El espacio educativo que habla de educación inclusiva, mientras enseña y educa en una cultura excluyente
*Trabajo
realizado como parte de las actividades del Diplomado en Educación
Inclusiva.
Hoy me he decidido a realizar un recorrido por una
institución escolar, un lugar no cualquiera, un lugar
sí, de lunes a domingo y de la cotidianidad, y lo hago,
porque mucho he leído y hablado con mis alumnos, sobre
educación inclusiva, sobre el respeto al otro
en sus diferencias y similitudes con nosotros, con él
mismo, y con los otros; porque discursamos sobre la cultura
escolar, sobre las actitudes
discriminadoras solapadas y con tanta frecuencia generadas en la
propia escuela, al
amparo de una
Comunidad
escolar que excluye tanto y a tantos, que de pronto y sin que
nadie se percate, los excluidos son la mayoría; Porque
hemos leído y analizado, y comentado y una y otra vez
hablado de la urgencia de hacer un alto en el camino, para
transformar las prácticas homogeneizadoras y
hegemónicas de la educación
tradicional, por una práctica heterogeneizadora, en donde
la diferencia, sea vista, como un valor y no
como una amenaza; Porque sé que mucho se dice de lo que se
debe hacer y poco se hace; Porque estoy convencida de que la
construcción de competencias y
habilidades de convivencia incluyente, no puede llevarse a cabo
en el abstracto; Porque sé que debemos empezar por abordar
a la inclusión desde nosotros y desde nuestros entornos de
actuación y en esos contextos, la escuela, como nuestro
contexto laboral/profesional, para los unos (los
profesores), y como el contexto de aprendizaje para
otros (los alumnos), y por qué no así decirlo, el
espacio de aprendizajes mutuos (del nosotros), representa el
punto de partida. Más aún, si como en este caso, la
institución de lunes a domingo, constituye la cancha sobre
la cual se forman y actualizan profesionales de la
educación; Porque he aprendido que la educación
formal es aquella que se lleva a cabo bajo la tutela de la
escuela y son tan importantes los aprendizajes incorporados al
currículum formal, como resultan serlo -y en ocasiones
quizá con mayor intensidad-, los del currículum
oculto, en donde el espacio nos revela un discurso que
transparenta las intenciones de una sociedad
resistente al cambio y
excluyente.Quiero mencionar antes de dar inicio a mi recorrido,
especificando que con esta reflexión no califico la
dinámica institucional en cuestión,
sino que desde adentro, como miembro de la Comunidad escolar, la
describo.
Comenzaré por el momento de ingreso
a las instalaciones, en donde puedo observar que el edificio
está casi vacío y es lunes. Atrás ha quedado
aquello que de joven el río arrecia en su energía y
arrojo, un cause fuerte y vivo. Aquí el inicio de semana
parece longevo en demasía, cansado en exageración,
hastiado del curso y del cause que le aguarda.Yo sé que
las paredes de la institución en general, hablan y
aquí las paredes hablan de abandono, de verticalidad, de
falta de democracia, de
indiferencia; de actitudes discriminadoras, de machismo y
misoginia, de expresiones que violan los derechos fundamentales de
las personas y que "…definen la naturaleza del
rechazo que algunos grupos (…)
sienten hacia otros (CONAPRED 2005); de inaccesibilidad, de
barreras a la participación social y al desarrollo de
las mayorías.Al voltear la mirada hacia los alumnos me
parece que se aburren, que aquí no hay lugar de
esparcimiento para ellos ni para cualquier otro miembro de la
Comunidad escolar, seguramente es porque el edificio fue
construido de tal forma que los desniveles impiden la posibilidad
de contar con un lugar en el cual colocar mesas, bancas, o de
construir una cancha, o posiblemente se deba a que la comunidad
escolar -bastante joven por cierto, pero demasiado cansada-
tampoco ha hecho nada en ese sentido.En alguna ocasión
alguien comentó que es un edificio inaccesible y yo
pensé que se refería tan sólo a las
condiciones arquitectónicas, dada la cantidad de escaleras
que parecen venir del más allá, y por el hecho de
que los baños para personas con discapacidad se
encuentren en el último nivel del edificio, en un lugar
totalmente inaccesible ¿qué persona con
discapacidad
motora, o adulto mayor, o mujer embarazada
podría llegar hasta ellos sin tener que pasar por decenas
de escalones cuesta abajo y luego volver a subirlos?, pero al
detenerme a observar las actitudes de los alumnos; los marcos
organizativos que se emplean y los espacios áulicos, la
dinámica del personal
administrativo y de apoyo, la falta de trabajo colaborativo en
los académicos; y la barrera que se erige frente a la
Dirección, percibo que la inaccesibilidad
va más allá e involucra a toda la comunidad
escolar, no sólo al edificio.Pero permítanme
detenerme a referir lo que pienso de la ubicación de los
baños, esos espacios predilectos de la discriminación. Esos espacios vitales en
cualquier contexto, a los que incluso se les ha llegado a
considerar como "…los cristalizadores de las políticas
excluyentes"(http://www.accesoya.creatuforo.com/) ¿y de
las prácticas? Sí, y de la cultura.Los baños
de esta institución, demuestran una clara
diferenciación entre los usuarios: Los baños de la
primera planta, unos para hombres y otros para mujeres, son para
docentes y
personal de la institución.Los baños de la segunda
y tercera sección, son para alumnos, alumnas y
público en general. Y es en la tercera sección, en
donde como mencioné, se encuentran los baños
adaptados…allá, muy cerca del subsuelo.Esta
peculiaridad, no es sino la estafeta de una lógica
binaria de la sexualidad y
de una lógica segregadora y excluyente.
(http://www.accesoya.creatuforo.com/).Mientras recorro los
diferentes espacios y lugares que conforman el entorno educativo,
me percato de que uno se siente en un lugar sin calor humano,
y lo atribuyo a las barreras de comunicación que hay en la comunidad
escolar. Da la impresión de que cada quien vive su mundo,
su propia pasión, carga su propia cruz y que no repara en
el mundo del otro, de los otros, del nosotros, ni en la manera en
que se trastocan y agreden los derechos de éstos y de
aquellos.Esto me hace pensar en cómo se sienten los
alumnos al llegar a clases y cómo se sienten al salir.
Posiblemente al entrar se sienten aprisionados, posiblemente el
salir cada tarde y cada noche, de lunes a viernes, es la
liberación. Algo no demasiado alejado del sentir profundo
de la filosofía popular que de tiempo
atrás ilustra algarabía sin igual en la frase
¡Gracias a Dios es viernes!Me viene a la mente la actitud
lúdica de un grupo que hizo
cotidianidad escolar, un juego que
empezaba con una nalgada por castigo, luego el castigo se
convirtió en un golpe con el puño cerrado, y era un
juego agresivo, el cual a eso de las 19:00 Hrs., se tornaba
más agresivo. En más de una vez se vio alguna
alumna salir llorando. Y aún ahí, pocas voces
manifestaron su preocupación por el hecho de que los
estudiantes, futuros profesionistas de la educación,
estuvieran practicando un juego así, pero no hubo eco y
las instalaciones y el ambiente,
continúan sin presentar atractivo alguno para nadie que no
llegue tan sólo de visita. Ese síntoma, como muchos
más, resultó ignorado.
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