Nuevas líneas de investigación en comunicación para América Latina
Debemos intensificar el rescate del pensamiento
comunicacional latinoamericano, que viene destacándose por
su capacidad innovadora, audaz y creativa.
José Marqués de Melo
Los retos y desafíos de la
comunicación en el nuevo orden multipolar, conformado
por bloques de países que se agrupan sobre la afinidad de
diversos intereses y coincidencias, es vital; más
aún si se considera que los problemas
mundiales se caracterizan por los efectos cascada que se generan
en cuestión de segundos. El ámbito económico
es un claro ejemplo de ello. En este sentido, pensar la comunicación desde la
investigación implica abordar, analizar y proponer de
manera teórica, pero con alcances prácticos un
conjunto de medidas y salidas ante fenómenos, como: el
calentamiento
global, la deshumanización periódica que trae
consigo la videovida, la ludopatía, la
intolerancia cultural, étnica, religiosa y sexual; el uso
de las nuevas
tecnologías de la información y comunicación (TIC) bajo un
marco instrumental y, estrictamente, rentista, entre otros. De
ahí, la importancia de repensar las nuevas líneas
de la investigación en comunicación, en
espacios como éste.
1. Mirada de
repaso
Desde la creación de la primera escuela de
periodismo en
América
Latina, en la Universidad de la
Plata, Argentina (1934), se evidencian señales
contundentes en materia de
investigación de la comunicación. Desde esta
época se distinguirán tres momentos hasta la
actualidad. En el primero (1930-1960), las iniciativas se
dirigieron al análisis de los medios, en
cuanto a la producción informativa y consumo de las
audiencias, bajo un enfoque crítico pero con el uso de
metodologías norteamericanas. "De ellos hace parte los
pioneros estudios iniciales sobre periodismo, propaganda,
cine, opinión
pública. Generalmente son profesionales del
área que ingresan en el magisterio universitario ?los que
realizan estos estudios?, como el cubano Octavio de la
Suarée, el brasileño Carlos Rizzini o el
ecuatoriano Jorge Fernández".[1]
El segundo momento inicia, bajo el concurso de
diversos intelectuales
de la región e instituciones
como el Centro Internacional de Estudios Superiores de
Comunicación para América
Latina (CIESPAL). En este periodo surge la Escuela
Latinoamericana de Comunicación como la denominaría
el boliviano Luis Ramiro Beltrán. La producción
investigativa es fecunda, rica en aportes, empujada por la
búsqueda de un pensamiento propio, con identidad, que
se particularice y diferencie de la mirada occidental y
norteamericana. Entre sus exponentes se mencionan al investigador
venezolano Antonio Pasquali, autor del clásico
Comunicación y cultura de
masas, el colombo-hispano Jesús Martín
Barbero, autor del libro De
los medios a las mediaciones; y el argentino Eliseo
Verón con su aporte, Conducta, estructura y
comunicación.
De la mano de estos intelectuales, surgen
paradigmas
como el de la Comunicación popular
democrática, conocida también como alternativa
porque es horizontal y propone derribar la relación de
poder y
dominación del modelo
norteamericano (emisor-receptor), además es creativa
porque busca nuevas maneras, expresiones y formas de comunicar,
cabe destacar que no se queda en lo urbano pues reconoce a todos
los actores y en especial a los que están en zonas, donde
los medios no llegan. Esta propuesta fue, mejor dicho, una
contrapropuesta a las mediaciones colectivas de los medios y las
industrias
culturales que pretendían urbanizar los modos de vida,
sin reconocer la diversidad y la diferencia de cada sociedad.
Dentro de este contexto, el CIESPAL
realizó aportes significativos. En los seminarios de
Costa Rica
(1970) y luego en 1974 presentó junto a la
Fundación Ebert, el primer Diagnóstico de
Comunicación, así como el primer inventario de
investigaciones de comunicación, sin perder
de vista la enorme participación en procesos de
formación de los profesionales de la región,
actividad que realiza hasta el día de hoy. Entre las
conclusiones de estos seminarios se indica que el inventario de
investigaciones "había sido mayormente una
indagación con anteojeras, por no haberse compaginado con
la realidad latinoamericana tan distinta a la estadounidense. Y
en 1976, salió a la luz una crítica
aguda y pormenorizada a las premisas, los objetos y los métodos
foráneos que estaban siendo indiscriminadamente empleados
en dicha indagación".[2] De manera posterior, se
abogó por instaurar una "comunicación de la
liberación".
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