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Ética, deontología y moral (página 2)



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Moral del (lat. moralis),
relativo a las acciones o
caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad
o malicia.

Deontología del (griego
δέον,
-οντος), deber. Ciencia o
tratado de los deberes que se considera una rama de la ética,
cuyo objeto de estudio son los fundamentos del deber y las
normas
morales. De un conjunto ordenado de deberes y obligaciones
morales que tienen los profesionales. La deontología es
conocida también bajo el nombre de "Teoría
del deber" y junto con la axiología es una de las dos ramas
principales de la Ética normativa.

Cronología
del pensamiento ético. Principales
exponentes

Pitágoras (582-c. 500 a.C.).
Nació en la isla de Samos; siendo instruido en las
enseñanzas de los primeros filósofos jonios Tales de Mileto,
Anaximandro y
Anaxímenes. Pitágoras había sido condenado,
a exiliarse en Trotona, por su aversión a la
tiranía de Polícrates. Fundó un movimiento con
propósitos religiosos, políticos y
filosóficos, conocido como pitagorismo; desarrolló
reflexiones morales a partir de la religión griega del
orfismo; en la creencia de que la naturaleza
intelectual es superior a la naturaleza sensual y que la mejor
vida es la que está dedicada a la disciplina
mental; hacía hincapié en la sencillez en el
hablar, el vestir y el comer. Las doctrinas de Pitágoras
influyeron mucho en Platón.

Confucio (551-c. 479 a.C.).
Filósofo chino, creador del confucianismo y una de las
figuras más concluyentes en la historia de China; donde
sus máximas fueron aceptadas como código
moral.
Sus enseñanzas se enmarcaron en el ámbito
de la filosofía ética, moral y política. Afirmaba
que los propios actos externos basados en cinco virtudes: bondad,
honradez, decoro, sabiduría y fidelidad, encierran el
conjunto del deber humano. Venerar a los padres, vivos o muertos,
fue uno de sus conceptos claves.

Protágoras (480-c. 411 a.C.).
Filósofo griego, nacido en Abdera, Tracia. Fue el primero
en llamarse sofista y en dar lecciones a cambio de
dinero.
Enseñó que el juicio humano es subjetivo y que la
percepción de cada uno sólo es
válida para uno mismo. El fundamento de su
reflexión fue la doctrina de que nada es bueno o malo,
verdadero o falso, de una forma categórica y que cada
persona es,
por tanto, su propia autoridad
última; se resume en su frase: "El hombre es
la medida de todas las cosas". Acusado de impiedad,
Protágoras se exilió, pereciendo ahogado en el
transcurso de su viaje a Sicilia. Dos célebres
diálogos de Platón,
Teeteto y Protágoras, rebatieron las
doctrinas de Protágoras.

Gorgias (485-c. 380 a.C.). Retórico
griego y filósofo sofista. Como retórico, fue de
los primeros en introducir la cadencia en la prosa y en utilizar
lugares comunes en los argumentos. La filosofía de Gorgias
es nihilista y está expresada en tres proposiciones: nada
existe; si algo existe, no puede ser conocido; si algo existe y
puede ser conocido, no puede ser comunicado. Murió en
Tesalia a la edad de 105 años.

Sócrates
(470-c. 399 a.C.).
Filósofo griego,
considerado el fundador de la filosofía moral o
axiología, se opuso a los sofistas.
Creía en la superioridad de la
discusión sobre la escritura;
convicción, que lo llevó a mercados y plazas
públicas de Atenas, iniciando diálogos y
discusiones, solía responder mediante preguntas.
Creó la mayéutica: arte de
"alumbrar" los espíritus, logrando que sus interlocutores
descubrieran la verdad a partir de ellos mismos. Su
posición filosófica, representada en los
diálogos de su discípulo Platón, puede
resumirse: la virtud es conocimiento;
la gente será virtuosa si sabe lo que es la virtud, y el
vicio, o el mal, es fruto de la ignorancia. Según
Sócrates,
la
educación como aquello que constituye la virtud puede
conseguir que la gente sea y actúe conforme a la moral.
La mayoría de las escuelas de
filosofía moral griegas posteriores surgieron de las
enseñanzas de Sócrates. Cuatro de estas escuelas
fueron creadas por sus discípulos inmediatos: los
cínicos, los cirenaicos, los megáricos y los
platónicos.

Demócrito (460-c. 370 a.C.).
Filósofo griego, nació en Abdera Tracia;
desarrolló la teoría atómica del universo;
escribió sobre ética, proponiendo la felicidad, o
"alegría" como el mayor bien; condición que se
logra a través de la moderación, la tranquilidad y
la liberación de los miedos. Demócrito fue conocido
como el Filósofo Alegre.

Antístenes (444-c. 371 a.C.).
Filósofo griego, nació en Atenas y fue
discípulo de Sócrates. Fundador de la escuela de
filosofía conocida como cinismo. Al considerar la
felicidad como alcanzable sólo a través de la
virtud, censuraba el arte y la literatura, condenaba el
lujo y la comodidad, y alababa el trabajo
duro.

Aristipo (435-c. 360 a.C.).
Filósofo griego que estudió con Sócrates y
creó la escuela cirenaica del hedonismo. Defendía
que el placer es el gran bien de la humanidad y el dolor el
menor. La virtud, entonces, es la capacidad para lograr placer y
evitar el dolor. Aristipo sostenía que la gente
debería dedicar sus vidas a la búsqueda del placer,
pero deberían utilizar el juicio y la moderación
para contener impulsos peligrosos.

Platón (428-c. 347 a.C.).
Filósofo griego, uno de los pensadores más
originales e influyentes en toda la historia de la
filosofía occidental. El bien es un elemento
esencial de la realidad; el mal no existe en sí mismo,
sino como reflejo imperfecto de lo real, que es el bien. En sus
Diálogos mantiene que la virtud humana descansa en la
aptitud de una persona para llevar a cabo su propia función en
el mundo. El alma humana
está compuesta por: El intelecto, la voluntad y la
emoción; cada uno de los cuales poseen una virtud definida
en la persona buena y juega un papel específico. La virtud
del intelecto es la sabiduría, o el
conocimiento de los fines de la vida; la de la voluntad es el
valor, la
capacidad de actuar, y la de las emociones es la
templanza, o el autocontrol.

La teoría ética de Platón
descansa en la suposición de que la virtud es conocimiento
y que éste puede ser aprendido; doctrina que debe
entenderse en el conjunto de su teoría de las ideas. La
idea última para Platón es la idea de Dios, y el
conocimiento de esa idea es la guía en el trance de
adoptar una decisión moral. Mantenía que conocer a
Dios es hacer el bien. La consecuencia de esto es que aquel que
se comporta de forma inmoral lo hace desde la ignorancia. Esta
conclusión se deriva de su certidumbre de que una persona
virtuosa es realmente feliz y como los individuos siempre desean
su propia felicidad, siempre ansían hacer aquello que es
moral. La virtud última, la justicia, es
la relación armoniosa entre todas las demás.
Platón mantenía que el intelecto ha de ser el
soberano, la voluntad figuraría en segundo lugar y las
emociones en el tercer estrato, sujetas al intelecto y a la
voluntad. La persona justa, cuya vida está guiada por este
orden, es por lo tanto una persona buena.

Diógenes de Sínope (412 a.C.-323
a.C.).
Filósofo griego, considerado como el fundador,
junto a Antístenes, de la escuela de filosofía
clásica de los cínicos, se sumió en una vida
de austeridad y mortificación. Vestía ropas toscas,
comía alimentos
sencillos y dormía en las calles o bajo pórticos.
Su vida excéntrica, sin embargo, no le hizo perder el
respeto de los
atenienses, que admiraron su desprecio de las comodidades.

Aristóteles (384-322 a.C.).
Filósofo griego, considerado, junto a Platón y
Sócrates, como uno de los pensadores más destacados
de Grecia,
señalaba que la libertad de
elección del individuo
hacía imposible un análisis preciso y completo de las
cuestiones humanas. La conducta virtuosa
es expresión de una costumbre selectiva, racional y
práctica, conforme a aquello que en las acciones de los
hombres, es la debida proporción que es preciso observar.
Desde la ética aristotélica aparecen concepciones
caracterizadas como éticas de la virtud, morales de la
virtud, de los hábitos y las disposiciones del carácter para regular la conducta humana.
La ética de la virtud exige un agente moral que ejercite
virtudes del carácter como la templanza y el dominio de
sí, la moderación, la magnanimidad, la liberalidad,
la valentía y la justicia, que implican el consentimiento
a una forma de existencia buena y bella que es
simultáneamente virtud cívica, porque se realiza en
la relación de pertenencia a una comunidad. La
ética de la virtud promueve ideales de vida buena y
felicidad, supone conductas virtuosas.

La Ética a Nicómaco, obra escrita por Aristóteles dedicada a su hijo,
Nicómaco, trata sobre la felicidad; considerada una de las
obras fundamentales en que se basó la ética
occidental. Es un análisis de la relación del
carácter y la inteligencia
con la felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos
de "virtud" o excelencia humana: moral e intelectual.

Si la virtud depende de un
acto voluntario, entonces la prudencia se convierte en un
criterio. Alguien es inmoderado por ignorancia o por falta de
dominio de sí mismo, sobre todo frente al placer que todos
buscamos, al tiempo que
huimos del sufrimiento. Afirma que el placer es actividad y fin,
y puede ser considerado a su vez como el bien supremo.
Para Aristóteles, la amistad crea el
vínculo social, y la más auténtica es la que
se funda en la igualdad. Se
considera al amigo como otro uno-mismo y es porque nos amamos a
nosotros mismos por lo que podemos hacer el bien a nuestro
alrededor identificándonos con el prójimo. Si la
virtud lleva a la acción,
el placer la consuma: Aristóteles consigue así
conciliar en la acción las virtudes y el placer.

Epicuro (341 a.C.-270 a.C.).
Filósofo griego, fundó una escuela
filosófica en Mitilene, isla de Lesbos. Como las
enseñanzas tenían lugar en el patio de la casa de
Epicuro, sus seguidores fueron conocidos como los
'filósofos del jardín'. Tanto las mujeres como los
hombres frecuentaban este lugar, y esta circunstancia
provocó numerosas calumnias sobre las actividades que
allí tenían lugar. Estudiantes de toda Grecia y
Asia Menor
acudieron para incorporarse a la escuela de Epicuro,
atraídos tanto por su carácter como por su
inteligencia. Epicuro fue un autor prolífico, a su
muerte
dejó 300 manuscritos, incluyendo 37 tratados sobre
física y
numerosas obras sobre el amor, la
justicia, los dioses. Las principales fuentes sobre
las doctrinas de Epicuro son las obras de los escritores romanos
Cicerón, Séneca, Plutarco y Lucrecio, cuyo poema
De rerum natura (De la naturaleza de las cosas)
describe el epicureismo.

Thomas Hobbes
(1588-1679).
Filósofo inglés,
afirmaba que la vida humana en el "estado de
naturaleza" es "solitaria, pobre, sucia, violenta y corta" y que
es "una guerra de
todos contra todos". En consecuencia, la gente busca seguridad
participando en un contrato social
en el que el poder original
de cada persona se cede a un soberano que, a su vez, regula la
conducta. Esta postura conservadora en política
asume que los seres humanos son malos y precisan un Estado fuerte
para reprimirlos. No obstante, Hobbes afirmaba que si un soberano
no da seguridad y orden y es derrocado por sus súbditos,
la sociedad
vuelve al estado de naturaleza y puede comprometerse en un nuevo
contrato.
Hobbes mantenía que las personas se temen unas a otras y
por esta razón deben someterse a la supremacía
absoluta del Estado tanto en cuestiones seculares como
religiosas. La doctrina de Hobbes relativa al estado y al
contrato social marcó el pensamiento
del filósofo inglés John
Locke.

John
Locke (1632-1704). 
Filósofo inglés,
máximo representante de la doctrina del empirismo,
mantenía que todos los individuos nacen buenos,
independientes e iguales. En sus dos Tratados sobre el
gobierno
civil
(1690) Locke mantenía, que el fin del contrato
social es limitar el poder absoluto de la autoridad y, como
contrapeso, promover la libertad individual.

Baruch Spinoza
(1632-1677). 
Filósofo y teólogo
holandés, considerado como el exponente más
completo del panteísmo durante la edad moderna;
sostenía que todas las cosas son neutras en el orden moral
desde el punto de vista de la eternidad. Sólo las
necesidades e intereses humanos determinan lo que se considera
bueno o malo, el bien y el mal. Todo lo que contribuye al
conocimiento de la naturaleza del ser humano o se halla en
consonancia con la razón humana está prefigurado
como bueno. El estado
humano más elevado, según Spinoza, es el "amor
intelectual de Dios".

Jean-Jacques Rousseau.
(1712-1778). 
Filósofo y novelista
francés, aceptó la teoría de Hobbes de una
sociedad regida por las cláusulas de un contrato social.
Sin embargo, atribuía el mal ético a las
inadaptaciones sociales y mantuvo que los humanos eran buenos por
naturaleza.

Isaac Newton.
(1642-1727).
Filósofo científico inglés;
las leyes de
Newton se consideraron como prueba de un orden divino
racional. La opinión contemporánea al respecto fue
expresada por el poeta inglés Alexander Pope en el verso
"Dios dijo: ¡dejad en paz a Newton!, y se hizo la luz". Los
hallazgos e hipótesis de Newton provocaron que los
filósofos tuvieran confianza en un modelo
ético tan racional y ordenado como se suponía que
era la naturaleza.

Immanuel Kant
(1724-1804).
Filósofo alemán, considerado el
pensador más influyente de la era moderna, refería
que no importa con cuánta inteligencia actúe el
individuo, los resultados de las acciones humanas están
sujetos a accidentes y
circunstancias; por lo tanto, la moralidad de
un acto no tiene que ser juzgada por sus consecuencias sino
sólo por su motivación ética. Sólo en la
intención radica lo bueno, ya que es la que hace que una
persona obre, no a partir de la inclinación, sino desde la
obligación, que está basada en un principio general
que es el bien en sí mismo. Como principio moral
último, Kant planteó en una forma lógica:
"Obra como si la máxima de tu acción pudiera ser
erigida, por tu voluntad, en ley universal de
la naturaleza". Esta regla es denominada imperativo
categórico, porque es general y a la vez encierra un
mandato. Kant insistió en que uno ha de tratar a los
demás como si fueran "en cada caso un fin, y nunca
sólo un medio".

Jeremy Bentham 1748-1832).
Filósofo, economista y jurista británico, creador
de la doctrina del utilitarismo; mantenía que era posible
comprobar de modo científico lo que era justificable en el
plano moral aplicando el principio de utilidad.
Así, las acciones eran buenas si tendían a procurar
la mayor felicidad para el mayor número de personas. La
felicidad era equivalente al placer. Mediante una especie de
cálculo
matemático-moral de los placeres y las penas, se
podría llegar a decir qué era una acción
buena o mala. Si todos los placeres y las penas estuvieran en el
mismo orden, entonces sería posible una evaluación
utilitarista de las actividades morales, políticas
y legales. Bentham afirmó también que si los valores se
basaban en los placeres y las penas, entonces las teorías
de los derechos
naturales y de la ley natural no eran válidas.
Explicó el principio de utilidad como el medio para
contribuir al aumento de la felicidad de la comunidad.

Georg Wilhelm Friedrich Hegel
(1770-1831).
Filósofo
alemánaceptó el imperativo
categórico de Kant, pero lo enmarcó en una
teoría universal evolutiva donde toda la historia
está contemplada como una serie de etapas encaminadas a la
manifestación de una realidad fundamental que es tanto
espiritual como racional. La moral, según Hegel, no es el
resultado de un contrato social, sino un crecimiento natural que
surge en la familia y
culmina, en un plano histórico y político. "La
historia del mundo, escribió, es disciplinar la voluntad
natural incontrolada, llevarla a la obediencia de un principio
universal y facilitar una libertad subjetiva".

Søren Kierkegaard (1813-1855).
Filósofo y teólogo danés
reaccionó en contra del modelo de Hegel; manifestando su
mayor preocupación ética, el problema de la
elección. Creía que modelos
filosóficos como el de Hegel ocultan este problema crucial
al presentarlo como un asunto objetivo con
una solución universal, en vez de un asunto subjetivo al
que cada persona tiene que enfrentarse de manera individual. Su
énfasis en la necesidad de la elección tuvo
influencia en algunos filósofos relacionados con el
movimiento conocido como existencialismo, tanto como con algunos
filósofos críticos, cristianos y judíos

John Stuart Mill (1806-1873).
Filósofo y economista británico; figura puente
entre la inquietud del siglo XVIII por la libertad, la
razón y la exaltación del ideal científico y
la tendencia del XIX hacia el empirismo y el colectivismo. En
obras como Utilitarismo defendía que el
conocimiento descansa sobre la experiencia humana y el papel de
la razón humana. Estudió las doctrinas socialistas
premarxistas y luchó de forma muy activa por mejorar las
condiciones de los trabajadores. En el Parlamento, Mill fue
considerado un radical al defender medidas como la propiedad
pública de los recursos
naturales, la igualdad de las mujeres, la educación obligatoria
y el control de
natalidad. Su defensa del sufragio
femenino en los debates sobre el Programa de
Reformas de 1867 llevó a la formación del
movimiento sufragista.

Charles Robert Darwin 
(1809-1882).
Científico británico que
sentó las bases de la moderna teoría evolutiva,
planteó que todas las formas de vida se han desarrollado a
través de un lento proceso de
selección natural. El desarrollo  científico que más
afectó a la ética después de Newton fue la
teoría de la evolución presentada por Darwin. Los
hallazgos de Darwin facilitaron soporte documental al modelo,
denominado ética evolutiva.

Herbert Spencer (1820-1903). Filosofo
inglés, considerado el padre de la filosofía
evolucionista, se destacó por sus investigaciones
sobre el cambio social desde la perspectiva evolucionista.
Según Spencer la moral es sólo el resultado de
algunos hábitos adquiridos por la humanidad a lo largo de
la evolución.

Friedrich Nietzsche (1844-1900). Filósofo,
poeta y filólogo alemán. Según Nietzsche, la
llamada conducta moral es necesaria tan sólo para el
débil. La conducta moral —en particular la defendida
por el judeocristianismo es una doctrina esclava— tiende a
permitir que el débil impida la autorrealización
del fuerte. Toda acción tendría que estar orientada
al desarrollo del individuo superior, su famoso Übermensch
("superhombre"), que será capaz de realizar y cumplir las
más nobles posibilidades de la existencia. Nietzsche
encontró que este ser ideal quedaba ejemplificado en los
filósofos griegos clásicos anteriores a
Platón y en jefes militares como Julio César y
Napoleón.

William
James (1842-1910). 
Filósofo y
psicólogo estadounidense, desarrolló la
filosofía del pragmatismo.
Sostenía que el significado de las ideas sólo se
puede encontrar en los términos de sus consecuencias. Si
no hay efectos, es que esas ideas no tienen sentido.
Según  James, la verdad viene dada por lo que
funciona; se decide lo que funciona mediante la
comprobación de las proposiciones en la experiencia. Al
hacerlo, se descubre que algunas proposiciones son ciertas.
Aseguraba que "la verdad es algo que le ocurre a una idea" en el
transcurso de su verificación, es decir, no es una
propiedad estática.
Sostenía que "la verdad no es más que lo oportuno
en nuestra forma de pensar, igual que lo justo es lo oportuno en
nuestra forma de actuar".

Iván Petróvich Pávlov
(1849-1936
). Fisiólogo y premio Nóbel ruso,
conocido por sus estudios sobre el comportamiento
reflejo de gran influencia sobre el conductismo.

Sigmund Freud
(1856-1939).
Médico y neurólogo austriaco,
fundador del psicoanálisis.

Tras el comienzo de la I
Guerra
Mundial, Freud abandonó casi la observación clínica y se
concentró en la aplicación de sus teorías a
la interpretación psicoanalítica de
fenómenos sociales, como la religión, la mitología, el arte, la literatura, el orden
social o la propia guerra.

Bertrand Russell
(1872-1970). 
Filósofo británico; fue
crítico con la moral convencional, reivindicando la idea
de que los juicios morales expresan deseos individuales o
hábitos aceptados. En su pensamiento, tanto el sabio
independiente como el santo ascético son pobres modelos
humanos, porque ambos son individuos incompletos. Los seres
humanos completos participan, en plenitud, de la vida en sociedad
y expresan todo lo que concierne a su naturaleza. Algunos
impulsos tienen que ser reprimidos en interés de
la sociedad y otros en interés del desarrollo del
individuo, pero el crecimiento natural ininterrumpido y la
autorrealización de una persona son los factores que
convierten una existencia en buena y una sociedad en una
convivencia armoniosa.

Miguel de Unamuno (1864-1936).
Filósofo y escritor español,
considerado como uno de los pensadores españoles
más destacados de la época moderna. Su
filosofía, no era sistemática, sino
más bien una negación de cualquier sistema y una
afirmación de "fe en la fe misma". Formado en el racionalismo y
en el positivismo,
durante su juventud,
simpatizó con el socialismo,
mostraba su preocupación por la situación de
España.

José Ortega y
Gasset (1883-1955).
Filósofo español,
famoso por su crítica
humanista de la civilización contemporánea; pensaba
que la realidad se ofrece a los individuos en una gran variedad
de perspectivas singulares; cada una de ellas es una forma de
realidad y, al mismo tiempo, forma una posibilidad de
conocimiento de lo real. Es decir, una perspectiva supone siempre
la combinación de un nivel ontológico y
epistemológico y la realidad equivaldría a la suma
de las perspectivas posibles en que se presenta y según
las que puede analizarse. La perspectiva elimina la posibilidad
de acceso inmediato a una realidad inmutable, lo que se encuentra
muy unido al concepto de
"circunstancia", que Ortega hizo famoso en su expresión:
"Yo soy yo y mi circunstancia".

Desarrolló el "raciovitalismo"; para
Ortega, la vida es la verdadera realidad radical, de la que surge
cualquier problema que pueda ser relevante y cualquier sistema
filosófico posible y ella tiene en sí misma su
propia finalidad, y no hay realidad alguna que pueda
trascenderla.

La razón vital es una razón que se
sustenta constantemente en la vida de la que ha surgido. Es
decir, la vida, como realidad dinámica, que siempre está en
proceso de elaboración, es una incesante fuente de
problemas y
cuestiones relevantes y obliga siempre, a quien la vive, a "saber
a qué atenerse", a orientarse continuamente en sus
decisiones. Esta orientación exige una razón que
acompañe a la vida y que encuentre en ella su fundamento.
Es decir, una "razón vital".

Martin Heidegger
(1889-1976).
Filósofo alemán mantenía
que los seres humanos, se hallan solos en el Universo y
tienen que adoptar y asumir sus decisiones éticas en la
conciencia
constante de la muerte.
Fundador de la fenomenología existencial, considerada uno
de los escritos más significativos del existencialismo, se
preocupó por la que definía como cuestión
filosófica (y humana) esencial: qué es ser. Esto le
llevaba a formularse la pregunta de qué clase de ser
(Sein) tienen los seres humanos. Éstos,
decía, son arrojados a un mundo que no han creado pero que
consiste en asuntos útiles en potencia,
incluyendo tanto la cultura como
los objetos naturales. El ser y el tiempo plantea el
problema del sentido del ser en su relación con el
tiempo.

Jean-Paul Sartre (1905-1980). Filósofo
y periodista francés, uno de los principales
representantes del existencialismo, concebía a los humanos
como seres que crean su propio mundo al rebelarse contra la
autoridad y aceptar la responsabilidad personal de sus
acciones, sin el respaldo ni el auxilio de la sociedad, la moral
tradicional o la fe religiosa. Al distinguir entre la existencia
humana y el mundo no humano, mantenía que la existencia de
los hombres se caracteriza por la nada, es decir, por la
capacidad para negar y rebelarse. Su teoría del
psicoanálisis existencial afirmaba la ineludible
responsabilidad de todos los individuos al adoptar sus propias
decisiones y hacía del reconocimiento de una absoluta
libertad de elección la condición necesaria de la
auténtica existencia humana. La libertad y la
aceptación de la responsabilidad personal son los valores
principales de la vida y los individuos deben confiar en su poder
creativo más que en la autoridad social o religiosa.

Confucianismo

También llamado Confucionismo, se
desarrolló a partir de las enseñanzas de Confucio,
tenía que ver con los principios de la
práctica del bien, la sabiduría empírica y
las propias relaciones sociales. El confucianismo ha influido en
la actitud china
ante la existencia, fijando los modelos de vida y pautas de valor
social, y proporcionando la base de las teorías
políticas e instituciones
chinas.

La clave de la ética confuciana
es jen, traducido como "intuición humana",
"amor", "bondad" y "humanidad". Jen es una virtud
suprema que representa las mejores cualidades humanas. En las
relaciones
humanas, jen se manifiesta en chung, o la
fidelidad a uno mismo y a los demás, y shu, o
altruismo. Expresado en la regla de oro del
confucianismo: "No hagas a los otros lo que no quieras que te
hagan a ti mismo". Otros valores virtuosos importantes del
confucianismo son la honradez, la decencia, la integridad y la
devoción filial. Quien posea todas estas virtudes
será un chün-tzu (caballero perfecto). En el
plano político, Confucio defendía un gobierno
paternalista en el que el soberano fuera benévolo y
honorable y los súbditos respetuosos y obedientes. El
estadista debe cultivar la perfección moral para dar buen
ejemplo a la gente. En educación Confucio apoyó la
teoría, resumida en el principio: "en educación, no
hay diferencia de clases".

Sofistas

Nombre aplicado por los antiguos griegos a los
hombres eruditos, como los Siete Sabios de Grecia (Bías de
Priene, Quilón de Esparta, Cleóbulo de Lindos,
Periandro de Corinto, Pítaco de Mitilene, Solón de
Atenas y Tales de Mileto); que vivieron entre los siglos VII y
VI a.C. Eran también llamados sofistas, los maestros
itinerantes que proporcionaban instrucción en diversas
ramas del conocimiento a cambio de honorarios; además las
personas que compartían puntos de vista filosóficos
mucho más amplios que los de una escuela. Los sofistas
gozaron de popularidad en Atenas; sin embargo, su escepticismo de
la verdad absoluta y la moral suscitó fuertes
críticas. Sócrates, Platón y
Aristóteles pusieron en tela de juicio los fundamentos
filosóficos de las enseñanzas de los sofistas.
Platón y Aristóteles les censuraron por aceptar
dinero. Más tarde, fueron acusados por el Estado de
carecer de moral. Como consecuencia, la palabra sofista
adquirió un significado despectivo, al igual que el
moderno término sofisma, que puede ser definido como
astuto y engañoso o como argumentación o
razonamiento falsos. Los sofistas concluyeron afirmando que la
verdad y la moral eran en esencia materias opinables.

Cínicos.

Proponían un retorno a la vida natural,
que equiparaban a una existencia simple, y afirmaban que la
felicidad completa sólo puede lograrse a través de
la auto-suficiencia, ya que la independencia
es el verdadero bien y no las riquezas o la lujuria.
Diógenes de Sínope fue el fundador de la escuela,
aunque también se asigna esa función a
Antístenes, discípulo de Sócrates.
Según Aristóteles, Diógenes era una figura
popular, apodada Kyon, que en griego quiere decir
'perro'. La palabra cínico podría derivar
de Kyon y aplicarse a los miembros de esta escuela por
su peculiar modo de vivir.

Puede deducirse que los cínicos eran
ascetas que consideraban la vida de abstinencia como una
auténtica liberación. Proponían la no
satisfacción de los apetitos naturales, como tampoco la de
los artificiales. Afirmaban que la esencia de la virtud, el bien
único, es el autocontrol. Los cínicos despreciaban
el placer, que consideraban el mal si era aceptado como una
guía de conducta. Juzgaban todo orgullo como un vicio,
incluyendo el orgullo en la apariencia, o limpieza. Se cuenta que
Sócrates dijo a Antístenes: "Puedo ver tu orgullo a
través de los agujeros de tu capa".

La escuela, tuvo influencias sobre Zenón
de Citio, fundador del estoicismo. La diferencia básica de
actitud entre las dos escuelas es que los cínicos miraban
con desprecio el mundo exterior, material, mientras que los
estoicos lo contemplaban con indiferencia. Aunque los
cínicos no constituyeron una escuela filosófica
importante, atrajeron la atención por sus excentricidades y por su
impudicia.

Hedonismo.

El hedonista tiene que decidir entre los placeres
más duraderos y los placeres más intensos, si los
placeres actuales tienen que ser negados en nombre de un
bienestar global y si los placeres mentales son preferibles a los
placeres físicos. El Hedonismo
es la filosofía que enseña que el bien
más elevado es el placer. Se trata de una filosofía
en que el logro más elevado es el poder y como cada
triunfo tiende a elevar el nivel de la competición, el
final lógico de una filosofía semejante es un poder
ilimitado o absoluto. Los Hedonistas que buscan el poder pueden
no aceptar las reglas éticas marcadas por la costumbre e
intentar convencer a los demás de que son morales en el
sentido del término; enmascarando sus deseos de alcanzar
poder y tener la recompensa habitual de la moralidad.

Epicureismo.

La doctrina más conocida del epicureismo
es que el placer constituye el bien supremo y la meta
más importante de la vida. Se prefieren los placeres
intelectuales
a los sensuales, que tienden a perturbar la paz del
espíritu. La verdadera felicidad, según
enseñó Epicuro, consiste en la serenidad que
resulta del dominio del miedo, es decir, de los dioses, de la
muerte y de la vida futura. El fin último es eliminar esos
temores.

Las virtudes cardinales del sistema de
ética epicúreo son la justicia, la honestidad y la
prudencia, o el equilibrio
entre el placer y el sufrimiento. Epicuro prefería la
amistad al amor, por ser aquella menos intranquilizadora. Su
hedonismo personal mostró que sólo a través
del dominio de sí mismo, la moderación y el
desapego puede uno alcanzar el tipo de tranquilidad que
constituye la felicidad verdadera. Epicuro creía en la
libertad de la voluntad.

Las enseñanzas de Epicuro fueron
establecidas con tanta firmeza y veneradas de tal modo por sus
seguidores, que sus doctrinas, a diferencia de las del
estoicismo, su principal rival filosófico, permanecieron
intactas como una tradición viva. El epicureismo
cayó en descrédito debido a la confusión
entre sus principios y los del hedonismo sensual proclamado con
anterioridad por los cirenaicos.

Estoicismo.

La filosofía estoica se desarrolló
a partir de la de los cínicos, cuyo fundador griego,
Antístenes, fue discípulo de Sócrates. El
estoicismo fue la filosofía más
influyente en el Imperio romano
durante el periodo anterior al ascenso del cristianismo.
Los estoicos, como los epicúreos, ponían el
énfasis en la ética considerada como el principal
ámbito de conocimiento, pero también desarrollaron
teorías de lógica y física para respaldar
sus doctrinas éticas. Su contribución más
importante a la lógica consistió en acuñar
el silogismo hipotético como un método de
análisis. Sostenían que toda realidad es material,
pero que la materia misma,
que es pasiva, se distingue del principio activo o animado,
logos, que concebían tanto como la razón divina y
también como un tipo sutil de entidad material, un soplo o
fuego que todo lo impregna. De acuerdo con los estoicos el alma
humana es una manifestación del logos.
Mantenían que vivir de acuerdo con la naturaleza o la
razón es vivir conforme al orden divino del universo. La
importancia de esta visión se aprecia en la parte que el
estoicismo desempeñó en el desarrollo de una
teoría de ley natural, que influyó poderosamente en
la jurisprudencia
romana.

La base de la ética estoica es el
principio, proclamado antes por los cínicos, de que el
bien no está en los objetos externos, sino en la
condición del alma en sí misma, en la
sabiduría y dominio mediante los que una persona se libera
de las pasiones y deseos que perturban la vida corriente. Las
cuatro virtudes cardinales de la filosofía estoica son la
sabiduría, el valor, la justicia y la templanza, una
clasificación derivada de las enseñanzas de
Platón.

Un rasgo distintivo del estoicismo
es su vocación cosmopolita. Todas las personas son
manifestaciones de un espíritu universal y deben,
según los estoicos, vivir en amor fraternal y ayudarse
unos a otros. Mantenían que diferencias externas, como la
clase y la riqueza, no tienen ninguna importancia en las
relaciones sociales. Así, antes del cristianismo, los
estoicos reconocían y preconizaban la fraternidad de la
humanidad y la igualdad natural de todos los seres humanos.

Cristianismo.

El cristianismo marcó una revolución
en la ética, al introducir una concepción religiosa
de lo bueno. Según la idea cristiana una persona es
dependiente de Dios y no puede alcanzar la bondad por medio de la
voluntad o de la inteligencia, sino sólo con la ayuda de
la gracia de Dios. La primera idea ética cristiana
descansa en la regla de oro: "Lo que quieras que los hombres te
hagan a ti, házselo a ellos" (Mt. 7,12); en el mandato de
amar al prójimo como a uno mismo (Lev. 19,18) y en las
palabras de Jesús: "Dad al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22,21).
Jesús creía que el principal significado de la ley
judía descansa en el mandamiento "amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón y
con toda tu alma y con toda tu fuerza y con
toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc.
10,27).

Uno de los puntos fuertes de
la ética cristiana fue la oposición al
maniqueísmo, religión de origen persa que
mantenía que el bien y el mal (la luz y la sombra) eran
fuerzas opuestas que luchaban por el dominio absoluto. El
maniqueísmo tuvo mucha aceptación en los siglos III
y IV d.C. San Agustín, considerado el fundador de
la teología cristiana, fue maniqueo, pero abandonó
este credo
después de recibir la influencia del pensamiento de
Platón. La creencia maniqueísta en el diablo
persistió, en san
Agustín, como se puede ver en la convicción de
la maldad intrínseca de la naturaleza
humana.

Compatible a la Iglesia medieval, se desarrolló un
modelo de ética que aportaba el castigo para el pecado y la
recompensa de la inmortalidad para premiar la virtud. Las
virtudes más importantes eran la humildad, la continencia,
la benevolencia y la obediencia; la espiritualidad, o la bondad
de espíritu, indispensables para la moral.

La influencia de las creencias y
prácticas éticas cristianas disminuyeron durante
el renacimiento.
Según Martín Lutero, la bondad de
espíritu es la esencia de la piedad cristiana. Al
cristiano se le exige una conducta moral o la realización
de actos buenos, pero la justificación, o la
salvación, viene sólo por la fe.

El teólogo francés reformista
Juan Calvino aceptó la doctrina teológica de
que la salvación se obtiene sólo por la fe y
mantuvo también la doctrina agustina del pecado original.
Durante la Reforma la responsabilidad individual se
consideró más importante que la obediencia a la
autoridad o a la tradición. Este cambio, de una forma
indirecta provocó el desarrollo de la ética secular
moderna.

Psicoanálisis.

El término se refiere también a la
estructuración sistemática de la teoría
psicoanalítica, basada en la relación entre los
procesos
mentales conscientes e inconscientes.

Las doctrinas conductistas basadas en los
descubrimientos sobre estímulo-respuesta del
fisiólogo Pávlov influyeron sobre Freud que
atribuyó el problema del bien y del mal en cada individuo
a la lucha entre el impulso del yo instintivo para satisfacer
todos sus deseos y la necesidad del yo social de controlar o
reprimir la mayoría de esos impulsos con el fin de que el
individuo actúe dentro de la sociedad. A pesar de que la
influencia de Freud no ha sido asimilada por completo en el
conjunto del pensamiento ético, la psicología freudiana
ha mostrado que la culpa, respondiendo a motivaciones de
naturaleza sexual, subyace en el pensamiento clásico que
dilucida sobre el bien y el mal.

Conductismo.

Corriente de la psicología
que defiende el empleo de
procedimientos
estrictamente experimentales para estudiar el comportamiento
observable (la conducta), considerando el entorno como un
conjunto de estímulos-respuesta. En la década de
1920 el conductismo fue aceptado en Estados Unidos,
en especial en teorías de pediatras, aprendizaje
infantil y educación en general. Tuvo su mayor influencia,
sin embargo, en el pensamiento de la antigua Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas. Allí, el
llamado nuevo ciudadano soviético fue instruido de acuerdo
con los principios conductistas a través del condicionante
poder de la sociedad soviética. La ética
soviética definía lo bueno como todo aquello
beneficioso para el Estado y lo malo como aquello que se le
oponía o lo cuestionaba.

El conductismo actual ha influido en la
psicología de tres maneras: ha reemplazado la
concepción mecánica de la relación
estímulo-respuesta por otra que hace hincapié en el
significado de las condiciones estimulares para el individuo; ha
introducido el empleo del método experimental para el
estudio de los casos individuales, y ha demostrado que los
conceptos y los principios conductistas son útiles para
ayudar a resolver problemas prácticos en diversas
áreas de la psicología aplicada.

Marxismo.

El Marxismo es
una doctrina y teoría económica,
política y social, indisolublemente unida al socialismo y
el comunismo, basada
en la obra de Karl Marx y sus
seguidores. Como teoría establece una clave de
análisis a partir del modo de producción, que permite comprender la
estructura
social y su dinámica como un todo, lo que se expresa
en el concepto de formación económico-social. Al
mismo tiempo, Marx se aleja del
rumbo especulativo y contemplativo del pensamiento de su
época y el anterior a ella, y propone la nueva
teoría como una filosofía de la praxis, que
debía encarnar en los sujetos del cambio social
-principalmente la clase obrera- y convertirse en fundamento de
un proyecto de
transformación de la sociedad y de la emancipación
de ésta.

Marx y Engels construyen una crítica
científica del capitalismo,
basada en el estudio de su sistema económico y de las
contradicciones que este engendra. Esto explica la aparente
ausencia de una ética en la obra de ambos fundadores de la
teoría del socialismo moderno. Sin embargo, a pesar de la
ausencia de obras dirigidas específicamente al tema de la
moral, en sus argumentaciones hay un legado ético. La
condena marxista al capitalismo es una condena moral (Canals,
2002).

Sobre este debatido tema de la exclusión
por Marx de un razonamiento ético en su crítica del
capitalismo, Arjánsguelski (1981) destaca: "Lenin dijo que
"en el propio marxismo no hay, del comienzo al fin, ni un
ápice de ética"… esto se debió a que el
marxismo rechazó terminantemente el punto de vista
moralizador abstracto de la historia social y de la moral en
sí, característico del socialismo utópico
que precediera al marxismo".

Ninguna época histórica reemplaza
totalmente el sistema de valores heredado. Interactúa con
ellos, les aplica su impronta, modifica contenidos, pero a la vez
conserva lo que hay en ellos de permanente.

La
tradición ética cubana

La ética es el campo del conocimiento o
la ciencia que
se ocupa del estudio de la moral; como rama de la
filosofía, está considerada una ciencia normativa
de la conducta.

En la historia intelectual de Cuba, es
sobresaliente la influencia derivada del arraigo en la
formación de la nacionalidad
de una ética del deber vinculada a los valores cristianos,
al sentido de la justicia, al sacrificio del individuo en aras de
los intereses sociales y al ideal de progreso de la nación
por medio de la educación, la cultura, la ciencia y el
pleno ejercicio de la libertad natural al ser humano (Vitier,
1990). Destaca además la importancia que ha tenido en la
historia de Cuba la continuidad de una tradición
ética marcada por el ejemplo de José Martí,:
". no nos referimos a ningún fenómeno aislado,
exclusivo y en ningún sentido excepcional, sino a la
manera como los problemas morales del hombre se han
presentado y afrontado, de hecho, en la historia intelectual y
política de Cuba. Nuestro punto de partida es siempre lo
autóctono como fundamento de la universalidad" (Vitier,
1990)

Ese pensamiento ético, que se personifica
inicialmente en Félix Varela, se asocia desde sus
orígenes a la liberación de la Isla, a la defensa
de su peculiar singularidad, de su derecho a constituirse como
nación,
y al rechazo de cualquier forma de anexión o
absorción cultural (García Luis, 2004).

Desde el siglo XVIII, las figuras de José
Agustín Caballero, Félix Varela, José A.
Saco, José María Heredia, José de la
Luz y Caballero y otras destacadas personalidades, marcan la
emancipación vinculada profundamente con el desarrollo del
pensamiento político y social, la pedagogía, la cultura artística y
literaria y el ejercicio de la
comunicación, vehículos de la
ilustración y afirmación de la nacionalidad
cubana. Con respecto a Varela, uno de sus trabajos más
significativos, Máximas morales y sociales, que
escribió junto con Justo Vélez, demuestra su
intención de influir de forma directa en la vida social
del país. Esta obra puede considerarse como la primera
formulación de una moral práctica en la sociedad
cubana. Por otro lado, una de las obras más importantes de
la producción vareliana, Cartas a Elpidio,
escritas en su destierro en Estados Unidos, tuvo como objetivo
fundamental el desarrollo moral y patriótico de la
juventud cubana (Amaro Cano, 2008). Son estas cartas de un valor
patriótico muy alto y además el reflejo de una
tradición filosófica universal, escritas por el
cubano que vivió como otros patriotas unos de los periodos
más difíciles y crueles de la historia cubana.
Varela en las cartas a Elpidio se proyecta como el primer
pensador que marca el
pensamiento ético cubano. La ética de la
liberación es central, a lo largo de la historia; los
esfuerzos del pueblo cubano por la soberanía nacional y la justicia social.
Esa tendencia recorre como un eje toda la trayectoria de la
nación cubana (Chávez, 2001).

Hay una continuidad fundamental entre el
pensamiento ético de la liberación, forjado en la
etapa de las guerras por la
independencia del siglo XIX, y representado por figuras como
Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio
Maceo y Máximo Gómez, con su cumbre en José
Martí,
y los esfuerzos populares y patrióticos del siglo XX, que
entran en su etapa decisiva con el 26 de Julio de 1953 y el arduo
y prolongado proceso que conduce al triunfo de la
Revolución, al avance hacia el socialismo, y a la etapa de
más de cuatro décadas de enfrentamiento a las
políticas hostiles de Estados Unidos (Castro, Fidel,
1973)

La tradición moral de la nación, no
se agota en la historia de los grandes pensadores; hay otra
historia moral, que es la construcción del mundo espiritual desde
abajo, en las relaciones cotidianas, desde la visión de
las distintas capas del pueblo. Existe un lenguaje
popular que tiene su más alta expresión en la
solidaridad entre
cubanos. En igual sentido Ramón, Fernando, René,
Gerardo y Antonio son exponentes contemporáneos de esa
continuidad ética donde los valores universales expresan
la moral de un pueblo que lucha por la independencia y la
igualdad ciudadana.

Moral
pública y moral privada

La moral pública se refiere a los valores,
principios y normas morales aceptados o en disputa en la vida
política, socioeconómica y cultural de la sociedad.
La moral privada está asociada a las relaciones
familiares, sexuales y personales en sentido general. Es
interesante hacer notar que, por lo común, el primer
grupo
acompaña de manera más dinámica a los
cambios que se producen en la estructura,
organización y funcionamiento de la
sociedad, mientras que la moral privada tiene una mayor
independencia relativa respecto a estos cambios, aunque
está sujeta también a transformaciones. No se debe
olvidar que la moral tiene un carácter social: Los
individuos se sujetan a principios, normas y valores establecidos
socialmente. Regula los actos y relaciones que tienen
consecuencias para otros y requieren necesariamente la
sanción de los demás. Cumple la función
social de que los individuos acepten libre y conscientemente
determinados principios, valores e intereses.

Por otro lado, no todos los actos humanos poseen
necesariamente un sentido moral y muchos dependen de las
circunstancias. Hay numerosas formas de conducta cotidiana que
resultan moralmente indiferentes. Por ejemplo, no tiene por
qué implicar un criterio moral vestirse de una forma o de
otra, que guste un tipo de música un deporte o un pasatiempo
determinado. Embriagarse en un hotel o en una fiesta de carnaval son formas
de conducta moralmente indiferentes; hacerlo en el trabajo o la
escuela tiene un sentido moral. Las llamadas palabras obscenas
pueden tener un sentido moral si son expresadas en la
cotidianidad de un piropo a una mujer o pueden
por el contrario tener otro completamente distinto cuando se
expresa en el fragor de una batalla en defensa de una causa
justa.

Cuando las mujeres se vestían con los
colores de la
bandera cubana, en la lucha contra España; o contra la
dictadura de
Batista o cuando utilizaban los colores rojo y el negro en sus
ropas, estaban expresando el apoyo a la independencia y al 26 de
Julio, respectivamente. De esta manera imprimían un
mensaje moral a la forma de vestirse.

El juicio moral está firmemente ligado a
los problemas de la responsabilidad, la libertad y la
posibilidad. Un acto humano adquiere connotación moral
sólo cuando el sujeto ha podido elegir entre dos o
más alternativas, y ha contado con las condiciones y
posibilidades para decidir de qué lado está la
mayor suma de bien, verdad, justicia o dignidad.

Esto significa, que aunque el acto moral sea en
última instancia individual, sus referentes de
valoración se remiten siempre a medidas establecidas a
escala social,
comunitaria, grupal o familiar. A esos niveles, la conciencia
moral se ha integrado históricamente en torno a un cuerpo
de valores, principios y normas que sintetiza las condiciones de
vida, relaciones de convivencia y formas de dominación.
Los patrones morales de las clases hegemónicas se imponen
como regla a toda la sociedad. Una parte importante de esos
elementos existe en forma de hábitos, de costumbres, como
parte implícita de la cultura de la sociedad.

La moral no necesita para maniobrar, del aparato
coercitivo del Estado, de los tribunales y las cárceles,
sino de la sanción de la opinión
pública, del juicio aprobatorio o desaprobatorio que
la familia, el
vecindario, el colectivo laboral, la
comunidad o la sociedad en general se puedan formar sobre
nuestras acciones.

Moral y sistema
de valores

Las distintas posiciones filosóficas se
han reflejado en el debate acerca
de la naturaleza y el contenido de los valores. En la
visión que se tenga al respecto influye notablemente la
posición de partida acerca de cuáles son las
fuentes del juicio moral. El utilitarismo y el pragmatismo,
concordantes con el enfoque filosófico positivista, caen
en la categoría de los pensadores que opinan que solo es
posible guiarse por los resultados de los actos, propios o
ajenos. Frente a esta posición está la de aquellos
que consideran que existen principios anteriores a nuestros
actos, y que podemos guiarnos por ellos para valorarlos y
orientar nuestra posición. Existen tres interpretaciones
fundamentales:

  • La del derecho natural: el hombre por esencia
    y por naturaleza contiene las premisas para un comportamiento
    correcto, pues Dios lo ha dotado de ellas. Tomás de
    Aquino.

  • La ética del deber de Kant: existe a
    priori una razón universal abstracta que condiciona
    nuestra conducta al cumplimiento del deber moral.

  • El contrato social: para vivir en sociedad
    los hombres han establecido un acuerdo que limita su
    albedrío y asegura la estabilidad, del cual se derivan
    las reglas morales acatadas.

Los valores son estructuras
objetivas y subjetivas, mediante las cuales la sociedad ha
formado históricamente los criterios de orientación
en la relación sujeto-objeto, para valorar si un hecho o
forma de conducta es buena o mala, útil o perjudicial,
deseable o reprobable. El sistema de valores (Fabelo, 2003)
articula un entramado social del cual se derivan principios,
normas, actitudes,
ideales, cualidades, motivaciones, intereses que a su vez se
integran y manifiestan de distinta forma en los distintos
subsistemas –político, económico, cultural,
medioambiental o psicológico-individual- de la sociedad.
Son positivos, siempre están orientados a hacer el bien;
implicando una creencia de tipo prescriptiva, que trata de
orientar la conducta en un sentido determinado. Sirven como marco
de referencia para evaluar nuestra conducta y la de los
demás. Se derivan principalmente de experiencias
significativas, participativas, y no pueden ser inculcados por
vía teórica; siendo dinámicos y pueden
modificarse en un largo proceso tanto en el plano individual como
en el social.

Existe cierta tendencia, a distinto nivel de la
realidad y del pensamiento, a crear árbol de valores. Al
nivel de abstracción de tipo filosófico, se
identifican valores desde la antigüedad como: el amor o
solidaridad universal, la justicia, la libertad, la veracidad, el
respeto por la naturaleza, la vida humana y la dignidad de la
persona.

Como las ramas de un árbol, a otros
niveles de la realidad, esos valores se desglosan en otros,
más numerosos y específicos, los que sostienen,
principios, normas, convicciones, ideales, motivaciones,
creencias, actitudes; que los concretan y traducen a las
distintas formas y campos de la conducta humana.

De esta forma, un valor moral como la verdad,
tiene un contenido en el sentido filosófico, otro
más específico para la esfera política:
honestidad, transparencia y otro para la comunicación pública: acuciosidad u
objetividad. En cada circunstancia podrá regular la
conducta del filósofo, el político o el comunicador
si estos lo comprenden y lo integran a su personalidad.

Lo moral y lo
deontológico

En el proceso de articulación entre el
sistema de valores y la práctica concreta, social y
profesional, de los grupos humanos,
un espacio de mediación significativo corresponde a la
deontología. Asociado el término en sus
orígenes al positivismo inglés y a Jeremy Bentham,
quien trató de absolutizar su papel como ciencia de la
conducta, la deontología puede ser entendida como una
parte especializada de la ética -ética aplicada-
que considera y traduce en normas el aspecto moral del hombre en
el ejercicio de su profesión.

Lo deontológico tiene importancia cuando
se trata como la irradiación e interpretación, para
el terreno comunicativo, de lo axiológico a nivel social.
Puede tener vigencia si los sujetos de la acción moral de
que se trate, han participado en su elaboración y los
reconocen conscientemente como suyos.

Lo deontológico nutre y fortalece lo
axiológico, al darle asideros concretos con la realidad
comunicativa y sus problemas. Los cuerpos deontológicos,
dinámicos y cambiantes, permiten el ajuste incesante del
sistema de valores a las transformaciones que tienen lugar en el
entorno.

Lo deontológico, trátese de
códigos o de normas espontáneas y no escritas,
permiten a los sistemas de
comunicación aprender de la realidad, precisar sus
experiencias como parte de un proceso de culturización de
tipo ético y profesional.

Lo ético y
lo moral en la regulación

Lo moral y lo ético se distinguen por
tratar de fijar siempre mandatos a la conducta humana, es decir,
son medios de
regulación de esta. La moral tiene un valor
cognoscitivo, un valor afectivo y un valor
conductual, ya que proporciona una visión del
mundo lo que permite que se interpreten los hechos que ocurren en
el entorno; se vincula firmemente con las emociones y
sentimientos y trata de orientar de forma práctica el
comportamiento, las actitudes y acciones en cualquier área
de la vida.

La influencia moral sobre la conducta es un
fenómeno complejo, que abarca lo social y lo individual,
lo externo y lo interno. Se acostumbra a hablar de la
regulación moral como la presión
social que se ejerce desde un colectivo, comunidad, grupo o
sociedad, y que obliga de cierto modo a la persona a comportarse
de determinada forma, teniendo presente "el qué
dirán", la aprobación o rechazo que pueda recibir
su actuación. Aquí el accionar del sujeto viene
determinado principalmente por una fuerza externa, lo que no
excluye que él comparta las normas a las cuales se somete
y que actúe con un determinado grado de convicción.
Por otro lado está la autorregulación
moral
, que resulta cuando el hombre o la mujer se
trazan sus propias normas de comportamiento, a partir de valores
y principios internos, y sin obedecer a presiones externas. Es
obvio que esta última constituye el ideal de las
relaciones entre la conciencia moral y la conducta
práctica de los seres humanos.

Existe a escala de toda la sociedad,
matizada por los intereses y posiciones de las clases y grupos
dominantes, y a escala del individuo, como componente
singular y central de la
personalidad. La moral es histórica y es
concreta, ocupa un lugar nuclear a la
superestructura social en su conjunto, desde el cual informa
y a la vez se interpenetra
con todo el cuerpo
económico, político, social y cultural de la
sociedad.

Se define la moral como un sistema de normas,
principios y valores, de acuerdo con el cual se regulan las
relaciones mutuas entre los individuos, o entre ellos y la
comunidad, de tal manera que dichas normas, que tienen un
carácter histórico y social, se acaten libre y
conscientemente, por una convicción íntima, y no de
un modo mecánico, exterior o impersonal
.(
Sánchez 2001),

También se considera como un
fenómeno social único y cualitativamente peculiar
que se expresa como una forma de apropiación
práctico-espiritual del mundo, esfera de la conciencia, la
actividad y las relaciones de los hombres, caracterizada por la
contraposición entre el bien y el mal e interrelacionada
con todas las demás esferas de la vida social

(Bombino 2000), Destaca la relación dialéctica
entre la moral a nivel social y el papel activo del sujeto. Es la
persona, como ser individual, el agente en última
instancia de la regulación moral. Por eso, aunque la
moral individual está conformada, y de hecho condicionada,
por múltiples factores de carácter familiar,
existencial, sociopolítico y psicológico, no se
puede perder de vista que ella se integra en el sistema completo
de la personalidad.

Desde temprana edad, la moral se forma
principalmente gracias a las experiencias vitales y la
participación activa del niño en su propia vida, y
no por la vía de la prédica o la persuasión.
La familia, primero, y luego la escuela, los medios de
comunicación, el entorno social y sus distintos
agentes, van cambiando al niño hasta alcanzar
autonomía moral. El individuo es moralmente
autónomo cuando es ya capaz de decidir sus propias
opciones. Esto no se logra sino en un proceso y de modo gradual,
primero en las esferas más inmediatas y sencillas de la
existencia, y luego en las más lejanas y complejas. Una
persona mentalmente sana se considera sujeto moral
cuando es capaz de autorregular por sí misma su
conducta.

Comunicación y
valores

Christians (2000) destaca que la ética
de la comunicación
comenzó a dar sus primeros
pasos en Estados Unidos en la década de 1890, y se
distinguió por su carácter pragmático y por
mantener solo una remota conexión con la
filosofía moral sistemática. Prevaleció el
utilitarismo teleológico proveniente de John Stuart-Mill y
la tendencia a expresar la moralidad pública más en
constituciones escritas, códigos y agencias regulatorias,
que en una ética de valores.

El enfoque positivista en las ciencias, se
tradujo, en el periodismo,
hacia un concepto de moralidad equivalente al reporte no sesgado
de información neutral. La ética
utilitarista, impone un criterio extrínseco. El valor de
lo bueno se establece no por su contenido, sino
por sus consecuencias. Para la prensa, esa
visión, se revierte en la exterioridad de la ética,
que en lugar de ser considerada como capacidad interna de
opción moral, es vista como una garantía del valor
neutral de los procedimientos.

La influencia dominante a nivel mundial del
modelo de comunicación estadounidense, se asocia
también con un modelo regulatorio convencional que
hiperboliza los marcos jurídicos, el papel formal de los
códigos deontológicos y, sobre todo, la "mano
invisible" del mercado. De
ahí la filosofía, embustera, que preside el
discurso
estadounidense en materia de libertad de
expresión: "La mejor regulación es ninguna
regulación. La mejor política es ninguna
política".

La comunicación es uno de esos sistemas de
la sociedad, integrado entre otros elementos por los medios de
comunicación y las estructuras creadas en las organizaciones
políticas y estatales, las entidades de la cultura y las
empresas para
asegurar el cumplimiento de sus objetivos. El
sistema de la comunicación mantiene en toda sociedad una
especial relación con el sistema
político, pero también con el económico,
el jurídico, el educacional y el cultural. Son esos
vínculos e interacciones los que regulan la
comunicación pública y la hacen ajustarse a las
necesidades sociales.

El sistema político, como enseña
Antonio
Gramsci, (1891-1937), pensador y político italiano y
fundador del Partido Comunista de ese país, no descansa
únicamente en la violencia o
amenaza de la violencia, representada por el Estado. Junto a esta
función directa, de la sociedad política,
está la función de construcción de
consenso
, que corresponde a la sociedad civil
(T-II, 17).

El sistema de comunicación pública
está determinado, en última instancia, por la
estructura sociopolítica y económica prevaleciente,
pero al mismo tiempo dispone de autonomía e
interdependencia en sus relaciones con ella. Está
profundamente imbricado a los sistemas económico,
cultural, tecnológico y psicológico-individual, al
punto de formar parte de ellos e integrar una trama de complejo e
intenso intercambio. Estas interrelaciones regulan el sistema de
comunicación pública y ajustan su funcionamiento a
los intereses globales del entorno socio-político,
cultural y económico. A su vez -cuando existe
interdependencia-, el sistema de comunicación contribuye a
regular el conjunto de los componentes del sistema social.

No hay verdadera formación de valores
morales si el discurso, en este caso el discurso
comunicativo, ya sea mediático, comunitario o
interpersonal, no alcanza la comprensión e
incorporación íntima del sujeto y se queda en
un plano puramente formal, reproductivo y externo
. La
formación de valores reclama coherencia con los puntos de
referencia esenciales del ser humano: familia, colectivo,
comunidad, sociedad. Esto significa para la comunicación
que su discurso será tanto más efectivo en la
medida que sea coherente con los problemas y situaciones
reales
prevalecientes en cada uno de esos puntos de
referencia, y coherente con el ejemplo de los líderes
sociales
.

La comunicación
social debe contribuir a crear una cultura del ejercicio
del criterio, que implique admitir la posibilidad del error
,
pues el patrón de un hombre perfecto, que no puede
equivocarse, abstracto e irreal, puede convertirse
paradójicamente en síntoma de crisis moral y
valorativa (López Bombino, 2002). La comunicación
social, con la adecuada segmentación de los públicos y
mediante los métodos de
la crítica, el debate, la
investigación, la proyección de paradigmas y
la participación democrática, puede potenciar no
solo las reservas morales del individuo, sino también la
poderosa fuerza educativa y moral de los colectivos y comunidades
humanas.

Cómo estructurar un mensaje.

Para estructurar un buen mensaje hay que
determinar lo que quiere, quién se lo puede dar y
cómo conseguirlo. El principio básico al
estructurar un mensaje es tener bien definido su objetivo y para
lograrlo debe preguntarse: ¿para qué escribo esta
carta o
artículo?, ¿para qué voy a hablar en esta
reunión?, ¿para qué pedí una
conversación? Si se quiere plantear un problema que
requiere una decisión, asegúrese de que se va a
dirigir a la persona que tiene la autoridad necesaria para
adoptarla; si quiere sugerirle a una persona un cambio de
comportamiento, hable con él, no con otros. Seleccionada
la persona idónea para compartir su mensaje, averigüe
acerca de dicha persona: profesión, experiencia,
antecedentes, intereses, rasgos de carácter, momento en
que se encuentra, implicación que su mensaje puede tener
para él. El hecho de conocer a su interlocutor, va a
permitirle organizar una estrategia
correcta en la estructuración de su mensaje. Es necesario
saber siempre con quién se está hablando.
Cuál es la idea o frase que mejor le puede conducir a su
objetivo. Cuál es el concepto básico, la idea
motriz de su mensaje. Qué palabras pueden interesar, y
crear una actitud positiva en su interlocutor. Qué frases
podrían ser inapropiadas, o desviar la atención de
lo esencial. Determinado esto, ensaye a decir su mensaje con el
menor número de palabras posibles. La brevedad es la clave
de un buen mensaje; trate de hacerlo en 30 segundos. No procure
decir muchas cosas a la vez, concéntrese en su objetivo,
no mezcle objetivos.

Cómo escuchar.

Escuchar es un proceso activo. La base de ese
proceso es la atención, la concentración
en el otro y no sólo en el mensaje que llega. La
información que escuchamos no está solo en
las palabras, sino en los gestos, en el tono, en la
situación comunicativa. Al escuchar, son evocadas en
nuestra mente las representaciones que tenemos acerca de lo
escuchado. Las representaciones filtran la nueva
información que llega, y la incorporan o la rechazan. Si
nuestras representaciones son cerradas, rígidas,
reconocerán como familiar un espectro menor de
informaciones; si por el contrario, son flexibles, abiertas,
incorporarán un espectro mayor de informaciones a su
contenido. Por lo tanto, para escuchar, además de tener
los oídos y los ojos abiertos, hay que tener la mente
abierta.

Conclusiones

Pitágoras desarrolló
reflexiones morales a partir de la religión griega del
orfismo; en la creencia de que la naturaleza intelectual es
superior a la naturaleza sensual y que la mejor vida es la que
está dedicada a la disciplina mental. Cercano en el
tiempo, Confucio afirmaba en China, que los actos externos
basados en la bondad, honradez, decoro, sabiduría y
fidelidad, encierran el conjunto del deber humano. Por otro lado,
Sócrates, fundador de la filosofía moral o
axiología, creó la mayéutica, logrando que
sus interlocutores descubrieran la verdad a partir de ellos
mismos: la virtud es conocimiento; la gente será virtuosa
si sabe lo que es la virtud, y el vicio, o el mal, es fruto de la
ignorancia. Su discípulo Platón,
expresaba que el bien es un elemento esencial de la
realidad; el mal no existe en sí mismo, sino como reflejo
imperfecto de lo real, que es el bien. La virtud humana descansa
en la aptitud de una persona para llevar a cabo su propia
función en el mundo. El alma humana está compuesta
por tres elementos: El intelecto, la voluntad y la
emoción; cada uno de los cuales poseen una virtud definida
en la persona buena y juega un papel específico. La virtud
del intelecto es la sabiduría, o el conocimiento de los
fines de la vida; la de la voluntad es el valor, la capacidad de
actuar, y la de las emociones es la templanza, o el autocontrol.
Siguiendo el tema, Aristóteles, señalaba que
la libertad de elección del individuo hacía
imposible un análisis preciso y completo de las cuestiones
humanas. La amistad crea el vínculo social, y la
más auténtica es la que se funda en la igualdad. Se
considera al amigo como otro uno-mismo y es porque nos amamos a
nosotros mismos por lo que podemos hacer el bien a nuestro
alrededor identificándonos con el prójimo.

Siglos después, Thomas Hobbes,
afirmaba que la gente busca seguridad participando en un contrato
social en el que el poder original de cada persona se cede a un
soberano que, a su vez, regula la conducta. Mientras John
Locke
, que el fin del contrato social es limitar el poder
absoluto de la autoridad y, como contrapeso, promover la libertad
individual. Por otro lado Spinoza sostenía que
sólo las necesidades e intereses humanos determinan lo que
se considera bueno o malo, el bien y el mal. Todo lo que
contribuye al conocimiento de la naturaleza del ser humano o se
halla en consonancia con la razón humana está
prefigurado como bueno.

En la regla o imperativo categórico
Kant insistió en que uno ha de tratar a los
demás como si fueran "en cada caso un fin, y nunca
sólo un medio". Obra como si la máxima de tu
acción pudiera ser erigida, por tu voluntad, en ley
universal de la naturaleza. En otro sentido Bentham,
mantenía que era posible comprobar de modo
científico lo que era justificable en el plano moral
aplicando el principio de utilidad. Las acciones eran buenas si
tendían a procurar la mayor felicidad para el mayor
número de personas. La felicidad era equivalente al
placer. Friedrich Hegel, aceptó el imperativo
categórico de Kant, pero lo enmarcó en una
teoría universal evolutiva. La moral, según Hegel,
no es el resultado de un contrato social, sino un crecimiento
natural que surge en la familia y culmina, en un plano
histórico y político. Más adelante
William James, desarrolló la filosofía del
pragmatismo; sostenía que el significado de las ideas
sólo se puede encontrar en los términos de sus
consecuencias. Si no hay efectos, es que esas ideas no tienen
sentido.

El cristianismo marcó una
revolución en la ética, al introducir una
concepción religiosa de lo bueno. Según la idea
cristiana una persona es dependiente de Dios y no puede alcanzar
la bondad por medio de la voluntad o de la inteligencia, sino
sólo con la ayuda de la gracia de Dios. Cuando aparece el
Marxismo establece una clave de análisis a partir del modo
de producción, que permite comprender la estructura social
y su dinámica como un todo, lo que se expresa en el
concepto de formación económico-social. Se rompen
vínculos importantes con las corrientes filosóficas
anteriores y con el cristianismo que provocaron, entre otros
errores, un rechazo a esta ideología lo cual debilitó al propio
Marxismo.

En Cuba, la influencia derivada del arraigo en la
formación de la nacionalidad es una ética del deber
vinculada a los valores cristianos, al sentido de la justicia, al
sacrificio del individuo en aras de los intereses sociales y al
ideal de progreso de la nación. Ese pensamiento
ético, se asocia desde sus orígenes a la
liberación de la Isla, con las figuras precursoras de
José Agustín Caballero, Félix Varela,
José A. Saco, José María Heredia,
José de la Luz y Caballero. Hay una continuidad entre el
pensamiento ético de la liberación, forjado en la
etapa de las guerras por la independencia del siglo XIX, y
representado por Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio
Agramonte, Antonio Maceo, Máximo Gómez y
José Martí, y los esfuerzos populares y
patrióticos del siglo XX, que entran en su etapa decisiva
con el 26 de Julio de 1953 y conduce al triunfo de la
Revolución en 1959.

Hay otra historia moral, que es la
construcción del mundo espiritual desde abajo, en las
relaciones cotidianas, desde la visión de las distintas
capas del pueblo. Existe un lenguaje popular que tiene su
más alta expresión en la solidaridad entre los
cubanos hacia Ramón, Fernando, René, Gerardo y
Antonio como los exponentes contemporáneos más
universales de esa continuidad ética donde los valores
universales expresan la moral de un pueblo que lucha por la
independencia y la igualdad ciudadana.

La moral pública se refiere a los valores,
principios y normas morales aceptados o en disputa en la vida
política, socioeconómica y cultural de la sociedad.
La moral privada está asociada a las relaciones
familiares, sexuales y personales en sentido general.

El juicio moral está firmemente ligado a
los problemas de la responsabilidad, la libertad y la
posibilidad. Los valores son estructuras objetivas y subjetivas,
mediante las cuales la sociedad ha formado históricamente
los criterios de orientación en la relación
sujeto-objeto, para valorar si un hecho o forma de conducta es
buena o mala. En el proceso de articulación entre el
sistema de valores y la práctica social y profesional, de
los grupos humanos, un espacio de mediación significativo
corresponde a la deontología.

El enfoque positivista en las ciencias, se
tradujo, en el periodismo, hacia un concepto de moralidad
equivalente al reporte no sesgado de información neutral.
La ética utilitarista, impone un criterio
extrínseco. El valor de lo bueno se establece no por su
contenido, sino por sus consecuencias. Para la prensa,
esa visión, se revierte en la exterioridad de la
ética, que en lugar de ser considerada como capacidad
interna de opción moral, es vista como una garantía
del valor neutral de los procedimientos.

La comunicación es uno de esos sistemas de
la sociedad, integrado entre otros elementos por los medios de
comunicación y las estructuras creadas en las
organizaciones políticas y estatales, las entidades de la
cultura y las empresas para asegurar el cumplimiento de sus
objetivos. El sistema de comunicación pública
está determinado, en última instancia, por la
estructura sociopolítica y económica prevaleciente,
pero al mismo tiempo dispone de autonomía e
interdependencia en sus relaciones con ella. Está
profundamente imbricado a los sistemas económico,
cultural, tecnológico y psicológico-individual, al
punto de formar parte de ellos e integrar una trama de complejo e
intenso intercambio. Estas interrelaciones regulan el sistema de
comunicación pública y ajustan su funcionamiento a
los intereses globales del entorno socio-político,
cultural y económico. Una relación de
comunicación es aquélla que implica el uso de
canales naturales, humanos, en las fases inicial y final del
proceso de envío-recepción. Una ética de la
comunicación debe ser una ética del diálogo
interhumano, que prescinde del medio o canal artificial empleado;
una ética que pone su acento en el contenido de la
comunicación, como factor de unión, de
reconocimiento del otro, de respeto a su dignidad; una
ética centrada en la trascendencia social de la conducta
humana. La capacidad de autorregulación es lo que
determina la eficacia de
cualquier actividad de la comunicación social.

Para estructurar un buen mensaje hay que
determinar lo que quiere, quién se lo puede dar y
cómo conseguirlo. El principio básico al
estructurar un mensaje es tener bien definido su objetivo.
Escuchar es un proceso activo; siendo la base de ese proceso la
atención, la concentración en el otro y no
sólo en el mensaje que llega. La información que
escuchamos no está solo en las palabras, sino en los
gestos, en el tono, en la situación comunicativa. Para
escuchar, además de tener los oídos y los ojos
abiertos, hay que tener la mente abierta. Solo con principios
éticos acaudalados en lo más excelso de la
historia, y la mente abierta, se formarán profesionales
competentes que lleven el país y el mundo hacia un lugar
de privilegio.

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Autor:

Dr. Olimpio Rodríguez Santos

Especialista de l l Grado en Alergología. Prof.
Instituto Superior de Ciencias Médicas "Carlos J. Finlay".
Prof. Universidad
"Ignacio Agramonte". Investigador Instituto Superior de Arte,
Camagüey Cuba.

Partes: 1, 2
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