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Filósofos y economistas (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

– Definición marxista: Un modo de producción con unas peculiares formas de
relación socioeconómica, situado entre el esclavismo de la
Antigüedad y el capitalismo
moderno. Concretamente, se lo entiende como un conjunto de
relaciones de producción y dependencia entre el campesino y el
señor, propietario de la tierra que
aquél usufructúa, en un momento de predominio de la
agricultura
como fuente de riqueza.

Un sistema bajo el
cual el status económico y la autoridad
estaban asociados con la tenencia de la tierra y en el
que el productor directo (que a su vez era poseedor de
algún terreno) tenía la obligación, basada
en la ley o el derecho
consuetudinario, de dedicar cierta parte de su trabajo o de
su producción en beneficio de su superior
feudal.

– El Feudalismo se
puede entender también como la ruptura de todas las
estructuras de
poder Antiguo,
en un sistema de fragmentación de la tierra donde el
Señor es juez, administrador y
militar de la misma. Todos los señores responden al
monarca. Los campesinos ofrecen sus servicios y
labran la tierra a cambio de la
protección del señor feudal, y entre los
señores se forman las relaciones feudovasalláticas
antes mencionadas.

La postura habitual entre los medievalistas distingue
dos procesos:

– Un complejo de compromisos militares, que, junto con
la disgregación del poder político, conlleva una
privatización de funciones
públicas en beneficio de una minoría de libres
privilegiados.

Uso del término "feudalismo"

El fracaso del proyecto
político centralizador de Carlomagno llevó, en
ausencia de ese contrapeso, a la formación de un sistema
político, económico y social que los
historiadores han convenido en llamar feudalismo, aunque en
realidad el nombre nació como un peyorativo para designar
del Antiguo Régimen por parte de sus críticos
ilustrados. La Revolución
Francesa suprimió solemnemente "todos los derechos feudales" en la
noche del 4 de agosto de 1789 y "definitivamente el
régimen feudal", con el decreto del 11 de
agosto.

La generalización del término permite a
muchos historiadores aplicarlo a las formaciones sociales de todo
el territorio europeo occidental, pertenecieran o no al Imperio
Carolingio. Los partidarios de un uso restringido, argumentando
la necesidad de no confundir conceptos como feudo, villae,
tenure, o señorío lo limitan tanto en espacio
(Francia, Oeste
de Alemania y
Norte de Italia) como en
el tiempo: un
"primer feudalismo" o "feudalismo carolingio" desde el siglo VIII
hasta el año 1000 y un "feudalismo clásico" desde
el año 1000 hasta el 1240, a su vez dividido en dos
épocas, la primera, hasta el 1160 (la más
descentralizada, en que cada señor de castillo
podía considerarse independiente); y la segunda, la propia
de la "monarquía feudal"). Habría incluso
"feudalismos de importación": la Inglaterra
normanda desde 1066 y los estados latinos de oriente creados
durante las Cruzadas (siglos XII y XIII).

Otros prefieren hablar de "régimen" o "sistema
feudal", para diferenciarlo sutilmente del feudalismo estricto, o
de síntesis
feudal, para marcar el hecho de que sobreviven en ella rasgos de
la antigüedad clásica mezclados con contribuciones
germánicas, implicando tanto a instituciones
como a elementos productivos, y significó la especificidad
del feudalismo europeo occidental como formación
económico social frente a otras también feudales,
con consecuencias trascendentales en el futuro devenir
histórico.[4] Más dificultades hay para el uso del
término cuando nos alejamos más: Europa Oriental
experimenta un proceso de
"feudalización" desde finales de la Edad Media,
justo cuando en muchas zonas de Europa Occidental los campesinos
se liberan de las formas jurídicas de la servidumbre, de
modo que suele hablarse del feudalismo polaco o ruso. El Antiguo
Régimen en Europa, el Islam medieval o
el Imperio
Bizantino fueron sociedades
urbanas y comerciales, y con un grado de centralización política variable,
aunque la explotación del campo se realizaba con
relaciones sociales de producción muy similares al
feudalismo medieval. Los historiadores que aplican la metodología del materialismo
histórico (Marx
definió el modo de producción feudal como el
estadio intermedio entre el esclavista y el capitalista) no dudan
en hablar de "economía feudal" para referirse a ella,
aunque también reconocen la necesidad de no aplicar el
término a cualquier formación social preindustrial
no esclavista, puesto que a lo largo de la historia y de la geografía han
existido otros modos de
producción también previstos en la
modelización marxista, como el modo de producción
primitivo de las sociedades poco evolucionadas, homogéneas
y con escasa división social -como las de los mismos
pueblos germánicos previamente a las invasiones- y el modo
de producción asiático o despotismo
hidráulico –Egipto
faraónico, reinos de la
India o
Imperio Chino- caracterizado por la tributación de las
aldeas campesinas a un estado muy
centralizado.[5] En lugares aún más lejanos se ha
llegado a utilizar el término feudalismo para describir
una época. Es el caso de Japón y
el denominado feudalismo japonés, dadas las innegables
similitudes y paralelismos que la nobleza feudal europea y su
mundo tiene con los samuráis y el suyo (véase
también shogunato, han y castillo japonés).
También se ha llegado a aplicarlo a la situación
histórica de los periodos intermedios de la historia de
Egipto, en los que, siguiendo un ritmo cíclico milenario,
decae el poder central y la vida en las ciudades, la
anarquía militar rompe la unidad de las tierras del Nilo,
y los templos y señores locales que alcanzan a controlar
un espacio de poder gobiernan en él de forma independiente
sobre los campesinos obligados al trabajo.

Antecedentes

El sistema feudal europeo tiene sus antecedentes en el
siglo V, al caer el Imperio romano.
El colapso del Imperio acaeció básicamente por su
extensión y la incapacidad del emperador para controlar
todas sus provincias, sumado a las cada vez más numerosas
incursiones de pueblos bárbaros que atacaban y saqueaban
las provincias más retiradas del imperio. Esto
provocó que los emperadores necesitaran gente para
defender sus grandes terrenos y contrataran caballeros o nobles
(precursores del modelo de
señor feudal), éstos contrataran vasallos,
villanos, etc. Se llegó incluso a contratar a jefes y
tropas mercenarias de los mismos pueblos
"bárbaros".

A partir del siglo X no queda resto de imperio alguno
sobre Europa. La realeza, sin desaparecer, ha perdido todo el
poder real y efectivo, y sólo conserva una autoridad
sobrenatural remarcada por las leyendas que
le atribuyen carácter religioso o de
intermediación entre lo divino y lo humano. Así, el
rey no gobierna, sino que su autoridad viene, a los ojos del
pueblo, de Dios, y es materializado e implementado a
través de los pactos de vasallaje con los grandes
señores, aunque en realidad son éstos quienes
eligen y deponen dinastías y personas. En el plano micro,
los pequeños nobles mantienen tribunales feudales que en
la práctica compartimentalizan el poder estatal en
pequeñas células.

Un nuevo poder

La Iglesia
Católica abarcadora de todos los bienes
llamados limosnas, conocedora de la fragilidad de los reinos y
del poder que ella misma tiene en esa situación, durante
los concilios de Charroux y de Puy consagra a los prelados y
señores como jefes sociales y sanciona con graves penas la
desobediencia de estas normas. Los
señores, a partir de ese momento, "reciben el poder de
Dios" y deben procurar la paz entre ellos, pacto que debe renovar
generación tras generación.

Se conforma así un modelo en el que la "gente
armada" adquiere determinados compromisos sobre la base de
juramentos y deben proteger el orden creado, y los
eclesiásticos que forman la moral
social y se encuentran salvaguardados por los
señores.

Entorno, tareas y división de la nueva
sociedad

El castillo encaramado sobre un alto será la
representación del poder y la fuerza. En
principio, baluarte que se daban las poblaciones para protegerse
de las depredaciones. Luego, hogar del señor y lugar de
protección de los vasallos en los conflictos.
Desde allí se administra justicia a
todos cuantos se encuentran sujetos. En un principio, las
personas libres están sometidas a unas mínimas
normas de obediencia, defensa mutua y servicios prometidos. Los
demás son siervos.

En los países donde la dominación romana
duró más tiempo (Italia, Hispania, Provenza), las
ciudades se conservan, si bien con menor importancia
numérica, pero a salvo de señoríos. En los
países, más al norte, donde los romanos se
asentaron menos tiempo o con menor intensidad, la
reducción de la población en las ciudades llegó a
hacer desaparecer los pocos núcleos importantes que
había y el feudalismo se implanta con más
fuerza.

La sociedad se encuentra entonces con tres
órdenes que, según la propia Iglesia, son mandatos
de Dios y, por tanto, fronteras sociales que nadie puede cruzar.
La primera clase u orden
es la de los que sirven a Dios, cuya función es
la salvación de todas las almas y que no pueden encomendar
su tiempo a otra tarea. La segunda clase es la de los
combatientes, aquellos cuya única misión es
proteger a la comunidad y
conservar la paz. La tercera clase es la de los que laboran, que
con su esfuerzo y trabajo deben mantener a las otras dos
clases.

El vasallaje y el feudo

Dos instituciones eran claves para el feudalismo: por un
lado el vasallaje como relación
jurídico-política entre señor y vasallo, un
contrato
sinalagmático (es decir, entre iguales, con requisitos por
ambas partes) entre señores y vasallos (ambos hombres
libres, ambos guerreros, ambos nobles), consistente en el
intercambio de apoyos y fidelidades mutuas (dotación de
cargos, honores y tierras -el feudo- por el señor al
vasallo y compromiso de auxilium et consilium -auxilio o apoyo
militar y consejo o apoyo político-), que si no se
cumplía o se rompía por cualquiera de las dos
partes daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía se
complicaba de forma piramidal (el vasallo era a su vez
señor de vasallos); y por otro lado el feudo como unidad
económica y de relaciones sociales de producción,
entre el señor del feudo y sus siervos, no un contrato
igualitario, sino una imposición violenta justificada
ideológicamente como un quid pro quo de protección
a cambio de trabajo y sumisión.

Por tanto, la realidad que se enuncia como relaciones
feudo-vasalláticas es realmente un término que
incluye dos tipos de relación social de naturaleza
completamente distinta, aunque los términos que las
designan se empleaban en la época (y se siguen empleando)
de forma equívoca y con gran confusión
terminológica entre ellos:

El vasallaje era un pacto entre dos miembros de la
nobleza de distinta categoría. El caballero de menor rango
se convertía en vasallo (vassus) del noble más
poderoso, que se convertía en su señor (dominus)
por medio del Homenaje e Investidura, en una ceremonia
ritualizada que tenía lugar en la torre del homenaje del
castillo del señor. El homenaje (homage) -del vasallo al
señor- consistía en la postración o
humillación -habitualmente de rodillas-, el osculum
(beso), la inmixtio manum -las manos del vasallo, unidas en
posición orante, eran acogidas entre las de el
señor-, y alguna frase que reconociera haberse convertido
en su hombre. Tras
el homenaje se producía la investidura -del señor
al vasallo-, que representaba la entrega de un feudo (dependiendo
de la categoría de vasallo y señor, podía
ser un condado, un ducado, una marca, un
castillo, una población, o un simple sueldo; o incluso un
monasterio si el vasallaje era eclesiástico) a
través de un símbolo del territorio o de la
alimentación que el señor debe al
vasallo -un poco de tierra, de hierba o de grano- y del
espaldarazo, en el que el vasallo recibe una espada (y unos
golpes con ella en los hombros), o bien un báculo si era
religioso.

El homenaje y la investidura

La figura del Homenaje adquiere mayor relevancia entre
los siglos XI al XIII, destinándose la parte más
noble del castillo para ello, la torre, y en el ceremonial
participaban dos hombres: el vasallo que, arrodillado, destocado
y desarmado frente al señor con las manos unidas en prueba
de humildad y sometimiento, espera que éste le recoja y lo
alce, dándose ambos un reconocimiento mutuo de apoyo y un
juramento de fidelidad. El señor le entregará el
feudo en pago por sus servicios futuros, que generalmente
consistía en bienes inmuebles: Grandes extensiones de
terreno, casi siempre de labranza. El juramento y el vasallaje
será de por vida.

La entrega del feudo o algún elemento que lo
represente constituye la investidura y se realizaba
inmediatamente después del homenaje. El régimen
jurídico de entrega es, de forma general, un usufructo
vitalicio, aunque también podía ser en bienes
materiales,
pero que con el tiempo se convirtió en una ligazón
de familias entre el señor y sus vasallos, pudiendo
heredarse el feudo siempre que los herederos renovaran sus votos
con el señor. Sin embargo, el señor feudal
tenía derecho a revocar el feudo a su vasallo si
éste no se comportaba como tal, o demostraba algún
signo de deslealtad, como conspirar contra él, no cumplir
entregando las tropas de su feudo en caso de guerra, etc.,
ya que cometía el delito de
felonía. A un felón se le consideraba un mal
vasallo y una persona de la que
desconfiar. En el sistema feudal, la felonía era una
terrible mancha de por vida en la reputación de un
caballero

La encomienda. La
organización del feudo

La encomienda, encomendación o patrocinio
(patrocinium, commendatio, aunque era habitual utilizar el
término commendatio para el acto del homenaje o incluso
para toda la institución del vasallaje) eran pactos
teóricos entre los campesinos y el señor feudal,
que podían también ritualizarse en una ceremonia o
-más raramente- dar lugar a un documento. El señor
acogía a los campesinos en su feudo, que se organizaba en
una reserva señorial que los siervos debían
trabajar obligatoriamente (sernas o corveas) y en el conjunto de
las pequeñas explotaciones familiares (mansos) que se
atribuían a los campesinos para que pudieran subsistir.
Obligación del señor era protegerles si eran
atacados, y mantener el orden y la justicia en el feudo. A
cambio, el campesino se convertía en su siervo y pasaba a
la doble jurisdicción del señor feudal: en los
términos utilizados en España en
la Baja Edad Media, el señorío territorial, que
obligaba al campesino a pagar rentas al noble por el uso de la
tierra; y el señorío jurisdiccional, que
convertía al señor feudal en gobernante y juez del
territorio en el que vivía el campesino, por lo que
obtenía rentas feudales de muy distinto origen (impuestos,
multas, monopolios, etc.). La distinción entre propiedad y
jurisdicción no era en el feudalismo algo claro, pues de
hecho el mismo concepto de
propiedad era confuso, y la jurisdicción, otorgada por el
rey como merced, ponía al señor en
disposición de obtener sus rentas. No existieron
señoríos jurisdiccionales en los que la totalidad
de las parcelas pertenecieran como propiedad al señor,
siendo muy generalizadas distintas formas de alodio en los
campesinos. En momentos posteriores de despoblamiento y
refeudalización, como la crisis del
siglo XVII, algunos nobles intentaban que se considerasen
despoblados completamente de campesinos un señorío
para liberarse de todo tipo de cortapisas y convertirlo en coto
redondo re convertible para otro uso, como el
ganadero.

Junto con el feudo, el vasallo recibe los siervos que
hay en él, no como propiedad esclavista, pero tampoco en
régimen de libertad;
puesto que su condición servil les impide abandonarlo y
les obliga a trabajar. Las obligaciones
del señor del feudo incluyen el mantenimiento
del orden, o sea, la jurisdicción civil y criminal (mero e
mixto imperio en la terminología jurídica
reintroducida con el Derecho Romano
en la Baja Edad Media), lo que daba aún mayores
oportunidades para obtener el excedente productivo que los
campesinos pudieran obtener después de las obligaciones de
trabajo -corveas o sernas en la reserva señorial- o del
pago de renta -en especie o en dinero, de
circulación muy escasa en la Alta Edad Media, pero
más generalizada en los últimos siglos medievales,
según fue dinamizándose la economía-. Como
monopolio
señorial solían quedar la explotación de los
bosques y la caza, los caminos y puentes, los molinos, las
tabernas y tiendas. Todo ello eran más oportunidades de
obtener más renta feudal, incluidos derechos
tradicionales, como el ius prime noctis o derecho de pernada, que
se convirtió en un impuesto por
matrimonios, buena muestra de que es
en el excedente de donde se extrae la renta feudal de forma
extraeconómica (en este caso en la demostración de
que una comunidad campesina crece y prospera).

Los estamentos sociales

La división en tres órdenes se
subdividía a su vez en estamentos compactos y
perfectamente delimitados.

En una primera división, se encuentra el grupo de los
privilegiados, todos ellos señores, eclesiásticos o
caballeros. En la cúspide se hallaba el Rey,
después el Alto Clero integrado por arzobispos, obispos y
abades y el Bajo Clero formado por los curas y sacerdotes, y por
último la nobleza. Es este grupo de privilegiados el que
forma los señores y los caballeros, y éstos
últimos a su vez podían ser señores de otros
caballeros, dependiendo de su poder y de la capacidad de
subinfeudar sus tierras. El Alto Clero, además de las
tareas que dentro de los tres órdenes le habían
sido encomendadas, la guía espiritual y sostener la
doctrina moral que
mantenía el feudalismo, podían ser a su vez
señores y entregar parte de sus bienes para la defensa de
su comunidad. Los privilegiados no pagaban impuestos.

Los no privilegiados eran la burguesía, los
artesanos, los sirvientes y los campesinos, que se
subdividían a su vez en colonos y aldeanos. A éstos
correspondía el sometimiento a la tierra y, por tanto, a
quien de ella dependiera, trabajándola y entregando una
parte de sus frutos al señor, o bien, en el caso de
artesanos y burgueses, debían obediencia a quien les
garantizaba la defensa de la ciudad y la entrega de bienes o
dinero.

Los eclesiásticos

El Alto Clero estuvo siempre dominado por el episcopado,
cuyos poderes terrenales eran equiparables a los de cualquier
señor laico. En un primer momento, los monjes, todos
pertenecientes al Bajo Clero, quedaban dentro del ámbito
de poder de los obispos; más tarde, serían los
abades quienes terminarían por delimitar su autoridad
sobre los miembros de las órdenes monásticas,
quedando los sacerdotes en el ámbito de la diócesis
episcopal.

En las abadías, se fueron perfilando modelos
distintos: por un lado, aquéllas que no eran poseedoras de
grandes propiedades y que dependían para su supervivencia
de las limosnas de los fieles, y de algunos predios entregados
por los señores del lugar para garantizar el sustento de
la comunidad religiosa. La necesidad de dinero favorece que sea
en este instante en el que la figura de la limosna es ensalzada
como deber fundamental para el creyente y camino para la
salvación del alma.

Otros monasterios poseían extensas propiedades y
el abad actuaba como un señor feudal, en algunos casos
incluso nombrando caballeros que le protejan o favoreciendo la
creación de órdenes religioso-militares de gran
poder. Sea como fuere, en éstos el dinero
proviene de las rentas que son entregadas por los siervos,
generalmente en especie, así como de las aportaciones,
muchas de ellas generosas, y a veces interesadas, de otros
señores. La necesidad de mantener una buena
relación con el abad de un monasterio poderoso
favorecerá que otros señores entreguen ofrendas de
alto valor y ayuden
a la construcción y embellecimiento de iglesias
y catedrales que simbolizaban el poder.

El diferente destino de los eclesiásticos
venía determinado por su ascendencia social. Se trata del
estamento social más abierto, pues cualquier persona libre
puede incorporarse al mismo pagando una cantidad de dinero dote.
Éste será el elemento que determine dentro del
estamento la posición que, efectivamente, va a ocupar cada
uno. Los hijos de los señores que se integran dentro de la
iglesia aportarán cuantiosas sumas que garantizan, no
sólo su supervivencia de por vida, sino un incremento
patrimonial notable para el cabildo catedralicio o monasterio en
el que se integran, y un rango alto de los donantes dentro del
sistema. Son éstos los que ocuparán más
tarde los cargos obispales. Por otro lado, los clérigos
serán los hijos de los campesinos y, en general, de los no
privilegiados, y cuyas funciones, además de las
religiosas, estarán limitadas al ora et labora. Esta
práctica degeneró en la práctica de
compraventa de cargos eclesiásticos llamada
simonía.

La caballería

La obligación primordial del vasallo era cumplir
con los deberes militares, sobre todo la defensa del señor
y sus bienes, pero también la defensa del propio feudo y
de los siervos que en él se encontraban. Una
obligación pareja era aportar una parte mínima de
los tributos
recaudados al señor para engrandecer sus propiedades. El
caballero no tenía en realidad un dueño, ni estaba
sometido a poder político alguno, de ahí que se
encontrasen caballeros que luchaban en las filas de un rey un
día, y al siguiente en las de otro. Su deber real era para
con el señor a quien le unía un espíritu de
camaradería.

En el siglo IX aún se usaba el término
milites para hacer referencia a los caballeros, aunque pronto los
idiomas locales fueron gestando términos propios que se
agrupaban en "jinetes" o "caballeros". Su importancia fue en
aumento al prescindirse cada vez más de la
infantería. El caballero debía proveerse de
caballo, armadura y armas, y disponer
de tiempo de ocio para cumplir su misión.

Aunque abierto al principio, el estamento de los
caballeros tendió a cerrarse, convirtiéndose en
hereditario. Con el tiempo, los caballeros eran ordenados al
terminar la adolescencia
por un compañero de armas en una ceremonia sencilla. En
este momento ya no importa la fortuna, sino la ascendencia,
creándose diferencias notables entre los mismos. Los
más pobres disponen de un pequeño terreno, y ocupan
su tiempo entre las labores propias del campesino y la guerra.
Los más poderosos, que disponen de tierras y fortuna,
comenzarán a formar la auténtica nobleza,
concentrando poder económico y militar

La caballería en los reinos de
Hispania

En los reinos peninsulares, los reyes, siempre
necesitados de tropa para enfrentarse a los moros, promueven la
caballería entre sus súbditos de modo muy sencillo:
Se denominaba caballero aquél capaz de mantener un
caballo, cosa para la que se requería una mínima
fortuna, pues el caballo no sirve para las tareas del campo. Al
cabo de tres o cuatro generaciones, manteniendo un caballo, se
adquiría la calidad de
hidalgo (hijo de alguien). Ésta es la razón por la
que Alonso Quijano, don Quijote,
tuviera un caballo flaco: para seguir llamándose hidalgo y
el hecho de que quisiera ser armado "caballero", una burla
más de Cervantes que
entendían quienes, en la época, sabían que
hidalgo era más que caballero.

Tener un caballo suponía poder participar en las
guerras del
rey y, comportándose valientemente, optar a la posibilidad
de que el rey le concediera mercedes.

Esta organización, mucho más permeable
socialmente, tuvo dos consecuencias: fortalecer el poder real
frente a los nobles, puesto que el rey tenía
ejércitos sin necesitar su ayuda, y haciendo más
fuerte el poder real, hacer más poderoso el país,
como así ocurrió. Véanse las guerras civiles
entre Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique, cómo
el primero se apoya en las ciudades y el segundo en los nobles,
pero cambia de bando hacia las ciudades cuando derrota y mata a
Pedro.

Los no privilegiados

El conjunto de laicos libres que no pertenecen a la
reducida categoría caballeresca son los no privilegiados
en cuyo trabajo descansa el orden económico del
feudalismo.

El más numeroso grupo lo forman los campesinos
libres, que trabajan la tierra, generalmente ajena, o
pequeñas parcelas propias. Entre éstos sigue
habiendo diferencias, según se sea labrador que dispone de
una yunta de bueyes o mero peón. En algún caso
singular, campesinos libres llegan a poseer grandes extensiones
que les permitirán más tarde llegar a la
condición de terratenientes y, de ahí, a nobles,
pero serán situaciones excepcionales.

En cualquier caso, lo que les distingue como estamento,
como siervos, es su situación de dependencia frente a un
señor que no han elegido y que tiene sobre ellos el poder
de distribuir la tierra, administrar justicia, determinar los
tributos, exigirles obligaciones militares de custodia y
protección del castillo y los bienes del señor y
apropiarse como renta feudal de una parte sustancial del
excedente, en trabajo, en especie (porcentajes de la cosecha) o
dinero.

Los villanos

Recibían este nombre los habitantes de las villas
dedicados a la agricultura. Se distinguían dos clases: los
siervos (siervo) y los campesinos libres. Los siervos no eran
dueños de sus personas. Formaban parte de la tierra, por
lo cual se les llamaba siervos de la gleba. No podían
abandonar la tierra sin consentimiento del señor, lo mismo
para contraer matrimonio. Se
les podía vender junto con la tierra. Tenían,
además, que pagar por la tierra que cultivaban y servir
gratis al señor. Los campesinos libres podían
cambiar de lugar, contraer matrimonio, transmitir sus bienes. Sin
embargo, estaban obligados al servicio
militar y a pagarle al señor impuestos en dinero o en
especie por el uso de la tierra. La vida de los villanos era muy
dura. A menudo se veían acosados por el hambre y la peste.
El sistema feudal, desde el punto de vista político,
inicia su decadencia al comenzar las Cruzadas. Aun cuando desde
el punto vista social y económico en algunos países
persiste hasta nuestros días. El predominio absolutista de
los reyes y con la adquisición de libertades por parte de
las ciudades termina de poner fin al sistema.

Economía feudal

Las invasiones que sufre Europa durante más de
cien años (normandos, musulmanes,
eslavos) con la caída del Imperio romano y el posterior
debilitamiento del Imperio Carolingio frenarán la
actividad económica hasta las puertas del año
1000.

Es en este momento cuando se extienden modernas técnicas
agrícolas que, existiendo anteriormente, habían
quedado reducidas a pocos espacios territoriales. Entre ellos
cabe destacar el aumento en el uso de los molinos de agua como
fuerza motriz y de las acequias para riego, extendiendo los
cultivos y liberando mano de obra. Además, mejoran los
métodos de
enganche de los animales,
especialmente el caballo y el buey, cuya cría aumenta de
manera notable y permitirá disponer de animales de tiro en
abundancia. Los instrumentos de uso agrícola, como el
arado o la azada, generalmente de madera, son
sustituidos por otros de hierro.

La explotación agraria feudal era de
subsistencia. Los siervos cultivaban lo suficiente para
mantenerse a sí mismos y para pagar los diezmos a la
Iglesia y la renta al señor. De la recolecta se separaban
también las semillas necesarias para la siguiente siembra.
Los mercados urbanos
se abastecían con las porciones de los diezmos y la
renta.

Los cultivos se organizaban en torno a las
poblaciones en tres anillos. El primero y más cercano a la
población se dedicaba a las frutas y hortalizas. El
segundo era para los cereales, principal sustento de la
época. El tercer núcleo eran tierras de pasto y
monte explotadas de forma comunal. Los pastos comunales limitaban
por tanto la expansión de las tierras de cereales e
impedían ampliar la extensión cultivada
según la demanda de la
población.

La rotación de cultivos era el principal sistema
utilizado para evitar el deterioro de la tierra. Este método
consiste en dejar en barbecho (es decir, sin cultivar) una parte
de la tierra cada año para permitir su
regeneración. En las regiones mediterráneas se
usaba la rotación bienal, según el cual la mitad de
las tierras quedaba en barbecho cada año. En las regiones
europeas atlánticas se usaba la rotación trienal:
un tercio de la tierra para cereal de ciclo largo -de invierno-,
otro tercio para cereal de ciclo corto -verano- y el
último tercio en barbecho. La tierra que quedaba sin
cultivar se dedicaba a uso comunal, permitiendo que los animales
pastasen en ella (práctica conocida como derrota de las
mieses)

El aumento de la producción como consecuencia de
las innovaciones supone ya en el siglo XI una reducción de
las prestaciones
personales de los siervos a sus señores en cuanto a horas
de trabajo, sustituyéndose por el pago de una
cuantía económica o en especie. Se reducen las
tierras del señor y aumentan los arrendamientos. Al mismo
tiempo, los campesinos aumentan sus rentas disponibles y ganan en
independencia.

Se incrementa el número de tierras roturadas y
comienza el periodo de eliminación de los bosques
europeos, drenaje de las tierras empantanadas, la
extensión de los terrenos arados lejos de las aldeas y la
construcción dispersa de casas campesinas. Las mejores
tierras atraen a una mayor masa de población y se producen
migraciones en todo el centro de Europa. El crecimiento de la
población es notable a partir del 1050, llegándose
a duplicar la población de Inglaterra en 150 años y
se triplicará hacia el final de la Edad Media. En el siglo
XI las hambrunas han desaparecido.

A partir del siglo XII, la existencia de excedentes
incrementa el comercio
más allá de las fronteras del
señorío. Las actividades comerciales permiten que
surja una incipiente burguesía, los mercaderes, que debe
realizar su trabajo pagando igualmente una parte de sus
beneficios en forma de tributos a los señores, que a su
vez incrementan con ello sus recursos. Las
rutas de peregrinaje son los nuevos caminos por donde se abre el
comercio. Roma,
Jerusalén o Santiago de Compostela son los destinos, pero
las comunidades situadas en sus vías de acceso florecen.
Las ciudades, burgos, son al mismo tiempo espacios de defensa y
de comercio conforme avanza el tiempo y se va gestando una nueva
sociedad que despegará en los siglos XIII y
XIV.

Caída del feudalismo

A partir del siglo XIII, la mejora de las
técnicas agrícolas y el consiguiente incremento del
comercio hizo que la burguesía fuera presionando para que
se facilitara la apertura económica de los espacios
cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de peaje y se
garantizaran formas de comercio seguro y una
centralización de la
administración de justicia e igualdad de
las normas en amplios territorios que les permitieran desarrollar
su trabajo, al tiempo que garantías de que los que
vulnerasen dichas normas serían castigados con igual
dureza en los distintos territorios.

Las ciudades que abrían las puertas al comercio y
a una mayor libertad de circulación, veían
incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes y las del
señor, por lo que con reticencias pero de manera firme se
fue diluyendo el modelo. Las alianzas entre señores eran
más comunes, no ya tanto para la guerra, como para
permitir el desarrollo
económico de sus respectivos territorios, y el rey fue
el elemento aglutinador de esas alianzas. El feudalismo
alcanzó el punto culminante de su desarrollo en
el siglo XIII; a partir de entonces inició su decadencia.
El subenfeudamiento llegó a tal punto que los
señores tuvieron problemas para
obtener las prestaciones que debían recibir. Los vasallos
prefirieron realizar pagos en metálico (scutagium, "tasas
por escudo") a cambio de la ayuda militar debida a sus
señores; a su vez éstos tendieron a preferir el
dinero, que les permitía contratar tropas profesionales
que en muchas ocasiones estaban mejor entrenadas y eran
más disciplinadas que los vasallos. Además, el
resurgimiento de las tácticas de infantería y la
introducción de nuevas armas, como el arco
y la pica, hicieron que la caballería no fuera ya un
factor decisivo para la guerra. La decadencia del feudalismo se
aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la guerra de los
Cien Años, las caballerías francesa e inglesa
combatieron duramente, pero las batallas se ganaron en gran
medida por los soldados profesionales y en especial por los
arqueros de a pie. Los soldados profesionales combatieron en
unidades cuyos jefes habían prestado juramento de homenaje
y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no
hereditarios y que normalmente tenían una duración
de meses o años. Este "feudalismo bastardo" estaba a un
paso del sistema de mercenarios, que ya había triunfado en
la Italia de los condotieros renacentistas.

CAPITALISMO Y EL
IMPERIALISMO

Aunque las teorías
sobre el capital son
todas relativamente recientes, el capital, como tal, ha existido
en las sociedades civilizadas desde la antigüedad. En los
antiguos imperios del Lejano Oriente y del Oriente
Próximo, y en mayor medida en el mundo greco-romano, se
utilizaba el capital en forma de herramientas y
equipos sencillos para producir tejidos, cerámica, cristalería, objetos
metálicos y muchos otros productos que
se vendían en los mercados internacionales. Tras la
caída del Imperio romano, la desaparición del
comercio en Occidente acarreó una menor
especialización en la división del trabajo y redujo
la utilización del capital en la producción. Las
economías medievales se basaban fundamentalmente en una
agricultura de subsistencia, por lo que no se las puede
considerar economías capitalistas. Con las Cruzadas
empezó a resurgir el comercio. Esta reaparición del
comercio se aceleró a escala mundial
durante el periodo de los descubrimientos y colonizaciones de
finales del siglo XV. El aumento del comercio favoreció
una mayor división del trabajo y una mecanización
de la producción, estimulando así el crecimiento
del capital. Los flujos de oro y plata
provenientes del Nuevo Mundo facilitaron el intercambio y la
acumulación de capital, estableciendo las bases para la
Revolución
Industrial, gracias a la cual los procesos productivos se
alargaron, necesitando mayores aportaciones de capital. El papel
del capital en las economías de Europa Occidental y
América
del Norte fue tan importante que la organización
socioeconómica prevaleciente en estas zonas desde el siglo
XVIII hasta el siglo XX se conoce como sistema capitalista o
capitalismo.

El CAPITALISMO.

Concepto.

Sistema económico en el que los individuos
privados y las empresas de
negocios
llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y
servicios mediante complejas transacciones en las que intervienen
los precios y los
mercados. Aunque tiene sus orígenes en la antigüedad,
el desarrollo del capitalismo es un fenómeno europeo; fue
evolucionando en distintas etapas, hasta considerarse establecido
en la segunda mitad del siglo XIX. Desde Europa, y en concreto desde
Inglaterra, el sistema capitalista se fue extendiendo a todo el
mundo, siendo el sistema socioeconómico casi exclusivo en
el ámbito mundial hasta el estallido de la I Guerra Mundial,
tras la cual se estableció un nuevo sistema
socioeconómico, el comunismo, que se
convirtió en el opuesto al capitalista.

Características Fundamentales:

A lo largo de su historia, pero sobre todo durante su
auge en la segunda mitad del siglo XIX, el Capitalismo tuvo una
serie de características básicas:

  • a. Los medios de producción –
    tierra y capital- son de propiedad privada. En este contexto
    el capital se refiere a los edificios, la maquinaria y otras
    herramientas utilizadas para producir bienes y servicios
    destinados al consumo.

  • b. La actividad económica aparece
    organizada y coordinada por la interacción entre
    compradores y vendedores (o productores) que se lleva a cabo
    en los mercados.

  • c.  Tanto los propietarios de la tierra y el
    capital como los trabajadores, son libres y buscan maximizar
    su bienestar, por lo que intentan sacar el mayor provecho
    posible de sus recursos y del trabajo que utilizan para
    producir; los consumidores pueden gastar cómo y cuando
    quieran sus ingresos para obtener la mayor
    satisfacción posible. Este principio que se denomina
    soberanía del consumidor, refleja que, en un sistema
    capitalista, los productores se verán obligados,
    debido a la competencia, a utilizar sus recursos de forma que
    puedan satisfacer la demanda de los consumidores; el
    interés personal y la búsqueda de beneficios
    les lleva a seguir esta estrategia.

  • d. Bajo el sistema capitalista el control del
    sector privado por parte del público debe ser
    mínimo; se considera que existe competencia, la
    actividad económica se controlará a sí
    misma; la actividad del gobierno sólo es necesaria
    para gestionar la defensa nacional, hacer respetar la
    propiedad privada y garantizar el cumplimiento de los
    contratos. Esta visión decimonónica del papel
    del Estado en el sistema capitalista ha cambiado mucho
    durante el siglo XX.

Plusvalía y Capitalismo.

Pago al propietario de un factor de producción
(trabajo, energía) de una cantidad inferior al valor del
producto.

Este término puede tener dos significados
básicos: el primero es el uso de bienes materiales,
normalmente con un suministro fijo, para los fines establecidos
por los que se realiza su manipulación, y el segundo,
más negativo, es un elemento clave de la teoría
marxista sobre la lucha de clases. Esta teoría establece
la teoría del
valor del trabajo, que a su vez conlleva el concepto de
plusvalía. Sostiene que el capitalista paga al trabajador
el coste de su producción, pero recibe el precio de
mercado del
producto, paga costes externos (alquileres, etc.) y se embolsa el
resto (la plusvalía) como ganancia. Esta idea de la
plusvalía o ganancia nunca fue postulada por los
economistas liberales y, en cualquier caso, parece estar en
desacuerdo con la doctrina clásica del intercambio de
equivalentes económicos.

Crisis y Depresiones del Capitalismo.

La gran crisis de fines del año 1929 y la
profunda depresión
subsiguiente marcarán, con el surgimiento del mundo
comunista, un hito prominente en la historia del desarrollo
económico-social de la Humanidad.

a) La Gran Depresión

La Gran Depresión tuvo repercusiones
prácticas y teóricas.

En el orden práctico, las lecciones de la crisis
no hacen sino corroborar los puntos de vista anteriormente
enumerados sobre las funestas consecuencias del Capitalismo de
grupos
antagónicos.

Una vez superadas las crisis de
reconversión—de una economía de guerra a una
economía de producción agrícola e
industrial—, las naciones, tanto europeas como, sobre todo,
americana, prosperaron inauditamente.

Estados Unidos, y aun Latinoamérica, proseguía y acumulaba
el impulso recibido al tener que abastecer al continente europeo,
sumido primero en la lucha, arruinado después, pero con
deseos y necesidad de rehacerse.

Poco a poco y con sobresaltos Europa se reconstruye. A
partir de 1925 logra alcanzar los niveles de producción
conocidos antes de la guerra.

En Estados Unidos la
ola de optimismo era gigantesca.

Su naciente, y pronto vigorosa, industria del
automóvil y maquinaría agrícola va
ampliándose sin cesar, gracias a las nuevas modalidades de
la producción en y de la venta a crédito. Actuando como foco impulsor, a la
vez que promueve el auge de la producción agrícola,
sacude en sus cimientos a las industrias
básicas y a las ramas extractivas de carbón y
minerales.

La ola de optimismo es secundaria; viene apoyada en la
precedente del más intenso trabajo y de la difusión
del poder de compra entre las clases trabajadoras.

Con todo, el optimismo acabo degenerando, sobre todo en
Wall Street, en ardiente especulación. Las acciones
cotizadas en la Bolsa de Nueva York totalizaban, según los
montos suscritos y los curves registrados, en los diversos
años:

1925 = 27.000 millones de d61ares.

1929 = 89.000 millones de dólares.

Donde aparece con claridad la ficticia hinchazón
de los
valores.

Como ejemplo ilustrativo se propondrá el famoso
caso "Ward", quien, deseando alzarse con la fabricación y
comercio del pan en las mayores ciudades, halagaba a los
propietarios de las panaderías, ofreciéndoles
altísimos precios pare la compra de sus negocios. Una vez
adquiridos estos, emitía acciones representativas del
capital social así sobrestimado; las ofrecía en la
Bolsa, y con el producto de la venta volvía a comprar y
asociar al negocio nuevas panaderías a precios exagerados.
Resultado: que a la vez que, ciertamente, iba monopolizando el
negocio, y por lo mismo, cobrando fuerza económica,
acentuaba la desproporción entre el valor nominal de las
acciones, el capital social y los verdaderos activos que
la empresa
poseía. En tales circunstancias los dividendos repartidos
no podían ser sino ficticios. La ruina futura era
inevitable.

Como se ve, aunque las gentes se creían, y aun
eran más ricas y ello estimulaba las compras y la
producción, la prosperidad no estaba bien
cimentada.

Un segundo factor decisivo pare el futuro
desencadenamiento de la crisis hay que reponerlo en el sector de
crédito internacional.

Los aliados habían impuesto a los vencidos
fuertes pagos en concepto de reparación por los gastos y
destrucción de la guerra.

Alemania supo jugar bien la partida. Era imprescindible
que se le ayudara a reconstruirse, si se pretendía
obligarla a pagar tan cuantiosas sumas. Saneada desde 1924 por el
mago alemán de las finanzas, H.
Schacht, la situación monetaria, los capitales
extranjeros, franceses, ingleses y americanos, comienzan a fluir
sobre Alemania y Austria. Los elevados tipos de interés
pagados por los Bancos germanos
eran un especioso atractivo. Aunque recibidos a corto plazo, esos
fondos son prestados por los Bancos a la industria a largo plazo.
Cuando sobrevenga la crisis, estarán ampliamente
inmovilizados y será imposible el repatriarlos.

Así las cosas, los primeros síntomas de
malestar provinieron del sector agrícola
norteamericano.

Al recuperarse totalmente Europa y seguir América
acumulando los impulsos recibidos, se va a crear una peligrosa
situación de excedentes de producción
agrícola, que no encontrara fácilmente salida en
los mercados y presionara a la baja sobre los precios.

Por ejemplo, en el sector azucarero, con anterioridad a
la guerra, Europa y América producían por partes
iguales un total de 181 millones de quintales de azúcar
—de remolacha y carne—. Durante la guerra, la
producción europea se reducía a 26 millones,
mientras que la americana aumentaba a 132 millones. Pero pare el
año 1928 la producción recuperada de Europa
alcanzaba a 83 millones de quintales, mientras que la americana
seguía creciendo hasta superar los 185 millones,
más que la europea y americana conjuntamente antes de la
guerra.

El caso del azúcar es tan solo un indicio de lo
ocurrido con otros productos agrícolas, particularmente al
trigo, maíz,
etc.

Al gravitar pesadamente los excedentes, sobrevino el
hundimiento de los precios, el retraso en los pagos de la
maquinaria comprada a crédito por parte de los
agricultores, las primeras dificultades de la industria americana
y de sus Bancos.

Al querer estos sostenerse con la repatriación de
fondos desde Europa, pusieron en aprieto a los Bancos alemanes.
Fueron precisamente las demandas de retiro de fondos las que,
provocando la quiebra de la
poderosa institución del "Creditanstalt", de Viena,
desencadenaron la ola mundial de pánico.
Los Bancos americanos, queriendo anticiparse unos a otros en la
repatriación de capitales, agudizaron la crisis y
obligaron a Alemania a decretar la moratoria bancaria.

El edificio de la prosperidad se venía
abajo.

La especulación jugo entonces a la baja y las
cotizaciones en Wall Street se hundieron en el abismo. Las
acciones totalizaron en:

1932 = 15.663 millones de $, contra los 89.000 de
1929.

La caída arruinó a los que antes se
creían ricos, empezó a frenar las compras y
acabó arrastrando tras sí a todos los precios: los
industriales al por mayor bajaron en un 32 por 100; los
agrícolas lo habían hecho en un 54 por
100.

E1 frenazo consiguientemente experimentado por la
producción industrial trajo como consecuencia inevitable
la reducción de sueldos y
salarios en un 40 por 100, aun pare el personal
ocupado.

Pero, sobre todo, el paro obrero
forzoso alcanzo niveles anormales y extraordinarios. En los
años peores se contaron en EE. UU. Hasta catorce millones
de obreros parados. De 1931 a 1940 hubo siempre, por lo menos,
siete millones de obreros sin trabajo.

Como Norteamérica había empezado a ser ya
la potencia
económica dominante, la crisis se propagó a todo el
mundo. La producción global alemana se redujo en un 40 por
100; sus exportaciones lo
hicieron en un 50 por 100. En Inglaterra los obreros parados
pasaron de los cuatro millones.

Nada tiene de extraño que, en estas
circunstancias, germinara en la mente de Lord Maynard Keynes la
Teoría General del Empleo, del
Interés y de la Moneda. Libro
publicado en 1936, que iba a reorientar la Teoría
Económica.

Esos graves hechos explican igualmente los anhelos por
una seguridad
social total, que culminaron en el informe de Sir W.
Beveridge y en el programa
implantado después de la segunda guerra
mundial por el partido laborista ingles.

Pleno Empleo, Seguridad Social,
Nacionalización de las Empresas, Participación
obrera en la Gestión, Intervención
económica del Estado, fueron tópicos socorridos en
la inmediata postguerra.

b) El Comunismo.

Paralelamente con esta evolución del mundo occidental había
seguido su curso azaroso y sobresaltado la revolución
rusa.

Será verdad que la implantación del
comunismo en los diversos países ha desmentido las
previsiones marxistas de una revolución
proletaria en un mundo capitalista de intensa
concentración industrial; será cierto que los
conductores soviéticos, dando muestras de realismo
político, a veces feroz, han abandonado, o atemperado a
las circunstancias y conveniencias la ortodoxia marxista;
podremos quizás esperar o anhelar que los mismos
éxitos logrados induzcan en los dirigentes un mayor
sentido de responsabilidad y moderación ante la
necesaria salvaguarda de la obra realizada: es verosímil
que la paulatina mejora de las condiciones materiales de vida del
pueblo ruso despierte en vasto s sectores de sus cuadros
intermedios una mayor ansia de libertad; habrá quien
vislumbre en el horizonte del futuro el probable definitivo
fracaso de un sistema absorbente, centralizador,
despótico; todos deberían recriminar la
perversión de una ideología filosófico-religiosa falsa
y antihumana, etc. Pero, mientras tanto, quedará como
hecho histórico alucinante, de trascendental
significación para el curso de la humanidad la
aparición del Comunismo en Rusia, su
atormentada consolidación en el país
soviético y la forzada y oportunista propagación en
más de la mitad del mundo.

Cuatro estadios se pueden señalar en la
evolución del comunismo:

  • 1. El periodo revolucionario y de comunismo
    radical de la llamada guerra civil. Momentos de conquista
    audaz del poder y primer asentamiento.

  • 2. El periodo transitorio de la Nueva
    Política Económica; en un cierto sentido de
    marcha atrás, por acomodación a las imperiosas
    exigencias de fomento de la producción y
    atención al descontento campesino.

  • 3. El lapso más duradero y decisivo de
    la construcción del Socialismo, con la
    elaboración, puesta en marcha y realizaciones de los
    planes quinquenales, que pretendieron colectivizar la
    agricultura y lograron sentar las bases de la industria
    pesada soviética.

  • 4. Los tiempos ulteriores y recientes de
    creciente expansión externa hacia China y democracias
    populares europeas. A una con el afianzamiento interno ruso,
    por prudente temperamento a la cambiante evolución, se
    ha operado en el bloque comunista una evidente
    escisión.

A través de esos cuatro estadios un resultado
queda patente. Y es, el del abierto desafío lanzado por el
Comunismo contra el Sistema Capitalista.

Aunque sin dar del todo crédito a los datos
estadísticos, ni aceptar siquiera la estricta
comparabilidad de las cifras, nos parece que es un triunfo
innegable de los dirigentes comunistas el que en la esfera de la
producción se vayan acercando a los volúmenes y
tasas de crecimiento occidentales.

Pero, sin duda, han sido más efectivos sus logros
en la esfera de la distribución, en la nivelación de
las fortunas, desmantelamiento de arcaicas estructuras sociales y
proporción de igualdad de oportunidades para
todos.

No tiene por qué arredrarnos el reconocimiento de
que unos cuantos años de vandalismo comunista, aunque haya
sido, o sea, devastador su paso, puede dejar despejado el terreno
para la apertura de nuevos caminos.

c) La Situación actual de los dos bloques
contrapuestos.

Quizás sea una de las más fastas
consecuencias de la aparición y afianzamiento del
Comunismo, la reacción provocada en el sistema capitalista
contrapuesto.

El mundo occidental está despertando. Asistimos a
un rejuvenecimiento y a una transformación del sistema
capitalista. Es notorio el vigor, siempre renovado en la eficacia
productiva, del capitalismo americano. Resulta todavía
más esperanzador el proceso creativo del capitalismo
europeo, más abierto a las necesarias reformas
sociales.

Comunismo y Capitalismo se hallan hoy día frente
a frente.

Personalmente opinamos que el Capitalismo, o continua y
acelera el proceso de interna renovación, superando viejas
concepciones, o sucumbe ante el ímpetu del
adversario.

Así mismo el Comunismo, que en sus etapas
iníciales puede ofrecer evidentes éxitos, por la
implantación de un férreo Capitalismo de Estado,
forzosamente ha de degenerar, y a la larga no será lo
suficientemente eficaz como para asegurar permanentemente una
adecuada y justa distribución de la riqueza.

Frente a ambos sistemas,
capitalista y comunista, se alzan, como tierras de conquista y
promisión, las vastas extensiones del sudeste
asiático, de los continentes africano y
latinoamericano.

En este tercer campo de lucha intermedio debe dirimirse
la gran contienda, si no queremos asistir a la
conformación de un capitalismo de naciones ricas y un
proletariado de naciones pobres.

Las profundas desigualdades sociales, asentadas en
vetustas estructuras y que dan como resultado la miserable
condición de vida de las clases populares, hacen de esos
continentes campo abonado para el Comunismo.

Pero también, al contrario, en ese ámbito
del mundo subdesarrollado podría encontrar el sistema
capitalista un terreno de misión y de obra redentora.
Redentora de esos pueblos y de sus propios vicios. Salvando a
esos mundos, el Capitalismo se salvara a sí mismo y
desbaratara la permanente amenaza del Comunismo.

EL IMPERIALISMO.

Concepto.

Práctica de dominación empleada por las
naciones o pueblos poderosos para ampliar y mantener su control o
influencia sobre naciones o pueblos más débiles;
aunque algunos especialistas suelen utilizar este término
de forma más específica para referirse
únicamente a la expansión económica de los
estados capitalistas, otros eruditos lo reservan para
caracterizar la expansión de Europa que tuvo lugar
después de 1870. Aunque las voces
imperialismo y colonialismo tienen un significado similar y
pueden aplicarse indistintamente en algunas ocasiones, conviene
establecer ciertas diferencias entre ellas. El colonialismo, por
lo general, implica un control político oficial que supone
la anexión territorial y la pérdida de la soberanía del país colonizado. El
imperialismo, sin embargo, tiene un sentido más amplio que
remite al control o influencia ejercido sobre otra región,
sea o no de forma oficial y directa, e independientemente de que
afecte al terreno económico o político.

Origen y Desarrollo.

El origen del imperialismo se remonta a la
antigüedad y ha adoptado distintos modelos a lo largo de la
historia, siendo algunos de ellos más frecuentes que otros
dentro de un periodo histórico concreto. En el mundo
antiguo la práctica del imperialismo daba como resultado
una serie de grandes imperios que surgían cuando un
pueblo, que generalmente representaba a una determinada
civilización y religión, intentaba
dominar a todos los demás creando un sistema de control
unificado. El imperio de Alejandro
Magno y el Imperio romano son destacados ejemplos de esta
modalidad.

Por el contrario, el imperialismo europeo de comienzos
de la era moderna (1400-1750) se caracterizaba por ser una
expansión colonial en territorios de ultramar. No se
trataba de un país que intentaba unificar el mundo sino de
muchas naciones que competían por establecer su control
sobre el sur y sureste de Asia y el
continente americano. Los sistemas imperialistas se estructuraron
de acuerdo con la doctrina del mercantilismo:
cada metrópoli procuraba controlar el comercio de sus
colonias para monopolizar los beneficios obtenidos.

A mediados del siglo XIX apareció otra variante,
el imperialismo del librecambio. Esta modalidad perduró en
este periodo pese a que el mercantilismo y la creación de
imperios oficiales estaban disminuyendo de forma significativa.
El poder y la influencia de Europa, y sobre todo de Gran
Bretaña, se habían extendido de manera oficiosa,
esto es, haciendo uso de vías diplomáticas y
medios
económicos, en lugar de seguir canales oficiales como la
creación de colonias. Sin embargo, el imperialismo basado
en el librecambio desapareció pronto: hacia finales del
siglo XIX las potencias europeas habían vuelto a practicar
el imperialismo consistente en la anexión territorial,
expandiéndose en África,
Asia y el Pacífico.

Desde que terminó la II Guerra Mundial y la
mayoría de los imperios reconocidos se disolvieron, ha
prevalecido lo que podríamos calificar como el moderno
imperialismo económico, donde el dominio no se
manifiesta de manera oficial. Por ejemplo, Estados Unidos ejerce
un considerable control sobre determinadas naciones del Tercer
Mundo debido a su poder económico y su influencia en
algunas organizaciones
financieras internacionales, tales como el Banco Mundial
y el Fondo Monetario
Internacional (FMI). Del mismo
modo, las potencias europeas han seguido interviniendo de forma
significativa en la vida política y económica de
sus antiguas colonias, por lo que han sido acusadas de practicar
el neocolonialismo, que consiste en ejercer la soberanía
de una nación
sin que exista un gobierno colonial
oficial.

Justificaciones del imperialismo

Las razones por las cuales los estados han aspirado a
crear imperios a lo largo de la historia son de diversa
índole, y podrían clasificarse, en términos
generales, dentro de tres grupos: económicas, políticas
e ideológicas. Asimismo, pueden distinguirse diversas
teorías en razón del elemento al que se dé
más relevancia.

Los móviles económicos

Los intereses económicos son los más
habituales cuando se trata de explicar este fenómeno. Los
defensores de esta concepción sostienen que las naciones
se ven impelidas a dominar a otras para expandir su
economía, adquirir materias primas y mano de obra, o para
dar salida a los excedentes del capital y producción. La
teoría más notable que vincula el imperialismo con
el capitalismo es la de Karl Marx. Lenin,
por ejemplo, consideraba que la expansión europea del
siglo XIX era la consecuencia inevitable de la necesidad de las
economías capitalistas europeas de exportar su excedente
de capital. Del mismo modo, los marxistas contemporáneos
explican la expansión de Estados Unidos en el Tercer Mundo
basándose en imperativos económicos.

Los móviles políticos

Otros autores hacen hincapié en los
condicionantes políticos y alegan que la razón
principal por la que los estados tienden a expandirse es el deseo
de poder, prestigio, seguridad y ventajas diplomáticas con
respecto a otros estados. Según esta corriente, el
objetivo del
imperialismo francés del siglo XIX era recuperar el
prestigio internacional de Francia después de la
humillación que supuso la derrota en la Guerra
Franco-prusiana. En este mismo sentido, la expansión de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS) en la Europa del Este a partir de 1945 puede explicarse
como una medida de seguridad: la necesidad de protegerse ante
otra posible invasión desde la frontera
occidental.

Los móviles ideológicos

La tercera explicación se centra en los
móviles ideológicos o morales. De acuerdo con esta
perspectiva, algunos países se ven impulsados a extender
su influencia para difundir sus valores
políticos, culturales o religiosos. Uno de los factores
que propiciaron la constitución del Imperio Británico
fue la idea de que era responsabilidad del "hombre blanco"
civilizar a los pueblos "atrasados". La expansión alemana
que tuvo lugar durante el gobierno de Adolf Hitler se
basaba en gran medida en la creencia en la superioridad inherente
a la cultura
alemana. El deseo de Estados Unidos de "proteger al mundo libre"
y el interés de la antigua Unión Soviética
por "liberar" a los pueblos de la Europa del Este y del Tercer
Mundo son también un ejemplo de este tipo de
imperialismo.

El imperialismo como respuesta a condicionantes
externos

Por último, otras teorías explican el
imperialismo basándose en las circunstancias
políticas de las naciones más débiles, en
lugar de enfatizar los móviles de las naciones poderosas.
La interpretación que ofrecen señala
que es posible que las potencias más fuertes no tengan
intención de expandirse, pero que se ven obligadas a
hacerlo debido a la inestabilidad de otras naciones; los
compromisos con los imperios del pasado son la causa de nuevas
acciones imperialistas. La conquista de la India emprendida por
Gran Bretaña y la colonización rusa de Asia central
en el siglo XIX son ejemplos clásicos de este tipo de
imperialismo.

Las Consecuencias del Imperialismo

Los efectos del imperialismo suelen girar en torno a los
aspectos económicos, dado que esta perspectiva es la que
prevalece en los debates sobre sus posibles móviles. La
polémica surge entre aquéllos que creen que el
imperialismo implica explotación y es la causa del
subdesarrollo
y el estancamiento económico de las naciones pobres, y los
que alegan que, pese a las ventajas que proporcionó esta
situación a las naciones ricas, también las
naciones pobres se beneficiaron, al menos a largo plazo. Es
difícil decantarse por una u otra concepción por
dos motivos: de un lado, no se ha llegado a un consenso sobre el
sentido del término explotación; y de otro, no es
fácil separar las causas internas de la pobreza de una
nación
de las que son de índole internacional. Lo que resulta
evidente es que el efecto del imperialismo ha sido desigual: unas
naciones han obtenido mayores ventajas económicas que
otras de su contacto con potencias más ricas. India,
Brasil y otros
países en vías de desarrollo incluso han comenzado
a competir económicamente con sus antiguas
metrópolis. Por ello, sería aconsejable examinar la
repercusión económica del imperialismo atendiendo a
cada caso en particular.

Las consecuencias políticas y psicológicas
del imperialismo son igualmente difíciles de determinar.
Este fenómeno ha demostrado ser destructivo y creativo a
la vez: ha destruido instituciones tradicionales y formas de
pensar, y las ha sustituido por las costumbres y mentalidad del
mundo occidental, ya se considere esto un beneficio o un
perjuicio.

SOCIALISMO

El socialismo fue un
ideal de sociedad justa e igualitaria que debía importarse
en un mundo que sustituyera al capitalismo, comunidad libre,
trabajo común, el producto se debe repartir
equitativamente en relación de armonía y no de
dominación. No debe existir clase social, cooperativas
en la
educación y fuerza moral el principal moderador de
esta comunidad socialista es Carlos Marx y
Federico Engels.

Los primeros socialistas soñaban con la
fundación de comunidades libres en las cuales se
desarrollara el trabajo
común.

Estas comunidades se fundarían en el interior de
la sociedad capitalista, como islas de armonía, rodeadas
de relaciones de justicia.

Esta fue la primera forma de socialismo, un ideal que
debía implantarse en la realidad y que cobraría
vida entre los hombres con base en su fuerza moral y el
ejemplo.

Carlos Marx pensaba que el socialismo moderno no
podía seguirse fundando en ideales, sino en realidades: se
trataba entonces de repensarlo auxiliándose en hechos
proporcionados por la ciencia
social, por el
conocimiento profundo de cómo funcionan las
sociedades, que tipos de organizaciones sociales han existido en
la historia de la humanidad, cuáles son sus leyes de
funcionamiento y como se pasa de una a otra.

El socialismo moderno era entonces una teoría
materialista y ya no idealista, porque se sustentaba en los
hechos históricos científicamente interpretados. El
socialismo de Carlos Marx y Federico Engels era un socialismo
científico.

Para Carlos Marx el socialismo científico estudia
cuando una sociedad ha madurado según sus propias leyes y
ha empezado a dejar de satisfacer a la mayoría de sus
habitantes: cuando sus relaciones de producción estorban
al desarrollo de las fuerzas productivas y los hombres han tomado
conciencia y
formado una voluntad de cambio para iniciar la gran empresa de armar
una nueva sociedad.

Este socialismo establece en consecuencia que es
resultado del desarrollo del capitalismo llevado al límite
de sus posibilidades. Cuando las relaciones de producción
capitalista estorban el desarrollo de las fuerzas productivas
susceptibles de beneficiar a las mayorías, entra en crisis
y abre la posibilidad de su sustitución.

El socialismo era pensado por Marx y Engels como una
etapa histórica de la humanidad en la cual se iniciaba la
liberación de las fuerzas productivas, el establecimiento
de las relaciones de producción sin propiedad privada, con
un Estado de los trabajadores y con el poder hermanos del pueblo,
como medidas para liberar el desarrollo tecnológico que
pueda resolver los problemas de bienestar social de la
mayoría.

El socialismo es visto por Marx como una etapa entre el
capitalismo y el comunismo.

Comunismo científico

Teoría sobre el comunismo, basada –a
diferencia del socialismo utópico– en la ciencia, en el
conocimiento
de las leyes de la evolución histórica. Sus
fundadores son Marx y Engels. El comunismo científico es
una de las partes componentes del marxismo, como
lo son, también, la filosofía del marxismo y su [74]
teoría económica, que se hallan entre sí en
indisoluble conexión. El comunismo científico tiene
por objeto las leyes concernientes al origen y desarrollo de la
formación económico-social comunista, las cuales
cobran vigencia práctica en la lucha del proletariado,
portador de las relaciones comunistas. La demostración
general de que el comunismo es una necesidad histórica se
encuentra en la teoría marxista sobre el cambio de los
modos de producción, engendrado, con sujeción a
leyes, por el conflicto
entre las fuerzas productivas crecientes y las relaciones de
producción ya caducas, lastre para el avance de las
primeras. La fundamentación más concreta se halla
en la teoría de Marx sobre el inevitable hundimiento del
capitalismo, desarrollada por Lenin en su teoría acerca
del imperialismo como última fase del capitalismo y
vísperas del socialismo. Demostrar la necesidad
histórica de la reestructuración comunista de la
sociedad constituye la idea fundamental del comunismo
científico, idea que se concreta y desarrolla en la
teoría de las dos fases del comunismo: la primera
(socialismo) y la segunda, superior (comunismo). Esta
teoría tiene un carácter general y obligatorio para
todos los países: ninguno de ellos puede llegar al
comunismo pleno sin pasar por la primera fase, el socialismo. El
paso del socialismo al comunismo también es un proceso
sujeto a ley. Los fundadores del comunismo científico lo
han caracterizado en sus rasgos generales. Una explicación
más concreta y exacta de este proceso puede darse ya
durante el curso mismo de la edificación comunista,
generalizando los datos que la práctica proporciona. Las
leyes a que obedece la transformación del socialismo en
comunismo se hallan expuestas en el nuevo programa del P.C.U.S.
En el programa se demuestra la necesidad objetiva de crear la
base material y técnica del comunismo y se presenta toda
la cadena de consecuencias que se derivan de la creación
de nuevas fuerzas productivas para implantar relaciones sociales
comunistas, para que sea una realidad la ventura material y
cultural del hombre, para que éste alcance su pleno
desarrollo. El programa pone de relieve la
importancia de la base material y técnica del comunismo,
ante todo de la producción automatizada, para que el
trabajo socialista alcance la condición de trabajo
comunista; explica cuáles son las vías concretas
para que se forme un tipo único de propiedad, la de todo
el pueblo, para que se borren por completo las diferencias de
clase entre el campesinado koljosiano y la clase obrera, las
diferencias culturales y de vida entre el campo y la ciudad,
entre las clases indicadas y la intelectualidad, para que aumente
la aproximación de las naciones, de las culturas
nacionales, el movimiento
ascendente hacia la homogeneidad socialista. El programa presenta
como elemento importante de la edificación comunista el
problema de la educación del nuevo
hombre, el problema del desarrollo multilateral de la
personalidad. En el programa se señalan los caminos
concretos que conducen a la solución del problema
indicado: formación de una concepción
científica, comunista, del mundo; educar por el trabajo,
afirmar los principios de la
moral comunista, &c. Constituye una importante
aportación a la teoría del comunismo
científico la tesis,
expuesta y fundamentada en el programa, de que durante la
edificación del comunismo, la dictadura del
proletariado, una vez alcanzados sus objetivos, se
transforma en Estado de todo el pueblo. El programa establece las
vías concretas de la transformación de las
estructuras estatales socialistas en autogestión social
comunista. La teoría del comunismo científico,
enriquecida por el programa del P.C.U.S., alumbra el futuro de
los hombres con la luz del saber
científico y los conduce por el camino justo hacia el
histórico objetivo.

Gran
Depresión

La Gran Depresión fue una crisis económica
mundial iniciada en octubre de 1929, y que se prolongó
durante toda la década de 1930, siendo particularmente
intensa hasta 1934.

CAUSAS

Son muchas las causas como lo droga,
esgrimidas para explicar su estallido y persistencia. Es un hecho
claro que el fenómeno se inició en Estados Unidos,
tras una década de crecimiento
económico, incremento del endeudamiento y
especulación bursátil, con beneficios
rápidos y fáciles. Habitualmente se señala
como primer síntoma claro, o como detonante -dependiendo
de interpretaciones-, de la Depresión el 24 de octubre de
1929 ("Jueves Negro"), con el desplome de la bolsa de Nueva York
y la pérdida vertiginosa del valor de las acciones
allí cotizadas, aunque la contracción de la
economía había comenzado en el primer semestre de
1929. El desplome del precio de las acciones fue
extraordinariamente intenso, alcanzando tintes dramáticos.
Gran número de inversionistas vieron cómo su
dinero, en muchos casos tomado a crédito, se volatilizaba
en cuestión de días. El 'crash' bursátil
motivó una reacción en cadena en el sistema
financiero, con numerosos bancos que empezaron a tener
problemas de solvencia y de liquidez al acentuarse la
desconfianza en su capacidad de rembolsar a los
depositantes.

DESARROLLO

El registro
fotográfico fue fiel testigo de la miseria provocada por
la gran depresión.

A diferencia de otras crisis anteriores, las medidas
económicas tomadas por el Gobierno republicano de Herbert
Hoover agrandaron notoriamente la depresión e impidieron
la recuperación de la economía. Se
estableció el control de numerosos precios con un
intervencionismo particularmente agresivo en el sector
agrícola. Una medida de enormes consecuencias negativas
fue el establecimiento del arancel Smoot-Hawley en 1930, que
condujo a una carrera mundial hacia el proteccionismo y el
nacionalismo
económico.

El resultado es el declive del comercio
internacional. Las importaciones
estadounidenses descendieron de 4.400 millones de dólares
en 1929 a 1.500 en 1932, mientras que las exportaciones cayeron
de 5.400 millones de dólares en 1929 a 2.100 en 1932. El
comercio mundial y el PIB de los
Estados Unidos se redujeron a un 66 y un 68%, respectivamente,
entre 1929 y 1934.

El control de precios lleva a la reducción del
beneficio empresarial, ya de por sí muy bajo en momentos
de deflación. Esto produce la quiebra de muchos negocios y
aumenta el desempleo. Lo
extraño de una situación de depresión es que
existen bienes y capacidad productiva, pero nadie tiene capacidad
económica para adquirir esos bienes.

También se ha explicado por los desórdenes
en el plano monetario. La contracción del dinero en
circulación, causada sobre todo por las quiebras
bancarias, condujo a auténticos pánicos
financieros. Al mismo tiempo, la mayoría de las naciones
abandonaron la fijación de sus monedas en relación
al oro, sellando el final del sistema monetario que se dio a
llamar 'patrón oro' durante la Belle Epoque, y que
había quedado herido de muerte tras el
final de la Primera Guerra
Mundial.

Las consecuencias fueron una década de deterioro
del nivel de vida, de enormes cifras de desempleo, de
trabajadores vagabundos deambulando de un estado a otro de la
Unión huyendo de la miseria y en pos de la supervivencia.
El paquete de medidas económicas y sociales de la Administración de Franklin Delano
Roosevelt, conocido como el New Deal, a menudo considerado como
la salvación de la Gran Depresión, tampoco
reactivó la economía, que volvió a entrar en
una profunda crisis en 1937, aunque gozara de una gran
popularidad. En realidad, estas medidas, tuvieron un signo
similar a las de Hoover (grandes obras públicas, controles
de precios, alta regulación, políticas de rentas),
aunque con una mayor preocupación por los sectores
más desfavorecidos.

El New Deal

En 1932 Franklin Delano Roosevelt ganó las
elecciones con el 56% de los votos, y asumió la
presidencia el 4 de marzo de 1933. Como candidato, Roosevelt
había prometido una reducción del 25 % en el
gasto federal, un presupuesto
equilibrado y un dólar respaldado por el oro para evitar
manipulaciones de la moneda fiduciaria, así como acabar
con la intervención del gobierno en áreas
correspondientes al sector privado. Sin embargo, en sus primeros
100 días de gobierno, en lugar de eliminar las barreras
erigidas por su antecesor, el presidente Roosevelt creó
otras nuevas. En este sentido, el New Deal fue en realidad una
extrapolación y una exacerbación de las medidas que
empezaron con Hoover. Los dos objetivos principales de la nueva
planificación eran los
siguientes:

Partes: 1, 2, 3, 4
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