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Analizando Chiapas




Enviado por veroncasazza



    Introducción

    Con enorme frecuencia se postula una relación
    simplista de causa-efecto entre pobreza,
    rebelión y violencia.
    Frente a los graves y tristes acontecimientos en una zona de
    Chiapas se recurre a este postulado como explicación. Se
    repite y extiende la versión de que el levantamiento
    armado es consecuencia y expresión espontánea de
    la pobreza que
    priva en la región. Esta explicación más que
    aclarar confunde y concluye en posiciones que no contribuyen a
    encontrar caminos de solución a los problemas que
    como sociedad nos
    amenazan y dañan.

    En las regiones chiapanecas de Los Altos, La Selva y la
    Frontera, donde actúa el movimiento
    armado, domina la pobreza entre
    sus pobladores. Es un dato conocido y repetido desde hace mucho
    tiempo
    atrás. La pobreza es tan
    severa que su efecto coloca a Chiapas como la entidad de la
    federación con el más alto índice de
    marginación, esto es de carencias y restricciones para el
    bienestar de su gente.

    La pobreza en Chiapas como en todas partes, es un
    fenómeno complejo. No se puede reducir a ingresos muy
    bajos y escasez de fuentes de
    trabajo, que por supuesto se presentan en las regiones
    mencionadas, también se refiere a la falta de condiciones
    y alternativas para elevarlos. Un círculo vicioso
    ancestral, resistente a las ocurrencias y a las soluciones
    inventadas de momento, terco frente a los voluntarismos y los
    moralismos superficiales.

    La naturaleza en
    esas regiones sólo es generosa en su belleza. En Los Altos
    la tierra es
    pobre y está cansada, usada por muchos siglos se ha vuelto
    difícil de trabajar, está degradada y erosionada.
    En la Selva y la Frontera lluvias y vegetación son
    exuberantes pero no pródigas; los suelos son
    someros y se degradan rápidamente cuando se les priva de
    protección vegetal. Las maderas finas fueron
    extraídas con rapiña, descuido e irresponsabilidad;
    la selva quedó amenazada por el saqueo y puede morir si no
    se le protege. Hay petróleo,
    no hay que olvidarlo, y no están ausentes las alternativas
    de desarrollo.
    Ninguna es inmediata y todas deben enfrentar el círculo de
    la pobreza como reto y restricción. Hace falta
    persistencia, trabajo, recursos,
    imaginación, audacia y otra vez persistencia.

    En esa zona hay muy pocos caminos y casi todos son
    malos: precarias brechas siempre amenazadas por las lluvias y la
    vegetación. Aún esos caminos son muy caros en su
    construcción y más en su
    conservación. Por ellos se mueven pocos bienes, lo que
    postergó la gigantesca inversión requerida para comunicar esas
    regiones. Las jornadas, lo mismo para asistir al mercado, acudir a
    un servicio o
    realizar un trámite, se miden por días. El
    aislamiento físico es un dato que se expresa como
    distancia social.

    La población mantiene fidelidad a un
    patrón ancestral, colonial en su concepción e
    implantación. Ciudades donde se concentran la riqueza, los
    servicios y el
    poder,
    habitadas por la gente, rodeadas por un sinnúmero de
    comunidades pequeñas y hasta dispersas donde viven los
    indígenas campesinos. Muchos servicios son
    insuficientes o están ausentes en las comunidades:
    educación,
    electricidad,
    agua potable,
    servicios médicos, mercados, en fin,
    los servicios ya comunes en otras partes. Otra vez resultó
    muy caro llevarlos para servir a tan pocos, dispersos y
    distantes, además de que la lógica
    de ese patrón de ocupación del territorio
    concentraba servicios en las ciudades en su propio
    beneficio.

    No lo logró el crecimiento demográfico. El
    patrón de reproducción de los pobres, muchos hijos
    para enfrentar mejor las carencias y restricciones, se mantuvo
    cuando descendieron las tasas de mortalidad en los últimos
    cincuenta años, pese a que sus índices actuales
    sigan siendo altos, inaceptables. El crecimiento de la población generó migraciones,
    presión
    sobre la tierra y los
    recursos,
    conflictos
    agrarios y muchos problemas,
    pero no rompió con el patrón de
    concentración y dispersión, por el contrario, lo
    extendió. En esa lógica
    aprende a vivir la gente y la proyecta normalmente como su propio
    futuro; por eso, entre cosas, la larga
    duración.

    La mayoría de la población de las
    comunidades, y ahora no pocos de las ciudades, son
    indígenas; tzeltales, tzotziles y tojolabales sobre todo.
    Hay quien ve eso como un problema y claro, también, como
    un potencial de rebelión. No lo es. Es una diferencia que
    agrega dimensiones a la vida y a la convivencia. El problema
    radica en la desigualdad ancestral que aún perdura que
    hace al indígena pobre por origen, y si no cambiamos las
    cosas, por destino. Hay perjuicio y discriminación, ni duda cabe, aunque me
    parece que menos intensos y virulentos en los últimos
    años. Hay exclusión y maltrato. En consecuencia hay
    agravios, rencores y también expresiones de intolerancia,
    pero me parece que son fenómenos agregados y hasta en
    proceso de
    reversión. Para decirlo de otra forma: el conflicto
    étnico adjetiva la desigualdad social pero no define la
    convivencia. No estamos como otros países, en los cuales
    se mata muchísima gente por estos tipos de conflictos.

    Es esas condiciones se presenta el caciquismo: la
    concentración del poder
    político y económico en una sola persona, con
    nombre propio y apellido. A veces, en el extremo, ese poder
    personal se
    completaba con una fuerza armada
    particular e independiente. En el cacique surgen relaciones
    personales que suplen o incluyen las relaciones institucionales,
    ciudadanas. Hacia fuera, el cacique es el interlocutor obligado
    en todo lo que concierne a su dominio, a su
    provincia. Imparte justicia y
    define la economía por sus
    intereses particulares, casi siempre en perjuicio de la gente y
    de los recursos
    naturales. Frena y combate el avance de las instituciones,
    de las obras y servicios, de todas las expresiones de modernidad, que
    erosionan las bases de su poder unipersonal. Este tipo de
    caciques clásicos están presentes en la memoria de
    los chiapanecos, todos con sus nombres y apellidos. El caciquismo
    también es un fenómeno de larga duración por
    su vinculación con otras carencias y rezagos, así
    como por la profundidad en las altas esferas de poder que se
    establecen, que incluyen el compadrazgo y el parentesco. En este
    párrafo
    vuelvo a tomar la idea que sostuve en el ensayo
    relativo a la sucesión presidencial.

    El rezago ancestral tiene algo de intemporal en su
    permanencia cuando sólo se ven los procesos que
    comprende. El mundo de la obra de Rosario Castellanos, escrita
    treinta años atrás, parece todavía presente.
    ese mundo tenía sus propias formas de violencia. La
    más frecuente era individualizada, con destinatarios
    precisos y con nombres propios, que se concretaba, con poca
    frecuencia por cierto, en el asesinato y la emboscada. Npas que
    la propia violencia herían la impunidad y la injusticia
    que la acompañaban. Con mucho menor frecuencia
    surgía el motín comunitario, la revuelta
    espontánea con causa puntual, precisa
    reivindicación concreta. Al sonido de las
    campanas aparecía fuenteovejuna haciendo justicia y
    también injusticia por su propia mano o exigiéndola
    hasta lograrla. Verdaderas explosiones, nunca fuego lento para
    quemar toda la tierra.
    Cada centuria más o menos aparecía la
    rebelión indígena, el alzamiento que incluía
    todos los agravios alrededor de una propuesta milenarista, de un
    mensaje divino para voltear desde su raíz toda la
    existencia. Otra vez la explosión espontánea,
    la
    organización precaria después de los motines,
    la aparición de líderes religiosos propios y la
    articulación de demandas claras para la región, e
    incomprensibles desde fuera, y el repudio a los agravios
    adicionales, a las gotas que derraman el vaso. Rebeliones
    indígenas ancestrales con fines militares.

    Hasta ahora me he referido a algunos problemas
    ancestrales o de larga duración. Esos que están
    presentes treinta años atrás o hasta en el siglo
    pasado o antes, que siguen presentes. Pero esos problemas no son
    inmutables. Duran pero se van transformando. Chiapas es en parte
    como antes pero también es muy diferente. Sacar a Chiapas
    del tiempo sirve para
    moralizar, pero ya no para describir. Para entender esto tenemos
    que reconocer cambios, tendencias y contradicciones, en fin, las
    regiones como son ahora.

    Chiapas ha cambiado constantemente. Conviene partir de
    los años 50s, por entonces se inicia la construcción de las grandes presas
    hidroeléctricas que cambiaron la estructura y
    organización del territorio. Primero fue
    Infiernillo, en la zona norte del estado, luego
    la Angostura que inunda parte importante de la depresión
    central y divide al territorio, por último
    Chicoasén que vuelve accesible el mítico y
    legendario Cañón del Sumidero, hoy recorrido por
    lanchas turísticas. Las grandes inversiones
    públicas convierten a la pueblerina Tuxtla
    Gutiérrez en verdadera ciudad. También inundan
    tierras productivas y restringen alternativas agrícolas.
    San Cristóbal de las Casas, aristocrática y
    conservadora, resiste más, pero, por fin, por esos
    años los indígenas pueden subir a las banquetas
    para no bajarse nunca más. Se establece en esa ciudad el
    Instituto Nacional Indigenista en 1951. también por esos
    años se establecen los misioneros protestantes del
    Instituto Lingüístico de Verano entre los
    indígenas.

    Desde entonces se inician nuevos procesos
    organizativos, sin precedente en la historia de Chiapas. Sucede
    una fractura religiosa. En las regiones de Los Altos, la Selva y
    la Frontera se estima que los cristianos protestantes representan
    ahora una proporción cercana a la mitad de la
    población total, ciertamente superior a la tercera parte.
    La fractura religiosa se vincula con conflictos intercomunales,
    generacionales y con procesos migratorios de los Altos a la Selva
    y la Frontera. Los cristianos protestantes, expulsados o
    cercados, fundan nuevos asentamientos en las zonas bajas. La
    Iglesia
    católica reacciona frente a la quiebra de su
    dominio en dos
    modos: el surgimiento de una corriente radical inscrita en la
    "Teología de la liberación" que moviliza a los
    catequistas, su columna vertebral; por otro lado el
    tradicionalismo católico se fortalece y entra en conflicto con
    la Diócesis de San Cristóbal. El proceso de
    fractura religiosa nunca estuvo libre de conflictos que derivaron
    hacia otras esferas de la vida, no lo está.

    Más tarde, en los años setentas, aparecen
    las organizaciones
    campesinas independientes. Se fundan por entonces las primeras
    uniones de ejidos. Su lucha fundamental es por la tierra,
    débilmente repartida en Chiapas. Las organizaciones
    campesinas tropiezan con obstáculos externos e internos en
    su proceso organizativo y se inician procesos de división
    que continúan. Sin embargo, los objetivos
    agrarios se cumplen significativamente y entre 1985 y ahora cerca
    de 40 mil familias campesinas reciben tierra y se establecen
    más de 400 nuevos ejidos. Hoy el 54% de la superficie
    total de Chiapas es ejidal y comunal. Parte importante del
    reparto agrario y los nuevos asentamientos ejidales se ubican en
    la zona hoy sometida al levantamiento armado. La estructura
    agraria en Chiapas hoy en día no se parece a la ancestral,
    es novedosa y aún no se asienta plenamente. Hay rezago en
    el ordenamiento de la nueva estructura y quedan problemas
    precisos por resolver.

    La fragmentación de la
    organización campesina tuvo expresiones radicales;
    surgieron enfrentamientos violentos en algunos puntos pero nunca
    se articuló ningún movimiento
    revolucionario. A mediados de la década de los 70s, cuando
    se trató de implantar desde fuera un movimiento armado,
    éste no logró alianzas con las organizaciones
    campesinas de la región ni penetró en las
    comunidades. Fue disuelto sin combates en una acción
    policial. La lucha armada no es, ni ha sido un planteamiento
    aceptado por la mayoría de las organizaciones campesinas
    del estado de
    Chiapas. Su radicalismo se expresa en demandas concretas que
    responden a las necesidades y reclamos de la población
    local, de los productores y trabajadores rurales de la
    región.

    A principios de la
    década de los 50s fue derrotada por las armas una reforma
    revolucionaria en Guatemala. Se
    establecieron y perpetuaron gobiernos militares que atentaron
    contra la población de ese país. Estalla una
    guerra
    prolongada entre insurrectos y el ejército, enfrentamiento
    que con diversos grados de intensidad se prolonga por casi tres
    décadas. Más al sur en El Salvador y Nicaragua
    también estallan guerras
    civiles que extienden el territorio sometido a enfrentamientos
    armados, a inestabilidad. La convivencia en la región
    fronteriza de Chiapas con una zona de guerra deja
    huellas y secuelas, pero no hubo continuidad.

    La migración
    de decenas de miles de refugiados introduce nuevos elementos y
    relaciones. La solidaridad de
    los campesinos mexicanos con sus hermanos de Guatemala es
    ejemplar, constituye el mayor testimonio por la paz. Por otra
    parte el contacto con fuerzas militares adquiere tonos cercanos
    de amenaza. En la frontera, los efectos de la guerra al sur no
    son noticias distantes, son vivencias.

    En las zonas aisladas aparecen fenómenos muy de
    nuestro tiempo, como el narcotráfico; así sucedió de
    manera esporádica pero creciente en las regiones en que
    hoy se trata de perpetuar la fuerza, el
    desorden y la incertidumbre.

    Las instituciones
    públicas incrementaron su presencia de manera paulatina,
    se abrieron nuevos caminos aunque fueron insuficientes. Lo mismo
    sucedió con las clínicas, la
    electrificación, las tiendas CONASUPO. No fue un proceso
    triunfal ni perfecto pero las instituciones avanzaron, sin
    alcanzar a otras regiones ni a las aspiraciones y demandas de los
    pobladores. Durante el sexenio de Salinas se hizo un esfuerzo en
    verdad extraordinario a través del programa Solidaridad. Lo
    fue por su magnitud que permitió plantear metas sin
    precedente, pero más lo fue por su propósito de
    hacer participar directamente a la gente y a sus organizaciones
    en las decisiones y en el manejo de los recursos públicos.
    Nada fue fácil pero se lograron avances significativos que
    pueden ser definitivos, si persistimos para consolidarlos y
    extenderlos.

    Pese al enorme crecimiento de la inversión pública, ésta sigue
    siendo insuficiente y lo será por mucho tiempo. Una parte
    de los recursos se canalizaron por vías convencionales y
    su impacto también fue convencional además de
    limitado. Pero la mayor parte se invirtió de nueva manera.
    Decenas de organizaciones campesinas recibieron recursos t
    créditos para sus proyectos, no
    para los de los burócratas, por primera vez. Ya no
    pidieron y esperaron, pudieron decidir. Surgió un consenso
    tácito de que ese era el camino y que había que
    persistir. Mucho por corregir, demandas legítimas que
    superan a los recursos disponibles, retrasos burocráticos,
    inexperiencia de las organizaciones, todo cierto pero se
    avanzaba. Eran pocos los logros espectaculares pero eran muchos
    los pequeños avances en la base de lo que pueda llegar a
    ser obra monumental para superar los rezagos ancestrales. El
    diálogo
    con las organizaciones campesinas de la región nunca fue
    tranquilo, no puede serlo, hubo exigencias y reclamos, quejas y
    denuncias, pero una coincidencia esencial: por el camino de la
    participación y el diálogo,
    todos querían ir más rápido.

    Circunstancias recientes, fenómenos temporales,
    tuvieron un impacto negativo sobre le ingreso campesino y,
    más aún , sobre sus proyectos para un
    incremento gradual y sostenido del bienestar. El café
    para la exportación es el producto
    más importante de las zonas bajas de la región. Los
    campesinos mas pobres obtienen casi todo su ingreso monetario de
    la venta de ese
    grano y de su fuerza de trabajo como peones en la región o
    las vecinas. Se inició un programa con los
    cafetaleros para darles acceso al crédito
    sencillo y barato para la mejora de su producción; al mismo tiempo se apoyaba a
    las organizaciones campesinas para que se adueñaran del
    beneficio y la comercialización, procesos que absorben una
    gran proporción del valor agregado
    del café en
    el mercado
    mundial.

    En 1991 el sistema
    internacional de cuotas para la exportación de café se rompió
    por una oferta
    excesiva y diferencias entre los exportadores. El precio
    internacional se derrumbó a niveles históricos sin
    precedente: la mitad o hasta la tercera parte del precio que
    tenía un par de años atrás. El precio
    interno del café declinó en proporciones
    todavía más acentuadas. Los beneficiadores y
    comercializadores, entre ellos las organizaciones campesinas de
    Chiapas, cayeron en graves problemas financieros. El programa
    concebido para mejorar apenas pudo compensar en parte el ingreso
    perdido y apoyar una precaria sobrevivencia de las organizaciones
    económicas campesinas. 60 mil campesinos chiapanecos
    resintieron profundamente esta crisis;
    algunos abandonaron el cultivo del café y otras
    actividades que se desempeñan en el campo, para salir en
    busca de una mejor vida en los E.U.A.

    El precio de la carne también se abatió en
    el mundo y en el mercado interno. La ganadería
    es la segunda actividad comercial de la región
    después del café. Grandes, medianos y micro
    ganaderos campesinos resintieron el efecto de los precios bajos
    en los últimos 3 años como descenso en las
    ganancias o pérdida de ingresos para los
    más pequeños.

    La tala legal o clandestina del bosque era otra
    actividad importante en la región. El desorden era inmenso
    y la desigualdad todavía mayor (grandes ganancias para los
    madereros comerciales de escala,
    míseros ingresos para los peones o leñadores
    campesinos). El monte, estaba amenazado de muerte por la
    depredación, el descuido y la injusticia. No era posible
    continuar sin grave riesgo de
    destrucción total. Se estableció la veda absoluta y
    total a la actividad maderera. La inversión para un futuro
    se pagó como merma en los ingresos actuales.

    En ese contexto complejo y contradictorio de
    persistencia de rezagos ancestrales, de nuevos procesos y
    erosión
    de cacicazgos, de emergencia de nuevos actores sociales y de
    nueva trama con mayor presencia pública y nuevas formas de
    relación, entre otros muchos factores adicionales, en las
    primeras horas de este año hizo su aparición un
    movimiento armado, el autodenominado Ejército Zapatista de
    Liberación Nacional, que ocupó
    simultáneamente 4 cabeceras municipales en Los Altos y la
    Selva. Antes de que transcurrieran 24 horas habían muerto
    cuando menos 25 policías estatales y municipales y unos 5
    civiles. No se sabía que hubiera bajas en el grupo armado.
    El ejército mexicano no había intervenido y
    habían sido ignorados los llamados al diálogo de
    las autoridades estatales. La agresión era unilateral. Se
    atacó el cuartel militar en el segundo
    día.

    A unas cuantas horas del inicio del conflicto el
    grupo armado
    dio a conocer una "Declaración de Guerra". Sus metas
    anunciadas eran la derrota del ejército y el derrocamiento
    del gobierno
    nacional. Guerra total en resumidas cuentas, sin
    concesión, sin oferta de
    negociación. La pobreza campesina e
    indígena, en términos globales y agregados, se
    aduje como justificación del alzamiento, pero no se
    concretaban demandas ni se proponían programas de
    solución. La pobreza aparecía cono un trasfondo y
    justificación moral. La
    región y sus problemas no fueron mencionados; los objetivos eran
    nacionales. Las demandas campesinas particulares y generales no
    tuvieron lugar en esa declaración.

    La "Declaración de Guerra" parece ingenua e
    ilusa, elaborada veinte años atrás. Una macabra
    expresión de voluntarismo y fundamentalismo sin
    comprensión ni interés
    por la circunstancia regional o por nuestra sociedad y su
    momento. Si fuera sincera sería terrible. Pero si fuera
    simplemente un encubrimiento para otros fines, resulta más
    terrible todavía. En ese escenario, los muertos se
    convierten en pretexto y publicidad, la
    destrucción se disfraza de ideales y en su momento, los
    jóvenes que creyeron serán abandonados a su
    suerte.

    Conforme pasaron las horas y los días se hicieron
    evidentes diversas características del movimiento armado.
    Destaca que no fue un movimiento espontáneo, un estallido
    popular, sino una acción cuidadosamente planeada tras
    muchos años de preparación según declararon
    sus propios voceros a los medios de
    comunicación. Ni motín ni rebelión
    indígena, sino producto
    indudable de una estrategia
    político – militar de la segunda mitad del siglo
    pasado.

    La emergencia de un movimiento clandestino largamente
    preparado, y al parecer muy riguroso en su clandestinidad, fue
    sorprendente pese a la existencia de rumores persistentes sobre
    su existencia. La sorpresa estaba bien planeada, era parte del
    diseño
    estratégico del movimiento armado.

    Conforme la información difundida por los medios de
    comunicación en el movimiento armado participan
    indígenas de la región. Puede distinguirse entre 2
    tipos de participantes indígenas: los cuadros entrenados o
    de alguna manera profesionalizados, relativamente bien armados,
    uniformados y disciplinados; y los reclutas recientes o
    espontáneos, al parecer menos numerosos, con la cara
    descubierta, sin uniformes y en muchos casos, sin armas.

    La mayoría muy jóvenes, algunos niños y
    poca gente madura. Muy poco sabemos de un tercer grupo: los
    dirigentes o comandantes, pero en algunos casos es posible
    afirmar que no son indígenas ni de la región (como
    ya hemos visto). Destacan las declaraciones que el comandante
    Marcos hizo a los medios de
    comunicación, en las que siempre
    habló de ellos: los indios y campesinos, hablando siempre
    en tercera persona del
    plural (ellos, no nosotros).

    Se puede distinguir una dirigencia externa, cuadros
    locales entrenados y una leve espontánea de campesinos
    indígenas locales en la composición del movimiento
    armado. Por ello, se puede concluir una implantación
    externa del movimiento, que recluta en la región pero no
    nace de ella. La ausencia de demandas específicas, de
    referencias regionales, de reclamos concretos vinculados a la
    vida local, parece confirmarlo.

    La región fue escogida desde fuera en
    términos de un proyecto
    estratégico. El aislamiento y la condición
    fronteriza de la región se explican mejor los componentes
    de esta planeación
    estratégica externa que como causas de rebelión y
    movilización local. La pobreza de la gente fue una
    consideración, un pretexto, una justificación, no
    es la raíz del movimiento. El rezago y la pobreza fueron
    factores utilizados para reclutar avivando rencores, reactivando
    diferencias y ofrecimiento vagas promesas de mejoras. No hay que
    descartar la oferta de protagonismo, de ser alguien importante,
    de gloria y muerte heroica
    en un contexto de restricciones y penuria. No parece el
    movimiento de los pobres sino la manipulación de la
    pobreza, del aislamiento, de la dificultad. Se puede usar la
    pobreza sin representarla, sin combatirla; creo que así ha
    venido sucediendo.

    No es un movimiento indígena, es un proyecto
    político – militar implantado entre los indios pero
    sin representarlos. Lo haría con sus reclamos, con sus
    propuestas, con sus aspiraciones. No los encuentro en los
    planteamientos del movimiento armado.

    Hay muchos indios, supongo que la mayoría entre
    los soldados del que se llama Ejército Zapatista de
    Liberación Nacional, que tienen agravios que pudieran
    explicar su decisión; pero muchos, muchísimos
    más, están al margen o en contra del alzamiento
    militar. También son agraviados que pueden explicar su
    abstención u oposición. No debemos confundir (no es
    la voz de los indios, simplemente algunos de ellos están
    presentes como todas las expresiones de la vida nacional). La
    pobreza, la exclusión y discriminación fueron un caldo del cultivo
    para el reclutamiento,
    pero no son la causa directa de la aparición de un
    movimiento político – militar que propone la guerra
    total y prolongada.

    Este planteamiento no quiere minimizar pobreza ni
    justificar retrasos, omisiones, indiferencias para atenderla.
    Sino todo lo contrario, quiere destacarlas para que no sirvan
    nunca más de pretexto o justificación para la
    violencia. Combatir a la pobreza ya es un gran propósito
    nacional, mucho más tenemos que hacer para
    lograrlo.

    Ahora a casi 9 años del surgimiento del conflicto
    Zapatista, por primera vez en este trayecto con apoyo del
    Presidente Fox, salen a la ciudad de México
    para tratar de firmar la paz. Con el paso de los días
    entre dichos y diretes se ido pasando el tiempo y lo que
    parecía una pronta solución, parece venirse a bajo;
    no por parte del Ejecutivo sino por parte de los Legisladores que
    no se ponen de acuerdo y el mismo Ejército Zapatista con
    tantas peticiones que han hecho. Solo nos queda esperar a ver
    como quedaran las cosas…

     

     

    Autor:

    sergio alfieri

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