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Concepciones Ideológicas de Simón Rodríguez: Una luz en el túnel (página 2)



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Como filósofo, se adelanta a las gnoseología del
momento quizás porque pudo interpretar las premisas de
Pestalozzi, Voltaire o
Rosseau, de modo que estas brillantes consideraciones, pudiesen
tener una connotación ajustada a cada realidad, por ello
aunque seguidor de algunas corrientes nunca apostó como
tal a la imitación de la adulación para mantener un
sistema,
luchó por ser innovador, creativo, y adelantarse
inequívocamente al tiempo sin
esperar que éste con sus características y
acontecimientos destruyese las nuevas ideas.

Tal concepción se puede observar en aquella
célebre expresión "inventamos o erramos", es decir
no era su prioridad traer modelos
superfluos a la sociedad
americana, era requisito esencial que ésta crease sus
nuevas estructuras y
pautas, que se aprendiera de las condiciones y recursos que se
tenían y se formara al ciudadano que se necesitaba.

Expresiones que para entonces, eran inimaginables, y para
muchos carentes de lógica,
en aquellos días que se esbozaba la objetividad como punto
crucial de las relaciones
humanas, del hombre y
la ciencia.
Donde además, la iglesia
postulaba desde lo más temprano de la niñez, la
condición de seguimiento de las condiciones de la naturaleza y
lo poco cuestionable del sistema imperante. Al respecto Balaguer
(ob.cit) expresa "la iglesia era uno de los principales y
fundamentales medios de
dominación, aunque también un oxígeno
al oprimido"(p57).

En otras palabras, cumplía dos funciones: una,
dejar las cosas tal y como estaban calificando de hereje a
cualquiera que criticase de forma abierta y según otros
conceptos y paradigmas las
nociones de ese saber; dos, defender en lo posible, algún
derecho universal establecido para los menos afortunados de la
sociedad, los negros e indígenas principalmente haciendo
las prédicas de un mensaje de igualdad
utópico pero posible de alcanzar.

A partir de las concepciones en el campo social considerando
lo vivido, Rodríguez afirma su postura en razón de
criticar profundamente como se desarrollaban las actividades de
interacción social, a tal efecto se
esfuerza por introducir sus ideas de construcción de la sociedad, bajo las
posibilidades que para entonces le eran posible exponer, de modo
que, sus percepciones apoyasen movimientos libertarios en la
búsqueda de ese mundo de iguales, que seguramente tantas
veces leyó en
los libros que
desde la Europa naciente
bajo el flujo de los derechos del hombre y
ciudadano llegaban clandestinamente y de los cuales era un asiduo
lector.

En este orden de ideas, Rufo (2001) en su análisis plantea que el maestro no
creía en la continuidad de ventas de
utopías, ni en la consolidación de ideas
subrepticias que marcaban la concepción del
régimen. La libertad no
era un derecho discutible, la justicia es el
único camino para alcanzar la paz social, la cual es un
principio ineludible para vivir en armonía y desechar la
zozobra de la inseguridad
política
que, como era obvio, preocupaba más a los ases del
poder que al
ciudadano común.

Por ello, era prioridad potenciar la búsqueda de
soluciones
acertadas a las inquietudes de la población, el clamor del pueblo era pues
una necesidad, por cuanto en la medida que se pudiera desarrollar
el concepto de lo
popular la ciudadanía podría convivir de manera
homogénea, desligarse de pensamientos de
conspiración, de luchas, muertes, destrucción que
nunca podrían ser apartadas manteniendo los
parámetro de la injusticia que se habían
consolidado en favor de la minoría rica.

Desde el punto de vista humanista el maestro había
percibido la nostalgia del pueblo, su concepción de este
último término, aludido a toda la población
sin distinción de ningún tipo, de tal forma, que
las necesidades no podían ser sólo para unos y los
privilegios sólo para otros pocos.

La verdadera razón de ser de una sociedad radicaba en
el sentido de ofrecer satisfacciones a la colectividad, lograr su
bienestar, felicidad, pero esta última situación no
solamente bajo consignas de mentira y
venta de
prédicas absurdas sino fundamentadas en principios de
igualdad considerados por todos como satisfactorios. Es decir, la
forma de poder reconocer que la sociedad estaba ofreciendo un
verdadero beneficio a su gente, era consultando a todos sobre los
conceptos que cada quien tenía sobre sí mismo y la
generalidad del pueblo. Es pues el consenso la base del progreso
social.

Sin embargo a pesar de lo novedoso de lo anteriormente
expuesto, la principal actividad en la que destaca Don
Simón Rodríguez es la docencia, sus
concepciones acerca de la educación tienen
varias connotaciones y se extienden en varias direcciones, lo
humano, social, ideológico, crecimiento del hombre,
apertura y cambio de
estructuras superficiales y erradas concebidas para dominar y
para liberar al ser principalmente de sí mismo.

Por ello, el argumento y la finalidad última de la
educación
debe ser preparar al hombre para convertirse en una persona
útil a la sociedad, aportar al crecimiento de ésta,
contribuir a su desarrollo en
todos los ámbitos del quehacer de la misma. Allí,
naturalmente, se plasman aspectos de índole
axiológicos, de orden cualitativo en sentido de dotar y
desarrollar las potencialidades del ser humano, enseñando
capacidades a los estudiantes que sean operativas y puedan ser
empleadas en el campo social con el propósito de coadyuvar
para superar barreras que inhiban la aplicación de los
conocimientos adquiridos.

En este orden de consideraciones, la didáctica de Rodríguez tal y como
apunta Freitez (2004) es constructivista aunque sus postulados no
necesariamente hagan alusión a dicho término,
cuando expresa "el maestro apostaba porque el individuo
aprendiera haciendo, en sincronía con su medio
ambiente, palpando la realidad en la experiencia y no en
trozos de papel que connotaban la teoría,
válida pero no única" (p98). En términos
concretos era este un proceso
instruccional que privilegiaba la fusión
del pensamiento,
con la esfera de las actividades empíricas para
desarrollar uniformemente el conocer, el cual se hace visible en
lo abstracto y práctico.

De igual forma, como educador, y luchador social fue uno de
los primeros en pregonar la educación popular para todos y
por todos, de tal manera que no era partidario de continuar la
discriminación de ser educados de los menos
pudientes, si bien fue crítico de la forma instrumental,
mecanicista en que la misma para entonces se realizaba,
esgrimía entre sus ideas, la educación liberadora
del mismo ser, no como un mero acto de adoctrinamiento inservible
para impulsar la creatividad
del ser pensante, sino como un aporte a lo que ese ciudadano era
capaz de construir no sólo en función de
sus necesidades sino de los diferentes individuos a su
alrededor.

Adicionalmente a lo ya planteado, no sólo fue el hecho
de lo popular en cuanto a la extensión del proceso de
inclusión al aparato educacional, sino también, en
el sentido de brindar calidad a cada
sujeto participante, ofreciéndole conocimientos para que
él mismo fuera capaz de enfrentar nuevas situaciones y
superar sin coyunturas, ni prejuicios obsoletos en
correspondencia con los retos y compromisos propios de la
sociedad en la cual vivían.

A tales efectos recomendaba, educar al estudiante en un
oficio, al hombre en determinadas tareas tal como a la mujer en otras
para las cuales tuvieran capacidades que permitieran, en
consiguiente, su pleno desarrollo como persona y en diferentes
áreas del saber. Estas acotaciones con similitudes a las
concepciones de la educación holística, en el
sentido de procesos
educativos concernientes a la vida, donde los conocimientos son
de utilidad al
sujeto más allá del espacio de
instrucción.

También se podrían asociar con los
señalamientos de Ausubel y el
aprendizaje
significativo que en la actualidad constituye un enfoque
principal del proceso educativo. Es decir, aún más
se destaca la intuición visionaria del maestro, del
líder,
humanista y revolucionario.

En consecuencia, las concepciones ideológicas de
Simón Rodríguez representaron y representan una
luz en el
túnel, no al final del mismo, sino una que conlleve al
hombre a superar escollos a su alrededor y presentes a su
paso.

Sus ideas encendieron una lámpara que hoy conduce
pergaminos de uso, contribuyen a un nuevo marco educativo si
fuesen bien empleados y concebidos según la naturaleza de
la sociedad en la cual se efectúa el acto de
enseñar y aprender, bajo insignes pero constantes lemas:
construir, crear para mejorar, soñar no para jactarse de
la felonía disfrazada en cofres de ilusiones, sino en un
verdadero marco de justicia donde la búsqueda se centra
fundamentalmente en el desarrollo del ser humano, según
las necesidades y cosmovisiones comunes.

Son pues estas concepciones, las primicias que el gran maestro
expuso a la sociedad americana en general, aportó el
despertar de un pueblo que aupó sus ideas, estudia sus
pensamientos y sueña en la construcción de una
patria grande, libre y llena de espacios de formación
donde los sueños dejan de serlo se vuelven plausible.

Referencias Bibliográficas.

Rufo, M. (2001). La pedagogía venezolana. Caracas.
Panapo.

Balaguer, (2001). Grandes Pedagogos venezolanos.
Caracas. UPEL.

Freitez, Y, (2004). Tendencias educativas en Venezuela.
Maracaibo.

Luz.

 

 

 

Autor:

Moisés Rodriguez

República Bolivariana de Venezuela.

Escuela bolivariana ciudad de Mérida

Villa Bruzual, municipio Turén.

Estado portuguesa

Venezuela.

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