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Los desafíos éticos fundamentales de los auditores de TI (página 2)




Enviado por Carlos Petrella



Partes: 1, 2

Preguntas que desafían y generan enormes
polémicas a gran escala como por
ejemplo el uso indebido de información que fue solicitada a un
particular con un objetivo
– como por ejemplo comprar libros – y que
fue brindada libremente por este, pero que luego el administador
de la base de datos
de clientes pretende
usar con otro fin diferente, como por ejemplo vender CDs de
música.
También debería considerarse la posibilidad de una
eventual intervención en el manejo de contenidos de
correos electrónicos utilizados dentro del ámbito
de una organización. A partir de que tipo de
investigaciones se estaría violando el
derecho a la privacidad de los mensajes. ¿En qué
condiciones los encargados de seguridad de
una empresa
pueden interferir en el envío o recepción de
correspondencia personal,
generada por los empleados de la misma?

Según Galarce (2005): "El bien se refiere aquí a
que la profesión constituye una comunidad
dirigida al logro de una cierta finalidad: la prestación
de un servicio".
Pero no está claro sobre todo ante ejemplos como los
citados, quién y cómo debería custodiar el
desarrollo de
esa actividad. El desafío ético a considerar en ese
ámbito es: en qué condiciones debe o no deben
prestarse determinados servicios de
auditoría a un cliente en
particular. Cada profesional se plantea sus enfoques para
identificar y hacer lo que está bien. Los auditores no son
la excepción. Ese reto se presenta cuando actuamos
profesionalmente colectiva e individualmente en todos los
ámbitos y siendo más específicos
todavía, en el ejercicio de la auditoría de los
sistemas de
información y las tecnologías de la
información.

La opción simplista no debería ser simplemente
la vigilancia de la eficiencia de un
servicio. Octave Gélinier, reflexionando sobre la ética de
los negocios
(1994, pág. 19) pone sobre la mesa el accionar del
"tecnócrata competitivo" como aquel que establece en
primera instancia su posición personal en los procesos de
cambio y en
todo caso, se plantea el problema de la legitimidad en el uso del
dinero, pero
no el impacto que los cambios producidos puedan generar en las
organizaciones. Y la forma de combatir los excesos
en esta línea viene por el lado de "poner al personal a
abrigo de las tentaciones" generando mecanismos de contralor que
operen como inspectores de las actuaciones realizadas. Pero este
enfoque orientado por la competencia y
estableciendo limitantes de contralor, parece ser un poco
restrictivo.

Las auditorías externas constituyen un notable
aporte para las organizaciones, pero no ante todos los
desafíos y en todas las situaciones. El contralor externo
independiente como respuesta ética ante los
desafíos de la modernidad, no
parece ser la forma mas adecuada de enfrentar nuevos
desafíos en las organziacioens de cara al siglo XXI.
Sería mas conveniente trabajar desde dentro en las
organizaciones. Actuar en su propia capacidad de reflexionar y
actuar éticamente, no tento como expertos en
diagnísticos éticos sino como facilitadores de los
cambios que cada persona o
grupo de
personas debe procesar ante los continuos dilemas que se plantean
en el trabajo,
que por cierto van más allá que los habituales
problemas
organziacionales de la actividad general o el trabajo
especializado.

El trabajo de los facilitadores debería contribuir a
buscar respuestas propias ente las grandes preguntas que cada
día se le plantean a los operadores de planta, a los
vendedores o a los analistas económicos, simplemente por
citar tres ejemplos. Las preguntas de partida más
pertinentes desde dentro de la propia organización
deberían abordar cuestiones como: ¿cómo
logramos hacer lo que éticamente está bien y
dejamos de hacer, lo que éticamente no está bien en
cada circunstancia? ¿Y cómo lo hacemos sin que
alguien nos tenga que custodiar y eventualmente sancionar? Si
respondemos adecuadamente a estas preguntas y guiamos nuestros
actos consistentemente con las respuestas, habremos recorrido una
parte importante del camino en búsqueda de los valores
fundamentales, más allá de eventuales enfoques
situacionales que apunten al contralor ético, que a la
esencia de lo que debería ser hecho o dejado de hacer.

Este camino hacia la reflexión no por muy
conceptualmente transitado deja de ser fundamental para trabajar
sobre asuntos éticos. Descartar adecuadamente la
aproximación a la ética como si procediera de una
imposición externa, nos conduce a considerar la
ética como desafío de realización (Franca y
Galdona, sf, capítulo 2 Fenomenología). Esto nos lleva a considerar
las condiciones éticas profesionales básicas para
hacer lo que esta bien y no hacer lo que está mal, como un
desafío para cada persona, sea o no profesional. En esto
deberían poner énfasis los auditores del siglo XXI.
Así aparecerán aspectos como la finalidad de hacer
el bien, la conveniencia de actuar con autonomía, la
competencia para hacer la tarea y la necesidad de ponerla al
servicio de los demás, considerando las consecuencias de
los actos de cada uno, en un contexto ampliado en que la justicia tenga
un lugar importante.

Parte del desconcierto respecto de los problemas éticos
que se generan reside en que: "El entendimiento del concepto de
computación ha evolucionado
considerablemente, desde la poco amistosa y centralizada
mainframe; han cambiado desde una máquina para
calcular y almacenar datos, programada
sólo por "gurús" en lenguajes de alta
complejidad, a un diverso conjunto de elementos entendidos
más como medios de
comunicación. De esta forma, los aspectos
éticos relevantes comprendían en un inicio los
relativos al almacenamiento e
intercambio de información de las personas, y con el
advenimiento de tecnologías como Internet, el énfasis
fue puesto en ciertas formas de comportamiento, en la concepción de la
libertad,
privacidad y anonimato, y en el lenguaje."
(Vyhmeister, Novella y Mondelo, 2004).

Deborah Johnson (1994, pág. 3) se plantea un conjunto
muy interesante de interrogantes asociadas con las ciencias de la
computación que a pesar del pasaje d los años
mantienen todavía su vigencia. ¿Debemos usar las
computadoras
en todo aquello que sea posible? ¿Cuáles aspectos
de la tecnología deberían ser objeto de
propiedad?
¿Qué pasa con las computadoras que nos prometen
tanto y no siempre lo entregan? El uso y el abuso de las
tecnologías basadas en computadores comienzan a plantear
– ya avanzado el siglo XX – un conjunto de dilemas sobre lo
que está bien y lo que esta mal. ¿Será que
estas preguntas de Johnson responden a problemáticas
generales o son singulares? ¿Los dilemas éticos
vinculados con las computadoras serán en realidad los de
cualquier agente que las emplea, o tendrán singularidades
que los diferencian?

Finalmente es pertinente la pregunta de fondo que plantea
Javier Bustamante (2005): "¿Somos más sabios que
antes, al contar con más información que ninguna
otra generación precedente? Quizá se da aquí
la paradoja de que la avalancha de información no es la
solución para superar la ignorancia, justo lo contrario de
lo que ocurre con otras necesidades humanas, que se sacian con
una mayor afluencia de aquello de lo que se carece. Arthur C.
Clarke defendía que cuanto más complejas y
sofisticadas eran la ciencia y
la tecnología, más tendían a confundirse con
la magia. Con ello expresaba la posibilidad de que la simple
posesión del conocimiento
científico-técnico no garantice una
dimensión humana más profunda, ni una ética
que nos recomiende en qué dirección y con qué ritmo debe ser
empleado."

Las nuevas
tecnologías – y especialmente las relacionadas
con información y comunicaciones
(TIC) – cuando
comienzan a aplicarse generalizadamente, generan nuevas reglas de
organización y funcionamiento en las
compañías, que no siempre son fáciles de
asimilar por todos los agentes. Por ello, debería
considerarse previamente, en cada proyecto que se
emprenda, el impacto en las personas que lleva siempre consigo,
la introducción de la tecnología en las
instituciones.
Esto se refleja fundamentalmente al considerar las alteraciones
en la calidad de
vida de las personas en sus lugares de trabajo, algo que un
buen auditor no debería ignorar. Existe un costo oculto al
salirse de lo que cada agente conoce y le resulta amigable, para
ir hacia lo desconocido, que bien puede ser percibido como
inseguro y hasta en ciertos casos resultar hostil.

Hay muchas cuestiones pendientes que se deberían
considerar. Según Bustamente (2005): "La primera de las
tareas pendientes que aún no se han abordado es la
definición de marcos conceptuales que permitan mejorar la
comprensión de los problemas éticos en que la
tecnología está implicada. La otra tarea es la
identificación de aquellas áreas en las que la
relación entre seres humanos y artefactos es esencialmente
problemática. ¿Cómo identificar estas
áreas en las que la intervención de la ética
es posible e incluso deseable? La marca que
caracteriza las áreas donde esta interacción es problemática aparece
en aquellos contextos en que el ordenador crea nuevas
posibilidades de acción,
o cuando los modelos y
metáforas extraídos del mismo perfilan nuestra
experiencia del mundo."

En esta línea Deborah Johnson, en su libro
Computer Ethics (1994), plantea las nuevas relaciones
institucional y los conflictos de
responsabilidad que se desencadenan cuando nuevos
artefactos tecnológicos hacen su irrupción,
afectando el funcionamiento de la justicia, la salud, la educación o la
seguridad e incidiendo en los procesos industriales, los negocios
comerciales y los manejos financieros. Esta irrupción
está cambiando dramáticamente las relaciones
profesionales y personales entre los diversos agentes, en
términos de acciones a
desarrollar y de responsabilidades de ejecución. Y sobre
todo, en términos de los valores y
principios que
guían a las personas y de derechos y obligaciones
emergentes de las nuevas actividades.

Hoy las personas – que hasta hace muy poco no tenían
mucha idea de que es eso de la invasión de
computación y las comunicaciones en sus vidas laborales y
personales – deben enfrentar con pocos elementos de juicio,
nuevos dilemas éticos relacionados con los derechos de
propiedad del software, con el uso de la
información, con la privacidad personal, con el abuso a
que los someten los proveedores,
con las fuertes reivindicaciones de los hackers, con los
vacíos legales como consumidores y hasta con el ejercicio
de deberes ciudadanos por Internet. Todo esto como muy bien
plantea Johnson (1994, pág. 147), tiene implicaciones
sociales muy importantes relacionadas con la autonomía
como personas y el acceso a los recursos
informáticos.

Por supuesto que a partir de estos enormes desafíos se
pueden construir visiones de futuro positivas o negativas, en la
línea de los grandes escenarios planteados por Deborah
Johnson. El desenlace en la realidad dependerá de
cómo la sociedad toda
se posicione en el futuro respecto de los nuevos artefactos y
cómo actué para sacarles provecho sin
claudicaciones respecto de su potencial "invasividad" en el
trabajo o en el hogar. Cualquiera sea el enfoque, siguiendo a
Bustamante (2005), tendríamos que hacer siempre frente a
la emergencia de nuevos valores sociales y nuevos patrones de
comportamiento social, y el hombre como
valor
fundamental, debería estar en el centro de las
preocupaciones de estas trasformaciones, por mas que coloquemos a
los artefactos tecnológicos en un lugar preferente.

"La sociedad, al evolucionar y dividir el trabajo, produce
diversos tipos de profesionales; esto es, especialistas en
resolver determinados tipos de problemas de carácter general y particular, y por lo
tanto, social; es decir que, mediante el trabajo y los
conocimientos propios, buscan solucionar problemas humanos
particulares. La profesión es la actividad personal
ejercida de manera estable y honrada al servicio de los
demás y en beneficio propio, a impulsos de la propia
vocación, y con la dignidad que
corresponde a la persona humana." (Jiménez, 2001) Los
informáticos y los auditores son una parte de esos
profesionales, que van delineando su propio perfil incluyendo
habilidades y valores muchas veces singulares.

Las profesiones van desarrollándose y creando
evolutivamente sus propias éticas. Según
Vyhmeister, Novella y Mondelo (2004) citando a (Moor, 1985): "La
ética computacional es el análisis de la naturaleza e
impacto social de la tecnología computacional y la
correspondiente formulación y justificación de
políticas para el uso ético de la
tecnología", y argumenta que la tecnología
computacional es particularmente diferente a todas las
demás debido a su "ductilidad lógica", es decir, que los computadores
pueden ser modelados para realizar cualquier actividad que pueda
ser expresada "en términos de entradas, salidas y operaciones
lógicas", y que por lo tanto esto genera un conjunto de
"nuevas posibilidades" para el quehacer humano."

Precisamente estas "nuevas posibilidades" crean
"vacíos" en la normativa y la política existentes,
que deben ser llenados mediante nuevas creaciones conceptuales
del ser o del deber ser, que los auditores deben ayudar a llenar.
Y para llenar esos vacíos se puede proceder de manera muy
simplista analizando cada factor y proveyendo respuestas para
cada caso, o se puede encarar el desafío con una
visión más holística de los problemas
generados y sus posibles soluciones. El
auditor puede contribuir en gran medida, no a solucionar estos
problemas uno a uno, sino a por lo menos plantearlos
adecuadamente, para dejar un poco de lado el control de tipo
policial y entrar de lleno en el desarrollo de modelos de
autocontrol en las organizaciones del siglo XXI.

Bustamante (2005) plantea adecuadamente una opción no
mecanicista respecto de cómo capitalizar el desarrollo
tecnológico que pueden ofrecer las TICs. "La descripción de la informatización
como búsqueda de una eficacia
totalizadora plantea nuevas cuestiones acerca de la
relación entre la acción
tecnológica-eficiente y la acción plenamente
humana, dada la conexión aún por explorar entre
eficiencia técnica y libertad humana." No todo lo que es
probadamente más eficiente es necesariamente mejor,
precisamente si pensamos en términos del desarrollo
humano, que todos concordamos que debería ser el punto
de referencia más importante. Y las auditorías
deberían contemplar estas nuevas dimensiones de los
procesos de cambio institucional en las organizaciones.

La interrogante más relevante sería:
¿Cuál es el límite ético que nos
imponemos al emplear nuestras habilidades específicas en
una situación profesional? Esta pregunta no tiene una
contestación fácil. Buscando la raíz del
asunto, las respuestas que demos a la interrogante son mucho
más importantes de lo que, en general, estamos dispuestos
a reconocer, sumergidos en el rápido ir y venir de nuestra
vida diaria. Debemos tener a mano una lista que estemos
dispuestos a respetar, que tenga la menor cantidad de
condicionantes posible. En esta lista, que seguramente muchos
colegas han construido durante años de ejercicio, debe
figurar un verdadero extracto del deber ser de la
profesión de los auditores de cara a los grandes
desafíos que plantea el porvenir. Y también la
responsabilidad de actuar como referentes profesionales y si es
posible dando un paso más, como maestros generando un
legado todavía más fuerte.

En general, en lo que refiere a aspectos del trabajo
profesional, la lista bien podría tener cosas relacionadas
con la actitud
personal al aceptar un encargo profesional, la utilización
de los conocimientos adquiridos en otros clientes, el manejo de
los conflictos de interés
con otros agentes. En particular, en lo que se relaciona con
aspectos de trabajo de los ingenieros en computación, la
lista bien podría agregar cosas como cuidarnos de actuar
amparados en terminología incomprensible, para tapar
nuestra incapacidad de solucionar algunos problemas que se
presentan en el ejercicio profesional. Y en el caso de los
auditores de TI, sería bueno también construir una
lista que prudentemente dejo abierta a los lectores, algunos que
bien podrían ser nuestros referentes ante estos nuevos
desafíos.

Hoy mas que nunca se requieren referentes en cada actividad
especializada, no sólo en lo que tiene que ver con los
conocimientos técnicos o científicos adquiridos en
una disciplina
(actuando como buenos consultores), sino a la postura
ética ante el desarrollo de determinadas actividades.
Ciertamente que necesitamos que instituciones de referencia como
las instituciones universitarias o las asociciones profesinales
acrediten lo que saben las personas expertas en temas de cada
especialidad para que éstos puedan trabajar como
profesionales sin que debamos tomarles pruebas de
aptitud de algo que no manejamos. Pero mas que nada, necesitamos
maestros que se conviertan en garantes que permitan a la sociedad
establecer ciertos frenos y contrapesos en la relación
casi siempre asimétrica entre los expertos y los
demás ciudadanos que saben poco o casi nada sobre TICs o
afines.

Precisamente estos maestros, no necesariamente son los mayores
expertos en cada nueva disciplina científica o
técnica, sino aquellos que por sus opciones de vida,
pueden ser referentes respecto de los valores y principios que se
están generando y nos llevan gradualmente a cuestionar las
posturas legadas. Valores que responden a nuevos paradigmas.
Nuevas ideas para encarar determinados problemas no resueltos y
nuevas reglas sobre cómo llegar a resolver estos
problemas. Operarían como referentes de los nuevos
paradigmas, no por sus habilidades para trasmitir nuevas reglas
de éxito
en una actividad, sino para analizar adecuadamente los dilemas
éticos que los cambios traen aparejados. De esta manera,
las nuevas concepciones irían "permeando" en la sociedad y
cada uno de los agentes, podría comenzar a construir sus
puntos de referencia respecto de lo que es bueno y lo que no es
bueno.

Las nuevas tecnologías aplicadas en la sociedad generan
nuevas normas, muchas de
ellas relacionadas con nuestra propia visión colectiva de
lo bueno y lo malo, en esa sociedad, aunque los comportamientos
individuales también cuentan. Según Vyhmeister,
Novella y Mondelo (2004): "las cuestiones morales son relevantes
tanto a nivel individual como a nivel social. Aunque por lo
general las normas de comportamiento (implícitas o
explícitas) son marcadas por patrones sociales (a
través de la legislación o de mecanismos como los
códigos deontológicos), el comportamiento
individual estará influenciado por su propia escala de
valores. De este modo, es relevante considerar que si el
surgimiento de una nueva tecnología abre nuevas
posibilidades de comportamiento, entonces el individuo
estará afectado por esta consideración y
podrá actuar (o inactuar) de una forma diferente."

"Estamos ingresando en una era de cambios muy acelerados.
Vivimos en un mundo en que un paradigma
tecnológico sustituye a otro, con extrema rapidez. Es
necesario comenzar a apreciar que las visiones que se sustentan y
las reglas de éxito que se proclaman no necesariamente son
para siempre, sobre todo cuando analizamos las actividades que
desarrollamos en sociedad altamente tecnificada y aquellas cosas
que consideramos buenas o malas formas de proceder, en ese
contexto. Tal realidad se hace patente en el mundo en el que
estamos viviendo a partir del explosivo desarrollo de Internet.
Un planeta en el que muchos negocios desarrollados en el mundo
real están dando paso a negocios en el ciberespacio, con
otras reglas y otros parámetros, de lo que son
considerados resultados exitosos." (Petrella, 2005).

Lo que la experiencia señala – sobre todo a
partir de la era moderna y especialmente a partir de la segunda
parte del siglo XX, es que una institución que está
demasiado orgullosa de su pasado como para intentar conservarlo a
ultranza, construye tarde o temprano su propia tumba. Y las
grandes auditorías – por más fuertes que
parezcan hoy en día – no serán la excepción.
De la misma manera, aquellos que tratan sin respeto la
historia que los
llevó a donde están, posiblemente no dispongan de
una base firme para colocar en su lugar las innovaciones que
tienen en mente. Todo se reduce a buscar el justo equilibrio
entre conservar y transformar. Y para ello hay que generar un
modelo mental
que tenga presente lo que conquistamos, pero que abra espacios
para nuevos desafíos, sin descuidar la importancia de los
valores en juego.

Bibliografía de referencia

Bustamante Donas, Javier. Dilemas
éticos en la sociedad de la información: apuntes
para una discusión, www.argumentos.us.es/bustaman.htm,
2005.

Franca, Omar y Galdona, Javier.
Introducción a la ética
profesional, Asunción, Paulinas Grupo Editorial
Latinoamericano, sf.

Galarce, Elmy Rosario. ¿Por
qué una ética profesional en nuestros tiempos?,
cuhwww.upr.clu.edu/exegesis/ano10/v27/erosario.html, 2005.

Gélinier Octave. Ética de
los negocios ¡Basta de ir a la deriva!, México.
Editorial Limusa, 1994.

Jiménez, Tomas. Código de
Ética, www.gestiopolis.com/recursos/ documentos/fulldocs/rrhh/codetiade.htm, 2001.

Johnson, Deborah. Computes ethics, New
Jersey, Prentice Hall, 1994.

Joyanes, Luis. Cibersociedad, Madrid, Mc
Graw Hill, 1997.

Papa Blanco, Francisco. La encrucijada
tecnológica, Montevideo, Fundación de Cultura
Universitaria, 1980.

Petrella, Carlos. Negocios
electrónicos: una puerta para le desarrollo de
CRM, trabajo
presentado para Tecnologías de la Información y
Herramientas
de software para la Gestión del
Conocimiento de la UPSAM, Programa de
Sociedad de la Información y del Conocimiento,
2005.

Vyhmeister, Ricardo; Novella, Maribel y
Mondelo, Pedro
. Hacia un modelo para estimar las alteraciones
del trabajador en función de
los procesos de cambio en las tecnologías de la
información y las comunicaciones,
www.tid.es/presencia/boletin/bole26/bol26_art02.htm, 2004.

FIN DE DOCUMENTO

 

 

 

 

Autor:

Carlos Petrella

Julio de 2009

Carlos Petrella
o
Facultad de Ingeniería de la UdelaR y Facultad de
Ingeniería y Tecnologías de la UCU Montevideo,
Uruguay.
Docente de grado y postgrado de la Facultad de Ingeniería
de la UdelaR y de la Facultad de Ingeniería y
Tecnologías de la UCU. Ingeniero de Sistemas, Master
en educación
y en Administración de Negocios y DEA. Autor de
varios libros en su especialidad.

Partes: 1, 2
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