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Fotodocumentalismo cubano, la rueda de la fortuna




Enviado por Abelardo Mena



Partes: 1, 2

    1. Aseveraciones
    2. Dubitación
    3. Certidumbres

    Abstract

    La intensa presencia internacional de la imagen
    "épica" de la Revolución
    Cubana ha desplazado los análisis e investigaciones
    sobre las visiones documentales que le sucedieron en la fotografía
    cubana. El presente trabajo saca a
    la luz por primera
    ocasión las coordenadas
    histórico–artísticas y temporales del
    FotoDocumentalismo insular en el período 1970-1984, los
    fotógrafos y las
    series más relevantes, los vehículos de
    difusión (exposiciones, publicaciones, eventos)
    utilizados, así como los paradigmas
    temáticos y conceptuales de esta producción imaginal a partir de una
    rigurosa investigación en archivos y
    publicaciones.

    Palabras claves:

    Fotografía cubana, Fotodocumentalismo,
    Revolución

    Cuban photography, Documentary Image, Cuban Revolution

    Aseveraciones

    Los 70 cubanos, fotográficamente hablando, concluyeron
    en 1984. Con el Tercer Coloquio Latinoamericano de
    Fotografía[1]y en segunda medida, con la
    Primera Bienal de La Habana[2]el positivado de la
    realidad – al menos el que recogía los laureles de
    la Historia
    giró sobre sus propios parámetros de
    creación, recepción y establishment.

    La imagen documental cubana de los años 70
    (súmense los primeros cuatro de los 80, con permiso de la
    regla de las décadas tan al uso en nuestra Historia del
    Arte) de perfil social, publicada o no, se puede aunar bajo
    un similar concepto de
    representación y un respeto por el
    clasicismo técnico. Así como, desde la gentil
    mirada historicista, es posible demarcar congruentes
    líneas temáticas o de favoritismo referencial. Es
    cierto, y reitero observaciones hechas por otros críticos,
    investigadores o testigos de la etapa, que el estilo
    fotográfico de esos años se adeuda con la mejor
    tradición gráfica o reporteril del decenio
    precedente, y que el protagonismo del sujeto –
    "épico" o popular – se mantiene en una visión
    apremiante y taxativa de la realidad. Lo que para el audaz
    crítico y curador cubano Juan Antonio Molina se comprende
    como "arte
    realista"[3], o lo que para su también
    sagaz antecesor y coterráneo colega e historiador
    José Antonio Navarrete se describe como "analogías
    entre esa corriente y el socialrealismo al estilo
    soviético, que encuentra argumento sobre todo en la
    imposición de temas y contenidos
    oficialistas".[4]

    El documentalismo de entonces, ya fuese de prensa, de
    ensayo o de
    series abocadas en un mismo camino ideológico, no
    abría mucho margen al dominio de los
    significantes icónicos, de los mensajes plurales y de las
    lecturas cruzadas en la veracidad de lo retratado. Hablo de un
    acercamiento límpido de la cámara a la realidad
    -vecina y ajena- con un fuerte apego al valor del
    documento nato, por encima de exploraciones estéticas o
    conceptuales de la fotografía y lo fotográfico. La
    manipulación, asumida en su versión más
    contemporánea, quedó excluida de todo valor
    insurgente en el mayor volumen del
    lenguaje y la
    visión fotográfica cubana de los 70. Eso,
    vendría después de 1984.[5]

    Dubitación

    El precario interés
    por la experimentación con los motivos, el lenguaje
    ortodoxo en las soluciones
    técnicas – formales y la
    concentración en un objeto fotográfico tipificado,
    se han extendido como el principio rector de las imágenes
    de esos años. Todo parece apuntar hacia un discurso
    unitario, compacto y uniformado, hacia una imagen
    anecdótica y prudente, defendida por fotógrafos
    regodeados en el formulismo. Fotógrafos académicos
    sin Academias.[6]

    Artífices de una visualidad consecuente, reproducida en
    serie (a menudo bajo el manto del anonimato, cuando pensamos en
    la labor para la prensa), y aglutinadora de una vasta
    iconografía social y política. Mas, como
    no es posible restringir a la fotografía documental cubana
    posrevolucionaria en la obra de las tres[7]grandes
    firmas encomiadas (aquellos iniciadores en los 60 y constantes en
    posteridad e historia: hablo de Alberto Díaz
    Gutiérrez (Korda), Raúl Corrales y Osvaldo Salas),
    ni en la clasificación socorrida de imagen "épica",
    tampoco es permisible circunscribir el alcance de la imagen
    fotográfica de los 70 en el tradicionalismo de encuadres,
    de contenidos y de búsqueda en una realidad ataviada de
    "lugar común". Todos parecían hacer y "defender"
    algo tangencial y armónicamente diferente: los
    fotorreporteros de plantilla, los fotógrafos documentales
    "independientes", los fotorreporteros por encargo y los
    fotógrafos documentales que coqueteaban con un estatus
    "artístico" más sincrónico con escenario
    internacional.

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