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Modelos económicos de producción (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Aquí solo señalaremos los rasgos
económicos fundamentales y más generales del modo
de producción esclavista que nos permitan una
mayor comprensión de su funcionamiento.

En el esclavismo
aparece y se desarrolla la propiedad
privada de los medios de
producción. La propiedad se da sobre el producto total
y sobre el propio productor.

Se definen dos clases
sociales antagónicas y fundamentales: los esclavistas
que son los dueños de los medios de producción y
los esclavos que no son propietarios de los medios de
producción.

La aparición de estas dos clases se debe a la
producción y desarrollo del
excedente económico del cual se apropia una clase social
convirtiéndose en poseedora de los medios de
producción.

Esta apropiación de los medios de
producción permite la explotación del hombre por
el hombre y el
aumento de la producción y productividad.

La base de la producción es el esclavo que
realiza las actividades productivas.

Las fuerzas productivas se desarrollan ampliamente
durante el modo de producción esclavista algunas de las
pruebas
son:

  • El desarrollo de la agricultura en Egipto
    alcanzó niveles muy altos, estableciéndose
    nuevos cultivos como el trigo, la avena y el mijo.

  • La construcción alcanzó grandes
    niveles; prueba de ello son las pirámides y las tumbas
    egipcias.

  • Se desarrolla la ganadería, cobrando auge la
    curaduría de pieles usadas para vestir, como ornamento
    y auxiliar en la construcción.

  • Es notable la utilización de piedras
    preciosas como rubíes y diamantes para producir
    taladros y otros instrumentos para cortar y
    perforar.

  • Los sistemas de riego fueron muy importantes en la
    época, abarcando la captación,
    conducción y distribución del agua para la
    agricultura y la ganadería.

El comercio se
desarrollo ampliamente en el esclavismo, apareciendo un grupo de gente
que se va a dedicar a esta actividad: los mercaderes. Asimismo,
apareció y se desarrollo la moneda que facilita el
intercambio de productos. Las
relaciones sociales de producción esclavas fueron de
explotación, basadas en la propiedad privada de los medios
de producción, del producto total y del
productor.

La sociedad
esclavista alcanzó su máximo esplendor en Grecia y
posteriormente en el imperio Romano
(el esclavismo duró hasta la desintegración del
imperio Romano aproximadamente hacia el siglo V de nuestra
era.)

El trabajo de los
esclavos no era altamente productivo debido a su escaso interés
por el trabajo y
porque nada les pertenecía. Se requería, una gran
cantidad de esclavos, para que fuera rentable su
explotación todo esto originó rebeliones de
esclavos que no estaban de acuerdo con su posición y
querían cambiar para mejorar. En esta etapa se da el
periodo de transición del esclavismo al feudalismo.

"Surgió la necesidad histórica de
sustituir las relaciones de producción esclavista por
otras que modificasen la situación de los esclavos, la
principal fuerza
productiva de la sociedad".

Muchos esclavos fueron liberados,
repartiéndoseles la tierra para
que la cultivaran a cambio de un
tributo. Estos esclavos liberados son los colonos que son los
antecesores de los campesinos siervos medievales.

Así comenzó el modo feudal de
producción.

FEUDALISMO

Se denomina feudalismo a la
organización social, política y
económica basada en el feudo que predominó en la
Europa occidental
entre los siglos IX y XV. Se trataba de propiedades de terrenos
cultivados principalmente por siervos, parte de cuya
producción debía ser entregada en concepto de
"censo" (arriendo) al amo de las tierras, en la mayoría de
los casos un pequeño noble (señor) nominalmente
leal a un rey.

Definición de feudalismo

Existen en general dos definiciones de
feudalismo:

– Definición institucionalista (por F.L.
Ganshof): Designa un conjunto de instituciones
que respaldan compromisos generalmente militares, entre un hombre
libre, el vasallo (vasallus, vassus) y un hombre libre en
situación superior. El primero recibe del segundo un feudo
(feodum, feudum) para su mantenimiento.

Puede definirse el feudalismo como un conjunto de
instituciones que crean y rigen obligaciones
de obediencia y servicio
–principalmente militar– por parte de un hombre
libre, llamado "vasallo", hacia un hombre libre llamado
"señor", y obligaciones de protección y
sostenimiento por parte del "señor" respecto del
"vasallo", dándose el caso de que la obligación de
sostenimiento tuviera la mayoría de las veces como efecto
la concesión, por parte del señor al vasallo, de un
bien llamado "feudo".

– Definición marxista: Un modo de
producción con unas peculiares formas de relación
socioeconómica, situado entre el esclavismo de la
Antigüedad y el capitalismo
moderno. Concretamente, se lo entiende como un conjunto de
relaciones de producción y dependencia entre el campesino y el
señor, propietario de la tierra que
aquél usufructúa, en un momento de predominio de la
agricultura
como fuente de riqueza.

Un sistema bajo el
cual el status económico y la autoridad
estaban asociados con la tenencia de la tierra y en el que el
productor directo (que a su vez era poseedor de algún
terreno) tenía la obligación, basada en la ley o el derecho
consuetudinario, de dedicar cierta parte de su trabajo o de su
producción en beneficio de su superior feudal.

– El Feudalismo se puede entender también como la
ruptura de todas las estructuras de
poder Antiguo,
en un sistema de fragmentación de la tierra donde el
Señor es juez, administrador y
militar de la misma. Todos los señores responden al
monarca. Los campesinos ofrecen sus servicios y
labran la tierra a cambio de la protección del
señor feudal, y entre los señores se forman las
relaciones feudovasalláticas antes mencionadas.

La postura habitual entre los medievalistas distingue
dos procesos:

– Un complejo de compromisos militares, que, junto con
la disgregación del poder político, conlleva una
privatización de funciones
públicas en beneficio de una minoría de libres
privilegiados.

Uso del término "feudalismo"

El fracaso del proyecto
político centralizador de Carlomagno llevó, en
ausencia de ese contrapeso, a la formación de un sistema
político, económico y social que los
historiadores han convenido en llamar feudalismo, aunque en
realidad el nombre nació como un peyorativo para designar
del Antiguo Régimen por parte de sus críticos
ilustrados. La Revolución
Francesa suprimió solemnemente "todos los derechos feudales" en la
noche del 4 de agosto de 1789 y "definitivamente el
régimen feudal", con el decreto del 11 de
agosto.

La generalización del término permite a
muchos historiadores aplicarlo a las formaciones sociales de todo
el territorio europeo occidental, pertenecieran o no al Imperio
Carolingio. Los partidarios de un uso restringido, argumentando
la necesidad de no confundir conceptos como feudo, villae,
tenure, o señorío lo limitan tanto en espacio
(Francia, Oeste
de Alemania y
Norte de Italia) como en
el tiempo: un
"primer feudalismo" o "feudalismo carolingio" desde el siglo VIII
hasta el año 1000 y un "feudalismo clásico" desde
el año 1000 hasta el 1240, a su vez dividido en dos
épocas, la primera, hasta el 1160 (la más
descentralizada, en que cada señor de castillo
podía considerarse independiente); y la segunda, la propia
de la "monarquía feudal"). Habría incluso
"feudalismos de importación": la Inglaterra
normanda desde 1066 y los estados latinos de oriente creados
durante las Cruzadas (siglos XII y XIII).

Otros prefieren hablar de "régimen" o "sistema
feudal", para diferenciarlo sutilmente del feudalismo estricto, o
de síntesis
feudal, para marcar el hecho de que sobreviven en ella rasgos de
la antigüedad clásica mezclados con contribuciones
germánicas, implicando tanto a instituciones como a
elementos productivos, y significó la especificidad del
feudalismo europeo occidental como formación
económico social frente a otras también feudales,
con consecuencias trascendentales en el futuro devenir
histórico.[4] Más dificultades hay para el uso del
término cuando nos alejamos más: Europa Oriental
experimenta un proceso de
"feudalización" desde finales de la Edad Media,
justo cuando en muchas zonas de Europa Occidental los campesinos
se liberan de las formas jurídicas de la servidumbre, de
modo que suele hablarse del feudalismo polaco o ruso. El Antiguo
Régimen en Europa, el Islam medieval o
el Imperio
Bizantino fueron sociedades
urbanas y comerciales, y con un grado de centralización política variable,
aunque la explotación del campo se realizaba con
relaciones sociales de producción muy similares al
feudalismo medieval. Los historiadores que aplican la metodología del materialismo
histórico (Marx
definió el modo de producción feudal como el
estadio intermedio entre el esclavista y el capitalista) no dudan
en hablar de "economía feudal" para referirse a ella,
aunque también reconocen la necesidad de no aplicar el
término a cualquier formación social preindustrial
no esclavista, puesto que a lo largo de la historia y de la geografía han
existido otros modos de
producción también previstos en la
modelización marxista, como el modo de producción
primitivo de las sociedades poco evolucionadas, homogéneas
y con escasa división social -como las de los mismos
pueblos germánicos previamente a las invasiones- y el modo
de producción asiático o despotismo
hidráulico -Egipto
faraónico, reinos de la
India o
Imperio Chino- caracterizado por la tributación de las
aldeas campesinas a un estado muy
centralizado.[5] En lugares aún más lejanos se ha
llegado a utilizar el término feudalismo para describir
una época. Es el caso de Japón y
el denominado feudalismo japonés, dadas las innegables
similitudes y paralelismos que la nobleza feudal europea y su
mundo tiene con los samuráis y el suyo (véase
también shogunato, han y castillo japonés).
También se ha llegado a aplicarlo a la situación
histórica de los periodos intermedios de la historia de
Egipto, en los que, siguiendo un ritmo cíclico milenario,
decae el poder central y la vida en las ciudades, la
anarquía militar rompe la unidad de las tierras del Nilo,
y los templos y señores locales que alcanzan a controlar
un espacio de poder gobiernan en él de forma independiente
sobre los campesinos obligados al trabajo.

Antecedentes

El sistema feudal europeo tiene sus antecedentes en el
siglo V, al caer el Imperio romano. El colapso del Imperio
acaeció básicamente por su extensión y la
incapacidad del emperador para controlar todas sus provincias,
sumado a las cada vez más numerosas incursiones de pueblos
bárbaros que atacaban y saqueaban las provincias
más retiradas del imperio. Esto provocó que los
emperadores necesitaran gente para defender sus grandes terrenos
y contrataran caballeros o nobles (precursores del modelo de
señor feudal), éstos contrataran vasallos,
villanos, etc. Se llegó incluso a contratar a jefes y
tropas mercenarias de los mismos pueblos
"bárbaros".

A partir del siglo X no queda resto de imperio alguno
sobre Europa. La realeza, sin desaparecer, ha perdido todo el
poder real y efectivo, y sólo conserva una autoridad
sobrenatural remarcada por las leyendas que
le atribuyen carácter religioso o de
intermediación entre lo divino y lo humano. Así, el
rey no gobierna, sino que su autoridad viene, a los ojos del
pueblo, de Dios, y es materializado e implementado a
través de los pactos de vasallaje con los grandes
señores, aunque en realidad son éstos quienes
eligen y deponen dinastías y personas. En el plano micro,
los pequeños nobles mantienen tribunales feudales que en
la práctica compartimentalizan el poder estatal en
pequeñas células.

Un nuevo poder

La Iglesia
Católica abarcadora de todos los bienes
llamados limosnas, conocedora de la fragilidad de los reinos y
del poder que ella misma tiene en esa situación, durante
los concilios de Charroux y de Puy consagra a los prelados y
señores como jefes sociales y sanciona con graves penas la
desobediencia de estas normas. Los
señores, a partir de ese momento, "reciben el poder de
Dios" y deben procurar la paz entre ellos, pacto que debe renovar
generación tras generación.

Se conforma así un modelo en el que la "gente
armada" adquiere determinados compromisos sobre la base de
juramentos y deben proteger el orden creado, y los
eclesiásticos que forman la moral
social y se encuentran salvaguardados por los
señores.

Entorno, tareas y división de la nueva
sociedad

El castillo encaramado sobre un alto será la
representación del poder y la fuerza. En principio,
baluarte que se daban las poblaciones para protegerse de las
depredaciones. Luego, hogar del señor y lugar de
protección de los vasallos en los conflictos.
Desde allí se administra justicia a
todos cuantos se encuentran sujetos. En un principio, las
personas libres están sometidas a unas mínimas
normas de obediencia, defensa mutua y servicios prometidos. Los
demás son siervos.

En los países donde la dominación romana
duró más tiempo (Italia, Hispania, Provenza), las
ciudades se conservan, si bien con menor importancia
numérica, pero a salvo de señoríos. En los
países, más al norte, donde los romanos se
asentaron menos tiempo o con menor intensidad, la
reducción de la población en las ciudades llegó a
hacer desaparecer los pocos núcleos importantes que
había y el feudalismo se implanta con más
fuerza.

La sociedad se encuentra entonces con tres
órdenes que, según la propia Iglesia, son mandatos
de Dios y, por tanto, fronteras sociales que nadie puede cruzar.
La primera clase u orden es la de los que sirven a Dios, cuya
función
es la salvación de todas las almas y que no pueden
encomendar su tiempo a otra tarea. La segunda clase es la de los
combatientes, aquellos cuya única misión es
proteger a la comunidad y
conservar la paz. La tercera clase es la de los que laboran, que
con su esfuerzo y trabajo deben mantener a las otras dos
clases.

El vasallaje y el feudo

Dos instituciones eran claves para el feudalismo: por un
lado el vasallaje como relación
jurídico-política entre señor y vasallo, un
contrato
sinalagmático (es decir, entre iguales, con requisitos por
ambas partes) entre señores y vasallos (ambos hombres
libres, ambos guerreros, ambos nobles), consistente en el
intercambio de apoyos y fidelidades mutuas (dotación de
cargos, honores y tierras -el feudo- por el señor al
vasallo y compromiso de auxilium et consilium -auxilio o apoyo
militar y consejo o apoyo político-), que si no se
cumplía o se rompía por cualquiera de las dos
partes daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía se
complicaba de forma piramidal (el vasallo era a su vez
señor de vasallos); y por otro lado el feudo como unidad
económica y de relaciones sociales de producción,
entre el señor del feudo y sus siervos, no un contrato
igualitario, sino una imposición violenta justificada
ideológicamente como un quid pro quo de protección
a cambio de trabajo y sumisión.

Por tanto, la realidad que se enuncia como relaciones
feudo-vasalláticas es realmente un término que
incluye dos tipos de relación social de naturaleza
completamente distinta, aunque los términos que las
designan se empleaban en la época (y se siguen empleando)
de forma equívoca y con gran confusión
terminológica entre ellos:

El vasallaje era un pacto entre dos miembros de la
nobleza de distinta categoría. El caballero de menor rango
se convertía en vasallo (vassus) del noble más
poderoso, que se convertía en su señor (dominus)
por medio del Homenaje e Investidura, en una ceremonia
ritualizada que tenía lugar en la torre del homenaje del
castillo del señor. El homenaje (homage) -del vasallo al
señor- consistía en la postración o
humillación -habitualmente de rodillas-, el osculum
(beso), la inmixtio manum -las manos del vasallo, unidas en
posición orante, eran acogidas entre las de el
señor-, y alguna frase que reconociera haberse convertido
en su hombre. Tras el homenaje se producía la investidura
-del señor al vasallo-, que representaba la entrega de un
feudo (dependiendo de la categoría de vasallo y
señor, podía ser un condado, un ducado, una
marca, un
castillo, una población, o un simple sueldo; o incluso un
monasterio si el vasallaje era eclesiástico) a
través de un símbolo del territorio o de la
alimentación que el señor debe al
vasallo -un poco de tierra, de hierba o de grano- y del
espaldarazo, en el que el vasallo recibe una espada (y unos
golpes con ella en los hombros), o bien un báculo si era
religioso.

El homenaje y la investidura

La figura del Homenaje adquiere mayor relevancia entre
los siglos XI al XIII, destinándose la parte más
noble del castillo para ello, la torre, y en el ceremonial
participaban dos hombres: el vasallo que, arrodillado, destocado
y desarmado frente al señor con las manos unidas en prueba
de humildad y sometimiento, espera que éste le recoja y lo
alce, dándose ambos un reconocimiento mutuo de apoyo y un
juramento de fidelidad. El señor le entregará el
feudo en pago por sus servicios futuros, que generalmente
consistía en bienes inmuebles: Grandes extensiones de
terreno, casi siempre de labranza. El juramento y el vasallaje
será de por vida.

La entrega del feudo o algún elemento que lo
represente constituye la investidura y se realizaba
inmediatamente después del homenaje. El régimen
jurídico de entrega es, de forma general, un usufructo
vitalicio, aunque también podía ser en bienes
materiales,
pero que con el tiempo se convirtió en una ligazón
de familias entre el señor y sus vasallos, pudiendo
heredarse el feudo siempre que los herederos renovaran sus votos
con el señor. Sin embargo, el señor feudal
tenía derecho a revocar el feudo a su vasallo si
éste no se comportaba como tal, o demostraba algún
signo de deslealtad, como conspirar contra él, no cumplir
entregando las tropas de su feudo en caso de guerra, etc.,
ya que cometía el delito de
felonía. A un felón se le consideraba un mal
vasallo y una persona de la que
desconfiar. En el sistema feudal, la felonía era una
terrible mancha de por vida en la reputación de un
caballero

La encomienda. La organización del feudo

La encomienda, encomendación o patrocinio
(patrocinium, commendatio, aunque era habitual utilizar el
término commendatio para el acto del homenaje o incluso
para toda la institución del vasallaje) eran pactos
teóricos entre los campesinos y el señor feudal,
que podían también ritualizarse en una ceremonia o
-más raramente- dar lugar a un documento. El señor
acogía a los campesinos en su feudo, que se organizaba en
una reserva señorial que los siervos debían
trabajar obligatoriamente (sernas o corveas) y en el conjunto de
las pequeñas explotaciones familiares (mansos) que se
atribuían a los campesinos para que pudieran subsistir.
Obligación del señor era protegerles si eran
atacados, y mantener el orden y la justicia en el feudo. A
cambio, el campesino se convertía en su siervo y pasaba a
la doble jurisdicción del señor feudal: en los
términos utilizados en España en
la Baja Edad Media, el señorío territorial, que
obligaba al campesino a pagar rentas al noble por el uso de la
tierra; y el señorío jurisdiccional, que
convertía al señor feudal en gobernante y juez del
territorio en el que vivía el campesino, por lo que
obtenía rentas feudales de muy distinto origen (impuestos,
multas, monopolios, etc.). La distinción entre propiedad y
jurisdicción no era en el feudalismo algo claro, pues de
hecho el mismo concepto de propiedad era confuso, y la
jurisdicción, otorgada por el rey como merced,
ponía al señor en disposición de obtener sus
rentas. No existieron señoríos jurisdiccionales en
los que la totalidad de las parcelas pertenecieran como propiedad
al señor, siendo muy generalizadas distintas formas de
alodio en los campesinos. En momentos posteriores de
despoblamiento y refeudalización, como la crisis del
siglo XVII, algunos nobles intentaban que se considerasen
despoblados completamente de campesinos un señorío
para liberarse de todo tipo de cortapisas y convertirlo en coto
redondo re convertible para otro uso, como el
ganadero.

Junto con el feudo, el vasallo recibe los siervos que
hay en él, no como propiedad esclavista, pero tampoco en
régimen de libertad;
puesto que su condición servil les impide abandonarlo y
les obliga a trabajar. Las obligaciones del señor del
feudo incluyen el mantenimiento del orden, o sea, la
jurisdicción civil y criminal (mero e mixto imperio en la
terminología jurídica reintroducida con el Derecho Romano
en la Baja Edad Media), lo que daba aún mayores
oportunidades para obtener el excedente productivo que los
campesinos pudieran obtener después de las obligaciones de
trabajo -corveas o sernas en la reserva señorial- o del
pago de renta -en especie o en dinero, de
circulación muy escasa en la Alta Edad Media, pero
más generalizada en los últimos siglos medievales,
según fue dinamizándose la economía-. Como
monopolio
señorial solían quedar la explotación de los
bosques y la caza, los caminos y puentes, los molinos, las
tabernas y tiendas. Todo ello eran más oportunidades de
obtener más renta feudal, incluidos derechos
tradicionales, como el ius prime noctis o derecho de pernada, que
se convirtió en un impuesto por
matrimonios, buena muestra de que es
en el excedente de donde se extrae la renta feudal de forma
extraeconómica (en este caso en la demostración de
que una comunidad campesina crece y prospera).

Los estamentos sociales

La división en tres órdenes se
subdividía a su vez en estamentos compactos y
perfectamente delimitados.

En una primera división, se encuentra el grupo de
los privilegiados, todos ellos señores,
eclesiásticos o caballeros. En la cúspide se
hallaba el Rey, después el Alto Clero integrado por
arzobispos, obispos y abades y el Bajo Clero formado por los
curas y sacerdotes, y por último la nobleza. Es este grupo
de privilegiados el que forma los señores y los
caballeros, y éstos últimos a su vez podían
ser señores de otros caballeros, dependiendo de su poder y
de la capacidad de subinfeudar sus tierras. El Alto Clero,
además de las tareas que dentro de los tres órdenes
le habían sido encomendadas, la guía espiritual y
sostener la doctrina moral que
mantenía el feudalismo, podían ser a su vez
señores y entregar parte de sus bienes para la defensa de
su comunidad. Los privilegiados no pagaban impuestos.

Los no privilegiados eran la burguesía, los
artesanos, los sirvientes y los campesinos, que se
subdividían a su vez en colonos y aldeanos. A éstos
correspondía el sometimiento a la tierra y, por tanto, a
quien de ella dependiera, trabajándola y entregando una
parte de sus frutos al señor, o bien, en el caso de
artesanos y burgueses, debían obediencia a quien les
garantizaba la defensa de la ciudad y la entrega de bienes o
dinero.

Los eclesiásticos

El Alto Clero estuvo siempre dominado por el episcopado,
cuyos poderes terrenales eran equiparables a los de cualquier
señor laico. En un primer momento, los monjes, todos
pertenecientes al Bajo Clero, quedaban dentro del ámbito
de poder de los obispos; más tarde, serían los
abades quienes terminarían por delimitar su autoridad
sobre los miembros de las órdenes monásticas,
quedando los sacerdotes en el ámbito de la diócesis
episcopal.

En las abadías, se fueron perfilando modelos
distintos: por un lado, aquéllas que no eran poseedoras de
grandes propiedades y que dependían para su supervivencia
de las limosnas de los fieles, y de algunos predios entregados
por los señores del lugar para garantizar el sustento de
la comunidad religiosa. La necesidad de dinero favorece que sea
en este instante en el que la figura de la limosna es ensalzada
como deber fundamental para el creyente y camino para la
salvación del alma.

Otros monasterios poseían extensas propiedades y
el abad actuaba como un señor feudal, en algunos casos
incluso nombrando caballeros que le protejan o favoreciendo la
creación de órdenes religioso-militares de gran
poder. Sea como fuere, en éstos el dinero
proviene de las rentas que son entregadas por los siervos,
generalmente en especie, así como de las aportaciones,
muchas de ellas generosas, y a veces interesadas, de otros
señores. La necesidad de mantener una buena
relación con el abad de un monasterio poderoso
favorecerá que otros señores entreguen ofrendas de
alto valor y ayuden
a la construcción y embellecimiento de iglesias
y catedrales que simbolizaban el poder.

El diferente destino de los eclesiásticos
venía determinado por su ascendencia social. Se trata del
estamento social más abierto, pues cualquier persona libre
puede incorporarse al mismo pagando una cantidad de dinero dote.
Éste será el elemento que determine dentro del
estamento la posición que, efectivamente, va a ocupar cada
uno. Los hijos de los señores que se integran dentro de la
iglesia aportarán cuantiosas sumas que garantizan, no
sólo su supervivencia de por vida, sino un incremento
patrimonial notable para el cabildo catedralicio o monasterio en
el que se integran, y un rango alto de los donantes dentro del
sistema. Son éstos los que ocuparán más
tarde los cargos obispales. Por otro lado, los clérigos
serán los hijos de los campesinos y, en general, de los no
privilegiados, y cuyas funciones, además de las
religiosas, estarán limitadas al ora et labora. Esta
práctica degeneró en la práctica de
compraventa de cargos eclesiásticos llamada
simonía.

La caballería

La obligación primordial del vasallo era cumplir
con los deberes militares, sobre todo la defensa del señor
y sus bienes, pero también la defensa del propio feudo y
de los siervos que en él se encontraban. Una
obligación pareja era aportar una parte mínima de
los tributos
recaudados al señor para engrandecer sus propiedades. El
caballero no tenía en realidad un dueño, ni estaba
sometido a poder político alguno, de ahí que se
encontrasen caballeros que luchaban en las filas de un rey un
día, y al siguiente en las de otro. Su deber real era para
con el señor a quien le unía un espíritu de
camaradería.

En el siglo IX aún se usaba el término
milites para hacer referencia a los caballeros, aunque pronto los
idiomas locales fueron gestando términos propios que se
agrupaban en "jinetes" o "caballeros". Su importancia fue en
aumento al prescindirse cada vez más de la
infantería. El caballero debía proveerse de
caballo, armadura y armas, y disponer
de tiempo de ocio para cumplir su misión.

Aunque abierto al principio, el estamento de los
caballeros tendió a cerrarse, convirtiéndose en
hereditario. Con el tiempo, los caballeros eran ordenados al
terminar la adolescencia
por un compañero de armas en una ceremonia sencilla. En
este momento ya no importa la fortuna, sino la ascendencia,
creándose diferencias notables entre los mismos. Los
más pobres disponen de un pequeño terreno, y ocupan
su tiempo entre las labores propias del campesino y la guerra.
Los más poderosos, que disponen de tierras y fortuna,
comenzarán a formar la auténtica nobleza,
concentrando poder económico y militar

La caballería en los reinos de
Hispania

En los reinos peninsulares, los reyes, siempre
necesitados de tropa para enfrentarse a los moros, promueven la
caballería entre sus súbditos de modo muy sencillo:
Se denominaba caballero aquél capaz de mantener un
caballo, cosa para la que se requería una mínima
fortuna, pues el caballo no sirve para las tareas del campo. Al
cabo de tres o cuatro generaciones, manteniendo un caballo, se
adquiría la calidad de
hidalgo (hijo de alguien). Ésta es la razón por la
que Alonso Quijano, don Quijote,
tuviera un caballo flaco: para seguir llamándose hidalgo y
el hecho de que quisiera ser armado "caballero", una burla
más de Cervantes que
entendían quienes, en la época, sabían que
hidalgo era más que caballero.

Tener un caballo suponía poder participar en las
guerras del
rey y, comportándose valientemente, optar a la posibilidad
de que el rey le concediera mercedes.

Esta organización, mucho más permeable
socialmente, tuvo dos consecuencias: fortalecer el poder real
frente a los nobles, puesto que el rey tenía
ejércitos sin necesitar su ayuda, y haciendo más
fuerte el poder real, hacer más poderoso el país,
como así ocurrió. Véanse las guerras civiles
entre Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique, cómo
el primero se apoya en las ciudades y el segundo en los nobles,
pero cambia de bando hacia las ciudades cuando derrota y mata a
Pedro.

Los no privilegiados

El conjunto de laicos libres que no pertenecen a la
reducida categoría caballeresca son los no privilegiados
en cuyo trabajo descansa el orden económico del
feudalismo.

El más numeroso grupo lo forman los campesinos
libres, que trabajan la tierra, generalmente ajena, o
pequeñas parcelas propias. Entre éstos sigue
habiendo diferencias, según se sea labrador que dispone de
una yunta de bueyes o mero peón. En algún caso
singular, campesinos libres llegan a poseer grandes extensiones
que les permitirán más tarde llegar a la
condición de terratenientes y, de ahí, a nobles,
pero serán situaciones excepcionales.

En cualquier caso, lo que les distingue como estamento,
como siervos, es su situación de dependencia frente a un
señor que no han elegido y que tiene sobre ellos el poder
de distribuir la tierra, administrar justicia, determinar los
tributos, exigirles obligaciones militares de custodia y
protección del castillo y los bienes del señor y
apropiarse como renta feudal de una parte sustancial del
excedente, en trabajo, en especie (porcentajes de la cosecha) o
dinero.

Los villanos

Recibían este nombre los habitantes de las villas
dedicados a la agricultura. Se distinguían dos clases: los
siervos (siervo) y los campesinos libres. Los siervos no eran
dueños de sus personas. Formaban parte de la tierra, por
lo cual se les llamaba siervos de la gleba. No podían
abandonar la tierra sin consentimiento del señor, lo mismo
para contraer matrimonio. Se
les podía vender junto con la tierra. Tenían,
además, que pagar por la tierra que cultivaban y servir
gratis al señor. Los campesinos libres podían
cambiar de lugar, contraer matrimonio, transmitir sus bienes. Sin
embargo, estaban obligados al servicio militar y a pagarle al
señor impuestos en dinero o en especie por el uso de la
tierra. La vida de los villanos era muy dura. A menudo se
veían acosados por el hambre y la peste. El sistema
feudal, desde el punto de vista político, inicia su
decadencia al comenzar las Cruzadas. Aun cuando desde el punto
vista social y económico en algunos países persiste
hasta nuestros días. El predominio absolutista de los
reyes y con la adquisición de libertades por parte de las
ciudades termina de poner fin al sistema.

Economía feudal

Las invasiones que sufre Europa durante más de
cien años (normandos, musulmanes,
eslavos) con la caída del Imperio romano y el posterior
debilitamiento del Imperio Carolingio frenarán la
actividad económica hasta las puertas del año
1000.

Es en este momento cuando se extienden modernas técnicas
agrícolas que, existiendo anteriormente, habían
quedado reducidas a pocos espacios territoriales. Entre ellos
cabe destacar el aumento en el uso de los molinos de agua como
fuerza motriz y de las acequias para riego, extendiendo los
cultivos y liberando mano de obra. Además, mejoran los
métodos de
enganche de los animales,
especialmente el caballo y el buey, cuya cría aumenta de
manera notable y permitirá disponer de animales de tiro en
abundancia. Los instrumentos de uso agrícola, como el
arado o la azada, generalmente de madera, son
sustituidos por otros de hierro.

La explotación agraria feudal era de
subsistencia. Los siervos cultivaban lo suficiente para
mantenerse a sí mismos y para pagar los diezmos a la
Iglesia y la renta al señor. De la recolecta se separaban
también las semillas necesarias para la siguiente siembra.
Los mercados urbanos
se abastecían con las porciones de los diezmos y la
renta.

Los cultivos se organizaban en torno a las
poblaciones en tres anillos. El primero y más cercano a la
población se dedicaba a las frutas y hortalizas. El
segundo era para los cereales, principal sustento de la
época. El tercer núcleo eran tierras de pasto y
monte explotadas de forma comunal. Los pastos comunales limitaban
por tanto la expansión de las tierras de cereales e
impedían ampliar la extensión cultivada
según la demanda de la
población.

La rotación de cultivos era el principal sistema
utilizado para evitar el deterioro de la tierra. Este método
consiste en dejar en barbecho (es decir, sin cultivar) una parte
de la tierra cada año para permitir su
regeneración. En las regiones mediterráneas se
usaba la rotación bienal, según el cual la mitad de
las tierras quedaba en barbecho cada año. En las regiones
europeas atlánticas se usaba la rotación trienal:
un tercio de la tierra para cereal de ciclo largo -de invierno-,
otro tercio para cereal de ciclo corto -verano- y el
último tercio en barbecho. La tierra que quedaba sin
cultivar se dedicaba a uso comunal, permitiendo que los animales
pastasen en ella (práctica conocida como derrota de las
mieses)

El aumento de la producción como consecuencia de
las innovaciones supone ya en el siglo XI una reducción de
las prestaciones
personales de los siervos a sus señores en cuanto a horas
de trabajo, sustituyéndose por el pago de una
cuantía económica o en especie. Se reducen las
tierras del señor y aumentan los arrendamientos. Al mismo
tiempo, los campesinos aumentan sus rentas disponibles y ganan en
independencia.

Se incrementa el número de tierras roturadas y
comienza el periodo de eliminación de los bosques
europeos, drenaje de las tierras empantanadas, la
extensión de los terrenos arados lejos de las aldeas y la
construcción dispersa de casas campesinas. Las mejores
tierras atraen a una mayor masa de población y se producen
migraciones en todo el centro de Europa. El crecimiento de la
población es notable a partir del 1050, llegándose
a duplicar la población de Inglaterra en 150 años y
se triplicará hacia el final de la Edad Media. En el siglo
XI las hambrunas han desaparecido.

A partir del siglo XII, la existencia de excedentes
incrementa el comercio más allá de las fronteras
del señorío. Las actividades comerciales permiten
que surja una incipiente burguesía, los mercaderes, que
debe realizar su trabajo pagando igualmente una parte de sus
beneficios en forma de tributos a los señores, que a su
vez incrementan con ello sus recursos. Las
rutas de peregrinaje son los nuevos caminos por donde se abre el
comercio. Roma,
Jerusalén o Santiago de Compostela son los destinos, pero
las comunidades situadas en sus vías de acceso florecen.
Las ciudades, burgos, son al mismo tiempo espacios de defensa y
de comercio conforme avanza el tiempo y se va gestando una nueva
sociedad que despegará en los siglos XIII y
XIV.

Caída del feudalismo

A partir del siglo XIII, la mejora de las
técnicas agrícolas y el consiguiente incremento del
comercio hizo que la burguesía fuera presionando para que
se facilitara la apertura económica de los espacios
cerrados de las urbes, se redujeran los tributos de peaje y se
garantizaran formas de comercio seguro y una
centralización de la
administración de justicia e igualdad de
las normas en amplios territorios que les permitieran desarrollar
su trabajo, al tiempo que garantías de que los que
vulnerasen dichas normas serían castigados con igual
dureza en los distintos territorios.

Las ciudades que abrían las puertas al comercio y
a una mayor libertad de circulación, veían
incrementar la riqueza y prosperidad de sus habitantes y las del
señor, por lo que con reticencias pero de manera firme se
fue diluyendo el modelo. Las alianzas entre señores eran
más comunes, no ya tanto para la guerra, como para
permitir el desarrollo
económico de sus respectivos territorios, y el rey fue
el elemento aglutinador de esas alianzas. El feudalismo
alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo
XIII; a partir de entonces inició su decadencia. El
subenfeudamiento llegó a tal punto que los señores
tuvieron problemas para
obtener las prestaciones que debían recibir. Los vasallos
prefirieron realizar pagos en metálico (scutagium, "tasas
por escudo") a cambio de la ayuda militar debida a sus
señores; a su vez éstos tendieron a preferir el
dinero, que les permitía contratar tropas profesionales
que en muchas ocasiones estaban mejor entrenadas y eran
más disciplinadas que los vasallos. Además, el
resurgimiento de las tácticas de infantería y la
introducción de nuevas armas, como el arco
y la pica, hicieron que la caballería no fuera ya un
factor decisivo para la guerra. La decadencia del feudalismo se
aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la guerra de los
Cien Años, las caballerías francesa e inglesa
combatieron duramente, pero las batallas se ganaron en gran
medida por los soldados profesionales y en especial por los
arqueros de a pie. Los soldados profesionales combatieron en
unidades cuyos jefes habían prestado juramento de homenaje
y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no
hereditarios y que normalmente tenían una duración
de meses o años. Este "feudalismo bastardo" estaba a un
paso del sistema de mercenarios, que ya había triunfado en
la Italia de los condotieros renacentistas.

CAPITALISMO Y EL
IMPERIALISMO

Aunque las teorías
sobre el capital son
todas relativamente recientes, el capital, como tal, ha existido
en las sociedades civilizadas desde la antigüedad. En los
antiguos imperios del Lejano Oriente y del Oriente
Próximo, y en mayor medida en el mundo greco-romano, se
utilizaba el capital en forma de herramientas y
equipos sencillos para producir tejidos, cerámica, cristalería, objetos
metálicos y muchos otros productos que se vendían
en los mercados internacionales. Tras la caída del Imperio
romano, la desaparición del comercio en Occidente
acarreó una menor especialización en la
división del trabajo y redujo la utilización del
capital en la producción. Las economías medievales
se basaban fundamentalmente en una agricultura de subsistencia,
por lo que no se las puede considerar economías
capitalistas. Con las Cruzadas empezó a resurgir el
comercio. Esta reaparición del comercio se aceleró
a escala mundial
durante el periodo de los descubrimientos y colonizaciones de
finales del siglo XV. El aumento del comercio favoreció
una mayor división del trabajo y una mecanización
de la producción, estimulando así el crecimiento
del capital. Los flujos de oro y plata
provenientes del Nuevo Mundo facilitaron el intercambio y la
acumulación de capital, estableciendo las bases para la
Revolución
Industrial, gracias a la cual los procesos productivos se
alargaron, necesitando mayores aportaciones de capital. El papel
del capital en las economías de Europa Occidental y
América
del Norte fue tan importante que la organización
socioeconómica prevaleciente en estas zonas desde el siglo
XVIII hasta el siglo XX se conoce como sistema capitalista o
capitalismo.

Partes: 1, 2, 3
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