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Liderazgo con propósito (página 2)




Enviado por Ricardo Alberto OJEDA



Partes: 1, 2, 3

Nuestro objetivo es
que ustedes puedan interpretar y comprender, Que es un líder,
liderazgo con
influencia. Conceptos que deben desarrollar, cualidades, valores y
características, y por sobre todo el sentido humano que
debe tener un líder.

¿Qué es un
líder?

Un líder no es un alguien caído del
cielo, sino mejor es alguien de pie, alguien que mira de frente
su realidad y trata de responder a ella, con todo lo que es,
tiene y consigue en un permanente ejercicio de interacción con el mundo. El líder
es aquella persona que es
capaz de influir en los demás. El poder de la
influencia es fundamental, Una de las historias favoritas que
ilustra la Ley de la
Influencia tiene que ver con Abraham Lincoln. En
1832, años antes de convertirse en presidente, el joven
Lincoln reunió un grupo de
hombres para combatir en la guerra Black
Hawk [contra el indio Black Hawk-Halcón Negro]. En esos
días, la persona que reunía una
compañía voluntaria para la milicia por lo general
se convertía en su líder y asumía el rango
de comandante. En este caso, Lincoln obtuvo el rango de
capitán. Pero Lincoln tenía un problema. No
sabía nada de milicia. No tenía experiencia
militar, y no sabía nada acerca de tácticas.
Tenía dificultad en recordar los procedimientos
militares más sencillos. Por ejemplo, un día iba
marchando con varias docenas de hombres a lo largo de un campo y
debía guiarlos a través de una puerta hacia otro
campo. Pero no supo cómo hacerlo. Al referir luego el
incidente, Lincoln dijo: "Ni por mi propia vida pude recordar la
palabra de mando correcta para que los soldados de mi
compañía se pusieran uno detrás del otro.
Finalmente, cuando nos acercábamos [a la puerta]
grité: "Esta compañía romperá filas
por 2 minutos, y luego formará filas otra vez al otro lado
de la puerta" ".Con el paso del tiempo, el
nivel de influencia de Lincoln sobre otros en la milicia en
realidad disminuyó. Mientras otros oficiales se
destacaron y obtuvieron rango, Lincoln comenzó a ir en
dirección opuesta. Comenzó con
el título y la posición de capitán,
pero esto no le sirvió de mucho. No pudo superar la Ley de
la Influencia. Al final de su servicio
militar, Abraham Lincoln encontró su lugar propio o
adecuado cuando alcanzó la categoría de soldado
raso. Afortunadamente para él —y para el destino de
EEUU Lincoln llegó a superar su incapacidad de influir en
otros. Siguió su tiempo en la milicia, y tuvo trabajos
más bien mediocres en la asamblea legislativa del estado de
Illinois y en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.
Pero con el tiempo y con mucho esfuerzo, capacitación y las experiencias personales,
tomadas de ancianos, el mencionaba que cada arruga de un anciano
era una gota de sabiduría que había que
aprovecharla se convirtió en una persona de impacto e
influencia notable. Este es mi proverbio favorito de liderazgo:
"El que se cree líder y no tiene seguidores, sólo
está dando un paseo". Si usted no puede influir en otros,
estos no lo seguirán. Y si ellos no lo siguen, usted no es
un líder. Esa es la Ley de la Influencia. No importa lo
que cualquier persona le diga, recuerde que el liderazgo es
influencia —nada más, nada menos.3

El líder es la referencia dentro de un grupo (ya sea un
equipo deportivo, un curso universitario, una
compañía de teatro, el
departamento de una empresa,
etc.).

Es la persona que lleva "la voz cantante" dentro del grupo; su
opinión es la más valorada.

El liderazgo no tiene que ver con la posición
jerárquica que se ocupa:

Una persona puede ser el jefe de un grupo y no ser su
líder y, al contrario, puede ser el líder sin ser
el jefe.

El jefe decide lo que hay que hacer en virtud de la autoridad que
le otorga su posición jerárquica.

El líder, sin disponer necesariamente de esta autoridad
jerárquica, tiene también capacidad de decidir la
actuación del grupo en base a la influencia que ejerce,
que viene determinada por la "autoridad moral" que
ejerce sobre el resto del equipo.

A los miembros del grupo les inspira confianza saber que al
frente del mismo se encuentra el líder.

Lo que caracteriza al líder es su habilidad para
conducir equipos:

Consigue que cada miembro trabaje y aporte lo mejor de
sí mismo en la lucha por alcanzar un objetivo común
(sea ganar el campeonato, mejorar los resultados de la empresa, ganar
las elecciones políticas,
etc.).

Además de esta capacidad innata para gestionar equipos,
el líder se caracteriza también por su
visión de futuro.

Entre las cualidades del líder suele
destacar el ser un buen comunicador.

Es esencial para vender su "visión", para convencer,
para ganar adeptos a su proyecto.

De nada le valdría al líder tener una gran
visión de futuro, si luego no sabe comunicarla, no
consigue entusiasmar.

Otro aspecto relacionado con la
comunicación es la necesidad que tiene el líder
de disponer de información de primera calidad, y para
ello es necesario acudir a las fuentes cuando
sea necesario, a no limitarse a confiar únicamente en la
información que se recibe a través de los canales
jerárquicos.

Los niveles más bajos de la
organización constituyen una fuente inestimable de
información, conocen detalles del negocio desconocidos
para los niveles superiores, pueden aportar ideas muy
interesantes.

Esto no implica saltarse alegremente los niveles
jerárquicos, sino simplemente que estos no supongan un
corsé que le dificulten al líder contar siempre con
la mejor información posible.

Por otra parte, para que el equipo directivo funcione
eficazmente tiene que actuar como una "piña" y para ello
es esencial que la comunicación fluya entre sus miembros.

Importancia de las reuniones sistemáticas (diarias,
semanales, etc.) del líder con su equipo directivo.

El líder debe preocuparse por conseguir establecer en
toda la organización un clima favorable a
la comunicación.

La comunicación tiene que fluir de manera descendente,
pero también de manera ascendente y horizontal entre los
distintos departamentos.

La información hay que compartirla; dentro de la
empresa no se
pueden aceptar departamentos estancos que oculten
información. Hay que luchar contra el secretismo.

La actitud que el
líder adopte hacia la información (compartirla o
no, accesibilidad o no, puertas abiertas, etc.) influirá
decisivamente en el modelo que
termine imperando en la empresa.

Resulta muy útil propiciar que los empleados se
conozcan (cenas de empresa, un día al aire libre,
viajes
organizados, etc.), ya que facilita la comunicación.

El líder tiene que favorecer la transparencia
informativa: dentro de la organización y hacia el
exterior.

No se debe ocultar la información negativa por miedo a
sus posibles consecuencias. Suele resultar más perjudicial
si posteriormente esta información llega a conocerse:
genera desconfianza hacia la dirección, además los
rumores tienden a exagerar la gravedad de la
situación.

Hay que favorecer la comunicación veraz dentro de la
empresa, evitar que ésta se maquille. No se puede matar al
mensajero.

Para terminar, señalar que la comunicación
comienza por saber escuchar.

Es una persona que mira al largo plazo, que marca unos
objetivos muy
ambiciosos para la organización y que consigue ilusionar a
su equipo en la búsqueda de los mismos.

El líder anticipa los cambios, se adelanta a los
competidores.

Una persona que no tuviera esta visión de futuro
podría ser un buen gestor, un buen coordinador, pero nunca
un auténtico líder.

En las metas que plantea el líder persigue tanto el
bien de la empresa como el particular de cada uno de sus
miembros.

Consigue así que las personas se identifiquen con las
metas marcadas, que las hagan propias y luchen por ellas con todo
el empeño.

Una persona a la que tan sólo le preocupara su
bienestar futuro difícilmente podría ser el
líder de una organización. Esta terminaría
por rechazarlo.

Una vez que el líder tiene definida su visión de
futuro, luchará con auténtica pasión para
lograr los objetivos.

El líder representa para el resto del grupo un
auténtico ejemplo de dedicación, de entusiasmo y de
coraje.

Una persona que tuviera una gran visión de futuro pero
que careciese de capacidad de ejecución podría ser
un buen estratega, pero nunca un líder.

Por último, hay que señalar que no es
líder quien quiere sino quien puede.

Para ser líder hay que tener unas
cualidades personales muy sobresalientes que no todo el mundo
posee. Algunas personas poseen esas cualidades de manera innata,
aunque también se pueden adquirir a través del
aprendizaje y
de la experiencia. Para dirigir mañana, aprenda hoy. El
liderazgo se desarrolla diariamente no en un día, esta es
una realidad dictada por la ley del proceso; El
secreto del buen éxito
en la vida, es que el hombre este
listo cuando le llega su tiempo, Lo que una persona hace de
manera disciplinada y consecuente la prepara, independientemente
de cuál sea su meta. La leyenda del baloncesto,
Larry Bird, llegó a ser muy sobresaliente en los tiros
libres porque practicaba quinientos tiros cada mañana
antes de ir a la escuela.
Demóstenos, de la antigua Grecia,
llegó a ser el más grande de los oradores porque
recitaba versos con piedras en la boca y practicaba ante el
rugido de las olas en la costa —y pudo hacerlo a pesar de
haber nacido con un defecto de pronunciación. Usted
necesita la misma dedicación para llegar a ser un gran
líder.la buena noticia es que la capacidad de liderazgo no
es estática.
No importa en qué punto comience, usted puede mejorar. Hay
un viejo refrán de Rocky Marciano (boxeador, record,
invicto en peleas. inmigrante italiano en EEUU; que dice: Los
campeones no se convierten en campeones en el cuadrilátero
—allí simplemente se les reconoce. Esto es cierto.
Si usted quiere ver cómo alguien se forja como
campeón, mire su rutina diaria. El antiguo Actor y
Líder de la Artes Marciales Bruce lee decía "Usted
puede trazar el plan de una pelea
o el plan de una vida. Pero cuando comienza la acción,
usted depende de sus reflejos. Allí es donde se demuestra
el trabajo que
ha hecho en la carretera. Si hizo trampas en la oscuridad de la
madrugada, la gente se va a dar cuenta ahora bajo las luces
brillantes". El boxeo es una buena analogía del desarrollo del
liderazgo porque consiste en una preparación diaria.
Aunque la persona tenga talento natural, debe entrenarse y
preparase para tener buen éxito.

¿El
líder nace o se hace?

Es una pregunta que surge siempre que se aborda el tema del
liderazgo.

La opinión generalizada es que hay líderes que
nacen con capacidades innatas y hay otros que se van formando en
su desarrollo profesional.

Las habilidades innatas favorecen el desarrollo del
líder, pero a veces resulta más determinante la
formación que uno va adquiriendo y la experiencia que va
acumulando.

Hay técnicas
de liderazgo, de toma de
decisiones, de conducción de equipos, de motivación, de comunicación, etc.
que el líder tiene que conocer y dominar.

Hay que señalar la importancia de asistir a seminarios
sobre liderazgo, así como la lectura de
libros sobre
la materia.

También es de gran utilidad
conseguir un feed- back del grupo para ver qué se
está haciendo bien y donde hay que mejorar.

El ir asumiendo responsabilidades, tomando decisiones,
solucionando problemas,
haciendo frente a situaciones difíciles, permitirá
ir forjando a un auténtico líder.

Por este motivo, no es bueno "superproteger" a las personas en
su desarrollo
humano y profesional. Es importante que desde pequeño
vayan conociendo el valor del
esfuerzo, que se vayan enfrentando a ciertas "dificultades", en
definitiva, que aprendan a desenvolverse por la vida.

Hay que favorecer que los empleados vayan asumiendo competencias y
que se vayan acostumbrando a enfrentarse a problemas. Se trata de
irlos preparando para que en un futuro sean capaces de tomar las
riendas de la organización.

La preparación y la experiencia son aspectos que hay
que cuidar en la formación de toda persona y es
conveniente empezar a hacerlo desde su juventud, para
ir desarrollando sus capacidades de liderazgo.

Otro aspecto esencial para poder ejercer un buen liderazgo es
conocer en profundidad el terreno en el que uno se mueve.

El líder de una empresa puede jugar un papel secundario
en un club de tenis (por ejemplo) del que sea socio si sus
conocimientos de este deporte, de cómo funciona
su entorno, etc., es limitado.

No obstante, el líder no tiene porque ser un
especialista en la materia, pero si tendrá que tener una
formación sólida e integral, que le permita tener
ideas muy claras y un conocimiento
global de la actividad que desarrolla (sea ésta
empresarial, deportiva, cultural, etc.).

El liderazgo se basa en un reconocimiento espontáneo
por parte del resto del equipo, lo que exigirá dar la
talla, estar a la altura de las circunstancias. Si el grupo
detecta en él carencias significativas terminará
por rechazarlo.

Los subordinados entienden que el líder no tiene por
qué conocer hasta el último detalle de cada asunto
(para eso están los expertos), pero sí esperan de
él un conocimiento suficientemente sólido.

Visión de
futuro

En un mundo tan cambiante como el actual tan sólo
sobreviven aquellas empresas que
saben adaptarse a los cambios con rapidez.

Y el saber anticiparlos, el ser capaz de tomar la iniciativa,
constituye una ventaja competitiva de primer orden y permite que
la empresa gane posiciones.

El líder tiene la habilidad de adelantarse a los
acontecimientos.

El líder se caracteriza por esta capacidad de "ir por
delante", de prever los movimientos del sector. Ello le permite
ir tomando las medidas oportunas para que la empresa se encuentre
siempre en primera línea.

Esta capacidad estratégica es captada por el grupo y en
ella se basa gran parte de la confianza que éste deposita
en su líder, en la medida en que entiende que su futuro se
encuentra en buenas manos.

El líder se preocupa del corto plazo de la empresa,
pero también, y muy especialmente, del largo plazo.

El líder no es una persona que en un momento dado tiene
una idea "mágica", sino que su manera habitual de
funcionar es mirando siempre hacia delante, señalando
nuevos retos, fijando nuevas metas.

Es una persona inquieta, inconformista, soñadora, pero
que consigue materializar sus sueños: tiene una confianza
ciega en llegar a lograr sus objetivos.

El líder es seguido por el equipo porque genera
confianza; su visión de futuro es exigente, pero
creíble y motivadora: genera entusiasmo.

El futuro que el líder defiende conlleva objetivos
difíciles pero alcanzables. Si su idea de futuro fuera
meramente utópica nos encontraríamos ante un
lunático, no ante un líder.

Su visión de futuro genera un fuerte consenso dentro de
la organización.

Debe ser un futuro que busque el bien de la empresa, pero
también el de cada uno de sus empleados. Si no fuera
así, difícilmente conseguiría el respaldo
del grupo, y sin este respaldo difícilmente podría
alcanzar sus objetivos.

Por ejemplo, si el gerente de una
empresa busca maximizar el beneficio a base exclusivamente de
recortes de gastos
(incluyendo reducciones de plantilla) no es probable que genere
excesivo entusiasmo entre los empleados (el interés de
la empresa chocaría con el particular de cada
persona).

Si por el contrario, basará su estrategia en
mejorar la calidad de los productos,
buscando un crecimiento del beneficio empresarial del que se
beneficiaran también los empleados, es muy probable que
éstos pusieran todo su empeño en lograr este
objetivo.

Aunque el líder es quien señala los objetivos a
largo plazo, en su concreción debe buscar que participen
activamente sus colaboradores con el objetivo de conseguir
establecer unas metas que todo el mundo sienta como propias.

La organización se siente especialmente motivada cuando
lucha por unos objetivos con los que se identifica (y no vienen
meramente impuestos).

En definitiva, esta visión de futuro es lo que
distingue a un líder de un simple buen gestor.

El buen gestor es capaz de conseguir que los empleados
trabajen eficientemente, que se encuentren motivados, que alcance
los resultados propuestos, pero le falta esa visión
estratégica que es básica para asegurar la
supervivencia de la empresa.

Liderazgo
Situacional

"Conducir un rebaño de blancas ovejitas, no es lo mismo
que dirigir una manada de hambrientos leones"

Si no adapta su estilo de liderazgo a las circunstancias
posiblemente se lo comerán crudo.

Un líder debe variar su comportamiento
en base a su orientación y estilo. La orientación
puede enfocarse a la tarea o a la relación, o una
combinación de ambas.

Uno de los modelos del
liderazgo más extensamente seguidos es la teoría
del liderazgo situacional de Paul Hersey y Kenneth Blanchard.

La teoría de liderazgo situacional, surge a partir del
estudio de la conducta de los
lideres en situaciones muy diversas, como ayuda a los directivos
en el diagnostico de cada situación característica.
Esta teoría se basa en dos variables, dos
dimensiones críticas del comportamiento del líder:
cantidad de dirección (conducta de tarea) y cantidad de
apoyo socio emocional (conducta de relación) que el
líder debe proporcionar en una situación a
raíz del "nivel de madurez de sus subordinados.

  • La conducta de tarea: grado en el que el
    líder explica lo que deben hacer sus seguidores,
    cuando, donde y como realizar latarea.

  • La conducta de relación: grado en el
    que el líder proporciona apoyo socio emocional.

Los estilos de tarea y de relación no son
mutuamente excluyentes. No hay un estilo de liderazgo mejor que
otro, depende de la situación.

El liderazgo situacional es una teoría de
contingencia que hace énfasis en los subalternos. El
liderazgo de éxito se alcanza al seleccionar el estilo de
liderazgo adecuado que Hersey y Blanchard sostienen es
contingente al nivel de madurez o disponibilidad de los
subalternos.

El liderazgo situacional emplea las mismas dos
dimensiones de liderazgo que Fiedler identificó:
comportamientos hacia las tareas y hacia las relaciones. Sin
embargo, Hersey y Blanchard dan un paso más allá al
considerar cada una como al alta o a la baja y luego las combinan
en cuatro estilos de liderazgo específicos descritos a
continuación:

  • Decir (Alta Tarea – Baja Relación):

El líder define los papeles y dice a las personas
qué, cómo, cuándo y dónde realizar
diversas tareas.

  • Vender (Alta Tarea – Alta Relación):

El líder muestra tanto
comportamiento directivo como comportamiento de apoyo.

  • Participar (Baja Tarea – Alta Relación):

El líder y sus seguidores comparten la toma de
decisiones: el papel principal del líder es facilitar y
comunicar.

  • Delegar (Baja Tarea – Baja Relación):

El líder proporciona poca dirección a apoyo.
 

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El componente final de la teoría de Hersey-Blanchard es
la definición de cuatro etapas de la disposición
del subalterno:

R1: Las personas son incapaces y no están
dispuestas a asumir la responsabilidad por hacer algo. No son ni
competentes ni confiables.

R2: Las personas son incapaces, pero están
dispuestas a hacer las tareas necesarias. Están motivadas,
pero actualmente carecen de las habilidades apropiadas.

R3: Las personas son capaces, pero no están
dispuestas a hacer lo que el líder quiere.

R4: Las personas son capaces y están
dispuestas a hacer lo que se les pide.

Liderazgo en
cualquier puesto de trabajo

Hay que diferenciar liderazgo de poder jerárquico:

La jerarquía puede dar poder, pero la autoridad moral
sólo se consigue con el liderazgo.

Puede ocurrir que en un grupo humano el jefe y el líder
sean personas diferentes:

El jefe es aquél que ocupa el puesto jerárquico
más elevado, mientras que el líder es quien que
goza de autoridad moral sobre el resto del grupo.

En una situación como ésta, el jefe podrá
dar órdenes que serán acatadas y cumplidas por
miedo a posibles sanciones disciplinarias, mientras que el
líder no dará órdenes (no tiene autoridad
jerárquica), pero sus indicaciones, sus opiniones, sus
planteamientos, serán aceptados por el resto de la
organización.

Por tanto, hay que dejar muy claro que el liderazgo no es
sólo un rol reservado a la cúpula directiva de una
empresa, sino que es un papel que puede ejercer cualquier persona
con independencia
del puesto que ocupe.

La capacidad del líder de movilizar al equipo, de
alcanzar los objetivos, de tomar decisiones, de conseguir
resultados, de ser la referencia del grupo, etc., se puede
realizar en cada nivel de la organización.

Cada persona podrá ejercer su liderazgo dentro de su
área de competencia.

Por ejemplo, dentro de una empresa el primer ejecutivo
podrá ejercer de líder, pero también
podrá hacerlo el jefe de un departamento, un comercial, un
administrativo, un mecánico, etc.

El primer ejecutivo lo ejercerá sobre toda la
organización, mientras que el jefe de un departamento
podrá hacerlo dentro de su unidad, y el comercial, el
administrativo o el mecánico podrán jugar este
papel entre sus compañeros.

Un empleado que ocupe una posición intermedia o baja
dentro de una empresa no tiene por que limitar su
actuación a un mero conformismo o seguidísimo, sino
que dentro de su esfera de actuación podrá adoptar
una actitud activa, innovadora, luchadora, inconformista,
preocupada por el bien de la organización y motivadora
para el resto del equipo.

En definitiva, puede ejercer un liderazgo tan intenso como si
ocupara el primer puesto del escalafón.

De hecho, una de las responsabilidades del líder de una
empresa es promover este espíritu de liderazgo en todos
los niveles de la organización.

Un líder que no consigue contagiar su entusiasmo,
fomentar sus valores y su modo de trabajar es un líder que
en cierto modo ha fracasado.

Además, el líder tiene la obligación de
ir formando nuevos líderes entre sus colaboradores con
vista a que el día de mañana pueda sustituirle.

Liderazgo en la
propia vida

Es muy difícil separar totalmente la vida profesional
de la vida personal.

No suele ocurrir que una persona sea un líder en su
trabajo y en
cambio se
comporte de manera conformista, sin empuje, en su vida
privada.

El líder suele actuar con el mismo nivel de
autoexigencia, de búsqueda de la excelencia y de
comportamiento ético en todos sus ámbitos de
actuación (profesional, familiar, personal, etc.).

Los mismos principios de
actuación que aplica en el trabajo (honestidad,
dedicación, innovación, decisión,
preocupación por las personas, comprensión, etc.),
aplicará en su vida ordinaria.

El líder debe ser una persona coherente, capaz de
mantenerse fiel a sus principios y de no renunciar a ellos en pro
de su carrera profesional.

El líder tiene que ser capaz de defender sus principios
aunque esto le pueda suponer graves contratiempos
profesionales.

El liderazgo, el ser capaz de defender apasionadamente unos
ideales, exige una gran solidez en las propias convicciones, que
sólo es posible cuando éstas se asientan en
principios inquebrantables.

Además, es fundamental que el líder mantenga una
vida equilibrada, dedicando tiempo no sólo a su vida
profesional, sino también a su vida personal y
familiar.

El liderazgo conlleva tal nivel de responsabilidad y de
presión, requiere tanta ilusión y
optimismo, demanda tanta
persistencia y dedicación, exige tanta capacidad para
convencer, animar, motivar, etc., que tan sólo una persona
con una vida equilibrada será capaz de dar lo mejor de
sí misma y estar a la altura a de las circunstancias.

Para que una persona pueda desarrollarse en todos sus
ámbitos y no dejar que el profesional lo termine
absorbiendo todo es fundamental aprovechar el tiempo al
máximo.

Hay que sacarle tiempo al tiempo (el tiempo es un bien escaso
que hay que optimizar).

El tiempo pasa rápido y cada día cuenta: un
día que no se aproveche es un día perdido.

El líder no se puede permitir el lujo de perder el
tiempo.

Vivir intensamente, aprovechando el tiempo al máximo,
no implica vivir aceleradamente.

El liderazgo hay que ejercerlo a lo largo de toda la vida, es
una carrera a largo plazo, por lo que exige dosificar las fuerzas
y no quemarse en un "sprint" alocado.

El vivir intensamente permite atender todas las facetas
humanas (personal, familiar, social y profesional) y no dejar
ninguna de ellas desatendidas.

Aprovechar el tiempo exige planificación:

El líder tiene mil asuntos que atender y tan
sólo una buena organización le va a permitir poder
desenvolverse con soltura y dedicar el tiempo a lo realmente
importante y no perderlo con temas menores.

Si no lo hace así, el día a día le
terminará absorbiendo, impidiéndole ocuparse de
aspectos más estratégicos, perdiendo poco a poco la
perspectiva del largo plazo.

El líder tiene que saber priorizar: distinguir
qué es lo realmente importante, aquello que demanda su
atención, y qué no lo es.

Acto seguido, el líder tiene que saber delegar: es
imposible abarcarlo todo.

El líder se centrará en lo esencial y
delegará en su equipo otras obligaciones.

Resulta muy útil fijar al comienzo de la semana
(domingo por la noche o lunes a primera hora) la agenda de los
próximos días:

Señalar aquellas actuaciones que uno debe realizar,
fijar los objetivos que se quieren conseguir a lo largo de la
semana.

La única forma de evitar que los proyectos se
vayan posponiendo y nunca se terminen de abordar.

Por ejemplo: si el líder busca mejorar su conocimiento
de inglés
se puede fijar como meta semanal dar dos horas de clase
(empezando esa misma semana, ¿por qué aplazarlo?),
fijando en su agenda día y hora, obligación que
respetará escrupulosamente.

Si el líder quiere mejorar la comunicación con
su equipo, fijará, por ejemplo, una reunión semanal
(a tal día y a tal hora) que será de obligado
cumplimiento.

Al final de la semana evaluará en que medida ha
cumplido los objetivos propuestos y en que medida estos le
permiten avanzar hacia su meta final.

Aquellos objetivos semanales que no hubiera cumplido
tratará de hacerlo en la semana siguiente, realizando un
esfuerzo adicional con vista a mantener el calendario
previsto.

En la planificación de la semana hay que buscar
también tiempo para la lectura, para
el deporte, para el ocio y, muy especialmente, para la familia. De
hecho, el líder debe autolimitarse el tiempo que dedica al
trabajo.

No resulta lógico, ni por supuesto recomendable, estar
todos los días en la oficina de 9 de
la mañana a 10 de la noche.

Si el líder se auto impone finalizar todos los
días a las 7,30 de la tarde (salvo en ocasiones
excepcionales), organizará su jornada y se
imprimirá un ritmo de trabajo con vista a cumplir dicho
horario.

Muchos directivos presumen de estar todo el día en la
oficina. Probablemente estén perdiendo el tiempo,
además de estar desatendiendo a su familia, a sus
amigos y a sus propias inquietudes personales. Los lideres son
sensibles ante las necesidades de la gente, la primera cualidad
de un líder es la sensibilidad ante las necesidades que ve
a su alrededor.

La eficacia en el
liderazgo esta determinada por la vida privada del
líder.

Los líderes aceptan las culpas, los perdedores se los
pasan a otros.

Todo debe hacerse de una manera apropiada y con orden.

Características básicas del
líder

Muchas son las cualidades que definen al líder.

En esta lección vamos a señalar aquellas que se
podrían considerar básicas (son necesarias para que
exista un auténtico líder), mientras que en la
lección siguiente se analizarán otras
complementarias (contribuyen a realzar la figura del
líder).

El líder debe poseer todas estas cualidades
básicas, lógicamente unas más que otras,
pero todas ellas deben estar presentes.

La ausencia de alguna de ellas dificultaría ejercer un
auténtico liderazgo.

Como cualidades básicas señalamos:

Visionario: el líder se caracteriza por su
visión a largo plazo, por adelantarse a los
acontecimientos, por anticipar los problemas y detectar
oportunidades mucho antes que los demás.

El líder no se contenta con lo que hay, es una persona
inconformista, creativa, que le gusta ir por delante.

Persona de acción: el líder no sólo fija
unos objetivos exigentes sino que lucha denodadamente por
alcanzarlos, sin rendirse, con enorme persistencia, lo que en
última instancia constituye la clave de su
éxito.

El líder no se contenta con soñar, el
líder quiere resultados.

Brillante: el líder sobresale sobre el resto del
equipo, bien por su inteligencia,
bien por su espíritu combativo, bien por la claridad de
sus planteamientos, etc., o probablemente por una
combinación de todo lo anterior.

Coraje: el líder no se amilana ante las dificultades;
las metas que propone son difíciles (aunque no
imposibles), hay que salvar muchos obstáculos, hay que
convencer a mucha gente, pero el líder no se desalienta,
está tan convencido de la importancia de las mismas que
luchará por ellas, superando aquellos obstáculos
que vayan surgiendo.

El líder defiende con determinación sus
convicciones.

Contagia entusiasmo: el líder consigue entusiasmar a su
equipo; ellos perciben que las metas que persigue el líder
son positivas tanto para la empresa como para los empleados.

El futuro que ofrece el líder es tan sugerente que
merece la pena luchar por ello.

Esta es una de las características fundamentales del
líder, el saber contagiar su entusiasmo, el conseguir que
el equipo le siga, que comparta sus objetivos.

Sin un equipo que le siga, una persona con las demás
características sería un lobo solitario pero nunca
un líder (el liderazgo va siempre unido a un equipo).

Gran comunicador: otra cualidad que caracteriza al
líder son sus dotes de buen comunicador, habilidad que le
va a permitir "vender" su visión, dar a conocer sus planes
de manera sugerente.

Convincente: el líder es persuasivo; sabe presentar sus
argumentos de forma que consigue ganar el apoyo de la
organización.

Gran negociador: el líder es muy hábil
negociando. La lucha por sus objetivos le exige negociar
continuamente, tanto dentro de la empresa, como con clientes,
proveedores,
entidades financieras, accionistas, etc.

El líder demuestra una especial habilidad para ir
avanzando en el largo camino hacia sus objetivos.

Capacidad de mando: el líder debe basar su liderazgo en
el arte de la
convicción, pero también tiene que ser capaz de
utilizar su autoridad cuando sea necesario.

El líder es una persona compresiva, pero no una persona
blanda (los subordinados le perderían el respeto).

El líder no puede abusar del "ordeno y mando" ya que
resulta imposible motivar a un equipo a base de autoritarismo,
pero debe ser capaz de aplicar su autoridad sin temblarle el
pulso en aquellas ocasiones que lo requieran.

Exigente: con sus empleados, pero también, y muy
especialmente, consigo mismo. La lucha por unas metas
difíciles requiere un nivel de excelencia en el trabajo
que tan sólo se consigue con un alto nivel de
exigencia.

Si el líder fuera exigente con sus empleados pero no
consigo mismo no sería un líder, sería un
déspota que pondría a toda la organización
en su contra.

Carismático: si además de las
características anteriores, el líder es una persona
carismática, nos encontraríamos ante un
líder completo.

El carisma es una habilidad natural para seducir y atraer a
las personas, es auténtico magnetismo
personal. El carisma permite ganarse al equipo, que se siente
atraído por su líder.

No obstante, hay que señalar que es perfectamente
posible un líder sin carisma.

Para una empresa es preferible tener un líder sin
carisma con un alto sentido de la honestidad, que un líder
carismático que utilice la organización en su
propio beneficio.

Honestidad: unos elevados valores éticos son
fundamentales para que el liderazgo se mantenga en el tiempo y no
se trate de un simple "Bluff" pasajero.

El equipo tiene que tener confianza plena en su líder,
tiene que estar absolutamente convencido que el líder va a
actuar honestamente y no le va a dejar en la estacada.

Si los subordinados detectan que el líder no juega
limpio y que tan sólo le preocupan sus propios intereses,
perderán su confianza en él, proceso que una vez
iniciado es muy difícil de parar.

Cumplidor: el líder tiene que ser una persona de
palabra: lo que promete lo cumple.

Es la única forma de que el equipo tenga una confianza
ciega en él.

Coherente: el líder tiene que vivir aquello que
predica.

Si exige dedicación, él tiene que ser el
primero; si habla de austeridad, él tiene que dar ejemplo;
si demanda lealtad, él por delante.

El líder predica principalmente con el ejemplo: no
puede exigir algo a sus subordinados que él no cumple.

Además, el mensaje del líder debe ser coherente
en el tiempo.

No puede pensar hoy de una manera y mañana de otra
radicalmente distinta: confundiría a su equipo.

Esto no implica que no pueda ir evolucionando en sus
planteamientos.

Características complementarias del
líder

En esta lección destacaremos aquellas otras
características del líder, asimismo importantes,
que permiten fortalecer su papel.

Trabajador: el líder debe mostrar una gran
dedicación al trabajo, debe predicar con el ejemplo,
trabajar duro, que el grupo vea que está volcado con la
empresa.

Uno no puede exigir a sus empleados mayor dedicación si
no predica con el ejemplo.

Pero el líder debe ser capaz de llevar una vida
equilibrada, de compaginar su actividad profesional con su faceta
personal, familiar, social, etc.

El líder debe demostrar a sus empleados que es
perfectamente compatible una gran dedicación profesional
con una rica vida privada.

El entusiasmo, la energía, la ilusión que exige
el liderazgo sólo se consigue con una vida intensa,
entretenida, variada.

El líder es una persona que sabe disfrutar de los
placeres de la vida.

Perseverante: las metas que fija el líder son
difíciles de alcanzar y tan sólo con un esfuerzo
sostenido se pueden lograr.

Los obstáculos serán numerosos y en ocasiones
pueden flaquear las fuerzas. Tan sólo la perseverancia
(una auténtica obsesión por alcanzar los objetivos)
permitirá triunfar en el empeño.

Flexible: las circunstancias son cambiantes, lo que hoy vale
puede que no valga mañana, los colaboradores tienen sus
propios criterios y en ocasiones pueden ser más acertados
que los del líder.

El líder que se atrinchera en sus posiciones
está llamado al fracaso, además daría una
muestra de soberbia que le llevaría a perder la
simpatía del grupo.

Un auténtico líder no teme que por cambiar su
punto de vista o por aceptar la opinión de un subordinado
esté dando muestras de debilidad. Todo lo contrario,
proyectaría una imagen de persona
abierta, dialogante, flexible, pragmática, que
contribuiría a aumentar su prestigio entre los
colaboradores.

Autodominio: el líder es el referente del equipo, debe
ser capaz de controlar sus emociones,
especialmente en los momentos delicados; no puede mostrar su
abatimiento ante un suceso negativo (si él cae, la
organización se derrumba).

El líder tiene que ser una persona fuerte, capaz de
mostrar serenidad e infundir tranquilidad en los momentos
más difíciles.

El líder determina en gran medida el estado de
ánimo de la organización.

Si el líder se muestra optimista, animado, con
energía, la plantilla se contagiará de este estado.
Si por el contrario, se muestra pesimista, desanimado, preocupado
(y lo manifiesta), el ánimo de la organización se
hundirá.

Prudente: aunque el líder sea una persona que asume
riesgos, no
por ello deja de ser prudente.

Es el último responsable de la empresa; el bienestar de
muchas familias depende de él, por lo que no se puede
permitir el lujo de actuar de manera irresponsable.

El líder conoce los puntos fuertes y las debilidades de
su organización, respeta a sus adversarios, asume riesgos
controlados tras un análisis riguroso.

El líder tiene que luchar contra el endiosamiento,
entendido como un exceso de autosuficiencia que le puede llevar a
perder la prudencia.

Realista: el líder está siempre con los pies en
el suelo, sabe
compaginar su visión del largo plazo con el día a
día, conoce las dificultades que conllevan sus objetivos,
el esfuerzo que exige a los empleados. También conoce sus
propias limitaciones.

Justo: el líder debe ser (y parecer) una persona justa,
tanto en la exigencia como en el reconocimiento, y debe
preocuparse porque la organización así lo
perciba.

No puede dar lugar a agravios comparativos.

El líder debe reconocer los aciertos y fallos de sus
colaboradores de manera objetiva, debe ser igual de exigente con
todos y ecuánime en las recompensas.

Los empleados entienden y aceptan que se les exija, lo que no
tolerarán nunca será la injusticia.

Humano: el líder es una persona cercana,
próxima, cálida, comprensible. Esta cualidad es
básica lograr no sólo el respeto del equipo, sino
también su aprecio.

El ser una persona exigente y rigurosa, el tener que utilizar
en ocasiones su autoridad, no tiene por qué estar
reñido con mostrase de una manera sencilla y natural,
preocupado por su gente.

Resulta absurda (y contraproducente) la actitud de muchos
altos directivos (que no líderes) de mostrarse altivos,
fríos, distantes.

Accesible: el líder tiene que ser una persona accesible
para su equipo, tiene que estar disponible para cualquier
empleado de la empresa que tenga algo que decirle.

Si quieres que la organización esté contigo, te
tienen que conocer, ver que eres uno más de ellos. Si
quieres que te aprecien tienes que darle la oportunidad de que te
traten.

Un líder distante difícilmente motiva; en el
mejor de los casos produce indiferencia y en el peor origina
rechazo.

Humilde: la humildad implica reconocer las propias
limitaciones, saber escuchar y pedir consejos, reconocer los
errores que uno comete y los aciertos de los demás. La
humildad no es síntoma de debilidad, sino de persona
realista, con los pies en la tierra. La
humildad ayuda a ganar el respeto del equipo.

El líder que va de prepotente dispone a la
organización en su contra.

Generoso: la generosidad es fundamental en todo líder.
Los empleados han depositado en él su confianza, pero
además de interesarles el futuro de la empresa, les
preocupa su situación personal.

La relación profesional no deja de ser una
transacción en la que el trabajador aporta su trabajo a
cambio de un salario, una
carrera profesional, un aprendizaje, un reconocimiento, etc.

Si el líder es exagerado en su nivel de exigencia, debe
ser igualmente generoso en las retribuciones, reconocimientos y
premios.

Culto: El líder debe preocuparse por desarrollarse
personalmente, por alcanzar un elevado nivel cultural.

El líder tendrá que tratar con numerosas
personas, hablar en público, presidir reuniones, atender
visitas, etc., y en todo momento debe saber moverse con soltura
(es el representante de la empresa).

El conocimiento es fuente de ideas, muchas de las cuales
podrá aplicar en la gestión
de su organización.

Inquieto: el líder es una persona inconformista, que le
gusta indagar, aprender de la gente. Esta inquietud le lleva a
estar permanentemente investigando nuevas alternativa, a ir por
delante del resto.

En el mundo actual, una persona conformista termina
quedándose obsoleta inmediatamente.

Con sentido del humor: el humor es fundamental en la vida,
siendo especialmente útil en los momentos de
dificultad.

La gente se identifica con aquellas personas que saben ver el
lado divertido de la vida. El líder que abusa de la
seriedad y de los formalismos difícilmente consigue
generar entusiasmo entre sus empleados.

El líder tiene que tener claro que hay momentos para
las formalidades y momentos para cierto desenfado y no por ello
va a perder el respeto de su equipo, sino que, todo lo contrario,
conseguirá estrechar los lazos con sus colaboradores.

Optimista: el optimismo es contagioso, se expande al resto de
la organización. El optimista es una persona que no teme
las dificultades, que ve los obstáculos perfectamente
superables; esto le lleva a actuar con un nivel de audacia que le
permite alcanzar algunas metas que una persona normal ni siquiera
se plantearía.

Además, la persona optimista se recupera
rápidamente de los fracasos y tiende siempre a mirar hacia
adelante.

En buena forma física: el
líder tiene que cuidarse, llevar una vida sana, hacer
deporte, cuidar su alimentación,
descansar. Es la única forma de poder rendir al 100% en el
trabajo.

El
antilíder

En las dos anteriores hemos enumerado las cualidades que todo
líder debe poseer. Por oposición a ellas
tendríamos aquellas otras que caracterizarían al
antilíder.

No obstante, vamos a señalar algunas de las más
relevantes:

Soberbio: se cree en posesión de la verdad, no escucha,
no pide consejos, no acepta otros puntos de vista, no sabe
reconocer sus errores, no reconoce sus propias limitaciones. Todo
ello le puede llevar a cometer errores muy graves que pongan en
peligro el futuro de la empresa, aparte de que este modo de
comportarse genera un fuerte rechazo entre los empleados.

Incumplidor: promete y no cumple, su equipo se esfuerza
esperando conseguir la recompensa prometida y ésta no se
produce. Esto le lleva a perder toda credibilidad.

El equipo pierde su confianza en él y no va a estar
dispuesto a seguir realizando esfuerzos adicionales.

Temeroso: es una persona que se siente insegura, lo que le
lleva a ser extremadamente celosa de su parcela de poder. Tiene
miedo a que alguien le pueda hacer sombra y ello le lleva a
rodearse de gente mediocre.

Es una persona acomplejada, el miedo a mostrar debilidad le
lleva a rechazar consejos, a no escuchar, a no permitir que la
gente de su equipo brille.

Este tipo de ejecutivo termina siendo despreciado por su
equipo.

Apagado: un líder apagado difícilmente va a ser
capaz de generar entusiasmo en su equipo. Si el líder
carece de energía, de optimismo, de empuje poco va a poder
motivar a sus empleados.

Rehúye el riesgo: el
líder debe luchar por unos objetivos, unas metas
difícilmente alcanzables; esto le obliga a transitar por
caminos desconocidos, a asumir riesgos.

La persona que evita el riesgo a toda costa es un conformista
que se contenta con lo que tiene y que difícilmente va a
ser capaz de conducir la empresa a ningún destino
interesante.

En un mundo tan cambiante como el actual, no moverse es
sinónimo de perder.

Deshonesto: cuando el directivo carece de unos sólidos
principios éticos no es de extrañar que termine
cometiendo injusticias.

El equipo difícilmente va a seguir a una persona de la
que no se fía; más bien terminará
despreciándola.

Falto de visión: el líder consigue el apoyo de
la organización a cambio de ofrecerle un proyecto
realmente estimulante: el líder vende ilusiones.

Si el jefe carece de proyecto, ¿qué es lo que le
va a ofrecer a su equipo?, ¿continuidad? Eso lo puede
hacer cualquiera.

Además, como ya se ha señalado, la continuidad
es hoy en día la vía más rápida hacia
la desaparición.

Egoísta: una persona cuya principal (y a veces
única) preocupación son sus propios intereses
difícilmente va a conseguir el apoyo de su equipo.

Los empleados se darán cuenta inmediatamente del riesgo
que corren confiando su destino a esta persona, por lo que
tratarán por todos los medios de
apartarlo de la dirección.

Iluminado: el líder es una persona que se adelanta al
futuro, pero manteniendo siempre los pies en la tierra, sin
dejar de ser realista.

Si los objetivos que propone el líder son a todas luces
utópicas, la gente perderá su confianza en
él. El puesto de trabajo es un tema muy serio y la
plantilla no va a permitir embarcarse en aventuras con final
incierto.

Un iluminado puede poner en riego el futuro de la empresa.

Autoritario: el jefe que basa su dirección en el
empleo del
miedo puede conseguir a veces muy buenos resultados en el corto
plazo, pero termina inexorablemente dañando a la
organización.

Los miembros de su equipo aprovecharán la mínima
oportunidad para cambiar de trabajo. Nadie soporta a un
tirano.

El ambiente que
genera es muy tenso, la gente actuará sin iniciativa,
irá al trabajo sin entusiasmo, y así
difícilmente va a ser capaz de dar lo mejor de
sí,

Líder
carismático

El carisma se puede definir como una facilidad innata de
hacerse querer, es un poder de atracción, es puro
magnetismo personal.

El carisma tiene un fundamento esencialmente
genético:

Unos (pocos) nacen con carisma y otros (la mayoría)
no.

No obstante, aunque resulta muy difícil adquirirlo,
sí se pueden aprender ciertas técnicas que permiten
suplir parcialmente su ausencia o a realzar aún más
el carisma que uno ya posee.

Es muy difícil precisar por qué una persona
tiene carisma y otra no, pero la realidad es que el primero
"enamora" y el segundo produce "indiferencia".

El líder carismático genera
admiración.

El carisma facilita enormemente el camino hacia el liderazgo,
si bien no es una condición indispensable:

Se puede ser un extraordinario líder sin tener carisma
y se puede tener muchísimo carisma y no ser un
líder.

La característica que define a un líder
carismático es su capacidad de seducir, tiene una personalidad
enormemente atractiva con la que consigue atraer a los
demás miembros del grupo.

El carisma permite unir el grupo alrededor del
líder.

El líder carismático suele ser también un
gran comunicador, tiene un poder natural de
persuasión.

Ante el líder carismático el equipo suele perder
cierta objetividad. El líder carismático disfruta
normalmente de un juicio benévolo por parte de sus
subordinados.

Se le "perdonan" los fallos y se mitifican sus logros.

El problema que plantea el líder carismático es
que la organización puede hacerse excesivamente
dependiente de él.

Es muy difícil encontrar a un sustituto ya que
eclipsará a cualquier aspirante a sucederle.

Un peligro que acecha especialmente al líder
carismático es la facilidad de caer en el
endiosamiento.

El grupo le rinde tanta pleitesía que no es
extraño que pierda el sentido de la realidad

Persona de
acción

El líder es ante todo una persona de acción.

No se limita a definir la estrategia de la empresa, sino que
una vez que ha fijado los objetivos luchará con denuedo
hasta conseguirlos.

Una visión, un objetivo, etc. sólo son valiosos
en la medida en la que uno esté dispuesto a luchar por
ellos.

Una persona que se limitara a fijar unas metas pero que no se
emplease a fondo en su consecución difícilmente
podría ser un líder.

El valor de su aportación sería limitado. Su
función
sería más bien la de un asesor, pero nunca la de un
líder.

El líder quiere resultados palpables y se va a poner al
frente de su equipo para conseguirlos.

Además no quiere resultados en el largo plazo, los
quiere ya, ahora (el tiempo es oro).

Por este motivo, resulta muy útil no limitarse a fijar
objetivos en el largo plazo sino establecer también metas
menores en el corto plazo, que marquen el camino hacia el
objetivo final.

Estas metas a corto plazo permiten transmitir un mensaje de
premura a la organización (el largo plazo se ve muy
lejano, pero el corto plazo es inmediato, no hay tiempo que
perder).

La filosofía que preside el modo de actuar del
líder es que no vale simplemente con estar ocupado
(dedicar tiempo al trabajo, pasar muchas horas en la oficina),
sino que hay que obtener resultados.

El líder premiará a sus subordinados por los
resultados alcanzados y no simplemente por el tiempo
dedicado.

No obstante, también sabe valorar a aquel empleado que
pone todo su empeño en el intento aunque los resultados no
le acompañen.

La persona de acción es una persona que sabe tomar
decisiones con agilidad, que se enfrenta a los problemas tan
pronto se presentan, que no permite que las cosas se demoren en
el tiempo.

El líder piensa en el largo plazo pero trabaja en el
corto plazo: si el problema surge hoy hay que abordarlo hoy mismo
y no dentro de unos días.

Si hoy se ha tomado una decisión, se pondrá en
práctica hoy mismo y se pedirán resultados
mañana.

Este modo de actuar no quiere decir que el líder
actúe alocadamente. Muy al contrario, le dedicará a
los problemas el tiempo de reflexión y de consulta que sea
necesario, analizará las posibles alternativas,
consultará con quien tenga que hacerlo. Pero todo ello con
el convencimiento de que el tiempo apremia.

El tiempo de reflexión y análisis no se puede
prolongar ni un segundo más de lo estrictamente
necesario.

La mayoría de las veces es preferible adoptar hoy una
decisión suficientemente buena que la mejor
decisión dentro de un mes.

El líder no admite un NO por respuesta; buscará
vías alternativas y se rodeará de personas que
funcionen de la misma manera.

El líder es una persona de coraje, no se amilana ante
los obstáculos.

El líder va a exigir a su equipo que funcione de forma
similar.

Prefiere que sus colabores tomen decisiones, aunque se
equivoquen.

Se rodea de gente de acción, personas con ganas de
hacer cosas.

Fomenta en la empresa una cultura
orientada a la acción.

Aceptar el
cambio

Actualmente vivimos en un mundo en permanente cambio, en el
cual lo que un día vale queda desfasado al día
siguiente. Esto exige a cualquier empresa estar en un estado de
alerta permanente.

Este escenario de continua transformación exige a la
organización estar abierta al cambio, a la
adaptación.

En un mundo tan competitivo como el actual la empresa no se
puede permitir el lujo de ir a remolque.

Esta inestabilidad suele generar ansiedad.

La gente, por regla general, es reacia al cambio, lo
rehúye, teme lo nuevo, lo desconocido. Este temor suele
provocar una actitud contraria a la innovación, en la que
no se reacciona hasta que no hay más remedio, cuando
normalmente ya es demasiado tarde.

Reaccionar tarde implica perder oportunidades de negocio y
ceder ventaja a los competidores.

Adaptarse a los nuevos tiempos es absolutamente necesario para
garantizar la supervivencia de la empresa.

Al líder no sólo no le preocupa el cambio, sino
que encuentra en él una fuente de oportunidades.

Sabe que si reacciona antes que los competidores tiene muchas
posibilidades de ganar.

El líder promueve en la empresa una cultura favorable
al cambio.

El líder trata de anticiparse al cambio, trata de
promoverlo, busca liderarlo.

Combate el continuismo (esto se hace así porque siempre
se ha hecho así), cuyos efectos pueden ser realmente
nocivos.

Rompe con la inercia de lo establecido; se llega incluso a
enfrentar con el poder para impulsar el cambio.

Se puede hablar de dos tipos de cambio:

Un cambio que ocurre de imprevisto, de la noche a la
mañana, como un shock que todo el mundo percibe. Este
cambio es tan evidente que la empresa lo percibe inmediatamente y
reacciona.

Pero hay un cambio mucho más peligroso que es el cambio
paulatino, el que se produce de manera gradual, casi
imperceptible, lo que hace que resulte muy difícil
detectarlo. Cuando la empresa quiere reaccionar ya es demasiado
tarde, se ha quedado fuera del juego.

Sólo una persona que mira al futuro, que está
permanentemente oteando el horizonte buscando cualquier indicio
de evolución, es capaz de percibir estos
cambios graduales en su etapa inicial, con tiempo para reaccionar
y ganar terreno a los competidores.

El líder trata continuamente de anticipar los posibles
escenarios futuros, tomando las medidas oportunas para estar
preparados.

Además, en estos momentos de inestabilidad el
líder infundir confianza a sus empleados.

Transmitir la sensación de que todo está bajo
control, de que
la organización tiene un timonel que está alerta y
preparado, y que sabrá guiar con éxito su
destino.

Correr
riesgos

El líder es consciente de que en ocasiones hay que
asumir riesgos.

Hay momentos en los que hay que tomar decisiones sin disponer
de toda la información que uno quisiera. No está
absolutamente claro cual es la decisión más
acertada, pero hay que tomar una decisión.

En este escenario de incertidumbre el líder no se
bloquea y toma la decisión que estima más oportuna,
sabiendo que cabe la posibilidad de no acertar.

En otras ocasiones se presentan oportunidades. A veces no
están totalmente definidas, pero si se saben aprovechar
pueden ser muy beneficiosas para la empresa.

Esto obliga en ocasiones al líder a tener que
"apostar"; aunque estas decisiones se han analizado todo lo que
se ha podido no dejan de conllevar un elevado riesgo.

Son decisiones que pueden exigir inversiones
cuantiosas. El líder trata de anticiparse a los
competidores: si acierta la empresa puede obtener importantes
ganancias, si se equivoca serán recursos
desperdiciados.

El líder asume este riesgo, sabiendo que puede ganar o
perder.

Lo fundamental en situaciones de este tipo es:

Demostrar a la organización que el líder es una
persona de coraje que no se esconde ante el riego y que sabe dar
un paso adelante cuando es necesario.

Cuando se corren riesgos no son decisiones caprichosas, no se
basan en meras corazonadas del líder, sino que son
decisiones estudiadas, consultadas con su equipo (especialmente
si el riesgo es elevado) y que se toman porque no tomar ninguna
decisión implicaría correr un riesgo todavía
mayor (perder oportunidades, quedar por detrás de los
competidores, ceder mercados,
quedarse obsoletos, etc.).

Los riesgos que se corren son asumidles: si la decisión
resulta equivocada la empresa resultará perjudicada, pero
podrá superarlo, no va a sucumbir.

Lo que no se pueden tomar (salvo en casos extremos) son
decisiones a cara o cruz (o la empresa duplica su valor o
quiebra).

En un mundo tan competitivo y cambiante como el actual, no
aceptar el riesgo es condenarse al fracaso, ya que otros
competidores si lo harán.

Es el riesgo de no querer correr riesgos.

No se debe temer al fracaso. Cuando se toman decisiones no
siempre se acierta; cuando esto ocurre lo que hay que hacer es
aprender de los errores para tratar de evitarlos en el
futuro.

Cuando una decisión adoptada resulta equivocada el
líder no se hunde. Analiza qué ha ido mal y trata
de tomar medidas para evitar que estos fallos vuelvan a repetirse
en el futuro.

El líder mira siempre hacia adelante.

Por último, señalar que el líder
potenciará dentro de la empresa una cultura de
asunción de riesgos.

Si la decisión resulta equivocada pero estaba
fundamentada no se sancionará al empleado, incluso
habría que apoyarle en esos difíciles momentos.

Lo que no se puede aceptar, bajo ningún concepto, es que
una persona asuma riesgos con cierta ligereza, "sin los deberes
hechos".

Aprendizaje

El líder es una persona que se preocupa por su
formación, por estar al día, por conocer a fondo su
negocio, por estar al tanto de las últimas técnicas
de dirección.

El líder es una persona con inquietud intelectual.

El líder debe estar abierto también al
aprendizaje de otras personas, especialmente de los miembros de
su equipo.

La soberbia, tan habitual en muchos directivos que se creen
poseedores de la verdad, tan sólo conduce a posturas
intransigentes, a actitudes
inflexibles y, en definitiva, al error.

Es una gran equivocación pensar que el líder no
debe pedir consejos a un subordinado temiendo que ello le lleve a
perder autoridad. Todo lo contrario, la humildad del líder
le hace crecer ante los ojos de su equipo y le ayuda a ganarse su
apoyo.

No aprovechar el
conocimiento de los demás trabajadores es un
auténtico derroche.

Cuando el líder se enfrenta a un problema comienza por
informarse a fondo, por conocerlo en profundidad (con
independencia de que en ocasiones recurra al asesoramiento de
expertos).

El líder no dará nunca nada por sentado;
analizará todo, hasta los pequeños detalles, con
sentido crítico.

Además, el líder es una persona que se preocupa
muy especialmente por la formación de sus colaboradores,
así como por la de todos los empleados de la empresa.

El líder favorecerá una cultura que fomente la
formación, facilitando aquella ayuda que sea posible:
organizando cursos, concediendo ayudas, valorando (premiando) la
formación del empleado en su avance profesional.

En un mundo tan cambiante como el actual, la ventaja
competitiva de una empresa reside principalmente en la
valía de sus equipos humanos.

Tomar decisiones

El líder es una persona que no duda a la hora de tomar
decisiones:

Sabe cuando ha llegado el momento de tomar una
decisión.

Sus decisiones están meditadas, tras un ejercicio de
profunda reflexión.

La mayoría de sus decisiones resultan ser
acertadas.

Cuando se aborda una cuestión (oportunidad, problema,
línea de actuación, etc.) el líder puede
disponer de más o menos tiempo para su análisis,
dependiendo de la premura que exista.

El líder utilizará todo el tiempo disponible
para informarse, estudiar el asunto a fondo, recabar opiniones,
discutir, analizar alternativas (todas las posibles) y sus
previsibles consecuencias.

Mientras que la decisión no esté tomada el
líder es libre de cambiar de parecer, no se tiene que
sentir atado por su primer punto de vista, no tiene que temer que
cambiar su opinión delante de sus colaboradores pueda
parecer un signo de incoherencia.

Es el momento del análisis y se trata de alcanzar la
decisión más adecuada.

El líder favorecerá dentro de su equipo un clima
participativo que mueva a la gente a defender sus puntos de
vista. Durante la fase de deliberación el líder
debe favorecer la discusión y aceptar la discrepancia.

Un subordinado que dice SÍ a todo lo que opina su jefe
es una persona que no aporta ningún valor a la
organización.

Eso sí, una vez tomada una decisión ya no
habrá tiempo para la discrepancia, el equipo debe actuar a
partir de entonces como una piña.

El líder debe preocuparse de dominar los temas que
tenga que abordar y no tener que basarse exclusivamente en la
opinión de los expertos.

No se trata de que el líder sea un especialista en cada
asunto que afecte a la empresa (ello sería imposible),
pero sí debe tener un conocimiento sólido sobre
cada uno de ellos.

Esto le permitirá mantener un punto de vista
independiente, tener criterio y poder valorar la opinión
de los expertos.

El líder actuará con premura: tan pronto surja
un asunto, un problema, el líder se pondrá manos a
la obra y lo afrontará con diligencia.

Los temas hay que abordarlos inmediatamente, no se puede dejar
que se enquisten (un pequeño problema no resuelto a tiempo
puede terminar convirtiéndose en un asunto delicado).

Esta misma diligencia se la exigirá a sus
colaboradores.

El líder sabe que hay un momento en el que ya hay que
tomar una decisión, que ésta no se debe demorar
más, aunque no se disponga de toda la información
que uno hubiera deseado.

El líder sabe tomar decisiones en situaciones de
incertidumbre.

El líder no se demora en la toma de decisiones, pero
tampoco se precipita.

Hay personas que prefieren tomar decisiones rápidamente
para evitar la incomodidad que supone el periodo de
indecisión. El líder, en cambio, prefiere utilizar
todo el tiempo disponible para analizar el tema en
profundidad.

Una cualidad que caracteriza al líder es su
disposición, cuando sea necesario, a tomar decisiones
impopulares, decisiones difíciles, que incluso pueden
afectar a personas muy cercanas.

El líder debe velar por el bien de la empresa
(ésta es su misión) y
anteponer esta preocupación a consideraciones
personales.

El líder no participa en un concurso de
popularidad.

En el momento en que la decisión está tomada ya
no se puede vacilar, es el momento de la acción, de
ponerla en práctica, de poner todo el empeño en
llevarla adelante.

La mayoría de las decisiones del líder resultan
acertadas.

Una carrera profesional no se puede construir sobre el fracaso
repetido.

No obstante, el líder acepta que a veces sus decisiones
resultan equivocadas.

De estos errores el líder tratará de sacar las
conclusiones pertinentes, analizando el motivo de los mismos con
vista a evitar que se repitan en el futuro.

Por último, señalar que el líder no es
sólo una persona que toma decisiones, sino que elige como
colaboradores personas que también saben tomarlas.

Modo de
actuar

El liderazgo de cada persona es diferente, no hay dos estilos
iguales.

El líder no se puede limitar a tratar de copiar el modo
de actuar de otra persona de éxito reconocido. Cada
líder es diferente y ejerce su liderazgo de manera
particular.

En todo caso, resulta muy útil la lectura de libros
sobre liderazgo, lo que permite conocer como actúan
líderes de fama mundial.

Se pueden tomar ideas, ver nuevos enfoques, descubrir métodos
aplicables a la propia empresa. Lo que resulta estéril es
pretender encontrar en estos libros un modelo infalible de
dirección.

Resulta inútil ajustarse a estereotipos, tratar de
aplicar la última moda en
"Management" del algún reconocido "gurú" (por
cierto tan cambiantes). Lo que sí es interesante es
conocerlas y ver que se podría utilizar en la realidad en
la que uno se mueve, pero con sentido crítico, sin
pretender encontrar en estos modelos de laboratorio la
solución a todos los problemas.

La realidad de cada organización es tan particular, tan
cambiante, que exige al líder saber improvisar, crear su
propio modelo de dirección. El líder tiene que
actuar con flexibilidad y con sentido de la oportunidad. Cada
situación puede requerir un enfoque diferente.

El modelo de dirección que aplique el líder se
irá extendiendo a toda la empresa, irá impregnando
los distintos niveles jerárquicos.

Cuando los ayudantes ven como funciona el líder
tratarán de imitarlo.

A la hora de establecer su modelo de dirección el
líder tendrá que enfrentarse muchas veces a la
tradición de la empresa ("esto se hace así porque
siempre se ha hecho así").

El líder tiene que estar dispuesto a atacar la rutina
de las organizaciones,
cuestionando y cambiando los métodos que resulten
ineficientes, eliminando aquellas tradiciones que supongan un
freno al progreso.

Esto le llevará en ocasiones a tomar decisiones que
pueden "molestar" a ciertas personas.

Hay que tener en cuenta que no se puede complacer a todo el
mundo todo el tiempo. El líder que no quiere molestar a
nadie puede terminar no adoptando medidas necesarias para la
empresa, de modo que al final terminará molestando a todo
el mundo.

Un líder debe ser capaz de cuestionar cuando sea
necesario incluso a su jefe (dentro, por supuesto, de la
máxima disciplina y
respeto). El líder debe ser capaz de manifestar su
discrepancia (en último término, el propio jefe se
lo agradecerá).

Autoridad versus
persuasión

Cuando se ejerce la dirección de un grupo surge la
pregunta de si ésta se tiene que basar en la autoridad o
en la persuasión.

Ambos conceptos son importantes. El líder tiene que ser
una persona capaz de utilizar su autoridad y capaz de
persuadir.

En la mayoría de las ocasiones es liderazgo se
debería basar en la persuasión: convencer a los
subordinados de que hay que actuar de tal manera.

La persona rinde más cuando está convencido de
lo que hace.

La persona considerará estas decisiones como algo
propio y se sentirá más integrado en la
organización (considerará que se le tiene en
cuenta).

El líder debe ser un auténtico experto en el
arte de persuadir, debe ser una persona realmente
convincente.

En la persuasión se produce un intercambio de ideas: el
líder expone (vende) sus objetivos, trata de convencer,
pero tiene en cuenta la opinión de sus colaboradores.

Pero en determinadas ocasiones el líder debe utilizar
su autoridad y hacerlo con determinación.

Si el equipo rechaza la propuesta del líder, si es un
grupo problemático, ante una situación de crisis,
etc.

El líder debe imponer su autoridad aunque sea
impopular.

No obstante, el líder no debe abusar del uso de su
autoridad.

Los empleados distinguen perfectamente cuando su uso
está justificado y cuando resulta caprichoso.

En todo caso, el uso de la autoridad debe ir paralelo a un
extraordinario respeto hacia las personas.

El líder tiene derecho a exigir, a dar órdenes,
etc., lo que no tiene derecho bajo ningún concepto es a
abusar de las personas, a avasallarlas, a humillarlas.

Un uso injustificado de la autoridad afecta muy negativamente
a la unión entre el líder y sus empleados.

A nadie le agrada que le estén mandando continuamente.
Los empleados son mayores de edad y saben por lo general como
comportarse.

Recibir una orden es muy poco motivador. El empleado se
limitará probablemente a cumplirla y poco más
(hacer el mínimo necesario para evitar el castigo).

Cuando la dirección de un grupo se basa en el "ordeno y
mando" es iluso pretender que el empleado se sienta motivado, por
lo que difícilmente va a dar lo mejor de si mismo.

El uso abusivo de la autoridad ("porque lo digo yo") crea un
ambiente de tensión que afecta a la integración de la plantilla con la
empresa.

Si el líder abusa de su autoridad, sus subordinados
harán lo mismo (pero multiplicado) con los niveles
inferiores, generando un ambiente de tensión, a veces
insoportable.

Por el contrario, si el líder promueve una
dirección participativa, este modelo de gestión
también se irá extendiendo por todos los niveles de
la empresa.

Hay que rechazar la idea de que basar el liderazgo en la
persuasión y no en la autoridad es un signo de
debilidad.

Todo lo contrario, no hay mayor muestra de autoridad que el
poder recurrir a ella y no hacerlo, renunciar voluntariamente al
empleo del poder en favor de la persuasión.

El equipo capta esto inmediatamente. El ambiente de trabajo
mejora radicalmente, la gente se siente a gusto, se muestra
participativa, con ganas de hacer cosas.

Hay que dejar muy claro que el dirigir mediante la
persuasión no implica ser menos exigente.

En un mundo tan competitivo como el actual un alto nivel de
exigencia es esencial para que la empresa sobreviva.

No obstante, este alto nivel de exigencia no tiene por
qué estar reñido con tratar de convencer a la
organización de la conveniencia de las medidas que se
adoptan, ni de tener un trato cordial con los empleados basado en
el respeto.

Un alto nivel de exigencia no exige necesariamente actuar como
un tirano.

Por último, señalar que aunque se busque generar
en la organización un ambiente de trabajo agradable,
participativo, evitando tensiones innecesarias, el empleado debe
tener muy claro que no se admitirá bajo ningún
concepto la menor indisciplina.

Al empleado hay que tratarlo como una persona responsable,
pero hay que exigirle también que corresponda,
comportándose con madurez.

Empleo del
miedo

En primer lugar hay que dejar muy claro que además de
los efectos sumamente negativos que provoca en la empresa una
dirección basada en el miedo, el jefe no tiene
ningún derecho a hacerlo.

Como jefe, con el poder que el cargo le confiere,
estará facultado para dar ordenes, exigir su cumplimiento
y sancionar si el empleado no cumple con sus obligaciones.

Lo que el cargo no le da es ningún derecho a abusar de
las personas, a presionarlas de manera injustificada, a generar
una tensión insoportable. En definitiva, a no tratarlas
con el respeto que se merecen.

El empleo del miedo permite a la empresa a veces obtener muy
buenos resultados en el corto plazo, pero esta situación
no es mantenle en el tiempo.

Una persona atemorizada puede hacer lo imposible por conseguir
los objetivos marcados y evitar el castigo. Pero le
resultará imposible mantener este nivel de desempeño en el largo plazo: la
tensión, el estrés, el
temor, le irán
pasando factura.

Al cabo de un tiempo nos encontraremos ante un empleado
extenuado, absolutamente quemado. Una persona paralizada no puede
dar lo mejor de si misma.

Además, si bien es cierto que el empleado atemorizado
hará lo imposible por cumplir sus metas, también es
cierto que se limitará a esto y a nada más. Aquello
que pueda conseguir por encima de sus objetivos lo
aparcará con vista a contar con u "colchón" para el
siguiente ejercicio.

Un empleado "aterrorizado" jamás se le ocurrirá
tener una actitud activa, creativa, de innovación, de
aportar nuevas ideas; ¿para qué?, ¿para que
la dirección las utilice para establecer objetivos
aún más complicados?, ¿es que acaso el
ambiente de tensión favorece la colaboración?

El empleo del miedo termina desintegrando las
organizaciones.

El empleo del miedo que haga la dirección se
terminará transmitiendo hacia abajo, afectando a todos los
niveles de la empresa.

Se genera una atmósfera que
favorece la intriga, los celos, las zancadillas, los atropellos:
todo vale con tal de sobrevivir (sálvese quien pueda).

El empleo del miedo produce otros efectos negativos.

Genera una situación de enfrentamiento entre
dirección y plantilla, olvidando la realidad de que todos
están en el mismo barco.

En momentos de dificultad, cuando sea necesario pedir a los
empleados un sacrificio extraordinario, estos no van a estar
dispuestos.

El miedo también puede llevar a ocultar los problemas
por temor a la reacción del jefe. Cuando por fin salen a
la luz puede ser ya
demasiado tarde.

No hay lealtad hacia la empresa. ¿Estas empresas son
capaces de retener a los mejores empleados?

Por supuesto que no. Los mejores empleados serán los
que tengan más facilidad para cambiar de trabajo, algo que
estarán deseando.

A pesar de todas estas consecuencias negativas que conlleva
una dirección basada en el miedo, resulta llamativo ver lo
extendido que está dentro de las empresas este estilo de
dirección.

La explicación es, como se indicaba anteriormente, que
este método de
gestión se muestra a veces muy efectivo en el corto
plazo.

Además, un estilo de dirección participativo,
creativo, convincente, motivador, requiere unas cualidades de
liderazgo que no todo el mundo posee, en cambio resulta muy
fácil "agarrar el látigo".

Entorno
laboral

La actuación del líder influye de manera
decisiva en la formación de la cultura de la empresa, a
través de su estilo de dirección, de sus
decisiones, de su comportamiento personal, de la relación
con sus subordinados, etc.

Una cultura en la que impere el sentido de la responsabilidad,
en la que se premie la toma de decisiones, en la que se
reconozcan los resultados.

Una cultura en la que la dedicación y el buen hacer sea
la base de la carrera profesional, donde no se admitan
favoritismos.

Donde se premie la innovación y se favorezca la
creatividad
del empleado.

Una cultura donde las normas
éticas sean la regla básica de actuación. Se
aceptará y se comprenderá el error, pero se
será intransigente con los comportamientos inmorales.

Hay que promover la honestidad.

Una cultura basada sobre todo en el respeto a las personas,
con independencia del cargo que ocupen.

Partes: 1, 2, 3
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