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De la economía de la posesión a la economía de la egoencia




Enviado por hoskar44



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    Indice
    1.
    Introducción


    3. Relaciones Y
    Relaciones

    4. Acerca de eternidades, egoismos, cosas y el
    afan de posesion

    5. Repensando algunos elementos acerca de
    individualidad y las necesidades del ser
    humano

    6. De cómo a medida que se
    satisfacen las necesidades de trans-sobrevivir cambia la
    relación con las necesidades de sobrevivir: devenir y
    renuncia

    7. La economía de la
    egoencia

    8.
    Bibliografía

    1.
    Introducción

    Si bien los libros de
    texto de
    Economía suelen eludir el tema, y pese a que los signos de
    los tiempos actuales nos sugieren que los economistas
    habrán de marcar el paso firmemente en el siglo XXI,
    existe un generalizado reconocimiento de que la ciencia
    económica está en crisis
    (Barceló, 1992; Fernandez, 1994; Cobb y Daly,1993).
    La Economía no sólo comparte muchas de las
    dificultades y ambiguedades reconocidas en las ciencias
    sociales sino que además, en su afán por
    erigirse en la "física de las
    ciencias
    sociales", se ha acotado en un reducido espacio que le ha hecho
    perder la perspectiva de su lugar en el mundo y limitado sus
    alcances. Para colmo, en su afán por vestirse de ciencia, ha
    terminado siendo acusada no sólo de "… apoyarse en
    premisas inadecuadas y en categorías ilusorias, … rehuir
    las contrastaciones empíricas y … dar la espalda a las
    disciplinas vecinas" (Barceló, 1992: 12), sino
    también de falta de unidad, tendencia al
    desintegracionismo, al determinismo, al reduccionismo y falta de
    operatividad ante las crisis
    modernas (Fernandez, 1996).

    Esto no hace sino expresar uno de los problemas
    más serios que afectan a la Economía como disciplina
    científica: mientras sus cultores -los economistas- se
    precian de haber elaborado importantes precisiones conceptuales y
    metodológicas, y de haber logrado grandes avances en la
    formalización de las reflexiones y la investigación económica,
    todavía la Economía aparece exhibiendo profundas
    limitaciones para explicar los verdaderos problemas
    económicos que aquejan a la humanidad y guiar los
    esfuerzos que permitan enfrentarlos. La Economía sufre lo
    que algunos llaman "una aguda falta de relevancia ante los
    problemas del ser humano de nuestro tiempo" (Cobb y
    Daly, 1993).

    Es cierto. Los hombres han logrado en los últimos
    años los más importantes avances
    tecnológicos que conozcamos y multiplicado en mucho
    sus capacidades de creación de riqueza material; sin
    embargo los grandes problemas que les aquejan no han sido
    aún resueltos y muchos parecen haberse agudizado. Los
    niveles materiales de
    vida de que algunos disfrutan están muy lejos del alcance
    de la gran mayoría, la pobreza en el
    mundo se extiende y agudiza; países virtualmente
    marginados de los procesos de
    globalización no parecen tener perspectiva
    futura; la biósfera se deteriora crecientemente; los
    problemas de empleo y
    marginalidad
    se traducen en el aumento de los conflictos y
    la violencia;
    ciertas actividades económicas funcionales al sistema
    económico imperante pero nocivas para las personas por sus
    negativos efectos económicos, sociales, políticos e
    individuales crecen aceleradamente (especulación
    financiera, tráfico de armas y
    estupefacientes). La enajenación hace perder de vista el
    sentido de la vida humana y sumerge a las personas en tensiones
    difíciles de manejar, la aparición de profundos
    desequilibrios psicológicos y biosomáticos
    deterioran la calidad de la
    vida independientemente del bienestar material alcanzado; la
    humanidad se debate
    cuestionando aún inconscientemente el sentido de la vida y
    ante la falta de respuestas se aferra desesperadamente al
    consumo
    desenfrenado de bienes,
    creencias, mitos,
    separatismos, odios ancestrales o a pseudo respuestas que embotan
    su conciencia. Los
    avances científicos y tecnológicos han tomado una
    velocidad tal
    que se nos hace difícil tomar plena conciencia de los
    alcances, las implicaciones y las consecuencias de las
    transformaciones en curso, y parecería que apenas podemos
    aspirar a no perder el siguiente trufi que tendría que
    llevarnos al próximo milenio.

    La falta de relevancia de la Economía no se
    refiere a cuán útil pueda ser para ayudarnos a
    correr hacia el futuro portando las claves del éxito
    de la época -globalización, libre mercado, competitividad, reformas estructurales,
    sostenibilidad, especilización flexible, información, bloques regionales, estrategias de
    liderazgo,
    calidad total,
    innovación, cultura del
    cliente, etc.-,
    sino más bien a lo alejada que ella pueda estar de las
    reales necesidades del ser humano.

    2. La construccion de la
    economia

    La Economía, como hoy la conocemos, se fue
    desarrollando en el contexto científico de los
    últimos siglos que estuvo dominado por el determinismo
    mecanicista newtoniano y el dualismo cartesiano, inspirada en los
    avances de las ciencias
    naturales y aspirando a ser reconocida como ciencia. En
    este proceso la
    Economía fue definiendo sus bases científicas entre
    las que podemos señalar: la idea de la existencia de
    leyes
    objetivas que gobiernan la vida económica más
    allá del tiempo y el
    espacio, la idea de progreso como fuerza
    fundamental de la vida económica y un enfoque
    analítico parcelario que agrega y desagrega lógica
    y linealmente. El resultado de estos esfuerzos debió ser
    una ciencia objetiva, ética y
    políticamente neutral, completamente libre de juicios de
    valor.

    En la construcción científica de la
    economía se debió recurrir a los artificios
    lógicos necesarios para encarar con éxito
    el desafío planteado. Por un lado fue preciso asumir una
    proposición básica sobre la naturaleza humana
    que dio vida al célebre homo economicus, siempre racional,
    egoísta y maximizador, independientemente del contexto y
    de las condiciones en que se forma y actúa. Por otro lado
    fue preciso expurgar cuidadosamente los aspectos no
    económicos de las relaciones económicas y desechar
    lo que se suponía no era relevante para las cuestiones
    económicas. Adicionalmente, dado que buena parte de las
    relaciones económicas se realizaban a través de
    intercambios con dinero,
    surgió la necesidad de prestar particular atención a los valores
    monetarios, y fue justamente en torno a ellos que
    las reflexiones económicas terminaron de tomar
    forma.

    Así, a medida que se construía, la ciencia
    económica fue revelando una inclinación a reducir
    las necesidades y acciones
    económicas a las observables en el comportamiento
    de los individuos en los intercambios mercantiles, por lo cual no
    resultó extraño definir el bienestar tan
    sólo en términos de la satisfacción de las
    necesidades atendibles mediante el mercado. Y los
    economistas, fascinados con lo que parecía ser un gran
    sistema
    mecánico funcionando objetivamente, se fueron enredando
    con los mecanismos que surgieron para facilitar los intercambios
    económicos generalizados, para terminar atrapados en la
    afanosa búsqueda de cómo manipular los recursos con la
    finalidad de maximizar la ganancia monetaria en el corto plazo en
    pro del provecho individual, mientras se dejaba a las fuerzas de
    la gran máquina económica la tarea de transmutar el
    provecho individual en el máximo beneficio social
    posible.

    De esta manera la Economía se concentró
    cada vez más en aspectos parciales del comportamiento
    económico humano a un grado tal que, cuando se aplicaron
    sus hallazgos a situaciones concretas olvidándose el nivel
    de abstracción de donde provenían, la complejidad
    de las relaciones económicas fue reducida a sus
    componentes estrictamente monetario-mercantiles.

    Lo que los economistas han hecho hasta ahora ha sido por
    cierto meritorio. Con no poca razón muchos sostienen que
    la economía ha logrado explicar y resolver la mayor parte
    de los problemas teóricos y prácticos que los
    economistas se han propuesto; sin embargo, cuando se constata que
    los grandes problemas que aquejan a la humanidad no parecen tener
    posibilidades de un correcto tratamiento ni dirección a su solución en el marco
    de las tendencias predominantes en la disciplina de
    la Economía, puede valer la pena detenerse un momento y
    reflexionar en qué medida la racionalización que la
    Economía ha construido con respecto al individuo y la
    sociedad
    corresponde a lo que el ser humano verdaderamente es, a lo que
    necesita y a sus reales posibilidades. En ese entendido las
    páginas que siguen lanzan, sin mayor pretensión,
    algunas ideas preliminares que esperamos puedan motivar al lector
    a la exploración de nuevas maneras de ver y entender la
    economía como actividad humana desde una perspectiva que
    los economistas por lo general no utilizan: la del ser humano
    como individualidad consciente en proceso de
    desenvolvimiento.

    3. Relaciones Y
    Relaciones

    Una de las proposiciones básicas de las ciencias
    sociales, que toda persona aprende
    más tarde o más temprano, es que el ser humano es
    un ser social. Por cierto, nosotros somos en relación,
    vivimos en relación, somos parte de una totalidad que
    constituimos, que nos afecta y a la que afectamos consciente e
    inconscientemente, para bien o para mal. Por ello el mundo en que
    vivimos no es sino una infinita trama de relaciones que se crean,
    recrean y destruyen sin cesar, y nuestra vida un interminable
    establecimiento de relaciones. Esto no implica empero que seamos
    conscientes de ello; bastante a menudo vivimos sin plena
    conciencia de nuestra naturaleza
    eminentemente relacional por lo cual tendemos a actuar sin darnos
    cuenta de los efectos de lo que hacemos en los demás, en
    el medio y aún en nosotros mismos.

    La manera cómo establecemos nuestras relaciones
    no sólo expresa lo que somos y el medio en que nos
    movemos, sino que además define el alcance de lo que
    hacemos, el tipo de efectos que provocamos con nuestro accionar y
    la conciencia que asumimos de ello. Por eso el alcance y la
    calidad de las
    relaciones están permanentemente cambiando y redefiniendo
    aquello con lo cual interactuamos y que constituye lo que
    llamamos nuestra "realidad".

    En este trabajo denominamos estado de
    conciencia a la manera cómo se establecen las relaciones y
    se participa de ellas (Waxember, 1994). Un estado de
    conciencia es una forma de ser en el mundo que comprende las
    acciones
    concretas que se realizan en el medio en que se vive, lo que se
    piensa y se siente, el sentido que se da a la propia existencia y
    cómo se lo plasma en la vida concreta. Si bien el estado de
    conciencia es fundamentalmente individual, es posible encontrar
    estados de conciencia comunes en grupos de
    personas a partir de los cuales se establecen criterios
    básicos de lo que es admisible, normal y deseable en las
    interrelaciones humanas.

    Los estados de conciencia están sujetos a
    dinámicos procesos de
    cambio que no
    hacen sino expresar las transformaciones que sufren el alcance y
    la calidad de las relaciones a lo largo de un proceso que,
    según Jorge Waxemberg, comprende cuatro fases:

    La primera fase, el estado de
    conciencia de apropiación, está caracterizada por
    el afán de posesión asentado en la idea de lo
    "mio". Es la fase de la conquista y el logro, del poseer,
    retener, acumular. Ser es tener. El anhelo de poseer impulsa a
    superar la inercia y la pasividad, fomenta la actividad y
    contribuye al desarrollo del
    conocimiento
    racional, de la iniciativa y del intelecto. La relación
    con los demás es fundamentalmente competitiva; la ganancia
    de unos es pérdida para otros, y si bien la
    cooperación es posible sólo emerge en la medida en
    que se muestra
    benéfica para el afán individual de lograr y
    poseer. El eje del mundo para cada quien es el interés
    por uno mismo.

    La segunda fase es denominada de la tolerancia.
    Todavía es importante el afán de posesión,
    pero ya se descubre a los demás con posibilidades y
    derechos. Surge
    el reconocimiento de que la cooperación es necesaria y
    posible, y que ceder puede permitir mejorar las condiciones en
    las que uno se mueve. Si bien se reconoce la existencia y los
    derechos de otros
    no se asume responsabilidad por ellos. Se respeta, y si bien
    aún no se da, ya no se quita. El otro es aceptado como
    similar.

    La tercera fase es la de la solidaridad. La
    relación cambia en la medida en que se descubre a los
    otros, se los re-conoce, se simpatiza con ellos, se está
    dispuesto a ayudarlos, se comparte. Se comienza a dar, aunque
    todavía está sólidamente presente la
    separatividad ya que el otro sigue siendo "el otro". Por ello se
    da esperando recibir. Es la fase del altruismo, de la
    primacía de la inclinación hacia el prójimo,
    del interés
    por los demás, el compromiso con ellos. El estado de
    conciencia de solidaridad se
    expresa en asumir responsabilidad por lo que ocurre con los
    demás, por el futuro de la humanidad, por el uso de los
    recursos y sus
    efectos en el ser humano y los ecosistemas.

    La cuarta fase es la de participación. Es el
    establecimiento consciente de relaciones con todo lo existente
    dando lugar a la emergencia de un estado de conciencia de unidad.
    Uno se reconoce parte de una totalidad que incluye a todo lo
    existente quebrándose toda separatividad mientras se
    desenvuelve una conciencia de ser en totalidad. Se asume una
    responsabilidad ilimitada con base en la cual ya no simplemente
    se da, sino que se da sin limites -es darse. La relación
    incluye los contextos social, cultural, económico, natural
    y espiritual.

    Desde el punto de vista de las relaciones, el
    desenvolvimiento humano consiste en expandir la capacidad de
    participar, es decir transitar de una etapa a otra a
    través de un proceso de ampliación del contexto
    mediante el cual se va pasando de lo individual a lo cultural, de
    lo cultural a lo humano, de lo humano a lo universal:

    "Cada ser humano es parte de un todo que llamamos
    "universo"; una
    parte limitada en el tiempo y en el espacio. Por eso nos
    experimentamos a nosotros mismos, a nuestros pensamientos y
    sentimientos como algo separado del resto, en una especie de
    ilusión óptica
    de nuestra conciencia. Esta ilusión es como una
    prisión que nos reduce a deseos personales y a sentir
    afecto por unas pocas personas que nos rodean. Nuestra tarea es
    liberarnos de esta prisión ampliando nuestro
    círculo de compasión para que abarque a todas las
    criaturas vivas y a la naturaleza entera en su belleza."
    (Einstein, 1980: 45).

    El proceso de ampliación del estado de conciencia
    no es lineal ni progresivo, es de expansión, y conduce no
    a una adición -suma- sino a una creciente
    simplificación donde la totalidad y la individualidad
    hacen una unidad de participación.

    4. Acerca de eternidades,
    egoismos, cosas y el afan de posesion

    La etapa de la posesividad, necesaria en el
    desenvolvimiento humano, es la afirmación positiva de la
    individualidad en el mundo y suele predominar cuando la persona comienza
    a consolidar su identidad por
    diferencia y exclusión. El estado de conciencia posesivo
    se ha plasmado en formas de ver y vivir la vida para las cuales
    ser es poseer; propiedad es
    posesión, condición de ser. Quien no tiene no es.
    De ahí el afán de poseer las cosas, los recursos,
    el tiempo, la naturaleza, a los demás, a uno mismo. La
    posesión ha sido una poderosa fuerza que ha
    jalado el desenvolvimiento humano perfeccionando la voluntad,
    desarrollando la mente racional y dando lugar a un gran desarrollo
    exterior que sin embargo ha resultado excluyente; la otra cara de
    la medalla del afán de posesión destruye a la
    naturaleza, margina a los más débiles y hace surgir
    formas de dominación y subordinación que han
    llenado de dolor la existencia humana.

    En el marco del estado de conciencia posesivo, a medida
    que se generalizaban las relaciones mercantiles y se creaban las
    condiciones económicas, sociales, políticas,
    culturales y espirituales para el surgimiento del capitalismo,
    surgió y comenzó su desarrollo la disciplina
    llamada Economía tal como la conocemos en nuestros
    días. La posesión como estado de conciencia ha
    llevado a plantear -desde el campo de la Economía- un
    modelo de ser
    humano, de economía y de sociedad que
    define el sentido de la vida en función de
    la cantidad y la calidad de los bienes y
    servicios que
    se anhela poseer para alcanzar el bienestar. El homo economicus
    es la criatura que racionaliza su estado de conciencia posesivo
    para actuar basado tan sólo en el interés por
    sí mismo y no tiene mayor preocupación por los
    efectos de su accionar en los demás y en el medio que le
    rodea, a no ser que ello le reporte específica ventaja o
    desventaja, y no es sino el ser humano que siente, piensa y
    actúa en función de
    las circunstancias en las que su satisfacción personal se
    maximiza. La apelación a los sentidos es
    la forma fundamental de su motivación
    en una existencia cuya sucesión de eventos expresa
    la interminable búsqueda de sensaciones agradables y
    satisfacciones personales. Incluso se ha llegado a sostener -y
    ello ha permitido la formulación de consistentes teorías
    económicas- que este modelo de
    individuo constituye la más precisa expresión de
    una naturaleza humana, inmutable en el tiempo y el espacio, para
    cuyo florecimiento las actuales formas de organización política, social y
    económica -el capitalismo de
    inicios del siglo XXI- configurarían el más
    adecuado ambiente.

    Las teorías
    elaboradas en el marco de la disciplina económica han
    contribuido al desenvolvimiento individual y colectivo del ser
    humano en la fase de la relación posesiva; por eso las
    elaboraciones de la economía han tendido a unilateralizar
    su interés en cierto tipo de necesidades y comportamientos
    que están directamente relacionados al sentido de
    apropiación y cuyo referente fundamental ha sido el
    disfrute individualista de carácter
    material. Desde esta perspectiva la economía convencional
    ha concentrado su reflexión de manera casi exclusiva en
    las necesidades de subsistencia física y cuando ha
    incursionado en la consideración de otro tipo de
    necesidades, como las psicológicas y sociales, ha tendido
    a tratarlas sin trascender los supuestos básicos, la
    lógica
    y el alcance con los que tradicionalmente trabaja. Así
    McKenzie y Tullock -en una compliación de artículos
    en los que se estudian con los supuestos, la lógica y el
    instrumental de la economía convencional temas como las
    relaciones políticas,
    el crimen, la deshonestidad, los afectos, las relaciones
    románticas, el tener hijos, etc. – sostienen con plena
    seguridad:

    "Los economistas a menudo son criticados por asumir que
    el individuo es completamente materialista -interesado nada
    más que en las cosas materiales. Lo
    que nosotros asumimos es que los individuos tienen deseos que
    pueden materializarse en objetos materiales, …pero
    también reconocemos que los seres humanos quieren lo
    estético, lo intelectual y lo espiritual. … Sin embargo
    debemos enfatizar que lo que decimos para las cosas materiales es
    mayormente aplicable también para lo que no es material.
    Podemos hablar en términos de bienes, pero nos estamos
    refiriendo a aquello que las personas desean, sea o no material."
    (McKenzie y Tullock, 1981: 10).

    Esta visión que resalta al interés por uno
    mismo y reduce todos los aspectos de la vida a un tratamiento
    "mayormente" materialista, no está en condiciones no
    sólo de incorporar los aspectos no específicamente
    materiales de las relaciones
    humanas en su real dimensión no material, sino que
    tampoco puede capturar -ya que de hecho la niega- la permanente
    transformación del ser humano y de las formas de su
    interrelación resultantes de complejos procesos naturales,
    sociales, mentales y espirituales muy dinámicos en el
    tiempo y el espacio.

    Puesto que es lícito sospechar que el ser humano
    -cada uno de nosotros- no encaja a plenitud en la imagen del
    hedonista homo economicus atrapado en la eterna cárcel de
    su inmutable egoísmo rodeado de objetos materiales y de
    aspectos no materiales -que están empero cosificados-, y
    cuya búsqueda y posesión dan sentido a su vida y a
    su cotidianidad, no parece del todo descabellado repensar algunos
    de los elementos básicos sobre los que se nos ha habituado
    a entender la economía.

    5. Repensando algunos
    elementos acerca de individualidad y las necesidades del ser
    humano

    Una primera mirada a la individualidad y las
    necesidades.
    La individualidad está referida a lo que constituye el
    individuo; la originalidad propia de una persona o cosa y que le
    concierne. Con base en ello el ser humano es, primero que nada,
    una individualidad.
    La preocupación por la individualidad se desarrolló
    como parte del proceso histórico del renacimiento y la
    reforma religiosa. En el siglo XVII, y fuertemente influenciado
    por los avances de la física newtoniana, Hobbes
    planteó su idea de la sociedad como constituida por una
    infinidad de átomos -los individuos- en permanente
    movimiento y
    colisión. En este contexto se hizo necesario avanzar
    algunas precisiones en torno al
    individuo que se orientaron, en la propia tendencia hobbesiana, a
    presentarlo como una entidad abocada nada más que a sus
    propios asuntos, algo que estuvo ya relacionado con las primeras
    proposiciones del utilitarismo, propuestas alrededor del
    año 1725 por Francis Hutchison, que terminaron de
    afirmarse con la elaboración de Jeremy Bentham acerca de
    los dos grandes factores que gobiernan la naturaleza individual:
    placer y dolor. Con base en ellos se formularon los dos "grandes
    principios" de
    la vida humana, el anhelo de la mayor felicidad posible y el
    interés por uno mismo, que constituyeron un sólido
    referente para lo que la economía luego tomó como
    sus fundamentos metodológicos: la maximización de
    la satisfacción y la minimización del sufrimiento
    para el individuo y para la sociedad. Esto, más la idea de
    que el placer proviene del disfrute de determinada cantidad de
    bienes a los que se accede a través del mecanismo del
    mercado, permitió la construcción de una ciencia
    económica que resultó en "… una verdadera
    mecánica de utilidad y del
    interés propios" (Naredo, 1987: 49). Tan ligada estaba la
    idea del individuo a la de sus satisfacciones placenteras que J.
    Mill comentó en alguna ocasión que según
    estas concepciones la gran ley que gobierna
    la naturaleza humana es la conseguir el poder
    suficiente para que las personas y sus propiedades estén
    al servicio de
    nuestros placeres.

    Dado que el desarrollo inicial de la noción de
    individuo estuvo íntimamente ligado a las ideas que
    asimilaban la individualidad a la búsqueda del mayor goce
    posible, se tendió a pensar al hombre como
    una máquina de placer que busca llevar este al
    máximo. Esta relación de placer y comportamiento
    del individuo se reforzó notablemente cuando se la
    articuló al disfrute de mercancías obtenibles en el
    mercado a cambio de
    dinero.
    Así la relación individuo-goce tuvo una
    connotación esencialmente egoísta; -¿de
    qué otro goce podía ocuparse el individuo sino del
    suyo propio? Siendo este el caso, no sólo resultaba obvia
    la naturaleza de las preferencias individuales, sino que
    además ellas no tendrían por qué cambiar ni
    verse afectadas por el entorno en el que el individuo
    existía.

    Esta aproximación al individuo que mezcló
    la individualidad con el disfrute en su sentido material, fue la
    que -paradójicamente- condujo a olvidar al individuo en
    proporción directa a la invocación que se
    hacía de él, imputándosele los atributos de
    una relación de mercado en la cual aparecía
    expresando ciertos determinantes que se atribuían a su
    naturaleza humana. Con base en esta noción de individuo se
    racionalizó un modelo de sociedad que, lejos de promover
    el verdadero desenvolvimiento de la individualidad, la
    sumergió en los turbios torrentes de las relaciones de
    mercado que terminaron haciendo de la persona,

    "… un apéndice de la máquina, regido por
    el solo ritmo y exigencias de ésta, …(transformando al
    hombre)… en
    Homo consumens, el consumidor total,
    cuya única finalidad es tener más y usar
    más. (…) El hombre, en
    tanto mero diente de un engranaje de la máquina de
    producción, se vuelve una cosa y cesa de
    ser humano." (Fromm, 1987: 47).

    Nótese, empero, que esta manera de concebir al
    individuo, si bien predominante, no ha sido la única. Por
    ejemplo, ya en el siglo pasado John S. Mill y Karl Marx se
    referian en algunos de sus trabajos a un desenvolvimiento de la
    individualidad humana con todas sus potencialidades, proponiendo
    no reducirla al interés por uno mismo e invitando a
    trascender la visión de un individuo que se mueve nada
    más que a lo largo de la básica relación de
    placeres y dolores. Esto nos sugiere que una reflexión
    sobre la economía que apunte en otra dirección que la de la economía
    convencional no necesariamente se diferencia de ella por
    abandonar la idea del individuo como eje fundamental de la vida
    económica, sino más bien por ubicar a este con
    todos sus aspectos y posibilidades como fundamento, sujeto y
    objeto de la misma.

    En este trabajo nos esforzaremos por explorar esta forma
    de entender al individuo y su individualidad. En este
    empeño nos concentraremos en algunos aspectos de la
    relación del individuo con sus necesidades.

    Entendemos por necesidad una carencia de aquello que
    genera inquietud suficiente como para dar lugar a una respuesta.
    Si bien en una primera aproximación se suele relacionar
    las necesidades nada más que con la supervivencia
    físico-biológica, ha sido preciso reconocer que las
    necesidades del ser humano trascienden con mucho las que se
    refieren al aspecto físico-material de su existencia.
    Puesto que el ser humanos multidimensional también lo son
    sus necesidades, demandando un tratamiento lo suficientemente
    amplio que debería también alcanzar a la disciplina
    económica. La tendencia a reducir las necesidades a su
    componente físico-biológico está conectada a
    conveniencias metodológicas que han llevado a tomar las
    necesidades como algo dado, sin considerar su naturaleza y las
    características de los procesos mediante
    los cuales ellas se forman. Las mismas razones de
    simplificación metodológica han llevado cuando no a
    olvidar a las necesidades que no salen al mercado a enfrentarse
    con objetos útiles que tienen un precio, al
    menos a encajarlas a un patrón básico construido
    sobre las necesidades físico-materiales, con el que se ha
    querido dar el mismo tratamiento a todas las necesidades. Esto ha
    signado el estudio y la reflexión sobre los aspectos
    económicos de la existencia humana, orientando su
    dirección y limitando sus alcances y
    posibilidades.

    Con fines de ordenar las cosas, en una primera
    aproximación y siguiendo a Fromm, se pueden distinguir dos
    tipos de necesidades del ser humano: las de sobrevivir y las de
    trans-sobrevivir (Fromm, 1987).Las necesidades de sobrevivir, que
    de principio vendrían a expresar un impulso
    intrínseco a sobrevivir físicamente y que tienen al
    instinto como su más hondo fundamento, comprenden
    además aquellas que resultan de la evolución mental, cultural y social del
    hombre:

    "El cuerpo del hombre lo hace querer sobrevivir sin
    importar las circunstancias, aun las relacionadas con la
    felicidad o con la infelicidad, con la esclavitud o la
    libertad.
    (Pero además) … el hombre, una
    vez que ha comenzado el proceso de la civilización,
    trabaja no sólo para reunir alimento, sino para vestirse,
    para construir refugios y, en las culturas más avanzadas,
    para producir las variadas cosas que, sin ser estrictamente
    necesarias para su supervivencia física, se han desplegado
    como necesidades reales formando la base material de una vida que
    permite el desarrollo de la cultura."
    (Fromm, 1987: 74).

    Las necesidades de sobrevivir comprenden:

    • las necesidades biológicas y
      biopsicológicas de renovación y equilibrio
      energético: alimentación,
      sueño, movimiento,
      actividad sexual, vestido, refugio, cuidado y protección
      del cuerpo y la mente, etc.
    • las necesidades de orden mental-psicológico
      como las de recreación, saber, reconocimiento,
      afectividad, auto-afirmación, etc.
    • las necesidades de orden social y cultural, como las
      de participar en la vida social, comunicación, seguridad,
      autonomía, pertenencia, prestigio, etc.

    Las necesidades de trans-sobrevivir están
    referidas a las de atender las inquietudes provenientes del hecho
    de tener conciencia de uno mismo y del medio natural, humano y
    universal en que se existe. Estas necesidades, que denominamos de
    carácter espiritual y que se podrían
    sintetizar en una "necesidad vital de sentido", son las
    más específicamente humanas de las necesidades ya
    que el hombre "… quiere no sólo saber lo que necesita
    para sobrevivir, sino comprender qué es la vida humana"
    (Fromm, 1987: 75).

    Las necesidades de trans-sobrevivir son, además,
    trans-utilitarias pues:

    "El dinamismo de la naturaleza humana, en la medida en
    que es humano, se halla arraigado primariamente en esta necesidad
    del hombre de expresar sus facultades en relación con el
    mundo más que en la necesidad de usar el mundo como un
    medio para satisfacer sus necesidades fisiológicas. Lo
    cual quiere decir: dado que tengo ojos, tengo necesidad de ver;
    dado que tengo oídos, tengo necesidad de oír; dado
    que tengo una mente, tengo la necesidad de pensar; y dado que
    tengo corazón,
    tengo la necesidad de sentir". (Fromm, 1987: 76).

    "Los impulsos del hombre, en cuanto son
    transutilitarios, expresan una necesidad fundamental y
    específicamente humana: la necesidad de relacionarse con
    el hombre y con la naturaleza y de afirmarse en esta
    relación." (Fromm, 1987: 76).

    Por eso el ser humano "… es un ser cuya principal
    preocupación consiste en determinar un sentido para su
    vida y en actualizar ciertos valores, en
    lugar de estar empeñado en la mera gratificación y
    satisfacción de impulsos e instintos". (Frankl, 1963:
    164).

    Estas necesidades, intrínsecas como son al ser
    humano, se manifiestan de manera distinta en diferentes contextos
    personales, sociales y culturales, y fácilmente pueden
    representar algo formalmente diferente para unas personas y
    otras. Pero en todos los casos se revelan como una necesidad de
    sentido, que emerge en el ser desde adentro.

    Si bien el impulso fundamental de las necesidades nace
    del ser humano como tal, éstas son amoldadas y toman
    formas específicas diferentes de acuerdo al contexto en el
    que las personas existen. Es decir, la formación de
    necesidades -tal como ellas aparecen-, es un proceso socialmente
    condicionado, en conexión con el momento y lugar en el que
    la persona concreta su existencia. Por eso esa necesidad de
    sentido tiene alcances y características diferentes en diferentes
    contextos, y está directamente relacionada con aspectos
    personales, espirituales, naturales, culturales,
    económicos, sociales, etc. que son parte del mundo en el
    que las personas viven y se transforman.

    Pese a la importancia que tienen las necesidades de
    trans-sobrevivir, en las sociedades
    actuales se tiende a olvidarlas ya que no pueden ser atendidas a
    través de los mecanismos de mercado. Por eso, y dado que
    el sentido de la vida no emerge de la manera de vivir que las
    formas actuales de producción e intercambio han establecido,
    el ser humano se consume en la búsqueda desesperada de
    sentido donde no lo hay, en el disfrute de bienes de consumo, sean
    estos materiales o no, que como formas fantasmagóricas
    llenan de color y sonido la
    superficie de la vida humana mientras crece el inmenso
    vacío interior. Esta parece ser la causa fundamental de
    los desequilibrios que aquejan al ser humano de nuestro tiempo:
    neurosis de
    masas, vacío existencial y pérdida de significado
    (vease Frankl, 1957 y Frankl, 1973). Desequilibrios que han
    llevado a hablar de una actual era de la depresión
    que "… del mismo modo que las depresiones individuales
    (exógenas) pueden interpretarse como respuestas a una
    pérdida de lazos afectivos, la depresión
    inherente a nuestra cultura corresponde a la pérdida de
    relación con el origen, con la 'realidad'."
    (Pániker, 1982: 49).

    Una pérdida del sentido de la existencia que no
    solamente no se recupera en el mercado y sumergiendose en el
    consumo desenfrenado, sino que más bien se agudiza. Una
    necesidad de sentido que no se satisface desde afuera, ya que su
    naturaleza es intrínsecamente interior.

    Una segunda mirada a las necesidades y la
    individualidad.

    La atención de las necesidades de
    sobrevivencia es absolutamente necesaria ya que permite plasmar
    la existencia concreta de las personas en el mundo. Sin un
    mínimo grado de atención de estas necesidades el
    ser humano no puede sobrevivir y menos aún
    trans-sobrevivir. Algunas de estas necesidades son comunes a
    todos los individuos, por ejemplo las necesidades de subsistencia
    cuya satisfacción permite la supervivencia y el desarrollo
    biológico, psicológico y social básico;
    otras son diferenciables según las condiciones naturales,
    sociales y personales en las que los individuos viven. Diferentes
    personas en contextos distintos requieren de diferentes medios para
    satisfacer sus necesidades biológicas y
    biopsicológicas, mental-psicológicas y
    social-culturales en diferentes etapas de su vida.

    Las necesidades de sobrevivencia obviamente deben ser
    satisfechas. De hecho hoy en día las sociedades
    organizadas reconocen que toda persona tiene el derecho y debe
    tener la posibilidad de satisfacerlas, no sólo por razones
    de orden ético, sino también debido a que se admite
    que personas mejor educadas, con mejor salud, mejores condiciones
    de vida, mayor autonomía y participación en la vida
    social, hacen mejores los sistemas
    económicos y sociopolíticos. Así, desde 1990
    el PNUD ha comenzado a trabajar sistemáticamente en la
    dirección de promover lo que se ha dado en llamar Desarrollo
    Humano, entendido como un "… proceso de ampliación
    de las opciones de la gente para mejorar sus condiciones a fin de
    lograr el …florecimiento pleno y cabal de la capacidad humana",
    "… para los paises industrializados tanto como para los paises
    en desarrollo, para los hombres tanto como para las mujeres, para
    las generaciones actuales tanto como para las futuras." (PNUD,
    1996: 55). Y se ha comenzado a hacer hincapíe en que las
    formas de organización de la producción y la
    distribución, de aprovechamiento de los
    recursos, de organización social y participación,
    deben hacer posible la satisfacción de las necesidades
    biológicas, psicológicas y sociales de todos los
    miembros de una sociedad sin excluir a ninguna persona,
    independientemente de sus características físicas,
    sociales o culturales. Esta es empero una tarea que apenas
    comienza y la humanidad todavía se agita entre el
    reconocimiento de esta necesidad y las formas de
    organización socioeconómica que, ancladas en el
    estado de conciencia posesivo, dificultan que esta
    aspiración pueda por ahora hacerse realidad.

    Las necesidades de sobrevivencia son cambiantes tanto
    cuantitativa como cualitativamente y reflejan las condiciones en
    que las personas existen. El propio sentido de carencia de las
    necesidades es eminentemente relacional y traduce el contexto
    social, cultural, económico, natural y espiritual en el
    que las personas concretan su existencia. Así, en
    diferentes contextos ciertas carencias pueden o no hacerse
    necesidades; del mismo modo, determinados contextos hacen
    aparecer necesidades que en otros no son siquiera
    imaginables.

    La economía convencional al racionalizar los
    requerimientos de producción y realización de lo
    producido en el mercado, que son la base del sistema
    económico imperante, subordina la cuestión de las
    necesidades a las de la producción y acumulación
    ilimitada de valores,
    razón por la cual olvida que no solamente se producen
    objetos para el sujeto, sino que también se produce la
    propia necesidad del objeto a ser consumido. Por ello, en la
    medida en que el propio sistema se basa en la expansión
    ilimitada de la actividad económica, y dado que sus frutos
    requieren venderse en el mercado atendiendo a las necesidades de
    las personas, ha sido preciso acompañar la tendencia a una
    creciente producción con una racionalización acorde
    de las necesidades, entendidas también como ilimitadas.
    Ello ha ocasionado que la economía convencional haya
    estado orientada fundamentalmente a pensar las necesidades en
    téminos de escasez, dando lugar a la denominada eterna
    tragedia del consumo:

    "El consumo es, a doble título, una tragedia: la
    que comienza en la insuficiencia y termina en la
    privación. [..]…. el mercado ha hecho accesible una gran
    masa de productos, ha
    amontonado una cantidad inaudita de Bienes delante del hombre, al
    alcance de su mano, sin que éste pueda jamás
    poseerlos todos a la vez. Y peor todavía, en este juego de la
    libre elección, cualquier adquisición es a la vez
    una privación, ya que al mismo tiempo que el consumidor compra
    un objeto determinado, tiene que renunciar a otro que
    habría podido procurarse en su lugar, el cual puede
    resultar menos deseable en ciertos aspectos, pero más en
    otros." (Sahlins, citado por Naredo, 1987: 118).

    Por tanto, no son las necesidades humanas las
    ilimitadas; los ilimitados son más bien los requerimientos
    de un sistema económico que para su creciente
    expansión crea y recrea las necesidades humanas. Esto en
    modo alguno quiere decir que las personas no deban satisfacer, y
    adecuadamente, sus necesidades de sobrevivencia, empero pone en
    el tapete de discusión el tema de la relación de la
    persona con sus necesidades y los medios de su
    satisfacción; un asunto que puede ser abordado desde dos
    perspectivas diferentes. Una basada en las elaboraciones de la
    teoría
    de la utilidad marginal
    decreciente -contribución importante de la economía
    neoclásica- que muestran cómo la consecución
    de adicionales unidades de un bien o servicio no
    solamente ocasiona una reducción de la satisfacción
    alcanzada por unidad adicional consumida, sino que además
    da lugar, a partir de cierto punto, a una reducción
    absoluta del nivel de satisfacción alcanzado, no siendo
    por tanto racional la aplicación ilimitada de un bien o
    servicio a la satisfacción de una necesidad; un
    límite es imperioso. La otra perspectiva está
    enfocada en discutir el establecimiento de límites
    -individuales o sociales- a las necesidades de sobrevivencia y la
    medida de su satisfacción, ya que más allá
    de un determinado punto la consecución de adicionales
    medios de satisfacción de las necesidades exige tiempo y
    energía que podrían ser utilizados para otros
    fines.

    Por otro lado, es bueno trascender la idea tan difundida
    de que las necesidades de sobrevivencia son
    intrínsecamente egoístas, ya que a medida que se
    expande el estado de conciencia también lo hace la
    relación de la persona con estas necesidades, de forma tal
    que el bienestar personal pasa a
    depender incluso de las posibilidades que otras personas tienen
    para atender sus necesidades. Así a medida que la
    conciencia se expande más se toma en consideración
    el bienestar de otros: familiares, amigos, compañeros,
    conciudadanos, los humanos en general. Esto puede ser entendido
    como un proceso en el cual se expanden la simpatía, la
    conmiseración, el altruismo, de manera que el bienestar de
    uno está relacionado positivamente con el bienestar
    alcanzado por otras personas.

    Esto no es algo ajeno a los quehaceres cotidianos de los
    seres humanos. Por un lado la benevolencia, la
    cooperación, la solidaridad, -aun con personas que uno no
    conoce- suelen aparecer a menudo espontáneamente y sin
    mayor estímulo ni expectativa de recompensa o
    retribución. Por otro lado existen determinados
    códigos éticos, religiosos o de carácter
    espiritual que empapan la vida y las relaciones
    humanas -y que muchos individuos se esfuerzan por seguir- que
    instan a las personas a considerar el bienestar de los
    demás tanto como el propio. Además, mientras
    más amplio es el estado de conciencia de las personas, la
    propia noción que se tiene de los "otros" como separados o
    en oposición a uno se va diluyendo.

    Por eso desplazar el estudio de la actividad
    económica del campo de la maximización
    egoísta y utilitarista del bienestar, hacia una
    perspectiva que enfatiza el bienestar integral de cada uno y de
    todos, permite extender el terreno de las reflexiones
    económicas hacia la necesidad de promover el bienestar de
    todas las personas, de brindar a cada uno las posibilidades para
    obtener lo que necesita y de ayudar a los más
    débiles.

    Sin embargo, como ya se indicó antes, el
    desenvolvimiento humano no se termina con la satisfacción
    de las necesidades biológicas, biopsicológicas,
    mentalpsicológicas y socioculturales de uno mismo y de la
    colectividad. El ser humano requiere además atender sus
    necesidades de trans-sobrevivir.

    Trans-sobrevivir y el desenvolvimiento interior.
    Las necesidades de trans-sobrevir, -a las que llamamos
    necesidades del desenvolvimiento interior- si bien toman formas y
    características variadas, tienen en común que
    parten de una inquietud de búsqueda de significado a la
    vida y de respuestas vivenciales a las preguntas fundamentales
    del ser humano:
    Más allá de mi cuerpo y de mi mente, más
    allá de la
    personalidad que he construído a lo largo de mi vida,
    más allá las relaciones que tengo y las posiciones
    que ocupo; más allá de mis logros, mis posesiones,
    mis éxitos y fracasos, más allá de mis
    esperanzas y mis temores, ¿quién soy
    verdaderamente? ¿vengo de alguna parte y para hacer algo?
    ¿para hacer qué? ¿de cuánto tiempo
    todavía dispongo? ¿voy hacia alguna parte?
    ¿hacia dónde?.
    Estas preguntas fundamentales tratan de ser respondidas desde
    distintos campos de reflexión y acción de los seres
    humanos; ciudadanos corrientes, científicos, artistas,
    místicos -y también, por qué no, los
    economistas- se embarcan en esta búsqueda que Albert
    Einstein retrata así:

    "Más allá del nuestro, hay un mundo
    inmenso que existe al margen de nosotros, los seres humanos, y
    que se nos muestra como un
    grandioso y eterno enigma, aunque parcialmente accesible a
    nuestro análisis y especulación. La
    contemplación de este mundo nos llama como una
    liberación… Lo más hermoso de la vida es lo
    insondable, lo que está lleno de misterio. Es esta la
    fuente del arte verdadero y
    de la auténtica ciencia. Quien no lo experimenta, el que
    no está en condiciones de admirar o de asombrarse,
    está muerto, por decirlo así, y con la mirada
    apagada". (Einstein, 1980: 14).

    Trans-sobrevivir es desenvolverse interiormente. El
    desenvolvimiento interior es un proceso a través del cual
    la persona trabaja para encontrar con sus posibilidades, con su
    esfuerzo, con su tiempo, con su energía, respuestas a las
    preguntas fundamentales del ser humano. Se trata de un esfuerzo
    deliberado para hacer posible una manifestación desde
    dentro, un des-cubrir lo que está cubierto. El sujeto del
    desenvolvimiento interior no puede ser otro que el individuo
    (unicidad, indivisibilidad) que a medida que busca dentro de
    sí se va abriendo hacia afuera desarrollando "…
    conciencia de su unidad consigo mismo y de su relación con
    un Todo mayor que es el universo."
    (Muñoz , 1988: 66).

    El desenvolvimiento interior no es un proceso en el que
    la persona obra en aislamiento puesto que está basado en
    la relación con todo. Desenvolvimiento interior es
    trabajar conscientemente en la relación que se tiene con
    todos los aspectos de la vida, con todos los seres, con todo lo
    existente, y necesariamente pasa por una ampliación del
    círculo de interés mediante una creciente
    responsabilidad y participación. Desenvolvimiento interior
    es "darse" usando todo lo que se tiene y todo lo que se ha
    recibido -capacidad, habilidad, tiempo, energía- para
    servir a los demás y para ayudar a su desenvolvimiento; es
    trascender los límites
    personales no reservándose nada para sí. Por eso
    las necesidades de tras-sobrevivir son, al fin, una única
    y fundamental necesidad, la necesidad de dar-se.

    A un comienzo la persona se entiende a sí misma
    como separada de los demás, de todo lo existente,
    estableciendo relaciones de conquista y apropiación. Sin
    embargo, la expansión de la conciencia va cambiando el
    carácter de esas relaciones. De la competencia con
    los demás orientada a sobrevivir, manipular, poseer, "para
    mi", la persona pasa a la aceptación de los demás y
    sus derechos: la tolerancia. De la
    tolerancia pasa a la solidaridad; se aproxima a los demás,
    colabora con ellos, asiste sus necesidades, comparte lo que
    tiene, descubre lo que le rodea, comienza a reverenciar lo que
    que no comprende en lugar de negarlo o ignorarlo; respeta a los
    demás, a la naturaleza, se abre expansivamente y va
    incluyendo la totalidad dentro de sí. Posteriormente la
    expansión de su conciencia lleva a la persona a entenderse
    y asumirse como parte indiferenciada de una totalidad en
    permanente transformación y expansión,
    borrándose las diferencias entre uno y los demás,
    entre uno y todo. El círculo de las relaciones se expande,
    las líneas de relación se funden unas con otras,
    uno es en todo y todo es en uno, todo se hace simple
    capturándose la unidad de la totalidad:

    "En la etapa de la participación el ser humano
    sabe que es parte de un todo y lo siente así. Esto se
    expresa espontáneamente a través de sus relaciones.
    Su respuesta a su necesidad de desenvolvimiento es también
    la respuesta a los requerimientos del adelanto de la humanidad.
    Su bien particular y el bien de la humanidad son el mismo bien."
    (Waxemberg, 1993: 75).

    Desenvolvimiento interior es, por tanto, la conciencia
    plena del individuo en expansión ilimitada que da lugar a
    un estado de conciencia denominado egoencia del ser. Como estado
    de conciencia la egoencia del ser es una forma de relación
    del individuo consigo mismo, con los demás, con su
    sociedad, con la naturaleza, con todo lo existente; una forma de
    relación que se basa en una individualidad expansiva y
    participante; un ser "… en el mundo, no por negación del
    mundo sino por transformación del mismo, y no solamente
    por transformación de un mundo que está 'fuera' de
    mí sino del mundo que está 'en' mí y del
    mundo que tomo sobre mí para transformarlo en mí"
    (Muñoz, 1969: 15).

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