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Relacion Arte, Arquitectura y Diseño Industrial en objetos domésticos de la Argentina desde mediados de S. XIX y hasta fin de S. XX (página 5)




Enviado por Ibar Anderson



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

También las varias acciones de
lavado e higiene corporal
a fines del siglo XIX no merecen una localización propia,
sino segregada del resto de los ambientes. Pues, innumerables
enseres transportables, desde aguamaniles de porcelana hasta
bañeras o tinas de latón, solían instalarse
para su uso en dormitorios y cocinas. En algunas residencias mas
señoriales existían "cuartos de baños" (como
la exresidencia de Urquiza, la más avanzada de su
época en la Argentina). Distintos estudios referidos a la
cultura
material de la época han mostrado la importancia que
revestía el transporte del
agua entre las
tareas domésticas, operación para la cual eran
utilizados una enorme variedad de enseres, entre los que se
encuentran (además de los ya mencionados) bacías,
garrafas, jarras, piletas de mano, artesas, etc. Esta
proliferación de objetos en torno de la
cuestión del agua es significativa con respecto a las
exigencias de confort de la época que, al carecer de todo
apoyo técnico, se constituyen en principio exclusivamente
en relación con el número de personas afectadas a
la servidumbre de la familia
(Lecuona, 1984) y (Jorge Liernur y Fernando Aliata, 2004). En sus
aspectos técnicos, esta situación permanece
invariable hasta las últimas décadas del siglo XIX,
cuando se hace posible un mayor control sobre las
condiciones de abastecimiento, eliminación y
aclimatación del agua dentro de la vivienda.
Paulatinamente comienzan a aparecer los primeros
receptáculos fijos diseñados y ornamentados
según diversos estilos, que intentan asimilarse al resto
del mobiliario de la casa y que hacia 1850 constituyen aún
un rasgo de modernidad en
nuestro país (ver el caso del baño del
período 1860-1906 de la exresidencia de Mitre). Los
distintos rasgos estilísticos con que suele dotarse a esta
habitación, tienden a hacer de ella, tanto por su
mobiliario como por su decoración, una especie de
"pequeño salón de ablución-deyección"
(parafraseando a Lecuona, 1984), confirma esto el juego de
baño de estilo Luis XV del año 1900 de la
exresidencia Mitre (ya sea en el sillón con respaldo y
asiento de esterilla para bacinilla, correspondiente al juego de
baño estilo Luis XV como claro antecedente del
inodoro-mueble de estilo; y la bañadera con agua
corriente); donde además se buscaba las condiciones de
impermeabilidad de las superficies a efectos de hacerlas
resistentes al vapor y para su fácil limpieza (como los
azulejos de chapa pintada y pegada a la pared del baño de
la exresidencia Mitre).

Para mediados y fin del siglo XIX lo que Giedion
denominó la condición "nómade" del cuarto de
baño estaba dado porque el proceso de
bañarse en una pieza del fondo sucedía luego de una
complicada preparación de -entre otras cosas- el agua
caliente; asimismo el aseo también se evidenciaba en el
dormitorio, con la jarra y la jofaina (vasija en forma de taza,
de gran diámetro y poca profundidad, que servía
principalmente para lavarse la cara y las manos). Esta
situación cambió a una condición "estable"
(el baño portátil se convirtió en fijo)
cuando –tiempo
posterior- se dieron las condiciones para un abastecimiento o
suministro más o menos constante de agua y desagüe
(alcantarillas y cloacas) y gracias al ingreso de los artefactos
como la bañera (para lavarse el cuerpo) y lavabo (para
lavarse caras y manos). Pero otra conclusión se impone: no
había una única manera de bañarse o lavarse
el cuerpo hacia fines de siglo XIX.

El siglo XX, época de la plena mecanización,
creó la
célula-baño como hija de la Arquitectura
Moderna (de las décadas 1930-1940, todavía
planteado más en términos teóricos que
prácticos), que, con su complicada obra de
fontanería, su bañera esmaltada y sus grifos
cromados, fue apéndice del dormitorio, sostiene Giedion.
Pues, como el mismo Giedion lo explica, la célula-baño puede situarse en los
hoteles norteamericanos de la
1º década del siglo XX. Donde la bañera
permanecería como el tipo indiscutido en la opción
popular e incluso fue considerado un lujo en EE.UU hasta el siglo
XX (aunque considerado como algo deseable, por regla general se
disponía de duchas que de bañera), pero la
bañera mecanizada, fruto de la producción en serie de la
industrialización se impuso desde EE.UU e Inglaterra al
resto de la cultura occidental. El cuarto de baño con agua
corriente y con sus elementos estándar
–bañera, lavabo para las manos y cara junto con el
excusado o retrete para orinar y evacuar el vientre- es el
resultado de un largo deambular histórico que permite
aumentar las abluciones (Philippe Ariès y Georges Duby,
1989). Los primeros sistemas de
instalaciones sanitarias (que llevaban un largo proceso de
experimentación y aplicación en Inglaterra y los
EE.UU.), la utilización de cañerías para el
suministro y la evacuación del agua, a la que se suma un
repertorio técnico que permite un creciente control sobre
sus condiciones de uso, trae aparejada una profunda
transformación de la estructura de
servicios de
todos los espacios habitables –cocina y baño- en la
Argentina (Jorge Liernur y Fernando Aliata, 2004). En este
sentido la conclusión es contundente, pues la tecnología de las
cañerías implicó la superación de los
trabajos de acarreo o "nomadismo" de Giedion, consolidando al
"cuarto de baño" o "sala de baños" dentro del
ordenamiento espacial de la casa conjuntamente a otros ambientes
y si bien su aparición puede verificarse en ejemplo
anteriores a 1880 (E. Bunge, 1866) y (C. Zucchi, 1828); es en
1880 cuando se sientan las bases técnicas
que permiten la localización definitiva de las acciones de
higienización corporal , que comienzan a partir de ese
momento a ser efectuadas por aparatos no removibles (Jorge
Liernur y Fernando Aliata, 2004) poniéndose fin al
"nomadismo del cuarto de baño" (Siegfried
Giedion, 1978).

Explican Jorge Liernur y Fernando Aliata que el sistema de
cañerías se incorporan los artefactos sanitarios,
que permitieron controlar el movimiento o
la estanqueidad del agua de acuerdo con el fin específico
para el que han sido diseñados, y cuyo funcionamiento se
perfeccionó por medio del principio físicos de los
sifones hidráulicos que hacían posible evitar el
contacto entre las cañerías que desagitan las aguas
servidas y la atmósfera interna de
la casa. Ejemplo de ello lo conforma el baño de la
exresidencia de Dardo Rocha de 1880.

Las letrinas o comunes se transforman a partir de la introducción (aproximadamente desde 1885)
de los artefactos inodoros accionados por caída de agua y
de los nuevos dispositivos de sifón hidráulico (ver
baño de la exresidencia Dardo Rocha). Por lo cual y
estrictamente hablando en términos técnicos se deja
de llamar letrina y comienza a llamarse retrete (o water-closet)
(Jorge Liernur y Fernando Aliata, 2004). Y es aquí el
momento, el pasaje de la letrina al retrete cuando el este
ambiente queda
definitivamente instalado junto a otras habitaciones como los
cuartos o dormitorios. Esta localización interior es
particularmente verificable en las organizaciones
domésticas de tipología "compacto" (como el
petit-hotel o el
departamento), que hacen mayor hincapié en el sentido de
interioridad de la morada, contraponiéndose con modelos de
raigambre más popular, como la "casa chorizo", en la que
los servicios conservan una relación más directa
con el exterior).

En el año 1900, el cuarto de baño y el
dormitorio quedaron fusionados en una inseparable unidad, desde
la decisiva influencia democratizadora norteamericana, sostiene
Giedion. Pero para esta fecha el "cuarto de baño"
todavía era un lujo de las clases privilegiadas. Y en
ciertas tipologías domésticas como los hoteles
particulares o las casas de renta, su ubicación se
efectuaba preferentemente en relación con los dormitorios
(en algunos casos solía estar acompañado de un
"tocador" o pequeña pieza para uso preferentemente
femenino, concebida como espacio anexo del dormitorio principal).
Pero para 1910 el uso del cuarto de baño estaba
generalizado y en las viviendas de los estratos sociales medios como la
"casa chorizo" su implementación solía efectuarse
en relación con el resto de los servicios (en particular
de la cocina).

Si el modelo
paradigmático que se constituye en la época es el
del "baño-habitación". Este se caracterizó
por la unificación en un solo ambiente de todas las
acciones de cuidado del cuerpo, relativas tanto a las necesidades
fisiológicas de deyección como a la
higienización personal (como ya
hemos explicado). Pero la reunión en un mismo ambiente de
todos los artefactos involucrados en esas operaciones anula
la antigua separación entre baño y
water-closet y reconoce antecedentes en viviendas de
categoría de principios de
siglo XX; donde sus modalidades son marcadamente distintas de
acuerdo con el tipo de vivienda que se considere, esto confirma
lo acertado de nuestros análisis relacionados a estratos sociales
como capacidad de acceder a las tecnologías modernas antes
que el resto de las clases
sociales (lo vienen a confirmar Jorge Liernur y Fernando
Aliata). Lo cual no es necesariamente aplicable a los artefactos
tecnológicos (como el calefón y otros que fueron
rápidamente adoptados por casi todas las clases sociales
sin diferenciación de estratos sociales, cuando la
tecnología se abarató y por ende se
democratizó).

Ejemplo de las diferencias se encuentran cuando se analiza la
situación de la "casa opulenta" (de los estratos sociales
mas altos). En lo que respecta al inodoro (artefacto
crítico del que la Modernidad hará luego una
especie de bandera, sostienen Jorge Liernur y Fernando Aliata),
la práctica más usual, prescripta por arquitectos
como E. Hary o A. Christophersen, era sustraerlo del espacio
principal del baño, alojándolo en un pequeño
compartimento o camarote con ventilación propia, evitando
exponerlo de forma directa. Una solución similar, aunque
poco frecuente, se aplicaba para duchas o bidés. En el
caso de la bañadera y el lavatorio, podía
recurrirse a alojarlos en pequeños nichos dejando
vacío el espacio central de la habitación, como se
observa en el baño del Palacio Ortiz Basualdo. En casas de
departamentos, petit-hoteles y en general en las
viviendas de los estratos medios, el tratamiento estético
del baño-habitación reconoce otras pautas. En estos
últimos casos, la influencia del "modelo hospitalario" de
espacio higiénico, se hace mucho más evidente que
en los ejemplos anteriores de los estratos sociales mas
altos.

El baño necesitó de un nuevo recinto costoso,
donde se ubicaban la bañadera, el lavabo, a veces un
baño de asiento de cinc o de hierro fundido
esmaltado, la ducha y el inodoro de sifón y pedestal. En
nuestro país no se siguió la moda europea, que
hasta mediados del siglo XX continuó separando el
water-closet de las "sala de aguas", pues en la Argentina la
"sala de desechos fisiológicos" (sala de inodoro o
water-closet) se integró con la "sala de baño de
ablución" (sala de ducha o "sala de aguas").
Efectivamente, un momento de importancia fue cuando a inicios del
siglo XX aparece en la Argentina el modelo de "baño
habitación" moderno, unificándose por primera vez
en un solo ambiente las operaciones de deyección
(excrementos) y de aseo personal (baño o ducha de
ablución); lo cual sucedió aproximadamente en 1920
(Jorge Liernur y Fernando Aliata, 2004). La ducha si bien se hizo
de uso común en la Argentina –como en EE.UU.-, en
Europa solo se
impuso después de la Segunda Guerra
Mundial; asimismo en la Argentina se incorporó el
bidé, que no tuvo éxito
en EE.UU.

En el período de entreguerras (década de
1920-1930 aproximadamente) la adopción
en nuestro medio de los diversos modelos de lavatorio, inodoro,
bidé y bañadera que se suceden desde comienzos del
siglo XX –y tal como lo evidencian las publicidades de las
revistas Fray Mocho, PBT y Caras y
Caretas
– es solo el reflejo a escala local del
proceso de experimentación y creación a que son
sometidos los mismos, desde mediados del siglo XIX en los EE.UU.
e Inglaterra.

Para Giedion, el símbolo de nuestro tiempo,
representado en el baño es el tipo estándar de
bañera como mueble de 1920 (de hierro esmaltado), que
apareció en Norteamérica. Respecto del agua
caliente que acompaño a las bañaderas, se
constituyó en el período 1880-1910 como uno de los
principales requisitos de la "sala de baño de
ablución". El método
más usual utilizado para obtención de la misma
solía ser la instalación de una serpentina en la
cocina económica que se conectaba con el cuarto de
baño. El uso de calderas de
gas o de
petróleo se constata solo excepcionalmente
(ver en la cocina, la relación de los métodos
para calentar agua para la cocina para procesos como
lavar los platos, que son los mismos métodos para calentar
agua para el baño para el proceso de lavado del cuerpo).
Por otra parte, el uso cada vez más frecuente del gas como
fuente de energía doméstica hizo posible la
aparición de distintos dispositivos técnicos
destinados exclusivamente a cubrir las necesidades de
calentamiento del agua para el baño (como el
calefón).

Para la evolución del calefón, Pablo Ungaro
establece la serie tipológica en el siguiente orden
cronológico: la olla de tres patas, el calefón
articulado, el calefón con flor de ducha, el
calefón compacto (1º fase), el calefón
compacto (línea blanda y línea dura) y los
termotanques; todos en ese orden. Desafortunadamente no da fechas
de los cambios tipológicos encontrados. Es importante
recalcar que estas innovaciones tienen como correlato diversos
cambios en el modo de habitar y un nuevo concepto de
higiene, que se define especialmente en la década de 1920;
fuertemente asociado al "bienestar físico", sobre tales
bases se profundizan los patrones de confort de la vivienda.
Paralelamente, se constata una atención más detallada en el cuidado
y aseo del cuerpo, tendiéndose a una mayor frecuencia en
las operaciones de lavado total o parcial del mismo (Jorge
Liernur y Fernando Aliata, 2004).

Otra fuerte conclusión es que en la década de
1920, las distintas exigencias que pesan sobre el cuarto de
baño en lo que respecta a calidad de sus
terminaciones, condiciones de ventilación y cubaje
mínimo de aire, comienzan a
ser aceptadas en esta clase de
viviendas sin que intervenga mayormente en su diseño
ningún tipo de mediación estilística (dato a
tener en cuenta). También se evidenciaba una falta de
correspondencia entre las proporciones de la habitación y
los artefactos sanitarios alojados en ella (detalle importante
que rompía con las nociones de simetría y
proporciones del arte, la
arquitectura y el diseño). Únicamente en los
departamentos o en aquellas viviendas donde la disponibilidad de
espacio es reducida, puede constatarse el surgimiento de un
criterio de economía espacial, determinante, en la
mayoría de los casos, de la adopción de una planta
rectangular que permitía la distribución de los artefactos sobre una
sola línea. Aunque este ordenamiento no siempre se
verificó, un rasgo casi invariable de esta modalidad de
baño-habitación es la colocación de la
bañadera "a la inglesa", es decir paralela al lado mayor
del local.

El baño moderno, aparece en nuestro medio a partir de
una reducción en las dimensiones de la "sala de
baño" de la que se suprimió cualquier referencia
estilística. Los principios de economía y eficiencia
espacial a los que se subordina su diseño suelen reflejar
en una relación más ajustada entre los artefactos
que componen el baño y el espacio que los aloja.
Así, es frecuente en su armado la adopción de una
planta rectangular, en la que el lado menor coincide con la
longitud de la bañera, que se introduce de esa forma como
un factor condicionante de su dimensionamiento. Asimismo, la
normalización de los artefactos se
corresponde con una determinación más precisa de
los espacios mínimos que estos reclaman para su correcto
uso. Se establece de esta forma un sistema de medidas que regula
la distancia correcta desde el punto de vista
ergonométrico entre los distintos artefactos. Los varios
accesorios fijos que completan el uso de cada uno de ellos se
incorpora también a este sistema. El baño moderno
posee por lo tanto ciertas pautas de diseño que lo
diferencian del resto de los ambientes, aunque en sí mismo
expresa con bastante claridad las aspiraciones de
normalización dimensional, estandarización de las
partes y máxima eficiencia espacial en el marco de las
teorías
del Movimiento Moderno.

Uno de los rasgos más relevantes del baño
moderno es la supresión de toda referencia
histórico-estilística, propio del "baño de
estilo". A fines de la década de 1960 y principios de la
década de 1970, prevalece el principio de
concentración de las instalaciones de suministro y
eliminación del agua, el baño ligado a la cocina
como una unidad técnica difícil de disociar (unidos
por la cañerías y por los artefactos como el
calefón para proveer agua caliente para la ducha, como
para lavar los platos). Pero lo cierto es que al margen de todo
esto, las preocupaciones estético-formales también
han operado en proyectos
compositivos como los sanitarios de Le Corbusier para la casa
Curutchet de La Plata de 1947, haciendo de la "caja de higiene"
un motivo formal (Jorge Liernur y Fernando Aliata, 2004).

C5 – El dormitorio de clase media:

Ámbito que se constituye como destinado al reposo, un
recinto reservado a la mayor "privacidad" y por lo tanto como
Liernur señala que el dormitorio es la habitación
que lleva más marcado el carácter de su habitante.

Durante el período analizado pueden registrarse tres
etapas en las reflexiones publicadas en manuales y
revistas acerca del dormitorio, de las cuales solo son de
interés
las dos primeras:

-Primer etapa, se extiende desde el siglo XIX hasta
aproximadamente 1910:
la alcoba es todavía colectiva
(porque los niños
duermen todavía con los adultos), todavía hay
funciones de
higiene que corresponden al baño (ver los dormitorios de
la segunda mitad del siglo XIX del Palacio San José,
exresidencia de Urquiza) que están dentro del dormitorio
(ya sea porque la ciudad aún no ha completado el tendido
de la red de servicios
sanitarios, o no todos cuentan con las instalaciones
domiciliarias apropiadas). Los muebles de la alcoba se
reducirán a los necesarios, porque ocupan lugar y
disminuyen la cantidad de aire (en un época más
preocupada por la higiene y luego el confort, que por los
caprichos de la moda).

Una serie de ingeniosos mecanismos permiten la
producción de híbridos, y si en la primera etapa la
alcoba era a la vez escritorio, baño y sala; con los
objetos y artefactos domésticos también se produce
una mixtura un tanto ecléctica: cama, biblioteca,
repisa, mesa, sillón y otros (como cama-diván,
lechos que durante el día puedan doblarse y guardarse y no
molesten a otras actividades en ese ámbito privado). Con
una constante en la búsqueda del orden y la sencillez y en
la reducción al máximo de los objetos visibles
(ejemplo: el ropero empotrado que surge en este período
como un recurso para el ahorro de
espacio).

En los dormitorios de los hogares porteños en
1863-1880, de clase alta y media tan proclives a las camas y
otros muebles de maderas, estas cedieron paulatinamente su lugar
a las camas de metal -bronce o hierro- laqueado, fuertes y hasta
elegantes para la época (no de tanto lujo pero sí
de menor costo), mucho
más prácticas que sus antecesoras. Abundan los
ejemplos de dichas camas en las publicidades de principio del
siglo XX de las revistas Fray Mocho, PBT y
Caras y Caretas.

Las clases menos pudientes, amueblaron sus ambientes con
muchos menos muebles y de calidades inferiores hasta llegar al
catre tijera (de metal, palo o maderas simples), cuyo
sostén (elástico) se formaba con un cuero entero,
atado con otros cueros o tiras entrelazadas, pero el cuero le dio
su espacio a las telas rústicas y fuertes en los catres
(imagen tan
retratada en la pinturas de Molina Campos presentes en los
almanaques de Alpargatas).

Además, en todo hogar cristiano existía un
crucifijo en la pared (costumbre muy difundida) y un mosquitero
(costumbre impuesta o recuerdo de la época de la fiebre amarilla),
ejemplo de ello lo observamos en el dormitorio Art Nouveau
ambientado en el museo de la Ciudad de Buenos Aires;
junto a la cama la mesita de luz con una
puertita para ocultar la escupidera (bacinilla u orinal, tan
típica de las cómodas de los dormitorios de la
exresidencia de Urquiza) y algunos zapatos; un ropero grande,
pesado e imponente (de madera de
buena calidad) que solía ostentar un gran espejo en su
puerta (lo encontramos en los dormitorios de la exresidencia de
Urquiza, de Mitre y de los muebles del dormitorio de Sarmiento),
y el costurero para la señora y las niñas de la
casa era un paisaje habitual de este ambiente en las clase media
(Andrés Carretero, 2000). De hecho en la exresidencia de
Urquiza existía la "sala de costura" (detrás de la
sala de los espejos) de la señora de casa.

-Segunda etapa, desde 1910 hasta 1920: la
separación entre adultos y niños se hace
prioritaria, y su caracterización por el que lo habita. El
"cuarto del niño" es mas que ninguno, un dispositivo
higiénico (lavable) y asimismo una máquina
pedagógica (imágenes
con máximas morales), muebles pequeños a escala del
infante y con colores y
dibujos acorde
a su edad, todo ello conforma un paisaje cotidiano
doméstico. Ya en el año 1925 se le
reconocería al niño voz y capacidad de
decisión sobre su ambiente.

A la camas de hierro y bronce (tan higiénicas pero
frías en cuanto a la producción de un ambiente de
confort interior), se le empiezan a adosar un armazón de
madera y cortinados (cubriéndolas con fundas y colchas de
muselina que era tela de algodón, seda, lana, fina y poco tupida,
mas decorativa que abrigada). Forrada la cama de metal para
disimular su frías líneas higiénicas (como
durante mucho tiempo lo fueron las camas de los hospitales), el
segundo cambio
respondió en cuanto a las "draperies" (ropajes) y fue la
reducción de la telas en el dormitorio que proponía
el enfoque médico (evitar la acumulación de polvo).
Las repercusiones de esto llevó a confrontar a un grupo
"esteticista" que opinaba que era prioridad el embellecimiento de
la habitación con cortinados y telas y otro grupo
"higienista" que defendía las normas
proteccionistas de la salud.

-Tercer etapa, desde 1925 en adelante: En esta etapa
se condena directamente a la cama de hierro y bronce por
considerárselas "feas" y que malogran la belleza de
cualquier habitación.

Desde las décadas de 1910 a 1980 se observan camas de
bronce y acero; juegos de
dormitorio (roperos, camas de 1 y 2 plazas con elásticos,
toilets tripticos, lavatorios, cómodas-tocador, mesas de
luz); guardarropas y placard; camas cuchetas y colchones; equipos
de amoblamiento para dormitorios de niños y adolescentes
en las publicidades de las revistas de la época. Y un
claro retorno a la madera como material "noble" luego de
superados los apremios "higienistas" de fines del siglo XIX que
perduraron hasta principios de siglo XX.

Para ir cerrando estas conclusiones debemos aclarar que
seguramente, en este trabajo no
hemos podido abarcar la totalidad de la realidad debido a la
magnitud y complejidad del análisis de un siglo de
formación del habitar doméstico en la Argentina,
para cada clase social y su cultura material tangible. Pero
muchas cuestiones si han sido cerradas y definidas a nivel
teórico (y se encuentran en estas conclusiones); pues si
bien este trabajo continuará (como toda investigación que nunca acaba) en la
Tesis de Maestría de Estética y Teoría
del Arte
de la FBa – UNLP, creemos que aquí
hemos dejado descripto como vivíamos domésticamente
los argentinos desde mediados del siglo XIX en adelante y hasta
el fin del siglo XX con bastante exactitud y grado de desarrollo
(acorde a los dos años trabajados). Cumplimentando el
Plan de
Trabajo de investigación sin grandes alteraciones en su
proyecto
original.

7)
CONCLUSIONES:

Teniendo presente los distintos ambientes que conforman la
vivienda se puede plantear las siguientes conclusiones:

La sala de estar o living-room, durante todas las
décadas de 1880 a 1940 estuvo fuertemente condicionada por
la presencia de pianos, pianolas y auto-pianos (herencia de los
halls arcaicos) conjuntamente con el "mueble de estilo" (en un
eclecticismo de estilo que varía desde los Luises al
victoriano y del Art Decó – Nouveau al
luso-brasileño e indo-portugués). De 1910 a 1920 el
living se encuentra invadido por la proliferación
tecnológica de los gramófonos, fonógrafos,
vitrolas y concertolas, todos ellos competían entre
sí por quien dominaba esta sala; hasta que en 1920 se
apodera de este ambiente la radio (aunque
hubiera un piano). La década de 1940 estuvo fuertemente
condicionada por los combinados, radio-fono-bar,
radiofonógrafos, radiorreceptores, radio-combinados,
tocadiscos y bandejas reproductoras de discos. En la
década de 1950 aparece la
televisión, pero su pleno dominio solo lo
logra en la década de 1960 (en la década de 1980
aparece el televisor a color).
Además que a partir de 1910 y hasta 1970 se observan los
avances en radiotelefonía, telefonía (en esta sala) que co-habitaba
paralelamente a los artefactos
eléctrico-electrónicos antes descriptos.

El ambiente comedor, desde el cambio de siglo XIX al XX
no sufrió grandes variaciones respecto de su mobiliario
(mesas, sillas y aparadores) y artefactos tecnológicos
(que van asociados a la cocina, como la calefacción).

En cambio, la cocina fue el ambiente más
afectado. Pues, la mecanización de los trabajos
domésticos, en lo que Giedion denominó
"núcleo mecánico" del hogar (cocina, heladera,
calefón, lavarropas-secarropas y otros), afectó
la
organización del proceso de trabajo doméstico
por efecto de los adelantos tecnológicos (que se hallaba
ya en marcha antes de disponer de tales artefactos mecanizados,
gracias a la "gestión
científica", solo que con la entrada de los
electrodomésticos sufrió una aceleración). A
esto se lo denominó luego "ingeniería del hogar" o "ciencia
doméstica" y dio como resultado en el mobiliario a las
alacenas combinables estandarizadas, que en combinación
con otros electrodomésticos (como la heladera y el
lavaplatos) fueron modificando el paisaje interior de este
ambiente (creando una unificación, en la producción
de muebles en serie). El otro artefacto de cocina que se impuso
conjuntamente a la cocina como objeto-producto fue
la heladera (que como refrigeración eléctrica, nace en
1920 y como refrigeración a gas en 1935, pero triunfa
finalmente con la electricidad en
1950; en 1975 aparecía el freezer). La fuentes de
energía: sólidas (carbón, leña, coke
y antracita) que dominaron el período 1850 hasta 1910 para
cocinar; se enfrentan en el período 1910-1920 con los
combustibles líquidos (aguardiente, gas de alcohol y
kerosene), la electricidad que se abarata en la década de
1930 hace su fuerte aparición en la cocción de
alimentos y
finalmente aparece el combustible gaseoso (gas y super-gas) a
partir de 1935 aproximadamente (y todos entrar en la lucha
darwinista de la década de 1930 de la supervivencia del
"mas apto" para cocinar).

Respecto de otras conclusiones, diremos que si el
"cajón" es la evolución del "cofre", y la
"cómoda francesa" es la evolución del "arca" (a la
cual se le han agregado cajones y patas), entonces: la "cocina
económica" es la evolución de la "cómoda
francesa" fundida en hierro (variante del "armario
alemán"). Pues si el "armario alemán" o
almaiar para guardar documentos (es un
cofre de madera con varios cajones), o una versión de la
cómoda francesa o armoire (Giedion, 1978),
entonces –ceteris paribus- es la "cocina
económica" una "cómoda francesa" o armoire
de fundición de hierro para guardar fuego (un mueble
tecnológico para guardar fuego o "arca de cajones de
fundición de hierro").
Para discutir con mas detalles,
definimos a la "cocina económica" como la evolución
tecnológica del mueble artesanal llamado "cómoda"
(descendiente directo del arca, estudiada por Giedion) en el
sentido de "arca de cajones de fundición de hierro" (por
analogía con Chippendale, que llamaba "cómoda" a
toda pieza decorativa provista de cajones; que, por
definición morfológica, en los casos mas trabajados
era un prisma rectangular -cubo hueco- con un plano superior de
apoyo que en su interior contenía el fuego y las brazas,
con patas en forma cabriolé y en algunos casos
con un motivo tallado en la rodilla, una concha simil hoja de
acanto y en otros casos eran una estilización de la
pata-cabriolé, que en lo mejor de los casos poseía
una terminación en voluta, confundiéndose con una
garra de león). Esto nos recuerda a las cómodas del
siglo XV, que habían asumido con sus "cajones" la función
medieval del "cofre". Quedando así demostrado las
influencias del Arte en el mueble antiguo y de estilo (muebles
decorativos) para la tecnología industrial (y sus primeros
muebles-tecnológicos); algo que resultaba difícil
de suponer por el carácter decididamente innovador
–revolucionario- de la tecnología industrial.

Veamos como ejemplos las siguientes imágenes, que
aclaran lo que acabamos de definir a modo de conclusión;
de la "cocina económica" una "cómoda francesa" o
armoire de fundición de hierro para guardar fuego
(un mueble tecnológico para guardar fuego o "arca de
cajones de fundición de hierro").

Todas las fuentes de energía en "libre competencia" de
mercado
–décadas de. 1930- pelean por el 1º puesto y
sale triunfante el gas en 1950 como energía para cocinar
(cocina a gas) así como para calentar agua (calefón
y termotanque) y ambientes (estufas); algo parecido
sucedió con la calefacción (tecnológicamente
cercano a la cocción y al proceso de calentar agua para el
baño o ducha). En la misma década de 1950 la
electricidad triunfa como energía para refrigerar
(heladeras).

Respecto del ambiente baño, este terminó
de instalarse como baño de ablución,
apéndice del dormitorio (Giedion, 1978); pero
tecnológicamente ligado a los artefactos de la cocina
(calefón, termotanque, para calentar el agua). En el
período 1860-1930 y con la denominada tipología
"casa chorizo" se evidencia el cuarto de baño (sala de
aguas) en su condición "nómade" (Giedion, 1978)
segregada respecto de las letrinas o comunes (para deyecciones o
deposiciones fisiológicas) como dos ambientes separados y
distintos (en los dormitorios de las casas señoriales sus
muebles operaban como cómodas de doble función:
bidet-inodoro, por las bacinillas o sillicos-cajón,
también conocidos como servicios o vasos necesarios
adosados a los muebles y simultáneamente lavabos, por la
jofaina y jarra). Esta situación cambió
–poniéndose fin al nomadismo- cuando se logró
el abastecimiento constante de agua (por cañerías)
y desagüe (alcantarillas y cloacas) y gracias al ingreso de
los artefactos típicos como la bañera de hierro
esmaltado (para lavarse el cuerpo), el lavabo (para lavarse caras
y manos) y el bidé; el artefacto inodoro reemplazo en 1885
a las letrinas, cuando se conectó a las cloacas y llamado
ahora excusado o retrete quedó próximo a los
dormitorios (situación verificable en las organizaciones
domésticas de tipología "compacto" como el
petit-hotel o el departamento). En 1920 la "sala de
desechos fisiológicos" (sala de inodoro o water-closet) se
integró con la "sala de baño de ablución"
(sala de ducha o "sala de aguas") lo que se conoció como
"baño habitación" moderno, unificándose por
primera vez en un solo ambiente las operaciones de
deyección (excrementos) y de aseo personal (baño o
ducha de ablución) sin intervención
estilística pero con normalización,
estandarización de las partes y eficiencia espacial
(teorías del Movimiento Moderno).

Por otro lado, en el dormitorio, del mismo modo que en
la cocina la mecanización de los trabajos
domésticos había afectado la organización del proceso de trabajo
doméstico (gracias a la "gestión
científica") dando como resultado en el mobiliario a las
alacenas combinables estandarizadas (creando una
unificación en la producción de muebles en serie).
En el dormitorio hubo avances en el mobiliario como los placares
empotrados y otros muebles-cajón (organizadores del
espacio, la ropa y otros objetos).

Otra fuerte conclusión es que las
tecnologías constructivas e ideario inventivo para
resolver los problemas
sociales (alimentarse, bañarse, calentarse)
recibían análogas soluciones
dado que las ideas (las soluciones a los problemas)
"flotaban en el aire de la época" (Sigfried
Giedion,1978); esto explica las analogías de los
mecanismos y dispositivos tecnológicos aplicados a la
construcción de artefactos (cocinas,
calefones y estufas) en base a los combustibles usados (como las
similitudes entre una cocina económica de hierro fundido
para cocinar los alimentos y las modificaciones adaptadas a un
serpentín para calentar agua para bañarse y una
salamandra para calentar el ambiente). Por lo que aseguramos que
no solo existen similitudes tecnológicas y constructivas,
sino tipológicas, formales, de estilos de diseño y
estéticas, que definen lo declarado por Giedion. Ver las
siguientes imágenes publicitarias.

Además que un mismo combustible era
simultáneamente usado para refrigerar, cocinar y calentar
agua para bañarse. Ver siguientes imágenes.

Otras conclusiones de la
investigación se centran en que el "mueble" y otros
objetos, artefactos, productos
tecnológicos y electrodomésticos se han
desarrollado con relativa autonomía respecto de la
arquitectura-interior (del "inmueble"); a pesar –por
ejemplo- de la aparente relación directa entre
arquitectura-interior (una ambientación Luis XV o XVI) y
el mobiliario decorativo de estilo (tipo: Luis XV o XVI). Pues
han aparecido profundas interrupciones estilísticas que
confirman tanto el "eclecticismo decorativo" en el mobiliario
(Rosario Bernatene, 1997-2000) como la cuestión
"estratográfica" (Ezio Manzini, 1992). Por lo que se
confirmar las hipótesis iniciales de esta
investigación (ver). El "eclecticismo" de los ambientes
incluso está presente en las viviendas mas "civilizadas"
diseñadas con mas recursos
económicos (palacios, palacetes, petit hoteles, grand
hôtel particulier, hôtel privé francés
de 1880-1930) donde no siempre –ni necesariamente-
existió un correlato entre el estilo del
mobiliario
y los objetos acumulados y el estilo
arquitectónico
de los ambientes o salas (esto se
agravó con la llegada de los electrodomésticos,
dado que aumentó el "sincretismo material
doméstico").

Aún en las mejores residencias de 1880-1930, la norma
es que evidenciándose un eclecticismo-burgués en el
mobiliario, lo que verdaderamente importaba era "lo
Moderno"
(adelantos tecnológicos) mas allá de
"lo estético"
(artístico-estilístico); pues, lo más
avanzado, confortable e higiénico para la época era
lo que mas se valoraba (y no tanto la cuestión decorativa
y de diseño estético presente en un segundo plano
condicionado a que significaba ser "civilizado" desde mediados
del siglo XIX en adelante). "Lo salubre = lo civilizado = palacio
francés" y "lo insalubre = la barbarie = conventillos"
(Salessi, 1995), pues el paradigma de
"civilización/barbarie" (Sarmiento, 1845) de la
Generación de 1837, se transforma en el paradigma
"salubre/insalubre" (Echeverría, 1871) de la
Generación de 1880.

La tecnología domina a la estética desde 1880 y
hasta aproximadamente 1930, dado que los artefactos (sin
estética propia de electrodomésticos como los
conocemos hoy) formaban bricollages de objetos por
"agregación" en los ambientes (Jorge Liernur y Graciela
Silvestre, 1993). La estética-tecnológica de los
electrodomésticos de la década de 1920, de fuerte
influencia norteamericana, choca con la
estética-habitacional de la misma década de fuerte
influencia europea.

Como la tecnología no era inicialmente decorativa
(lámparas eléctricas, radio, televisores, etc.) en
muchos casos se le incorporaba agregados
vistosos o se lo trataba de camuflar con los muebles (como las
radio-muebles valvulares de madera de la década de 1920),
naciendo una línea de "muebles tecnológicos": como
la "cocina económica" de la década de 1910 a
carbón, coke o leña en analogía con la
cómoda francesa (un mueble tecnológico para guardar
fuego o "arca de cajones de fundición de hierro") o la
"cocina mueble" a nafta de 1930, la
"heladera mueble" de la década de 1910 y los primeros
televisores "caja de madera" de la década de 1950; en
algunos casos con claras relaciones estilísticas con la
arquitectura Art Decó (radios gabinetes integrales de
1930/35). Mas conclusiones nos señalan que en todos
los casos se buscaba ocultar o disimular la tecnología o
relacionados directamente con la arquitectura operaba su
"fachada" o único frente visible (en la década de
1930 junto al paradigma del Edificio Kavanagh aparecen las
"heladeras empotradas", también conocidas como "sistema
nicho" o gabinetes para sistemas de refrigeración
central).

Otros productos industriales también fueron asociados a
la arquitectura moderna de su época, los siguientes
ejemplos publicitarios así lo ilustran.

Por lo que la conclusión final es que el
período 1930-1945, gracias al Movimiento Moderno, con su
vivienda compacta tipo "cajón" y sus ambientes
tipológicamente determinados (tal como los conocemos hoy)
se recuperaría un verdadero diálogo
estético-tecnológico (manifestación de la
estética vanguardista basada en el principio de lo
útil) equilibrado en arquitectura, diseño e
ingeniería logrando una unificación
estilística-tecnológica (no-bricollages),
auténticamente moderna y sin rasgos del pasado. La
estética y la tecnología habían
verdaderamente empezado a dialogar en un lenguaje
auténticamente "moderno" y se empezaban a entender
mutuamente (lo que proyectándose durante todo el siglo
XX), unión final para dejar sellado definitivamente el
vínculo estrecho y las relaciones entre el Arte, la
Arquitectura y el Diseño Industrial.

Para ir terminando unas consideraciones finales y pasaremos a
enunciar el listado final de conclusiones mas relevantes
obtenidas a lo largo de todo el desarrollo en una serie de 12
conclusiones.

Como es bien conocido, Karl Popper,
al poner en duda el carácter esencialmente inductivo de
la ciencia y
proponer el concepto de "falsabilidad" como criterio que validara
las teorías científicas. Designa la posibilidad que
tiene una teoría de ser desmentida, falseada o "falsada"
por un hecho determinado o por algún enunciado que pueda
deducirse de esa teoría y no pueda ser verificable
empleando dicha teoría. Según Popper, uno de los
rasgos de toda verdadera teoría científica
estribaba en su falsabilidad; pues, si una teoría no
lograba ser falseada, podía mantener sus pretensiones de
validez (con este planteamiento, Popper pretendía resolver
los problemas de la teoría de la inducción clásica del
neopositivismo, así como introducir un mayor nivel de
confrontación en el análisis de las pretensiones de
verdad y validez de una teoría científica). Lo que
se intenta es mantener la teoría de Giedion-Manzini a
salvo de las posibilidades que esta teoría tiene de ser
falseada (refutada). En realidad, una teoría que no se
encuentra abierta a la falsabilidad no puede ser considerada una
teoría científica.

Ahora bien, si nos remitimos a las hipótesis de esta
investigación, donde la construcción del ambiente
doméstico es el resultado de la interacción de un conjunto de factores del
Diseño, la Arquitectura, el Arte y la Ingeniería
que conformaron distintos "paisajes interiores" con valor
paradigmático para ese momento histórico,
época o período de tiempo (Siegfried Giedion, 1978)
y grupo social (estrato) del que se trate. Dado que los
artefactos, muebles, electrodomésticos y otros productos
del diseño industrial y artesanal se superponen, como
capas geológicas de objetos artificiales (Ezio Manzini,
1992). Verificamos lo siguiente.

A lo largo del desarrollo hemos demostrado que los objetos,
artefactos, productos tecnológicos y
electrodomésticos ("muebles") se han desarrollado con
relativa autonomía respecto de la arquitectura-interior
("inmueble"); a pesar –por ejemplo- de la aparente
relación directa entre arquitectura-interior (una
ambientación Luis XV o XVI) y el mobiliario decorativo de
estilo (tipo: Luis XV o XVI). Pues han aparecido profundas
interrupciones estilísticas que confirman tanto el
"eclecticismo decorativo" en el mobiliario (Rosario Bernatene,
1997-2000) como la cuestión "estratográfica" (Ezio
Manzini, 1992). Por lo que se confirmaron las hipótesis
iniciales de esta investigación (al haberse confirmado
positivamente –por inducción- la teoría de
Giedion-Manzini, las cuales resistieron su refutación
empírica).

8)
DOCUMENTACIÓN GRÁFICA DE LAS 12 CONCLUSIONES
MÁS RELEVANTES:

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Autor:

Ibar Anderson.

Diseñador Industrial

Director: Arquitecto Fernando Gandolfi. Director
del IDEHAB nº 7 (Instituto de Estudios del Hábitat, unidad de investigación
nº 7), dependiente de la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Nacional de La Plata.

Co-Director: Diseñador Industrial Eduardo
Pascal.
Secretario de Producción. Facultad de Bellas Artes.
Universidad Nacional de La Plata. ExJefe de Departamento de
Diseño Industrial FBA – UNLP.

[1] Daniele, Baroni. "Interiores", en revista
Summa. Nº 194. Buenos Aires. 1984. (pps. 23-28).

[2] "Praz habla como "cultor" de la casa y
él mismo revela, por experiencia directa, qué
relaciones íntimas pueden ligar al hombre con su casa.
Aparte del carácter idealista de su escrito, en el que
aparece a menudo el término "alma",
recordemos que en este sentido ha tenido intuiciones
justas." Scuri, Piera. "El espejo rococó", en revista
Summa. Nº 198. Buenos Aires. 1984. (pps. 50-56).

[3] Sauri, Piera. Ibid. (pp. 52).

[4] Scuri, Piera. Ibid. (pp. 56).

[5] Siegfried Giedion. La mecanización
toma el mando. Editorial Gustavo Gili. Barcelona. 1978. (pp.
18).

[6] Bernatene, María del Rosario. "EL
TIEMPO INTERNO DE LOS OBJETOS. Problemas teóricos en la
organización de la narración histórica del
diseño de objetos (Parte I)", en revista
científica Arte e Investigación Nº 1,
Facultad de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata. La
Plata. 1996. (pp. 4).

[7] Rafael E. J. Iglesia
señala los casos de las viviendas construidas entre 1870
y 1911 en la ciudad de Buenos Aires. Como el "Palacio Alvear",
en Cerrito y Juncal, obra del arquitecto Juan Buschiazzo
(demolido). Otras dos casas del mismo arquitecto: las de Carlos
Casares Ocampo, en Arroyo y Cerrito y de María
Unzué de Alvear, Avenida Alvear 29/85 (amba demolidas).
Otros palacios excepcionales como el de los Pereyra Iraola del
arquitecto Ernesto Bunge (demolido). También la casa de
la familia
Barrenechea, en Avenida Callao y Vicente López y de la
familia Legarreta, ambas del arquitecto Juan Buschiazzo
(demolidas). Otros ejemplos, del que quizás fue el
arquitecto mas famosos: Alejandro Christophersen (el antiguo
"Hôtel Particulier" de Antonio Lelor, hoy Circolo
Italiano en Libertad
1270 y el Palacio de la familia Anchorena, hoy Palacio San
martín, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores
y Culto). Mas ejemplos lo conforman la expropiedad de la
familia Paz, hoy Círculo Militar, en Plaza San
Martín; proyectado por el arquitecto Louis Sortais. El
palacio Ortiz Basualdo (hoy embajada de Francia), en
Arroyo y Cerrito, obra del arqutecto Pablo Pater. El palacio de
la señora Inés Ortiz Basualdo de Peña
sobre Plaza San martín de Buenos Aires, obra del
arquitecto Jules Dormal (hoy demolido). El "Hôtel
Privé" de la condesa de Sena, en Montevideo 1572. Buenos
Aires, obra de los arquitectos Lanas y Hary (hoy demolido).
Fuera de la ciudad de Buenos Aires y en el mismo
período, el autor señala la importancia de las
residencias de campo y casas-quintas como ser la casa de campo
en la provincia de Buenos Aires de la familia Tornquist -en
Sierra de la Ventana-, obra de C. Nordmann; y el casaco de la
estancia Huetel, de Carlos María Casares, obra del
arquitecto Jacques Dunant. Las dos casas-quintas tradicionales
como la residencia "El Talar" de la familia Pacheco Anchorena
en General Pacheco -Tigre-; y el Palacio Miraflores de la
familia Ortiz Basualdo en el barrio de Flores. La villa Ortiz
Basualdo en Mar del Plata, obra de los arquitectos Luis Dubois
y Pablo pater.

[8] Iglesia, Rafael. "La vivienda opulenta en
Buenos Aires: 1880-1900, hechos y testimonios", en revista
Summa. Nº 211. Buenos Aires. 1985. (pp. 73).

[9] Jorge Liernur y Graciela Silvestre en El
umbral de la Metrópolis. Editorial Sudamericana. Buenos
Aires. 1993. (pp. 75).

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