El presente ensayo trata
de detallar los aspectos más sobresalientes del Método de
enseñanza Mutua, su principal percusor, la
magnitud enorme a tal grado que se hizo presente en algunos
continentes, cubriendo casi la totalidad de sus países. El
paso que tuvo en México con
el apoyo de Santa Anna ya que abarató el costo de la educación con una
cobertura amplia, pero sobre todo se enfatiza en la posible
influencia que a mi punto de vista acarrea actualmente.
A raíz de una necesaria educación de masas,
después de la Revolución
Industrial, surge el método Lancasteriano o de
enseñanza mutua, ya que la escases de profesores meramente
preparados y el costo elevado de la educación en colegios
se encontraban a la orden del día en países
Europeos y algunos Americanos.
Método perfeccionado y a quien se le atribuye mayor
reconocimiento, Joseph Lancaster, nacido en Londres, quien
preocupado por que los niños
de escasos recursos
recibieran una educación, se propuso que
enseñaría a leer, escribir y cantar a la población infantil más pobre de
Londres, sin pagar cantidades grandes de dinero, sino
que propicio el ahorro de los
padres de los niños.
Mediante el aprendizaje
compartido, Lancaster encontró la manera de suprimir el
sueldo de profesores, ya que los alumnos se instruían
entre sí, esto dio origen a que este sistema fue
conocido como de enseñanza mutua. Se atendía a gran
cantidad de estudiantes distribuidos en grupos de diez
personas y el discípulo más adelantado en
conocimientos, es quien presidia la instrucción, se le
conocía como monitor o
instructor.
El método tuvo gran popularidad en Inglaterra para
el año de 1800, anunciándose que la
instrucción educativa seria gratuita para todos en lo
sucesivo. Cinco años después, ya se contaba con
aproximadamente mil alumnos. Tal fue el auge que sin lugar a
dudas los padres confiaron plenamente al mandar a sus hijos a
recibir educación.
"El método utilizado por la Escuela
Lancasteriana, se basaba en la exposición
verbal principalmente, en una exposición sistematizada y
en ejercicios de repetición de tipo memorístico, se
estudiaba en cajas llenas de arena, donde se hacía repetir
al alumno letras o números hasta haberlos memorizado
completamente, esto tendiendo a disciplinar la mente y formar
hábitos"[1]
El control de la
disciplina era
gracias a los rigurosos castigos y represalias, sólo por
mencionar, cuando se cometía una infracción, se
hacían acreedores a fuertes azotes, se les colocaban
grandes orejas hechas de papel en forma de burro y el alumno era
colocado en la esquina del salón hasta por varias horas.
Por este motivo los monitores
contaban con gran cantidad de enemigos, ya que éstos eran
libres de ser castigados. El cuarto oscuro era utilizado por
faltas
mayores, consistía en un pequeño espacio con cuatro
paredes, ni una sola ventana, una pequeña puerta que era
el acceso, en este lugar se introducía al alumno para que
reflexionara sobre su falta por un largo periodo de tiempo.
Cuando se hacía sonar una campana, se sabía que
se tenía que ingresar a tomar las clases correspondientes,
igual al término de las mismas. El profesor
desempeñaba el papel de supervisor, estando sentado en su
banquillo y sobre una superficie que se encontraba superior al
resto del aula, esto indicaba que él estaba al mando,
sólo los monitores podían establecer comentarios,
es decir eran los mediadores entre alumno y profesor.
Ya que se instruía a gran cantidad de alumnos, se
necesitaban lugares espaciados, que por lo general eran donde
antes había un convento, dentro del aula había
diversos materiales que
empleaba el alumnado, entre estos los artículos de premio
y de castigo y sólo unos cuantos libros con los
que contaba el maestro.
Las sesiones de clase eran
demasiado rigurosas y tediosas, ya que constaban largas horas, de
ocho y catorce, inclusive diecisiete. Un criterio fundamental era
que el alumnado debía estar en actividad permanente, lo
que determinaba su ubicación el salón de era el
avance en su aprendizaje, es
por esto que la evaluación
requería de un proceso
escuetamente minucioso.
Los grados estaban conformados por alumnos de acuerdo a los
conocimientos adquiridos y no por su edad, en el octavo grado,
que era el último, se preparaban a los alumnos como si
fueran monitores para presentar dos maneras de evaluación,
en la que se tenía que contestar tal y como se les
había enseñado, es decir, memorísticamente,
la primera etapa de la evaluación se realizaba durante
todo el año la sala de clase y la final de estas
evaluaciones era frente a un público y el jurado
calificador conformado por tres personalidades, siendo el juez
principal, el representante del pueblo o presidente
municipal.
"Lancaster se oponía al castigo corporal por no
aprender y, en lugar de ello, utilizaba las recompensas
positivas, lo cual ilustraba así: cuando enseñaba
el alfabeto el mejor niño ocupaba el primer lugar; es
asimismo condecorado con un boleto de cuero, dorado
y con la palabra mérito. Aunque en lo que atañe a
recompensas las mismas eran de dos tipos, unas son premios
materiales, que para Lancaster debían ser premios en
dinero…"[2]
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