostitución
femenina, la emergencia de la prostitución masculina
heterosexual y homosexual, y el aumento y expansión de la
prostitución infantil.

  • Tipologías de
    Prostitución

Un modo de referirse a los tipos de prostitución
es el basado en factores de carácter espacial y
geográfico. Lastra (1997) establece una tipología
de prostitución basada en tales criterios pero
subdividiéndola en cuanto a su visibilidad e
invisibilidad, esto es en relación a su
localización. El comercio sexual visible, es aquel que
opera en espacios y lugares previamente definidos y organizados
para ello, tales como prostíbulos, saunas, tables o la
calle. En cambio, el comercio sexual invisible es aquel que se
encubre bajo actividades que no se reconocen o que no tienen
ligazón con el comercio sexual.

Otra forma de clasificar la prostitución se basa
en la subdivisión de esta según variables de tipo
etárea (prostitución infanto-juvenil y
prostitución adulta), o según variables
sexo-genéricas (prostitución femenina,
prostitución masculina homo y heterosexual). En cuanto a
la prostitución femenina, la mayor parte de los estudios
citados dan cuenta de ella sin establecer cortes etáreos o
de otro tipo, bajo el argumento de que los sujetos no son
segmentables y que se debe considerar como un todo dentro del
cual se da un proceso. En efecto, Herrera & Vidal (s/f),
plantean que la división en "tipos de prostitución"
es forzada y contribuye a la mistificación del problema.
Las autoras señalan por ejemplo que la distinción
entre prostitución
infantil
y adulta no da cuenta del fenómeno como un
proceso y lo segmenta sin tomar en cuenta de las situaciones
previas como la violencia física y moral, el
abuso, el incesto. Lo mismo ocurriría con las divisiones
entre la prostitución de "alto nivel" y la que está
vinculada a la pobreza, al
contrario de lo que se piensa habitualmente, señalan las
autoras, la prostitución de elite reflejaría de
mejor forma aún, la deshumanización y la enajenación de la sexualidad humana y la
devaluación del cuerpo y condición
femenina, por cuanto se estaría reconociendo una cierta
segmentación de clase en la oferta y
demanda de los cuerpos de las mujeres (Herrera & Vidal s/f:
12-13).

No obstante, el desarrollo de los estudios sobre la
prostitución infantil, o explotación sexual de los
niños/as ha demostrado la validez y
necesidad de hacer cortes en el análisis de la
prostitución, lo mismo cuando vemos que la
diversificación de la prostitución (masculina,
femenina y homosexual) indica que se deben afinar las miradas al
fenómeno, sin dejar de lado que aún siguen siendo
las mujeres las principales protagonistas y que todo ingreso y
mantención de los sujetos en el "mundo de la
prostitución" es parte de un proceso.

2. La Prostitución en
México

2.1 Una Aproximación
Histórica

La prostitución ha existido en México, sea
en sus formas legales o ilegales, por siglos. Una cosa que tiene
que ser diferenciada es la prostitución en si del adulterio. El
adulterio era duramente penado, y en algunos casos de acuerdo a
las leyes de Netzhualcoyotl la pena era la muerte.
Pero para la prostitución la situación era distinta
ya que las mujeres vendían a los hombres su tiempo y
servicios. No había adulterio cuando existía un
consentimiento social sobre la existencia de prostitutas, en
contraste con las mujeres que se sabía engañaban a
sus esposos.

La sociedad en el Anáhuac llego a alcanzar los
más altos niveles de prosperidad. Así como hoy
conocemos a los siglos XX y XXI como los siglos cuya
civilización es la mas avanzada tecnológicamente de
toda la historia,
nuestros ancestros, los Viejos Abuelos, tuvieron la
civilización socialmente mas avanzada. La sociedad
funcionaba, porque no existían las etiquetas o la discriminación. La existencia social de la
prostitución emergió sin dificultades en el
Anáhuac en comparación con otras
culturas.

Así que era el gobierno quien
estableció en aquellos tiempos una institución
llamada Cihuacalli. El Cihuacalli era un lugar donde las mujeres
podían reunirse en una manera ordenada, segura, dentro de
un ambiente controlado. De ahí el nombre de Cihuacalli,
que significa la Casa de las Mujeres. Debemos subrayar que no
todas las mujeres en el Cihuacalli eran prostitutas, algunas tan
solo eran bailarinas exóticas, cautivas de tierras
extranjeras, y otras tenían una rara función muy
similar a los servicios de escort o acompañantes de hoy en
día.

El Cihuacalli es descrito como un complejo que albergaba
muchos cuartos, donde estas mujeres vivían. En
algún punto, estas instalaciones tenían un "lounge
room" o salón donde los hombres veían a mujeres
bailando con movimientos eróticos, y algunas veces
cantando poemas
sexuales y provocativos. Existen historias, pasajes, e incluso
leyendas que
relatan sobre situaciones entre reconocidos capitanes y guerreros
enamorados, y escapes que hacían con sus amadas del
Cihuacalli hacia tierras lejanas. Los cuartos del Cihuacalli
veían hacia un patio central, donde una estatua de
Tlazolteotl estaba ubicada en el centro. Mujeres ancianas eran
las que de alguna forma estaban en control de las
chicas del Cihuacalli y de los rituales que se hacían a
Tlazolteotl. Tlazolteotl es la energía que "devora la
suciedad". Los españoles confundieron a Tlazolteotl con un
demonio sexual, un succubus, porque su nombre esta ligado a la
suciedad y a su función de presidir el apetito sexual y
las relaciones
sexuales en si. Las prostitutas tenían especial
cariño por Tlazolteotl porque ella era la única
energía que podía incitar los deseos sexuales,
ayudarte a concretizar cualquiera que fuese tu deseo carnal, pero
al mismo tiempo era la única energía que te
limpiaría de la obvia suciedad espiritual
producida.

Los gobiernos controlaban el Cihuacalli. Pero la
prostitución existía incluso afuera de los
Cihuacallis. Se habla sobre mujeres que seguían a los
soldados que iban en campaña hacia tierras lejanas. Dichas
mujeres al menos pudieron haber sido reconocidas por la milicia.
No existe caso conocido sobre relaciones entre las órdenes
militares sagradas, tales como los Caballeros del Nahui Ollin,
popularmente conocidos como caballeros Águila y caballeros
Jaguar. Pero los soldados rasos, e incluso algunos guerreros de
los llamados de acción
rápida usaban los servicios de las mujeres que los
seguían.

Si bien había algunos métodos
anticonceptivos, muchas prostitutas quedaban embarazadas
varias veces. Tal es el famoso caso de una bebita que
nació de una madre prostituta, la cual fue parida en plena
tierra y
abandonada. Su acechante nombre era el de Malinalli, hoy conocida
como la infame Malinche. Existen pruebas que
apuntan hacia un tipo de servicio de acompañantes, o
servicio escort, entre las altas clases de la sociedad. El caso
muy conocido es el de Tlaltecatzin de Cuauchinanco, gobernante de
lo que hoy es Huauchinango, Puebla, que hacia poesía
para sus "mujeres alegres". Estas mujeres juguetonas, joviales,
pero sensuales, de acuerdo como lo describe Tlaltecatzin, algunas
veces bailaban donde las fiestas tenían lugar, o en otras
ocasiones tan solo permanecían de pie desnudas en medio
del lugar mientras poetas y artistas las contemplaban. Poca
evidencia existe de personas mas frías en su trato como
los Mexica, pero mas información nos llega de poetas abiertos y
liberales como es el caso de Tlaltecatzin o de otros artistas de
Chalco.

Cuando llegaron los españoles, ellos
eliminaron todo lo referente a prostitución legal y
establecida, creando a cambio una prostitución ilegal e
incontrolada.En la historia de nuestro país se advierte
que en los periodos de agitación, como la revolución
social del siglo XX, la prostitución aumentó en
forma considerable; incluso en momentos específicos fue
considerada como síntoma de una verdadera crisis social.
Por supuesto, la presencia de la prostitución en el
devenir de México no se limita exclusivamente al periodo
revolucionario: el mundo prehispánico la concibió
en forma muy diferente a la visión occidental, como lo
hemos visto anteriormente, y la Nueva España la
toleró y, a pesar de todos sus inconvenientes, la
consideró como un mal necesario.

En la ciudad colonial estaba vigente el discurso
teológico sustentado por Santo Tomás, para quien la
base esencial de los principios morales residía en el
orden impuesto por Dios
como ley natural.
(Ortega, 1987a, 7-11) La doctrina tomista reprobaba la
fornicación, el rapto, el incesto, los sacrilegios, el
vicio contra natura y los actos lujuriosos, por ser opuestos a la
ley natural; (Ortega, 1987b, 15-18) sin embargo, admitía
la prostitución en cuanto prevenía males mayores.
Desde sus inicios, la Iglesia
cristiana condenó la poligamia, el adulterio, la homosexualidad, el estupro, la violación,
debido a que con estas prácticas se violaba el sexto
mandamiento, "no fornicarás." Sin embargo, se
otorgó la autorización expresa de la Corona
española para el proyecto de
fundación de la casa pública, lo que fue un ejemplo
de pragmatismo y
tolerancia. Se explicaba esta política en razón
del: El control de las costumbres de una población en
plena expansión, por la honestidad de la
ciudad y mujeres casadas de ella y por excusar otros daños
inconvenientes.(Atondo María 1992, 40-41

La tolerancia hacia el ejercicio de la
prostitución no se dio hasta el siglo XIX, cuando
Aquilés Bazaine, promulgó el 17 de febrero de 1865,
un reglamento basado en el sistema francés creado por el
doctor Alexandre Paret Duchâtelet (especialista en drenaje
y alcantarillado), so pretexto de proteger la salud de los soldados
invasores.(Núñez, 2002, 29-30) Este reglamento
creó la oficina de
Inspección de Sanidad, centro administrativo dependiente
del Consejo Superior de Salubridad, que era el encargado de
llevar el registro de las
prostitutas que habitaban los burdeles, de las casas de cita y de
asignación, y del cobro de impuestos fijados
por el Estado para autorizar el ejercicio de la
prostitución. De acuerdo con estas disposiciones, las
mujeres dedicadas a ese oficio quedaron obligadas a ser revisadas
médicamente una vez a la semana y a pagar, con la misma
frecuencia, una determinada cantidad al Estado por el
permiso.

Con el tiempo se modificó este reglamento, con la
intención de ampliar el control del Estado: en el
año de 1871 se autorizó a la policía a
encarcelar a las meretrices que no cumplieran con su
cuota. En la época juarista se continuó
vigilando y controlando a las meretrices, ya que la sociedad de
la época seguía considerando a la
"prostitución como un mal necesario, por ser las hijas de
la alegría, la salvaguardia de las mujeres honradas".
(González, de 1967, 369-370) y hubo otra
modificación en 1872. En 1879 se emitió un nuevo
reglamento, para sustituir al del Segundo Imperio, que en esencia
retomaba las mismas obligaciones
onerosas y vejatorias para las mujeres comerciantes de su
cuerpo.

El Consejo Superior de Salubridad presentó en
1882 a la Secretaría de Gobernación un proyecto de
ley "para combatir las enfermedades infecciosas y
contagiosas." (Archivo
Histórico de la Secretaría de Salud en adelante
AHSS) La Academia Nacional de Medicina
convocó en el año de 1888 a un concurso para el
estudio de la reglamentación de la prostitución en
México, y se modificó en forma parcial el
Código Sanitario en los años de 1891 y 1894,
siempre dentro de un fuerte reglamentarismo para el ejercicio de
la prostitución.

En 1898 se emitió un nuevo reglamento de sanidad,
por el cual se obligaba a las mujeres vendedoras de placer a
registrarse en la Inspección de Policía, (Figueroa,
1946,19-28 y Franco 1973, 80) que vigilaba los centros de
prostitución y aprehendía a las mujeres
sospechosas, y especialmente a las meretrices clandestinas o no
registradas. El registro como tal, era una libreta
comúnmente utilizada en ese tiempo por notarios, jueces y
párrocos, y estaba compuesta por un total de 196 fojas. En
cada página se inscribía a tres mujeres
públicas con su respectiva fotografía: durante el imperio de
Maximiliano no sólo se utilizó este medio para
custodiar a los reos sino, también para controlar el
ejercicio de la prostitución. Se trataba del primer
intento de organizar la vida prostibularia a través de un
elemento moderno en la ciudad de México. Este corpus de
identificación quedaría conformado bajo el nombre
de "Registro de Mujeres Públicas" (1865-1867), el cual fue
elaborado conforme al Reglamento de Prostitución expedido
por Maximiliano. Se perpetuó hasta los años de la
vida revolucionaria. Los datos que
acompañaban de cada fotografía incluían; el
nombre de la mujer y el pueblo o ciudad del que provenía y
la edad, profesión o el oficio, que muy probablemente la
mujer seguía desempañando. Además, se daban
a conocer los domicilios en los que se localizaban las casas
públicas o burdeles y las casas de tolerancia. En algunos
casos, las prostitutas detallaron sus domicilios personales:
cuartos o accesorias en vecindades. El tipo de formato
fotográfico que localizamos con más frecuencia en
el documento es el de tarjetas de
visita; los otros formatos son de tipo cuadrado, o credencial
como hoy lo conocemos, óvalo y otros más
reducidos.

En el registro se mandaba que la prostituta entregara su
fotografía al comisario de Sanidad para tener derecho a
ejercer la actividad. Estas fotografías se adhirieron a un
costado de los datos de filiación que cada una
respondió en el momento de su inscripción. El
corpus fotográfico para las autoridades representó
un ejemplo coherente con la idea de normalizar y de excluir a las
mujeres de manera tácita de la vida en la
ciudad.

Otra diferencia que cabe destacar con respecto a las
imágenes de los presos y de las prostitutas
es que en muchas de las fotografías las mujeres se
encuentran rodeadas de una atmósfera que no
corresponde a un estatuto prostibulario, pues contienen elementos
tomados del convencionalismo social, como una suerte de "desfase
entre un propósito criminalista y sanitario, y una tarea
fotográfica de retratos convencionales."(González
Rodríguez 1990, 76)

Así, en cuanto al encuadre la mayoría
corresponde al de las mujeres posando de cuerpo entero (a
diferencia de las fotografías de reos), de frente, y de
pie, respectivamente. Así estas fotografías
conjugan diversos elementos, pues en ellas se codificaron
escenarios, actitudes, y
valores
estéticos y morales que permiten mostrar el contexto
cultural y social de un sistema de significación presente
ahí y entonces. Por lo tanto, esto remite a las
convenciones sociales o al apego de sistemas de
representación regidos por la construcción de un
imaginario colectivo.

Se muestran distintos decorados, mobiliarios, objetos y
poses, es decir, un conjunto de atributos que las prostitutas
aprendieron por distintos caminos. Uno de ellos, muy
probablemente, quien las retrató: el fotógrafo
logró, a través de su arte, volcar
sobre su modelo el cúmulo de normas del discurso imperante
de la época.

Para 1900 ya se había creado un reglamento
interior de la Oficina de Inspección de Sanidad en el que
se especificaban las obligaciones de los inspectores que
vigilaban para evitar desórdenes y escándalos.
Posteriormente los gobiernos emanados del movimiento
revolucionario mantuvieron políticas
de higiene que no
tomaban en cuenta la realidad de la Ciudad de México. A
pesar de tanto empeño los reglamentos, como intentos de
control de las enfermedades
venéreas, fueron un rotundo fracaso. Si ya desde la
era porfiriana algunos médicos estuvieron en contra de
reglamentar el ejercicio de la prostitución, ahora se
volvieron a lanzar voces para su
abolición. Transcurridos cuatro años de iniciada la
lucha armada de 1910, durante los trabajos de la Vigésimo
sexta Legislatura el
diputado huertista Querido Moheno, al discutir el proyecto para
suprimir las partidas destinadas a la Inspección de
Sanidad, dijo

"El reglamento de prostitución impone a la
pupila registrada el deber de presentarse una vez semanariamente,
y en una absoluta, brutal y repugnante resignación del
pudor que, como decía antes, guardaban hasta las hembras
de las bestias, entregarse a la inspección médica,
canallesca y digna del patio de los milagros. La famosa
inspección no da resultados ningunos […] es una verdad,
señores diputados, que el sistema de reglamentación
de prostitutas ha sido copiado imbécilmente, vivimos
copiando instituciones extranjeras […] y vamos dando tumbos y
traspiés de esa vía dolorosa que se llama
existencia nacional
."

En 1915 aún no se había suprimido la ley
que permitía el ejercicio de la prostitución; se le
aceptó como actividad lícita, se volvió a
aprobar la partida de gastos de la
Inspección de Sanidad y del Hospital Morelos, donde
recluían a las mujeres, previa pesquisa hecha por la
policía sanitaria, traídas y llevadas a la fuerza
en las famosas julias.

En 1914 se produjo el debate en la cámara y
cesaron provisionalmente en sus funciones tanto
la Inspección como y el hospital; de este modo, las
mujeres públicas ya no tuvieron que concurrir más a
dichas instituciones. En 1918 y en 1919 aparece el dictamen de la
comisión nombrada por el Consejo Superior de Salubridad,
intitulada: La profilaxis de la sífilis en
el Departamento de Salubridad Pública
. En este
estudio se destaca la importancia de las enfermedades
venéreas, y se señala a las prostitutas como sus
únicas transmisoras. Esto ocasionó varias
polémicas en contra del dictamen. Algunos médicos
opinaron que de vigilarse a las prostitutas desaparecerían
de la sociedad de entonces "muchos vicios que no sólo
invalidan [esta actividad] sino que la hacen aún
más perniciosa. La coacción aquí se impone
en virtud de tratarse de un comercio en que de antemano las
interesadas consciente en ello". (Saavedra Alfredo 1914,
128-130).

Por su parte, la policía urbana tomó
injerencia en asuntos que no le competían:

"Varias mujeres que concurren a sufrir sus
reconocimientos a esta oficina, han manifestado que con mucha
frecuencia son aprehendidas por miembros de la Policía y
conducidas a la Comisaría correspondiente, en donde se les
obliga a sufrir un reconocimiento médico, se les impone
multas, y en algunas ocasiones se les destruyen las
libretas."

Sin hacer caso de las arbitrariedades y de los abusos
por parte de las autoridades, los médicos continuaron al
principio con la discusión sobre abolir o mantener el
reglamento; después se manifestaron por lo
último.

La prostitución era asunto que daba materia para
redactar un nuevo capítulo en la Ley de la
República que heredó el gobierno de la
Revolución con el Código de 1872. (Código
Penal 1972, 56-58) No obstante, la sociedad sólo
decidió tocar el asunto únicamente en forma
administrativa y sanitaria y sólo se promulgó un
código penal que legislaba años más tarde,
en 1929. (Código Penal 1929, 123-124) Precisamente esa
falta de legislación en dicha materia dio lugar al
escarnio y, con éste, a la violación de los
derechos de las
mujeres públicas. (AHSS, "Carta de las
prostitutas al C. Presidente de la República don
Venustiano Carranza", fondo Salubridad Pública,
sección Inspección Antivenérea, caja 3, exp.
7. citado Ríos, 1999)

"Nosotras, las llamadas pupilas y
aprovechándose las autoridades de la mayoría de
nuestras compañeras que son ignorantes y siendo
víctimas de extraños procedimientos
que en parte ha tomado el actual Inspector de Sanidad. Nosotras,
las desdichadas que no podemos tener dinero que corresponde como
pago de los llamados "libretos", se nos detiene y somos
consignadas al Hospital Morelos hasta que no tengamos el importe
del "libreto" podemos obtener nuestra libreta".

"Después de algunos días de
detención se nos vuelve a llevar a la Oficina del
Inspector de Sanidad, para hacer el pago, pero como no tenemos
dinero, tenemos que vender nuestra ropa para conseguir el dinero que
nos hace falta, y casi desnudas salimos a la vía
pública; si no hemos pagado antes, es por no haberlo
tenido. Estos son los derechos morales con que cuenta el C.
Inspector de Sanidad."

Si bien el Estado revolucionario
veía a la sexualidad pública sucia e
ilegítima, también fue capaz de tolerarla.
Históricamente, el reglamentarismo para la
prostitución resultó férreo, inflexible y en
mi concepto hasta trasgresor de los derechos del hombre como la
carencia de educación, de un empleo bien
remunerado, de vivienda digna y de algunos específicos de
la mujer. Veamos ahora la afirmación del doctor
José María Reyes, " la culpa de tanto degenere la
tiene la
educación laica y gratuita que el Estado mexicano
intenta implementar, porque a ella sólo concurren los
pobres que obviamente no conocen la religión,"
(José María Reyes dio un discurso en la Academia de
Medicina y fue publicado en "Higiene pública: estudio
sobre la prostitución en México," en Gaceta
Médica de México,
t. IX, núm.
23, México, 1874) la cual ejemplifica que el discurso
siguió siendo el pudor, la religión y sobre todo
enseñar a las mujeres que habían nacido para ser
madres. Éste y de estos autores no veían otra
solución al problema de la prostitución que una
imprescindible restauración del orden moral, y por eso
exigían más y más reglamentos, más
vigilancia, más policía, peticiones que hubieran
extrañado a sus antepasados que pelearon por más
libertades, menos reglamentos.

El nuevo discurso social fue muy exaltado y riguroso: se
elogiaba al burdel como el único lugar posible de control
de la prostitución, incluso se intentó y
promovió la apertura de más establecimientos. Se
pensaba que la casa de tolerancia era esencial para salvaguardar
a la sociedad.

Si la forma lumpenizada de prostitución
tradicional se mantuvo en las lejanas periferias, muchas veces
protegida y fomentada por las autoridades, fue para satisfacer
las demandas de un obrero marginalizado, o recién
inmigrado, para quienes no logran entrar en el nuevo mercado
matrimonial de clase en formación, para los perdedores,
incapaces de lograr su adaptación al nuevo ámbito
urbano, para los tímidos entre otros.

En la opinión
pública empezó a imponerse la idea de que
seducir a una mujer era más placentero que comprarla. La
ilusión hedonista de la seducción sueña que
la mujer seducida también comparte el deseo de su
seductor. En este juego de espejos de la seducción
sería mucho más atrayente una mujer que diera la
apariencia de "decencia", aunque fuera una prostituta
clandestina. En este teatro
representado por hombres necesitados de mujeres
ofreciéndose ya no cabía el personaje de la mujer
pasiva y sin deseo, encerrada o explotada en el burdel. La
mutación de ese deseo masculino logra que se transformen
asimismo los comportamientos de la oferta sexual femenina, las
meretrices ya no querían estar fijas a un burdel, y
constituyeron una libertad
imaginaria haciéndose pasar por mujeres "semihonestas",
que podían darse el gusto de rechazar al hombre por su
aspecto o sus maneras groseras; a su vez, ellas entraron en el
juego de la seducción, construyendo para su cliente la
apariencia de dejarse seducir. Durante el siglos XIX y los
primeros años del pasado la gente se volcó en la
búsqueda desesperada de la virginidad, lo que
favoreció el tráfico de niñas y la
aparición de trucos que permitían a algunas ex
doncellas astutas vender varias veces su flor
virginal.

La prostitución estaba estructurada de acuerdo
con un mercado activo y competitivo, donde las tarifas fueron
definidas no sólo en función del tipo de servicio
que se ofrecía, sino también de atributos como
belleza, edad, clase social y tipo étnico de la mujer. La
combinación de todos estos factores daba a la ley de la
oferta y la demanda una serie de posibilidades. Existieron las
categorías del trabajo de las prostitutas y de las
instalaciones donde éste se desempeñaba claramente
diferenciado por el Consejo Superior de Salubridad.

Durante el siglo XX, las transformaciones
económicas y sociales del país mostraron nuevas
posibilidades de desarrollo de la prostitución en un
contexto de compleja tolerancia. Los procesos de
disciplinamiento, salarización de la mano de obra e
imposición de la proletarización, fueron de la mano
con el crecimiento de la prostitución la que
proliferó al alero de los grandes centros urbanos, de los
enclaves mineros del Norte C y centro, que atrajeron a un gran
contingente de mujeres. El establecimiento de prostíbulos
era visto incluso como un elemento de "anclaje" de la
población minera en proceso de proletarización
(Illanes 1990).

Debido a un conjunto de factores, a principios del siglo
XX, la prostitución había adquirido una gran
importancia en los centros urbanos. Aunque existen divergencias
respecto de los enfoques con que se ha enfrentado este punto, un
conjunto de autores (Salazar 1985, Góngora 1994, Romero
1997) coinciden en señalar que en esta época,
especialmente la época de la expansión
posrevolucionaria, como un período de proliferación
de la prostitución en las grandes ciudades, especialmente
las zonas petroleras y mineras, lo que Vial (1981) da a entender
como un síntoma de la "cuestión social".

Por su parte, Lastra (1997), señala que es desde
este período que la prostitución es mercantil y
contractual, "a partir de ese momento hablaremos de comercio
sexual" (Lastra 1997: 23).

La literatura de principios del siglo XX, la llamada
"novela
proletaria o social", da cuenta de la vida en los "bajos fondos"
en estos textos, la prostitución aparece como un
patrón común que adorna la cruda realidad de
hombres y mujeres del proletariado urbano en proceso de
expansión. Lastra (1997), liga el fenómeno de la
prostitución durante el período a las diferentes
oleadas migratorias, a lo procesos de expansión urbana, a
la descampesinización y la industrialización
(Lastra 1997: 24- 28).

Tal como la "cuestión social" fue en el discurso
de la elite una preocupación permanente, la
prostitución se transformó en un objetivo
central de las campañas de higiene y sanidad
pública en el período de cambio de siglo y
aún hasta mediados del presente. Al respecto,
Góngora indica que a partir de la segunda mitad del siglo
XIX fueron cada vez más notorias las apreciaciones
médicas, y luego, las estadísticas oficiales sobre la
expansión de la sífilis, fenómeno que se
atribuía directamente al desarrollo de la
prostitución. Desde ese momento comenzó a
experimentarse un férreo control y regulación de la
actividad, por lo cual se permitió como una actividad
tolerada y regulada por las autoridades
correspondientes.

De este modo, la preocupación de las elites fue
concentrándose en las E.T.S, con lo cual se fue
conformando una "doble moral" de represión y control de la
prostitución, esto último con el claro objetivo de
"proteger" al cliente. La normativa, control y represión
de la prostitución por parte de los organismos estatales
estuvo ligada desde entonces y por largo tiempo
–prácticamente hasta fines de los años 50- al
control de los espacios de diversión popular (Bello 1992).
A partir de eso es que se estigmatiza a las prostitutas como
parte de los "vicios del pueblo", no obstante la existencia
evidente de espacios y circuitos de prostitución
interclase (Góngora 1994).

Durante el siglo XX, la prostitución va a sufrir
dos grandes cambios, el primero durante el indocumentado y poco
estudiado período Miguel Alemán y Ruiz Cotinez
(1954-1960) quienes realizaron una campaña de
represión en contra de la prostitución y los
homosexuales (fuera o dentro de la prostitución). El
segundo gran cambio fue el sufrido durante los años 80 y
90"s, donde la destrucción de zonas de tolerancia y la
pandemia de ETS dio el "tiro de gracia" a las formas más
tradicionales de prostitución, dando lugar a nuevas formas
de ofertas. Una de ellas es el "masaje", eufemismo para designar
lugares en que se ejerce la prostitución en forma "velada"
bajo el formato de centros de salud y masoterapia, estrategia que
en todo caso está presente en la mayor parte de los
países del mundo.

Finalmente, la prostitución se enmarca dentro del
contexto de una nueva racionalidad que tiene como centro al
mercado, en un período histórico de
pauperización de las condiciones de vida de amplios
sectores del país, de esta manera el comercio sexual surge
como una actividad lucrativa que permite el mejoramiento de la
situación de vida de muchas personas.

Así, se incorpora el fenómeno del
consumismo como causa de que muchas y muchos jóvenes
ingresen a la prostitución (Lastra 1997: 31).

El interés
por el estudio sistemático de la prostitución en
México, surge en los años ochenta a raíz de
un conjunto de factores, entre los que se encuentra, la mayor
visibilidad de la prostitución producto de la crisis
económica y su legitimación como estrategia laboral en los
años ochenta, el desarrollo del movimiento feminista en y
la aparición de la pandemia del SIDA, todo lo
cual implicó en cierta forma un vuelco en las
preocupaciones y visiones existentes hasta entonces sobre el
fenómeno del comercio sexual.

Una dificultad importante del estudio de la
prostitución en se relaciona con la cuantificación
del fenómeno. El problema ha sido histórico puesto
que sólo es posible contar con cifras seguras en
relación a las mujeres que se controlan en los
consultorios de ETS (que poseen carnet de sanidad) o según
las estimaciones de autoridades de salud y organismos policiales.
Por ello es que el registro de la prostitución en
México, ha sido variable.

  • Caracterización de la Prostitución
    en México

Como ya lo hemos señalado, Lastra entrega un
panorama de las formas que adquiere en la actualidad la
prostitución en función de su visibilidad e
invisibilidad. Este marco general ayuda a comprender la
historicidad espacial del fenómeno de la
prostitución en México, así como su
diversidad en términos de la oferta.

Según la clasificación de Lastra, entre
los espacios de prostitución visible se encontraría
las casas de tolerancia, las salas de masaje, los tables, los
cabarets, la calle. "La estrecha vinculación entre el
comercio sexual y la situación económica, agravada
por los altos índices de cesantía de esos
años, unidos a la permanente segmentación y
discriminación de la mujer en el mercado
laboral, lleva cada vez más a entender esa actividad como
una forma particular de trabajo a través de la cual se
obtendrá ingresos. De este
modo se consolida la idea de que el comercio sexual es una
"estrategia de sobrevivencia" para un importante sector de
mujeres" (Lastra 1997: 32). Y nosotros agregaríamos de
hombres también.

Las casas de tolerancia (prostíbulos) son
lugares clandestinos, que operan con patentes comerciales de
bares, restaurantes, en ellos viven las "putas" trabajando a
tiempo completo, es una modalidad antigua de prostitución,
que subsiste aún. En el caso de Celaya, las asiladas
provienen por lo general de otras zonas del país. Son
mujeres que pasan por un circuito nacional y van rolando en
diversas plazas. En este tipo de prostitución, la mayor
parte de las mujeres que trabajan en las casas de tolerancia no
sobrepasan el promedio de edad de 25 años, aunque algunas
incluso a los 40 (Lastra 1997: 10-11).

Otra versión muy extendida en la actualidad son
las salas de masajes. Según la autora, la agencia,
es la versión moderna de los prostíbulos antiguos,
la diferencia con ellos es que en los "masajes" el cliente va a
la búsqueda directa del contacto sexual, los
prostíbulos en cambio, eran lugares de diversión
donde se bailaba, consumía alcohol y
conversaba, además del contacto sexual. Las salas de
masaje existen principalmente en Celaya, en ellos, según
Lastra, "las mujeres, por lo general, "deben" tener sobre 18
años, mantener una figura joven y tener un aspecto
atractivo" (Lastra 1997: 12). Atienden de día y noche y
está altamente segmentado por sectores sociales
según el barrio en que se ubiquen. Sin embargo hemos
podido observar muy diferentes edades y condiciones en estas
salas.

Los "Table Dance", son locales en los que se
ofrece espectáculos de baile en desnudo, cuyo objetivo
principal es que el cliente converse y consuma alcohol. Las
mujeres que trabajan en estos locales son denominadas bailarinas,
y según la autora, difícilmente reconocen tener
contacto sexual con los clientes. Los clientes que asisten a este
tipo de locales son oficinistas, jóvenes estudiantes,
ejecutivos, visitantes extranjeros y nacionales, "hombres del
arte y la cultura"(Ibid: 13).

Los Cabarets o bares son locales amplios, muy
bien decorados, en ellos el cliente puede ir a bailar o
simplemente a conversar, los contactos sexuales se realizan fuera
del local en hoteles
adyacentes. Existen locales de este tipo que cuentan con
"ficheras" y "azafatas", encargadas de que los clientes consuman
alcohol (Ibid: 14).

Una modalidad diferente de prostitución es de las
anfitrionas o acompañantes, las que son de reciente
data en el negocio. Por lo general, son mujeres de sectores
medios y altos, con enseñanza media y cuidada
presentación. Para contactarse con sus clientes utilizan
anuncios publicitarios en la prensa o
también cuentan con aparatos de teléfonos
celulares. Sus clientes son por lo general ejecutivos o personas
de amplios recursos. Operan en hoteles, casas y departamentos
particulares propios o del cliente. Este comercio sexual se
maneja con tarjetas de crédito, cheques y
dólares (Ibid: 14-15).

Obviamente la calle es uno de los lugares de
prostitución de mayor visibilidad. Los escenarios de este
tipo de prostitución pueden ser calles, plazas, glorietas,
avenidas y carreteras. Puesto que se trata de la forma de
prostitución femenina más estudiada en nuestro
país, se pueden señalar más detalles
respecto a ésta.

Las mujeres que trabajan en la calle, se autodenominan,
según Lastra, "callejera", "patín" o "rutera". Las
prostitutas de las calle sufren una doble discriminación,
la de las propias trabajadoras sexuales de otros espacios y las
del público que transita en esos lugares.

Los clientes de estas mujeres, son por lo general
sujetos que transitan en vehículos e inclusive peatones.
Se considera que las mujeres que trabajan en glorietas,
esquinas y carreteras
, son las más desprotegidas de
las prostitutas, por cuanto no poseen ningún tipo de
control o seguridad sobre
el cliente.

Estas mujeres pueden pasearse solas o en grupos de a
tres o cuatro. No tienen un lugar fijo de trabajo y están
en permanente desplazamiento por la ciudad debido a los controles
policiales o por miedo a ser reconocidas por algún
familiar o pariente. Sus horarios son variados, de día, de
noche, por la mañana, o la tarde, Lastra sin embargo,
indica que pueden permanecer hasta 3 o 4 horas en la calle por
día (Ibid: 15).

Existe otro tipo de mujeres callejeras que son las que
se ubican en lugares peatonales, calles céntricas,
galerías. A diferencia de las anteriores sólo salen
por las noches para no ser perseguidas por la policía.
Lastra menciona como "variante" de estas prostitutas a las que se
ubican en plazas públicas donde se sientan, esperan que
llegue un cliente y transan un precio y
lugar. Generalmente han contactado en forma previa hoteles,
moteles o casas de cita (Ibid: 16).

Lastra indica que el comercio sexual callejero pasa por
una gran contradicción, que es la que goza de una menor y
casi inexistente fiscalización en relación a las
ETS y el VIH-SIDA, y a
su vez es el más fiscalizado por los servicios policiales
y los guardias de seguridad de los municipios (Ibid:
16).

En la prostitución callejera, se encuentran
desde menores de edad y adolescentes
hasta mujeres adultas.
Según la autora, "es común que las primeras sean
custodiadas por los padres o el proxeneta y en el caso de las
adultas, algunas de ellas, secundadas por convivientes o
mantenidos" (Ibid: 16).

Entre los lugares de prostitución invisible,
Lastra menciona el privado y la cervecería.
El privado, es una casa o departamento situado en zonas
céntricas o en sectores de la ciudad de mayores recursos
económicos, como un modo de evitar el control policial. La
mayor parte de las mujeres que trabajan aquí son
jóvenes y menores de edad.
Este tipo de
prostitución tiene como clientela a ejecutivos, gerentes y
profesionales, generalmente funciona en horarios preestablecidos;
en este tipo de prostitución, las trabajadoras perciben
mayores ingresos que en otros lugares. El escaso control policial
hace que estas mujeres escasamente se sometan a controles de
salud. "En los privados trabajan jóvenes, gays y mujeres,
quienes están para todo tipo de servicio solicitado por
los clientes" (Ibid: 17).

En las cervecerías, la prostitución
está encubierta tras la apariencia de empleadas o meseras
que atienden un local de expendio de alcohol, en el cual se lleva
a cabo la transacción que luego se realiza en otro lugar.
Las mujeres de cervecerías no cuentan con carnet sanitario
y su trabajo es consignado como de "mesera". (Ibid:
17).

La segunda tipología identificada por Lastra, es
la del comercio sexual invisible. "La principal
característica es que sus ejecutantes no reconocen ejercer
la actividad del comercio sexual.

Ambos, trabajadora sexual y cliente, encubren su
actividad con otro tipo de acciones:
salir juntos, compartir un rato, etc.". Más importante que
estos es lo que a continuación señala la autora
"está presente en todos los estratos
socioeconómicos y aparece como complemento de otro tipo de
ingresos o para cubrir necesidades materiales
específicas como pagar cuentas, estudios, etc."

(Ibid: 18).

Lastra indica el caso de mujeres que combinan el estudio
con la prostitución ocasional o el de las mujeres pobres
de "sectores poblacionales" que trabajan como meseras,
comerciantes, informales o dueñas de casa. Menciona
también a las mujeres que reciben "ayuda" o "regalos" de
hombres, por lo general casados, que se preocupan por ellas. La
autora señala que ésta es la prostitución
más difícil de cuantificar.

Por otro lado, y dando cuenta del nuevo contexto en el
que esta se desenvuelve, Cerva (1998) plantea la existencia de
nuevas formas de prostitución: la prostitución
de agencia
, la prostitución independiente y los
travestis.

Si bien estas formas "emergentes" de comercio sexual, se
vinculan a la prostitución masculina heterosexual y
homosexual es posible encontrar nexos con la prostitución
femenina.

La prostitución de agencia, se caracteriza
por ser realizada en forma encubierta en departamentos ubicados
de preferencia en el centro de las ciudades o zonas
periféricas encubiertas, residenciales.. Estas agencias
son por lo general dirigidas por un proxeneta homosexual, el que
cobra un porcentaje al prostituto por cada atención que realice (Ibid: 67). El
dueño de la agencia se encarga de otorgar también
protección al prostituto.

La autora señala que existen asimismo un conjunto
de otras agencias que actúan de manera más velada
aún y que operan en conjunto con algunos prestigiosos
hoteles. Estas agencias cambian constantemente de nombre con el
fin de evitar las persecuciones policiales (Ibid: 68). Los
jóvenes que trabajan en las agencias son principalmente
universitarios o de institutos profesionales, mayores de 18
años que ingresan por avisos en el diario o por
algún contacto con una persona vinculada al
ambiente.

La prostitución independiente, consiste en
que el joven que se prostituye realiza de manera independiente
los contactos a través de anuncios en los diarios, por
medio de la entrega de tarjetas personales o por contactos
conocidos. Este es un tipo de prostitución que se realiza
de manera ocasional y sin intermediarios que obtengan ganancias
del trato. (Ibis: 71). La prostitución independiente se
concreta en hoteles o en los domicilios de las clientas o
clientes y funciona a través de avisos comerciales y
teléfonos celulares.

Los travestis, son bailarines de shows femeninos
en locales como discotecas, bares o restaurantes. De manera casi
similar a la estructura de
los Dance Club femeninos, el show masculino consiste en dos
bailes con temas de moda más o
menos rápidos y uno lento donde se desvisten (Ibid: 74).
En los shows se imita a figuras artísticas famosas y se
resalta las características de virilidad de los sujetos.
Además de estos, existe un trashumante mundo de travestis
callejeros que ofrecen sus servicios en glorietas y
carreteras.

Finalmente, podemos encontrar una diversificación
de las formas de contactos entre los (as) prostitutos (as) y sus
clientes (as), los que están vinculados a los avances
tecnológicos de los últimos años como la
telefonía móvil y la Internet. Con
frecuencia es posible encontrar en los datos que resultan
importantes si consideramos que ella misma afirma que estas
formas de prostitución son demasiado invisibles y
encubiertas. Si la prostitución declarada es
difícil de estudiar, esta otra sólo podría
evidenciarse a partir de supuestos o lugares comunes que pueden
tipificarse como prostitución o comercio sexual, el
peligro de esta tipificación es el de incluir en la
prostitución a muchas mujeres sólo "por sospecha" o
por conductas que se desvían de la norma.

Los anuncios en los periódicos y avisos que
remiten a celulares o números de contacto para entablar
amistad por
teléfono encubren a agencias o formas de
prostitución independientes.

Los anuncios en periódicos han tendido
además a explicitar una mayor caracterización de la
oferta con el fin de llegar de forma más rápida al
segmento que se desea interesar, un ejemplo de éstos son
los avisos en que aparece la edad, la nacionalidad
(existe una creciente oferta de prostitución extranjera
dentro del país), la exclusividad de la clientela que se
atiende -"alto nivel", "sólo ejecutivos", "english
spoken", los estratos a las que se "atiende":

Una modalidad diferente es el uso de páginas
Web en Internet y direcciones electrónicas o e-mail.
En el último año, constatamos la presencia de
avisaje en periódicos de prostitución en Internet
bajo diferentes direcciones.

  • Prostitución homosexual en el
    mundo.-

Al igual que la prostitución heterosexual, la
prostitución homosexual está presente hoy en
prácticamente la mayoría de las principales
ciudades del mundo en los cinco continentes. Por otra parte,
también, hay referencias al fenómeno para casi
cualquier etapa de la humanidad y en todas las culturas, y hay
que decir que algunas de estas historias de prostitución
masculina resultan sublimes (pienso en algunos pasajes de los
griegos, los macedonios y los persas, en el período
clásico) y que otras son hasta mundanas, pero no menos
fascinantes (como los relatos de Jean Genet  sobre bellos
marineros o prostitutos parisinos).

Sin embargo, muchas de estas historias que involucran a
varones homosexuales comparten entre sí la
característica de ser escenas furtivas, poco difundidas,
florecidas en la más perfecta clandestinidad y a
contracorriente de los convencionalismos y la visibilidad
social.

El sentido social de la prostitución masculina -y
quizás también de la femenina- conserva hasta
mediados del siglo XX un velo de misticismo que, incluso, le
justifica y le engrandece (pues es intrínsecamente
subversiva y, como tal, tiene un vínculo indisoluble con
el progreso y con la libertad). En México, el famoso
compositor e intérprete naturalizado veracruzano,
Agustín Lara, es quizás el ejemplo más
destacado de esa valoración casi sacra, dramática y
hasta con causa social, que se hizo de la prostitución
femenina a mediados del siglo pasado.

Sin embargo, cuando en la década de los
años setenta sobreviene la Revolución Sexual y los
movimientos de liberación gay (principalmente en Inglaterra,
Francia y los
Estados Unidos de Norteamérica), la prostitución
homosexual adquiere dimensiones hasta esos días
impensables y un carácter más abierto, mucho
más vinculado al intercambio capitalista y a la
economía de mercado. Así, la actividad es arrancada
de la clandestinidad y es llevada a los vistosos aparadores donde
se exhiben los productos
más exquisitos que despiertan el apetito de los ansiosos
consumidores. En las principales ciudades de la Unión
Americana -como Los Ángeles,
Nueva York, San Francisco, Houston o Miami- y en algunas
capitales europeas, comenzó a ser común la
publicación de "guías gay" para dar a conocer los
sitios de reunión de la comunidad
homosexual local, pero también empezaron a publicarse
ahí llamativos anuncios de agencias de "hustlers"
(o prostitutos gays).

Finalmente, los varones con preferencias homosexuales
contaban ya con un servicio semejante al que, para esos
años, tenían a su disposición muchos hombres
heterosexuales que contrataban fácil y rápidamente
a chicas prostitutas que se anunciaban en las revistas
pornográficas. También en aquellos días, en
los años setenta, surgieron verdaderos paraísos de
la prostitución (tanto masculina como femenina) en
países asiáticos; el principal ejemplo es
Tailandia, cuya capital
-Bangkok- montó una verdadera industria de
la prostitución para los visitantes extranjeros y que,
años más tarde, le llevaría a ser la
región más golpeada por el VIH en aquel
continente.  Así pues, el acceso a la
prostitución fue entendido como parte de esa libertad que
el movimiento gay comenzó a ganar.

 Si hacemos una investigación
hemerográfica sobre el fenómeno de la
prostitución masculina en México, encontraremos
referencias aisladas sobre personajes intrépidos y poco
frecuentes en el panorama urbano del país. El conocido
diario de la nota roja, el Alarma, refería
ocasionalmente crímenes en los que estaban envueltos
"lilos" o "mujercitos", algunas veces dedicados a la
prostitución. Sin embargo, no parece haber una clara
línea fenomenológica que nos indique a la
prostitución masculina como una actividad visible en el
México del siglo XX.  Si la existía -lo que es
seguro-,
ésta se daba de manera muy marginal y en una
clandestinidad a la que muy pocos tendrían acceso, ya sea
por su carácter exclusivo o debido a su sordidez inaudita.
Lo que sí es un hecho, es que no existe en la "historia
rosa" de México ningún personaje destacado por ser
un prostituto homosexual (sino, quizás, hasta Adonis
García, "El Vampiro de la Colonia Roma", o
-más recientemente- como lo asegura Lara Ripoll en un interesante
artículo sobre prostitución masculina publicado en
La
Jornada
,
en el año 2002. Aunque quizás
habría que considerar a Alfredo Cervantes
Landa, sexoservidor que saltó a la fama en el 2007 por
haber atacado cobardemente y lesionado al conductor de televisión
Fabián Lavalle); y sí, en cambio, hay decenas de
historias de mujeres de la vida galante que posicionan a la
prostitución femenina en un sitio específico y
hasta relevante de nuestra historia (y de ello da amplio
testimonio el cine y la
música
vernácula mexicana).

No es sino hasta la década de los setenta cuando,
gracias a las denuncias públicas de la extorsión
policíaca en las calles de la Ciudad de México, el
fenómeno de la prostitución gay comienza a adquirir
cierta visibilidad a los ojos del resto de la
sociedad.

Los vacíos y la ambigüedad de las leyes al
respecto en el Distrito Federal, permitieron durante muchos
años incontables abusos por parte de la policía en
contra de hombres que se dedicaban a la prostitución en la
vía pública y, desde luego, también en
perjuicio de quienes les contrataban.

La amenaza de hacer saber a sus familias sobre la
práctica de la prostitución (ya fuera como vendedor
o comprador) y, peor aún, respecto de su homosexualidad,
obligaba de inmediato a estas personas a incurrir en una conducta que
sí es un crimen perfectamente tipificado (pero poco
castigado en México): el soborno de servidores
públicos. Ya en años recientes, en la Ciudad de
México, una gran cantidad de clientes de la
prostitución gay han venido siendo víctimas del
crimen
organizado y de una perversa alianza entre prostitutos y
policías.

Sucede que el cliente sube a su auto a un chico
"sexoservidor" (eufemismo de prostituto) y, una o dos cuadras
adelante, son detenidos por una patrulla de la policía
capitalina para recibir amenazas y extorsiones; los
policías simulan llevarse al prostituto a la
delegación, pero en realidad se reparten el producto de la
extorsión al cliente y, desde luego, repiten la
acción una y otra vez más. Jugoso negocio,
¿no?

Existen infinidad de relatos de personas que han sido
extorsionadas, violadas, golpeadas y hasta encarceladas por
prostituirse en la vía pública o, también,
por contratar a estos chicos. Una referencia muy valiosa de esta
práctica en los años setenta es el famoso libro del
escritor gay guerrerense
Luís Zapata
, El Vampiro de la Colonia
Roma
, que relata algunos pasajes novelados de la vida de
Adonis García, un famoso prostituto del Distrito Federal
al que, efectivamente, se le veía caminar en la
búsqueda de clientes -mostrando bajo su pantalón un
miembro escandalosamente grande- allá por las calles de
Aguascalientes e Insurgentes (donde está una tienda
Sanborn´s), en la colonia Roma;
todavía a principios de los años ochenta, Adonis
andaba activo en el negocio y, como muchos otros "chichifos",
cotidianamente enfrentaba los abusos de policías que
encontraban en este mercado carnal una enorme oportunidad para
hacerse de ingresos adicionales fáciles.les
fáciles

Durante los años setenta y gran parte de los
ochenta, la prostitución gay en la Ciudad de México
se situó en la famosísima "Esquina Mágica",
ubicada en la intersección de la Avenida de los
Insurgentes y la Avenida Baja California, en la colonia Roma,
justamente afuera del Cine de las Américas. Por mucho
tiempo, fue el sitio favorito de clientes gays de todas las
edades y con cierto poder
adquisitivo y, desde luego, el de chicos con apariencia varonil
dedicados a la venta de placer. Decían los bien informados
que se le dio este nombre a la prodigiosa esquina porque, cuando
uno conducía por ahí de noche o en la madrugada, se
veía a uno o dos chicos parados y aparentemente esperando
al transporte
público (muy escaso o prácticamente nulo a esas
horas); pero, al volver a pasar por ahí a los pocos
minutos, los más guapos ya habían desaparecido como
por "arte de magia". Ya durante la segunda mitad de la
década de los ochenta el lugar se transformó y
comenzó a ser frecuentado por "vestidas" (travestís
callejeros), que atraían a otro tipo de clientes,
más violentos y poco identificados con el gay
común. Después, con la apertura de una
estación del metro y con la invasión de los puestos
de vendedores ambulantes, la "Esquina Mágica"
pereció definitivamente.

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