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El espíritu del ser abogado




Enviado por Mayela RUIZ MURILLO



Partes: 1, 2, 3

    1. El espíritu del ser
      abogado
    2. ¿Quién es
      abogado?
    3. La fuerza interior del
      abogado
    4. La moral () en el
      abogado
    5. El abogado y el
      secreto profesional
    6. La chicana o la
      mentira en el abogado
    7. El abogado y la
      sensibilidad
    8. El desdoblamiento
      psíquico del abogado
    9. El abogado y su
      independencia
    10. El trabajo del
      abogado
    11. El abogado y la
      palabra oral o escrita
    12. El estilo forense del
      abogado
    13. El abogado y la
      cordialidad
    14. Conceptos arcaicos en
      el abogado
    15. El arte y el
      abogado
    16. El abogado pertenece a
      su clase
    17. Así se hace el
      despacho de un abogado
    18. Abogados y
      especialistas
    19. La hipérbole o
      exageración en el abogado
    20. El abogado
      financiero
    21. Los asistentes (TCU) y
      el abogado
    22. El abogado y su
      traje
    23. Decálogo del
      abogado

    El
    espíritu del ser abogado

    "Estas páginas son algo más que unos
    apuntes de observaciones y mucho menos que un cuerpo de doctrina,
    nada hay en ellas de científico ni de narración
    amena, son sencillamente la expresión de un estado de
    conciencia."

    Con estas palabras empezó Don Angel OSORIO el
    prólogo a la primera edición
    de "El alma de la
    Toga" allá por el año 1.919, después de
    haber cumplido veinticinco años de ejercer la
    profesión de abogado y de ser el Decano del Colegio de
    Abogados de Madrid. En
    verdad sus palabras son expresión del alma, de un estado
    evolucionado de conciencia, de la conciencia del verdadero
    abogado. Don Santiago SENTIS MELENDO al escribir el
    prólogo a la séptima edición dijo que
    "He querido escribir este prólogo, presentar esta
    edición de un libro que

    -escrito cuando el autor celebraba sus bodas de plata con la
    abogacía, a los veinticinco años de la muerte del
    autor-, sigue con vida."
    En 1.995 llegó a mis
    manos un ejemplar de la novena edición -tiraje de 1.989- y
    al leerlo me parece que está -y continuará por
    muchísimos muchos años más- totalmente
    vigente. Por eso es que me apetece tomar sus más de 400
    páginas habladas en un castellano ya un
    poco arcaico y re-crearlo en menos cantidad y hablarlo -en la
    medida de lo posible- en un castellano de ahora -quizá en
    palabras de a centavo y comunes-; aunque eso sí
    asegurándome en todo momento que esta
    re-presentación no pierda la calidad del
    original -y que Don Angel me perdone por tal atrevimiento y
    ustedes lo tomen como lo que es: el espíritu del ser
    abogado-.

    ¿Quién es
    abogado?

    La abogacía no es una consagración
    académica sino una concreción profesional, porque
    nuestro título no es el de "abogado" sino el de
    "licenciado en derecho" ([1]) que nos autoriza
    para ejercer la profesión de abogado ([2]).
    Así pues quien no dedique su vida a pedir justicia a los
    Tribunales y a dar consejos jurídicos, será todo lo
    licenciado que quiera ser, pero abogado no será
    ([3]). El que aprovechó su título
    para ser ejecutivo de la municipalidad, entre éstos debe
    figurar e igualmente los que se aplicaron para ser banqueros,
    diputados, periodistas o representantes comerciales: ¡entre
    ellos han de figurar!, porque ser abogado es cosa bien
    distinta… como se verá.

    La fuerza
    interior del abogado

    La fuerza que no
    hallemos en nosotros mismos no se hallará en ninguna
    parte, ya que fuera de nosotros están toda clase de
    sugestiones: el doctrinarismo contradictorio para sembrar la
    duda, el sensualismo para perturbar nuestra moral, la
    crítica
    para desorientarnos, el adversario para desconcentrarnos, la
    injusticia para enfurecernos. ¿Qué pasa cuando se
    nos plantea un caso y hemos de formar opinión y trazar un
    plan?:

    1( Sentimos que una voz interna nos dice "cuidado!
    no tengas el atrevimiento de juzgar sin leer lo que dicen los
    autores y consultar la jurisprudencia
    y escuchar el parecer de tu docto amigo Fulano"
    y es
    así como esta voz nos induce a perder el sentido propio a
    puro recabar los ajenos.

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