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Desde Cuba a la Argentina




Enviado por walther Gahn



Partes: 1, 2

    Yo era un romántico del liberalismo,
    había estudiado todos los clásicos que profesan esa
    ideología desde Adams Smith hasta Tomas
    Malthus, durante años había guardado receloso de
    las restricciones del gobierno esos
    libros
    perniciosos para el futuro de la humanidad – según
    decía el politburó de origen comunista. Pero mi
    mayor deseo se mantenía moribundo en lo más oscuro
    de mi corazón.
    Hasta que un día la luz brillo, la
    embajada cubana situada a unos pocos metros de la Plaza de la
    Revolución
    me otorgaba el titulo de 1º Embajador Cubano, destino: la
    Republica Argentina, la Babel del sur.

    Mi sueño era una realidad, podía visitar por el
    lapso de un año el país mas liberal de la América
    latina. Nos embarcamos en un yate estatal llamado el "che
    vive", las olas inquietas en el Atlántico me llevaban a
    pensar si el dios Poseidón o cualquier malgurio se iban a
    interponer en el camino para que dicha empresa no logre
    su cometido.

    Abandonaba la costa de la solitaria Cuba, para ver
    el paraíso del progreso, la libertad
    individual, la igualdad de
    oportunidades, para ver por primera vez en los 40 años que
    tengo, el paraíso burgués – como lo denominan
    mis compatriotas cubanos.

    El viaje se hacia largo, lo que aumentaba mis ansias de comer,
    el problema era que no había tanto que comer – el
    yate era cubano – por lo que la espera se hacía mas
    larga y dolorosa. Pero valía la pena, tenia yo el
    privilegio que muy pocos tienen en la isla de salir de la
    misma.

    De pronto el capitán con un tono poco cansado y sin
    mucho animo dijo – en una hora tocaremos tierras
    argentinas. Mi corazón salía por mi boca, en una
    hora mis zapatos viejos tocarían la tierra hija
    de la revolución
    francesa, de los pensamientos Rosseanos, del liberalismo
    económico y del no asfixiante yugo estatal.

    No me sentía orgulloso de que mi bandera flameara en
    costas argentinas, para nada, y no me culpo mi idiosincrasia es
    esa, nos enseñaron que la patria era un invento
    burgués para dividir al pueblo trabajador y mantenerlos
    oprimidos con cuentos
    nacionalistas.

    La resección que tuvimos fue muy glamorosa, nunca
    había visto tanta suntuosidad. Me trasladaron a un
    hotel donde muchos medios de
    comunicación nos esperaban.

    Perdón – pregunte a los diplomáticos que
    me acompañaban – ¿que son todos esos
    fotógrafos y
    periodistas? Ellos con una sonrisa irónica me
    respondieron, es la famosa libertad de prensa de la que
    goza nuestro país. Yo quede helado, podía ver con
    mis propios ojos los representantes de la voz y opinión
    del pueblo. Volvía a preguntarles atónito,
    ¿estos medios
    pertenecen al estado o
    alguna organización obrera, proletaria imagino?
    Ellos se miraron los unos a los otros como que no querían
    responderme, hasta que uno se animo y me contesto que los medios de
    comunicación, todos se habían privatizado y
    nada era del estado y del pueblo. Yo confundido volvía a
    ellos y pregunte nuevamente ¿si no pertenece ni al estado
    y ni siquiera al pueblo a quien pertenecen? Los
    diplomáticos hicieron gala de su oratoria y me
    respondieron que los medios pertenecían a empresas
    multinacionales que hacían menester de su posición
    y que efectivamente expresaban la voluntad popular tras sus
    micrófonos y cámaras. No quede conforme con su
    explicación, pero en fin es la libertad de prensa
    más rara que vi, pero es libertad de prensa al fin.

    La ceremonia de bienvenida tuvo lugar en el mismo hotel que
    iba a ser mi hotel desde ese día hasta que se cumpla el
    tiempo
    establecido por el gobierno cubano como embajador en la
    Argentina.

    Luego de dar por terminada la cortés bienvenida, los
    camareros me brindaron la llave del que ahora en más seria
    mi cuarto.

    Era un hotel de 5 estrellas, reservado para los
    diplomáticos. Vaya el progreso hace sentir su calida y a
    veces ostentosa lujuria. No me sentía mal conmigo mismo,
    estaba confiado que debido a la igualdad de oportunidades y a ese
    progreso ilimitado todos los habitantes de Argentina gozaban de
    aquel confort en los techos de sus respectivas viviendas.

    Después de tanto viaje decidí descansar, en una
    cama de colchón de agua con el
    aire en
    mínimo ¡que dicha es vivir en un sistema
    liberal!¡Nadie sufre calor, ni
    frío!¡Todos duermen en un colchón de
    agua!

    A la mañana siguiente luego de haber hecho mi trabajo como
    burócrata internacional, decidí conocer las calles
    de Buenos Aires.
    Tras un intento desesperado por escuchar el silencio corrí
    unas dos o tres cuadras inundadas por letreros de Pepsi, Coca Cola y
    otras marcas mundiales
    que propagó el famoso-pero para mi desconocido-libre
    mercado. Hasta
    que al fin encontré un café
    donde agobiando entre y pedí un te con leche-de los
    que escasea en mi país por el maldito bloqueo yanqui- y
    decidí observar los ómnibus y automóviles
    que como latigazos pasaban por aquella avenida. Cuando de repente
    me llamó la atención unos tres hombres que pasaban con
    un carrito lleno de cartones y basura
    preferentemente seleccionada. Me acerqué al mozo que
    atendía en la barra y le pregunte asustado ¿Le pasa
    algo a esos tres hombres? ¿Por qué están en
    esas condiciones? ¿Por qué llevan semejante
    desfachatez? El mozo-rápidamente se dio cuenta que no era
    del país, debido a mi tono-sonriendo me explicó que
    son cartoneros, personas que no tienen trabajo digno y que viven
    de la basura de los
    demás. Pero ¿Cómo?-replique-no es el
    país de la igualdad, de los derechos humanos,
    del progreso.

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