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Las pautas o patrones de recuperación de mujeres y varones adultos que pertenecen al programa de Narcóticos Anónimos del área de San José (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

CAPITULO I

Antecedentes

Las investigaciones
científicas relacionadas con los grupos de Doce
Pasos se iniciaron en 1960. El Dr. Jellinek, de la Universidad de
Yale, EE.UU, investigó los factores que explican la
eficacia de
los programas de Doce
Pasos e introduce el concepto de
enfermedad, interpretando el alcoholismo
como enfermedad primaria con su propia causa, prognosis y
tratamiento. El Dr. Jellinek identificó las siguientes
constantes:

-Explicaban su enfermedad como una reacción
alérgica, la que producía una compulsión
física
cuando entraban en contacto con el alcohol. Se
sentían impotentes, perdían el control de su
consumo y el
alcohol tomaba control del cuerpo. Una vez que adquirían
esta condición no podían volver a tomar con
control, ya que la enfermedad era progresiva y crónica.
Así que se debía vigilar el proceso de
recuperación durante toda la vida.

-La necesidad, los deseos (craving), el malestar que
creaba esta alergia, conllevaba a una obsesión mental por
conseguir la droga y
justificar el consumo.

– La parte mental de la enfermedad consistía en un
sistema de
negación, de autoengaño. El enfermo consideraba que
sus problemas eran
ocasionados por otras cosas y no por la droga o el alcohol, con
lo cual evadían la realidad.

-El primer paso de recuperación consistía en la
abstinencia total y mantenida en el tiempo.

-Una vez lograda la abstinencia (parte biológica),
trataban de ir eliminando todos los síntomas mentales y
emocionales que constituían su adicción.

-El proceso de recuperación les llevaba a valorizarse y
a lograr un despertar espiritual, a estrechar sus lazos con Dios
y con sus familiares.

– El servicio a
otros alcohólicos era un ingrediente muy importante en el
proceso de recuperación.

En resumen, el Programa de
Alcohólicos Anónimos planteaba que su
condición morbosa comprendía tres partes:

-Física: por la alergia que se desarrollaba hacia la
sustancia (alcohol o droga).

-Mental: por el componente de negación del problema de
consumo.

-Espiritual: por la pérdida de uno mismo (el respeto por
sí mismo y la autoestima) el
distanciamiento de la familia y
de Dios. (Fuente: Álvarez del Real, 1991).

En Costa Rica, la
antropóloga Marta Eugenia Pardo (1986) realiza la
investigación "Alcohólicos Anónimos un
ejemplo de prestación total" y propone que las condiciones
específicas de interacción recíproca y ayuda mutua
(principios de
autoayuda) mantienen la cohesión social de los grupos. La
autora hace énfasis en la fuerza
integradora y adaptativa generada por influencia del grupo. El
criterio anterior fundamentará una de las propuestas de
este trabajo, en la
que se afirma que el grupo funciona como dispositivo superior y
orientador de los procesos
individuales de recuperación de los miembros, esta
característica apunta hacia la potenciación de un
locus de control externo en los beneficiarios.

En nuestro medio no existen investigaciones, sobre los
aspectos específicos de tratamiento, recuperación y
prevención de recaídas, menos aún sobre los
grupos de Doce Pasos. En el documento, "Investigaciones sobre
alcoholismo y farmacodependencia en Costa Rica 1996-2000", se
anota que:

"…en cuanto a la distribución de las investigaciones de
acuerdo con su tipo, se observa que la mayoría de ellas
puede ubicarse dentro de la categoría de estudios de corte
epidemiológico… puede establecerse que el principal
interés
investigativo se ha dirigido hacia el esclarecimiento de la
extensión del fenómeno en el nivel nacional,
así como hacia una delimitación de sus
consecuencias, en términos cuantitativos, sobre la
salud y sobre
otros aspectos relacionados." (IAFA, 2002, p. 85).

Entre las pocas investigaciones de tipo descriptivo que
podemos relacionar con el objeto de este estudio, sobresale la
realizada por Sandí y otros (1995). En este trabajo se
determinan los factores de riesgo, como
condiciones que favorecen el inicio del consumo de drogas en la
adolescencia.

Los factores de mayor prevalencia en cada área
estudiada son:

  • a- Área de conducta: Molestar a los
    demás, actuar en forma peligrosa, ser una persona
    solitaria.

  • b- Área de salud: Aquí
    más bien se anotan los factores como consecuencia del
    uso; estos son: cambios en el peso, problemas respiratorios y
    disminución de la energía, entre otros.

  • c- Área emocional: Agresividad,
    rebeldía y baja tolerancia a la
    frustración.

  • d- Área social: Baja capacidad de
    ajuste social, dificultad para decir no, sentirse rechazado
    por sus compañeros de edad y dificultad para hacer
    amigos, entre otros.

  • e- Área familiar: Discusiones
    familiares, consumo problemático de alcohol en la
    familia.

  • f- Área académica: Notas
    más bajas que los compañeros, sentirse
    rechazados en las actividades colegiales, bajo rendimiento y
    ausentismo, entre otros.

  • g- Área de trabajo: Obtención de
    dinero en actividades ilegales, abandono de trabajo por falta
    de interés, problemas de relación con las
    jefaturas y otros.

  • h- Área de amigos: El estudio es
    contundente en este apartado, al determinar que la capacidad
    de influencia de los pares contrasta con la vulnerabilidad de
    la personalidad adolescente. Los factores mayores son, venta
    de droga por parte de alguno de los amigos. Amigos de mayor
    edad o que han tenido problemas con la autoridad, etc.

  • i- Área de recreación: El uso
    inadecuado del tiempo libre y el no tener actividades
    definidas fueron factores que mostraron una fuerte
    asociación con el consumo de drogas.

  • j-  Los factores más riesgosos son:
    Consumo de alcohol o drogas por recreación, sentirse
    aburrido la mayor parte del tiempo y tener pocos
    pasatiempos.

Este estudio es atinente a la presente investigación porque se refiere a las
condiciones en las que los adultos adictos en recuperación
(población meta) iniciaron su historia de consumo
(adolescencia). Reconocer los factores de riesgo y las variables
psicosociales que predisponen los patrones de consumo de drogas,
permitirá clarificar por contraposición, los
factores de protección, que son el fundamento de los
factores que mantienen la recuperación en la persona
exconsumidora adulta.

Al abordar nuestro tema sobre los factores que influyen en la
recuperación o resiliencia de conductas adictivas, es
necesario revisar las investigaciones desarrolladas sobre la
prevención de recaídas, como condición
profiláctica del mantenimiento
en recuperación. A este respecto, Ana Lía Kornblit
y otros (1989) realizaron la investigación "Situaciones de
riesgo en relación con la recaída en las conductas
drogadictivas", en la cual determinaron que los factores que
parecen tener más relevancia con respecto a la
recaída son:

-Las relaciones familiares, especialmente en cuanto a que el
funcionamiento familiar en general no cumple con los requisitos
de posibilidad de expresión de emociones, de
continencia y aceptación para sus miembros y de capacidad
de ayuda mutua.

-El apoyo social, en cuanto a qué tipo de ayuda
concreta por parte de familiares y amigos recibe el sujeto en
proceso de recuperación.

-En el factor situación psicológica personal, las
variables de mayor peso son: (a) Los estados emocionales
negativos, en especial la depresión
y las situaciones vitales estresantes percibidas como
incontrolables. (b) La conjunción de ciertas actitudes
existenciales básicas, en especial la imagen crítica
de la sociedad, la
sensación de falta de sentido de la existencia y la
tendencia a la satisfacción inmediata. (c) La confianza
depositada en vínculos interpersonales más que el
acrecentamiento de la autoestima y la proyección al
futuro, dado que las relaciones afectivas pueden deparar
frustraciones para las que los sujetos en proceso de
recuperación pueden no estar preparados.

En tiempos más recientes, Allan Marlatt (1985),
Efrén Martínez (1999) y otros han dedicado
investigaciones continuas en el campo de la prevención de
recaídas (sobre esto se ampliará en el marco
teórico).

1.2. Importancia e identificación del
problema

La problemática del fenómeno droga se puede
comprender mejor si se contextualiza en las dimensiones
histórica, política,
ideológica, cultural, social, económica e
individual del mundo humano.

Desde la dimensión histórica, la relación
que el ser humano ha establecido con las drogas ha
tenido diferentes significados sociales, dentro de determinadas
estructuras y
procesos socioculturales, de modo que se le han atribuido
propiedades místicas, curativas, demoniacas y en nuestros
días epidémicas.

Los factores ideológico-culturales
contemporáneos tienen que ver con el desarrollo de
una cultura de
consumo, que estimula la competitividad, el estatus y el poder
económico como valores a
seguir. La producción, el tráfico y el consumo
de drogas, son actividades que engranan en el funcionamiento
socioeconómico de los sistemas
políticos actuales, donde la droga se convierte en una
mercancía más.

En Occidente, cuyo sistema capitalista globalizado promueve el
consumo, el individualismo y la competencia como
el más alto valor, los
miembros de la sociedad están expuestos y formados por una
ideología (a través de la familia, el
sistema
educativo, la religión y los medios de
comunicación) que condiciona la tendencia a tolerar el
uso de sustancias dañinas a la salud individual y
pública, como es el caso del cigarrillo y el alcohol
(droga de primer contacto en la mayoría de los adictos a
sustancias psicoactivas). En este sentido, Bejarano (2002)
constata que el inicio en el consumo del alcohol ocurre a la edad
de 17,24 años, el de la marihuana
17,71, cocaína
19,93 y en el caso del crack 22,77.

Lo anterior refleja una de las contradicciones fundamentales
del sistema modernista, su esencia
filosófica-política, el consumo, la competencia y
el libre mercado
desembocan en uno de los problemas de salud más costosos a
nivel mundial. Se puede desarrollar un razonamiento
lógico, el cual evidencia que, donde hay uso legal, hay
abuso y hay adictos.

Los factores socioeconómicos, como la disfuncionalidad
familiar, la pertenencia a estratos sociales específicos o
la presión de
grupo, entre otros, están íntimamente relacionados
con los factores individuales.

Los factores individuales implican aspectos
genético-biológicos, Alvarez del Real (1991), anota
al respecto que el 70% de adictos son hijos de
alcohólicos. Por otro lado, están los aspectos
psíquicos, que engloban lo emocional, lo cognitivo, lo
conductual y lo espiritual (entendido como la dimensión
axiológica del ser humano).

La persona que decide utilizar drogas desarrolla un estilo de
afrontar la realidad desde una personalidad
vulnerable, la cual presenta dificultades de autoestima e
identidad y
relaciones
interpersonales y espirituales deterioradas, las que se han
construido a partir de diferentes factores de riesgo, en un
proceso personal, a través del contacto
histórico-social del individuo con
el ambiente
cultural.

La condición de la adicción se refiere a una
dependencia física y psíquica a sustancias
psicoactivas que alteran el Sistema Nervioso
Central y, por ende, la conciencia de
realidad del ser humano enajenado. El proceso por el cual una
persona se convierte en dependiente a sustancias psicoactivas es
progresivo, crónico y mortal. Las variables individuales y
contextuales definen en cada persona, el tiempo que transcurre
para llegar a las etapas más autodañinas y
dañinas socialmente. Las consecuencias del consumo de
drogas provocan deterioros importantes en la salud,
adaptación social, trabajo, estatus económico, y
bienestar psicológico.

Los fenómenos socioculturales relacionados con las
adicciones,
desembocan en la calificación de estas como epidemia
contemporánea, convirtiéndose en uno de los
principales problemas de la salud
pública mundial. La oficina de
fiscalización de drogas y prevención del delito de
la
Organización de las Naciones Unidas
informa que, 180 millones de personas que son el 3,0 % de la
población mundial, consumen drogas ilícitas en el
mundo, "Los datos sobre las
tendencias(…) indican que las sustancias más populares
de abuso en todo el mundo en los últimos años del
Decenio de 1990, eran la cannabis y los estimulantes de tipo
anfetamínico, seguidos por la cocaína y la
heroína" (ONU, 2001, p.
235).

Según Bejarano (2000), otro parámetro de salud
pública que permite valorar el impacto de las drogas es el
del "costo social"
(que implica generación de eventos
traumáticos, delitos
asociados al consumo, etc.), a este respecto el costo del abuso
del alcohol y el alcoholismo fue estimado en EE.UU., para 1990,
en $11.142 millones. Cuando se trata del abuso de drogas
ilícitas, "no existen estimaciones para el nivel mundial,
pero una aproximación conservadora que incluya costos directos e
indirectos del abuso de drogas podría rondar los $150
billones" (Bejarano, 2000, p.178).

Estas cifras astronómicas indican la dimensión
pandémica del consumo de drogas y su importancia como
indicador ineludible de las contradicciones
ideológico-políticas
de las formaciones sociales contemporáneas. Este problema
internacional transita por los caminos de la legalidad
(alcohol, tabaco, café)
hacia los de la ilegalidad jurídica y oficial, en el
mercado negro o paralelo.

En Costa Rica, según Bejarano (2002), la
población opina que la drogas y el alcoholismo son el
segundo y tercero problemas más importantes del
país, solo superados por la variable "costo de vida". Este
mismo estudio constata que el 54,3 % de los costarricenses ha
tomado licor alguna vez en su vida, el 5,5 % ha fumado marihuana
y que el 1,8 % ha esnifado (inhalar) cocaína.

Lo anterior indica que el consumo de drogas lícitas e
ilícitas es un problema real y concreto, para
lo cual el estado
costarricense ha desarrollado estrategias de
prevención no siempre exitosas, en cuanto a las drogas
ilícitas, cuyas prevalencias de consumo de vida han
aumentado, aunque en el caso del alcohol sí se denotan
disminuciones porcentuales.

Las tendencias contemporáneas de salud pública,
pretenden enfocar esta disciplina,
desde la puesta en práctica de procedimientos y
acciones para
la promoción de la salud, concepto que se
define aquí desde una versión crítica. "La
salud es un estado de
bienestar físico, mental y social, con capacidad de
funcionamiento, y no únicamente ausencia de malestar o
dolencia"(Villalobos, 1992, p. 38).

La enfermedad y la salud son polos complementarios de la
realidad social. Un enfoque integral de esta, implica realizar un
enfoque también integral del proceso salud-enfermedad.
Esto posibilita ver los aspectos biológicos, sociales,
económicos, ideológico-culturales,
psicológicos, educativos, geográficos y
políticos, que inciden sobre el individuo y la
colectividad y que producen, en el caso de esta
investigación, las conductas desviadas de los sujetos que
eligen el consumo de drogas
psicoactivas.

Por otro lado, en la problemática adictiva es
más fácil el proceso de iniciación y
habituación que el de salida, debido a que la abstinencia
y recuperación exigen por parte del individuo cambios
radicales en el estilo de
vida, que van desde la forma de afrontamiento de la realidad
hasta las relaciones sociales y espirituales consigo mismo, el
mundo y el futuro. Los procesos de recuperación no son
lineales sino alternos, se desarrollan a través de una
continua recuperación-recaída en forma recurrente y
cíclica. Estos procesos implican una alta tasa de
reincidencia en el uso activo de drogas. Según Aaron Beck
(1999), citando a Mackay, Donovan y Marlatt (1991), anota que la
mayoría de las personas que han dejado las drogas han
tenido un desliz o han recaído y esto es más
probable que ocurra a partir de los 90 días después
de su abstinencia.

El tema de la recuperación y la prevención de
recaídas, que aquí se enfoca desde la óptica
del mantenimiento de la recuperación (y no desde la
visión si se quiere más negativa de
prevención de recaída) no se ha abordado, como
objeto de estudio, desde el marco de los postulados recuperativos
de los programas de autoayuda de Doce Pasos de Narcóticos
Anónimos.

Alvarez del Real (1991) anota que a partir de 1987, la
Asociación Médica Americana declaró que la
adicción a las demás drogas y el alcoholismo eran
la misma enfermedad, pues ambas producen alteraciones en los
neurotransmisores del cerebro e
involucran las mismas sustancias químicas y los mismos
procesos.

Los grupos de Narcóticos Anónimos desarrollan un
programa de apoyo social y contención, basados en la
práctica de Doce Pasos o principios sistemáticos de
vida, que consisten en guías de autocontrol y autoayuda,
propiciando en los beneficiarios, un cambio en los
estilos de afrontamiento de la realidad.

Este trabajo intentará organizar y sistematizar las
variables, que refuerzan y mantienen un comportamiento
abstinente, adaptativo y de autocuidado, en el individuo ex
consumidor de
drogas, que aplica el programa de Narcóticos
Anónimos.

Además, se procura, siguiendo experiencias anteriores,
determinar la proximidad funcional, congruencia o diferencias,
entre los patrones ideales de recuperación (guías
de Narcóticos Anónimos sobre lo que se debe hacer)
y los patrones reales (lo que los informantes acostumbran hacer),
según conceptos aportados por Cecilia Escalante (1975) en
un estudio de patrones de la ingestión de alcohol.

La utilidad de esta
investigación radica en sistematizar la visión que
tienen los grupos de Doce Pasos sobre la naturaleza de
la adicción y cómo mantener en el tiempo los
procesos de recuperación, el cual es un tema poco
investigado y poco estructurado.

En cuanto al alcance social del trabajo, en Costa Rica existen
varias instituciones
acreditadas por el Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia
(IAFA), las que en sus programas de tratamiento, complementan sus
intervenciones profesionales y de consejería, con la
aplicación de los Doce Pasos de Alcohólicos
Anónimos y Narcóticos Anónimos
(Fundación Kayrós, ACERPA, Programa Vida Nueva,
Centro Modelo del
Ejército de Salvación y Hogares Salvando al
Alcohólico, entre otros). Se pretende que el producto de
esta investigación aporte elementos integrativos para
estos tratamientos especializados. También se procura
generar conocimientos para referencia teórica de
profesionales del campo y los mismos adictos en
recuperación. De lo anterior se colige la importancia de
abordar el problema que orienta esta investigación:
¿cuáles son los patrones de recuperación de
las adultas y los adultos que practican el programa de
Narcóticos Anónimos, que se ubican en el
área de San José, Costa Rica?. Este se aborda desde
un enfoque psicológico, tomando en cuenta aspectos que
permitan explorar los paradigmas de
la disciplina en su interpretación de las adicciones, aunando
la sistematización de los principios del programa de
Narcóticos Anónimos. Tal enfoque permite producir
conocimientos dirigidos a ser utilizados con fines
terapéuticos, en especial los atinentes a los programas de
Doce Pasos.

1.3. Objetivos

1.3.1. Objetivo
general

Determinar los patrones de recuperación de mujeres y
varones adultos que pertenecen al programa de Narcóticos
Anónimos del área de San José.

1.3.2. Objetivos
específicos

  • Sistematizar los principios de recuperación del
    programa de Narcóticos Anónimos

  • Discriminar las pautas de recuperación de mayor
    prevalencia en las vivencias de

la población meta.

  • Determinar las congruencias o diferencias entre los
    patrones ideales de

recuperación (principios del programa) y los patrones
reales (lo que el beneficiario hace).

  • Producir parámetros teóricos que sirvan de
    referencia, a nivel de intervenciones
    terapéuticas.

CAPÍTULO II

Marco
teórico

2.1. Perspectiva histórica del uso social
de drogas

La relación que el ser humano ha establecido con las
drogas es un fenómeno real, concreto e histórico.
Desarrollar una visión integral del mismo implica un
criterio múltiple, a fin de poder comprender y profundizar
la significación de las drogas en nuestros días,
cotejándola con las significaciones históricas,
reconociendo el fenómeno droga, como un hecho social que
cambia de sentido con los tiempos. A este respecto, "Pareciera
fundamental abordar el tema de las drogas incursionando en el
problema del lenguaje (…)
en las palabras que se han venido utilizando para construir
diversos discursos a lo
largo del tiempo." (Olmo, 1998, p.13).

El lenguaje tiene implicaciones en la
construcción social de la realidad y de la
subjetividad humana. A través del significado de las
palabras se da sentido, selectivamente a unos fenómenos
sobre otros que se invisibilizan. El discurso nunca
es neutro, existen conexiones entre los discursos
científicos, las relaciones de poder y el ejercicio del
control social. Estos elementos discursivo-ideológicos, en
su relación con las drogas, desde la perspectiva
histórica, se tornan cambiantes en sus significaciones
sociales, de tal modo que la droga ha sido asociada a propiedades
mágicas, religiosas, afrodisiacas, demoniacas y
medicinales.

Náteras y Náteras (1994) apuntan que los
fenómenos sociales (la droga como hecho social) no son
independientes de las prácticas humanas que los producen,
por lo que están "atravesados", condicionados por
la temporalidad histórica donde se desarrollan y son
cambiantes. Esto explica los diferentes significados sociales que
ha tenido el uso de drogas.

En la dimensión individual, las drogas han
proporcionado estimulación, liberación de estados
emocionales y físicos indeseables y estados alterados de
conciencia. En la dimensión social, las drogas han
facilitado los rituales religiosos, ceremonias, actividades
médico-terapéuticas y en la modernidad han
tomado características de desafío
contestatario.

En adelante, se hará un repaso sintético de las
significaciones históricas del fenómeno droga,
siguiendo especialmente a Escohotado (1989), deteniéndose
un poco más en la modernidad contemporánea.

En el periodo Paleolítico (edad de la piedra tallada)
surge el cultivo de la tierra y
esta adquiere un significado simbólico de madre
productora, deidad a la que se rinde culto. Todo lo que de ella
nazca está impregnado de carácter religioso animista y sexual,
incluyendo la droga. Todo lo cosechado era utilizado
simbólicamente en forma de alimento espiritual dado por la
diosa madre tierra.

Los médicos magos del periodo Neolítico (edad de
la piedra pulimentada), disponían de sustancias para las
trepanaciones craneales, evitando la muerte por
el shock del dolor.

Los significados primitivos de la droga revisten un
carácter sagrado-mágico, espiritual, erótico
y ritualístico, para lograr la trascendencia y la
purificación. Además, las drogas se utilizaban para
cultos de iniciación, curaciones y rituales de virilidad,
fertilidad o muerte. La
ideología discursiva primitiva buscaba un contacto
más cercano con los dioses, mediatizado por las
drogas.

En la edad antigua, en Mesopotamia,
el opio se conoció hacia los 6000 años a.C. El
cáñamo o marihuana, indican documentos chinos
apareció ahí hace 8.000 años, en Europa hace 7.000
años y en Egipto hace
3.000 años.

"Hacia el 3.000 a.C., tablillas cuneiformes descubiertas en
Unok, Mesopotamia, representan a la adormidera (planta de opio),
mediante dos signos de los
cuales el segundo significa "júbilo"o "gozar""
(Escohotado, 1989, p.76). Las tablillas mencionan a la cerveza como
remedio recomendado a las mujeres en estado de lactancia.
También la civilización mesopotámica
ofreció una de las primeras descripciones de la
intoxicación alcohólica y la curación de la
resaca. La medicina
babilónica utilizaba normalmente opio, mandrágora,
cáñamo, cerveza, bebidas alcohólicas y el
Kiphy, incienso ceremonial de indudable psicoactividad cuyo
ingrediente principal era el cáñamo (marihuana o
hachís).

La adormidera se usaba como analgésico y
tranquilizante. En China e
India lo
habitual era recomendar el jugo de las cápsulas (opio), en
pomadas, por vía rectal y vía oral, usándola
hasta para trastornos de dentición infantil.

En América
Central desde el siglo X a.C. aparecen monumentos y tumbas
suntuosas con representaciones de piedras y hongos,
principalmente en la cultura Olmeca y Zapoteca (México),
donde hay una veintena de especies de hongos. De la misma forma
sucedió con la cultura Maya y
Tolteca, todas matizadas de un contenido religioso y espiritual,
fundamental en su discurso cultural.

En el Siglo IX a.C. en los escritos Sirios aparece el
cáñamo de la Cannabis, mencionado como incienso
ceremonial. En el siglo VIII a.C. "los chinos fueron pioneros en
procedimientos imperfectos de destilación y obtuvieron aguardiente de la
cerveza de arroz"(Escohotado, 1989, p.88). El peyote (hongo
alucinógeno) era usado por los Toltecas y Chichimecas,
pues hacia el siglo IV a.C. ya se sabía que
producía alteración de la conciencia y se
creía que tenía poderes adivinatorios.

La planta adormidera (opio) aparece en imágenes
de la cultura cretense-mesénica (anterior a la
civilización griega).

En Grecia
existieron los herboristas quienes consumían y preparaban
hierbas. Los griegos conocieron el fenómeno del
acostumbramiento o tolerancia.
Crearon el concepto de droga, definiéndola como sustancias
que actúan enfriando, calentando, secando, humedeciendo,
contrayendo, relajando o haciendo dormir. "Las principales drogas
griegas, aparte del opio, la cerveza y los vinos, eran el
cáñamo, la mandrágora, así como
sahumerios e inciensos. Con la excepción del alcohol, los
demás fármacos eran estrictamente medicinales"
(Escohotado, 1989, p.136).

Por su parte los romanos usaban la vid y la adormidera. La
creación del derecho romano
incluyó límites al
uso de drogas. Se trata de la primera regulación legal del
uso de las drogas.

En el lado americano el consumo de coca, data del Siglo III
a.C. La usaban para ceremonias mortuarias (se ha encontrado coca
en la boca de las momias) , tenía una función
estimulante como el té y el betel (planta de semilla
picante y hoja con sabor a menta).

Como se puede ver, en la Edad Antigua (hasta el siglo V d.C.),
se mantenían unidas la magia, la farmacia y la
religión. La medicina se mezclaba con los rituales y
ceremonias religiosas. De ahí la
instrumentalización de las drogas en un contexto
ideológico favorable.

Con la llegada del cristianismo
al poder, en la Edad Media
(siglos V al XV d.C.) se dio inicio a la reprobación del
uso de cualquier clase de
planta utilizada como droga, aun así el alcohol
propiamente dicho es un hallazgo de los alquimistas europeos. El
medioevo es la época de la demonización de la
droga. La iglesia
tomó la hegemonía sociopolítica del orden
cultural, por lo que el clero se convirtió en agente de
persecución directa, por ser consideradas las drogas como
cultura farmacológica en prohibición. Según
Valverde (1986), citando a Del Pozo, en 1570 en la Nueva España,
Bravo, López y Farfán, misioneros evangelizadores,
describen que los indígenas se emborrachaban,
después de que utilizan ciertas hierbas desconocidas.

Rosa del Olmo (1998), apunta que en la Edad Moderna
con el surgimiento del modo de producción capitalista en su etapa
mercantil, las drogas dejan de tener exclusivamente valor de uso
y adquirieron también valor de cambio
convirtiéndose en mercancías, sujetas a la ley de la
oferta y la
demanda.

El uso de drogas como problemática de masas se
edificó durante la modernidad, evidenciando que el
problema no sólo es la droga ilegal sino la sociedad
misma.

Desde finales del siglo XVIII hasta fines del XIX las drogas
psicoactivas se distribuían ampliamente en los Estados Unidos.
Según Beck (1999), citando a Musto, el opio y la
cocaína eran legales y estaban a disposición del
público por medio del farmacéutico local . Incluso
Sigmund Freud
(1884), citado por Vera Ocampo (1988), hizo una
disertación en su artículo "sobre la coca", en la
que concebía esta sustancia como un remedio para la
adicción a la morfina y para el alcoholismo. Asimismo
animaba a los psiquiatras para tratar la depresión y la
fatiga. Esto evidentemente impulsó el uso de la sustancia.
Aunque el mismo Freud
fracasó en su intento de tratar a un colega.

Escohotado (1989), anota que en la época
contemporánea, en la primera mitad del siglo XX el
científico Albert Hofmann (1947), descubre el LSD
(dietilamida del ácido lisérgico) sustancia que se
extrae del hongo cornezuelo y se inicia una época de
experimentación con drogas sintéticas producidas en
los laboratorios de prestigiosas universidades como Harvard y
Berkeley.

De los sesentas a los setentas, el consumo de drogas se
vincula con cuestiones contraculturales: retorno a la vida rural,
insistencia en problemas del medio
ambiente, liberación del sexo,
pacifismo, corriente humanista de psiquiatría, que piden
al ser humano usar el proceso tecnológico en vez de ser
usado por él y rechazar la deshumanización impuesta
por el control del poder de las sociedades
actuales.

En 1957 la Organización Mundial de la Salud (OMS)
forma un comité de expertos que dan una primera
definición de adicción: estado de
intoxicación crónica y periódica originada
por el consumo repetido de una droga, natural o sintética,
caracterizada por: – Una compulsión a continuar
consumiendo por cualquier medio. – Una tendencia al aumento de la
dosis. – Una dependencia psíquica o generalmente
física de los efectos. – Consecuencias perjudiciales para
el individuo y la sociedad.

En cuanto a este discurso oficial contemporáneo,
mantiene en relación con las drogas un doble significado
polarizando lo bueno y lo malo, según los criterios
ideológicos hegemónicos (licor y cigarrillo son
tolerables –buenos-, otras drogas son intolerables
-malas).

Isabel Méndez (1997) anota que el discurso sobre la
droga, oculta un hecho real que subyace peyorativamente al propio
término satanizando algún tipo de drogas en
particular, heroína, cocaína, Cannabis, LSD, etc. y
trivializando como objeto de consumo deseable el uso de las
llamadas drogas legales o sociales, (tabaco y alcohol).
Contradictoriamente las drogas socialmente tolerables desde la
oficialidad son las que producen más muertes y enfermedades
secundarias.

Méndez resume los estereotipos sociales en el siguiente
cuadro:

FALSOS ESTEREOTIPOS

DISCURSO SOCIAL

REALIDAD

Droga = amenaza

Droga = sustancia

Alcohol ( droga

Alcohol = droga peligrosa

Tabaco ( droga

Tabaco = droga peligrosa

Droga = heroína

Heroína ( droga principal

Enfermedad

Problema social

Jóvenes

Todas las edades

Consumo = delincuencia

Consumo ( delincuencia

Droga = paro

Droga en ocupados

Ambientes marginales

Ambientes no marginales

Fuente: Tomado de Méndez Isabel, 1997,
"Drogodependencias en España y organizaciones no
gubernamentales". En: Paraísos Artificiales. Un
debate sobre
las drogas en Costa Rica.

Náteras y Náteras (1994) visualizan nuestro
tiempo indicando que los últimos acontecimientos de
nuestra sociedad contemporánea, la
transnacionalización de las culturas, las nuevas
tecnologías de comunicación, la
globalización de las economías, la
narcoviolencia, los grandes flujos
migratorios, los denominados nuevos movimientos sociales:
feministas, pro-derechos humanos,
urbano-popular, gay, rockero-juvenil, así como el uso
social de drogas (dependencia de sustancias psicoactivas),
conllevan a la construcción de diversos escenarios
psicosocioculturales, vertiginosos, inusitados y complejos.

La perenne crisis de las
estructuras políticas de todas las sociedades, produce la
amenaza de la disolución social y el deterioro
ecológico.

En la realidad cotidiana se comprueba la apatía e
indiferencia de las generaciones jóvenes, que dejan pasar
la vida y la realidad, no creen en los cambios ni en nada. En
este contexto, "Los jóvenes construyen una serie de
códigos simbólicos: vestimenta, música, lenguaje,
drogas, en la apropiación de ciertos espacios que los
provee de identidad colectiva"(Náteras y Náteras,
1994, p.124).

El uso de drogas es una expresión social de los sujetos
ideológicamente enajenados. Martínez (2002),
propone que el uso de drogas es el escenario de expresión
del vacío existencial de la sociedad actual. Esta síntesis
deconstructiva del uso socio-histórico de las drogas y su
significado ideológico ha recorrido un camino que parte
desde los fines místicos, mágicos y medicinales en
las eras prealfabetizadas y antigua, pasando por la
prohibición social en el medioevo, por estar relacionadas
con las prácticas y rituales apócrifos, hasta el
engranaje como mercancía dentro del doble discurso de la
modernidad. Esta lectura
permite visualizar el fenómeno droga como un hecho social
más que como una enfermedad individualizada, ofreciendo
otras dimensiones del problema en especial la arista
histórico-social.

Para comprender mejor el fenómeno droga, es conveniente
clarificar definiciones y conceptos relativos al tema. Sobre esto
trata la próxima sección.

2.2. Cuestiones conceptuales y elementos
básicos

La hegemonía del modelo
médico-psiquiátrico lleva a identificar la
enfermedad mental, como una condición de naturaleza
preponderantemente individual más no colectiva,
invisibilizando la raigambre sociocultural de la misma. No es el
propósito de esta investigación realizar un
análisis socio-histórico e
ideológico profundos del tema, por lo que se
trabajará desde los criterios más aceptados
(oficiales), aunque no por ello concluyentes, en la
problematización del fenómeno droga.

Existen una variedad de términos que sirven de
referencia para designar los fenómenos relacionados con
las drogas.

Según Beck (1999), se entiende por droga o sustancia
psicoactiva aquellos productos
químicos que afectan el Sistema Nervioso
Central, alterando el pensamiento de
la persona que usa los mismos, su estado de ánimo y/o sus
conductas. Graña (1998), indica que droga causante de
dependencia, es aquella que puede producir en un organismo vivo
un estado de dependencia psíquica, física o de
ambos tipos.

Es conveniente hacer una distinción entre los conceptos
de uso, abuso y dependencia. El uso se entiende como la
utilización de una sustancia por prescripción
médica. Según Valverde (1986), el abuso se refiere
a que la droga es utilizada fuera de toda prescripción
médica, destinándola a fines no clínicos.
Los especialistas prefieren definir el uso y el abuso como un
continuo que va desde la primera ingesta al uso irregular y
excesivo. De tal modo que la dependencia ocurre después de
un periodo sostenido de episodios relacionados con el abuso de
drogas. Técnicamente la dependencia ocurre paralela al
desarrollo de la tolerancia y la aparición de los
síntomas de abstinencia y no antes.

Kramer y Cameron (1975), citados por Graña (1998),
aportan cuatro definiciones pertinentes a este apartado. (a)
Dependencia psíquica (algunos prefieren el término
habituación): Situación en la que existe un
sentimiento de satisfacción y un impulso psíquico
que exigen la
administración regular o continua de la droga para
producir placer o evitar malestar. (b) Dependencia física:
Estado de adaptación que se manifiesta por la
aparición de intensos trastornos físicos cuando se
interrumpe la administración de la droga o se influye en
su acción
por la administración de un antagonista
específico. Esos trastornos, esto es, los síndromes
de abstinencia, están constituidos por series
específicas de síntomas y signos de carácter
psíquico y físico peculiares de cada tipo de droga.
(c) Tolerancia: Estado de adaptación caracterizado por la
disminución de las respuestas a la misma cantidad de droga
o por la necesidad de una dosis mayor para provocar el mismo
grado de efecto farmacodinámico. (d) Tolerancia cruzada:
Fenómeno en el que se toma una droga y aparece tolerancia
no solo a esa droga sino también a otra del mismo tipo o a
veces de otro conexo, por ejemplo, el consumo de bebidas
alcohólicas produce tolerancia cruzada a los
fármacos de tipo barbitúrico.

Desde un enfoque cognitivo-conductual, Graña (1998),
siguiendo a Donovan (1988), define la farmacodependencia como una
pauta de conducta compleja
que se caracteriza por una serie de componentes
biológicos, psicológicos, sociológicos y
conductuales. Lo que hace que el individuo lleve a cabo este tipo
de conductas es la implicación patológica, la
compulsión subjetiva a continuar realizándola y una
disminución de la habilidad para ejercer un control
personal sobre ella, de forma que la conducta se sigue emitiendo
a pesar del impacto negativo en su funcionamiento físico,
psicológico y social y de tener disponibles otras fuentes
alternativas de reforzamiento positivo.

Jaffe (1985), citado por Beck, resalta el elemento de la
recaída en su definición, "la adicción se
define por un patrón conductual de consumo compulsivo
caracterizado por (a) una implicación abrumadora con el
consumo de una droga y (b) una fuerte tendencia a recaer
después de terminar con su consumo" (Beck, 1999,
p.206).

Desde un enfoque existencial humanista logoterapéutico,
se enfatizan los elementos axiológicos e
ideológicos al definir:

"La adicción(…) se puede describir
etiológicamente en un marco contextual y no causal, en
donde el hombre se
desarrolla. Es decir, los seres humanos nacen y crecen al
interior de un contexto
familiar y sociocultural en donde las voluntades de poder y
de placer son lo importante, ofreciendo un clima de
competencia y obligatoriedad hacia el éxito a
toda costa. Esta formación (o deformación) en las
voluntades de poder o de placer permiten o invitan al desarrollo
de estilos de afrontamiento ante la realidad que se manifiestan
en conductas neuróticas, en síntomas como los
problemas alimenticios o las adicciones"
(Martínez,
2002, p.83).

La logoterapia propone que la
drogadicción no es una característica inherente
al ser sino la expresión de una problemática humana
más profunda denominada vacío existencial.

Desde un enfoque experiencial-fenomenológico (desde
adentro) Narcóticos Anónimos define la
adicción proponiendo que:

"la enfermedad nos afecta en general, de las siguientes
formas: mentalmente nos obsesiona la idea de consumir;
físicamente, desarrollamos una compulsión que nos
hace seguir consumiendo, independientemente de las consecuencias;
espiritualmente, en el transcurso de nuestra adicción nos
volvemos totalmente egocéntricos. Para muchos adictos
tiene sentido ver la adicción como una enfermedad porque,
según nuestra experiencia, la adicción es
progresiva, incurable y puede ser mortal a menos que se la
detenga"
(Narcóticos Anónimos, 1997, p.6).

Los especialistas en el campo, tanto investigadores como
clínicos, toman como punto de referencia común, los
sistemas clasificatorios propuestos en el Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales (DSM-IV, 1995) de la Asociación
Americana de Psiquiatría y en la Clasificación
Internacional de las Enfermedades (CIE-10, 1992) de la
Organización Mundial de la Salud. Ambas presentan un
conjunto de criterios que sirven como guía para determinar
nosológica y semiológicamente los trastornos
asociados a sustancias psicoactivas. El DSM-IV establece una
gradación o diferencia entre abuso de sustancias y
dependencia de ellas. El abuso se entiende como un patrón
disfuncional de utilización de sustancias psicoactivas
menos grave que la dependencia, la cual se entiende como
incapacidad de control del consumo, esto es por la compulsividad.
En el CIE-10 se denota un mayor énfasis en resaltar el
concepto de síndrome de dependencia.

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Tabla 1. Criterios para la dependencia de sustancias
según el DSM-IV

Un patrón desadaptativo de consumo de la sustancia que
conlleva un deterioro o malestar clínicamente
significativos, expresado por tres o más de los
ítemes siguientes en algún momento de un periodo
continuado de 12 meses:

  • 1- Tolerancia, definida por cualquiera de los
    siguientes ítemes:

  • a- Una necesidad de cantidades marcadamente
    crecientes de la sustancia para conseguir la
    intoxicación o el efecto deseado.

  • b- El efecto de las mismas cantidades de sustancia
    disminuye claramente con su consumo continuado.

2- Abstinencia, definida por cualquiera de los siguientes
ítemes:

  • El síndrome de abstinencia característico
    para la sustancia.

  • Se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para
    aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

  • 3- La sustancia es tomada con frecuencia en
    cantidades mayores o durante un periodo más largo de
    lo que inicialmente se pretendía.

  • 4- Existe un deseo persistente o esfuerzos
    infructuosos de controlar o interrumpir el consumo de la
    sustancia.

  • 5- Se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas
    con la obtención de la sustancia

(por ejemplo, visitar a varios médicos o desplazarse
largas distancias), en el consumo de la sustancia (por ejemplo,
fumar un pitillo tras otro) o en la recuperación de los
efectos de la sustancia.

  • 6- Reducción de importantes actividades
    sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la
    sustancia.

  • 7- Se continúa tomando la sustancia a pesar de
    tener conciencia de problemas psicológicos o
    físicos recidivantes o persistentes, que parecen
    causados o exacerbados por el consumo de la sustancia ( por
    ejemplo, consumo de la cocaína a pesar de saber que
    provoca depresión, o continuada ingesta de alcohol a
    pesar de que empeora una úlcera).

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Fuente: Tomado de Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales, 1995

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Tabla 2. Criterios diagnósticos para la dependencia
de sustancias según el CIE-10

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F1x.2 Síndrome de dependencia.

Se trata de un conjunto de manifestaciones
fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el cual
el consumo de una droga, o de un tipo de ellas, adquiere la
máxima prioridad para el individuo, mayor incluso que
cualquier otro tipo de comportamiento de los que en el pasado
tuvieron el valor más alto. La manifestación
característica del síndrome de dependencia es el
deseo (a menudo fuerte y a veces insuperable) de ingerir
sustancias psicotrópicas (aun cuando hayan sido prescritas
por un médico), alcohol o tabaco. La recaída en el
consumo de una sustancia después de un periodo de
abstinencia lleva a la instauración más
rápida del resto de las características del
síndrome de lo que sucede en individuos no
dependientes.

Pautas para el diagnóstico.

El diagnóstico de dependencia solo debe hacerse si
durante en algún momento en los doce meses previos, o de
un modo continuo, han estado presentes tres o más de los
rasgos siguientes:

  • a- Deseo intenso o vivencia de una compulsión
    a consumir una sustancia.

  • b- Disminución de la capacidad para controlar
    el consumo de una sustancia o alcohol, unas veces para
    controlar el comienzo del consumo y otras para poder
    terminarlo para controlar la cantidad consumida.

  • c- Síntomas somáticos de un
    síndrome de abstinencia, cuando el consumo de la
    sustancia se reduzca o cese, cuando se confirme por el
    síndrome de abstinencia característico de la
    sustancia, o el consumo de la misma sustancia (o de otra muy
    próxima) con la intención de aliviar o evitar
    los síntomas de abstinencia.

  • d- Tolerancia, de tal manera que se requiere un
    aumento progresivo de la dosis de la sustancia para conseguir
    los mismos efectos que originalmente producían dosis
    más bajas (son ejemplos claros los de la dependencia
    al alcohol y a los opiáceos), en las que hay
    individuos que pueden llegar a ingerir dosis suficientes para
    incapacitar o provocar la muerte a personas en las que no
    está presente una tolerancia.

  • e- Abandono progresivo de otras fuentes de placer o
    diversiones a causa del consumo de la sustancia, aumento del
    tiempo necesario para obtener o ingerir la sustancia o para
    recuperarse de sus efectos.

  • f- Persistencia en el consumo de la sustancia a pesar
    de sus evidentes consecuencias perjudiciales, tales como
    daños hepáticos por consumo excesivo de
    alcohol, estados de ánimo depresivos consecutivos a
    periodos de consumo elevado de una sustancia o deterioro
    cognitivo secundario debido al consumo de la sustancia. Debe
    investigarse a fondo si la persona que consume la sustancia
    es consciente, o puede llegar a serlo, de la naturaleza y
    gravedad de los perjuicios.

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Fuente: Tomado de Trastornos mentales y del comportamiento.
Descripciones Clínicas y pautas para el
diagnóstico,

(CIE-10), 1992.

También se ha descrito como una característica
esencial la reducción progresiva de las distintas formas
de consumo de la sustancia (por ejemplo, tendencia a ingerir
bebidas alcohólicas entre semana y los fines de semana al
margen de las normas sociales
aceptadas para un consumo adecuado de alcohol).

Una característica del síndrome de dependencia
es que deben estar presentes el consumo de una sustancia o el
deseo de consumirla. La conciencia subjetiva de la
compulsión al consumo suele presentarse cuando se intenta
frenar o controlar el consumo de la sustancia. Este requisito
diagnóstico excluye a los enfermos quirúrgicos que
reciben opiáceos para alivio del dolor y que pueden
presentar síntomas de un estado de abstinencia a
opiáceos cuando no se les proporciona la sustancia, pero
que no tienen deseo de continuar tomando la misma.

El síndrome de dependencia puede presentarse a una
sustancia específica (por ejemplo, tabaco o diazepam),
para una clase de sustancias (por ejemplo, opiáceos) o
para un espectro más amplio de sustancias diferentes (como
en el caso de los individuos que sienten la compulsión a
consumir por lo general cualquier tipo de sustancias disponibles
y en los que se presentan inquietud, agitación o
síntomas somáticos de un estado de abstinencia, al
verse privados de las sustancias).

Por otro lado, de la gran cantidad de personas que entran en
contacto con las drogas, no todas avanzan hacia los niveles de
abuso y dependencia, pues muchos individuos consumen las drogas y
las abandonan, en ese sentido se puede decir que no existe para
todas las personas una línea progresiva insoslayable de
uso a abuso y de este a dependencia. Pero en el caso de la
persona que desarrolla una dependencia a drogas, esta pasa por un
proceso que va desde el uso ocasional hasta el uso compulsivo, a
través de periodos de tiempo en los que varía
progresivamente la cantidad utilizada y la frecuencia del uso.
Jonhson (1980) propone cuatro fases evolutivas: (a) Se aprende el
cambio anímico; cuando se tienen los primeros contactos
experimentales, basados en la curiosidad, la presión de
grupo y el descubrimiento de un ánimo placentero. (b) Se
buscan cambios de ánimo: la persona se convierte en
consumidor social u ocasional y desarrolla la creencia de que al
consumir mejorará su estado de ánimo. (c)
Dependencia dañina: una alta tasa de individuos
desarrollan una tolerancia y dependencia física y
psicológica, caracterizada por la tendencia a la
compulsión y la formación de un sistema de
creencias autoengañosas acerca de sí mismo y la
realidad. Graña (1998) anota que la necesidad que se
experimenta varía desde un deseo, hasta la ansiedad y la
compulsión. (d) Consume para sentirse normal, etapa que es
la más extrema con características crónicas
recurrentes.

En cuanto a la clasificación de las drogas, esta se
realiza de diferentes formas, según criterios
específicos: desde una perspectiva sociocultural, en
drogas legales e ilegales, y por la acción
farmacológica, con base en las manifestaciones que su
acción produce en la conducta, que fundamenta las
clasificaciones clínicas y psicopatológicas. En
este caso se seguirá la clasificación
farmacológica del American Handbook of Psychiatry (citado
por Graña, 1998) que las divide en diez grupos
farmacológicos: (1) Opiáceos (heroína,
morfina, etorfina, meperidina, metadona, opiocodeína); (2)
Psicoestimulantes (cocaína y anfetaminas);
(3) Fenciclidina y otras arilciclohexilaminas, (4) Inhalantes;
(5) Anticolinérgicos que producen desorientación,
incoherencia, alucinaciones y, a veces, delirios (atropina,
estromonium, trihexifenidil); (6) Alucinógenos
clásicos (LSD y mescalina); (7) Anfetaminas metiladas
(DOM, MDA o droga del amor, MDMA o
éxtasis, MDEA o anfetamina Palma de Mayorca, PMA o droga
de la muerte y cannabis (marihuana, hachís, y el
tetrahidrocannabinol); (8) Tranquilizantes (barbitúricos y
benzodiacepinas); (9) Tabaco y cafeína; (10) Alcohol.

Por otro lado, cada abordaje terapéutico mantiene una
visión ontológica de la naturaleza de la drogadicción, que condiciona la
concepción epistemológica y antropológica de
la misma, influyendo en el tipo de metodología y los procedimientos
técnicos que se utilizan en la práctica. En el
campo de las adicciones existen dos enfoques
ontológico-epistemológicos básicos que
abordan la drogodependencia, enfatizando diferentes elementos
según sus puntos de vista.

El primer enfoque interpreta la adicción como
enfermedad y se caracteriza por los siguientes elementos, (a)
interpreta la drogodependencia como una condición
crónica, incurable, (b) enfatiza la abstinencia como
principal objetivo de la terapia, (c) tiene una visión de
la recuperación de tipo todo o nada, un modelo blanco y
negro de abstinencia versus recaída, donde una
única recidiva equivale a una recaída total y la
recaída se interpreta como un fracaso y (d) parte de que
la
motivación para el cambio funciona a partir de un
patrón lineal, basado en la dicotomía
recuperación-recaída.

El segundo enfoque interpreta la adicción como
trastorno sintomático y se caracteriza por los siguientes
aspectos, (a) interpreta la drogodependencia como una
condición aguda, curable, (b) el principal objetivo de la
terapia es la reducción del perjuicio del consumo, aunque
se busca lograr con el tiempo la abstinencia mantenida, (c) la
recaída se interpreta como una etapa de un proceso en el
cual la persona toma conciencia y avanza en estadios, procesos y
niveles y (d) la motivación
para el cambio se interpreta a partir de un patrón en
espiral, ya que la persona recicla 4 o más veces la
recaída antes de lograr el mantenimiento de la
abstinencia.

Los grupos de Narcóticos Anónimos practican el
enfoque de la adicción como enfermedad. Las terapias de
base cognitivo-conductual practican el enfoque de la
adicción como trastorno sintomático. La
logoterapia, de acuerdo con Martínez (2002), realiza un
intento por integrar ambos enfoques desde una
interpretación axiológica-espiritual del ser
humano.

Una de las preguntas comunes en cuanto al fenómeno
droga, es la de las causas del problema. En el próximo
apartado se anotarán los factores mas regulares en el
desarrollo de la conducta adictiva.

2.2.1. Factores asociados al consumo de
drogas

El consumo de drogas se inicia en la mayoría de los
casos, en el periodo de la adolescencia, etapa de cambios y de
especial vulnerabilidad en vista de la definición
identitaria y de percepción
autoestimativa que el individuo enfrenta como tareas de
desarrollo. El proceso que cada persona recorre en las
experiencias con drogas es específico y particular, su
evolución depende de la interacción
de las características individuales
(genético-hereditarias y de personalidad), de elementos
ambientales (familiares, escolares, de grupo) y
sociopolíticos (culturales-ideológicos y
económicos). En la coyuntura señalada, se presentan
factores de riesgo y factores de protección que
interactúan entre sí de modos dinámicos y
complejos. Algunos investigadores definen factores de riesgo como
aquellas circunstancias o eventos de naturaleza biológica,
psicológica o social cuya presencia o ausencia modifica la
probabilidad
de que se presente el problema. En la exhaustiva y señera
investigación de Sandí y otros (1995) se anotan los
factores de protección más significativos,
asociados con la edad, género,
situación socioeconómica, salud mental de
los padres, apoyo familiar y social, capacidad de
adaptación y resolución de problemas.

Según Sandí y Otros (1995), los factores
protectores personales se relacionan principalmente con la
capacidad de autonomía, independencia,
empatía, satisfacción por lo recibido, conducta
orientada al logro,y una condición temperamental
caracterizada por la regularidad de los ritmos biológicos
(sueño, alimentación),
capacidad de adaptación, tendencia al acercamiento hacia
las personas y situaciones, nivel intelectual alto y humor
positivo.

Los factores protectores sociales se relacionan con un
ambiente familiar cálido y estable, madres que apoyan a
sus hijos, comunicación abierta en la familia, padres
estimuladores, una estructura
familiar sin disfuncionalidad y buena relación con los
pares.

Las relaciones que se establecen entre factores de riesgo y
factores de protección influyen sobre la probabilidad del
consumo de drogas, sintetizándose en la individualidad del
sujeto. Las condiciones protectoras implican:

"Cuando una persona cuenta con una reducción de
brechas de comunicación entre los adultos y
jóvenes, con una autoestima alta y sentido de pertenencia,
con una escala congruente
de valores, un desarrollo espiritual adecuado y tiene acceso a
programas de calidad
diferenciados para jóvenes en salud, educación y
promoción social, con enfoque de género, y estilos
de vida sanos en sus familias y comunidades, se convierten en
excelentes factores protectores y en alternativas para construir
proyectos de
vida viables y saludables"
(Carvajal y colaboradores, 1998,
p.6) .

Los factores de riesgo se dividen en: -factores individuales
(hereditarios, emocionales, conductuales), -factores ambientales
(familia educación, grupo de pares), -factores
socio-políticos (cultura consumista, disponibilidad de
drogas).

2.2.1.1.Factores de riesgo socioculturales

Empezando por los factores sociopolíticos de orden
macrosocial, en nuestra formación social, por su
naturaleza competitiva, consumista y neoliberal, el consumo de
tabaco y alcohol es una conducta aceptable pues, "el medio social
establece las condiciones propicias para la producción,
distribución, promoción y consumo de estas drogas,
prácticamente sin ninguna limitación" (Sandí
y otros, 1995, p.19). Esta permisividad influye directamente en
el uso de drogas ilícitas, ya que, como anotan Molina y
otros (1996), es frecuente interpretar que existe cierta escala
causal en el consumo de drogas, es decir, que el consumo de
drogas fuertes tiende a estar precedido por el de marihuana y
este por el de alcohol o tabaco. También el factor de la
disponibilidad influye en el uso y abuso, a mayor oferta del
producto, mayor demanda, y, por ende, el consumo excesivo y los
problemas asociados aumentan, esto aplica igual para el caso de
las drogas ilícitas.

Otro elemento influyente en la opinión
pública y las valoraciones positivas del imaginario
popular hacia el consumo de sustancias, es el papel de los
medios de
comunicación, como aparatos ideológicos que
programan, junto a la religión, la educación y la
familia, las percepciones y los comportamientos de las personas.
Los mensajes comerciales asocian estilos de vida (esnobismo) con
el consumo de drogas lícitas, que lleva a un alto
porcentaje de sujetos al consumo de drogas ilícitas. Ya se
ha señalado que esta contradicción del sistema es
un indicador de que el consumo de drogas es un síntoma que
evidencia una problemática más social que
individual.

2.2.1.2. Factores de riesgo individuales:

  • a- Aspectos hereditarios: Según
    investigaciones especializadas "las estimaciones sugieren que
    un 50% de los alcohólicos tienen familiares
    alcohólicos y que los hijos de padres
    alcohólicos tienen cuatro veces más posibilidad
    de ser alcohólicos que los hijos de padres no
    alcohólicos" (Sandí y otros, p.20). Los mismos
    autores afirman que la búsqueda de sensaciones y la
    poca evitación del peligro son características
    fisiológicas predictoras del inicio temprano del
    alcoholismo. La acción de las drogas en el Sistema
    Nervioso Central provoca modificaciones en los
    neurotransmisores cerebrales y alteraciones en los centros
    del placer; estos efectos influyen en las formas de
    reaccionar el individuo ante el medio; es decir, en su estilo
    de afrontar la realidad.

  • b-  Aspectos emocionales: Los factores de riesgo
    emocionales se relacionan con la autoestima deteriorada que,
    según Washton y Boundy (1991) se manifiesta a
    través de carencias del sentido de sí mismo,
    vacío interior, sentimientos de vergüenza
    relacionados con inadecuación y necesidad de
    gratificación inmediata o bajos umbrales de tolerancia
    a la frustración. Arrieta (2000), agrega el factor de
    la tendencia a la dependencia emocional hacia las figuras
    parentales y desafío a las figuras de autoridad,
    paradoja de la conducta adictiva. Carvajal y otros (1988),
    indican también la imagen negativa de sí mismo
    y la falta de fe, que refleja la actitud pesimista de
    fondo.

  • c- Aspectos conductuales: Se ha encontrado que el
    temperamento difícil (nivel alto de actividad,
    excesiva emocionalidad y poca sociabilidad) es predictivo
    para el consumo de drogas. Otros rasgos del temperamento
    difícil son la impulsividad, la impaciencia, la
    rebeldía, etc. Sandí y otros (1995) anotan que
    la conducta agresiva en los niños es una clara
    señal para el desarrollo de conducta antisocial en el
    futuro. La hiperactividad y el déficit atencional
    están relacionados con problemas de conducta, sobre
    todo de agresión. Aquí también se anota
    la escasa capacidad para afrontar la realidad.

2.2.1.3. Factores de riesgo ambientales:

  • a- Aspectos familiares: Sandí y otros (1995),
    resumen las condiciones familiares que favorecen el consumo.
    El consumo de drogas por parte de los padres, ya que el
    modelo que ellos establecen es un tema en el que hay consenso
    a la hora de relacionarlo con las drogas. Si hay
    aprobación o poca censura de los padres hacia las
    drogas, esto aumenta la probabilidad de que sus hijos las
    consuman. Hay mayor riesgo de consumo en aquellas familias en
    las que hay pobre control de la conducta (baja
    supervisión), padres poco estimulantes, severos
    castigos a la conducta no deseable, ausencia de disciplina o
    reglas inconsistentes. Los patrones de comunicación
    caracterizados por la presencia de culpa, crítica y
    falta de reconocimiento, se asocian más con el consumo
    de drogas. Los consumidores tienden a referirse a sus padres
    como hostiles, rechazantes y adversarios, percepción
    contraria a la que refieren los no consumidores de droga con
    respecto a sus padres. Luna (1994), enfatiza el conflicto
    familiar y la ausencia del padre como otro elemento
    común de riesgo.

Bejarano (1994), citando a Rohsenow (1988), destaca la
asociación entre el abuso sexual y
el abuso de drogas, a partir de hallazgos que hacen referencia a
la alta tasa de adictos que en su niñez sufrieron este
tipo de agresión. No debe olvidarse que el mayor
porcentaje de agresores son personas conocidas y familiares.

  • b- Otros aspectos ambientales: En cuanto al
    ámbito de la escuela, se ha encontrado que los
    problemas de conducta, el irrespeto a las normas
    disciplinarias, el bajo desempeño académico, el
    ausentismo frecuente y la deserción escolar,
    están asociados a una mayor probabilidad de
    consumo.

Otro elemento de riesgo es el involucramiento con los pares y
la susceptibilidad a su influencia, la esfera de los amigos es
más poderosa que cualquier modelo familiar; "la
percepción de consumo de drogas en los amigos, así
como una actitud
favorable de estos hacia el consumo, han sido identificados como
los predictores más fuertes para el consumo de drogas en
adolescentes"
(Sandí, 1995, p.30). Por último, en cuanto a la
recreación, las personas que no tienen
actividades de ocio satisfactorias, recurren al uso de drogas
como un medio para enfrentar el tedio y el
aburrimiento.

La psicología
como ciencia del
comportamiento, ofrece varias alternativas de intervención
del fenómeno droga, esto se trata en el próximo
apartado.

2.3. Tres enfoques psicológicos en el
abordaje de la adicción

La problemática de la adicción a las drogas es
abordada desde múltiples enfoques
teórico-prácticos, que se fundamentan en los tres
paradigmas de la psicología contemporánea. Desde el
paradigma
ambientalista, Prochaska y Diclemente (1992), entre otros,
plantean un modelo transteórico de interpretación
de la conducta adictiva. Desde el paradigma
existencial-humanista, Efrén Martínez (2002), entre
otros, propone una visión de la logoterapia frankliana de
las adicciones. Desde el paradigma psicoanalítico, Eduardo
Vera Ocampo (1988), entre otros, ofrece una interpretación
basada en los postulados básicos de la psicología
dinámica. A continuación se
sintetizan las ideas más relevantes de estos
planteamientos, seleccionados por su importancia y actualidad en
los ambientes especializados.

2.3.1. El modelo transteórico de las
conductas adictivas de Prochaska y Diclemente

Desde una visión de base cognitiva y conductual, la
adicción se entiende como una estrategia de
afrontamiento maladaptativa, contextualizada dentro de una
carencia de integración, construida a través de
diferentes factores de riesgo a los que el individuo se expuso.
Se entiende el cambio o la modificación de la conducta
adictiva como un proceso con una serie de etapas o estadios a lo
largo del tiempo, en vez de enfatizar la abstinencia per se como
principal objetivo a alcanzar (como en el caso de la
interpretación ontológica de la adicción
como enfermedad de los grupos de doce pasos). Al respecto "El
cambio, especialmente el cambio de una conducta adictiva, no es
un fenómeno que siga la ley del todo o nada. Un modelo
comprensivo del cambio tiene que cubrir todo el curso del cambio,
desde el momento en que el individuo empieza a darse cuenta de
que existe una problemática hasta el punto en que esta ya
no existe" (Tejero y Trujols, 1998, p.3). En la cita anterior
también se puede colegir la postura de que la
adicción es un trastorno extinguible, curable.

Según Beck (1999), el modelo de Prochaska y Diclemente
es el que ha recibido mayor soporte empírico, en
relación con su capacidad descriptiva, explicativa y
predictiva del proceso de cambio en las conductas adictivas. Han
proporcionado un modelo exhaustivo de la motivación de los consultantes para
cambiar.

El modelo transteórico intenta describir los elementos
esenciales del proceso de cambio intencional de cualquier
conducta adictiva, con o sin ayuda profesional. Se ha
desarrollado a partir del análisis de las teorías
y las investigaciones en psicoterapia y
de sus trabajos exploratorios en relación con las
conductas adictivas, especialmente en fumadores. Los autores
advierten que los individuos no progresan linealmente a
través de los estadios, sino que mantienen un
patrón cíclico reciclando entre tres y cuatro veces
el paso por los diferentes estadios hasta consolidarse en el de
mantenimiento. Según Tejero y Trujols (1998), este es un
modelo tridimensional, que proporciona una concepción
global del cambio en las conductas adictivas, integrando tres
dimensiones explicativas: estadios, procesos y niveles de cambio,
los cuales se describen a continuación:

2.3.1.1. Estadios de cambio

-Precontemplación: El adicto no se plantea la
necesidad de modificar su conducta adictiva, ya que no es
conciente de que su estilo de vida represente un problema, debido
a que las consecuencias gratificantes son mayores que las
aversivas. Existe poca evaluación
de sí mismos como personas con comportamientos
problemáticos. O son personas con poca información o se resisten a ser informadas
sobre el tema de la adicción. Si asisten a tratamiento lo
hacen presionados por los demás (familia o presión
legal).

-Contemplación: El adicto es consciente de que
existe un problema y considera la posibilidad de abandonar su
conducta, pero no desarrolla un compromiso de cambio, cuyo
indicador es la acción. Se interesa en comprender las
características de la adicción y manifiestan una
necesidad de hablar sobre ello.

-Preparación: Se caracteriza por ser la etapa en
la que el adicto toma la decisión y se compromete a
abandonar su conducta adictiva; además, la persona realiza
algunos cambios conductuales (disminuir las dosis, sustituir las
sustancias de mayor consumo por otras más suaves). Este
estadio también se ha llamado de determinación o de
toma de decisión.

-Acción: Es la etapa en la que el individuo
cambia, con o sin ayuda profesional, su conducta y condiciones
ambientales, con el objetivo de superar la adicción.
Implica un compromiso importante, cuyo indicador básico es
la abstinencia. Estos cambios conllevan un mayor refuerzo
social.

-Mantenimiento: El individuo intenta conservar los
logros alcanzados y prevenir una posible recaída en la
conducta adictiva. Pueden tener miedo no solo de recaer sino del
cambio en sí mismo, lo cual puede derivar en un estilo de
vida muy rígido y estructurado.

-Recaída: Esta sucede cuando las estrategias de
estabilización y mantenimiento de la abstinencia fallan.
Según los autores, la recaída implica un movimiento a
un estadio de preacción, contemplación o
preparación).

-Finalización: Los autores han especulado sobre
un supuesto estadio que pondría fin al proceso de cambio,
en el que se cumplirían dos criterios: El deseo de
consumir la sustancia psicoactiva en cualquier situación
es nulo y la confianza o seguridad
(autoeficacia) de no consumir la sustancia en cualquier
situación es del 100 por 100. En el caso de la dependencia
a la nicotina esto sucede después de 5 años. En el
caso de las otras drogas no existen datos ni investigaciones
concluyentes.

2.3.1.2. Procesos de cambio

Según Tejero y Trujols (1998), los estadios de cambio
permiten captar cuándo ocurren determinados cambios y los
procesos de cambio permiten comprender cómo suceden dichos
cambios. Los procesos de cambio consisten en todas aquellas
actividades experimentadas por un individuo para modificar su
hábito adictivo. Los diez procesos de cambio propuestos
por los autores son:

-Aumento de la concienciación: Es el proceso
cognitivo, mediante el cual se procesa la información
respecto a la problemática adictiva y los beneficios de
modificarla.

-Autorreevaluación: El sujeto valora el impacto
de la conducta adictiva sobre sus valores y manera de ser, como
reconocimiento de la mejoría que representaría el
abandono de la conducta problema.

-Reevaluación ambiental: Consiste en una
valoración de sus relaciones interpersonales, antes y
después del impacto de la conducta adictiva sobre su
comportamiento. Reconociendo las consecuencias negativas y
reforzando las positivas.

Relieve
dramático:
Es la experimentación de reacciones
emocionales elicitadas por la observación o advertencias respecto a los
aspectos negativos asociados a la conducta adictiva.

-Autoliberación: Representa el aumento de la
capacidad para decidir y elegir, un compromiso personal y la
creencia de que uno puede ser un elemento esencial en el proceso
de cambio, ya que se poseen o se pueden desarrollar las
habilidades para el cambio.

-Liberación social: También representa un
aumento en la capacidad para decidir y escoger, pero propiciado
por la toma de conciencia, tanto de la representación
social de la conducta adictiva como de la voluntad de combatirla
mediante el aumento de alternativas adaptativas disponibles.

-Manejo de contingencias: Consiste en el autorrefuerzo
o heterorrefuerzo de conductas protectoras (creación de
nuevas habilidades).

-Relaciones de ayuda: Es la existencia y
utilización del apoyo social (familiares, amistades o
grupos de doce pasos) en los que se pueda confiar.

-Contracondicionamiento: Modificar las respuestas
provocadas por los estímulos condicionados a las conductas
adictivas u otras situaciones de riesgo, desarrollando conductas
alternativas.

-Control de estímulos: Evitar la exposición
a situaciones de alto riesgo para consumir.

2.3.1.3. Niveles de cambio

Esta tercera dimensión se refiere a qué cambios
se necesitan para abandonar la conducta adictiva. Aquí se
representa una jerarquía de los cinco niveles en que se
focalizan las evaluaciones e intervenciones terapéuticas.
Estos son:

-Síntoma-situacional.

-Cogniciones desadaptadas.

Conflictos
interpersonales actuales.

-Conflictos
sistémicos familiares.

-Conflictos intrapersonales.

Tejero y Trujols (1998), anotan que este modelo considera el
tratamiento de las conductas adictivas, como la aplicación
diferencial de los procesos de cambio durante los cinco estadios
del cambio, de acuerdo con el nivel del problema que se
está enfatizando. Se recomiendan tres estrategias de
intervención a través de los diferentes niveles:
(a) La estrategia del cambio de niveles, centrándose
primero en la conducta manifiesta
(síntoma–situacional), para pasar luego a otros
niveles, (b) La segunda es la estrategia del nivel clave; si se
demuestra la existencia de un nivel especial de causalidad en la
conducta adictiva, se focaliza el trabajo en
este nivel y (c) La tercera estrategia es la del máximo
impacto; cuando se planifican las intervenciones en diferentes
niveles para lograr el mayor efecto posible.

2.3.2. Visión logoterapéutica de
las drogodependencias

El psicólogo colombiano Efrén Martínez
(2001), ofrece una interpretación psicoterapéutica
de la adicción desde el paradigma existencial-humanista,
fundamentado en la logoterapia, teoría
creada por Víctor Frankl. La logoterapia propone una
consideración del ser humano desde las dimensiones
biológica, psicológica, social y espiritual,
haciendo énfasis en la respuesta a la pregunta por el
significado de la vida. La logoterapia se divide en dos
instancias según su autor, "la logoterapia como método de
tratamiento psicoterapéutico y el análisis
existencial como orientación antropológica de
investigación" (Frankl, 1994, citado por Martínez
2001, p.33).

El análisis existencial plantea una mirada
teórica, según la cual, el ser humano nace libre,
como ser innatamente libre, pero es influenciado y programado por
circunstancias hereditarias biológicas e instituciones
sociales e ideológicas, que transmiten valores
materialistas enfocados en el poder (dinero,
estatus, consumismo, individualismo, éxito material, entre
otros) y en el placer (la felicidad está en el poder,
sexualización de la cultura y la figura femenina).
Martínez (2001) afirma que hay algo en nuestro interior
que es intocable, la naturaleza
humana del ser espiritual. Es ese espíritu humano el
que puede esclarecer nuestra libertad
oscurecida por los condicionamientos. La persona humana cae en
enajenación, se pierde a sí misma o
pierde su libertad cuando trata de cumplir las expectativas
sociales, creyendo que los valores de
poder y placer son un fin en sí mismos, para la
consecución de la felicidad. En esa coyuntura se
desarrolla un sentimiento de frustración existencial, base
del vacío existencial y la pérdida del sentido de
la vida. La adicción es un lugar de expresión del
vacío existencial:

"¿Qué podríamos decir de la
época actual matizada por la postmodernidad
con sus elementos de "supuesto progreso" como el capitalismo,
la publicidad, la
cultura del consumo, la producción en masa, la ausencia de
normas, la crisis de paradigmas, la liberación de
racionalidades, el respeto a la diversidad, el pluralismo y el
nihilismo?. Al
respecto, se puede decir que conllevan a que en el fin del
milenio se realicen construcciones sociales que dejan al hombre de hoy
ante la continua necesidad de crearse necesidades y buscar
satisfacciones con soluciones
rápidas a ellas; son estas construcciones las que impiden
la apropiación de instrumentos de afrontamiento que
releven las voluntades de placer y poder, por una voluntad de
sentido"
(Martínez, 2001, p.81).

Desde aquí la persona adicta mantiene una "ceguera
axiológica", lo que significa que reconoce los valores de
poder y placer, pero no alcanza a captar y realizar los valores
de sentido (de creación, experiencia o actitud).
Según Lukas (1986), citada por Martínez (2002), el
adicto se encuentra entre los hombres que buscan ayuda para el
hallazgo de sentido: los hombres que dudan y los hombres
desesperados. Los hombres que dudan han tenido la dificultad para
captar las preguntas y los valores implícitos de la vida,
o son aquellos que, a pesar de su captación, no les han
dado respuesta. Los hombres desesperados son personas que a pesar
de haber encontrado aparentemente un norte, su sentido se ha
oscurecido por un golpe del destino u otras razones. El hombre
que encuentra sentido de vida lo hace a través de la
práctica de los valores de sentido, y esta es la
dimensión noética-espiritual del ser humano. Los
valores de sentido son:

"Los sentimientos de valía interior basados en una
voluntad de sentido dirigida a algo o alguien. Estos son los
valores de creación, de experiencia y de actitud; los
valores de creación son todos los sentimientos de
completud que se dan cuando la persona le entrega algo al mundo
con la intención de dar una parte de sí (un
escrito, una pintura, un
abrazo, un saludo); los valores de experiencia son los
sentimientos de completud que se dan cuando la persona tiene la
intención de recibir algo del mundo (aprendizajes,
obsequios, atardeceres…); y los valores de actitud son las
formas en que se asume con dignidad un
sufrimiento inevitable e ineludible (aprendiendo y creciendo a
partir del dolor o la dificultad). Son valores universales que
ayudan a construir vida y que tras su captación puede
configurar un sentido de vida"
(Martínez, 2002,
p.142).

Se considera que la adicción es psicógena o
sociógena cuando se desarrolla en el contexto
histórico-social de las ideologías volitivas del
poder y el placer. Cuando se suma la imposibilidad de encontrar
significado a la vida, es decir cuando no se despliega la
voluntad de sentido (opuesta a las voluntades y valores de placer
y poder), o esta se haya frustrada, surge el vacío
existencial, produciendo la adicción noógena, (una
limitación de lo espiritual desde lo psicofísico o
psico-orgánico-conductual). En síntesis: "No hay
vacío más grande ni carencia de sentido más
fuerte como el que otorga la adicción, ni adicción
más arraigada como la que genera el vacío
existencial" (Martínez, 2002, p.83).

  • Dinámicas restrictivas de las adicciones:

Desde este modelo de abordaje, la adicción se entiende
como el desarrollo de restricciones para la manifestación
de la dimensión espiritual del ser humano.

El ser humano es un proyecto que
constantemente está en desarrollo. Desde la infancia
mantiene vivencias (experiencias fácticas) relacionadas
con su familia, formación escolar, realidad
socioeconómica e ideológica, a través de las
cuales construye rasgos de personalidad y un estilo de vida, una
forma de percibir y relacionarse consigo mismo y el mundo. Esto
se conoce como el constructo "vida vivida", que contempla
diversos caminos de curso, algunos de los cuales facilitan
estados de vulnerabilidad, que impiden manifestarse a la parte
espiritual (axiológica-transcendente), que implica el
mundo de lo posible ya que se ve restringida por múltiples
condicionamientos, introyectados en la vida vivida. La
adicción es un ejemplo de cómo la vida vivida
evoluciona en una personalidad vulnerable a factores de riesgo,
de conductas autodestructivas, "Los restrictores de los
contenidos espirituales poseen contenidos bio-psico-sociales,
algunos de mayor fuerza biológica (enfermedades
propiamente dichas), otros de mayor fuerza psicológica
(trastornos de personalidad, psicosis…) y
otros de índole social (hambre, cultura…)"
(Martínez, 2001, p.47).

La restricción de las capacidades espirituales se
refiere a la limitación de las capacidades
específicamente humanas (libertad de la voluntad,
conciencia, responsabilidad, sentido de la vida y voluntad de
sentido). Lo que sucede es que el espíritu humano se ve
limitado por el organismo psicofísico y esto impide la
manifestación del poder de oposición del
espíritu humano.

La restricción adictiva afecta tres dimensiones
espirituales:

  • 1. La libertad de la voluntad.

  • 2. La voluntad de sentido.

  • 3. El sentido de la vida.

En cuanto a la primera dimensión, la adicción
como enfermedad del organismo psicofísico deteriora la
capacidad de elección y decisión impidiendo la
manifestación de actos libres. El ser humano no puede
responder ante la vida de forma libre. No ejercer su libertad
restringe su responsabilidad (responder a la vida y asumir
consecuencias de sus actos) y actitud con que asume la vida.

La segunda afección es la dificultad de
expresión de la voluntad de sentido. Al haber
restricción de la libertad de la voluntad, la persona se
mueve según las voluntades de poder y placer, lo que deja
sin expresión, latente y frustrada, la voluntad de sentido
(captación de valores de sentido); originando el
vacío existencial. En la adicción se busca la
satisfacción inmediata de las necesidades
psico-orgánicas obviando la autotrascendencia (ir
más allá de los valores materialistas).

La tercera afección se da en la dimensión del
sentido de la vida, donde la adicción se convierte en un
pseudosentido. La conciencia (darse cuenta de), que se define
como el órgano del sentido, al estar alterada, percibe un
significado de la realidad distorsionado. Se desarrolla una
ceguera axiológica ante la imposibilidad de captar valores
de sentido. La pregunta por el sentido de la vida queda
irresuelta y el vacío existencial gobierna la vida.

Los procesos de recuperación desde la logoterapia
están dirigidos a posibilitar el crecimiento personal, el
autoconocimiento, la libertad, la responsabilidad, la voluntad,
el autoperdón y el sentido de la vida. Para estos efectos
se utilizan las técnica clásicas creadas por
Frankl, la intención paradójica y
derreflexión y otras desarrolladas posteriormente como,
captación de huellas de sentido, reestructuración
cognitivo-humorística (terapias cognitivas), proyecto de
vida, etc.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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