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Víctimas del futuro – Adiós al liberalismo: en busca de la confianza perdida (página 7)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Para José Antonio Hernández, portavoz de
comercio de
Intermón Oxfam, ése era, precisamente, el problema:
plantear lo mismo que ya provocó un fracaso. "En estos
momentos de crisis
financiera y de caída de los precios de los
alimentos y
del petróleo,
una desregulación del comercio sin salvaguardias
dejaría a los países en desarrollo en
una situación de mayor vulnerabilidad".

Los poderosos lobbies agrícolas de Estados Unidos,
señala Hernández, están aprovechando la
coyuntura para presionar al Congreso de su país e impedir
una rebaja de las subvenciones a sus productos. Los
sindicatos
estadounidenses también se oponen a una mayor apertura de
los mercados, pues
temen más deslocalizaciones de la producción industrial a países con
menores costes laborales. El Congreso surgido de las elecciones
de noviembre pasado, además, tiene un marcado corte
proteccionista. "En vista del estado de la
economía, parece difícil recabar
apoyos para una ronda global que promete abrir sectores de la
economía
de Estados Unidos a la competencia
internacional", dice McMahon, del Consejo de Relaciones
Exteriores. "El escepticismo comercial está
creciendo".

La coyuntura parece estar llevando a Estados Unidos,
otras veces abanderado del libre comercio,
por el camino del proteccionismo. Según la encuesta anual
del Pew Center, sólo el 53% de los estadounidenses cree
que el libre comercio es bueno para su país, comparado con
el 78% de 2002. Por el contrario, el 87% de los alemanes lo
apoyan, como hacen el 82% de los franceses y el 77% de los
británicos. En India, Nigeria
o Corea del Sur, los porcentajes son aún
mayores.

La economía europea depende mucho de las exportaciones,
que suponen el 51% de su PIB, por tan
sólo el 13% de Estados Unidos. Además, los
países del viejo continente ofrecen a sus trabajadores
afectados por la
globalización una red de protección
social más mullida de la que disponen los
estadounidenses.

Hay cada vez más señales
de que las desigualdades de renta en Estados Unidos están
aumentando y de que las clases medias trabajadoras atraviesan su
peor momento en varias décadas, subraya McMahon. Y esa
situación, correctamente o no, se está asociando
con la globalización. El economista Dani Rodrik,
profesor de
economía
internacional en Harvard, ha publicado un informe en el que
advierte de que la integración
económica mundial podría provocar graves
problemas
sociales en algunos países desarrollados si no se
protege mejor a las clases medias.

Weintraub, del Centro de Estudios Estratégicos e
Internacionales, opina que el comercio libre, con barreras
mínimas, maximiza a largo plazo el bienestar
económico. "Lo opuesto, el proteccionismo, constituye un
impuesto sobre
los consumidores de los países importadores", subraya. "El
proteccionismo en Estados Unidos y Europa occidental
sólo invita a las represalias".

En opinión de los expertos, una consecuencia del
fracaso de la Ronda de Doha sería la proliferación
de acuerdos bilaterales como los que Estados Unidos y la Unión
Europea han negociado en los últimos años con
varios bloques comerciales de países en desarrollo. "Los
retos del comercio necesitan un espacio multilateral", dice
Hernández, de Intermón Oxfam, quien critica que la
UE esté "apretando las tuercas" bilateralmente a
países con una capacidad de negociación muy inferior a la que tienen en
un marco multilateral. "Se están imponiendo condiciones
muy estrictas".

McMahon está de acuerdo. "Hay preocupación
por la posibilidad de que una cascada de acuerdos bilaterales y
regionales llene el vacío dejado por un fracaso en la
Ronda de Doha, creando una maraña de nuevas preferencias y
quizá provocando un aumento de las disputas entre bloques
regionales", afirma.

El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama,
que hizo campaña contra los acuerdos de libre comercio
firmados por la
Administración de Bush, apenas ha pronunciado la
palabra "comercio" desde su elección. Sin embargo, su
futuro secretario del ramo, Bill Richardson, y sus máximos
asesores en materia
económica, Timothy Geithner y Lawrence Summers, son
defensores del libre comercio.

El propio primer ministro británico, Gordon
Brown, ha pedido a Obama que rechace posturas proteccionistas que
en el pasado convirtieron crisis en profundas recesiones. Obama
tiene ante sí el dilema de proteger la economía de
Estados Unidos -como le piden agricultores, sindicatos,
políticos y empresarios- y el multilateralismo que ha
prometido durante su campaña y que ha hecho de él
un hombre
admirado en todo el mundo.

Entrevista:
Primer plano – Pascal Lamy
Director general de la
Organización Mundial del Comercio (OMC) (El
País – 14/12/08)

"Con los políticos, una cosa son sus deseos y
otra su compromiso real"

(Por Alicia González)

Asegura que lo ha intentado hasta última hora
pero el acuerdo, como ya se comprobó en julio, ha sido
imposible. Pascal Lamy (Levallois-Perret, 1947) admitió el
viernes que cerrar la Ronda de Doha este año era imposible
y, sólo una vez que tiró la toalla, accedió
a hablar con los medios.
Telefónicamente en el caso de EL PAÍS. Es el primer
incumplimiento de los compromisos que las potencias del G-20
alcanzaron en Washington para hacer frente a la
crisis.

Pregunta: ¿Qué ha hecho imposible el
acuerdo esta vez?

Respuesta: Hemos hecho muchos avances desde julio, como
ponen en evidencia los nuevos compromisos que están encima
de la mesa en dos áreas esenciales de la Ronda como son
agricultura y
tarifas industriales. Pero, nos ha faltado convergencia en dos
temas, que no son los únicos abiertos pero sí
tienen un importante calado político: la aplicación
de la cláusula de salvaguardia, que los países en
desarrollo piden poder aplicar
en caso de aumento de las importaciones
agrícolas, y la reducción de tarifas sobre
productos industriales en determinados sectores, como la química o la electrónica. Quiero insistir en que no son
las únicas áreas en conflicto,
aunque parecen terriblemente técnicas y
de escasa importancia, tienen mucha por razones políticas.

P. ¿Qué había distinto
después del fracaso de julio?

R. Mi idea era que sentar a todos los ministros juntos
en una habitación sin suficientes posibilidades de
acuerdo, podría haber funcionado pero también
había grandes riesgos de que
no funcionase. En estas dos cuestiones, mi diagnóstico después de una semana
llena de teleconferencias, conversaciones y reuniones con algunos
ministros es que las posiciones siguen demasiado rígidas y
que en esas condiciones una reunión ministerial no
habría llevado a un acuerdo, incluso con la presión de
otros para que flexibilizaran sus posiciones. No quería un
nuevo fracaso ministerial. Mi propósito es que las
negociaciones avancen, preservar lo que se ha hecho en
términos de coincidencias y ahí hay muchos avances
sobre la mesa. Pero el riesgo era que si
yo convocaba a los ministros y no llegaban a un acuerdo eso
habría sido un retroceso.

P. ¿Hay algún culpable de todo
esto?

R. Supongo que entre los ministros se
responsabilizarán unos a otros de estos resultados, pero
como director general de la OMC debo respetar mi
obligación de neutralidad. Reconozco que no cumplir con el
mandato del G-20 (de terminar las negociaciones de Doha antes de
fin de año) no son buenas noticias. Pero
mi responsabilidad era intentarlo y preservar la
integridad de la negociación y del sistema comercial
multilateral. No soy el negociador, lo son ellos, los ministros.
Y es su responsabilidad flexibilizar sus posiciones y si no
quieren hacerlo yo no puedo hacerlo por ellos.

P. ¿Hay riesgo de que la Ronda de Doha fracase
definitivamente?

R. Creo que como todas las negociaciones comerciales, y
ya lo hemos visto en ocho rondas anteriores y en los seis
últimos años, hay subidas y bajadas, avances y
retrocesos, éxitos y fracasos,… Es una
negociación muy compleja, con muchas etapas, muchos
actores, muchos temas a tratar. Creo que si hubiéramos
cerrado esta etapa, eso nos llevaría sin duda a la
conclusión de la ronda el próximo año. Al no
haberlo hecho, eso no impide que se cierren las negociaciones en
2009, pero verdaderamente lo hace más difícil. Y
más aún con la crisis económica golpeando
duro y con las bases económicas y sociales de los
países sufriendo sus consecuencias. Por otro lado, el
valor de lo
que está encima de la mesa es ciertamente ahora mayor que
hace seis meses. Todo el mundo está de acuerdo en que
mantener la ronda abierta y dar una señal de compromiso
con la negociación es una de las formas de mitigar la
crisis económica.

P. ¿Qué consecuencias económicas
tendrá este fracaso, una vuelta al
proteccionismo?

R. Sí hay riesgos de ese tipo y desde luego si
hubiéramos cerrado esta etapa hubiera sido una
señal de determinación política para
combatir las tendencias proteccionistas. A este respecto, no son
buenas noticias. En estos momentos turbulentos es cuando nos
damos cuenta de la importancia de mantener el comercio abierto,
incluso si son las antiguas reglas las que rigen el sistema
multilateral de comercio. Haber dado una señal de que se
está haciendo el esfuerzo político para llegar a un
compromiso hubiera sido una señal bienvenida. Realmente,
no son buenas noticias para la economía
mundial. Los miembros de la OMC han decidido darse un poco
más de tiempo pero es
mi obligación recordarles que el tiempo también
tiene un precio.

P. Si ha pasado esto con el comercio ¿es una
señal de lo que pasará en otras áreas de
negociación multilateral, como la reforma del sistema
financiero internacional que también se acordó
en Washington?

R. Es una demostración de la gran distancia que
separa los pronunciamientos de los líderes
políticos y su traslación a la realidad. Expresan
deseos pero luego no se traducen en gestos concretos. Uno siempre
puede expresar un deseo pero la evidencia de que uno tiene
verdadera voluntad de llevarlo a cabo sólo aparece cuando
alcanzas un compromiso.

P. ¿Y no ha visto señales de esa voluntad
estos días?

R. Sí, ha habido señales de compromiso en
muchos temas, incluido el algodón, que es muy importante para muchos
países en desarrollo agrícolas. Pero ha fallado en
los dos temas más espinosos, que son tremendamente
técnicos pero en los cuales algunos países han
invertido mucho capital
político. La cláusula de salvaguardia es una
cuestión que tiene que ver con el futuro de muchos
países emergentes y el debate ahora
es cuánta influencia tienen las importaciones en la
oferta
doméstica de alimentos. La respuesta, sin duda, es
diferente para India, China,
Singapur o Chile, dependiendo del grado de apertura de sus
economías. En las negociaciones sectoriales, se trata de
saber si son un complemento a las reducciones de tarifas ya
acordadas o si son un sustituto a estas. Si es la guinda del
pastel o el pastel debajo de la guinda.

P. Algunos dicen que un acuerdo comercial será
más difícil con la nueva administración estadounidense…

R. No lo sé. El equipo de transición ha
estado callado sobre esta cuestión, que es lo tradicional.
Hay una administración hasta el 20 de enero y
tendremos una nueva a partir de entonces. Lo que sí es
seguro es que
las negociaciones continuarán cuando haya un nuevo equipo
en el lado estadounidense.

P. El cambio de
gobierno en
Estados Unidos y las elecciones en India en mayo, ¿son un
lastre añadido en las conversaciones de la
Ronda?

R. No es tan claro, puede ir en los dos sentidos. Si los
dirigentes políticos convencen a la gente de que combatir
el proteccionismo es importante quizás se convierta en un
activo para la campaña. Pero si están convencidos
de que las importaciones son un problema para el país
pueden ser un obstáculo.

Marx ha vuelto
(El Confidencial – 3/1/09)

(Por Esteban Hernández)

Monografias.com

Estudiantes portan una pancarta con la
imagen de Marx
en Guatemala
(Reuters).

Si las previsiones para 2009 se cumplen, es muy probable
que, entre el empobrecimiento de la clase media,
el paro creciente
y el aumento de la conflictividad social comience a hablarse,
más que de fallos en el sistema, de la misma quiebra del
capitalismo. Y
es que, si la crisis se hace más profunda, la vuelta de
Marx será inevitable. De momento, El Capital está
vendiendo mucho más desde que comenzó a hablarse de
las hipotecas basura, sus obras
son invocadas en ámbitos académicos y los partidos
de izquierda ya no tienen reparos a la hora de pronunciar su
nombre en voz alta. En España, el
Partido Comunista vuelve a regir IU justo en el instante en que
nace un partido anticapitalista (Izquierda Anticapitalista); en
Francia hay un
giro a la izquierda en el Partido Socialista mientras que Olivier
Besancenot, el líder
trotskista, continúa siendo la figura más popular
más allá del PSF; en Alemania, Marx
es reivindicado de nuevo en la política cotidiana; y en
Grecia, un
buen número de anticapitalistas han tenido papel
preponderante en las revueltas.

Aunque, en realidad, afirma Augusto Zamora, profesor de
Derecho
internacional público en la Universidad
Autónoma de Madrid y
embajador de Nicaragua en España, no podía
afirmarse que Marx hubiera dejado de estar entre nosotros. "Marx
siempre ha sido muy estudiado: desde las facultades de
economía japonesas hasta las universidades
británicas o alemanas, a Marx se le tiene por un gran
teórico, sin el cual es imposible explicar nuestro mundo.
Lo que sucede es que antes se le había relegado a un
rincón poco visible del salón mientras que ahora,
con la crisis, se le ha vuelto a situar en el centro de la
estancia". Así, Marx está dejando de ser una
referencia sólo utilizable en los ámbitos docentes para
convertirse de nuevo en un nombre vivo para la política
cotidiana.

Y ese giro marxista se nota especialmente en que la
izquierda está volviendo a los postulados materialistas,
en desuso últimamente, como lugar central de sus
políticas. En los últimos años, el apoyo a
las minorías, las luchas ecologistas y las cuestiones
morales (aborto, bodas
gays, etc.) se convirtieron en el núcleo de las acciones de
izquierda en detrimento de la clase obrera, sus reivindicaciones
salariales y el horizonte de otro modelo
estatal. En ese viraje influyó, según Zamora, la
desorientación producida en las filas izquierdistas tanto
por la consolidación del Estado de Bienestar y de las
clases medias que aparejaba (lo que dejaba sin lugar al
proletariado) como la desaparición de la URSS (lo que le
dejaba sin modelo alternativo).

Y en la búsqueda de una nueva identidad, la
izquierda perdió pie: "Los socialdemócratas dejaron
de diferenciarse de la derecha, convirtiéndose en opciones
políticas muy similares" y quienes estaban un paso
más a la izquierda "no supieron adaptarse a las nuevas
realidades sociales". En ese contexto, las cuestiones
postmateriales se convirtieron en una salida sencilla del
atolladero. La crisis, sin embargo, está obligando a
resituar las cuestiones económicas en el centro de las
propuestas y reivindicaciones de la izquierda. Según
Zamora, "es inevitable que Europa piense de nuevo en lo material;
Quizá ya no tengamos proletariado pero sí una gran
masa de jóvenes condenados a una vida precaria que hacen
imprescindible un nuevo modelo de redistribución de la
riqueza".

La nueva cuña anticapitalista

En ese contexto, el término "anticapitalista"
está resurgiendo con enorme fuerza. Lo que
supone un indicador muy evidente, según Carlos
Fernández Liria, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de
Madrid y autor de Educación para la
ciudadanía, (ed. Akal), de que la izquierda
está girando hacia Marx. Es por esa misma razón que
el nuevo partido político, Izquierda Anticapitalista (IA),
"está teniendo una aceptación muy
sorprendente".

Un hecho que podría explicarse, sin duda, por la
timidez ideológica de la IU de los últimos
años: "Desde la dirección de Anguita, IU no ha tenido una
postura anticapitalista clara; ha preferido pactar con el PSOE y
con Prisa, lo que consiguió que sus votantes naturales se
abstuvieran o les apoyaran a regañadientes". Y como, en
lugar de afirmarse en sus ideas, "ha optado por hacer el juego al
sistema", es normal que haya otros jugadores que traten de
arrebatarle el lugar que le era propio. Pero ese pequeño
éxito
inicial también viene causado porque "muchos intelectuales
de izquierdas, que han estado marginados y que no sabían
con qué alternativa quedarse, han depositado en el nuevo
partido esperanzas muy importantes".

Aunque desde una posición ideológica
diferente, también percibe Jorge Verstrynge, profesor de
Ciencia
Política de la Universidad Complutense de Madrid, esa
necesidad de que la izquierda recobre su posición en el
panorama político. En ese sentido, Verstrynge
señala cómo la renuncia de la izquierda a sus
postulados básicos la ha llevado a tener "una
terrorífica responsabilidad en la situación actual.
Los partidos de izquierda aceptaron que los salarios
perdiesen poder adquisitivo y estuvieron de acuerdo con las
políticas de privatización masiva. Y ahora nos
encontramos con que hemos entregado todas las palancas de las que
disponía el Estado para
hacer frente a crisis como la presente".

Una vez asentado cierto consenso sobre la necesidad de
que regresen las cuestiones materiales al
centro de la escena, hay que ver cómo se articulan esas
nuevas opciones y a qué escenarios nos llevan: porque no
es lo mismo que regrese Marx que lo haga el Estado
soviético; no es lo mismo que se pretenda regresar a
postulados comunistas clásicos o que se traten de impulsar
nuevas prácticas a partir de la vieja teoría.
En primera instancia, hay quienes aseguran que todo este movimiento no
irá más allá de la recuperación de
algunas recetas de corte keynesiano, ligadas al clásico
Estado del bienestar.

¿Sin alternativas al Capitalismo?

En ese terreno se mueve Verstrynge, quien asegura que
"hoy no parece haber alternativa al capitalismo, a
excepción del caso de Chávez, que no es
fácilmente aplicable en Europa". Por eso, sus recetas, y
más en una situación de crisis como la presente,
consistirían en "la utilización de instrumentos
públicos para forjar el empleo y
relanzar la máquina; en acabar con los paraísos
fiscales; en volver a la circulación regulada de
capitales; en crear una potente banca
pública y en el regreso a políticas
proteccionistas". Eso sí, los postulados keynesianos ya no
podrían llevarse a cabo desde territorios estrictamente
nacionales. Verstrynge coincide con Emmanuel Todd, quien acaba de
proponer en su obra Àpres la democratie, "la
conversión de Europa en una fortaleza comercial,
desconectándola de la economía de EEUU. Y de la
británica".

Fernández Liria señala que la izquierda
del futuro cercano será claramente anticapitalista y que,
además, habrá perdido cierto complejo
antiestatalista que la animó en los últimos
años. Desde esa perspectiva, Liria dice tener esperanzas
"en cuanto a la posibilidad de la refundación de la
izquierda, porque si bien la crisis va a ser un desastre sin
referentes, percibo una gran madurez que no existió en los
años siguientes al 68, donde se confundieron de enemigo.
El problema no es el Estado de derecho
sino el capitalismo. Es éste el que hace imposible el
derecho y la democracia, el
que vuelve abyecto al Parlamento, el que vuelve inoperantes y
contraproducentes las instituciones". Es en ese sentido que
Fernández Liria afirma que "las tendencias anarquistas me
parecen muy peligrosas porque su reacción contra las
instituciones coincide punto por punto con el discurso
neoliberal".

Y, por último, hay quienes piensan que de esta
crisis saldrá una nueva izquierda, alejada tanto de los
parámetros socialdemócratas como del marxismo
clásico. Según Carlos Prieto del Campo, de la
Universidad Nómada, director de la colección
Cuestiones de Antagonismo, de la Editorial Akal, "los cambios en
IU y el nacimiento de IA son interesantes, pero no creo que sean
expresiones de lo que la izquierda va a construir en los
próximos 20 años. El proceso de
refundación va a ser va a ser mucho más radical".
Para Prieto, es esencial repensar las bases teóricas de la
izquierda para darlas una formulación mucho más
acorde con nuestra época. Así, la puesta en marcha
de formas de acción
reales pasa por "una nueva lectura de
cómo funciona el capitalismo; por pensar espacios de
actuación europeos y no nacionales; por un nuevo sindicalismo
que identifique las nuevas formaciones de clase, con las cuencas
de trabajo
migrante, precario, cognitivo, etc., no representado por las
grandes centrales sindicales…Se van a crear nuevas
escenarios de lucha que sorprenderán al
establishment".

– Tribuna: Primer plano Paul Krugman – Luchar contra la
depresión (El País –
11/1/09)

"Si no actuamos con rapidez y audacia", declaraba el
presidente electo Barack Obama en un reciente discurso semanal,
"podríamos experimentar una recesión
económica mucho más profunda, que podría
provocar un desempleo
superior al 10%". Si me preguntan a mí, diría que
Obama estaba siendo muy suave.

El hecho es que las recientes cifras económicas
son aterradoras, no sólo en Estados Unidos, sino en todo
el mundo. La fabricación, en concreto, se
está desplomando por doquier. Los bancos no
prestan; las empresas y los
consumidores no gastan. Las cosas como son, esto se parece mucho
al principio de la segunda Gran Depresión.

¿Actuaremos con suficiente "rapidez y audacia"
para evitar que eso ocurra? Pronto lo averiguaremos. Se
suponía que no deberíamos hallarnos en esta
situación. Durante muchos años la mayoría de
los economistas creían que sería fácil
evitar otra gran depresión. En 2003, Robert Lucas, de la
Universidad de Chicago, en su discurso presidencial ante la
Asociación Económica Estadounidense, declaraba que
"el problema principal para prevenir la depresión se ha
resuelto, a todos los efectos prácticos, y lleva de hecho
muchas décadas resuelto".

Milton Friedman, en especial, convenció a muchos
economistas de que la Reserva Federal pudo haber frenado en seco
la Gran Depresión simplemente proporcionando a los bancos
más liquidez, lo cual habría impedido una
drástica caída de la oferta monetaria. Es bien
sabido que Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, se
disculpó ante Friedman en nombre de su institución:
"Tiene usted razón. Fue culpa nuestra. Lo sentimos mucho.
Pero gracias a usted, no volveremos a hacerlo".

Resulta, sin embargo, que prevenir las depresiones no es
tan fácil al fin y al cabo. Dirigida por Bernanke, la
Reserva Federal está proporcionando liquidez igual que si
fuera un equipo de bomberos tratando de apagar un fuego de gran
magnitud, y la oferta monetaria ha crecido con rapidez. Pero el
crédito
sigue escaseando, y la economía continúa en
caída
libre.

La afirmación de Friedman de que la política
monetaria podría haber evitado la Gran
Depresión fue un intento de refutar el análisis de John Maynard Keynes, quien
sostenía que, en situaciones de depresión, la
política monetaria es ineficaz y que hace falta una
política presupuestaria -gasto deficitario a gran escala por parte
del Estado- para luchar contra el desempleo. El fracaso de la
política monetaria en esta crisis demuestra que Keynes lo
entendió a la primera. Y el pensamiento
keynesiano está detrás de los planes de Obama para
rescatar la economía.

Pero estos planes podrían resultar
difíciles de vender. Los informes de
prensa dicen
que los demócratas esperan aprobar un plan con amplio
apoyo de los dos partidos. Les deseo buena suerte.

Lo cierto es que la toma de posiciones políticas
ya ha empezado, y los líderes republicanos están
poniendo obstáculos a las leyes encaminadas
a estimular la economía al tiempo que pretenden ser los
adalides de una deliberación prudente en el Congreso, lo
cual no deja de tener su gracia, teniendo en cuenta el comportamiento
de su partido en los últimos ocho años.

Más en general, después de declarar
durante décadas que el Estado es el problema, no la
solución, por no mencionar las críticas a la
economía keynesiana y al New Deal, casi ningún
republicano va a reconocer la necesidad de aplicar a la crisis
económica una solución de gasto a lo grande, al
estilo Roosevelt.

Sin embargo, el mayor problema al que probablemente se
enfrentará el plan de Obama es la exigencia de muchos
políticos de que se demuestre que las ventajas del
gasto
público propuesto justifican sus costes,
demostración que nunca se exige a propuestas de recortes
tributarios.

Es un problema que Keynes conocía bien: regalar
dinero,
señalaba, tiende a recibirse con menos objeciones que los
planes de inversión pública, "que, al no ser
completamente despilfarradores, tienden a juzgarse de acuerdo con
principios
estrictamente empresariales". Lo que se pierde en dichos debates
es el principal argumento a favor del estímulo
económico, o sea, que en las actuales condiciones un
aumento drástico del gasto público
proporcionaría empleo a estadounidenses que de otro modo
estarían en paro, y dinero que de otro modo se
mantendría ocioso, y pondría a ambos a trabajar
para producir algo útil.

Todo esto me hace temer por las perspectivas del plan de
Obama. Estoy seguro de que el Congreso aprobará un plan de
estímulo, pero me preocupa que el plan pueda retrasarse
y/o rebajarse. Y Obama tiene razón: realmente necesitamos
medidas rápidas y audaces.

Ésta es mi hipótesis de pesadilla: el Congreso tarda
meses en ratificar un plan de estímulo, y la
legislación que acaba aprobándose es demasiado
cauta. Como consecuencia de ello, la economía se hunde
durante la mayor parte de 2009, y cuando el plan empieza por fin
a surtir efecto, lo hace sólo con fuerza suficiente para
frenar la caída, no para detenerla. Mientras tanto, la
deflación se instala, y empresas y consumidores empiezan a
basar sus planes de gasto en la perspectiva de una
economía permanentemente deprimida; y bien, uno puede ver
en qué desemboca esto.

Por lo tanto, ésta es nuestra hora de la verdad.
¿Haremos realmente lo necesario para evitar la segunda
Gran Depresión? –

(Paul Krugman es profesor de Economía de
Princeton y Premio Nobel de Economía de 2008.Traducción de News Clips. © 2008 New
York Times News Service)

– Tribuna: Laboratorio de
ideas Kenneth Rogoff – ¿Ha perdido Estados Unidos su
empuje? (El País – 11/1/09)

Uno sabe que la autoestima de
Estados Unidos ha sufrido un remezón incluso antes de que
el presidente comience a expresar temores de que la crisis
financiera pueda terminar resultando peor que la Gran
Depresión de los años treinta. George Bush no es el
único al que le preocupa que las cosas puedan empeorar
bastante antes de comenzar a mejorar. Cada vez más
conocedores del mundo de los negocios
también están comenzando a preguntarse si Estados
Unidos será capaz de enmendar su economía en
algún momento del futuro cercano.

Los previsores económicos profesionales son
considerablemente más optimistas: en general, el consenso
entre ellos es que el crecimiento estadounidense en 2009
será cerca del -1,5%, tras una contracción similar
en la segunda mitad de 2008. Será una dolorosa
recesión, pero lejos de la caída de la producción de entre un 10% y un 15% que
normalmente se asocia con una depresión con todas las de
la ley. Por
supuesto, últimamente los analistas que realizan
proyecciones económicas han sido demasiado optimistas en
cada giro de la situación, por lo que es comprensible que
el público se muestre receloso de sus
predicciones.

La generalidad de pronósticos sigue pareciendo optimista. Con
un sistema financiero que sobrevive gracias al respirador
artificial, una caída constante de los precios de las
viviendas y un desempleo en aumento, la economía de
Estados Unidos parece más vulnerable que en ningún
momento desde los años setenta, y quizás desde
la Segunda Guerra
Mundial.

Aun así, cabe hacer notar que un crecimiento
negativo del producto por
más de dos años consecutivos es algo relativamente
raro, incluso tras varias crisis bancarias. Puede que las
relaciones estadísticas históricas sean un
pálido consuelo en una recesión que hoy parece tan
insidiosamente diferente de las catástrofes previas, pero
no se las debería pasar por alto. Es posible que a
Japón
le haya tomado un tiempo inusitadamente largo recuperarse de su
crisis de los noventa, pero es una excepción: la crisis
ocurrió cuando la economía japonesa debió
reestructurarse para los enormes desafíos que planteaba el
surgimiento de China.

La total parálisis de políticas que ha
predominado en el interregno entre los presidentes Bush y Obama
no ha sido de ayuda. La política
económica estadounidense ha involucionado a una
especie de "rueda de la fortuna" para las firmas financieras. Un
día se puede caer en la bancarrota, mientras que al otro
pueden recibir un préstamo sin demasiadas obligaciones.
Sólo cabe esperar que el equipo económico del
presidente electo Obama, lleno de pesos pesados, comience al
menos a adoptar una política coherente. Por sí
sola, la coherencia sería un gran estímulo para la
confianza.

Uno de los elementos básicos de un paquete de
recuperación es, en primer lugar, un enfoque racional para
volver a hacer arrancar el sistema financiero, lo que significa
una determinación de precios de los activos ajustada
al valor real del mercado,
reestructurar y recapitalizar los bancos, y una nueva
aproximación a la regulación que permita creatividad,
al tiempo que proteja mejor al público contra parte de la
locura que ha predominado por más de una década. Es
necesaria la ayuda para la vivienda, para prevenir que los
precios de las casas se disparen, así como un
estímulo macroeconómico masivo que incluya una
política monetaria moderadamente inflacionaria.

Varios gobernantes, entre los que destaca la canciller
alemana Angela Merkel, están comprensiblemente preocupados
acerca de las consecuencias de largo plazo de un estímulo
macroeconómico enérgico. Estas inquietudes son
válidas, especialmente considerando el creciente papel de
los Gobiernos en la economía. Sin embargo, al igual que en
tiempos de guerra, uno
espera que estos efectos sean temporales. Además,
¿es la inacción una alternativa real?

Antes de los años cincuenta, las caídas
del producto de un 15% a un 20% en un solo año eran cosa
rutinaria (aunque es cierto que la contabilidad
del ingreso nacional era más primitiva). Varios
economistas académicos señalan que simplemente
deberíamos soportarlo como lo hicimos entonces. Las
recesiones tienen efectos depuradores importantes que ayudan a
facilitar las penosas reestructuraciones.

Sin embargo, los sistemas
sociales, económicos y políticos de hoy en
día -al menos en los países desarrollados- son
incapaces de soportar una baja del producto del 15% al 20% en
tiempos de paz dentro de un periodo breve. Sólo podemos
esperar que el Estado pueda salir de la economía la mitad
de rápido que como entró. No obstante, la clara
posibilidad de que el estímulo y la
reestructuración pueden funcionar es un motivo adicional
para esperar que esta recesión que se profundiza no se
transforme en una depresión abierta.

Puede que Estados Unidos sea la "zona cero" de la crisis
financiera global, pero no es el único país cargado
de dudas sobre sí mismo. Gran Bretaña, Irlanda y
España también están sufriendo crisis
financieras de una magnitud similar. Algunos países que
dependen de las exportaciones energéticas, como Rusia y
Venezuela,
están sufriendo contracciones de la actividad
económica incluso peores. Hasta China, que antes
parecía invulnerable, debe prepararse para una
reducción a la mitad de su índice de crecimiento.
Europa y Japón no se encuentran en problemas
financieros tan complejos como el de Estados Unidos, pero aun
así están en recesión. La economía
mundial está en aprietos.

Sin embargo, del mismo modo como los optimistas fueron
demasiado festivos durante el auge, es probable que los
ultrapesimistas vayan demasiado lejos al predecir que hay una
depresión a la vuelta de la esquina. 2009 será un
año difícil, pero -si es que no se produce una
conflagración en gran escala- hay buenas posibilidades de
que en 2010 veamos un débil crecimiento en Estados Unidos,
Europa y Japón, y probablemente un sólido
crecimiento en la mayoría de los mercados emergentes.
Puede que la economía estadounidense haya perdido buena
parte de su empuje, pero será necesaria mucha más
mala suerte y una serie de meteduras de pata en las
políticas económicas para llegar a una segunda Gran
Depresión mundial.

(Kenneth Rogoff es profesor de Economía y
políticas públicas en la Universidad de Harvard, y
fue economista en jefe del FMI. ©
Project Syndicate, 2009 www.project-syndicate.org)

– Tribuna: Laboratorio de ideas Joseph E. Stiglitz – El
retorno triunfante de John Maynard Keynes (El País –
11/1/09)

Ahora somos todos keynesianos. Incluso la derecha en
Estados Unidos se sumó al bando keynesiano con un
entusiasmo desenfrenado y en una escala que, en algún
momento, habría sido verdaderamente
inimaginable.

Para quienes nos adjudicábamos alguna
conexión con la tradición keynesiana, éste
es un momento de triunfo, después de que nos dejaran en el
desierto, prácticamente ignorados, durante más de
tres décadas. En un nivel, lo que está sucediendo
ahora es un triunfo de la razón y la evidencia sobre la
ideología y los intereses.

La teoría económica se había
dedicado a explicar durante mucho tiempo por qué los
mercados sin obstáculos no se autocorregían, por
qué se necesitaba regulación, por qué era
importante el papel que jugaba el Gobierno en la economía.
Pero muchos, especialmente la gente que trabaja en los mercados
financieros, presionaban por una suerte de fundamentalismo de
mercado. Las políticas erróneas resultantes
-impulsadas, entre otros, por algunos miembros del equipo
económico del presidente electo de Estados Unidos, Barack
Obama- ya antes habían infligido enormes costos a los
países en desarrollo. La luz se hizo justo
cuando esas políticas empezaron a generar costos en
Estados Unidos y otros países industriales
avanzados.

Keynes sostenía no sólo que los mercados
no se autocorregían, sino que, en una crisis pronunciada,
la política monetaria probablemente resultara ineficiente.
Se necesitaba una política
fiscal.

Pero no todas las políticas fiscales son
equivalentes. En Estados Unidos hoy, con una montaña de
deuda inmobiliaria y un alto nivel de incertidumbre, los recortes
impositivos probablemente resulten ineficientes (como lo fueron
en Japón en los años 1990). Gran parte, si no la
mayor parte, del recorte tributario norteamericano del pasado mes
de febrero fue destinado al ahorro.

Con la enorme deuda que deja atrás la
Administración de Bush, Estados Unidos debería
estar especialmente motivado para obtener el mayor
estímulo posible de cada dólar invertido. El legado
de subinversión en tecnología e
infraestructuras, especialmente del tipo verde, y la creciente
brecha entre los ricos y los pobres requieren una congruencia
entre el gasto a corto plazo y una visión a largo
plazo.

Eso exige la reestructuración de los programas tanto
tributario como de gasto. Bajarles los impuestos a los
pobres y aumentar los beneficios de desempleo al mismo tiempo que
se aumentan los impuestos a los ricos puede estimular la
economía, reducir el déficit y disminuir la
desigualdad. Reducir el gasto en la guerra de Irak y
aumentar el gasto en educación puede incrementar la
producción en el corto y largo plazo y, al mismo tiempo,
reducir el déficit.

A Keynes le preocupaba la trampa de la liquidez -la
incapacidad de las autoridades monetarias para inducir un
incremento en la oferta de crédito a fin de aumentar el
nivel de actividad económica-. El presidente de la Reserva
Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, hizo un esfuerzo por
evitar que se culpara a la Fed de agravar esta crisis de la misma
manera que se la responsabilizó por la gran
depresión, asociada con una contracción de la
oferta monetaria y el colapso de los bancos.

Y aun así deberíamos leer la historia y la teoría
con cuidado: preservar las instituciones financieras no es un fin
en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin. Lo
importante es el flujo de crédito y la razón por la
cual el fracaso de los bancos durante la gran depresión
fue importante es que participaban en la determinación de
la capacidad crediticia; eran los depositarios de información necesaria para el mantenimiento
del flujo de crédito.

Sin embargo, el sistema financiero de Estados Unidos
cambió drásticamente desde los años treinta.
Muchos de los grandes bancos salieron del negocio del
préstamo y se metieron en el "negocio con movimiento". Se
centraron en comprar activos, reempaquetarlos y venderlos, al
mismo tiempo que marcaron un récord de incompetencia a la
hora de evaluar el riesgo y analizar la capacidad crediticia. Se
invirtieron cientos de miles de millones de dólares para
preservar estas instituciones disfuncionales. Ni siquiera se hizo
nada para reencauzar sus estructuras
perversas de incentivos, que
alentaban el comportamiento cortoplacista y la toma de riesgos
excesiva. Con recompensas privadas tan marcadamente diferentes de
los retornos sociales, no sorprende que la búsqueda del
interés
personal
(codicia) condujera a consecuencias tan destructivas desde un
punto de vista social. Ni siquiera velaron por los intereses de
sus propios accionistas.

Mientras tanto, es muy poco lo que se está
haciendo para ayudar a los bancos que efectivamente hacen lo que
se supone que deben hacer los bancos: prestar dinero y evaluar la
capacidad crediticia.

El Gobierno federal asumió miles de millones de
dólares en pasivos y riesgos. Al rescatar al sistema
financiero, tanto como en política fiscal,
necesitamos preocuparnos por el "retorno de la inversión".
De lo contrario, el déficit -que se duplicó en ocho
años- aumentará aún más.

En septiembre se decía que el Gobierno
recuperaría su dinero con intereses. A medida que se
incrementó el rescate, cada vez resulta más
evidente que éste era simplemente otro ejemplo más
de una mala apreciación del riesgo por parte de los
mercados financieros, como vienen haciendo consistentemente en
los últimos años. Los términos de los
rescates de Bernanke y Paulson eran desventajosos para los
contribuyentes y, aun así, a pesar de su volumen, hicieron
poco para reactivar el préstamo.

La presión neoliberal para una
desregulación también satisfacía algunos
intereses. A los mercados financieros les fue bien a
través de la liberalización del mercado de
capitales. Permitir a Estados Unidos vender sus productos
financieros riesgosos y participar en una especulación en
todo el mundo puede haber beneficiado a sus
compañías, aunque esto les impusiera grandes costos
a otros.

Hoy, el riesgo es que se utilice y se abuse de las
nuevas doctrinas keynesianas para satisfacer algunos de estos
mismos intereses. ¿Acaso quienes presionaron por la
desregulación hace 10 años aprendieron la
lección? ¿O simplemente querrán imponer
reformas cosméticas: el mínimo requerido para
justificar los rescates de megabillones de dólares?
¿Hubo un cambio de parecer o solamente un cambio de
estrategia?
Después de todo, en el contexto de hoy, perseguir
políticas keynesianas parece incluso más rentable
que ir detrás del fundamentalismo de mercado.

Hace 10 años, en el momento de la crisis
financiera asiática, se discutió mucho sobre la
necesidad de reformar la arquitectura
financiera global. Poco se hizo. Es imperativo que no sólo
respondamos adecuadamente a la crisis actual, sino que
emprendamos reformas a largo plazo que serán necesarias si
queremos crear una economía global más estable,
más próspera y equitativa.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de Economía en la
Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel de
Economía en 2001. © Project Syndicate, 2008.
www.project-syndicate.org)

– Una nueva ola de proteccionismo prolongaría la
crisis global (The Wall Street Journal –
12/1/09)

Varias industrias
están presionando a sus gobiernos para que las protejan de
sus rivales

(Por Bob Davis)

Una nueva ola de proteccionismo cobra forma en todo el
mundo y podría provocar más daño a
las economías más golpeadas por la
crisis.

Varios sectores empiezan a hacer cola en Beijing,
Bruselas y Washington en busca de protección contra las
importaciones. Eso también ha ocurrido en otros
períodos de desaceleración, pero esta vez las
restricciones pueden ser más perjudiciales debido a la
naturaleza
global de la crisis económica.

En los años 80, Japón podía darse
el lujo de no desquitarse contra las cuotas que Estados Unidos
impuso sobre su acero y autos porque
su economía iba viento en popa. La crisis actual no tiene
claros vencedores, lo que hace mucho más difícil
que un gobierno ponga la otra mejilla.

La predilección actual por lanzar grandes
paquetes de estímulo fiscal también puede ir
asociada al proteccionismo, a medida que cada país busca
asegurar el beneficio de sus industrias. Los demócratas en
el Congreso de EEUU y sus aliados tratan de imponer
cláusulas que sólo permitirían la
inversión en firmas estadounidenses. Esta postura ya
empieza a generar reclamos de parte de las autoridades europeas.
"El libre comercio no existe", dice Daniel DiMicco, presidente
ejecutivo de la siderúrgica Nucor Corp. y un defensor de
las medidas que favorecen a las empresas estadounidenses. "Todo
comercio es manejado".

La protección comercial puede agudizar los
problemas económicos y ahogar un potencial motor de
crecimiento en momentos en que el consumo y la
inversión están en franco declive a nivel global.
El Banco Mundial
prevé que el comercio global se contraerá 2,1% este
año, el primer declive desde 1982.

Aunque los acuerdos de libre comercio han reducido
ampliamente los aranceles, no
han hecho mucho para combatir el proteccionismo. Bajo las reglas
de la Organización Mundial de Comercio, los
países establecen niveles arancelarios formales, que
suelen ser bastante altos, y luego aplican aranceles más
bajos. Esa estrategia les da margen de maniobra para elevar los
aranceles sin violar las reglas de la OMC.

Ecuador, por ejemplo, anunció un alza
generalizada de aranceles en varios sectores, aumentando los
impuestos sobre algunos tipos de carne importada de 25% a 85,5%.
India aumentó los aranceles sobre el acero, mientras
Rusia, que no es miembro de la OMC, elevó los aranceles
sobre los autos importados.

Las industrias también han empezado a recurrir a
acciones legales contra sus competidores que cuentan con
determinados tipos de subsidios de sus gobiernos o que practican
el dumping, o sea,
que venden sus productos por debajo de los precios de mercado.
Cuando un gobierno aprueba una queja, impone aranceles
prohibitivos. Las represalias, a menudo, no se dejan
esperar.

La idea era que la integración de la economía global
dejara obsoletos los casos de dumping. Si una siderúrgica
tiene plantas en EEUU,
India y Brasil, dice la
teoría, no participaría de casos de dumping por
temor a que alguna de sus fábricas fuera afectada. En la
práctica, sin embargo, puede ocurrir lo contrario.
Según un funcionario de la OMC, los casos de dumping se
han vuelto potencialmente más fuertes ya que esa misma
siderúrgica ahora puede entablar quejas en los tres
países contra un rival.

Según la última encuesta de la OMC, 16
países iniciaron 85 procedimientos
antidumping durante el primer semestre de 2008, comparado con 61
investigaciones en 2007. La cifra debería
registrar un aumento acentuado porque la crisis económica
se profundizó en el segundo semestre del año
pasado. Casi la mitad de las quejas tienen que ver con
China.

Otros países han hallado otras formas de bloquear
las importaciones. Indonesia exige que los importadores obtengan
licencias especiales como una forma de controlar la importación de vestuario, calzado y
electrónicos. México ha
amenazado con prohibir el ingreso de algunos tipos de carne de
EEUU, una medida que los productores estadounidenses consideran
una represalia contra las nuevas reglas que exigen que la carne
importada a EEUU lleve un sello que identifique el país de
origen.

"Lo más sorprendente es la cantidad de espacio
dentro del marco legal de la OMC que los países tienen
para aumentar el proteccionismo sin que violen el acuerdo", dice
Gary Hufbauer, experto del Instituto Peterson para la
Economía Internacional, un centro de estudios proclive al
libre comercio. Las normas de la OMC
no exigen que los paquetes de estímulo de los gobiernos
sean abiertos a todos los interesados. Sólo algunos
países, además de la Unión Europea, han
aceptado el código
de la OMC que busca asegurarse de que los contratos
gubernamentales estén abiertos a las firmas extranjeras.
Incluso quienes firmaron el pacto pueden hacer grandes
excepciones, como lo ha hecho EEUU con las compras del
Pentágono y de gobiernos estatales y municipales. Buena
parte del paquete de estímulo del presidente electo Barack
Obama podría excluir a las empresas extranjeras sin violar
las normas de la OMC. El Congreso, asimismo, es un defensor de
ese plan. El rescate de las automotrices fue desarrollado de tal
forma que excluye en gran medida a las automotrices extranjeras,
lo que ha provocado las quejas de la Comisión Europea. Los
legisladores están estudiando un programa de
infraestructura de US$ 85.000 millones que requeriría que
el acero, el hierro y los
bienes
manufacturados que se usen en los proyectos sean
producidos en EEUU.

La única forma de combatir el proteccionismo es a
través de una respuesta global. La cumbre del G-20, el
grupo de 20
países que incluye a las principales economías
industrializadas y emergentes, es un buen foro para alcanzar una agenda
común contra el proteccionismo. Cuando el grupo se
reunió en noviembre, acordó "evitar la
imposición de nuevas barreras" al comercio y la
inversión durante 12 meses. Algunos días
después, India aumentó los aranceles sobre el
acero, el hierro y la soya. Cuando se reúna en marzo, el
G-20 tendrá que esforzarse bastante más para
defender el libre comercio. De lo contrario, los esfuerzos para
sacar a la economía global de la recesión
podrían ser infructuosos.

NAFTA
podría modificarse (BBCMundo – 14/1/09)

El presidente de México, Felipe Calderón,
dejó abierta el martes la posibilidad de iniciar
discusiones acerca de posibles cambios en el Tratado de Libre
Comercio de América
del Norte (NAFTA) un día después de haberse
entrevistado con el presidente electo estadounidense Barack
Obama.

Al gobierno mexicano le preocupan las promesas de
campaña de Obama de que renegociaría el tratado con
México y Canadá.

Después de su último encuentro con el
presidente George W. Bush en la Casa Blanca antes de que entregue
el cargo a Obama, Calderón resaltó la importancia
del NAFTA como mecanismo generador de empleos.

"Como ayer indiqué al presidente electo Obama,
estamos dispuestos a construir sobre la base de lo que ha logrado
el tratado de libre comercio para poder enfocarnos a mejorar los
beneficios del intercambio comercial", señaló
Calderón junto a Bush en la Oficina
Oval.

Calderón señaló que estaría
dispuesto a "revisar como siempre hemos estado dispuestos,
aspectos que preocupan no sólo a los americanos
(estadounidenses) sino a los mexicanos".

El sector laboral de EEUU,
uno de los principales baluartes de la campaña
presidencial de Obama, se ha quejado de que el NAFTA ha generado
pérdidas de empleos en los grandes estados
industriales.

Sin embargo, Calderón señaló tras
el triunfo de Obama en noviembre que cualquier restricción
al comercio
internacional únicamente alentaría a más
mexicanos a ingresar a EEUU como indocumentados.

Por su parte, Obama hizo hincapié en que se
esforzaría por fortalecer los vínculos de EEUU con
México, pero se abstuvo de emitir comentarios sobre el
NAFTA en la rueda de prensa posterior al encuentro del lunes con
Calderón.

En todo caso, el corresponsal de la BBC en Washington,
Carlos Chirinos, indicó que el presidente Calderón
dijo tras su encuentro con Obama esta semana, que espera que con
el nuevo gobierno estadounidense se abra una época de
cooperación extraordinaria entre ambos
países.

La cooperación entre EEUU y México en el
combate al narcotráfico también saltó a
la luz pública en las reuniones de Calderón con
Obama y Bush.

Obama respaldó la continuación de la
Iniciativa de Mérida, un plan de lucha al
narcotráfico acordado entre ambos países en 2007, y
prometió ayudar a frenar el tráfico de armas de EEUU a
México.

Bush por su parte señaló que "los
estadounidenses están preocupados con la batalla que se
lleva a cabo en México. Quiero que nuestros ciudadanos
entiendan que este hombre está consciente de la
responsabilidad del gobierno de garantizar la seguridad".

Sin embargo lo que más llamó la atención fue el llamado del presidente
estadounidense para que se reduzca el consumo de drogas.

"Cuanto menos drogas consumamos, menos presión
habrá en México. Tenemos la responsabilidad de
prevenir que las armas pasen de EEUU a México", dijo
Bush.

– Tribuna: Primer plano Paul Krugman – Ideas para Obama
(El País – 18/1/09)

La semana pasada, al presidente electo Barack Obama le
pidieron que respondiese a los escépticos que afirman que
su plan de estímulo no bastará para ayudar a la
economía. Obama respondió que quiere oír
ideas sobre "cómo gastar dinero de manera eficiente y
eficaz para hacer que arranque la economía". Pues bien,
entraré al trapo, aunque como explicaré en breve,
la metáfora del "arranque" es parte del
problema.

En primer lugar, Obama debería descartar su
propuesta de dedicar 114.000 millones de euros a subvenciones
fiscales a empresas, lo cual no ayudaría mucho a la
economía. Lo ideal sería que desechase
también el recorte propuesto de 114.000 millones de euros
en impuestos sobre la renta, aunque soy consciente de que fue una
promesa electoral.

El dinero no despilfarrado en recortes de impuestos
inútiles podría usarse para proporcionar más
ayuda a los estadounidenses con problemas: aumentar las prestaciones
de desempleo, ampliar el Medicaid (asistencia médica a
personas sin recursos) y
más. ¿Y por qué no iniciar ya las
subvenciones para seguros
-probablemente a un ritmo de 75.000 millones de euros o
más al año- que serán esenciales si queremos
una atención sanitaria universal?

Pero lo principal es que Obama necesita ampliar su plan.
Para entender por qué, echen un vistazo a un nuevo informe
de su propio equipo económico.

El sábado 10 de enero, Christina Romer, futura
directora del Consejo de Asesores Económicos, y Jared
Bernstein, que será economista jefe del vicepresidente,
publicaban cálculos sobre lo que se conseguirá con
el plan económico de Obama. Su informe es razonable e
intelectualmente honrado, un cambio que se agradece
después de las farragosas matemáticas de los últimos ocho
años. Pero también deja claro que el plan se queda
muy escaso respecto a lo que la economía
necesita.

De acuerdo con Romer y Bernstein, el plan de Obama
alcanzará su máximo impacto en el cuarto trimestre
de 2010. Proyectan que, sin el plan, la tasa de desempleo en ese
trimestre sería de un desastroso 8,8%. Pero incluso con el
plan, el desempleo sería del 7%, aproximadamente como en
la actualidad.

En el informe se afirma que, después de 2010, los
efectos del plan desaparecerán rápidamente. Sin
embargo, la tarea de impulsar la plena recuperación no
quedaría rematada: la tasa de desempleo se
mantendría en un doloroso 6,3% en el último
trimestre de 2011.

Es cierto que la previsión económica es
una ciencia inexacta, en el mejor de los casos, y las cosas
podrían ir mejor de lo que predice el informe. Pero
también podrían ir peor. En el informe se reconoce
que "algunos analistas particulares prevén que las tasas
de desempleo llegarán al 11% si no se toma ninguna
medida". Y yo coincido con Lawrence Summers, otro miembro del
equipo económico de Obama, que recientemente declaraba:
"En esta crisis, hacer demasiado poco plantea una mayor amenaza
que hacer demasiado". Por desgracia, ese principio no se refleja
en el plan actual.

¿Cómo puede entonces Obama hacer
más? Incluyendo en su plan mucha más
inversión pública, lo cual será posible si
adopta un punto de vista más a largo plazo.

El informe de Romer y Bernstein reconoce que "un
dólar de gasto en infraestructuras es más eficaz
para crear puestos de trabajo que un dólar de rebajas
fiscales". Sin embargo, sostiene que "en un marco temporal corto,
la inversión pública que puede efectuarse con
eficacia tiene
un límite". ¿Pero por qué tiene que ser
corto el marco temporal?

Por lo que yo sé, los planificadores de Obama se
han centrado en proyectos de
inversión que impulsarán el empleo sobre todo a
lo largo de los próximos dos años. Pero dado que es
probable que el desempleo siga siendo elevado mucho más
allá de esa ventana de dos años, el plan
debería incluir también proyectos de
inversión a más largo plazo.

Y hay que tener en cuenta que incluso un proyecto que
surta su mayor efecto en, pongamos, 2011, puede proporcionar un
significativo respaldo económico en años
anteriores. Si Obama abandona la metáfora del "arranque",
si acepta el hecho de que necesitamos un programa plurianual
más que un efímero brote de actividad, puede crear
muchos más puestos de trabajo mediante la inversión
pública, incluso a corto plazo.

Aun así, ¿no debería Obama esperar
una prueba de que hace falta un plan de miras más anchas y
a más largo plazo? No. Ahora mismo la parte del plan de
Obama relativa a la inversión está limitada por una
escasez de
proyectos listos para empezar de inmediato. Si Obama da su visto
bueno ahora, podría haber en marcha mucha más
inversión para finales de 2010 o 2011; pero si tarda mucho
en decidirse, esa oportunidad habrá
desaparecido.

Una cosa más: incluso con el plan de Obama, el
informe de Romer y Bernstein predice una tasa de desempleo media
del 7,3% en los próximos tres años. Es un
porcentaje que da miedo, suficientemente elevado como plantear un
verdadero riesgo de que la economía estadounidense quede
atrapada en una trampa deflacionaria como la de
Japón.

Por lo tanto, mi consejo al equipo de Obama es que se
olviden de rebajar los impuestos a las empresas y, lo más
importante, que afronten la amenaza de hacer demasiado poco
haciendo más. Y la forma de hacer más es dejar de
hablar de arranques y contemplar con más amplitud de miras
las posibilidades para la inversión
pública.

(Paul Krugman es columnista del diario "The New York
Times". © New York Times News Service, 2009)

– Tribuna: Laboratorio de ideas Joseph E. Stiglitz – El
camino escabroso hacia la recuperación (El País –
18/1/09)

Hoy existe un consenso de que la recesión de
Estados Unidos -que ya lleva un año- probablemente sea
extensa y profunda, y que casi todos los países se
verán afectados. Siempre pensé que la noción
de que lo que sucediera en Estados Unidos estaría
desacoplado del resto del mundo era un mito. Los
acontecimientos lo están confirmando.

Afortunadamente, Estados Unidos por fin tiene un
presidente que de alguna manera entiende la naturaleza y la
gravedad del problema y que se comprometió a implementar
un fuerte programa de estímulo. Esto, junto con la
acción concertada de los Gobiernos en otras partes,
hará que la depresión sea menos severa de lo que
sería si no fuera así.

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), que
ayudó a crear los problemas mediante una
combinación de liquidez excesiva y regulación laxa,
intenta enmendar las cosas inundando la economía de
liquidez -una medida que, en el mejor de los casos, simplemente
impidió que las cosas fueran peor de lo que son-. No
sorprende que quienes ayudaron a crear los problemas y no vieron
venir el desastre no hicieran un buen trabajo a la hora de
resolverlo. Por ahora, ya está establecida la dinámica de la caída y las cosas se
pondrán peor, no mejor.

De alguna manera, la Fed se parece a un conductor ebrio
que, al darse cuenta de repente de que se está saliendo
del camino, empieza a conducir alocadamente de un lado a otro de
la ruta. La respuesta a la falta de liquidez es cada vez
más liquidez. Cuando la economía empiece a
recuperarse y los bancos comiencen a prestar,
¿podrán drenar suavemente la liquidez del sistema?
¿Estados Unidos se enfrentará a un brote de
inflación? ¿O, más probablemente, en otro
momento de exceso, la Reserva Federal reaccionará
exageradamente, cortando la recuperación de raíz?
En vistas del trazo confuso exhibido hasta ahora, no podemos
tener mucha confianza en lo que nos aguarda.

Aún así, no estoy seguro de que haya un
reconocimiento suficiente de algunos de los problemas subyacentes
que enfrenta la economía global, sin el cual la
recesión global actual quizá no dé lugar a
un crecimiento robusto -no importa el buen trabajo que realice la
Fed.

Durante mucho tiempo, Estados Unidos
desempeñó un papel importante a la hora de mantener
en funcionamiento la economía global. El libertinaje de
Estados Unidos -el hecho de que el país más rico
del mundo no pudiera vivir con sus propios medios- fue muchas
veces criticado. Pero tal vez el mundo debería estar
agradecido, porque sin el libertinaje norteamericano, la demanda agregada
global habría sido insuficiente. En el pasado, los
países en desarrollo cumplían este papel a
través de un déficit comercial y fiscal. Pero
pagaron un precio alto, y ahora están de moda la
responsabilidad fiscal y las políticas monetarias
conservadoras.

De hecho, muchos países en desarrollo, temerosos
de perder su soberanía económica en manos del FMI
-como ocurrió durante la crisis financiera asiática
de 1997-, acumularon cientos de miles de millones de
dólares en reservas. El dinero que
se dedica a reservas es ingreso que no se gasta.

Es más, la creciente desigualdad en la
mayoría de los países del mundo implicó que
el dinero pasó de quienes estaban dispuestos a gastarlo a
quienes están tan bien que, por más que lo
intenten, no pueden gastarlo todo.

El apetito interminable de petróleo del mundo, más allá
de su capacidad o voluntad para producirlo, aportó un
tercer factor. Los crecientes precios del petróleo
transfirieron dinero a los países ricos en
petróleo, contribuyendo nuevamente a la inundación
de liquidez. Si bien por ahora se desinflaron los precios del
petróleo, una recuperación robusta haría que
se dispararan otra vez.

Durante un tiempo, la gente hablaba casi favorablemente
de la inundación de liquidez. Pero esto sólo fue la
otra cara de lo que había preocupado a Keynes -una
insuficiente demanda
agregada global-. La búsqueda de retornos
contribuyó al apalancamiento y a la aceptación
imprudente de riesgos subyacentes a esta crisis.

El Gobierno de Estados Unidos, durante un tiempo,
compensará el ahorro creciente de los consumidores
norteamericanos. Pero si los consumidores de Estados Unidos pasan
de un nivel prácticamente cero de ahorro como
tenían a un modesto 4% o 5% del PBI, entonces el efecto
desalentador sobre la demanda (además del que resulte de
las caídas en la inversión, las exportaciones y los
gastos de los
Gobiernos estatales y locales) no se verá plenamente
compensado ni siquiera por los programas más grandes de
gasto del Gobierno. En dos años, los Gobiernos,
conscientes de los gigantescos aumentos de la carga de la deuda
como resultado de los megarrescates y los asombrosos
déficits, se verán presionados a arrojar excedentes
primarios (donde el gasto del Gobierno neto de pagos de intereses
es menor que los ingresos).

Hace pocos años se le tenía miedo al
riesgo de un desdoblamiento desordenado de los "desequilibrios
globales". La crisis actual puede ser vista como parte de eso,
pero es poco lo que se está haciendo respecto de los
problemas subyacentes que dieron origen a esos desequilibrios. No
sólo necesitamos estímulos temporales, sino
soluciones a
más largo plazo. No es que exista una escasez de
necesidades; es sólo que quienes podrían satisfacer
esas necesidades tienen una escasez de fondos.

Primero: necesitamos revertir las tendencias
preocupantes de una creciente desigualdad. Una carga tributaria
más progresiva sobre los ingresos también
ayudará a estabilizar la economía a través
de lo que los economistas llaman "estabilizadores
automáticos". También ayudaría si los
países desarrollados avanzados cumplieran con sus
compromisos de ayudar a los más pobres del mundo
aumentando sus presupuestos
de ayuda exterior al 0,7% del PBI.

Segundo: el mundo necesita enormes inversiones si
ha de responder a los desafíos del calentamiento
global. Los sistemas de transporte y
los patrones de vida deben cambiarse
drásticamente.

Tercero: se necesita un sistema de reservas global.
Tiene poco sentido que los países más pobres del
mundo les presten dinero a los más ricos a tasas de
interés bajas. El sistema es inestable. El sistema de
reservas en dólares está deshilachándose,
pero probablemente sea reemplazado por un sistema
dólar/euro o dólar/euro/yen que es incluso
más inestable. Las emisiones anuales de una moneda de
reserva global (lo que Keynes llamaba Bancor o el Fondo Monetario
Internacional llama DEG) podrían ayudar a estimular la
demanda agregada global, y utilizarse para promover el desarrollo
y encarar los problemas del calentamiento global.

Este ejercicio será lúgubre. El
interrogante que necesitamos formularnos ahora es:
¿cómo podemos mejorar las posibilidades de que
finalmente logremos una recuperación robusta?

(Joseph E. Stiglitz es profesor de Economía en la
Universidad de Columbia y Premio Nobel de Economía en
2001. Copyright: Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org)

– Vuelve la mano visible del Estado (El Confidencial –
21/1/09)

(Por Carlos Sánchez)

Más claro no se puede decir. Ni probablemente en
mejor foro. Pero lo cierto es que, por primera vez desde el New
Deal de Roosevelt, un presidente de EEUU cuestionó ayer la
capacidad del libre mercado -sin la intervención de los
poderes públicos- para asignar eficientemente los recursos
económicos. "Esta crisis -dijo Obama- nos ha recordado a
todos que sin vigilancia, el mercado puede descontrolarse, y que
una nación
no puede prosperar durante mucho tiempo si favorece sólo a
los ricos".

¿Quiere decir esto que estamos ante un
líder radical convencido de que hay que intervenir de
forma decisiva en la economía? No parece que esa sea su
intención. Obama hizo ayer un ejercicio de pragmatismo
económico. Consciente de que EEUU sigue siendo un
país conservador. Su intención es gobernar una
nueva mayoría social, no sólo parlamentaria, y eso
puede explicar su obsesión por el equilibrio.
Por satisfacer a casi todos. Por situarse por encima de las
ideologías. Pero partiendo de un principio irrenunciable
en EEUU: el poder del mercado "para generar riqueza y expandir la
libertad no
tiene rival".

A partir de este principio, el discurso económico
de Obama, estuvo lleno de realismo.
Intentando convencer a los estadounidenses de que las discusiones
sobre el tamaño del sector
público o sobre si hay que regular el mercado, son
estériles, pertenecen a un tiempo que ya no sirve. "La
pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro Gobierno es
demasiado grande o pequeño, sino si funciona para ayudar a
las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente". O si
funciona para que puedan pagar "los cuidados que necesitan y una
jubilación digna". Es decir, una nueva versión del
célebre "gato negro, gato blanco: lo importante es que
cace ratones", que popularizó Felipe González tras
un viejo a China. Pero a escala planetaria.

Si algo está claro tras el discurso de Obama es
que EEUU no renuncia a ser la locomotora mundial, aunque haya que
reconocer la gravedad de la crisis. Si en España el
Gobierno tardó meses en reconocer la que se venía
encima, Obama arrancó ayer su discurso sin tapujos.
"Nuestra economía está gravemente debilitada como
consecuencia de la codicia y de la irresponsabilidad de algunos;
pero también por el fracaso colectivo a la hora de elegir
opciones difíciles y de preparar a la nación
para una nueva era". Obama en estado puro. Sin rodeos y con la
bandera del cambio como eje de su actuación. Destrozando
algunos tabúes instalados en EEUU en la era Bush. La
imposibilidad de luchar contra el cambio climático porque
pone en peligro la competitividad
del país.

Energías renovables

Obama, por el contrario, dejó bien claro que
está dispuesto a utilizar "el sol, el viento
y la tierra para
alimentar a nuestros automóviles y hacer funcionar
nuestras fábricas". Es decir, utilizando energías
renovables frente al consumo de energías fósiles,
de uso intensivo durante el mandato de la anterior
Administración por la influencia de los lobbies petroleros
texanos sobre el ex presidente Bush. "Transformaremos nuestras
escuelas y universidades para hacer frente a las necesidades de
una nueva era", dijo Obama.

Guiño a los ecologistas pero también a
quienes apuestan por el gasto público como nuevo motor del
crecimiento. "Construiremos carreteras y puentes, las redes eléctricas y
las líneas digitales que alimentan nuestro comercio y nos
mantienen unidos. Pondremos a la ciencia en
el lugar donde se merece y aprovecharemos las maravillas de la
tecnología para aumentar la calidad de la
sanidad y reducir su coste", aseguró.

¿Qué hay de su compromiso electoral de
universalizar la asistencia sanitaria para 40 millones de
norteamericanos que no tienen dinero para pagarse un seguro
privado? En el discurso no hay rastro de esa promesa. Pero hay
que tener en cuenta que tampoco el escenario era el más
adecuado para bajar al detalle. Se trataba tan sólo de
enunciar los principios. Obama dijo que lograr ese objetivo no es
una cuestión de caridad, sino que hunde sus raíces
en la necesidad de alcanzar la prosperidad de la nación
"dando mayores oportunidades" a todos los
estadounidenses.

Pero también un mensaje a navegantes. No
mencionó el "célebre sangre, sudor y
lágrimas" que prometió Churchill a los
británicos en la II Guerra Mundial,
pero sí dejó bien claro que "el tiempo del
inmovilismo, de la protección de intereses limitados y de
aplazar las decisiones desagradables ha pasado". Y lo dice en un
país en el que toda la industria pide
dinero al Gobierno para salvarse de la bancarrota. Y en el que
ningún Gobierno, en los últimos años, ha
adoptado medidas impopulares.

"A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el
polvo y volver a empezar la tarea de rehacer Estados Unidos".
Palabra de presidente.

– Roubini: "El sistema bancario está en quiebra"
(El Confidencial – 21/1/09)

Nouriel Roubini. Su palabra va a misa en los mercados
financieros y ayer, lo volvió a demostrar. El pánico
se apoderó una vez más de las bolsas
estadounidenses y de los valores
financieros después de que el gurú del credit
crunch, Nouriel Roubini, hablara ayer de quiebra sector bancario
estadounidense.

"Los problemas de Citi, Bank of America y otros sugieren
que el sistema está en bancarrota. En Europa sucede lo
mismo", fueron las palabras lanzadas ayer en Dubái y
recogidas por Bloomberg, por este profesor de Economía en
la Universidad de Nueva York que predijo la crisis financiera
internacional y que alertó de que lo peor estaba
aún por llegar.

Roubini estimó que "las pérdidas
crediticias podrían alcanzar máximos de 3,6
billones de dólares para las entidades estadounidenses. De
ser así, eso significa que el sistema financiero es
efectivamente insolvente porque los bancos parten con una
posición de capital de 1,4 billones. Estamos ante una
crisis bancaria sistémica", fueron sus
palabras.

En las últimas sesiones, las bolsas europeas han
caído con fuerza arrastradas por el sector financiero a
medida que los mercados observan que los esfuerzos de los
gobiernos para restablecer la confianza en la industria
financiera no conseguirán evitar un empeoramiento de la
recesión mundial. Hoy, el pánico vendedor se repite
de nuevo en Europa tras el batacazo de ayer de Wall
Street.

Las pérdidas y las provisiones de las entidades
financieras en todo el planeta han superado el billón de
dólares desde que el mercado hipotecario subprime de
Estados Unidos colapsara en 2007, según estimaciones de
Bloomberg. Unas cifras que siguen saliendo a la luz. Bank of
América, el mayor banco de Estados
Unidos por activos, anunció el viernes pasado
pérdidas trimestrales de 1.790 millones de dólares,
las primeras desde 1991 y recibió 138.000 dólares
de emergencia de las arcas públicas.

Citigroup, por su parte, anunció un agujero en el
cuarto trimestre de 2008 de 8.290 millones, despidiendo el peor
año de su historia. Asimismo anunció la
división del grupo, su desguace en dos bajo el plan de su
CEO Vikram Pandit para reflotar el grupo.

"El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se
verá obligado a utilizar hasta un billón de
dólares de fondos públicos para recapitalizar el
sector financiero, después de los 350.000 millones de
dólares inyectados por la administración Bush", en
declaraciones de Roubini a Bloomberg. El Congreso de Estados
Unidos aprobó el año pasado un plan de rescate
millonario de 700.000 millones de dólares, de los cuales,
la mitad todavía no se han distribuido.

– Los bancos se hunden en bolsa: Roubini vaticina la
quiebra del sector (El Confidencial – 21/1/09)

Los bancos no consiguen remontar el vuelo en bolsa. El
pesimismo y la desconfianza se han instalado en torno a un sector
herido por la crisis financiera y al que las medicinas
suministradas por los diferentes Gobiernos del planeta
-inyecciones de capital, nacionalizaciones, etc.-, no consiguen
curar. Tal es la gravedad de la crisis que el gurú del
credit crunch, Nouriel Roubini, vaticinó ayer desde
Dubái la bancarrota del sistema bancario a ambos lados del
Atlántico. "Los problemas de Citi, Bank of America y otros
sugieren que el sistema está en bancarrota. En Europa
sucede lo mismo", fueron sus palabras, que cayeron ayer como una
bomba sobre Wall Street, provocando el derrumbe de valores como
State Street (-59%) o Bank of America (-29%). La reacción,
primero en Asia y ahora en
Europa, no se ha hecho esperar. Los bancos vuelven a caer a
plomo.

"El globo de la fiesta estalló. Tristemente el
rally que esperábamos por (la investidura) de Barack Obama
parece que se ha quedado en pólvora mojada. El sector
bancario se encuentra en un estado grave. No podía haber
elegido un momento peor para tomar posesión del cargo",
comenta a Reuters Justin Urquhart Stewart, director de Seven
Investment Management.

Los bancos británicos se llevan el golpe
más duro. Barclays se hunde cerca de un 20%. La entidad ha
visto cómo desde principios de enero se ha evaporado
más de un 60% de su valor en bolsa. No pintan mejor las
cosas para Lloyds Bank, con pérdidas del 13% que
sitúan sus acciones en mínimos de diez años.
Ayer, Exane BNP Paribas señalaba en una nota a los
mercados, que ambas entidades tenían un 25% de
probabilidades de pasar a manos públicas, mientras que
hoy, un asesor del primer ministro británico Gordon Brown,
y presidente del comité selecto del Tesoro, John McFall ha
abogado hoy por la completa nacionalización de Lloyds y
Royal Bank of Scotland en vista del desplome de sus
acciones.

Royal Bank of Scotland abría este lunes la Caja
de Pandora al anunciar las mayores pérdidas de la historia
empresarial del Reino Unido, que ese mismo día anunciaba
su segundo y ambicioso plan de rescate del sector financiero que,
al tenor de los acontecimientos, parece haber caído en
saco roto.

No pintan mejor las cosas fuera de las islas. Deutsche
Bank pierde más de un 5% tras conocerse que dos de sus
hedge funds registraron pérdidas masivas en 2008. BNP
Paribas cede más del 4% e Intesa San Paolo, un
5,8%.

En España, Santander y BBVA amplían la
caída al 3,7% y al 4,3%, respectivamente. Desde que
comenzó el año, los dos gigantes bancarios europeos
acumulan una caída superior al 20% y han arrastrado tras
de sí al Ibex 35, con pérdidas anuales que ya
superan el 10%. El selectivo español se
deja en los primeros compases más del 1% y se sitúa
en mínimos anuales ligeramente por encima de los 8.100
puntos y se asoma a los mínimos de noviembre. "El
selectivo está tanteando el soporte de los 8.100 puntos y
no descartamos que lo perfore en próximas sesiones
pudiendo encontrar nuevos soportes en torno a los 8.000 o incluso
7.700 puntos", comenta un operador a Reuters.

Las primeras sesiones alcistas del año han
quedado en el olvido y las principales plazas europeas acumulan
ya pérdidas anuales que superan el 10%.

– El mejor ministro de Economía del mundo se
encuentra en… Indonesia (El Confidencial –
21/1/09)

(Por Ángel Villarino/Kuala Lumpur –
Malasia)

¿Es posible salir airoso de la crisis más
globalizada de todos los tiempos? Sri Mulayani Indrawati,
ministra de Finanzas de
Indonesia, está convencida de ello. Las cifras que baraja
su gabinete refuerzan su optimismo, una impresión que
comparten también varios banqueros e inversores
extranjeros. El dato más sorprendente viene el primero: de
todas las economías en desarrollo, Indonesia es la
única que no espera un frenazo brusco en 2009. Así,
si el año pasado creció un 6 por ciento, el
Gobierno prevé superar el 5,5 en el presente ejercicio.
Una etiqueta envidiable incluso para Asia, continente donde la
crisis está siendo algo menos dramática que en
Europa o Norteamérica.

Las cifras de Indonesia han llamado la atención
de la revista
Newsweek. Tanto, que la publicación estadounidense
identificaba el país como uno de los "ganadores de la
recesión mundial", codeándolo nada menos que con
John Paulson, Nassim Nicholas Taleb (Universa), Toyota,
Wall-Mart, Gordon Brown, Lula da Silva, Peter Schiff y Hyman
Minsky, entre otros. En la categoría de "naciones", los
otros nombres propios a los que Newsweek dedicó elogios
gravitan también en la órbita asiática:
India, que gracias a su mercado interno y a la buena salud de sus industrias
tecnológicas seguirá creciendo un 5-%; y China,
donde a pesar del paro y la creciente confrontación
social, mantiene una envidiable progresión
macroeconómica. Esta última observación es quizá la más
discutible del ranking, teniendo en cuenta lo que están
sufriendo las exportaciones chinas (que suponen más de la
mitad de su PIB) por la caída de la demanda en
Occidente.

Dejando a un lado las clasificaciones de la revista
norteamericana, es cierto que Mulayani, la ministra de finanzas,
ha recibido atenciones y elogios constantes en la prensa
económica del Sudeste Asiático. Sus méritos
lucen doblemente: por ser mujer en un
país de mayoría musulmana y porque la clase
política indonesia está considerada una de las
más inoperantes y viciadas del mundo, tanto que ocupa un
deshonroso puesto 126 en la lista de transparencia administrativa
elaborada cada año por "Internacional
Transparency".

Y es precisamente en ese frente donde se distinguen los
mayores méritos que se le reconocen a la ministra: sus
esfuerzos por regular la economía y por acabar con los
viejos vicios de la era Suharto han disparado la
recaudación de impuestos, que el año pasado fue
hasta un 50% más que en ejercicios anteriores. Quienes
glosan su carisma repiten una anécdota que, al parecer,
tuvo lugar al poco de aceptar el cargo. Poco después de
entrar al ministerio, Mulayani llamó a su despacho a un
veterano asesor y le preguntó cómo era posible que
su hija estudiase en Estados Unidos con un sueldo como el suyo.
No hubo respuesta, porque todos la conocen: en países como
Indonesia el salario de los
cargos políticos es meramente anecdótico, el
último de los incentivos.

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