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De Ingapirca a la base de Manta: Origen y características de la dependencia (página 2)



Partes: 1, 2, 3

2.1.1. Los Aborígenes:

Es la época más antigua del Ecuador y en
ella caen más de nueve mil años, poco más o
menos. La ausencia de la escritura
dificulta una construcción certera de la forma en que se
conceptuaba lo ecuatoriano. Sin embargo, si a los mitos, las
leyendas y a
la evidencia arqueológica nos remitimos, algo podremos
decir del modo en que nos veíamos y éramos
vistos.

En el campo de la mitología, se presenta a nuestros
antepasados como los sobrevivientes de las más grandes
calamidades. No es el único pueblo que se ve como el
sobreviviente de grandes desastres y tribulaciones, pero en la
mitología ecuatorial, este elemento es recurrente como
recurrentes son ciertos elementos, por ejemplo, parientes
cercanos que se refugian de una gran inundación, trepando
con escasos alimentos, a un
cerro grande.

Los Cañari contaban el mito de su
origen diciendo que dos hermanos, antepasados de la nación,
se salvaron del diluvio trepando al cerro Huacayñan o
Guasano (Burgos, 1995: 108). Sobre este punto, el Dr. Richard
Muller dice que: "Entre los indios Cañaris también
existía una leyenda acerca del diluvio que por su encanto
e ingenuidad puede ser comparada a los Kinder und
Hausemaerchen
de los hermanos Grimm. Cuando, según
los Cañaris, las aguas invadieron el país, todos
los habitantes perecieron excepto dos hermanos jóvenes que
se escaparon a la cima de la montaña Huacaynan o Abgna. Al
bajar el nivel de las aguas, los dos hermanos sufrieron la falta
de alimento, pero encontraron que provisiones y chicha
habían sido depositados misteriosamente a su alcance. Las
investigaciones que hicieron condujeron al
descubrimiento de que sus benefactores eran dos pájaros
guacamayos, los cuales, por una transformación
mágica, tomaron la figura de lindas muchachas vestidas a
la manera del país. Entonces, los jóvenes salieron
de su escondite y después de expresar algunas palabras de
gratitud ganaron la confianza de las dos vírgenes con las
que después se casaron. De aquellos dos matrimonios, dice
la tradición, descendió toda la tribu
Cañari" (Muller, 1929: 40-41).

En la región de Quito, Paccha
y sus hijos, sobrevivieron al mismo diluvio o uno
pachacuti
, trepando al volcán Pichincha. "Velasco
menciona una tradición de los Quitus que más tarde
fue adoptada por sus conquistadores, los Caras, la que se refiere
al origen del mundo. Paccha, el primer hombre,
tenía tres hijos quienes a falta de enemigos atacaron un
día una serpiente. Ésta, en su cólera,
dispuso que la tierra
fuese sujeta a un diluvio general. Paccha y sus hijos se
refugiaron en la cima del Pichincha, adonde llevaron animales y
alimentos", dice el mismo Dr. Muller (1929: 39-40), hablando de
uno de los mitos de los Caranqui.

Pero no solo en el pasado se contaron estas cosas; al
día de hoy, hay supervivencias de esos tiempos heroicos.
Nuestros hermanos Shuaras cuentan que en tiempos antiguos, Tsunki
–un ser misterioso—se transformó en una
hermosa mujer que
conquistó el corazón de
un hombre casado. Éste, el hombre,
temeroso de su esposa, escondió a Tsunki en un cesto.
Dentro de él, Tsunki se volvió a transformar, esta
vez en una culebra llamada Titinknapi. Un día, la esposa
descubrió a Titinknapi y la persiguió para matarla.
La culebra enojada, cobró venganza. "Entonces se
obscureció el cielo, tembló la Tierra y los
ríos inundaron los valles con sus aguas turbulentas y
cubrieron las altas montañas… La humanidad entera
sucumbió y fue devorada por los monstruos de los abismos.
Sólo se salvó el esposo de Tsunki con su hijo mayor
subiéndose a la palmera más esbelta de una alta
montaña" (Pellizzaro: s.a.: 7-8).

Nuestros Tsáchilas del litoral de Pichincha,
cuentan así mismo, que: "en tiempos de antes, vino una
inundación. Al venir, destruyó todito, no dejaba
nada. A los plátanos se los llevaba toditos; todos los
árboles
se llevaba, no dejaba nada. Entonces la gente se subía a
una montaña para poder
sobrevivir. Entonces así subidos en la montaña
sobrevivían. Entonces, así mismo, cuando el agua de la
inundación iba bajando, la balsa también iba
bajando, así bajaba todo. Entonces cuando bajó el
agua, no
había dejado nada que comer. No había nada que
comer;…" (Aguavil & Aguavil, 1985: 128). Luego del
desastre, la ausencia de alimentos desata las pasiones entre los
actores de este drama. Finalmente, dos esforzados hermanos
descubren un maizal bien provisto del que toman maíz para
calmar el hambre del pueblo sobreviviente y así se
recupera la humanidad.

En el Norte de la Provincia del Pichincha, los
pobladores de Cochasquí: "dicen que hubo un tiempo
anterior a la memoria, en
que no habían valles ni montañas; la Tierra era
llana. El color del
suelo era
blanco. En ella vivía una generación de hombres
buenos; ellos habían sido puestos por Dios. Más,
con el transcurrir de los siglos, esta generación se
pervirtió en grado sumo… Fue entonces que Dios
decretó que el mundo se convirtiera en cielo y mar; lo
inundó. La anegación, que fue general,
liquidó a los malvados. La gente buena que aún
quedaba, subió en una embarcación y, conforme
subían las aguas, subía la embarcación con
ellas… Cuando las aguas bajaron, los sobrevivientes
descubrieron que su antiguo mundo ya no era llano, había
mudado por profundos valles y elevadas prominencias. Ellos
pensaron que estas montañas eran árboles enormes y
que los estratos de diferentes colores, eran sus
raíces… Este grupo de
hombres buenos y salvos, fundó nueva generación; de
ella venimos nosotros. Pero ellos no eran de esta parte del
mundo. Vinieron de otra parte y se asentaron aquí.
Así surgieron los Quitus" (Naranjo, 1990B:
181).

En las leyendas, los ecuatorianos somos los primeros
héroes civilizadores del continente. En las leyendas de
Quitumbe, Carán, Viracocha y Naimlap, se habla de famosos
capitanes ecuatoriales que educaron a Suramérica saliendo
de nuestro territorio. El Rey Tumbe envío un
Capitán a recorrer Suramérica, sabiendo tiempo
después, que éste y su gente, habían
alcanzado países tan distantes como Chile, Paraguay y
Brasil. En su
turno, recorriendo la tierra hacia el Sur, el
Príncipe Quitumbe –hijo de Tumbe–,
alcanzó las costas de Lima. Carán conquistó
y educó los Andes septentrionales después de
ordenar la costa. Finalmente, el dios Viracocha abandonó
el continente después de civilizarlo; embarcándose
en Manabí, retornó al Cielo (Salvador, 1980:
196-214).

De Naimlap afirma el español
Miguel Cabello Balboa que civilizó el Norte del actual
Perú; "dicen los naturales de Lambayeque (y
con ellos conforman los demás pueblos, a este valle
comarcanos) que en tiempos muy antiguos, que no saben numerar,
los vino de la parte suprema de este Pirú, con gran flota
de balsas, un padre de compañas, hombre de mucho valor y
calidad,
llamado Naimlap, y consigo traía muchas concubinas,
más la mujer
principal, dícese haberse llamado Ceterni, trujo en su
compañía muchas gentes, que así como a
capitán y caudillo lo venían siguiendo, más
lo que entre ellos tenía más valor eran sus
oficiales que fueron cuarenta,… Habiendo vivido muchos
años en paz y quietud esta gente y habiendo su
señor y caudillo tenido muchos hijos, le vino el tiempo de
su muerte, y
porque no entendiesen sus vasallos que tenía la muerte
jurisdicción sobre él, lo sepultaron escondidamente
en el mismo aposento donde había vivido y publicaron por
toda la tierra, que él (por su misma virtud) había
tomado alas y se había desaparecido. Fue tanto lo que
sintieron su ausencia aquellos que en su venida lo habían
seguido, que aunque tenían ya gran copia de hijos y
nietos, y estaban muy apasionados en la nueva y fértil
tierra lo desampararon todo, y despulsados, y sin aliento ni
guía salieron a buscarlo por todas partes, y así no
quedó, por entonces, en la tierra, más de los
nacidos en ella, que no era poca cantidad, porque los
demás se derramaron sin orden, en busca del que
creían había desaparecido" (Cabello, 1945:
311-312).

Más adelante, el Historiador Jorge Salvador Lara
(1980: 209-210), anotando algo sobre la cuestión de
Naimlap, indica que: "Y no solo nosotros sino aún
científicos de tanta autoridad como
Valcárcel son de la misma opinión sobre la
procedencia ecuatorial de Naimlap. He aquí lo que el sabio
peruano afirma en su clásica Historia de la Cultura
Antigua del Perú
`Naimlap y su comitiva llegan a la
costa de Lambayeque en una gran flota de balsas. ¿De
dónde? Probablemente no más lejos que del litoral
de Manta y Portoviejo". O sea que la civilización de la
costa del Perú tiene un origen concreto: el
litoral del Ecuador.

En otro aspecto, si a la evidencia arqueológica
nos remitimos, no solo que se ha demostrado que el Ecuador
civilizó a América
(Naranjo, 2001), sino que a través de sus testimonios
veremos la gran autoestima que
tenían nuestros antepasados. En oposición al
redentor sangrante y a los santos de gesto agónico de la
colonia, impuestos por los
españoles, en la época aborigen las figuras de
arcilla mostraban personas ricamente ataviadas, luciendo su
autoridad dignamente; en la costa es donde se encuentran los
mejores ejemplos. Por eso no nos extraña que los primeros
escritores, los cronistas, hayan consignado dignificantes
comentarios sobre los antiguos habitantes del Ecuador.

En 1548, Pedro Cieza de León, buen conocedor de
las Antillas, Centro América, Colombia y
Perú, hablando de los pobladores de la región de
Quito, dejó consignado el siguiente pensamiento:

Los naturales de la comarca, en general son
más domésticos y bien inclinados y más sin
vicio que ningunos de los pasados, ni aun de los que hay en toda
la mayor parte del Perú, lo cual es según lo que yo
vi y entendí; otros habrá que tendrán otro
parecer; más si hubieren visto y notado lo uno y lo otro
como yo, tengo por cierto que serán de mi
opinión
(Cieza, 1998: 24).

En 1570, el licenciado Pedro Rodríguez de Aguayo
decía de los habitantes aborígenes del distrito de
Quito que:

En la dicha provincia de Quito han crecido los
naturales después de la conquista en
gran número o más que en otra parte ninguna del
Perú. Es gente que fácilmente ha venido, y cada
día vienen, al conocimiento
de nuestra Santa Fe Católica. Gente dócil y de
buena disposición y dados al trabajo de la
agricultura y
otras artes de carpintería. Crían muchos ganados.
Es gente remediada y bien vestidos de lana y algodón, el cual algodón se
cría en la tierra de los dichos Yumbos

(Rodríguez de Aguayo, 1998: 29).

Por último, el cronista milanés Girolamo
Benzoni, hablando en 1550 de un dignatario manteño de la
Península de Santa Elena, nos describe su
porte:

Pasados los límites de
Puerto Viejo se entra al país de Guancavilcas, provincia
inferior del Reino del Perú y el primer pueblo que se
encuentra en la costa se llama Colonchi y está situado
cerca de la Punta de Santa Elena. Yo he visto varias veces al
Señor de este pueblo que podía tener la edad de
sesenta años y era de aspecto verdaderamente
señorial; tenía el cuerpo robusto y
sanísimo; iba vestido con una camisa sin mangas,
teñida de rojo y al cuello llevaba un collar de seis
vueltas, de oro
finísimo, trabajado en forma de gruesos corales; en la
mano tenía un anillo y las orejas, también
horadadas, estaban llenas de oro y joyas; en el brazo izquierdo,
cerca de la mano, traía, para conservar la vista, una
piedra brillante como si fuera un espejo
(Benzoni, 1985:
112-113).

Todos esos comentarios que pertenecen a los primeros 35
años de convivencia de los europeos con los ecuatorianos,
muestran bien a las claras, la buena impresión que
causaron a los invasores nuestros antepasados. Sumado todo esto a
la información mitológica y legendaria
del Ecuador antiguo, nos deja creer que antes de la llegada de
los incas, los
ecuatorianos tenían en muy alto su autoestima llegando,
inclusive, a ser vistos como seres superiores por los pueblos
vecinos.

2.1.2. Los Incas:

Con la invasión inca empieza una época de
rechazo a lo ecuatoriano. Tanto los oficiales cuzqueños
acuartelados en los Andes norteños como sus descendientes
historiadores, se esforzaron por demostrarle al mundo de su
tiempo que los habitantes de la región de Quito eran unos
bárbaros que solo merecían la esclavitud.
Según estos historiadores, eran tan salvajes que
detestaban de cualquier manera, ser invadidos. Ellos –los
incas– que si eran civilizados, tuvieron que soportar nuestra
resistencia a ser
elevados a la categoría de "colonizables", por la fuerza de su
civilización.

Cuando el "Inca" Garcilaso de la Vega, hijo
cuzqueño de un capitán español y una noble
mujer inca, escribió sobre la conquista de la
región ecuatorial a comienzos del siglo XVII, fue
enfático en señalar que: "habiendo gastado
Túpac Inca Yupanqui algunos años en la conquista de
la paz, determinó hacer la conquista del reino de Quitu,
por ser famoso y grande, que tiene setenta leguas de largo y
treinta de ancho, tierra fértil y abundante, dispuesta
para cualquier beneficio de los que se hacían para la
agricultura y provecho de los naturales. Para lo cual
mandó apercibir cuarenta mil hombres de guerra, y con
ellos se puso en Tumi Pampa, que está a los
términos de aquel reino, de donde envió los
requerimientos acostumbrados al rey de Quitu, que había el
mismo nombre de su tierra. El cual de su condición era
bárbaro, de mucha rusticidad, y, conforme a ella, era
áspero y belicoso, temido de todos sus comarcanos por su
mucho poder, por el gran señorío que tenía"
(Garcilaso, s.a.: 92). Visión mañosa la del
escritor extranjero que nos habla de un bárbaro y
rústico de mucho poder y gran señorío; en
definitiva, la visión de un cuzqueño con profundos
sentimientos de rencor y envidia hacia una tierra que
según le habrán contado sus mayores,
civilizó al Perú. No hay que olvidar que
según la leyenda de Quitumbe, los incas se hacían
descendientes de Guayanay, nieto de Tumbe.

Mucho antes de la aparición de Garcilaso, los
incas que ocupaban Quito ya se habían armado con el
discurso de
nuestra supuesta barbarie. Cuando el antiguo gobernador inca de
Quito, llamado por los españoles Mateo Yupanqui, fue
entrevistado por el cronista Cabello Balboa sobre la
región occidental del Pichincha, allí donde hoy
descansan las ruinas de un importante complejo astronómico
de los Caras, el mencionado informante se refirió a la
región llamada de Yumbos como una tierra sin
posibilidades. Frank Salomon y Clark Erickson, hablando de la
región de Tulipe al oeste del volcán Pichincha,
anotan que: "un Inca habitante de Quito, Matheo Yupanqui,
convenció al cronista Cabello Balboa que, para los Incas,
lidiar con los Yumbos era meramente un ejercicio de entrenamiento.
Fue durante una tregua durante la guerra dinástica Inca de
los años 1530, informó, que un ejército Inca
hizo "jornadas contra las Provincias de los Yumbos; y aviendo
vencido y sugetado, aquellas desnudas gentes, y conocido su
pobreza y poco
valor se bolvieron a el Quito´. Pero en ésta, como
en otras varias instancias, los informantes Incas exageraron el
dominio del
imperio sobre los habitantes de la selva" (Salomon y Erickson,
1984: 57). Efectivamente; la región del noroccidente es
privilegiada por tener diferentes alturas y climas en un espacio
bastante pequeño. Eso la hace ideal para una producción agrícola diversificada.
Si los incas buscaban terrenos como los del noroccidente,
porqué no lo tomaron para si, más aún si sus
habitantes originales eran desnudos, pobres y de poco valor. Las
ruinas que hoy se pueden apreciar en aquella tierra, hablan
más bien de un pueblo culto, organizado y en ningún
momento dispuesto a tolerar a cualquier advenedizo.

Como podemos ver, son los incas y sus descendientes
peruanos, los que dan inicio a lo que podríamos llamar la
"leyenda negra del Ecuador". Son ellos los primeros en hablar de
bárbaros, rústicos, ásperos, belicosos,
desnudos, pobres, pusilánimes y cuántas otras
expresiones que a nuestro parecer, son el inicio de la
destrucción de nuestra elevada autoestima nacional y el
comienzo de nuestra dependencia a ideales ajenos a la
verdad.

2.1.3. Los Europeos:

Antes de pasar adelante, hay que anotar algo sobre el
carácter de los europeos. Ellos –los
europeos– se consideran y son considerados la Luz del Mundo, el
Faro de la Civilización, la Bendición de la
Humanidad. Su "raza", su ciencia, su
arte y hasta
su guerra, se consideran lo más avanzado y un ideal a
seguir. No hay persona de
escasas luces, que no proclame la superioridad de los europeos.
Todos los grandes pueblos antiguos de la humanidad merecen duda
sobre sus obras menos Grecia y
Roma. En fin, de
no ser por Europa, los
americanos, africanos, asiáticos y australianos
careceríamos de cultura y de humanidad.

Siempre se olvida, en cambio, la
parte brutal de la "civilización" europea. No porque esa
parte sea la menos importante, sino porque no conviene medir las
debilidades de lo que se considera un ideal. ¿Quién
podría hablar mal de un Superhombre? ¿Quién
lo hará de un europeo?

Revisemos algunos aspectos de lo que se ha dado en
llamar la "Civilización Occidental"; aquella misma que
llegó a nuestro territorio con los españoles. Solo
así podremos entender porqué con éstos
nuestra autoestima continuó
deteriorándose.

En una obra sobre Bartolomé de las Casas –uno de
los grandes defensores de la esclavitud africana en
América–, escrita por el fraile español Manuel
Martínez de la Orden de Predicadores, se dice algo del
tumultuoso carácter de los peninsulares: "fueron famosas,
tristemente famosas, por ejemplo, las guerras
entabladas por Sancho de Castilla, primero contra sus primos, los
dos Sanchos de Aragón y de Navarra, y luego contra sus
propios hermanos Alfonso VI de León y don García,
rey de Galicia, y que reanudaba tres años después
contra el de León. Vencido esta vez don Sancho y teniendo
que huir con los suyos a uña de caballo, se atribuye a
consejo del Cid, entonces a su servicio, el
haber vuelto contra los leoneses, que dormían confiados,
sembró el pánico
entre ellos y degollando a cuantos pudieron. Salvó de
milagro el rey don Alfonso, huyendo disfrazado a pedir asilo al
rey moro de Toledo que se lo otorgó generosamente"
(Martínez, 1980: 30).

Más adelante, el dominico Martínez
señala que: "¡Culpas fueron del tiempo…! y de la
negra ambición humana. Culpas en que incurrían
hombres como el Cid de quien en contraste con el humanitarismo y
la nobleza de que la leyenda le aureola, puede la crítica
histórica decirnos cosas como las que siguen: ´El
famoso Cid es el tipo, no de la caballería poética,
el fiel a Dios y a su dama, sino uno de esos aventureros audaces,
sin ley y sin fe, que
alquilaban el valor de su brazo a quien mejor le pagase.
Pasó la mitad de su vida al servicio de los sarracenos
como soldado, como soldado de fortuna, y como pasó la otra
mitad combatiéndolos, Abu-Bassan, el cronista
árabe, llamóle el ´can de Galicia´,
bandido sin honor, infiel a los juramentos y traidor a las
capitulaciones. Los Beni-Hud de Valencia que le habían
sacado de la oscuridad, pagáronle para que los defendiese
contra los cristianos; y tan falso como cruel el caballero
devolviese contra ellos, conquistándoles la ciudad;
quemó a los prisioneros a fuego lento, arrojándolos
a los perros de presa
para que los despedazasen, torturábalos y los mataba para
arrancarles el secreto de sus tesoros escondidos´."
(Martínez, 1980: 31).

Luego de contarnos sobre otros crímenes, no solo
en España
sino en otros países europeos, termina diciendo
Martínez que: "A vista de tales hechos, repetimos,
¿por qué hemos de escandalizarnos ni creer
inverosímiles los cometidos por los conquistadores en
América? Obras fueron, no solo del tiempo, sino de la
condición humana desde Caín hasta nuestros
días…, en una u otra forma" (Martínez, 1980: 37).
¿Condición humana o condición europea, padre
Martínez?

En otro tema, si bien la esclavitud no solo se ha dado
en Europa, también es cierto que es donde adquiere los
niveles más dramáticos. El "comercio
triangular" como se lo conoce, es una de las más
espantosas prácticas de las que se tenga noticia; "… la
trata de negros experimentó cualitativa y
cuantitativamente un giro radical con el descubrimiento del Nuevo
Mundo, cuya mano de obra aborigen fue sustituida por la importación masiva de negros africanos,
considerados a partir de ese momento como bienes muebles
susceptibles de compraventa según el precio del
mercado, regulado
en función
de la oferta y la
demanda del
comercio triangular entre Europa, África y
América. Europa inundaba las costas africanas con
aguardiente y armas de fuego,
África aportaba las ´piezas de ébano´ y
de América procedían los metales
preciosos" (Gispert, 1990: 560).

Es que todo lo anterior es consecuencia de una actitud
europea hacia lo humano; no es consecuencia de un momento de la
historia, es
práctica consuetudinaria entre pueblos como los de Europa.
El caso del racismo –el amo
y el siervo, el fuerte y el débil–, es un tema recurrente
entre los europeos desde Aristóteles hasta Hitler.
José Carlos Mariátegui menciona que "el
sociólogo Vilfredo Pareto, que reduce la raza a
sólo uno de los varios factores que determinan las formas
de desenvolvimiento de una sociedad, ha
enjuiciado la hipocresía de la idea de la raza en la
política
imperialista y esclavizadora de los pueblos blancos en los
siguientes términos: ´La teoría
de Aristóteles sobre la esclavitud natural es
también la de los pueblos civiles modernos para justificar
sus conquistas y su dominio sobre pueblos llamados por ellos de
raza inferior. Y como Aristóteles decía
que existen hombres naturalmente esclavos y otros patrones, que
conveniente que aquellos sirvan y éstos manden, lo que es
además justo y provechoso para todos; parecidamente los
pueblos modernos, que se gratifican ellos mismos con el
epíteto de civilizados, dicen existir pueblos que deben
naturalmente dominar, y son ellos, y otros pueblos que no menos
naturalmente deben obedecer y son aquellos que quieren explotar;
siendo justo, conveniente y a todos provechoso que aquellos
manden, éstos sirvan. De esto resulta que un inglés,
un alemán, un francés, un belga, un italiano, si
lucha y muere por la patria es un héroe; pero un africano
si osa defender su patria contra esas naciones, es un vil rebelde
y un traidor. Y los europeos cumplen el sacrosanto deber de
destruir los africanos, como por ejemplo en el Congo, para
enseñarles a ser civilizados´." (Mariátegui,
1991: 9-10).

Otro caso de estudio tiene que ver con la
Inquisición. Este Tribunal dedicado a la "santa tarea" de
averiguar, mostró con los mejores colores su origen
europeo, o sea, intolerante hasta la médula. Dedicado a
analizar los criterios opuestos, elaboró y aplicó
con entusiasmo los más intrincados procesos
"judiciales" para evitar el libre pensamiento. Sin embargo, para
el historiador francés Jean-Pierre Dedieu, la
cuestión del Santo Oficio no es para tanto. En
determinados momentos, el francés se impone sobre el
historiador y nos dice que: "… el Oficio sabía ser
eficaz. Intentemos evaluar sus efectos. Podemos adelantar, con
prudencia, algunas cifras: en toda España debieron pasar
ante él unas doscientas mil personas en total, un tercio
antes de 1530; hubo como máximo unas diez mil ejecuciones,
las cuatro quintas partes en el transcurso de los treinta
primeros años; un proceso por
cada cinco mil españoles y año a finales del siglo
XV y a comienzos del XVI, a continuación uno por cada
veinte mil, y en el siglo XVIII uno por cada cien mil. Es poco."
(Dedieu, 1990: 87). Si uno mismo o un ser querido era el
perseguido, el discriminado, el apresado, el atormentado, el
expropiado o el ejecutado, ¿qué importa si a un
tercio lo fastidiaron antes o después de cualquier
año? ¿qué un "máximo" de 10.000 seres
humanos fue vejado públicamente? ¿qué la
cifra de estigmatizados haya decaído con el paso de los
siglos? ¿o que muchos más hayan tenido que dejar su
patria por siempre para no ser parte de la estadística? Solo un europeo puede tener el
empacho de decir y publicar que todo lo computado Es
poco
. ¿Qué opinión tendría el
historiador francés si –Dios guarde- el Tribunal del
Santo Oficio de la Inquisición fuese hechura ecuatoriana,
por ejemplo?

¿Qué decir del colonialismo, el machismo,
el nazismo, el
capitalismo o
el genocidio? Prácticas desarrolladas e impuestas por
Europa en el resto del mundo. Y todo este espíritu se
estableció en lo que hoy es el Ecuador, hace cinco siglos.
Las consecuencias de ese horror se pueden ver hasta ahora en un
pueblo atemorizado e incapaz de responder.

2.1.4. Los Oficiales Coloniales:

Todo lo visto se aplicó también en nuestro
país al punto de que los mismos oficiales del coloniaje se
apenaban de la suerte de nuestros antepasados indígenas.
En 1570, en la Relación de la Ciudad y Provincia de
Quito
, el licenciado Salazar de Villasante, Gobernador de
Quito, dice que: "soldado me certificó que acaecieron a
entrar en unos pueblos de los Quijos los soldados, y tomarles
toda cuanta comida tenían para su año, sin les
dejar cosa, y morir de hambre padres e hijos más de 5000
personas. Un hijo bastardo del doctor Vásquez, que se
llama Juan Vásquez, que era soldado, echó un lebrel
a una india y se la
comió en un credo y yo hice
la probanza de esto en la residencia que tomé al dicho
Melchor Vásquez. A él no pude prender. Otros
soldados cortaban las tetas a las mujeres, porque yendo con ellos
no andaban tanto como querían. Otras muy muchas cosas de
grandes crueldades hicieron y lo consentía el dicho
Melchor Vásquez" (Salazar, 1570: 93-94).

En el año 1765, Joaquín Merisalde y
Santiesteban, hablando del impuesto
denominado mita, anota que: "puede tanto el horror de esta
pensión cruelísima, que lloran los padres al
nacimiento del hijo varón, y suelen para reservarlos
imponerles alguna lesión, torciéndoles brazos y
piernas, o quitándoles la vida de una vez" (Merisalde,
1765: 404). ¿Cómo podemos sentirnos los
descendientes de personas que después de ser violentadas a
tal extremo, no hallaron quién les hiciera justicia? El
decaimiento de la autoestima es el síntoma más
relevante de este "estilo" de vida. La violencia
verbal y física
contra nuestro pueblo trajo como lamentable consecuencia, una
sociedad desconocedora de sus propias virtudes y exaltadora de
sus defectos.

2.1.5. Los Filósofos:

Vale la pena citar a un par. Carlos María La
Condamine que tiene colegio, calle y monumentos en el Ecuador
pues aquí vivió a mediados del siglo XVIII,
decía de sus anfitriones que:

Yo creí reconocer en todos los Americanos un
mismo carácter fundamental… La insensibilidad es la base
de su carácter… Dejo a otros la decisión de
establecer si esta insensibilidad deba honrarse con el nombre de
apatía o envilecer con el de estupidez. Ella nace
seguramente del pequeño número de sus ideas, que no
sobrepasa el límite de sus necesidades… Glotones hasta
la gula cuando tienen para satisfacerse; sobrios cuando la
necesidad les obliga serlo, hasta vivir sin nada sin demostrar
deseo de nada; cobardes y vagos hasta el exceso, si la borrachera
no los transporta; enemigos de la fatiga; indiferentes a toda
clase de
gloria, honor, reconocimientos, ocupados únicamente por el
objeto del momento y siempre determinados por éste; sin
darse preocupaciones por el porvenir; incapaces de providencia y
reflexión: cuando nada les molesta se abandonan a una
dicha infantil que manifiestan con saltos y risas desenfrenadas,
sin objeto ni intención: pasan la vida sin pensar y
envejecen sin salir de la infancia, de
la cual conservan todos los defectos
(Juncosa, 1986:
15-16).

Estas ideas han sido tan aceptadas entre muchos mal
llamados ecuatorianos, que Osvaldo Hurtado afirma de este
extranjero lo que sigue: "Los más ilustres viajeros,
Alexander von
Humboldt y Charles Marie de La Condamine, a pesar de que
permanecieron por largo tiempo en el país dejaron pocos
testimonios referidos a las costumbres, quizá porque su
principal preocupación fue científica o por que con
un discreto silencio quisieron reciprocar las finas
atenciones que les prodigaron los generosos anfitriones que les
acogieron como huéspedes, algunos en sus casas." (Hurtado,
2007: 7-8). Si la verborrea del francés de marras
obedeció a discreto silencio, qué les
hubiera endilgado a los pendejos anfitriones de haberle atacado
la locuacidad?

Pero sigamos adelante, otro de los que vino con el
"pensador" antes citado, en el año 1735, el marinero
Antonio de Ulloa y que también tiene alguna calle en la
ciudad de Quito, dice de nosotros que:

Si se quiere considerarlos como hombres,
los límites de su espíritu parecen incompatibles
con la excelencia del Alma y su
imbecilidad es tan visible, que apenas en algunos casos puede
concebirse otra idea sobre ellos, que sean en parte bestias
(Juncosa, 1986: 16).

Dos y medio siglos después del inicio de las
invasiones, el Ecuador estaba listo para subordinarse a todo
modelo
extranjero y depender de lo que quisieran que
dependiésemos. Aquí hacemos para el país, la
maldición que el Abad Luigi Brenna lanzó a la
América toda:

… siempre debe quedar lejos de nosotros el
temor… de que un día América llegue a ser para
Europa lo que hoy Europa es para América…
(Juncosa,
1986: 31).

En definitiva, este "hombre de Dios" nos dice que
nuestra domesticación y subordinación es tal que
nunca podremos siquiera imaginar cobrarle a Europa por todos los
crímenes aquí cometidos. A los ecuatorianos nos
ocurre igual con lo extranjero: nunca dudamos de su
"superioridad".

2.1.6. Los Viajeros:

Al despuntar el siglo XIX, todas las condiciones que
exige la dependencia estaban dadas. Cuando los colonialistas
abandonaron físicamente el Ecuador, se quedaron en nuestra
incapacidad para proponernos una verdadera independencia
como la que habíamos perdido tres siglos antes. Los
viajeros de los siglos XIX y XX, en parte, auspiciaron la
dependencia y, en parte, la describieron, mostrándonos un
panorama sombrío.

José Caldas, un granadino muy a la medida de los
suyos, demostraba que el título de sabio que alguien le
endilgó, no pasaba de ser un membrete exagerado. En 1805,
cuando visitaba estas tierras, tuvo la "sabiduría" de
afirmar que: "La fruta es de un consumo grande
en Quito. Las señoras usan y abusan de ella. No hay paseo,
no hay función que no se celebre con la fruta. Es
increíble la cantidad que come de una vez alguna de
aquellas damas a cualquiera hora sin experimentar malas
consecuencias" (Caldas /1805/ 1998: 63). Graciosa
apreciación por ignorante la del "sabio". Consumir frutas
y verduras en abundancia, es lo más aconsejado; al menos
preferible al descontrolado consumo de aguardiente al que son tan
aficionados sus compatriotas, al punto de entregar a cada
gobernación departamental el derecho de expender
libremente alcohol de
mala calidad; sin duda, uno de los motivos de la descontrolada
violencia en la que viven. Pero que esto no sorprenda; ya se ve
que es una costumbre muy de latinoamericanos andar por
allí buscando qué criticar, como si tuvieran las
mejores condiciones espirituales, intelectuales
y materiales
para hacerlo.

Y no solo que tienen la fea y aldeana costumbre de
criticar la tierra que les brinda pan, zapatos y techo, sino que
además se sienten autorizados a hablar insultantemente de
quien los protege. El que citamos a continuación puede
caer en la categoría de los viajeros pues era de Venezuela. A
pesar de que aquí le hemos obsequiado con títulos y
honores, conservó la mentalidad criticable que expusimos
más arriba. En una carta a un amigo
suyo –otro extranjero–, escribió así de
nuestras antepasadas guayaquileñas:

Al fin escribió Ud una carta, a los cuarenta
días de estar en Guayaquil; pero lo dispenso, porque
sé que Ud es alegre y divertido, y en Guayaquil han
estado Uds de
atar. ¡Cuántos edecancitos quedarán en esa
pobre ciudad! Yo los contemplo con gusto, aunque esté
privado de tantos placeres, cuantos Uds han disfrutado en tan
largos y tan cortos días que han pasado entre las bellas:
bueno, bueno. Yo aquí me consuelo con las solas ideas, y
no sé cuándo dejaré un trabajo que tanto me
cansa, y ocupaciones que son fuera de mi genio.

Si la niña es linda y es bella, puede Ud.
apropiársela: yo no tengo derechos sobre ella, y los
que Ud me considere los cedo a Ud tan franca y cordialmente como
es nuestra amistad.

Muchas gracias por sus deseos de acompañarme;
pero más creo que Ud quiera acompañar a la que le
ha inspirado un fuego celestial.

Una visita a todas las amigas: salude Ud a los
compañeros y mis amigos, y créame suyo de
corazón…

Esta carta escrita por Antonio José de Sucre a su
amigo Daniel F. O´Leary, el día 7 de septiembre de
1822, y citada por Salcedo-Bastardo (1995: 76), nos releva de
todo comentario. Sin embargo, diremos que si toda la carta es un
insulto a las primeras damas con las que tuvo la suerte de tratar
en su vida, el párrafo
segundo (en negrillas por nosotros), es particularmente ofensivo
en tratándose de un individuo que
se decía amigo de la dignidad y las
buenas costumbres. Pero ya sabemos a qué viene tanto
extranjero advenedizo, ¡A eso! A vivir de nosotros. De
hecho, el autor de tan tristes líneas, admitía en
otra carta al mismo O´Leary, seis años y cuatro
meses después, un 7 de enero de 1829, que: "demasiado
justificado de que no tengo apego al dinero,
hasta el caso de estar en el día mantenido por mi
mujer
,…"(Salcedo-Bastardo, 1995: 376). ¡Pobre
marquesita!

Y si de cartas se trata,
un fragmento de la que viene nos deja verdaderamente pasmados.
Desde Pativilca –una aldea del Perú–, el día
7 de enero de 1824, Simón Bolívar le
escribía una carta a su entonces amigo el vicepresidente
de la Gran Tontería, General Francisco de Paula Santander
(Lecuna & Barret, 1950: 864). Entre otras cosas, el
caraqueño decía que:

… no quiero encargarme tampoco de la defensa del
Sur, porque en ello voy perder la poca reputación que me
resta con hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que he dicho a
Usted, antes de ahora, que los quiteños son los peores
colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que
se necesita un rigor triple que el que se emplearía en
otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación
de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma
cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los
blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son
todos truchimanes /¿inclinados a la trampa?/, todos
ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún
principio de moral que los
guíe. Los guayaquileños son mil veces
mejores.

Años después, en septiembre de 1828 y
después de huir de los viciosos y bajos peruanos de
quienes se había nombrado Dictador, su buen amigo
Santander ("mi querido general", como lo llama
amorosamente su Bolívar), contrataba sicarios entre los
mejores colombianos para que asesinaran al desintegracionista y
santo venezolano. El plan marchaba
sobre ruedas y de no entrometerse una truchiwoman
quiteña –la Coronel Manuela Sáenz–,
Bolívar no hubiera llegado a arar en el mar de
Santa Marta.

En todo caso y algo repuestos de tantas sandeces, hemos
llegado a la conclusión de que con héroes como
éstos es comprensible que nos hallemos como de hecho nos
hallamos al día de hoy.

Y no solo los africanizados latinoamericanos criticaban
y critican nuestra forma de ser sino que todo extranjero
entrometido se siente con el deber de enseñarnos. Un
italiano llamado Caetano Osculati, decía en 1847 que:
"Extraños son los usos de esta ciudad /Quito/ que puede
llamarse totalmente india y difieren mucho de los que se observan
en el Perú y Chile, donde la civilización
está bastante adelantada, por el mayor número de
residentes extranjeros y la continua comunicación con los europeos" (Osculati
/1847/ 1998: 144). En las palabras anteriores se descubre el
afán no disimulado por colocarnos a la cola de los pueblos
periféricos. Somos ciudad y nación
de poderosa raíz india; ¿menos civilizados que los
pobres chilenos y miserables peruanos, por tener menos europeos
que ellos?, lo ponemos en absoluta duda. Sin embargo, allí
están los descarados intentos por reafirmar la dependencia
que llega a tal punto que cuando citan a autores como Caetano
dicen: "observador sereno y sincero" (Espinosa y Páez,
1998 :189). Es decir, somos incapaces de desautorizar a unos
desautorizados.

En definitiva, las obras de estos viajeros están
llenas de apreciaciones subjetivas en contra nuestra. Un
norteamericano de apellido Terry (/1832/ 1998: 140-142), que en
1832 se escandalizaba de una boda en Quito, por el consumo de
alcohol cuando por esos días un ebrio compatriota suyo,
Samuel Houston –llamado por los indígenas
norteamericanos "el Gran Borracho" y de quien el gobierno yanqui
tomó la idea del "Tío Sam"—, le arrebataba
Texas a los mexicanos.

Otro norteamericano de apellido Orton opinaba de las
ecuatorianas, en 1867, que: "sus pasatiempos son los quehaceres
de aguja y la chismografía, sentadas como sultanas turcas
sobre divanes o en el suelo" (Orton /1867/ 1998: 165-166).
¿Será por eso que los Huayna Capacs,
Bolívares, Sucres o Rivets, entre muchos otros, las
prefirieron? ¿No se confundiría con las mujeres
algodoneras de la Confederación del sur
norteamericano?

Finalmente, en 1928, el belga Henry Michaux se burlaba
de la cortesía quiteña escribiendo lo que
sigue:

Pues bien, precisamente no hay calles en Quito, no
hay más que salones en donde la gente se saluda:
"Señorita, hijito; mi queridísimo, buenas tardes,
buenos días, mucho gusto de…". El saludo que se cruzan
es perpetuo, sin la esperanza de que se acabe y según se
estila aquí, se dan el abrazo, unos se arrojan en los
brazos de otros, tambaleando como toneles mal dirigidos. Se cae
sobre uno y ese uno sobre otro. Las muchachas os descubren
incluso a un kilómetro de distancia y yo las odio a todas
y ando frío, tieso, presuroso y ciego como una
máquina y fastidiado como todo
(Michaux /1928/ 1998:
177)

… Como todo…, como todo buen europeo y extranjero a
quien le entregamos la autoridad suficiente para que nos observe
y describa sin que por un lado, tenga la capacidad moral ni
intelectual para hacerlo y por el otro, nosotros el porqué
soportar tantas burrumbadas.

2.1.7. Los Científicos
Sociales:

"Para muestra, un
botón", nos dice el viejo refrán. Leamos las
palabras del eminente maestro de generaciones
José Gabriel Navarro (1933: 35-36), en una conferencia dada
en la Universidad
Central del Ecuador:

… algunos etnógrafos han
juzgado con benevolencia la capacidad de ciertos grupos
indígenas de América, como el de los mexicanos, del
que han admirado su inteligencia
fácil y espontánea, pero subrayando su poca
imaginación y escasa vida sentimental… Pedro de Quiroga,
en su interesante libro
Coloquios de la Verdad defiende mucho al indio, admite que
haya malos como en toda asociación humana, pero
también no deja de anotar los defectos dominantes de la
raza: la ociosidad, la mentira, la
embriaguez, el desaseo. "Para gobernados –dice—no son
a propósito, por ser gente que jamás halló
yugo que les cuadre; pues si es grave y pesado no lo quieren
sufrir; si es justo y bueno, luego lo quiebran; y si es suave y
amoroso, respingan en él como ganado cerrero y sin
dueño"… Pero si nosotros tenemos idea completa de lo que
es el indio de América, no la tenemos ni remota de lo que
fueron sus pueblos primitivos. Lo que sobre estos nos han contado
cronistas e historiadores es fantástico y tanto que la
etnografía lo ha desmentido ya. Grandes
imperios, ricos, populosos y civilizados como los de los Aztecas e incas,
admirablemente organizados en política, con una perfecta y
regular dinastía real, con leyes sabias y
gobiernos que sabían educar bien a los pueblos y dotarles
de inequívocas obras de cultura: escuelas, artefactos,
caminos estupendos, puentes y calzadas sorprendentes, palacios
magníficos. Hoy todo esto ha pasado al mundo de la
fantasmagoría, desde que la antropología y sicología americanas
lo han contradicho. Y no es que esos cronistas e historiadores de
Indias hubieren mentido, sino que no comprendieron la
organización característica de los
aborígenes y la interpretaron a su modo, con lo que sus
equivocaciones son sinceras.

Desde comienzos del siglo anterior, los
científicos de lo social demostraron una inteligencia
menos que pobre. ¿Señor Quiroga, a quién le
puede "cuadrar" cualquier forma de yugo? Si, es verdad, a usted,
que no quiso parecerse al ganado del cerro, sin amo y sin yugo;
usted si honró a la dependencia. Y el maestro Navarro, tan
celebrado en este país de raigambre indígena, que
nos dice que la antropología y la sicología han
contradicho las obras materiales, intelectuales y espirituales de
los nativos americanos. A qué antropología y
sicología se refiere, ¿a las de la dependencia?,
por que las científicas han demostrado largamente la
creatividad y
logros de nuestros antepasados aborígenes.

De cualquier modo, así aparecen en
el siglo XX y son legítimos herederos de la cultura de
la pobreza y
la dependencia. Su visión de la realidad poco o nada
aporta al cambio de mentalidad que requiere la sociedad sobre si
misma. Como estudiosos de los hechos sociales, ellos son los
llamados a buscar soluciones
imaginativas y renovadoras a los problemas
creados por la dominación interna y externa que sufre el
pueblo ecuatoriano. Sin embargo, nada concreto han propuesto la
gran mayoría de ellos. Al contrario, sus trabajos
reafirman la postura reinante, o sea, que nuestra sociedad es
"algo" a partir de las invasiones inca y española y que
estamos condenados al subdesarrollo
eterno. Y su propuesta de desesperanza es la más peligrosa
pues, si bien, los anteriores fundaron la dependencia,
éstos la abalizan con un discurso seudo
científico.

Muchos son los ejemplos que
pudiéramos citar aquí a este respecto; sin embargo,
excusamos prolijidad pues nos interesa llegar a la actualidad,
período crucial en el que debemos plantear recomendaciones
fundamentadas para lograr el cambio que necesitamos.

Historiadores, arqueólogos, antropólogos,
sociólogos y politólogos, como lo más
distinguido y destacado de las nacientes ciencias
sociales ecuatorianas, trabajan sobre un Ecuador de la post
invasión soslayando o negando abiertamente los fundamentos
históricos y sociales de la nación como un
conjunto. La mayoría desconocidos para un pueblo sumido en
la ignorancia y el día tras día; otros, los menos,
conocidos hombres públicos que han tomado parte activa en
la confirmación de la dependencia.

Como afirmamos en Tierra de la Mitad (2001),
los historiadores contemporáneos del Ecuador soslayan el
pasado aborigen del país dando desmedida importancia al
Período de la Dependencia, como calificamos a estos
últimos 500 años.

Con una historia de diez mil años, el Ecuador
vivió una época verdaderamente independiente
durante los primeros nueve mil quinientos años. Sin
embargo, a esa época de auténtica
civilización y progreso espiritual y material,
historiadores como Pareja Diezcanseco (1994), Salvador Lara
(1995) o Ayala Mora (2001), le entregan miserables porcentajes de
sus obras que van del cinco al diez por ciento del peso de sus
libros.
Según lo anterior, para ellos, el 95% de la historia
nacional vale un 5% y al último 5% de época
dependiente, le entregan hasta el 95% del peso de sus obras. El
que historiadores de otras colonias latinoamericanas hagan lo
propio no es consuelo; es solo la demostración palmaria de
que la dependencia no halla fronteras entre los subdesarrollados.
A todos ellos les dedicamos un proverbio africano que
dice:

Hasta que los leones tengan sus propios
historiadores, las historias de cacería seguirán
glorificando al cazador.

A un costado de los distinguidos historiadores, los
humildes arqueólogos contribuyen con su desconocido y
pobre talento, a fortalecer la dependencia. En los
círculos académicos serios se viene demostrando que
buena parte de los logros americanos tienen su génesis en
territorios del moderno Ecuador. Sin embargo, una mentalidad
obediente y sumisa a los patrones extranjeros –como que todo lo
bueno es de origen inca y a eso no escapa ni el yaraví ni
las papas con cuero–,
insiste en que no fuimos nosotros. Un desconocido
arqueólogo de apellido Salazar, afirma que: "De pronto, un
pueblo que hasta hace pocos años parecía no haber
inventado nada, resulta que lo ha inventado todo" (Salazar, 1996:
46). No todo pero si buena parte de ello, es de origen
ecuatorial. La arqueología científica, no la
dependiente, nos demuestra que la casa, la ciudad, la cerámica, el oro, el figurín, la
trepanación craneana, la moneda, el platino trabajado y la
ortopedia, entre muchas otras cosas, tienen su origen en el
Ecuador continental, mucho antes de que los incas aprendieran a
cantar (Naranjo, 1990A, 1996, 2001).

Y los antropólogos que fueron llamados por las
musas para desentrañar el origen y estructura de
la cultura ecuatorial y que hasta ahora –una
generación después—nada saben decir sobre
ella a no ser que es multi cultural e incapaz de proyectar
identidad,
también han contribuido con gruesos eslabones para la
pesada cadena de la dependencia. Pero que más pesada que
decirle al pueblo que tiene muchas culturas cuando no pueden
definir la estructura y forma de una sola (la cultura ecuatorial)
o que las piedras y las hierbas tienen más identidad que
un ecuatoriano. La razón de estos disparates tiene una
sencilla explicación: tratando de entender los anticuados
y aburridos discursos de
los antropólogos norteamericanos y europeos de las
décadas de 1940 y 1950, son totalmente ignorantes de la
realidad ecuatoriana. Imagínense ustedes que para uno de
éstos el poblamiento humano del Ecuador se explica
así: "El origen de la población indígena del Ecuador
parece encontrarse en migraciones Chibchas que partieran de
América Central hace 1.000 y 2.000 años"
(Iturralde, 1980: 61). En 1980, los profesionales sabían
que el Ecuador lleva unos 10.000 años de historia y que
sus primeros antepasados son de filium paleomongól. Que
los chibchas fueron un pueblo aborigen de Cundinamarca, en el
centro andino de la moderna Colombia y que ese violento
país no está en Centro América.

Finalmente, los sociólogos. Uno de ellos, el
"mejor" pues llegó a Presidente, no tiene la más
pobre idea de los primeros nueve mil quinientos años de
historia ecuatoriana. En un texto suyo
dice que comenzó a "hurgar en el proceso histórico
del Ecuador" (Hurtado, 1977: 11). Y en el índice de la
misma obra, inicia el proceso histórico del Ecuador en el
año 1533. Si para un sociólogo, las instituciones
de la época aborigen no son dignas de ser tomadas en
cuenta para un análisis de la realidad nacional, tampoco
lo serán los ecuatorianos que las desarrollaron. En una
sociedad de raigambre indígena como la ecuatoriana, esta
omisión es muy grave pues se deja sin interpretar buena
parte del proceso social de la nación. Con razón la
tormenta de desatinos durante su nefasto gobierno.

Todos éstos están perdidos en el espacio;
perdidos en discursos intrascendentes que no contribuyen para
nada al desarrollo de
las ideas en el pueblo. Abdón Ubidia (2001: 9) lo advierte
en la presentación de su obra: "hay antropólogos
que afirman que lo híbrido ha devorado los conceptos de lo
culto, lo popular y lo masivo. Hay sociólogos que definen
la llamada globalización como un proceso fatal y
avasallante, unitario, sin globalizadores ni globalizados. Hay
filósofos que han decretado el fin de la historia,
economistas que reducen la economía a los juegos
financieros y politólogos que no encuentran diferencias
entre izquierda y derecha". La falta de dirección hacia los intereses nacionales
por parte de estos "científicos", es elocuente; ninguno
está capacitado para discernir sobre el verdadero problema
de la sociedad ecuatoriana y, menos aún, de cómo
desactivarlo para que deje de causar el daño
que hasta el día de hoy ocasiona.

2.2. Curva de la Autoestima:

De lo expuesto anteriormente, se descubre la existencia
de un pensamiento social que nada tiene de estático. Por
lo corto de la vida humana, se tiene la impresión de que
todo está inmóvil, quieto; sin embargo, al observar
espacios de tiempo mayores, se descubre, no sin sorpresa,
movimiento
constante en las formas de pensar de una comunidad
sobre si misma y acerca de las otras. El Ecuador no es ajeno a
esta situación. Por ello, en el estudio de su proceso
histórico, podemos observar movimientos ondulatorios o
curvas en la autoestima nacional.

En la malla de la Carrera de Desarrollo Social
& Gestión
Política, impartida en las aulas de la Universidad
Cristiana Latinoamericana
, aparecía la cátedra
denominada Origen del Pensamiento Social Ecuatoriano,
ofrecida por el autor de estas líneas. En esa materia,
fundamental para el estudio de la política, se
exponían precisamente los cambios que ha sufrido nuestra
mentalidad social respecto de nosotros mismos. Allí se
decía que de una elevada autoestima en la época
anterior a los incas, se había caído a niveles muy
bajos de valoración de lo ecuatoriano, después de
la invasión.

De la época anterior a los incas, se estudiaron
los mitos y las leyendas de origen de la nación
ecuatoriana. Adicionalmente, las noticias y
descripciones que de la dignidad de las personas y comunidades
humanas hicieran los cronistas. Finalmente, entraban en el
análisis los vestigios materiales del pasado; sobre todo,
se estudiaban las representaciones de los personajes de alto
rango modelados en terracota.

De los incas en adelante, se revisaron los textos
escritos que hablaban de esta sociedad, en sus diferentes etapas,
desde más o menos el 1500 después de Cristo hasta
nuestros días.

Con esas tareas, se logró construir una curva que
de lo más alto –siglo XV–, caía al fondo de
un deprimente y oscuro abismo –siglo XVIII–, se levantaba
tímidamente en el XIX y volvía a declinar en el
siglo XX. La tendencia nos señala pocas probabilidades de
recuperación de nuestra autoestima para los primeros
lustros del siglo XXI (ver el Cuadro 1).

Con los estudios efectuados por esta investigación, el diagnóstico anteriormente mostrado, ha
probado ser válido. En las siguientes páginas,
veremos qué es lo que ocurre en la actualidad,
fundamentándonos en los datos sociales
modernos.

CUADRO QUE MUESTRA LA CURVA DE LA
AUTOESTIMA NACIONAL

Siglos XV XVI XVII XVIII XIX XX
XXI

III.
CARACTERÍSTICAS ACTUALES DE LA DEPENDENCIA

Vistos los elementos que crearon y configuraron la
dependencia, veamos a ésta en los tiempos modernos. Ella
está presente en todos los ámbitos de la vida
social ecuatoriana; en lo político, en lo social, en lo
económico, en lo intelectual y hasta en lo espiritual.
Cada día se arraiga más, sin que encuentre una real
oposición a su expansionismo. Sin embargo, el día
es llegado de empezar a entenderla para poder
neutralizarla.

A continuación, se describen y analizan algunos
ejemplos de la dependencia en los ámbitos de lo
político, lo social, lo económico, lo intelectual y
lo espiritual. De lo que se reflexione, puede llegarse a plantear
alternativas para eliminar la dependencia.

3.1. Dependencia Política:

Los símbolos de un país, se entiende,
son los emblemas que mejor representan a la sociedad que se
reproduce dentro de un territorio y un tiempo definidos. Sin
estos símbolos o con ellos copiados, ninguna comunidad
humana puede entenderse. Cuando las banderas recuerdan las de las
metrópolis de turno y los escudos son de origen europeo,
nadie puede sentirse realmente seguro de tener
identidad. "Gracias al paradigma del
modelo romano que le infundió la Revolución
Francesa, el Libertador pudo desplegar los signos de la
modernidad
política dentro de los ritos del triunfo barroco que
heredó de sus Padres", nos lo dirá mejor el
francés Georges Lomné, en su Revolución
Francesa y lo simbólico en la liturgia política
bolivariana
(1989: 41). Vean ustedes cómo mira un
francés –un europeo–, al "¿libertador?"
americano: un copiador de los elementos neoclásicos de
Europa que "heredó de sus Padres" los europeos; lo miran
como a todo lo no europeo, sin valor alguno.

Hablando de la bandera, el autor de seudónimo
Jacinto Jijón y Chiluisa, en su obra Longos… nos dice
que la zarina de Rusia Catalina
La Grande, logró "… enredarse con Francisco Miranda y
hacer modelajes privados de su ropa interior lo cual
sirvió de modelo cromático para las banderas de
tres ínsulas longas" (Jijón y Chiluisa, 1998:
123-124). Sin duda, el reflexivo e irreverente autor, alude a las
banderas de Venezuela, Colombia y Ecuador. Si el origen de la
bandera venezolana está en Rusia, no lo podemos asegurar.
Lo que si sabemos es que el origen de la nuestra está en
la mirandina convertida después en la grancolombiana.
Así mismo, conocemos que el nombre de la
república y el escudo ovalado son de origen
francés. En este último –el escudo–,
aparecen elementos decimonónicos euroasiáticos que
vagamente expresan lo nacional: laureles y olivos griegos, haces
consulares, sol afrancesado, símbolos zodiacales
asiáticos y lanzas o picas europeas, amen del óvalo
francés del Siglo XVIII en el que se retraban todos los
Luises, aquellos con nombres de sillones o fue que las banquetas
tomaron sus nombres? Para terminar, el uniforme de diario de
nuestros soldados es prusiano, porque el camuflado de combate es
inglés. Imaginen ustedes este cocktail: compartimos el
escudo con los argentinos, la bandera con los caribeños y
el uniforme con los chilenos y, en último término,
imitamos sin éxito a
rusos, franceses, alemanes e ingleses.

Si en los elementos patrios mencionados más
arriba pueden forzar alguna duda, en la Constitución Política del Estado no
hay la más mínima sospecha de su origen
afrancesado. Se burlan quienes pretenden que en el Ecuador han
existido diecinueve constituciones; en verdad, lo que tenemos es
una misma constitución enmendada o remendada dieciocho
veces. Desde sus humildes orígenes republicanos (porque
antes existieron las cartas de Quito, Guayaquil, Cuenca y
Cúcuta), aquel 28 de septiembre de 1830, la
constitución ha privilegiado el tratamiento de la
división del poder y los derechos del ciudadano, muy en
acuerdo con los anhelos revolucionarios de los franceses del
siglo XVIII, o sea, cómo romper el poder de la Monarquía y la Iglesia y
cómo tener los mismos derechos ciudadanos de un Rey o un
Obispo.

Para el caso ecuatoriano, lo primero es un absurdo
porque la autoridad es una unidad que no debe ser dividida; de
hacerlo, producimos una reacción en cadena cuya
explosión destroza, como de suyo lo ha hecho, la majestad
del estado. Lo segundo es una entelequia porque para nosotros no
todos los ecuatorianos son ecuatorianos; veamos: recién en
1929 las mujeres pudieron votar, desde 1978 los analfabetos
fueron ciudadanos y, hasta hoy, los soldados son cosa aparte.
Como se trata de una misma constitución, estos vicios
vienen desde el inicio. En 1830 eran ciudadanos los hombres
casados o mayores de 22 años que supieran leer y escribir,
que tuvieran una propiedad
valorada en 300 pesos o una profesión o empresa
útil sin sujeción a otro; por ejemplo, un sirviente
doméstico o un jornalero no eran ciudadanos pues estaban
sujetos a tercera persona. De todo lo anterior estaban excluidas
las mujeres (Oña, 1987: 104). La pregunta del
millón es cuántos ecuatorianos caían en la
categoría de ciudadanos: ¿ocho mil, diez mil, doce
mil? Calculen ustedes; lo que nosotros sabemos es que para esa
época, en un territorio ecuatoriano indefinido, con una
historia blanca de solo treinta tres décadas, habitaban
alrededor de setecientos mil seres humanos, muy pocos de los
cuales eran considerados ciudadanos. Por eso Andrés
Guerrero afirma que: "hay dos clases de ciudadanía, a pesar de que en la
Constitución se proclama el igualitarismo. El problema
responde al trauma poscolonial" (Guerrero, 2000: 63). Lo primero
es una verdad: no todos somos ecuatorianos, de allí las
"dos clases de ciudadanía"; lo segundo es una noticia de
última hora, un flash
informativo: ¿existe algo poscolonial en el Ecuador
de hoy?

De una constitución dependiente tiene que
desprenderse un régimen dependiente. La democracia
gobierno del pueblo, según los griegos que
la idearon–, es para los entendidos o sería mejor decir
sus beneficiarios, la panacea de los regímenes de
gobierno. Frases tales como "el mejor sistema de
gobierno en el mundo" o "la peor democracia es superior a la
mejor dictadura",
son muletillas clásicas de quienes medran de ese
régimen de gobierno. Evidentemente que para un reducido
porcentaje de ecuatorianos, esa forma es ideal. Sus
amigos en el poder les garantizan la riqueza y seguridad a
través de todos los medios de los
que se puede servir la corrupción y la impunidad.
Desde que los conocemos, los demócratas son los individuos
que más cuentas tienen
con la ley y con la sociedad. Los diarios no tienen las
suficientes planillas como para publicar todos los actos
criminales que se cometen en nombre de ésta. Pero todos
sumados no alcanzan al peor mal que la democracia sustenta: la
desigualdad entre los seres humanos. Una cosa es la vida
principesca de quienes se han beneficiado de esta monstruosidad y
otra la vida de millones de personas bajo la línea de la
pobreza. Ejércitos de ignorantes, desempleados, sin
salud y techo,
deambulan en busca de algo que llevar a sus familias, mientras
unos pocos imitan con éxito el estilo de vida
del primer mundo. Y las gentes humildes son engañadas una
vez más con el dicho de que "lo que pasa es que en el
Ecuador la democracia está mal aplicada".
¡Señores, es donde mejor aplicada está! En
sus orígenes, esta forma de gobierno despótico
beneficiaba a una tercera parte de la población de las
polis griegas pues ciudadanos solo podían ser aquellos que
ostentaban el poder y la riqueza en esa "clásica" cultura
europea. Las dos terceras partes restantes, estaban formadas por
los esclavos y los bárbaros o extranjeros, que
carecían de todos los derechos y sufrían todos las
cargas. ¿No les recuerda todo lo anterior a un mediando
país de la América Meridional? Pero, en verdad, que
no todo es idéntico: entre los griegos, los extranjeros no
eran humanos; aquí los vemos como a superiores. En esto
último, la democracia griega sigue siendo mejor que la
nuestra.

En su más reciente obra –"Colonialismo y
Soberanía"–, Diego Delgado Jara dice que:
"en nuestro país no tenemos control ni
gobierno soberano y autónomo sobre el mismo, sino dominio
y administración colonial por intermedio de
los propios gobernantes de turno, consolidados y apuntalados por
los partidos y dirigentes políticos al servicio
–público o disimulado—de esa misma
metrópoli y que en forma conjunta actúan contra los
intereses nacionales y populares!" (Delgado, 2004: 25-26). Cuanta
razón le asiste al crítico autor de las palabras
arriba citadas. Por eso, el neoliberalismo
es el fiel compañero y cómplice de la democracia.
Aunque las dictaduras coquetean con él, es en la
democracia donde mejor se aviene. Esto tiene una razón: el
neoliberalismo es una imposición norteamericana y ellos
son demócratas por convicción. Mal visto por la
metrópoli que sus colonias allende Texas,
cambien la democracia y el neoliberalismo por algo digno para sus
pueblos. Como en la dependencia todos compiten por ser los
mejores sirvientes, el Ecuador no puede excusar su
participación en el empleo de
herramientas
que lo mantengan sujeto a una capital
extranjera. En verdad, el nuestro es un país muy rico en
recursos;
cualquier sistema económico que se aplique aquí con
sentido nacional, tendrá éxito. Desde los tiempos
precolombinos, fuimos comerciantes; eso quiere decir que tenemos
experiencia en el área económica. Sin embargo, nos
aferramos al neoliberalismo porque eso beneficia al primer mundo
y a unos cuantos agentes nativos.

La conformación administrativa del estado
–metrópoli versus provincia— parte de una
concepción imperial. Que esta concepción tenga su
origen en España o en la Roma de los Césares o en
una tercera fuente, resulta secundario. Lo que si parece
importante es que su estructura carece de originalidad nacional.
Un poder agolpado en una ciudad, disfrutando de los beneficios de
esa centralización, es un modelo que nos
recuerda a todos los imperios conocidos. Hasta finales del siglo
XV, lo que hoy llamamos Ecuador, conoció regiones políticas
autónomas que se confederaban según sus necesidades
históricas, sociales, económicas o militares, por
citar unos casos. Sin embargo, conservaban su identidad
política muy al margen de esa confederación. Este
hilo se cortó con la invasión inca, trayendo
problemas que hasta el día de hoy estorban al normal
desenvolvimiento de la nación. Los expertos del Consejo
Nacional de Modernización del Estado –CONAM–,
señalan que "el sentido común nos lleva a afirmar
que, para mejorar la calidad de
vida de los ciudadanos, sus necesidades deben ser satisfechas
por las instituciones cercanas a ellos. Es así que el
Ecuador apuesta a la descentralización de la actividad
pública como una estrategia de
modernización del Estado" (CONAM, 2001: 2). Inteligente
deducción de los expertos: la
descentralización administrativa del estado es
prioritaria. Sin embargo, nada dicen del proceso colonial de la
centralización y mucho menos de la estructura
política del Ecuador anterior a los incas. Por el
contrario, se dejan asesorar por el técnico alemán
Jonás Frank para conseguir la desconcentración.
¿Estamos frente a otro modelo no ecuatoriano para
ecuatorianos?

El pensamiento político de los ecuatorianos,
básicamente procedente de tres grandes vertientes
–conservadorismo, liberalismo y
socialismo–,
es de origen europeo. Carlos Paladines refiere que: "entre las
corrientes externas de pensamiento, la más importante por
su presencia fue sin duda la francesa. Sin descartar la vertiente
española que constituye, a pesar de las diferencias que
puedan señalarse, una unidad de desarrollo con nuestra
Ilustración, mucho mayor que la que
generalmente se ha señalado" (Paladines, 1992: 67).
Así que esas tres maneras filosóficas de ver el
mundo vienen de Europa y ya sabemos cómo ve esa raza a la
humanidad. Solo lo europeo es humano, lo demás es
infrahumano. Como no estamos en aquel continente, caemos en la
segunda categoría. Pues bien, si todos los partidos
políticos del país, sin excepción,
proceden de esas filosofías de vida, no cabe duda de que
proceden de Europa; si esto es efectivamente así, es
comprensible porqué socialcristianos,
socialdemócratas, chinos y cabezones,
tienen la "obligación" de destruir sobre lo destruido. La
receta es fácil: si los europeos creen inferiores a los
ecuatorianos, en sus filosofías políticas debe
aparecer este ingrediente. Los sirvientes nativos del
pensamiento ilustrado tienen que actuar en consecuencia.
Desde esta perspectiva, ningún partido político que
se respete puede trabajar por el Ecuador; debe hacerlo en su
contra.

Ningún sistema legal puede adaptarse a una
realidad si es que procede de otra. El sistema judicial del
Ecuador entierra buena parte de su origen en códigos
ajenos. Los romanos, los españoles y los franceses idearon
para su realidad, muchas de las leyes y preceptos que hoy
intentan guiar al ecuatoriano. Reglas consuetudinarias de esos
pueblos, se convirtieron en leyes allí donde eran
aplicables. Con el pasar del tiempo, los códigos romano y
napoleónico, desembarcaron en nuestro territorio y
adquirieron carta de ciudadanía. No negamos el valor de
esas leyes pero creemos que ellas, obligatoriamente, deben tener
alguna raigambre con nuestro mundo conceptual. No estamos
seguros de que
así sea, pues una de las grandes quejas nacionales es que
contamos con muchas y buenas normas que, sin
embargo, no se aplican correctamente en nuestro medio. Las
llamadas Leyes de Indias tenían fama de ser muy
justas y en nada beneficiaron a nuestros antepasados indios. Sin
duda, las leyes nacionales han beneficiado a un reducido
círculo de ecuatorianos, perjudicando a la gran
mayoría: los así llamados "de poncho".

En nuestras relaciones
internacionales es donde mejor queda expuesto lo dicho.
Nuestras leyes parecen haber servido mejor a nuestros socios
mundiales que a nosotros mismos. Instituciones y países
extranjeros han sido los grandes beneficiarios de una
política exterior llamada a tolerar las imposiciones de
poderes extraños como los del Primer Mundo con todo y sus
organismos (OEA, ONU, etc.), en
paralelo a su silencio cuando se nos ha perjudicado. El
"panamericanismo", como postulado y práctica, es un triste
ejemplo de lo anotado. Cuando se trata de proteger los intereses
no ecuatorianos, es particularmente eficiente; no así
cuando tiene que velar por el Ecuador. Todos los enfrentamientos
armados que hemos tenido en el último medio siglo con el
Perú, por ejemplo, han inclinado las simpatías
continentales hacia este último, por esta mal llamada
amistad y hermandad americana. Si no tenemos claridad
jurídica en el interior, no podemos aspirar a una
relación justa con lo exterior.

3.2. Dependencia Social:

Si la
comunicación es el vehículo de las
experiencias, aquí nos encontramos frente a otro grave
problema. Trasmitimos nuestra forma de ser con estructuras
idiomáticas ajenas. Es que ninguno de los idiomas
"oficiales" del Ecuador, es originario de aquél. El
quechua al que se quiso naturalizar ecuatoriano cambiando la E
por la I y la O por la U, es un idioma procedente del extremo sur
del moderno Perú. De raíces netamente altoperuanas
(Bolivia y
Perú) o aymáras, ese idioma fue introducido en los
Andes ecuatorianos por los incas primero y los evangelizadores
católicos después. Oleadas posteriores de quechuas
desplazados por la colonización europea, lo introdujeron
en la Amazonía occidental ecuatoriana, o sea, en la
región de Quijos, por Napo y Sucumbíos actuales
(Oberem, 1980: 313). No existió un quichua
quitense
anterior a los incas, como quiere Juan de Velasco
(1978: 171). Su origen es impuesto y en nada es el idioma
"nativo" de los ecuatorianos.

¿Qué decir del español? El idioma
de Cervantes es
de origen Romance, es decir, mediterráneo hasta la
médula. Desembarcó de las naves castellanas tan
temprano como los conquistadores que lo hablaban y uno que otro
roedor que lo escuchaba. Ese idioma que se perfeccionó en
el reino de Castilla, allá por el siglo IX de la Era
Cristiana, fue impuesto a nuestros antepasados por los
conquistadores íberos. De él como del quechua,
vienen el mayor número de construcciones
lingüísticas de nuestro país. Apellidos y
topónimos ecuatorianos proceden, básicamente, de
estos dos idiomas.

Un tercer idioma extranjero empieza a enraizarse en el
país: el inglés. El idioma de Shakespeare, se
perfeccionó en la Inglaterra de
inicios del segundo milenio de la presente Era. Procede de las
lenguas
anglosajonas y arribó a las costas de América, con
los peregrinos del Mayflower, allá por 1615. Más
que por lo británico, la idolatría por lo
norteamericano le está entregando carta de
naturalización, al punto de que lo encontramos en algunas
materias de la escuela y
colegio, en los rótulos publicitarios de muchos
"shop´s and mall´s" y hasta en uno que otro programa
cómico de la
televisión donde se emplea el "spanglish", hijo
mestizo de gringo y chicana.

Por el contrario, los centenarios y milenarios idiomas
de raigambre nacional, retroceden sin protección alguna,
ante el avance de la dependencia. En la Amazonía, el
shuar, el a´i, el huao y el siona-secoya, son hablados por
unas 42,000 personas; en el litoral, el awa, el chapalaache y el
tsafiqui son hablados por unos 8,000 individuos (Benítez y
Garcés, 1998)(Bolla, 1972)(Borman, 1976)(Moore,
1966)(Pérez, 1980)(Robalino, 2000). Poco más o
menos, 50,000 ecuatorianos mantienen a duras penas, su identidad
lingüística. Sin embargo y al margen
de apellidos y topónimos originarios de estos idiomas
nativos y de los ya extinguidos cañari, puruhá,
manteño, etc. que se hablaron antes del año 1500,
los restantes doce millones de ecuatorianos trasmiten su cultura
en peruano y español. Hablando estadísticamente, un
0.4% de la población ecuatoriana habla en idiomas
vernáculos; el restante 99.6% lo hace en lenguas
naturalizadas.

Football, basketball,
baseball, ping pong, jockey o judo, son
entre muchos otros, deportes que han llegado al
Ecuador desde lejanas tierras. Sin modificación ni
adaptación alguna, estas prácticas físicas
se han vuelto rutinarias entre nosotros sin preocuparnos siquiera
por las características del lar nativo de la
práctica, las exigencias físicas del lugar de
origen, las características étnicas de los
inventores, el desarrollo histórico posterior de
x o z deporte y su forma de arribo al
país. Solo importa que desde hace años, está
de moda en otras
regiones del orbe y esa es suficiente carta de
presentación.

¿Qué importa todo lo anterior si lo que
vale es el desarrollo físico de los practicantes?
¿Para qué inquietarnos acerca del nacimiento del
surfing si lo que importa es aprovechar mejor el tiempo de ocio?
En buena medida, quien así se pregunta parece estar con la
razón. Vivir la vida cuestionándolo todo, es un
privilegio que pocas mentes alcanzan. Sin embargo, no por ello
hemos de caer en el embrujo del facilismo. Es cierto que muchas
de las cosas que vienen de afuera no son malas y no lo son en la
medida en que se las conoce bien. Más este no es el caso
de todo lo que importamos. Aunque no lo parezca, es fundamental
conocer lo que adquirimos para no dejarnos dominar por ello. Lo
contrario es riesgoso porque además de imponer modelos
extraños a nuestra realidad, podemos implementarlos mal.
Allí esta el caso clásico del football que durante
tantos años sirvió para apuntalar nuestros
formidables sentimientos de inferioridad; como nadie, nos
sentimos mejor siendo los eternos perdedores en ese deporte. A tal punto llegó
lo dicho que fuimos capaces de acuñar frases tan
derrotistamente vergonzosas como jugamos como nunca y
perdimos como siempre.
Ahora preguntamos nosotros:
¿qué efecto creen ustedes que ha tenido sobre toda
una generación una frase como la acuñada con
anterioridad? ¿Porqué piensan ustedes que no
desarrollamos como debemos en muchas actividades en las que nos
iniciamos? Por todo lo mencionado más arriba: importamos
sin medida ni control y, fundamentalmente, sin conocimiento de
causa, arriesgando gravemente nuestra propia
autoestima.

Así vivimos nuestra existencia social, al margen
de la creatividad. La mayoría de cosas que nos rodean
tienen su origen muy lejos de nosotros. Obedecen a otros modos de
vida y a otras circunstancias. Las traemos, las desempacamos y
las instalamos donde caigan, sin desempolvarlas siquiera. Nunca
nos preguntamos qué efecto pueden tener sobre nosotros y
nuestros descendientes. Sentirnos parte de una colectividad cuya
capacidad intelectual se limita a imitar no es saludable. Desde
la forma en que saludamos hasta la forma en que dormimos, son
modas adquiridas por imitación. Los griegos de los
días de Platón,
mostraban la mano derecha para provocar la misma reacción
en una persona que se les atravesaba por el camino, para
verificar que ésta no estuviese armada.
¿Porqué saludan así nuestros civiles? Los
europeos medievales en armadura saludaban a su dama levantando el
visor del yelmo o casco con su mano derecha, para que la
afortunada les conociera el rostro. ¿Porqué saludan
así nuestros militares? Pintamos los buses escolares y los
taxis de color amarillo por precaución o por moda.
Abusamos del graffiti por comunicación o por moda. Las
mujeres que exhibimos en nuestros concursos de belleza
representan verdaderamente a la mayoría de las
ecuatorianas o es una cuestión de moda. Nos mojan en
carnaval, nos hacen descansar el día del trabajo, nos
hacen bailar en círculos durante la fiesta del sol, nos
inquietan con calabazas desdentadas y nos hacen comprar muchas
cosas en nombre de un anciano colorado y de ojos azules, vestido
para la nieve en pleno trópico, porque son parte de
nuestra estructura cultural o por que están de moda.
¿Quién sabe de dónde viene el carnaval, el
primero de mayo, la fiesta del Intiraimi, el halloween o el
Papá Noel? Podemos aventurar diez cosas sobre cada una de
estas celebraciones pero lo interesante es que ninguna nos
pertenece. Es cierto que hemos adaptado algún detalle
nuestro a estas cuestiones, pero en términos mayores son
fiestas que vinieron de cualquier parte y se impusieron como algo
propio.

Las tres comidas diarias si es que la suerte no nos
abandona, la distribución de los cubiertos sobre la mesa
que a más de uno nos ha causado problemas, el modo de
sentarnos, las abreviaciones de los nombres de los amigos, la
forma en que llamamos a nuestras mascotas y hasta la cama,
pertenecen a sociedades
alejadas a la nuestra. El fantasma de que no podemos hacerlo por
nosotros mismos, ronda por todos los rincones de nuestra
existencia colectiva.

Existencia colectiva, decíamos, que se manifiesta
en expresiones tan triviales como la forma en que nos vestimos o
peinamos. Cuando estamos casuales vestimos de jean and jaquet;
cuando formales lo hacemos de traje o smokin, dependiendo de la
gravedad de la ocasión. Estas formas del vestir tienen su
origen en los EEUU, en Inglaterra o en cualquier parte, menos en
el Ecuador (Estrada, 1984: 99). Si por el contrario, alguien
comete la imprudencia de colocarse un poncho en plena ciudad, es
un indio o un pendejo que, a la sazón, son
sinónimos para la mayoría de los desorientados
ecuatorianos. Más la cosa no termina allí; los
orgullosos indígenas lucen sus hermosos trajes nacionales:
sombrero, ruana, pantalón a la rodilla y alpargatas, son
elementos recurrentes en estos trajes. Aunque no nos lo crean,
estos vestidos son tan extranjeros como el pullover, el bikini o
la corbata. Lo único original en ellos es el color que
denota procedencia ecuatoriana (rojo) o no ecuatoriana (otros
colores). El sombrero es de Nueva York; el poncho no es solamente
ecuatoriano y en tiempos anteriores a los incas, se lo
utilizó en la costa y en la Amazonía,
exclusivamente; la camisa tiene cuello y bordados
españoles, el pantalón llega a la canilla superior
como lo hacía el calzoncillo francés del siglo
XVIII; por fin, las alpargatas son de la región de la
Mancha en España. Una vez más, los únicos
originales en el vestir son los pocos indígenas del
litoral y oriente del país; aquel 0.4% de la
población nacional del que hablamos anteriormente. A todo
esto, la minifalda y la pollera no son una
excepción.

Los peinados estrambóticos inspirados en los
plumajes del papagayo, pencos blancos y puerco espines, que lucen
los jóvenes actuales como hace treinta años lucimos
unas melenas desordenadas, por sencilla y mecánica imitación de las modas
norteamericana y europea, amén de algún cabeza de
rodilla que se declara inferior a toda forma de vida alemana
(neonazi, skin head), son otro ejemplo de la dependencia en la
que nos movemos. Y no es que no tengamos referentes. En la
primera cerámica de América que apareció en
la manifestación cultural Valdivia de la costa
ecuatoriana, hace 5.200 años, destacan unas encantadoras
figuritas humanas que tienen como rasgo preponderante al peinado;
son miles de esas figuras hasta ahora descubiertas y muy
difícilmente se pueden hallar dos que luzcan el mismo
tocado. Porqué ningún hombre o mujer modernos
vuelven a esos estilos? Porque no existe ningún estilista
ecuatoriano que se haya preocupado de estudiar y modernizar esos
peinados. De los objetos que se pueden apreciar en las vitrinas
de los museos, cientos de ellos llevan peinados hermosos que
avergonzarían a cualquiera de los estilos modernos
importados por nuestra generación: sin embargo, nos
hacemos incapaces de reconocerlo.

Lo mismo tenemos que decir de los muebles, edificios y
ciudades en las que habitamos. Sillones y mesas de estilo
danés, Luis XV o rústico, recogen el cansado peso
de nuestros cuerpos después de un agitado día
recorriendo calles de ciudades diseñadas en damero
mediterráneo que desembocan en anchas calles y avenidas de
aire neoyorquino,
flanqueadas por centenas de casas y edificios de estilo
dominó, neoclásico o californiano, inspirados en
los diseños de Frank Lloyd Wright, Neumayer o Mies Van De
Rohe. Son calzadas y fachadas de cualquier estilo
urbanístico y arquitectónico que se pueda reputar
como no – ecuatoriano. Por 1941, el norteamericano Albert
Franklin (1945) se quejaba de la falta de equilibrio
entre las fachadas del naciente barrio de La Mariscal y
atribuía ese desorden al mal gusto de lo que él
bautizó como la "gente decente", o sea, aquella que
aceptaba como bueno todo lo extranjero en oposición a lo
propio. Qué cerca estaba este observador extranjero de
describir nuestra dependencia. Y una vez más, tenemos
referentes propios que modernizados, pueden llevarnos a vivir
como ecuatorianos. Deberíamos enorgullecernos de conocer
que la primera casa de América construida con la
técnica antisísmica del bajareque, apareció
de la mano de la primera ciudad planificada en el continente,
allá por el año 5.500 antes de ahora, en la
península de Santa Elena. Era una casa grande y
cómoda, de forma elíptica que podía alojar
bien a una familia numerosa;
más de un centenar de estas estructuras separadas por
calles pavimentadas con conchas, fueron construidas en torno a
pequeñas plazoletas que a su vez, giraban en torno a una
plaza rectangular de 300 por 100 metros, flanqueada por
cúmulos artificiales de tierra, con edificios ceremoniales
en sus cúspides (Holm, 1985). Qué arquitecto o
urbanista ecuatoriano se ha preocupado de estudiar estas
estructuras arquitectónicas y urbanas que resultan ser el
germen de los modelos habitacionales posteriores no solo del
Ecuador sino que de toda la América?

Partes: 1, 2, 3
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