Indice
1.
Introducción
2. La Libertad Y Sus
Límites
3. Historia
4. Problemas Modernos
5. Apéndice
6. Conclusión
7. Bibliografía
consultada
Libertad, capacidad de autodeterminación de la
voluntad, que permite a los seres humanos actuar como deseen. En
este sentido, suele ser denominada libertad
individual. El término se vincula a de la soberanía de un país en su vertiente
de ‘libertad
nacional’. Aunque desde estas perspectivas tradicionales la
libertad puede ser civil o política, el concepto moderno
incluye un conjunto general de derechos individuales, como
la igualdad de
oportunidades o el derecho a la
educación.
2. La Libertad Y Sus
Límites
Como es lógico, el reconocimiento de una libertad
ilimitada haría imposible la convivencia humana, por lo
que son necesarias e inevitables las restricciones a la libertad
individual. La libertad se define como el derecho de la persona a actuar
sin restricciones siempre que sus actos no interfieran con los
derechos
equivalentes de otras personas.
La naturaleza y
extensión de las restricciones a la libertad, así
como los medios para
procurarlas, han creado importantes problemas a
los filósofos y juristas de todos los tiempos.
Casi todas las soluciones han
pasado por el reconocimiento tradicional de la necesidad de que
exista un gobierno, en
cuanto grupo de
personas investidas de autoridad para
imponer las restricciones que se consideren necesarias.
Más reciente es la tendencia que ha subrayado la
conveniencia de definir legalmente la naturaleza de las
limitaciones y su extensión. El anarquismo representa la
excepción a todo esto, al considerar que los gobiernos son
perversos por su propia naturaleza, y sostener que es preferible
su sustitución por una sociedad ideal
donde cada individuo observe los elementales principios
éticos.
El equilibrio
perfecto entre el derecho del individuo a actuar sin
interferencias ajenas y la necesidad de la comunidad a
restringir la libertad ha sido buscado en todas las
épocas, sin que se haya logrado alcanzar una
solución ideal al problema. Las restricciones son en no
pocas ocasiones opresivas. La historia demuestra que las
sociedades han
conocido situaciones de anarquía junto a periodos de
despotismo en los que la libertad era algo inexistente o
reservado a grupos
privilegiados. Desde estas situaciones hasta su evolución hacia los estados de libertad
individual cristalizados en los gobiernos democráticos,
conocidos en algunos círculos como ‘la menos mala de
las soluciones’ respecto a ese deseo natural del
hombre por ser
libre.
3. Historia
En la antigüedad, la esclavitud fue
considerada como una institución necesaria para la
sociedad. En
la edad media, la
más importante demostración de cómo los
grupos
organizados de personas se encontraban en disposición de
exigir determinados privilegios a los poderosos fue la Carta Magna,
impuesta en el siglo XIII al rey Juan Sin Tierra de
Inglaterra por un
grupo de
barones ingleses. El documento tiene gran significado en la
historia de las libertades de los pueblos. Cuando la época
medieval tocaba su fin, el renacimiento
planteó el problema de la libertad intelectual y de
conciencia, con
constantes desafíos a los dogmas de la Iglesia
católica. La Reforma protestante trajo ideas bastante
diferentes acerca de la consideración de estas
libertades.
Las grandes revoluciones contribuyeron a definir la libertad
individual y a asegurar su implantación. En el siglo XVII,
la Revolución Gloriosa supuso la
culminación de cientos de años de intentos de
imponer restricciones a los monarcas absolutos ingleses. El Bill
of Rights, aprobado en el Parlamento en 1689, trajo consigo el
establecimiento de un gobierno
representativo en Inglaterra.
La guerra de la
Independencia
estadounidense (1775-1783) combinó los problemas de
la libertad individual con los de la libertad nacional, propios
de la creación de un nuevo Estado. La
Declaración de Independencia
proclamó la libertad frente a Inglaterra, y la Constitución de Estados Unidos,
cuyas diez primeras enmiendas, siguiendo el modelo del
Bill of Rights, contienen la enumeración de los derechos
civiles, supuso el primer eslabón en la cadena de las
sucesivas constituciones nacionales.
La Revolución
Francesa de 1789 destruyó el sistema feudal en
Francia y
estableció el sistema del
gobierno representativo. La
Ilustración, fuente intelectual de la Revolución
Francesa, definió la libertad como un derecho
natural del hombre a
actuar sin interferencias de ninguna clase, al tiempo que
estableció la necesidad de limitaciones a la libertad para
con ello procurar la existencia de una organización social propia. Enterrada la
teoría
del origen divino del poder real,
las nuevas teorías
ponían el fundamento del poder en el
pueblo, y que la tiranía comienza cuando, ignorando esa
procedencia, se violan los derechos individuales. En la Revolución
Francesa se encuentra el origen ideológico de la
Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano,
que sirvió como modelo para la
mayoría de las declaraciones sobre la libertad adoptadas
por los estados europeos del siglo XIX.
En Latinoamérica, los principios
liberales que rigieron las luchas por la emancipación
durante las dos primeras décadas del siglo XIX estuvieron
enmarcadas también en los ideales de libertad, personal y de
comercio, que
dieron origen a la Revolución Francesa.
Diverso concepto de
libertad fue el sustentado en la Revolución
Rusa de 1917. El Estado
resultante (Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas), de acuerdo con la ideología marxista en la que se basó
su Constitución, mantuvo que todo
reconocimiento de la libertad individual favorecía al
individuo concreto, pero
siempre en perjuicio de la mayoría de la población. La verdadera libertad era
posible sólo por medio de la eliminación de la
clase explotadora. El éxito
de la revolución consistió en el anuncio de una
nueva era de la libertad del hombre. Pero el gobierno de tipo
dictatorial y opresor de Iósiv Stalin llevó a no
poca gente a considerar que el socialismo,
basado en la tesis de la
propiedad
colectiva de los medios de
producción, desemboca sin remedio en la
dictadura.
4. Problemas Modernos
Desde que tuvieron lugar las revoluciones aludidas, el principal
problema en relación con la libertad nacional se ha
desarrollado en paralelo con las ansias de soberanía e independencia de
pequeños países y colonias. A ello deben
añadirse los problemas de las minorías raciales,
siempre dispuestas a ganar autonomía interior en
relación con el Estado.
Respecto a la libertad individual en su estado actual,
el problema ha consistido en la protección y
extensión de los derechos civiles, como son la libertad de
expresión, la libertad de prensa, la
libertad religiosa, la de expresión, reunión,
cátedra, manifestación y otras, o lo que es lo
mismo, en la búsqueda del punto en el que termina la
libertad de una persona y
comienza la de los demás. Así, la libertad de
información o de expresión no puede
ejercitarse sin límites,
pues un ejercicio abusivo de las mismas puede vulnerar el derecho
al honor o la intimidad de otra persona.
Aparte de la experiencia soviética y de sus
países satélites
(Polonia, Checoslovaquia, Hungría, etc.), otras amenazas a
la libertad tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XX
europeo en forma de gobiernos totalitarios en Alemania,
Italia y España. En
estos países las libertades civiles fueron destruidas, y
los derechos individuales quedaron por entero subordinados a las
exigencias gubernamentales, de modo que quienes no comulgaban con
esta política eran castigados (delitos de
opinión, por ejemplo). La libertad se restauró al
final de la II Guerra Mundial en
Alemania e
Italia, pero en
España
quedó restringida hasta la muerte de
Francisco Franco en 1975. Otras dictaduras se han sucedido en
numerosos países iberoamericanos, destacando los casos de
Chile,
Argentina,
Paraguay y
Panamá.
En los dos primeros casos, tanto en 1973 (Chile) como en
1976 (Argentina)
surgieron férreas dictaduras a cuyo fin renacieron los
sistemas
democráticos. El caso paraguayo es diferente, dado que,
durante décadas fue gobernada por el dictador Alfredo
Stroessner, el cual fue depuesto en la década de 1980.
Asimismo, el caso panameño tiene matices, dado que la
lucha del dirigente nacionalista Omar Torrijos por la defensa del
Canal de Panamá
tuvo un carácter
distinto a la del general Manuel Antonio Noriega, acusado por
Estados Unidos
de tráfico de drogas.
También en Nicaragua la dictadura de
la familia
Somoza acabó en una revolución que, luego de un
gobierno provisional, desembocó en elecciones
democráticas.
El valor positivo
de la libertad humana:
La afirmación de la existencia, del "valor de
realidad"-del libre albedrío humano, testimoniada por la
experiencia de él, no es todavía la
afirmación de que este modo de la libertad sea valioso en
su esencia. Desde el punto de vista de lo meramente
biológico-entendiendo por meramente biológico
lo que el hombre
tiene en común con los seres vivientes infrahumanos-, la
libertad de arbitrio es juzgada un contravalor o valor
negativo-,una imperfección- por ARNOLDO GEHLEN. De
ésta, digámoslo así, "descalificación
biológica" de libre albedrío humano a hechos
M.MULLER un breve y optimo resumen, contrastándolo
con la valoración tradicional: "la libertad es inseguridad,
privación, por tanto, de fijeza y univocidad en el
comportamiento. La querencia de fijeza, y
univocidad y estabilidad lleva el nombre de indeterminatio en la
tradición de la filosofía clásica, en la
llamada philosophia perennis,. Y la definición de la
libertad como indeterminación o inestabilidad,…, es
antigua, pero solo significaba originariamente la característica negativa de un
fenómeno en si mismo positivo,…,para GEHLEN, es su
perspectiva biológica esa característica es el rasgo
predominanante. La libertad es un fenómeno
biológicamente negativo, la carencia de coordinación univoca del estimulo y la
reacción".
El propio GEHLEN reconoce como antecedentes de su
concepción algunas ideas de SCHILLER y HERDER, y hasta
KANT e incluso de
SANTO THOMAS (señaladas esta por J.PIEPER y A.SZALAI),
todas ellas referidas de una u otra manera, a la
indefensión natural del cuerpo humano,
comparativamente a lo de los otros animales. Sin
embargo, en ninguno de estos "antecedentes" aparece el libre
albedrio humano como un hecho esencialmente negativo, aunque
suponga en el organismo corporeo del hombre una cierta
negatividad o imperfección. Es-para decirlo con
M.MULLER en su alusión a la idea tradicional de la
libertad-"la característica negativa de un fenómeno
en si mismo positivo". El aspecto negativo del libre
albedrío humano es la indeterminación que este
requiere, por una parte, en el cuerpo mismo del hombre (carente
de los dispositivos necesarios para la conducta
inivocante determinada por los instintos en los demás
animales) y,
por otra parte, en la voluntad humana, naturalmente indeterminada
en relación a todo bien limitado o que como tal
aparece. Pero el libre albedrío humano no se reduce
a ese necesario aspecto negativo, que es más una
condición que una nota constitutiva de su esencia.
La indeterminación es necesaria precisamente para la
autodeterminación, en la cual consiste el aspecto positivo
de la libertad de arbitrio de nuestra potencia
volitiva.
De ningún modo puede ser explicada la
autodeterminación como una consecuencia o un efecto de la
indeterminación. Sólo hasta cierto punto cabe
lícitamente sostener que el hombre
tiene que autodeterminarse porque en virtud de su propia
naturaleza no se encuentra determinado. Si no tuviese ya
por naturaleza una cierta potencia de
autodeterminación-es decir, sin poseyese esta potencia de
una manera innata-,no podría autodeterminarse de modo
alguno. Para darse así mismo el correspondiente
poder, tendría ya que tenerlo y ciertamente la
indeterminación no puede darselo. Para "sacar
fuerzas de flaqueza" es menester tenerlas, aunque no estén
activas, y el "hecho" de que la necesitamos no tiene poder
bastante para determinar su producción.
Estas observaciones criticas a GEHLEN son también
aplicables a ZUBIRI. No es que ZUBIRI mantenga-de ninguna
manera lo ha afirmado- el libre arbitrio del hombre es un hecho
esencial y primordialmente negativo; pero, en cambio es
verdad el libre albedrío humano queda interpretado por
ZUBIRI como algo que emerge de la relativa
indeterminación-"inconclusión"-de la tendencias
humanas: "no es que las tendencias humanas dejen un margen dentro
del cual puede jugar la libertad. Es algo más que
eso. Pero lo más grave y decisivo es que las
tendencias exigen precisamente de que hayan libertad, y lo exigen
por su inconclusión, por lo que nos colocan
inexorablemente es en situación de libertad. La
libertad no es algo que se superpone para manejar dentro de
ciertos límites lo
anterior a ellos, lo natural, si no que es exigido por la
inconfusión de lo natural para poder subsistir, incluso en
tanto que natural ". O también: "la función
primaria de la tendencia es hacer posible por su
inconclusión la emergencia de la libertad.
De ahí que las tendencias, es un ser como el hombre, si
bien no son formalmente libres, si bien en muchos casos son
participativamente libres, la verdad es que en todo caso son
exigitivamente la raíz de la libertad, que es cosa
distinta".
Si ZUBIRI se hubiese limitado a sostener lo que dice en el inicio
del segundo de los dos pasajes consignados, a saber que la
función
primera de las tendencias es hacer posible, por su
inconclusión la emergencia de la libertad, se
podría discutir si la función primera de la
tendencia es precisamente esa y no otra pero no estaría
justificado aplicarle a ZUBIRI la misma objeción arriba
hecha al pensamiento de
GEHLEN. Pues el hacer posible la emergencia de la libertad
no es tanto como exige esa emergencia y como poner en
situación de libertad al hombre.
Pero es el caso que en el primero de los dos textos, en
el final del segundo afirma ZUBIRI, que las tendencias
inconclusas requiere la libertad, siendo en el hombre,
exigitivamente, la raíz de ella para lo que natural pueda
subsistir, incluso en tanto que natural. Ya estas
afirmaciones coinciden básicamente con la doctrina de
GEHLEN, por cuanto en ella la autodeterminación viene
exigida-, y, por cierto, también para que el hombre pueda
subsistir-precisamente por la indeterminación.
Insisto no es igual "hacer posible" que "exigir". Ni
"exigir algo" es lo mismo que "ponerlo". (las ganas de
comer exigen el alimento que las quita, más no por ello lo
ponen, ni me confieren tampoco el poder de elegirlo, por
más que sean efectivamente una tendencia inconclusa, al
menos en el sentido de que no determinará concreto
alimento he de tomar, ni como concretamente he de
tomarlo).
1- El valor del libre albedrío humano no es
el valor de lo mas radical en el ser específico del hombre
ni tampoco el más alto de los valores
que a este le son posible sino el más alto de los valores que el
hombre tiene como virtud de su innata realidad.
No puede ser el valor de lo más radical en la
índole específica del hombre-ni tampoco, por tanto,
el más radical de los valores de
esta índole-porque el libre albedrío humano
presupone la libertad trascendental del entendimiento y de la
voluntad, cuyos valores son
por ende, más radicales que el de la libertad de arbitrio
de nuestra potencia volitiva. El más radical de los
valores de nuestro ser específico es el valor de nuestro
entendimiento y ellos no solo porque el entendimiento hace
posible los actos libres de la voluntad, sino porque
también hace posible a la libertad misma, tanto en su
libertad trascendental, cuanto la libertad de arbitrio que ella
tiene. "La inteligencia-dice, con acierto solo parcial,
ZUBIRI-es lo que hace posible que una facultad
intrínsicamente es libre pueda efectivamente ser libre en
acto, ejecutar en acto segundo su propia libertad". El
acierto de ZUBIRI, es solamente parcial, porque la inteligencia
no podría hacer posible que fuese libre el ejercicio del
libre albedrío humano sino hiciese también en
nuestra potencia volitiva tengan intrínsicamente esta
forma de libertad. La libertad humana está dotada de
libertad de arbitrio porque todo bien limitado, captado de una
manera intelectiva precisamente como no absoluto, puede ser
querido, o sea, porque la voluntad no quiere necesariamente lo
que el entendimiento representa como un bien que lo que es con
alguna limitación. Sin la lucidez intelectiva que
hace posible captar en cada bien limitado la limitación
correspondiente, la voluntad se comportaría de un modo tan
necesario como el propio apetito sensorial o, mejor dicho, solo
habría apetito sensorial, no facultad volitiva, en tanto
que esta implica, ya en si misma, intrínsicamente-,que su
sujeto está dotado así mismo de la facultad de
entender.
2- Los progresos de las ciencias y, en
especial, lo de la sicología y lo de la ciencias de la
educación
nos permiten ser realistas a la hora de formular los conceptos
antes vertidos. Entre los avances podemos citar el mayor
conocimiento
de: los mecanismos y procesos en
la
comunicación humana de los antecedentes sanos para una
socialización óptima del ser, la
instrucción racional de los procesos de
las soluciones de los problemas humanas, en las relaciones
personales y sociales, las tomas de decisiones grupales y
humanas, la nueva irrevelada visión de la creatividad y
especialmente las posibilidades de su potencia y mejora, la
visión dialéctica y bidireccional de las relaciones
interpersonales. El crítico papel del
autocontrol, las posibilidades del autoconocimiento y de la
auto-sensibilización, la revalorización del
papel de los
sentimientos y de su expresión.
Los Padres, los amigos, los maestros, la gente de la calle, nos
van mostrando el mundo desde que nacemos. La madre pone el pecho
en la boca del recién nacido, y éste chupa, se
alimenta, y recibe al mismo tiempo una
caricia. Lo viste, lo arropa, y el niño vive esas prendas
como abrigo. Agitan ante él el juguete. Le impiden acercar
la mano a una llama, o se quema con ella, y entran en el
horizonte de su vida la prohibición, el dolor, el peligro.
Intenta el niño levantar una mesa, y descubre el peso
–y la impotencia-. Se da un golpe contra la pared y cuenta
con la resistencia de
las cosas. Lo amenazan jovialmente y aprende a distinguir entre
lo serio y la broma. Le cuentan cosas, y descubre que antes que
él había otros, y sucesos que no eran suyos. Le
prometen algo, y se pone a esperar en el futuro. Lo elogian o le
regañan, y el niño empieza a darse cuenta de que
hay lo bueno y lo malo, la aprobación y la
desaprobación. Le reprochan haber hecho algo que no ha
hecho, y tropieza con la injusticia. Lo engañan, y ve que
junto a la verdad, en la cual vivía sin saberlo, hay la
falsedad o la mentira. Empieza a explorar la casa, el
jardín, las calles del pueblo o de la ciudad, el campo, y
ve que hay "más allá", que el mundo es abierto,
dilatado, desconocido, atractivo, peligroso, hermoso o feo.
Distingue muy pronto dos formas de los "otros": hombres, mujeres;
y muy poco después una tercera forma: los "semejantes",
los niños,
a diferencia de los "mayores".
Le hablan y oye hablar. Distingue voces, y los tonos, y
sabe cuándo se dirigen a él o no. Le gustan
más o menos: se siente atendido, acariciado, mimado,
reprendido, olvidado. Va entendiendo "de qué se trata";
luego, lo que se dice. Conoce algunas palabras, y otras que no;
adivina su significado unas veces, otras quedan oscuras. Empiezan
a "enseñarle" cosas: a andar, a comer, a vestirse, a
pronunciar, a mover las manos, a jugar, a hacer las cosas "bien",
a saludar, a contar, luego a leer, a escribir, a rezar, a
callarse, a esperar, a obedecer, a resignarse. Y luego, noticias,
informaciones, ritos, ciencias.
Casi toda la vida va regida por esas formas que nos han sido
"inyectadas" por los demás, conocidos o desconocidos,
sobre todo al verlos vivir ante nosotros. Estamos en la creencia
de que las cosas son "así", de que hay que hacer tales o
cuales cosas, de que podemos contar con ellas de cierta manera.
Nuestros deseos, nuestros proyectos, nos
llevan a hacer algo de acuerdo con esas líneas de conducta.
Solamente cuando tropezamos con algo imprevisto, cuando las cosas
no se comportan como esperábamos, cuando alguien se
enfrenta con nosotros, no podemos seguir viviendo
espontáneamente. Nos paramos. ¿A qué? A
pensar.
Lo primero que hacemos es ver si alguien sabe qué
hay que hacer. Si no lo encontramos, recordamos lo que sabemos,
lo que hemos aprendido, los conocimientos adquiridos, para ver si
nos sirven, si nos permiten salir del apuro. Un tercer paso es
tratar de conseguir más conocimientos, preguntar a otros
maestros, otros libros, otras
ciencias.
Pero puede ocurrir que, entre tantos saberes, nos encontremos
perdidos, en la duda. No sabemos qué hacer, no sabemos
qué pensar. Ha aparecido ante nosotros algo nuevo, con lo
cual no contábamos. O lo que creíamos o
pensábamos choca con lo que vemos; ¿cómo
decidir? O, finalmente, sabemos muchas cosas, estamos rodeados de
objetos, recursos,
aparatos, pero nos preguntamos ¿qué es todo esto?
¿Qué sentido tiene? ¿Qué es esto que
llamamos vivir, y para qué, y hasta cuándo?
¿Y después, que podemos esperar?
El nacimiento de la filosofía
Cuando el hombre primitivo estaba agobiado por las dificultades,
cuando le era difícil seguir viviendo, comer, beber,
abrigarse, calentarse, defenderse de las intemperies, de las
fieras, del miedo a lo desconocido, no tenía respiro para
hacerse preguntas. No solo cada día, cada hora
tenía su afán. Y no sabía casi nada. Pero
cuando, al cabo de los siglos, el hombre consiguió alguna
riqueza, cierta seguridad,
instrumentos que le permitieron desarrollar una técnica,
noticias y conocimientos, cuando su memoria no fue
sólo suya y la de sus padres, sino la de la tribu o la
ciudad o el país –una memoria
histórica-, cuando hubo autoridades y mando y alguna forma
de derecho y estabilidad, consiguió el hombre holgura,
tiempo libre, se pudo divertir, cantar, tocar algún
instrumento, bailar, componer versos, dibujar o esculpir,
levantar edificios que no eran sólo cobijo, sino que
debían ser hermosos, inventar historias, y a veces
representarlas. Y entonces, en esa vida más compleja, mas
atareada y a la vez con más calma, sintió sorpresa,
la admiración, el asombro, la extrañeza: ante lo
bello, lo magnífico, lo misterioso, lo horrible. Y
empezó a lanzar sobre el mundo una mirada abarcadora, que
en lugar de fijarse en tal cosa particular contemplaba el
conjunto: y al entrar en sí mismo, al ensimismarse como
decimos con una maravillosa palabra en español,
empezó a atender al conjunto de su vida y a preguntarse
por ella. Así nació, seis o siete siglos antes de
Cristo, en Grecia, una
nueva ocupación humana, una manera de preguntar, que vino
a llamarse filosofía.
Hay un paralelismo entre lo que ocurrió a la
humanidad entonces y lo que ocurre al hombre y a la mujer cuando
llega a cierta altura de su vida. Todavía es mayor el
paralelismo si se piensa que no todos los pueblos han cultivado
la filosofía, y que sólo algunos hombres se hacen
esas preguntas. Los demás siguen viviendo sin claridad, o
se contentan con la certidumbre que da la acción, o
aquella otra en que se está por una creencia, o con otra
distinta que dan los conocimientos, las ciencias particulares,
que nos enseñan tantas cosas. Hoy, tantas que nadie las
sabe, que, por tanto, funcionan para cada hombre como otra forma
de creencia: creemos que se saben todas esas cosas, que las sabe
la ciencia.
Pero ¿quién es la ciencia?
Para que alguien se haga las preguntas de la
filosofía hace falta que se den varias condiciones. 1) Que
se sienta perdido, que no sepa qué hacer o qué
pensar, que no sepa a qué atenerse. 2) Que los conocimiento
particulares no lo saquen de su duda, no le den una certeza
suficiente, porque lo que necesita saber es qué es todo
esto, quién soy yo, qué será de mí 3)
Que tenga la esperanza de poder encontrar respuesta a esas
preguntas, de poder salir él mismo de la duda. Lo cual
quiere decir: 4) Que suponga que esas preguntas pueden tener
respuesta, que tienen sentido. Y finalmente: 5) Que el hombre
perdido y lleno de dudas tiene algún medio de interrogar a
la realidad y obligarla a manifestarse y responder, a ponerse en
claro, a manifestar la verdad. Ese medio es lo que se suele
llamar pensamiento o
razón.
La vida humana
" Ya se han escrito todas las buenas máximas, solo falta
ponerlas en práctica.", lo decía Pascal.
Siempre mi vida ha girado en un constante aprendizaje de
aplicación de la filosofía en la vida. Pero resulta
que eso es tan extraño, complejo y misterioso que llamamos
filosofía se parece mucho a lo que todos los hombres hacen
todos los días desde el principio del mundo. Por lo
cuál, tal vez no sea tan extraño, y desde luego es
algo muy propio del hombre.
Yo me encuentro en el mundo, rodeado de cosas, haciendo algo con
ellas, "viviendo". Cuándo caigo en la cuenta de eso, llevo
ya mucho tiempo viviendo, es decir, que mi vida ha empezado ya,
no he asistido a su comienzo. Entre las cosas que encuentro
está mi propio cuerpo, que se presenta como una cosa
más, que me gusta más o menos, que funciona bien o
mal, que no he elegido. Es cierto que me acompaña siempre,
que lo llevo siempre "puesto", que lo que le pasa me interesa y
me afecta, que por medio de él veo, toco, me relaciono con
todas las cosas; que por él esta aquí estoy yo
aquí, y que gracias a él cambio de
lugar.
Y también encuentro eso que llaman las
"Facultades psíquicas": la inteligencia, la memoria, la
voluntad, el carácter.
A lo mejor mi inteligencia es buena para algo, pero mala para
otras cosas; o recuerdo bien los versos y mal
los números de teléfono; o tengo voluntad débil, o
mal genio. Nada de eso he elegido, nada de eso soy yo, sino que
es mío, como el país o la época en que he
nacido, la familia a la que
pertenezco, mi condición social, etc.
Con todo eso que encuentro a mi disposición,
bueno o malo, tengo que hacer mi vida, tengo que elegir en cada
momento lo que voy a hacer, quién voy a ser. Lo más
grave es que la parte más interesante del mundo no
está presente, no dispongo de ella, porque lo que
elijo es quién voy a ser mañana, y el mañana
no existe; existirá… mañana; es el futuro. Y el
futuro es inseguro, incierto, está oculto.
¿Qué hacer?, ¿Que
elegir?, ¿Que camino tomar?, no tengo más
remedio que tratar de ver juntas todas mis posibilidades, para
poder elegir entre ellas. Y, ¿Cómo
elegiré? depende de quién quiero ser, de mi
proyecto. Es
decir, que tengo que imaginarme primero como tal persona, como
tal hombre o mujer, y ese
proyecto
imaginario es el que, ante las posibilidades que tengo ante
mí, decide. Dicho con otras palabras, para vivir tengo que
ponerme ante todo a pensar, a imaginarme a mi mismo y ver en su
conjunto el mundo. Por eso, el gran filósofo español
José Ortega y Gasset hablaba de la razón vital, sin
la cuál no puedo vivir porque solo puedo vivir pensando,
razonando.
Vemos ahora que la filosofía no es más que hacer a
fondo, con rigor, con un método
adecuado eso que todos hacemos a diario para poder vivir
humanamente. Los individuos y los pueblos y las épocas que
filosofan viven con mayor claridad, no se dejan arrastrar,
saben lo que hacen, tienen una iluminación superior a los
demás. Y tienen también la audacia de creer que
ellos mismos pueden intentar buscar la verdad, orientarse por si
mismos cumpliendo las reglas de método,
del camino que puede conducir a ese descubrimiento. La
consecuencia es que el que filosofa pretende ser más el
mismo, más de verdad, ser lo que se llama más
auténtico.
La historia de la filosofía
Es larga y compleja la historia de la
filosofía. Iniciada en Grecia a fines
del siglo 7 o a comienzos del 6ª. De C. (Tales de Mileto,
Anaximandro, Anaxímenes, Parménides,
Heráclito, Empédocles, Anaxágoras,
Demócrito, Sócrates),
llevada a su perfección por Platón y
Aristóteles, desarrollada luego, en Grecia
y en Roma
(Séneca, Marco Aurelio, Plotino), cristianizada luego,
sobre todo en San
Agustín, y en la Edad Media
(San Anselmo, San Buenaventura, Santo Tomás de
Aquino, Escoto, Ockam), sin olvidar a los judíos
(Maimónides) o musulmanes (Avicena, Averroes,
Ebenjaldún), continuada en el Renacimiento por
Nicolás de Cusa, Luis Vives, Erasmo, Giordano Bruno,
llevada a nuevo esplendor por Descartes,
Spinoza, Leibniz, Bacon, Locke, Hume; Zubiri, Wittgenstein y
tantos otros, esa historia ha sido vista a veces como una
historia de errores de la mente humana; pero no es
así.
Hay una continuidad y coherencia en la historia de la
filosofía, que hace que los verdaderos filósofos se entiendan, aunque cada uno
tenga que formular el problema a su manera propia, desde su punto
de vista personal, que no
excluye forzosamente los otros, porque las perspectivas reales
son muchas y complementarias. Un gran filósofo dijo: "Todo
lo que un hombre ha visto es verdad". Quería decir que la
falsedad viene sólo de lo que cada uno añade a lo
que verdaderamente ha visto; y ahí es donde puede
producirse la contradicción y la discordia. La historia
entera de la filosofía es el camino de la mente humana
para conocer la realidad, para aproximarse a ella y descubrirla,
rectificar los errores e integrar la visión personal con
las de los demás.
La visión responsable
Ante una cosa, el filósofo no se pregunta, como el
científico, por sus propiedades particulares
–mineral, vegetal, animal, cuerpo celeste, echo
psíquico o histórico, forma social o
política, ley, enfermedad,
obra literaria o artística, etcétera-; se pregunta
por lo que tiene de realidad, es decir, por el tipo de realidad
que le corresponde. No es lo mismo una piedra o un pino o un
caballo, o bien el número 7, o el triángulo
isósceles, o la raíz cuadrada de 2; o una sirena o
un centauro; o un soneto; o Don Quijote; o
Cervantes; o Dios.
El filósofo se pregunta cuál es el puesto que en la
realidad tiene cada uno de esos objetos, dónde hay que
ponerlo, cuáles son sus atributos y su manera de
comportarse y cómo se lo puede conocer. Y tiene que
preguntarse igualmente por la realidad en su conjunto, por su
estructura,
las jerarquías o grados de realidad que hay dentro de
ella, las relaciones o conexiones entre todas las cosas que son
en un sentido o en otro, reales.
Se puede pensar que la filosofía es muy difícil,
que no se puede comprender, que sólo muy pocas personas la
entienden. No es así; hemos visto que en el fondo es lo
que todos los hombres hacemos todo el tiempo; si es así,
¿cómo no vamos a comprender eso que sin darnos
cuenta hacemos?
Cuando se es muy joven, no se comprende la
filosofía, pero no porque sus razonamientos sean muy
complicados –los de las matemáticas suelen ser más
difíciles- sino porque el niño no ve el problema,
no ve en que consiste la pregunta. Cuando se llega a la primera
juventud se
puede entender, y el joven que "ve" la filosofía suele
entusiasmarse. Los discípulos de Sócrates y
Platón
eran muchachos muy jóvenes. Y es mejor acercarse a la
filosofía con frescura, con inocencia, sin saber nada,
dispuesto a abrir los ojos y mirar.
La única dificultad que tiene la filosofía
es que tiene una estructura, un
orden, distinto del que tienen otras ciencias, por ejemplo la
matemática. Ésta tiene una
estructura lineal: si un libro de
matemáticas tiene veinte teoremas, necesito
entender los tres primeros para entender el cuarto, pero no
necesito saber el quinto; cada uno se apoya en los anteriores,
pero no en los posteriores, y se estudian y aprenden linealmente.
En la filosofía, las verdades se apoyan unas en otras,
mutuamente. Si se lee la primera página de un escrito
filosófico, no se la comprende íntegramente; al
leer la segunda la primera empieza a aclararse, y así
sucesivamente; la comprensión total de la primera
página no se logra hasta que se ha llegado a la
última. Ésta estructura circular (o espiral) es lo
que se llama sistema: un conjunto de verdades, cada una de las
cuáles esta sostenida y probada por todos los
demás.
Por esto es un error, cuando se lee un libro
filosófico, no pasar del principio hasta haberlo entendido
perfectamente: no se entenderá nunca. Hay que seguir,
recibiendo nuevas aclaraciones a medida que se avanza, hasta el
final. Las iluminaciones se van sucediendo, se van viendo nuevas
conexiones, se descubren relaciones inesperadas, y por eso
la lectura de
un libro filosófico es apasionante, como la de una buena
novela.
Esta comparación no es justificada: la filosofía es
una teoría
dramática, una aventura humana, del hombre que filosofa
creadoramente o del lector que revive esa teoría. No se
entiende nada humano más que contando una historia, y la
filosofía tiene ese elemento dramático o novelesco,
que la hace plenamente inteligible. La dificultad de la
filosofía reside en esa estructura: una vez reconocida y
aceptada, resulta ser lo verdaderamente inteligible; lo que de
verdad se comprende; a su lado, todas las demás formas de
intelección carecen de última claridad.
A la filosofía le corresponde la evidencia. Nada
es filosóficamente entendido sino se ve que es así,
que tiene que ser así. Y ésta evidencia tiene que
renovarse en cada momento, si se trata de una comprensión
filosófica. Supongamos que un profesor demuestra
perfectamente en la pizarra que los tres ángulos de un
triangulo valen dos rectos, o el teorema de Pitágoras, o
la regla de la división. Si se nos pregunta porque es
así, porque aquello es válido, contestaremos que
"está demostrado", que un profesor nos lo demostró
de manera concluyente cuando estudiábamos en el colegio o
el instituto. No nos acordamos de la demostración, pero
recordamos perfectamente que el profesor la dio de manera
convincente. ¿Vale esto en filosofía? No. Esta
evidencia debe estar renovándose en cada instante, tiene
que estar presentando sus títulos de justificación;
no se puede aceptar nada por autoridad
–ni siquiera por el recuerdo de la evidencia, por la
evidencia pasada-, sino por la evidencia actual.
Por eso la filosofía puede definirse como la visión
responsable: es una visión, algo que en cada momento se
esta viendo; pero no basta; es una visión que se
justifica, que muestra sus
razones, que "responde" de lo que ve y responde a las
preguntas.
Las preguntas radicales
La filosofía se hace las preguntas radicales, aquellas que
necesitamos responder para estar en claro, para saber a
qué atenernos, para orientarnos sobre el sentido del mundo
y de nuestra vida, para saber quiénes somos y qué
tenemos que hacer y qué podemos esperar, qué
será de nosotros. Entre muchas certezas y conocimientos,
necesitamos una certidumbre radical, tenemos que buscarla, si
queremos vivir como hombres lúcidamente, y no a ciegas o
como sonámbulos.
Se dirá: ¿Es que podemos alcanzar esa certidumbre?
¿Es posible ese saber superior y más profundo, ese
núcleo del pensamiento filosófico que se llama
metafísica? No sabemos si es posible:
sabemos que es necesario, que lo necesitamos para
vivir.
Las ciencias son diferentes. Un problema
científico que no tiene solución no es un problema.
En filosofía, no. En primer lugar, porque no se sabe si
acaso pueda tener solución con otro método,
planteado de otra manera mejor; en segundo lugar, porque la
filosofía no necesita tener éxito:
tiene que enfrentarse con sus problemas, no puede contenerse con
eliminarlos. Es la condición de la vida humana; el hombre
no necesita tener éxito, le basta con intentar hacer, lo
mejor posible, lo que debe hacer. La filosofía no puede
renunciar a sus problemas fundamentales, porque entonces renuncia
a si misma, deja de ser filosofía (es lo que le pasa a
gran parte de lo que hoy se llama filosofía).
No hace falta ser un filosofo creador, original, para
tener acceso a la filosofía.
El que lee filosóficamente a un filósofo,
o lo escucha, repiensa su filosofía, se la apropia, la
hace suya. Repite dentro de sí mismo el movimiento
mental que llevó al filósofo a preguntarse algunas
cosas, que lo condujo con un método riguroso de evidencia
en evidencia, a ciertas visiones: soluciones o un nuevo
planteamiento más adecuado del problema.
El filósofo es un hombre audaz, que se atreve a
enfrentarse con la realidad, interrogarla, levantar el velo que
la cubre y tratar de ponerla de manifiesto, hacerla patente. Por
eso, la tentación del filósofo es soberbia. Pero si
es verdadero filósofo, tendrá que llegar a una
profunda humildad: primero, porque tendrá conciencia de que
la realidad es problemática, que ninguna verdad la agota
que cuando dice "A es B", no quiere decir "A es B y nada
más", sino que su propia visión se podrá y
deberá integrar con otras, que no se excluyen
forzosamente; segundo, porque lo que hace no es dictar a la
realidad cómo es o debe ser, sino al contrario. Ver
cómo es, reconocer que es así, aceptarlo. La
filosofía requiere el valor de enfrentarse con la realidad
–toda realidad, sin amputaciones ni exclusiones, en todo su
problematismo-, pero significa la aceptación de la
realidad, el sometimiento a una verdad que el filósofo no
produce ni impone, sino descubre.
Los otros conocimientos, las otras ciencias, la experiencia de la
vida, las crisis
históricas, todo eso lleva al hombre a algunas preguntas
esenciales que van más allá, que no tienen
respuestas prácticas ni dentro de cada una de las ciencias
positivas. Hay problemas que no tienen su lugar en la física, la psicología o la
historia; pero son problemas para el físico, el
psicólogo o el historiador, para el hombre que cada uno de
ellos es (como para el hombre de la calle). Esas mismas ciencias
plantean un problema que excede de ellas mismas:
¿cuál es su puesto en el conjunto del saber? Y
¿cuál es la realidad de su objeto? El físico
estudia la naturaleza, la mide, descubre sus leyes; pero no se
pregunta qué es la naturaleza o por qué hay
naturaleza. La pregunta por la realidad histórica no es
tema de la historia. Las ciencias particulares dan por supuesto
su objeto (por eso se llaman ciencias positivas), pero el hombre
no puede dar nada por supuesto si quiere tener una ultima
claridad. Esa es la función, la exigencia de la
filosofía.
Por otra parte, la filosofía no empieza nunca en
cero. No solo parte de innumerables noticias, experiencias,
conocimientos, sino que descansa sobre un subsuelo de creencias,
se inicia en una situación social, histórica,
personal que condiciona el horizonte de los intereses, las
curiosidades, las inquietudes; que hace que un filosofo mire en
una u otra dirección, que eche de menos, claridad
sobre unas cosa y no sobre otras. La filosofía tiene
siempre, para emplear una expresión de Ortega, una
"prefilosofía" que normalmente olvida y deja a su
espalda.
Hay que aclarar este importante cuestión. La idea de una
filosofía sin supuestos, que no parta de otros saberes,
que empiecen en cero, como antes dije, es completamente ilusoria.
Pero si la filosofía olvida todo eso, no tiene plena
realidad, no se aclara sobre si misma, no es estrictamente
filosófica. Tiene que contar con todo eso que es su punto
de partida que la condiciona, pero tiene que dar razón de
ello, es decir, justificar filosóficamente. Nada de eso
será filosofía hasta que la filosofía lo
absorba, lo ilumine, justifique, y así lo eleve hasta el
nivel de la filosofía misma.
En este sentido, toda filosofía es
histórica, esta "a la altura del tiempo", es la propia de
cada época. Y no puede olvidar que lleva dentro toda las
demás del pasado, que a llegado a ese nivel, es un
proceso sin el
cual se la podría entender. La filosofía no es
separable de su historia, pero esta remite al presente: nos
obliga a hacer filosofía, por que todas las demás,
de pretérito, no nos sirve, no son suficientes, porque
están pensadas en situaciones distintas de la nuestra,
porque no se enfrentan, al menos de manera adecuada, con nuestros
problemas, aquellos que nos obligan a filosofar. La
filosofía del pasado no queda arrumbada o rechazada: queda
absorbida, incorporada en la actual; el filósofo filosofa
con todos los demás que lo han precedido, y no puede
reducirse a ninguno.
La verdad de la vida
"Una vida no examinada (es decir, sin filosofia) no
es vividera para el hombre", decía Platón. "Todas
las ciencias son más necesarias que la
filosofía-decía Aristóteles-; superior, ninguna." La
filosofía "no sirve para nada", y por eso no sirve a
nadie: es la ciencia de
los hombres libres. "Si la sabiduría es Dios, el verdadero
filósofo es el amador de Dios", decía San
Agustín. Y Spinoza la ve como amor Dei
intellectualis. "amor
intelectual a Dios". Y Ortega, en su primer libro. Definía
la filosofía como la "ciencia
general del amor".
Esa conexión entre amor y filosofía es esencial,
porque la filosofía busca la conexión general de
todas las cosas-eso es precisamene la razón-, y eso es
obra del amor. Por eso la filosofía consistió,
desde el principio, en la máxima dilatación del
espíritu, hasta llegar a preguntarse por el todo.
¿Qué es todo esto? Por este camino se llegó
a descubrir la naturaleza, más allá de cada cosa,y
como principio de explicación de ellas (la naturaleza de
las cosas). La idea cristiana de creación llevó a
ver el mundo como criatura, con una realidad fundada en la de
Dios creador. La evidencia del carácter único e
irreductible de eso que llamamos "yo" llevó al pensamiento
moderno (Descartes y
sus continuadores) al idealismo, a
la afirmación del yo pensante como la realidad primaria,
de quién serían "ideas" todas las cosas. Pero
nuestro tiempo ha visto que, si bien es verdad que nada puedo
saber sin mí, sin ser yo testigo de los demás. Yo
no me encuentro nunca solo, sino rodeado de cosas, en un mundo,
haciendo algo con él, algo que se llama vivir. Y al vivir
encuentro, de una manera o de otra, todo lo que hay, presente y
manifiesto o latente y oculto, accesible o inaccesible, desde mi
propio cuerpo y las cosas que me rodean hasta Dios, del cual
encuentro en mi vida al menos la noticia o revelación.
La filosofía es el descubrimiento de un horizonte de
preguntas ineludibles. Volverse de espaldas a ellas es renunciar
a ver, aceptar una ceguera parcial, contentarse con lo
penúltimo. Significa, pues, la filosofía un
incalculable enriquecimiento del mundo. Es además una
disciplina
moral: la
exigencia de no engañarse, de no aceptar como evidente lo
que no lo es. (Sin que esto quiera decir que hay que rechazar lo
que no es evidente, porque muy pocas cosas lo son.) Es sobre
todo, una llamada a la lucidez, a ese "señorío de
la luz sobre las
cosas y sobre nosotros mismos", de que hablaba Ortega. Y con
ello, una llamada a la autenticidad, a la verdad de la vida, a
ser cada uno quien verdaderamente pretende ser.
El último fruto de la filosofía es la
aceptación del destino libremente elegido, eso que se
llama vocación
7. Bibliografía
consultada
"El Valor De La Libertad" de Antonio Millán
Puelles.
"Pedagogía visible y educación invisible"
de Victor García Hoz.
"Psicología
y educación para la prosocialidad" de Robert Roche
Olivar
Los estudios de un joven de hoy, de la Editorial Fundación
Universidad–Empresa, Madrid 1982.
Diccionario de
la Lengua
Española.
El libro de la virtudes, Javier Vergara Editor, Buenos Aires,
1995.
Platón, Diálogos, Porrúa, México,
1976.
Ser hombre, de Elías M. Zacarías.
Fundamentos de Filosofía, Madrid 1986
Las Virtudes Fundamentales, Josef Pieper, Ed. Rialp, Madrid,
1988.
Filosofía Cristiana, José M. De Torre, Ediciones
Palabra, S.A.,Madrid, 1982.
Autor:
Lic. José Luis Dell'ordine