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La "argentinización" de la economía mundial (página 7)




Enviado por Ricardo Lomoro



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Una oleada de "libertad
económica" arrasó con toda restricción a la
compraventa de bienes y
servicios
(como los controles de precios),
flexibilizó las negociaciones salariales, eliminó
limitaciones a la prestación de los servicios de transporte,
suprimió multitud de tasas y derechos que gravaban
diversas actividades, eliminó la fijación de
honorarios profesionales por las asociaciones profesionales y
liberó el funcionamiento del mercado de
capitales. La "piqueta" oficial tampoco dejó en pie
diversos organismos regulatorios, como las míticas Juntas
de Carnes y de Granos, que sobrevivían desde la
década de 1930.

El proceso de
transferencia de servicios
públicos al sector privado también
continuó su avance. Se completó la privatización de los teléfonos, la
venta de
centenares de inmuebles del Estado, el
Hotel Llao-Llao y los talleres
navales Tandanor. El "raid" de enajenación de activos
públicos rindió ese año ingresos por casi
2.000 millones de dólares, que se integraron a los
recursos
corrientes del Estado a la par de la recaudación
impositiva regular y -como seguiría ocurriendo en los
años siguientes- se perdieron en los pasillos de la
burocracia
pública.

Durante ese primer año de grandes transformaciones se
retomó también el acuerdo con el FMI y se
iniciaron las negociaciones para regularizar la deuda en el marco
del denominado Plan Brady.

En pocos meses, a partir de marzo, la situación de la
economía comenzó a cambiar, la
inflación se desaceleró y hasta fines de año
se ubicó por debajo del 1% mensual. Claro que, desde
abril, los precios al consumidor
habían aumentado un 21% mientras el tipo de cambio
permanecía fijo, con lo que la economía
había comenzado a perder competitividad.

El comercio exterior
reflejó de manera inmediata esta nueva realidad. Las
importaciones
pasaron de 4.079 millones de dólares en 1990 a 8.275
millones en 1991. Parte importante de este aumento
obedeció al crecimiento de la economía -que
demandaba insumos- y a la reanudación de la inversión, que requería más
equipos y maquinarias importados. Pero una intensa luz roja
alumbraba las importaciones de bienes de consumo, que
sólo en un año habían pasado de 300 a 1.715
millones de dólares.

Las exportaciones, en
cambio,
cayeron de 12.353 millones de dólares en 1990 a 11.978
millones un año más tarde. La disminución
más importante se produjo en los productos
industriales, de los cuales se vendieron mil millones de
dólares menos.

Así, el saldo comercial, aunque todavía
positivo, se redujo en 4.500 millones de dólares. Pero, a
pesar de ello, el ingreso de capitales y la continuidad de los
atrasos en los pagos de la deuda externa
permitieron acumular algo más de 2.000 millones
adicionales a las reservas, robusteciendo la idea de que la
convertibilidad había llegado para
quedarse.

Esa idea era ratificada por un extraordinario crecimiento de
la economía de casi el 9%, alentado por un aumento del 13%
en el consumo y 25% en la inversión. La reaparición
del crédito
al consumo y de los viajes al
exterior terminaban de confirmarle, en especial a un gran sector
de la clase media,
que la Argentina estaba nuevamente en marcha.

Ese sentimiento se trasladó de un modo directo al plano
electoral. Desde agosto hasta diciembre se celebraron elecciones
provinciales y para diputados nacionales. Cuando el gobierno hizo la
cuenta final, el justicialismo había obtenido el 40% de
los votos y se adjudicaba 60 de las 130 bancas en disputa en la
Cámara de Diputados.

(1992-1994) Con ese poder en la
mano, el presidente Menem
inició un tramo exitoso de gobierno que, hasta fines de
1994, se deslizó casi sin sobresaltos. La convertibilidad
y el proceso de privatizaciones, apertura de la economía y
desregulación de los mercados dieron
sus frutos. Entre 1991 y 1994 la economía creció un
34% impulsada fundamentalmente por el consumo y la
inversión.

Para un gran sector de la población el camino se presentaba mucho
menos esforzado que lo anunciado por el Presidente en sus
primeros días al frente del gobierno. Pero ¿de
dónde provenía este efecto casi
milagroso?

Como en otras épocas de la
historia
nacional, la explicación era la cuantiosa entrada de
capitales del exterior. Ésa era la droga que
permitía consumir por encima de lo que se producía
e invertir por encima de lo que se ahorraba. Con una tasa de
interés internacional extremadamente baja, el nuevo
programa
económico argentino se convertía en un imán
para el flujo de capitales hacia los países
emergentes.

Entre 1991 y 1994 el ingreso de
capitales totalizó casi 35.000 millones de dólares.
La tercera parte de esa suma provino de los pagos en efectivo de
las privatizaciones, mientras que en concepto de
inversiones
directas, destinadas a la producción, sólo ingresaron 2.250
millones de dólares, poco más del 6% del total. El
resto tuvo como destino un importante endeudamiento del sector
privado, refinanciación de deudas públicas y
colocaciones en el sistema
financiero.

Semejante aluvión de divisas
contribuyó de un modo esencial al equilibrio
fiscal y al
sostenimiento del tipo de cambio, lo que, junto con la apertura a
la competencia
externa, mantuvo la tasa de inflación en los niveles
más bajos de los cuarenta años previos.

Siguiendo el esquema de la
convertibilidad, los capitales que ingresaban se incorporaban a
las reservas internacionales y se emitía una suma igual de
moneda nacional. En consecuencia, la cantidad de dinero en la
economía aumentaba -impulsando el consumo- y los
depósitos en los bancos
crecían, favoreciendo la aparición del
crédito de un modo que hacía largo tiempo que no
se conocía en el país.

Claro que este costado "rosa" de la
convertibilidad también tenía su contrapartida.
Entre 1991 y 1994 el saldo de la balanza
comercial cambió abruptamente de signo, pasando de un
superávit de 3.700 millones de dólares a un
déficit de 5.700. Es que aunque las exportaciones
aumentaron en ese lapso un 30%, las importaciones crecieron un
explosivo 160%. El gobierno minimizaba toda señal negativa
asociada al crecimiento en las compras externas,
destacando que la tercera parte eran maquinarias y equipos que a
la postre permitirían una mayor competitividad de la
economía. Un aumento similar se había producido en
las importaciones de bienes de consumo pero, salvo en los
sectores industriales afectados, pocos querían escuchar
voces que se
alzaran contra el derecho de los consumidores argentinos a
disfrutar de los mejores productos de todo el mundo.

En este fuerte crecimiento de los
primeros años de la convertibilidad participaron casi
todos los sectores de la economía, aunque con un sesgo muy
marcado hacia la construcción y los servicios, en especial
los asociados a la banca y los
seguros. La
industria
manufacturera creció a la mitad del ritmo global de la
economía y el sector agropecuario permaneció casi
estancado.

Este juego de luces
y sombras sobre la trayectoria de la economía
mantenía alejado -una vez más- cualquier debate sobre
cuál era el proyecto de
construcción de riqueza a largo plazo para el país.
Mientras tanto, la falta de trabajo
comenzaba a instalarse en la agenda de más y más
hogares. En octubre de 1994 la tasa de desempleo
superó el 12%, el doble que al inicio del proceso y la
cifra más alta que registraba la memoria
estadística del país.

En el clima
predominantemente exitista de la época, el proceso de
privatizaciones no detenía su avance: Segba (1992);
Transportadoras y distribuidoras de gas (1992);
Somisa (1993); Aceros Paraná S. A. (1992); YPF
(1992-1993); El Chocón (1993); Alicurá (1993);
Piedra del Águila (1993); Cerros Colorados (1993); Caja
Nacional de Ahorro y
Seguro (1994);
ELMA (1994); Fábricas Militares varias (1994); buques
petroleros (1994).

La reforma del Estado se extendió
a una de las instituciones
más complejas de la Argentina: el sistema de
jubilaciones y pensiones. Al gobierno no le resultó tan
fácil como en otros temas imponer el modelo en boga
de fondos privados de pensión pero, tras largos meses de
discusión parlamentaria, en octubre de 1993 se
promulgó la ley que creaba
una nueva institución, las Administradoras de Fondos de
Jubilaciones y Pensiones (AFJP), de carácter privado, a cuyo cargo quedaba un
sistema de retiros basado en la capitalización de los
fondos personales de los aportantes.

Como el traspaso al nuevo sistema era
voluntario, en los meses siguientes tuvo lugar una intensa
campaña comercial que logró captar la voluntad de
tres millones y medio de afiliados.

Como consecuencia, a fines de 1994 la
mitad de los fondos transferidos al incipiente sistema de AFJP ya
estaba colocada en títulos públicos. Ahora,
el Estado
pagaba por utilizar recursos que hasta poco antes había
recibido sin cargo, mientras que la mitad del dinero de los
futuros jubilados se usaba, en la práctica, para financiar
el gasto
público.

Pero en la euforia de aquellos días esto contaba poco,
de modo que en abril de 1994 el gobierno afrontó sin
dificultades las elecciones para Convencionales Constituyentes,
que conducirían a la reforma constitucional que
habilitó a la reelección presidencial.

La Convención Constituyente comenzó a fines de
mayo y el 22 de agosto quedó consagrada una nueva Constitución.

Era el broche de oro de un
período que había modificado profundamente las
reglas de funcionamiento de la economía y que se
presentaba como el inicio de una era de prosperidad sin
precedentes.

Sin embargo, detrás del suave deslizarse de la
economía comenzaron a aparecer, desde principios de
1994, algunas acechanzas. Para un programa económico
extraordinariamente basado en el ingreso de capitales, la tasa de
interés
internacional es un dato clave. Cuando es baja, hay más
capitales dispuestos a tomar el riesgo que
representan mercados como la Argentina a cambio de un mayor
rendimiento, y el fenómeno inverso ocurre cuando la tasa
aumenta. En esa circunstancia se dificulta el acceso al mercado
internacional de capitales.

Desde esta perspectiva, la
convertibilidad había arrancado en un buen momento. La
tasa de interés en Estados Unidos
-la tasa de referencia de la Reserva Federal- estaba en un ciclo
descendente. En abril de 1991 se situaba en un 5,91% anual y a
fines de 1993 era del 2,96%.

Pero a partir de enero de 1994 ese
panorama se alteró. La Reserva Federal comenzó a
incrementar la tasa y un año más tarde el nivel era
de 5,45%. Estos movimientos no pasaron desapercibidos para la
economía
argentina. A lo largo del año los precios de los
títulos de la deuda
pública perdieron entre 30% y 40% de su valor y el
gobierno comenzó a adoptar diversas medidas para dar
solidez al sistema bancario.

La primera víctima de esta nueva
situación internacional fue la economía mexicana,
que a lo largo del año no logró financiamiento
para el gran desequilibrio en sus cuentas fiscales
y externas. En diciembre fue devaluado el peso mexicano y se
inició un proceso de expansión de la crisis hacia
el resto de los mercados emergentes conocido como el efecto
"Tequila".

(1995) En la Argentina, primero los grandes inversores
y luego hasta los pequeños ahorristas comenzaron a
percibir el riesgo de una crisis y entre diciembre de 1994 y mayo
de 1995 llegaron a retirar casi la quinta parte de los
depósitos en el sistema bancario. La preocupación
de los depositantes era justificada. Las reservas internacionales
incluían un 20% de títulos de la deuda
pública argentina, que obviamente tenían poca
utilidad
frente a una corrida bancaria. Como consecuencia de este hecho y
del mecanismo de multiplicación del dinero al interior de
los bancos, en realidad sólo el 60% de los
depósitos estaba respaldado por reservas internacionales
en oro y moneda extranjera. Todos los analistas económicos
y los grandes operadores conocían esta limitación
estructural del sistema, que haría eclosión si la
situación se agravaba. Pero este hecho permanecía
oculto para la mayor parte de los desinformados pequeños
ahorristas.

La crisis en el sistema financiero
pronto se convirtió en masiva fuga de capitales, aumento
de la tasa de interés, caída de los
préstamos bancarios, descenso del consumo y
parálisis de la inversión.

El gobierno reaccionó con
reflejos rápidos frente a la situación. Con
pragmatismo,
incrementó "transitoriamente" la tasa del impuesto al valor
agregado del 18% al 21%, interrumpió las rebajas en
las contribuciones patronales al sistema de la Seguridad
social, flexibilizó las normas de
asistencia a los bancos por parte del Banco Central y
convocó con éxito a
la comunidad de
negocios -en
especial bancos y las AFJP- para que financiaran al gobierno
mediante la compra de títulos públicos.

Pero el gran auxilio provino de los organismos financieros
internacionales. El ministro de Economía, que un
año antes había desairado al FMI interrumpiendo un
acuerdo vigente, rápidamente volvió sobre sus pasos
y obtuvo un paquete de ayuda de 2.400 millones de dólares,
a los que se sumaron los aportes del BID y el Banco Mundial,
formando una masa total de 4.200 millones de dólares. Esos
recursos y unos 1.000 millones provenientes de las
privatizaciones tuvieron un rol central para compensar los casi
9.000 millones de dólares de fuga de capitales. Los
argentinos, que en grandes contingentes se habían
acostumbrado a viajar al exterior, también hicieron su
aporte: el miedo los hizo gastar unos 700 millones menos que el
año anterior.

Hacia abril la crisis parecía en curso de estar
contenida. La convertibilidad había resistido y el
gobierno parecía más comprometido que nunca con el
sostenimiento de la paridad del peso. Los miles de familias y
empresas que
habían contraído deudas en dólares
suspiraron aliviados. En los bancos, los préstamos en
dólares ascendían a 27.000 millones y en los otros
circuitos
crediticios, como comercios, escribanías, cooperativas y
financieras también se acumulaban cuantiosas obligaciones.

La otra cara de la moneda era el mercado
de trabajo. En mayo de 1995 el desempleo alcanzó el 18,4%
y el subempleo el 11,3%. Más de cuatro millones de
personas tenían problemas
laborales y el poder adquisitivo del salario se
había deteriorado. De un modo todavía incipiente
comenzaba a aparecer en el sur del país el fenómeno
"piquetero", impulsado por un número creciente de
desocupados provenientes de la privatización de la
industria petrolera y la finalización de grandes obras
públicas. El 21 de junio de 1996 la ruta 22 fue cortada
por una semana por los piqueteros de Cutal-Co y Plaza Huincul,
marcando simbólicamente el inicio de un movimiento que
alcanzaría grandes dimensiones nacionales.

La Argentina estaba dividida entre
quienes se beneficiaban con la convertibilidad, quienes
dependían de que se sostuviera y quienes sufrían
sus efectos, cuestionaban el rumbo o repudiaban los
escándalos de corrupción que teñían la
acción
del gobierno.

El 14 de mayo de 1995 este balance fue
puesto a prueba en las elecciones presidenciales, en las que se
estrenaba la posibilidad de reelección consagrada en la
reforma constitucional del año anterior. El presidente
Menem renovó holgadamente su liderazgo con
el 51% de los votos.

Con el aval del electorado al gobierno, la crisis fue quedando
rápidamente atrás. El año cerró con
una caída del producto bruto
interno del 2,8%. El traspié pudo ser mayor, pero el
extraordinario desempeño de las exportaciones y un
descenso en las importaciones tuvieron un importante efecto de
amortiguación.

Un conjunto de factores se combinaron para que las
exportaciones crecieran un sideral 32% (5.000 millones de
dólares) respecto del año anterior, entre ellos un
aumento de los precios internacionales de los productos primarios
y una fuerte demanda de
Brasil, a cuyo
mercado los productos argentinos podían acceder sin
restricciones desde principios de 1995.

(1996-1999) El período posterior a la crisis
generada por el efecto "tequila" tuvo características
singulares. La recuperación fue rápida y vigorosa,
pero, a continuación, las debilidades del modelo se
impusieron definitivamente y se inició un irresistible
proceso de declinación.

En 1996 la economía creció
un 5,5%, al año siguiente la expansión fue del 8,1%
y a continuación se ingresó en un proceso recesivo
que bajó el ritmo al 3,9% en 1998 y se tornó en
franca depresión
en 1999, con una contracción del 3,4 por
ciento.

El tipo de cambio estaba ostensiblemente
"atrasado" y los viejos problemas de la economía argentina
volvían como un fantasma. A medida que la actividad
económica crecía, el país se inundaba de
bienes importados a una velocidad
mucho mayor que el crecimiento de las ventas al
exterior. Pero el fuerte ingreso de capitales, que en esos
años sumó 46.000 millones de dólares,
cubría con creces esa brecha.

El gobierno emitía bonos a
razón de unos 11.000 millones de dólares anuales
para sufragar el déficit fiscal y refinanciar vencimientos
de la deuda. Las inversiones directas sumaban unos 4.000 millones
por año y tenían por destino, fundamentalmente,
compras de empresas productivas existentes o entidades
financieras y las grandes empresas del sector privado tomaban
deuda en el exterior para financiar sus proyectos, en
mejores condiciones que en el mercado local.

En los tres años "postequila" la
deuda pública externa aumentó en 15.400 millones de
dólares y la privada en 25.300 millones. A fines de 1998
la deuda externa del país sumaba 139.000 millones de
dólares y tan sólo el pago de intereses demandaba
10.000 millones anuales.

La burbuja financiera impulsaba
nuevamente el crédito y con ello la construcción y
el consumo de bienes durables. La producción de hierro y
cemento se
expandía y las terminales automotrices rozaban el montaje
de medio millón de unidades. En el campo, la
modernización de los años previos y mejores precios
internacionales daban frutos: la cosecha 1997-1998 rindió
65 millones de toneladas, 44% más que tres años
atrás.

A pesar de estos resultados en el sector
productivo, en esencia -como se demostró más
adelante- la situación era frágil. El
déficit fiscal se había instalado nuevamente en la
agenda y con ello crecía la dependencia del mercado
internacional de capitales, a la par que las condiciones externas
empeoraban.

El segundo mandato del presidente Menem fue un período
turbulento. A lo largo de 1996 se conocieron varios
escándalos que conmocionaron a la opinión
pública, como la venta irregular de armas a Ecuador y
Croacia, las comisiones pagadas por la contratación de
servicios informáticos entre la empresa IBM,
el Banco Nación
y la Dirección General Impositiva y el pago de
reintegros de impuestos a
supuestas exportaciones de oro que no eran tales.

A su vez la situación social seguía sin mejorar,
con una tasa de desocupación del 17,1% en mayo de 1996.
Pocos días después que se diera a conocer esta
cifra se celebraron elecciones para elegir por primera vez Jefe
de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires
(antes de la reforma constitucional se elegía un Alcalde)
y el candidato radical Fernando de la Rúa triunfó
con casi el 40% de los votos, mientras el justicialismo
protagonizaba su peor derrota desde 1983.

La crisis de 1995 y la persistencia de
los desequilibrios externos también habían puesto
en tela de juicio la vigencia de la convertibilidad. La nueva
tesis del
equipo económico y de los economistas afines se basaba en
que para mejorar la competitividad de la economía
debía lograrse una deflación de precios y salarios, es
decir una rebaja lisa y llana de los mismos. Era una suerte de
camino indirecto para modificar el tipo de cambio, que no
tenía aval serio en la teoría
económica y que nunca había sido un camino exitoso
de recuperación de ninguna economía. El gobierno se
embarcó en ese absurdo empeño y el ministro de
Economía impulsó gravar impositivamente los pagos
complementarios de los salarios que se realizaban mediante los
denominados "tickets canasta", a lo que se sumó una rebaja
de las asignaciones familiares para los salarios por encima de
mil pesos.

La medida generó una fuerte reacción negativa en
toda la sociedad y
abrió una brecha en la relación del gobierno con la
dirigencia sindical, que a su vez enfrentaba fuertes
cuestionamientos internos por su inacción frente al
deterioro de la situación social. La respuesta de la CGT
fue la convocatoria a un paro
general.

Este episodio colocó en un sendero sin retorno a la
conflictiva relación que el Presidente y su ministro de
Economía mantenían desde largo tiempo. A fines de
julio, Menem despidió a Cavallo. Era una prueba de fuego
sobre la que había corrido ríos de tinta, pero en
lo inmediato el gobierno la superó sin demasiados
problemas.

El presidente convocó como nuevo
ministro a Roque Fernández hasta entonces al frente del
Banco Central. La presencia de un nuevo ministro no logró
detener la realización del paro general que tuvo lugar con
alto acatamiento el 8 de agosto de 1996.

En medio del escepticismo de la mayor parte de la dirigencia
política y
empresarial, Fernández lanzó un paquete de medidas
para enderezar la situación fiscal. Se trataba de un
clásico plan de ajuste de esos que se suponía que
los cambios estructurales habían dejado atrás para
siempre: aumento de los precios de los combustibles,
extensión del impuesto al valor
agregado a rubros no cubiertos, modificación del impuesto
a las ganancias y rebaja de la devolución de impuestos a
las exportaciones.

El paquete enfrentó fuetes resistencias
en todos los sectores, pero, con algunas mutilaciones, fue
finalmente aprobado por el Congreso, que también
convalidó nueva emisión de deuda para financiar el
déficit, sin precedentes durante la convertibilidad, de
más de 5.000 millones de dólares. La
aprobación del paquete también permitió
recomponer las relaciones con el FMI.

Parado sobre el "rebote" de la
economía luego de la crisis mexicana y un cuantioso
ingreso de capitales, el gobierno pudo afrontar en apariencia sin
demasiados costos una
seguidilla de crisis en el Sudeste Asiático, que
afectó a distintas economías con sistemas de tipo
de cambio fijo frente al dólar.

Fue como un gran "tsunami financiero",
que comenzó en enero de 1997 con un ataque especulativo
sobre el bath, la moneda de Tailandia. Al principio la crisis fue
sofocada, pero en mayo recrudeció y en los meses
siguientes se extendió a Filipinas, donde las autoridades
dejaron flotar el peso, a Malasia -que también
siguió un camino similar con el ringgit- y a Indonesia,
cuya rupiah se desplomó en agosto. La ola también
abarcó a Singapur, Taiwán y Corea. Sólo Hong
Kong superó con éxito el desafío.

Se trataba, sin dudas, de una nueva señal de alerta,
que nuevamente fue ignorada, mientras ese año el
déficit fiscal sumaba otros 4.000 millones de
dólares.

En su informe sobre la
economía
mundial de mayo de 1998, el FMI presentó un análisis detallado de las causas de la
crisis en Asia y las
enseñanzas para otros países, uno de sus
párrafos más interesantes planteaba:

En algunos casos debe considerarse la posibilidad de modificar
el régimen de tipo de cambio. Los tipos de cambio fijos,
las uniones monetarias y las cajas de conversión han sido
muy útiles en muchos países (.) pero se han tornado
difíciles de mantener (.) Para algunas economías el
balance entre costos y beneficios puede estar cambiando a favor
de mayor flexibilidad en el manejo del tipo de cambio (.) La
salida debería ocurrir en un período de relativa
calma (.)

Lamentablemente el FMI no fue demasiado consecuente con sus
propios análisis en relación con la Argentina.

En agosto de 1998, la crisis sumó
una nueva víctima, Rusia, y la
preocupación por la estabilidad financiera internacional
pasó al primer plano de la agenda mundial. Para ese
entonces los mercados
financieros internacionales estaban cerrados para la
Argentina y el ministro Fernández buscaba desesperadamente
cómo financiar la brecha fiscal.

Eludiendo cualquier cambio de fondo, el
gobierno optó otra vez por redoblar la apuesta y procurar
convencer al mundo de que la Argentina era un caso diferente. La
estrategia de la
diferenciación tuvo su punto culminante cuando el
Presidente logró un espacio inusitado en la asamblea anual
conjunta del FMI y el Banco Mundial. Hablando en la sesión
inaugural -el 6 de octubre de 1998- frente a un auditorio colmado
que acababa de escuchar al presidente Clinton, Menem
destacó los logros de su gobierno e invitó al resto
del mundo a seguir el camino de la Argentina para superar la
crisis internacional. Más aún, como prueba de
fortaleza aumentó en mil millones de dólares la
cuota del país ante el FMI. Fue ovacionado.

La situación era bastante
surrealista, porque el día anterior el ministro de
Economía había anunciado en Washington que las
necesidades financieras de 5.700 millones de dólares para
los próximos seis meses serían cubiertas con
desembolsos del BID y del Banco Mundial, colocaciones de
títulos en las AFJP y un aporte simbólico de
algunos bancos internacionales.

La rutilante actuación
internacional del gobierno no dejó de lado ese año
otros destinos estratégicos como Francia y el
tan ansiado viaje oficial a Gran Bretaña.

Pero la realidad cotidiana de la
economía iba en dirección opuesta a los discursos del
Presidente y su ministro de Economía. El gobierno
insistía en un proyecto de flexibilización del
mercado de trabajo y en concluir el proceso de privatizaciones,
mientras en el último trimestre del año la
economía se precipitaba en una franca depresión,
acuciada por un menor ingreso de capitales, el aumento de la tasa
de interés y el enorme desequilibrio externo.

En el sistema financiero también
habían sonado señales
de alarma. El Banco Central, encabezado por Pedro Pou desde que
Roque Fernández se hiciera cargo del Ministerio de
Economía, había adoptado una política de
supuesto fortalecimiento de la solvencia de los bancos y de
control de sus
operaciones.
Su tesis central era que el sistema sería más
sólido si estaba conformado por un número menor de
entidades y con mayor presencia de capitales
internacionales.

La solidez del sistema era en realidad
incierta para el público. Entre 1996 y 1998 se cerraron
once bancos, lo que indujo a los depositantes a concentrar sus
depósitos en las entidades que aparecían como las
más solventes y por ende -como una profecía
autocumplida- a debilitar a los bancos más
pequeños.

Algunos cierres de bancos revelaron
deficiencias en los controles del Banco Central, arbitrariedad,
escasa transparencia en los procedimientos y
débil capacidad para prevenir crisis.

El gobierno había ingresado
definitivamente en una etapa sombría. Los logros de la
convertibilidad se desvanecían, los costos sociales del
modelo se profundizaban y los escándalos se
multiplicaban.

A fines de 1998 la gestión
de Menem merecía un 64% de rechazo en la opinión
pública y sólo el 8% de los encuestados consideraba
que se debía mantener el rumbo
económico.

Casi simultáneamente con el
estallido de la crisis en Rusia, la economía argentina
ingresó en agosto de 1998 en una recesión de la que
sólo comenzaría a emerger cuatro años
después, tras el colapso de la convertibilidad. La inercia
de crecimiento de la primera mitad del año permitió
que el producto bruto
aumentara todavía un 3,9% durante 1998.

El 13 de enero de 1999 Brasil
decidió devaluar su moneda. El Real se precipitó en
caída y unos pocos días después el gobierno
brasileño resignó toda pretensión de control
y dejó flotar el tipo de cambio.

Fue un cimbronazo fuerte para la
convertibilidad. La discusión acerca del futuro del
sistema se generalizó en todos los círculos, tanto
en el país como en el exterior.

En un primer momento el gobierno
vaciló. La posibilidad de que la convertibilidad iniciara
un camino crítico irreversible era cierta. Finalmente el
presidente Menem optó por huir hacia adelante proponiendo
la dolarización no sólo de la
Argentina, sino de todo el Mercosur.

Para el gobierno brasileño, que se debatía en el
peor momento de la crisis, la imprudente intromisión
argentina no podía ser más inoportuna. Al interior
del país, la propuesta desató una polémica
que reconocía varios ángulos, pero, como de
costumbre, ningún debate profundo. Es que adoptar una
moneda extranjera constituye un hecho excepcional en materia
económica y significa que el país se sujeta
necesariamente a la política
monetaria del país cuya moneda adopta. Es decir que
si, por ejemplo, Estados Unidos decidiera una política de
dólar alto, ésta se aplicaría para la
Argentina, aun cuando pudiera desalentar las exportaciones y
favorecer las importaciones del país.

En la opinión pública, estas complejidades
técnicas eran una cuestión remota y
las posiciones se dirimían alrededor de otros ejes. Una
parte de la sociedad veía como la "entrega final" dejar de
tener una moneda propia. A otros les importaba menos este costado
simbólico y les seducía cobrar sus salarios en
dólares, lo que les aseguraba poder seguir pagando con
normalidad sus préstamos en la misma moneda…

A poco de producirse el anuncio de Menem, el presidente del
Banco Central, Pedro Pou formalizó una propuesta de
dolarización más estructurada, que involucraba un
Tratado de Asociación Monetaria con Estados Unidos. El
tratado debía tener jerarquía constitucional, es
decir ser aprobado por los dos Congresos. Sorpresivamente, en la
presentación de la propuesta, Pou expresó como
fundamento de la iniciativa que en los años transcurridos
"no se logró una total credibilidad en la convertibilidad
(.) no hay contratos en
pesos a más de tres años". La afirmación
reflejaba verazmente la realidad. A algunos miembros del gobierno
no les gustó.

Por esos mismos días se realizaba en la ciudad suiza de
Davos la reunión anual del foro de la Economía
Mundial. Allí, un periodista del diario "La Nación"
le preguntó al subsecretario del Tesoro de Estados Unidos,
Larry Summers sobre esta iniciativa. Su respuesta fue: "La
dolarización es sexy. Es una idea que tiene la ventaja de
ser original, atractiva y fácilmente comprensible para
todo el mundo". Pero invitado a pronunciarse más
seriamente sobre su factibilidad
respondió diplomáticamente: "Tengo mis dudas".

La iniciativa de la dolarización mereció incluso
atención en el Congreso de los Estados
Unidos. En un informe del Comité de Asuntos
Económicos se afirmaba:

De los 13 países oficialmente que son independientes,
Panamá
es varias veces más grande en población y
economía que todos los demás combinados. Para 1997,
Panamá
tenía 2,7 millones de habitantes y un producto bruto
interno de 8.700 millones de dólares. Los países
independientes dolarizados usan ya sea la moneda de un
país grande o, en el caso de las islas del Océano
Pacífico, las monedas de la ex metrópoli. La
dolarización oficial es rara hoy en día, excepto
entre países muy pequeños, por el simbolismo
político que representa la moneda nacional y por factores
económicos tales como los costos que se supone acarrea la
dolarización. Argentina tiene 33 millones de habitantes y
un producto bruto interno de cerca de 300.000 millones, de manera
que la dolarización oficial sería un salto de
gigante comparado con los países donde existe
actualmente.

Finalmente, el gobierno desechó la idea y se dispuso a
transitar los últimos meses de gestión por canales
más convencionales.

El enfoque continuó abaratando costos laborales
mediante la disminución de aportes patronales y la
flexibilización de las condiciones de trabajo.

Cuando en diciembre de 1999 el
presidente Menem entregó el mandato a su sucesor, Fernando
de la Rúa, la economía se encontraba en una crisis
profunda.

El año cerraba con una
caída del producto interno
bruto del 3%, el déficit fiscal alcanzaba siderales
11.788 millones de dólares, la desocupación era
casi del 14% y los índices de pobreza llegaban
al 36%.

Los vencimientos de la deuda eran
impagables y el mercado internacional de capitales continuaba
inaccesible para la Argentina. A esas alturas era evidente que la
convertibilidad difícilmente podía
mantenerse.

La campaña presidencial de 1999 estuvo teñida
por dos cuestiones fundamentales: la habilitación para que
el presidente fuese reelecto por tercera vez y la
definición del rumbo de la convertibilidad por parte de
los candidatos.

Finalmente la Cámara Nacional Electoral resolvió
que, aun cuando Menem ganara las elecciones internas de su
partido, no podría ser candidato a la presidencia.

Con aire
distraído, el Presidente manifestó que estaba
"autoexcluido" de la contienda. La superación del intento
de tercera reelección trajo al primer lugar en la agenda
la cuestión económica. Desde el inicio de la
campaña la preservación de la convertibilidad se
había constituido en una suerte de acto de fe de los
candidatos. Las plataformas electorales de los principales
partidos mostraban un compromiso firme con el sostenimiento de la
paridad uno a uno, aunque en círculos especializados del
país y del exterior hacía tiempo que el tema era
objeto de un debate, que de tanto en tanto trascendía a la
prensa por
períodos cortos.

Mientras esto ocurría a nivel público, en los
equipos económicos de los principales candidatos se
vivía una situación singular. Poco a poco se fue
instalando un largo peregrinaje de representantes de los bancos
de inversión internacionales que proponían, con
extraordinaria homogeneidad, el camino que debía seguir el
futuro gobierno.

El eje conductor del razonamiento era
que la deuda externa argentina era impagable sin una amplia
reestructuración que alargara los plazos
considerablemente. Abundante material distribuido en reserva
mostraba de un modo contundente estos hechos.

La solución que se
proponía no era -desde luego- el "default" de la deuda,
sino un proceso de reestructuración voluntaria; es decir
que el país canjeara en el mercado los títulos de
vencimiento a
corto plazo por otros con un horizonte más compatible con
las posibilidades de pago del país.

La cuestión era que, para que
este proceso voluntario tuviera lugar, se requería que el
país recorriera previamente un sendero que lo mostrara
confiable ante el mundo financiero. En lenguaje
técnico, era necesario que los bonos argentinos fueran
declarados como "investment grade" (o grado de inversión),
lo que significaba que fueran aptos para ser incluidos en las
carteras internacionales de inversión.

Para ello, el futuro gobierno
debía realizar un profundo ajuste fiscal que demostrara su
voluntad de erradicar el déficit crónico en las
cuentas públicas y asegurara capacidad de repago de los
compromisos externos.

Si estas condiciones se daban, los
bancos de inversión ofrecían ocuparse de este
proceso de canje, que, desde luego, supondría importantes
comisiones por sus servicios profesionales.

Probablemente el
conocimiento sobre la existencia de estos planes y la
necesidad de repuntar en las encuestas
jugaron un rol importante en la decisión del candidato
justicialista Eduardo Duhalde de poner sobre la mesa,
abiertamente, la discusión sobre el pago de la deuda
externa.

Hacía tiempo que Duhalde había comenzado a
plantear que el modelo menemista de la década del 1990
"estaba agotado", aunque pocas precisiones había hecho
acerca de los cambios que, en su opinión, se
requerían. Pero en mayo, en una conferencia de
prensa. planteó la necesidad de una renegociación
de la deuda a nivel regional (es decir, de manera conjunta en el
Mercosur) y desató una serie de críticas sobre el
FMI.

En lo inmediato, estas declaraciones
generaron considerable agitación en el mundo
político y en los mercados. El panorama se agravó
cuando, pocos días después, el célebre
financista internacional George Soros declaró a la prensa
que el peso argentino estaba sobrevaluado.

Aunque -por convicción o cautela-
la mayoría de los economistas se manifestaban contrarios a
una devaluación, algunos de los más
prestigiosos a nivel internacional se animaron a plantear con
bastante claridad lo crítico de la
situación.

Uno de ellos, Paul Krugman, un famoso
académico., también coincidió en que el peso
estaba sobrevaluado. Cuando el periodista que lo entrevistaba le
preguntó: "¿La convertibilidad puede durar 4
ó 5 años más?", contestó sin dudar:
"Yo estaría muy sorprendido si persistiera en el
tiempo".

Jeffrey Sachs, otra estrella de la
economía mundial., que también fue convocado a
comentar las afirmaciones de Soros, dijo:

Probablemente está expresando una
opinión muy generalizada entre los inversores sobre
Argentina (.) Por muchos años mi visión ha sido que
el peso estaba sobrevaluado. Esto significa que Argentina es un
país muy caro en dólares, comparado con otros
países de similares niveles de tecnología y productividad (.)
Si Argentina no estuviera atada a la convertibilidad, el peso se
devaluaría entre un 20 y un 25 por ciento.

La polémica desatada se introdujo de lleno en la
Convención de la Unión Cívica Radical, que
también ratificó el compromiso con la
convertibilidad.

En el mundo empresarial, la alarma se transformó en una
amplia iniciativa en defensa de uno a uno. A principios de junio
la Asociación de Bancos de la Argentina (ADEBA)
organizó, bastante de apuro, un seminario en el
que participaron los principales exponentes del mundo financiero,
incluyendo los candidatos a ministros de Economía de los
principales partidos. Desde distintos ángulos, la defensa
de la convertibilidad tiño de homogeneidad los
discursos.

El punto culminante de esta "batalla por
la convertibilidad" tuvo lugar en un seminario organizado por el
banco de inversión Goldman Sachs a fines de julio en Nueva
York. Allí, nuevamente, los expositores -incluyendo los
principales referentes económicos de los partidos-
cerraron filas alrededor del tipo de cambio fijo y se mostraron
proclives a que, después de las elecciones, las distintas
fuerzas políticas
establecieran acuerdos firmes sobre los principales lineamientos
económicos.

El mundo de los analistas financieros
internacionales tiene reglas muy especiales. El periodista
estadounidense Paul Blustein refleja muy bien esta peculiaridad a
través de una suerte de "confesión" de uno de
ellos:

Hay mucho de autocensura (.) Es
así, si uno tiene algo bueno para decir debe hacerlo, pero
si lo que hay que decir es malo, simplemente se debe mantener la
boca cerrada. Con las comisiones de por medio, los bancos de
inversión te matarían. Si el ministro de
Economía de un país enloquece con uno, eso
podría significar perder muchos negocios e, incluso aunque
tu comentario no fuera la causa, la gente de tu firma
podría culparte por no haber obtenido esos negocios. Uno
no quiere estar en esa posición, especialmente cuando
llega el momento de cobrar el bono anual.

Así que la situación a mediados de 1999 era uno
de esos momentos en que la verdad cede paso a la conveniencia en
las manifestaciones públicas, mientras que en los pasillos
de los eventos y en las
reuniones privadas que siempre los acompañan, el clima que
se vivía era diferente. La devaluación en Brasil
era una evidencia demasiado fuerte como para ser ignorada. En voz
baja, además, muchos banqueros elogiaban la
valentía del presidente Cardoso y, en especial, la
posibilidad que le había dado a gran parte de los
inversores de retirar sus fondos intactos antes de formalizar la
devaluación.

Así, en medio de ambigüedades y dobles discursos,
la campaña fue encauzándose hacia el día de
la elección. El ganador tendría por delante la
tarea de enfrentarse a una realidad ineludible, que una suerte de
conspiración colectiva había negado: la
convertibilidad estaba herida de muerte.

Las elecciones presidenciales del 24 de octubre de 1999
consagraron al binomio Fernando de la Rúa-Carlos
Álvarez como claro triunfador con un 48,4% de los
votos.

Entre la emisión y la deuda (Bernanke y más
allá. ¿la hiperinflación?)

– Autoridades de finanzas del
G-20 presionan a EEUU para que repare su sector bancario (The
Wall Street Journal – 16/3/09)

(Por Damian Paletta y Stephen Fidler)

Horsham, Reino Unido.- Representantes del gobierno
estadounidense llegaron a la cumbre de ministros de
economía del Grupo de los
20 (G-20) con la idea de persuadir a otros países a que
inicien una nueva ronda de gasto. No obstante, terminaron el
encuentro sintiendo la presión
internacional para que reparen el debilitado sector bancario de
Estados Unidos.

Tras cordiales apretones de mano y fotografías en
grupo, el secretario del Tesoro de EEUU, Timothy Geithner,
salió corriendo hacia Washington, D.C. para iniciar un
período frenético de 17 días en antesala a
la cumbre de mandatarios del G-20 a realizarse el 2 de abril en
Londres, al que asistirán el Presidente Barack Obama y
otros líderes mundiales.

El revés refleja los límites
del poder de EEUU sobre el mundo en momentos en que sale de los
escombros de la crisis financiera. Muchos países,
incluidos sus aliados, están aumentando la presión
sobre EEUU para que solucione el caos que creen ayudó a
crear.

Las acciones de
Geithner en las próximas dos semanas serán
escudriñadas tanto por Wall Street como por los mercados
financieros globales, que siguen escépticos de que el
gobierno de Obama pueda sacar al mundo del hoyo económico
en el que se encuentra.

"Es natural que el mundo busque liderazgo en EEUU en cualquier
conferencia financiera internacional", dice Daniel Price, un alto
ejecutivo sobre temas globales de la firma de abogados Sidley
Austin LLP. "Las expectativas son altas para que EEUU arme un
ambicioso plan tanto para rescatar a los bancos como para
delinear una agenda de reforma regulatoria más
amplia".

En los días previos a la cumbre de líderes,
Geithner planea ofrecer detalles de dos de las principales armas
del gobierno para calmar los mercados financieros: su sociedad
para comprar activos tóxicos y su plan para reforzar la
eficiencia de
la supervisión bancaria.

En la reunión del G-20, los ministros de finanzas y
presidentes de bancos centrales acordaron ejercer
políticas monetarias y de expansión fiscal "hasta
que el crecimiento se haya restaurado", pero no apoyaron una meta
de crecimiento específica -equivalente al 2% del PIB– propuesta
la semana pasada por EEUU.

Los participantes del encuentro también acordaron una
serie de medidas para aumentar la ayuda financiera a los
países en desarrollo a
través de donaciones al Fondo Monetario
Internacional, y para mejorar la regulación
financiera, incluyendo requerir el registro de los
fondos de cobertura y sus gestores.

Los participantes comunicaron su grata sorpresa ante la unidad
de intención del encuentro, dados los comentarios previos
de los alemanes y los franceses que rechazaban los llamados de
EEUU para adquirir mayores compromisos en expansión
fiscal. Pero también quedó claro que el gobierno
estadounidense está muy lejos de calmar los temores acerca
del sector bancario, algo que surgió como un sorprendente
punto de tensión durante las negociaciones.

Se espera que esta semana Geithner ofrezca más detalles
sobre su controversial plan para crear una sociedad entre el
gobierno e inversionistas privados para comprar activos
tóxicos que están minando las finanzas de los
bancos. El plan podría intentar liberar al sector bancario
de entre US$ 500.000 millones y US$ 1 billón
(millón de millones) en activos en problemas. Luego, se
espera que Geithner presente un plan aparte para mejorar la
eficiencia en la supervisión de los mercados financieros,
cuya falta de rigor, dicen los críticos, permitió
que varios conglomerados financieros tambalearan y otros
colapsaran.

Monografias.com

Funcionarios del Departamento del Tesoro de EEUU han trabajado
durante semanas en su plan para una mejor supervisión. Su
propuesta pediría una supervisión más eficaz
del riesgo entre todos los mercados financieros, un papel que,
sugirió Geithner, podría ejercer la Reserva Federal
mejor que nadie.

El plan también recomendaría un mecanismo para
reducir el tamaño de grandes compañías
financieras que no son supervisadas por la Corporación
Federal de Seguros de Depósitos Bancarios, analizar las
estructuras de
compensación que pueden amenazar la estabilidad de las
compañías, y reforzar las leyes de protección
al consumidor.

Una parte central del plan sería endurecer los
requisitos para que los bancos obtengan nuevo capital con el
fin de desanimar el riesgo excesivo y elevar las reservas de los
bancos.

Por su parte, EEUU enfrentó una mayor presión de
sus aliados para arreglar su alicaído sistema bancario.
"Algunos países no han reparado su sector bancario", dijo
durante la cumbre el ministro de Finanzas de Canadá, Jim
Flaherty, en lo que pareció una referencia a EEUU.

– EEUU busca reglas financieras más estrictas (The Wall
Street Journal – 16/3/09)

(Por Damian Paletta)

El gobierno de Estados Unidos, a un ritmo cada vez más
acelerado, ha esbozado los principales puntos de su plan para
reformar la supervisión del mercado financiero. Los
cambios se sentirían en toda la economía, afectando
desde las operaciones de los bancos internacionales hasta la
protección al consumidor.

Las propuestas incluyen otorgarle nuevos poderes a la Reserva
Federal (Fed), entre ellos la autoridad de
monitorear y abordar los riesgos en
toda la economía, dicen personas al tanto de la
cuestión. Se espera que las propuestas incluyan
requerimientos de capital más estrictos para los grandes
bancos y la autoridad para que los reguladores puedan tomar el
control de una firma financiera que esté en problemas.

"Queremos acelerar el ritmo de cambio en la agenda de
reforma", señaló el secretario del Departamento del
Tesoro, Timothy Geithner, en una entrevista
después de una reunión el fin de semana entre los
ministros de finanzas y banqueros centrales del Grupo de los 20
países industrializados y emergentes. En la reunión
celebrada en las afueras de Londres, Geithner fue presionado para
que EEUU tome medidas en el ámbito regulatorio. El
objetivo del
gobierno de Barack Obama es presentar sus propuestas antes de que
los jefes de estado del G-20 se reúnan el 2 de abril.

Obama ha propuesto una reforma regulatoria como una forma de
prevenir otra crisis financiera en el futuro. Muchos
demócratas y algunos republicanos le echan parte de la
culpa de la actual crisis a una supervisión laxa, mal
dirigida y débil.

Algunos elementos de la reforma aún no son claros, en
particular si el gobierno dejará que los fiscales
generales de los estados puedan procesar a los bancos nacionales.
Tampoco es claro si el gobierno exigirá restricciones
sobre la remuneración de los ejecutivos bancarios.

Se espera que Geithner proponga que el gobierno tenga completa
autoridad sobre todos los productos financieros comercializados a
los consumidores, incluyendo la consistente aplicación de
las leyes de protección al consumidor en relación a
las hipotecas y las tarjetas de
crédito.

Geithner ha indicado que quiere que los cambios se produzcan
en coordinación con otros países.
Aún así, es probable que cada uno implemente nuevas
regulaciones financieras por su cuenta. Existen grandes
diferencias sobre cuánto habría que regular a
actores financieros como los fondos de cobertura. Alemania y
Francia quieren una supervisión mucho más estricta
que EEUU.

"Vamos a ser ambiciosos, pero vamos a trabajar con ellos",
dijo Geithner.

Uno de los principales componentes del plan sería una
nueva palanca para la Fed, que ya dirige la política
monetaria y ha acumulado grandes poderes desde que empezó
la crisis financiera.

La dispersa estructura de
la regulación de los servicios financieros ha significado
que ninguna institución tiene la capacidad de supervisar
los mercados de manera amplia para reconocer señales de
riesgo sistémico, como las gigantescas apuestas hechas por
los bancos de inversión en deuda hipotecaria. Geithner
quiere que la Fed tenga autoridad para hacer eso.

Cualquier posible reforma sería controversial ya que
varias agencias regionales y centrales que supervisan los
servicios financieros normalmente compiten por conseguir
más territorio.

– Otros bancos centrales siguen el ejemplo de la Fed, pero su
munición podría ser insuficiente (The Wall Street
Journal – 16/3/09)

(Por David Gaffen)

La semana pasada, dos bancos centrales tomaron una postura
más agresiva para combatir la desaceleración
económica global, respondiendo de forma similar a la
Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). Al igual que la
experiencia de la Fed, algunas de las medidas probablemente
serán efectivas y otras no tanto.

Dos elementos clave aumentan la efectividad de las medidas de
los bancos centrales de Suiza y el Reino Unido: la oportunidad y
la cantidad.

Sin embargo, aún hay preocupaciones de que el impacto
de estas políticas sea efímero debido a los
limitados balances de los que disponen los bancos centrales,
particularmente en el mercado de divisas.

El Banco Nacional Suizo intervino para debilitar su moneda
porque está preocupado por la deflación y la
apreciación del franco, mientras que el Banco de Inglaterra
anunció planes para comprar 75.000 millones de libras
esterlinas (US$ 104.840 millones) en bonos del gobierno
británico para intentar impulsar sus precios en el mercado
de deuda.

Tanto el banco suizo como el británico "quiere realzar
el efecto de políticas monetarias que han llegado a
llegado a su fin en cuanto a las tasas de
interés, pero quieren volverse más
expansionistas", señala Ulrich Leuchtmann, director de
investigación de divisas del banco
alemán Commerzbank, de Fráncfort.

En el caso de Suiza, la elección del tiempo es la
clave. La medida fue una sorpresa; fue la primera vez desde 1992
que el país intervino en los mercados de divisas. El
impacto se sintió en Europa oriental,
donde las divisas se apreciaron con respecto al franco suizo, una
buena noticia ya que en los últimos años muchos
ciudadanos de los países del este pidieron
préstamos en francos. A medida que sus monedas nacionales
han caído, sus deudas han aumentado.

Leuchtmann dice que los suizos tienen la ventaja de querer
debilitar su moneda, lo cual se puede lograr imprimiendo dinero.
Aquellos que intentan apuntalar una divisa en caída tienen
más dificultades. Hace poco, Rusia usó más
de US$ 200.000 millones en reservas y ahora parece haber
estabilizado el rublo dentro de una nueva y banda de cambiaria
ultra ancha. Islandia, por su parte, hizo un débil intento
por sostener su divisa cuando reventó su burbuja
financiera el año pasado.

Las medidas del Banco de Inglaterra utilizan el factor
cantidad: 75.000 millones de libras. El Reino Unido quiere hacer
que bajen los rendimientos y tiene unos 500.000 millones de
libras en bonos soberanos en circulación, según el
banco suizo UBS. Alan Levenson, economista en jefe de la firma de
gestión de inversiones T. Rowe Price Associates, afirma
que "el programa del Banco de Inglaterra es una considerable
parte del mercado de bonos británicos que está
comprando… va a ser bastante difícil (para la Fed)
controlar la oferta de
bonos del Tesoro en circulación".

Quizás sea por esto que la Fed se ha resistido a tal
medida y, en cambio, se ha concentrado en establecer
líneas de crédito y un programa para comprar US$
600.000 millones en valores
respaldados por hipotecas.

Aun así, cambiar la naturaleza
esencial de ese mercado en los próximos meses va a ser
suficientemente difícil.

– Bernanke: "Hemos evitado la depresión" (Cinco
Días – 16/3/09)

El programa de la CBS, 60 minutos, emitió ayer la
primera entrevista con un presidente de la Reserva Federal en 20
años. Ben Bernanke dijo que gracias a las sucesivas
intervenciones "hemos evitado la depresión" e
insistió en que era fundamental estabilizar el sistema
financiero para conseguir la recuperación. El presidente
de la autoridad monetaria cree que este año se
pondrá fin a la recesión en EEUU y que en 2010
llegará la recuperación. En el lado negativo,
Bernanke no ve una rápida solución al paro.

(Por Ana B. Nieto)

Ben Bernanke aceptó la propuesta de conceder una
entrevista porque "estos son tiempos extraordinarios y me da una
oportunidad para hablar a América
directamente". Scott Pelley, periodista de 60 Minutes
había solicitado esa oportunidad hacía un
año y el portavoz del presidente de la Fed se había
reído al recibirla. La autoridad monetaria no concede
entrevistas.
Pero Bernanke, lo hizo coincidiendo con el primer aniversario de
la desaparición de Bear Stearns.

El presidente de la autoridad monetaria dijo que se ha evitado
una depresión gracias a la intervención pero que
ahora "hay que hacer que la economía funcione
apropiadamente de nuevo". Bernanke cree que la espiral
destructiva de la recesión se detendrá en 2009 y
que el año que viene se empezará a salir de ello.
No obstante, el optimismo no le llega para augurar una
rápida mejora en un mercado laboral que
afronta una tasa de paro oficial del 8,1%. "Si duda la tasa de
paro va a ser más alta de lo que es ahora". Tras la breve
recesión de 2001, el mercado laboral se tomó casi
dos años para empezar a crear nuevos puestos de
trabajo.

Bernanke habló largo y tendido de banca y del sistema
financiero insistiendo en varias ocasiones en que lo más
importante era restablecer su salud y estabilidad. "Hemos
visto algún progreso en los mercados financieros pero
hasta que no lo tengamos estabilizado y funcionando con
normalidad no vamos a ver ninguna recuperación". "Tenemos
un plan y estamos trabajando en ello", explicó.

De momento, la Fed ha dicho que ningún gran banco que
pueda dar lugar a un riesgo sistémico va a caer y ha
puesto en marcha acciones de urgencia destinadas a proveer de
liquidez al sistema. Por su parte, el departamento del Tesoro
está planificando un plan de rescate, del que no se tienen
muchos detalles, pero que empieza con una prueba sobre la
resistencia de
la banca para hacer frente a una economía en
recesión (stress tests). El
presidente de la Fed, que ha encontrado en el Congreso duras
críticas a la intervención advirtió ayer que
el mayor riesgo que existe ahora mismo en la economía es
la "falta de voluntad política, que no tengamos el
compromiso para resolver el problema y que lo dejemos continuar".
"En ese caso", advertía, "no podemos contar con una
recuperación".

Bernanke dijo tener simpatías con las críticas
de los ciudadanos, la llamada Main Street, a los sucesivos planes
de rescate de Wall Street. "Yo provengo de Main Street, nunca he
trabajado para Wall Street y la única razón por la
que me preocupo por ellos es porque lo que pasa en Wall Street
afecta a Main Street" y se necesita que el crédito fluya
de nuevo.

El presidente de la Fed dijo que en Octubre del año
pasado se estuvo muy cerca del abismo. "El Congreso pasó
una legislación dio poder al Tesoro para capitalizar la
banca en la primera semana de octubre (el TARP) y en la segunda
semana la crisis llegó a su pico. Si no se hubiera tenido
ese poder el resultado habría sido mucho peor". Bernanke
asegura que ahora mismo no hay ningún banco insolvente
pero que los stress tests
determinarán si necesitan estar mejor capitalizados en
escenarios más adversos.

Durante la entrevista,
el hombre que
más influencia tiene en los designios de la
política monetaria de EEUU, mostró una cara muy
optimista y dijo que ya hay señales de mejora en los
mercados aunque admitió que la clave para restablecer la
normalidad es acabar con el miedo y devolver la confianza. "Para
conseguir que esta vuelva, lo mejor es mostrar que estamos
progresando".

La señal más clara de que la estabilidad se
está logrando será cuando un gran banco logre
captar capital privado. "Hasta ahora el dinero
privado está aparcado esperando. No saben lo que valen los
bancos y si son estables por eso no están dispuestos a
poner su dinero en la banca", explicó.

Bernanke admitió que se han cometido fallos de
supervisión y que se necesita una regulación
más comprensiva e incluso un regulador
sistémico.

Como ya hiciera en una reciente comparecencia ante el
Congreso, el presidente de la Fed dijo estar muy frustrado con
AIG. "Colgué violentamente el teléfono un par de veces cuando
hablábamos de AIG". Bernanke reconoció que es
"absolutamente injusto que los dólares de los
contribuyentes se dediquen a sustentar una compañía
que hizo unas apuestas terribles y operaba fuera del radar de los
reguladores". Pero no había opción. Si no se
estabilizaba el riesgo no era solo para el sistema financiero
sino para toda la economía.

Abrir las puertas de la Fed

Por primera vez, se vio en la
televisión al presidente de la Fed paseando por el
impresionante edificio en el que se toman las decisiones sobre
política monetaria. El monumental edificio se
construyó en 1935, cuando le país lidiaba con la
Gran Depresión que entonces la autoridad monetaria no supo
controlar según Ben Bernanke.

Esta vez se están haciendo las cosas de distinta manera
y se están dedicando muchas horas a buscar una
solución a la crisis. Los empleados de la Fed trabajan
casi 80 horas a la semana y en el despacho del presidente hay un
sillón en el que dice que ha echado alguna cabezada por la
noche o incluso los fines de semana.

Bernanke fue con 60 Minutes a Dillon, Carolina del Sur, el
pueblo donde su familia,
emigrantes judos de Europa del Esta se establecieron. Su abuelo
tenía una droguería que ahora es un restaurante. El
presidente de la Fed, que cuando era adolescente reveló su
buena mano para las matemáticas, fue aceptado en Harvard para
disgusto de sus padres que veían Boston como un lugar muy
lejano. Bernanke dijo que además su madre estaba
preocupada porque no tenía ropa adecuada para esa universidad. Con
todo, sus padres echaron mano de sus ahorros para pagarle sus
estudios y él contribuyó trabajando en la
construcción y en un restaurante mejicano (poncho
incluido).

– Bernanke habla claro: La FED está "imprimiendo
dinero" (Libertad Digital – 17/3/09)

La entrevista al presidente de la Reserva Federal de EEUU
(Fed), Ben Bernanke, en 60 minutes se centró en sus
previsiones sobre el fin de la crisis. Bernanke ahuyentó
el riesgo de caer en una depresión económica, pero
también admitió que la Fed imprime dinero para
impulsar la economía.

LD (M. Llamas) El riesgo de caer en una depresión
económica se aleja de las costas estadounidenses,
según afirmó Bernanke el pasado domingo en una
entrevista concedida a la cadena estadounidense CBS. De hecho,
avanzó que la profunda recesión económica
que atraviesa la primera potencia mundial
verá su fin, "posiblemente" este año. De este modo,
Bernanke avanza que la ansiada recuperación tendrá
lugar en 2010. Un pronóstico que en las últimas
jornadas está animando a Wall Street.

Pero, ¿cómo está impulsando la Fed la
estabilización del deteriorado sistema financiero de EEUU?
El gran objetivo de la política aplicada por Bernanke,
hasta el momento, ha consistido en evitar el riesgo de caer en
una recesión con deflación (caída de precios
generalizada), al estilo de Japón o
la Gran Depresión de los años 30 en EEUU.

Para ello, Bernanke no ha dudado en poner en marcha medidas
extraordinarias. En un momento de la citada entrevista, el
periodista Scott Pelley pregunta lo siguiente: "¿Ha estado
imprimiendo dinero?". "Bueno, efectivamente", afirma Bernanke.
"Tenemos que hacerlo porque nuestra economía está
muy débil y la inflación es muy baja", indica.
"Cuando la economía comience a recuperarse será el
momento de abandonar esos programas, subir
los tipos de interés y asegurarnos de que la
recuperación no implique inflación".

Así pues, la inyección de liquidez al mercado
financiero por parte de la Fed no procede del "dinero de los
impuestos", aclara Bernanke. "Los bancos tiene cuentas abiertas
con la Fed, al igual que usted tiene una cuenta en una banco
comercial. De este modo, para prestar créditos a un banco, nosotros simplemente
usamos el ordenador (apunte contable) para aumentar el
tamaño de la cuenta que ellos (los bancos) tiene con la
Fed". Algo "muy similar" a la impresión de dinero,
admite.

Bernanke explica así el modo en que funcionan los
distintos mecanismos de descuento de papel y activos
tóxicos que ha puesto en marcha la Fed para ampliar las
líneas de crédito y liquidez a la banca comercial
del país. Como resultado, el balance de la Fed casi se ha
triplicado desde el inicio de la crisis. A ello, se suma la
posibilidad de que la Reserva Federal comience a incrementar sus
compras de deuda pública al Tesoro de EEUU mediante la
impresión de billetes ex novo, un mecanismo extraordinario
que ya ha comenzado a utilizar el Banco de Inglaterra
(prevé imprimir 150.000 millones de libras extra).

Sin embargo, el propio Bernanke reconoce los riesgos de este
tipo de medidas al augurar que, en caso de que se recupere la
economía, tendrá que subir tipos y vigilar de cerca
la inflación para evitar males mayores.

– ¿Sabe cuánto ocupa un billón de
dólares? (El Confidencial – 17/3/09)

La expansión de gasto público se contabiliza por
billones de dólares en EEUU, unas cifras
astronómicas a las que los ciudadanos no están
acostumbrados y que son difíciles de imaginar. LD muestra
cuánto ocupa un billón de dólares.

(Libertad Digital) El agujero en las cuentas de EEUU carece de
precedentes. Los 1,75 billones de déficit público
multiplican por cuatro el PIB de Argentina, Austria y Grecia; y
equivalen al tamaño de la economía española.
Obama ha hipotecado ya 10 billones de gasto público y,
para financiarlo, subirá impuestos. Los ciudadanos se
rebelan, aunque realmente pocos se hacen idea de lo que significa
este volumen de
dinero.

La página web
especializada Moneyweb ha publicado un curioso artículo en
el que enseña a los contribuyentes cúanto ocupa un
billón de dólares. Para ello, comienza con una
aproximación al billete de 100 dólares
norteamericanos, una cantidad que la mayoría de los
ciudadanos han tenido alguna vez en sus carteras y, por lo tanto,
una buena referencia para realizar la comparación.

Monografias.com

Si se agrupan 100 billetes de 100 dólares en paquetes,
cada uno de ellos tendría un grosor de media pulgada (12,7
milímetros) alcanzaría los 10.000 dólares y
podría llevarse en el bolsillo sin problema. Sería
una cantidad más que suficiente para afrontar los gastos semanales
o darse una juerga antológica.

Monografias.com

Y se lo crean o no, la siguiente imagen muestra lo
que ocuparían 100 paquetes de 10.000 dólares (un
millón de dólares) en comparación con un ser
humano. Se podrían meter en un bolso y llevarlos encima
sin problemas de espacio.

Monografias.com

Pero mientras que un paquete de billetes de 100 dólares
que alcance la cifra de un millón de unidades de la divisa
verde no impresiona demasiado, cuando tenemos 100 millones el
volumen es más que respetable. Equivale aproximadamente a
un palé estándar de la construcción.

Monografias.com

Si continuamos agrupando paquetes de billetes llegamos a los
1.000 millones de dólares…

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Finalmente, ya podemos saber cuánto ocupa un
billón de dólares. Es un número que
últimamente se está escuchando mucho en la Casa
Blanca y ahora los ciudadanos saben lo que es.
¿Están ustedes preparados?

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– La Fed bombea dinero (BBCMundo – 18/3/09)

La Reserva Federal de Estados Unidos anunció que
comprará bonos del Tesoro de largo plazo por valor de
hasta US$ 300.000 millones en los próximos seis meses y
que ampliará las compras de deuda respaldada por hipotecas
para sostener el mercado de crédito y promover la
recuperación de la economía.

La Fed también ha decidido dejar sin cambios las tasas
de interés en el nivel de entre cero y 0,25% fijado en
diciembre, según anunció en un comunicado tras
finalizar una reunión de dos días en el que
analizó el estado de la economía.

"En estas circunstancias, la Reserva Federal empleará
todas las herramientas
disponibles para promover la recuperación económica
y preservar la estabilidad de precios", señaló la
institución.

Con estas medidas la Fed pretende bajar las tasas de
interés de los préstamos hipotecarios, de consumo y
de las empresas.

En su comunicado, el Comité del Mercado Abierto de la
Reserva Federal, que fija la política monetaria de EEUU,
constató que la economía del país sigue
contrayéndose, con la mayoría de los indicadores
económicos en negativo.

Otras medidas

"La pérdida de trabajos, el declive de la igualdad y de
la riqueza en el mercado inmobiliario y el endurecimiento de las
condiciones de crédito han pesado en el sentimiento y
gasto del consumidor", señaló.

La Fed también anunció que invertirá US$
750.000 millones en la compra de títulos hipotecarios
adicionales, hasta alcanzar un total de US$ 1,25 billones.

Además, comprará deuda emitida por agencias de
financiamiento hipotecario respaldadas por el gobierno, como los
gigantes inmobiliarios Freddie Mac y Fannie Mae, por valor de US$
100.000 millones.

La Reserva Federal anunció asimismo que ha puesto en
marcha un programa de crédito para las familias y las
pequeñas empresas.

Según el corresponsal de BBC Mundo en Washington,
Carlos Chirinos, la adopción
de este tipo de medidas responde a que ahora la Reserva Federal
debe ser "creativa", que ya no puede rebajar más las tasas
de interés.

Chirinos destaca que los analistas advierten que, pese a todo,
la economía estadounidense no ha repuntado, en parte
porque el flujo de crédito se mantiene restringido.

"Además algunos economistas sostienen que se
está invirtiendo demasiado dinero público en estas
operaciones que son por su naturaleza riesgosas y que pueden
terminar afectando el patrimonio
nacional", señala nuestro corresponsal.

El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, se
mostró inusualmente optimista este domingo en una
entrevista al afirmar que espera que la recesión
económica en su país finalice al terminar el
año y que la recuperación comience a principios de
2010.

– Para revivir la economía, la Fed adquirirá
bonos del Tesoro (The Wall Street Journal – 19/3/09)

(Por Jon Hilsenrath y Brian Blackstone)

La Reserva Federal aceleró ayer su campaña para
resucitar la economía al anunciar la compra en los
próximos meses de hasta US$ 300.000 millones en bonos del
Tesoro de Estados Unidos y cientos de miles de millones en
valores respaldados por hipotecas.

Al adquirir bonos del Tesoro de largo plazo y valores
respaldados por créditos hipotecarios, el banco central
espera elevar sus precios, reducir sus rendimientos y, de esta
manera, imprimir un mayor dinamismo en la economía. Las
tasas de interés de numerosos bonos de empresas y
préstamos a individuos están ligadas a los
rendimientos de los bonos del Tesoro.

La apuesta por parte de la Fed llega después de un
debate interno. Su presidente, Ben Bernanke, había
propuesto seguir enfocando sus préstamos en las partes
más problemáticas de los mercados financieros en
lugar de comprar bonos de largo plazo, como el Banco de
Inglaterra empezó a hacer hace poco.

La decisión resalta la capacidad del banco central de
EEUU para actuar en forma enérgica para combatir la crisis
financiera sin necesidad de recurrir al Congreso, un atributo
importante en momentos en que Washington está en medio de
una tormenta política desatada por las bonificaciones
otorgadas a los ejecutivos de la aseguradora American
International Group (AIG).

Los precios de los bonos del Tesoro de EEUU se dispararon tras
la noticia, disminuyendo el rendimiento sobre la deuda a 10
años de 3% a 2,53%.

La medida de la Fed se produce en medio de un panorama
sombrío para la economía. "Las pérdidas de
empleo, la
reducción del patrimonio bursátil e inmobiliario y
la dificultad para acceder al crédito han afectado el
sentimiento y el gasto de los consumidores", dijo la Fed en un
comunicado divulgado después de una reunión de dos
días. "Una perspectiva más débil para las
ventas y dificultades para obtener crédito han llevado a
las empresas a reducir inventarios e
inversiones. Las exportaciones de EEUU han caído, ya que
muchos de sus principales socios comerciales también han
entrado en recesión".

El Comité Federal de Mercado Abierto de la Fed
votó en forma unánime en favor de mantener la tasa
de referencia de corto plazo en entre cero y 0,25%, y
acordó también ejecutar programas de
préstamos estratégicos ya existentes. Al redoblar
las compras de valores respaldados por hipotecas, la Fed
está apostando por programas que cree funcionan. Bernanke
ha apuntado repetidamente a la reducción de las tasas
hipotecarias tras las medidas iniciales de la Fed,
calificándolas como una evidencia de "semillas que brotan"
en algunos mercados.

No todos los programas de la Fed, sin embargo, han tenido el
éxito esperado. Un plan conjunto entre el banco central y
el Departamento del Tesoro orientado a reanimar los mercados de
crédito a los consumidores ha tenido algunos tropiezos
iniciales, víctima de la desconfianza mutua entre los
bancos de Wall Street y los fondos de cobertura y las
preocupaciones de que el gobierno siga cambiando las reglas de
juego.

El programa, anunciado en noviembre y que empieza a operar
hoy, les permite a los fondos de cobertura y otros inversionistas
endeudarse con la Fed bajo condiciones favorables. Los
inversionistas pueden usar los fondos para comprar valores
recién emitidos y que son respaldados por créditos
para comprar automóviles, deuda de tarjetas de
crédito y otra clase de préstamos de consumo.

El objetivo del programa es que el sector privado empiece a
comprar esta deuda y las personas puedan tener un mayor acceso a
esta clase de préstamos. Las firmas de Wall Street, sin
embargo, sólo lograron captar interés suficiente
para acuerdos asociados con el programa, conocido como
Línea de Crédito para Valores Respaldados por
Activos a Plazo (TALF). "El comienzo ha sido bastante
complicado", afirma Michael Ferolli, economista de J.P.
Morgan.

– La Fed inyecta 1,15 billones en la economía con
compras de deuda (Cinco Días – 19/3/09)

La Reserva Federal anunció ayer lo que casi puede
considerarse como una barra libre de liquidez para el mercado, al
incrementar en 1,15 billones de dólares el dinero
destinado a comprar activos. La medida desató una fuerte
subida de la Bolsa y al mismo tiempo un rápido ajuste del
dólar y de la rentabilidad
de los bonos.

(Por Fernando Martínez)

A dos horas del cierre de Wall Street, la Reserva Federal
emitió un comunicado en el que informaba de que
empleará un volumen adicional de 1,15 billones de
dólares (un volumen casi equivalente al PIB de España) en
comprar deuda privada y bonos del Tesoro de largo plazo, con el
objetivo de "mejorar las condiciones crediticias en el mercado
privado" y lograr así que fluya la liquidez en el
sistema.

La consecuencia inmediata fue que el índice S&P
500, el más representativo de la economía
estadounidense, se apuntó una subida del 2,5% en unos
pocos minutos. De forma simultánea, la deuda soberana a 10
años pasó de rentar un 3% a rendir un 2,5% y los
bonos a 30 años, del 3,82% al 3,56%.

Otra consecuencia obvia fue el rápido debilitamiento
del dólar, que pasó de cotizar a 1,3 unidades por
euro a 1,35.

Como suele ocurrir, la euforia inicial dio paso a una cierta
moderación. A pesar de ello, los principales
índices de Wall Street se apuntaron al cierre de la
sesión unas ganancias importantes. El S&P 500
ganó un 2,09%; el Dow Jones, un 1,23% y el Nasdaq, un
1,99%.

La Bolsa europea examinará hoy la decisión de la
Fed, que está siendo mucho más agresiva que el BCE.
El Ibex logró ayer su primera racha de siete jornadas
consecutivas al alza desde 2005. El selectivo español
ganó un 0,21% y cerró en 7.661,6 puntos, apoyado
por valores como Mapfre (5,7%), Cintra (3,85%) y Criteria
(2,79%). El índice acumula una ganancia del 12,4% en una
semana.

El Euro Stoxx también mejoró un 0,34% y el Dax,
un 0,21%. Pero otras plazas financieras cerraron a la baja. El
Footsie cayó un 1,35%; el Cac, un 0,25%.

Bonos hipotecarios

En su comunicado, la Reserva Federal confirmó que "la
economía continúa deteriorándose" y
subrayó que "las duras condiciones de crédito pesan
sobre el optimismo y el gasto de los consumidores". Tras
confirmar que mantendrá el objetivo de tipos de
interés entre el 0 y el 0,25%, la Fed pasó a
detallar otras medidas de estímulo no convencionales, como
la compra de bonos hipotecarios.

La autoridad monetaria estadounidense, presidida por Ben
Bernanke, señaló que incrementará en 750.000
millones de dólares la compra de titulizaciones
hipotecarias. Se trata de bonos respaldados por los derechos de
cobro de los préstamos hipotecarios; un producto de
moda hasta hace
un par de años y que ahora es imposible colocar mientras
su valor se deteriora en los balances de los bancos. Así,
el volumen total de titulizaciones incluido en el balance de la
Fed pasará a ser de 1,25 billones de dólares. En la
misma línea de actuación, el banco central
duplicará el importe destinado a adquirir los llamados
Agency Bonds, que pasa de 100.000 a 200.000 millones. Estos son
títulos de deuda que están respaldados por el
Gobierno y emitidos por las agencias hipotecarias Fannie Mae,
Freddie Mac y Ginnie Mae.

La otra medida, largamente esperada por el mercado, es la de
adquirir deuda pública para reducir la curva de tipos y
facilitar así la financiación crediticia. "El
Comité ha decidido adquirir Treasuries de largo plazo y
para ello invertirá 300.000 millones de dólares
durante los próximos seis meses", explicó la
entidad central en su comunicado.

La Fed está aceptando una enorme variedad de activos
para dotar de liquidez a todo el tejido económico.
Así, la institución también recordó
que ha decidido ampliar su plan para hogares y pequeñas
empresas, "ampliando el rango de colaterales elegibles". Eso
quiere decir, aceptando bonos respaldados por un sin fin de
activos como tarjetas de crédito y activos de distintos
negocios. A la propia Fed no se le escapa, y lo deja muy claro,
que a partir de ahora tendrá que vigilar muy
cuidadosamente su balance. Una Fed entrampada en activos de
pésima calidad
sería el peor de los escenarios posibles.

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