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Derecho Político – Fines del Estado




Enviado por celiavaesken



    Indice
    1.
    Fines del Estado

    2. Clasificación de los fines
    del estado

    3. El Neoliberalismo
    4. Socialismo
    5. El Sindicalismo y su
    evolución

    1. Fines del
    Estado

    Al fin del estado, lo que
    podemos visualizar desde una perspectiva trialista o
    tridimensional. Es decir:
    Desde el orden de la realidad de los comportamientos
    políticos.
    Es decir en la política como
    actividad que se despliega a través de conductas de
    gobernantes y gobernados, todo lo que se hace se hace para
    alcanzar un fin al termino de la actividad, habiéndolo
    imaginado, deseado y propuesto primero y antes en la
    intención.

    Desde el orden de las normas
    jurídicas:
    El fin del estado aparece
    descripto y formulado mediante normas sean estas
    escritas o no. La constitución del estado contiene la
    descripción de sus fines.
    Si tomamos una constitución formal o escritura como
    la nuestra, el fin es enunciado fundamentalmente en el
    preámbulo, afianzar la justicia,
    promover el bienestar general, asegurar los beneficios de la
    libertad,
    consolidar la paz, promover a la defensa
    común..

    En el orden del valor de la
    justicia:
    El fin a que debe ajustarse el estado para
    ser justo es el bien común o la realización del
    mismo valor
    justicia.
    El estado
    – cada estado empírico – debe promover el bien
    de la comunidad, la
    buena convivencia, justamente ordenada en beneficio de los
    hombres. Es fin es propuesto por el derecho
    natural, es el derecho que naturalmente tiene el estado y al
    que ha de dar acogimiento para no incurrir en desviaciones
    injustas.

    2. Clasificación de
    los fines del estado

    Fines Objetivos:
    Para este punto de vista, el fin de una cosa o de un ser
    está dado objetivamente por la propia naturaleza de esa
    cosa de ese ser. La causa final del ser determina su esencia y
    expresa su razón de ser. En el estado el fin es objetivo.

    Fines Subjetivos:
    No se trata de comprender que el fin objetivo, sin
    dejar de ser tal, es asumido y cumplido subjetivamente por cada
    estado, conforme a la circunstancia de lugar y de tiempo.
    La teoría
    de los fines subjetivos tiene otro fines o sentido implica
    renegar de la existencia de un fin objetivo "dado" por la
    naturaleza a
    todo estado y admitir solamente que cada estado empírico
    tiene el fin específico y concreto que
    él mismo elige y se atribuye. Es fácil entender que
    si no hay un fin naturalmente objetivo, el estado ha de asignarse
    artificialmente un fin subjetivo.

    Fines Particulares:
    En alguna medida el fin subjetivo de cada estado es para
    él su fin particular. Sin embargo suelen considerarse
    fines particulares, no tanto los que subjetivamente elige cada
    estado si no más bien lo que dentro de los subjetivos, se
    forja un estado en un momento histórico determinado, casi
    diríamos como vocación suya a cumplir
    ocasionalmente.

    Fines absolutos:

    Son lo que desde una posición valorativa, se
    asignan al estado de modo inflexible, sin admitir desviaciones.
    De ningún modo el estado debe apartarse de ese fin. En
    alguna medida los fines objetivos
    pueden considerarse absolutas, pero en otro aspecto, una teoría
    de fines subjetivos también pueden preconizar,
    valorativamente que pese a no haber un fin naturalmente objetivo,
    el que subjetivamente elige el estado se absolutiza.

    Fines relativos:
    Un relativismo absoluto
    despoja al estado de fines objetivos y absolutos y convierte a
    los fines subjetivos en relativos. Una postura más
    moderada, ajusta los fines objetivos a las circunstancias
    cambiantes y a las necesidades históricas.

    Fines universales:
    La teoría del fin objetivo rige a tal fin en universal, es
    decir, en el fin que debe alcanzar todos los estados. De manera
    análoga, la teoría de fines absolutos. Pero
    también la de los fines subjetivos puede proponer dichos
    fines con el mismo carácter
    universal, no reservándonos para un estado, sino
    extendiéndolos a todos.

    Fines exclusivos y fines concurrentes:
    Los exclusivos: son los que incumben nada más que al
    estado.
    Los concurrentes: son lo que, sin salir de su órbita,
    admiten participación y colaboración por parte de
    los individuos y de las sociedades
    imperfectas.

    Las ideológicas.
    La ideología de todo estado implica una toma
    de posición valorativa acerca del fin que esa ideología adopta.
    Por fin y en definitiva, todo estado resuelve su modo de organización según principios
    ideológicos, valoraciones y fines que impulsan y dinamizan
    la realidad de su régimen político.

    Liberalismo.
    Es una ideología individualista que concibe al hombre como
    individuo autónomo, racional, motor fundamental
    de un mundo dominado por la armonía resultante del libre
    juego de los
    intereses y se le otorga al estado la función de
    asegurar los derechos individuales como:
    la vida, la propiedad
    privada, la libertad como
    supremo valor y la igualdad. Hay
    un liberalismo
    filosófico que sustenta la libertad intelectual del
    hombre frente
    a todo dogma o verdades impuesta por una autoridad. El
    liberalismo
    tuvo su origen en el renacimiento
    siglo XIII con el proceso de
    secularización de la vida humana sustraída del
    ámbito religioso, como la desintegración de la
    economía
    feudal, el fomento de la reforma religiosa por Lutero con la
    consiguiente quiebra de la
    unidad cristiana y el surgimiento del estado nacional en Europa.

    En el liberalismo el individuo aparece como una unidad
    dotada de razón y de voluntad hasta entonces desconocida
    por el mundo antiguo y la cristiandad, en la que la razón
    pasa a ser fuente del derecho
    natural y la voluntad origen de la sociedad civil;
    en lo económico el liberalismo surge como una
    reacción de la economía
    mercantilista especialmente apegados a la idea de los
    fisiócratas que acuñaron el eslogan "laissez faire"
    que significa dejar hacer y dejar pasar, es decir, esto expresaba
    la necesaria libertad que exigía la economía
    burguesa.

    3. El
    Neoliberalismo

    Antecedentes
    Es tan legítimo afirmar hoy que el liberalismo es la ola
    del futuro como lo era hace un par de décadas decirlo del
    socialismo. De
    hecho, bajo formas benignas o malignas, el socialismo
    prevaleció en el mundo hasta bien entrados los años
    Setenta. Luego, vino la desilusión. ¿No
    podría ocurrir algo similar con el Neoliberalismo? Todo buen liberal tendría
    que preguntárselo.
    La preocupación surge al recordar que en el siglo XIX hubo
    también una oleada de libertad. No existe latinoamericano
    que no pueda señalar alguna etapa, larga por lo general,
    cuando su país funcionó bajo el amparo de una
    constitución liberal, nuestro país, no es
    excepción

    A América
    latina no le iba mal con el primer liberalismo que
    acogió en el siglo XIX. Pero un día lo
    abandonó. Lo aplicaba. Lo aprovechaba. Nunca creyó
    del todo en él. En una hora de prueba, cuando
    estalló la crisis
    económica de 1929, retrocedimos hacia la zona autoritaria
    de los golpes militares, hacia la zona regresiva del paternalismo
    económico.

    "Los valores de
    los latinoamericanos, ¿son ahora liberales? ¿O
    tomaremos otra vez el camino liberal por curiosidad, por
    frivolidad, por ofuscación?…Cuando venga el liberalismo,
    no nos dará nada. Nos invitará, sí, a
    arriesgarlo todo. Recibirlo como una solución que cae,
    como el maná, de arriba y de afuera".

    El Neoliberalismo
    se origina en el período posterior a la Segunda Guerra
    Mundial, éste, es heredero de las teorías
    neoclásicas de finales del siglo XIX; pero es en los
    años setenta cuando comienza su auge a nivel internacional
    al iniciarse la crisis en la
    teoría Keynesiana, que no pudo encontrar respuestas a
    diferentes problemas que
    han angustiado al mundo en las últimas
    décadas.

    Entre sus principales exponentes tenemos:
    En Europa
    Occidental: los economistas Ludwig Von Mises, Wilhem Roepke y
    Frederik Von Hayek; los filósofos Karl Popper y Raymond Aron y el
    periodista Jean Francois Revel.
    En Estados
    Unidos: los economistas Milton Friedman, Paul Samuelson y
    Jefri Sachs.
    En América
    Latina: el periodista Carlos Rangel, el economista Luis
    Pazos.

    El Neoliberalismo como ideología
    El modo más sutil que puede arbitrar una ideología
    para imponerse y perdurar es proclamar la muerte de
    las ideologías y mostrarse bajo otro semblante, por
    ejemplo, la ciencia. Es
    lo que sucedió por casi un siglo con el positivismo.
    La ciencia
    positiva hace las veces de la política, la
    filosofía y la teología, y siempre como evidencia
    apodíctica y sagrada. Y así, disentir
    razonablemente de una hipótesis científica, pasa a ser un
    sacrilegio y una rebelión; y el que se atreve a tanto no
    merece el honor de una respuesta científica sino la
    marginación condescendiente o brutal: ha perdido la
    contemporaneidad y no tiene sentido dirigirle la
    palabra.

    Eso pasa hoy con el Neoliberalismo. Es un modo de
    practicar la economía
    política que está alcanzando vigencia
    planetaria. Pero el que esta práctica haya logrado
    imponerse no significa la convalidación de sus postulados;
    sólo atestigua la contundencia de los medios (tanto
    políticos como económicos).
    "Se ha demostrado que los organismos de decisión
    política o administrativa no obedecen al tipo de comportamiento
    altruista que postuló, con cierta ingenuidad, el
    intervencionismo económico del siglo XX".

    El Neoliberalismo como ideología
    Política
    El postulado principal del Neoliberalismo es que la competencia pone
    a funcionar hasta el tope las energías latentes en los
    individuos que conforman el todo social, y así la extrema
    movilidad que se genera, tras una etapa dolorosa de ajustes,
    provoca una sociedad de
    bienestar. Para que este postulado se realice, el Estado no puede
    sobre proteger al pueblo: el populismo o la
    planificación central mantienen al pueblo
    en perpetua minoridad; al atrofiarle la iniciativa y la responsabilidad lo mantienen no sólo
    improductivo para la sociedad sino
    débil y carente de valor a sus propios ojos.

    "El liberalismo económico defiende el mercado como
    instrumento productivo: para asignar los recursos escasos
    de la sociedad a sus usos o empleos alternativos a través
    de los precios libre,
    porque se respeta de ésta manera las prioridades de la
    gente en esas asignaciones, y no se imponen las de los elencos
    políticos y burocracia.
    Como los precios
    (libres) de los productos
    finales son espejo en el cual los criterios de
    valorización de la gente se reflejan de manera directa e
    inmediata, el liberalismo económico defiende
    también en principio al mercado como
    instrumento distributivo del producto
    social; porque es menos imperfecto que los instrumentos
    estatales. También sus criterios de distribución reflejan – aunque
    indirectamente – las preferencias, valorizaciones y prioridades
    de la gente: los precios de los bienes y
    servicios
    finales determinan los precios de los factores – entre ellos
    el trabajo -;
    y estos a su vez determinan sus ingresos, que
    constituyen la vía de distribución del mercado. Los instrumentos
    estatales de distribución del ingreso en cambio se
    prestan – no siempre inevitablemente – a diferentes formas de
    distorsión y corrupción. Entre ellas, la de ser
    distribuidos o negados en función de
    criterios discriminatorios".

    Igual que la nación
    tiene que salir al mercado del mundo, el pueblo debe salir
    también al mercado nacional pagando los servicios y el
    consumo en su
    valor real y sometiéndose todos al mercado de trabajo.
    Tampoco el Estado puede sobreprotegerse a sí mismo y
    entrar en el mercado como si fuera una corporación
    privada. El Estado es público; su función
    sería crear condiciones para que funcione el mercado y
    velar porque no se alteren. Su finalidad es velar por el bien
    común, no realizarlo. Ese bien lo realizan los ciudadanos
    a través de las organizaciones
    económicas en la concurrencia del mercado.

    El Neoliberalismo como propuesta económica
    El Neoliberalismo es una doctrina filosófica que tiene
    ramificaciones en todos los campos de las ciencias
    sociales. Los neoliberales se dedican a ensalzar la competencia
    capitalista, afirmando que el mecanismo de esta última
    garantiza automáticamente las mejores condiciones para la
    evolución de las fuerzas
    productivas.

    "Una peculiaridad del Neoliberalismo es que combina la
    exaltación de la libre competencia y de la
    restauración automática del equilibrio con
    el reconocimiento de la necesidad de la intromisión del
    Estado en la economía. Lo peculiar de esta
    argumentación reside en que la defensa de la
    intervención del Estado en la economía se presenta
    como una lucha por la libre competencia".

    La argumentación del Neoliberalismo es que la
    libre competencia es el estado ideal de la economía, pero
    no siempre puede ponerse en vigor, porque los monopolios la
    contrarrestan. Esta reacción puede ser superada y la libre
    competencia puede ser restablecida tan sólo aplicando una
    serie de medidas de política
    económica.

    La teoría de los neoliberales se basa, en forma
    enmascarada, en la idea del papel decisivo
    del Estado en la economía, es decir, el rol del Estado
    debe ser el de promover la libre competencia.

    Características del Neoliberalismo
    Económico
    Según el escritor venezolano Fernando Salas
    Falcón:

    • Defienden un mercado altamente
      competitivo.
    • Aceptan la intervención del Estado en la
      economía, como arbitro o promovedor de la libre
      competencia.
    • Se oponen al acaparamiento y a la
      especulación.
    • Se oponen a la formación de monopolios y
      oligopolios
    • Se oponen a la fijación compulsiva de salarios por
      el Estado.
    • Rechazan la regulación de precios por el
      Estado, ya que deben fijarse en base a la relación
      oferta/demanda.
    • Se oponen a la creación compulsiva de empleo.
    • Se oponen al gasto
      público burocrático.
    • Defienden el libre comercio
      internacional.
    • Defienden la libertad de contratación del
      trabajo y la libre movilidad de los factores de producción.

    El Neoliberalismo como Propuesta
    Antropológica
    Detrás del objetivo de la sociedad de bienestar hay una
    propuesta antropológica que está siendo
    internalizada en los ambientes ganados por el Neoliberalismo. En
    términos éticos suena así: "lo moralmente
    bueno, lo que debe procurarse como bien para sí mismo y
    para la sociedad es producir (aumentar la productividad,
    cualificarse, rendir al máximo de las posibilidades),
    consumir (comprar las marcas más
    prestigiosas, exigir calidad, acceder
    según las preferencias a lo que se propone como deseable)
    y exigir los propios derechos Lo demás
    debe dejarse a los que gerencian la sociedad (el Estado, los Medios de
    Comunicación Social…). Es completamente disfuncional
    para la sociedad y desestabiliza y frustra a la persona el que se
    preocupe del todo social, de la suerte de los pobres. En todo
    caso, si a alguien le inquieta esto, que se deje de elucubrar o
    pretender; que deje, pues, lo que se llama política, y que
    se meta pues a cualquier asociación benéfica,
    privada, por supuesto: se sentirá bien, empleará su
    tiempo libre y
    no causará problemas a su
    relación con el todo social ni a la sociedad como
    todo".

    En este esquema nada convoca personalmente a los
    ciudadanos; estos no son llamados como cuerpo social a nada que
    los trascienda. En rigor la sociedad no existe como campo
    posibilitante de las preferencias de cada cual. La idea de la
    humanidad como cuerpo social que se propone fines carece
    totalmente de sentido. "De ahí el refugio en la familia
    como pequeña tribu o el resurgimiento de lo étnico,
    la tribu grande, como restos de sentido o lugares de
    reunión". Pero este cultivo en las raíces, sin
    proyección trascendente, amenaza con convertirse en un
    egoísmo colectivo.

    Lo que encubre el Neoliberalismo
    Se tildó al Neoliberalismo de ideológico, porque
    encubría lo que es: economía
    política. Proclamar el fin de la política es su
    modo de hacer política. Con esta consigna han conseguido
    convencer a los políticos y tomar los Estados, y con ella
    someten al pueblo al convencerle del carácter
    inexorable de sus propuestas. El Neoliberalismo ha sido
    tremendamente exitoso como proyecto
    político. Y la consecuencia de tomar el Estado no ha sido
    disminuirlo, por el contrario, lo han empleado a fondo para
    cambiar las estructuras,
    resistiendo tremendas presiones.

    Y ni en el aspecto económico lo han disminuido;
    han retirado los recursos de la
    subvención de servicios para canalizarlos al capital
    financiero, a la reconversión industrial y al mantenimiento
    del sistema. Tampoco
    se ha abandonado el proteccionismo: la compra de importantes
    empresas o
    más aun de grupos enteros
    por parte de transnacionales extranjeras es en los países
    centrales una decisión política, en el sentido
    estricto de que está en manos del Estado, en tanto para
    nuestros países se predica la apertura irrestricta, la
    completa transnacionalización.

    4.
    Socialismo

    Término que, desde principios del
    siglo XIX, designa aquellas teorías
    y acciones
    políticas que defienden un sistema
    económico y político basado en la socialización de los sistemas de
    producción y en el control estatal
    (parcial o completo) de los sectores económicos, lo que se
    oponía frontalmente a los principios del capitalismo.
    Aunque el objetivo final de los socialistas era establecer una
    sociedad comunista o sin clases, se han centrado cada vez
    más en reformas sociales realizadas en el seno del
    capitalismo. A
    medida que el movimiento
    evolucionó y creció, el concepto de
    socialismo fue adquiriendo diversos significados en
    función del lugar y la época donde
    arraigara.

    Si bien sus inicios se remontan a la época de la
    Revolución
    Francesa y los discursos de
    François Nöel Babeuf, el término
    comenzó a ser utilizado de forma habitual en la primera
    mitad del siglo XIX por los intelectuales radicales, que se
    consideraban los verdaderos herederos de la
    Ilustración tras comprobar los efectos sociales que
    trajo consigo la Revolución
    Industrial. Entre sus primeros teóricos se encontraban
    el aristócrata francés conde de Saint-Simon,
    Charles Fourier y el empresario británico y doctrinario
    utópico Robert Owen. Como otros pensadores, se
    oponían al capitalismo por razones éticas y
    prácticas. Según ellos, el capitalismo
    constituía una injusticia: explotaba a los trabajadores,
    los degradaba, transformándolos en máquinas o
    bestias, y permitía a los ricos incrementar sus rentas y
    fortunas aún más mientras los trabajadores se
    hundían en la miseria. Mantenían también que
    el capitalismo era un sistema ineficaz e irracional para
    desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad, que
    atravesaba crisis cíclicas causadas por periodos de
    superproducción o escasez de consumo, no
    proporcionaba trabajo a toda la población (con lo que permitía que
    los recursos
    humanos no fueran aprovechados o quedaran infrautilizados) y
    generaba lujos, en vez de satisfacer necesidades. El socialismo
    suponía una reacción al extremado valor que el
    liberalismo concedía a los logros individuales y a los
    derechos privados, a expensas del bienestar colectivo.

    Sin embargo, era también un descendiente directo
    de los ideales del liberalismo político y
    económico. Los socialistas compartían con los
    liberales el compromiso con la idea de progreso y la
    abolición de los privilegios aristocráticos aunque,
    a diferencia de ellos, denunciaban al liberalismo por
    considerarlo una fachada tras la que la avaricia capitalista
    podía florecer sin obstáculos.

    El socialismo científico
    Gracias a Karl Marx y a
    Friedrich Engels, el socialismo adquirió un soporte
    teórico y práctico a partir de una
    concepción materialista de la historia. El marxismo
    sostenía que el capitalismo era el resultado de un
    proceso
    histórico caracterizado por un conflicto
    continuo entre clases
    sociales opuestas. Al crear una gran clase de trabajadores
    sin propiedades, el proletariado, el capitalismo estaba sembrando
    las semillas de su propia muerte, y, con
    el tiempo, acabaría siendo sustituido por una sociedad
    comunista.

    En 1864 se fundó en Londres la Primera
    Internacional, asociación que pretendía establecer
    la unión de todos los obreros del mundo y se fijaba como
    último fin la conquista del poder
    político por el proletariado. Sin embargo, las diferencias
    surgidas entre Marx y Bakunin
    (defensor del anarquismo y contrario a la centralización jerárquica que
    Marx
    propugnaba) provocaron su ruptura. Las teorías marxistas
    fueron adoptadas por mayoría; así, a finales del
    siglo XIX, el marxismo se
    había convertido en la ideología de casi todos los
    partidos que defendían la emancipación de la clase
    trabajadora, con la única excepción del movimiento
    laborista de los países anglosajones, donde nunca
    logró establecerse, y de diversas organizaciones
    anarquistas que arraigaron en España e
    Italia, desde
    donde se extendieron, a través de sus emigrantes
    principalmente, hacia Sudamérica. También
    aparecieron partidos socialistas que fueron ampliando su capa
    social (en 1879 fue fundado el Partido Socialista Obrero Español).
    La transformación que experimentó el socialismo al
    pasar de una doctrina compartida por un reducido número de
    intelectuales y activistas, a la ideología de los partidos
    de masas de las clases trabajadoras coincidió con la
    industrialización europea y la formación de un gran
    proletariado.

    Los socialistas o socialdemócratas (por aquel
    entonces, los dos términos eran sinónimos) eran
    miembros de partidos centralizados o de base nacional organizados
    de forma precaria bajo el estandarte de la Segunda Internacional
    Socialista que defendían una forma de marxismo
    popularizada por Engels, August Bebel y Karl Kautsky. De acuerdo
    con Marx, los socialistas sostenían que las relaciones
    capitalistas irían eliminando a los pequeños
    productores hasta que sólo quedasen dos clases
    antagónicas enfrentadas, los capitalistas y los obreros.
    Con el tiempo, una grave crisis económica dejaría
    paso al socialismo y a la propiedad
    colectiva de los medios de
    producción. Mientras tanto, los partidos
    socialistas, aliados con los sindicatos,
    lucharían por conseguir un programa
    mínimo de reivindicaciones laborales. Esto quedó
    plasmado en el manifiesto de la Segunda Internacional Socialista
    y en el programa del
    más importante partido socialista de la época, el
    Partido Socialdemócrata Alemán (SPD, fundado en
    1875). Dicho programa, aprobado en Erfurt en 1890 y redactado por
    Karl Kautsky y Eduard Bernstein, proporcionaba un resumen de las
    teorías marxistas de cambio
    histórico y explotación económica, indicaba
    el objetivo final (el comunismo), y
    establecía una lista de exigencias mínimas que
    podrían aplicarse dentro del sistema capitalista. Estas
    exigencias incluían importantes reformas políticas,
    como el sufragio universal y la igualdad de
    derechos de la
    mujer, un sistema de protección social (seguridad
    social, pensiones y asistencia médica universal), la
    regulación del mercado de trabajo con el fin de introducir
    la jornada de ocho horas reclamada de forma tradicional por
    anarquistas y sindicalistas y la plena legalización y
    reconocimiento de las asociaciones y sindicatos de
    trabajadores.

    Los socialistas creían que todas sus demandas
    podían realizarse en los países democráticos
    de forma pacífica, que la violencia
    revolucionaria podía quizás ser necesaria cuando
    prevaleciese el despotismo (como en el caso de Rusia) y
    descartaban su participación en los gobiernos burgueses.
    La mayoría pensaba que su misión era
    ir fortaleciendo el movimiento hasta que el futuro derrumbamiento
    del capitalismo permitiera el establecimiento del socialismo.
    Algunos —como por ejemplo Rosa Luxemburg— impacientes
    por esta actitud
    contemporizadora, abogaron por el recurso de la huelga general
    de las masas como arma revolucionaria si la situación
    así lo requería.

    El SPD proporcionó a los demás partidos
    socialistas el principal modelo
    organizativo e ideológico, aunque su influencia fue menor
    en la Europa meridional. En Gran Bretaña los poderosos
    sindicatos intentaron que los liberales asumieran sus demandas
    antes que formar un partido obrero independiente. Hubo, pues, que
    esperar hasta 1900 para que se creara el Partido Laborista, que
    no adoptó un programa socialista dirigido hacia la
    propiedad colectiva hasta 1918.

    Bolcheviques y socialdemócratas
    La I Guerra Mundial y
    la Revolución
    Rusa provocaron la ruptura de la Segunda Internacional entre
    los partidarios del bolchevismo de Lenin y los
    socialdemócratas reformistas, que habían respaldado
    en su mayoría a los gobiernos nacionales durante la
    guerra a pesar
    de las proclamaciones pacifistas de la Internacional. Los
    primeros fueron conocidos como comunistas y los segundos
    siguieron siendo, durante todo el periodo de entreguerras, la
    corriente dominante del movimiento socialista europeo, contando
    con el apoyo del electorado en general bajo una serie de nombres:
    Partido Laborista en Gran Bretaña, Países Bajos y
    Noruega, Partido Socialdemócrata en Suecia y Alemania,
    Partido Socialista en Francia e
    Italia, Partido
    Socialista Obrero en España, y
    Partido Obrero en Bélgica. En estos años, en el
    seno de estos partidos socialistas se produjo la escisión
    de grupos proclives
    al comunismo
    leninista, apareciendo así los partidos comunistas en
    diferentes países como Francia,
    Italia o España (el Partido Comunista de España fue
    fundado en 1921). En la Unión Soviética y,
    más tarde, en los países comunistas surgidos
    después de 1945, el término socialista hacía
    referencia a una fase de transición entre el capitalismo y
    el comunismo, la etapa correspondiente a la dictadura del
    proletariado marxista. En los demás países, los
    socialistas aceptaron todas las normas básicas de la
    democracia
    liberal: elecciones libres, derechos fundamentales y libertades
    públicas, pluralismo político y soberanía del Parlamento. La rivalidad
    existente entre socialistas y comunistas sólo se
    interrumpió de forma transitoria como ocurrió a
    mediados de la década de 1930, para unir sus fuerzas
    contra el fascismo en la
    política denominada de ‘Frente
    Popular’.

    Los socialistas pudieron formar gobiernos durante el
    periodo de entreguerras, por lo general en coalición o
    apoyados por otros partidos. De este modo pudieron permanecer en
    el poder, aunque
    de forma intermitente, en Gran Bretaña y Alemania
    durante la década de 1920 y en Bélgica, Francia y
    España durante la década de 1930 (en estos dos
    últimos países bajo la fórmula de Frente
    Popular). En Suecia, donde los socialdemócratas han tenido
    más éxito
    que en ninguna otra parte, gobernaron sin interrupción
    desde 1932 hasta 1976.

    Después de 1945, los partidos socialistas se
    convirtieron, en la mayor parte de Europa occidental, en la
    principal alternativa frente a los partidos conservadores y
    democristianos, siendo Suiza y la República de Irlanda las
    principales excepciones. Aun manteniendo su antiguo compromiso
    con el socialismo como ‘estado final’, es decir, una
    sociedad en la que se anularan las diferencias sociales,
    desarrollaron un concepto de
    socialismo ‘como proceso’ —propuesta que
    había sido anticipada por el revisionista alemán
    Eduard Bernstein a finales del siglo XIX.

    En la práctica, esto significaba que, mientras
    sus seguidores más comprometidos se aferraban a la idea de
    un objetivo final, los partidos socialistas, por esta
    época a menudo en el poder, se concentraban en reformas
    socioeconómicas factibles dentro del sistema capitalista.
    Aunque variaban según los países, las reformas
    socialistas incluían, en primer lugar, la introducción de un sistema de
    protección social (conocido como Estado de bienestar) que,
    en la formulación tomada del reformista liberal
    británico William Beveridge, protegiera a todos los
    ciudadanos "desde la cuna hasta la tumba", y en segundo lugar, la
    consecución del pleno empleo
    mediante técnicas
    de gestión
    macroeconómica desarrolladas por otro liberal, John
    Maynard Keynes.

    En Gran Bretaña estas reformas fueron llevadas a
    cabo por los primeros gobiernos laboristas de la posguerra. En el
    resto de Europa los socialistas alcanzaron algunos de sus
    objetivos, ya fuera en el seno de una coalición
    gubernamental con otros partidos (como fue el caso de
    Bélgica y Países Bajos, y, en la década de
    1970 en Alemania) o ejerciendo una presión
    efectiva sobre los gobiernos no socialistas.

    Totalitarismo
    El rasgo dominante del totalitarismo pone el acento en los fines
    de la potencia nacional
    o el acrecentamiento del poder por el poder mismo, en la
    subordinación de la vida y el destino humano de la
    dominación generalmente carismática o proviendacial
    de un líder o
    caudillo a la dictadura de
    un partido. Como régimen político se funda una
    ideología, como el nazismo o
    nacional socialismo alemán, cuyos regímenes
    desperdician la libertad y la democracia, a
    la que le atribuyen todos los males.

    El Corporativismo
    Se centra en la idea de la
    organización profesional que busca la
    colaboración entre patrones y obreros al margen de la
    injerencia estatal, pero en realidad el corporativismo organiza
    al Estado sobre bases profesionales o corporaciones sin tener en
    cuenta la división territorial y su representación
    política.

    La Doctrina Social de la iglesia
    La doctrina social de la iglesia
    Católica se manifiesta a través del magisterio
    pontificio y conciliar que interpreta la cambiante realidad de
    las comunidades humanas a la luz de los
    principios evangélicos que señala el camino de una
    paz fundada en la justicia. Esta doctrina se formula por medio de
    las Encíclicas Papales, cartas
    dogmáticas escritas por los papas a todos los obispos del
    mundo.

    5. El Sindicalismo y
    su evolución

    Sindicalismo: Significado ideológico:
    Es una doctrina inspirada por George Sorel ( 1847 – 1922 ),
    que propiciaba un socialismo sindical en contraposición al
    socialismo de estado.
    El Sindicalismo
    propone realizar la socialización, entregando los medios de
    producción a los sindicatos en lugar de
    nacionalizarlos.
    De esta manera se organizará una Confederación de
    Sindicatos que tendrá a su cargo la planificación de la economía.
    El Parlamento liberal, en que está reemplazada la
    ciudadanía en forma general, será sustituido por
    una representación de delegados sindicales. El
    Sindicalismo se opone al Estado, en nombre de la libertad
    humana.

    Sus métodos de
    lucha se oponen al parlamento y a las reformas que implican
    mejoras salariales y de condiciones de trabajo, propiciando la
    acción directa y la huelga
    revolucionaria con el fin de lograr el control sindical
    de los medios de producción. Estos conceptos acercan el
    Sindicalismo al anarquismo.

    El Sindicalismo es elitista y voluntarista en la medida
    en que propicia la acción directa y la huelga que
    desembocara en la "huelga general revolucionaria" que
    permitirá a los sindicatos tomar el control de los medios
    de producción.

    Síntesis de los principios sindicalistas
    1- La implementación de un socialismo donde los medios de
    producción estén controlados por los
    sindicatos.
    2- Organización de una Confederación de
    Sindicatos en lugar del Estado.
    3- Supresión del Parlamento liberal que debe ser
    reemplazado por la representación sindical.
    4- Rechazo de los partidos
    políticos.

    Significado Actual:
    Hoy el término Sindicalismo está referido a los
    sindicatos, como organización obrera, prescindiendo de
    todo contenido ideológico en el sentido que tuvo el
    movimiento inspirado por Sorel.

    Evolución histórica y antecedentes
    Desde los tiempos más antiguos el hombre ha
    intentado agruparse de acuerdo con sus ocupaciones y en defensa
    de sus intereses comunes. Por ejemplo, en el Egipto de 4000
    años a. C ya existían diferentes asociaciones de
    mercaderes, o febres embalsamadores, etc. También en el
    imperio romano
    las leyes
    protegían con privilegios especiales a los Colegium,
    uniones de trabajadores de una misma especialidad, bajo normas de
    conducta.
    Pero cuando realmente las asociaciones laborales adquirieron tal
    grado de organización e importancia fue en la Edad Media
    europea, en donde la vida social de los pueblos giraba alrededor
    de las mismas.
    La adhesión a los gremios medievales era tan aguda que se
    asimilaba a la esclavitud, esto
    movió a los revolucionarios franceses ( 1789 ) a decretar
    la abolición de toda forma de liberalismo. El resultado de
    esto dejó al obrero en soledad y con falta de apoyo frente
    a la parte patronal.
    El desamparo obrero llegó a fondos críticos cuando
    llegó la Revolución
    Industrial ( siglos XVIII y XIX ) que enfrentó a la clase
    obrera con las nuevas máquinas
    de vapor. Para solucionar esta injusticia surgieron agrupamientos
    obreros que serían los antepasados de los sindicatos
    actuales. Lamentablemente éstas asociaciones no eran
    reconocidas legalmente y fueron perseguidas por las autoridades,
    acusadas de fomentar el desorden y la anarquía.
    En el año 1864, Carlos Marx y
    Federico Engels impulsaron la creación de la
    Asociación Internacional de Obreros, o la Primera
    Internacional. Fueron prohibidos por leyes expresas de
    diferentes gobiernos y actuaron en la clandestinidad.

    La Primera Internacional influyó en la
    formación de sindicatos obreros en América
    Latina, especialmente en Argentina.
    El objetivo del movimiento obrero en las últimas
    décadas del S XIX tenía como fin principal la
    conquista del poder y su acción era guiada por el
    principio de la lucha de clases.
    Además de Francia, los países industrializados
    reconocieron el derecho de los obreros a formar asociaciones en
    un período de tiempo que puede situarse entre 1884 y
    1930.
    La Iglesia
    Católica no estuvo ausente del movimiento obrero. En 1891,
    el Papa León XIII da a conocer las ancíclicas
    Rerum Novarum, que aprueba la
    organización obrera en tanto no estén en contra
    de la justicia y el bien del Estado.

    Enfoque de la realidad Política Actual del
    Paraguay
    El Paraguay es una
    república democrática con tendencia liberalista. El
    Estado social de Derecho prima sobre las derechos sociales. La
    iglesia tiene una injerencia importante, pero sin obligarse pues
    existe libertad relativa de credo. En lo económico existe
    un monopolio
    estatal de las empresas que
    prestan servicios básicos y abriendo oportunidades a las
    privadas en algunos ámbitos como el transporte
    telefonía
    celular etc. y en los últimos meses se encamina a un
    proceso de privatización.

     

     

    Autor:

    Celia Carolina Silva de Vaesken

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