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¿Abogado… demasiado abogado? (Ensayo sobre ética profesional) (página 2)



Partes: 1, 2

Y es que el abogado debiera ser una persona formada
integralmente especialmente en valores como
la libertad, la
tendencia a la igualdad y la
solidaridad, como
el respeto a los
derechos
humanos de primera y segunda generación y, en muy
buena medida, de la tercera.

Lo que plantea la procedencia o no de implantar una
formación ética en
las facultades de derecho con los problemas, de
los cuales tal vez el más antiguo (al menos en la
civilización occidental), consista en la clásica
pregunta por el aprendizaje de
la virtud: ¿puede enseñarse la virtud?
¿Puede enseñarse, en suma, el comportamiento
moral?.

Indudablemente es ésta una pregunta para lo que
hoy todavía no hay respuestas aceptables, pero lo que
llama la atención no es tanto la persistencia del
problema, propia de la tradición clásica, como el
hecho de que hoy en día aquellos a "quienes corresponde"
parecen haber sustituido la recurrente pregunta "¿es
posible enseñar la virtud?" por una bastante más
practica: ¿vale la pena enseñarla?.

La transmutación de la pregunta parece obedecer a
uno de los "signos de los
tiempos" –la modernidad,
globalización, el progreso técnico y
su creciente complejidad-, que lleva a las universidades, decanos
y catedráticos de Derecho y otras carreras, al
convencimiento de que más vale transmitir a los
jóvenes estudiantes cuantas habilidades "técnicas"
sean capaces de asimilar para poder
"defenderse en la vida" y alcanzar un nivel elevado de bienestar.
El triunfo de la razón
instrumental[12]parece ser un hecho
incuestionable, y además con repercusiones en el campo
político, porque que la distinción entre
países pobres y ricos no guarda ya relación con la
riqueza de los recursos
naturales, sino con la capacidad
tecnológica.

Razones como éstas parecieran hacer considerar
como aconsejable una educación en
destrezas técnicas, que harían apto al individuo
concreto para
alcanzar un grado de bienestar y, a la vez, permitirán
configurar un país con un grado de desarrollo
elevado. Asumiendo como cierta la premisa que el potencial
tecnológico aumenta las posibilidades sociales de libertad
y bienestar.

Repasando esta posición podemos notar en primer
lugar, que es preciso transmitir habilidades y conocimientos,
porque una sociedad bien
informada tiene mayor capacidad de aprovechar sus recursos materiales, es
menos permeable al engaño que una sociedad ignorante, y
puede ofrecer alternativas al actual proceso de
globalización. Pero, en segundo lugar, debieramos
reflexionar porque universidades, facultades y
catedráticos tienen que plantearse en serio la pregunta:
¿vale la pena enseñar a comportarse moralmente?
¿Creemos que vale la pena -por decirlo en el lenguaje
clásico- enseñar la virtud? En realidad, la
transmutación de la pregunta "¿es posible
enseñar la virtud?" en la pregunta "¿vale la pena
enseñarla?" no es tan reciente como pudiera parecer. Como
indicativo mostramos lo que Kant considera a
este respecto:

"En la primera juventud nadie
sabe qué fines podrán ofrecérsenos en la
vida; por eso los padres tratan de que sus hijos aprendan muchas
cosas y se cuidan de darles habilidad para el uso de los medios
útiles a toda suerte de fines cualesquiera, pues no pueden
determinar de ninguno de éstos que no ha de ser más
tarde un propósito real del educando, siendo posible que
alguna vez lo tenga por tal; y este cuidado es tan grande, que
los padres olvidan por lo común reformar y corregir el
juicio de los niños
sobre el valor de las
cosas que pudieran proponerse como
fines".[13]

Se ve, pues, que el afán por educar en toda
suerte de habilidades técnicas no es precisamente nuevo y
que ya Kant se lamentaba de que los padres se preocuparan
más por hacer a sus hijos diestros que por invitarles a la
moralidad, es
decir, a la valoración de los fines
últimos.

Sin embargo, no es ésta la única
razón por la que la pregunta por el aprendizaje de la
virtud ha podido quedar desgastada. Cualquier catedrático
responsable sabe que para "defenderse en la vida" más le
vale al joven hacerse con otro tipo de habilidad técnica,
antiquísima por otra parte: la habilidad de situarse bien
profesional y socialmente. Consiste tal aptitud, como es sabido,
en aprender desde los primeros ciclos de pregrado a entablar
buenas relaciones con los estudiantes y catedráticos mejor
situados, dejando a su suerte a los que no puedan prestar una
ayuda para el ascenso profesional y social. Con ello irá
el aún inexperto estudiante tejiendo una tramita de
relaciones, que crecerá en densidad con el
tiempo
inevitablemente, porque ya desde el principio habrá
adquirido lo importante: la aptitud para tejerla.

Entiéndase lo anterior con amargura o con
alegría, lo cierto es que es ésta una
cuestión previa a todo intento de formación
ética: ¿está convencido nuestro gremio de
que vale la pena emprenderla, o un individuo abogado dotado de
destreza técnica y social ha adquirido sobradamente cuanto
precisa, no sólo para defenderse en la vida, sino para
triunfar en ella?, ¿no está actuando
irresponsablemente cualquier catedrático que intente dejar
al estudiante como herencia una
invitación a la reflexión sobre fines y valores
últimos, es decir, sobre la moralidad?

En una sociedad como la nuestra, en que la lucha por la
vida sólo permite sobrevivir a los técnica y
socialmente diestros, es una pregunta anterior a toda otra en el
terreno de la formación ética la de si creemos en
serio que merece la pena, a pesar de todo, enseñar a
apreciar aquellos valores como: la libertad -entendida como
autonomía-, la igualdad, la solidaridad o la
imparcialidad.

Deberíamos considerar que sin una
formación ética[14]recibida en la
formación universitaria, las personas serían
más fácilmente empujadas a asumir la lógica
perversa de la corrupción y la lucha de todos contra
todos.[15]

Y más aún, si nos situamos en el proyecto de
sociedad propuesto por nuestra Constitución (Perú como
república democrática y social), vemos que es
imposible construir una sociedad auténticamente
democrática contando únicamente con individuos
técnica y socialmente diestros, porque tal sociedad ha de
sustentarse en valores para los que la razón instrumental
es ciega, valores como la autonomía y la solidaridad, que
componen de forma inevitable la conciencia
racional de las instituciones
democráticas.[16]

Recapitulando: una auténtica democracia
sólo es posible sobre la base de la autonomía y la
solidaridad, valores para los que la racionalidad instrumental,
experta en destrezas, es incapaz de desarrollarlos. Por eso
deberíamos preguntarnos, antes de entrar en otras
cuestiones, si lo que queremos realmente son individuos diestros,
que saben manejarse para lograr su bienestar, o individuos
autorrealizados; porque no es lo mismo el bienestar que la
autorrealización. Para lograr el primero basta con las
destrezas, para conseguir la segunda, es necesaria una
educación ética y/o moral, en el más amplio
sentido del término "moral".[17]

Como se habrá podido advertir, no se pretende
proponer soluciones,
sino mas bien plantear o construir
problemas[18](problematizar el estado de
la cuestión) porque pensar es esencialmente experimentar,
crear nuevas formas de ver la realidad; para así generar
espacios interdisciplinarios en el que estudiantes, profesionales
graduados, catedráticos y otros interesados (o
aficionados)[19] puedan mostrar y desarrollar su
interés
por la ética en la enseñanza y ejercicio de la abogacía
y así abrir el debate, el
dialogo y lograr
consensos de los cuales pudieran salir alternativas de
solución a esta incierta problemática.

Abogado. Ernesto Portugal
Torres

eportugal[arroba]hotmail.com

Arequipa, abril 2008

BIBLIOGRAFÍA:

  • 1. ALBERONI, Francesco. El Optimismo. Gedisa.
    Barcelona. 1995.

  • 2. BACIGALUPO, Luis Eduardo. Más
    allá de la moral católica está la
    ética. Reflexiones en torno a la enseñanza de
    la ética profesional en la Universidad
    Católica. Ponencia presentada en el Congreso
    Interamericano e Iberoamericano de Filosofía. Lima
    2004.

  • 3. CORTINA, Adela. "Estudio Preliminar" a I.
    KANT. La Metafísica de las Costumbres. Tecnos. Madrid
    1989.

  • 4. CORTINA, Adela. Ética discursiva y
    Educación en valores. Ponencia presentada en el
    Congreso Interamericano e Iberoamericano de Filosofía.
    Lima 2004.

  • 5. CORTINA, Adela. Ética mínima;
    El mundo de los valores. Ética y educación.
    Edic. El Búho. Santafé de Bogotá.
    1997.

  • 6. FABELO CORZO, José Ramón. De
    la vida como autopoiesis a la vida como fundamento
    último de la ética. Revista Cubana de
    Filosofía. N° 11. Enero – Mayo
    2008.

  • 7. FERNÁNDEZ TRESGUERRES, Alfonso. De
    cursis y extravagantes (Sobre algunas manifestaciones de la
    ridiculez). Sección Guía de Perplejos. Revista
    El Catoblepas N° 06. Oviedo. España. Agosto
    2004.

  • 8. FERNÁNDEZ TRESGUERRES, Alfonso. De la
    mentira. Sección Guía de Perplejos. Revista El
    Catoblepas N° 03. Oviedo. España. Mayo
    2002.

  • 9. LEE TELES, Annabel. Una filosofía del
    Porvenir. Grupo Editor Altamira. Buenos Aires. Argentina.
    2006.

  • 10. ORTEGA y GASSET, José. Estudios
    sobre el Amor. Edit. Plenitud. Madrid. España
    1963.

  • 11. RIZO-PATRÓN. Rosemary.
    Ciudadanía y responsabilidad ética. Una
    perspectiva fenomenológica. Ponencia presentada en el
    Congreso Interamericano e Iberoamericano de Filosofía.
    Lima 2004.

  • 12. ROYO FERNÁNDEZ, Simón. De la
    distinción entre aficionados, profesionales y
    filósofos. En Cuaderno de Materiales. Filosofía
    y Ciencias Humanas. N° 20. Madrid. Enero – Mayo
    2004.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Ernesto Teodoro Portugal Torres

Perú

[1] "Lo que acaso abone las sospechas de que
no siempre es fácil dibujar nítidamente las
fronteras entre lo ético y lo moral, porque lo uno, por
modos diversos, a veces por contradicción, a veces por
complemento, casi siempre dice referencia a lo otro,
quizás hasta el extremo de que sólo puedan ser
delimitados y definidos sus campos respectivos en su referencia
mutua: no hay problema ético que no tenga su propia
dimensión moral ni problema moral que no tenga su propia
dimensión ética." FERNÁNDEZ TRESGUERRES,
Alfonso. De la mentira.
Sección Guía de Perplejos. Revista El
Catoblepas N° 03. Oviedo. España.
Mayo 2002. Pág. 03.

[2] "La ética se expresa en los modos
de existencia, en el ethos en un peculiar relación
consigo mismo y con los demás. El ethos, manifiesta un
modo de ser y existir en relación a valores que se
aceptan y se eligen… La moral es
el conjunto de reglas coactivas a partir de las cuales se
juzgan las acciones e
intenciones de acuerdo a valores trascendentes y abstractos que
se aceptan de antemano". LEE TELES, Annabel. Una filosofía del Porvenir. Grupo Editor
Altamira. Buenos Aires.
Argentina. 2006. Págs. 207-208.

[3] "Surgida como resultado del desarrollo de
esa capacidad valorativa sólo inherente al ser humano,
la ética compendia y sintetiza a través de
ciertas nociones sobre lo bueno y los malo, los valores
subjetivos surgidos espontáneamente de la propia
praxis
cotidiana, socializados y convertidos en patrimonio
común para determinado universo
social, que se lo apropia y lo utiliza como regulador de la
conducta de
cada uno de sus miembros y como criterio de comparación
para futuras valoraciones". FABELO CORZO, José Ramón. De la vida como autopoiesis a la
vida como fundamento último de la ética. Revista
Cubana de Filosofía. N° 11. Enero €“ Mayo
2008. Págs. 5-6.

[4] BACIGALUPO, Luis Eduardo. Más
allá de la moral católica está la
ética. Reflexiones en torno a la
enseñanza de la ética
profesional en la Universidad
Católica. Ponencia presentada en el Congreso
Interamericano e Iberoamericano de Filosofía. Lima 2004.
Págs. 3-4.

[5] Por política debe
entenderse las formas de comportamiento, de desenvolvimiento
social de las personas, independientemente del Estado, del
gobierno. LEE
TELES, Annabel. Op. Cít. Pág. 179.

[6] "El pensamiento
político se realiza en relación a la
ética. Sin embargo, estamos habituados a separar
ética y política y, lo que es más grave a
separar la ética y la política de la vida. Se ha
recluido a la ética en los fundamentos de la moral, se
la enlazo a valores absolutos, a principios
racionales y, de ese modo, se la apartó de la vida
singular, de las intensidades, de los afectos y de los efectos.
Lo mismo ocurrió con la política, se logró
circunscribir la política al gobierno, se hizo de la
fórmula ´la política por la
política´ el principio rector del pensamiento
político; de ese modo, la política no sólo
se separa de la filosofía, de la ética, sino de
la gente, de la intensidades afectivas de los seres
singulares". LEE TELES, Annabel. Op. Cít. Pág.
176.

[7] CORTINA, Adela. Ética
mínima; El mundo de los valores. Ética y
educación. Edic. El Búho. Santafé de
Bogotá. 1997.

[8] "El "imperativo" o "principio de la
responsabilidad" parte de la convicción
que el alcance de nuestras acciones colectivas, al ser mucho
más extenso que en el pasado, exige "sobriedad" y
"cautela". En efecto, no nos es posible "predecir" a largo
plazo los resultados de nuestras acciones colectivas, ni las
tecnológicas ni las políticas. Nuestra capacidad de
predicción ha disminuido en estricta proporción
(inversa) al crecimiento que han gozado tanto el
conocimiento y la acción técnica sobre la naturaleza.
Entre predicción y control
técnico no ha hecho sino crecer un profundo desfase. El
primer imperativo ético es el de asumir una
responsabilidad con respecto a un futuro que no podemos
predecir, pero cuya existencia debemos hacer posible
("heurística del temor") . Otros rasgos de esta
ética merecen mencionarse: el primero es el del poder.
En efecto, tiene mayor responsabilidad aquél que detenta
mayor poder. Puede actuar "irresponsablemente" sólo
aquel que detenta poder, y por ende responsabilidad. Un segundo
rasgo es el de la unilateralidad, y asimetría,
desplegándose la responsabilidad unidireccionalmente
desde aquel que detenta mayor poder hacia aquel que es su
correlato… El "imperativo de la responsabilidad" es
además incondicional, no estando sujeto a
retribución alguna; el siguiente rasgo es el de la
totalidad, no se limita a un aspecto en desmedro de otros ni a
un cuidado ocasional €“ como la responsabilidad del
Estado con los ciudadanos en materias de salud, educación,
socialización, etc.). La continuidad es
otro de sus aspectos, no debiendo interrumpirse mientras que
dure el reclamo del interlocutor, o correlato, moral
€“como el caso de los enfermos e infantes en el caso
de quienes están a cargo de su cuidado. Finalmente, el
futuro es el rasgo esencial, porque es el "objeto de la
responsabilidad" por excelencia, el más precario, el
más indefenso, por su esencial imprevisibilidad."
RIZO-PATRÓN. Rosemary. Ciudadanía y responsabilidad
ética. Una perspectiva fenomenológica. Ponencia
presentada en el Congreso Interamericano e Iberoamericano de
Filosofía. Lima 2004.

[9] "Desde el punto de vista
sociológico todo esto puede ser explicado con la
teoría de los roles. Rol es lo que se
espera que hagamos por el hecho de ocupar una determinada
posición social… Todos los adultos, en cambio
desempeñamos muchos roles. Uno no es sólo un
médico, es también hijo, marido, amigo, pariente,
colega, miembro de un condominio, de un partido, de un club.
Cado rol tiene un mundo moral como marco de referencia. El
médico en su profesión, no debe comprometerse
emocionalmente, en cambio, en el rol de marido debe
hacerlo… La madurez… reside en su capacidad de
conducir todos estos roles con flexibilidad. La persona
inmadura se niega a hacerlo. Se dedica a un solo rol. Coloca en
él todas sus energías, se convierte en el
primero. Así pretende que lo juzgue en de la misma
manera en los otros aspectos, también en aquellos en los
que no hace nada, aún en los que no sabe hacer nada. Tal
vez es muy bueno en matemáticas, es un experto con el
ordenador, pero no entiende a su mujer, a sus
hijos, a sus colegas, es un desastre en las relaciones
sociales… Es inmaduro el hombre
que se ocupa exclusivamente de su trabajo, que
se lleva también a su casa, que no sabe hablar de otra
cosa, que delega en la mujer la
conducción de la vida cotidiana y de los hijos."
ALBERONI, Francesco. El Optimismo. Gedisa. Barcelona. 1995.
Pags. 33-34.

[10] La ridiculez tiene, en efecto,
múltiples caras, porque múltiples son las
ocasiones en las que uno puede ponerse en ridículo y
resultar ridículo… Ahora bien, la ridiculez (ya
lo hemos apuntado) estriba, ante todo, en la confusión
de planos o situaciones diferentes, de ámbitos y
contextos distintos, cado uno de los cuales se halla regido y
organizado conforme a sus propias normas, a tal
punto que lo que se halla plenamente ajustado en un caso,
resulta claramente improcedente en otro, y es el confundir y
entremezclar esas situaciones diversas y sus correspondientes
normas lo que viene a dar en ridículo y grotesco;
cómico también, pero sólo algunas veces:
otras, en cambio, resulta tristísimo, y, más que
risa, provoca vergüenza, sea propia o ajena. Y
de hecho, esto es, seguramente, lo que con más
frecuencia sucede: porque lo ridículo sólo es
risible cuando nace de la inocencia o el malentendido; mas
cuando tiene su origen en la torpeza o en la afectación
resulta, sencillamente, vergonzoso… Mas, al cabo, ser
cursi no es un problema ni un vicio moral, sino
estético: es una falta de auténtica elegancia,
gusto y refinamiento que, por creer que se poseen sin
conocerlos de veras, viene a dar en una exageración de
los mismos y en un amaneramiento en el que la permanente
confusión de situaciones y contextos distintos no es
sino una de las manifestaciones más directas y
sorprendentes de la ridiculez. FERNÁNDEZ TRESGUERRES,
Alfonso. De cursis y extravagantes (Sobre algunas
manifestaciones de la ridiculez). Sección Guía de
Perplejos. Revista El Catoblepas N° 06. Oviedo.
España. Agosto 2004. Págs. 03 y ss.

[11] Sobre este punto es menester citar el
interesante estudio de los "pobres grandes hombres". ORTEGA y
GASSET, José. Estudios sobre el Amor.
Edit. Plenitud. Madrid.
España 1963. Pág. 44.

[12] Que Adorno y
Horkheimer plantearan como fundamento del proceder de la
modernidad.

[13] CORTINA, Adela. "Estudio Preliminar" a
I. KANT. La Metafísica de las Costumbres. Tecnos.
Madrid 1989. Págs. XV-XCI.

[14] Enseñar ética
profesional… no es enseñar moral. BACIGALUPO,
Luis Eduardo. Óp. Cít. Pág. 8.

[15] Desde el punto de vista ético,
más que con ideas e instituciones, las personas nos
comprometemos con personas. Pero las oportunidades que brinda
la Universidad para que sus estudiantes puedan toparse con
personas ajenas o no al quehacer universitario, pero inmersas
en actividades colectivas conjuntas, suelen ser muy escasas.
Ocurren con más facilidad en las carreras en las que hay
prácticas pre-profesionales, pero con demasiada
frecuencia suelen ser desaprovechadas, si no desvirtuadas por
completo. Esto último suele ocurrir cuando no hay una
guía ética ni comunicativa de la práctica.
El vacío que se deja con esto es peligroso. No son
infrecuentes las anécdotas que se cuentan sobre
profesores que les pasan a los alumnos el mensaje
€”por lo demás nefasto€” de que
una cosa son los principios y valores que se aprenden en
clase, y
otra cosa muy distinta la cruda realidad de la vida
profesional. IBÍD. Pág. 9.

[16] "En relación con estos valores
conviene precisar que entiendo por "autonomía" en este
contexto el ejercicio tanto de la "libertad de los antiguos"
como de la "libertad de los modernos", en el sentido de
Constant; es decir, el derecho a gozar de un espacio de libre
movimiento,
sin interferencias ajenas, en el que cada quien puede ser feliz
a su manera, y también el derecho a participar
activamente en las decisiones sociales que me afectan, de
suerte que en la sociedad en que vivo pueda saberme
"legislador". No lejos de estos conceptos, sino estrechamente
ligado a ellos, se encontraría el de libertad como "no
dominación", que con tanto empeño defiende Philip
Pettit, caracterizando con él a la tradición
republicana. Y entiendo "solidaridad" en un doble sentido: como
la actitud
personal
dirigida a potenciar la trama de relaciones que une a los
miembros de una sociedad, pero no por afán instrumental,
sino por afán de lograr con los restantes miembros de la
sociedad un entendimiento, y también como la actitud
social dirigida a potenciar a los más débiles,
habida cuenta de que es preciso intentar una igualación,
si queremos realmente que todos puedan ejercer su libertad. En
un mundo de desiguales, en que la desigualdad lleva a la
dominación de unos por otros, sólo
políticas que favorezcan la igualación de
oportunidades pueden tener legitimidad." CORTINA, Adela.
Ética discursiva y Educación en valores. Ponencia
presentada en el Congreso Interamericano e Iberoamericano de
Filosofía. Lima 2004.

[17] Sobre esto resulta interesante la
propuesta del Prof. Bacigalupo: "En el entendido de que los
cursos de deontología son una ayuda, pero no la
solución para cerrar brechas de ese tipo, hemos
presentado… una propuesta de diseño de los cursos de
deontología basada en análisis de casos. La idea detrás
de ese proyecto es convertir a los cursos de deontología
en espacios de diálogo, basados en un trabajo
teórico-práctico, cuya parte teórica se
aboque a comprender qué se valora éticamente en
determinados casos concretos y porqué. Se espera que la
detección y el análisis de los principios
éticos que producen valor permita al estudiante
desatacar rápidamente qué normas morales reciben
un carácter vinculante, cómo y
porqué… En el interim, mientras el diseño
de la enseñanza
universitaria no ingrese en cauces de reforma más
profunda, se puede explorar el trabajo
deontológico basado en casos. Es, desde luego, trabajar
sobre una figura antes que sobre una realidad práctica
concreta, pero de todos modos representa una
aproximación mayor que el simple dictado de teorías más o menos bien
expuestas, que sin embargo dejan a las personas en la total
desinformación acerca de cómo se aplican esas
propuestas abstractas a la realidad de las decisiones
cotidianas… Una cuidadosa selección y elaboración de los
casos, recurriendo a las técnicas y metodologías
más adecuadas, podría brindar posibilidades de
presentar, por lo menos en parte, la complejidad de los
entornos sociales, culturales y políticos que nos
circundan en la vida real. Sobre esa base, ante circunstancias
frente a las cuales, con frecuencia, sólo queda el
desconcierto, se habría logrado enseñar a aplicar
los principios y a descubrir aquellos valores éticos
que, sin lugar a dudas, reclaman el compromiso de toda persona
de buena voluntad." BACIGALUPO, Luis Eduardo. Óp.
Cít. Págs. 9-10.

[18] La filosofía como ethos realiza
una actividad crítica y creativa en relación a
la vida: plantea e investiga problemas. El arte de
construir un problema es muy importante, no se trata de
encontrar una solución, sino de adoptar una
posición de problema, que estimule el surgimiento de lo
nuevo, la emergencia de una diferencia, una modificación
del propio pensamiento y de aquel que lo realiza. LEE TELES,
Annabel. Óp. Cít. Pág. 117.

[19] ROYO FERNÁNDEZ, Simón. De
la distinción entre aficionados, profesionales y
filósofos. En Cuaderno de Materiales.
Filosofía y Ciencias
Humanas. N° 20. Madrid. Enero – Mayo 2004. pág.
56.

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