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Vivir para morir: suicidio adolescente (página 2)



Partes: 1, 2

Freud (1917, citado por Durand y Barlow, 2007) considera al
suicidio como una hostilidad inconsciente dirigida hacia el
interior del yo, cuya consecuencia tiene como principal objetivo
un castigo psicológico de otras personas.

El suicidio es un acto drástico y deliberado cuyo
propósito explícito es acabar con la propia vida
casi de inmediato o actuar autodestructivamente después de
un tiempo prolongado (Schneidman, 1973, citado por Davison y
Neale, 2000).

Según Durkheim (1897, citado por Rivas, 2006, pp. 51)
el suicidio es todo caso de muerte que resulte, directa o
indirectamente, de un aspecto positivo o negativo, realizado por
la víctima misma, sabiendo que ella debía de
producir este resultado. También postuló que el
suicidio era un fenómeno sociológico, como
resultado de una falta de integración del individuo en la
sociedad, más que un puro acto individualista.

Prevalencia

El suicidio oficialmente es considerado como la octava causa
de muerte en Estados Unidos entre los individuos de 25 a 34
años. En relación a los adolescentes, este
fenómeno social se ubica como la tercera causa de muerte
importante. Asimismo los adultos mayores y los menores entre 5 y
14 años presentan altas de tasas (Durand y Barlow,
2007).

El 85% de adolescentes que han completado el suicidio, han
manifestado previamente sus ideaciones e intenciones a otras
personas (Parmelee y David, 1998), lamentablemente no se tomaron
las medidas respectivas, restando importancia o haciendo caso
omiso a las señales de alarma ya que los receptores no
estaban entrenados o no tenían conocimiento para aconsejar
a estas personas, evitando indagar con preguntas acerca de los
pensamientos, sentimientos y conductas por el temor a despertar
realmente el interés (Cobb, 2007).

Aquellas personas que han intentado previamente suicidarse
presentan una mayor probabilidad de cometer nuevamente el acto,
así como los familiares y/o amigos son considerados
vulnerables por el impacto emocional producto de la
pérdida, considerando al siguiente año luego del
suceso el riesgo de quitarse también la vida es mayor
(Davison y Neale, 2000).

Por otro lado, los profesionales de la salud presentan mayores
niveles de estrés debido al tipo de trabajo que
desempeñan, en especial al tratar a pacientes con
tendencia suicida, siendo frecuente que los psiquiatras,
médicos, abogados y psicólogos cometan el acto
(Davison y Neale, 2000).

Diferencias de género: Según
investigaciones realizadas, citadas por Cobb (2007), es el
género masculino el grupo que presenta mayores tasas de
suicidio lo cual se debe a la elección de métodos
más violentos (armas de fuego, ahorcamiento, etc.) que las
mujeres, dándose una relación de 3 a 1 (Davison y
Neale, 2000) aún así son ellas quienes lo intentan
tres veces más que los hombres. Asimismo se toma en
consideración que el género femenino expresa sus
sentimientos a sus amistades, por lo que la tensión y la
angustia llegan a disminuir al compartir sus pensamientos y
sentimientos.

Davison y Neale (2000) plantean que los hombres divorciados
presentan el triple de probabilidad de cometer el acto que
aquellos que son casados.

Por otra parte, haciendo un análisis en cuanto a la
etnicidad, los jóvenes de raza blanca nacidos en Estados
Unidos presentan mayor riesgo de suicidarse que las personas de
raza de negra (Davison y Neale, 2000).

Estatus socioeconómico: Con respecto al
estrato social, no existen investigaciones cuyos resultados sean
determinantes y que proporcionen datos en cuanto a suicidio y
estatus socioeconómico. Sin embargo las personas cuyo
nivel socioeconómico es bajo presentan mayores factores de
riesgo por lo cual la probabilidad de suicidarse aumenta al verse
combinado con otros factores predisponentes.

Asimismo puede verse que las tasas de suicidio se incrementan
durante épocas de recesión, permaneciendo estable
en los años de prosperidad, y disminuyen en épocas
de guerra (Davison y Neale, 2000).

Trastornos asociados: Los trastornos del estado de
ánimo, en especial la depresión están
íntimamente ligados con el suicidio siendo considerado la
expresión de una depresión grave, aún
así son considerados como independientes. Asimismo el
consumo y abuso del alcohol se asocian con el 25% y 50%
aproximadamente de los suicidios, ya que generan una mayor
vulnerabilidad (Frances y cobs, 1999, citados por Durand y
Barlow, 2007). Por otro lado se considera que el trastorno de
ansiedad y de estado de ánimo (internalización)
predicen los intentos de suicidio en el adolescente (Esposito y
Clum, 2003 citados por Durand y Barlow, 2007). Por último
el trastorno de personalidad borderline, sugiere que una de sus
características son los gestos suicidas manipuladoras
impulsivas, sin que su objetivo sea la auteliminación
(Frances y Blumentahl, 1989, citados por Durand y Barlow,
2007).

Teorías
sobre el suicidio

Diversos autores, en base a sus perspectivas, han estudiado
las causas que llevan a un adolescente a suicidarse. Para ello se
toma en consideración factores internos, familiares,
sociales y la combinación de los mismos.

En base a la recopilación de datos realizado por
Davison y Neale (2000), se describen las siguientes
teorías.

Teoría Psicoanalítica: Freud
propuso dos hipótesis que podrían aclarar los
motivos que originan este fenómeno.

Extensión de la teoría de la
depresión:
Se plantea que los sentimientos intensos
de amor – odio presentes en una persona lo llevan a
suicidarse. Estas emociones ambivalentes son originadas por la
introyección de las mismas que originalmente eran
dirigidas hacia la persona que han perdido.

Instinto de muerte: Freud plantea que en toda persona
están presentes dos instintos, lo cuales fueron
denominados Eros y Tánatos. En el caso de las personas que
cometen suicidio, su instinto de muerte (Tánatos) es
fuerte, siendo dirigido hacia sí mismo provocando que se
quiten la vida.

Teoría Sociológica: Esta
teoría fue planteada por Durkheim, quién postula
que el suicidio es un acto de autoaniquilación, poniendo
énfasis en el fenómeno sociológico y la
interacción con el temperamento con la persona. A
raíz de esta concepción se plantean tres tipos de
suicidio.

Suicidio egoísta: Se comete cuando la persona
ha establecido y/o mantenido muy pocos vínculos con la
sociedad, por lo que se sienten aislados presentándose en
ellos ausencia de apoyo social.

Suicidio altruista: Es considerado por el autor como
una reacción a las demandas sociales. El sacrificio juega
un papel muy importante, y por medio del mismo buscan el bien del
grupo social.

Suicidio anómico: Se caracteriza por un cambio
repentino en las relaciones que tiene la persona con la sociedad,
experimentando un sentido de desorientación (anomia).

Enfoque de Shneidman: Según postula el
autor, el suicidio en la mayoría de los casos es el
esfuerzo consciente por buscar una solución a los
problemas que causan sufrimiento intenso, por lo que el dejar de
existir elimina el dolor insoportable. Shneidman resume su
concepción en base a diez características
frecuentes:

  • El propósito común es la búsqueda de
    una solución.

  • El objetivo es la interrupción de toda
    consciencia.

  • El estímulo es el dolor psicológico
    insoportable.

  • El estresante son las necesidades psicológicas
    frustradas.

  • La emoción es la desesperación combinada con
    el desamparo.

  • Es estado cognitivo es la ambivalencia.

  • El estado perceptual es la limitación.

  • El acto es la huida.

  • El acto interpersonal es la comunicación de la
    intención.

  • La consistencia es con los patrones de enfrentamiento de
    toda la vida.

Neurobiología / Neuroquímica:
Esta perspectiva se basa en investigaciones que sugieren una
alteración de a nivel de los receptores de seretonina,
presentándose bajos niveles de este neuroreceptor siendo
afectado su principal metabolito el ácido
5-hidroxiindoleacético, relacionándolo con la
impulsividad, la inestabilidad emocional y la tendencia a
reaccionar en exceso ante situaciones estresante (Durand y
Barlow, 2007).

Triada negativa de Beck: En esta perspectiva
Beck ha relacionado la Triada Negativa de la depresión con
el suicidio, basándonos en que el pensamiento del
individuo se deforma cuando se encuentra deprimido: de esta
manera adquiere una opinión negativa de sí mismo,
del futuro y del mundo (Blumenthal, 1988 citado Rivas, 2006).

Los sujetos con tendencia al suicidio, tienen expresamente un
tema premórbido, muchas veces muy sutilmente. Sienten que
nacieron con mala suerte o que las situaciones o el destino
están confabulando contra ellos, y que solamente a ellos
les toca lo peor de la vida.

Triángulo Letal de Schneiderman:
Schneiderman ha descrito un contexto para el suicidio compuesto
por tres factores predisponentes y un factor desencadenante del
acto. El factor desencadenante del comportamiento suicida, es la
idea de que el dolor asociado con la situación actual
puede ser anulado quitándose la vida (Rivas, 2006).

Los tres factores predisponentes son:

  • Odio contra sí mismo, por culpa o debido a una
    disminución importante de la autoestima.

  • Un estado de extrema agitación, en el cual el
    sujeto se encuentra tenso y no piensa claramente.

  • Limitación de las posibilidades intelectuales o
    "visión túnel" que determinan que el sujeto no
    pueda ver más allá de la situación
    inmediata.

El acto suicida tiene su lógica para el
individuo y se convierte en la única salida.
También, cuando la idea de culpa es agobiante, la
explicación necesaria se traduce en suicidio.

Lo mismo pasa con el sentimiento de indefensión y
desesperanza, la salida o escape necesario se traducen en el
suicidio.

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Características del acto
suicida

En la mayoría de las investigaciones que hablan acerca
del suicidio se toma en consideración diferentes niveles
y/o etapas del proceso evolutivo de este fenómeno, las
cuales pueden estar presentes o no en las personas, según
sea el caso.

De todos los componentes del comportamiento suicida, los
más frecuentes son las ideas suicidas, los intentos de
suicidio y el suicidio consumado, sea accidental o intencional.
El comportamiento suicida es un continuo que va desde la
ideación en sus diferentes expresiones, pasando por las
amenazas, los gestos, intentos, hasta el suicidio propiamente
dicho.

La presencia de cualquiera de estos indicadores (ideas,
amenazas, gestos e intentos) debe considerarse como un signo de
alto riesgo en el individuo que los presenta (Pérez, 1999,
citado por Rivas, 2006).

Deseo de Morir: Representa la inconformidad e
insatisfacción del sujeto con su modo de vivir en el
momento presente y que puede manifestarse en frases como: "la
vida no merece la pena vivirla", "lo que quisiera es morirme",
"para vivir de esta manera lo mejor es estar muerto" y otras
similares.

Representación Suicida: Constituida por
imágenes mentales del suicidio del propio individuo, que
también puede expresarse manifestando que se ha imaginado
ahorcado o que se ha pensado ahorcado.

Ideas Suicidas: Son muy frecuentes en la
adolescencia sin que ello constituya un peligro inminente para la
vida, si no se planifica o se asocia a otros factores, llamados
de riesgo, en cuyo caso adquieren carácter mórbido
y pueden desembocar en la realización de un acto suicida.
Consisten en pensamientos de terminar con la propia existencia y
que pueden adoptar las siguientes formas de
presentación:

Idea suicida sin un método específico,
pues el sujeto tiene deseos de matarse pero al preguntarle
cómo lo va a llevar a cabo, responde: "no sé
cómo, pero lo voy a hacer".

Idea suicida con un método inespecífico o
indeterminado,
en la que el individuo expone sus deseos de
matarse y al preguntarle cómo ha de hacerlo, usualmente
responde: "De cualquier forma, ahorcándome,
quemándome, pegándome un balazo".

Idea suicida con un método específico no
planificado
, en la cual el sujeto desea suicidarse y ha
elegido un método determinado para llevarlo a cabo, pero
aún no ha ideado cuándo lo va a ejecutar, en
qué preciso lugar, ni tampoco ha tenido en
consideración las precauciones debidas que ha de tomar
para no ser descubierto y cumplir con sus propósitos de
autodestruirse.

El plan suicida o idea suicida planificada, en la que
el individuo desea suicidarse, ya ha elegido un método
habitualmente mortal, un lugar donde lo realizará, el
momento oportuno para no ser descubierto, los motivos que
sustentan dicha decisión que ha de realizar con el
propósito de morir.

Amenaza Suicida: Consiste en la
insinuación o afirmación verbal de las intenciones
suicidas, expresada por lo general ante personas estrechamente
vinculadas al sujeto y que harán lo posible por impedirlo.
Debe considerarse como una petición de ayuda.

Gesto Suicida: Es el ademán de realizar
un acto suicida. Mientras la amenaza es verbal, el gesto suicida
incluye el acto, que por lo general no conlleva a lesiones de
relevancia para el sujeto, pero que hay que considerar muy
seriamente. Los gestos suicidas se consideran como intentos
menores (arañarse las muñecas, ingerir unas cuantas
tabletas de aspirina).

Intento Suicida: También denominado
parasuicidio, tentativa de suicidio, intento de
autoeliminación o autolesión intencionada. Es aquel
acto sin resultado de muerte en el cual un individuo
deliberadamente, se hace daño a sí mismo. El
intento de suicidio es muy común entre los adolescentes
con predisposición para esta conducta y se considera que
por cada adolescente que comete suicidio, lo intentan cerca de
trescientos.

La literatura sobre el parasuicidio en niños y
adolescentes, indica que los jóvenes que intentan
autolesionarse, casi invariablemente provienen de un sistema
psicosocial alterado. Generalmente hay una historia de
separación y pérdidas repetidas. Y de padres con
habilidades de enfrentamiento inadecuadas, que tienen
dificultades en organizar sus vidas y no están al tanto de
los problemas de sus hijos (Osornio 2000, citado por Rivas,
2006).

Intentos Reales de Suicidio: Son actos graves
que potencialmente pudieran ser fatales (empleo de armas de
fuego, cortarse a profundidad arterias y tendones, ingerir dosis
de píldoras para dormir, ingesta de venenos, saltar de
alturas peligrosas, ahorcarse, etc.).

El comportamiento suicida, tiene generalmente como punto de
partida el estado melancólico del individuo, pues
está asociado a estados depresivos donde generalmente las
personas se sienten inútiles, muy poco o nada valoradas,
sin sentido de vivir, sin control sobre sus problemas o vidas,
deseando desaparecer del mundo.

Aquí se acumulan sentimientos de inferioridad que
tienen como consecuencia en la conciencia del individuo, los
impulsos sádicos, reprimidos, tanto en imaginación
como en acto sintomático. Se presentan violentos deseos de
venganza y de impulsos criminales, así como sentimientos
de culpa.

Signos de
alarma

Son indicadores que dan indicios de que el adolescente se
encuentra atravesando un momento crítico en el cual su
vida puede correr peligro, por lo que se les debe de brindar la
importancia debida.

Se toma en consideración en base a investigaciones
diversos cambios, como son:

  • Problemas en el sueño (insomnio, hipersomnia,
    etc).

  • Alteración en la alimentación (bajo apetito
    o apetito voraz).

  • Problemas de conducta (problemas con la autoridad,
    desobediencia).

  • Conductas riesgosas.

  • Aislamiento social.

  • Cambios bruscos del estado emocional, etc.

En relación a los problemas en el sueño, se han
realizado investigaciones que plantean que los adolescentes que
han atentado contra su vida presentan alteraciones del
sueño como lo son el insomnio e hipersomnia,
presentándose los episodios extremos la semana anterior de
cometer el acto (Goldstein y Bridge, 2008). Los hallazgos dan a
conocer una relación temporal entre el suicidio y los
problemas del sueño en los adolescentes, es por ello que
la alteración del sueño debería de ser
considerada un elemento importante en la prevención e
intervención.

Factores de
riesgo

En relación a las causas que pueden llevar a un
adolescente a suicidarse, estas van a determinar diferentes
características de las personas que cometen el acto, sin
embargo no necesariamente son las mismas en todos los casos.

Estas causas son consideradas factores de riesgo, los cuales
incrementan la probabilidad de que el adolescente se autoelimine.
Al combinarse estos factores con aquellos considerados como
precipitantes y predisponentes, así como la ausencia de
factores de protección, el adolescente inicia la conducta
suicida propiamente dicha (Durand y Barlow, 2007 y Cobb,
2007).

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Proceso evolutivo del acto suicida:

Alvarez (2002, citado por Rivas, 2006) ha descrito cuatro
fases en el proceso evolutivo por el cual atraviesa el acto
suicida. Generalmente se presentan muchas circunstancias
condicionales previas y elementos desencadenantes:

Antecedentes Preadolescenciales Condicionales: La
mayoría de adolescentes que intentan suicidarse muestran
un historial de antecedentes problemáticos durante su
infancia y niñez, que crean una vulnerabilidad subyacente.
Se trata de problemas en el ámbito familiar, conflictos
parentales, ausencia de algunos de los padres, alcoholismo,
maltrato, adopción, entre otros.

Fase de Escalada Adolescencial: Todos los problemas
que se hayan presentado durante las etapas anteriores aumenta en
la adolescencia, en relación a la constancia o alternativa
de los sucesos en el proceso adolescencial y, a la conciencia que
se hace en esa época de los problemas sufridos antes. Si
los intentos compensatorios fracasan o la problemática
persiste, el adolescente puede sentirse aislado de su familia y
afecta su desenvolvimiento.

Aislamiento Social Progresivo: En esta etapa, el
joven se aísla más de sus padres y pierde la
capacidad para comunicarse con ellos y expresar sus sentimientos
con palabras. También si sus mecanismos adaptativos
fracasan, se va asilando progresivamente de sus amigos, se
deprime y tiende a adoptar conductas peligrosas. La tristeza
tiende a ser progresiva.

Etapa Final: Cuando la tristeza suele ser progresiva
puede llegar a una depresión y/o la autoestima se reduce a
bajos niveles, seguido a esto, surge la idea suicida que luego
lleva al intento de suicidio. Producido generalmente como
consecuencia de un acontecimiento impactante que sirve como
elemento precipitador.

La familia o
contexto de los que cometen el acto suicida

Contexto familiar: La familia juega un rol muy
importante en preparar a cada uno de sus miembros para afrontar
cambios críticos, ya sean internos o externos, de tal
manera que puedan ser superados alcanzando las modificaciones
estructurales y funcionales necesarias para poder desenvolverse
normalmente. Estas tareas permiten que el adolescente cuente con
los recursos esenciales para poder superar las diversidades que
se irán presentando a raíz de los cambios propios
de la edad como aquellos provenientes del medio. Sin embargo
existen también factores cotidianos que no permiten que el
adolescente logre un desarrollo equilibrado, privándolo de
la seguridad y confianza necesarias para afrontar los problemas,
lo que conduce a conformar una personalidad refractaria al
afecto, temerosa a sufrir nuevas decepciones, y por ende,
propensa a adoptar actitudes defensivas o en extremo riesgosas en
contra de su propia vida (Rivas, 2006).

Existe clara evidencia que las adversidades familiares
contribuyen a incrementar el riesgo de la conducta suicida
(Larraguivel, Gonzáles, Martínez y Valenzuela,
2000, citados por Rivas, 2006). La ausencia de calidez familiar,
falta de comunicación con los padres y discordia familiar
hacen que existan oportunidades limitadas para el aprendizaje de
resolución de problemas, y pueden crear un ambiente en
donde al adolescente le falte el soporte necesario para
contrarrestar los efectos de eventos vitales estresantes y/o
depresión.

La disfunción familiar crónica es causa
importante de deficiente capacidad de hacer frente a los
conflictos y proporcionar apoyo emocional (Permalee y Davison,
1998). El divorcio o separación de los padres puede tener
efecto en aumentar el riesgo suicida al incrementar la
vulnerabilidad temprana a la psicopatología, como es la
depresión, que constituye un factor de riesgo para el
suicidio. Alternativamente, la asociación puede emerger
desde factores sociales y ambientales que incrementan tanto el
riesgo de divorcio como el riesgo de la conducta suicida (Rivas,
2006).

El suicidio y la propensión a él entre los
adolescentes, giran sobre dos ejes básicos: el
núcleo familiar, donde es muy frecuente los abusos
físicos y psicológicos, conflictos entre los
padres; y una percepción ideal de la familia que no es la
misma con respecto a la real (Morales, Chávez,
Ramírez, Sevilla y Yock, 1999, citados por Rivas
2006).

Contexto social: La sociedad es considerada la fuente
principal de aprendizaje de las personas, en ella el adolescente
adquiere conocimientos positivos que le facilitan su
adaptación al medio, así como otros recursos que le
permiten un desenvolvimiento saludable en el. Sin embargo
también se dan casos en que la sociedad afecta
negativamente a las personas por los cambios repentinos, la
ausencia de redes sociales para afrontar dichos cambios y la
carencia en las facilidades para adaptarse a las consecuencias de
estas vicisitudes

Actualmente la sociedad ha sufrido muchas trasformaciones
afectando con mayor fuerza a las personas que no cuentan con los
recursos necesarios para afrontar las situaciones
críticas. Por lo que al combinarse estos factores son muy
riesgosos para los adolescentes que viven la desesperanza
día a día y cuya única solución es la
autodestrucción. Incluso cuando los adolescentes piden
ayuda, sus amistades llegan a ser indiferentes o hacen caso omiso
a esta manifestación generando sentimientos de rechazo por
parte del adolescente, confirmando la poca importancia que creen
tener hacia las personas que son consideradas como confiables y
de contención.

Los cambios que se presentan en esta etapa hacen al
adolescente más susceptible a las rupturas, discusiones y
humillaciones que pudieran acontecer en un determinado momento,
provocando en ellos un aislamiento social, una afectación
emocional intensa y sentimientos de inferioridad y pobre
autovalía en él (Parmelee y David, 1998).

Asimismo se toma en consideración, los diversos
problema por los cuales puede atravesar un adolescente en su
entorno social, como por ejemplo las dificultades
académicas, en las cuales el adolescente se valora en
función a su desempeño de acuerdo a sus
expectativas, por otro lado tenemos los problemas de conducta,
que genera un rechazo del adolescente por no ser considerado
parte de un grupo al no cumplir con ciertos patrones de
comportamiento adecuado, y por último el entorno
caótico que refuerza actitudes poco saludables poniendo en
riesgo la salud mental del adolescente (Permalee y Davison
(1998).

Intervención

Es de suma importancia que al tratar adolescentes suicidas se
incluya a la familia, incluso al círculo social más
cercano de tal manera que se logre el apoyo y contención
considerado como ausente o perdido.

Es necesario hacer conocimiento del paciente que si su vida se
encuentra en riesgo, esto debe ser notificado a la familia, en
caso no se considere seguro el convenio de no suicidio, en el
cual el paciente firma un compromiso de no autodañarse y/o
autoeliminarse (Durand y Barlow, 20009.

Programas de prevención: Estos programas
tienen como finalidad entrenar a los adolescentes para enfrentar
los problemas que puedan presentarse en su vida, teniendo un
contacto directo con su realidad de tal manera que puedan buscar
diferentes alternativas de solución y elijan la que
mejores resultados le ofrezca. El aprendizaje de estos recursos
va a ayudar al adolescente en las diversas áreas de su
vida, ya sea la familia, en sus relaciones y en el colegio. El
control de las emociones y de sus impulsos es uno de los temas
principales a tratar en estos programas, por lo que el
adolescente es entrenado para que pueda dominarlos y
manifestarlos lo más saludablemente posible (Cobb,
2000).

Tratamiento ambulatorio: La consejería y
psicoterapia son básicos en el tratamiento de pacientes
suicidas. La terapia más empleada en estos casos es la
cognitivo-conductual, cuyo objetivo es la reestructuración
del esquema mental alterado que no le permite pensar claramente
para elegir otras alternativas de solución más
saludables frente a los problemas. Para la parte conductual, es
necesario que se reduzca el comportamiento impulsivo que pone en
riesgo la vida del paciente, por lo que se recomienda el
desarrollo de actividades alternas en las que el adolescente
pueda reducir y/o eliminar las tensiones y angustia propias del
fenómeno (Parmelee y David, 1998).

Tratamiento hospitalario: Algunos pacientes presentan
un riesgo mayor de cometer el acto, por lo que en estos casos es
necesario un internamiento, aún en contra de su voluntad,
para brindar los cuidados pertinentes al paciente, así
como también brindarle un tratamiento farmacológico
que permita equilibrarlo emocionalmente de tal forma que al
combinarlo con el apoyo psicológico los resultados sean
más efectivos (Parmelee y David, 1998).

Terapia familiar: Como se describió
anteriormente la participación de la familia es
fundamental en el tratamiento de pacientes suicidas, ya que es
considerada el núcleo vital en donde el adolescente debe
sentirse seguro y debe de identificarse con sus miembros de tal
manera que pueda contar con el apoyo de los mismos. En este caso
se trabaja con las interrelaciones entre sus miembros,
modificando aquellos patrones negativos, cambiándolos por
aquellos que beneficien más a la dinámica familiar.
La comunicación en la familia debe ser clara permitiendo
que el adolescente sea capaz de dar a conocer sus pensamientos y
sentimientos de manera abierta, sin temor a ser criticado (Cobb,
2000).

Discusión

El suicidio es un fenómeno el cual según algunos
autores es de índole social (Durkheim, 1987, citado por
Davison y Neale, 2000). Quizás este sea uno de los
postulados más aceptados por la mayoría de los
especialistas en el tema ya que a pesar que pone énfasis
en el área social toma en consideración otros
factores que también repercuten en la vida del adolescente
y lo hacen más vulnerable a cometer suicidio.

Es probable que un alto porcentaje de adolescentes que han
cometido suicidio o aquellos cuyos intentos no han sido
completados, hayan manifestado desde su infancia algunos
indicadores de alerta que han sido pasados por alto por sus
padres o maestros, aumentado así la sensación de no
ser considerados valiosos para las personas significativas para
en sus vidas. Muchos de los adolescentes han vivido por largo
tiempo con una sensación de vacío que hasta el
momento de tomar la decisión o pudo ser cubierta con otras
personas, actividades u otros, provocando así una mayor
desconcierto y desesperación al no saber qué es lo
que exactamente sucede con ellos que les puede estar afectando
tanto. Esta incertidumbre hace que el adolescente pierda el deseo
de vivir ya que prácticamente se siente incompleto, y por
más que analiza las circunstancias previas o logra
identificar posibles causas que los lleva a pensar en
eliminarse.

Obviamente estos casos son totalmente diferentes a aquellos en
los cuales se reconoce un evento previo, el cual ha producido en
el adolescente un desequilibrio emocional haciéndole creer
que su única solución es dejar de existir, para
eliminar completamente el dolor psicológico que lo
atormenta y lo consume diariamente.

En relación a las teorías que explican el
suicidio, más que analizarlas por separado, estas se
encuentran estrechamente relacionadas, siendo complemento entre
ellas. No se puede hablar simplemente de un componente de
predisposición como causal de suicidio, si no se presenta
otro factor que precipite a la persona a cometer el acto, ya sea
por una disfunción familiar o por una condición
social negativa.

Según investigaciones del suicidio y su relación
con las diferencias de género (Davison y Neale, 2000), se
han encontrado que son los hombres quienes se suicidan más
que las mujeres en una proporción de 3 a 1, sin embargo
son ellas quienes lo intentan más veces. Esta
situación se debe a que los hombres son más
impulsivos que las mujeres y sus elecciones son más
drásticas eligiendo métodos más violentos.
En cambio las mujeres pueden presentan tasas menores de suicidio
debido dos razones claves, la primera y más importante,
como se mencionó anteriormente, es que los métodos
elegidos por ellas son más "suaves", y en algunos casos
son vistos como una conducta de la mujer por llamar la
atención de otras personas, sin embargo su entorno no
analiza los motivos subyacentes al hecho, no solo es un grito
desesperado de ayuda si no también un deseo interno que no
puede ser completado por temor o cobardía. Por otro lado,
las mujeres son más abiertas a expresar sus sentimientos y
a la búsqueda de ayuda en comparación de los
hombres. Para ellos el hecho de manifestar sus sentimientos y
pensamientos en relación a su sufrimiento y desesperanza
es una señal de debilidad, por lo cual poner en manifiesto
su situación disminuiría aún más su
autoestima y autovalía ya resquebrajada.

Las características de las personas suicidas
varían de un adolescente a otro, por lo que la
identificación puede ser muy compleja. Aún se
considera que el indagar acerca de este tema puede inducir a la
persona a cometer el acto (Davison y Neale, 2000). Aunque parezca
poco creíble estos mitos continúan
presentándose en nuestra realidad, siendo descritos en
investigaciones de suicidio en el apartado de limitaciones
(Rivas, 2006). En algunas instituciones educativas, las
autoridades son reacias a brindar las facilidades para obtener
datos que de alguna forma benefician al alumnado pudiendo
así identificar tempranamente a adolescente con riesgo a
cometer suicidio, sin embargo prefieren obviar el tema ya que
consideran que al hablar al respecto se estaría motivando
a los adolescentes a suicidarse.

Las señales de alarma deben ser consideradas
fundamentales e importantes al hablar de este tema. El hecho de
disminuir la importancia puede ubicar en un riesgo aún
mayor al adolescente para quitarse la vida. El hecho de no haber
cometido un intento previo, no quiere decir que el adolescente no
presente realmente el deseo de matarse, puede ser que simplemente
no tuvo la oportunidad de hacerlo o hasta el momento no
planificó el acto. Todos los indicadores deben de ser
considerados como importantes al momento de valorizar a una
persona de la cual se dude ponga en riesgo su vida, por lo cual
inmediatamente se debe de tomar las medidas necesarias para
evitar llegar a un desenlace fatal.

Por otra parte si bien es cierto que la participación
de la familia es necesaria y trascendental en el tratamiento, se
debe de tener en cuenta la opinión del adolescente, es
decir, evitar dejarlo de lado en las decisiones a tomar en la
terapia. El hecho de comunicarse con sus padres a escondidas
influye negativamente en la relación terapeuta-paciente,
ya que esta se resquebraja y la confianza se pierde. Aunque
parezca que las cosas puedan estar bien entre el paciente y su
terapeuta, el adolescente evitará comentar ciertos
pensamientos y sentimientos a su terapeuta por temor a las
reacciones y decisiones que pueda tomar.

Por tal motivo se debe de resguardar la relación entre
el terapeuta y el adolescente, ya que este es considerado como un
apoyo y como la única persona en la cual se puede confiar
y con certeza sabrá que le brindará
contención en los momentos críticos.

Bibliografía

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Universidad Católica de
Santa María.

 

 

 

 

 

Autor:

Ps. Alicia de los Angeles Rivas Medina

Universidad Católica de Santa
María

Partes: 1, 2
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