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¿Qué es ser latino americano? (página 3)




Enviado por Eduard Pe�a



Partes: 1, 2, 3

Si un mérito tuvo el pensamiento
político de Ernesto "Che" Guevara, fue su
identificación del comunismo con una
posición antagónica frente al capitalismo,
que abarcaba no sólo la forma de apropiación del
producto
social y el control del
poder
político por los mismos que se apropiaban del excedente,
sino que apostaba a refundar el mundo sobre nuevas bases.

En efecto, Guevara se enfrentaba al capitalismo
como una forma de organización que conllevaba toda una
cultura, una
forma de ver el mundo, unos valores
éticos, contra los cuáles había que
confrontar, a partir de la construcción y expansión en las
masas de una visión alternativa. Por eso el Che sienta una
vez y otra posición contra el individualismo y la
desigualdad en las sociedades
capitalistas, y también una y otra vez, pone proa contra
la pervivencia de esos modos de pensamiento y acción
en las sociedades que él consideraba socialistas,incluida
Cuba. En ese
sentido, Guevara comprendía la construcción del
socialismo
como una renovación del ser humano, donde el desarrollo de
las fuerzas productivas, el incremento de la riqueza social y la
mejora del nivel de vida ocupaban un lugar, pero no el central:
las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de
producción no operan para él al
margen de la conciencia y la
voluntad de los hombres.

La necesidad de superar el capitalismo aparece
identificada con el impulso a superar toda forma de relaciones
mercantiles, incluyendo en primer lugar la reducción a la
condición de mercancía del trabajo
humano. Por eso su pasión por expandir el trabajo
voluntario, su predilección por los estímulos
morales frente a los materiales, y
entre estos últimos la preferencia por los colectivos y no
expresados monetariamente sobre los individuales y atados a un
precio La
compraventa, la idea de rentabilidad,
el uso mismo del dinero,
debían ser desacralizados y progresivamente extinguidos en
una sociedad que,
en su concepción, debía apuntar cada día y
en cada acto al ideal comunista. De allí también su
propuesta de sistema
centralizado de financiamiento
y planificación de las empresas, no por
puro amor a la
centralización, sino en la búsqueda
de terminar con la idea de competencia, de
rentabilidad, para orientar todas las fuerzas hacia el bien
colectivo.

Las mismas ideas las desplegaban en el plano
internacional, y no ya en relación con la
explotación por los países imperialistas de los
países pobres y dependientes, sino, en veta altamente
polémica, al interior de las relaciones entre los
países socialistas, o entre éstos y los
países del Tercer Mundo, a las que consideró
signadas por el intercambio desigual. Por eso rechaza el
intercambio entre países socialistas basado en la
aplicación de la ley del valor, por
encubrir una explotación de los subdesarrollados. Y de
nuevo la idea radical del anticapitalismo: Desmercantilizar,
excluir la lógica
de la ganancia, de la apropiación del trabajo ajeno, de
todos los planos de la vida social. Es que, como ha afirmado
Fernando Martínez Heredia, refiriéndose a sus ideas
económicas: "…ellas forman parte de una
concepción unitaria de la lucha por el socialismo antes y
después de la toma del poder mediante una estrategia
internacionalista de alcance mundial, es algo central en su
posición teórica y en su práctica
revolucionaria." (Martínez Heredia, p. 107)

Los ideales del Che no son por tanto meramente
económicos, sino de sustancia ético-política, en
términos de Gramsci se podría decir que Guevara
busca la construcción de una hegemonía diferente,
basada en una reforma intelectual y moral, aunque
quizás el Che hubiera preferido anteponer revolución
como sustantivo. Y con esa orientación no vaciló en
criticar el socialismo real de su época. En el mismo
tiempo en que
la URSS de Kruschev proclamaba la competencia económica
entre sistemas como el
camino del triunfo del socialismo, el Comandante insistía
con la idea de hacer la revolución como deber primordial
de los revolucionarios. Y no acató la práctica de
no criticar públicamente a la Unión
Soviética, y así lo hizo, por ejemplo, en la
Conferencia de
Argel.

De allí la obsesión del Che por la
igualdad, por
la acción colectiva, por la abolición de toda
mentalidad de competencia, de jerarquía. Como ha escrito
Paco Ignacio Taibo II:

"Hoy el Che más vivo y más presente
es aquel que construye (tanto en la etapa guerrillera como en la
del triunfo de la revolución) un pensamiento
hiperigualitario, anti-burocrático,
anti-jerárquico. En realidad, más que un
pensamiento, construye una serie de actos; hay que leerlo a
partir de sus actos e intercalar éstos en el discurso
[…]"

Para él, cada iniciativa, cada modalidad
organizativa, cada práctica, debía apuntar
directamente a la construcción de una sociedad sin clases,
sin explotación ni enajenación. La construcción de la
conciencia comunista era una tarea fundamental, sin la cual el
socialismo se reducía a un método de
distribución, y no llegaba a ser la base de
una moral revolucionaria. Y Guevara era claro partidario del
concepto del
hombre como
sujeto de la historia, como actor
consciente sin cuyo aporte no puede haber socialismo. Y ese
?hombre nuevo
sería tal en la medida que superara completamente el
individualismo, la idea de competir contra sus iguales, la de
obtener ventajas en términos de poder, dinero o prestigio
frente a los demás. Su felicidad era la del colectivo, su
moral la de la liberación de toda la sociedad, su libertad, la
realizadaen el trabajo por la construcción de una
organización social radicalmente más justa

Y añadamos que ese pensamiento lo
plasmó en todo momento en sus acciones, en
decisiones relevantes como la de abandonar su puesto de ministro
de Industrias para
constituirse en combatiente internacionalista, en la mejor
tradición del comunismo del siglo XX. Y ya en el combate
guerrillero, siguió escribiendo, produciendo pensamiento
crítico, como su escrito dirigido a la Intercontinental, o
aquel donde predicaba la creación de muchos Vietnam.

El pensamiento y la figura de Guevara hoy, cuando
muchos lo reverencian sin identificarse sinceramente con sus
ideales, es un campo de la lucha cultural. Su reducción a
ícono de una época afiebrada y heroica, pero
definitivamente extinta, es una operación a rechazar. Como
Gramsci, como Rosa Luxemburgo, el Che resiste el paso del tiempo
a partir de su actitud moral
frente a la revolución, y de aportes críticos que
adelantaron debates y anunciaron futuros problemas. El
percibió lo que quedaba del viejo capitalismo en las
construcciones sociales que se pretendían socialistas,
criticó las tendencias a reducir el advenimiento de una
sociedad nueva a una tarea científica implementada
principalmente por tecnócratas. La moral y los
sentimientos ocupaban para él su lugar allí, y no
había un ?curso de la historia? predeterminado e
impermeable a la voluntad y la conciencia. Vale la pena seguir
leyendo los escritos y estudiando la trayectoria del Che.
Están entre lo mejor de la herencia que el
comunismo del siglo XX le puede legar al siglo XXI.

Si tuviéramos que sintetizar el
núcleo de su pensamiento político creemos no
equivocarnos si lo ubicamos en la ética. El
marxismo de
Fidel —como el de su entrañable hermano argentino,
Ernesto Che
Guevara— ha sido y es un marxismo eticista y
culturalista. La clave de la historia humana no está en el
desarrollo de las fuerzas productivas sino en los valores y
la cultura. En todo caso, las principales fuerzas productivas de
la historia han sido las fuerzas morales. La Revolución
Cubana no se derrumbó, aún sin comida, dinero
ni petróleo, debido a los valores, la
ética y la cultura.

La "batalla de las ideas" con la que insiste
Fidel es otro nombre para lo que Antonio
Gramsci ha denominado la lucha por la hegemonía. Todo
el pensamiento político de Fidel, su práctica
revolucionaria al frente de Cuba durante tanto tiempo, sus
discursos y
sus escritos, han sido una prolongada y larga marcha por la
hegemonía socialista. En esa batalla de las ideas y los
valores, la ética ha jugado un papel fundamental. Ya de
jovencito, muchos años antes de iniciar la guerra
revolucionaria en Cuba, el joven Fidel lo había resumido
con una sentencia fenomenal: "el verdadero ser humano no pregunta
de qué lado se vive mejor sino de qué lado
está el deber".

Ese es, a nuestro juicio, el núcleo de
fuego que ha recorrido como un hilo rojo todo el pensamiento de
Fidel a lo largo de décadas, de coyuntura en coyuntura,
desde los tiempos de la clandestinidad y la guerrilla hasta los
tiempos de estadista, desde la época encendida de la OLAS
hasta la alianza coyuntural con la Unión Soviética,
desde las guerras de
liberación en África y
Vietnam hasta la escasez material
del período especial.

El deber. No el cálculo
mezquino del dinero y el bienestar individual sino el deber. Pero
no el deber en abstracto —aquel imperativo
categórico de origen protestante, estricto, vacío,
a histórico y genérico, que puede ser llenado con
cualquier cosa sino el deber con un contenido sumamente preciso:
la justicia, la
rebelión contra el capitalismo, los poderosos y los
explotadores, el patriotismo, el internacionalismo, el
antiimperialismo, la autoestima
popular. ¿Cuál es entonces nuestro deber?
Pues…"El deber de todo revolucionario es hacer la
revolución", nos aconseja Fidel.

¿Fue distinto el marxismo del Che?
¿Guevara no planteó que la mayor
satisfacción posible para una persona
revolucionaria no reside jamás en la búsqueda de
dinero sino en sentirse pleno y feliz por haber cumplido con el
deber social? ¿Quién influyó a quien?
¿El Che a Fidel o Fidel al Che? Probablemente haya habido
una influencia mutua y recíproca. Y en el medio de ambos,
la ética de José Martí,
el rechazo al "hombre mediocre" de José
Ingenieros, el humanismo
socialista, todos entretejidos en la perspectiva revolucionaria
del viejo barbudo Carlitos Marx y su joven
continuador con calva, nuestro amigo Lenin. Eso ha sido Fidel.
Ese es Fidel.

Quienes nos hemos considerado y nos continuamos
considerando fidelistas ("castristas" nos llaman despectivamente
nuestros enemigos), guevaristas y mariateguianos, es decir,
marxistas latinoamericanos, vemos a Fidel como un maestro.
Aprendemos de su historia y de su ejemplo. Llegó a lograr
lo que logró no por haberse sometido a la geoestrategia
diplomática circunstancial de un Estado sino
por haber confiado en las fuerzas de su pueblo y en sus propias
fuerzas. Para triunfar en la Revolución Cubana Fidel no
sigue las "directivas" de ningún Estado. Privilegia
siempre las necesidades de su propio movimiento
popular, con una mirada profundamente latinoamericana e
internacionalista. Ese es el camino. Esa es la enseñanza de Fidel que nos guía. Ese
es nuestro futuro.

La mejor manera de ayudar hoy a la
Revolución Cubana es luchar por la revolución
antiimperialista y anticapitalista en nuestros propios
países. ¡Cuántos le rindieron aplausos una
vez que Fidel triunfó pero lo habían insultado
cuando sólo era un insurgente y un guerrillero!
¡Cuántos asisten a cócteles y cenas en nombre
de Cuba pero en su momento llamaron a Fidel "aventurero",
"putchista", "foquista", "militarista" y muchos otros adjetivos
destinados a desprestigiar y combatir las herejías
revolucionarias!

No tiene sentido cantar loas apologéticas
a las glorias del pasado cuando se visita La Habana (o el sol y la playa
de Varadero…) mientras en el país propio se defiende a
los empresarios y a los banqueros. Resulta insostenible y
esquizofrénico emocionarse frente a un retrato de Fidel o
con las canciones de Silvio Rodríguez cuando se demoniza,
se insulta y se desprecia a los jóvenes rebeldes que
actualmente enfrentan a la policía y a los militares.

La mejor solidaridad con
Cuba, con su pueblo, con el futuro del socialismo y con Fidel,
sigue siendo la lucha popular. Una lucha contra el capitalismo y
por el socialismo que no tiene fronteras.

El deber de todo revolucionario es hacer la
revolución. Esa es la enseñanza que nos deja Fidel
con su ejemplo de vida. ¡Una vida entera dedicada a la
revolución! Cuánta razón tenía
también Fidel cuando nos dijo: "nuestro campo de batalla
abarca todo el mundo". ¡Qué impactante
actualidad!

Fidel renuncia. Todo el mundo habla y
opinará de eso. Los poderosos del imperio
continuarán denostándolo desde sus multimedios
monopólicos mientras los pueblos seguirán
queriéndolo y admirándolo. Aunque su voz no
aparezca en los noticieros comprados de la
televisión. Pero a la larga, esa noticia dejará
de ocupar la atención. Lo que permanecerá, a
largo plazo, son las enseñanzas de Fidel. Las banderas de
su pensamiento político rebelde y su ética
revolucionaria inquebrantable. Esa misma que le permitió
mantenerse de pie, sin trastabillar, durante medio siglo frente a
la potencia
más poderosa de la tierra y de
la historia.

Continuar, hoy y en el futuro, las
enseñanzas de Fidel y del Che. Ese es el gran
desafío para las nuevas generaciones. Dentro de Cuba,
poniendo toda la fuerza en
profundizar la perspectiva socialista y en combatir el regreso al
capitalismo. ¡Pero también fuera de Cuba, en las
nuevas batallas que vendrán por un mundo más justo
y solidario, el mundo socialista!

Fidel tenía razón. Nuestro campo de
batalla abarca todo el mundo y nuestro deber es hacer la
revolución. ¿Sabremos estar a la altura de ese
deber?

Querido comandante, compañero, maestro y
hermano Fidel

 

 

 

 

Autor:

Eduard Peña

Partes: 1, 2, 3
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