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Pulsión de muerte




Enviado por martinezvaldez



    Indice
    1.
    Introducción

    2. Desarrollo
    3. Conclusión
    4. Bibliografía

    1.
    Introducción

    En este trabajo se investigará a cerca de la
    Pulsión de muerte,
    postulada por Freud en 1.920,
    en su obra " Más allá del Principio del Placer ";
    cuando lleva a cabo el tercer gran paso en su Teoría
    de las Pulsiones, cambiando definitivamente el dualismo pulsional
    que hasta ese momento sostenía constituido por las
    pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas o de
    autoconservación; quedando formado por las pulsiones de
    vida y las pulsiones de muerte.
    El trabajo
    monográfico se basa en un recorrido cronológico del
    tema ya explicitado, tomando como referencia sólo los
    textos más puntuales de las Obras Completas de S. Freud;
    considerando que durante toda su vida, trabajó durante
    tres hipótesis, que son:
    1)- La existencia de un Aparato Psíquico.
    2)- La existencia de una energía mental que recorre ese
    Aparato (una cantidad).
    3)- El funcionamiento del Aparato Mental.

    2.
    Desarrollo

    La Teoría
    de las Pulsiones surge de la segunda hipótesis y se
    inserta en lo que Freud llamó "Metapsicología", en
    el punto de vista económico, constituyéndose en el
    nivel más alto de abstracción.
    El énfasis de esta monografía
    está ubicado en la Pulsión de Muerte (resultante
    del último dualismo pulsional, postulado por Freud), pero
    ya en 1.905, en la obra "Tres Ensayos de
    Teoría Sexual", se encuentra como antecedente la
    manifestación del Sadismo y su opuesto el Masoquismo,
    siendo considerados como la inclinación a inflingir dolor
    al objeto sexual. El sadismo en este artículo tiene tres
    acepciones:
    1)- Responde a un componente agresivo de la pulsión
    sexual, que se ha vuelto autónomo y elevado por
    desplazamiento al papel
    principal.
    2)- Inclinación a dominar el objeto sexual para vencer su
    resistencia.
    3)- Fluctúa entre la actitud
    meramente activa (violenta) hacia el objeto sexual, hasta el
    sometimiento, inflingiendo malos tratos a éste como
    condición única de la satisfacción:
    perversión.
    Se puede considerar al sadismo como "activo" y de manera similar
    el masoquismo abarca las actitudes
    "pasivas" hacia la vida y el objeto sexual, donde la
    satisfacción se encuentra en el hecho de padecer dolor
    (físico o anímico) infligido por el objeto
    sexual.
    En cuanto perversión, el masoquismo se aleja de la meta sexual
    normal más que el sadismo: siendo éste primario,
    originario; en tanto el masoquismo secundario; (nace por
    transformación a partir del sadismo). El masoquismo es una
    prosecución del sadismo vuelto hacia la propia persona, la cual
    en un principio hace de objeto sexual. Tanto el sadismo como el
    masoquismo van juntos en la misma persona;
    así como se goza con el dolor propio, también se
    goza con el dolor del otro. Una persona sádica es al mismo
    tiempo
    masoquista, aunque uno de los dos aspectos de la
    perversión puede haberse desarrollado con más
    fuerza.
    En la historia de la
    cultura
    humana, se observa que crueldad y pulsión sexual se
    copertenecen, asegurando la existencia de un componente agresivo
    de la libido.
    Entre los formadores de síntomas de la psiconeurosis,
    desempeñan un papel
    importante las pulsiones parciales que generalmente se presentan
    en pares de opuestos como promotoras de nuevas metas sexuales: la
    pulsión de ver y de exhibir, la pulsión de crueldad
    activa (sadismo) y pasiva (masoquismo). Por medio de este enlace
    de la libido con la crueldad se produce la mudanza del amor en odio
    característica de las neurosis.
    Se debe admitir también que la vida sexual infantil,
    muestra
    componentes que desde el comienzo envuelve a otras personas como
    objeto sexual. De esta índole son las pulsiones de ver y
    de exhibirse y de la crueldad activa y pasiva que aparecen con
    cierta independencia
    respecto de las zonas erógenas, que imperan la sexualidad
    infantil y sólo más tarde entran en estrecha
    relación con la vida sexual.
    La crueldad es totalmente natural en el carácter
    infantil, ya que hay que tener en cuenta que la inhibición
    de la pulsión de apoderamiento, la capacidad de
    compasión ante el dolor del otro, se desarrolla
    relativamente tarde. De esta manera se supone que la
    moción cruel proviene de la pulsión de
    apoderamiento y emerge en la vida sexual en una época en
    que los genitales no han asumido el papel que
    desempeñarán después.
    Si a esa tierna edad los niños
    son espectadores del comercio
    sexual entre adultos, no puede menos que concebirse el acto
    sexual como un maltrato en sentido sádico. Esto contribuye
    mucho a la disposición para un posterior desplazamiento
    sádico de la meta
    sexual.
    Una de las raíces de la pulsión sádica puede
    reconocerse en la promoción de la excitación sexual
    por medio de la actividad muscular.
    Ya en 1.915, en su artículo "Pulsión y Destinos de
    Pulsión", Freud, continúa manteniendo el
    mismo concepto de
    pulsión que en "Tres Ensayos de
    Teoría Sexual", aquí le agrega una característica más a la
    pulsión que pasa a estar constituida por una meta, un
    objeto, una fuente y ahora posee un esfuerzo; ya se sabe que en
    el yo también hay libido (energía sexual), y sigue
    en
    pie el primer dualismo pulsional, formado por pulsiones yoicas o
    de autoconservación y pulsiones sexuales.
    En este texto, Freud,
    aplica la "Teoría del Narcisismo" al esquema pulsional;
    afirmando que todas las pulsiones son al principio
    autoeróticas, exceptuando dos pares de opuestos que
    necesitan de un objeto externo, entre éstos se encuentra
    el par "sadismo-masoquismo".
    Freud, menciona cuatro defensas o destinos de las pulsiones;
    éstos son:
    1)- Sublimación.
    2)- Represión.
    3)- El trastorno hacia lo contrario.
    4)- La vuelta hacia la propia persona.

    El trastorno hacia lo contrario se resuelve en dos
    procesos:
    a)- La vuelta de una pulsión de la actividad a la
    pasividad (ej. sadismo-masoquismo), aquí el trastorno lo
    sufre la meta de la pulsión.
    b)- El trastorno en cuanto al contenido que se observa en la
    mudanza del amor en
    odio.
    En cuanto al otro de los destinos relevantes al tema; la vuelta
    hacia la persona propia se lo comprende si se piensa que el
    masoquismo es el sadismo vuelto hacia el yo. Aquí se
    produce un cambio de
    vía de objeto, manteniéndose la meta
    inalterada.
    En cuanto al par de opuestos "sadismo-masoquismo", el proceso se
    presenta de la siguiente manera:
    a)- El sadismo es una acción violenta, afirmación
    de poder,
    necesidad de dominio dirigida
    a otra persona como objeto.
    b)- El objeto es resignado y sustituido por la propia persona; al
    volver el sadismo a la propia persona también se muda la
    meta activa en pasiva.
    c)- Se busca un nuevo objeto que toma el papel activo del
    sadismo. Aquí se presenta el masoquismo, donde la
    satisfacción se obtiene por el camino del sadismo
    originario, en cuanto el yo pasivo se traslada a su opuesto
    anterior, que ahora se deja al sujeto ajeno. No hay masoquismo
    que no se engendre del sadismo.
    La concepción del sadismo es deteriorada por la
    acción-meta muy especial que parece seguir, junto a la
    humillación y al apoderamiento, se persigue el inflingir
    dolor, que no desempeña ningún papel entre las
    acciones metas
    originarias de la pulsión. El niño sádico no
    toma en cuenta el inflingir dolores, ni se lo propone, pero una
    vez que se trasmudó al masoquismo, los dolores sirven para
    proporcionar una meta masoquista pasiva entonces las sensaciones
    de dolor desborda la excitación sexual y producen placer;
    luego puede seguir la meta sádica de inflingir dolores en
    otro. El sujeto los goza de igual manera masoquista al
    identificarse con el objeto que sufre.
    Hay que tener en cuenta que en ambos casos, no se goza del dolor
    mismo, sino del placer, de la excitación sexual que lo
    acompaña. El gozar del dolor sería una meta
    originariamente masoquista, pero que sólo puede devenir
    meta pulsional en quien es originariamente sádico (se
    continúa afirmando el sadismo primario y el masoquismo
    secundario).
    En cuanto al otro destino importante que sufre la pulsión,
    el trastorno hacia lo contrario, se lo, puede observar en la
    mudanza del amor en odio. El vínculo más
    íntimo une estos dos sentimientos opuestos con la vida
    sexual, aunque es difícil concebir el amar como si fuera
    una pulsión parcial de la sexualidad
    entre otras, se querría percibir en el amar la
    expresión de la sexualidad como un todo.

    El amar es susceptible de tres opciones:
    1)- amar – odiar
    2)- amar – ser amado
    3)- amar y odiar – indiferencia
    La segunda opción, amar – ser amado, se corresponde con la
    vuelta de actividad a la pasividad. La meta activa es el "amar" y
    la pasiva es el "ser amado", ésta última se
    aproxima al Narcisismo.

    La vida anímica está gobernada por tres
    polaridades:
    1)- Sujeto (yo) – Objeto (mundo externo)
    2)- Placer – Displacer
    3)- Actividad – Pasividad
    Las tres polaridades se relacionan recíprocamente, hay una
    situación psíquica originaria en que dos de ellas
    coinciden: el yo se encuentra originariamente investido y
    también es capaz de satisfacer sus pulsiones en sí
    mismo. Esto es narcisismo, donde el mundo exterior no está
    investido y es indiferente para la satisfacción. El yo es
    autoerótico y no necesita del mundo exterior, aunque
    igualmente recibe objetos de él por medio de la
    pulsión de autoconservación, sintiendo por
    determinados momentos displacer a ciertos estímulos
    internos.
    Ahora bien, el "Principio del Placer", recoge los objetos que son
    fuentes de
    placer y los introyecta, librándose de los que producen
    displacer proyectándolos (hacia afuera del yo). Así
    se forma una coincidencia entre dos polaridades:

    * Yo – Sujeto coincide con el placer.
    * Mundo externo coincide con el displacer.

    Así como el objeto es aportado por el mundo
    exterior, el odiar también puede ser una relación
    hacia ese mundo exterior proveedor de estímulos.
    La indiferencia se subordina al odio, después de haber
    emergido como su precursora. El objeto, lo odiado, han sido
    idénticos al principio, pero si luego el objeto produce
    placer entonces es amado, incorporándose al yo;
    coincidiendo para el yo-placer el objeto con lo ajeno y lo
    odiado.
    Cuando el objeto es fuente de displacer, es odiado y este odio
    puede aumentarse inclinándose a agredir al objeto con el
    propósito de aniquilarlo.
    Se revela así que los vínculos de amor y de odio no
    son aplicables a las relaciones de las pulsiones con sus objetos,
    sino a las relaciones del yo con sus objetos.
    Los legítimos modelos de la
    relación de odio no provienen de la vida sexual, sino de
    la lucha del yo por conservarse y afirmarse.
    Amor y odio no mantienen una relación simple entre
    sí, ya que cada uno tiene orígenes diversos y ha
    recorrido su propio desarrollo.
    El amor
    proviene de la capacidad del yo para satisfacer
    autoeróticamente una parte de las mociones pulsionales, es
    originariamente narcisista, después pasan a los objetos
    que se incorporaron al yo en cuanto son fuentes de
    placer, enlazándose íntimamente con el que hacer de
    las posteriores pulsiones sexuales y coincidiendo con la
    aspiración sexual total.
    El odio es más antiguo que el amor, brota
    de el rechazo que el yo narcisista opone al mundo exterior que lo
    llenan de estímulos displacenteros.
    La historia de la
    génesis y de los vínculos del amor, permite
    comprender que a menudo se muestra
    ambivalente hacia el mismo objeto.
    El odio mezclado con el amor, proviene de las etapas previas del
    amar no superadas completamente y por reacción repulsiva
    de las pulsiones yoicas. Cuando el vínculo de amor con un
    objeto determinado se interrumpe, no es raro que lo reemplace el
    odio, pero el odio es reforzado por la regresión del amar
    a la etapa sádica previa, entonces el odiar adquiere un
    carácter erótico garantizando la
    continuidad de un vínculo de amor.
    Hasta 1.920, Freud sostenía que el Aparato Anímico
    funciona regido por el Principio del Placer, quien se encarga de
    mantenerlo libre de exceso de excitación, evitando
    así el displacer; pero en su obra "Más allá
    del Principio del Placer" , encuentra tres situaciones donde este
    principio no domina, estando restringido, éstas son:
    a)- El principio del placer es reemplazado por el principio de
    realidad que exige postergar la satisfacción y tolerar
    provisionalmente el displacer.
    b)- Durante el desarrollo del
    yo, surgen conflictos y
    escisiones donde ciertas pulsiones se muestran inconciliables con
    las restantes, entonces se reprimen, pero si luego alcanzan la
    conciencia, son
    sentidas por el yo como displacenteras.
    c)- Displacer de percepción, que puede ser:
    * percepción de una pulsión
    insatisfecha.
    * percepción exterior penosa en sí misma.
    * percepción con expectativas displacenteras.

    En el modo de trabajo del Aparato anímico, en una
    de sus prácticas normales más tempranas como es el
    juego
    infantil, se recibe la impresión de que el niño
    convirtió en juego una
    vivencia real a raíz de otro motivo. Se advierte que los
    niño repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran
    impresión en la vida, así abreaccionan la
    intensidad de la impresión y se adueñan de la
    situación.
    En la vivencia, el niño era pasivo, era afectado por ella;
    en el juego se pone en un papel activo repitiéndola aunque
    fue displacentera.
    También se observa que el carácter displacentero de
    la vivencia no siempre la vuelve inutilizable para el juego.
    Si el doctor examina la garganta del niño, ésta
    vivencia horrible será el contenido del próximo
    juego. En cuanto el niño cambia la pasividad del vivenciar
    por la actividad del jugar, inflige a un amigo lo desagradable
    que él mismo tuvo que vivir.
    Así se confirma que aún bajo el imperio del
    Principio del Placer existen suficientes medios y
    vías para convertir en objeto de recuerdo y
    elaboración anímica lo que en sí mismo es
    displacentero.
    Por otro lado, el enfermo puede no recordar todo lo que hay en
    él de reprimido, más bien se ve forzado a repetir
    lo reprimido como vivencia presente (en lugar de recordarlo).
    Freud agrega aquí una quinta característica a las
    pulsiones que es el carácter repetitivo de las mismas. Lo
    que la "compulsión a la repetición" hace
    revivenciar provoca displacer para un sistema del
    Aparato Anímico y al mismo tiempo placer
    para otro sistema.
    Lo asombroso es que la compulsión a la repetición
    devuelve también vivencias pasadas que no contienen
    posibilidad de placer porque tampoco en el momento vivido
    pudieron ser satisfechas.
    Las exteriorizaciones de una compulsión a la
    repetición, muestran en alto grado un carácter
    pulsional donde se encuentra una oposición al Principio
    del Placer, por ejemplo en el caso del juego infantil se advierte
    que el niño repite la vivencia displacentera, porque
    así consigue un dominio sobre la
    impresión intensa mucho más radical que el que era
    posible en el vivenciar pasivo. La compulsión a la
    repetición aparece como más originaria, más
    elemental, más pulsional, que el Principio del Placer que
    ella destrona.
    Una pulsión es entonces un esfuerzo inherente a lo
    orgánico vivo, de reproducción de un estado
    anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de
    fuerzas perturbadoras externas. La pulsión adquiere
    así, la expresión de la naturaleza
    conservadora del ser vivo.
    Las pulsiones orgánicas conservadoras han regido con
    variación impuesta en su curso vital,
    preservándolas en la repetición,
    empeñándose por alcanzar una vieja meta.
    Ahora bien, se contradiría la naturaleza
    conservadora de las pulsiones, el que la meta de la vida fuera
    alcanzar un estado nunca
    alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado antiguo,
    inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira
    regresar por todos los rodeos de la evolución. Todo lo vivo muere, regresa a lo
    inorgánico por razones internas, entonces la meta de toda
    vida es la muerte, lo
    inanimado estuvo antes que lo vivo.
    Tan extraño es que el estatuto de las pulsiones de
    autoconservación presentan notable oposición con el
    presupuesto de la
    vida pulsional en su conjunto, sirviendo a la provocación
    de la muerte.
    Entonces todo organismo muere por una pulsión interna
    (pulsión de muerte),no es necesario que nos ataquen desde
    afuera para morir. Aquí queda unida la pulsión de
    autoconservación con la pulsión de muerte,
    modificándose el primer dualismo pulsional, donde las
    pulsiones yoicas o de autoconservación se esfuerzan en el
    sentido de la muerte y las pulsiones sexuales en el de la
    vida.
    También, Freud, observa que en el yo hay libido,
    expresión de la pulsón sexual (Teoría del
    Narcisismo), entonces más confuso y oscuro se torna el
    tema.
    La teoría pulsional es dualista, ya que por un lado se
    reconoce la existencia de las pulsiones sexuales y por otro el de
    las pulsiones yoicas libidinosas.
    El propio amor de objeto enseña una segunda polaridad
    entre amor (ternura) y odio (agresión), y desde siempre se
    ha reconocido un componente sádico en la pulsión
    sexual que puede volverse autónomo y gobernar la
    aspiración sexual íntegra de la persona
    (perversión), destacándose también como
    pulsión parcial dominante en una de las etapas de la
    organización pre – genital (sádico – anal).
    Entonces se supone la existencia de un Eros conservador de la
    vida, con una pulsión sádica que apunta a
    dañar el objeto.
    El sadismo es una pulsión de muerte apartada del yo por el
    esfuerzo y la influencia de la libido narcisista (por la libido
    que hay en el yo), después entra al servicio de la
    función
    sexual, en el estadio de la organización oral de la libido; más
    tarde se separa, en la etapa del primado genital, regido por el
    fin de la reproducción, la función de
    dominar el objeto sexual en la medida en que lo exige la
    ejecución del acto genésico. El sadismo esforzado a
    salir del yo ha enseñado el camino a los componentes
    libidinosos de la pulsión sexual, que se esfuerzan en
    apoderarse del objeto sexual.
    Ahora bien, una vuelta de la pulsión desde el objeto hacia
    el yo es en principio, la vuelta desde el yo hacia el objeto. El
    masoquismo, la vuelta de la pulsión hacia el yo propio,
    sería entonces una regresión.
    "Acá se produce una modificación en la
    teoría, ya que el masoquismo pasa a ser primario, quedando
    el sadismo secundario".
    La investigación biológica,
    enseña que la unión de dos individuos sin
    división subsiguiente a su separación, produce un
    efecto fortalecedor y rejuvenecedor en ambos. Esto armoniza con
    el supuesto de que el proceso vital
    del individuo, lleva por razones internas a la nivelación
    de las tensiones químicas (la muerte), mientras que la
    unión con una sustancia viva que conforme un individuo
    diferente aumenta estas tensiones, introduciendo nuevas
    diferenciaciones vitales (la vida).
    Entonces, si se ha dicho que la tendencia dominante de la vida
    anímica es la de mantener constante, rebajar o suprimir la
    tensión interna, de lo cual es expresión el
    Principio del Placer, esto constituye un fuerte motivo para creer
    en la existencia de una "pulsión de muerte", y que parece
    realizar su trabajo en forma inadvertida, contando con el
    Principio del Placer a su servicio, que
    se caracteriza por montar guardia ante los aumentos de
    estímulos procedentes del interior, que apuntan a
    complicar la tarea del vivir. "La pulsión siempre intenta
    restablecer un estado anterior".
    En este momento de la Teoría de las Pulsiones, queda
    ligado el Principio del Placer al servicio de la Pulsión
    de Muerte; aunque Freud asegura estar dando el tercer y gran paso
    en su teoría, es conciente de este absurdo que lo resuelve
    en 1.924, en su obra "El problema económico del
    masoquismo".
    Podemos distinguir claramente las dos clases de pulsiones que
    dominan nuestra vida anímica; por un lado, la
    pulsión de vida o Eros y por otro, la pulsión de
    muerte, con el sadismo como su representante.
    Ahora bien estas dos pulsiones se ligan, se mezclan entre
    sí en gran escala y de
    manera regular. Se puede decir entonces que una pulsión
    neutraliza a la otra, y como consecuencia de la unión de
    los organismos elementales en seres vivos, se habría
    conseguido neutralizar la pulsión de muerte y desviarla
    hacia el mundo exterior por medio de un órgano particular
    (la musculatura), exteriorizando dicha pulsión como la
    pulsión de destrucción. Esto es representativo de
    una mezcla o fusión
    pulsional.
    Los componentes sádicos normales de la pulsión
    sexual, también son un ejemplo de mezcla pulsional al
    servicio de un fin, pero el sadismo, devenido como
    perversión, es el modelo de una
    desmezcla pulsional. Es muy importante poder
    encontrar en la pulsión de destrucción, a la que el
    odio marca su camino,
    un subrogado de la pulsión de muerte, podemos decir que en
    este sentido, la pulsión de muerte está al servicio
    del Eros, ya que si no se produce una descarga llevaría a
    la muerte del ser vivo.
    Hay que tener en cuenta que las mociones pulsionales se estudian
    ya que se revelan como retoños del Eros, sería muy
    difícil sostener la existencia de otra pulsión que
    se opone, entonces se impone la impresión de que las
    pulsiones de muerte son mudas, esencialmente, ya que trabajan en
    silencio, sólo se las observa por los efectos que
    producen.
    Luego de observar y dar a conocer la importancia y
    características de los proceso de fusión y
    defusión pulsional en 1.923, en la obra "El yo y el ello",
    específicamente en el capítulo IV, correspondiente
    a "Las dos clases de pulsiones". Freud resuelve el problema
    planteado en 1.920, a cerca de la coincidencia entre los principios que
    rigen la vida anímica y las pulsiones en 1.924, en su obra
    "El problema económico del masoquismo". Hay que recordar
    que hasta este momento el Principio del Placer – Displacer era
    idéntico al Principio de Nirvana, pero aquí Freud
    se da cuenta que es indudable que existen tensiones placenteras y
    distensiones displacenteras, por ejemplo: el estado de
    excitación sexual, donde hay un incremento placentero de
    estímulo.
    Entonces, placer y displacer no pueden ser referidos al aumento o
    disminución de una cantidad de tensión de
    estímulos. Esto pareciera no depender de este factor
    cuantitativo, sino de un carácter cualitativo.
    Hay que advertir que el Principio de Nirvana, súbdito de
    la pulsión de muerte, ha experimentado en el ser vivo una
    modificación por la cual devino Principio de Placer,
    entonces se debe evitar considerar a esos dos principios como
    uno solo. El Principio de nirvana expresa la tendencia de la
    pulsión de muerte; el Principio del Placer subroga la
    exigencia de la libido, y el Principio de Realidad, el influjo
    del mundo externo.

    El masoquismo se observa en tres figuras:

    • Como una condición a la que se sujeta la
      excitación sexual (erógeno).
    • Como una expresión de la naturaleza femenina
      (femenino).
    • Como una norma de la conducta en
      la vida (moral)

    El masoquismo erógeno es placer por recibir
    dolor. El masoquismo moral es
    sentido como un sentimiento de culpa. En cuanto al masoquismo
    femenino, la observación se aprecia en las
    fantasías de personas masoquistas que: o desembocan en el
    acto onanista o figuran por sí solas la
    satisfacción sexual. En ambos casos el contenido
    manifiesto es el mismo: ser maltratado de cualquier modo.
    La interpretación más inmediata es que el
    masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño,
    desvalido y dependiente. Aún en casos más ricos el
    masoquista se pone en situaciones características de la
    feminidad, como por ejemplo: ser castrado, ser poseído
    sexualmente o parir.

    El masoquismo femenino se basa en el masoquismo
    erógeno.
    En el ser vivo, la libido se enfrenta con la pulsión de
    muerte que impera dentro de él, queriendo desgarrarlo y
    llevarlo a la condición de estabilidad inorgánica.
    La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión
    destructora desviándola, en parte, hacia el mundo exterior
    (pulsión de destrucción, de apoderamiento, de
    poder). Un sector de ésta es puesto al servicio de la
    función sexual: el sadismo, propiamente dicho, pero otro
    sector no obedece este traslado permaneciendo en el interior del
    organismo ligado libidinosamente: masoquismo erógeno,
    originario.
    En cuanto a los caminos y los medios por los
    que pueda consumarse este dominio de la pulsión de muerte
    por la libido, se produce una mezcla de proporciones variables,
    entre las dos clases de pulsiones.
    Puede decirse que la pulsión de muerte actuante en el
    organismo es idéntica al masoquismo, no es sorprendente
    que el sadismo proyectado pueda bajo ciertas condiciones ser
    introyectado de nuevo, regresando así a su
    situación anterior. En tal caso da por resultado el
    masoquismo secundario, que viene a agregarse al originario.
    El masoquismo erógeno acompaña a la libido en todas
    sus fases de desarrollo, tomándole prestados todos sus
    revestimientos psíquicos:
    * La angustia de ser devorado, proviene de la
    organización oral.
    * El deseo de ser golpeado, proviene de la fase sádico –
    anal.

    El masoquismo moral es notable por haber aflojado su
    vínculo con la sexualidad. En general todo padecer
    masoquista tiene por condición partir de una persona amada
    y ser tolerado por orden de ella; esto desaparece en el
    masoquismo moral, donde lo que importa es el padecer como tal sin
    interesar la persona que inflija dicho padecimiento. En todo
    masoquismo hay un
    componente erótico; en el moral también.
    En la clínica, se puede observar que hay pacientes cuyo
    comportamiento
    frente a los influjos de la cura, demuestran un sentimiento de
    culpa "inconciente". Ahora bien, en lugar de la
    denominación: "sentimiento inconciente de culpa" se
    prefiere hablar de "necesidad de castigo".
    Pero si se estudia detenidamente la diferencia entre la
    continuación inconciente de la moral y el
    masoquismo moral. En el primero el acento recae sobre el sadismo
    acrecentado del superyó , al cual el yo se somete; en el
    segundo sobre el genuino masoquismo del yo, quien pide castigo.
    En ambos casos se trata de una relación entre el yo y el
    superyó, cuya necesidad se satisface mediante castigo y
    padecimiento.
    Para provocar el castigo, el masoquista hace cosas inapropiada en
    contra de su beneficios, destruyendo las perspectivas que se le
    abren en el mundo real aniquilando su propia existencia.
    La reversión del sadismo hacia la propia persona sucede a
    raíz de la sofocación cultural de las pulsiones
    donde la persona se abstiene de aplicar en su vida componentes
    pusionales destructivos, entonces esta parte de la pulsión
    destructiva sale a la luz como un
    acrecentamiento del masoquismo en el yo.
    El sadismo del superyó y el masoquismo del yo se
    complementan uno al otro y se aúnan para provocar las
    mismas consecuencias. Sólo así se comprenden que la
    sofocación de las pulsiones resulta un sentimiento de
    culpa y que la conciencia moral
    se vuelve más severa cuanto más se abstiene la
    persona de agredir a los demás: el reclamo ético es
    lo primario y la renuncia de lo pulsional su consecuencia. En
    realidad, la primera renuncia de lo pulsional es producida por
    poderes exteriores, siendo ella la creadora de la eticidad que se
    expresa en la conciencia moral reclamando nuevas renuncias
    pulsionales.
    El masoquismo moral es el testimonio clásico de una mezcla
    pulsional, su peligro se debe a que desciende de la
    pulsión de muerte que corresponde al sector que se ha
    sustraído a su vuelta hacia fuera como pulsión de
    destrucción.
    Entonces se confirma que la culpa viene de la pulsión de
    muerte, de un superyó muy fuerte, rígido, severo,
    donde la tensión es producida entre el yo y el
    superyó, considerando que antes de 1923, el superyó
    se formaba por la identificación con los padres al
    producirse el "Sepultamiento del Complejo de Edipo", ahora el
    superyó depende de la pulsión de muerte y de las
    características de los padres teñidos con dicha
    pulsión, introyectándoselos de esa manera, entonces
    realmente como son los padres es algo muy relativo para la
    formación del superyó.
    En 1929, Freud, hace los últimos aportes al concepto de
    pulsión de muerte, en su obra llamada: "El malestar en la
    cultura".
    La cultura exige otros sacrificios, además de la
    satisfacción sexual. El ser humano no es un ser manso,
    amable, sino que posee en su dotación pulsional una buena
    cantidad de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es
    un posible auxiliar y objetos sexual, sino una tentación
    para satisfacer en él la agresión.
    Esta inclinación agresiva que se puede registrar en cada
    uno de nosotros es el factor que perturba el vínculo con
    el prójimo y compele a la cultura quien tiene que poner
    límites
    a las pulsiones agresivas de los seres humanos, para detener
    mediante formaciones psíquicas sus exteriorizaciones. Pero
    aún no se han alcanzado grandes logros. La cultura espera
    prevenir los excesos agresivos adoptando el derecho de ejercer
    ella misma la violencia
    sobre los criminales pero la ley no alcanza a
    las exteriorizaciones más cautelosas de la agresión
    humana.
    Una de las pulsiones de objeto, la sádica, se destaca por
    que su meta no es precisamente amorosa, y no puede ocultar su
    estrecho vínculo con pulsiones de apoderamiento sin
    propósito libidinoso. A pesar de todo es evidente que el
    sadismo pertenece a la vida sexual, pues el juego cruel puede
    sustituir a juego tierno.
    Tanto en sadismo como en masoquismo se han visto las
    exteriorizaciones de la pulsión de destrucción,
    dirigida hacia afuera y hacia adentro manteniendo una
    unión fuerte de tipo erótica. Pero no se puede
    pasar por alto la ubicuidad de la agresión y de la
    destrucción no eróticas, y su posición en la
    vida.
    El nombre de libido puede aplicarse a las exteriorizaciones del
    Eros con el fin de separarlas de la energía de la
    pulsión de muerte. En el sadismo, ella tuerce a su favor
    la meta erótica, aunque satisface la aspiración
    sexual, se obtiene la más clara visión de su
    naturaleza y de su vínculo con el Eros. Pero aún
    donde emerge sin propósito sexual, es imposible desconocer
    que su satisfacción se enlaza con un goce narcisista muy
    alto. Inhibida en su meta, la pulsión de
    destrucción, dirigida a los objetos, se ve forzada a
    procurar al yo la satisfacción de sus necesidades vitales
    y el dominio sobre la naturaleza.
    La inclinación agresiva es una disposición
    pulsional autónoma, originaria, del ser humano, donde la
    cultura encuentra su obstáculo más poderoso. La
    cultura sería un proceso al servicio del Eros, que quiere
    reunir a los individuos aislados en una gran unidad: la
    humanidad. Ahora bien, a esto se opone la pulsión agresiva
    natural de los seres humanos que es el retoño y el
    principal subrogado de la
    pulsión de muerte.

    3. Conclusión

    En este trabajo se ha enfatizado a cerca de la
    Pulsión de Muerte, postulada por Freud en 1.920, siendo en
    su momento una idea muy discutida por sus discípulos.
    Aunque Freud, venía hablando de dicha pulsión desde
    1.905, en "Tres Ensayos de Teoría Sexual", donde hace su
    primer análisis extenso del sadismo, que aparece
    como una de las "Pulsiones Parciales" de la Pulsión
    Sexual. Sin embargo en el segundo ensayo, Freud,
    reconoce la independencia
    primitiva de las mociones agresivas, siendo éstas
    independientes de la sexualidad, pero entran en conexión
    tempranamente: la moción cruel proviene de la
    pulsión de apoderamiento.
    Hasta que Freud no estableció la hipótesis de una "Pulsión de
    Muerte", no se aclaró una pulsión agresiva
    verdaderamente independiente, "Más allá del
    Principio del Placer"; aunque acá se le produce un
    conflicto
    entre los principios que rigen la vida anímica y las
    pulsiones que forman parten del segundo dualismo postulado en
    esta obra: pulsión de vida y pulsión de muerte.
    Recién en 1.924, se le aclara el panorama teórico,
    a Freud, con respecto al tema, donde da por cierta la existencia
    de un masoquismo primario, basándose en la fusión y
    defusión de las dos clases de pulsión, publicado un
    año antes: "El yo y el ello" (1.923), quedando afirmado
    definitivamente en 1.930, en la obra llamada "El malestar en la
    cultura", cuyo interés
    sobrepasa considerablemente a la Sociología.
    Se debe destacar que la postulación de la pulsión
    de muerte, permitió entender muchos acontecimientos que
    sucedían en el ámbito clínico, como ser : la
    existencia de una pulsión sádica, una
    pulsión masoquista y las llamadas " Reacciones
    Terapéuticas Negativas" (R.T.N.).
    Aunque en su primer momento esta pulsión fue discutida y
    muy poco creída o aceptada por todos, quedó
    firmemente consolidada tanto en la Teoría de Freud como en
    sus seguidores; tal es el caso de las dos grandes líneas
    pos freudianas, encabezadas por Melanie Klein, por un lado y
    Jaques Lacán, por otro, quienes desde su punto de vista
    adoptan la existencia de dicha pulsión.

    4.
    Bibliografía

    FREUD, Sigmund. (1.905). "Tres ensayos de teoría
    sexual", Vol. VII, AE.
    FREUD, Sigmund. (1.915). "Pulsiones y destinos de
    pulsión", Vol. XIV, AE.
    FREUD, Sigmund. (1.920). "Más allá del principio
    del placer", Vol. XVIII, AE.
    FREUD, Sigmund. (1.923). "El yo y el ello", Vol. XIX, Cap. IV,
    AE.
    FREUD, Sigmund. (1.924). "El problema económico del
    masoquismo", Vol. XIX, AE.
    FREUD, Sigmund. (1.930)."El malestar en la cultura", Vol. XXI,
    Cap. V y VI, AE.
    LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J., "Diccionario de
    Psicoanálisis", De. Labor, Buenos Aires,
    1.968

     

     

    Autor:

    Monica viviana Martinezvaldez

    Edad: 26 años.
    Estudios: 5° año de Licenciatura de
    Psicología
    Título: "Pulsión de Muerte"
    Categoría: Salud – Psicología (Psicoanálisis)

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