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Aproximación a un debate de la naturaleza y sentido de la Democracia desde la Dimensión filosófica (página 2)



Partes: 1, 2

Por eso la opción es la sociedad
democrática en la que "el hombre
puede encontrar su propia plenitud a través de la entrega
sincera de si mismo a los demás"-. Bergson escribió
"La democracia es
de esencia evangélica y tiene por principio el
amor".10

"Ante todo se debe aceptar que la Democracia no
es un absoluto ni un proyecto sobre el
futuro: es un método de
convivencia civilizada. No se propone cambiarnos ni llevarlos a
ninguna parte; pide que cada uno sea capaz de convivir con el
vecino, que la minoría acepte la voluntad de la
mayoría, que la mayoría respete a la minoría
y que todos preserven y defiendan los derechos de los individuos".
Lo ha expresado con claridad.
11

Octavio Paz

Una
acotación necesaria

Esta aparente modestia de objetivos (en
realidad no hay proyecto políticamente más
ambicioso que el que sea compatible con la cordura). Siempre le
resulta decepcionante al frenético, al visionario, al
devoto de valores
absolutos, sea el orden, la libertad o la
justicia.
Tampoco al que sueña con el "Hombre nuevo",
el más vacuo de los mitos y que ha
servido como coartada para liquidar masas inocentes de hombres,
mujeres y niños
"Del plan antiguo" a
lo largo de los siglos. La democracia no tiene como objetivo
regenerar al hombre, si no
posibilitar institucionalmente el cumplimiento autónomo y
sociable de su condición indivisa, irrepetible. El hombre
así puede ser bueno, malo o regular; extirpar esta
ambigüedad moral de su
destino no lo mejora sino que lo destruye. Creemos que se
diferencia al demócrata del anti demócrata, no
porque el primero tiene más fe que el segundo en la
democracia, sino por que tiene menos. El anti demócrata le
supone a la misma como ideal, unos efectos sorprendentes y
milagrosos sobre la especie humana, que no puede tolerar sin
amarga decepción, para él la democracia no basta,
siempre debe llevar a algo más: debe garantizar la dicha
de los ciudadanos, su salud física y
psíquica, su tranquilidad espiritual, su prosperidad
económica, su virtud religiosa. De ahí que toda
democracia históricamente instaurada le parezca corrupta,
insuficiente, pervertida y que no vea otro tratamiento que no sea
alguna cirugía autoritaria para corregir el
desvío.

La pregunta por la naturaleza y
sentido de la democracia, no es cuestión que interese a la
rama política de la filosofía, sino a la filosofía en si
misma como tal fue la democracia requisito histórico para
su origen y es condición permanente, indispensable,
inexcusable-de su pleno ejercicio. También en las
autocracias pos helénicas, en las monarquías
absolutas, en las dictaduras y en las tiranías
totalitarias, el filósofo lo ha sido en cuanto que
ciudadano de la democracia ya una vez inventada para siempre,
aunque transitoriamente suspendida; también como critico
de la democracia, como cuestionador severo de sus insuficiencias
o de sus vicios. Queremos enfatizar que la filosofía
expresa el significado de la democracia, comparten igual destino
en sus búsquedas y fracasos, en su autonomía y en
sus quejas.

Hoy hay un debate
incruento acerca de la vialidad de la democracia y de sus
numerosos modelos, de
que es y no es la verdadera democracia, que si puede darse
democracia política en la sociedad en veloz crecimiento,
que si se puede resguardar realmente contra los embates de el
soborno, nepotismo, partidización, cleptocracia…
por eso a los filósofos, no debería dejar de
interesarles esa amalgama teórica de la democracia,
después de todo la filosofía, no se preocupa tanto
de las cosas que pasan como las que no pasan, y para pensar en lo
que no pasa hay que volver a hacer el recorrido sobre lo que se
supone ya conocido, hacerlo de nuevo presente. No como mera
abstracción retórica sino como reorientación
permanente de esfuerzo histórico, que debe ocuparnos
especialmente en este momento.

¿En
qué consiste la
revolución
democrática?

En convertir a los seres humanos, en cuanto que humanos,
en portadores del sentido político de la sociedad, sirve
de apoyo y aliento de la interpelación filosófica,
que intenta convertir a los individuos en portadores del sentido
racional de la realidad y confluyen ambos intentos de
transformaciones radicales, que permitan a los sujetos, es decir
vanguardias de acciones
significativas, no repartidores de fundamento, meta humano, ni
encarnaciones míticas, episódicas de un orden que
no pueda ser cuestionado. Tanto la democracia como la
filosofía se basan en sujetos que no se dedican a
profetizar, dar órdenes o guardar silencio sino que
discuten y lo más importante, discuten de igual a igual.
Democracia y filosofía son actividades parlantes, que a
sus enemigos les parece tedioso y retórico, pero que
consiste en ofrecer razones y atender mediante la
colaboración dialéctica, la siempre revocable
verdad política y la también cuestionable (nunca
absoluta e inapelablemente cierta) verdad
teórica.

La democracia descarta al ancíen régimen
que interpretan e imponen las leyes eternas de
la divinidad, caudillos carismáticos, familias
privilegiadas, colectivismos unanimistas y uniformizadores,
basados en la nación,
la etnia, raza,
en resumen cualquier intento de naturalización o
teocratización del principio político. Pero
también confronta de antemano la moderna primacía
efectivamente excluyente de los técnicos, de los expertos
en decidir por los ciudadanos que ellos creen predestinados a
obedecer decisiones ajenas de los entramados económicos de
todo pelaje. Por su parte la filosofía desautoriza a los
portadores del oráculo, los fabuladores, los adivinos, los
predicadores de dogmas de fe y obediencia, los que no conocen
mayor argumentación que la autoridad
académicamente refrendada, los poseedores de habilidades
instrumentales que aconsejan renunciar a la teoría,
los gestores de una eficacia
entendida como verdad.

Razón de más para recordar contra viento y
marea la vigencia ideal de esos principios.
Parafraseando lo que dijo el derribado Don Quijote, que
no era demócrata ni filosofo, cuando le pidieron con la
lanza al cuello que desmintiera el ideal de belleza de Dulcinea
por la que vivía y luchaba: manifestó "No es bien
que nuestra flaqueza defraude esta verdad
".12

El tiempo
mítico y ciclos infrangibles

Paseémonos por la invención
política de individuo,
pues es la fundamental aportación de la democracia incluso
el apellido de "Política" es innecesario, por que antes
del protagonismo del individuo hay hordas, tribus, comunas,
monarquías faraónicas, imperios, caudillos,
historia,
incluso; pero política no. La política aparece con
la democracia, es decir con la autonomía social de los
individuos, y lo que retrospectivamente llamamos política
en los momentos pre democráticos se debe, precisamente, a
la exaltación, a la individualidad, en Reyes, Faraones,
Monarcas y demás, a costa de la des individualizada
sociedad que los sostenía: de modo que la
protopolítica la hicieron unos cuantos Mesías
exaltados. Solo esos Príncipes tenían a nombre
propio derecho a una tumba con su debido (mausoleo, al parentesco
con los Dioses). Los primeros individuos son divinos y las
ciudades que fundaron reciben el nombre de su celeste
individualidad.

Una de las mejores investigadoras hispanas de este
fenómeno, María Zambrano, lo consigna así en
persona y
democracia: "El individuo, en tanto que único, aparece
pues bajo una mascara no humana: es sobrehumano en virtud de una
divinidad que le sitúa aparte y sobre los demás
hombres".13 Como sentencio Oscar Wilde, "La evolución es ley de vida y no
existe evolución que no sea hacia el individualismo".14 De
esa evolución en un lugar espiritualmente privilegiado que
fue La Grecia antigua
(su privilegio espiritual se debió sobre todo, a la
intersección de culturas y al mestizaje, múltiple
confrontación de diferencias, fecunda por el consiguiente
escepticismo que comporta sobre lo que uno es y luego sobre lo
que es todo lo demás). No hace falta recordar que la
democracia griega era aún muy restringida, pues dejaba
fuera a las mujeres, a los metecos y a los esclavos.

Sin duda el individuo como tal, en su realidad de hecho
aunque sin autonomía de derecho, en tanto "Sustancia
individual de naturaleza racional" como diría algún
filosofo escolástico, preexiste al acuña miento de
la formula democrática. Pero en este encuentra una
posibilidad nunca antes estrenada.

Regresemos de nuevo a María Zambrano: "Individuo
humano los ha habido siempre, más no ha existido, no ha
vivido ni actuado como tal hasta que ha gozado de un tiempo suyo,
de un tiempo propio".15 No el tiempo mítico de los ciclos
infrangibles, el tiempo irreversible, el que no vuelve. Ese
tiempo a escala humana no
se refleja en los mitos, sino en las tragedias: y por supuesto,
en la obra de los historiadores. Es el tiempo político por
excelencia, es decir, el tiempo de la polis, pero
íntimamente ligado a nuestra naturaleza de seres dotados
de lenguaje.

Pueblo como
facción de la sociedad

Alguien dirá que insistimos demasiado en el
individuo y aún no hacemos mención al pueblo.
También ese concepto de
"Pueblo" requiere un examen más riguroso. En la
mayoría de las ocasiones se presenta al pueblo como
entidad colectiva con dos prejuiciadas características:
por un lado, el pueblo representa una parte de la sociedad, la
más sana, la "Buena" y por lo tanto la única
legítimamente autorizada para decidir
políticamente, contrapuesta a otras secciones "Malas" o
enfermas del conjunto, sean aristócratas, capitalistas,
enemigos de la patria, incrédulos, inmorales, chusma; por
otro lado para saberse parte del pueblo elegido (todos los
pueblos se creen elegidos), el pueblo tiene plena
autonomía porque sus integrantes renuncian a tenerla fuera
de él (de este requisito suelen sentir ser la
excepción los escogidos del pueblo) es decir, los que
hablan en su nombre y de ese modo conservan el suyo propio, como
encarnaciones privilegiadas y "Guías naturales". Esta
concepción del pueblo como facción de la sociedad
con autoridad sobre el todo, apunta ya en planteamientos que nos
vienen de la Grecia clásica: Aristóteles ve en ella la
degeneración demagógica de la democracia (para
él casi inevitable) y el fragmento anónimo-aunque
atribuido a Jenofonte que lleva por titulo Azenaion Politeia, un
panfleto antidemocrático de claro sesgo
oligárquico, las denuncias contra el sistema ateniense
arremeten en la misma dirección.

El sistema democrático se ha distinguido en todas
sus épocas por la abundancia de sus descontentos, frente a
la docilidad resignada o la fervorosa adhesión que han
despertado siempre las autocracias. Vivir en democracia consiste
en saber que uno puede estar ruidosamente descontento del
régimen político en que vive. Como la democracia no
resulta de cumplimiento de un paradigma
ideal preestablecido e indiscutible, sino de la búsqueda
polémica de lo colectivamente más conveniente, la
insatisfacción vital por la tardanza en el logro de lo
mejor. Según aumenta el número de ciudadanos, se
exaspera la frustración de cada uno de ellos. El "Cada
cual" nunca se reconcilia con el "Todos". De ahí el rasgo
señalado por el historiador Francois Furet, como propio de
la democracia y único en la historia
universal: "La capacidad infinita de producir niños y
hombres que detestan el régimen político y social
en el cual nacieron, que odian el aire que
respiran, aunque vivan de él y no hayan conocido
otro".16

Si bien se considera que lo más llamativo de la
revolución
democrática, haya sido en sus comienzos la
igualación de derechos políticos entre los pobres y
los ricos. Para un griego, el que personas obligadas a trabajar
para vivir (no muy lejanas por tanto de la condición de
metecos y de esclavos) intervinieran en la cosa pública al
mismo titulo que los terratenientes y otros ociosos de alto
linaje, resultaba un escándalo que a juicio de los
más conservadores no podía presagiar nada bueno. En
siglos sucesivos, un fenómeno parecido suscito la
pretensión de que tuvieran derecho al voto, los que se
encargaban de tareas serviles, los que no poseían un
determinado nivel de renta, los faltos de educación y
conocimientos, las mujeres y los llegados de tierras forasteras.
Frente a esta alarma de signo oligárquico conservador y
excluyente, emergió la rabiosa apuesta por los
desheredados de el marxismo:
¡La democracia consiste en que manden los de abajo, los de
manos encallecidas, los pobres, los carentes de
instrucción! Que manden ellos y que se tomen su
histórica revancha.17 Ambas actitudes son
reaccionarias, tienen una visión parcial y limitada del
pueblo, y esa visión miope es radicalmente
antidemocrática. No puede haber pueblo contra nadie sino
pueblo con todos. Desde luego, tropieza con la evidencia de la
desigualdad efectiva de patrimonios, condiciones, dotación
intelectual, sexo y
demás. Su apuesta es la de igualar según un
principio superior los derechos políticos de quienes son
de hecho diferentes, según múltiples y relevantes
criterios. Ese principio unificado no puede ser sino la
afirmación de una opinión sobre los seres humanos
en cuanto a tales: seres dotados por igual de razón,
capaces de lenguaje y por lo tanto de comprender lo común
de los intereses aún sin minimizar su importante
diversidad.

Sin embargo la autonomía política de los
individuos reconocida por la isonomía democrática
(igualdad ante
las leyes e igualdad para participar en su promulgación y
en la revocatoria de
las mismas).
Queda ya indicado que lo verdaderamente
revolucionario de la democracia es subsumir todas las
desigualdades efectivas (de rango, aptitudes, raza, familia, sexo,
credo,
educación), bajo una superior igualdad legal y
política.

¿Es el
Estado antitético de la democracia?

A raíz de su famoso examen del sistema
político de Estados Unidos,
Tocqueville concluyo, que los pueblos democráticos aman
más la igualdad que la libertad. Sin embargo, los sistemas sociales
de tendencia efectivamente igualadora no aparecieron en los
países decididamente más democráticos, sino
en regímenes de paternalismo autocrático, como La
Alemania de
Bismarck. Aunque el efecto y la propensión niveladora
parece intrínseca al modelo
democrático por las razones mencionadas, la única
forma de llevarla a cabo es aumentar el volumen
organizativo y coactivo del Estado, lo que
pronto resulta antitético, no solo con la libertad de los
ciudadanos más emprendedores, sino la capacidad de los
mismos para articularse con el Estado en
todas sus instancias, para redistribuir y proteger el Estado,
debe crecer cada vez más apoyado por una estructura
burocrática de especialistas en administrar la indomable
complejidad del mismo. Tales expertos en decidir "Mejor", se
sentirán pronto con la facultad de decidir por los
demás, a contrapelo de que estos decidan por si mismos.
Este peligro de autocracia logra sin embargo que llegue a
convertirse en el ideal de algunos, el Estado mínimo menos
coercitivo y más controlable isonómicamente por los
ciudadanos…, pero la égida de cual la desigualdad
entre las oportunidades sociales de unos y de otros, vuelven a
aumentar peligrosamente. Romper este círculo vicioso no
parece nada fácil.

La democracia nació en pequeñas sociedades:
Aristóteles consideraba que cien mil ciudadanos son una
multitud desmesurada que acaba con cualquier polis. En el
presente los países democráticos abarcan millones
de ciudadanos. Las antiguas democracias fueron agrarias y
artesanas, lo cual reducía los márgenes de posible
enriquecimiento desigual; las subsiguientes se han ido formando
en industriales e hiperproductivas, dando lugar a
astronómicas acumulaciones de riqueza e insólitas
diferencias de fortunas.

Mantener la idea de una comunidad real
de intereses, resulta a veces poco más que un esfuerzo
retórico, por enmascarar el funcionamiento efectivo de un
sistema, en el que algunos aprovechan las ventajas y otros
acumulan las dificultades. Los primeros denominan explicablemente
"Libertad" o defensa de la autonomía política en
cuanto que protege su prosperidad; los otros, en cambio,
sostienen no menos justificablemente que la única libertad
que requieren es resguardarse de la insaciable voracidad de las
Elites Económicas y poder por lo
menos contar con la prestación de Servicios
Públicos de asistencia, que compensen su escasez de
recursos. El
equilibrio
entre tales demandas sobre todo si se consideran las cosas
más allá de lo nacional, a escala mundial,
está sin duda todavía por inventarse.

Acechanzas a la
democracia. La cleptocracia

Dos de los males más sobresalientes que hoy
debilitan a las democracias desarrolladas provienen de la perdida
de virtudes tan necesarias, lo que ha desembocado en episodios
vergonzosos de corrupción política, lo que algunos
teóricos lo consideran como el paso de la democracia a la
cleptocracia. Por otro lado en el plano estético, sobre
todo las diversiones tribales o tradicionales, no son ni las
más refinadas ni las más complacientes y
elementales. En las democracias en que vivimos, el desconcierto
de cada ciudadano respecto a lo más recomendable para
alegrar su vida, suele desembocar en la ridiculez mimética
(quienes son individualistas pro derecho
político no se fragmentan, sino que se uniformizan
solos, por miedo o vanidad en su adocenamiento). Recordemos que
ahora la mayoría de los ciudadanos tienen a su alcance,
eventos
educativos, musicales, literarios, disfrutes que antes estaban
reservados a los aristócratas. Sin embargo, la
mayoría opta por desmochar lo más posible estas
ofertas exquisitas y se inclinan por los que menos esfuerzo
intelectual, exigen y se acercan a los refocilantés
postulados de brutalidad.

Del mismo modo que la filosofía la componen
más que un repertorio de trascendentales certidumbres, un
conjunto de antídotos contra intransigentes
alucinaciones colectivas, también la democracia es
más relevante por lo que evita, que por lo que
proporciona.

El adocenamiento
video conducido

A menudo oímos decir que el mayor peligro de la
democracia es llevar al poder a quienes no son demócratas.
Como lo señala Cioran, "La paradoja trágica de la
libertad es que los únicos que la permiten no son capaces
de garantizarla".18 Una de las formas de esa paradoja es que los
grupos
políticos que no creen en la democracia (por fanatismo
religioso o político), pueden conquistar el poder en unas
elecciones transparentes.

Las decisiones democráticas son mayoritarias,
pero no toda decisión mayoritaria es democrática.
Ninguna mayoría tiene derecho democrático a votar a
favor de la sumisión sin derechos de las minorías,
o para imponer la desigualdad política en razón de
sexo, creencias y clase social.
La autonomía del individuo, base del proyecto
democrático, exige que nadie sea identificado
irreversiblemente en sus acciones buenas o malas.

Concluyamos esta aproximación. Desde el punto de
vista filosófico, aquí intentado, la democracia es
la verdadera y radical revolución política acaecida
en al historia humana. Repetir sus conquistas frente a cualquier
otro modelo de comunidad humana resulta hoy ya fastidioso por lo
trillado, lo cual ha conducido a muchos espíritus
inconformistas a rechazar cualquier veleidad, no para denunciar
sus carencias y contradicciones- lo cual es, además de
licito, imprescindible-, sino para demoler sus principios. Pero
aunque no fuese así, aunque la democracia resultara menos
"Eficaz" y más "Desordenada" e "Insegura" que las formulas
autocráticas (tal como los autoritarios enemigos de sus
formalismos siempre han sostenido), seguirá siendo
humanamente preferible, filosóficamente preferible,
trascendentemente preferible, a cualquier otro sistema de
organización social. Pues lo más
revolucionario de la democracia no es lo que puede lograrse por
medio de ella que es mucho-, sino lo que ella hace con los seres
humanos.

Advirtamos de paso, a los simpatizantes hacia formas
autoritarias con apariencia de "Benéficas" que ninguna
conquista
socialmente positiva (en educación, en asistencia de
salud, vivienda, trabajo,
prestación de servicios
públicos), esta ligada por razones intrínsecas a la
abolición de las libertades democráticas: todas
podrían lograrse sin renunciar a ellas que son
verdaderamente deseadas por los ciudadanos. Además no hay
vuelta atrás; como la evolución, como el
escepticismo ante los dioses, la autonomía de los
individuos ha sido conquistada para siempre y nunca será
ya olvidada. Si es preciso, una y otra vez será reavivada
desde su fogón, cuando parezca no ser más que un
frío montón de cenizas. De modo que la tarea actual
consiste más bien en una sana universalización real
de la democracia, pues parece imposible mantenerla acotada a unos
cuantos reductos nacionales privilegiados, mientras se globaliza
la economía, se mundializan los movimientos
migratorios y los problemas
fundamentales (superpoblación, defensa, guerras…), no pueden ser enfrentados sino a
escala planetaria. La mundialización de la democracia
tiene también otra vía no menos importante: su
emancipación de justificaciones étnicas o
nacionales. Aunque cada una pueda y deba conservar la memoria en
que se ha fragmentado su subjetividad, la comunidad
democrática se compone de desarraigar políticos
caracterizados no por la raza, la etnia o cultura a que
pertenecen, sino por las leyes comunes que acatan y en cuya
promulgación o revocación han
participado.

En este sentido el inmigrante, el que vino de afuera y
de lejos, el diferente que se compromete a someter sus
diferencias a la ley compartida que nos rige, no solo no es un
obstáculo, sino que constituye el mejor paradigma de la
democracia. Otro de los riesgos que
hoy amenaza a la democracia, es su gradual demolición
desde adentro, por el entramado que han articulado a escala
planetaria los grandes medios de
comunicación de masas, que en su mayoría no son
sino el ariete de los más conspicuos intereses
monopólicos.19 "La simplificación y el
adocenamiento video conducido,
comprometen su madurez intelectual, sin la que es difícil
augurar un futuro placido a las libertades democráticas".
Recordando lo que decía Nietzsche, que
ni fue demócrata ni solía oficiar como maestro del
conformismo: "Los defensores de la verdad escasean más no
cuando resulta peligroso sino cuando resulta
aburrido".20

Democracia vs
autoritarismo

La democracia esta basada, en las actuales sociedades
masivas, en una concepción abierta, en la
consolidación de las instituciones,
en el pluralismo y el estado de
derecho, así como en el desarrollo de
nuevos mecanismos, instrumentos o canales de participación ciudadana, además de
los partidos
políticos, como por ejemplo las asociaciones
vecinales, comunitarias, académicas, corporativas, las
diversas organizaciones no
gubernamentales y especialmente la promoción del acceso ciudadano a los
medios masivos
de Comunicación
Social.

La globalización, igualmente, ha propiciado el
desarrollo de una concepción de la democracia, mas que
como un sistema político, como una postura ética, un
modo de vida que transciende los limites nacionales e implica un
conjunto de principios y valores de alcance universal (un bien
"no negociable"), entre los cuales la libertad y dignidad de
todas las personas constituyen derechos humanos
inalienables siguiendo a Robert Dahl.-21 es inherente a la
Democracia la existencia de seis instituciones que la garanticen,
entre las cuales hay tres que son claves, desde el punto de vista
de la opinión publica: libertad de
expresión, acceso a fuentes
alternativas de información y ciudadanía inclusiva. La primera implica el
derecho, sin temor a un castigo severo, de pronunciarse sobre los
asuntos políticos, en sentido amplio, que incluyen
crítica
del Gobierno, de los
cargos públicos, del orden socioeconómico, del
régimen político y de la ideología predominante. La segunda consiste
en contar con fuentes independientes y alternativas de
información de otros ciudadanos, expertos, libros,
revistas, telecomunicaciones en general que no estén
bajo el control del
gobierno de turno ni de otro grupo
político en particular y estén efectivamente
protegidas por la Ley. La tercera significa que todo adulto,
residente permanente de un país y sujeto a sus leyes,
tenga todos los derechos de los que otros disfruten, a fin de que
las otras cinco instituciones políticas
necesarias para una democracia efectiva y a gran escala se
cumplan.

En esta dirección Sartori acota: <<El nexo
entre opinión pública y democracia es constitutivo:
la primera el fundamento sustantivo operativo de
segunda>>.22

"Quien teme decir lo que piensa acaba por no pensar lo
que puede decir".

Un sistema autocrático, al contrario, se
caracteriza por:

1) Organizar la información de manera mono
colora, mono céntrica, de acuerdo con los
parámetros del dogma doctrinario; 2) todos los elementos
de socialización principalmente la escuela, se
convierten en instrumentos de la única propaganda: la
del Estado y queda abolida la distinción entre propaganda
y educación; 3) se proyecta como un mundo cerrado que
rechaza parámetros externos y censura los mensajes del
mundo circundante; y 4) es un mundo permanentemente movilizado,
en el cual la presión de
los activistas del partido logran demoler al líder
de opinión con más eficacia, que la fuerza
policiaca.

Conclusión: perspectivas en
Venezuela

En Venezuela se
disloco el modelo de Estado paternalista, asistencialista,
clientelar e interventor, así como el papel colonizador de
los partidos políticos tradicionales de la sociedad y de
su proceso de
modernización, a través de la centralización estatal y de las estructuras
anacrónicas clientelares del Estado como una de las
fuentes principales de participación política. Frente al
colapso de los partidos hegemónicos y su desprestigio
creciente, frente a las demagógicas relaciones entre
Sociedad y Estado, o la indiferencia, pasividad y rechazo de la
Sociedad ante el Estado, se requiere en esta circunstancia aciaga
por la que atraviesa el país, una cada vez mayor y
más activa participación de sus
ciudadanos.

El esfuerzo de profundizar, como sistema político
más saludable, la democracia ha significado en el pasado
reciente acentuar la tendencia a rechazar el papel de los
partidos, desprestigiados por su poca solidaridad y
escasos principios Morales de su clase dirigente, lo que los
invalida para intentar cualquier iniciativa en este
difícil transito y a fortalecer la
organización ciudadana e incrementar su presencia
activa en los innumerables debates públicos de interés
nacional.

En un escenario de aparente ejercicio pleno de la
Democracia-, constitucionalmente definida como "participativa y
protagónica" desde 1999, en el concepto venezolano, bajo
el mandato del Presidente en ejercicio, parece imponerse, en
cambio, de manera unilateral, el paradigma
"hegemónico-subordinado" ,23 con su correlato de
intolerancia, monocracia y exclusión del disenso. Lenguaje
oficial hostil a los procesos de
integración regional, un viraje en la
política exterior subordinada a los dictados de la miope
"revolución
bolivariana", tratando de forzar alianzas en detrimento de
las existentes con nuestros socios y aliados hemisféricos
y a favor del incierto mundo Islámico Fundamentalista y
del fosilizado régimen Castrista. Las repercusiones de
esta acción
crecientemente aislacionista con respecto a la tendencia de
apertura, interdependencia y planetarización de los valores y
principios democráticos.

En el contexto venezolano, la agonía del populismo y la
puesta en evidencia de sus límites y
contradicciones no justifica la vuelta a un agotado pacto de las
elites. Tampoco significa prolongar las características
del Estado tentacular y omnipresente con sus secuelas de
ineficiencia, despilfarro, sobrecarga y nula capacidad de
respuesta ante las demandas ciudadanas. La redefinición
del Estado-providencia y por lo tanto, la vuelta a un
Keynesianismo reformado o "Neo-keynesianismo" pasa en Venezuela,
por la estrategia de
acumulación que estimule la demanda
efectiva y propenda a la creación acelerada de empleo
productivo y competitivo; fortalecimiento de las instituciones y
de la responsabilidad
social del Estado. Un Estado fuerte no significa un Estado
autoritario, interventor sino con responsabilidades bien
delimitadas, con instituciones solidas, con reglas
constitucionales claras y una sana y sincera relación de
cooperación entre el Estado y la Sociedad. Única y
real salida el flagelo de la pobreza y el
subdesarrollo
en el complejo escenario de la
globalización planetaria de todos los procesos,
sociales, políticos, económicos y culturales a
partir de los nuevos paradigmas
científicos y tecnológicos, que Venezuela y los
países latinoamericanos, afrontan por sus
características estructurales, en condiciones
desventajosas.

Hay que confrontar el proyecto anacrónico,
autoritario, fragmentario y exclusivo en lisa, a pesar de todas
las rimbombantes y Épicas proclamas que anuncian cambios
radicales que la acción cotidiana contradice, pero sobre
todo hay que quebrarle la espina dorsal a la torcida
visión política predominante, sostenida en
estereotipos conductuales que inducen a la irresponsabilidad, el
inmediatismo en repetir viejas practicas de personalismo y
caudillaje, sin rostro ético ni programático, con
intentos de conceptualizaciones llenas de tópicos
marchitos, que han contribuido a forjar y mantener a la base
social de popularidad del actual mandatario, con todo y los ocho
años de precarios logros en todos los ámbitos de
las políticas publicas.

El desafío para la democracia eficiente o a la
que aspiramos la mayoría de venezolanos es la
inclusión social. Esta implica la reducción al
mínimo de las asimetrías de poder. No se trata solo
de un asunto de justicia social. La inclusión es
principalmente un reto político, sin ella está en
juego la
estabilidad de la democracia misma. La otra cara de la moneda que
se soma en este momento, es la exclusión generadora de
violencia que
liquida toda posibilidad de convivencia y lacera nuestro sensible
tejido social. Hay que apostar por la esperanza, sin ella no
puede ser construido un proyecto y sin convivencia pacifica no
puede serle garantizada su viabilidad. No habrá democracia
genuina. Sin justicia ni solidaridad social, pero tampoco la
habrá sin tolerancia, sin
respeto a las
diferencias, sin derecho a los disensos, a las libertades y al
pluralismo; sin transparencia y sin rendición de cuentas, porque
se vuelve al camino fácil de las dañinas y viejas
practicas populistas, y a el reparto nefasto de cuotas de poder y
de prebendas basadas, no a la devoción, entrega y
profesionalismo al ejercer una función
determinada, sino en la viciada vinculación con las
redes del poder
de turno, a la filiación partidista, al compadrazgo, y
esto no apunta al interés ciudadano inclusivo, sino al
sectarismo ramplón de la distribución obscena del poder en
función de intereses partidistas y no al interés de
la condición de ciudadanos.

Para terminar, una ultima reflexión, no debemos
engañarnos. El colapso de la "democracia" de los partidos,
en la que se basó la modernización venezolana
durante medio siglo y su duro cuestionamiento por sus
perversiones ultimas, no significa que en una
simplificación extrema sentenciemos la muerte de
los partidos, que no pueden pretender como ayer, subordinar a sus
intereses a los ciudadanos, como estos tampoco pueden
desentenderse de los partidos ni de su acción
política; tienen la imperiosa necesidad de ser aliados en
una perspectiva democrática, para contrapesar la
vocación concentradora de poder, o las tendencias
autoritarias de un Estado conducido sin mediaciones, Cohen y
Arato agregan, "Tal papel político es inevitablemente
difuso e ineficaz. Por consiguiente, el papel de la sociedad
política entre la sociedad civil y
el Estado es indispensable".24 Y este es precisamente, el
tamaño de la responsabilidad de los partidos políticos
en su función de articuladores entre las demandas sociales
y la capacidad del Estado para darles adecuada respuesta. Siempre
y cuando los partidos reconduzcan su acción con
parámetros distintos, no adscriptivos no clientelares;
modernos, humanizados, participativos eficientes con
organizaciones internas, agiles, programáticos con un
profundo sentido ético, que se planteen el ejercicio del
poder desde la perspectiva de una genuina cultura política
democrática.

"Después de este recorrido es natural preguntarse
hoy, en el umbral del siglo XXI, qué se puede hacer ante
la barbarie, y no creo que haya respuesta definitiva. Hay quienes
creen que es posible un cambio de mentalidad que no se quede en
la superficie, en el nivel de las ideas. Lo que hemos vivido en
esta época basta para desengañarnos. Ya sabemos que
el hombre nuevo que se ufanaba del país comunista el
modelo no era tal, seguía siendo el hombre de siempre con
el agravante de estar privado de libertad, aterrado por el big
brother, aplastado por el Leviatán totalitario, luego el
partido y su líder, el nuevo Dios quien había
decidido que representaba al pueblo, la revolución, la
historia, el futuro, la verdad, el paraíso, y era el
único que en realidad hablaba; a los demás solo les
correspondía oír porque habían perdido el
idioma. Semejantes encarnaciones son funestas. El hombre nuevo,
era pues, un ser mutilado que ni podía sacar del pecho su
voz.

Es evidente que todas las revoluciones han sido un
fracaso, además con un costo
incalculable de sangre, pero
todavía hay personas, casi siempre generosas, que creen en
la de nuestro tiempo. Tal vez piensan que la próxima
será distinta, que la libertad será preservada, que
se evitaran los errores cometidos por los anteriores, y por fin
las mañanas cantaran, pero de hecho lo que hacen es perder
el presente, el otro nombre de la vida, sacrificándolo en
nombre de una fantasmagórica tierra.
Podrían optar por la evolución, pero ella no
es espectacular, no posee rebrillos alucinantes, no se presta
para el lucimiento del yo, no brinda muchas ocasiones para los
discursos
excesivos, no alienta esa hybris que los dioses castigan. Es
modesta, es prudente, es cívica
"… 25
Cadenas Rafael (2001) "Sobre la barbarie" libro 2.
– pág. 575-576.

Bibliografía

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Autor:

Pedro Rafael García Molina

Escritor.

Partes: 1, 2
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