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"El Designio de Amor de Dios para la Humanidad", "Misión de la Iglesia y Doctrina Social" y "Los Principios de la Doctrina de la Iglesia" (página 2)



Partes: 1, 2

La Iglesia es la
comunidad de
los que son convocados por Jesucristo Resucitado y lo siguen;
ella es sacramento y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana,
tiene como misión
anunciar el Reino de Dios e instaurarlo entre todos los pueblos,
ser germen y principio de esa Reino, valiéndose para ello
de "la predicación del Evangelio, la gracia de los
sacramentos y la experiencia de la comunión fraterna"; un
Reino que se ha de manifestar "en el desarrollo de
una sociabilidad humana que sea para los hombres levadura de
realización integral, de justicia y de
solidaridad,
abierta al Trascendente como término de referencia para el
propio y definitivo cumplimiento personal". Ella
no esta ligada ni se confunde con algún sistema
político. A su identidad y
misión en el mundo le corresponde una finalidad
escatológica y de salvación, mostrando el hombre su
vocación integral y definitiva.

"Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual,
sino también las relaciones sociales entre los hombres".
"Desde esta perspectiva, las comunidades eclesiales se proponen
como lugares de comunión, de testimonio y de misión
y como fermento de redención y de transformación de
las relaciones sociales". Dicha transformación,
"según las exigencias del Reino de Dios, es una tarea
confiada a la comunidad cristiana, que la debe elaborar y
realizar a través de la reflexión y la praxis
inspiradas en el Evangelio", y desde allí principalmente a
través del mandamiento del amor como
ley "llamada a
convertirse en medida y regla última de todas las
dinámicas conforme a las que se desarrollan las relaciones
humanas. "El amor
recíproco entre los hombres, bajo la mirada de Dios, es el
instrumento más potente de cambio, a
nivel personal y social".

La promesa de Dios y la resurrección de Jesucristo
suscitan en los cristianos la esperanza de una morada nueva y
eterna, esta esperanza, debe estimular la solicitud en el trabajo
relativo a la realidad presente.

Acogiendo estos sentimientos del corazón de
María, los discípulos de Cristo están
llamados a renovar en sí mismos, cada vez mejor, «
la conciencia de que
no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre Dios
que es fuente de todo don, y de la manifestación de su
amor preferencial por los pobres y los humildes,
María, totalmente dependiente de Dios y toda orientada
hacia Él con el impulso de su fe, « es la imagen más
perfecta de la libertad y de
la liberación de la humanidad y del cosmos.

Evangelización y doctrina
social

La Iglesia, con la experiencia que tiene de la humanidad, se
dirige con su doctrina social a todo hombre
insertado en la compleja trama de relaciones de la sociedad
moderna para anunciar y actualizar el Evangelio en esa compleja
red de
interacciones sociales.

La Iglesia, con su doctrina social, es estrictamente fiel a su
misión: "Actualizar en los acontecimientos
históricos el mensaje de liberación y
redención de Cristo, el Evangelio del Reino". Esta
doctrina es palabra que libera: "Evangelizar el ámbito
social significa infundir en el corazón de los hombres la
carga de significado y de liberación del Evangelio, para
promover así una sociedad a medida del hombre en cuanto
que es a medida de Cristo: es construir una ciudad del hombre
más humana porque es más conforme al Reino de
Dios". Con esta enseñanza social y su eficacia la
Iglesia al munod se revela como sacramento de
salvación.

Todo lo que atañe a la comunidad de los hombres es de
especial interés
para la evangelización, por ello la Doctrina Social es
parte importante, como instrumento, en esta tarea de la Iglesia;
con ella realiza su ministerio de la Palabra y su función
profética; con esta doctrina, la Iglesia, no entra en
cuestiones técnicas y
no instituye ni propone sistemas o
modelos de
organización social, su competencia es la
que le viene del Evangelio: "el mensaje de liberación del
hombre anunciado y testimoniado por el Hijo de Dios hecho
hombre."

La finalidad de esta Doctrina es la de ayudar al hombre en el
camino de la salvación; "esta misión configura el
derecho y el deber de la Iglesia a elaborar una doctrina social
propia y a renovar con ella la sociedad y sus estructuras,
mediante las responsabilidades y las tareas que esta doctrina
suscita".

LA NATURALEZA DE
LA DOCTRINA SOCIAL

La doctrina social de la Iglesia la podemos definir como "la
cuidadosa formulación del resultado de una atenta
reflexión sobre las complejas realidades de la vida del
hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la
luz de la fe y
de la tradición eclesial"; se ha formado en el curso del
tiempo, a
través de las numerosas intervenciones del Magisterio
sobre temas sociales; no pertenece al ámbito de la
ideología, sino al de la teología y
especialmente de la teología moral. Esta
doctrina refleja, de hecho, los tres niveles de la
enseñanza teológico-moral: el nivel fundante de las
motivaciones; el nivel directivo de las normas de la vida
social; el nivel deliberativo de la conciencia, llamada a mediar
las normas objetivas y generales en las situaciones sociales
concretas y particulares; encuentra su fundamento esencial en la
Revelación bíblica dándosele la fe como una
vía cognoscitiva y en la tradición de la Iglesia;
además la misma naturaleza
humana le ofrece otra vía cognoscitiva, la
razón.

La doctrina social de la Iglesia se sirve de todas las
aportaciones cognoscitivas, provenientes de cualquier saber, y
tiene una importante dimensión interdisciplinar, siendo el
aporte de la filosofía uno de los más esenciales,
pues es ella un instrumento idóneo e indispensable para
una correcta comprensión de los conceptos básicos
de dicha doctrina; también es significativa la
contribución que procede de las ciencias
humanas y sociales: ellas le proporcionan competencia,
concreción y actualidad.

Esta doctrina es de la Iglesia, pues es ella el sujeto que la
elabora, la difunde y la enseña; es el modo como la
Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras
y sus variaciones, toda la comunidad eclesial participa de su
elaboración aunque es el magisterio quien la promulga y la
enseña, por eso posee autoridad y
dignidad como
auténtico magisterio.

La doctrina social realiza una tarea de anuncio y de denuncia.
Anuncia lo que la Iglesia posee como propio "una visión
global del hombre y de la humanidad". Denuncia el pecado: la
"injusticia y la violencia que
de diversos modos afecta la sociedad y en ella toma cuerpo". Su
finalidad es del orden religioso y moral. Ella "traza los caminos
que hay que recorrer para edificar una sociedad reconciliada y
armonizada en la justicia y en el amor, que anticipa en la
historia, de modo
incipiente y prefigurado, los «nuevos cielos y nueva
tierra»,
en los que habite la justicia"

La primera destinataria de la doctrina social es la comunidad
eclesial pues allí todos tienen responsabilidades sociales
que asumir, implica responsabilidades relativas a la construcción, la
organización y el funcionamiento de la sociedad que
compete especialmente a los fieles laicos. Por otra parte ellas
tienen una destinación universal, es decir a todos los
hombres de buena voluntad.

La doctrina social de la Iglesia se caracteriza por la
continuidad de una enseñanza que se fundamenta en los valores
universales que derivan de la Revelación y de la
naturaleza humana, y por la capacidad de renovación
continua, es decir, esta en condiciones de abrirse a las cosas
nuevas sin diluirse en ellas: "Madre y Maestra, la Iglesia no se
encierra ni se retrae en sí misma, sino que continuamente
se manifiesta, tiende y se dirige hacia el hombre, cuyo destino
de salvación es su razón de ser".

La doctrina
social en nuestro tiempo: apuntes
históricos

El término "Doctrina Social" se remonta al papa Pio XI
para designa el «corpus» doctrinal relativo
a temas de relevancia social que a partir de la encíclica
"Rerum novarum" del papa León XIII se ha desarrollado en
la Iglesia a través del Magisterio, de los Romanos
Pontífices y de los Obispos; este patrimonio
cultural hunde sus raíces en la Sagrada Escritura, los
escritos apostólicos, la patrística y los Doctores
del Iglesia.

León XIII promulga la primera encíclica social,
la Rerum novarum (15 de mayo 1891), que examina la
condición de los trabajadores asalariados, especialmente
penosa para los obreros de la industria,
afligidos por una indigna miseria. Esta se ha convertido en
el documento inspirador y de referencia de la actividad cristiana
en el campo social
, sus principios
serán retomados y profundizados por las encíclicas
sociales sucesivas.

Pío XI publicó los siguientes documento:

  • Encíclica "Quadragesimo anno", para
    conmemorar los cuarenta años de la Rerum novarum
    (15 de mayo 1931).

  • Encíclica "Non Abbiamo bisogno" (29 de junio de
    1931) para protestar contra los atropellos del régimen
    fascista en Italia.

  • Encíclica "Mit brennender Sorge" (14 de
    marzo 1937) sobre la situación de la Iglesia
    católica en el Reich alemán.

  • Encíclica "Divini Redemptoris" (19 de marzo de
    1937
    ), sobre el comunismo ateo y sobre la doctrina
    social cristiana, criticó de modo sistemático
    el comunismo.

Pío XII atravesó los años terribles de
la Segunda Guerra
Mundial y los difíciles de la reconstrucción.
No publicó encíclicas sociales, sin embargo
manifestó constantemente, en numerosos contextos, su
preocupación por el orden internacional trastornado.

Para Juan XXIII los años sesenta abren horizontes
prometedores. Publicó:

  • Encíclica "Mater et magistra" (15 de mayo de
    1961
    ), en la que trata de actualizar los documentos ya
    conocidos y dar un nuevo paso adelante en el proceso de
    compromiso de toda la comunidad cristiana.

  • Encíclica "Pacem in terris" pone de
    relieve el tema de la paz, en una época marcada por la
    proliferación nuclear. Contiene, además, la
    primera reflexión a fondo de la Iglesia sobre los
    derechos humanos; es la encíclica de la paz y de la
    dignidad de las personas. En el décimo aniversario de
    la "Pacem in terria", el Cardenal Maurice Roy,
    Presidente de la Pontificia Comisión « Iustitia
    et Pax », envió a Pablo VI una carta,
    acompañada de un documento con un serie de reflexiones
    sobre el valor de la enseñanza de la encíclica
    del Papa Juan para iluminar los nuevos problemas vinculados
    con la promoción de la paz.

La Constitución pastoral "Gaudium et
spes"
del Concilio Vaticano II, constituye una significativa
respuesta de la Iglesia a las expectativas del mundo
contemporáneo, en ella se estudia orgánicamente los
temas de la cultura, de la
vida económico-social, del matrimonio y de
la familia, de
la comunidad política, de la paz y
de la comunidad de los pueblos, a la luz de la visión
antropológica cristiana y de la misión de la
Iglesia.

Otro documento del Concilio Vaticano II de gran relevancia en
el corpus de la doctrina social de la Iglesia es la
declaración "Dignitatis humanae",en el que se
proclama el derecho a la libertad religiosa.

Documentos de Pablo VI:

  • Encíclica "Populorum Progressio" (26 de marzo
    de 1967),
    puede ser considerada una ampliación
    del capítulo sobre la vida económico-social de
    la « Gaudium et spes », no obstante
    introduce algunas novedades significativas.

  • Instituye en 1967 la Pontificia Comisión
    "Iustitia et Pax", cumpliendo un deseo de los Padres
    Conciliares, que consideraban "muy oportuno que se cree un
    organismo universal de la Iglesia que tenga como
    función estimular a la comunidad católica para
    promover el desarrollo de los países pobres y la
    justicia social internacional".

  • A partir de 1968, la Iglesia celebra el primer día
    del año la Jornada Mundial de la
    Paz
    .

  • Inicio la tradición de los Mensajes que abordan el
    tema elegido para cada Jornada Mundial de la
    Paz.

  • Carta apostólica "Octogesima adveniens"
    (14 de mayo de 1971), con ocasión del
    octogésimo aniversario de la Rerum novarum, retoma la
    enseñanza social de León XIII y la
    actualiza.

Juan Pablo II.

  • Encíclica "Laborem exercens" (14 de
    septiembre de 1981), para celebrar los noventa años de
    la « Rerum novarum », la dedica al trabajo, como
    bien fundamental para la persona, factor primario de la
    actividad económica y clave de toda la cuestión
    social.

  • Encíclica "Sollicitudo rei socialis" (30
    de diciembre de 1987), con ella conmemora el vigésimo
    aniversario de la Populorum progressio y trata nuevamente el
    tema del desarrollo bajo un doble aspecto: el primero, la
    situación dramática del mundo
    contemporáneo, bajo el perfil del desarrollo fallido
    del Tercer Mundo, y el segundo, el sentido, las condiciones y
    las exigencias de un desarrollo digno del hombre.

  • Encíclica "Centesimus annus" tercera
    encíclica social de este papa. Con ella celebra el
    centenario de la Rerum novarum que muestra la continuidad
    doctrinal de cien años de Magisterio social de la
    Iglesia.

Los principios de
la doctrina social de la Iglesia: significado y
unidad

Los principios permanentes de la doctrina social de la Iglesia
son los verdaderos y propios puntos de apoyo de la
enseñanza social católica, ellos son: dignidad de
la persona humana, el bien común, la subsidiaridad y la
solidaridad. Estos principios, brotan "del encuentro del mensaje
evangélico y de sus exigencias -comprendidas en el
Mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo y en la
Justicia- con los problemas que
surgen en la vida de la sociedad"; ellos, tiene un
carácter general y fundamental, permanecen en el tiempo y
poseen un significado universal; deben ser apreciados en su
unidad, conexión y articulación; en su conjunto,
constituyen la primera articulación de la verdad de la
sociedad, que interpela toda conciencia y la invita a interactuar
libremente con las demás, en plena corresponsabilidad con
todos y respecto de todos; y poseen un significado profundamente
moral porque remiten a los fundamentos últimos y
ordenadores de la vida social.

Principio del
bien común

Se entiende por bien común "el conjunto de condiciones
de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada
uno de sus miembros el logro más pleno y más
fácil de la propia perfección"; este principio
brota de la dignidad, unidad e igualdad de
todas las personas; es indivisible y sólo es posible
alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo con la
participación de todos los miembros de la sociedad pues es
su deber colaborar según sus propias capacidades en su
consecución y desarrollo. El actuar social alcanza su
plenitud en la realización de este bien común, una
sociedad que actúa así es porque esta positivamente
al servicio del
ser humano; ella encuentra en este principio un constitutivo de
su significado y auténtica razón de ser de su misma
subsistencia. Las exigencias de este principio derivan de las
condiciones sociales de cada época y están
estrechamente vinculadas al respeto y a la
promoción integral de la persona y de sus
derechos
fundamentales. También es responsabilidad del Estado ayudar
a edificarlo, es la razón de ser de la autoridad
política, por eso es deber suyo armonizar con justicia los
diversos intereses sectoriales; tiene valor
sólo en relación al logro de los fines
últimos de la persona y al bien común de toda la
creación. Una visión puramente histórica y
materialista terminaría por transformar el bien
común en un simple bienestar socioeconómico,
carente de finalidad trascendente, es decir, de su más
profunda razón de ser.

El destino
universal de los bienes

Todo hombre debe tener la posibilidad de gozar del bienestar
necesario para su pleno desarrollo, por eso no puede prescindir
de los bienes
materiales que
responden a sus necesidades primarias y constituyen las
condiciones básicas para su existencia; por lo tanto,
entre las múltiples implicaciones del bien común,
adquiere inmediato relieve el
principio del destino universal de los bienes, este principio
está en la base del derecho universal al uso de los
bienes, se trata de un derecho
natural, originario y prioritario de la persona. Para poner
en práctica este principio es necesaria una
definición precisa de los modos, los límites y
los objetos como se ha de hacer según los diferentes
contextos culturales y sociales.

El derecho a la propiedad
privada es un elemento esencial de una política
económica auténticamente social y
democrática y es garantía de un recto orden social,
aunque ciertamente, este derecho no puede ser considerado como
absoluto e intocable, es en esencia, sólo un instrumento
para el respeto del principio del destino universal de los
bienes, un medio y no un fin; no es la única forma
legítima de posesión, también existe la
propiedad comunitaria. Es necesario por lo tanto que la propiedad
sobre los bienes sea posible para todos. Así, la tierra debe
ser distribuida justamente, de igual manera, los nuevos
conocimientos técnicos y científicos deben ponerse
al servicio de las necesidades primarias del hombre, para que
pueda aumentarse gradualmente el patrimonio
común de la humanidad. Toda forma de posesión
privada debe tener una función social, los propietario
deben actuar en busca del bien común; del mismo modo de
este derecho se pueden derivan una serie de ventajas objetivas lo
mismo que una serie de promesas ilusorias y tentadoras.

El principio del destino universal de los bienes exige que se
vele con particular solicitud por los pobres, los marginados y
las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento
adecuado, un cuidado no sólo en el sentido material sino
también en muchas otras formas de pobreza cultural
y religiosa, situación que implica una atención no sólo en el orden de lo
inmediato, como la limosna, sino además en el orden de lo
social, cultural y político.

El principio de
subsidiaridad

Todas las sociedades de
orden superior deben ponerse en una actitud de
ayuda respecto a las menores, una subsidiaridad en sentido
económica, institucional, legislativa, que de todas
maneras impone la obligación de no reducir los espacios
vitales de las instituciones
menores, y en todo caso ha de evitarse cualquier situación
de abuso, lo mismo que centralizaciones, burocratización,
asistencialismos, monopolización. Diversas circunstancias
pueden aconsejar que el Estado
ejercite una función de suplencia, sin embargo esta
suplencia institucional no debe prolongarse y extenderse
más allá de lo estrictamente necesario.

La
participación

Como consecuencia del principio de subsidiaridad se desprende
la participación, esto es, las actividades por las cuales
el ciudadano, sólo o con otros, contribuye a la vida
cultural, económica, política y social de la
comunidad civil a la que pertenece, lo que implica la
superación de los obstáculos culturales,
jurídicos y sociales que con frecuencia se interponen,
como verdaderas barreras, a la participación solidaria; se
trata de un deber y derecho que todos han de cumplir y/o exigir
conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien
común; ella no puede ser delimitada o restringida;
además, es un elemento esencial del ordenamiento
democrático.

El principio de
solidaridad

El proceso de
aceleración de la interdependencia entre las personas y
los pueblos, que de manera vertiginosas ha vivido el mundo en los
últimos tiempos, debe estar acompañado por un
crecimiento en el plano ético-social igualmente intenso
que favorezca una verdadera y propia solidaridad de unos por
otros, en búsqueda de igualdad de dignidad y derechos lo
mismo que unidad. La solidaridad se presenta como principio
social, esto es, como principio ordenador de las instituciones, y
como virtud moral, es decir, la determinación firme y
perseverante de empeñarse por el bien común. Cuando
se coloca en al dimensión de la justicia adquiere el rango
de virtud social orientada al bien común. "A la luz de la
fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al
revestirse de las dimensiones específicamente cristianas
de gratuidad total, perdón y reconciliación".

Los valores
fundamentales de la vida social

La doctrina social de la Iglesia, además de los
principios que deben presidir la edificación de la
sociedad, indica también unos valores
fundamentales, estos requieren la práctica de los
principios fundamentales de la vida social, y el ejercicio
personal de las virtudes. Ellos son: la verdad, la libertad, la
justicia y el amor. Su práctica es el camino seguro y
necesario para alcanzar la perfección personal y una
convivencia social más humana.

La Verdad. El hombre tiene una tendencia
natural hacia la verdad. Ella da un importante significado a las
relaciones sociales. Se requiere, por lo tanto, educar para la
verdad, para que prevalezca por encima de cualquier intento de
relativizar sus exigencias.

La Libertad. Es, en el hombre, signo eminente
de la imagen divina y expresión de la singularidad de cada
persona humana. Se ejercita en las relaciones entre los seres
humanos; no se debe restringir a un ejercicio arbitrario e
incontrolado de la propia autonomía personal, por el
contrario, en virtud de ella se le debe permitir a cada miembro
de la sociedad realizar su propia vocación personal lo
mismo que rechazar lo que es moralmente negativo. Su plenitud
consiste en la capacidad de disponer de sí mismo con
vistas al auténtico bien, en el horizonte del bien
común universal

La Justicia. Es un valor que acompaña
al ejercicio de la correspondiente virtud moral cardinal. Se
traduce en la actitud determinada por la voluntad de reconocer al
otro como persona, al tiempo que un criterio importante de la
moralidad en
el ámbito intersubjetivo y social. Se pide el respeto de
sus formas clásicas: la conmutativa, la distributiva y la
legal. La justicia social es una exigencia vinculada con la
cuestión social, que hoy se manifiesta con una
dimensión mundial. Junto al valor de la justicia, la
doctrina social coloca el de la solidaridad, en cuanto vía
privilegiada de la paz.

La vía de
la caridad

Entre las virtudes, los valores sociales y la caridad, existe
un vínculo profundo que debe ser reconocido cada vez
más plenamente. La caridad debe ser considerada como
criterio supremo y universal de toda ética
social, de allí nacen los valores de la verdad, la
justicia y la libertad, valores que determinan la cualidad de
toda acción
e institución social; además presupone y trasciende
la justicia. Con ella se pueda persuadir a los hombres y los
pueblos a vivir en unidad, fraternidad y paz. De esta manera
podemos hablar de caridad social y política, que no se
agota en las relaciones entre las personas, sino que se despliega
en la red en la que estas relaciones se insertan, que es
precisamente la comunidad social y política, e interviene
sobre ésta, procurando el bien posible para la comunidad
en su conjunto.

 

 

 

 

Autor:

John Jairo Valencia Marín

Estudiante de segundo año de
teología.

Seminario Mayor Villa Paúl.

Funza, Cundinamarca.

Junio 17 de 2009.

Partes: 1, 2
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