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El aprovechamiento de los espacios naturales en el horizonte tartésico (página 3)



Partes: 1, 2, 3

Igual que hemos visto que ocurría con Fernández
Cruz para la etapa anterior, Ruiz &
Molinos[105]se lamentan también de lo
sesgado de la información arqueológica en estos
temas. Así, en Puente Tablas IV (siglo VI a. de
C.), donde se han desenterrado varias estructuras de
calles, resulta que el
conocimiento de las unidades de habitación es
deficiente a causa de la superposición de estructuras
posteriores, de forma que sólo se conoce superficialmente
el carácter cuadrangular de sus construcciones
y algunos aspec-tos de la técnica constructiva, como es la
utilización, en algunos casos, de la cara interna de la
fortificación como paramento posterior de viviendas. En
Cerro de la Coronilla, por otra parte, las estructuras
adquieren ciertas peculiaridades derivadas de su
particular función
estratégica ; aquí se observa, en efecto, la
utilización de escalones para salvar desniveles y el
aprovechamiento de la cara interna de la fortificación
para adosar a ellas estructuras de producción y almacenamiento.
Este último estaba destinado al consumo
interno, y debido al carácter defensivo del asentamiento
no hay actividad agrícola complementaria, aunque sí
hay indicios de cierta actividad textil.

Durante la siguiente fase, la información sobre
estructuras de hábitat
es más abundante. Así, en el mencionado de
Puente Tablas, mientras que a finales del siglo VI a. de
C. y primera mitad del V el esquema de las viviendas corresponde
a una compartimentación en tres de ellas consecutivas en
sentido longitudinal, a fines del siglo V y principios del IV
la estructura se
complejiza notablemente en relación con la nueva
divi-sión del trabajo en el
hábitat ; las dos primeras habitaciones de la etapa
anterior se con-vierten en una sola con un pilar en el centro,
dando lugar a una cubrición parcial en sentido lateral,
mientras que la tercera estancia se divide en dos o tres,
dispuestas en sentido longitudinal, que pueden, a su vez, estar
compartimentadas transversalmente. La estructura a la que se
accede desde la calle presenta pavimento de tierra
apisonada, a veces con yeso cubriente, mientras que las del fondo
pueden mostrar en algunos casos pavimento de losas de piedra
caliza, bien trabadas entre sí ; una de las estancias
enlosadas presenta siempre una zona sin pavimentar con alguna
estructura de material perecedero (madera, por
ejemplo). En Tejada la Vieja la estructura parece seguir
un modelo
más desordenado que en el caso anterior. En una fase
más tardía (siglo II a. de C.) aparecen en la zona
las "oppida", unas estructuras en las cuales las estancias con
actividades multifuncionales son cada vez más frecuentes ;
el ejemplo más paradigmático está
constituido por el asentamiento de Cerro de la Cruz
(Córdoba), donde se han podido documentar las siguientes
estructuras:

  • a) Espacios abiertos de carácter
    público (calles en terrazas, basureros, etc.)

  • b) Espacios de uso productivo en los que se observa
    la existencia de un molino asociado a un telar; en
    algún caso se documenta junto al molino un aljibe.

  • c) Espacios de almacén, con ánforas o
    pesas de telar.

Según nos informan Ruiz &
Molinos[106]las "oppida", precedentes inmediatos
de las ciudades, aparecen como una primera solución al
problema de la articulación en un mismo espacio de
funciones
religiosas y políticas:
"El "oppidum", cerrado respecto al campo, pero dependiente de
él y, por lo tanto, definido en su espacio urbano y
residen-cial aristocrático, se convierte no sólo en
la tumba del sistema parental
–diremos para-fraseando a Engels- sino asimismo en la
definición del poder
aristocrático
". En Anda-lucía esta estructuras
aparecen más o menos simultáneamente con la
aparición de los primeros productos
cerámicos a torno, es decir,
entre fines del siglo VIII a. de C. y principios del VII. El
asentamiento de este tipo más antiguo de la zona es el de
Puente Tablas, donde la fortificación rodea la
amplia meseta en tres de sus lados, dejando sin desarrollo la
parte que está abierta sobre el río, ya que se hace
inaccesible por las mismas características escarpadas de
la base caliza. El terreno ha sido nivelado mediante un
escalonamiento a pico, de manera que el paramento se ajuste al
sistema de escalones. Delante del lienzo de la
fortificación se encuentran dispuestas grandes piedras en
hilada con el fin de contener un posible deslizamiento de la base
de tierra. En un extremo, realzado respecto al resto, aparece un
edificio con pórtico columnado y tamaño muy
superior a los demás, lo que hace pensar en una posible
residencia principesca. En Tejada la Vieja, un
asentamiento de fecha posterior, aparece, sobre el panel
vertical, un "pie de amiga" como base de sustentación,
nivelado en ocasiones con un firme de pequeñas pie-dras,
junto a grandes piedras que adaptan la fortificación al
cerro. En ninguno de los dos casos que hemos citado se documenta
la existencia de una fosa de cimentación.

La industria.
Definición de los procesos de
trabajo

Según Ruiz & Molinos[107]"… la
dinámica de las excavaciones en
asentamientos ibéricos apenas ha avanzado en la
identificación de los espacios productivos, salvo en
términos muy generales
", con lo que, a pesar de
poderse identificar numerosos procesos de trabajo, resulta
imposible hacerlo en lo que se refiere a áreas o lugares
de producción. El conocimiento
de los procesos técnicos, por ora parte, es aún
limitado ; sólo se conocen algunos procesos
"industriales", mientras que las actividades de tipo
económico, y especialmente las agrícolas, que
trataremos en el próximo apartado, sólo pueden ser
tratadas de manera indirecta a partir de los procesos
complementarios que de ellas se derivan.

La cerámica, según afirman Ruiz &
Molinos[108]alcanzaba por esta época en el
mundo ibérico un desarrollo tecnológico
considerable ; las piezas se elaboraban mayoritariamente a torno,
y el registro
arqueológico muestra un
complejo proceso
productivo, "… suma articulada de varios procesos de
trabajo recurrentes
":

  • a) Obtención de la arcilla: Tras la
    extracción, ésta debe sufrir un proceso de
    transformación de carácter mecánico que
    implica, al menos, una fase de trituración y otra de
    depuración mediante decantado.

  • b) Torneado: Fase de suma
    especialización, en la que han de articularse tanto
    las particularidades de la materia prima como el conjunto de
    características formales del recipiente objeto del
    proceso.

  • c) Cocción: Dominio empírico
    del fuego ; es el momento en que se definen algunas de las
    características fundamentales del recipiente
    (oxidación/reducción).

  • d) Decoración: Esta fase puede
    realizarse también previamente a la cocción,
    con posterioridad o incluso puede exigir una segunda
    cocción específica ; al-ta
    especialización en cuanto a técnicas
    empleadas.

No ha habido demasiados hallazgos arqueológicos de
lugares y áreas de producción cerámica, ni tampoco de restos de aparataje
mecánico, ya que es de suponer que los tornos que se
utilizaban eran de madera. Sí se han localizado, sin
embargo, lugares de cocción, o sea, hornos,
observándose una clara evolución hacia una complejidad cada vez
mayor, lo que indica un proceso de trabajo cada vez más
estandardizado y especializado. Un ejemplo arquetípico es
el horno del siglo II a. de C. que se ha excavado en Pa-jar
de Artillo
(Sevilla) ; presenta forma circular, es de tiro
único superior y está constituido por una
cámara de cocción cubierta con una cúpula.
En Marmolejo (Jaén), por otro lado, se ha
encontrado otro horno, fechado en torno a finales del siglo VII
a. de C. y principios del VI, bastante más elemental que
el anterior, como era de esperar, aunque el complejo está
definido por varios lugares de diferentes estructura y
funcionalidad que al parecer desarrollaban su labor de manera
simultánea. Citemos textualmente a Ruiz &
Molinos[109]

  • 1. Estructura circular con basamento de piedra caliza
    de pequeño tamaño con eje central que la divide
    en dos espacios simétricos e idénticos. Se
    interpreta como el zócalo construido de un horno de
    tipo mediterráneo con bóveda de adobe con
    único tiro superior. La cámara de
    combustión se sitúa opuesta al eje central de
    la cámara. La altura del zócalo de piedra,
    homogénea, es de 50 cm. El espacio interior creado en
    la cámara de cocción, desconocido al no contar
    con el grosor del abovedamiento, no superaría en
    ningún caso los 500 c.c.

  • 2. Plataforma circular, de piedra de pequeño
    tamaño, bien trabada entre sí. En uno de los
    lados aparecen dos grandes losas que pueden indicar el acceso
    de un apilamiento de platos en cerámica gris, a torno,
    con carena alta, todos ellos a medio cocer ; hace suponer que
    se trata de un horno elemental, posi-blemente sin
    diferenciación de ambas cámaras. Junto a esta
    estructura se localizan importantes cantidades de cenizas,
    producto, posiblemente, de su limpieza.

  • 3. Estructura circular realizada con guijarros de
    pequeño tamaño. La acumulación de
    arcilla sobre la misma lleva a interpretarla como un posible
    lugar para almacenar-amasar la arcilla.

  • 4. Dos estructuras rectangulares de 60 ( 70 cm,
    situadas junto a las anteriores, con funcionalidad
    desconocida.

  • 5. Conjunto de cuatro estructuras longitudinales y
    paralelas formadas por mu-retes con zócalo de piedra y
    levantamiento de adobe. El espacio de separación de
    estos muretes no supera los 30 cm y los suelos de los
    distintos espacios creados son siempre diferentes ; todo ello
    lleva a sus investigadores a considerar que se trata de
    soportes para la manipulación de la cerámica en
    distintos momentos del proceso de producción, una vez
    torneada.

Poco podemos decir de la metalurgia de la época,
cuyo proceso de producción nos es bastante desconocido ;
como dicen Ruiz & Molinos[110]",,, se ha
elaborado más lo referente a fases anteriores de la edad
del bronce y en relación con la metalurgia del
cobre, bronce
y menos de minerales
preciosos, particularmente, plata
". Además, por lo
general escasean los análisis artefactuales que complementen a
los puramente tipológicos. Por otro lado, está
claro que, lo mismo que en el caso de la cerámica, esta
actividad exige el desarrollo de una serie de trabajos
concurrentes: extracción del mineral, beneficio del metal
u elaboración del producto
facturado ; todo ello necesita como mínimo de un cierto
nivel de especialización. En lo que respecta a los
yacimientos, según Ruiz & Molinos únicamente
"… en casos excepcionales conocemos la relación
entre los procesos de extracción y los de posterior
tratamiento y beneficio del metal
". En Río
Tinto
, por ejemplo, se ha podido reconstruir ese proceso
para la etapa preibérica, al menos en varias de sus fases
; el mineral se extraía abriendo unas galerías
bajas y mediante picos y martillos de piedra, mientras que la
transformación del metal para beneficiar la plata se
llevaba a cabo en el ámbito doméstico (la
estructura familiar estaba, al parecer, constituida como unidad
de producción económica). Algo parecido ocurre en
San Bartolomé, aunque, como comentan Ruiz &
Molinos, aquí el carácter estacional del
asenta-miento pudiera implicar una labor más coordinada.
En ambos casos es la copelación la técnica
básica utilizada para el beneficio del metal precioso,
aunque, por supuesto, realizada con procedimientos
artesanales, que se supone continuarían
reproduciéndose en épocas posteriores, al menos en
determinados ámbitos y para determinados metales. En este
sentido destacan los trabajos de Madroñero y Agreda en el
Estacar de Robarinas (Jaén), los cuales
señalan la remarcable abundancia en la zona de los
afloramientos de "almagra", un mineral relativamente rico en
hierro, que
requiere dos cocciones: una para la escorificación y otra,
posterior, para extraer el hierro del producto obtenido en la
pri-mera. Seguidamente el metal fundido pasaría a moldes
de fundición para dar lugar al producto manufacturado.

Se han encontrado sobre todo aperos relacionados con el
transporte,
carros con-cretamente, ya sea en su versión
militar, ya en la de transporte de mercancías. Al mar-gen
de su reproducción, como ya hemos comentado, en
múltiples imágenes
figuradas, pictóricas o escultóricas, se han
encontrado vestigios arqueológicos (sobre todo soportes
metálicos para ruedas) en ya cimientos de todo el
ámbito ibérico, desde Cataluña hasta
Extremadura, con una cronología ubicable entre el siglo V
a. de C. y la primera mitad del IV ; para la región que
aquí nos ocupa resultan significativas las ruedas de
Toya (Jaén), cuya construcción exigió, sin duda, la
fundición por separado de numerosas piezas (cubiertas de
radios, bielas mayor y menor, bocín, clavos, remaches,
etc.) que luego se-rían ensambladas en un proceso de
trabajo de gran precisión.

De las fuentes
clásicas nos podemos informar acerca de la importancia que
el sector textil llegó a revestir en esta etapa del
horizonte tartésico ; ellas nos hablan de la gran variedad
de materias primas, de origen vegetal o animal, utilizadas en el
hilado y posterior confección de tejidos,
así como del carácter especializado que en algunos
momentos llegó a alcanzar, como en Saitobi, por
ejemplo. Por otro lado, en las excavaciones arqueológicas
resulta frecuente encontrar elementos comunmente asociados a
es-tructuras de telar. La calidad de
algunas de las confecciones, así como su tamaño
presumible, viene atestiguada por las representaciones figuradas
; la constatación arqueológica, sin embargo, es
escasa. Así, disponemos de muy poca información
acerca de la estructura de los telares, aunque algunas
concentraciones de "pondus", como, por ejemplo, en
Almedinilla (Córdoba), parecen indicar un tipo de
telar vertical, inclinado sobre estos paramentos. Tampoco es
abundante la documentación acerca de los procesos
posteriores al tejido (v.gr., industria colorante, procesos de
elaboración del vestido, etc.), por lo que debemos
conformarnos, nuevamente, con el testimonio que nos aportan las
fuentes literarias y las representaciones figuradas.

Jerarquías sociales y políticas

Según Tejera[111]el mito de Habis
se refiere al origen divino de la realeza
tartésica
, así como a la transmutación
y legitimación de las relaciones de poder en
ese ámbito cultural a través de su
intervención. Esta opinión no es constituida por
todos los estudiosos, dado que el mismo Tejera reconoce que
resulta complicado "… definir los indicado-res a los que
les podemos atribuir un valor
simbólico para determinar aquel carácter, al que se
asocia el origen de la realeza y el poder
". Este autor cita
tres mitemas que, en su opinión, pueden considerarse
alusivos a esta característica[112]

  • La miel

  • La antigüedad legendaria del rey
    Gárgoris

  • El incesto real.

Tejera añade:

"Es característico en estos mitos de origen de la
realeza
, tanto en el mundo antiguo, como en las sociedades
africanas actuales, la referencia al denominado incesto
real
que señala el origen de los linajes que
controlan el poder. En ellas este acto se entiende no como un
derecho, sino como una necesidad para el soberano, ya que asegura
una sacralización de toda la vida sexual, así como
la fertilidad en el reino. La idea de fertilidad se simboliza en
el mito, a través de la fecundación de Gárgoris en su propia
hija, por lo que este personaje se manifiesta como símbolo
fecundador".

En el sentido indicado, si relacionamos a Gárgoris,
partiendo de ese concepto de
"fertilidad" asociado a su nombre, con los cereales, con las
cosechas y con la agricultura,
Habis simbolizará, a su vez, la transformación
cualitativa de la sociedad
tartésica, dado que en él se une "fertilidad" con
"ganado". En cuanto al control de las
relaciones de poder a que nos hemos referido más arriba,
Tejera lo relaciona, centro del mito, con el nacimiento de un
ritual iniciático de un jefe guerrero: el que
pretende acceder al puesto de "jefe" "… ha de sufrir una
serie de pruebas que se
pueden clasificar como "ritos de pa-so" que quedan muy bien
expresadas, y quienes las superan entran dentro de una
categoría superior de hombres que se distinguen
singularmente de sus conciudadanos
"[113].
Dicho "rito iniciático" vendría definido en el
mito, según Tejera, por los elementos
siguientes[114]

  • 1) Las características generales de los "mitos
    de origen de la realeza" en las cul-turas del
    Mediterráneo o, generalizando, en la totalidad de las
    sociedades primitivas

  • 2) El proceso ritual iniciático en sí
    mismo (las pruebas): v.gr., el momento en que Habis es tirado
    a los pies de los rebaños de ganado, prueba de la que
    sale indemne:

  • Abandono de Habis (ritual de desagregación
    o separación)

  • Incesto real

  • Simbolismo del mar (Bronces de Maquiz ;
    cerámicas ibéricas)

  • El numen

  • El cazador (simbología y asociación
    en temas arqueológicos)

  • La cierva (símbolo del rescate de la
    muerte y superación de ésta ;
    representación de ciervos y ciervas en
    arqueología -cerámicas ibéri-cas- ; mito
    de la cierva de Plutarco)

  • La marca (la poseía Habis, y por ella fue
    reconocido como nieto de Gár-

goris ; ¿símbolo relacionado con ritos de
tránsito?)

  • Adscripción de un nombre

  • Reconocimiento y aceptación en el seno de la
    Sociedad tras superar las pruebas

  • Representación iconográfica de la
    realeza
    (añadidura posterior).

¿Cuál era, en resumidas cuentas, la
estructura política de
Tartessos? En opinión de
Tejera[115]determinarlo no resulta en absoluto
sencillo, toda vez que "… los documentos para
su conocimiento, la Arqueología y las fuentes literarias no han
sido sometidos a nuevas interpretaciones a la luz de otros
criterios metodológicos distintos a como lo han sido en el
pasado
". Este autor recurre por ello nuevamente al mito,
donde se puede observar un cambio gradual
desde un rey mítico identificado totalmente con
las leyes y con las
innovaciones sociales, técnicas y
económicas, hasta un poder jerarquizado, algo
así como una "jefatura centralizada", y no una estructura
estatal, como preconiza Caro Baroja. Tejera, se refiere a las
pruebas arqueológicas que ha aportado F. Presedo para
corroborar su propuesta, por ejemplo, las estelas decoradas, que,
según él, "… se corresponden con una fase en
la que grupos o castas
de guerreros irían transformando sus bases organizativas y
su economía
". Basándose en esa
suposición, Tejera establece un conjunto de temas de
estudio acerca del posible modo de explotación del
territorio por parte de los tartesios que debería,
según él, abordarse de forma prioritaria, de cara a
re-encaminar una investigación por ahora muy poco
desarrollada sobre el particular[116]

  • a) Averiguar cómo se hallaba vertebrado dicho
    territorio durante el período

  • Estudio de los asentamientos, formulando hipótesis
    acerca de las relaciones políticas que pudo haber
    entre ellos, en base a sus dimensiones y en sus actividades
    económicas:

  • Situación de los silos y sus
    características

  • Zonas de explotación ganadera

  • Areas mineras, con los respectivos centros de
    explotación, transformación y control final del
    producto

  • Centros de intercambio y asentamientos costeros durante la
    época orientalizante

  • b) Relación que se pudo producir con otras
    zonas, así como relaciones de poder que pudieron
    haberse ejercido sobre otros pueblos

  • Diferencia entre "leyes" y "usos consuetudinarios":
    contextualización del valor de las leyes en sociedades
    de jefatura, jerarquizadas y centralizadas

  • c) Transformaciones producidas en el seno de la
    sociedad tartésica durante la etapa orientalizante
    como consecuencia del contacto con fenicios y griegos

  • Modo en que estas comunidades influyeron en su
    organización sociopolítica

  • Si existió en Tartessos una autoridad
    política centralizada antes de la lle-gada de gentes
    foráneas o si, por el contrario, aquélla fue el
    resultado de un proceso de aculturación.

Sobre este último punto plantea Tejera la siguiente
hipótesis[117]

"Los fenicios
asentados en las costas gaditanas necesitaban para establecer sus
relaciones comerciales con los grupos del interior, de una
estructura política unificada, que les sirviera de
mediadora con aquéllos. Los fenicios necesitaban
aprovisionarse de materias primas de origen mineral existentes en
sus territorios, ya fuesen los propios de los tartesios o los de
otras etnias vecinas. De mayor interés
aún debió de ser el poder controlar las rutas del
estaño
que habrían de comerciar con las gentes de Extremadura y,
con toda probabilidad,
con el mineral procedente de Gali-cia que las fuentes relacionan
con las Islas Casitérides. Esta circunstancia es un buen
argumento para creer en la existencia de una Comunidad con
poder sobre un territorio amplio que permitiera establecer una
buena re-lación entre los comerciantes de la costa y las
gentes del interior. Las dis-tintas etnias que ocupaban estos
extensos territorios, debieron tener alguna conexión entre
sí. Para ello hemos propuesto dos explicaciones posibles:
la existencia de una alianza por la vía de pactos,
acuerdos o confederaciones entre los distintos grupos que
habitaban estos extensos territorios, o también mediante
la coerción de unos grupos frente a otros, consiguiendo de
facto la misma situación por la vía de Conquista".

Para decidir entre las dos posturas anteriores, Tejera vuelve
a recurrir al mito ; así, observa que el personaje de
Argantonio (fuese o no un personaje histórico) simboliza
un poder centralizado, y en Herodoto (I, 163, 223-224) encuentra
la prueba documental de la existencia de una alianza entre
tribus. Otras fuentes, en cambio (Avieno, por ejemplo) aluden a
una serie de pueblos que habrían sido sometidos de forma
más o me-nos violenta al dominio
tartésico. Por supuesto, la
investigación arqueológica aún se
encuentra muy lejos de poder corroborar ninguna de las dos
hipótesis. Ruiz & Molinos, por su
parte, y desde bases más empíricas (v.gr., la
configuración de las viviendas en los asentamientos y los
vestigios funerarios) demuestran la existencia en el territorio
tartesio de una jerarquización social basada
fundamentalmente en la propiedad de
la tierra ;
estos autores parten, para formular su hipótesis, de la
doble articulación que encuentra Marx en la
relación que se establece entre el individuo y la
tierra[118]

  • a) Como las condiciones objetivas del trabajo, que
    suponen su apropiación, no son el trabajo mismo, sino
    que se interpretan como propias de la naturaleza, la
    relación individuo/tierra se configura como una
    condición natural de la producción.

  • b) Este proceso no se produce nunca directamente,
    sino mediatizado por la definición de individuo en un
    grupo, siendo a la vez el grupo social al que pertenece el
    individuo un efecto de la forma específica de la
    propiedad de las condiciones objetivas del trabajo.

Siguiendo este planteamiento, Ruiz & Molinos se decantan
por aceptar en blo-que las propuestas presuntamente
antagónicas de Rowland/Frankenstein y Bintliff acerca del
origen de las jerarquías sociales, que según ellos
se complementan. La primera de estas teorías, en efecto, afirma que las
susodichas jerarquías se producen en el transcurso de una
pugna por el control de los circuitos de
cambio y distribución, mientras que para la segunda
se asientan sobre la posesión o el control de las tierras
agrícolas. Ruiz & Molinos comentan:

"Una vez esbozado este referente teórico, el proceso de
conocimientos del mundo ibérico obliga a plantear los
términos reales en que se produce la relación del
individuo con la tierra y los elementos extraeconómicos
que reconducen la producción hacia un grupo
restringido de la sociedad y no a la comunidad completa. En
consecuencia, una de las claves de este proceso consiste en
valorar la naturaleza
real de estos diferentes grupos definidos.

Posteriormente, los sistemas de
distribución del producto posibilitan la conexión
con el colonizador, ya desde el marco del grupo restringido y
receptor. Pero esta relación no es secundaria ; de
ahí el valor del modelo de Rowlands /Frankenstein, ya que
esta articulación es en sí misma productiva ; es
decir, forma parte del proceso de producción, por cuanto
define qué es lo más atractivo para los circuitos
de cambio, que, en consecuencia, se reflejan en el propio sistema
de apropiación de la tierra".

Ruiz & Molinos encuentran señas de tales
jerarquías sociales y políticas tanto en la
configuración de los asentamientos como en el ajuar de las
sepulturas. Por otro lado, y volviendo a las relaciones
coloniales, afirman, de acuerdo con F. Coarelli, que las mis-mas
no se establecen si no se definen claramente tres
extremos[119]

  • a) Si los aristócratas se definen en el
    área indígena, sin duda lo hacen en
    función de la existencia de un campesinado que en su
    relación de dependencia con ellos dibuja el sistema de
    ordenamiento socioeconómico del caso.

  • b) Los términos en que se produce el encuentro
    entre el "centro" (i.e., los colonizadores) y la "periferia"
    (i.e., los indígenas) no se dan en función de
    los intereses de diferentes grupos sociales de uno y otro
    lado ; no todos los indígenas mantienen con el
    colonizador el mismo nivel de trato y, a su vez, no todos los
    colonizadores se relacionan en las mismas condiciones
    sociales con los indígenas.

  • c) Los términos que definen el contexto del
    encuentro no son culturalistas, pero tampoco son efecto
    mecánico de unos modelos mercantiles y, por ende,
    eco-nómicos.

En consonancia con lo anterior, Ruiz & Molinos se
manifiestan de acuerdo con Aubet, para la cual, como hemos visto,
exceptuando Gadir, que surge con el claro objeto de controlar los
recursos mineros
de Tartessos, las colonias fenicias situadas a lo largo de toda
la costa meridional andaluza vienen definidas por una estrategia
territorial encaminada al control del territorio agrícola.
Su configuración en unidades dispersas de
explotación (Toscanos, Morro de
Mezquinilla
, Almuñécar, etc.)
describe "… un verdade-ro sistema de colonias con
auténticas "chora" dirigidas por una oligarquía
mercantil (no debe excluirse) y de
terratenientes
"[120]. También resulta
interesante en este sentido analizar las relaciones que pudieran
establecerse entre distintas comunidades coloniza-doras: fenicios
y focenses en este caso[121]; se trata de
investigar el hecho de que tanto unos como otros intentasen
ampliar su presencia colonizadora a otras regiones de la costa
peninsular. Un caso sintomático sería la
fundación de enclaves fenicios a lo largo de toda la costa
levantina, en clara confrontación con sus vecinos griegos,
según Ruiz & Molinos, "… debido a la
búsqueda de rutas directas con los grandes centros de
estaño, posiblemente por la propia crisis de sus
relaciones con Tartessos y el cierre de ciertas rutas por el
Atlántico
". Precisamente por estos momentos (( 630 a.
de C.) se inicia un momento de buenas relaciones
tartesio-focenses, y un poco más tarde (540) se produce la
caída de Tiro, que indirectamente tiene como resultado la
crisis tartésica: "… los fenicios cortan bruscamente
el envío de materiales
hacia el norte, … y restringen su ámbito de acción
al avanzado mundo "orientalizante" de Vinalopo. Del mismo modo,
la crisis tartésica parece constituir el punto de reajuste
de la actividad focense, que no vuelve a enviar hacia Huelva sus
productos básicos, restringiendo su ámbito a
Cataluña y con posterioridad, desde este punto, hacia el
sur, hasta… Murcia-Albacete
". Ruiz & Moli-nos
concluyen:

"De todos modos, los conflictos
intercolonizadores no quedaron zanjados con la definición
de áreas de influencia. Recuérdese cómo en
sucesivos momentos posteriores se hace referencia a tratados, ajenos
al mundo indígena, que intentan dejar bien fijada la
influencia de los territorios de los grupos litigantes (con
posterioridad romanos y púnico-cartagineses). Sin duda, el
tratado del 348 a.n.e. entre Roma, que
representa los intereses griegos, y Cartago es uno de los
más contundentes en esta necesidad histórica de
definición de áreas. En directa relación con
el firmado en el 509. El del 348 señala, según
Polibio, entre otras cosas que, "Más allá del
Kalon Akroteron y de Mastia de Tarsis, los romanos no
podrán hacer presos, ni comerciar, ni fundar ciudades
". Estos mismos términos se repiten en el 306 y en
el 279, próximo ya el momento de la llegada de la familia
bárquida al sur de la Península".

Resumiendo lo dicho hasta aquí, Ruiz & Molinos
establecen los siguientes pun-tos[122]

  • Hacia fines del siglo VII a. de C. el área de la
    Vega del Guadalquivir se ve ocupada por pequeños
    enclaves rurales, como el de Marmolejo, por ejem-
    plo ; paralelamente existen por toda la campiña
    grandes núcleos fortificados desde inicios del siglo
    VII o fines del VIII a. de C.

  • Debió de ser en las primeras décadas del
    siglo VI cuando comenzó a cons-truirse un sistema de
    fortines que, como el de Calzadilla, dibujan una
    línea que aísla el mundo de la campiña,
    donde los enclaves rurales de pequeño ta-maño
    apenas se documentan, de ese mundo de la Vega, que
    podría articular-se en torno a "oppida", como Los
    Villares
    de Andújar.

  • La reacción es inmediata en el tiempo y puede
    observarse cómo, hacia media dos del siglo VI a. de
    C., los habitantes de los enclaves rurales los abandonan y se
    retiran, supuestamente, a los "oppida" más
    próximos ; algún tiempo des-pués, las
    torres defensivas y fronterizas son desmontadas.

Dicho proceso, que tuvo lugar, como es sabido, a la sombra de
la articulación Tartessos-colonias fenicias, produjo a la
larga, según Ruiz & Molinos, "… no sólo
un nuevo sistema de casa o una compleja poliorcética en el
tratamiento de los poblados, sino que además ha generado
un grupo aristocrático que encuentra en estos modelos su
forma de expresión política, económica y
cultural
". Tal nuevo grupo aristocrático gentilicio
vendría definido por las siguientes
características[123]establecidas por
Torelli (ver esquema, pg. 50):

  • 1) Modificación del concepto de gens,
    que ahora sustenta y adquiere la forma de servidumbre hacia
    un personaje a partir de la citada institución, pero
    construyendo un modelo no consanguíneo en el que el
    siervo se reconoce en el culto a los antepasados del
    señor y no en los suyos.

  • 2) Este hecho tiene su origen en el punto más
    débil del sistema comunal: la familia, que por su
    autonomía es la única institución capaz
    de generar desigualdad, pero sobre todo la comunidad de la
    aldea, imponiendo el antepasado propio sobre el del resto de
    las familias, es decir, asumiendo el poder de la curia, que
    es la que ordena el sistema militar en el viejo esquema
    colonial.

  • 3) El nuevo sistema conduce a métodos nuevos
    de articulación institucional entre los grupos ;
    aparecen los pactos basados en la mutua fidelidad de
    aristócratas que aseguran protección y
    asistencia, y clientes que prometen obediencia ; todo ello
    sancionado en la fides.

  • 4) El modelo principesco (primeras aristocracias
    gentilicio-clientélicas) genera, por su control
    parcial del sistema, una fuerte contradicción con la
    unidad superior, la comunidad étnica territorial, que
    desde este momento pasa a ser el objetivo por controlar ;
    surgen dos modelos de "servidumbre":

  • Servidumbre gentilicia nuclear (disolución
    de la comunidad étnica)

  • Servidumbre gentilicia territorial
    (apropiación de la comunidad, o bien

su sustitución por otra).

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Autor:

Juan Puelles López

[1] SANCHEZ DRAGÓ, Fernando, 1985,
Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de
España, Barcelona, Planeta, pg. 84

[2] Trogo Pompeyo, historiador latino (siglo
I d.d.C.), fue el autor de las Historias filípicas,
adaptación de una obra helenística, que
venía a ser una historia
universal centrada sobre la de Macedonia. Sólo se
con-serva un compendio de Justino y una colección de
sumarios. [Nueva Enciclopedia Larousse]

[3] BERMEJO BARRERA, José C., 1982,
"La función real en la mitología
tartésica: Gárgoris, Habis y Aristeo". En
Mitología y mitos de la Hispania prerromana, Madrid,
Akal, pp. 61-62

[4] ibid., pp. 64 ss

[5] MALUQUER DE MOTES, Juan. 1970, Tartessos,
Barcelona, Destino, pg. 9

[6] ibid., pp. 37 ss.

[7] Gerión, mítico rey de
Chrysaor y Callirhoe (a su vez descendientes de medusa y
Océano, respectiva-mente), ser gigantesco y monstruoso,
pues tendría tres cabezas o tres cuerpos, y que
según la leyenda reinó en Hispania. Gerión
poseía una ganadería de vacas que estaba guardada
por el perro Ortros y por el pastor Euritión, y dichas
vacas le fueron robadas por Hércules, quien, para
conseguirlo, dio muerte a
Gerión, al perro y al pastor. [MELIDA, José
Ramón, 1892, Artículo "Gerión", en VARIOS,
Diccionario
Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias
y Artes, Barcelona, Montaner & Simón]

[8] Deméter era, en la mitología
griega, la diosa de los granos y de las cosechas, hija de
los titanes Cronos y Rea. Cuando su hija Perséfone fue
raptada por Hades, dios del mundo subterráneo, el dolor
de Deméter fue tan grande que descuidó la tierra,
no crecieron plantas y el
hambre devastó el universo.
Consternado ante esta situación, Zeus, el regidor del
mundo, pidió a su hermano Hades que devolviese
Perséfone a su madre. Haces asintió, pero antes
de liberar a la muchacha hizo que ésta comiese algunas
semillas de gra-nada que la obligarían a volver con
él durante cuatro meses al año. Feliz de reunirse
de nuevo con su hija, Deméter hizo que la tierra
produjese flores primaverales y abundantes frutos y cereales
para las cosechas. Sin embargo, su dolor retornaba cada
otoño cuando Perséfone tenía que volver al
mundo subterráneo. La desolación del invierno y
la muerte de
la vegetación eran considerados como la
manifestación anual del dolor de Deméter cuando
le arrebataron a su hija. Deméter y Perséfone
eran veneradas en los ritos de los misterios de
Eleusis. El culto se extendió de Sicilia a Roma, donde
se veneraba a estas diosas como Ceres y Proserpina. [Nueva
Enciclopedia Larousse]

[9] BLAZQUEZ, J.Ma, 1983, Primitivas
religiones ibéricas (II: Religiones Prerromanas),
Madrid., Cris-tiandad, pp. 21-22

[10] Enfurecidos porque Zeus había
confinado a sus hermanos, los Titanes, en el Tártaro,
ciertos gigantes al-tos y terribles, con cabellos y barbas
largas y colas de serpiente en vez de pies, tramaron un ataque
al Cie-lo. Eran hijos de la madre Tierra nacidos en la
ática Flegras y su número alcanzaba a
veinticuatro ; tras di-versas peripecias, fueron vencidos por
Hércules, cuya ayuda habían recabado los dioses.
Se trata de una fábula posthomérica basada al
parecer en el hecho presuntamente histórico de una
tentativa de los monta-ñeses macedonios de atacar
ciertas fortalezas helenas y su posterior rechazo por parte de
los griegos y sus aliados. [GRAVES, Robert, 1992, Los mitos
griegos (I), Madrid, Alianza, pp. 161-63]

[11] SANCHEZ DRAGÓ, op. cit., pg.
86

[12] BERMEJO, op. cit., pp. 69 ss.

[13] Aristeo, hijo de Apolo y de la ninfa
Cirene, instruido por las musas enseñó a los
hombres el cuidado de las abejas y el cultivo de la
viña. Causó involuntariamente la muerte de
Eurídice, y las ninfas compañeras de ésta
la vengaron haciendo perecer a las abejas de Aristeo. Este, por
consejo de Proteo, inmoló cuatro toros y cuatro terneras
para apaciguar a los manes de Eurídice ; de las
entrañas de las víctimas salió un enjambre
de abejas. Uno de los episodios de las Geórgicas (Cap.
IV) se inspira en esta leyenda. En la Magna Grecia
Aristeo fue venerado como divinidad campestre. [Nueva
Enciclopedia Larousse]

[14] BERMEJO, op. cit., pg. 84

[15] ibid., pp. 85-86

[16] BLAZQUEZ, op. cit., pp. 21-22

[17] Zeus, observando a Europa, hija
de Agenor, mientras se bañaba en la playa, se
inflamó de amor por la
muchacha. Se transformó en toro de deslumbrante blancura
y fue a extenderse a sus pies. Las demás mu-chachas se
escaparon, pero Europa no se asustó, sino que se
sentó en el lomo del animal ; éste se
levantó, y entrando en el mar, echó a nadar.
Llegaron así a la isla de Creta, donde tuvieron lugar
sus amores ; los plátanos que dieron sombra a la pareja
recibieron el privilegio de no perder nunca sus hojas. De
Europa y Zeus nacieron tres hijos: Minos, Sarpedón y
Radamanto. Luego, el dios dio a Europa en matrimonio al
rey de Creta, Asterio, quien adoptó a los niños. Después de su muerte,
Europa recibió los honores divinos y fue transformada en
constelación. [VARIOS, 1982, Mitologías (I),
Barcelona, Planeta]

[18] Versión babilónica del
mito del Diluvio, inspirada en una versión anterior de
origen sumerio, donde el héroe (el Noé
bíblico) se hacía llamar Zi-osudra. [ibid.]

[19] GRAVES, op. cit., II, pp. 177-79

[20] GORROCHATEGUI, J., 1993, "Las lenguas de
los pueblos paleohispánicos", en VARIOS, Los celtas:
Hispania y Europa, Madrid, Universidad Complutense, pp. 411
ss.

[21] RUIZ, Antonio, y MOLINOS, Manuel, 1993,
Los iberos, Análisis arqueológico de un proceso
históri-co, Barcelona, Crítica, pp. 251 ss.

[22] TEJERA GASPAR, Antonio, 1993, Tartessos.
Una civilización protohistórica de la
Península Ibérica (Economía,
Política y Sociedad), Tenerife, Universidad de La Laguna
(fotocopia), pg. 40

[23] MALUQUER, op. cit., pg. 45

[24] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 52 ss.

[25] ibid., pp. 55-57

[26] ibid., pp. 62-63

[27] ibid., pp. 63 ss.

[28] BLAZQUEZ, op. cit., pp. 30 ss.

[29] SOLÉ SABARÍS, Luis, 1991,
"El relieve de la Península Ibérica", en VARIOS,
Geografía General de España,
Barcelona, Ariel, pp. 105-106

[30] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 9

[31] ibid., pp. 12 ss.

[32] BLAZQUEZ, op. cit., pg. 19

[33] Esta cronología no es compartida
por todos los investigadores ; así, Ma Eugenia Aubet
dice: "La idea de proponer una navegación precolonial
fenicia en Occidente surge de un nuevo intento por establecer
una hipótesis-puente entre las fechas históricas
de las primeras fundaciones de Occidente en el siglo XII a.C.,
y la evidencia arqueológica que no constata
asentamientos permanentes antes del siglo VIII a.C. Se pretende
con ello colmar un vacío incómodo de algo
más de 300 años e incorporar un modelo
teórico utilizado con éxito
para la colonización griega". [AUBET, Ma Eugenia, 1994,
Tiro y las colonias fenicias de Occidente, Barcelona,
Crítica, pg. 177]

[34] BOSCH GIMPERA, Pedro, 1975, Prehistoria de
Europa, Madrid, Istmo, pp. 751-53

[35] Se sospecha que la abundante literatura
mitológica en lengua
griega ha incorporado cierto número de elementos de
origen semítico. Así, en la leyenda de Herakles,
la muerte del héroe en la pira del Oeta tras-lada
quizá un ritual tirio de regeneración del dios
Melqart por el fuego. Por otro lado, Herakles (la gloria de
Hera), arquetipo de todos los héroes, no es el nombre de
un dios, sino quizá un nombre ritual, tal vez asignado
por la tradición sacerdotal a un 'parergo' de las gran
diosa de Argos. Tampoco es probable que se trate de una figura
histórica heroificada ; más bien parece el
resultado de una vasta síntesis
mítica en la cual se ha unido leyendas
locales, tradiciones sacerdotales y elementos
prehelénicos, algunos, quizá, ve-nidos de Siria.
[VARIOS, Mitologías, op. cit., pp. 92, 150]

[36] BLAZQUEZ, op. cit., pg. 70

[37] BLAZQUEZ, J.Ma, 1975, Tartessos y los
orígenes de la colonización fenicia en Occidente,
Sala-manca, Universidad, pg. 12

[38] AUBET, op. cit., pg. 178

[39] V.gr., el 'cilindro-sello de
Vélez-Málaga', el 'escarabeo de Lixus', el 'sello
de oro de
Cádiz', el 'ánfora de Lora del Río', el
'anillo signatario de Puerto de Tierra (Cádiz)', el
'vaso de boca de seta de Torre del Mar (Málaga)', etc.
[BLAZQUEZ, Tartessos …¸op. cit., pg. 21 ; AUBET, op.
cit., pg. 179]

[40] ibid., pp. 183 ss.

[41] ibid., pp. 180 ss.

[42] BLAZQUEZ, Tartessos …, op. cit., pp.
12 ss.

[43] BOSCH, op. cit., pp. 761 ss.

[44] BLAZQUEZ, Primitivas religiones …, op.
cit., pg. 21

[45] BOSCH, op. cit.

[46] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 14-15

[47] ibid., pp. 4 ss.

[48] ibid., pp. 7-8

[49] BLASCO, Ma Concepción, 1993, El
Bronce Final, Madrid, Síntesis, pp. 9 ss.

[50] ibid., pp. 13 ss.

[51] ibid., pp. 18 ss.

[52] SAVORY, H.N., 1968, Spain and Portugal:
The Prehistory of the Iberian Peninsula, London, Thames &
Hudson, pg. 214

[53] BLASCO, op. cit., pg. 125

[54] Dichas relaciones comerciales
micénicas con el Mediterráneo Occidental a que
Blasco se refiere son corroboradas por Pascal Darcque, quien
comenta de esta manera su incremento a partir de finales del
siglo XIII: "A partir de finales del siglo XIII, los lazos
entre la metalurgia del Egeo y la europea, esporá-dicos
hasta entonces, parecen desarrollarse. Algunos tipos de
armas se
origen egeo se extienden por Europa, para reintroducirse de
nuevo en Grecia algo más tarde. También se
observa que alfileres y fíbulas toman formas comunes en
todo el sudoeste europeo, pero esta adopción
de tipos idénticos en regiones relativamente alejadas
unas de otras proporciona indicaciones cronológicas
más que pruebas de contactos comerciales o
étnicos". Darcque cita varios yacimientos italianos como
prueba de sus aseveraciones ; no se refiere, sin embargo, en
ningún momento a la Península Ibérica.
[DARCQUE, Pas-cal, 1992, "La historia del mundo
micénico", en VARIOS, Las civilizaciones egeas del
neolítico y de la edad del bronce, Barcelona, Labor, pp.
327 ss.]

[55] BLASCO, op. cit., pp. 135 ss.

[56] La metalurgia del oro, como recuerda
Alicia Perea, existía en la Península
Ibérica ya desde el 3er Mile-nio. En algunos yacimientos
(Sâo Pedro de Estoril, Cañada del Carrascal,
Cañada Honda de Gandul) se la asocia a la
cerámica 'campaniforme' y al desarrollo de la metalurgia
del cobre, mientras que en otros (Zambutal, Cerro de la Virgen)
dicha técnica aparece de forma autónoma.
Según afirma Perea, sólo a par-tir del
Calcolítico el oro cesa de ser anecdótico y
comienza a cumplir una función de importancia, tanto
tecnológica como social. [PEREA, Alicia, 1991,
"L'apparition de la méthalurgie de l'or dans la
moitié méridionale de la Péninsule
Iberique", en VARIOS, Découverte du métal, Paris,
Picard, pp. 295-303]

[57] BLASCO, op. cit., pg. 139

[58] TERRER0, José, 1944, Armas y
objetos de bronce extraídos en los dragados del puerto
de Huelva, Madrid, Hauser & Menet [facsímil a cargo
de la Diputación de Huelva, 1991], pp. 5 ss.

[59] RUIZ MATA, Diego, 1991, "La Ría
de Huelva: un foco clave de la protohistoria peninsular", en
TE-RRERO, op. cit., pp. 57 ss.

[60] AMORES CARREDANO, Fernando, 1982,
Carta
arqueológica de Los Alcores (Sevilla), Sevilla,
Di-putación Provincial, pg. 234

[61] ibid., pp. 329 ss.

[62] LOPEZ PALOMINO, Luis Alberto, 1993,
Calcolítico y Edad del Bronce al Sur de Córdoba.
Estrati-grafía en Monturque, Córdoba, Caja de
Ahorros, pp. 265 ss.

[63] BLASCO, op. cit., pg. 140

[64] ibid., pp. 152 ss.

[65] FERNANDEZ CASTRO, Ma Cruz, 1988,
Arqueología protohistórica de la Península
Ibérica (Siglos X al VIII a.C.), Madrid, Alianza, pg.
161

[66] ibid., pg. 162

[67] ibid., pg. 31

[68] ibid., pg. 313

[69] ibid., pg. 536

[70] ibid., pg. 537

[71] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 16

[72] No coincide en esta apreciación
Blasco, para la cual la mayor parte de los datos a este
respecto son meramente indirectos, ya que la arqueología
solamente nos muestra algunos molinos barquiformes, algu-nos
elementos de hoz en sílex en forma de 'D'
presumiblemente utilizados en la producción
cerealística, y gran cantidad de hoyos que se supone
servirían para almacenamiento de grano. [BLASCO, op.
cit., pg. 154]

[73] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 17 ss.

[74] ibid., pp. 24 ss.

[75] BLASCO, op. cit., pg. 164

[76] ibid., pp. 155-57

[77] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 34

[78] BLASCO, op. cit., pp. 160-63

[79] MONTEAGUDO, Luis, 1977, Die Beile auf
der Iberischen Halbinsel, München, Beck, pg. 7

[80] FERNANDEZ CASTRO, op. cit., pg. 174

[81] ibid., pp. 322 ss.

[82] ibid., pg. 587

[83] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 36 ss.

[84] SAVORY, op. cit., pg. 236

[85] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 40-41

[86] BLASCO, op. cit., pg. 164

[87] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 42-43

[88] SAVORY, op. cit., pg. 230

[89] AMORES CARREDANO, op. cit., pg. 235

[90] AUBET, op. cit., pg. 173

[91] ibid., pg. 174

[92] ibid., pg. 175

[93] ibid., pg. 177

[94] ibid., pg. 228

[95] ibid., pg. 236

[96] ibid., pp. 239 ss.

[97] ibid., pp. 342 ss.

[98] ibid., pp. 246 ss.

[99] AMORES CARREDANO, op. cit., pp. 239
ss.

[100] ibid.

[101] RUIZ & MOLINOS, op. cit., pp. 113
ss.

[102] ibid., pp. 121-22

[103] ibid., pp. 148 ss.

[104] ibid., pg. 147

[105] ibid., pp. 150 ss.

[106] ibid., pp. 191 ss.

[107] ibid., pp. 169-70

[108] ibid., pp. 171 ss.

[109] ibid., pg. 174

[110] ibid., pp. 175 ss.

[111] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 75

[112] ibid., pp. 76 ss.

[113] ibid., pp. 81-82

[114] ibid., pp. 83-84

[115] ibid., pp. 85-86

[116] ibid., pp. 87 ss.

[117] ibid., pp. 91 ss.

[118] RUIZ & MOLINOS, op. cit., pp. 181
ss.

[119] ibid., pp. 232-33

[120] ibid., pg. 234

[121] ibid., pp. 236-37

[122] ibid., pg. 258

[123] ibid., pp. 263 ss.

Partes: 1, 2, 3
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