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Filosofía
y política
La relación filosofía–política siempre ha
sido tema de discusión; unos, queriendo ver a los
filósofos encerrados en su pura esfera,
otros, queriendo verlos vinculados en estrecha
relación con la política. De esta dicotomía,
resulta bastante claro, la relación
filosofía-política, por ejemplo, en Hegel y Marx.
También, en los filósofos griegos,
preocupados por los problemas de
la polis. En otros, en cambio, esta
relación no se ve tan clara, más bien
difusa.
En efecto, ya los filósofos griegos hicieron
carne de esta relación al mostrar interés
por la vida política y social en sus respectivas
comunidades. Tales, Anaximandro y
Pitágoras, sin duda, fueron políticos;
también Parménides, preocupado por dotar de
leyes a su
ciudad. Lo mismo Zenón, tras morir por intentar
liberar a su ciudad de un tirano. También,
Empédocles, restaurador de la democracia en
Agrigento, y Arquitas, quien llegó a ser jefe de
Estado,
etc.
Ahora bien, muchos más serían los
ejemplos a considerar antes de llegar, más
contemporáneamente, a Francois Chatelet, quien ha
resultado ser mucho más enfático al señalar
esta relación:
"La filosofía ha ocupado a menudo una
posición estratégica en los debates intelectuales
y ha llegado a desempeñar, de ese modo, un papel
político inminente. Desde Platón,
los filósofos siempre han sido hombres comprometidos y
siempre han intervenido políticamente en su tiempo.
Incluso, se puede decir que tenían intenciones políticas
precisas. Por cierto, con frecuencia las disimularon. Sus
discursos,
tomando vías indirectas, dejaban creer que hablaban sobre
otra cosa. Que yo sepa, no existe un solo filósofo que no
haya intervenido en la realidad. No temo afirmar, por mi parte,
que los filósofos siempre participaron en la
transformación del mundo
políticamente"
No deja de tener razón Chatelet
porque incluso, Nietzsche, a
quien muchos de sus hermeneutas han pretendido verlo disociado de
lo político, no se le puede desconocer su interés
por los problemas políticos. Claro está, Nietzsche
nunca adoptó una posición política, en
el sentido convencional de la palabra y, por cierto, nunca fue un
político, entendiendo por tal, a quien interviene
directamente en los asuntos sociales-públicos, o
perteneciente a un determinado grupo o
corriente ideológica.
Sin embargo, hay que tener presente que esta imagen de
Nietzsche necesariamente tenía que ser comprendida
así, toda vez que, para el filósofo, remitir
la política dentro del ámbito en que se
había acostumbrado a comprenderla y practicarla, era
reducirla en sus verdaderas posibilidades, condición de la
cual, justamente, pretende sustraerla.
En este sentido, su propósito se orientará
a impedir que la política se desenvuelva sólo en
los marcos de la "pequeña política", postulando
para ésta ser considerada dentro de una visión
mucho más omniabarcadora que la que postulaban los
conceptos y términos de la política tradicional al
uso. Por eso, Nietzsche preferirá utilizar el
término "Gran política", para diferenciarla
de aquella otra, "la pequeña política", aquella
preocupada sólo de los problemas contingentes y puramente
banal.
Más aún, en un sentido general, si en
Nietzsche el meollo de toda su idea apunta en contra de los valores
culturales establecidos, y tiene la convicción de que
todos esos valores se
encuentran invertidos, y por tal, hay que transvalorarlos, hay
que concluir con todo el énfasis que sea posible
que, al contrario de los que muchos han querido ver, los
valores a transmutar no se encontrarían referidos tan
sólo a los valores filosóficos, sino "a
todos los valores", entre los cuales, por cierto, también,
se encuentran los valores fundantes de la política
al uso en su tiempo.
De este modo, en mi opinión, hay que dejar
de lado aquella creencia generalizada de que Nietzsche
habría sido un filósofo que vivió apartado
de la política, encapsulándolo sólo en
el ámbito de la pura filosofía. El
sólo hecho de mostrar una preocupación, casi
obsesiva, por la deteriorada situación en que se
encontraba el hombre en
la sociedad,
aprisionado entre las redes de los
convencionalismos de la modernidad,
señala inequívocamente que no se le pueden soslayar
los trasfondos sociales y políticos explícitos e
implícitos que vamos a encontrar en su pensamiento y
obra.
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