Indice
1.
Defensa de la libertad individual y búsqueda del bienestar
social
2. La libertad negativa y el principio
ético de la igualdad de oportunidades
3. Derecho, Estado y Democracia en el
discurso neoliberal
4. Estado y mercado en el
Neoliberalismo
5. A manera de
conclusiones
6. Referencias
Bibliográficas
1. Defensa de la
libertad
individual y búsqueda del bienestar social
En tanto continuador del liberalismo,
el neoliberalismo
tiene su fundamento filosófico en la defensa de la
libertad
individual y en la búsqueda del bienestar social a
través del ejercicio de aquélla en un orden natural
mercantil que, supuestamente garantiza la eficiencia en la
utilización de los recursos y la
justicia en la
distribución de los productos.
El neoliberalismo
es fiel continuador de la tradición política liberal
clásica y de la teoría
económica neoclásica. Su agente social es un
individuo prototípico que, en tanto autointeresado, es el
mejor defensor de su propios intereses y cuyas preferencias se
forman al margen de cualquier influencia social y se rigen solo
por la norma de maximizar beneficios con medios
escasos. Parafraseando a Adam Smith de
la suma de los egoísmos individuales brota la
armonía social, pues el escenario de su
realización, el mercado, por una
parte, es un escenario impersonal que no implica rivalidad, y por
otra parte, asigna eficientemente los recursos y
distribuye justamente los productos.
Gómez advierte que quienes atacan el neoliberalismo:
inteligentemente ocultan que lo esencial de la metáfora
(la famosa "mano invisible" de Smith) es el provecho que la
sociedad
deriva de esta acción libre de sus miembros… …. tanto
en el siglo XVIII como en el XX, el liberalismo
reivindica la libertad individual, sólo en la medida en
que ésta produce bienestar social… La lucha a fondo
contra todo tipo de privilegios… …y las discriminaciones de
cualquier ralea, tiene su fundamento no precisamente en la
defensa de intereses particulares, sino en la preservación
de la sociedad, a
través de la promoción de la libertad individual (1992 :
33).
Ni desde el punto de vista meramente teorético, ni desde
el fáctico, resulta posible conciliar la libertad
individual que persigue intereses egoístas con el
bienestar social. La presuposición de la igualdad ante
la ley, el
desconocimiento de la naturaleza del
poder (en
cualquiera de sus acepciones), la inocuidad de la propiedad
privada y la neutralidad del Estado,
presupuestos
desde los cuales pudiera intentarse aquella conciliación,
son simples ficciones discursivas.
Además, la libertad individual de la que aquí se
trata, es la libertad negativa, sobre la cual… …radica la
definición misma del
hombre
liberal, que al no envolver en lo esencial sino una postura
defensiva es ella la más refinada expresión de
quienes tienen mucho que defender (Baptista, 1990 : 26)
Como es conocido, la teoría
neocontractualista de Rawls tiene como objetivo
reconstruir un espacio en el que, la inviolabilidad y el
ejercicio de la libertad individual negativa sean soporte del
bienestar social. Sin embargo, aunque Rwals logra tal
propósito, lo hace a costa de constructos
teoréticos que como la "posición original" y el
"velo de la ignorancia", debilitan la base racional de tal
argumentación y sólo permiten construir un
individuo prototípico moral que nada
tiene que ver con el sujeto social real. Como ha señalado
Baptista:
…la visión económica de liberalismo tiene que dar
cuenta del hombre que
propone como expresión de la realidad humana. La pregunta
por hacerse y responder, si se está desde luego en el
terreno de los hechos científicos, y que desde luego no es
nada nueva, se puede formular así: ¿en qué
medida ese hombre del liberalismo se asemeja al hombre de la
realidad? (Baptista, 1990: 28)
La respuesta parece ser que tal individuo liberal es
sólo una ficción teorética, o para decirlo
con González
…es el supuesto del individuo racional maximizador
egoísta de utilidades (o de la utilidad
esperada). Se sustituye la concepción tradicional
aristotélica del zoom politikon por la del homo
oeconomicus… …Este modelo de
individuo es una ficción que puede resultar útil
para la elaboración de modelos
científicos, pero como tal modelo no
existe en la realidad (González García, 1992 :
346).
Justamente, como he señalado en otra parte, una de las
vertientes principales del pensamiento de
Rawls desemboca en sus conceptos de libertad y valor de
libertad, los cuales muestran la verdadera naturaleza de su
teoría: "refinar" la defensa de "quienes tienen mucho que
defender". Como indica Baptista, siguiendo a Berlín:
Es desde esta perspectiva, de la defensa de quienes tienen mucho
que defender, como puede escribirse que, "ofrecer derechos políticos, o
salvaguardas contra la intervención del Estado, a
individuos que están medio desnudos, iletrados, mal
alimentados y enfermos, es una burla de su condición.
Es evidente, entonces, que la defensa del interés
privado frente al Estado sólo puede ser la defensa de
quienes "tienen mucho
que defender". Demás está decir que los
únicos derechos para el
neoliberalismo son las libertades políticas
básicas formales las cuales, como enseña la
experiencia, en ciertas condiciones también pueden ser
conculcadas. Los derechos socio-económicos, no son
derechos, sino reclamos inmorales de los desposeídos que
penalizan la propiedad de
aquellos que han alcanzado el éxito,
tal como defiende patéticamente Nozick.
2. La libertad negativa
y el principio ético de la igualdad de
oportunidades
El neoliberalismo al igual que el liberalismo
clásico combina el principio básico de la libertad
negativa con el "principio ético" de la igualdad de
oportunidades. Los individuos sólo pueden desarrollar sus
capacidades a través de la competencia, la
cual es presentada como la mediación por excelencia para
el pleno desarrollo de
las potencialidades humanas. Esta igualdad de oportunidades
garantiza:
la creación de una estructura
ética,
jurídica y política que permita
por igual a todos los hombres explotar al máximo sus
potencialidades. Se trata de crear una sociedad en la que todo el
mundo y en especial los trabajadores y los miembros de los
grupos menos
favorecidos sepan que si producen más, su riqueza y su
remuneración se elevarán (Gómez, 1992:
34).
Es fácil demostrar empíricamente que el
incremento de la capacidad productiva del trabajo no va
acompañado del incremento real de las remuneraciones.
De hecho, visto globalmente, los desarrollos científicos y
tecnológicos actuales, -expresión del incremento de
la capacidad productiva del trabajo que no del capital-, no
han mejorado en nada los ingresos reales
de los trabajadores que, por el contrario, enfrentan un
desmejoramiento de sus condiciones de vida y de trabajo por el
incremento del desempleo y la
caída del salario real.
El principio de diferenciación de Rawls, según el
cual, las desigualdades sociales y económicas
habrán de ser conformadas de modo tal que a la vez que: a)
se espere razonablemente que sean ventajosas para todos, b) se
vinculen a empleos y cargos asequibles para todos intenta
legitimar este aspecto del credo neoliberal. La primera parte del
principio trata de conciliar las desigualdades
socio-económicas reales con el bienestar social a
través de la artificiosa argumentación de que si se
mejora la situación de los desposeídos, las
desigualdades se convierten en "razonablemente ventajosas para
todos"; la segunda parte, intenta legitimar éticamente
tales desigualdades, relacionando la existencia y
aceptación de éstas con una hipotética
igualdad de oportunidades en la asequibilidad de cargos. La
experiencia demuestra fehacientemente el carácter
falaz de esta argumentación.
Gómez considera la competencia como
el factor que garantizaría las oportunidades para el
desarrollo de
las potencialidades humanas individuales. Baste recordar
aquí El Leviathan de Hobbes para
develar, por un lado, el carácter
mítico de la competencia como mediación para el
incremento de las potencialidades humanas, pues el desarrollo que
se logra en base a la rivalidad que engendran el egoísmo,
el individuo aislado y desmembrado de su comunidad y
mediado fundamentalmente por el afán del lucro, la
ganancia, la gloria y el poder, ni
permite el desarrollo de la persona humana
ni, por otra parte, esta búsqueda del interés
individual egoísta conduce al bienestar de la sociedad en
su conjunto la que, por el contrario, se torna cada vez
más caótica y desigual.
Como se sabe, el escenario y el mecanismo regulador de esta
competencia es el mercado. Pero ¿qué es el
mercado?
En una sociedad puramente mercantil, valga recordar aquí
el abecé, no hay más nexos sociales que los
imbricados en la compra y venta de
mercancías. Yo, existo para los demás sólo
en calidad de
comprador y/o sólo en calidad de
vendedor de mercancías… Si nada puedo comprar y nada
puedo vender, mi existencia social desaparece y ni siquiera mi
sombra tendrá derecho a caminar. (Valenzuela, 1994 :
64).
Es decir, el mercado es el escenario del intercambio de
mercancías, en el que se hace abstracción de
cualquier relación humana pues, las relaciones de mercado,
como dicen los sociólogos, no son ´cara a
cara´, sino que impersonales, abstractas y limpias de toda
emoción (Valenzuela, 1994: 70) y al que sólo pueden
concurrir los dueños de mercancías, los cuales se
relacionan a través de éstas. El mercado es un
escenario de relación entre cosas-mercancías, en el
que la relación social es secundaria y sólo cuenta
en la medida en que los hombres son los propietarios de aquellas
cosas-mercancías.
En otras palabras, como quiera que el dinero es
expresión y equivalente general de todas las
mercancías; que el dinero
sólo se diferencia cuantitativamente; y que la forma
dineraria es la forma más general del capital, la
competencia es, en última instancia, la competencia entre
el capital, y sólo como consecuencia de esto, entre sus
propietarios. Como ha señalado Marx:
En la libre competencia no se pone como libres a los individuos,
sino que se pone como libre al capital…. ….La libre
competencia es el desarrollo real del capital. ….El dominio del
capital es el supuesto de la libre competencia, exactamente como
el despotismo de los emperadores romanos era el supuesto del
libre "derecho privado" romano. …De ahí, por otra parte,
la inepcia de considerar la libre competencia como el
último desarrollo de la condición humana, y la
negación de la libre competencia = negación de la
libertad individual y de la producción social fundada en la libertad
individual. (1972: 167, 168 y 169) (P. 18 del trabajo "El
discurso
democrático neoliberal o el abstraccionismo…")
La teoría liberal encubre este aspecto inherente a la
acumulación del capital hablando del mercado como el
espacio social de
realización de la libertad del hombre, lo que presupone a
estos libres y propietarios a la vez. Esta visión obvia
cuidadosamente que el trabajo es
una actividad humana inseparable de la vida misma que no se
produce para la venta y que la
igualdad sólo se logra en el terreno jurídico del
contrato
recurriendo al extraño artificio de desgajar del hombre su
propia vitalidad humana, su fuerza de
trabajo, bajo la forma de mercancía para que, convertido
en propietario de la misma, se iguale al propietario de los
medios de
producción. …se obvia pues, que una de
las partes, la de los no propietarios de medios de
producción, vende su propia condición humana, lo
cual es evidenciado por el dramático envilecimiento de tal
condición en las grandes mayorías". (Caponi y
Hernández, 1995: 175)
Que la competencia sólo es el proceso de
concentración y centralización del capital, lo dice
claramente su propio resultado histórico: la
monopolización extrema de la economía, con su
secuela de concentración de la riqueza social en un polo,
los propietarios, a expensas de la pobreza del
resto de la sociedad. (P.18,19 de "El discurso democrático
neoliberal…") Gómez reconoce estos efectos, aunque
encuentra este proceso
beneficioso:
de la propia competencia puede emerger el monopolio y el
oligopolio…
…proceso que, por un lado, es indudablemente saludable para la
economía
puesto que puede garantizar el incremento incesante de la
eficiencia…
pero por otra parte, puede resultar peligroso y nocivo para la
sociedad (1992: 96)
El núcleo del argumento aquí es la
justificación de los monopolios y los oligopolios, pues
ellos garantizan "el incremento incesante de la eficiencia",
cuestión que en definitiva nos remite a una de las
discusiones centrales en teoría económica, como es
el tema de la eficiencia en el equilibrio
competitivo, cuyo examen nos llevaría a alejarnos del tema
central que venimos tratando. Valga decir, sin embargo, que la
discusión se origina con la propia metáfora de la
"mano invisible" de Smith y se extiende por diversos rumbos a
través de Walras, Pareto, Pigou, las críticas de
Wicksell, las alternativas propuestas por el "Principio de
compensación" y la "Función
Social de Bienestar" y que, finalmente, luego de intensos y
acalorados debates "que envolvieron los economistas de mayor
nombradía en la disciplina" se
llegó a la conclusión que "la supuesta equivalencia
entre máxima eficiencia y mercado competitivo reposa sobre
unas bases cuya fortaleza lógica
o empírica todavía deben demostrarse" (Baptista,
1990 :50)
Además, a propósito de la situación
de equilibrio que
está implícita en la discusión sobre las
bondades del mercado competitivo y la existencia de monopolios y
oligopolios, tal situación de equilibrio es estática o
atemporal lo que limita severamente su alcance explicativo. Al
respecto cabe citar nuevamente a Baptista:
Se puede decir que la existencia de un equilibrio puede
demostrase. Pero nada puede decirse de manera sustantiva sobre si
el mercado competitivo tienen una tendencia natural hacia ese
equilibrio, ni menos sobre si esa tendencia lleva consigo una
velocidad tal
que termine por alcanzar la posición de equilibrio, pero
tampoco sobre si esa posición, una vez alcanzada,
será o no estable (1990: 52)
En definitiva, los fundamentos que sustentan la primacía
del mercado, esto es, la garantía de la eficiencia y del
equilibrio, al igual que todo el credo liberal, no pasan de ser
un juego de
artilugios que no soportan la prueba de la realidad. En efecto,
si quedara alguna duda a propósito de que el
neoliberalismo es una cobertura ideológica al servicio del
capital, y que la competencia es, en definitiva, la competencia
entre los diversos capitales, la aclara la siguiente referencia
de Gómez, quien considera que los problemas que
confronta a este nivel la sociedad venezolana son producto de
una "comprensión inadecuada de qué es el capital y
cuál es su característica esencial" que él
intenta aclarar en los siguientes términos:
en primer lugar, sólo el capital, en base a sus objetivos y a
su naturaleza más íntima, puede decidir qué
le conviene y qué no, cuál tasa de ganancia
aceptará y cuáles no; carecen de sentido las
críticas y denuncias acerca de beneficios exorbitantes,
así como las recomendaciones de tasas justas de ganancias.
…Uno de los pocos mecanismos racionales para reducir una
supuesta ganancia desproporcionada es crear las máximas
condiciones posibles para que acudan competidores a ese mercado.
Si esto no ocurre, la existente será la ganancia justa.
Planteamiento éste, que puede resultar chocante, pero cuya
evidencia es elemental. En segundo lugar, el capital
encontrará siempre la forma de evadir imposiciones; y, en
consecuencia, cualquier decisión del Estado o la sociedad
que afecte sustancialmente sus objetivos,
está destinada al fracaso. …Una estrategia
económica tiene que decidir …si va a enfrentar o evadir
esta característica esencial del capital …o va
a adaptarse a la suya, para canalizar hasta donde sea posible los
intereses de la nación,
a través de los intereses del capital. …si va a
obligarle a repartir sus ganancias porque ha sido establecido o
decidido, desde el punto de vista de la nación,
la sociedad o cualquier otro ente distinto del capital, que una
determinada tasa de ganancia es exagerada; o va a generar
condiciones para que, manteniendo un margen de beneficio que el
capital juzgue adecuado, éste haga uso de su inigualable
capacidad para producir bienes y
servicios, de
tal forma que el volumen de
impuestos
recaudados, el empleo y el
bienestar social sean mayores. (1992: 117 y 118)
La cita, aunque extensa, es por demás
esclarecedora y nos exonera de mayores comentarios. Huelga decir,
sin embargo, que resulta por lo menos incoherente todo el
discurso que habla del desarrollo de las potencialidades humanas,
la igualdad, la libertad etc., cuando estas deben sujetarse a las
leyes del
capital y servir a su proceso de acumulación. Como se sabe
el capital es una relación social por la cual, una parte
de la sociedad, la de los propietarios de medios de
producción, se apropia del trabajo de los no propietarios;
de donde, por un lado, "la inigualable capacidad para producir
bienes y
servicios" no
es inherente a la naturaleza del capital sino del trabajo como ya
lo aclaro J S Mill, para no citar a Marx. Por otro
lado, la acumulación de riqueza en un polo sucede a
expensas del despojo del trabajo de la inmensa mayoría, lo
que sólo es posible desde unas relaciones sociales basadas
en la explotación, dominación y opresión que
convierten la libertad, la igualdad y la propia condición
humana en una simple ficción ideológica.
Como consecuencia de lo anterior, podemos afirmar que al mercado
sólo asisten los propietarios de mercancías, entre
los cuales es imposible la igualdad, pues ésta
vendría dada por un igual poder mercantil, cuestión
negada por la ley del
desarrollo desigual. En realidad, como bien señala
Valenzuela:
si el poder del mercado es muy diferente, la igualdad social se
rompe y los unos (los de alto ingreso) pasan a ordenar a los
otros (los de bajo ingreso) aunque no de manera directa sino a
través de las cosas-mercancías. En la forma
igualdad y libertad. En lo sustantivo y concreto,
desigualdad social y relaciones de dominio y
subordinación (1994: 68).
3. Derecho, Estado y
Democracia en
el discurso neoliberal
Habíamos dejado planteado el problema del
papel del
Estado como promotor de la competencia y fuente de su
legitimación ética en
tanto garante de la igualdad de oportunidades. Este razonamiento,
en última instancia, termina por legitimar la ganancia,
pues por desproporcionada que ésta sea, ella es
legítima cuando se trata de un "monopolio
natural". Se parte de aceptar los "monopolios naturales" como un
dato dado, desconociendo deliberadamente la sórdida
historia y la
naturaleza de los procesos de
concentración y centralización del capital, el despliegue
del poder de los monopolios a través de prácticas
inescrupulosas para posesionarse de mercados en
detrimento de competidores, y lo que es más importante,
sus conexiones con el poder político, el cual pone a su
servicio a
través de la corrupción, financiamiento
de campañas, y una larga cadena de relaciones más o
menos encubierta.
Como hemos venido insistiendo, tales argumentaciones no soportan
la critica de la realidad, y funcionan más como simples
justificaciones alrededor de las cuales se construye el "sentido
común" que sirve de base al consenso de la
dominación. Como señala Maestre siguiendo a
Habermas:
el verdadero problema no es la convergencia entre discurso y
política, entre discurso y poder de las instituciones,
sino que el fenómeno a explicar consiste en el
establecimiento eficaz de una apariencia de justificación
que asegure el reconocimiento sin violencia de
las instituciones
que existen en la realidad. (1992: 93).
El neoliberalismo siguiendo toda la teoría liberal
clásica, convierte al mercado en el escenario por
excelencia de la competencia, la cual se convierte en el pivote
para el desarrollo de las potencialidades humanas y se legitima
éticamente en la existencia de iguales oportunidades para
todos. Pero a diferencia de la escuela
clásica, (y neoclásica) el neoliberalismo asigna al
Estado el papel de
promotor de la competencia, siempre y cuando tal Estado sea el
resultado de un acuerdo previo entre hombres libres y,
además, esté restringido en su injerencia en la
vida de los particulares. En efecto,
El poder del Estado debe residir menos en la discrecionalidad del
gobierno, y
más en los acuerdos constitucionales y en la igualdad de
los hombres ante la Ley. …Ni en el siglo XVIII, ni en el XX, el
pensamiento
liberal se ha opuesto al Estado, ni al poder del Estado, cuando
éste emana directamente de acuerdos constitucionales entre
individuos libres (1992: 35) con lo que, volvemos a encontrar en
la fundamentación rawlsiana en su vertiente del
liberalismo político como la base filosófica del
neoliberalismo, particularmente el consenso traslapado en su
primera fase, es decir, el acuerdo constitucional entre
individuos libres, la existencia de la razón
pública, y toda la teoría
neocontractualista.
Cabe aquí resaltar, primero, que el ataque del
neoliberalismo al Estado, encubre realmente el ataque al Estado
de Bienestar y, en general, al Estado democrático:
El neoliberalismo con su ideal del Estado mínimo pero
fuerte, comienza atacando al socialismo,
prosigue su lucha contra el Estado de
bienestar y termina enfrentándose a la propia democracia
(González y García, 1992: 52).
Segundo, tal ataque se hace desde la doble articulación de
un ataque a la ética de los derechos colectivos y la
reivindicación de la competencia que envuelve el concepto de
responsabilidad individual, frente al supuesto
aniquilamiento que el determinismo histórico hace de la
responsabilidad y la subjetividad del hombre:
Cuando se convierte al Estado en el epicentro de la sociedad o se
pretende que ésta tienen primacía sobre el
individuo, cuando como en el caso de Hegel "lo
único verdadero es el todo", o si, siguiendo a Marx,
aceptamos que la acción humana está rigurosamente
determinada por leyes de la
historia,
entonces, es obvio que el individuo no tiene que responder por
sus actos. Todo se vale, porque todo puede justificarse en
función
de los intereses o los designios supremos del Estado, la raza, la
razón o la historia. (Gómez, 1992: 34).
Gómez expresa aquí su desconocimiento tanto de la
dialéctica de Hegel que soporta
su concepción del Estado como del historicismo de
Marx.
Tercero, el liberalismo y la democracia no son consistentes. Un
Estado democrático supone la participación de los
ciudadanos en la toma de
decisiones, particularmente aquellas que tienen que ver con
el bienestar de la sociedad. Ello supone en primer lugar, decidir
sobre la forma de producción y distribución de la riqueza social y
cómo se asume el bienestar social, tanto individual como
colectivamente. El Estado
neoliberal sólo respeta la lógica
del capital, y en consecuencia, de sus propietarios, como agentes
de aquél. Cualquier consideración social, nacional
o política que no se ajuste a los intereses del capital
simplemente debe ser desconocida, pues esta condenada al fracaso.
El Estado neoliberal resulta pues incompatible con un Estado
democrático real. Como bien señala González
García, siguiendo las pistas de Bobbio:
Liberalismo y democracia no caminan ya juntos, una vez que la
democracia ha sido impulsada hasta las extremas consecuencias de
la democracia de masas, cuyo producto
último es el Estado asistencial. La crisis de este
puede interpretarse como efecto del contraste entre el empresario
económico que tiende a la maximización de los
beneficios, y el empresario político que busca la
maximización del poder a través de la casa de
votos. (González García, 1992: 52)
En definitiva, la única conclusión que parece
soportar la prueba de la experiencia empírica es que el
neoliberalismo es la negación de la democracia: "La
realización de la democracia estará vinculada a la
supresión del liberalismo y de su producto, el Estado
burgués de derecho" (Gómez O, 1992:
178).
¿En qué sentido puede entonces
reivindicarse el neoliberalismo como "una concepción
moderna de la democracia"? pues sólo en el sentido formal
liberal: como reivindicación formal de abstractas
libertades políticas
que garantizan unos supuestos derechos de "todos los individuos,
incluyendo los trabajadores y los sectores marginados de la
sociedad" (Gómez, 1992: 32) Y aquí volvemos a
encontrar una vez más, la dicotomía entre el
aspecto formal y el real de la libertad, y la huella del
razonamiento rawlsiano tratando de conciliar dicha
dicotomía.
Finalmente, nos interesa destacar brevemente algunos otros rasgos
específicos del neoliberalismo. Ellos se encuentran
principalmente en el ámbito de la justificación de
la participación del Estado en los procesos
económicos y en la relación que se establece entre
Estado y mercado.
4. Estado y mercado en el
Neoliberalismo
Si bien el neoliberalismo rescata la idea básica
liberalismo clásico del mercado autoregulado, esta idea
está reformulada desde los fundamentos teóricos de
la escuela
neoclásica de la teoría subjetiva del valor o
teoría de la utilidad marginal
y de la teoría del costo de
oportunidad. El núcleo de ambos conceptos descansa en el
criterio de que el valor de las mercancías no descansa en
el trabajo que
costó producirlas sino en lo que el demandante esté
dispuesto a pagar de acuerdo al margen de sus necesidades, reales
o no, en el contexto de una escogencia intersubjetiva de
valoraciones y oportunidades. De esta manera el costo de las
mercancías en términos de costos de
producción, particularmente de costos de la
fuerza de
trabajo es sustituido por el de costo de oportunidad:
En otras palabras, un bien siempre será producido por el
productor de menor costo. El costo está representado por
una oportunidad que se ha dejado de lado, no por la cantidad de
algún insumo. …El punto crucial …consiste en que una
vez definida la ventaja comparativa en función de costo de
oportunidad, lo que refleja la producción que se ha dejado
de hacer de otros bienes, no importa si realmente los bienes son
producidos sólo por trabajo. Esto explica la superioridad
de la teoría del costo de oportunidad, que, como el deus
ex machina, salva las conclusiones clásicas.
(Chacholiades, , 1988: 30)
El propósito de tal teoría es dejar de lado, no
sólo las conclusiones de la escuela clásica, sino
también, y principalmente, las marxistas, especialmente en
lo relativo al trabajo como fuente de valor, o lo que es lo
mismo, la teoría del valor trabajo, el doble
carácter del trabajo, los efectos del mercado sobre la
fuerza de trabajo, y sus implicaciones políticas: la
explotación de la fuerza de trabajo como fuente de la
plusvalía y la ganancia, y toda la teoría de la
explotación y de la lucha de clases y sus relaciones con
el poder político y la alternabilidad a la sociedad del
capital.
Esta teoría subjetiva del valor también
obvia los conceptos de trabajo productivo y trabajo improductivo,
y con ello legítima el derecho de los dueños del
capital financiero, los rentistas y demás sectores
parasitarios a vivir a expensas del sector productivo.
Además, tal grado de usura es legitimado bajo la cobertura
de que las transacciones que allí se originan son
contraprestaciones entre los dueños del capital dinero y
quienes se benefician de dichos prestamos. Desde el punto de
vista contable, tales transacciones acrecientan el producto pues
cualquiera sea la transacción que se realice en el
mercado, produzca o no un bien, con o sin utilidad, es tomada
como una transacción productiva, en concreto, como
una transacción monetaria. Ello conduce a jerarquizar la
esfera de la circulación monetaria y a disociarla de la
esfera de la producción, síntoma de los profundos
desajustes que afectan a la economía capitalista actual y
que expresan su irracionalidad. El corazón de
este punto de vista es el sujeto individual autointeresado, que
"racionalmente" escoge entre alternativas la más rentable
a sus intereses, los cuales defiende desde el poder que tales
intereses le confiere, enfrenados violentamente a los intereses
sociales.
Justamente, como no es fácil conciliar el sujeto
egoísta y autointeresado con el bienestar colectivo y
social, el neoliberalismo insiste en debilitar el argumento de su
sujeto individual prototípico, que al estilo Robinson
Crusoe decide maximizar sus beneficios con bienes escasos
motivado por causas egoístas, insistiendo en cambio, en
crear un marco social para la acción de tal sujeto, pues
esto permite sacar definitivamente el problema de la esfera del
egoísmo y la subjetividad, para colocarlo donde debe
estar, es decir, el terreno de las relaciones interindividuales,
aquél en el que la libertad de cada quien para decidir
sobre el costo de oportunidad se relaciona indisolublemente con
el bienestar social. (Gómez, 1992: 38)
Al igual que los misterios de la santísima trinidad, tres
personas distintas y un sólo dios verdadero, no se sabe
aquí como empírica o lógicamente las
relaciones interindividuales están "indisolublemente"
relacionadas con el bienestar social. Cabe traer a
colación aquí el criterio de K. Popper, uno de los
principales teóricos de "las relaciones
interindividuales". Dice Popper:
Puede decirse que la razón es, al igual que el lenguaje,
un producto de la vida social. Un Robinson Crusoe (abandonado a
sí mismo en su primera infancia)
podría llegar a ser lo bastante inteligente para dominar
muchas situaciones difíciles, pero jamás
inventaría ni el lenguaje ni el
arte del
racioncinio. …De este modo podemos decir que, al igual que
el lenguaje,
le debemos la razón a la
comunicación con otros hombres. (pero no a la sociedad
como cuerpo colectivo, agregado nuestro). ..Si decimos por
ejemplo, que le debemos nuestra razón a la "sociedad"
queremos decir siempre que la debemos a ciertos individuos
concretos. ..Por tanto, al hablar de una teoría "social"
..queremos significar, más específicamente, que la
teoría es de carácter interpersonal pero nunca
colectivista. (1984: 394, Vol 2)
Necesario es detenerse brevemente en el análisis de esta transfiguración del
egoísmo subjetivo al bienestar social que intenta el
neoliberalismo. El problema que subyace al interior de tal
razonamiento es el concepto de
sociedad. Si la sociedad se reduce sólo a relaciones
interindividuales, las implicaciones saltan a al vista: el hombre
existe independientemente de las condiciones materiales de
su existencia. Es decir, el hombre
existe como ser independiente de la sociedad misma, única
forma de reducir su naturaleza social a simples relaciones
interindividuales que, en consecuencia, tienen un carácter
eterno, inmutable, natural y universal. Es decir, que el hombre a
pesar de ser un producto social, es reducido por el
neoliberalismo a un sujeto asocial y
ahistórico.
Pero la sociedad no es simplemente un escenario de
relaciones interindividuales, sino el tejido que une los hombres
de manera orgánica, colectiva e interdependiente. La
substancia y el fundamento de este tejido conjuntivo que es la
sociedad lo constituye el trabajo: las formas como está
organizado, las condiciones y los medios técnicos conque
se realiza y que determinan su productividad, la
forma como se distribuyen sus resultados, entre otras cosas, lo
cual condiciona, como tendencia general, el modo de ser de toda
la vida social.
En otros términos, es el nivel alcanzado en el desarrollo
de las fuerzas productivas, el modo y las relaciones de
producción, las formas de dominación social y
política prevalecientes en un momento determinado,
considerados como un todo orgánico, lo que configura la
estructura
básica de la
organización social existente, en la que se
condicionan dialécticamente el desarrollo de la sociedad y
la naturaleza humana. En su constante devenir histórico la
sociedad atraviesa por diversas etapas o fases, correspondientes
a las nuevas formas como se organiza el trabajo, a la
apropiación que hace el hombre de la ciencia y
de la técnica y a la acumulación de experiencia y
saber.
Ahora bien, ¿cómo puede pensarse siquiera en el
bienestar social, si uno de los principales presupuestos
del liberalismo y el neoliberalismo es negar el fundamento de la
condición humana, es decir, el fundamento social?
Justamente, ¿el propósito del neoliberalismo no es
dejar de lado toda la teoría clásica y marxista (en
tanto en cierto sentido derivada de aquella) de la teoría
del valor trabajo?. ¿No es acaso el mercado un escenario
exento de emociones
humanas?. Y, finalmente, ¿no es el contenido humano en las
relaciones del hombre, la única base cierta e
indispensable para pensar con sentido de posibilidad el bienestar
social?. La conclusión lógica parece ser todo lo
contrario de la exégesis neoliberal: de hecho, la
posibilidad de recuperar los vínculos humanos pasa por
ubicarse fuera del mercado, pues dentro de él sólo
tiene validez la ganancia, aunque la sordidez conque a veces se
obtiene se encubra con refinados modelos
matemáticos y psicológicos.
Volviendo al aspecto de la participación del Estado en la
economía, ésta se justifica bajo la
argumentación de que el Estado debe asumir el papel de
"promotor de la competencia" entre los capitales, como forma de
legitimar éticamente tanto la competencia como los
"monopolios naturales". Esta argumentación esconde, en
verdad, como demuestra la experiencia empírica, el hecho
de que la facción burguesa que controla el Estado, utilice
su poder como palanca en beneficio de sus intereses.
Otra de las razones que justifican la
participación estatal en la economía, es la
necesidad de mantener el "equilibrio presupuestario",
cuestión que si bien tiene como punta de lanza la
argumentación de restringir la emisión de dinero
inorgánico, funciona realmente como justificación
para la reducción de los servicios sociales y la privatización de los activos
nacionales, o lo que es lo mismo, mediante la ampliación
de las oportunidades de rentabilidad
del capital, como veremos en el próximo capítulo.
El "equilibrio presupuestario" excluye sin embargo, la
crítica y la reducción de los gastos militares,
la burocracia
gubernamental, la corrupción
y las garantías financieras al capital dinerario. Este
punto está vinculado con la necesidad de mantener los
llamados equilibrios macroeconómicos, especialmente el de
balanza de pagos,
el fiscal y el
monetario, cuestiones que en definitiva se reducen a garantizar
las condiciones favorables para la acumulación del
capital, despreciando cualquier consideración sobre el
bienestar social.
Para "humanizar" su rostro el neoliberalismo propugna la
atención a los más
desposeídos, tanto a través de llamados piadosos a
los capitalistas como a través de subsidios directos
financiados por el Estado. Algunos aspectos centrales inmanentes
a la propia naturaleza del capitalismo se
esconden detrás de esta piadosa humanización. Se
busca reforzar el "sentido común" según el cual las
calamidades patéticas del capitalismo se
deben a factores fortuitos, a una suerte de lotería
social, como diría Rawls, y a hechos que no van más
allá de las esfera de las relaciones interindividuales,
con lo cual se expresa la negativa a percibir las causas
fundamentales de estos males sociales en la propia naturaleza del
sistema social.
En este sentido, tal visión se convierte en un elemento
fundamental de la ideología dominante, al crear una falsa
conciencia de la
realidad social, frente a la cual, y dado el innegable resultado
nefasto de las políticas neoliberales, a lo sumo se
aceptan los ajustes de "ingeniería social" .
Rechazamos la idea de que la libertad tenga tan solo una
connotación individual, dentro de un "orden espontaneo" de
cosas. El orden capitalista no es un orden espontaneo, natural y
eterno; tampoco es una sociedad de "ciudadanos libres que
controlan el Estado", ni éste tampoco es simplemente un
orden regulador neutro en beneficio de toda la sociedad. El
régimen neoliberal, como fundamento del reclamo de la
libertad negativa es, en verdad, la defensa de la racionalidad
instrumental y una manera de ocultar que dicha racionalidad
sólo es realizable mediante el poder económico y
político que se impone a la sociedad en su conjunto,
particularmente a aquellos sectores despojados de tales
poderes.
La libertad sólo puede ser verdad allí dónde
la libertad individual sea parte integrante de la libertad
social, donde la una no se anteponga negando la otra. Ello supone
necesariamente la negación de la propiedad
monopólica, y la desigualdad y la concentración del
poder económico y político que de ella deriva. Un
aspecto de tal libertad lo constituye una elevada conciencia de las
relaciones sociales con otros hombres. También del dominio
de la naturaleza, que supone una actitud
racional a través de la ciencia y la
tecnología
para la superación de la escasez.
En una sociedad que garantice la satisfacción de sus
necesidades a todos sus miembros y que se fundamente en elevados
valores
humanos, es obvio que el reconocimiento de las diferentes
capacidades se asentará en los valores de
la solidaridad y la
fraternidad sociales. Éstos habrán reemplazado al
interés egoísta de la propiedad privada y las
relaciones mercantiles como máximo estimulo del desarrollo
de la potencialidades del hombre. Por lo demás, no asiste
ninguna razón moral a la
consideración de que, sobre la base de las actitudes y
aptitudes especiales de alguien, se generen privilegios
irritantes que atenten contra el bienestar colectivo de la
sociedad.
En definitiva, para finalizar, sostengo la tesis de que
el neoliberalismo constituye una cruzada feroz de los
dueños del capital contra los trabajadores y asalariados y
contra los fundamentos mismos de la sociedad. Significa la nueva
forma de dominio y explotación, y en tanto tal, se trata
de un orden social pernicioso que produce tanto una sociedad con
un creciente grado de caotización como un sujeto social
fragmentado en su identidad
personal,
enajenado a patrones de consumo que no
puede satisfacer sumido como está en la miseria, negado en
su condición de ciudadano, vaciado de cualquier
relación solidaria o vinculo humano con los otros,
postergado y excluido por un régimen social profundamente
desigual y decadente. El enfrentamiento a tan irracional orden
social reclama esfuerzos por construir una alternativa que
planteándose una rearticulación estructural de la
economía y la sociedad, resuelva las profundas
desigualdades que se han generado, propicie la constitución de un ciudadano consciente y
la conformación de escenarios no mediatizados de
participación, imponga el adecentamiento de la administración
pública, garantice bienestar socio-económico
para todos mediado por el esfuerzo sostenido y el trabajo creador
y, en definitiva, propugne el advenimiento de un modelo
paradigmático de la sociedad que rescate la
condición humana y solidaria del hombre.
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Autor:
Ma. Elena Lavaud.
Ninoska Litchenka Arellano
Carlos Alberto Marcano