La construcción más grande es la de la
comprensión.
El sentido de la vida está relacionado con algo
que hay que "buscar", según la terminología de la
Logoterapia de Viktor Frankl. Pero, en realidad, el
término "búsqueda" del sentido de la vida es,
rigurosamente hablando, inexacto. No se sale de caza de valores y
significados como si fueran liebres y venados, ni siquiera se va
al encuentro del sentido de la vida como se sale al encuentro de
un conocido.
En rigor, no hay tal búsqueda, sino
construcción del sentido de la vida. Y posiblemente
así lo visualizaba Viktor Frankl más allá de
la inexacta expresión "búsqueda del sentido de la
vida" habitualmente usada en sus obras. La expresión
"búsqueda del sentido" si no se entiende como algo que hay
que edificar, levantar, cimentar, más que escrutar,
perseguir, encontrar, no devela, pues, valga la redundancia, su
verdadero sentido. En términos propios, no hay
búsqueda, sino construcción, del sentido de la
vida.
Ahora bien, antes de preguntar qué sentido (de orden
productivo, relacional o actitudinal) tengo que construir para
hacer frente a las crisis que
ocasionan frustración, vacío y
desmoralización en la vida, hay que resolver dos
cuestiones. Primera, qué obstáculos o impedimentos
debemos rebasar para emprender la construcción del sentido
de la vida y, segundo, la cuestión fundamental: sobre
qué plataforma, sustrato, fundamento o base se debe
levantar la construcción del sentido de la vida o
sentido existencial a fin de no construir sobre "tierra sin
cimientos" (Lc. 6.46).
Advertiremos que en la tentativa de edificar "sobre roca" para
que la construcción del sentido de la existencia no se
derrumbe frente a las lluvias torrenciales y vientos huracanados
de la vida, la misma problemática planteada
por Frankl, que constituye uno de los temas vitales de la
psicología
contemporánea, nos llevará inevitablemente a
meternos en un asunto más vasto y más profundo que
la cuestión del sentido de la vida.
De esta manera, al ocuparnos de los obstáculos que hay
que dejar atrás para facilitar la construcción del
sentido, se nos abrirá la puerta a la entera
problemática del significado, donde, a su vez,
detectamos algo "anterior" al asunto del sentido de la vida que
denominamos el sentido del ser o nivel ontológico
de la problemática global del significado y de la cual
Viktor Frankl no se ocupó directamente. Por lo menos, no
lo hizo de manera metódica y sistemáticamente, como
procedió, en cambio, con el
tema del sentido de la vida.
De aquí, pues, que la construcción a que
aludimos en estas reflexiones sobre el sentido de la vida
termine, como es lógico, ocupándose de los
cimientos de dicha problemática: del sentido del
ser. Ahora bien, ¿cómo proceder la "obra", la
construcción, en este caso? O formulado de otra manera:
¿qué aporta la Terapia de la imperfección a
la Logoterapia en el terreno de la entera problemática del
significado?
Para facilitar la comprensión de nuestras reflexiones
recurramos a dos metáforas. La primera concibe que los
seres humanos somos como una nave que para sus largos recorridos
por el mar dispone de instrumentos conocidos como mapas de ruta o
rumbos de navegación; la segunda, hablando en
términos arquitectónicos, sugiere que el
levantamiento de un edificio es incompleto y arriesgado si
primordial y elementalmente la parte externa de la obra, como
quien dice, las paredes y el techo, carece de soporte firme que
sostenga la entera construcción.
La habilidad para construirnos como seres humanos
estribará, en el caso de la primera metáfora, en la
destreza para conservar la nave en aquellos casos en que la ruta
de navegación se ve perturbada con peligro de naufragar y,
en la metáfora del edificio, construirnos como seres
humanos radicará en la calidad de los
fundamentos sobre los cuales se asiente la parte visible de la
construcción.
Ahora bien, ¿a qué impedimentos nos referimos
cuando hablamos de "las lluvias torrenciales y vientos
huracanados de la vida"?
En la experiencia de la realidad, la pérdida del
sentido es algo insalvable. Sin embargo, esta fatalidad no
constituye una anomalía, sino una norma de la
condición humana y, por lo mismo, podemos considerar la
falta de sentido como situación propia de la vida. El
hastío, el tedium vitae, o la esporádica
desgana de vivir, el desinterés, la desilusión, el
absurdo, hacen parte de las enseñanzas de la vida.
Enseñanzas que sirven de contraveneno de las ilusiones,
expectativas y "deberías" que exigimos a la vida. La falta
de sentido, en ocasiones, puede agudizar, paradójicamente,
el sentido de la vida, su valor
inmensurable.
En el mar desconocido de la vida nos vemos afectados por los
torrenciales violentos y caudalosos de los límites
existenciales que causan falta de sentido. A lo largo de su
camino, el hombre
tropieza invariablemente con los baches del sin-sentido. Y, en
ocasiones, choca con fosas, porque esos tropiezos llevan a la
sepultura del sentido, como en el caso del suicidio. Por
un lado, el ser humano camina hacia la decadencia, hacia lo
mísero, pero, por el otro lado, los límites
existenciales le vienen al encuentro lentamente.
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