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La "argentinización" de la economía mundial (página 15)




Enviado por Ricardo Lomoro



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A pesar de todos sus defectos, el dólar es atractivo
como divisa de reserva debido a que es el lenguaje
común en el comercio y las
finanzas
globales. En otras palabras, su atractivo es proporcional al
número de participantes del mercado que lo
usan. Durante décadas, el dólar ha sido un medio
conveniente de intercambio para todo el mundo, desde los bancos centrales
que buscan comprar bonos del Tesoro
estadounidense hasta empresas
latinoamericanas que exportan materias primas a Asia.

El funcionamiento de una nueva moneda global exigirá,
dicen economistas, que alguien subsidie el costo de reunir a
compradores y vendedores durante el tiempo
necesario para que la moneda cobre
atractivo.

Mercados grandes, diversificados y con altos volúmenes
de transacciones de una moneda en particular "no aparecen
espontáneamente sólo porque el presidente del
banco central
de China sugiere
que sería una buena idea", dice Barry Eichengreen,
economista de la Universidad de
California en Berkeley.

Es más, una moneda supranacional no tendría
usuarios potenciales o país de origen donde pueda ganar
aceptación gradualmente.

La Unidad Monetaria Europea (ECU) fue creada como una divisa
de integración en 1979 y no tuvo una acogida
significativa hasta que esfuerzos concretos (y una buena cantidad
de dinero) de las
autoridades europeas la transformó en el euro dos
décadas después.

Incluso el euro, considerada la innovación monetaria más exitosa del
último tiempo, sigue siendo una segunda opción
después del dólar en el uso internacional. La
crisis
financiera global también ha dejado al desnudo los
inconvenientes inherentes a una moneda común.

– China mete presión
para sustituir el dólar como divisa de reserva mundial
(Negocios
27/3/09)

El país asiático comienza una campaña
para que el FMI tutele una
moneda de reserva que reemplace a la norteamericana.

(Por David Barboza – IHT)

Un síntoma más de que China está
preocupada por poseer enormes reservas en dólares es que
el jefe de su banco central ha hecho un llamamiento para la
eventual creación de una divisa de reserva internacional
que reemplace al dólar.

En una nota publicada el lunes, Zhou Xiaochuan, gobernador del
Banco del Pueblo de China, dijo que un sistema con una
nueva divisa de reserva controlada por el Fondo Monetario
Internacional podría ser más estable y viable
económicamente.

Se necesita un nuevo sistema, dice, porque la crisis
económica global ha puesto de relieve la
"vulnerabilidad intrínseca y los riesgos
sistémicos del sistema monetario internacional
vigente".

Aunque pocos analistas creen que el dólar vaya a ser
desplazado a corto plazo como la divisa dominante en las reservas
del mundo, la propuesta sugiere que China se está
preparando para asumir un papel más influyente en el
mundo. Rusia hizo
recientemente una declaración parecida.

La idea general de China, desvelada una semana antes de la
reunión de los líderes del G-20 en Londres para
celebrar una cumbre sobre economía global, también indica que
a Pekín le preocupa que su gran fondo de reservas en
divisas,
denominadas en dólares, pueda sufrir una significativa
pérdida de valor en los
próximos años.

Preocupación

China ya tiene las mayores reservas en divisas del mundo,
valoradas en casi dos billones de dólares, más de
la mitad de las cuales se estima que están integradas por
bonos del Tesoro americano y otros bonos en dólares.

El 13 de marzo, el primer ministro chino, Wen Jiabao, dijo
estar preocupado por la seguridad de esos
activos,
concretamente porque los enormes paquetes de estímulo
podrían disparar el déficit de Estados Unidos,
lo que hundiría el valor del dólar.

Si China perdiera su apetito por los bonos del Tesoro, los
gastos de los
préstamos de Estados Unidos aumentarían, lo que
elevaría el coste para Washington de sus paquetes de
estímulo y el de las hipotecas para los americanos.

Nicholas Lardy, economista y especialista en China del
Peterson Institute de Washington, dice que con dicha propuesta,
China sugiere que el largo predominio del dólar era
intrínsecamente injusto, permitiendo a Estados Unidos
asumir enormes déficit pidiendo prestado en el extranjero,
y que los riesgos de los bonos del Tesoro están
aumentando.

Monografias.com

"Los chinos están muy preocupados porque el enorme
déficit del gobierno
estadounidense dispare la inflación, lo que
erosionaría el poder de
compra de los activos financieros denominados en dólares
que ellos poseen -dice Lardy-. Es una preocupación
legítima".

El momento elegido por los chinos para hacer esta
declaración, dicen los analistas, también
podría estar destinado a conceder a Pekín un mayor
poder de presión para negociar con Estados Unidos y con
otras naciones en Londres, sobre comercio y propuestas para
estabilizar la economía global.

Miedo a los mercados

Pero China se muestra cautelosa
cuando habla de comprar o vender bonos del Tesoro, por miedo a
lanzar un mensaje que pudiera afectar a los mercados de
divisas.

Por eso, en una nueva declaración efectuada el lunes,
China dijo que seguiría comprando bonos del Tesoro, algo
que Estados Unidos ha impulsado. En la nota de Zhou, publicada en
inglés
y en chino en la página web
del Banco Central, dice que la comunidad
internacional debería considerar una expansión de
los Derechos
Especiales de Emisión del FMI.

Una propuesta similar ya había sido planteada antes por
los países desarrollados. Pero Estados Unidos siempre ha
pensado que eso podría resultar inflacionario y afectar al
papel preponderante del dólar. Como parte de ese sistema,
se usaría una moneda para comercializar productos
basándose en una fórmula deducida del valor de
varias monedas.

Zhou dice que el objetivo de
reformar el sistema monetario es "crear una moneda de reserva
internacional que esté desvinculada de cualquier
país concreto y sea
capaz de permanecer estable".

– El dólar defiende en Londres la primacía
conquistada en Bretton Woods en 1944 (El Economista –
30/3/09)

(Por Pedro Calvo

Estados Unidos se ha encontrado con un motín inesperado
entre los miembros del G-20, en vísperas de la
reunión que tendrá lugar este jueves en Londres. La
cruzada, encabezada por China y Rusia, tiene por objeto dudar de
la supremacía mundial del dólar y proponer como
alternativa la creación de una divisa internacional.
Curiosamente, fue en una cumbre similar, la celebrada en Bretton
Woods (EEUU) en 1944, donde el billete verde conquistó la
hegemonía que ahora ostenta.

El nuevo orden cambiario que se fraguó en aquella cita
situó al dólar como la moneda de referencia
internacional, una condición que a comienzos del siglo XX
aún poseía la libra esterlina, que la acabó
cediendo tras los problemas que
pasó en la época de entre guerras y su
fallido retorno al patrón oro en 1925.
La ventajosa posición en la que quedó la moneda
norteamericana quedó preservada, incluso cuando, a
comienzos de los 70, el Sistema de Tipos de Cambio de
Bretton Woods saltó por los aires.

En buena forma

Estos precedentes, que subrayan el longevo liderato del
dólar en los mercados
financieros, explican la trascendencia de la petición
pública cursada por las autoridades chinas y rusas.
Éstas, sin embargo, han entendido que es el momento de
alzar la voz, en un paso al frente que se apoya tanto en las
grietas que está abriendo la crisis financiera en las
principales potencias como en la situación financiera de
estos países emergentes. Sobre todo, en el caso chino, que
posee las mayores reservas en divisa extrajera del mundo y que
tiene en su poder más bonos estadounidenses que
ningún otro país. Ambas armas le dan un
poder de negociación extra en la reunión de
Londres.

Pero Estados Unidos tampoco llega con las manos vacías.
Aún tiene argumentos para defender el cetro que ocupa su
moneda. El primero tiene que ver con que, según los
últimos datos del Banco
Internacional de Pagos, el dólar está presente en
86 de cada 100 operaciones que
se llevan a cabo en el mercado de divisas. Además, y pese
a que la crisis tiene su epicentro en EEUU, los inversores han
seguido protegiéndose en el billete verde, que conserva su
vitola de activo refugio en los mercados. Y en tercer lugar, en
lo que va de año figura como la segunda moneda más
fuerte entre las diez más importantes del mundo.
Sólo le supera la corona noruega y se aprecia contra el
euro, la libra esterlina y el yen japonés.

Juega con fuego

Estos escudos, junto a la dificultad que
entrañaría poner en marcha una divisa mundial,
protegen al dólar, aunque las autoridades norteamericanas
no pueden confiarse por ello. La solicitud de China y Rusia
obligará al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, a
redoblar su compromiso con un "dólar fuerte". Más
aún en un entorno en el que las políticas
expansivas de la Reserva Federal (Fed) ponen más billetes
en circulación y amenazan con debilitar más a la
moneda norteamericana, un riesgo que, de
manifestarse, acentuaría las presiones contra el
dólar.

– Rusia aboga por restablecer el patrón oro como nueva
moneda de reserva mundial (Libertad
Digital – 31/3/09)

Arkady Dvorkevich, asesor económico del Kremlin,
defiende incluir los lingotes de oro en la cesta de divisas que
serviría de base para establecer una nueva moneda mundial
en sustitución del dólar, basada en los Derechos
Especiales de Giro del FMI, tal y como propone junto a China.

(Libertad Digital) Nuevo movimiento de
Rusia de cara a la reunión del G-20 en Londres.
Moscú propone junto a China crear una nueva divisa de
reserva internacional en sustitución del dólar,
basada en la cesta de monedas que conforman los denominados
Derechos Especiales de Giro que administra el Fondo Monetario
Internacional (FMI). Sin embargo, tal y como avanzó LD,
ambas potencias consideran que el valor de la nueva moneda debe
estar respaldada por activos reales, más allá de
una mera divisa fiduciaria (papel moneda), tal y como acontece en
la actualidad con el billete verde.

¿Alternativa? En este sentido, Moscú apuesta por
restablecer el patrón oro, cuyo abandono tuvo lugar a
principios de
los 70 tras la suspensión de los acuerdos de Bretton
Woods. Arkady Dvorkevich, asesor económico del Kremlin,
defiende la inclusión de lingotes de oro en la cesta de
divisas que conformaría la nueva moneda global. En
concreto, Dvorkevich consideró "lógico" que la
nueva divisa internacional incluyera la ponderación del
rublo y el yuan (divisa china), y añadió que
"también podríamos pensar en un uso más
eficaz de oro en este sistema".

El patrón oro fue el eje del sistema monetario
internacional durante el siglo XIX, tal y como explica Ambrose
Evans-Pritchard, analista del diario británico Telegraph.
Sin embargo, su decadencia comenzó durante la I Guerra Mundial,
cuando las grandes potencias incurrieron en un gasto
público sin precedentes y abogaron por abandonar las
restricciones en la impresión de billetes que
establecía el metal amarillo.

Dicho sistema monetario colapsó en la década de
los 30, cuando el Gran Bretaña, EEUU y Francia
abandonaron la paridad de sus monedas con el oro. Posteriormente
se retomó, tras los acuerdos de Bretton Woods, al
término de la II Guerra
Mundial, hasta que la inflación que generó en EEUU
la Guerra de Vietnam
obligó al presidente Richard Nixon a abandonar nuevamente
el patrón oro para evitar la suspensión de
pagos.

Desde entonces, la impresión de papel moneda ha
carecido de anclajes de ningún tipo para evitar la
expansión monetaria. El aumento del crédito
y, por tanto, del nivel de endeudamiento que se ha producido a lo
largo del último cuarto de siglo habría sido
imposible de haberse mantenido el patrón oro, ya que
éste establece una estricta disciplina
monetaria a la banca central a
la hora de crear moneda.

Rusia es un importante productor de oro, y cuanta con grandes
reservas aún por explotar. De ahí su interés en
restablecer dicho estándar monetario. De hecho, el Banco
Central de Rusia (BCR) está aumentando sus reservas de
metal amarillo, al igual que los principales bancos centrales del
planeta. Las reservas de oro y divisas (reservas internacionales)
de Rusia en los últimos siete días aumentaron en
9.200 millones de dólares y el pasado día 20
sumaron 385.300 millones de dólares, según dicho
organismo.

Según la entidad emisora, para el 13 de marzo las
reservas internacionales de Rusia totalizaban 376.100 millones de
dólares. Sin embargo, los activos en divisas y oro en
poder del Banco Central y del Ministerio de Finanzas se calculan
en dólares estadounidenses, y su valor depende del cambio
oficial rublo-dólar que establece el BCR en el momento de
ser contabilizados. Mientras, el régimen chino parece
optar por una moneda internacional cuyo valor dependa del
respaldo real de 30 productos básicos, una idea propuesta
por John Maynard Keynes en
1944.

– El euro y la Europa del este
(Expansión – 7/4/09)

(Por Lex. Financial Times)

Una nueva divisa es la bala de plata que supuestamente acaba
con todos los males económicos. Panamá,
El Salvador y
Ecuador tienen
el dólar; Montenegro y Kosovo cuentan con el euro.

Ahora, se ha sugerido que los miembros centroeuropeos de la UE
que no pertenecen a la eurozona podrían adoptar
también el euro de forma unilateral. El Fondo Monetario
Internacional considera que esto podría ayudar a prevenir
una crisis regional de tal severidad que obligase en cualquier
caso a adoptar el euro. Mejor adelantarse a lo inevitable y optar
por el euro ahora.

Sin embargo, resulta difícil dilucidar sus posibles
efectos duraderos. El principal problema de la Europa del este es
su deuda exterior. Cerca del 60% de todos los créditos húngaros están
denominados en divisas extranjeras; en el caso de Letonia y
Estonia esta cifra asciende a casi el 100%. La adopción
del euro podría ayudar a la región a refinanciar
los 413.000 millones de dólares (305.987 millones de
euros) que vencerán este año, al imposibilitar una
devaluación. Esto reduciría la
necesidad inmediata de la región de fondos del FMI. Pero
ese es todo. El problema de la deuda seguiría existiendo,
sólo que denominado en otra divisa.

Una nueva divisa no es garantía de estabilidad. En todo
caso, hace que la gestión
adecuada del resto de políticas cobre más
importancia. Un país que adopte el euro sólo
podrá incrementar sus reservas de dinero aumentando las
exportaciones o
las entradas de capital.

Como ninguno de ellos nada actualmente en la abundancia, son
necesarios otros ajustes dolorosos. Esto requeriría una
flexibilidad de la que carece la mayor parte de la región
-excepto, tal vez, los estados bálticos-. Cuando Ecuador
adoptó por primera vez el dólar, por ejemplo, se le
comparó con una mujer optimista
pero con sobrepeso que había comprado un vestido dos
tallas más pequeño. Ecuador aún sigue
luchando por entrar en ese vestido.

Existen cuestiones técnicas
que habría que resolver -como el tipo de cambio
que empleasen a la hora de adoptar el euro-. También
surgirían problemas políticos. La adopción
unilateral del euro podría amenazar la integridad del
tratado de Maastricht y reducir aún más la
credibilidad del conjunto de la eurozona. En cualquier caso, las
reformas económicas que requeriría la
adopción del euro pueden hacerse a través de
programas
respaldados por el FMI -que dispone ahora de más fondos-,
que además harían el proceso menos
doloroso. La adopción del euro no es ninguna panacea.

(The Financial Times Limited 2009. All Rights Reserved)

– Regresa la fiebre del oro
(Reuters – 9/4/09)

La inversión en oro podría aumentar con
fuerza en este
año, debido a la posible caída de dos
dígitos en la demanda de
joyería, dijo el presidente ejecutivo de la consultora de
metales GFMS,
Philip Klapwijk

De acuerdo con el reporte de Oro de 2009 de GFMS, la
inversión mundial en oro subió a 26 mil millones de
dólares en 2008 desde los 14 mil millones del año
previo.

"No hay razón por la que no puedan verse más de
40 mil millones de dólares entrando al mercado (este
año)", indicó Klapwijk.

GFMS destacó que el oro podría sobrepasar los
mil 100 dólares la onza, superando su actual máximo
histórico de mil 030.80 dólares alcanzado en marzo
de 2008.

"Las condiciones son muy propicias para las inversiones en
oro". Más inversores probablemente se verán
atraídos por el oro gracias a la creciente
inflación, un dólar más débil y una
prolongada inestabilidad en el sector financiero,
añadió.

La demanda de joyería, que disminuyó diez por
ciento en 2008 desde el año anterior, se prevé siga
cayendo y la participación total de la demanda de ese
mercado también podría bajar cerca de 50 por ciento
desde más de 60 por ciento del año pasado,
apuntó Klapwijk.

– En busca de un futuro dorado (BBCMundo – 11/4/09)

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Las escenas de la fiebre del oro son parte de
la cultura
popular.

Mucho se habla de que el mundo retrocedió a 1929, al
caer en otra Gran Depresión.
Pero a algunos, el viaje al pasado los lleva más bien a
1849.

Fue entonces cuando cientos de miles de personas acudieron a
California en busca de su fortuna luego de que se
descubrió que allá había oro.

Las imágenes
de hombres parados con el agua hasta
las rodillas examinando minuciosa y desesperadamente el sedimento
en busca de un tesoro se convirtieron con el tiempo en parte del
bagaje cultural universal.

Y ahora están empezando a llegar los ecos de esa
época, con cantidades récord de gente volviendo a
las lomas y riachuelos californianos y de otros estados del oeste
de Estados Unidos con la esperanza de volverse ricos.

En el lecho del río

Según la Asociación Americana de Buscadores de
Oro (GPAA, por sus siglas en inglés), el número de
miembros aumentó en un 20% el año pasado, como
resultado de la recesión y del alto precio del
oro.

"Empieza como un pasatiempo con posibilidades de algo
más", le dijo a la BBC Corey Rudolph, miembro de la GPAA y
buscador de oro de tiempo completo.

Aquellos que van en pos del oro buscan principalmente pedazos
pequeños que se han desprendido de las montañas y
que se asientan en el fondo de los ríos y valles.

La GPAA dice que las solicitudes para explotar minas en
California, que es el estado
más rico en oro, han aumentado en más de 3.000 en
los últimos dos años.

Y añade que eso no refleja la realidad, pues en muchos
lugares de Estados Unidos no es necesario registrar el derecho a
minas.

Por los cielos

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El precio del oro llegó a niveles
récord en marzo del año pasado, de US$ 1.011 por
onza.

El oro alcanzó su precio más alto de todos los
tiempos en marzo del año pasado, con US$ 1.011 por onza, y
desde entonces se comercializa por cerca de US$ 900, pues los
inversores buscan el tradicional santuario que ofrece para evitar
el caos en el resto del mercado financiero.

Rudolph ha sido buscador de oro durante las últimas
tres décadas y cuenta que en el verano boreal a menudo va
a Alaska, donde una vez encontró 60 onzas de oro en cuatro
semanas.

Hoy en día las habría podido vender por US$
35.000.

"Mucha gente espera volverse rica pero eso no ocurre
usualmente hasta que uno ha aprendido todos los truquitos",
señala.

Otras áreas que prometen son Arizona, el estado de
Washington y Nuevo México.

Sueños de oropel

Pero hay quienes se preocupan por el impacto que pueda tener
esta nueva fiebre del oro en el medio
ambiente.

Aunque muchos buscadores van con bateas y examinan el
sedimento y la arena para encontrar las doradas lentejuelas,
otros están usando dragas para succionar el lecho, separar
las pepitas y botar lo que sobra.

Los críticos dicen que eso matará la vida
fluvial y perjudicará los ríos. La GPAA por su
parte, dice que más bien mejora la condición de
estos pues remueve el plomo y el mercurio.

La mayoría de quienes se dedican a buscar el metal
precioso en sus fines de semana no pueden realmente vivir de su
agotadora actividad: las compañías mineras se
llevan la mayor parte del oro encontrado en EEUU.

Sin embargo, ese hecho no parece tener mucha fuerza
disuasoria.

– Asia in, USA out (El Confidencial – 17/4/09)

(Por Fernando Suárez)

Fue pura casualidad. Uno de esos caprichos del destino que
brinda el encuentro de quienes, compartiendo vecindad, por
divergentes circunstancias vitales rara vez están llamados
a conocerse. Se disculpa por no hablar español y
departimos trivialmente hasta que, poco a poco, se siente
familiar, como en casa. La comodidad hace que el insider, curtido
top NCO, cambie de registro, devenga
outsider y confiese, con sorprendente entereza, America's
broke.

La nación
ha vuelto a ser seducida con un nuevo crédito de
ilusión y confianza: Roosevelt tuvo la radio, Kennedy
la
televisión y, la gran esperanza negra, internet y los medios
sociales. Presidente 3.0 en histórica ocasión.
Conjeturamos sobre la duración del optimismo prestado por
tanta expectativa fabricada a golpe de marketing
político. Tarde o temprano, le pedirán cuentas. El
éxtasis mediático tras el consenso del G-20,
turning point & unprecedented steps, dejará
atrás la cuarentena de buenos propósitos, imagen de unidad
y parches baldíos, pese a que algunos seguirán
abonados al ingenuo buenismo o la estulticia talantosa. Vivan las
fotos de familia.

Convenimos en la idea de unos Estados Unidos
históricamente ligados a la economía de casus
belli, con un presupuesto de
defensa que ha doblado en la última década,
incremento del 62% sólo entre 2001 y 2008, época en
la que la apelación al miedo y al mesianismo desviaron la
atención mediática de los verdaderos
problemas norteamericanos. La Guerra
Fría como última gran contienda
ideológica global. La IV Guerra Mundial, tan silenciosa y
silenciada, se libra en otros campos de batalla, en pos del
control de
recursos
estratégicos. Recursos escasos versus ilimitados
papelillos de colores. Times
have changed.

Policromía fiduciaria para un mecanismo de
asignación de factores, según libre albedrío
entre oferta y demanda,
roto, kaput, finito. Unidades monetarias y precios
expresados en ellas, pura entelequia. Lo sé, argumento
reiterativo, circular, pero es que no hay más. A nuestros
ínclitos patriarcas sólo les interesa su
economía-ficción de palco vip, sin querer enterarse
de qué va realmente la película en el gallinero. O
peor aún, fuerzan súbitos giros de guión,
desde comedia romántica a melodrama, ocultando la
improvisación de un terrorífico final con tintes
gore. Ni la cansina insistencia en el fracaso conceptual de
Bretton Woods y del sistema fraccional de reservas como origen de
esta catástrofe financiera, les priva de cantar milongas.
Décadas de desequilibrios superpuestos y siguen mirando
hacia otro lado, no vaya a ser que les toque poner algo de
cordura, lo único que al parecer no gastan.

Empeñados en combatir la ya inadmisible irracionalidad
acumulada con mayores dosis de irracionalidad, insisten en la
consabida estrategia de
cartelización fiscal para,
según la versión oficial, proteger nuestras
finanzas
públicas y sistemas
financieros. Hay que tener la jeta pétrea. El objetivo
último, tan evidente, repatriar los millones de millones
que llevan fundidos en rescates y estímulos inservibles a
costa del sufrido contribuyente y sus herederos, sin necesidad de
desmantelar sus obscenos despilfarros públicos, prebendas
y gollerías. Ah, y con barra libre de extorsión
tributaria a la vista. Adicionales e imaginativos planes de
estímulo hacen buenas las peores previsiones del FMI sobre
déficits públicos y crecimiento global. El problema
sigue siendo el mismo, pero las aparentes soluciones no
hacen sino agravarlo. Desperdiciada otra oportunidad
histórica de ser medio cabal, medio decente y medio
honesto.

Baile de malditos en la lista negra, ora dentro, ora fuera.
Adivina, adivinanza. Mortero bastardo de cal, cemento, y
osada arena. Los azares de la vida estrechan relaciones. Quid pro
quo. Hace tiempo referí que, tarde o temprano, el socio
más poderoso del Consejo de Administración de la Aldea Global estaba
llamado a dejar de serlo. La imposición de su propia
moneda, impregnada del humo de las impresoras
fiduciarias, en inaceptable estado comatoso. Los YATEs
norteamericanos (IOU, Ya Te pagaré)
hacen agua, se
hunden. Y el resto de socios, atrapados en el dilema del
prisionero, vacilan entre cooperar o no cooperar, that is the
question. Seguir aceptando al dólar como divisa de
referencia y reserva internacional, o buscar su propia utilidad de
manera independiente, primando el interés propio y la
posible salvaguarda de sus economías y áreas
comerciales, mediante una desvinculación más o
menos progresiva del greenback vía decoupling. El tiempo
pasa, poniendo todo y a todos en su lugar.

Hasta ahora, la estrategia seguida ha sido la de Tit for Tat
pero, una vez sobrepasado el punto de no retorno, sólo
queda una huída desesperada hacia la única salida
de emergencia, antes de la segura e incendiaria quiebra del
sistema. Arde Roma. Las dos
opciones sobre la mesa ya las conocen: una nueva divisa de
reserva internacional, basada en los Derechos Especiales de Giro
del FMI, atendiendo a la propuesta original china; y/o una moneda
global, según la iniciativa que pasó de bluf kazako
a la gran promesa del Acmetal en un santiamén. La visita
de Estado seguro incluye un
intenso debate al
respecto. ¿Hiper-regionalización monetaria como
paso previo a una única divisa mundial…?

De momento, China ya ha emprendido su camino. Siendo el mayor
tenedor de instrumentos financieros denominados en
dólares, trata de evitar el consabido círculo
perverso de dinero = deuda a través una superdivisa y el
refuerzo de sus programas de currency swaps. Todo ello en un
contexto de intensa cooperación regional, tanto en el seno
de la ASEAN cuanto del particular desarrollo de
la ASEAN+3, habida cuenta la vital importancia de su área
comercial. La esperada reunión de la EAS, al traste por
los disturbios en Tailandia.

Su estrategia parece tener varios objetivos,
entre los que se me ocurren, en primer lugar, presionar para
acabar con el abyecto sistema fiduciario internacional del dollar
standard mediante la imposición de la susodicha divisa de
reserva, en añoranza de la pretérita propuesta
keynesiana del Bancor, basado en los precios de una treintena de
materias primas esenciales. Segundo, responder a la insistente
amenaza norteamericana sobre la manipulación del yuan,
promoviendo un descenso en la demanda de dólares y
posicionando su propia moneda como referencia en el comercio
internacional. En tercer lugar, reivindicar su papel como
actor principal en cualquier reforma financiera global, a pesar
de sus particularidades geopolíticas y las dificultades en
la relación entre los miembros del Plus Three, con
India y, en
menor medida, Australia y Nueva Zelanda, haciendo de contrapeso
ante su creciente poder en la zona Asia-Pacífico. Y,
finalmente, reforzar los lazos comerciales con productores de
materias primas y recursos estratégicos, mediante su
irrupción en áreas de influencia tradicionalmente
vetadas por ser su moneda aún inconvertible.

Imparable proceso. Del gold dinar como reemplazo del
dólar estadounidense en países islámicos, al
khaleeji del Consejo de Cooperación del Golfo, cada vez
más inclinado hacia una currency board frente al peg
cambiario con el billete verde. Oriente aparenta tenerlo claro:
Asia in, USA out.

– Goldfinger (El Confidencial – 17/4/09)

(Por Paula Mercado)

La fascinación por el oro del famoso personaje de Ian
Fleming le llevaba no sólo a sacarlo de su país
perfectamente camuflado como carrocería de
automóvil, Goldfinger lo utilizaba además como
instrumento de muerte.
Aquellos de sus colaboradores que traicionaban su confianza
corrían el riesgo de terminar sus días recubiertos
de pintura de oro
que impedía la respiración cutánea y llevaba a la
asfixia.

El oro siempre se ha considerado un símbolo de poder y
riqueza, una moneda de intercambio internacional canjeable en
cualquier lugar del mundo.

El Fondo Monetario Internacional ha anunciado recientemente su
propósito de venta de 403
toneladas de oro (algo menos de 13 millones de onzas) para
financiar el apoyo a la economía
mundial en el entorno de crisis actual. Como consecuencia, su
cotización cayó en los días previos a la
reunión del G-20 el pasado día 2 de abril.
Aún así, considerando el trimestre completo, el oro
subió un 4,3 por ciento, subida sostenida principalmente
por precios bursátiles descendentes y temores
inflacionistas globales.

El precio de este metal precioso, considerado tradicionalmente
como el último refugio inversor, lleva una carrera
ascendente de ocho años y se cree que, dadas las
condiciones actuales, esta tendencia puede continuar un
año más, alcanzando o superando su máximo
histórico de 1.033,90 dólares la onza el pasado
marzo.

Los fondos inyectados en el sistema
financiero estadounidense, como parte de las iniciativas de
estímulo económico y de rescate de instituciones
financieras, están reforzando los miedos inflacionarios.
Incluso considerando el rally bursátil de las
últimas semanas, el índice IBEX retrocede un 12 por
ciento en el primer trimestre de 2009 y el Standard & Poor"s
500 un 11,67 por ciento, lo que ha hecho que muchos inversores
busquen alternativas para la obtención de
rentabilidades.

Además de los 789.000 millones de dólares
aprobados en febrero, el Secretario del Tesoro Americano Timothy
F. Geithner ha declarado que está dispuesto a dedicar
hasta 1 billón de dólares a iniciativas diversas
para reforzar los bancos americanos, si con ello consigue
reactivar la concesión de préstamos.

La lógica
nos dice que toda esa cantidad de dinero inyectada en la
economía puede eventualmente generar tensiones
inflacionistas, lo que podría tener como consecuencia que
los precios del oro alcanzaran los 1.500 dólares la onza
hacia final de año.

Los acontecimientos recientes son prueba de esta
lógica. La cotización del oro subió 70
dólares la onza, su máxima ganancia en seis meses,
tras el anuncio de la Reserva Federal de su plan de
adquisición deuda, anuncio que afectaría la
cotización del dólar y reactivaría los
temores de subida de precios. Una semana más tarde, el 25
de Marzo, el Departamento Americano de Comercio anunció el
aumento del IPC por segundo mes consecutivo. Esa misma
mañana, la cotización del oro subió 22
dólares la onza en el mercado de Nueva York.

La inversión en oro se ha utilizado tradicionalmente
como protección frente a la inflación, pero ha de
tenerse en cuenta que en el momento en que los precios alcanzan
cotas altas es ya demasiado tarde para invertir en este metal
precioso. Una forma de pulsar las expectativas de
variación en los precios es seguir el mercado de futuros
de materias primas agrícolas, cuyos precios se ven
afectados directamente por la inflación. Cuando la
inflación comenzó su escalada a finales de 2007,
los precios de materias primas se dispararon, especialmente
el
petróleo, que alcanzó la cotización
record de 147 dólares el barril en Julio pasado. Como
consecuencia, se produjo un recorte en los presupuestos,
tanto corporativos como de los consumidores, que llevó a
la recesión que comenzó en diciembre de 2007 en
Estados Unidos. El declive en la demanda y en la confianza de los
consumidores estranguló el consumo,
produciéndose la situación inversa en la
cotización de las materias primas.

A finales del primer trimestre de este año los precios
de materias primas se han recuperado nuevamente de sus
mínimos. Si la cotización del cobre ha subido un 32
por ciento, el petróleo lo hizo en un 11 por ciento y los
futuros de gasolina un 29 por ciento.

La inflación en Estados Unidos, sin embargo, se ha
mantenido a niveles bajos por el momento, un 1,8 por ciento
anualizada, dentro del rango aceptable para la Reserva
Federal.

Así pues, la reciente recuperación en la
cotización de las materias primas podría ser la
antesala de un rally similar al vivido durante 2008, derivado en
gran parte de los paquetes de estímulo
económico

Una mirada a la evolución de fondos de inversión
sectoriales que invierten su cartera en materias primas, revela
una extraordinaria revalorización en sus rentabilidades
durante 2009. Aunque el oro no se sitúa en primera
posición del ranking, sin duda los fondos que invierten en
este metal precioso, bien directamente o bien en
compañías ligadas a su extracción o
explotación, obtienen revalorizaciones muy
interesantes.

Un ejemplo destacado, por alcanzar una rentabilidad
de 14,23 por ciento durante 2009, es el subfondo DWS Invest Gold
and Precious Metals Equities NC, gestionado por DWS Investments
(grupo Deutsche
Bank). Su inversión se concentra en empresas del sector de
metales preciosos de emisores cuyos rendimientos deriven de la
búsqueda, obtención, procesamiento o distribución de oro, plata, platino u otros
metales preciosos. Al alcance de cualquier inversor, requiere
sólo una participación como aportación
mínima. El coste de esta participación,
según los últimos datos del valor liquidativo del
fondo de VDOS, sería de 85,36 euros, aunque en este caso
las comisiones son más altas: fija de 2 por ciento y de
suscripción de hasta un 3 por ciento.

También destacable, en este caso por su
calificación como un cinco estrellas de VDOS, el BGF World
Gold Fund E2 Cap Eur, que se revaloriza un 10,49 por ciento desde
comienzos de año. Blackrock Investment Management busca
maximizar la rentabilidad del fondo invirtiendo en empresas de
todo el mundo cuya actividad predominante sea la
extracción de oro. Su aportación mínima es
de 5.000 dólares y sus comisiones son fija de 0,75 por
ciento, de depósito de 0,61 por ciento y de
suscripción de hasta un 3 por ciento.

Son pues fondos de alto riesgo que no invierten directamente
en oro, sino en empresas con actividades relacionadas con la
extracción, tratamiento o distribución del metal,
por lo que están expuestos a los vaivenes de los mercados
bursátiles.

El oro continúa haciendo gala de su enorme atractivo
como último refugio, aún cuando para John Maynard
Keynes
mereciera el calificativo de "reliquia bárbara".

Correlación histórica con el "caso" argentino
(Alarmantes coincidencias)

(1863) La cuestión de cómo organizar la
moneda, su convertibilidad con el oro y los límites a
la emisión rodeaban a estos fenómenos en el terreno
productivo. Norberto de la Riestra, ministro de Hacienda de
Buenos Aires,
promovía transformar al Banco de la Provincia en un banco
privado; Vélez Sarsfield proponía su
nacionalización, y los comerciantes porteños
sugerían la formación de un banco comercial
popular.

Finalmente, prosperó la iniciativa de Díaz
Vélez de la Ley de Bancos
Libres, que habilitó a las provincias a instalar sus
primeras instituciones financieras.

(1864) A partir de este "saneamiento" la idea era poner
en práctica una moneda convertible. La primera
convertibilidad impulsada en el país se inició
oficialmente con la Ley de Conversión de papel moneda, del
26 de octubre de 1864, que preveía la entrada en vigencia
del sistema a mediados del año siguiente. La
decisión, instrumentada a través de la provincia
más rica, creó el peso fuerte y fue
acompañada por medidas complementarias de fomento y
obligación de la utilización del papel moneda para
las transacciones comerciales, el pago de impuestos y la
fijación de salarios.

Sin embargo, la ley no se pudo poner en práctica debido
al conflicto
bélico con Paraguay y las
emisiones de moneda que se autorizaron para financiar las
operaciones militares. Como la emisión no podía ser
infinita, el Gobierno Nacional fue autorizado a contratar un
empréstito de doce millones de pesos fuertes y el ministro
De la Riestra consiguió un primer anticipo de 518.000
libras, cuya colocación en la "City" londinense
alcanzó la magra cotización del 73 por ciento.

(1866) Así, hacia 1866 la guerra provocó
un efecto paradojal sobre la economía. Los
empréstitos externos produjeron un importante ingreso de
oro y lo mismo ocurrió como resultado de las grandes
compras
efectuadas por Brasil -aliado en
la guerra- para abastecer su ejército.

Estas circunstancias, junto a los ingresos por
exportaciones que aumentaban ya que Buenos Aires y el comercio exterior
no estaban afectados por los avatares fácticos de la
guerra, provocaron una revalorización del peso papel.

Los importadores -que dejaban en la Aduana grandes
rentas- se favorecían de esta situación, que en
definitiva resultaba gravosa para la economía global.

Los exportadores preferían lo contrario, puesto que sus
ventas se
pagaban en oro y sus deudas se saldaban con papel moneda
inconvertible. Por lo tanto, presionaban por una política
inflacionaria y de papel moneda inconvertible.

El tipo de cambio comenzaba a convertirse en uno de los
grandes parteaguas de la historia
argentina.

El debate sobre proteccionismo o librecambio tomó un
giro ascendente cuando Estados Unidos, el principal comprador de
lana argentina, estableció la Ley de Lanas y Manufacturas,
imponiendo una barrera por vía de un aumento en los
derechos de aduana y cerrando la importación.

Desde 1866 hasta 1873, muchas voces se
alzaron contra la dependencia de los mercados mundiales y el
libre cambio, sin hallar más que paliativos temporarios,
como la reducción de los aranceles de
exportación de los productos ganaderos,
gestionada por la Sociedad
Rural.

(1875) El nuevo presidente, Nicolás Avellaneda,
logró recomponer la confianza internacional luego de
aplicar una política restrictiva -de "ajuste"- que
implicó rebaja de sueldos y reducción de empleados
de la administración
pública, y el aumento "temporario" de los aranceles
aduaneros de importación para acrecentar los recursos.
Además, encargó a Carlos Casado -tiempo
después- el estudio de un nuevo sistema monetario
nacional.

(1876) Sin embargo, la Oficina de Cambio
tuvo que cerrar y el papel moneda provincial fue declarado
inconvertible en mayo de 1876. La primera convertibilidad
había durado poco más de nueve años.

Alberdi que veía con horror este
"empréstito forzoso" que el gobierno hacía,
declarando inconvertibles los billetes propuso:

No hay más tierra firme
en materia de
crédito público, que la responsabilidad unida de toda la nación,
o la unificación de todas las deudas en una sola deuda
pública consolidada.

Simultáneamente, Alberdi
proponía nacionalizar el Banco de la Provincia y sujetar
al Congreso la emisión monetaria.

El propio Avellaneda había hecho una descripción vibrante de la crisis en su
Mensaje al Congreso de 1875:

Grandes cantidades de dinero afluyeron en los últimos
años a la plaza de Buenos Aires, teniendo principalmente
su origen en los empréstitos que la nación y esta
provincia contrajeron en Londres. De ahí su
acumulación en los bancos, el bajo interés y las
facilidades tan seductoras como desconocidas del crédito.
El país no estaba en actitud de
aplicar de improviso tan considerables capitales al trabajo
reproductivo y sobrevinieron las especulaciones sobre terrenos
estériles, que acrecentaban artificialmente su precio de
una transacción a la otra, los gastos excesivos y la
acumulación de mercancías importadas, exagerada
aún más por la competencia que
se desarrolla en estos casos. Con la hora inevitable de los
reembolsos ha sobrevenido la crisis.

Al año siguiente, en similar ocasión, el tema
volvió a estar en el centro del discurso
presidencial:

La república tiene un honor y un crédito, como
sólo tiene un nombre y una bandera. Hay dos millones de
argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su
sed, para responder a los compromisos de nuestra fe
pública ante los mercados extranjeros.

La crisis económica que llevó a la puesta en
entredicho del credo liberal
pronto se superó a fuerza de empréstitos ingleses y
franceses y del banco provincial. El entramado de negocios
ferroviarios y comerciales urdido por Inglaterra,
colaboró en forma decisiva para que Avellaneda torciera el
brazo de la poderosa Buenos Aires cuando Carlos Tejedor,
gobernador de la provincia de Buenos Aires y competidor de Roca
en las elecciones presidenciales de 1880, resistió el
resultado electoral adverso.

(1881) Un hito trascendente en la historia económica
argentina fue la sanción de la Ley 1.130 que
unificó monetariamente al país, estableciendo
qué monedas tendrían curso legal y forzoso. Esa ley
ponía en vigencia el patrón bimetálico en
oro y plata que dos años después fue sustituido por
un régimen exclusivo de patrón oro.
Simultáneamente, sólo un conjunto de bancos fueron
autorizados a emitir la nueva moneda convertible: Banco Nacional,
de la Provincia de Buenos Aires, de Santa Fe, Córdoba y
Otero y Cía.

Comenzaba así el segundo
período de convertibilidad, con una paridad uno a uno
entre el peso papel y el peso oro y un breve derrotero por
delante.

Las necesidades fiscales y, en especial, el importante
déficit comercial y los compromisos de pago de la deuda externa
debilitaron rápidamente el sistema. A ello se sumó
la ausencia de un control centralizado sobre la emisión,
de manera tal que la convertibilidad comenzó por
resquebrajarse en la práctica a fines de 1884. Frente a
esa situación, en enero de 1885 el gobierno decretó
nuevamente la inconvertibilidad.

Liberada de ataduras, la cantidad de dinero en
circulación, creció velozmente desde 50 millones en
1884 a 85 millones en 1886.

(1885) El camino de salida de la crisis de 1884 fue
pavimentado exitosamente por Carlos Pellegrini, quien a mediados
de 1885 fue enviado a Europa a gestionar un nuevo arreglo
financiero. Pese a la comprometida situación de las
finanzas públicas, Pellegrini consiguió de un
consorcio de banqueros franceses 8.400.000 libras, que se
suscribieron al 75% de su valor. Claro que, como la confianza en
el país no abundaba, el repago fue garantizado con una
hipoteca sobre las rentas de la Aduana.

Por ese entonces la deuda pública representaba el 62%
del producto bruto
interno y los servicios de
la misma eran casi una tercera parte del valor de las
exportaciones.

Pero a pesar de estos tropiezos la economía
seguía adelante. La incorporación de un
millón de kilómetros cuadrados de tierras quitadas
a los indios y la eliminación física de
éstos, la inmigración, el impulso de los
ferrocarriles, el despertar del frigorífico y la
explosión del trigo generaban un amplio horizonte de
confianza en los negocios privados.

(1886) A pesar de los profundos cambios, se mantuvo un
sistema impositivo regresivo que libraba de pagar tributos a los
sectores de mayor capacidad contributiva y seguía cargando
sobre el consumo popular -a través de impuestos aduaneros-
el costo del mantenimiento
del Estado.

En este clima
contradictorio de un Estado severamente comprometido en
términos financieros, una economía privada
próspera y la presencia dominante de Gran Bretaña,
el elegido por Roca, Miguel Juárez Celman, su
cuñado, asumió la presidencia en 1886.

Entre 1886 y 1889 la economía
creció un vertiginoso 44%. Sin embargo, la
situación financiera seguía siendo comprometida. La
suspensión de la convertibilidad en 1885 había sido
establecida por un período de dos años y durante
ese tiempo los bancos comenzaron a recomponer sus reservas con
vistas a una nueva etapa monetaria.

Sin embargo, el funcionamiento de la
economía impedía retornar a la rigidez de una nueva
convertibilidad. Se requería disponer de oro para los
pagos externos y de abundante papel moneda para mantener aceitada
la economía nacional, ambas cosas conspiraban contra una
regla monetaria rígida. Había que tener libertad
para emitir.

La solución fue un experimento
financiero denominado Ley de Bancos Garantidos, copiado de un
sistema aplicado exitosamente por la misma época en
Estados Unidos. Claro que la versión criolla
contenía un par de diferencias que la convirtieron en un
rotundo fracaso.

(1890) En los primeros meses de 1890,
súbitamente, la prosperidad ilimitada que indujo al
derroche y a la especulación se trocó en pánico,
rencor y caos. "Para los que habían vivido en un
paraíso de tontos, el noventa fue un amargo
despertar".

Los sectores urbanos ensanchados por la inmigración
volvieron sus miradas hacia el gobierno en busca de una
explicación, al tiempo que retiraban sus depósitos
de los bancos para guardarlos en los colchones.

Con la contracción del comercio exterior, los ingresos
fiscales dependientes de la Aduana languidecieron a la vez que
los empréstitos escaseaban. La devaluación del
papel moneda redujo adicionalmente la recaudación aduanera
de estaba fijada en moneda nacional. El ministro de Hacienda
José Evaristo Uriburu intentó revertir la
situación obligando a pagar el 50% de los impuestos
aduaneros en oro, pero no pudo evitar que el costo de la
conversión de papel a oro con motivo de los pagos externos
aumentara las obligaciones
del Estado en libras u oro en un 45%. Ninguna economía
podía soportar eso.

A mediados de 1890 la crisis
alcanzó un pico cuando el Banco Nacional comunicó a
la casa Baring la imposibilidad de seguir pagando los servicios
de la deuda. La Argentina estaba en "default". Por entonces la
deuda pública equivalía al 101% del producto bruto
interno.

La inmigración detuvo su marcha y una proporción
creciente de los que habían llegado buscó el camino
de retorno, drenando la mano de obra que con tanto afán la
Generación del 80 había atraído a estas
playas.

Los oídos sordos a los reclamos de la clase media
incipiente fecundaron la idea de que la revolución
era la única salida. Así, en julio de 1890
estalló la Revolución del Parque (de
Artillería) que convocó a una mezcla
heterogénea de civiles y militares que tenían en
común la convicción de que la Argentina
debía pasar por un proceso de "depuración moral".

El flanco más estragado del gobierno seguía
siendo el económico. Roque Sáenz Peña,
encargado de las Relaciones Exteriores, comunicaba al Congreso
que, a la brevedad, vencían obligaciones del gobierno
colocadas en Europa (bonos y garantías ferroviarias) por
valor de 500.000 libras, de las cuales el Tesoro Nacional
sólo contaba con 35.000. Como ministro ante los
acreedores, sugería desistir de la idea de colocar
más cédulas hipotecarias que 25.000 leguas de la
Patagonia,
porque más valía "pasar por insolvente que por
fraudulento".

Como se dijo en la época, el gobierno estaba muerto, y
finalmente Juárez Celman renunció.

Pellegrini -el vicepresidente- no estaba convencido de tomar
las riendas del ejecutivo si carecía del apoyo
económico necesario para salvar al país de la
quiebra. Por lo tanto convocó a una reunión de
banqueros para que hicieran una "contribución inmediata,
patriótica y reservada". Esta se convino y Pellegrini fue
presidente.

Vicente Fidel López urdió un plan
económico de emergencia para equilibrar las finanzas
públicas, normalizar el servicio de la
deuda externa, echar las bases para la conversión de
billetes y auxiliar a los bancos oficiales que estaban a un paso
de la quiebra.

El plan incluía un alza de aranceles de
importación con el fin, a corto plazo, de mejorar los
ingresos fiscales y, en un horizonte mayor, proteger a la
industria
nacional.

El Congreso autorizó la
emisión de sesenta millones de pesos papel, la
conversión de los billetes de los Bancos Nacionales
Garantidos, la infaltable negociación de un
empréstito nacional externo, empréstitos externos
provinciales, y la caducidad de las concesiones ferroviarias que
aún estaban en marcha y la nulidad de las garantías
respectivas.

El gobierno hacía esfuerzos
desesperados por dominar la crisis echando mano a cuanto recurso
parecía razonable. En octubre de 1890 el Congreso
sancionó una ley creando la Caja de Conversión,
mediante la cual se unificaba toda la emisión monetaria en
una sola institución. Era una señal trascendente de
compromiso con el orden económico en medio del
caos.

Con ese activo por detrás partió a Londres
Victorino de la Plaza con la misión de
lograr un nuevo empréstito. Al llegar se encontró
con que la Casa Baring había quebrado y, dada la
posibilidad de que su caída afectara al resto del sistema
financiero, el Banco de Inglaterra se aprestaba a intervenir en
su auxilio a través de un comité internacional de
banqueros encabezado por el barón de Rothschild.

La Comisión Rothschild no fue el único
interlocutor de Don Victorino. Lo esperaban también
comités de bonistas, acreedores ferroviarios, tenedores de
cédulas hipotecarias y acreedores de las provincias, que
en su mayor parte también estaban en "default".

Sin amedrentarse, De la Plaza expuso sin ambages que "el
gobierno ya no puede continuar pagando sus obligaciones mediante
la adquisición de valores en el
mercado libre (.) la vida sería intolerable, salvo para
las clases ricas y hasta podría estallar una
revolución.

(1897) A partir de 1897 se comenzó a debatir
nuevamente la cuestión del sistema monetario y cambiario.
La doctrina dominante en la época era el patrón oro
y la Argentina, a pesar de tener una Caja de Conversión,
no tenía una paridad fija. La discusión se
centró en el valor que debía asignarse al peso en
relación con el oro. Entre 1891 y 1899, la moneda nacional
había aumentado de valor, desde el nivel de cuatro
unidades por peso oro hasta 2,27.

El sector de opinión más alineado con las
prácticas internacionales propiciaba una paridad uno a
uno, es decir el esquema abandonado en 1885, lo que significaba
una revaluación adicional importante de la moneda, que los
exportadores resistían. Nuevamente fue Pellegrini quien
empuñó el timón de una trascendencia para el
futuro de la economía y, finalmente, en 1899 la
convertibilidad arrancó a 2,27 inaugurando un nuevo ciclo
de estabilidad que habría de extenderse hasta 1914.

(1914) Así, cuando en agosto de 1914
estalló la guerra, los depositantes se volcaron una vez
más a los bancos, provocando una corrida que hizo que los
banqueros reclamaran y obtuvieran del gobierno una medida en
cierto modo clásica en la historia económica
argentina: una semana de feriado bancario.

Simultáneamente, el gobierno
suspendió las operaciones de la Caja de Conversión
y prohibió la exportación de oro.

Como la corrida era de grandes
proporciones, se sancionó una Ley de Redescuentos que
permitía al Banco Nación asistir con liquidez a los
restantes bancos. Así, este banco actuó como una
suerte de Banco Central y el sistema financiero, aunque
quedó maltrecho, se salvó. El Banco de la
Nación -en cambio- se quedó en su cartera con
multitud de activos de baja calidad
entregados en garantía de los redescuentos.

Ese año, la economía acusó el cimbronazo
a través de una caída de 11,1% en el producto bruto
interno, que se prolongó en los años posteriores.
Entre 1914 y 1917 la contracción acumulada alcanzó
el 23 por ciento.

Esta circunstancia impulsó el desempleo hasta
un 17% en promedio provocando -junto al llamado a las armas en
sus países de origen- que 170.000 inmigrantes retornaran a
su patria, revirtiendo el flujo migratorio, que sólo
sería recuperado luego de 1918 y a un ritmo lento.

Durante la Primera Guerra
Mundial mermaron considerablemente las exportaciones de
granos; por ello las tierras disponibles se destinaron al
pastoreo y muchos colonos debieron emigrar a las ciudades donde
serían los actores del embrión industrializador que
se avecinaba, aunque esto se diera por razones ajenas a la
voluntad de los gobernantes.

La conducta
económica desplegada por la dirigencia argentina desde
1880 hasta 1914 que, con matices, tampoco varió demasiado
hasta la década de 1940, nunca se despegó del
modelo
agroexportador. A valorización de sus productos impulsaba
la constante valorización de la tierra, lo
que ponía en jaque a la agricultura
-generadora importante de la expansión entre 1895 y 1913-
a través del aumento de los arrendamientos.

La ganadería
era especialmente soberana en la campiña bonaerense.
Allí, los arrendatarios italianos sembraban alfalfa,
trigo, avena y lino. El trigo se destinaba a la
exportación, mientras que los restantes cultivos
alimentaban el ganado, cuyo refinamiento fue impuesto por la
exigencia de calidad cárnica de los
frigoríficos.

En cuanto a la industria, Adolfo Dorfman describe con claridad
su situación: "el desarrollo industrial de la Argentina en
1913 conserva su carácter elemental, primario, ya observado
en 1895; sigue a remolque de la producción agropecuaria básica".

El estallido de la Primera Guerra Mundial también
impuso el temor a los inversionistas británicos y europeos
en general. Esta situación se reflejó en la falta
de inversión en las empresas ferroviarias inglesas, que
luego de la fabulosa expansión inicial de la red, sólo
creció 1.200 kilómetros entre 1914 y 1927 y gracias
a la acción
del gobierno.

Desde la euforia del Centenario hasta el golpe de Estado
de 1930, pasando por el intento de establecer un sistema
político que contemplara a los hijos de los
inmigrantes, componentes fundamentales de la clase media en
formación, la Argentina asistió al agotamiento de
una forma de insertarse en el mundo y de reproducir su sociedad,
desviándose del sendero de crecimiento recorrido por
países jóvenes en cierto modo similares como
Australia y Canadá.

La convicción en el modelo agroexportador cerró
el camino a una estructura
productiva más diversificada. El socio natural de aquel
esquema -Gran Bretaña, en plena decadencia
económica- seguía manteniendo un gran predicamento
entre la clase dirigente argentina.

Desde el punto de vista macroeconómico se acentuaba en
la Argentina -con el correr de las crisis- una
distribución del ingreso desigual que tenía por
efecto desalentar el consumo, con el consiguiente desincentivo
para el crecimiento y consolidación de una
producción local de bienes
industrializados. La clase alta -donde se concentraba el ingreso-
consumía artículos suntuarios importados y
hacía viajes de
ultramar, en tanto que las clases populares apenas ganaban para
subsistir.

Esta composición peculiar de los que los economistas
llamamos demanda agregada,
no favoreció la creación de un mercado interno de
productos manufacturados. Sólo el bloqueo obligado por la
guerra mundial trajo como consecuencia la casi ineludible
industrialización de aquellos productos de consumo masivo
que ya no podían obtenerse de Europa.

(1922-1928) La obra del gobierno de Alvear fue escasa.
Le tocó una época de bonanza que coincidió
con su estilo de gobierno propicio para la delegación,
opuesto al de Yrigoyen.

Cuidó la administración financiera del Estado, pero
no por ello se privó de aumentar un 50% el gasto
público, en un período en que los precios al
consumidor
cayeron 6%. En términos relativos el gasto se
expandió más que con Yrigoyen, aunque
también los ingresos aumentaron, de modo que, salvo en
1927 -año en que el déficit alcanzó el 4,3%
del producto bruto interno– las finanzas se mantuvieron
equilibradas.

A ello contribuyó el aumento simultáneo de las
tarifas aduaneras y de las importaciones,
que hizo que en 1828 los ingresos por impuestos a la
importación representaran el 35% de todo lo recaudado.

Luego de la desaceleración de 1921 resultante del fin
de la guerra y el intento de que la economía mundial
volviera al patrón oro, el ritmo de las exportaciones e
importaciones y el "paraguas" arancelario movilizaron los
mercados argentinos y las producciones regionales tradicionales:
azucarera, frutera, vitivinícola y yerbatera. Hacia esas
economías regionales se dirigió una oleada de
inmigrantes de nuevo cuño. Polacos, rusos, cientos de
hombres y mujeres del centro y este de Europa diezmadas por la
guerra llegaron a diversos rincones de la Argentina.

Así, entre 1922 y 1928 la economía creció
un 42%. La industria se expandió a tasas aun mayores y la
producción se diversificó, con la alimentación dando
paso a otras ramas como la textil y la metalúrgica.

Simultáneamente con esta bonanza, desde mediados de la
década de 1920 las importaciones, que en un 80% eran
bienes de consumo, se incrementaron estructuralmente. Como tantas
veces en la historia, el ciclo de crecimiento se vio amenazado
por la escasez de
divisas, pero eso sólo se vería algunos años
más tarde. Por entonces nadie pensaba en interrumpir la
"fiesta".

Simultáneamente con el repliegue
de los capitales ingleses, las inversiones norteamericanas
comenzaron a llegar a la Argentina, sobre todo en forma de
empréstitos, aunque también como emprendimientos
frigoríficos, petroleros, cementeros, radicación de
fábricas de maquinaria agrícola y de
zapatería, entre otros, iniciando en la década de
1920 el pasaje de la órbita de la libra a la del
dólar.

En 1927, ante la sostenida entrada de
oro, la Caja de Conversión volvió a ponerse en
funcionamiento, acompañando la tendencia mundial de
intentar volver al patrón oro. Unos años más
tarde, el mismo Prebisch decía: "el país
retornó al patrón oro, pero a la deriva, arrastrado
por las circunstancias favorables que, en éste como en
otros casos de su historia financiera, solucionaron
espontáneamente sus problemas, sin hacerle soportar de
inmediato el costo de sus errores y su
imprevisión".

Alvear era rico. Gastó varias veces su fortuna y otras
tantas nuevas herencias se la repusieron. Creía que la
Argentina también era un país rico y probablemente
su época marcó un pico de bonanza que avalaba esa
idea y que quedó imborrablemente marcado en la memoria
histórica de los argentinos.

Tuvo suerte, como en toda su vida. Inició su gobierno
en medio de la recuperación de posguerra y lo
culminó en los umbrales de la crisis de 1929.

No cambió nada. Se dejó llevar elegantemente y
sin desbordes por la bonanza de la época. A diferencia de
Yrigoyen cumplió escrupulosamente con todo el rito de la
función
presidencial y la vida republicana. No faltó nunca a la
inauguración de las sesiones del Congreso ni a los actos
públicos y recepciones, que proliferaron tal vez como
nunca.

Como era su amigo, el "establishment" no le criticó ni
la expansión del gasto público, ni el aumento del
empleo
estatal. También pasaron desapercibidas las 500 huelgas
que hubo durante su mandato y hasta las siete intervenciones
federales a distintas provincias.

Cuando todo terminó, se volvió a Francia, a
"Manoir de Coeur Volant", la villa cercana a Paris que le
había comprado a doña Regina cuando se casaron en
1906.

(1937) El régimen de tenencia de la tierra se
modificó poco, aunque se hicieron algunos cambios
importantes en materia de alquileres. Pese a esto, poco
cambió el desarraigo provocado por el régimen de
tenencia de la tierra. En 1937 unos 20.000 propietarios, sobre un
total de 1.500.000 habitantes de la pampa húmeda,
poseían el 70% de los títulos de propiedad.
Esto sin contar la acción de los testaferros y la novedosa
constitución de sociedades
mercantiles.

Para los núcleos más conservadores de la
dirigencia, el andamiaje conservador intervencionista de la
década se hizo para mantener el "statu quo", sosteniendo
las actividades tradicionales por la acción del Estado y
esperando que el mundo volviera a desempañarse como lo
había hecho a fines del siglo XIX. Mientras tanto se
financiaba la espera con el creciente auge manufacturero.

La influencia británica se acentuó cuando el
comercio mundial se desarrollaba en forma compartimentada. El
abandono generalizado del patrón oro llevó a que
predominaran acuerdos comerciales circunscriptos al área
de influencia de los países. De esa manera, los ingleses
decidieron circunscribir los flujos comerciales a sus dominios
imperiales, lo que amenazaba con dejar de lado las tradicionales
relaciones comerciales con la Argentina. Esto movilizó al
gobierno conservador de Justo a negociar con ese país
"como si fuera" parte de sus dominios, a la vez que inició
tratativas y firmas de acuerdos con Alemania,
Estados Unidos y Brasil, entre otros.

El Convenio Comercial y de Pagos firmado con los alemanes el
1934, a un año del ascenso de Hitler al poder,
y el "Acuerdo de Comercio Recíproco" con los Estados
Unidos -recién efectivizado en 1939- no escapaban al
esquema económico tradicional, en el que se vendían
productos primarios y se importaban manufacturas.

El célebre pacto Roca-Runciman, suscripto con Gran
Bretaña, reflejó el poder del complejo exportador
de carnes, que logró sostener su ritmo de actividad
mediante la creación de cuotas de exportación hacia
Inglaterra a cambio de otorgar ventajas en el sistema de control
de cambios, el cual permitía a las empresas inglesas
comprar una cantidad de divisas para remitirlas a Londres, en una
proporción igual a las ventas de las exportaciones
argentinas a Gran Bretaña. Se sorteaba así el
problema que supuso la devaluación de 1930 y el control de
cambios, que detuvo el envío de las ganancias inglesas a
sus casas matrices.

Además, se redujeron los aranceles de unos 350
productos manufacturados ingleses -retrotrayéndolos a
los valores
anteriores al aumento ordenado por el efímero gobierno de
Uriburu- y se acordó una reducción de los impuestos
aduaneros al carbón, que era un insumo clave de las
empresas ferroviarias inglesas.

En definitiva, el pacto beneficiaba al sector agroexportador
más concentrado, cuyos resortes principales estaban en
manos de las empresas inglesas.

En ese contexto el senador socialista Alfredo Palacios se
refería a la conformación de la economía
argentina de la época, en los siguientes
términos:

Tenemos una patria cuyos órganos fundamentales no nos
pertenecen. El organismo económico es del extranjero y
extranjeros son los medios de
comunicación y transporte.
Una nación cuyos instrumentos insuplantables de
circulación comercial y vital son extranjeros, no es
todavía una nación; es una esperanza.

Era una buena descripción de la realidad y,
además, mostraba que el particular socialismo
argentino estaba virando de sus tradicionales posiciones
librecambistas hacia otras más nacionalistas.

Pese al fracaso político de las posiciones más
nacionalistas y de quienes impulsaban un proceso de cambio, las
exportaciones de carne congelada, enlatada y enfriada aumentaron
entre 1933 y 1938 debido a la diversificación de mercados,
en la que Alemania e Italia ocuparon
un lugar preponderante.

El efecto del pacto sobre las golpeadas relaciones
argentino-norteamericanas fue importante, ya que las
compañías de ese país quedaron afectadas por
el pago de altos impuestos de importación, comparados con
los aranceles preferenciales de los ingleses. No obstante, por
contrapartida, durante esos años se impulso la
radicación en el país de unas catorce filiales de
empresas estadounidenses. Entre éstas se contaban
fábricas de neumáticos, lámparas
eléctricas y empresas de la industria del
automóvil; estas últimas progresaron merced a la
extensión de las carreteras que el gobierno de Justo
llevó a 30.000 kilómetros en toda la
década.

Las nuevas rutas, en su mayoría, tenían un
despliegue paralelo a los ramales ferroviarios ingleses, lo que
respondía a la voluntad de hacer más eficiente el
modelo agroexportador, pero seguía sin atender una idea
más amplia de integración
económica del país.

El despliegue de inversiones públicas en
infraestructura tenía, además, el propósito
de generar empleo con rapidez, coadyuvando de ese modo a la
recuperación del mercado interno, lo que a su vez
estimulaba a las industrias
sustitutivas de importaciones. A ello también
contribuía el mantenimiento de un tipo de cambio alto y
mayores tarifas aduaneras.

Toda esta combinación de factores hizo que durante el
período 1930-1938 el sector industrial estuviera a la
cabeza de la tasa de crecimiento. Durante ese lapso la
economía en su conjunto creció 16%, mientras que la
industria se expandió 30% y el agro creció un 11
por ciento.

El florecimiento se orientó, como era lógico,
hacia las manufacturas livianas, como la textil y las derivadas de
productos agropecuarios. En cambio, la metalurgia
seguía estancada y reducida a pequeños
talleres.

Luego del cimbronazo de 1929, la corriente mundial de mayor
intervención del Estado en la economía se
extendió al área financiera. La creación de
Bancos Centrales -allí donde no existían- fue parte
de ese proceso.

El ministro Pinedo comprendía
cabalmente que la vulnerabilidad externa de la Argentina
tenía su mayor punto débil en la rápida
entrada y salida de divisas, según lo determinara el ciclo
económico. En ese sentido, en mayo de 1935, con la
aprobación de la Ley 12.155, se concretó la
creación de una institución que actuara de manera
anticíclica, acumulando reservas durante el auge para
utilizarlas en épocas de recesión, que
inspeccionara y controlara la acción de los bancos y que
se encargara de la emisión de moneda y del control de
cambios.

El nacimiento del Banco Central de
la
República Argentina (BCRA) tuvo una larga
discusión, porque el proyecto final
-pergeñado por Raúl Prebisch- difería de las
recomendaciones iniciales del especialista británico Sir
Otto Niemeyer, cuyo esquema -calcado del que acababa de
recomendar a Brasil- le reservaba al capital privado el control
del banco y, operativamente, no era más que una Caja de
Conversión sofisticada.

Para Prebisch, el BCRA debía
estar controlado por una mayoría accionaria gubernamental,
como reaseguro de la equilibrada emisión de moneda
-respaldada en un 25% con oro y divisas- y la regulación
del crédito.

Sin embargo, luego del debate
parlamentario, la constitución accionaria final del BCRA
dio gran peso en el control al capital privado, predominantemente
extranjero, debido a que los fondos mayoritarios aportados por el
estado tenían una paradojal menor representación
que aquellos del capital privado.

En forma simultánea se
fundó el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias,
con el propósito de hacerse cargo de los créditos
incobrables que algunos bancos cargaban en sus carteras con
motivo de la crisis. El capital para tal fin provino de la
revaluación de las reservas en pesos como producto de la
devaluación. En efecto, al producirse un cambio de
paridad, automáticamente el valor en pesos de las
reservas aumenta en la misma proporción, lo que produce
una ganancia contable, que en este caso llegó a 701
millones de pesos, de los cuales 390 millones fueron destinados a
este instituto.

Se trató de una verdadera
operación de rescate del sector bancario, que
incluyó al Banco Nación y a un conjunto de bancos
privados amenazados por el quebranto.

Aunque la crisis internacional experimentó una
recaída en 1938, a partir de 1934 la economía
argentina comenzó una sostenida recuperación. No
fue ajena a ésta una gran sequía que afectó
las cosechas en Estados Unidos y Canadá entre 1934 y
1937.

(1938) A fines de 1937 debían celebrarse
elecciones presidenciales y Justo eligió como candidato de
su partido a Roberto M. Ortiz, quien había sido en su
momento ministro de Alvear y, más recientemente,
había sucedido a Federico Pinedo en el ministro de
Hacienda, cuando este renunció, arrastrado por la
investigación de las carnes.

El candidato radical era Marcel T. de Alvear, quien
resultó derrotado mediante un fraude que
involucró principalmente a la provincia de Buenos Aires,
gobernada por Manuel Fresco.

El nuevo presidente era un radical antipersonalista cuyo
exitoso estudio de abogados atendía a los ferrocarriles
ingleses y otras empresas británicas.

(1992-1994) Con ese poder en la mano, el presidente
Menem
inició un tramo exitoso de gobierno que, hasta fines de
1994, se deslizó casi sin sobresaltos. La convertibilidad
y el proceso de privatizaciones, apertura de la economía y
desregulación de los mercados dieron sus frutos. Entre
1991 y 1994 la economía creció un 34% impulsada
fundamentalmente por el consumo y la inversión.

Para un gran sector de la población el camino se presentaba mucho
menos esforzado que lo anunciado por el Presidente en sus
primeros días al frente del gobierno. Pero ¿de
dónde provenía este efecto casi milagroso?

Como en otras épocas de la historia nacional, la
explicación era la cuantiosa entrada de capitales del
exterior. Ésa era la droga que
permitía consumir por encima de lo que se producía
e invertir por encima de lo que se ahorraba. Con una tasa de
interés internacional extremadamente baja, el nuevo
programa
económico argentino se convertía en un imán
para el flujo de capitales hacia los países
emergentes.

Entre 1991 y 1994 el ingreso de capitales totalizó casi
35.000 millones de dólares. La tercera parte de esa suma
provino de los pagos en efectivo de las privatizaciones, mientras
que en concepto de
inversiones directas, destinadas a la producción,
sólo ingresaron 2.250 millones de dólares, poco
más del 6% del total. El resto tuvo como destino un
importante endeudamiento del sector privado,
refinanciación de deudas públicas y colocaciones en
el sistema financiero.

Semejante aluvión de divisas contribuyó de un
modo esencial al equilibrio
fiscal y al sostenimiento del tipo de cambio, lo que, junto con
la apertura a la competencia externa, mantuvo la tasa de
inflación en los niveles más bajos de los cuarenta
años previos.

Siguiendo el esquema de la
convertibilidad, los capitales que ingresaban se incorporaban a
las reservas internacionales y se emitía una suma igual de
moneda nacional. En consecuencia, la cantidad de dinero en la
economía aumentaba -impulsando el consumo- y los
depósitos en los bancos crecían, favoreciendo la
aparición del crédito de un modo que hacía
largo tiempo que no se conocía en el
país.

Claro que este costado "rosa" de la convertibilidad
también tenía su contrapartida. Entre 1991 y 1994
el saldo de la balanza
comercial cambió abruptamente de signo, pasando de un
superávit de 3.700 millones de dólares a un
déficit de 5.700. Es que aunque las exportaciones
aumentaron en ese lapso un 30%, las importaciones crecieron un
explosivo 160%. El gobierno minimizaba toda señal negativa
asociada al crecimiento en las compras externas, destacando que
la tercera parte eran maquinarias y equipos que a la postre
permitirían una mayor competitividad
de la economía. Un aumento similar se había
producido en las importaciones de bienes de consumo pero, salvo
en los sectores industriales afectados, pocos querían
escuchar voces que se alzaran contra el derecho de los
consumidores argentinos a disfrutar de los mejores productos de
todo el mundo.

En este fuerte crecimiento de los primeros años de la
convertibilidad participaron casi todos los sectores de la
economía, aunque con un sesgo muy marcado hacia la
construcción y los servicios, en especial
los asociados a la banca y los seguros. La
industria manufacturera creció a la mitad del ritmo global
de la economía y el sector agropecuario permaneció
casi estancado.

Este juego de luces
y sombras sobre la trayectoria de la economía
mantenía alejado -una vez más- cualquier debate
sobre cuál era el proyecto de construcción de
riqueza a largo plazo para el país. Mientras tanto, la
falta de trabajo comenzaba a instalarse en la agenda de
más y más hogares. En octubre de 1994 la tasa de
desempleo superó el 12%, el doble que al inicio del
proceso y la cifra más alta que registraba la memoria estadística del país.

En el clima predominantemente exitista de la época, el
proceso de privatizaciones no detenía su avance: Segba
(1992); Transportadoras y distribuidoras de gas (1992);
Somisa (1993); Aceros Paraná S. A. (1992); YPF
(1992-1993); El Chocón (1993); Alicurá (1993);
Piedra del Águila (1993); Cerros Colorados (1993); Caja
Nacional de Ahorro y
Seguro (1994); ELMA (1994); Fábricas Militares varias
(1994); buques petroleros (1994).

La reforma del Estado se extendió a una de las
instituciones más complejas de la Argentina: el sistema de
jubilaciones y pensiones. Al gobierno no le resultó tan
fácil como en otros temas imponer el modelo en boga de
fondos privados de pensión pero, tras largos meses de
discusión parlamentaria, en octubre de 1993 se
promulgó la ley que creaba una nueva institución,
las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP),
de carácter privado, a cuyo cargo quedaba un sistema de
retiros basado en la capitalización de los fondos
personales de los aportantes.

Como el traspaso al nuevo sistema era voluntario, en los meses
siguientes tuvo lugar una intensa campaña comercial que
logró captar la voluntad de tres millones y medio de
afiliados.

Como consecuencia, a fines de 1994 la mitad de los fondos
transferidos al incipiente sistema de AFJP ya estaba colocada en
títulos públicos. Ahora, el Estado pagaba por
utilizar recursos que hasta poco antes había recibido sin
cargo, mientras que la mitad del dinero de los futuros jubilados
se usaba, en la práctica, para financiar el gasto
público.

Pero en la euforia de aquellos días esto contaba poco,
de modo que en abril de 1994 el gobierno afrontó sin
dificultades las elecciones para Convencionales Constituyentes,
que conducirían a la reforma constitucional que
habilitó a la reelección presidencial.

La Convención Constituyente comenzó a fines de
mayo y el 22 de agosto quedó consagrada una nueva
Constitución.

Era el broche de oro de un período que había
modificado profundamente las reglas de funcionamiento de la
economía y que se presentaba como el inicio de una era de
prosperidad sin precedentes.

Sin embargo, detrás del suave deslizarse de la
economía comenzaron a aparecer, desde principios de 1994,
algunas acechanzas. Para un programa económico
extraordinariamente basado en el ingreso de capitales, la tasa de
interés internacional es un dato clave. Cuando es baja,
hay más capitales dispuestos a tomar el riesgo que
representan mercados como la Argentina a cambio de un mayor
rendimiento, y el fenómeno inverso ocurre cuando la tasa
aumenta. En esa circunstancia se dificulta el acceso al mercado
internacional de capitales.

Desde esta perspectiva, la convertibilidad había
arrancado en un buen momento. La tasa de interés en
Estados Unidos -la tasa de referencia de la Reserva Federal-
estaba en un ciclo descendente. En abril de 1991 se situaba en un
5,91% anual y a fines de 1993 era del 2,96%.

Pero a partir de enero de 1994 ese panorama se alteró.
La Reserva Federal comenzó a incrementar la tasa y un
año más tarde el nivel era de 5,45%. Estos
movimientos no pasaron desapercibidos para la economía
argentina. A lo largo del año los precios de los
títulos de la deuda pública perdieron entre 30% y
40% de su valor y el gobierno comenzó a adoptar diversas
medidas para dar solidez al sistema bancario.

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