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Liderazgo y Realidad Nacional (Esencia del Líder) (página 2)



Partes: 1, 2

En nuestro país han existido esfuerzos para revertir
esta situación. Quizás el más importante
radica en la elección interna de las autoridades
partidarias y de los candidatos a cargos públicos
electivos.

Uno de estos esfuerzos es la ley de partidos
políticos, que requiere ser mejorada. En realidad,
desde que fue promulgada, no se cumplió porque los
candidatos a la Presidencia no compitieron al interior de sus
respectivos partidos, sino que fueron "proclamados por
unanimidad". En consecuencia se violó la ley y, salvo
casos aislados, este hecho pasó desapercibido en los medios de
comunicación, sin reparar en que el caudillo
nuevamente se imponía a la democracia
interna. Existe todavía arraigada en nuestra sociedad una
cultura del
caudillismo, que
debe cambiar para que funcione la democracia
interna.[1]

Liderazgos en
transición. Trayectorias de liderazgo político en
el Perú

La calidad de la
democracia en América
Latina depende de diversos factores estructurales e
históricos, pero principalmente del comportamiento
de sus líderes frente a estos factores. En el Perú,
la crisis de los
partidos políticos y el desarrollo de
un régimen autoritario en la última década
puede ser explicado también por el papel
desempeñado por los líderes coyunturales.

El debate sobre
el quién y el cómo del liderazgo
político siempre ha estado en el
centro de la discusión en los medios
académicos y políticos. Sin embargo, en los
últimos años ha adquirido relevancia frente a los
grandes desafíos que enfrentan nuestros países en
el escenario político. Estos desafíos tienen que
ver con la crisis de representación que subyace a la
debacle de los sistemas de
partidos y de la relación Estado-Sociedad, y frente al
fenómeno de la
globalización y la disolución del
Estado-Nación.

El presente documento tiene como objetivo
presentar los tipos de
liderazgo político desarrollados en el Perú en
los últimos años, más precisamente durante
el periodo de 1998 y 2002, de quiebre del régimen
autoritario de Alberto Fujimori, el proceso de
transición democrática y el inicio del gobierno de
Alejandro Toledo.

Esta coyuntura es particular porque persiste el
descrédito de la elite política partidaria,
conformada por algunos líderes debilitados por la mala
imagen de la
gestión
gubernamental de los partidos en la década de 1980, y por
el reciente descrédito que sufren los líderes
anti-partido con presencia en el Congreso y cercanos al gobierno
de Fujimori, los cuales aparecen al final del régimen en
videos comprometedores negociando favores con la mafia
gubernamental.

En esta coyuntura adquieren fuerza algunos
líderes sociales no partidarizados que buscan la
renovación en la relación entre sociedad civil y
política. En el periodo de quiebra del
régimen autoritario adquieren un importante protagonismo
los líderes regionales y las autoridades municipales, los
cuales impulsan el proceso de liberalización y
democratización del régimen. En la etapa de
apertura democrática, los intelectuales
defensores de los principios
democráticos asumen cargos públicos y un liderazgo
político al cual no estaban acostumbrados, puesto que
provienen de diferentes lógicas de comportamiento y
aprendizaje.
El protagonismo de estos dos tipos de liderazgo es producto de la
coyuntura política. Sin el proceso de transición es
posible que estos líderes no hayan tenido el mismo nivel
de impacto en el escenario público.

¿De qué tipo de líderes y liderazgo
estamos hablando?

Un acercamiento sociológico al tema

El liderazgo es una de las nociones más
difíciles de manejar en la Sociología y la Ciencia
Política, debido a que es, por encima de todo, descriptiva
y por ello mismo muy atractiva para referirse a la dirección política como a la de
una empresa u
organismo público. Mientras se trate solamente de subrayar
una forma de dirección o de destacar la figura, casi
siempre individual, de un liderazgo, el término es
útil. Los problemas
comienzan cuando se le intenta emplear como recurso
metodológico que permita además de describir,
explicar comportamientos colectivos en periodos históricos
más o menos largos.

En ese sentido, es importante empezar distinguiendo los
conceptos de líder
(actor) y liderazgo (actividad). El liderazgo remite a una
relación que se desarrolla para resolver determinado
problema o bien para promover un resultado decisional deseado. La
distinción entre uno y otro nos permite tener presente que
el líder no sólo no coincide con el liderazgo sino
que ésta última es una actividad que se desarrolla
en un contexto y en un tiempo
determinado.2 Para la sociología, el liderazgo no es un
simple atributo personal sino un
rol vinculado a situaciones sociales determinadas. El
líder existe como resultado de la interacción entre individuos que comparten
valores,
ideas, intereses y propósitos y que, por ende, tratan de
conseguir objetivos
específicos. En consecuencia, el líder resulta ser
aquel individuo o
grupo de
individuos capaces de hacer y proponer lo mejor para conseguir
ese objetivo.[2]

Debido a que el líder comparte características
semejantes a los demás, puede emplearlas para conseguir
reconocimiento e influir en la conducta del
grupo. Rogelio Hernández señala que es en este
aspecto donde la noción de liderazgo se vincula a los
conceptos de autoridad y
dominación legítima de Max Weber pues
el líder obtiene aceptación a sus mandatos o
indicaciones porque revisten ordenamientos morales y
éticos. Un individuo que mantiene el control de un
grupo y de sus miembros sin reconocimiento legítimo, lo
hace por medio de la fuerza, la imposición o los
ordenamientos normativos. En ese sentido no es un líder
sino un jefe, un dirigente formal, una autoridad.

Aquí señalamos una segunda distinción,
entre líder y autoridad política. El primero asume
un rol de dirección en grupos informales
e instituciones
en proceso de reorganización, mientras que el segundo lo
hace en organizaciones
plenamente institucionalizadas e instituciones consolidadas. En
ese sentido, el liderazgo no podría existir en
organizaciones e instituciones estables, porque el dirigente no
hace más que desarrollar tareas programadas o al menos
preestablecidas por los intereses de la
organización misma. En ese caso, la autoridad no se
deriva de las habilidades personales ni de su vinculación
con los deseos de los seguidores, sino de una estructura
jerárquica que establece principios de obediencia
según reglas de responsabilidad.3

En ese sentido, es preferible distinguir a los líderes
como aquellos que imponen patrones de conducta y a la autoridad
como personas que desempeñan una función
específica. Ambos grupos de actores no son contrapuestos,
sino más bien dan cuenta de etapas en el proceso de
creación y fortalecimiento de instituciones. En ese
sentido, podríamos decir que los líderes son
más frecuentes en etapas donde las instituciones
están por formarse o bien cuando son sometidas a cambios
estructurales como en un proceso de transición
democrática.

Los cambios en el
liderazgo político en América
Latina

En los últimos años observamos en diferentes
países de América
Latina el surgimiento de líderes políticos que se
sirven de los procedimientos y
los métodos de
la democracia para ser elegidos gobernantes de un país o
de una parte de ella, pero que una vez que se han adueñado
de esos mecanismos de poder
político desconocen sus procedimientos y métodos.
Su actitud no
implica una violación abierta o una trasgresión
permanente de los métodos y las instituciones
democráticas, pero sí un manejo discrecional de los
mismos. Las reglas democráticas como el referéndum
o las institucionales como los partidos políticos, son
usadas cuando resulta oportuno y útil a los fines del
líder, en cambio se las
ignora o ridiculiza cuando se interponen en el camino hacia el
poder.

Estas actitudes no
son propias de presidentes con tendencias e inclinaciones
autoritarias como en el caso de Hugo
Chávez o el ex presidente Alberto Fujimori.
También representantes que están por encima de toda
sospecha antidemocrática, como el presidente mexicano
Vicente Fox, exhibieron en el transcurso de su carrera
política actitudes y conductas que al menos no
parecían favorecer un fortalecimiento de las instituciones
y procedimientos de las jóvenes democracias5.

Un factor importante en este contexto es la debilidad de los
partidos políticos. En América Latina, la
democracia enfrenta serias dificultades allí donde no
existen partidos políticos consolidados que asuman la
tarea de agregación y representación de los
intereses de la sociedad y que no cuentan con programas que
permitan superar los problemas y enfrentar los desafíos
sociales. La debilidad de los partidos es un factor esencial para
favorecer la irrupción de líderes oportunistas, que
asumen actitudes populistas en su relación con la población y antidemocráticos
respecto a los demás actores políticos.

El desprestigio de las instituciones políticas
en América Latina –como dan fe los
latinobarómetros- es origen y producto del divorcio de la
sociedad con los líderes partidarios y las autoridades e
instituciones estatales. Este distanciamiento generó en
las dos últimas décadas un proceso de
despolitización y de eclosión de líderes
oportunistas. En efecto, el desencanto con la política
coincidió con la emergencia de los outsiders,
líderes ajenos y contrarios a la "clase
política" o, que en su defecto, perseguían
desembarazarse de los compromisos políticos
contraídos por sendas democráticas o autoritarias.
Collor, Fujimori, Paz Estensoro, Paz Zamora, Menem y Carlos
Andrés Pérez fueron sus casos
ejemplares.[3]

Julio Cotler señala que estos outsiders nos
recuerdan a los tradicionales liderazgos populistas porque
denunciaban los vicios e injusticias del sistema
institucional y prometían resolver, personalmente, los
agravios y las aspiraciones de las frustradas y desamparadas
masas, concitando su respaldo. En las condiciones de relativa
desarticulación institucional, las encuestas de
opinión y los medios de
comunicación recogían y difundían estos
sentimientos, constituyendo la base de legitimación para "el retorno del
líder" de las "democracias delegativas", mediante
fórmulas y relaciones plebiscitarias.

Estos líderes sin embargo distaban mucho de ser
populistas puesto que aplicaron al pie de la letra el recetario
neoliberal. La drástica reducción de las funciones
más no así de la estructura estatal, paralelamente
al fomento del mercado, el
fortalecimiento asistencial de la sociedad civil y el
decisionismo tecnocrático se constituyeron en los
elementos correctivos de los vicios producidos por los partidos y
el Estado. La
aplicación de medidas económicas impopulares derivo
en protestas y demandas distributivas, que fueron controladas por
estos líderes usando procedimientos y dispositivos
legales. El endurecimiento de estos liderazgos se dio por el
abuso que hicieron de los mecanismos de control social con la
complicidad de sus organizaciones y de sus mayorías
parlamentarias.8

Desde el inicio de la tercera ola democratizadora en
América Latina, más de una docena de presidentes se
alejaron anticipadamente del cargo, es decir antes de cumplir su
mandato electoral. Entre ellos figuran muchos políticos
que no respetaron la institucionalidad democrática como
Alberto Fujimori.9 Aún quedan rezagos de estos
outsiders en la política nacional de diferentes
países. Aún no se vislumbra una
recomposición del liderazgo partidario, el cual es
reemplazado por líderes coyunturales que se vuelven a
veces necesarios para "oxigenar" la democracia en un escenario de
crisis.

El fujimorismo y
el declive de los líderes partidarios

En el Perú de las últimas dos décadas, la
crisis de representación de los partidos, la debilidad de
la institucionalidad política, los abruptos cambios en la
conducción económica del Estado, y la
irrupción de actores y comportamientos autoritarios, se
explicarían entre otros factores, por el comportamiento de
los líderes políticos.

El Perú es un caso de quiebre dentro de la tercera ola
democratizadora desarrollada en América Latina. La
institucionalidad democrática y el sistema de partidos
colapsó por medio del autogolpe de Estado de 1992, momento
a partir del cual se interrumpe por ocho años la
débil experiencia democrática. Durante ese periodo
se institucionalizó un régimen autoritario que no
logró consolidarse, que se quebró, entre otros
factores, por los errores en la cúpula de poder. En los
últimos tres años se ha venido desarrollando un
proceso pacífico de transición y
reconstrucción de una frágil institucionalidad
democrática.

El quiebre de la democracia en el Perú se produce por
el desgaste de la relación entre la sociedad civil y la
política y la consiguiente crisis del sistema de partidos.
A finales de la década de 1980, la crisis económica
y la violencia
política crearon la percepción
de agotamiento e inviabilidad del orden vigente, lo que
estimuló a los líderes partidarios a abandonar
conductas adversas al riesgo y a elevar
sus apuestas políticas. Esto generó una
polarización en el escenario electoral de 1990 y una
suerte de vacío del centro político. A diferencia
de Chile, esta polarización no condujo a un golpe militar,
sino a crear una brecha entre los actores políticos y los
electores, por la deslegitimación de los primeros en el
enfrentamiento político, y la aparición inesperada
de un outsider que fue elegido Presidente: Alberto
Fujimori.

La ausencia de un partido fuerte que pudiera crear las bases
para negociar sus políticas públicas con la
sociedad fue el principal factor que explicaría la alianza
de Fujimori con los poderes fácticos (sectores
mayoritarios de las Fuerzas Armadas, empresarios y organismos
internacionales) y el uso asistencialista del Estado como
mecanismo de control social. En base a esta nueva
correlación de fuerzas, el presidente Fujimori
aplicó medidas extremas (antidemocráticas) para
estabilizar una economía hiperinflacionaria y enfrentar el
terrorismo en
el país.

El éxito
en el desarrollo de estas políticas legitimaron su
liderazgo de naturaleza
personalista y autoritaria. Pero este liderazgo tenía un
límite temporal: las elecciones presidenciales de 1995. La
reelección estaba prohibida por la Constitución de 1979. Frente a este
escenario, Fujimori decide aprovechar su alto nivel de
popularidad y el bajo nivel de aprobación de los partidos
para realizar un autogolpe de Estado en 1992 y promulgar la
Constitución en 1993 en la cual se contemplaba la figura
de la reelección.

Esta coyuntura política es importante para resaltar la
impotencia de los partidos y los movimientos de protesta para
hacer frente al gobierno, puesto que no tuvieron el respaldo de
la opinión
pública. En este desencuentro entre la sociedad
política y la sociedad civil, los líderes
políticos surgidos de los partidos y los movimientos de
protesta fueron reemplazados por los líderes anti-partido,
más cercanos a los medios de comunicación, nuevo espacio de legitimidad
política.[4]

Fujimori pertenece a la categoría de líderes
estabilizadores, como los denomina Cavarozzi, a la que pertenecen
Paz Estensoro, Menem o Cardoso. Sin embargo, a diferencia de
ellos, Fujimori consolidó un estilo, liderazgo y discurso
antipartido, antisistema y antiinstitucional. Esas son las
características en su liderazgo que los diferencia de sus
similares en la región.

Para mantenerse en el gobierno, Fujimori se vio forzado a
mantener algunos márgenes democráticos e
institucionales de participación política, como son las
elecciones. La dispersión de la oposición, su
ausencia de propuestas, su encerramiento en un discurso
institucionalista, su desconexión del sentimiento popular
de renovación, conspiró contra sus posibilidades de
recomponer un sistema de partidos democrático en las
diversas coyunturas electorales.

El deterioro del régimen autoritario no se dio por la
presencia de una oposición fuerte que presionara la
apertura democrática sino por la propia ambición
del gobierno que buscaba una segunda reelección, aunque
ello significara la destrucción del orden institucional
creado bajo su hegemonía. Desde 1996, con la ley de
interpretación auténtica de la
Constitución que le autorizaba a postular a un tercer
mandato, Fujimori inició un proceso de intervención
y control de todas las instituciones autónomas del
Estado.

Este recrudecimiento en el régimen autoritario fue
posible por la debilidad de la oposición política.
En cada coyuntura electoral la oposición se presentaba
dividida y sin líderes que expresaran una
renovación partidaria. Fujimori tampoco lograba victorias
importantes por su imposibilidad de institucionalizar un movimiento
altamente personalizado y dependiente del Estado. En cada
escenario electoral vemos aparecer otro tipo de liderazgo
político, el de los independientes,
líderes regionales y oportunistas que nos recuerdan a
nivel subnacional a los presidentes outsiders.

La herencia de la
década perdida: los independientes

Los independientes ocupan el espacio dejado por los partidos a
nivel local. Son líderes que no crean organización, optan por una relación
directa e individualizada con la población. La
relación tiende a obviar los mecanismos representativos,
erosionando los existentes y evitando crear nuevas formas
más efectivas. Esta relación de
identificación directa entre los individuos y el
líder tiene la virtud para el independiente de producir en
la población una ilusión de participación de
la que carecía en la época de predominio
partidario.11

Nicolás Lynch señala que los independientes, al
evitar la interacción y no desarrollar nuevas formas de
representación, le restaron drásticamente
posibilidades a la institucionalización del régimen
democrático. Si no hay interacción como competencia, ni
representación como sistema institucionalizado de control,
difícilmente puede haber institucionalización
democrática.12

Los independientes exitosos en la década de 1990 lo
fueron por su pasado político partidario. En las
elecciones municipales de 1998 las principales alcaldías
provinciales fueron ganadas por quienes habiendo sido
políticos de partido desistieron de pertenecer a alguna
organización y se proclamaron independientes13. Romeo
Grompone señala que muchos de estos líderes,
habiendo sido anteriormente alcaldes, regidores o dirigentes
locales, estuvieron acostumbrados a tomar decisiones con
considerable margen de discrecionalidad debido a que las estructuras y
normas
partidarias sólo funcionaban a nivel de las direcciones
centrales, los representantes parlamentarios y su entorno
cercano. Con la crisis de los partidos, las instancias de
coordinación partidaria se hicieron
más laxas o simplemente dejaron de funcionar cuando
intentaban extenderse al conjunto de miembros activos. Cuando
los líderes locales dejaron de pertenecer a los partidos
utilizaron las influencias adquiridas por su prestigio en la
zona, sustentado a partir de acuerdos informales con otras
organizaciones políticas o con asociaciones de la comunidad,
para promover sus candidaturas independientes.

Cuando el sistema de partidos articulaba y representaba los
intereses de la población en la década de 1980,
existía un acuerdo implícito entre las direcciones
partidarias y sus representantes a nivel local. El partido le
daba al candidato a alcalde o regidor la cobertura que
éste necesitaba al integrarlo a una propuesta de alcance
nacional que le otorgaba más márgenes de
credibilidad. Los candidatos sabían que tenían
libertad para
definir prioridades y alianzas en el ambiente en
que se movían sin necesidad de atenerse a las
instrucciones estrictas de una dirección central. Los
miembros más destacados de los partidos sentían que
estaban sumando votos que les permitían acceder o
mantenerse en el parlamento o en los concejos provinciales.
Aparentemente ganaban todos y además se proyectaba la
imagen de un partido descentralizado y democrático que
confiaba en la capacidad de todos sus integrantes. Esta
división de tareas podía mantenerse mientras las
organizaciones políticas tuvieran niveles de influencia en
el gobierno o en los poderes locales. Cuando en la década
de 1990 se advierte la crisis de los partidos, quienes optan por
ser independientes disponen de una opción de salida: el
apoyo que encontraron en las provincias y distritos del
país pueden atribuirlo a su propia capacidad de
convocatoria.15

En ese sentido tenemos dos tipos de liderazgo que se
convierten en adversarios del liderazgo partidario, el presidente
outsider y los independientes a nivel local, los cuales manejan
un discurso antipartido y antisistémico.
[5]Sin embargo, el outsider exitoso en su
elección resultó ser una persona ajena a
toda actividad política previa, mientras que el
independiente exitoso lo fue por capitalizar su experiencia
política previa.

En cuanto a la relación entre ambos tipos de liderazgo
podemos señalar que si bien el fujimorismo buscó
articular bajo un movimiento oficialista a los independientes,
estos mantuvieron una ambivalente independencia
aún cuando no conseguían agregar intereses como
para constituirse en una alternativa política
nacional.

Así tenemos al final de la década de 1990 dos
tipos de liderazgos incapaces de hacer frente al régimen
autoritario de Fujimori, el constituido por los líderes de
los desprestigiados partidos y los independientes que se
constituían en un débil frente político de
oposición. El régimen finalmente cae por sus
contradicciones internas, por la ambición reeleccionista
de sus líderes que desestabiliza aún más la
erosionada institucionalidad democrática y que polariza el
escenario político a favor y en contra de la
reelección. En este contexto se repite la experiencia de
1990 con la aparición de un outsider que ocupa el centro
político y que, a diferencia de Fujimori, defiende en sus
discursos los
principios de la institucionalidad democrática y la
necesidad de un sistema de partidos representativo: Alejandro
Toledo.

El gobierno de transición política liderado por
el Presidente del Congreso, Valentín
Paniagua, y el nuevo gobierno elegido en urnas de Alejandro
Toledo consiguieron llegar al poder con debilidades en sus
proyectos,
programas y organizaciones políticas. Siguiendo a Tanaka
podría decirse que los líderes y las nuevas elites
políticas tuvieron un proceso de aprendizaje incompleto
durante el proceso de transición puesto que sobreestiman
sus capacidades y su protagonismo en la debacle del
régimen anterior, y tienden a la dispersión y al
enfrentamiento.

En la actualidad, el principal desafío político
que enfrenta nuestro país es remontar las herencias que
deja una década de autoritarismo, de destrucción de
las instituciones estatales, utilizadas para mantener en el poder
al fujimorismo. El sistema de partidos de los ochenta fue
destruido, su espacio fue ocupado en los noventa por el
fujimorismo y por los movimientos independientes, pero ninguno de
ellos logró consolidarse como alternativa de
representación política. El fujimorismo
también afectó las capacidades de acción
colectiva de la sociedad, minando la representatividad de los
actores sociales, aislándolos de los supuestos
representados y del interés
general. En la actualidad el reto es la reconstrucción de
las instituciones y de los actores sociales y políticos,
en un contexto en el cual quienes deben solucionar los problemas
son parte de éstos, lo que se expresa en las dificultades
y límites
que muestra el actual
gobierno de Alejandro Toledo.

Trayectorias de
liderazgo de la sociedad civil a la política en el
restablecimiento de la institucionalidad
democrática

Dos tipos de lideres adquirieron relevancia en el
restablecimiento de la institucionalidad democrática, al
renovar el vínculo representativo entre la sociedad civil
y la política: los alcaldes y los intelectuales.

Los alcaldes asumieron no sólo una función
pública sino también el liderazgo de los
movimientos descentralistas que a finales de la década de
1990 promovieron la caída del régimen fujimorista.
Los intelectuales se constituyeron en una propuesta de
renovación de la elite y de las prácticas
políticas con su incorporación al primer gabinete
ministerial de Alejandro Toledo.

No todos los alcaldes e intelectuales sobresalientes durante
la década de 1990 tuvieron un papel principal en el
proceso de democratización. La influencia del gobierno
fujimorista se dejó sentir en los últimos espacios
de gobierno local del país, y en las diversas esferas de
expresión cultural y política. Varios alcaldes
partidarios e independientes asumieron posiciones neutrales y de
alianza con el gobierno de Fujimori, puesto que les
convenía políticamente recibir la ayuda del
Ejecutivo en la construcción de obras públicas y la
implementación de programas asistenciales.

Los intelectuales no siempre fueron críticos frente al
régimen fujimorista. La situación de inestabilidad
laboral y la
presencia de las Fuerzas Armadas en las universidades
públicas acallaron las voces de
protesta de los intelectuales ligados a masivos centros de
formación profesional. Los que manifestaron abiertas
críticas al régimen provenían de
universidades privadas y de ONGs. No solo científicos
sociales y politólogos levantaban sus voces de protesta,
así también artistas y estudiantes promovían
manifestaciones en las cuales se exigía el
restablecimiento del Estado de
Derecho.

Los alcaldes y la apertura del régimen
autoritario

Durante el periodo de transición democrática,
los niveles de representación subnacionales con influencia
en el escenario político nacional eran los municipios
provinciales17. Sus autoridades, los alcaldes provinciales, han
liderado grandes movilizaciones con demandas descentralistas en
los últimos años18.

El gobierno de Fujimori aplicó durante su gobierno una
política
económica neoliberal fuertemente centralista.
Además, por una inclinación autoritaria,
debilitó aún más las instituciones
municipales al recortar el presupuesto y la
autonomía de estas instancias de gobierno. En la
década de 1990, el gobierno incrementó
significativamente el gasto
público en términos generales y el gasto social
en términos particulares, pero de manera centralizada y
concentrada en dos ministerios:
Presidencia, y Economía y Finanzas, y en
sus diversas agencias controladas por el
Ejecutivo.[6]

Es en este escenario de centralismo y
autoritarismo que aparecen algunos líderes locales,
principalmente alcaldes provinciales, que hacen frente al
gobierno fujimorista. Estos alcaldes representaban no solo a la
capital
provincial sino también a las pequeñas ciudades o
centros poblados rurales, a las que el centralismo bloqueaba en
su desarrollo y sólo atendía como clientela
electoral marginal. Teniendo en cuenta a estos aliados, algunos
alcaldes provinciales buscaron conformar bloques regionales de
poder, desde el municipio a través de la Macro
Región, o desde la sociedad civil con los Frentes y las
Asambleas Regionales.

La fragilidad institucional de los liderazgos
locales

Los líderes locales proceden principalmente de: las
municipalidades, convertidas en ámbitos de
legitimación del liderazgo y de plataforma para el ascenso
a otras cargos representativos; de las mesas de
concertación, espacios públicos no estatales de
gestión del desarrollo local; los Frentes Regionales, que
reivindican la descentralización y la ejecución de
proyectos estratégicos; de las organizaciones sociales de
sobrevivencia; y, en menor medida, de los colegios profesionales
y gremios empresariales, espacios que han sufrido la
recesión económica y en los cuales ha sido
difícil el surgimiento de nuevos dirigentes20.

En la última década, algunos líderes
sociales llegaron a ser alcaldes, como Juan Manuel
Guillén, con una trayectoria de liderazgo innovador y
eficiente como rector de la Universidad de
San
Agustín de Arequipa; Luis Guerrero como promotor de
iniciativas de desarrollo local en Cajamarca; y Cristala
Constantínides, forjada como dirigente gremial y popular
en Moquegua. Algunos otros comenzaron a destacar desde las
municipalidades, como Tito Chocano en Tacna, Ernesto Herrera en
Ilo, José Murgia en Trujillo, entre otros.

De los líderes sociales que llegan a ser autoridades
municipales, interesa estudiar aquellos surgidos como
reacción frente al centralismo, la corrupción y la reelección de
Fujimori.

Los liderazgos locales de la última década han
sido fruto más de la necesidad de reaccionar ante las
políticas de Estado que consecuencia de propuestas
proactivas que reflejen autonomía y madurez
ideológica y política de estos líderes. Por
ejemplo, los ex alcaldes de Iquitos, Jorge Chávez Sibina e
Iván Vásquez, surgen oponiéndose a las
negociaciones y concesiones otorgadas por Perú al Ecuador en el
reciente conflicto
fronterizo. Los alcaldes del sur que se involucran seriamente en
una apuesta regional responden también a los problemas
ocasionados por las políticas del gobierno nacional:
recesión económica, centralización de las actividades
productivas, falta de asignación de recursos para
ejecutar obras de infraestructura, parálisis de las zonas
comerciales en las ciudades de frontera,
entre otros.

Es necesario precisar que, más que líderes
representativos de sectores sociales específicos, los
líderes municipales son representativos de
reivindicaciones muy amplias, que involucran intereses de todos
los sectores de la provincia, particularmente de los segmentos
populares. La ausencia de partidos condiciona esta
dispersión en la representación de los intereses
sociales.

En efecto, la principal debilidad de estos líderes
municipales ha sido su incapacidad de articular una propuesta
política de alcance nacional. Un ejemplo de ello fue el
frustrado intento de los ex alcaldes Luis Guerrero, Jorge
Chávez y Federico Salas por constituir desde las
provincias, un partido político nacional cuyo eje fuera un
proyecto de
país descentralizado.

Varios líderes provinciales fueron caudillos,
posiblemente sin tener plena conciencia de
ello, que a la hora de tomar decisiones importantes
excluían radicalmente a los actores sociales que actuaban
como soporte de sus gestiones, pues no estaban articulados
orgánicamente. Podemos mencionar como ejemplos los casos
de los pioneros tránsfugas21: Federico Salas en
Huancavelica, Gregorio Ticona en Puno y Waldo Ríos en
Huaraz. Si bien en todos estos casos se levantaron voces de
extrañeza y de protesta por sus "traiciones"
políticas en sus respectivas localidades, al final
prevaleció la voluntad individual de los ex alcaldes y no
la lealtad hacia el voto captado o el respeto a su base
electoral.

Los liderazgos de la mayoría de alcaldes se difuminaron
en el ejercicio de las funciones de gobierno, parametrados en los
requerimientos del desarrollo distrital o provincial. Pocos han
incursionado en escenarios regionales, dando pasos necesarios
para afirmar otra identidad a
escala regional.
Ello sucedió, por ejemplo, con los ex alcaldes de la Macro
Región Sur, particularmente de Arequipa, Ilo y Tacna,
quienes impulsaron acuerdos en torno a objetivos
comunes para toda la región, como proyectos de
infraestructura y de promoción de las relaciones de
cooperación y complementariedad con los países
vecinos.[7]

Estos fueron liderazgos regionales frágiles, sin una
propuesta clara de proyecto de país. Al no producirse una
transformación en sus concepciones y propuestas
fundamentales, no fue posible que se constituyan en
líderes nacionales, pues el protagonismo personal de estos
líderes primaba sobre la presencia de movimientos, fuerzas
sociales o partidos políticos. Esto se refleja en el hecho
de que varios intentos por crear partidos descentralistas han
quedado ahogados en las limitaciones de las propuestas y en la
ausencia de organizaciones sólidas.

Es importante señalar que la coyuntura política
de resquebrajamiento del régimen autoritario les daba a
estos líderes locales un espacio de expresión de
sus demandas que podía ser capitalizado electoralmente.
Tenemos así para las elecciones generales del 2000 a
varios líderes locales que se autoperciben como
presidenciables, aún cuando las bases en las que se
asientan son muy precarias pues carecen de partidos
políticos y no muestran aún una sólida
apuesta programática de jerarquía nacional.

Un caso de articulación política de perspectiva
nacional fue el movimiento Perú Ahora, liderado en sus
inicios por tres alcaldes -Salas, Guerrero y Chávez-, los
cuales se promocionaban como candidatos presidenciales,
consiguiendo finalmente dos de ellos llegar al Congreso desde
donde promueven su relanzamiento.

Es bastante cierto que la sobrestimación de las propias
posibilidades de convocatoria impulsa a estos líderes a
organizar su propia agrupación en lugar de sumarse a otras
iniciativas en curso22. El más alentador de estas
propuestas organizativas fue Somos Perú, que en su mejor
momento se constituyó como un movimiento fundamentalmente
municipalista capaz de articular a cientos de líderes
locales, entre alcaldes y regidores, pero que padecía el
mismo mal que los líderes locales condenaban: el
centralismo en la organización. Sin embargo, ha sido la
dispersión y no la integración la constante en la historia de estos
movimientos municipalistas y de sus líderes.

El liderazgo de Guillén y su lucha por la
descentralización en Arequipa

Juan Manuel Guillén es un líder social forjado
en las aulas universitarias23. Su importancia radica en su labor
desempeñada como alcalde de Arequipa, su proyección
como líder opositor frente al autoritarismo de Fujimori y
la política económica de Alejandro Toledo.

En 1998, Guillén consigue ganar la alcaldía
provincial de la segunda ciudad del Perú en importancia
política y económica después de Lima:
Arequipa. A esas contiendas se presentó como candidato
independiente y obtuvo el 67.28% de los votos válidos. Los
factores que le ayudaron a tener buena aceptación
electoral fueron su origen arequipeño (los anteriores
alcaldes fueron migrantes) y su gestión como rector en la
Universidad de San Agustín desde dónde
promovió su candidatura.

En 1973, cuando ejercía la docencia en la
Universidad de San Agustín, fundó junto a algunos
compañeros el movimiento "Nueva Universidad". Este
movimiento de inclinación izquierdista progresivamente fue
afirmando su presencia en la
administración de la Universidad, cuyos representantes
por facultad impulsaron la candidatura de Guillén al
rectorado universitario. En 1989, Guillén fue elegido
rector por la Asamblea Universitaria, siendo reelegido cinco
años más tarde. Durante su rectorado logró
importantes reformas universitarias y construir un estadio con
pocos recursos, lo cual le valió el reconocimiento de la
población.

En 1998 entra a la alcaldía con un gran apoyo electoral
y mantiene en su equipo de gobierno a sus compañeros
universitarios integrantes del movimiento Nueva Universidad.

Los problemas heredados de la anterior gestión, la
falta de experiencia en el manejo del gobierno local y la
ausencia de un plan de gobierno
crearon al inicio

Liderazgos en transición. Trayectorias de liderazgo
político en el Perú

de su gestión una situación de pérdida de
credibilidad en la nueva administración municipal. Su debilidad
radicaba en el repliegue del alcalde a su equipo de gobierno,
constituido por profesores universitario sin experiencia en
gestión municipal, y su negativa a dialogar con otros
actores.

A nivel local, el liderazgo de Guillén se
sustentó en su propia imagen. Al inicio de su
gestión tuvo la voluntad de fortalecer sus redes de gobierno, pero
hacerlo implicaba discutir, debatir, ceder espacios de poder, a
lo cual Guillén rehuía24. En ese sentido,
adoptó la estrategia de
reforzar su liderazgo a nivel local asumiendo uno a nivel
regional y nacional. Este liderazgo fue fuerte mientras su
presencia en la coyuntura de quiebre del régimen
autoritario y la transición se mantenía.

La proyección de su liderazgo local a uno nacional se
dio con la conformación de la Macro Región Sur. Al
inicio de su gestión, Guillén sostuvo reuniones con
otros alcaldes provinciales y empresarios del sur del
país, con el fin de promover propuestas de desarrollo
regional para gestionarlas o negociarlas frente al gobierno
central de manera unitaria y no de manera aislada y personal como
venía ocurriendo hasta la fecha.

Arequipa ha sido uno de los departamentos más golpeados
por la recesión económica que afectó al
país a fines de la década de 1990. El 60% de las
empresas que
constituían el parque industrial de Arequipa se cerraron o
migraron hacia Lima. Ello creó un grave problema de
desempleo en
el departamento que se tradujo en grandes movilizaciones sociales
en contra de la política económica y del
régimen autoritario.

Guillén lideró estas demandas descentralizadoras
y el descontento popular en contra de la reelección de
Fujimori en el sur del país. Ello le dio protagonismo en
el escenario público nacional y fue de la simpatía
del entrante presidente Alejandro Toledo.[8]

El ex alcalde participó en las movilizaciones que
promovieron la caída del régimen fujimorista y el
ascenso de Alejandro Toledo al gobierno. En recompensa a ese
esfuerzo y a un año de finalizar su mandato como alcalde,
Guillén fue designado presidente del Consejo Nacional de
la Descentralización (CND), órgano consultivo
creado por Toledo en agosto de 2001 y en el cual Guillén
permaneció poco tiempo.

Así, casi finalizando su gobierno, Guillén
había dejado atrás su etapa de líder
nacional en contra de la reelección de Fujimori a ser un
funcionario sin mucha proyección del entrante gobierno de
Toledo. Esta situación finalmente se revierte en un nuevo
contexto de lucha descentralista: el arequipazo.

A mediados de abril del 2002, el Frente Amplio y
Cívico de
Arequipa convocó a un paro regional
en contra de la intención presidencia de privatizar las
empresas eléctricas EGASA, EGESUR, y SEAL. Fue una promesa
electoral de Toledo no privatizar esas empresas. Más
aún, existía un acta de compromiso firmada por el
entonces candidato Toledo de defender el patrimonio
regional y, específicamente, no privatizar esas
empresas.

Más allá de las razones a favor o en contra de
la privatización de las empresas
eléctricas en el sur, su defensa se convirtió en el
nuevo argumento de la nueva oposición política
regional para canalizar las demandas y las frustraciones de una
población desesperanzada por el desempleo y la falta de
reactivación económica. La oposición
resaltó el mal uso que había hecho de este recurso
el anterior gobierno y señaló que el nuevo gobierno
estaba cayendo en el mismo error.

A un mes del inicio de las protestas, el alcalde de Arequipa,
Juan Manuel Guillén, junto a otros 7 alcaldes distritales,
iniciaron una huelga de
hambre en medida de protesta contra la persistencia del gobierno
de querer privatizar las empresas eléctricas. Para el
alcalde, este hecho iba más allá de cualquier
interés político, pues señalaba respondiendo
a sus críticos, que no iba a postular a la
reelección en los comicios municipales del 2002.

Las movilizaciones desarrolladas del 14 al 19 de junio de
2002, desencadenaron en enfrentamientos con la policía y
la muerte de
un estudiante. Las movilizaciones disminuyeron cuando se
decretó el Estado de Emergencia y la suspensión de
los derechos
constitucionales en el departamento de Arequipa.

Detrás de las protestas existían intereses
políticos que iban más allá de defender a
las empresas eléctricas. Dirigentes sociales y
políticos buscaban capitalizar el descontento de la
población respecto a la gestión del gobierno de
Toledo. Teniendo en cuenta los resultados electorales de
noviembre de 2002, quienes resultaron ganadores con estas
movilizaciones fueron Yamel Romero y Daniel Vera Ballón,
lideres apristas de Arequipa, quienes encabezaron marchas
diferenciadas de sus correligionarios, obteniendo una magnifica
cobertura tanto en medios de prensa locales,
como en la
televisión nacional. Romero fue elegido alcalde
provincial y Vera Ballón presidente de la Región
Arequipa.

Guillén había logrado que el gobierno central
desistiera de privatizar las empresas eléctricas; sin
embargo, al mantener su decisión de no postular a la
reelección en el 2002, atentó contra el
frágil protagonismo de su liderazgo. Más
aún, el proceso de descentralización y
regionalización por el que había luchado le
quitó su nuevo espacio de figuración
política. Su iniciativa de conformar un bloque regional de
poder fue asumido por los recién electos presidentes
regionales.

En la actualidad, Guillén se encuentra retirado de la
vida política local por decisión propia,
enfrentando graves acusaciones de aprovechamiento indebido del
cargo y abuso de autoridad en su gestión como alcalde. Sin
embargo, la buena imagen de su gestión en la
población y las organizaciones sociales nos lleva a
señalar que Guillén es un líder local a la
espera de una coyuntura crítica
para poder figurar en el ámbito
nacional.[9]

El papel de los
intelectuales en la afirmación de la
democracia

Los teóricos de la transición, como
O´Donnell y Schmitter25 han señalado que en un
proceso de cambio de régimen, los artistas e intelectuales
son los primeros en manifestar su oposición pública
al régimen autoritario. Estas manifestaciones culturales
están estrechamente ligadas a ciertas colectividades,
tales como las universidades, las asociaciones profesionales y
los grupos de investigación
social, en todos los cuales ejercen una fuerte
repercusión.

Cuando se inicia el quiebre del régimen autoritario,
las organizaciones defensoras de los principios institucionales
de la democracia y los derechos humanos
salen a la arena pública dotados de una enorme autoridad
moral, que les
brinda un amplio auditorio para sus elocuentes críticas al
régimen, críticas que inevitablemente se hacen
extensivas a otras cuestiones y llegan a incluir la defensa de
derechos sociales y políticos que sólo la
democracia puede garantizar con seguridad.
Más aún, son escuchados al criticar el deterioro
moral del régimen autoritario por la corrupción
de líderes políticos oportunistas,
produciéndose el rechazo ético del régimen
autoritario y de la clase política.

En efecto, en el proceso de quiebre del gobierno fujimorista
algunos intelectuales -aquellos que tienen una imagen
pública y cuyo quehacer opera como referente en el debate
y en la formación de opinión ciudadana- crearon
corrientes de opinión internas y externas acerca del
régimen mostrando sus debilidades y los potenciales
peligros que conllevaba su continuidad. Fueron pocos los que
asumieron una oposición individual frente al
régimen, los hacían principalmente a través
de colectivos como el Foro Democrático,
Transparencia, Comisión Andina de Juristas, Instituto de
Defensa Legal, Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, entre
otros. A nivel individual estos líderes asumen nuevos
retos con la instauración del nuevo régimen
democrático, durante los gobiernos de Valentín
Paniagua y Alejandro Toledo. Estos intelectuales interpretan la
restauración del régimen democrático como un
momento fundacional, que les brinda la oportunidad de acceder al
poder y realizar profundas transformaciones desde el Estado.

En esta investigación interesa resaltar el papel
desempeñado por dos intelectuales que asumieron funciones
ministeriales en el gobierno de Alejandro Toledo. Por un lado
Nicolás Lynch, educador y ex dirigente político
partidario, quien asume el Ministerio de Educación por el
lapso de un año. Por otro lado, Cecilia Blondet,
intelectual más ligada a las Organizaciones No
Gubernamentales, quien dirige el Ministerio de la Mujer por un
corto periodo de tiempo. El inicio de la gestión y el
desempeño en el cargo de ambos ministros
remiten a evaluar su papel como líderes sociales que
acceden a la esfera política.

Los intelectuales y su apuesta por la
democracia

Ambos intelectuales pertenecen a grupos generacionales que han
intervenido en los últimos años en política
y que tienen características similares: tienen entre 45 y
55 años de edad; provienen de familias de clase alta o
media alta; recibieron una formación religiosa inicial, en
colegios progresistas, que les brinda una sólida
formación intelectual y predisposición para
interesarse en problemas
sociales; y sufrieron una rápida politización,
continua y acentuada más en el caso de Lynch que en el de
Blondet, durante su formación universitaria, en la que van
perfilando de manera más clara su preocupación por
la política y su vínculo con lo social. Sus
proyectos personales están influidos por diferentes
momentos de la política peruana: el fin del orden
oligárquico y la democratización del espacio
público, el docenio militar, el retorno a la democracia en
1980 y la experiencia de gobierno de Izquierda Unida.

La historia política del ministro Nicolás
Lynch27 se inicia en la Universidad de San Marcos donde estudia
Sociología y milita en diversas agrupaciones
políticas de izquierda: Vanguardia
Revolucionaria, Clase Obrera, el PUM y la Izquierda Socialista.
Su radicalismo inicial fue cediendo paso a una apuesta
institucional por la democracia que lo llevó a postular al
Congreso a fines de 1980. Sin embargo, la crisis de los partidos
en la última década y la práctica
desaparición de las agrupaciones de izquierda del
escenario electoral, obligaron a Lynch a ampliar sus horizontes
políticos sin sacrificar sus convicciones
socialistas.[10]

Lynch cuando no hacía política se formaba para
ello. Estudió así a inicios de la década de
1980 en los principales centros académicos de
inclinación marxista: la FLACSO (Facultad Latinoamericana
de Ciencias
Sociales) en México y
la New School for Social Research en New York.

Nicolás Lynch es un líder cuya trayectoria
estuvo muy influenciada por su formación académica
y su participación en diversas organizaciones de
izquierda, en donde defendió con vehemencia ideales de
justicia
social y democracia, tan desprestigiados en los últimos
años. Estos ideales estuvieron presentes en las demandas
enarboladas por la población durante la quiebra del
régimen autoritario fujimorista, la transición y
las promesas electorales del entrante presidente Toledo.

Su acercamiento con el gobierno de Toledo no es particular,
sino que forma parte de una estrategia de algunos militantes de
izquierda (el grupo Justicia y Libertad) de retomar el espacio
político perdido en la década de 1990. Llega
así a formar parte de la lista de candidatos al Congreso
de Perú Posible.

Cecilia Blondet28 se constituyó en lidereza en el
ámbito académico por su especialización en
el tema de la participación política de la mujer. Su
formación estudiantil en Historia en la Pontifica
Universidad Católica no estuvo ligado a la política
partidaria, aunque su inclinación académica es muy
cercana a la sociología
política.

Es especialista en temas de género,
pobreza y
desarrollo. Se desempeñó con éxito como
directora del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), una de las
instituciones académicas más prestigiosas del
país. Ello le valió constituirse en miembro del
directorio de la Asociación Civil Transparencia (desde
1997) y miembro del Tribunal de Ética del Consejo de la
Prensa Peruana (1998-1999). Durante el gobierno de
transición democrática, y a pedido del propio ex
presidente Valentín Paniagua, formó parte de la
Iniciativa Nacional Anticorrupción (2001). Su trayectoria
incluye también la fundación del Consorcio Pro
Ética.

Ello le trajo reconocimientos que complementó con su
participación en organizaciones prestigiosas de la
sociedad civil que lucharon contra el régimen fujimorista
y por la defensa de las instituciones del Estado de Derecho.

Estos liderazgos pertenecen a grupos generacionales distintos,
que comparten las mismas preocupaciones sociales desde diferentes
escenarios y recursos. En el caso de Lynch más cercano a
la sociedad política (las agrupaciones de izquierda) y en
el caso de Blondet desde la sociedad civil (principalmente las
ONGs).

El liderazgo de Lynch y los desafíos de un nuevo
gobierno

Lynch integró el primer gabinete ministerial del
presidente Toledo en el cargo de Ministro de Educación. El
saliente ministro de educación durante el gobierno de
transición, otro intelectual reconocido como Marcial Rubio
Correa, había realizado avances importantes respecto al
diagnóstico de la institución y el
compromiso de los diversos actores políticos de apoyar una
reforma estructural en materia
educativa. Lynch aprovecharía ambos avances para aplicar
reformas importantes de largo plazo, aún cuando
podían traerle al gobierno problemas de estabilidad en el
corto plazo.

El gobierno de Toledo afrontó desde el primer
día grandes demandas sociales que afectaron su
frágil estabilidad política. Más aún,
fue criticado por sus propios partidarios al haber formado un
gabinete pluralista al inicio de su mandato.

En el primer gabinete ministerial del Presidente Toledo, la
mayoría de los ministros no pertenecían a las filas
de Perú Posible. De ellos, sólo cuatro de quince
ministros eran líderes importantes del partido
oficialista: Luis Solari, Doris Sánchez, David Waisman y
Carlos Bruce. Otros ministros tenían un acercamiento con
ese partido, particularmente con Toledo, como Fernando
Rospigliosi y Raúl Diez Canseco. Los otros integrantes
eran profesionales y técnicos, que coincidían en
los aspectos básicos que postulaba el presidente y su
partido. Entre estos últimos se encontraban Roberto
Dañino, Pedro Pablo Kuczynski y Nicolás Lynch.

Nicolás Lynch recibe la invitación para integrar
el primer gabinete del propio Presidente Toledo, quien le propuso
asumir el cargo tres días antes de que se conociera
públicamente la noticia.

Esto suponía un cambio en el comportamiento del
liderazgo de Lynch, a pasar de ser un líder de la
oposición a ser un funcionario del gobierno. El objetivo
de Lynch al asumir el Ministerio de Educación fue integrar
en su plana ministerial a especialistas en el tema educativo que
tuvieran un perfil político similar al suyo, para tener
homogeneidad de criterios al impulsar reformas y con facultades
de negociación para defenderlas. Además
conforma el Consejo Nacional de Educación, integrado por
25 especialistas en la temática educativa, quienes
tuvieron como misión
plantear propuestas de gestión orientadas a la mejora de
la calidad de la enseñanza. Solo tuvo dificultades para
nombrar personal de su confianza a nivel regional, puesto que
solo le permitieron dirigir los cambios en un tercio de las
Direcciones Regionales de Educación.

Teniendo en cuenta el Acuerdo Nacional para la Educación firmado
por los diversos actores políticos durante el Gobierno de
Transición de Valentín Paniagua, se plantea
objetivos de largo plazo como el reforzamiento de la escuela
pública, la inclusión de los actores del
proceso educativo (maestros, padres de familia y
alumnos) en las mejoras de la calidad de la enseñanza, y
la reivindicación de la carrera
magisterial.[11]

Para realizar estas medidas era necesario el apoyo del
gobierno y de las demás fuerzas políticas que
suscribieron el Acuerdo Nacional, incluyendo a los representantes
de la sociedad civil como el Sindicato
Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú
(SUTEP). En ese sentido, Lynch desarrolló una
política de puertas abiertas durante su gestión,
buscando el diálogo
con la dirigencia del SUTEP. Esta relación con los
representantes de los maestros fue tensa durante el periodo de
evaluación de los mismos previo a su
nombramiento.

La aplicación de reformas de largo plazo significaba
evaluar a los principales actores de ese proceso: los maestros.
En ese sentido, desde el inicio de su gestión Lynch
desarrolló nuevos criterios de evaluación del
trabajo
magisterial teniendo en cuenta no sólo a la cantidad de
maestros que hay en el país, a la antigüedad en sus
puestos y a sus necesidades materiales
inmediatas, sino a los méritos, al afán de
superación y de capacitación para que se beneficie el
conjunto del proceso educativo. Detrás de estas reformas
estaba la idea de que el problema magisterial no es solamente un
problema de sueldos, sino de dignificación del
maestro.

La posición del Sindicato al respecto fue demandar al
gobierno que nombrara a los maestros de acuerdo a la
antigüedad de los mismos y sin ser sometidos a evaluaciones
arbitrarias, de acuerdo a la Ley del Profesorado de 1984. En ese
sentido, reafirmaban su posición de no dar tregua al
Ministro de Educación. Lynch señalaba en ese
entonces que los dirigentes estaban cumpliendo su rol, pero que
no evaluaban las acciones que
tomaban de acuerdo a la coyuntura en la cual se encontraban.
Así señalaba que "estamos en una etapa distinta en
la que el diálogo es importante".

En esta etapa de apertura al diálogo por parte del
Ministerio y de hostilidad por parte del Sindicato aflora
diversas características del liderazgo de Lynch. Asume una
posición más conciliadora en estas pugnas,
apoyándose en la popularidad que encontraba sus propuestas
de reforma en la opinión pública y en el sector
más progresista del magisterio. Más aún,
evita la confrontación con conocimiento
de hecho por sus antecedentes sindicalistas y por su acercamiento
como militante de izquierda con el sector sindical.

En esta negociación fue importante la
participación de su plana ministerial, en la cual se
encontraban antiguos líderes de partidos de izquierda y
líderes sindicales del sector educación, con lo
cual mejoraba su posición en el diálogo y evitaba
la confrontación.

Además, en la confrontación no aparece
menospreciando al adversario, más aún le reconoce
méritos. Lynch reconoce un resurgimiento del movimientismo
al final del régimen fujimorista. "El SUTEP ha demostrado
el año pasado en las calles que es una fuerza
política viva en el país, siendo un escalón
de primer orden en la lucha contra la dictadura.
Creo que expresiones (de los líderes sindicales) como
hablar de tregua, guerra,
cheques en
blanco, pertenecen a otra época. Ahora tenemos por delante
la responsabilidad de echar a andar las instituciones
democráticas", declara en una entrevista
cedida a La
República en agosto de 2001.

En ese sentido, el primer acuerdo logrado con el SUTEP fue
aumentar el sueldo de los profesores en un 9%, frente a las
exigencias del Sindicato de homologarlos con los ingresos de los
funcionarios del Poder Judicial29.

Los gobiernos anteriores no pudieron aplicar reformas
estructurales en materia educativa por la ausencia de un acuerdo
nacional al respecto, por el costo
político de aplicar medidas de largo plazo frente a
demandas urgentes en el corto plazo (aumento de sueldos y
nombramiento a los maestros), y por la inestabilidad del cargo
ministerial30.

Lynch, teniendo en cuenta el acuerdo nacional por la reforma
educativa y el apoyo que le brindaba a su gestión el
presidente Toledo, sentó las bases para el desarrollo de
una carrera pública magisterial por méritos. En ese
sentido desarrolló el proceso de evaluación para el
nombramiento de plazas docentes, en
el que se examinó a más de 116,000 maestros para
ocupar aproximadamente 23,000 plazas como profesores nombrados.
Esta reforma contó finalmente con el apoyo de las
principales dirigencias regionales del SUTEP.

El 12 de julio de 2002, antes de cumplir un año de
gestión, el presidente Alejandro Toledo relanzó su
gobierno modificando su gabinete ministerial. Los analistas y los
medios de comunicación señalaron que la
motivación de Toledo fue darle al gabinete ministerial
un perfil más político, de cara a las
próximas elecciones municipales y regionales de noviembre
de 2002. Los ministros que abandonaron sus cargos fueron aquellos
intelectuales que habían apoyado el liderazgo de Toledo
durante la transición democrática: Nicolás
Lynch en Educación, Diego García Sayán en
Relaciones Exteriores, Fernando Rospigliosi en Interior y Cecilia
Blondet en el Ministerio de la Mujer.[12]

Después de dejar el gabinete ministerial, Lynch se
desempeñó como consejero presidencial de Alejandro
Toledo, tarea nada grata mientras duró en ese cargo.
Así, a finales de octubre del 2002, procuraba evitar el
escándalo público en el juicio de paternidad que
seguía el presidente. Frente a la presión
del gabinete y sus asesores, el presidente Toledo se
comprometió a negociar la reconciliación en ese
caso, pero ello le costó el puesto al consejero Lynch.

Se podría señalar que Lynch es un líder
social con proyección política luego de
desempeñar una importante función como ministro,
siendo actualmente uno de los principales promotores del
recién formado Partido Democrático
Descentralista.

El liderazgo de Blondet y la silenciosa
transformación de la institucionalidad
estatal

A mediados de enero de 2002, Cecilia Blondet es nombrada
ministra del PROMUDEH (Ministerio de Promoción de la Mujer
y del Desarrollo
Humano)31 en un contexto de crisis ministerial por la
destitución de tres ministros que eran líderes
dentro del partido de gobierno: Luis Solari de la Fuente, David
Waisman Rjavinsthi y Doris Sánchez Pinedo.

La intención de Toledo al retirar a los líderes
de su partido del Ejecutivo era reforzar su presencia partidaria
en el Legislativo, puesto que estos ex ministros habían
sido elegidos como congresistas. La primera
reestructuración del gabinete ocurría cuando el
gobierno se aprestaba a cumplir sus primeros seis meses en el
poder. Pero también coincide con una crisis originada por
el enfrentamiento público entre los ministros salientes de
Perú Posible y el presidente del Consejo de Ministros,
Roberto Dagnino. Este último sale fortalecido de la pugna
ministerial y es quien defiende la designación de Blondet
al Ministerio de la Mujer.

No se equivocó Toledo al señalar que estos
cambios fortalecerían la bancada de su partido. Lo
inquietante fue que este fortalecimiento terminó
tornándose en contra del nuevo gabinete, puesto que los
congresistas oficialistas se mostraron "inflexibles" al exigir el
cumplimiento del "Plan de Gobierno" a los nuevos ministros. Estos
cambios también afectaron la relación entre el
Ejecutivo y el Congreso al perderse el enlace partidario que
había entre ambos poderes del Estado.

La decisión presidencial de nombrar como reemplazantes
de los ministros salientes a personalidades ajenas a Perú
Posible provocó malestar en las bases del partido de
gobierno en Lima y el interior del país. Este malestar
intentó ser apaciguado por los líderes del partido,
quienes exigían a los nuevos ministros aplicar el Plan de
Gobierno de Perú Posible y mantener en sus cargos al
personal contratado por los ministros salientes.

Blondet era conciente de las presiones que recibía del
interior del gobierno. Así, al inicio de su gestión
se comprometió públicamente a proseguir con la
labor de su antecesora, la congresista oficialista Doris
Sánchez, y a trabajar de la manera más plural,
incluyendo a los militantes del partido de gobierno. Sin embargo,
ello suponía fijar límites a su actuación
ministerial que le impediría realizar grandes reformas con
mayor nivel de discrecionalidad. Así, por ejemplo, tuvo
obstáculos para colocar a personas de su confianza en
cargos importantes al interior del Ministerio, sin que ello
signifique una actitud de enfrentamiento contra el partido de
gobierno. La designación de la viceministra y de los
gerentes de los programas sociales se hizo después de
tensas negociaciones con el propio presidente Toledo.

La viceministra Violeta Bermúdez Valdivia es una
muestra de la red que Blondet incorpora al
PROMUDEH. Bermúdez ha sido coordinadora del Movimiento
Manuela Ramos y consultora tanto del Instituto Interamericano de
Derechos humanos como del Fondo de las Naciones Unidas
para la Mujer, UNIFEM. Hasta su juramentación, se
desempeñaba como Coordinadora de Proyectos de Derechos
Humanos e Instituciones Democráticas en la Agencia para el
Desarrollo Internacional de los Estados Unidos,
USAID.

Blondet encuentra el ministerio en una situación
calamitosa, en la cual no funcionaban eficientemente los
programas sociales porque eran dirigidos y operativizados por
personas sin preparación y experiencia en gestión
pública, y que habían ingresado al ministerio con
el único mérito de pertenecer al partido de
gobierno y al entorno de la ex ministra Doris Sánchez.
Más aún, no había voluntad en el nuevo
gobierno de que el ministerio siga existiendo como tal,

En estas condiciones, la ministra impulsó
políticas sectoriales desde fuera de la
institución, con apoyo de investigadores de ONG.
Así, por ejemplo, se le dio prioridad a la niñez y
la adolescencia,
y de manera conjunta con redes de ONGs especializadas en el tema
se elaboró un Plan Nacional de Acción por la
Infancia
2002–2010 y se recuperó la confianza del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) para el desarrollo del
Programa
Nacional Wawa Wasi, que brinda cuidados diurnos a los hijos
menores de 3 anos de madres trabajadoras en los sectores de
extrema pobreza.[13]

Al inicio de su gestión, Blondet tenía que
resolver problemas pendientes y críticos en el sector,
como eran los lobbies creados en la anterior administración y el mal manejo del PRONAA
(Programa Nacional de Asistencia Alimentaria), y hacerlo con
solvencia tal que la militancia toledista se inhiba de criticarla
gratuitamente. El PROMUDEH se había convertido en la
principal fuente de empleo para
los militantes del partido de gobierno. La salida que encuentra
Blondet al problema fue evaluar al personal según sus
resultados e incorporar a especialistas en puestos
críticos del Ministerio.

Según Blondet, los seis meses que duró su
gestión, fueron intensos, desafiantes y gratificantes. Al
inicio empezó un proceso de saneamiento de la
institución, con una silenciosa pero efectiva reforma
administrativa, siguiendo los lineamientos de
modernización del Estado, simplificación de los
procedimientos y aprobación de normas de neutralidad y
transparencia en la gestión pública. "Dimos una
Directiva de Neutralidad y Transparencia a fin de evitar el uso
político partidario de los fondos y recursos
públicos de los programas sociales del sector. Firmamos un
Compromiso con la Defensoría del Pueblo para garantizar la
neutralidad y transparencia de todos los programas sociales del
Ministerio en las elecciones regionales y municipales de 2002.
Además se convocó a concurso público las
plazas vacantes, el cual contó con la supervisión de la Pontificia Universidad
Católica del Perú y Proética, para
garantizar la imparcialidad del proceso", señala Blondet
en su discurso de entrega de cargo.

Estas reformas permitidas por ley, sentaron las bases para
evitar el futuro manejo político partidario de la
institución ministerial, como se dio en dos agencias
desconcentradas: el PRONAA y el PAR.

De todos los organismos públicos descentralizados que
tiene el Ministerio de la Mujer, el PRONAA siempre ha sido el
más problemático. Blondet señala que
recibió el Programa en condiciones muy críticas.
Por esa razón, instaló una Comisión de
Reestructuración al más alto nivel encargada de
hacer un diagnóstico del programa y proponer un
rediseño del mismo sin afectar la atención a los beneficiarios. Esta
Comisión trabajó por espacio de 90 días con
un Consejo Consultivo, en el que tuvieron participación
las organizaciones sociales de base, y entregó un
detallado Informe que fue
remitido a Auditoria Interna y a la Contraloría General de
la República. El PRONAA fue reestructurado,
reduciéndose su personal de manera responsable.
Además, se implementó el PRONAA Rural que se
propuso convertir en beneficiarios a los pequeños
agricultores comprándoles sus productos. De
esta forma un programa asistencialista se transformó en un
programa impulsor del desarrollo, capaz de dinamizar los mercados locales.
Finalmente, se reglamentó la Ley 25307 que permite la
participación de las mujeres de las Organizaciones
Sociales de Base (OSB) en la gestión de los programas
alimentarios.

Otro organismo descentralizado que recibió tratamiento
especial por la Ministra fue el Programa de Apoyo al
Repoblamiento (PAR), que empezó a trabajar, conjuntamente
con la Comisión de la Verdad y la Reconciliación,
las políticas y propuestas de reparación para la
población afectada por la violencia política.
Además, fue el organismo encargado del trabajo
intersectorial en la atención de la violencia contra la
mujer.

Podríamos señalar que Blondet hizo importantes
reformas estructurales en el Ministerio de la Mujer con el fin de
evitar su uso político en el futuro32. Estas reformas las
hizo con poco margen de discrecionalidad, lo que derivó en
cuestionamientos por el partido de gobierno, quienes finalmente
pidieron su remoción en el cargo junto con el de aquellos
independientes que participaron en el gabinete.

Actualmente Blondet ha retornado al espacio público no
gubernamental desde donde realiza trabajos de
fiscalización y propuestas de gestión
pública, como miembro de las diferentes asociaciones
civiles a las cuales pertenece.

Observaciones
finales: líderes, redes y cambio
institucional

La experiencia latinoamericana nos enseña que los tipos
de liderazgo que predominan en la arena política dependen
de la fortaleza o debilidad de los partidos políticos. Un
liderazgo sin maquinaria política (redes
institucionalizadas a nivel partidario) es débil y
efímero. La debilidad de los partidos en su tarea de
agregación y representación de intereses de la
sociedad es un factor esencial para favorecer la irrupción
de líderes oportunistas, que asumen actitudes populistas
en su relación con la población y
antidemocráticos respecto a los demás actores
políticos.

En los últimos años, dos tipos de liderazgo
adquirieron relevancia en el restablecimiento de la
institucionalidad democrática en el Perú, al
renovar el vínculo representativo entre la sociedad civil
y la política: los alcaldes y los intelectuales. Los
alcaldes asumieron no sólo una función
pública representativa sino también el liderazgo de
los movimientos regionales que a finales de la década de
1990 promovieron la caída del régimen fujimorista.
Los intelectuales se constituyeron en una alternativa de
renovación de la elite política con su
incorporación al gobierno al inicio de la gestión
de Toledo.[14]

Entre los alcaldes hemos destacado el liderazgo asumido por
Juan Manuel Guillén, quien desempeñó un
papel protagónico en el proceso de transición
democrática. Accede al gobierno municipal a través
de una red
constituida desde el rectorado de la Universidad de San
Agustín, pero esa red le resultó insuficiente para
sustentar un gobierno de largo plazo y un liderazgo de
proyección nacional. En ese punto se diferencia de otros
líderes locales que constituyen redes de gobierno
utilizando previos vínculos partidarios o grupos de ONGs
de promoción del desarrollo local.

Con esas limitaciones, Guillén constituye un liderazgo
que trasciende el ámbito local y se proyecta a nivel
regional, con la constitución de la Macro Región
Sur, y nacional como principal promotor de las movilizaciones en
contra del gobierno autoritario de Fujimori y la
privatización de las empresas públicas durante el
gobierno de Toledo.

En la actualidad, Guillén ha perdido su principal
espacio de actuación, el gobierno municipal, al no
presentarse a la reelección en el 2002. Sin embargo, es
considerado un importante líder regional cuyas iniciativas
de desarrollo y de protesta aún tienen aceptación
popular.

El problema recurrente de los líderes locales que
asumen funciones de gobierno municipal es que no constituyen
redes estables de poder, las cuales duran mientras el
líder se mantiene en el gobierno. En ese sentido, varios
alcaldes utilizan sus cargos para promover candidaturas
nacionales, sea a la presidencia como al Congreso.

Entre los intelectuales que adquirieron relevancia en el
proceso de transición democrática hemos rescatado
el liderazgo desempeñado por Nicolás Lynch y
Cecilia Blondet. Lynch llega a integrar el primer gabinete
ministerial de Toledo gracias a su papel desempeñado en la
quiebra del régimen autoritario. Al igual que él,
varios militantes de izquierda decidieron apoyar las
movilizaciones en contra del régimen anterior y que fueron
liderados por el actual Presidente.

Blondet por su parte llega a integrar un gabinete ministerial
reestructurado, con graves cuestionamientos por los militantes
del partido de gobierno respecto a la composición del
mismo. Este gabinete estuvo presidido por Roberto Dagnino,
personaje ajeno al partido y ligado a los organismos
internacionales y las ONGs. De alguna manera, la presencia de
Blondet en el gabinete se explicaba por la presencia de Dagnino
en la presidencia del mismo, y su continuidad dependía
también de la continuidad del primero en el cargo.

Lynch llega al Ministerio de Educación con un equipo de
trabajo con similar pasado político partidario y con los
cuales desarrolla reformas de largo plazo. Este equipo de
trabajo, por su experiencia previa en la dirección
partidaria y sindical, negocia las reformas
educativas con el sindicato de docentes evitando en varias
oportunidades movilizaciones sociales de gran envergadura.

Blondet llega al Ministerio de la Mujer con grandes
limitaciones para ubicar personal de confianza en cargos
estratégicos y para evaluar la gestión anterior.
Sin embargo, sienta las bases para impedir que el gobierno en el
futuro utilice políticamente la institución
ministerial, al establecer políticas claras de
transparencia gubernamental. Aún con limitaciones, llega a
desarrollar planes de largo plazo en programas asistenciales, con
ayuda de técnicos provenientes de ONGs y los organismos
internacionales.

A casi un año de gestión, Lynch fue removido
finalmente del cargo por presiones del partido de gobierno, y se
mantuvo cerca un tiempo más asesorando al presidente
Toledo. Blondet duró en el cargo menos de seis meses,
tiempo insuficiente para desarrollar políticas sectoriales
de mediano plazo, pero si políticas de transparencia en la
gestión gubernamental.

Los liderazgos presentados nos dan elementos para analizar el
tránsito de la sociedad civil a la política.
Así tenemos dos rutas, por un lado la seguida por los
alcaldes, quienes durante el periodo de lucha contra el gobierno
fujimorista asumieron un liderazgo nacional, que
trascendió los ámbitos donde fueron elegidos y que
les sirvió para mantener una presencia política
importante. En el caso de Guillén su liderazgo se vio
ensombrecido cuando asumió un cargo nacional, el Consejo
Nacional de la Descentralización, pero se reafirmó
cuando retomó las demandas descentralistas de la
región. El problema es que detrás de ese liderazgo
no hubo organización política que le diera soporte
y que solo se mantuvo mientras desempeñó un cargo
político.[15]

Los intelectuales desarrollaron otra ruta en el
tránsito de la sociedad civil a la política. Ellos
conformaron grupos de
presión ante el gobierno fujimorista y se liberaron de
los mismos al asumir funciones de gobierno durante la
gestión de Toledo. Cuando los intelectuales asumieron
cargos gubernamentales afectaron su comportamiento y presencia.
De alguna manera son reducidos al entorno inmediato del poder
central como en el caso de Lynch o acallados como en el caso de
Blondet.

Estos líderes asumen en la actualidad una
posición expectante respecto a los logros del gobierno.
Están buscando una oportunidad para retomar el liderazgo
perdido en la escena política.

Conclusiones

Hablando de liderazgo y enfocado a nuestra realidad considero
por ello he creído pertinente en esta oportunidad
reflexionar en voz alta sobre los ingredientes que generan este
indiscutible orgullo arequipeño que sentimos quienes
tenemos el privilegio de ser o sentirnos arequipeños,
aún cuando no haya sido Arequipa nuestro lugar de
nacimiento.

Comparto con  el sociólogo José Luis Vargas
que la geografía de su territorio, la producción intelectual de sus creadores y
la rebeldía de su pueblo son factores indiscutibles del
orgullo arequipeño.

En efecto, esa conjunción urbano-rural de su
geografía que tanto destacaron Víctor Andrés
Belaúnde y José Luis Bustamante y Rivero es la que
ha generado un especial comportamiento social y cultural
expresado en su habla, comida, costumbres  y arquitectura.

Por otra parte,  la  inspiración motivada por
el paisaje, las vivencias y la gloriosa historia  de las
gestas mistianas,  ha dado como resultado que en todos los
campos de la intelectualidad y del arte hayan
surgido arequipeños universales y trascendentes por sus
obras de indiscutible calidad. A ellos se agregan las glorias del
deporte que han
hecho  vibrar a las multitudes a lo largo y ancho del
país.

Pero es quizá la rebeldía  del pueblo de
Arequipa lo que más enorgullece a los arequipeños y
creo que con lógica
razón. Flora Tristán describió el
espíritu guerrero de Arequipa cuando dice que "Mientras en
Lima cuando sonaba un tiro se cerraban todas las puertas, en
Arequipa la gente salía a las calles a preguntar por
qué es la revolución". Por su parte, Jorge Basadre
señaló que Arequipa es la gran protagonista del
período republicano por su espíritu rebelde y
revolucionario.

Yo creo que aparte de esos indiscutibles factores  hay
otros no menos importantes que nos hacen sentir privilegiados por
ser o sentirnos arequipeños.

Entre ellos debemos señalar la capacidad de liderazgo
de destacados políticos arequipeños que han dejado
una huella indeleble de honestidad fuese
cual fuese su ideología o partido. Esa conducta del
arequipeño líder ha enorgullecido siempre a su
pueblo, porque su ejemplo ha trascendido las generaciones.Pero la
capacidad de liderazgo no sólo ha sido individual. La
historia muestra evidencias del
liderazgo de Arequipa como pueblo levantado en proclamas y 
protestas  y en armas,
 cuando fue necesario, para enderezar los entuertos de malos
gobiernos, para canalizar las aspiraciones regionales de
desarrollo y progreso y para impedir  que la
corrupción y las promesas incumplidas se conviertan en
costumbre y veneno de la sociedad.

Ejemplos tenemos en abundancia. Después de la
Independencia el área del sur andino encabezado por
Arequipa desarrolló lazos productivos y comerciales. La
poderosa influencia del sur con Arequipa a la cabeza se deja
sentir en la política nacional, logrando que en 1865 se
construya el ferrocarril del sur, el más extenso del
Perú en el siglo XIX. En esa época el sur liderado
por  Arequipa resultó se mas eficaz que la
región central con Lima a la cabeza.

A comienzos del siglo XX surge en Arequipa el
Partido Liberal Independiente con Francisco Mostajo y Lino
Urquieta quienes propusieron transformaciones radicales que el
gobierno de José Pardo las consideró  en su
gobierno de 1915 a 1919.

Arequipa siempre fue líder de la
descentralización. La insurgencia militar de
Sánchez Cerro en 1930 reivindicó el descentralismo
por presión de los arequipeños.No debemos olvidar
que el manifiesto de la reivindicación de 1930 lo
escribió José Luis Bustamante y Rivero, que en
Julio de 1931 se formó una Liga Autonomista inspirada por
el arequipeño Manuel J. Bustamante de la Fuente y que en
la Constitución de 1933 el capítulo referente a los
Consejos Departamentales se incluyó por la decidida
participación del Sur, participación que
también fue decisiva en la promulgación de la Ley
Descentralista de 1935.

Y a si a más ejemplos vamos, no olvidemos
las gestas heroicas de 1950 y 1955 en la que Arequipa hizo
remecer la dictadura del General Odria y logró que las
manifestaciones y la democrática competencia de los
partidos volviera a las calles, luego de obligarlo a derogar la
draconiana Ley de Seguridad  Interior, que fue el marco
Legal de aquel ochenio.

A esta altura de mi intervención deseo
detenerme en una reflexión.Arequipa no es patrimonio de
ninguna etnia, de
ninguna raza, de ninguna clase ni de ninguna creencia o
ideología política. Arequipa es mestiza,
pluricultural y patrimonio del Perú, porque los valores
que caracterizan a su pueblo son universales y no tienen color, porque sus
creaciones artísticas las asumen  y las viven todos
aquellos que penetran en la esencia  de su mensaje que no
identifica ni representa clases
sociales ni razas, pues están cimentadas en los
más nobles sentimientos que crecen en límpidos
campos regados por cristalinos manantiales y que proyectan imagen
de justicia y paz. Arequipa está constituida por todos
aquellos que identificados con  su tradición, hacen
de la dignidad y la
honestidad su patrón de conducta.

¡Ay! De aquellos que aún habiendo nacido en
Arequipa han hecho escarnio de la dignidad, de la honradez, de la
honestidad, de la ética.
Esos sujetos no tienen el derecho de llamarse arequipeños
aunque transmitan un apellido tradicional y serán siempre
condenados por la historia y por Arequipa.

Referirnos a tantos valores propios de Arequipa siempre trae a
nuestra memoria
personajes inolvidables cuya vida son ejemplo permanente. Dentro
de ellos voy a referirme a dos. En primer lugar y con el permiso
de todos los presentes, porque es posible que muchos de ustedes
conozcan de el más que yo, voy a referirme a nuestro
Mariano Melgar. Poeta, músico, pintor, guerrero,
astrónomo, místico y sobre todo, patriota. Mariano
Melgar reúne todas las virtudes de su pueblo
arequipeño: romanticismo,
valor moral,
gran voluntad, mente lúcida, gran amor por el
terruño, profundo patriotismo, rebeldía y culto por
la Libertad.

Bibliografía o referencias
bibliográficas

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    Central, Buenos Aires, Argentina, 1991.

  • Cavides, Miguel; "Dinámicas de Grupos", Editorial
    Indo—American Press Service, Bogotá, Colombia,
    1986.

  • Para este tema del Liderazgo, todas las obras de Wayne
    Dyer y Anthony Robbins son recomendables, especialmente: de
    Dyier "La fuerza de creer" y de Robbins "Despertando el
    gigante que llevamos dentro" conocida también en
    español con el nombre de "Controle su destino", ambas
    con muy numerosas ediciones.

 

 

 

 

Autor:

Patricia A Rodríguez Vargas

Monografias.com

Universidad Andina Néstor Cáceres
Velásquez

ESCUELA DE POSTGRADO MAESTRÍA EN
ADMINISTRACIÓNMención: GERENCIA DE
SERVICIOS DE
SALUD

Profesor: Mg. Deymor B. Centty Villafuerte

2009

[1] Senge, Peter: "La quinta disciplina".
Granica / Vergara. Buenos Aires.
1990 Dilts, Robert: Visionary Leadership Skills. Meta
Publications, Capitola, Cal. 1997

[2] Coper R. K. y Sawaf, A.: La inteligencia
emocional aplicada al liderazgo y a las organizaciones. Ed.
Norma Bogotá. 1998

[3] Heifetz, Ronald A.: Liderazgo sin
Respuestas fáciles. Paidos, Estado y Sociedad.
Barcelona. 1997 Bennis, Warren: "On becoming leader".
Adisson-Wessley Publishing Company. Inc., Massachusetts, 1989.
Hay traducción al español.

[4] Deep, Sam y Sussman, Lyle: Claves para
Ejecutivos en Acción", Editorial Atlántida,
Buenos Aires, Argentina, 1997. de la Bedoyere, Quentin;
"Influencia, Poder y Persuasión en los Negocios",
Ediciones Granica, Barcelona, España,
1992.

[5] Messing, Bob; "El TAO de la
Administración. Filosofía Práctica del Nuevo
Liderazgo", Editorial Selector, México, México,
1990.

[6] Rosener, Lynn y Schwartz, Peter:"Women
Leadership and the 80´s.What Kind of leaders do we need?,
en "The report: Round Table on New Leadership in the Public
Interest", Nueva York. NOW Legal Defense and Education Fund.
Octubre, 1980

[7] Para este tema del Liderazgo, todas las
obras de Wayne Dyer y Anthony Robbins son recomendables,
especialmente: de Dyier "La fuerza de creer" y de Robbins
"Despertando el gigante que llevamos dentro" conocida
también en español con el nombre de "Controle su
destino", ambas con muy numerosas ediciones.

[8] Bristol, Claude M.; "El Poder de la
Voluntad", Editorial Central, Buenos Aires, Argentina, 1991.
Cavides, Miguel; "Dinámicas de Grupos", Editorial
Indo-American Press Service, Bogotá, Colombia,
1986.

[9] Rosener, Lynn y Schwartz, Peter:"Women
Leadership and the 80´s.What Kind of leaders do we need?,
en "The report: Round Table on New Leadership in the Public
Interest", Nueva York. NOW Legal Defense and Education Fund.
Octubre, 1980

[10] Peters, J.T y Waterman, H.R.: "En busca
de la Excelencia". Ed. Norma. Bogotá. 1992. Bristol,
Claude M.; "El Poder de la Voluntad", Editorial Central, Buenos
Aires, Argentina, 1991.

[11] Garfield, Charles A. y Bennett, Hal
Zina; "Rendimiento Máximo – Técnicas
de entrenamiento
mental de los grandes campeones", Ediciones Martínez
Roca, Barcelona, España, 1987.

[12] Cornejo, Miguel Ángel; "Valores
de Excelencia para Triunfar", Tomo I, Editorial Grad,
México, México, 1996. O´Donell, Ken:
Endocalidad. Paidos Ibérica. Barcelona. 1999

[13] Handscombe, Richard y Norman, Philip:
Liderazgo Estratégico. Mc Graw Hill Interamericana de
España. Madrid, 1993
Blanchard, K, Zigarmi P. y Zigarmi, D: El Líder
Ejecutivo al minuto. Grijalbo, México.1986 Barnes, Tony:
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[14] Garfield, Charles A. y Bennett, Hal
Zina; "Rendimiento Máximo – Técnicas de
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Martínez Roca, Barcelona, España, 1987.

[15] Deep, Sam y Sussman, Lyle: Claves para
Ejecutivos en Acción", Editorial Atlántida,
Buenos Aires, Argentina, 1997. de la Bedoyere, Quentin;
"Influencia, Poder y Persuasión en los Negocios",
Ediciones Granica, Barcelona, España, 1992.

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