Introducción
"Comenzó a hablar y les
enseñaba…" Mateo 5.1-2
En muchas profesiones saber expresarnos oralmente ante
un grupo de
personas supone una notable ventaja; pero, muchas veces tenemos
miedo[1]de hacerlo. Hay miedos de miedos –de
cosas que suceden como el miedo a morir, a estar solo, a
envejecer, etcétera y miedos que exigen acción
como empezar o terminar una relación, tomar decisiones,
perder peso, hablar en público, ser entrevistado,
etcétera- y todos ellos vienen de la mano con nuestros
sentimientos de rechazo, fracaso, desaprobación o
pérdida de la imagen ("cuando
dejamos el miedo atrás nos sentimos libres"). En nuestro
caso, si nuestro miedo como abogados es hablar en público,
rendir entrevistas,
salir en la
televisión y cosas semejantes, lo único que
podemos hacer para disminuir el miedo es aumentar nuestra
confianza en nuestra capacidad de afrontar estas situaciones.
Este sentimiento solamente desaparece con la
práctica[2]ya que hablar en público
es una capacidad que se puede cultivar con el adiestramiento
adecuado[3]A todos nos viene bien saber
cómo exponer correctamente nuestras ideas ante los
demás y esto en muchas profesiones resulta útil y
en otras indispensable, en la del abogado por ejemplo.
Como litigantes en esta época, únicamente
buscamos la oratoria
eficaz (no la gran oratoria), o lo que es lo mismo transmitir o
comunicar eficazmente nuestras ideas[4]Nos resulta
entonces vital dos cosas que se combinan: dar una
impresión favorable de nuestra persona y hacer
sugerentes las ideas; o sea, cautivar y
convencer[5]¿Qué es lo que podemos
hacer para resultar al mismo tiempo
cautivantes y convincentes[6]A la hora de hablar
en público debemos ser absolutamente naturales, ser
nosotros mismos -incluso con nuestros defectos-, no debemos
tratar de representar un papel, no fingir ser quienes no somos
-tal vez un poquito mejorados pero sin perder nuestra identidad-, no
caer en la afectación o en la pedantería, ser
naturales es ser nosotros mismos cuando nos portamos con
sencillez. Esta es la regla de oro: actuar
con naturalidad[7]Y si de manera natural somos
pesados, poco graciosos o antipáticos, no debemos tratar
de ser simpáticos y menos graciosos, lo único que
sí es obligatorio es ser por lo menos amables. Hay dos
cosas que nuestro auditorio no tolera y estas son el aburrimiento
y la antipatía. Algunas personas dirán "Pues yo
solamente necesito hablar ante un auditorio muy reducido haciendo
conclusiones legales, asépticas sentimentalmente y no
ocupo más que convencer a uno y a lo sumo a tres
jueces". No es así. Si pensamos de este modo
simplemente nos equivocamos, ya que por el modo de carraspear, de
colocar los papeles sobre la mesa, de sujetarlos, las inflexiones
de la voz, el ritmo, las miradas, el movimiento de
las manos… si bien no altera el contenido de los datos sí
modifica radicalmente la opinión que se forman de usted
esos jueces espectadores y de hecho ayuda en mucho en su voluntad
a la hora de resolver en favor o en contra de nuestro cliente.
Así pues, si nos portamos con naturalidad y si de paso
logramos que nuestra disposición sea amable, nos resuelve
automáticamente las cosas a un nivel muy
satisfactorio[8]
Un buen orador entonces necesita ser natural –y
amable- y ahora también ser breve. Cuidado con esto de ser
breves, que ser breves no significa hablar poco tiempo, ni hablar
rápido para acabar pronto, ser breve significa no
introducir en nuestro discurso
frases innecesarias[9]No podemos poner a jugar en
nuestra contra el cansancio del oyente, si nuestra
disertación lo está aburriendo cuanto antes
terminemos mejor ya que si lo mantenemos en vilo no hay que
permitir que la fatiga lo despegue del hilo conductor de nuestra
exposición. Y jamás engañar
con la promesa "ya voy a terminar" y continuar por otros largos y
tediosos minutos, si lo decimos tenemos que cumplirla y terminar
de inmediato. Este es el consejo fundamental para todo buen
orador: que sea breve. Es decir puntual, conciso, que vaya
directo al meollo, al grano, que no de rodeos a la
idea.
Algunas normas
prácticas que no debemos pasar por alto son: que debemos
destacar nuestra presencia física haciendo
evidente que estamos presentes, sea eliminando todo aquello que
nos esconda. Es bueno entonces hablar de pie porque si nos ven
menos nos escucharán peor y lo que tenemos que decir es
importante e interesa que nos pongan atención. Sería mejor que nos
desplacemos por la sala, pero si tenemos que usar el
micrófono lo llevaremos con nosotros en la mano a la
altura del mentón de la barbilla y en la otra una ficha
con la guía o guión de la
exposición[10]Pero bueno, no pasa nada si
no podemos llevarnos el micrófono y tenemos exponer
nuestra disertación desde nuestro sitio, o sea si tenemos
que hacer el discurso sentados. Aproximemos el micrófono
sin que nos tape la cara, separémonos levemente del
respaldar queriendo acercarnos al estrado desde la silla, erguida
la espalda y la cabeza, ficha guión sobre todos los
papeles en una mano y frente a nosotros y el bolígrafo en
la otra mano. Debemos recordar pasear la mirada por todos
nuestros espectadores, no nos quedemos fascinados con solo uno o
dos de quienes nos escuchan, debemos hablar para todos el
fiscal, los
jueces, el secretario y también para el público o
la cámara si la hay.
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