Resumen
En el trabajo se
analiza el problema de cómo asumir las contradicciones en
el pensamiento.
Se parte del supuesto de que la realidad es contradictoria y que
esta contradictoriedad no puede ser expresada en el pensamiento
de otra forma que no se contradictoriamente. Al mismo tiempo, se
reconoce que el veto lógico formal de lo no
contradicción tiene su razón de ser, de modo que
sólo se pueden admitir contradicciones sólo cuando
hayan razones mas que suficientes.
Desarrollo
La razón está en crisis, se nos
dice. Veamos cómo refleja esta crisis el filósofo
español
Diego Gracia en su artículo "Democracia y
bioética". El nos dice: "La filosofía clásica creyó en la
capacidad del estructura
interna. De ahí que definiera la verdad en términos
de homoíosis o adaequatio. Recuérdese la
definición clásica de verdad, adaequatio
intellectus et rei. Esta adecuación no sólo es
posible sino necesaria. La realidad, lógos o la
razón para comprender la realidad en su la naturaleza,
phýsis,
tiene un orden interno, una razón interna, un
lógos, lo que los estoicos llamaron el lógos
spermatikós, cuyo conocimiento
es tarea del filósofo, y su aplicación del
político. Esto explica por qué Platón
consideraba que el gobernante debía ser a la vez rey y
filósofo. No se entiende la historia del mundo antiguo y
medieval, al margen de estas cuestiones.
Pero el mundo moderno empezó a tener razones muy
serias para desconfiar de que la naturaleza tuviera un logos tan
claro como el que los griegos postularon, que nosotros
fuéramos capaces de conocerlo y que la verdad debiera
definirse en términos de homoíosis. Comienza
así un segundo período en la historia del
pensamiento, en el que la verdad no se va a buscar fuera de
nosotros, en la naturaleza, sino dentro del ser humano, en su
razón. Las verdades por antonomasia son las verdades de la
razón. Esto va ha ser el gran intento de la filosofía
moderna, de Descartes a
Hegel:
reconstruir la idea de verdad desde la razón y no desde la
naturaleza.
Lo que sucede es que esto terminó también
en fracaso. Es el fenómeno conocido en historia de la
filosofía con el nombre de "crisis de la
razón". Esa crisis se fue evidenciando poco a poco, desde
la muerte de
Hegel, en 1831, hasta las primeras décadas del siglo XX.
El empirismo de
los siglos XVII y XVIII demostró que los juicios
sintéticos de carácter universal carecen de verdad,
aunque sólo sea porque su base empírica no es nunca
universal, lo cual les priva de certeza y les dota sólo de
probabilidad.
La única vía para elaborar una metafísica
con pretensiones de verdad, es acudir a los otros juicios, los
analíticos, que en última instancia son los propios
de Dios. Tal fue el intento del racionalismo,
que a la postre no fue otra cosa que teología racional. El
evidente fracaso de esta vía llevó a los idealistas
alemanes a probar otra salida, para la que distinguieron dos
niveles en el orden de los juicios sintéticos: el
específico del entendimiento y el propio de la
razón. Cuando esta vía también se
cerró, con la muerte de
Hegel, empezó a cundir la sospecha de que Hume
tenía razón, que los juicios de experiencia, sobre
todo cuando tienen forma universal, no pueden ser nunca
verdaderos, no pueden ser del todo verdaderos sino a lo sumo
verosímiles. Esto lo fue corroborado en el siglo XIX y
tenemos hoy, la ciencia.
Newton
todavía pudo pensar que sus leyes eran
absolutamente verdaderas. Laplace, a
comienzos del siglo XIX, aún pudo decir que Dios
había creado un universo y Newton
había descubierto sus leyes. Casi nadie, cincuenta o cien
años después, se hubiera atrevido a repetir esas
palabras. La razón sintética se había ido
haciendo consciente de sus límites,
que muchos vivieron como fracaso.
Pero es que la razón analítica no ha
seguido mejor suerte. En contra de lo que los racionalistas
pensaron, la razón analítica dista mucho de ser por
completo coherente y en consecuencia absolutamente verdadera. La
demostración lo dio el gran programa que se
inició en la segunda mitad del siglo XIX, el intento de
formalización de la matemática, y a partir de ahí de
unificación bajo un sistema de leyes
absolutamente precisas de las dos disciplinas
paradigmáticas del uso analítico de la
razón, la lógica
y la matemática. Es bien sabido que ese ambicioso programa
de formalización acabó en un fracaso, al probarse
que todo proceso
formal, por ambicioso que sea, conduce necesariamente a
paradojas. Diversos autores fueron formulando una tras otra la
multitud de paradazos a que dio lugar el intento de
formalización de la razón analítica. Y Kart
Gödel, en 1930, demostró, con su teorema de la
incompletitud de los sistemas
algebraicos, que esas paradojas no se deben a defectos de
construcción, y que todo sistema
algebraico, y a la postre todo sistema formal, es por necesidad
incompleto.
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