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Héroes representativos de Chiclayo – Perú



Partes: 1, 2

    1. José
      Balta
    2. Augusto
      B. Leguía
    3. Diego
      Ferré
    4. Pascual
      Saco Oliveros
    5. Pedro
      Ruiz Gallo
    6. Federico
      Villareal
    7. Elías
      Aguirre
    8. Conclusiones
    9. Bibliografía

    Presentación

    Lambayeque, ubicado en el corazón
    del norte del Perú. Es un departamento de amplio y
    pacífico mestizaje. Chiclayo, su capital,
    carece de fundación española. De reducción
    de indígenas, pasó a convertirse en cuidad
    republicana. Sus calles son únicas e inigualables, donde
    el paso solemne de las carrozas saltó a
    automóviles.

    Es una ciudad abierta a la cordialidad y confianza. De
    tuteo fácil, un pueblo cálido.

    Las puertas se abren sin recelo al extraño. Si
    buscamos una ciudad que reúna en sí los
    ingredientes de un pueblo tranquilo, el cambiante clima, el
    bullicio al lado de la tranquilidad, la actividad y el reposo, la
    historia,
    leyendas y la
    tradición, aquí esta Chiclayo.

    La bullente capital norteña cuyo origen no figura
    en viejos pergaminos. Nació a la vera de un camino entre
    Zaña y Lambayeque.

    Hay dos versiones sobre el origen. Una refiere que los
    muleros que viajaban entre Zaña y Lambayeque o viceversa,
    llevando y trayendo mercaderías "fundaron" Chiclayo sobre
    el camino que unía las dos ciudades antañas. La
    otra, recogida por el Monseñor Arroyo, señala el
    origen de alrededor de la de hoy prácticamente
    desaparecida Iglesia
    Matriz e
    incluso precisa que la fundación se produjo el 21 de julio
    del 1559.

    A contiuación presentamos las historias de los
    héroes que ahora llevan sus nombres en las calles
    más conocidas y frecuentadas de Chiclayo.

    II. Contenido

    Héroes Representativos de
    Chiclayo-Perú

    José
    Balta

    Aunque José Balta no había nacido en el
    Departamento de Lambayeque, la historia lo conoce como el
    "Héroe de Chiclayo", título que merece no por
    algún hecho circunstancial y fortuito sino por su
    entrañable amor a esta
    tierra y su
    identificación con el pueblo Chiclayano, que en hermoso y
    gallardo gesto decidió compartir la suerte de su caudillo
    exigiéndole que se quedara en la ciudad para hacer frente
    juntos al adversario.

    Pocos casos, se han dado en el Perú de una
    eclosión popular como la que se produjo en Chiclayo en el
    mes de diciembre de 1867 en torno a
    José Balta, en un acto de fe y solidaridad que
    recuerda los tiempos del Cid.

    Corrían los días en que la
    oposición a la dictadura de
    Prado tomaba dimensiones nacionales y en los que, también,
    era cosa común y corriente reunir un ejército y
    declararle la guerra al
    gobierno, cuando
    las cosas no iban a satisfacción de todo mundo. Cuando el
    repudio era general, como sucedió en este caso, los
    levantamientos surgían por todas partes. Así de
    impacientes eran nuestros caudillos, poco dispuestos a esperar
    días de elecciones.

    Una rebelión en el Sur había obligado a
    Prado a abandonar Lima con la esperanza de poder
    reprimirla, pero José Balta levanto también su
    propia bandera revolucionaria en Trujillo. El gobierno trato de
    sofocar rápidamente este movimiento
    ante la potencia de las
    fuerzas que envío contra el rebelde este opto por
    retirarse a Otuzco y luego capturo Cajamarca, después de
    varias horas de lucha. Bajo enseguida a la costa, llegando a
    Chiclayo tras un penoso viaje a solo 156 hombres.

    Además estaban muy mal armados y con un escaso
    porque con él solamente podrían hacer frente al
    adversario por unas pocas horas. El pueblo chiclayano
    recibió a su caudillo con enorme afecto, lo cobijo, hizo
    suya la causa que él defendía y el entusiasmo
    corrió como reguero de pólvora por la
    ciudad.

    Los pueblos del norte aman la vida y la viven
    alegremente. No se fanatizan ni se dejan arrastrar
    fácilmente por caudillos, lo que también
    podría explicar lo poco frecuentes que son los movimientos
    políticos en esta región del país y
    seguramente explica también, la alegre exaltación
    con que al mismo tiempo
    festejaban la presencia de Balta y combatían a las fuerzas
    gobiernistas.

    Poco después de su llegada, Balta, intento
    retirarse a Huaraz para no causar daños a la ciudad de
    Chiclayo, al enterarse de que aquí seria atacado por
    fuerzas de infantería y caballería, reforzadas con
    artillería, que comandaba el Ministro de Guerra Mariano
    Pio Cornejo. Pero el pueblo entero lo detuvo y levanto barricadas
    para combatir con el.

    Cornejo había pensado que en pocas horas
    destruiría a Balta de quien sabia, tenia 150 hombres mal
    armados. Ataco la plaza y se dio con la sorpresa de una terca
    resistencia y las
    horas se convirtieron en días. Todo el pueblo de Chiclayo
    combatía en los tres puntos por los que la ciudad fue
    atacada y combatía con lo que podía,
    defendiéndose con escopetas de caza a falta de
    fusiles.

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