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Planificando el desastre ecológico: Impacto del cierre del caño Manamo para las comunidades indígenas y criollas del Delta Occidental (Delta del Orinoco, Venezuela) (página 2)



Partes: 1, 2

Dentro del proyecto de
desarrollo
nacional implementado en la década de 1960, el gobierno
venezolano decidió convertir el Delta del Orinoco en el
principal abastecedor de agroalimentos para la Guayana
venezolana[1]entonces en franco proceso de
crecimiento industrial y demográfico. Para ello, se
decidió intervenir el Delta, construyendo una serie de
grandes diques y otras obras que impedirían que las
crecidas estacionales del Orinoco inundaran miles de
Kilómetros cuadrados supuestamente aptos para la agricultura.
En 1965, en una primera fase del proyecto, el caño Manamo
fue cerrado, pero las graves consecuencias ecológicas
negativas resultantes, paralizaron las fases siguientes.

A raíz de esta intervención, si bien no se
obtuvieron las miles de hectáreas que se habían
previsto para los grandes cultivos extensivos que
convertirían el Delta del Orinoco en el "granero de
Guayana", no es menos cierto que las crecientes estacionales del
gran río dejaron de ser una tragedia anual y un
límite a la ocupación criolla en esta parte del
estado Delta
Amacuro
. Sin embargo, para miles de indígenas Warao,
este hecho constituyó una profunda alteración de su
hábitat
natural y de su modo de vida tradicional.

Como consecuencia de estos cambios, se produjeron migraciones
de indígenas desde las zonas afectadas, especialmente el
área costera del Golfo de Paria, hacia otras partes del
Delta y hacia algunos centros urbanos cercanos como
Tucupita, La Horqueta, San Félix, Barrancas y
Maturín
, donde se instalatron en busca de
recursos
adicionales en substitución de actividades como la
pesca y la
horticultura, que se vieron gravemente afectadas por las
consecuencias del aumento en la salinidad de las aguas y
la acidificación de los suelos.

Los datos
reseñados provienen, en primer lugar, de fuentes
oficiales venezolanas: Corporación Venezolana de Guayana
(CVG), Ministerio del Ambiente y de
los Recursos
Naturales Renovables (MARNR), la Fundación para el
Desarrollo Agrícola (Fusagri) y la Comisión de
Planificación Agraria y Recursos
Hidráulicos (Coplanarh). En segundo lugar, de bibliografía
antropológica especializada, tanto de autores extranjeros
como venezolanos; en tercer lugar, en información recogida en la Prensa Nacional;
y por último, en la información obtenida en
entrevistas
con antropólogos, ecólogos, habitantes de Tucupita
y La Horqueta, e indígenas Warao, cuyas experiencias
profesionales y/o vivencias personales les permiten establecer
comparaciones entre la época anterior al cierre y la
actual.

1. El Delta del orinoco
y sus habitantes:

El Delta del Orinoco Está situado al noreste de
la
República de Venezuela,
entre las coordenadas 8° 30' y 10° de latitud norte y los
6° 40' y 62° 30' de longitud oeste, con una
extensión aproximada de 23.700 Km2 (MARNR 1982:3), en la
zona intertropical. Su clima es
cálido y húmedo, registrando una temperatura
media anual de 26° C, con un índice
pluviométrico entre los 1.250 y 2.000mm anuales. Formado
por numerosas islas y caños, conforma casi en su totalidad
el estado
Delta Amacuro, de 40.200 Km2, con capital en
Tucupita (Vila 1964:12).

Es éste un estuario en expansión originado por
la sedimentación que arrastra el río y por los
depósitos que deja la corriente marina que, desde el
río Amazonas, pasa frente a las costas de la Guayana
Francesa, Surinam y Guyana (Andel 1967). Siendo una consecuencia
de la desembocadura fluvial y las corrientes marinas, la
superficie del Delta está formada, casi en su totalidad,
por suelos inundables, marismas e innumerables islas y
caños; afectados, primero, por las crecientes estacionales
del Orinoco y luego, por las mareas de la costa. Al mismo
tiempo, su
altura sobre el nivel del mar va aumentando a medida que se
acerca al ápice, donde el gran río se divide en los
numerosos brazos y caños que desembocan en el mar. Estas
características determinan varios paisajes y ecosistemas
diferenciados.

El caño Manamo es el brazo del Orinoco situado
más al oeste del Delta y su nombre se deriva de la palabra
Warao manamo, "dos". En los muchos sitios donde el
río se bifurca, los Warao llamaban sus brazos Manamo
Aida
y Manamo Sanuka, traducido por los criollos
como Manamo y Manamito.

Los Warao.

El Delta es, desde hace milenios, el hábitat
tradicional del pueblo Warao, cuyo gentilicio traducen ellos
mismos como: Waha= "Ribera baja, anegadizo, marisma" y
Arao= "Gente, habitante" y que se contrapone al de
Hotarao, de Hota= "lugar elevado, tierra alta o
seca" y Arao= "Gente, habitante", con el cual se
refieren a todos aquellos que viven en tiera alta, criollos e
indígenas no Warao (Lavandero 1991:7). En 1990 fueron
censados 84.564 habitantes en el Delta Amacuro(VENEZUELA
1992)[2], el 25% de los cuales está
integrado por individuos pertenecientes a la etnia Warao.
Actualmente se estima que éstos, incluyendo los que
habitan parte de los estados Monagas y Sucre, deben ser unos
29.000. Su subsistencia ha estado basada en la recolección
de la fécula (Ohidu aru) de la palma moriche
(Mauritia flexuosa), la pesca y, más recientemente, el
cultivo del ocumo chino (Colocasia esculenta).

Según la concepción de los Warao, el mundo
descansa en un equilibrio
entre el hombre, la
naturaleza y
los seres sobrenaturales. Toda intervención humana del
mundo natural, produce necesariamente consecuencias que pueden
resultar funestas para los humanos, por lo tanto, es
indispensable que exista una compensación apropiada para
aplacar a los espíritus de la naturaleza. En esta
visión del mundo, el estado ideal, tanto de las cosas
inanimadas, de los animales,
plantas como
el del hombre mismo,
es el equilibrio, cierta armonía, dentro de un sistema inmanente
que contempla la transformación, el desarrollo y la muerte,
entendida ésta no como un final, sino como el paso a la
dimensión sobrenatural, donde todas las cosas permanecen,
con sus mismos atributos que tenían en vida. Por lo tanto,
es ésta una aproximación al mundo material que los
rodea, totalmente opuesta a la del concepto
religioso judeo-cristiano, por un lado y positivista, por otro,
en los cuales el hombre ha sido creado y poseee el derecho de
"someter" a la naturaleza para su provecho (Heinen
1980:193-195).

2. El cierre del
caño Manamo

Fue éste un megaproyecto planificado y ejecutado por el
Gobierno venezolano, a través de la Corporación
Venezolana de Guayana (CVG), a mediados de la década de
1960, con la finalidad de crear enormes extensiones de tierras
productivas para abastecer la región de Guayana, en pleno
proceso de desarrollo industrial. Su carácter fue eminentemente
tecnocrático y "desarrollista", impuesto por el
Ejecutivo según la tendencia prevaleciente en Venezuela en
ese momento
, dentro del cual no se previó consultar
con la población indígena ni campesina.

El Proyecto.

A partir de 1959, el desarrollo del complejo
siderúrgico de Guayana provocó un súbito
aumento demográfico que creó, a su vez, un
desabastecimiento de productos,
especialmente agropecuarios, que debían ser traídos
desde otras partes del país, con el consiguiente
encarecimiento en los costos. Esto hizo
necesario que se estudiara la necesidad de proveer a esa
región de un sistema de abastecimiento en cantidades
suficientes para el futuro; como condición
indispensable, la fuente principal de productos agropecuarios
debería estar cerca, abaratando así los costos de
transporte
hacia la región guayanesa. El delta del Orinoco
pareció ser la solución más obvia tanto por
su vecindad con el complejo industrial de Guayana como por su
supuesto potencial agrológico. (CVG 1965b:4; 1966:
3.1-3.5).

El instrumento para ello fue la Corporación Venezolana
de Guayana (CVG), un instituto autónomo creado el 12 de
diciembre de 1960, mediante el Decreto N° 430, en el cual se
creaba, al mismo tiempo, el Estatuto Orgánico del
Desarrollo de Guayana. Caracterizado como una organización tecnocrática,
más que burocrática, que tendría como
finalidad llevar a cabo la realización de los objetivos de
desarrollo indicados en los planes nacionales en la región
de Guayana (estado Bolívar y
los entonces Territorios Federales Amazonas y Delta Amacuro) la
CVG se encargaría de promover el desarrollo industrial de
la región según los lineamientos del Plan de la
Nación
(Izaguirre 1976:2; CVG 1985:1).

Para ello, la CVG llevó a cabo en ese entonces
varios estudios previos de factibilidad,
iniciando la construcción de una serie de diques que
dejarían al descubierto más de 300.000Has de
tierras, en el Delta del Orinoco, supuestamente aptas para el
desarrollo intensivo de la ganadería
y la agricultura (CVG 1965a:VI-1).

Origen del
proyecto.

La pobreza de los
suelos del escudo de Guayana, Sur de Anzoátegui y Llanos
de Monagas, los hacía insuficientes para las necesidades
agropecuarias futuras de Guayana. La solución, al parecer,
estaba en el Delta del Orinoco, cuyos suelos, supuestamente
fértiles, estaban desaprovechados debido a las crecidas
estacionales del gran río (CVG 1964:12-15). Estas han
llegado en ocasiones a sobrepasar, en los meses de julio –
agosto, los 15 metros por encima del nivel más bajo que se
registra en el mes de marzo. Crecidas especialmente fuertes se
presentaron en los años 1892, 1927 (PP. Capuchinos 1945) y
1976. Los planificadores de la CVG supusieron, al parecer,
que si se protegían ciertas partes con un sistema de
diques o pólders, se obtendrían a bajo costo miles de
hectáreas aptas para labores agropecuarias intensivas,
solucionando así el problema de abastecimiento futuro de
Guayana (CVG 1965a: VI-1).

Características
del proyecto.

En 1960 la CVG encargó al Sector Agroforestal, adscrito
a la División de Estudios, Planificación e Investigación, que iniciara una serie de
estudios en el Delta, en la isla Macareo, entre el caño de
este nombre y el Manamo, donde se consideró la
construcción de un Pólder (CVG 1965a:VI-2). Estos
estudios arrojaron la cifra de 10.000Km2 de tierras
potencialmente aprovechables, que cada año quedaban
durante varios meses cubiertas por las inundaciones del Orinoco.
En 1964, se elevó aquella oficina al rango
de División de Recuperación de Tierras y Desarrollo
Agroforestal (CVG 1965a:VI-1 y 2).

Según una fuente, una empresa
holandesa, al parecer, determinó la inviabilidad del
sistema de Pólders, recomendando no intervenir la zona
(Egea, Comunicación personal 1996).
No obstante, el 21 de mayo de 1964, le fue encomendado a la empresa IARTA
un estudio del potencial agrícola de la zona inicial
delimitada, de 283.260Has, que determinó que de
éstas, 79.670Has (28,12%) eran suelos de clase III-A y
III-B, aptas para cultivos; 172.330Has (60,84%) eran suelos de
clase IV, sólo para cultivos limitados, más bien
apropiadas para pastizales; el resto, 31.260Has (11,04%) eran
suelos de clase VI y VII, impropios para fines agrícolas
(CVG 1964:11,13). El informe indicaba
también que las particulares características de los
suelos deltaicos ameritaban llevar a cabo una profunda
intervención de los mismos (fertilizantes, defesnsas,
riego), bajo estricto control que
garantizara el manejo racional de dichos suelos y recomendaba
continuar los estudios en el futuro para evaluar con
precisión el potencial agroeconómico del Delta (CVG
1964:13-15,22,39-40,69-73).

La continuación de estos estudios arrojó
posteriormente la cifra de 250.000Has de tierra aprovechables
para uso agropecuario en las zonas altas al Sur del estado
Monagas, libres de inundaciones y 300.000Has más, en las
zonas inundables del mismo estado y el entonces Territorio
Federal Delta Amacuro. Se llegó a decir que "la calidad de los
suelos desde el punto de vista agrológico es una de las
mejores de Venezuela" (CVG 1965b:4). Las investigaciones
agrológicas habían ya determinado en los primeros
estudios que el área más prometedora era la
comprendida por Manamito, Isla Guara y Río Grande (CVG
1964:13). Se llevaron a cabo levantamientos topográficos,
cartográficos, meteorológicos, estudios
hidrológicos, socio-económicos y experimentos de
adaptabilidad de nuevas especies vegetales a las condiciones
particulares de la región (CVG 1964:9-15 y CVG
1965a:VI-10-12). El total de tierras recuperadas sería de
333.984Has, 40.960 de las cuales, es decir, el 12,3%, como aptas
para los futuros desarrollos agrícolas es decir,
cultivos limpios, en buenas condiciones físicas, con
capacidad para producir abundantes cosechas con la
aplicación de técnicas
agronómicas adecuadas (CVG 1965a:VI-11-13).

El factor hidrográfico se consideró
suficientemente conocido; para el caño Manamo se
calculó que pasaba por él sólo el 11% del
caudal del Orinoco en su nivel más alto, el cual
sería desviado por el caño Macareo al concluir las
obras de la primera fase. Las fluctuaciones del nivel del
río se refirieron a observaciones realizadas por el
Instituto Nacional de Canalizaciones y una compañía
minera. En Inglaterra, el
laboratorio
Hydraulic Research Station en Wallingford elaboró dos
modelos
hidráulicos con los datos proporcionados por la CVG y en
Venezuela se construyó un tercero. Para la época de
la publicación de este informe que citamos (CVG 1965a),
se hicieron además otros estudios en la isla Guara, margen
izquierda del caño Guara e isla de Manamito,
para
determinar: A) Tenencia y uso de la tierra. B)
Sistemas
convenientes de explotación agropecuaria. C)
Utilización y disponibilidad de mano de obra familiar y
asalariada. D) Mercadeo de los
productos agropecuarios. E) Rendimiento económico de las
explotaciones actuales. F) Servicios
crediticios y técnicos y G) Aspectos sociales (CVG 1965a:
VI-14-18). En total, se identificaron 67. 900Has aprovechables
para uso agrícola en el delta y S del Edo. Monagas.

En una segunda fase, se represaría también el
Caño Macareo y posteriormente se prolongarían los
diques por la margen izquierda del Río Grande, para
liberar de las inundaciones la cuña de tierra comprendida
entre ambos, quedando así resguardada la casi totalidad de
las tieras del Delta, unas 2.000.000 de hectáreas (CVG
1965a:VI-1, VI-30).

Se hicieron también estudios de aclimatación de
las nuevas especies vegetales, tanto comerciales como para
forraje, en la zona de Barrancas y Uracoa que se
sembrarían
en las áreas protegidas, unas
15.000Has. En 1964 se creó un centro de investigaciones
agrícolas en esta última población.
También se sembraron frutales y árboles
maderables. En la isla de Guara se hicieron ensayos para
determinar la carga de cabezas de ganado que podían
sostener diversas especies de pastos (CVG 1965a:VI-18-24).

Para entonces la especial composición de los suelos
deltaicos era conocida, incluso se había recomendado
extremar las precauciones y someter el proyecto a un estricto
control que garantizara el manejo racional al intervenir el
ambiente, no sólo por lo significativo de la inversión a realizar, sino "a causa de las
peculiares y delicadas características de sus suelos" (CVG
1964:69-70). En un informe adicional se hacían sugerencias
para el manejo de los recursos naturales y humanos, incluyendo
los indígenas, advirtiendo que, para esa fecha, tanto el
potencial agrológico, como las características
hidrológicas de la zona, eran aun desconocidos (CVG
1965c:1). Se encontraban ya aquí, como podemos ver, todos
los elementos que contenían la clave del delicado
equilibrio ecológico deltaico.

No obstante, es evidente que, independientemente de los
estudios de factibilidad, las obras del cierre eran un hecho
consumado, como lo prueba el que, a mediados de 1964, es decir,
simultáneamente con la realización de tales
estudios "previos", se iniciaban ya los trabajos de
construcción del dique marginal que controlaría las
inundaciones de la margen izquierda del caño
Manamo y las obras de vialidad que permitirían la
salida de los productos de esa zona. Le siguieron a éste
el dique-carretera que atraviesa el caño Manamo
sobre una presa de cierre, que debía, en principio, seguir
hasta el caño Macareo en su confluencia con el
Tucupita.

En esta primera fase, se protegieron de las inundaciones
970.000Has; la segunda fase, como ya dijimos, debía
culminar con la construcción de un dique marginal en el
Río Grande, para proteger de las inundaciones la
casi totalidad de las tierras deltaicas, más de 2.000.000
de Has (CVG 1965a:30; 1966:1.,2.). Las consecuencias
ecológico-sociales que se presentaron inmediatamente
después de concluida la primera fase, es decir, el cierre
del caño Manamo, paralizarían la
continuación del proyecto. Hasta el día de hoy,
pueden verse los pilotines con los cuales trataron de cerrar el
Caño Macareo en el inicio de esta segunda etapa
inconclusa.

Con relación a la población Warao y el posible
impacto que tendrían estas obras sobre su
hábitat natural y sus costumbres, hubo al menos dos
estudios previos. Uno de ellos incluso recomendaba medidas
precisas para minimizar las consecuencias que las obras
podrían tener sobre el medio y la cultura
Warao
(CVG 1965c:5); en el otro, sin embargo, se subestimaba
el número de indígenas (CVG 1964:28-29). A pesar de
ello, estas consideraciones no serían después
tomadas en cuenta; de hecho, aun durante la ejecución de
los trabajos, había, por parte de los responsables de las
obras, un total desconocimiento de la existencia de una
población indígena en las zonas afectadas (Heinen y
Urbina 1986:116).

Consecuencias.

A fines de 1965 quedó terminado el cierre del
caño Manamo. Consistía en un sistema de
diques de 172Km de longitud que impidieron que las aguas del
Orinoco, a través de los caños Manamo,
Pedernales, Cocuina y Tucupita, inundasen las islas de Guara,
Manamito y Cocuina durante los meses de Mayo a Octubre,
protegiendo parcialmente las islas de Tucupita y Macareo. Durante
las inundaciones de 1966, quedaron efectivamente protegidas unas
170.000Has en el Delta y Sur de Monagas. Posteriormente, los
efectos secundarios ocasionados por la salinización de los
caños y las inundaciones producidas por las lluvias en el
interior de las islas, obligaron a emprender la
construcción de un sistema de drenaje superficial de 155Km
de canales primarios y 792Km de canales secundarios; en la
desembocadura de quéllos se instalaron además,
compuertas que se cerraban durante la marea alta y se
abrían durante la baja, para evitar que el agua
salobre penetre en el interior de las islas.

Como estaba previsto, en las tierras que quedaron protegidas
de las inundaciones por las obras de cierre, se impuso en
agricultura el sistema de monocultivos intensivos: Maíz,
caraotas y arroz, principalmente; en menores cantidades,
plátanos y cacao. La cría de vacunos, viable en
principio, presentó algunos problemas
debido a limitaciones de los nutrientes en los pastizales y se
complementó con la cría de búfalos (Ramírez
Serfatty 1977:13, 15, 16). Por otro lado, dos años
después del cierre del caño, la CVG se vió
obligada a resolver el grave problema que para los
indígenas Warao representaron los profundos cambios
operados en el ecosistema
deltaico, de los que trataremos luego. Baste decir aquí
que se procedió a reubicar a los habitantes de la zona del
Bajo Delta, especialmente los de Dauwaha y del caño
Morocoto, para fundar con ellos tres pueblos: Santo Domingo de
Guacajarita, El Pajar y Playa Sucia (CVG 1970; Heinen y Urbina
1986:116).

En 1978, la versión oficial de la CVG de los logros
obtenidos a raíz de la intervención decía
que
en la isla Guara se habían asentado 180 familias
campesinas en una extensión de 4.356Has; 732Has para uso
agrícola y 3.624Has para uso pecuario, con un promedio de
24,2Has/familia. Se
adjudicaron además 111 parcelas empresariales de 112Has
c/u, para un total de 12.395Has, 5.112Has para uso
agrícola y 7.283Has para uso pecuario. Los estudios de las
islas Tucupita y Macareo dieron como resultado 76.500Has
aprovechables; 36.700 para uso agrícola, 28.000 para uso
pecuario y 11.800 como tierras marginales (CVG
1978a:169-170).

Los informes
internos emanados de la misma CVG, sin embargo, eran más
realistas y mostraban cierta preocupación por los escasos
resultados obtenidos y los graves desequilibrios producidos en la
composición de los suelos y las aguas del Delta, desde el
mismo momento del cierre. Según estudio de la
Comisión del Plan Nacional de Aprovechamiento de Recursos
Hidráulicos (COPLANARH) en 1976, citado en uno de dichos
informes, sólo 70.000Has en la zona protegida estaban
libres de convertirse en suelos sulfato-ácidos
(Ramírez Serfatty 1977:10,12,14).

La CVG calculaba que a consecuencia del deterioro de los
suelos, sólo 60.000Has eran realmente aprovechables para
uso agropecuario, el resto se recomendaba dedicarlo a la
piscicultura, debido a la desaparición acelerada de la
capa vegetal en el interior de las islas del área
protegida (Ramírez Serfatty 1977:10). Se pensaba entonces
"que no vale la pena intentar la recuperación de los
suelos sulfato-ácidos por ser una operación
antieconómica
" (Ramírez Serfatty 1976:3;
1977:14) y se recomendaba extremar las precauciones adecuadas
para evitar la pérdida de estos suelos para la agricultura
y su capacidad para el mantenimiento
de pastos, concentrando los esfuerzos en intensificar la producción en los suelos saneados libres de
convertirse en sulfato-ácidos, en lugar de seguir
recuperando tierras nuevas (Ramírez Serfatty 1977:12,28).
Se opinaba que sí tenía justificación el
esfuerzo realizado para lograr el autoabastecimimiento del Delta
y aun cierto excedente, pero al mismo tiempo se reconocía
que nunca sería el tal "granero de Venezuela"
(Ramírez Serfatty 1977:29).

Estos informes contrastaban con la información oficial
que se destinaba al público en la misma época, en
la cual se mostraba el proyecto como de un éxito
sostenido (CVG 1978a:169-172).

3.Alteraciones al medio
natural.

Inmediatamente después del cierre del caño
Manamo, comenzaron a evidenciarse una serie de
trastornos tanto físicos, como químicos, que
produjeron graves desequilibrios en el ecosistema deltaico.

Alteraciones edáficas.

Menos de dos años después del cierre del
caño, en 1967, se inició la progresiva
salinización de las tierras cercanas a los caños
por los que ya no circulaba suficiente agua dulce,
proveniente del Orinoco, La consecuencia inmediata de esto fue la
inhabilitación para la agricultura de un alto porcentaje
de tierras que se habían previsto como de potencial
desarrollo en las islas (CVG 1970:1). Por otro lado, las
características particulares de la topografía deltaica produjeron a mediano y
largo plazo otra serie de alteraciones edáficas; en
efecto, morfológicamente, las islas del Delta presentan
forma de plato sopero, cuyos bordes, de hasta 1 Km de ancho, se
elevan de 1 a 6 m s.n.m. y es la zona de mayor
concentración y profundidad de la capa orgánica
apta para cultivo y donde se cultiva tradicionalmente mediante
el sistema llamado de conuco (tala y quema
). El centro de las
islas, de 0.5m s.n.m., con escasa capa orgánica, es
predominantemente pantanoso, con problemas de drenaje. Los suelos
situados debajo de la capa orgánica, son de tipo arcilloso
marino aluvional, ricas en piritas, de textura franco-arenosa a
franco-arcillosa (Ramírez 1977:2-5).

Al cerrarse el caño Manamo, las tierras que
quedaron fuera del alcance de las inundaciones periódicas
del Orinoco presentaron alteraciones causadas por tres tipos de
agentes, dos de ellos naturales (físicas y
químicas) y uno humano.

Causas físicas:

Al llegar la temporada de lluvias, que comienza hacia abril y
mayo y debido a la forma peculiar de las islas y al problema del
drenaje, el centro de éstas quedó inundado igual
que antes y el área efectivamente aprovechable se redujo
considerablemente, volviendo a quedar restringida a los bordes.
La creciente salinización afectó también
estas áreas, al dejar de correr por los caños el
agua dulce procedente del Orinoco. Esto se agravó en el
centro de las islas, pues allí aumentó entonces la
salinidad de la capa freática y de los suelos mismos,
debido a la ausencia de drenajes, por un lado y de corrientes de
agua dulce que podrían evitar la concentración
salina, por otro. La solución que la CVG implementó
para remediar esta situación fueron el costoso y extenso
sistema de canales de drenaje primarios y secundarios y el de
compuertas en la desembocadura de los mismos (Ramírez
Serfatty 1977:2-3, Romero y Olivo 1982:210-ss).

Simultáneamente, se produjo un cambio en el
patrón de sedimentación de los caños que, en
combinación con los cambios químicos,
provocó alteraciones de la vegetación en toda el área afectada,
favoreciendo el predominio del mangle (Rhizophora mangle) en
detrimento de otras especies (Colonello y Medina
1998:148-150).

Causas químicas:

Según las investigaciones llevada a cabo por la CVG
,
la capa orgánica superficial de las islas del Delta
descansa sobre arcillas marinas ricas en sulfuro de hierro que, si
se encuentran cerca de la superficie, se oxidan, formando
óxidos e hidróxidos de hierro y azufre libre, que
al entrar en contacto con el agua salada, produce ácido
sulfúrico. Esto puede neutralizarse con materiales
ricos en bases, en este caso, muy escasos o inexistentes en el
Delta. Este ácido reacciona con las arcillas marinas,
ocasionando la liberación de aluminio
estructural en tales cantidades que pueden generan gran toxicidad
en muchas plantas. Los suelos resultantes presentan un moteado
amarillo pálido, conocido como Jarosita o sulfato de
hierro y potasio, con un Ph menor de
3.5 y alta conductividad eléctrica, típicos de los
suelos sulfato-ácidos.

Estos suelos son de baja o nula productividad,
causada primero por el aluminio, que inhibe el crecimiento
radicular y luego por el bajo Ph, que produce toxicidad por
hierro y manganeso. Como resultado, los fosfatos precipitan y la
capacidad de intercambio catiónico es baja. Se
calculó que en el Delta, sólo 70.000Has se
encontraban fuera de este riesgo
(Ramírez Serfatty 1977:13-14).

Este proceso se inició a partir del momento en que la
capa vegetal comenzó a disminuir, es decir, a los dos
años del cierre del caño. Los síntomas
inmediatos fueron una baja de la productividad de los cultivos y
la desaparición de los pastizales, lo cual obligó a
los productores y a los ganaderos a movilizar sus cultivos y
rebaños continuamente, a medida que el suelo se
volvía estéril, en busca de mejores condiciones,
inutilizándose así más de 15.000has de
tierras antes cultivables, casi todas ellas en el estado Monagas
(Romero y Olivo 1982:210).

Causas humanas:

Durante los primeros años, las siembras efectuadas en
los diques o bordes de las islas del Delta fueron satisfactorias,
de una alta productividad sin uso de fertilizantes, pero este
rendimiento comenzó a disminuir, debido, principalmente,
al excesivo laboreo de las tierras, quemas y a la
degradación de los suelos que anteriormente estaban en
estado de inundación semi-permanente o permanente y que
pasaron después del cierre del caño a otro de
oxidación debido a las obras de drenaje (Ramírez
Serfatty 1977:12). El ganado, por otra parte, agotó
progresivamente los pastizales y el deterioro químico del
suelo obligó a una trashumancia de los rebaños, que
sumó a los factores naturales el deterioro producido por
el paso de miles de cabezas de ganado en constante movimiento en
busca de zonas aptas para pastar (Romero y Olivo 1982:210-212,
Egea, Comunicación personal 1996). El resultado fue que la
capa orgánica superficial en el Delta superior y medio,
originariamente de 60-80 cm de espesor, para 1976 se había
reducido a 10 cm o menos en las áreas intervenidas
(Ramírez Serfatty 1977:12).

Alteraciones
Hidrológicas:

El cierre del caño Manamo represó las
aguas dulces procedentes del Orinoco, impidiendo su salida al
mar; a consecuencia de esto, el cauce del caño se
convirtió en una cuña de agua salobre tipo
ría o fiordo, hasta muy al Sur
, con muy poco
movimiento horizontal, permaneciendo, en cambio, el vertical,
producido por las mareas. El proceso de salinización
afectó, por un lado, los ecosistemas animal y vegetal de
los caños y sus orillas y por otro, las poblaciones
indígenas que perdieron su principal fuente de
subsistencia: los productos vegetales habituales de su consumo,
especialmente el "Ocumo Chino" o Ure (Colocasia
esculenta.) y afectó en alguna forma también la
pesca en los caños e islas. Los sedimentos de los
caños, en contacto con las aguas ácidas presentan
el fenómeno de eutroficación y floculación
que enturbiaron las aguas, haciendo aún más
inhóspito el ambiente de los caños para cualquier
especie animal, vegetal y el consumo humano; este efecto es
aún mayor en los canales grandes (Romero
1982:208-210).

En 1976, se registraron precipitaciones excesivas en las
cabeceras del Orinoco y sus afluentes de Guayana, provocando en
el Delta una gran inundación que alcanzó alturas de
hasta 13 y 15m, efecto que algunas fuentes atribuyeron, en
gran medida, a la imposibilidad de desaguar el exceso de caudal
por el caño Manamo, cerrado para ese entonces
(Romero 1982:210). Como consecuencia de ello, se estima que gran
número de indígenas murieron, a pesar de las
labores de salvamento llevadas a cabo por la Guardia Nacional y
el ejército (Egea, Comunicación personal 1996).
Dado que el número de indígenas del entonces
Departamento Antonio Díaz alcanzó para 1982 la
cifra de 12.465 (Venezuela, OCEI 1985), la mayoría en
zonas no afectadas por la creciente, informes que hablan de entre
1.000 y 3.000 muertos son sin duda exagerados. Por otro lado,
existen dudas de que
esta tragedia y las otras inundaciones
que se han registrado al S del Delta, tengan que ver directamente
con el cierre de caño Manamo, puesto que se
supone que
el exceso de las aguas drenaría por el
caño Macareo (Heinen y Urbina 1986:117).

La baja en la fertilidad de las tierras cultivadas
intensivamente, obligó a los productores a emplear
fertilizantes químicos en cantidades cada vez mayores, que
se fueron depositando en la capa freática de las islas,
reservorio de agua dulce para consumo humano, animal y vegetal y
cuando se construyó el sistema de drenaje, éste
arrastró estos residuos hasta los caños, cuya
escasa movilidad afectó adversamente aún más
las ya deterioradas condiciones de sus aguas.(Romero
1982:210).

4. Alteraciones al medio
humano:

La población que habitaba diversas regiones del Delta,
tanto los aborígenes como los criollos de Tucupita y otros
lugares, vieron afectadas sus condiciones de vida a raíz
del cierre del caño Manamo; alteraciones que han
resultado ser irreversibles. Resumiremos brevemente primero
cómo era la situación antes del cierre, tanto para
los indígenas como para los criollos.

La población Indígena antes del cierre del
caño Manamo:

Los cambios en la composición de suelos y aguas,
además de las súbitas crecidas que se experimentan
en el S del delta, a partir del cierre del caño
Manamo, modificaron sensiblemente las condiciones de
subsistencia de los aborígenes, pertenecientes a la etnia
Warao, sin proporcionarles a la vez ninguna ventaja
adicional.

Los Warao hacían uso de los recursos naturales del
Delta compartiendo dos tipos distintos de hábitat: el
primero eran las comunidades paláfiticas formadas por
varias familias emparentadas entre sí, en las orillas de
los caños, para la pesca y el cultivo de ocumo chino
(Colocasia esculenta.), durante las inundaciones
periódicas de las islas. En la época seca, los
grupos
familiares se dividían para trasladarse a los morichales
en el interior de las islas, donde se dedicaban a la
explotación de la "yuruma" o "sagú", almidón
que se encuentra en el interior de la palma de moriche (Mauritia
flexuosa). Complemento de su dieta lo constituían en
primer lugar la pesca en los caños y en el interior de las
islas y en menor medida la caería, la recolección
de frutos, larvas, miel, etc.

Las crecidas estacionales del Orinoco, al inundar las islas,
permitían la vida y el cultivo en los bordes o albardones,
a orillas de los caños. En tiempos pasados, los indigenas
fueron empleados, voluntaria o forzosamente, como mano de obra
asalariada o gratuita en plantaciones de balatá, cacao,
café,
arroz, prospecciones petroleras y aserraderos;
además existía un comercio con
los arawacos de Guyana, los criollos de Trinidad y poblaciones
venezolanas hasta Ciudad Bolívar; pero siempre manteniendo
la práctica de sus actividades tradicionales.

Las comunidades Warao que residen a lo largo de un mismo
caño se consideran emparentadas, formando
unidades
endogámicas de varios centenares de personas, mientras que
en los morichales los grupos exogámicos, usualmente una
sola familia, no pasaban de 25 personas. Formaban una sociedad no
estratificada, alrededor del eje suegro/yerno, con una
relación subyacente madre/hijas/nietas. Su sistema
socio-económico descansa sobre la reciprocidad basada en
los nexos parentales, especialmente entre los esposos de un mismo
grupo de
hermanas, aharayaba, que garantizaba la distribución equitativa de los productos y
aseguraba el sustento de aquellos incapacitados para trabajar,
niños,
ancianos o quienes ejercían cargos de liderazgo.

Los indígenas
después del cierre del caño:

El primer fenómeno que afectó la vida de los
Warao en forma directa fue la súbita salinización
de los caños y tierras del Bajo Delta, con los
consiguientes efectos nocivos sobre el aprovisionamiento de
agua potable y
sobre las siembras, sumado a la desaparición de parte de
la población piscícola[3]importante
medio de subsistencia de los habitantes de las riberas, agravada
posteriormente con la floculación y eutroficación
producidas por los compuestos sulfato-ácidos. En el
interior de las islas, la progresiva acidificación fue
eliminando las especies de peces
morichaleros y la pérdida de fertilidad de los suelos
disminuyó los recursos vegetales (Ramírez Serfatty
1976:1, Romero 1982:210). Esta situación ocasionó
un éxodo de muchos habitantes de la zona afectada: Osibu
Hana, el caño Morocoto, los de caño
Dauwaha y otros, en dirección río arriba, hacia
el N de Tucupita y la zona no protegida (Egea,
Comunicación personal 1996). Las siembras de arroz y de
cacao en la zona Capure-Cocuina fueron abandonadas por los
criollos, que se replegaron hacia la población de La
Horqueta. Y lo mismo hicieron los indígenas que
solían trabajar en las plantaciones como mano de obra
asalariada.
En general, la parte noroccidental del Delta se
ha despoblado sensiblemente, habiendo emigrado muchos de sus
habitantes indígenas hacia las zonas altas, centros
urbanos como Tucupita, La Horqueta, Pedernales y el Delta
suroriental.

Para 1968, dos años después del cierre del
caño, gran parte de los habitantes de la zona afectada
que aun permanecían en las rancherías de
origen
, fueron reubicados en asentamientos nuevos como Santo
Domingo de Guacajarita, El Pajar y Playa Sucia (CVG 1970,
Hayes-Latimer 1980:66-68, Heinen 1982:84). El nuevo patrón
de poblamiento se hizo siguiendo el modelo de los
asentamientos campesinos del Instituto Agrario Nacional (IAN), es
decir, en viviendas individuales unifamiliares, de bloques, con
techos de zinc o asbesto, en disposición de
cuadrícula y calles rectas entre las casas. Cada poblado
contaba con escuela,
galpón comunal y una extensión de tierras de labor
con parcelas individuales para cada familia además de una
o dos parcelas comunales. Un objetivo
adicional sería la producción de excedentes que les
permitieran no sólo ser autosuficientes sino que los
vinculara a la economía nacional como proveedores de
productos agrícolas y artesanales (CVG 1970, Hayes-Latimer
1980:72-73).

Estos grupos indígenas se desvincularon con el
patrón socio-económico tradicional que unía
modo de producción, hábitat, vivienda y
relación parental en un todo equilibradamente
homogéneo, convirtiéndose en conuqueros y
asalariados de los criollos. Este cambio provocó la
ruptura del sistema de trabajo que
solía estar
encabezado por el suegro/jefe, basado en
la reciprocidad, creándose en su lugar grupos de
trabajadores individuales agrupados por familias nucleares y
algún hermano o hermana; estos grupos se beneficiarse del
producto de su
trabajo (conuco o salario) y
estaban dirigidos ahora por los yernos, quienes actuaban de
"cabezantes", substituyendo al suegro o aidamo,
separándose así del modelo de trabajo comunitario
tradicional
.

A esta nueva situación se le agregaría
posteriormente la creación
de una élite de
funcionarios: maestros, enfermeros, comisarios, ecónomos y
otros cargos gubernamentales, con mayores ingresos
individuales, que se tradujeron en un aumento del nivel de
vida, similar al de los criollos, para un reducido grupo en las
comunidades
, introduciendo una estratificación social
antes desconocida en las comunidades Warao. Estas desigualdades,
la desaparición del sistema de reciprocidad y su
substitución por el de ingreso asalariado
individual,
trajeron problemas de desnutrición, pobreza y mendicidad.

Los nuevos asentamientos se hicieron en el Edo. Monagas,
aunque pertenecen económicamente al Edo. Delta Amacuro;
en ellos
predomina la cría de ganado por parte de
productores criollos, lo que ha originado muchos abusos por parte
de éstos hacia los Warao, en la forma de ocupación
de tierras, destrucción de conucos y pérdida de
siembras (Heinen 1980:235). Estos nuevos asentamientos han
perdido casi todas las características que los
identificaba con la etnia Warao, especialmente en lo que se
refiere a estructura
socio-económica y cultura tradicional, la cual ha
desaparecido en gran parte, hasta el punto de ser considerados ya
como pueblos no indios, totalmente aculturados (Hayes-Latimer
1980:76).

El abandono de sus medios
tradicionales de subsistencia desplazó a los
indígenas de esta zona hacia el mercado local de
trabajo asalariado, creando un excedente de mano de obra no
calificada. Estos Warao se emplean hoy como obreros, peones de
hacienda, servicio
doméstico e incluso practican la mendicidad en los centros
urbanos criollos y recogen desechos en los
basureros[4](Heinen y Urbina 1986:117; Heinen y
García-Castro 1999; Davies 1994a, 1994b; Pascual 1994;
Yoyotte 1994; Martorelli 1994; Gascón 2000:8-9).

Todavía quedan algunos contingentes de Warao
tradicionales en un límite amenazado por el agua salobre,
que se ha movido bastante hacia el sur. La salinización no
es un problema nuevo para los Warao, pero antes del cierre
este fenómeno se daba solamente muy cerca de la costa y en
el caño Morocoto se podía cultivar ocumo
chino. Actualmente los conucos han disminuido su
productividad
y la estadía en los morichales se ha
vuelto obligatorio en la época seca (inawaha).
Las áreas de Capure, Cocuina, Waranoko
(Guaranoco) y de Güinamorena
(Winamoruina), en tiempos pasados conocidos como muy
prósperas
, son las más precarias para sus
habitantes por la falta de tierras cultivables.

Sin embargo, hay que apuntar que algunos elementos Warao muy
aculturados en los asentamientos de Wakahara (Guacajara) y
Pepeina
, ubicados en el caño Pedernales
(Anaburu), Capure, en ese caño y Jotajana, en
caño Cocuina del Delta medio,
acogen con
beneplácido la ausencia de las crecientes anuales a pesar
de todas las desventajas señaladas y la falta de agua
potable. Estas son poblaciones que se fugaron en los años
20 de los campamentos de balatá del área de Simoina
y otros lugares cerca de Pedernales, en la costa, donde prestaron
trabajos forzados bajo condiciones infrahumanas. En esa
época, se juntaron con familias de pescadores
Margariteños y se establecieron río arriba. Alli se
oye la opinión que la oportunidad para ellos sería
una extensión de cultivos en tierra alta junto con la
cría de peces y algo de ganadería, además de
la cercanía a Tucupita para los servicios asistenciales y
posibilidades laborales.

La población
rural antes del cierre del caño Manamo:

Otro sector afectado por los cambios en el medio ambiente
provocados por el cierre del caño Manamo, fue el
de los agricultores criollos allí establecidos, sobre todo
conuqueros. La población rural criolla de pequeños
asentamientos y fincas que se encontraba en la zona afectada,
tenía sus sembradíos en la zona de dique o borde
insular ya mencionada, con pequeñas siembras de yuca,
ocumo blanco, maíz, frijol, naranja criolla, aguacate,
cambur y plátanos; la caraota no era un cultivo
típico del Delta y ni siquiera forma parte de la dieta
habitual, tanto de indios como de criollos. Había algunas
prósperas haciendas de cacao de 3 ó 4 Has,
combinadas con ocumo y piña. Los excedentes se
comercializaban en Trinidad. La ganadería era de tipo
trashumante, pastando en las islas en tiempo de sequía y
trasladándose gradualmente a las sabanas altas, a medida
que el río subía, en época de inundaciones,
este sistema no producía agotamiento de los suelos, a
pesar del elevado número de cabezas de ganado
(Ramírez Serfatty 1977:16-17).

Los campesinos
después del cierre:

A partir de 1966, al quedar enormes extensiones de tierra
protegidas de las inundaciones, estas pequeñas
plantaciones fueron substituidas principalmente, por cultivos
intensivos de maíz, caraota y arroz, con un promedio de 10
a 15 Has por persona, y se
impuso la necesidad de introducir técnicas de
mecanización para su laboreo. La política crediticia
pretendió desestimular cualquier otra producción
que no fuese la de los rubros mencionados, por lo cual
sólo ellos recibieron crédito
y facilidades para la adquisición de insumos (maquinaria,
aperos, y posteriormente, fertilizantes); las siembras de ocumo,
plátano, yuca o cacao no recibieron, pues, ningún
crédito oficial, a pesar de ser éstos los cultivos
tradicionales mejor adaptados a las condiciones especiales del
Delta. Al alto rendimiento que se registró en los primeros
años, siguió un descenso de la producción
por las causas mencionadas anteriormente y las costosas obras de
drenaje que se emprendieron no solucionaron el problema
satisfactoriamente; al desaparecer progresivamente la capa
orgánica superficial, la CVG y FUSAGRI introdujeron
variedades especiales que se adaptaron mejor, combinadas con el
uso intensivo de fertilizantes.

Sin embargo, en 1976, los productores se quejaban de que
entonces, con mayores recursos, obtenían menores
beneficios que antes del cierre del caño, cuando no
sólo se autoabastecían, sino que tenían
excedentes para comercializar. En cambio, después del
cierre, sólo estaban obteniendo ingresos los que
aún seguían apegados al sistema de conuco,
alternando varios productos, (ocumo, plátano, yuca,
maíz, etc.). El informe interno oficial aquí
citado, reconoce que la introducción de nuevos cultivos intensivos
en substitución de los antiguos productos y métodos,
es la causa principal del fracaso agrícola; resta
importancia, sin embargo, a las obras del cierre y recomienda que
se regrese a los sistemas mejor adaptados a las condiciones
originales. Parece olvidar, empero, que los cambios
edáfico-hidrológicos eran ya irreversibles y que el
origen del proyecto era precisamente la mono-producción
intensiva de los rubros que interesaban a fines de solucionar el
desabastecimiento de Guayana (Ramírez Serfatty
1977:17-20).

Las entrevistas recogidas recientemente (1997) en Tucupita y
La Horqueta, acerca del impacto del cierre, treinta años
después, apoyan la tesis de que
para los criollos, por un lado, el balance fue positivo, pues si
bien no se consiguió el objetivo inicial, que era
convertir al Delta Amacuro en el "Granero de Guayana", ni se
crearon los enormes proyectos
agropecuarios previstos, para los pequeños y medianos
agricultores y ganaderos significó la posibilidad de
disponer de más tierras, aunque de peor calidad. Tanto es
así, que a pesar de sembrarse más, hoy en
día no se produce más que antes, cuando sobraban
entonces excedentes para exportar.

La ventaja mayor para estas personas, estriba en la
desaparición de las inundaciones periódicas, que
permite ahora el uso continuo de mayores extensiones de tierra,
tanto para cultivo y ganadería, como para la
expansión urbana de Tucupita. El dique, además,
permitió comunicar la ciudad con el resto del país.
Por otro lado, en el aspecto negativo, el cierre del caño
trajo consigo contaminación y enfermedades, aunque ahora
hay más servicios asistenciales que antes. El aumento de
ganado se hace a costa de los nuevos pastos que se están
sembrando (Braquiaria, pangola), al desaparecer los
antiguos (Lamedera), lo cual encarece la carne.
También desapareció la pesca en grandes cantidades
y el comercio fluvial con Trinidad.

La población
urbana del Alto Delta:

El cierre del caño Manamo benefició
directamente a la ciudad de Tucupita e indirectamente a las
demás poblaciones deltaicas al servir de sostén
para la carretera que las comunicó a partir de entonces
con el resto del país. Creemos, sin embargo, que igual
efecto se hubiera conseguido con la construcción de un
puente, y a un costo mucho más bajo, tanto
económico como social y ambiental. Otro beneficio
adicional significó la posibilidad de expansión
para la capital del estado, Tucupita, que en el lapso de 20
años más que triplicó su tamaño,
ocupando grandes extensiones de terrenos antes sometidos a las
inundaciones periódicas; su población, de apenas
9.900 habitantes urbanos en 1961, aumentó a 41.117 en 1992
(Venezuela 1994).

Los efectos negativos, sin embargo, no se hicieron esperar: en
primer lugar, el estancamiento de las aguas del caño
provocó graves focos infecciosos, especialmente cuando es
éste el destinatario de las aguas servidas de la ciudad,
bien sea directamente o a través de pozos sépticos
que filtran hacia él; según la mayoría de
los testimonios recogidos por nosotros y por otros investigadores
(ver Escalante 1993) entre los mismos indígenas,
confirmadas por personal médico residente en la zona

(Dellán 1996, Comunicación personal), una de las
consecuencias ha sido el aumento de la mortalidad infantil entre
los indígenas Warao,. Otro efecto nocivo fueron los brotes
palúdicos ya mencionados, la disminución del
caudal de todos los caños afectados; el incremento
de
la bora, que se ha constituido en un grave obstáculo para
la navegación de todo tipo de embarcaciones por sus aguas.
Asimismo, el cierre ocasionó la desaparición de
los excedentes agropecuarios, junto con la actividad comercial y
el tráfico marítimo-fluvial con Trinidad y el
oriente de Venezuela que se derivaban de aquélla.

Conclusión.

A pesar del breve resumen expuesto anteriormente, la
revisión de las mismas fuentes oficiales, los trabajos de
especialistas consultados y la percepción
de los habitantes, especialmente los indígenas, nos
permite afirmar
que es evidente que el cierre del caño
Manamo en el Delta del Orinoco constituyó un
ejemplo de desastre ecológico de inusitada magnitud; sin
duda alguna, el mayor de Venezuela. Desde el momento mismo de su
concepción, en 1964, surgió como un mega-proyecto
que se vió fracasar apenas terminada su primera fase, en
1966; el resto del tiempo y durante 15 años, la CVG y
otros organismos (FUSAGRI, COPLANARH) invirtieron enormes
cantidades de recursos financieros y humanos para corregir el
entuerto, pero siempre minimizándolo, dando al mismo
tiempo una imagen positiva
de la obra. Los daños causados al ambiente físico y
humano son incalculables y, en buena medida, irreparables,
superando con mucho, los posibles beneficios que registrara el
proyecto en un principio o surgieran posteriormente. Es
evidente que prevaleció un criterio típicamente
desarrollista, en boga en ese entonces, que a los ojos del Estado
venezolano disculpaba cualquier efecto secundario que pudiera
tener lugar a consecuencia de la intervención en el Delta
del Orinoco
.

En general, fueron los indígenas los mayores
perjudicados; las comunidades Warao a lo largo de los
Caños Manamo y Pedernales están ahora
sufriendo de diversas enfermedades y un aumento de la mortalidad
infantil, producidas por el uso de las aguas contaminadas.
Además, al disminuir la pesca, la caza y
deteriorarse los suelos, comenzó el éxodo de la
población indígena ya mencionado, que llenó
primero las calles de los centros poblados locales como
Tucupita, Pedernales y La Horqueta
con desarraigados y luego,
en busca de mejores condiciones de vida y salubridad, hacia
otras ciudades, extendiéndose posteriormente a
Barrancas, San Félix y Caracas. Lo que entonces se
inició como una solución coyuntural se
convertiría posteriormente en verdadera estrategia de
supervivencia
. Los Warao pasaron de recolectores y pescadores
a peones y mendigos.

Creemos también que este caso parece ser un perfecto
ejemplo de mal manejo de objetivos, recursos y métodos y
las graves consecuencias que una intervención desmesurada
puede traer para el equilibrio ecológico de una zona
cualquiera.

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Autor:

Álvaro A. García-Castro

H. Dieter Heinen

INSTITUTO VENEZOLANO DE INVESTIGACIONES
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Departamento de Antropología

Publicado en: ANTROPOLÓGICA. 91, 1999:
(31-56). Caracas, Fundación La salle de Ciencias
Naturales.

[1] En la época colonial, se
conocía como Guayana toda la región comprendida
entre los ríos Amazonas y Orinoco, hasta el Río
Negro y el Brazo Casiquiare. La división
Político-territorial de la época republicana
creó luego el Estado Guayana, donde se encuentran hoy
los estados Amazonas, Bolívar, Delta Amacuro y la
actualzona en reclamación de la Guayana Esequiba. El 11
de junio de 1969 se crearía la Región de Guayana,
circunscripción administrativa que abarcó el
territorio del entonces Territorio Federal delta Amacuro, hoy
Estado Federal y el estado Bolívar, menos el distrito
Cedeño (FP 1997,II:597)

[2] La población estimada de este
estado para 1998 es de 120.000 habitantes, 50% de los cuales
residen en el área de Tucupita.

[3] Si bien con el aumento de la cuña
salina en los caños, algunas especies desaparecieron,
para el morocoto (Piaractus brachypomus), resultó un
hábitat más favorable, con el consiguiente
aumento de su calidad.

[4] Debemos destacar, no obstante, que la
mendicidad urbana sistemática como fenómeno
reciente y estrategia de supervivencia entre los Warao no se
originó en el Delta Occidental sino en ciertas zonas del
Delta Sur-oriental y tiene otras causas. Esta difícil
situación actual está siendo aprovechada
inescrupulosamente por individuos y entidades que capitalizan
el problema indígena para la obtención de fondos
de ayuda que no suelen llegar a los necesitados

Partes: 1, 2
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