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Atributos de un líder para servir a su sociedad (página 2)



Partes: 1, 2

  • Tiene un comportamiento irracional, chauvinista y
    populista cuando considera necesario

  • Utiliza su carisma para impulsar su culto a la
    personalidad

  • Fomenta el mesianismo (su persona como
    Dios)

  • Señala a su sucesor y/o sucesores como
    también propicia innecesarias peleas internas entre
    sus integrantes

  • Trata de polarizar la comunidad en torno a su
    persona y carece de argumento utilizando epítetos
    facilistas (ricos vs. pobres, blancos vs. amerindios,
    costeños vs. serranos) [1]

  • Sus simpatizantes se mueven en torno a su
    divinidad

  • Si llegara a concertar con otras agrupaciones lo
    hace por conveniencias cortoplacistas y/o imponiéndose
    sobre su agrupación

  • Son personas poco entrenadas y dependen de su
    carisma

  • Creen en la sobreposición valorativa humana
    de este sujeto a sus allegados y de estos a sus
    trabajadores

  • Terminan siendo los "mercaderes de la pobreza"
    porque hacen de ello su forma de vida para ganar las
    elecciones

He aquí un ejemplo de caudillo brindado por Ocram
de Utero.tv: el caudillo Edwin Donayre. Pasen un buen momento y
chequeen sus declaraciones en su tienda de
campaña.

Líder

  • Este personaje es un jefe de equipo que propone y/o
    concerta con distintas personas los temas sociales (propicia
    y/o acepta el diálogo)

  • Tiene un comportamiento racional, defiende los
    intereses comunes con argumentos sólidos y respeta a
    la gente al trabajar oportunidades sostenidas de desarrollo
    con ellos

  • Utiliza su carisma como medio de impulsar el
    diálogo entre los equipos de trabajo, diferentes
    actores de la población y las decisiones en conjunto
    que se requieran previa presentación

  • Deja que su equipo partidario fomente cuadros que
    hagan durar con el tiempo su partido (partido independiente
    de su persona)

  • Deja y/o fomenta una sana competitividad entre sus
    partidarios

  • Entiende representar a una parte de la comunidad y
    usa su intelecto para convencer y consensuar (impulsa la
    convivencia armónica entre distintas personas de la
    sociedad)

  • Los simpatizantes se mueven en torno a valores
    comunes

  • Si llegara a concertar con otras agrupaciones lo
    hace mediante reglas concretas que establezcan claramente las
    intenciones a corto y/o a largo plazo siendo conversado
    previamente con su propio grupo

  • Son personas que han hecho carrera en una
    agrupación y/o comunidad

  • Creen en la equidad y en el cumplimiento de
    roles

  • Integra a los distintos componentes de la sociedad y
    está como opción electoral vigente que
    representa a parte de la ciudadanía

Si bien puede verse un poco mal lo que voy a hacer (como
si los medios nos
mencionaran a cada rato… ¡que importa!) les
presentaré al Presidente Regional de Junín y uno de
los líderes del Partido Descentralista Fuerza Social:
Vladimiro Huaroc.

Estas son algunas cosas que distinguen claramente a los
caudillos de los líderes, pero aún así
ustedes se preguntarán: ¿Cómo perjudica el
caudillismo?

  • Debilita las instituciones (por lo tanto estas dejan
    de actuar debidamente)

  • No se calculan bien los recursos del estado debido
    al despilfarro

  • Impone su personalidad (y los intereses de unos
    cuantos cercanos) sobre los derechos de otros

  • Incita al populismo y a la dependencia de la gente
    sobre su persona

  • Condiciona el apoyo brindado a la gente con menos
    recursos

  • Genera corrupción en las distintas escalas y
    en los distintos niveles de la sociedad

  • Fomenta el odio entre distintos sectores de la
    sociedad

  • Impulsa ideas cortoplacistas y efectivas para su
    adoración (populistas)

  • Crea dependencia de su persona ante un eventual
    vacío de poder el cual termina
    produciéndose

Ustedes deciden. ¿Quieren otro caudillo
más? Ellos en general fueron el porqué el
Perú es un país subdesarrollado. Hay varios que ya
se están preparando para el 2011 y al único "dizque
partido" que se le ha dado el poder (para
colmo dos veces a la misma persona) incurre
en elevar el mesianismo al presidente de turno.

Lamentablemente el caudillismo en este país es
muy alto y eso hace que el problema de la gobernabilidad sea muy
grave. Ojalá hayan otros partidos que consensúen
sus candidatos a la presidencia y se dejen de prácticas
altaneras de algún tipo que se crea "el elegido".
Necesitamos menos "independientes" porque al final todos dependen
de alguien, el problema para escoger a un candidato es saber de
quién depende (si de medios honestos o favores y/o
apuestas de autoridades).

La
política peruana

Se concibe a la política como una
actividad pública y violenta. Los presidentes de la
república son elegidos por elección congresal o
por golpes de estado. A lo
largo de estos primeros veinte años han circulado diversas
propuestas de cómo sería nuestro sistema
político. Así, San
Martín y Bolívar
debatieron cada uno por su lado, por la Monarquía y la República. Riva
Agüero en 1822 se unió al general José de San
Martín y apoyo la Monarquía Constitucional contra
la República que era defendida por Torre Tagle y
José Faustino Sánchez Carrión. Más
tarde, Bolívar pregonaría la República
Unitaria contra la República Federal de Riva Agüero.
En los años de la Confederación Peruano-Boliviano,
Santa Cruz defendería el presidencialismo contra el
parlamentarismo de Agustín Gamarra. Nuevamente, el mismo
general Santa Cruz y su proyecto de
unificar ambas naciones (Perú y Bolivia) en
una República Liberal desencadenaron las batallas contra
Felipe Santiago Salaverry y su defensa a la República
Conservadora. Finalmente, Ramón
Castilla y su defensa a la República Unitaria contra la
Confederada de Vivanco[2]

Las ideas políticas
se debaten por medio del periodismo
doctrinal. Cada diario asume una postura partidaria: Liberal o
conservadora. Son en los periódicos donde se produce el
debate
ideológico, así lo muestra
Martínez Ascensión (4). La polémica
periodística se daba, por ejemplo, entre El
Telégrafo de Lima, que era de tendencia liberal, junto con
El Penitente, El Convencional y El Playero, que estaban al
servicio de
los generales José de La Mar y José Luis de
Orbegoso quienes "vapuleaban" al gobierno de
Agustín Gamarra que funda en el Cuzco El Sol. A Gamarra
también lo apoyaban los diarios El Conciliador y La
Verdad. En el
periódico La Abeja Republicana escribía sus
artículos, en defensa de la República, José
Faustino Sánchez Carrión bajo el seudónimo
del "Solitario de Sayán". El Limeño era otro
periódico que atacaba a Orbegoso y
polemizaba cotidianamente con El Telégrafo. (Gargurevich,
2002: 26).

Nuestra historia ha visto nacer y
fenecer (en este periodo) siete constituciones políticas:
1821, 1823, 1826, 1828, 1834, 1837 y 1839. Y varios golpes de
estado: 1827, 1829, 1834, 1835, 1839, 1841 y 1843, que dieron
origen a gobiernos conservadores y liberales. Respecto a la
política internacional, hubo cuatro guerras: En
1828 con Bolivia, que termina con el tratado de Piquiza y la
renuncia de José Antonio de Sucre; en 1829 se produce la
guerra con la
Gran Colombia
terminando con la firma del tratado Larrea-Gual y
devolviéndose Guayaquil; de 1837 a 1839 se desencadena la
guerra contra Chile en el contexto de la Confederación
Perú-Boliviana; finalmente, en 1841 y 1842 se produce la
guerra con Bolivia, pero Perú es derrotado en la batalla
de Ingavi.

Hubo varios intentos de grandes proyectos
nacionales en Hispanoamérica. La idea de nación
en América
estaba relacionada con el espacio geográfico que ocupaba.
Estos proyectos de Estado fueron:

  • 1. Las Provincias Unidas de Centro
    América. Confederación de cinco estados de
    América Central (Guatemala, Honduras, El Salvador,
    Nicaragua y Costa Rica), constituida en 1823 y disuelta
    definitivamente en 1842.

  • 2. La Gran Colombia. Nombre por el que es
    conocida la República que creó Simón
    Bolívar el 17 de diciembre de 1819. Comprendía
    los territorios de Venezuela, Nueva Granada y
    Quito.

  • 3. La Federación de los Andes. Este
    proyecto no logró constituirse
    jurídicamente.

  • 4. Confederación Perú-Boliviana.
    Estado formado por la unión de Perú y Bolivia,
    tras el acuerdo final establecido en Chuquisaca (actual
    Sucre), el 15 de junio de 1837, por los presidentes de ambas
    repúblicas: el general peruano Luis José de
    Orbegoso, y el boliviano Andrés Santa Cruz, jefe
    supremo y protector de esta idea impuesta como
    condición a la ayuda prestada a Orbegozo contra sus
    rivales Agustín Gamarra y Felipe Santiago de
    Salaverry. La unión perduró hasta
    1839.

En este periodo se crearan nuevos
departamentos:

  • 1821: Ancash y Lima.

  • 1822: Cusco, Arequipa, Ayacucho y
    Huancavelica.

  • 1823: Huanuco.

  • 1825: La Libertad y Junín.

  • 1832: Amazonas.

El caudillismo en
el Perú

El fenómeno del caudillismo esta relacionado con el
caos que provocó las guerras de independencia
en los nacientes estados de Hispanoamérica. En el
Perú es conocida como el Primer Militarismo a esta
inaugural etapa emergida de la independencia
política criolla contra el colonialismo español:
el Virreinato. Precisamente lo que caracteriza a este periodo fue
en caudillismo militar. Aparece así, el caudillo:

"El caudillismo es el paradigma de
cualquier liderazgo
político exitoso…En el caudillismo
–argumenta Jorge Basadre– hay que tomar en
consideración, tanto su propia capacidad arrolladora, como
la pasividad de la sociedad"
(5).

"El caudillismo republicano nació asociado con los
jóvenes militares que, como Gamarra o santa Cruz, lucharon
por la Independencia, pero luego adquirió vida propia y se
convirtió en el paradigma de cualquier liderazgo
político[3]Sin caudillo no existe posibilidad de eficacia en la
política nacional…El caudillismo asentó sus
raíces antes que en un mesías, de un salvador, de
un hombre
providencial" (Galindo, 1999: 33).

Ante la carencia de Instituciones
que regulen el nuevo sistema en la
sociedad peruana, el caudillo se fortalece en desmedro del Estado
y la sociedad civil.
El poder que surge ante la
personalidad del caudillo no es suficiente para uniformizar
las nuevas estructuras de
poder interno que se establecen en el naciente estado.

LOS CAUDILLOS EN EL PERU

"El caudillo es un líder
regional convertido en gobernante nacional…Es un poder
independiente libre de cualquier institución, libre de
toda constricción…Tanto su autoridad como
su legitimidad estaban representadas por su propia persona y no
dependían en absoluto de la existencia de una serie de
instituciones formales" (Lynch, 1993).

Así es como Lynch define al caudillo que surge en
Latinoamérica después de las guerras
de independencia. Señala que las guerras emancipadoras
nutrieron al caudillo como una nueva figura política. Para
Lynch:

"Los caudillos (con su capacidad de controlar a las clases
populares) representaban la solución al desorden social,
señalando asimismo que la agenda política que ellos
tenían moldeó a la nación". (Lynch 1992: 35) (6)

Finalmente, el caudillo se había convertido en el
máximo representante del Estado en los países
emancipados, que en un futuro cercano formarían las
naciones en Hispanoamérica; por consiguiente, los
territorios fueron exclusivos sólo para el caudillo. Lynch
nos dice respecto a esto:

"Paradójicamente los caudillos también
pudieron actuar como defensores de los interés
nacionales contra incursiones territoriales, las presiones
económicas y otras amenazas externas, fomentando,
asimismo, la unidad de sus pueblos y elevando el grado de
conciencia
nacional. Los caudillos eran representantes y a la vez enemigos
del estado nación" (Lynch, 1993: 181).

En estos primeros años de la República,
hubo varios caudillos, entre ellos, Andrés de Santa Cruz.
Como todo caudillo, intentó construir un nuevo tipo de
ordenamiento social, que implicaba la fusión
de instituciones liberales, militares y andinas: La
Confederación Perú-boliviana.

"Santa Cruz se pintó a sí mismo como un
legislador y describió la Confederación como un
nuevo tipo de organización estatal que crearía una
cultura de
paz. El se veía al mismo tiempo como un
Simón Bolívar y un Napoleón
Bonaparte" (7).

Otro famoso caudillo en la historia republicana del
Perú fue Ramón Castilla. Aunque su figura y
trascendencia política escapa al arco temporal de este
ensayo, es
importante recalcar que fue el mayor representante del
caudillismo militar de la primera mitad del siglo
XIX[4]

Mensajes
presidenciales,
democracia y caudillismo en el
Perú

Desde su independencia en 1821, el Perú ha tenido
112 gobernantes con un mandato que ha durado siete meses en
promedio. Durante el siglo XIX predominaron los caudillos
militares, designados ocasionalmente por el Congreso o surgidos,
en la mayoría de los casos, de un golpe de Estado1.
Así, para ubicar al primer Presidente civil tenemos que
remontarnos hasta 1872 con Manuel Pardo, quien fuera precisamente
el fundador del partido Civil. En realidad, "república" y
"democracia"
eran más bien conceptos importados, con poco anclaje en
nuestra realidad de entonces.

La anarquía de los inicios de la república
se superó, gradualmente, en el siglo XX. En efecto,
tuvimos "solo" 35 presidentes con una duración media de
2,9 años.

La democracia representativa se extendió y, en
los años 1960, se levantó el veto al APRA. Luego de
un período de doce años de gobierno militar, el
Perú recuperó la democracia en 1980. Salvo el
paréntesis del autogolpe de abril de 1992, el sistema
democrático se ha mantenido desde entonces por más
de un cuarto de siglo, casi un récord para nuestros
estándares.

En una perspectiva de largo plazo, la historia del
Perú republicano muestra una lenta evolución hacia una mayor institucionalidad
democrática. Sin embargo, este proceso no ha
sido lineal ni ha terminado aún.

Uno de los principales obstáculos que ha debido
enfrentar ha sido la tradición caudillista y autoritaria
en la cúspide del poder. Si deseamos consolidar el sistema
democrático, nuestros sucesivos gobernantes
deberían abandonar las características del caudillo
–en especial el autoritarismo y la arbitrariedad– en
favor de un liderazgo político moderno, que respete las
instituciones y las reglas de juego, tanto
en el partido como en el Estado y en
la sociedad.

Para analizar en qué medida estamos transitando
el camino hacia un liderazgo democrático moderno. Los
discursos al
inicio de una administración son claves para reconstruir
la visión del gobernante sobre el país y sobre su
propio papel en la historia, pues todavía no ha sufrido
ningún desgaste político. En cada caso,

La democracia ha estado continuamente amenazada por la
tradición caudillista y autoritaria.

«…el Perú ha tenido 112 gobernantes
con un mandato que ha durado siete meses en promedio. Durante el
siglo XIX predominaron los caudillos militares, designados
ocasionalmente por el Congreso o surgidos, en la mayoría
de los casos, de un golpe de
Estado»

«Si deseamos consolidar el sistema
democrático, nuestros sucesivos gobernantes
deberían abandonar las características del caudillo
–en especial el autoritarismo y la arbitrariedad– en
favor de un liderazgo político moderno, que respete las
instituciones y las reglas de juego, tanto en el partido como en
el Estado y en la sociedad»

Durante este recorrido rápido por los mensajes
presidenciales y los resultados obtenidos por los sucesivos
gobiernos a partir de la restauración de la democracia en
1980, hemos visto cómo el fantasma del caudillismo emerge
una y otra vez, con el consecuente debilitamiento de la
institucionalidad democrática.

Con demasiada frecuencia el caudillo tiende a aislarse
de la realidad, vive en un círculo de adulación que
lo lleva a exacerbar su narcisismo, a sobreestimar su poder y a
materializar una actitud
voluntarista.

En ciertas ocasiones, esto le puede conducir al desastre
político o económico.

«Si bien algunas medidas buscan contrastar la
imagen de su
Gobierno con la "frivolidad" atribuida a la
administración saliente, en términos generales,
el balance del discurso es
positivo. El nuevo Presidente parece ser consciente tanto de la
necesidad de un manejo técnico en la gestión
del Estado, como de ser eficaz y eficiente en el gasto
público[5]

«Uno de los principales caldos de cultivo del
caudillismo es la debilidad de los partidos
políticos. Se trata de un círculo vicioso,
donde el caudillo frena el surgimiento de liderazgos alternativos
en su propio partido y en donde el futuro del partido depende
demasiado de la capacidad de su caudillo para encandilar a las
masas y ganar la elección»

Uno de los principales caldos de cultivo del caudillismo
es la debilidad de los partidos políticos. Se trata de un
círculo vicioso, donde el caudillo frena el surgimiento de
liderazgos alternativos en su propio partido y en donde el futuro
del partido depende demasiado de la capacidad de su caudillo para
encandilar a las masas y ganar la elección. Frente a esta
situación, necesitamos una consolidación de los
partidos políticos, mediante la reducción de su
fragmentación y la promoción de la transparencia y las
prácticas democráticas en su interior.

En las últimas elecciones generales del
año 2006, hemos tenido más de veinte candidatos a
la presidencia de la República. Evidentemente, aquí
no se trata de diferencias en programas de
gobierno o de diferencias originadas en la representación
de distintos sectores sociales, sino, en muchos casos, del
afán puro y simple de poder o notoriedad que, en algunas
ocasiones, bordea el comportamiento
patológico. Por ende, requerimos que nuestros
líderes políticos empiecen a poner los intereses
del país por encima de sus deseos narcisistas. Así,
estaríamos dando un paso significativo hacia el
fortalecimiento de las instituciones.

Partidos
Políticos y Democracia en el Perú

Terminar con la «partidocracia»
—corrupta, retrógrada, indolente—  fue la
gran justificación del ingeniero peruano-japonés
Alberto Fujimori para convertirse en autócrata en abril de
1992. Mientras en el exterior las críticas se
multiplicaban, en casa sus índices de respaldo
ascendían de 59% a 82% en los días que prosiguieron
al «fujigolpe». A comienzos de los 90 —observa
el politólogo Martín Tanaka—  el
desprestigio de los partidos políticos era un mal general
en la región. Sólo en el Perú, sin embargo,
confrontaron éstos un colapso tan drástico y
radical. A contramano con su severa declinación regional,
más aún, las Fuerzas Armadas se convertían
desde entonces en el Perú en el «partido
oficial» de un régimen que muchos —en América
Latina, Washington e inclusive en el Banco
Mundial— verían como modelo a
replicar. Una década después, con un respaldo que,
a ocho meses de su inauguración, se mantiene en alrededor
del 30% la vida del régimen de Alejandro Toledo no
pareciera estar aún del todo asegurada. En la
frágil memoria
ciudadana, más aún, los pleitos internos del
novísimo partido de gobierno —«Perú
Posible»— dramatizan el contraste entre una
caótica "partidocracia" y la fría eficacia de la
maquinaria fujimorista. Difícil de creer, es cierto, no
faltan las expresiones de saudade por el audaz ingeniero
japonés. A pesar de los cargos que se le imputan
—anota la revista
Caretas de fines de marzo del 2002— el 16 % de los peruanos
cree que Fujimori es inocente, y el 36 % piensa que
todavía tiene un futuro político en el Perú.
De otro lado, mientras Toledo aprende a gobernar a marchas
forzadas,  desde su cómoda plaza de
cabeza de la oposición, el Partido Aprista Peruano
—uno de los más antiguos de América
Latina— espera, con su líder el redivivo Alan
García, una segunda oportunidad.

Si los partidos son un factor o un obstáculo para
la democracia es una pregunta vieja en la atribulada historia
política de esta nación andina.
¿Instrumentos de una clase
política o canales de participación para la
ciudadanía? ¿Hay en las tradiciones
políticas peruanas elementos que coadyuven a su
consolidación? ¿Qué han significado los
partidos políticos en la pugna por domar la legendaria
inestabilidad latinoamericana? ¿Hasta qué punto,
esta pieza crucial de la democracia occidental, alcanzó a
aclimatarse en nuestras sociedades
post-coloniales?

Acaso la historia de los encuentros y desavenencias
entre partidos y sociedad sea una de las claves para comprender
la volatilidad extrema, la impaciencia proverbial, de la conducta
política peruana. Aquí una breve hoja de ruta
histórica[6]

La era oligárquica

Al caer la tarde del 27 de agosto de 1871, los
habitantes de Lima pudieron observar un espectáculo
inusual: una multitud de 10,500 personas desfilando por el centro
de la ciudad en perfecto orden y en absoluto silencio. Era una
manifestación política pero no eran necesarias las
consignas, «su silencio —comenta la historiadora
Carmen MacEvoy— valía por mil palabras».
Mostraban así su repudio contra quienes intentaban
frustrar la candidatura de Manuel Pardo y Lavalle, un joven
político que se atrevía a desafiar al caudillismo
militar. Nacía el Partido Civil: el primer partido
político de la historia nacional. En 50 años de
vida independiente ningún civil había ejercido la
Presidencia de la República.

Exitoso empresario
guanero, propietario de una de las mayores haciendas azucareras
del país, Manuel Pardo había propuesto invertir el
importante ingreso del guano en ferrocarriles que
—según él— no sólo
promoverían el crecimiento
económico, sino la estabilidad necesaria para que un
verdadero sistema de partidos pudiera establecerse en el
Perú.

Tal objetivo
requería que la «gente decente» comprendiera
que la política era una tarea civilizadora que le
competía. Él mismo —como presidente de la
Beneficencia Pública y luego como Alcalde de Lima—
había ganado simpatías en sectores medios y
populares. En tanto que, de otro lado, su mensaje encontraba eco
en sectores intelectuales
que propugnaban extender el liberalismo
—vigente ya en lo económico—a la esfera
política; iniciando, de esa manera, un proceso de
inclusión e integración nacional. Éstos
aportarían al proyecto de Pardo un distintivo tono
reformista.

A lo largo de la campaña electoral Pardo
demostraría su pragmatismo.
De un lado, haciendo uso del telégrafo, creaba una red de vinculaciones que
por primera vez sobrepasaba el cerco de los poderes locales
terratenientes (los despóticos «gamonales» de
las noveles indigenistas andinas); de otro, sus agentes
reclutaban a las huestes armadas que eran necesarias para ganar
una elección en el Perú del XIX. Aún
así, en vísperas de su ascenso al poder, sus
enemigos intentaron cerrarle el paso a través de un
pronunciamiento militar: el tristemente célebre golpe de
los coroneles Gutiérrez. En un hecho sin precedentes, no
obstante, la población de Lima se levantó contra
los golpistas quiénes terminaron colgados de las torres de
la Catedral. Nunca quedaría del todo claro hasta
qué punto aquella insólita reacción popular
fue una adhesión a Pardo y Lavalle. Lo cierto fue que, con
su llegada al poder, en olor de multitud, el pardismo
adquiría la estatura de un proyecto burgués con
inéditos rasgos populares.

Diversas circunstancias, sin embargo, conspiraron contra
sus planes. El agotamiento del guano generó una severa
crisis
financiera que, a su vez, frustró sus planes de gobierno,
a cuyo término, insólitamente, los civilistas
dieron su apoyo a un caudillo militar. El asesinato del propio
Manuel Pardo en 1878, y el inicio de la guerra con Chile al
año siguiente, hicieron el resto. De ésta, el
Perú emergió material y moralmente arruinado. Cerca
de dos décadas habría que esperar para que el
civilismo, reconstituido, pudiese aspirar al poder.

La revolución
de 1895 fue su oportunidad. Entonces, en alianza con el Partido
Demócrata de Nicolás de Piérola y
respaldados por un singular ejército de montoneros, los
civilistas derrotaron al Ejército Nacional, cerrando
así la etapa de resurgimiento caudillista iniciada con el
fin de la ocupación chilena. El sueño de Pardo
parecía concretarse. Durante el siguiente cuarto de siglo
—con una breve interrupción de dos
años— varios gobiernos civiles se sucedieron en el
poder, prevaleció la libertad de
expresión y surgieron nuevos partidos sin
restricción alguna.

Tras un breve dominio del
sector pierolista el Partido Civil se convirtió en la
fuerza dominante. Sin llegar a imponer un monopolio
completo, no obstante, puesto que, con un Parlamento
multipartidario, estaba éste obligado a hacer alianzas.
Tampoco se le podía acusar de ser un partido caudillista o
estancado en el pasado: tenía una dirigencia colectiva y,
bajo la influencia del positivismo,
una nueva generación de dirigentes introdujo en la
visión del partido el tema de la cuestión
social.

Mirada en perspectiva, no obstante, la democracia
civilista semejaba a un islote suspendido en el aire cuyos
pilares eran los poderes locales terratenientes que
ejercían el verdadero control
territorial del país[7]

El desafío radical

Ya en 1883,  Manuel González Prada
—quien inicialmente había visto con simpatía
el proyecto civilista— había cuestionado la
autoridad de las elites políticas capitalinas para hablar
a nombre del «verdadero Perú», el cuál,
según él, no lo constituían «las
agrupaciones de criollos y extranjeros» afincados en la
costa sino «las muchedumbres de indios diseminadas en la
banda oriental de la cordillera». Si bien fracasó en
su intento de fundar un partido radical, adoptando posteriormente
ideas anarquistas, sus escritos encontraron audiencia en aquellos
que miraban la política oficial —con creciente
resentimiento y desconfianza— desde fuera del islote. Desde
esta perspectiva, civilismo era sinónimo de
oligarquía y la república nacida en 1895 era, en el
mejor de los casos, una «república
aristocrática». Y si algo demostraba dicha
experiencia era la impotencia traidora del liberalismo
local.

Posteriormente, estos planteamientos se encontraron con
las masas en el agitado contexto de la Primera Guerra
Mundial; resultando en una combinación de movimientos
sociales y culturales de base rural, provinciana, obrera,
estudiantil, que coadyuvaron a poner en crisis a la
«república aristocrática» hacia finales
de la segunda década del XX. Pero su verdadero sepulturero
provino de sus propias filas. 

Como Manuel Pardo en 1870, Augusto B. Leguía en
1919, intentó salvar al orden exportador con una fuga
hacia adelante. En base a empréstitos de la banca
norteamericana, pretendía construir una «Patria
Nueva». Terminaría liderando el primer proyecto de
modernización autoritaria del siglo XX. Predicó el
fin del gamonalismo y la oligarquía. Consiguió
atraer a sectores de la intelectualidad y de las vanguardias
obreras, estudiantiles y campesinas. A los que se resistieron,
les dio a escoger entre la cárcel y el exilio. José
Carlos Mariátegui y  Víctor Raúl Haya
de la Torre estuvieron entre los que partieron. Volverían
para fundar los Partidos Comunista y Aprista respectivamente. Al
cabo de tres reelecciones en once años, en agosto de 1930,
Leguía fue derrocado por un levantamiento militar
encabezado por Luis M. Sánchez Cerro, un hasta entonces
desconocido teniente coronel.

La amplia movilización social que sobrevino a la
caída de Leguía perfiló el país que
comunistas y apristas querían organizar. La
liquidación del civilismo, de otro lado, planteaba el
crucial problema de la representación política de
la élite económica. Sin partido ¿de
qué manera la élite agroexportadora iba a defender
sus intereses? Más aún si el viejo reclamo de
participación e integración política
tenía ahora voceros tan tenaces como el Partido Aprista de
Haya de la Torre con su propuesta de un Estado Anti-imperialista,
basado en un Congreso Económico con representación
de los «trabajadores manuales e
intelectuales». Dos militares —el comandante
Sánchez Cerro y el Mariscal Benavides—
salvarían el problema durante los 30. Gobernaron con
leyes de
excepción que incluían la proscripción de
los partidos aprista y comunista. En 1939, finalmente, tuvieron
lugar elecciones presidenciales y el banquero Manuel Prado
Ugarteche asumió el poder. ¿Cómo pretender,
sin embargo, que existía un verdadero sistema de partidos
ahí donde el partido más importante del país
estaba proscrito?

La ausencia en el Perú de un partido conservador
tanto como el fenómeno aprista son hebras fundamentales de
esta historia.

"Sólo el APRA salvará al
Perú!"

En 1931, por escaso margen, Haya de la Torre
había perdido la presidencia ante el comandante
Sánchez Cerro, en las primeras elecciones con voto secreto
realizadas en el Perú. Sus seguidores alegaron fraude y el nuevo
mandatario se aprestó a destruirlos. Algunas semanas
después comenzó la confrontación.

Con Haya en prisión, los apristas se levantaron
infructuosamente en Trujillo. Cientos murieron en la
represión. Y varias decenas de militares fueron
masacrados, a raíz de lo cual el ejército
impondría a Haya de la Torre un veto que perduraría
casi hasta el final de su vida, hacia fines de los años
70. Para sobrevivir, los apristas se convirtieron en una suerte
de cofradía laica cuya mística alimentaba una
maquinaria política disciplinada y eficiente. Convirtieron
las cárceles en centros de formación
ideológica; penetraron las filas de las fuerzas armadas;
hicieron del partido una prolongación de la vida familiar
de los militantes, en tanto que los comandos
revolucionarios del partido se encargaban de mantener la memoria del
aprismo insurreccional a través de una serie de acciones de
propaganda
armada. Construyeron, en suma, —como ha observado la
historiadora Karen Sanders— un «simulacro de
nación» cuyos integrantes, optimistas y desafiantes,
usaban a manera de saludo la frase «sólo el APRA
salvará al Perú». Fuera del país,
mientras tanto, sus deportados difundían la epopeya del
partido dejando establecido que, lejos de ser la «secta de
fanáticos» de la propaganda oficial, el suyo era un
modelo alternativo al comunismo,
válido para toda América
Latina[8]

En 1945, finalmente,  surgió la posibilidad
de una verdadera apertura democrática. El 20 de mayo de
1945, tras más de una década en la clandestinidad,
150,000 apristas recorrieron las calles de Lima, en silencio como
los civilistas de 1871, ante el entusiasmo y el temor de la
ciudadanía. Para ese entonces, el antiaprismo era acaso
tan voluminoso como el aprismo. En su discurso de aquel
día en la Plaza San Martín, dirigiéndose al
vecino Club Nacional —símbolo tradicional de la
oligarquía— Haya de la Torre invitó a la
reconciliación. El pacto en que se basaba la
transición prevenía su candidatura a la presidencia
mas no la presentación de candidaturas al Congreso como
parte de un Frente Democrático Nacional, cuyo líder
—el abogado arequipeño José Luis
Bustamante— sería elegido por abrumadora
mayoría.

Más allá de las buenas intenciones, para
sus ocasionales socios, la transición que se iniciaba
conllevaba una serie de interrogantes:

¿Era posible confiar en el APRA?
¿Cómo contrapesar su influencia en los sindicatos,
universidades, gremios de empleados e inclusive, dentro del
aparato estatal y las Fuerzas Armadas? Y, nuevamente.
¿Cómo iban a actuar las élites
económicas —electoralmente minimizadas— frente
a un régimen cuyo miembro principal exhibía un
programa de
corte nacional-populista: conspirarían, se
refugiarían nuevamente tras un caudillo militar?
¿Sería la corriente democrática representada
por el abogado Bustamante, contrapeso suficiente a la emergente
APRA? ¿Aceptarían los militares un gobierno del
APRA como sucesor del FDN? ¿Lograría  Haya de
la Torre, más aún, mantener bajo control los
ímpetus revolucionarios del APRA que él mismo
había azuzado durante los años de la
clandestinidad?

Acechada por tamañas interrogantes, a mediados de
1948 la primavera democrática iba camino de una muerte
prematura. En octubre, bases y oficiales militares apristas se
levantaron en el Callao. La dirigencia del partido
desconoció el movimiento.
Bustamante reaccionó expulsando a los apristas del
gobierno y llamando al Ejército a co-gobernar. En
noviembre, uno de sus ministros militares —el General
Manuel A. Odría— lo depuso para dar inicio a un
gobierno militar de 8 años.

Retorno del militarismo

En muchos sentidos, el régimen de Odría
fue una vuelta al pasado, que ocurría en el momento mismo
en que el Perú enfrentaba una serie de transformaciones
profundas. El inicio de la masiva migración
de la región andina a la región costeña era
el catalizador de un proceso que transformó el rostro del
país. Por primera vez, hacia mediados de siglo, la costa
superó en población a la sierra y Lima se puso en
camino de convertirse en la megalópolis de hoy, lugar de
residencia de un tercio de la población nacional. Se
iniciaba lo que José Matos Mar denominaría como el
«desborde popular» de la vieja nación criolla,
lo que, en rigor, significaba una abrupta ampliación,
desde abajo, del escenario social y político
«nacional». 

La gran pregunta de las décadas siguientes,
sería cómo establecer mecanismos de
representación partidaria capaces de contener a una
sociedad en flujo, en un marco de inestabilidad económica
y con el pobre legado político que de una centuria de
sucesivos fracasos derivaba[9]

En 1957, tras ocho años de gobierno militar, se
inició un nuevo intento de restablecimiento
democrático. El Partido Aprista salió entonces de
su segunda clandestinidad. Muchos de sus dirigentes habían
abandonado la
organización denunciando la traición de su
líder a sus ideales originales. Sin la mística de
otros tiempos, mantenía su fuerza sindical y su arraigo
tradicional en la región norte del país, cuna de
Haya de la Torre y del partido. No era ya, sin embargo, la fuerza
hegemónica de otros tiempos: si quería llegar a
gobernar tenía que transar. Para ello, el camino elegido
fue ofrecer el caudal electoral del partido a movimientos
conservadores como el de Manuel Prado o el encabezado por el
General Odría, en la esperanza de que, dada su evidente
caducidad, sirvieran simplemente como vehículo hacia el
poder.

La defección aprista del campo de la reforma
radical abriría las puertas a la Acción
Popular de Fernando Belaúnde. Como antes el civilismo y el
leguiísmo, propugnaba éste —en base al
acercamiento de las élites económicas,
profesionales e intelectuales— una propuesta de desarrollo y
renovación nacional. Una «conquista del
Perú por los peruanos» —en la retórica
belaundista— cuya pieza central era la reforma
agraria. Llegó al poder en 1963. Sintiendo la competencia,
desde el parlamento, el Partido Aprista le declaró la
guerra. El escenario de 1948 parecía repetirse. En octubre
de 1968, nuevamente, el Ejercito puso fin al
impasse.

Los líderes golpistas venían imbuidos de
mesianismo. De facto, harían lo que en siglo y medio de
república no había sido posible: crear una
«democracia de participación plena» para cuyo
logro no eran necesarios los partidos sino, según dijeron,
un «sistema nacional de movilización social».
En el contexto latinoamericano de militares ultraderechistas, los
oficiales peruanos comandados por el General Juan Velasco
Alvarado eran una rareza. Podría decirse que habían
leído «al revés» la doctrina de
seguridad
nacional impartida en la Escuela de las
Américas. Más que desatar una guerra total contra
los enemigos internos, seguridad nacional era para ellos
arremeter —a través, por ejemplo, de una reforma
agraria profunda— contra las estructuras del país
oligárquico. En la vieja tradición corporativa, sin
llegar a articularla plenamente, esbozaron una visión de
futuro en que las Fuerzas Armadas aparecían como una
suerte de suprapartido nacionalista. A mediados de los 70, sin
embargo, la utopía militar comenzó a desintegrarse.
Entre 1978 y 1980 el Perú comenzó a transitar de
nuevo hacia la democracia. Imposible saber, entonces, en
qué medida el impulso corporativo seguía firme en
la mentalidad castrense.

La crisis
presente

En la dislocación e incertidumbre que el proyecto
militar generaba, la visión radical —que, desde
González Prada, se había ido estableciendo como
perspectiva crítica
y contrahegemónica de la historia y el destino del
país— encontró espacio para
prosperar.

A la par con el intervencionismo militar, el complejo
fenómeno del radicalismo peruano es otra de las vigas
maestras de esta historia.

Leídos desde el aislamiento intelectual de las
universidades públicas del interior —en
combinación con lecturas sesgadas de la teoría
revolucionaria y sazonadas por el resentimiento y la
desconfianza— los escritos de Mariátegui inspiraron
un radicalismo duro y guerrerista, al que se añadió
el legado de las experiencias insurreccionales apristas, para
producir una corriente subversiva de la que Sendero Luminoso y el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru fueron
expresión culminante. El resentimiento empozado en el
alma nacional
—parafraseando al poeta César Vallejo—
proveyó el aliento vital. Desde su nacimiento, la
democracia de los 80 tuvo que vérselas con un país
en erupción. Era como si el emergente sistema de partidos
políticos se edificara sobre  una vieja falla
sísmica que el conflicto
subversión-contrasubversión expresaba con
histórica perversión. En sus doce años de
duración, describiría éste las tendencias
siguientes:

  • La resurrección y agotamiento en el lustro
    80-85 del «belaundismo» como partido a la vez
    conservador y reformista, capitalino y provinciano, copado,
    en esta ocasión, por su ala financiera y
    transnacional.

  • La articulación, bajo la dirección de
    la izquierda intelectual limeña —en alianza con
    líderes sindicales y regionales— de un frente
    político nacional de gran peso electoral. Y su
    fracaso, asimismo, para organizarse como partido, definiendo
    un perfil democrático y domeñando sus impulsos
    insurreccionales.

  • El fulgurante retorno del APRA post-Haya como fuerza
    nacional bajo la dirección de
    un     nuevo líder
    carismático —Alan García, elegido
    presidente en 1985—, insinuando su modernización
    aunque aún habitada por los  fantasmas del
    pasado.

  •  La búsqueda por parte de la derecha
    peruana de una alternativa ideológica y
    política propia; búsqueda coronada a fines de
    los 90 con la aparición del Movimiento Libertad
    encabezado por Mario Vargas
    Llosa[10]

El destino de dicho experimento es historia conocida: su
agotamiento tras el nefasto primer gobierno aprista en la
historia del país; la gradual socavación de los
espacios democráticos por la dinámica violenta propiciada por el
alzamiento de Sendero Luminoso; el portentoso colapso de los
partidos políticos de inicios de los 90; el surgimiento de
Fujimori. Y, con él, nuevamente, la mesiánica
ilusión —patente en el leguiísmo, tanto como
en el proyecto militar de 1968— de una cúpula de
poder, de modernizar y estabilizar al país por la
vía autocrática, y con las Fuerzas Armadas,
nuevamente, jugando el papel de suprapartido político
nacional.. Y, tras todo ello, el alucinante desmoronamiento de la
cúpula civil-militar «fujimontesinista» y el
retorno a la democracia bajo tutela
internacional.

Medio año de «estado de
derecho» es un lapso demasiado breve como para
pretender un examen en profundidad de los principales actores
partidarios peruanos. Desde la perspectiva histórica
aquí delineada, sin embargo, es posible proponer una
especie de foto-check básico y
preliminar.

Perú Posible: Súbitamente
convertido en partido de gobierno. Creció de la noche a la
mañana en la medida que Toledo se perfilaba como
alternativa presidencial. En su lucha contra Fujimori
apeló con éxito a
las calles y la "lógica
movimientista" hasta entonces patrimonio de
la izquierda legal. En el poder, más aún,
recurriría a ésta  en busca de cuadros de
gobierno, sobre todo para el sector social, en tanto que, los
sectores productivos quedan en manos de sectores vinculados al
empresariado local y la banca internacional.
¿Asimilará el partido a los «invitados»
de su líder o se irá profundizando la brecha entre
éstos y «militancia de base»? Sin
planteamientos ideológicos claros, entidad
básicamente caudillista, para muchos Perú Posible
aparece como una suerte de agencia de empleos. Dos veces en los
últimos meses ha debido postergar su congreso nacional
debido a peleas internas que revelan enormes dificultades para
establecer, para comenzar, una identidad
propia. De superar estos problemas,
podría ocupar el espacio dejado por Acción Popular
como partido nacional, aglutinante, capaz de centralizar a
importantes sectores de las élites políticas
ofreciendo un contrapeso al PAP.

Partido Aprista Peruano: Sorprendente retorno
de compleja explicación. Acaso represente una
opción nostálgica para quienes mantienen su
adhesión a las identidades radicales y creen, aún,
en una alternativa doctrinaria frente a la indefinición
toledista y la desalmada globalización. Acaso, el aprismo, sigue
transmitiendo la imagen de un país mestizo,
mesocrático, descentralizado, frente a la poco confiable
política limeña. Acaso sigue convocando instintos
nacionalistas y populares como ningún otro partido
podría hacerlo. ¿Podrá Alan García
curar a su partido de su histórica esquizofrenia y
construir un partido de centro-izquierda con capacidad de
convocatoria nacional?

Unidad Nacional: Intento de construcción de una derecha moderna de
alcance nacional tras el estancamiento del Partido Popular
Cristiano y el fallido intento del FREDEMO de 1990.
¿Podrá tener éxito allí donde Pardo y
Leguía fracasaron? Su lideresa insiste en la
filiación social-cristiana y no derechista de su
organización. En las últimas elecciones
incluyó en su plancha a un ex-dirigente sindical
comunista. Sus críticos, en cambio,
señalan sus vínculos con el Opus Dei y sus
intenciones de cooptar a los restos del fujimorismo.
Jamás, dicen otros, dejará de ser un partido
limeño[11]

¿Perú Posible? En marzo del
2002 —en medio de las múltiples bombas de tiempo
heredadas de dos décadas atribuladas— dos eventos destacan
como posibles promesas: el proceso de descentralización y el re-establecimiento
de Gobiernos Regionales democráticamente elegidos y, en
segundo lugar, el proceso de concertación. El primero
sería la culminación de un proceso de
ampliación de la escena política nacional forjado,
desde abajo, a lo largo del siglo pasado. Y el segundo
podría crear el marco de estabilidad de mediano plazo de
que todos los intentos democráticos anteriores carecieron.
«La reconstrucción de la fracturada fibra moral del
país», según el Presidente Toledo es la
misión
principal del acuerdo concertador. «Los próximos 20
años comienzan esta noche», ha dicho en su discurso
inaugurando el diálogo.
El tiempo dirá si su mensaje fue
escuchado. 

El líder
que necesita el Perú

La modernidad exige
al hombre adoptar ciertas posturas denominadas formas de
conducta, las cuales se adaptan a su vez a la manera en que las
sociedades han establecido las condiciones de convivencia en
armonía. Sin embargo, estas condiciones varían en
la medida en que los dirigentes de las sociedades definen sus
políticas de gobierno y plasman normas y leyes
para la mejor aplicación de tales
políticas.

Es entonces en donde surgen los dirigentes conductores,
los cuales pueden ser líderes o caudillos. En el
Perú, tradicionalmente ha imperado la figura del caudillo.
Se confunde con el líder porque poseen casi las mismas
características. Arraigo social, carisma, decisión,
fortaleza, templanza, etc. Sin embargo, existe marcada diferencia
entre ambos, y en la medida que los dirigentes se adecúen
a uno de ellos, dependerá el grado de conducción de
su sociedad y por tanto su destino.

El caudillo es capaz de identificar ciertas ideas, que
transmite al pueblo y tienen la apariencia de conducirlo por el
camino correcto. La sensación de triunfo traducida en la
aceptación popular, engrandece su ego. Lo hace más
fuerte; no obstante, esa personalidad
no le permitirá vislumbrar el bien común,
antepondrá el suyo propio para pasar a la gloria. Los
caudillos históricos en el Perú, son muchos.
Ejemplos claros, Sánchez Cerro, Leguía, Fujimori,
Abimael Guzmán, entre otros. Por lo general, el caudillo
no sobrevive a sí mismo. Su pensamiento
muere con él, no es capaz de transformar su ideología en doctrina, y pasa al olvido
como uno más.

El liderazgo identifica tres cualidades, además
de las personalísimas del líder. La
visión o sueño de llegar a una meta clara en
beneficio social común. La misión de identificar
cómo caminar, cómo hacerlo para llegar a ese
sueño. Lo que se denomina planeamiento
estratégico. Finalmente, asume el compromiso de
desarrollar la misión, con todo lo que ello acarrea, en lo
personal y en lo social. Tiene grandes dosis de desprendimiento
porque precisamente se despoja de personalismos y prepara a otros
líderes, que serán quienes sigan la posta para
lograr los cometidos sociales. Un verdadero gobernante
democrático.

Es clara la carencia de líderes políticos
en el Perú de hoy. Cuán lejanos estamos de grandes
ideólogos como Luis Alberto Sánchez,
Mariátegui, José Gálvez, Víctor
Andrés Belaunde, Raúl Porras Barrenechea y tantos
otros. Frente a ellos, se perciben liderazgos institucionales y
académicos, los que marcan la pauta ante necesidades
sociales que el Estado no puede satisfacer.

No existen escuelas de líderes. Se forjan en
la
educación y en el cultivo de principios y
valores. Por
tanto la educación es
fundamental para identificar y formar perfiles de líderes.
Hemos perdido más de una generación, por lo menos
tres. No perdamos más tiempo. Los liderazgos
institucionales se reforzarán, mientras que los
políticos quedan en duda ¿o persistirán en
un caudillismo irrelevante?[12]

Conclusiones

El caudillismo se convirtió, con el tiempo, en
los tradicionales golpes de estado; es decir, en regimenes de
facto (gobiernos militares). Para evitar algún surgimiento
de tales personajes es importante mantener Instituciones fuertes,
pues el poder del caudillo surge de la arbitrariedad en la
sociedad, o sea, de Instituciones débiles. De esa
anarquía surge el caudillo. La historia del Perú es
un claro ejemplo de que el Perú es un país de
caudillos. Vemos, además, que los caudillos militares
devinieron en caudillos civiles. Estos últimos son los
líderes máximos de los partidos políticos,
que a través de su carisma y sentido mesiánico,
hacen suponer que al no existir más tal personaje
(caudillo) el partido político morirá
también.

No se trata de conformarse; sino de reconocer que el
desarrollo que no es más que el Elevar la Calidad de
Vida de las Personas mediante la ampliación de las
oportunidades, difiere de persona a persona; y que esa calidad de vida
que busca la gestión del Desarrollo, no es más que
el estilo de vida
que cada quien elige y que le permite ser Feliz.

Arequipa sufre hoy de un problema migratorio de gente
que proviene de Puno y Cuzco mayoritariamente, que migran hacia
nuestra ciudad en busca de mejores oportunidades que les permitan
mejorar su calidad de vida; mientras los jóvenes de
nuestra ciudad migran a la capital del
país con los mismos objetivos; y
los de Lima fugan al extranjero porque buscan mejorar su calidad
de vida. Pero lo paradójico no radica en este hecho sino
en que son los extranjeros los que buscando mejorar su calidad de
vida, están comprando tierras en el valle sagrado,
formando colonias que les permitan escapar de la metrópoli
y su violencia.

Como vemos la felicidad no es un estado homogéneo
entre los seres humanos, tampoco es un modelo pre establecido a
seguir; sino un camino por descubrir, y la vida y su gusto esta
justamente en encontrar el inicio de ese camino y saber seguir
por la ruta correcta.

El desarrollo de
las fuerzas productivas y la formación
social

  • El descubrimiento fundamental de Marx es que el
    nivel de desarrollo de las fuerzas productivas condiciona el
    modo de producción.

  • La interpretación
    materialista-dialéctica de esta afirmación es:
    la sociedad se organiza para producir de acuerdo al nivel de
    desarrollo de su capacidad de producción.

  • En algún sitio del libro, el profesor Centty
    hace un paralelo entre el desarrollo del ser humano y el
    desarrollo social. Tiene mucha razón: así como
    un niño no puede pasar a ser adulto mayor sin antes
    haber pasado por la etapa de adolescencia, juventud, madures
    temprana, etc. así la sociedad no puede pasar de
    frente del esclavismo al socialismo sin haber pasado antes
    por las etapas previas, como son el feudalismo y el
    capitalismo.

  • Los nombres no interesan, sino las relaciones
    sociales de producción. Hasta Mariátegui
    cometió el error de llamar "socialista" al imperio de
    los Incas, cuando más bien estos vivieron en una
    formación social con una división de clases
    bien marcada y con una sobreexplotación de la fuerza
    de trabajo de los indios que no pertenecían a la
    nobleza, comparable solamente con los faraones de Egipto.
    Esas fábulas que nos presentan a! Tahuantinsuyo como
    una sociedad casi perfecta no pasa de ser eso: un cuento. En
    la realidad existían todos los males de toda sociedad
    medianamente desarrollada: ladrones, mentirosos,
    adúlteros, homosexuales, etc. Y una clase social
    privilegiada que vivía de la explotación de una
    clase sojuzgada. Cuando algún pueblo o comunidad no se
    allanaba a los mandatos del Inca y sus allegados (clero,
    ejército, nobles, etc.), eran totalmente aniquilados
    (hombres, mujeres, y niños) sin ningún
    miramiento. El Inca y la nobleza eran odiados por el pueblo
    así como actualmente se odia y repudia a los
    dictadores. Esa fue una de las razones por las que los
    españoles, a su llegada, no solo no tuvieron mayor
    resistencia, sino tuvieron hasta colaboración de
    muchas comunidades o pueblos, que no querían seguir
    bajo la opresión del Inca. A este tipo de sociedad no
    se le encuadra ni en el esclavismo ni en el feudalismo,
    algunos estudiosos la llaman "formación social
    asiática", por su similitud con otras de esa
    región del planeta. Pero no importa el nombre sino su
    esencia: era una sociedad que se desarrollaba en base a la
    explotación de la fuerza de trabajo, a la
    explotación de una clase por otra. La
    conclusión de acuerdo a! materialismo
    dialéctico es: "el nivel de desarrollo de las fuerzas
    productivas condicionó este tipo de sociedad". De
    ninguna manera podía llegarse a la igualdad, la
    eliminación de las clases sociales y por lo tanto la
    explotación del hombre por el hombre.

  • Volviendo a la etapa actual (siglo XXI), el hombre
    se ha desarrollado a niveles que los incas ni se imaginaron.
    Sin embargo continúa la división de la sociedad
    en clases y por ende la explotación de una por otra.
    Los revo!uc¡onarios más Hoctarvartric;
    (Lenín, Mao), llegaron a tomar el poder. Pero ni con
    todo ai aparato estatal en sus manos, pudieron desarrollar
    las fuerzas productivas hasta un nivel que permitiera
    eliminar la explotación de la fuerza de trabajo. La
    experiencia de Rusia y China, por más de 50
    años y con participación de millones de seres
    humanos, nos demuestra la solides del gran principio
    marxista: "No es la conciencia del hombre la que determina su
    ser, sino , por el contrario, es su ser social el que
    determina su conciencia". Traducido a términos mas
    sencillos esto significa: "No es el conocimiento del hombre
    el que determina su realidad social, sino, más bien,
    es la realidad social la que determina su conocimiento, su
    conciencia". Quienes propugnan que tomando el poder (con todo
    el aparato estatal a sus órdenes), se puede construir
    el socialismo, están actuando idealistamente. A estos
    los llamo "marxistas idealistas". Actúan
    idealistamente porque creen que con sus ideas pueden cambiar
    la realidad social. O sea, creen que lo que está en su
    cerebro puede ser copiado a la realidad. Y esto es idealismo
    puro. Esa es la experiencia fallida del bloque socialista del
    siglo XX. No hay que ser ciegos ante la realidad, no hay que
    cerrar los ojos a ¡a historia.

  • La experiencia fallida de Rusia y China en la
    "construcción del socialismo" no es más que una
    demostración de que es imposible que un país
    pobre pueda pasar a una etapa superior sin haber desarrollado
    totalmente las etapas previas. Ni siquiera tenían. un
    capitalismo medianamente desarrollado y ya querían ser
    socialistas. Y si en un momento pretendieron acelerar el
    desarrollo capitalista cometieron otro error que se
    estrellaba con las leyes objetivas del desarrollo
    económico: y es que pretendían desarrollar el
    capitalismo eliminando la explotación, igualando a
    todos, cuando la esencia del desarrollo capitalista es la
    obtención de plusvalía (llámese
    explotación de la fuerza de trabajo). Aquí
    debemos recordar las palabras monumentales de Marx:
    "Ninguna formación social desaparece antes que se
    desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de
    ella, y jamás aparecen nuevas y más altas
    relaciones de producción antes de que las condiciones
    materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la
    propia sociedad antigua".
    Como vemos, aquí se
    aplica exactamente el ejemplo del desarrollo del niño
    a adulto.

  • En conclusión, de manera apretada,
    ningún país pobre (tercermundista), puede pasar
    al socialismo y quienes propugnan el socialismo del Siglo XXI
    (Chávez, Morales, Correa, etc.) son simples
    oportunistas, mercachifles políticos, que se mantienen
    en el poder engañando a sus pueblos como vendedores de
    cebo de culebra. Ya la historia se encargo de demostrar que
    esa tesis es inviable. El hombre no puede manipular las leyes
    objetivas de la economía y querer ir contra ellas es
    una posición reaccionaria. La única
    posición revolucionaria es ir en la dirección
    de las leyes económicas y estas nos han
    demostrado que el capitalismo tiene para muchas
    décadas. Cierta vez, cuando Mao ya estaba en el poder,
    un periodista ingles le pregunto que cuantos años
    tardaría la sociedad china en llegar al socialismo, y
    la respuesta fue: en mil años.

  • En realidad, ¿cuantos siglos
    necesitará el ser humano para llegar a un nivel de
    desarrollo tecnológico, científico, que nos
    permita eliminar la explotación del hombre por el
    hombre? La verdad es que hasta hoy ninguna nación, ni
    la más desarrollada, se ha siquiera aproximado a
    eso.

  • Los chinos y rusos educados en el socialismo durante
    50 años, son los primeros en apoyar, hoy día,
    la existencia del capitalismo en sus países,
    especialmente la juventud. Y es que nunca vivieron en una
    sociedad socialista. En realidad nacieron y vivieron en una
    sociedad gobernada por una élite de idealistas que
    pretendía transformar la sociedad en base a sus ideas
    y que lo único que consiguieron fue tener a sus
    pueblos oprimidos y sumidos en la pobreza, en aras a un
    ideal. Ejemplos hay miles y también millones de
    mártires. Recién hoy se conoce, gracias a la
    liberación de Ucrania, ¡os más de 10
    millones de muertos por hambre en aras ca ia
    planificación económica de Stalin en su
    pretensión de transformar la sociedad según sus
    ideales obligando a seres humanos a trabajar casi como
    esclavos, y casi sin alimentos, para poder cumplir con sus
    metas de planificación. Esta parte de la historia
    negra de los "idealistas marxistas" está debidamente
    documentada en las embajadas de Ucrania.

  • Es necesario retomar las fuentes del marxismo. Hay
    que estudiar a Marx y entender sus tesis a la luz de la
    historia moderna. No nos olvidemos que Marx y Engels eran
    científicos, por eso cuando les preguntaron qué
    pensaban de la pobreza, ellos respondieron: nosotros (Marx y
    Engeís), propugnamos nuestra ideas comunistas no
    porque nos dan pena los pobres, o porque combatimos la
    pobreza, la explotación, sino porque nuestras
    investigaciones científicas nos llevan a esas
    conclusiones.

  • Claro, ellos no eran curas, eran científicos.
    O mejor: no lo hacían por amor a la casaquilla sino
    por sus convicciones científicas. Y así debemos
    ser.

  • En El Capital Marx dice que la única manera
    científica de resolver una contradicción es
    desarrollándola al máximo. O sea: la
    única manera de resolver las contradicciones del
    capitalismo es desarrollándolo al máximo. No en
    vano, los primeros que se oponen al desarrollo del
    capitalismo son los burgueses y los reaccionarios. Mientras
    más desarrollado esté el capitalismo,
    más fuerte será la clase obrera: más
    fuertes serán los sepultureros del capital. Y por
    ende, la pobreza será menor.

  • A mayor desarrollo capitalista, menor pobreza.
    Pruebas al canto: analicemos el capitalismo desde sus
    orígenes y llegaremos a la conclusión de que
    mientras más se desarrolla, la pobreza es menor.
    Pruebas hay miles. Si el Perú tuviera un capitalismo
    desarrollado como es en Alemania, Suiza, etc. ¿no
    seríamos menos pobres?

  • Tenemos las condiciones para desarrollar nuestro
    capitalismo (incluso con la inversión extranjera
    explotadora encima), tenemos recursos, pero nosotros no
    aprendemos. En este modo de producción de
    carácter mundial, la esencia de su ser es la
    explotación. Y nosotros seguimos gritando ¡No a
    la explotación!. ¿Y cuantos vivos viven de
    eso?

  • Para terminar: solo hay una cosa peor que ser
    explotado: no ser explotado por nadie. Esos son los que no
    tienen trabajo y hay que ver cómo forman cola buscando
    alguien que los explote y después reniegan de la
    explotación. ¡Abajo la explotación!… El
    nivel de desarrollo de nuestra sociedad es así y
    aunque nos paremos de cabeza no lograremos cambiar esa
    situación. Lo que normalmente se consigue es cambiar
    de explotador: la independencia del Perú (1821),
    cambió a los españoles por los ingleses. En
    este momento, en nuestro país, existen empresas chinas
    (que sigue con el Partido Comunista Chino en el poder), que
    son más explotadoras y abusivas que cualquier empresa
    norteamericana.

  • Sin embargo, los niveles de explotación de la
    fuerza de trabajo de hoy, son mucho menores que los del
    esclavismo, de! feudalismo, de! tiempo de lo incas y de los
    primeros tiempos del capitalismo en que la jornada de trabajo
    era hasta de 36 horas. Basta leer "La Clase Obrera de
    Inglaterra" de F. Engeis para poder ver cuánto se ha
    reducido la pobreza y cuánto se ha reducido la
    explotación comparando la Inglaterra de ese entonces
    con nuestra situación actual, a pesar de que somos un
    país pobre.

La visión
de futuro del marxismo

  • La izquierda peruana se ha quedado en la primera
    parte del siglo XX. De ese entonces a la fecha, el mundo y e!
    modo de producción capitalista han cambiado mucho. Los
    líderes" de la izquierda siguen con las ideas de ayer.
    Ya no sintonizan con la realidad y esa es una de las causas
    por las que en elecciones masivas no llegan ni a! 1% de
    aceptación. Son los románticos idealistas de
    hoy.

  • Los marxistas con visión de futuro, aquilatan
    la realidad en el sentido de que en este momento es una
    utopía pretender acabar con e¡ capitalismo e
    instaurar un régimen socialista. Eso aun no es posible
    en ningún país del mundo. Como dijo Mao en una
    de sus tesis filosóficas, la práctica es la
    forma más adecuada de comprobar si una teoría
    es verdadera o falsa. El fue parte de una práctica de
    50 años vivida por millones de chinos en su
    intención de "construir" el socialismo. Finalmente,
    tuvieron que volver a instaurar la propiedad privada y la
    explotación de la fuerza de trabajo a niveles casi
    salvajes, para poder desarrollar su país, pero ya no
    dentro de un pseudo socialismo, sino en un capitalismo puro.
    Ahora el respeto a la propiedad privada está
    consagrado en su Constitución. La práctica les
    demostró que estaban equivocados. Las cosas han vuelto
    a su lugar: en China hoy día existen, por un lado, 50
    millones de pobres extremos y por otro, 50 millones de
    millonarios y es el país con mayor índice de
    crecimiento en el mundo. En el medio hay una población
    que lucha todos los días por superarse y mejorar su
    situación económica. O sea, hay una
    población que compite .todos los días.
    Anteriormente, con esa mala política de igualar a
    todos (hasta en la ropa), se quito todo incentivo a la
    juventud y a los mejores elementos, de modo que la principal
    fuerza productiva (el hombre y su capacidad de trabajar),
    quedó anquilosada. Esto no cambió con la
    educación ni la ideología ni la idea del Che
    del "hombre nuevo", ya que a las masas no se les convence con
    ideas, sino con hechos concretos. Y, en esie sentido el
    capitalismo es el mejor incentivador para el desarrollo (en
    estos tiempos). Y si no, pregunten a los miles de micro
    empresarios de Gamarra y otros focos de desarrollo de nuestro
    país. En la práctica, los dirigentes de
    izquierda son conscientes de esto, y si no ¿porque
    hacen estudiar a sus hijos en la universidad? para que sean
    ingenieros, médicos, etc. y no se queden al nivel de
    simples obreros y tengan un mejor nivel de vida.

  • La izquierda idealista todavía tiene en su
    mente la tesis de "construir" el socialismo, ¿se puede
    "construir* un modo de producción? ¡es que se
    creen dioses!…

  • La izquierda se tiene que recomponer y retornar a
    los principios sólidos del materialismo
    dialéctico. Solo así la izquierda podrá
    avanzar. Un ejemplo cercano, que más o menos se
    está aproximando a esto lo tenemos en Lula del Brasil.
    No le teme a la inversión extranjera, ni cede a las
    presiones de seudo dirigentes izquierdistas que pretenden
    ponerle piedras en el camino. Tampoco propugna la
    eliminación del capitalismo, a pesar de sus
    orígenes proletarios. Su afán es mejorar la
    situación de los trabajadores dentro de las reglas de
    juego del capitalismo y con eso, a ¡a vez, está
    logrando un mayor desarrollo para su país. A este
    pasó, en un futuro no muy lejano, Brasil estará
    dentro de las cuatro economías dominantes del
    año 2050: los famosos BRIC, Brasil, Rusia, India y
    China.

Bibliografía o referencias
bibliográficas

  • Aljovín de Losada, Cristóbal 2000
    "Caudillos y constituciones. Perú 1821 –
    1845".
    Fondo de Cultura y PUCP
    Económica.

  • Flores Galindo, Alberto 1999 "La
    tradición autoritaria. Violencia y democracia en el
    Perú
    ". Sur Casa de Estudios del Socialismo.
    Lima-Perú

  • Lynch, John 1993 "Caudillos en
    Hispanoamérica 1800 – 1850".
    Colecciones
    MAPFRE.

  • Grompone, Romeo (editor) "Instituciones
    políticas y sociedad. Lecturas
    introductorias".

  • Klarens, Peter 2004 "Estado y Nación en
    la Historia del Perú
    ". IEP ediciones.

  • Tamariz Lúcar, Domingo

  • 1995 "Historia del Poder. Elecciones y Golpes de
    Estado en el Perú".
    Editor:

  • Jaime Campodónico. Lima –
    Perú.

  • Gargurevich Regal, Juan 2002 "La prensa
    sensacionalista en el Perú
    ". Edit: PUCP.
    Lima-Perú

 

 

 

 

 

 

 

Autor:

Rodolfo Rolando Mayta Huanca

Estudiante de Maestría en Administración Mención en Gerencia de
Servicios de
Salud

Curso: Gerencia de Servicios de Salud

UNIVERSIDAD ANDINA "NÉSTOR CÁCERES
VELÁSQUEZ"

ESCUELA DE POST GRADO

AREQUIPA – PERÚ
2009

[1] Aljovín de Losada,
Cristóbal 2000 "Caudillos y constituciones. Perú
1821 €“ 1845". Fondo de Cultura y PUCP
Económica.

[2] Flores Galindo, Alberto 1999 "La
tradición autoritaria. Violencia y democracia en el
Perú". Sur Casa de Estudios del Socialismo.
Lima-Perú

[3] Lynch, John 1993 "Caudillos en
Hispanoamérica 1800 – 1850". Colecciones MAPFRE.

[4] Grompone, Romeo (editor) "Instituciones
políticas y sociedad. Lecturas introductorias".

[5] Klarens, Peter 2004 "Estado y
Nación en la Historia del Perú". IEP
ediciones.

[6] Tamariz Lúcar, Domingo1995
"Historia del Poder. Elecciones y Golpes de Estado en el
Perú". Editor: Jaime Campodónico. Lima
€“ Perú.

[7] Gargurevich Regal, Juan 2002 "La prensa
sensacionalista en el Perú". Edit: PUCP.
Lima-Perú

[8] Aljovín de Losada,
Cristóbal 2000 "Caudillos y constituciones. Perú
1821 €“ 1845". Fondo de Cultura y PUCP
Económica.

[9] Flores Galindo, Alberto 1999 "La
tradición autoritaria. Violencia y democracia en el
Perú". Sur Casa de Estudios del Socialismo.
Lima-Perú

[10] Lynch, John 1993 "Caudillos en
Hispanoamérica 1800 – 1850". Colecciones MAPFRE.

[11] Grompone, Romeo (editor) "Instituciones
políticas y sociedad. Lecturas introductorias".

[12] Aljovín de Losada,
Cristóbal 2000 "Caudillos y constituciones. Perú
1821 €“ 1845". Fondo de Cultura y PUCP
Económica.

Partes: 1, 2
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