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Literatura y complot en "La conspiración. Ensayos sobre el complot en la literatura argentina" de Pablo Besarón (página 2)



Partes: 1, 2

La
diseminación del complot: el siglo XX

Las lecturas que este libro selecciona en su itinerario
del complot narran, al mismo tiempo, la
historia de la
autonomización del hecho literario, de su alejamiento
estructural del ámbito político y, por
consiguiente, de su apertura a otras acepciones y formas del
complot, vinculadas de otra manera que en el siglo XIX y nunca
desentendidas, sin embargo, de la política. Ya en el
cierre, con el análisis de La Bolsa, de
Julián Martel, se advierte una novela de
alcances sociales distintos. La inmigración y la xenofobia que
se enfocan desde Martel en estos ensayos constituyen otro
elemento que caracteriza allí a la conspiración. El
compás crítico se abre con un énfasis
colocado sobre el Estado, es decir sobre el eje político,
y llega, en esta primera parte, hasta la inmigración y sus
consecuencias, es decir a un énfasis en el eje
social.

El siglo XX aparece, en este recorrido crítico,
como una zona donde la literatura
argentina practica de otros modos la problemática de
la conspiración y del complot. Uno de los ensayos
más representativos de esta diversificación es sin
duda el que ocupa el capítulo "Arlt: Ficción,
política y
conspiración". En él, la estrategia de la
ficción propone, a partir de la hipótesis del Estado como
complot, una conspiración por parte de un grupo de
marginales (nada mejor que el término "loco" para
descalificar, destituir de toda entidad social a un sujeto) que
gira alrededor del dinero:

"Los siete locos y Los lanzallamas
(1931) de Arlt son nuestra novela
conspirativas del siglo XX. La forma de la conspiración es
la clásica: construir una sociedad
secreta para tomar el poder.
(…) El astrólogo -el ideólogo de la sociedad
secreta-, sólo tiene una premisa: tomar el poder.
¿Por ideales de redención o por un afán
filántropo? No, se trata más bien de un
falsificador de dinero con delirios de grandeza, que observa que
en su tiempo
el Estado, y
más aun en nuestros países latinoamericanos, es una
entidad al servicio de
hombres poderosos con intereses particulares." ("Arlt:
Ficción, política y
conspiración".)

En Arlt, Besarón construye una lectura en la
cual las ideas modernas que legitimaban con anterioridad la
conspiración se ven, ahora, adulteradas por una especie de
nihilismo que
vincula con las filosofías de Nietzsche, de
Arthur Schopenhauer y
Fiodor Dostoievski. La toma de poder en Arlt, señala
el ensayo a
él dedicado, carece de los fundamentos de los que no
carecían los escritores del siglo XIX. La pregunta que
Besarón no deja de formularse en ningún momento,
conservando la complejidad del problema de las relaciones entre
literatura,
sociedad y estado, es qué modificaciones se han producido,
en el siglo XX, en las formas sociales y políticas
para que las formas de concebir la conspiración en la
literatura, por ejemplo las de Arlt, sean diferentes respecto de
las del siglo XIX. Los ensayos de respuesta que el autor otorga
tienen que atravesar, entonces, problemas
tales como la modernidad y la
posmodernidad,
las nuevas relaciones de poder en el siglo XX respecto del XIX, o
los autores y la filosofía en sus discursos
sobre el poder y su influencia en la literatura argentina (El
subcapítulo a propósito de Arlt, "Consecuencias de
la muerte de
Dios" es, a este respecto, profundamente significativo en su
propia enunciación).

Pero es, por otra parte, el capítulo "Apuntes
sobre Macedonio o la conspiración del arte", el que
termina de postular la apertura del panorama sobre lo que se
define (se va definiendo permanentemente, en un trabajo
sanamente inacabado) como conspiración. En él, se
trabaja a la conspiración para la destitución
de ciertas formas
. Vanguardia y
complot, entonces, será una de las preocupaciones
centrales de este capítulo, con todas las implicancias que
remiten al acto político de la ruptura formal abierta,
deliberada, programática. Besarón identifica con
notable pericia en Macedonio a la paradoja, entendida como una
"búsqueda del pliegue del sentido" ("Vanguardia y
complot"), todo el esqueleto de la transgresión formal, es
decir, políticamente conspirativa a través de la
estética, por parte de Macedonio
Fernández: "Todo el texto
macedoniano está construido a partir de este principio
constructivo: desestabilizar el sentido estatuido." (Idem). Los
alcances políticos de la ruptura estética se
encontrarían, principalmente, imbricados en la
búsqueda de un lector que ya no sea "lineal", que ya no
conciba la textualidad como algo "cerrado" y de un sentido que
principie y finalice en y con el propio libro. Algo
similar, aunque trabajado muy en otros términos desde
estos ensayos, se lee en la obra de Borges, en la que
se postula a la realidad como "…el producto de
una ficción construida por conjurados." ("La
conspiración, o cómo se construye una
ficción"). En Borges, postula Besarón en uno de sus
apartados más logrados, se relacionan los enigmas y los
secretos constitutivos de los cuentos
borgeanos (sobre todo en los policiales) con la
presuposición idealista según la cual existe un
sentido "oculto" por develar, un sentido que, además de
político, es ontológico, metafísico y en
ocasiones teológico. Esta lectura, que parte del abordaje
crítico de la obra de Borges, encuentra dos puntos que
Besarón explota en varios de sus alcances: por un lado,
las vinculaciones entre política y estética en la
literatura "denuncialista" de Rodolfo Walsh
y, por otro, la vinculación entre complot, sentido y
religión,
que alcanza su grado más explícito en el
capítulo dedicado a Gustavo Perednik. Estas dos lecturas
resultan fundamentalmente útiles para continuar con la
polémica sobre el estatuto de un escritor como Rodolfo
Walsh y cómo su posición ambivalente entre el
periodismo y
la literatura ha servido indiscutiblemente para enriquecer desde
cada una de esas esferas a la otra y, por otro lado, introducen
en la discusión a un autor que, como Gustavo Perednik,
aporta filiaciones provocativas e interesantes, en pleno
escepticismo posmoderno entre el lector y la fe religiosa,
así como entre la narración y la taumaturgia,
recuperando, a su vez, otras filiaciones algo
dogmáticamente dejadas a un lado por parte de la crítica
actual, como la relación
literatura/experiencia.

Ricardo Piglia, que, a lo largo de todo el volumen,
había estado presente a modo de pivote, es decir, en
epígrafes, en citas breves y precisas, en puntos medulares
de los ensayos, articulando lógicas generales de la
configuración del propio libro, ocupa el último
capítulo, cerrando en forma acabada, compleja pero no
(nunca) conclusa, esta obra y los conceptos no desarrollados en
los epígrafes, así como las que parecían (y
lo fueron) haberse dejado pendientes para ser aquí
retomadas en forma concreta.

Estado,
ficción y
discurso: una paráfrasis shakespeareana
final

Cabría agregar que la lógica
de la conspiración, según señala
Besarón en el subcapítulo titulado "Superficie,
profundidad y antisemitismo
literario",

"…se constituye a partir de una superficie falsa
y de una profundidad oculta. Este bosquejo es un recurso
permanente en el narrador: tras los vestidores está lo
profundo, el sentido oculto. Tras las personas más
aristocráticas, se esconde un origen oscuro."
("Superficie, profundidad y antisemitismo literario").

Esta lógica es útil a su vez para pensar,
acomodando las categorías a cada caso, la lógica de
estos ensayos en general. Una lectura semiótica, casi ontológica, de la
estética de la conspiración. En esta lectura se
deconstruyen las oposiciones jerárquicas entre el Estado y
la Sociedad por un lado y sus discursos "derivados",
"secundarios" por otro (literatura, por ejemplo y principalmente
aquí), y se pasa a proponer, en lo que constituye el
movimiento
más complejo del libro, al Estado y a la Sociedad como
textualidades, como entramados que circulan y se articulan en
forma análoga a la de los textos literarios. Como si la
ficción verdaderamente crítica, al decir de Ricardo
Piglia, estuviera "…un paso delante de los delirios y las
maquinaciones siniestras del estado" (Piglia, en Laiseca), y no
se tratara, entonces, de un texto subalterno. La lectura de
Besarón pone en juego y
polemiza la idea según la cual Estado, Sociedad y
literatura están hechos, en definitiva, de la misma
tela
.

Bibliografía

  • Besarón, P., La conspiración.
    Ensayos sobre el complot en la literatura argentina
    ,
    Buenos Aires, Simurg, 2009.

  • Piglia, R., "Introducción" en Alberto
    Laiseca, Las aventuras del profesor Eusebio
    Filigranati
    , Buenos Aires, Interzona, 2003

  • Platón, "Diálogos" en Obra
    completa. Volumen III: Fedón. Banquete. Fedro
    ,
    Madrid, Gredos, 2003

  • Shakespeare, W., The Tempest, New York,
    Oxford, 2004

 

 

 

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